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p Pe a Meee e onle a me ete R ey was Rete sTcTY ce El conjunto de textos que st retinen ef este libro inteirogan al cuerpo como Ferret ete Ronee caso ete EUare ern Rt ocersere reteset CN PEM ete t ar eae eaicste Bacco oe meres eee Secor Bre ee an eee Sie ans ceeeteeen ere n ame a Cea ate Rent SCR Ce Vacer Tea Caa cerry Pretest iNendste sare eed toseaeec er tenes Bchsiag ‘ er soc hes RBCS tence Rare ler Re Ata aya a caessenyets Coes): 6.7 cs PSRs We atonlosnte ol RE ECM tea ante cnar SCosscats ay cea uae e ct ete uot ON renee un ean ven ase te Rederiet) caniiel awe en eshieta emma ene att cept ee Pee Cee et wecce Cmte trent {Cémo se asumpn al tiemape que se contestan las teglas de génerd, las politicas pee eg eet eae oer ee ee Peter ete La lectura de esta pbra nos pone tanto frentealos cuerpos como antey Renee eae tem acca ee ae ier ee co Pee envera Keren me naaoited antec aie! Ree Cer Cecnn a sy oe oc BT erat 2 Wi nn M ] | ; tk 3 lil | ll jh or ma Pe Ee es) | ||| eee ee P ISBN Wh 20. ee ore aie Pes uranere 306.4 En el umbral de los cuerpos : estudios de antropologia ¢ historia / Editoras Laura Chazaro UMB Rosalina Estrada, - Zamora, Mich. : El Colegio de Michoacin, 2005. 354 p. sil. s 23 cm, — (Coleccién Debates) ISBN 970-679-180-9 1 Antropologia 2.Sociologéa Histérica 3.Género, Estudios de 4 Evolucién Social 5.Cuerpo y Alma L.Chézaro Garcia, Laura, ed. ILEstrada, Rosalinda, ed. lustracién de portada: Juan Chézaro Garcia, “Livurgia”, 2000. Tinta y grafito/papel, 100 x 70 cm. © D. R. El Colegio de Michoacdn, A. C., 2005 Centro Puiblico de Investigacién CONAGT Martinez de Navarrete 505 Las Fuentes 59699 Zamora, Michoacén publica@colmich.edu.mx © D.R. Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades Benemérita Universidad Auténoma de Puebla, 2005 ‘Ay, Juan de Palafox y Mendoza 208 Pucbla, Puebla Impreso y hecho en México Printed and made in México ISBN 970-679-180-9 oy 2 NACIONAL DE COLOMBIA OV ©.4 Finnie PSSST emg DEPTO. DE, BIBLIOTE NIE coe BIBLIOTECA {INDICE Introduccién. Cuerpos en construccién: entre representaciones y practicas Laura Chdzaro y Rosalina Estrada u I. ENTRE EL ALMA Y EL CUERPO 35 Cuerpos, tuimulos y reliquias. Cuerpo y muerte segiin el discurso religioso del barroco Montserrat Galt Boadella 37 Las debilidades de la carne. Cuerpo y género en el siglo XVIII Fernanda Nuhtez B. 59 TI. LA NATURALEZA REINVENTADA 95 La histeria y la locura. Ties itinerarios en el México de fin del siglo XIX Frida Gorbach 7 La inevitable lujuria masculina, la natural castidad femenina Rosalina Estrada 117 “Bl fatal secreto”. Los férceps médicos y las pelvis mexicanas, siglo XIX Laura Chdzaro 145 NS 698657 TIL. A PESAR DE LAS INSTITUCIONES Vigilancia y control del cuerpo de los nifios. La inspeccién médica escolar (1896-1913) Ana Marla Carrillo El cuerpo de los nifios bajo la mirada de las instituciones sociales y médicas en Puebla a finales del siglo xIx Marta de Lourdes Herrera Feria TV. SIMBOLOs, PERMANENCIAS Y RUPTURAS El cabello y el peine como sfmbolos femeninos Antonella Fagetti Dela trenza al peinado de salén. Mujeres, moda y cambios corporales en una localidad rural Martha Patricia Castatieda Salgado V. La DIFERENCIA, UNA REDEFINICION “Todos estamos bien?”. Conflctos conyugales en familias de transmigrantes poblanos Marta Eugenia D’Aubeterre Buznego Los limites de la trasgresién. Cuerpo, précticas eréticas y simbolismo en una sociedad campesina de Veracruz Rosio Cordova Plaza ‘Topografias epidérmicas. El performance transfronterizo de la resistencia chicana-queer Antonio Prieto Stambaugh Acerca de los autores Indice analitico y onoméstico Indice toponimico 209 240 291 B30) 345 353 INTRODUCCION CUERPOS EN CONSTRUCCION, ENTRE REPRESENTACIONES Y PRACTICAS Laura Chazaro Rosalina Estrada Este libro est4 hecho de nuestras ideas y pasiones encarnadas; de nuestros cuerpos y sus representaciones en discursos. Lejos de pretender hacer del cuerpo un objeto de estudio en el sentido de la anatomia 0 la medicina, los textos aqui reunidos acuden a él como lugares 0 espacios desde los cuales los sujetos y las sociedades se construyen y dan sentido a sus acciones. Las experiencias e intercambios de dos seminarios convocados por las editoras, en 2001 en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades-BUAP, en la ciudad de Puebla y otro, en 2002, en El Colegio de Michoacén en Zamora, nos permitieron ademds de discutir nuestros enfoques y aproximaciones al tema, ofrecer este resultado. En esas dos ocasiones nos reunimos con el pro- pésito de exponer, desde diversos casos y en distintos tiempos de la historia de México, nuestras ideas en torno de las sensibilidades modernas sobre los cuerpos. Pronto vimos la complejidad de la empresa: reconocimos nuestras propias diferencias y las distintas dimensiones que cada enfoque y disciplina nos devolvia de los cuerpos. Con ello crecié nuestro interés por repensar la creencia, hoy sentido comin, sobre la “naturalidad” del cuerpo y enfrentar- nos al “este” o al “aqui” omnipresente y “real” de lo corporal. Coincidimos en que no hay “el” cuerpo ni como una definicién, objeto o sistema cerrado; lo buscamos a sabiendas de que, en muchas ocasiones, es inasible, invisible y elusivo. 1. Agradecemos al doctor José Antonio Serrano, entonces Coordinador del Centro de Estudios Hist6ricos de El Colegio de Michoacan y al maestro Roberto Vélez Pliego director del Instituto de Ciencias Sociales y Huma- nidades de la Benemérita Universidad Aut6noma de Puebla, quienes nos apoyaron para realizar las reuniones, que hicieron posible este libro, iil Laura CHAZARO Y ROSALINA ESTRADA Existe una basta bibliograffa s sbre el tema que desde diferentes pers- pectivas ya han abordado algunas de las preguntas que aqui nos planteamos.? Algunos de esos textos han resultado inspiradores para las editoras y para los atttores de los ensayos aqui publicados. El reto de este libro es apropiarse de esas lecturas desde las sensibilidades locales y exponerlas a través del tamiz de la geografia y practicas corporales en la historia moderna de México. Esta btisqueda es clara entre los autores del libro; al reconstruir pedazos de la his- toria cultural y politica de México, transitamos por la multiplicidad de exis- tencias corporales. Nos interrogamos, cémo los cuerpos se re-construyen?, scémo se asumen al tiempo que se contestan las reglas de género, las politicas sexuales y las normas estéticas?; ;c6mo se organizan las diferencias “raciales” y sexuales? En suma, los estudios reunidos analizan las representaciones pre- modernas y modernas de los cuerpos y la materialidad, carne y hueso que las incita. Nuestra conviccién es que éstos no son objetos de la naturaleza que encuentren una definicién permanente o verdadera. Lo que el lector hallaré aqui son posibilidades y configuraciones abiertas; tantas cuanto el andlisis histérico y antropoldégico ofrece sobre las experiencias corporales. El referente que da vida a los diferentes estudios, algunas veces, es el “alma”; otras, [a carne y hueso. Desde distintas miradas este libro se apropia de la materialidad al buscar sus mds diversas formas y representaciones: sexuales, médicas, morales, pedagégicas, morales y religiosas, que nos refieren a un cuerpo sensible: algunas veces ama y experimenta placer; otras, sufte y enve- jece; otras, vive y muere. Piel de la vida individual al tiempo que materia de la experiencia colectiva y la politica; es reglamentado y regido por el poder, pero muestra resistencias. Nuestro acercamiento trata de rescatar la cultura material, pero también esa inmaterialidad que, como lo diria Roland Bar- thes, percibimos como una herida. Los documentos: discursos, imagenes y 2. _ Es importante sefialar que existe una amplia bibliografia que directa o indirectamente ha aportado a la dis- cusién sobre los cuerpos y que aqui seria imposible mencionar en su conjunto. Entre ellos, Carmen Ramos Escandén (comp. El género en perpectiva: de la dominacién universal a la representacién multiple, México, UAM-Iztapalapa, 1991; Else Musiz, Bl cuerpo, epresentaciin y poder en Mexico en los albores dela rconstruc- cién nacional, 1520-1934, México, UAM-Azcapotaalco, 2002; Sergio Lépez Ramos, Prensa, Blerpolykallid en el siglo XIX mexicano, México, Miguel Angel Pornia/CEPAC, 2000; Oliva Lopee Sénches Enfermas, ‘mentirasas temperamentales, La concepcién médica del cuerpo femenino durante la segunda mitadh del siglo XIX en México, México, CEAPAC/Plaza y Valdés editores, 1998. Véase tambien El cuerpo aludic fomiasy reconstrucciones. Mésico, Siglos XVIXX, México, Patronato del Museo Nacional de Arte, Conaculta, 1998. 12 INTRODUCCION palabras del pasado y del presente, algunas veces con contenidos permanen- tes, otras en constante transformacién, nos han incitado a penetrar en esas rendijas siempre abiertas, que nos dejan los trazos del pasado. (CUERPO NATURAL (;SEXO?), CUERPO ACULTURADO (;GENERO?) Mas cerca estamos de sus significados, mds urge responder a la pregunta: zcémo aproximarnos al cuerpo? La llamada perspectiva “constructivista” sostiene que el cuerpo no es una naturaleza previa sino una “construccién” social, cultural y discursiva; el resultado de normas que dan sentido a las prc- ticas corporales.> Para antropélogos ¢ historiadores una de las consecuencias més importantes de este enfoque ha sido cuestionar la dualidad nacuraleza- cultura y las implicaciones de la dualidad cartesiana mente-cuerpo. Esta perspectiva resignificé las formas de aproximarse al cuerpo, especificamente el sexo y la nocidn de género.* La contundente frase de Simone de Beauvoir “No se nace mujer, llega una a serlo”’ es critica de la tesis de que la biologia es destino de las vivencias corporales. Beauvoir establece que la identidad de género es cons- truida y esté limitada por la interpretacién que hacen los sujetos de una serie de normas culturales previamente establecidas. Afirma: “el cuerpo no tiene realidad vivida, sino en la medida en que es asumido por la conciencia a través de sus acciones y en el seno de una sociedad; la biologia no basta para prover una respuesta a la pregunta que nos preocupa: gpor qué la mujer es el Otro?”.° 3. Quizé uno de los més representativos de esta postura sea Thomas Laqueur, Making Sex: Body and Gender {fom the Greeks to Freud, Cambridge Mass., Harvard University Press, 1990. Para una posicién constructi- vista y dirigida a la discusién sobre género y sexo, Nelly Oudshoorn, Beyond she Natural Bodye an Archeology of Sex Hormones, Routledge, 1994. 4. Unallectura bésica sobre el ema, Martha Lamas, “Usos, dficultades y posibilidades de la categorfa de género” en Martha Lamas (comp.), El género: la construccién cultural de la diferencia sexual, México, Miguel Angel Porria/UNAM/PUEG, 1997, pp. 336-340. 5. Simone de Beauvoir, El segundo sexo. La experiencia vivida, vol. 2, México, Alianza Editorial, 1999, p. 15, 6. Simone de Beauvoir, El segundo sexo. Los hechos y los mits, vol. 1, México, Alianza Editorial, 1999, p. 61 ‘Veise también Judith Butler, “Vari Lamas (comp.), op. cit, p. 303, nes sobre sexo y género: Beauvoir, Witting y Foucault” en Martha 13 Laura CHAZARO Y ROSALINA ESTRADA. Se puede decir que en las ciencias sociales ha tomado fuerza remarcar la distincién que las culturas hacen entre el género y el sexo, como la exis- tencia bioldgica o fictica: génadas, érganos reproductives. El género es una simbolizacién de la diferencia sexual, una construccién cultural e histérica; de modo que los “sexos bioldégicos” que no necesariamente son dos, si se considera a los hermafroditas, han sido representados en la dualidad género “femenino” y género “masculino”. El sentido comiin usa los conceptos género y cuerpo de manera asi- métrica, pues el primero de éstos se identifica casi directamente con “mujeres” e iguala lo corporal a la mera diferencia sexual. Pero, segtin Pierre Bourdieu, existen razones culturales y cognitivas para sostener una simetria. La vivencia de la corporalidad, como seria la del tiempo y del espacio, supone nociones y practicas que reproducen un orden establecido; el cual tiende a producir, con distintos medios e intensidades, la naturalizacién de la arbitrariedad de esas taxonomias.” Si seguimos con su planteamiento, la vivencia de la corpo- ralidad, como diferencia sexual “varén’-“mujer”, o étnico, 0 de edades serfan * construcciones del mundo social. Esas diferencias se convierten en parte del orden cognitivo, de nuestras percepciones sobre el mundo; de modo que se incorporan en los sistemas de las acciones y percepciones sociales y se transforman en una cuestién “natural” y legitima, conocida y re-conocida oficialmente.® Asumidas como “realidad”, las caracterfsticas atribuidas a los cuerpos organizan la vida colectiva, las formas de dominacién y la simboliza- cién del poder. Por ejemplo, la diferencia sexual, distincién valorativa y base de las relaciones jerdrquicas entre mujeres, se vuelve fundamento, apariencia natural y alimento de la manera en como conocemos, modelamos y materializamos los cuerpos. Las leyes consagran simbdlicamente las relaciones politicas y de poder que suponen las précticas taxonémicas. El “ser mujer”, bajo la institucién del matrimonio se asocié a la “naturaleza”, especialmente a las actividades repro- ductivas, al asignarles una valoracién jerérquica subordinada respecto de los varones, cuyas actividades se identifican con lo dominante o trascendente 7. Pierre Bordieu, “Structure, Habitus, Power: Basis for a Theory of Symbolic Power” en Nicholas B. Dirks, Geoff Eley and Sherry B. Ortner, Eds., Cubure/PowertHisory A Reader in Contemporary Social Theory, New Jersey, Princeton University Press, 1994, pp. 160-161. 8. Pierre Bourdieu La dominacién masculina, Barcelona, Anagrama, 1999, pp. 20-21. 14 INTRODUCCION de esa “naturaleza”. Sherry Ortner,? en un ensayo ya cldsico, sostiene que este determinismo biolégico se ha convertido en un universal cultural, en el cual los varones son identificados con poderes que las culturas valorizan, como saberes y técnicas; mientras que las mujeres se identifican con lo que se desvaloriza, con lo “primitivo” o lo corruptible.'° Bajo la dualidad natu- raleza-cultura se organizan prdcticas y percepciones que encuentran eco en otras dicotomias de la cultura: inferior-superior; arriba-abajo; htimedo-seco; bajo-alto. En ese horizonte esas taxonomfas no sélo adquieren coherencia simbélica, sino objetividad social, al volverse obligatorias."" Esta discusién sobre la dicotomia naturaleza-cultura posee una dimensién histérica, En el siglo XIX el cuerpo, especialmente el femenino, se convirtié en el objeto material y simbdlico de las ideas médicas, clinicas y experimentales. Como se muestra en varios articulos de este libro, la nocién de cuerpo moderno est4 embebida de la formulacién médica de lo normal y lo patoldgico; de lo limpio y sucio; de lo que est vivo y muerto. El ejemplo més contundente es la distincién médica de los papeles sexuales. La anaté- mica distincién entre pene y vagina es la medida “natural” y por lo tanto normal que debe regir las costumbres, los habitos y la moral. El postulado propugna que la investigacién médica puede revelar la “naturaleza” del cuerpo y, a la vez, el conocimiento lo autoriza a ofrecer normas y valores a partir de los cuales los cuerpos se recrearfan sin ambigiiedades como los de mujeres y de hombres normales.!? La “verdad” encontrada en la indagacién anatémica, reconstruida de disecciones, incorpora perspectivas y detalles culturales que a fuerza de repetirse se sellan en él con tinta indeleble.'> Un ejemplo de esto es la tesis de Thomas Laqueur quien sostiene que entre el siglo XVII y el XIX hubo un cambio crucial en Ja forma de interpretar la disposicién anatémica de los érganos reproductivos de las mujeres y de los hombres. Hasta antes de la Tlustracién, la representacién del cuerpo femenino era la misma que la del 9. Sherry Ortner, “Bs la mujer con respecto al hombre lo que la naturaleza con respecto a la cultura?” en Olivia Harris y Kate Young, Feminism y antropologta, Barcelona, Anagrama, 1979, pp. 113-114. 10. ibid, pp. 116-118. LL. Pierre Bourdicu, “Structure, Habitus, Power...”, op. cit, p. 186. 12. Ludmilla Jordanova, Sexual Visions: Images of Gender and Medicine between the Eighteenth and Twentieth Centuries, Madison Wisconsin, Wisconsin University Press, 1989, p. 26 y's. 13, Rafael Mandressi, Le regard de anatomist. Disections et invention du corps en Occident, Pais, Scuil, 2003, p. 133. 15) LauRA CHAZARO Y ROSALINA ESTRADA. masculino. Las mujeres eran esencialmente hombres que, por falta de calor vital, retenfan sus drganos reproductivos dentro del cuerpo. Segtin Laqueur, hasta bien entrado el siglo XIX dominé un modelo de un solo sexo/piel (one- sex/flesh); los médicos hablaban de testiculos femeninos, no de ovarios.'* En esta perspectiva, la mayor acumulacién de datos anatémicos y fisioldgicos no nos acerca a la verdadera definicién de cuerpos y géneros y muestra més bien cémo lo “natural” es una construccién cultural e histérica. 5 sek La discusién anterior corre paralela al postulado cartesiano de un “yo que piensa” desencarnado, sustancia opuesta al cuerpo-materia, mecanismo y funcién. Atin més la dualidad cuerpo-ego cartesiano refuerza la distincién cuerpo femenino y razén desencarnada o desalojada de las pasiones corpo- rales: {Quién soy? Una cosa que piensa. :Qué significa esto? Una cosa que duda, que conoce, que afirma, que niega, que quiere, que rechaza, y que imagina y siente .. Pero sé ahora con certeza quie yo existo, y que puede suceder al mismo tiempo que todas estas imagenes y, en general, todo lo que se refiere a la naruraleza del cuerpo no sean sino suefios.'> El planteamiento cartesiano de dos sustancias distintas y mutua- mente excluyentes, materia y mente, anuncia una nocién del yo que conoce mediante la contemplacién-sacional, de la.mente creadora de ideas verdade- ras peto despojadas de la “fiattiraléza Hel cuerpo”. El sentido de esta duali- dad ego cogitans y cuerpo tendrd consecuencias para la representacién de lo 14, Thomas Laqueur, Making Sex. p. cit, p.8. En el articulo “The polities of Reproductive Biology” en Cathe- rine Gallagher and Thomas Laqueus, The Making of Modern Body: Sexuality and Society in the Nineteenth Century, Berkeley and Los Angeles, California University Press, 1987, p. 24y ss. Laqueut muestra que en la visin occidental de los cuerpos las representaciones o imagenes cientificas y médicas han desempeiado un papel fundamental. Entre el siglo XVIII y XIX la medicina abandoné el modelo de homologéas anaté- micas sexuales por uno de las diferencias. Segiin Laqueur, a fines del siglo XVII “con el colapso del modclo jerirquico no habfa razén para representar la vagina y las partes ptdicas en el mismo cuadro con el tero y los ovarios. Los cuerpos no cambian, pero sel significado dela relacién entre sus pa:tes. (But later the late seven teenth century and the collapse of the hierarchical model there was, in general, no longer reason to draw the ‘vagina and external pudenda in the same frame with the uterus and the ovaries. Bodies did not change, but the meanings of the relationship between thers part did’), p. 12. Las eursivas son nuestras. 15. René Descartes, Meditaciones metafwicas, Madrid, Aguilar, 1980, p. 59. 16 INTRODUCCION corporal, no sélo como objeto de conocimiento o “naturaleza inteligible”s también como espacio del poder. En Europa, al despuntar el siglo XVII se popularizaron los autématas, bombas de agua, relojes y molinos cuyos movimientos dependian de meca- nismos o motores. Fue en esa época cuando se escribieron las obras de los profesores Andreas Vesalius, autor de De Humani Corporis Fabrica (1543) y la de William Harvey, De Motu Cordis (1628). Para ambos, la circulacién de la sangre y el corazén se movia de manera similar a los autématas y méqui- nas, Seducido por esos attificios, René Descartes (1596-1650) propuso que las personas, tal y como las conocemos, estén compuestas de dos sustancias diferentes que no se siguen causalmente, de res extansa y res cogitans."6 Se alejé asf de la idea plarénica de que el mundo sensible és el réflejo del alma, del cuerpo visto como una suerte de cadaver animado por las pasiones. Su mecanicismo le dio vida al cuerpo, a cambio de representarlo como un autémata."” La hipétesis del animal-méquina, como la llama Georges Can- guilhem, explica lo viviente ya no por “finalidades” antropomérficas sino mecanicistas."® As{, remplazé la teleologia vitalista por una finalidad o telos técnico atribuido al artifice, el hombre apegado a los fines de Dios. Con la postura cartesiana se consolidé la tendencia filoséfica que excluyé del conocimiento al cuerpo del filésofo, “sin que Eros y lo femenino, como inspiracién y como embarazo desaparezcan’."” La razén como tras- cendencia, separada de lo que hay afuera del objeto, no s6lo supone la subli- macién del cuerpos también implica la masculinizacién del pensamiento racional y de la propia ciencia. El cuerpo femenino, expresidn de la natura- leza, se poscula como lo Otro que la razén y sus técnicas pueden penetrar y explicar, en fin, dominar. 16. Véase, por ejemplo, Nicole Loreaus, ,“... Por lo tanto, Sécrates es mortal” en Michel Feher, Ramona [Nadaff, y Nadia Tani (eds.),Fragmentos para una historia del cuerpo bumano, Buenos Aires, Taurus, 1992, pp. 13-45. 17. Leder Drew, “A Tale of Two Bodies” en Leder Drew (ed.), The Body in Medical Thought and Practice, Dordre- cht, Kluwer Academic Publishers, 1992, p. 19. 18 Como lo sefala Edna Suérez en “El organismo como méquina” esta idea es bdsica para la elaboracién de la teorfa cartesiana del animal méquina. En Carlos Alvarez y Rafael Martinez Enriquez (coords.), Descartes y la ciencia del siglo XVII, México, UNAMISiglo XX, 2000, p. 151: y la interesante explicaci6n que oftece Canguilhem del mecanismo cartesiano en Francois Delaporte (ed), Vital Rasomalis, Selected Writings from Georges Canguilhem, Translated by A. Goldhammer, New York, Zone Books, 1994, pp. 229-230. 19. Sobre el tema, Genevieve Fraise, La diferencia de los sexes, Argentina, Manantial, 1996, p. 32. 17 LAURA CHAZARO Y¥ ROSALINA ESTRADA El cuerpo no piensa, los pensamientos le pertenecen al alma: {os movimientos que conocemos por experiencia no son controlados por nuestra voluntad, del mismo modo que no tenemos razén pata pensar que hay un alma que haga al reloj dar la hora... Evitemos el error anterios afirmando que la muerte no llega por la falta de alma sino porque se corrompe algun de las principales partes del cuerpo (como) el reloj cuando tiene rora una de sus piezasy el principio “de sit movimiento cesa de obrar® En esas ideas se prefigura la “moderna” construccién de los cuerpos: como el ideal social de su funcionamiento y como el modelo para esculpir individuos y sociedades. Conforme lo plantea Foucault, el “cuerpo mdquina’ no puede interpretarse como un objeto nuevo o neutro; producto de la meta- fisica mecanicista o la ciencia natural. La distincién cartesiana mente-cuerpo expresarfa la aparicién de la epistemologia moderna, sitiada por el complejo Proceso de separacién ¢ individuacién del sujeto del objeto; el cual implica una nueva forma de poder." Desde una perspectiva culturalista y psicold- gica, Susan Bordo considera que Descartes en las Meditaciones establece la premisa epistemoldgica de que todo lo sensible es ilusorio. Por consecuencia, el fildsofo afirma que el mundo es creacién de un padre espiritual, Dios; no de una madre procreadora y misteriosa, la naturaleza,22 El cuerpo maquina implica, a la vez, movimiento y fuerza constante; una suma de partes organizadas, disciplinadas y distribuidas a lo largo y alo ancho de la experiencia corporal: desde la disciplina del trabajo, los eercicios escolares hasta las normas que regulan los movimientos en los hospitales, en las cérceles o en el matrimonio heterosexual. En estas operaciones también estd implicita una forma de poder. La vida, en la hipstesis cartesiana del cuerpo-mdquina, se transfiguré en la arena de lo politico. Aunque sujetos a las pasiones, los cuerpos reinan sobre los 6rganos y sensaciones. Ese gobierno 20. Edna Susres, op. cits p. 153 y René Descartes, “De las pasiones en general y dela narutaleza del hombre” en Obras Completas, Patis, Casa Editorial Garnier Hermanos, s/, p. 163. 21. Michel Foucault, Vigilarycsigar. El nacimient de a prisién, México, Siglo XXI Editors, 1990, pp. 140 y 135. 22. Ese "yo" separado del cuerpo controaria as ansiedades modernas sobre la individuacién y la separacién, al oftecerle gobierno sobre el potencial desorden natural. Susan Bordo, “The Cartesian Masculinization of Thought’ (1986) en Sandra Harding y Jean F. O'Bare (eds) Sec and the Scenifc Inguiry, Chicago and London, The University of Chicago Press, 1987, pp. 247-264. 18 INTRODUCCION no es mégico o arbitrario sino la “imagen tecnolégica de ‘control’ y un tipo positivo de causalidad que implica un engranaje o relacién mecénica’.” El procedimiento cartesiano no se postula como introspeccién psicoldgica sino como correlacién de efectos entre lo que en el alma ocurre y lo que acontece en el cuerps Debemos pensar que en lo que en ella (cl alma) es una pasién, es generalmente una accién (en el cuerpo); de suerte que no hay mejor camino para llegar al conoci- iento de nuestras pasiones que examinar la diferencia existente entre el alma y el cuerpo, a fin de conocer a cual de las dos se debe atribuir cada una de las funciones, que en nosotros se verifican.”* Negando la nocién antigua del alma, como forma del cuerpos como el espejo de éste, la hipétesis cartesiana propuso un cuerpo regulado por fuer- zas, engranajes y mecanismos. Foucault tiene razén en ver en el mecanicismo no sélo metafisica y ciencia, sino una forma de dominacién y ejercicio poli- tico. Ese cuerpo imbuido de vida y de pasiones, desprovisto de la res cogitans, es al mismo tiempo efecto de'relaciones de poder y de conocimientos; base del modelo que reconstruir4 o reproduciré el horizonte visible ¢ inteligible de lo natural. Como sefialé Foucault, “el euerpo al convertirse en blanco de nuevos mecanismos del poder, se nuevas formas de saber”.”* zPor qué hoy para nosotros resulta crucial recordar la distincién cartesiana cuerpo-mente; la dualidad entre la conciencia y el cuerpo no consciente? Incursionar en el siglo XVI cartesiano no es una mera curiosidad ret6rica por el pasado. Nuestro interés es genealdgico, deriva de un afin por aprehender cémo se construye el poder sobre los cuerpos y desvelar las expe- riencias, practicas y representaciones que lo han naturalizado como aut6- mata ¢ ideal de economia de movimientos disciplinados. 23, Francois Delaporte (ed), op ct p. 231. 24, René Descartes, “De las pasiones ..”, op. cit, p. 162. 25. Michel Foucault, ap. cit, p. 159. 19 LauRA CHAZARO Y ROSALINA ESTRADA DE LA CONSTRUCCION DE GENERO AL ACONTECIMIENTO CORPORAL Frente a estas primeras conclusiones nos preguntamos: goémo se llegé a una cierta conformacién corporal que hoy vivimos como ley natural y politica? ¢Por qué esa constelacién de actos que dan por resultado cuerpos masculinos y femeninos implica relaciones jerarquicas y desiguales? Para descifrar lo “natural”, las experiencias corporales y sensibles de las sociedades occidentales, la perspectiva constructivista ha resultado fruct{- fera. Sin embargo, la nocién de “cuerpo construido” no es autoevidente, En esta interpretacién los cuerpos aparecen como presencia desgarrada, entre ser un fendémeno (en el mundo), distanciado del “yo” que lo afirma y ser la afir- macién discursiva de los sujetos.* Reconocerlo nos obliga a interrogarnos: équé es lo construido?; zes el cuerpo una naturaleza inmutable y permanente que las culturas han re-significado?”” La cuestién aqui no es de mera defini- cin metodolégica, sino c6mo concebimos el cuerpo? Conforme lo sefala Barbara Duden,” uno de los problemas del enfoque constructivista es la tendencia implicita a reforzar la dualidad natu- raleza-cultura. El cuerpo orgdnico y material aparece como un fundamento sobre el cual la cultura, “libremente” le impone significados; es el caso de las reglas del parentesco o los derechos politicos de las mujeres. En gran medida esta postura estd sustentada en la idea ilustrada del “estado natural” como entidad anterior a la ley; por lo que en principio ni el sexo ni la vivencia corporal estarfan determinadas politica o culturalmente. La “naturaleza” se convierte as{ en fundamento ahistérico ¢ incuestionado sobre el cual los sig- nificados culturales se manifiestan.2° A la par, desde el concepto de género se elabora la distorsién entre lo biolégico y las representaciones culturales creadas en torno de ellos. Se afirma asf que el género no es expresién de algtin conjunto de hechos bioldgicos o de una supuesta “naturaleza” sexual, sino representacién sociocultural. Igual que el concepto de “mujeres”, el de género es problemético porque se trata 26, Judith Butler, Cuerpos que importan: sobre los limites materiales y dtcursivos del sexo, Buenos Aires, Paidés, 2002, p. 40. 27. Sobre este punto nos hemos inspirado en las ideas de Nelly Oudshoorn y Judith Butler, 28. Barbara Duden, The Woman Beneath the Skin: A Doctor’ Patiens in Eighteenth-Century Germany, Translated by Thomas Dunlap, Harvard University Press, Cambridge Mass., 1991, pp. 6-7. 29. Judith Butler, El género en disputa, México, PUEG/UNAM, 1986, p. 71. 20 INTRODUCCION de una representacién abstracta y uniforme con la que no necesariamente se reconocen diferencias locales ni contingencias histéricas.” Lo que se predica como género (masculino 0 femenino) deja intacta la materialidad del cuerpo y lo convierte en una “naturaleza” universal y permanente; base de modelos o representaciones que se suceden histéricamente.*' El concepto de género oscurece las decisiones de los sujetos y sus intervenciones en la materialidad de sus cuerpos. Si aceptamos que el cuerpo y las diferencias sexuales no son una “realidad” estatica, surge el dilema de si los lfmites y contrastes del cuerpo estan sdlo comprometidos con la repeticién de normas socialmente compartidas o si ah{ tienen cabida las trasgresiones a las normas. Frente al constructivismo la pregunta es cémo acercarse al cuerpo sin perder su materialidad, es decir, mo re-inscribir a los cuerpos en la existencia y en el acontecimiento? Como lo sefiala Butler vale la pena indagar la conexién entre la performatividad corporal y la normatividad del ejercicio del poder, por la experiencia misma del encarnamiento en la vida social.2? Ni la sexualidad ni el cuerpo pueden reducirse a la experiencia de la prohibicién o sujecién brutal; existe un espacio en el que el sujeto se planta y se rectea en la resistencia, pues el cuerpo es contingencia y reinvencién del sistema de normas compartidas.® Butler dirfa que lo corporal no puede reducirse a los modos limitativos del poder y la ley; en la practica, a pesar de la constante repeticién de normas y leyes, los limites corporales se modifican, se abren fisuras, aparecen inestabilidades."* Como lo sefiala Jean Luc Nan reducir los cuerpos a sus representaciones es igual a negar que sean espacios de la existencia y del acontecimiento.* 30. La discusién sobre los dilemas de ofrecer definiciones de “génezo” 0 “mujer” ya ha sido abordado desde diferentes perspectivas; aqui serfa imposible mencionar todos los trabajos que se han hecho en torno de ello. Entre otros, véase Marta Lamas (comp.), op. cit, y Carmen Ramos Escandén (comp), op. cit 31, Laafirmacién de Laqueur de que: “Bodies did not change, but the meanings ofthe relationship between theirs par did” (véase nota 13 de este texto) refleja bien su perspectiva constructivista. Vale la pena considerar su respuesta alas critica a dicho enfoque. Por ejemplo: Thomas W. Laqueur, “Bodies of the past” en Eisay Reviews Bulletin of the History of Medicine, v. 67, 1993, pp. 155-161. 32. Judith Butler, El género..., op. cit, p. 17. 33. Michel Foucault, Historia de la sexualidad. Voluntad de saber, vol. 1, México, Siglo XI, 1991, p. 109-110. 34, Judith Butler, Cuerpos que importan..., 5. cit p10 y 40. 35. “Un cuerpo es el lugar que abre, que separa, que espacia flo y céflo, déndboles lugar a hacer acontecimiento (gozar, pensar, nacet, morir, hacer sexo, refr, estornudar, temblar, lloras, olvidar)”. Jean Luc Nancy, Corpus, Madrid, Arena Libros, 2003, p. 17. 21 LaurA CHAZARO Y ROSALINA ESTRADA. Nuestro reto ha sido situarnos en el umbral que rebase el axioma de lo natural como algo dado. Si atendemos a una perspectiva historicista, no podemos negar que lo que llamamos naturaleza tiene mds que una historia. Hoy la vida corporal estd saturada de sexo y es esa fuerza la que parece defi- nir la diferencia sexual y sus significados. Los cuerpos y la sexualidad son espacios de negociacién, desarrollo de técnicas de dominacién y de poder. Asf, no pueden ser restringidos a la mera representacién; tampoco a su mate- rialidad. Reconocerlo nos obliga a volver a analizar las dualidades bésicas en las que los andlisis histéricos y antropolégicos en México han representado al cuerpo, mente-cuerpo, naturaleza-cultura. En esas indagaciones encon- traremos quizd algunas posibles respuestas a la pregunta gcémo acercarnos al cuerpo? AAPROXIMACIONES COMPARTIDAS El ejercicio de didlogo de los textos editados en este volumen se encuentra totalmente cruzado por la presencia de ciertos autores, entre ellos Pierre Bourdieu. Su obra tiene una influencia decisiva en socidlogos y antropé- logos, pero también entre los historiadores; ello no es una causalidad. Este socidlogo y filésofo del siglo XX, ha sido el teérico al que han recurrido no sdlo la mayorfa de los intelectuales franceses sino también latinoamericanos, como lo ditfa Noriel: “para pensar” la historia, la sociologfa y la antropolo- gfa.>* No se trata de la influencia puntual de un libro como La dominacién masculina, que sitia el cuerpo en primer plano, sino de toda su teorfa de los campos y la reproduccién. Las reflexiones de Bourdieu son indispensables para entender la légica de la exclusién y la dindmica de la estigmatizacién que reina en el mundo moderno, en la que los cuerpos aparecen clasificados y caracterizados.” Conceptos como el de campo y habitus explica la vida cotidiana y el quehacer de individuos y grupos insertos en divetsos espacios Bociales. La perspectiva de Bourdieu, en la cual las palabras y los discursos son vistos desde el “poder simbdlico” y la “violencia simbdlica”, se constituye 36. Gerard Noiciel, Penser avec, penser contre, linénaire d'un historien, Paris, Belin, 2003, p. 147. 37. Ibid, p. 157. 22 INTRODUCCION en un punto de partida para aprehender al cuerpo.*® Pero hay que sefia- larlo, las adhesiones al controvertido Bourdiew” se dan en este libro de una manera prdctica y operacional. Por su lado, el didlogo de los historiadores con Foucault presenta grandes dificultades, porque no basta citar y conocer su propuesta, sino apropiarse de su manera de hacer y encontrar Ia diferencia entre lo enun- ciable y lo invisible. Con frecuencia, se recurre a su idea de los instrumen- tos del disciplinamiento de los cuerpos, pero no siempre se traduce en la adopcién completa de su aproximacién filosdfica. Las palabras dichas en el eje del poder sdlo son explicables por medio del mismo; desde la historia y la antropologia los investigadores se encuentran con los cuerpos de hombres y mujeres y reconocen el peso de las palabras sobre ellos. A partir de Foucault, Bourdieu y De Certeau los articulos expresan la preocupacién por abordar los discursos en una temporalidad y espaciali- dad definida, pues el lugar nos sefiala tambien la dimensién del poder. Dos Ambitos se entremezclan: el sitio donde se realiza el discurso analizado y aquél en el que se sittia el investigador. Desde enfoques diferentes, antropo- logia e historia captan los cuerpos y, a pesar de la distancia disciplinaria y de las formas de hacer, se descubren continuidades. Escritos en el presente, los textos que editamos tienen la virtud de reflejar permanencias y cambios en las concepciones del cuerpo. En esta perspectiva, cuerpo moderno y premo- derno se resignifican y se dotan de nuevos contenidos.*! En los estudios editados, a pesar de que entre antropdlogos ¢ his- toriadores existe un bagaje de lecturas comunes, éstas no se traducen en una comunicacién de las interpretaciones. Existe un dificil encuentro entre el pasado y el presente; el cual algunas veces cae en el estereotipo de que el pasado le pertenece al historiador y el presente al antropdlogo. Ello no obedece sélo a las disciplinas sino también a la materia con la cual trabaja cada una. Los antropdlogos se valen de la experiencia contada, ritualizada y simbolizada para descifrar al cuerpo; mientras que los historiadores recons 38. Pierre Bourdieu, La dominacién..., op. cit, p. 12. 39. Gerard Noitiel, op. cit, p. 148. 40. Ibid, p.28. ll. Michel De Certeau, La Evevitura de la Historia, Universidad Iberoamericana, México, 1999. 23 Laura CHAZARO Y ROSALINA ESTRADA. tuyen las diversas influencias sociales y culturales de los actores al interpretar discursos, imagenes y practicas. Sra Los ensayos que componen este volumen nos presentan un cuerpo que nunca es total; se trata del cuerpo cercenado, beatificado, pecador, sim- bolizado, cuidado e infractor. Con miradas encontradas aprehendemos las sensibilidades en diferentes aproximaciones. Los textos revelan la construc- cién de una modernidad que una y otra vez reformula la politica de lo que es natural y trasgresor. Desde los cuerpos colonizados, las investigaciones se amplfan en un continum que va de la religién a la medicina y la moral. A partir de esta perspectiva, los discursos son leidos con otros cddigos y légicas y se reconstituyen en una identidad que, en algunos casos, sitéan a lo nacio- nal, o para ser mds especificos lo “mexicano”, en el umbral de lo patoldgico. Los cuerpos son discutidos en un proceso de interpretacién crea- tiva;? la influencia que podemos notar en los discursos analizados viene de diferentes latitudes, lo colonial impregnado de la literatura religiosa y lo médico que pasa necesariamente bajo la influencia francesa, Pero lo impor- tante en los trabajos que recopilamos es que se sittian en lo local y nacional y, desde esta perspectiva, muestran apertura; las ideas migrantes se instalan en Jo doméstico para adquirir su propio significado que se mueve y recompone de manera constante entre diferentes mundos. ‘Los TEXTOS Los trabajos aqui publicados investigan discursos y prcticas del cuerpo en el contexto mexicano, como mecanismo regulado por las fuerzas de la natura- Jeza (Gorbach); como objeto de disciplina religiosa (Gali, Ntifiez), escolar y familiar (Carrillo y Herrera) y también como espacio de un saber que norma la sexualidad, el matrimonio y los placeres (Chazaro y Estrada). Delinean una serie de representaciones determinadas por la afirmacién del “cuerpo masculino” como un poder genésico; fuerza incontrolable, frente a su doble, el femenino, su desigual, sombra desposefda. Se analizan oposiciones ances- trales en los sentidos presentes: lo masculino y lo femeninos lo natural y lo artificial; lo limpio y lo sucio; la sangre y el semen (Fagetti). Esos pares, como 42, John E Toews, “Intellectual History afer che Linguistic Turn: The Autonomy .f Meaning and the Irreducti- bility of Experience” en American Historical Review, nim. 92, 1987, pp. 879-907. 24 INTRODUCCION si fueran estructuras universales, se refuerzan y hacen eco en otros pares de oposiciones, como lo normal y lo patolégico; lo normal y lo desviado; lo bueno y lo malo; lo civilizado y lo barbaro. Las representaciones modernas de lo masculino-agresivo y lo femenino-pasivo se abordan también desde la perspectiva generacional y el cambio estético (Castafieda).* En los articulos de Nuifiez, Estrada, Gorbach, Chdzaro y Carrillo se alude a la construccién decimonénica de imagenes de la mujer ligada a la maternidad como fcono de pureza y felicidad, en la cual la sexualidad supone la reproduccién como el fin de toda unién conyugal, re-significando las dife- rencias sexuales y la familia.“ Esta invencién supone también su reverso, “la seductora”, la que promete el placer sin finalidad creadora. Ambas figuras son complementarias: expresan la separacién vivida entre el matrimonio y el placer, entre el amor-afeccién y el amor-placer 0 amor-pasién.** Como dirfa Winock la mujer, podrfamos agregar el cuerpo, se encuentra encerrada “en un laberinto de representaciones alienantes”.* Sin embargo, como lo muestran los textos de D’Aubeterre, Cérdova y Prieto, esas representaciones y oposiciones no se reproducen ni se imponen arbitrariamente, reinventdn- dose. Hemos dividido el contenido de este libro en cinco puntos, que agru- pan estudios con probleméticas cercanas. En el primero que hemos denomi- nado “Entre el alma y el cuerpo” presentamos dos articulos que aunque nos introducen en un mundo opuesto, el de santidad y herejfa, tienen en comin el cuerpo premoderno. Sittian el problema en dos érganos, el corazén y el titero y mientras que al primero se le atribuyen caracteristicas de santidad, el segundo se convierte en indomable y reflejo del cuerpo pecador. El texto de Montserrat Gali nos hace aprehender el cuerpo beatifi- cado por medio del ritual de la muerte. Su estudio “Cuerpos, Tumulos y Reliquias: Cuerpo y Muette segtin el discurso religioso del barroco” revela la necrofilia barroca mediante las exequias del obispo poblano don Manuel Fer- ndndez de Santa Cruz, fallecido a principios del afio de 1699. En multiples ritos y ceremonias y desde la “vanidad de los honores” se relata el recorrido 43, ‘Thomas Laqueus, Making Sex... 0p. cit, p.29. 44, Michel Rouche, Sesualieé et socdsé, entresien avee Benoit de Sagazan, France, CLD, 2002, p. 116 y Michel Winoce, La Bele Epoque, Paris, Editions Perrin, 2003. p. 153. Michel Winock, op. ct, p. 154, Idem. 25 LAURA CHAZARO Y ROSALINA EsTRADA hacia la muerte. Ruegos y stiplicas, toque de campanas y hasta procesiones se constituyen en predmbulo del deceso. Los ritos funerarios, por la investidura del obispo, adquieren gran solemnidad y duran mds de un mes. El cuerpo del prelado despide los “preciosos olores” de santidad y al embalsamarlo se constituye en reliquia. En el funeral se revelan también las jerarquias que confirman la autoridad y prestigio de la iglesia. El corazén convertido en reliquia revela que un fragmento del cuerpo santificado es una “especie de metonimia de la Gloria de Dios”.*” Estamos, como lo sefiala Gali, ante una concepcién premoderna del cuerpo en la cual el corazén es el depositario de la vida y de los sentimientos. Fernanda Nuifiez en “Las debilidades de la carne. Cuerpo y género en el siglo XVII” nos muestra, mediante el estudio del caso de Barbara, cémo en la Nueva Espafia ciertas mujeres usaron sus cuerpos. El de Barbara es dl pretexto para hacer hablar a médicos, abogados y rcligiosos y descacar la transicién entre enfermedad y pecado. Al analizar la histeria y el misticismo, la autora de-construye los discursos de la autoridad: el legal y el teoldgico. Furores uterinos, estigmas, heridas sangrientas, hematomas, ilusiones demo- nfacas, onanismo, masturbacién y revelaciones se atribuyen a la histeria sin tener que ver con ella, Esta nocién de histeria aparece tensada entre las concepciones del siglo XVII la nocién clinica, La primera representa al titero como una bestia sin domicilio y la de los clinicos como una entidad localizada. En el segundo apartado que hemos denominado “La naturaleza reinventada” proponemos tres textos que, aunque aparentemente lejanos, se apropian de los cuerpos por medio del discurso médico y criminol6gico. Estos artfculos muestran la constante redefinicién de lo natural y normal y as{ como la histeria migra del titero al encéfalo, los cuerpos de las mujeres mexicanas son normalizados a través de mediciones pélvicas y la definicién de las sexualidades peligrosas siguen apegadas a nociones en apariencia supe- radas. El de Frida Gorbach “La histeria y la locura: tres itinerarios en el México de fin de siglo” es una puesta en escena de las discusiones y opi- niones que sobre la histeria conforman tres destacados médicos mexicanos. Como lo sefiala la autora los textos producidos tienen en comtin “su tenden- 47, David Le Breton, Anthropologie di corps et modernité, Pais, PUR, 1998, p. 37. 26 INTRODUCCION cia a la unidad”; todos, de alguna manera, rompen con la tradicién cristiana ¢ hipocrética y prometen una explicacién sobre bases cientificas. Gorbach por medio de su estudio insiste en buscar las particularidades que revelan la trama de los textos y cémo se entrelazan las diferentes teorias. Encuentra que en el “deseo de modernidad de fin de siglo”, la histeria se convierte en “una enfermedad de la sensibilidad y la colocan entonces en el vértice de un dificil intercambio entre lo fisico y lo mental, entre la psique, lo organico y lo social”. Asi, para los médicos estudiados por Gorbach la lesién histérica encuentra las més distintas explicaciones: puede ser producto de Ja civiliza- cién o de la intervencién de microbios; ello revela la ambigiiedad que gene- raban los cuerpos femeninos en las concepciones meédicas de la época. Laura Chézaro nos ofrece “El fatal secreto’: Los férceps médicos y las pelvis mexicanas, siglo XIX”. Este estudio abre una nueva perspectiva en el andlisis de los instrumentos y de la practica de los mismos. Esta vez no son estos artefactos los que merecen un andlisis exhaustivo, sino su relacién con los cuerpos y las transformaciones que provocan en ellos. Analiza cémo los gestos de los parteros se modifican en el acto quirtirgico y aprehenden las transformaciones que vive la parturienta. Las pelvis son otro lugar desde el cual se pretende estandarizar lo femenino tomando como referencia, una vez mis, lo normal y lo patolégico. En este caso, las mediciones del cuerpo femenino ligan al discurso médico con la discusidn politica de las razas y, en general, con la cuestién de la normalidad de la raza mexicana. El texto de Rosalina Estrada “La inevitable lujuria masculina, la natural castidad femenina” aborda uno de los temas quizd més trabajados en torno del cuerpo: la sexualidad. Revela que en el siglo XIX mexicano el objeto de la reflexién central es la “naturaleza” de la sexualidad masculina y no la femenina. El articulo analiza el poder genésico masculino frente al “dismi- nuido deseo” femenino. Algunas de las preguntas que se hace la autora nos aclaran las relaciones entre los campos que se preocupan por el problema de la prostitucién. El texto nos permite ver la mezcla de causas y explicaciones que justifican ésta. Son dos enfoques los que se enfrentan, el reglamentarista y sociolégico y el determinista y orgénico. Para Roumagnac la sexualidad con prostitutas, fuera del matrimonio, es en la préctica una perversién del instinto genésico”En cambio para Lavalle Carvajal, es parte natural de la sexualidad y una extensién “normal” del matrimonio. En el marco de 27 ‘Laura CHAZARO Y ROSALINA ESTRADA. esos dos enfoques se destacan una serie de oposiciones que aparecen como “naturalizadas”: abstinencia, castidad y continencia versus los excesos de la lujuria. En el tercer apartado que hemos denominado “A pesar de las ins- tituciones” nos introducimos en el problema del poder y del control del cuerpo por medio de las normas. De nuevo encontramos cuerpos medidos, vigilados y medicados en los que se muestra el peso de la dificil relacién entre la dimensién pedagégica y la médica. En estos trabajos podemos observar el camino mediante el cual el cuerpo infantil se inserta en las normas para construir en el futuro al hombre “civilizado”. Ana Marfa Carrillo con el texto “Vigilancia y control del cuerpo de los nifios: la inspeccién médica escolar (1896-1913)”, nos oftece una amplia informacién oficial sobre el control y vigilancia de los nifios. Leyes, decretos y disposiciones estatales envuelven la interpretacién y nos dan una visién institucional sobre el problema de los cuerpos. En este texto se destacan las complicadas relaciones entre dos profesiones en formacién: el médico y el pedagogo. Nos brinda también la posibilidad de poner en discusién las dife- rentes nociones de cuerpo de la familia, los médicos y los profesores de ese entonces. La autora demuestra que la vigilancia y el control son cuestiones mucho ms complejas que la simple sucesién de leyes y decretos. La infor- macidn que ofrece nos lleva a preguntarnos si las reglamentaciones destina- das a vigilar los cuerpos son meros actos de autoridad o, mds bien, el sintorna de un proyecto poco exitoso para controlarlos. Lourdes Herrera en su articulo “La percepcién del cuerpo infantil en Puebla a finales del siglo XIX” aborda el problema de las practicas de reclu- sién de los nifios huérfanos y expésitos. Describe la vida cotidiana del Hos- picio de pobres de la ciudad de Puebla y define las estrategias coercitivas y de control social de esa institucién. Abunda en el cuidado del cuerpo infantil y el significado que adquiere el ordenamiento de las funciones vitales: ali- mentacién, cuidado personal, estudio, trabajo, juego, descanso e higiene. La autora concluye que més que propiciar una formacién académica, el hospi- cio estudiado se centré en la disciplina del cuerpo de los nifios. Los textos agrupados en la parte cuarta que hemos denominado “Simbolos, permanencias y rupturas” nos ofrecen desde la antropologia una descripcién densa de las précticas corporales asociadas al cabello, peine, pei- 28 INTRODUCCION nado y atteglo personal. En estos textos podemos observar la reconstitucién y teproduccién de simbolos y significados mediante las generaciones y c6mo éstos se encuentran imbuidos en la modernidad y muestran permanencias que a todas vistas aparecerfan como inexistentes. El estudio “El cabello y el peine como simbolos femeninos” de Anto- nella Fagetti es un interesante ejemplo de la relacién entre la experiencia, el inconsciente y el cuerpo. Desde la perspectiva simbélica, la autora nos revela la compleja relacién entre simbolo y cuerpo, entre el complejo peine-cabello, feminidad y sexualidad, En el andlisis del caso de San Miguel Acuexcomac, se destacan los contenidos permanentes y los residuos de los significados construidos en el pretérito y resignificados en las prdcticas presentes. Se sefiala también la imbricada relacién entre la construccién de los significados y el papel que la memoria juega en ella, el “saber tdcito subyacente” que a decir de la autora es un “saber inconsciente”. Segtin su punto de vista, en el binomio cabello-peine se explica la fabricacién del cuerpo en la que esta presente la vegetacién como analogfa y la cabeza de los nahuas prehispanicos como simbolos que permanecen. Desde una perspectiva cercana, Patricia Castafieda en “De la trenza al peinado de salén. Mujeres, moda y cambios corporales en una localidad rural” hace una sugerente reconstruccién acerca de la experiencia corporal y las nociones de belleza entre las mujeres. El articulo se declara dentro de la “antropologta feminista” y partidario de las metodologfas cualitativas. En cada detalle del peinado y del vestido, la autora analiza la experiencia colec- tiva ligada a la “vivencia del cuerpo” como arreglo personal. Para ello trabaja con un grupo de mujeres de una localidad tlaxcalteca y relaciona estética y percepcién personal por medio de entrevistas, genealogias y observacién par- ticipante. La autora nos introduce en la experiencia de cuatro generaciones que van de 1920 a 1999 y abunda sobre los problemas de la construccién de la identidad femenina. Profundiza en las continuidades y cambios de los patrones estéticos y las formas de su aceptacién o rechazo en la comunidad. En el quinto apartado del libro “La diferencia, una redefinicién” agrupamos tres diferentes versiones del cuerpo en transicién. El hecho de situarse en sociedades transnacionales o en espacios mds reducidos como una localidad del estado de Veracruz, no es obstaculo para que las précticas cor- porales trasgredan las reglas y se redefinan las concepciones sobre género y 29 Laura CHAZARO Y ROSALINA ESTRADA sexualidad. Ast como en los espacios transnacionales se amenazan las précti- cas tradicionales, en el Ambito local los comportamientos sexuales diferentes se naturalizan y se sittian en el rango de lo normal. Maria Eugenia D’Aubeterre en su articulo “{Todos estamos bien?, Conflictos conyugales en familias de transmigrantes poblanos” entrega una aproximacién empitica y tebrica de la permanencia de familias “multisitua- das” al poner en el centro la sexualidad y el honor, Ilustra la funcién que des- empefian las mujetes de la localidad, las miguelefias, en las tareas colectivas del pueblo y el papel remoto pero presente de los maridos “ausentes” esta- cionalmente, Mediante diferentes recursos explica la infidelidad masculina y revela la nocién de sexualidad femenina, en la que sobresale la introyeccién de la visién de la sexualidad desde la perspectiva de género. Una conclusin que offece el articulo es que: una vida conyugal en espacios multisituados no se traduce de manera necesaria en “un cuestionamiento de las representacio- nes hegeménicas de género”, atin cuando se cuestionen las précticas tradicio- nales representadas en la actitud de los progenitores. En otro espacio, Rosfo Cérdoba Plaza en “Los limites de la trasgre- sién. Cuerpo, pricticas eréticas y simbolismo en una sociedad campesina de Veracruz” desarrolla una argumentacién sobre las variantes de las concepcio- nes de la sexualidad en una comunidad campesina. La autora analiza “las ela- boraciones locales sobre contaminacién y peligro corporales, [que] organizan algunos aspectos del ejercicio de la sexualidad”. Desde los planteamientos de Mary Douglas y en la perspectiva de la trasgresién, Cérdova relaciona las ideas de contagio y enfermedad. Su tesis del “complejo vigor-tuétano” como ordenadora de la nocién de los cuerpos masculino y femenino liga los pro- cesos de salud enfermedad con el orden social. Las nociones de desgaste del cuerpo masculino y femenino, nos recuerdan los manuales sobre sexualidad del siglo XIX que recomiendan espaciat las relaciones sexuales en el matri- monio. Para Cérdoba, en el limite de la trasgresién se alojaria el placer, sin olvidar que no es una entidad transcultural de gozo absoluto; mas bien se encuentra en el extremo de las normas sociales y morales, El texto “El performance transfronterizo de la resistencia chicana- queer” de Antonio Prieto es un acercamiento original a la resistencia mediante el andlisis del performance de un cuerpo siempre en transicién. El autor se refiere a la “violencia estigmatizante” que se trata de revertir por 30 INTRODUCCION medio del performance. En el texto observamos dos procesos, “la margina- cidn de los marginados” y la toma de posicién de éstos hacia posiciones més agtesivas. Nos deja ver también el dificil camino para crear nuevas materia- lidades corporales que sean aceptadas en el orden social. Este andlisis revela que en el effmero momento del performance el género, la sexualidad, la raza, la clase, el deseo y la repulsién del ego se reinventan. Se trata de una actua- cién transversal en la que el cuerpo muestra dimensiones multiples. Ora vez estamos en los limites de la trasgresién. En su conjunto, los articulos publicados en el libro son un recorrido que testimonia las distintas maneras en que el cuerpo se materializa; no sdlo como espacio sobre el que se impone ciertas nociones disciplinarias, educa- cién, medicina o religidn, sino también como agente de placer y actor que se revela a las mds cldsicas representaciones. Con un enfoque constructivista, en grados diversos y desde distintas temdticas, se analizan simbolos y represen- taciones culturales asociadas al cuerpo. En ese anilisis, ciertas nociones como histeria, eyaculacién, sexo, pelo, vestido revelan ser palabras vaciadas de con- tenido, que la historia y relaciones locales reinterpretan en el desarrollo de los discursos y prdcticas que los acompafian. BIBLIOGRAFIA BEAUVOIR, Simone de, El segundo sexo. 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En Occidente los rituales funerarios adquirieron especial relevancia y complejidad durante el periodo barroco: en ellos coincidieron la obsesién por la muerte con el fasto de los ceremoniales religiosos y puiblicos. En las exequias de los personajes importantes un elemento destacado de la ceremonia lo constitufan los ser- mones fiinebres. El caso que estudiamos tiene como personaje central a un obispo poblano de finales del siglo XVII, don Manuel Fernandez de Santa Cruz, fallecido a principios del ao de 1699.' Dos circunstancias destaca- das concurren en nuestro personaje, la primera, que durante su episcopado se alcanza el momento culminante del barroco poblano;? la segunda, que ningtin obispo de la Nueva Espafia merecié un ntimero tan abundante de sermones fiinebres y mucho menos de sermones publicados, lo que nos per- mite abordar este estudio con un corpus rico y variado. Cabe sefialar que ya en la biograffa de don Manuel encontramos un pasaje tipico de la necrofilia barroca. Nos permitimos empezar con él porque es muy revelador de la personalidad de Santa Cruz, pero también ya que se tata de una anécdota de su vida que fue glosada por casi todos sus panegi- {. Manuel Ferndndez de Santa Cruz nacié en Palencia, estudié en Salamanca y fire canénigo magistral en Segovia, donde se hallaba cuando fue electo obispo de Chiapa, Antes de embarcatserecibié el nombramiento de obispo de Guadalajara, en donde estuvo hasta que en 1676 fue promovido a la sede poblana. Encabezd la mitra poblana hasta su muerte en 1699. Amplié y protegis los colegios diocesanos, fundé el convento de Santa Ménica y terminé las fachadas de la catedral, construyéndose durante su gestién la capilla del Ochavo. Cabe sefalar que durante su episcopado, ademas de concluirse las portadas de la catedral y una de sus torres, se iniciaron los tres edificios sefieros del barroco poblano, Santa Maria Tonantaintla y San Francisco Acate- pec, terminados en el siglo siguiente, asi como la capilla del Rosario, consagrada cn la época de Santa Cruz (1690). BH MONTSERRAT GaLt ristas a lo largo de los seis sermones publicados. Estamos en el afto de 1669; don Manuel es candnigo en Segovia y recibe la noticia de que ha sido electo obispo de Chiapa. Pero dejemos que nos lo cuente uno de sus bidgrafos: Y siendo en Segovia Canonigo Magistral, promovido a la Episcopal silla de Chiapa, dize de si, quando le dieron la nueva: Dominus est me subdito constituere Pastorem, Coxiole esta noticia exponiendo en el capitulo. 20 de los Numeros, las exequias, y parentacion del Summo Sacerdote Aaron, por su hijo Eleazaro, y haviendo intitulado el 1. S. Aequalitas mortis. El 2. Vita Principium est fragilior. EL 3, Inaequalitas mortis. El 4. Memoria mortis, En la memoria de la muerte le cogié el ascenso 4 la dignidad Episcopal; al mismo tiempo que estaba por morir el Ilustrissimo Sefior D. Geronymo de Mascarefias, Obispo de aquella Iglesia, que murié dentro del tercero dia, y de los despojos de su muerte hizo nuestro difunto Prelado vestiduras Pontificales, al desengafio de su promocién, como lo confiesa en sus palabras: Ut de mortalitatis spolijs Pontificales efficerem vestes & in cadavere illo speculo fidelissimo, felicitatis mundialis exitum discerem contemplari. Como estaria aquel corazon ? Como ? Reprimiendo con la custodia de su conciencia los impulsos 4 que pudieran dilatarle con vanidad las dignidades. Como ? Haziendo Ja tunica de su corazon con la memoria de la muerte; velo 4 los ojos para que no le deslumbrasen los resplandores del dominio.* Cabe sefialar que sus panegiristas toman esta historia de un frag- mento autobiogréfico del propio obispo Santa Cruz, inserto en su magna obra teolégica titulada Antilogias, publicada en tres tomos; en ella el prelado poblano, recurriendo a un procedimiento tipicamente barroco de conciliar contrarios, desarrolla comparaciones entre pasajes del Viejo y el Nuevo Testamento, aparentemente opuestos.* Esta anécdota, que en s{ contiene también una contradiccié: el poder y la gloria confrontados con la miseria de la muerte, marcaron la vida novohispana de Manuel Fernandez de Santa Cruz. Los bidgrafos de nuestro obispo, casi sin excepcidn, parecen fasci- nados por la anécdota: su primer vestido pontifical se hizo de los despojos 3. 38 Tgnacio de Torres, Fimebre cordial declamaciin en las Exequias del IustrisiJmo y Exe(elentisi mo Sertor Doctor Don) Manel Fernéndez de Santa Crus. ..., Puebla de los Angeles, Herederos del capitén Juan de Villa Real, 1699, £.7. ‘Manuel Fernéndez de Santa Cruz, Antilogiae Saerae Seripturae. Genesis et Exodi, lacorum qui apparentem con- tinent ansinomian, expostio morals. Lugduni Apud Anisonios & Joan Possuel, MDCLXXXI (t. 1), Conciliario Librorum Pentateuchi, Levitici, Numerorum, Lugduni, MDCLXXXVI! (c. 2). La referencia a la muerte de ‘Mascarefias ya las vestiduras pontificales hechas de sus expolios se encuentra en el tomo 2, £ 355. CUERPOS, TUMULOS Y RELIQUIAS finebres del obispo Mascareftas. El hecho les permite, en especial a Ignacio de Torres, hacer una reflexién sobre la vida y la muerte, que alcanza por igual a pobres y ricos, a humildes y poderosos. La vida del obispo es vista bajo el prisma de la vanidad de los honores y los cargos; reflexién que corresponde al discurso barroco de la Vanitas. Dice asi Ignacio de Torres: “Todo este con- tinuo cabal desempefio de su obligacién Pastoral, y las admirables obras de que testifican nuestras experiencias, se deben 4 aquel primer desengafio de su corazon, con la memoria de la muerte en que le cogié el primer ingreso 4 la dignidad Pontifical...” La actividad pastoral de Santa Cruz fue, en efecto, notable. Sus fun- daciones numerosas y las visitas a sus parroquias y doctrinas constantes. Fue precisamente en su tiltima visita pastoral cuando le llegé la muerte. Corrian los tiltimos dias de 1698 y, a pesar de haberse agravado su erisipela y de los consejos de sus allegados, emprendié un pesado viaje. Viajé primero a los curatos de Tierra Caliente y en enero de 1699 llegé a Tepexoxuma, cerca de Taticar, “donde agravandose mas los achaques, las noticias que venian afligian y desconsolaban a todos”. No se cuidaba ni guardaba cama, ocupado en realizar la visita, hasta que el dia 24 por la tarde: “Le acometio un desmayo que fue necesario Ilevarlo a la cama; prosiguié el domingo el mismo decaeci- miento; determinaron que el lunes reciviesse el Sagrado Vidtico... fue el acto tiernissimo, y todos los que se hallaron presentes vertian copiosas lagrimas... pidio perdon a todos...”.§ El lunes 26 de enero llegaron a la ciudad de la Puebla las noticias de su gravedad. “Se dio principio 4 la rogativa de campanas en la Santa Iglesia Cathedral y en todas las Iglesias de la ciudad, acompafiada con oraciones, ruegos y suplicas”.’ El dfa 27 salié el candnigo doctoral con dos médicos, los mejores de la ciudad, hacia Tepexoxuma. En la capital seguian las rogativas y el toque de campanas, Un elemento que deberiamos tratar de reconstruir, para_entender él ambiente fiinebre que dominarfa la ciudad de Puebla durante més de un mes; tocaban las campanas de la Catedral y contestaban las de las demds parroquias y conventos, en donde se rezaba continuamente 5. Tgnacio de Tomes, op. cit, £9. 6. Joseph Gémer de la Parra, “Relacion narrativa de la enfermedad, Muerte, Entierro, y Hontas funerales de su Excelencia’, en Panegyrico funeral de la vida en la muerte..., Puebla de los Angeles, Herederos del capitén Juan de Villa Real, 1699, £1 7. Wid, £2. 39 MOontTSERRAT GaALt por la salud de su pastor. El dia 28 el Venerable Cabildo determiné que se trajese en procesién la devota imagen de Jestis Nazareno (de la parroquia del Sefior San José) y se formé procesién rogativa: .. muchos vestidos de penitencia, con tunicas y cilicios cargando cruces, y dis- ciplinandose: todas las hermandades y cofradias, con las insignias de Guiones y Estandartes; las gravissimas Communidades de las Sacratissimas Religiones, con sus dignissimos Prelados: todo el exemplarissimo Clero; con la Imagen milagrosa de nuestro Redemptor el Venerable Cabildo: la mui Noble y Leal Ciudad, con su Nobilissima Cabeza: detrés de todo un concurso del Pueblo el mayor que se ha visto, rezando gritos assi hombres, como mugeres: al tiempo que se repetian los clamores de la universal Plegaria, se percebian los sollozos y gemidos de todos, que todos generalmente lloraban, mezclando con lagrimas tiernas de dolor las devotas suplicas de la rogativa; porque como fue para todos universal su beneficencia, assi fire en todos general el llanto para pedir su salud, y para sentir despues su muerte.® Llegados a la catedral, colocaron la imagen bajo el baldaquino, es decir, en el lugar donde se sentaba el obispo y ahi continuaron las rogativas. cantése la Missa, asistiendo todo el numeroso y grande concurso, y solo se ofan tiernos sollozos, y lastimosos gemidos”. El stbado 31 tuvo una mejorfa leve que, en realidad, anunciaba su muerte. El domingo se trajo a Catedral la Imagen de Marfa Santisima llamada del Buen Suceso, venerada en a iglesia de San Marcos. Después de la misa se devolvié en procesién a su capilla y al término de ésta llegg la noticia de su muerte. Por ser dfa de la Purificacién se hicieron primero los repiques solemnes para la Virgen. Acabadas las Visperas, y dado el repique para los Maytines, se dio principio a tocar la Vacante, cuyas cien campanadas empezaron desde las quatro de la tarde, con tan sentidas pausas, que duraron hasta poco mas de las diez de la noche; cada golpe de la campana era una saeta que traspasaba los corazones de todos. Todo este tiempo que duré la vacante, se observé tan grave y mudo silencio, que no se ofa sino los pausados y sentidos golpes de la mayor campana: el primero clamor de las campanas, estaban tan apunto en todas las Iglesias, y Conventos prevenidos, que luego inmediatamente correspondieron todas con los clamores; duré toda la noche gencralmente el doble. 8. Dbid, £3. 9. Ibid, £4. 40 (CUERPOS, TUMULOS Y RELIQUIAS Luego que murié su Excelencia dispusieron embalsamar su cuerpo, para que} estaban ya prevenidos diestros cirujanos, de esta ciudad se havia remitido balsamo, yy los preciosos olores: que vivos y muertos los Sefiores Obispos consagrados Princi-_ pes de la Iglesia, despiden de si suaves fragancias; de virtudes, para exemplificar en la vidas y de olorosos perfumes para ser venerados en la muerte: que si quando los consagran de Obispos los ungen, para ser venerados principes de la Iglesias quando | mueren los embalsaman con fragantes aromas para que hasta despues de muertos} los venere nuestra atencion.'” Nos hemos permitido reproducir este largo parrafo porque ademds de despertar varios sentidos, nos parecen muy reveladoras las comparacio- | nes entre suaves fragancias y virtud, asi como entre olorosos perfumes y su dignidad de obispos, a partir del principio de que ya en el momento de su consagracién fueron ungidos, es decir, sefialados con éleos. Asf pues, los | principes de la Iglesia, vivos 0 muertos y mds cuando son santos, despiden | preciosos olores. ! Cabe sefialar aqui que Gémez de la Parra, a pesar de haber estado muy cerca de todos los preparativos del cadaver, no menciona un detalle que refiere el cronista Fernandez de Echeverria y Veytia: nos referimos a que sus visceras fueron enterradas en Tepoxoxuma. Dice textualmente el cronista Veytia: “goberné su obispado hasta el dia 1°. de febrero del afio de 1699 que fallecié, estando haciendo la visita de él en el pueblo de Tepexoxoma, entre Atlixco e Izticar, en cuya parroquial se enterraron sus entrafias delante del altar mayor”."! Tenemos ya, pot lo tanto, una primera diseccién de sus Srganos. Al llegar a la ciudad de Puebla Llevaron el cuerpo al Palacio Episcopal para efectuar la primera parte de sus exequias: Luego inmediatamente con los sagrados y Episcopales ornamentos, los vistieron de Pontifical, y lo pusieron en el segundo Salon en que estaba prevenida una cama, con decente colgadura: se dio principio a las Missas rezadas en los quatro altares que se pussieron en el primer salon, y en Altar de la Capilla Episcopal: en los quatto dias se dixeron doscientas y setenta y siete Missas rezadas.” BW bid, £.6. 1. Mariano Femdndez de Echeverria y Veytia, Historia de la flundacin de la Ciudad de la Puebla de ls Angeles en La Nucva Espafia, su descripciin y presente ertado, 11, Puebla, Ediciones Altiplano, 1963, p. 183. 12. Joseph Gémer de la Parra, op. cit £7. 41 MONTSERRAT GALT Imaginemos el murmullo de las misas constantes y la afluencia inin- terrumpida de gentes para ver a su obispo, mientras se preparaba la catedral para el solemne funeral. Una de las primeras providencias que se tomaron al llegar el cuerpo del obispo a la ciudad de Puebla fue dar aviso al Cabildo Civil. La sesién del dia 3 de febrero se dedicé exclusivamente al tema, tomdndose “acuerdo para la disposicion que se ha de tener para el entierro del Illmo. y Excmo. St. Dr. D. Manuel Fernandez de Santa Cruz obispo deste obispado... en atencion... a lo mucho que honro y favorecio a esta Ciudad, es necesario se adelante en las obligaciones del grande sentimiento P13 y pena”. Se determind también que dos comisarios pasaran a dar el pésame al sobrino del obispo, don Matheo Fernéndez de Santa Cruz, marqués de Bue- navista, quien acababa de llegar de México y que las calles por donde tenia que pasar el entierro estuvieran limpias y barridas. En cuanto a los uniformes de los maseros, dado que “son encarnadas y no decentes para la funcion”, se les hagan unas moradas con sus sombreros del mismo color. En el acuerdo se detalla lo que es “conforme a la costumbre” en el sepelio de un obispo: la ciudad, es decir el Cabildo civil, ira después de el Preste y sus acompafiados inmediatamente de la Ciudad en forma con sus maseros con las massas descubiertas. Y que al cargar el cuerpo lo sacan del palacio Episcopal el Illustrisimo y Venerable Sefior Dean y Cabildo de dicha Santa Iglesia hasta la primera posa y luego le sigue a cargar la Ciudad hasta la segunda, a que assitira segiin y en forma que esta dispuesto por la Real Pragmatica de su Magestad (que Dios guarde) para la disposicion de los lutos.= Elentierro y funeral se determiné que fuera el jueves 5 a las tres de la tarde. A las dos fueron a Palacio todas las cofradias y las gravisimas reli- giones, cada una con Cruz alta. Concurrié la “muy Noble Ciudad, con toda la Nobleza de Republicanos... Salieron por delante 24 pobres”, vestidos de negro, las hermandades, cofradfas y archicoftadfas con sus estandartes, las 6rdenes religiosas encabezadas por los franciscanos, las cuatro parroquias, etc. es decir, en el orden que se guardaba en todas las fiestas y procesiones y que reflejaba el cuerpo religioso y social de la comunidad poblana. 13. Archivo de Cabildo del Ayuntamiento de Puebla, Libro de Cabildos mim. 34, afios 1696-1701, #8. 4051-406. 14, Idem, ff. 4066-407. 42 (CUERPOS, TUMULOS ¥ RELIQUIAS El ultimo lugar ocupaba el muy noble, docto, y Venerable Cabildo Eclesidstico, con los Prelados de las sagradas Religiones, en que venia el cuerpo difunto de su Excelencia, que se puso en un ataud forrado de tela morada, con guarnicion de oro, visagras y chapas doradas; la Casulla, sobre los demas ornamentos Episcopa- les, era de rica tela morada: llevaba los brazos cruzados uno sobre otro, la Mitra puesta, guantes, Anillo Pastoral, y el sombrero a los pies. Luego que llegaba el cuerpo, 6 lo divisaban en las calles, ventanas, y balcones, lamaban todos llorando | con tiernas voces, y lastimosos gemidos.'* Y es que el Venerable Cabildo habia dispuesto que saliese el entierro a recorrer las principales calles de la ciudad, para que los fieles pudiesen ren- dirle homenaje. Es decir, un verdadero espectdculo edificante, pero también una oportunidad para la Iglesia de reforzar su autoridad y prestigio. Cabe sefialar, lo cual fortalece esta idea, que en varias ocasiones Fernandez de Santa Cruz habia manifestado su deseo de que no se le rindieran exequias suntuosas y, de manera muy particular, habfa sefialado que no se levantara la pira o timulo y que el dinero que se destinarfa a este artefacto se entregara alos pobres. A pesar de ello, el virrey ordend, de manera precisa, que se le rindieran todos los honores como principe de la Iglesia y que se fabricara el tumulo de costumbre. Ademds del ttimulo catedralicio todas las iglesias y conventos que le dedicaron misas funerales erigieron a su turno las piras de rigor. A ellas dedicaremos un apartado, pero por el momento, oigamos la descripcién que hace Gémez de la Parra de la instalada en la catedral: La Tumba fue un sumptuoso Tumulo, que se formé delante del choro, adornado con docientas luces, de cien hachas de quatro pabilos puestas en hacheros de plata, de bronce, de fierro; y de cien candelas de 4 dos libras, con blandones de plata. Puesto el cadaver en la funesta Pyra, haviendo cantado el responso, se entré el Venerable Cabildo con los Prelados de las Religiones, 4 ocupar las filas del choro ... se dio principio a la Vigilia, por la admirable sonora, y diestra Capilla, con musica tan tierna por las bien compasadas pausas, que suspendia quanto movia los animos 4, el dolor, é la pena, y al Ilanto." En el momento en que se cantaba el Benedictus, los prelados de las distintas érdenes cargaron el cadver sobre sus hombros y se formé procesién 15. Joseph Gémez de la Para, op. cit, £10. 16. Ibid. £11. 43 MONTSERRAT GALi alrededor del coro, Esta terminé en la puerta del presbiterio, donde estaba el baldaquino construido por Juan de Palafox y que fungfa y funge todavia, de mausoleo episcopal. En la béveda bajo el baldaquino disefiado por Pedro Garcfa Ferrer, mandé construir el obispo Juan de Palafox 12 nichos, en los que el mismo Palafox, el dfa de la consagracién de la catedral 52 afios antes, habia depositado a sus predecesores en el cargo. Este momento y la situacién inspiraron al candnigo Gémez de la Parra una alegorfa que podemos calificar de Vanitas barroca: O que transformacién en tan poca distancia ; Pues solo el grueso de una boveda, dista el lugar del solio al sepulchro ; Si en lo alto del Presbyterio ocupaba su Exce- lencia el primero lugar para la veneracion de todos; en lo infimo de esse mismo lugar ocupa ya el primero lugar para presidir iertos cadaveres. Es ya presidente de cinco Obispos muerto, debajo del Presbyterio, aquel que sobre esse mismo Pres- bytetio presidia 4 innumerables vivientes. Assi estaré hasta que otto sagrado Prin- cipe siendo sucessor suyo en la dignidad, venga a sucederle en el principal lugar de el sepulchro, y entonces colocardn los huessos y cenizas de su Excelencia en el nicho que le tocare, O; y como debiera nuestra consideracion hazer de transpa- rente christal la boveda: para que al tiempo que los ojos del cuerpo ven y miran la ostentacion, y soberania del trono y solio en la superficie del Presbyterio, mirando y viendo, con los ojos del alma, los lugrubes horrores de la muerte, en aquella obscura habitacion de difuntos cadaveres, contemplaran que ocupa aquel lobrego sitio encerrado en un ataud, para presidir 4 los muertos, aquel que venerabamos consagrado Principe, Iustrisimo Obispo, y Excelentissimo Prelado, ocupando sitial Episcopal en el primero y principal lugar para ser venerado de todos.” Pareciera que nuestro predicador, desde lo alto del ptilpito de la cate- dral de Puebla estuviera describiendo el Sic transit Gloria Mundi de Valdés Leal. Se trata, finalmente, de dos relatos contempordneos, el uno visual, el otro literario. Ambos, destinados a exacerbar los sentidos y las sensibilidades para, conforme a las recomendaciones de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola, llevar a los fieles al arrepentimiento y por tanto a la salva- cién. Y para tan alto fin no se reparaba en medios ni en gastos. 17. Bid, £12, 44 CUERPOS, TUMULOS Y RELIQUIAS Los TUMULOS Y SERMONES PARA EL OBISPO SANTA CRUZ. Durante un mes se extendieron las misas y ruegos por el alma del amado obispo de la Puebla. Hasta el dia 17 de febrero se siguieron diciendo misas en catedral. Presidia siempre el .-- magnifico Tumulo con las doscientas luces de hachas de cuatro pabilos y can- delas de a dos libras. Se adorno con varias tarjas de Poesia que contenian symbolos adequados, acomodados gerogliphicos, y enigmsticas alusiones, explicadas con galantes versos: alas tres se canté la Vigilia, con la misma solemnidad de musica, y con el grande concurso de asistencia..." Al dia siguiente (miércoles 18 de febrero) se celebraron propiamente las honras fiinebres, con la asistencia de los dos cabildos y todas las religio- nes y después del sermén (que predicé precisamente Gémez de la Parra) se cantaron los responsos y finalizaron las funerales exequias de Entierro, Nove- nario y honras, con 11 misas cantadas en la Santa Iglesia Cathedral en total. Hay que sefialar que durante todos estos dfas tafifan a muerto las campanas de la catedral y correspondfan las de los demés campanarios de la ciudad. Podriamos pensar que una vez sepultado el obispo y clausurado el ciclo de las exequias y entierro la ciudad retornarfa a la calma. Pero no fue as{. Empezaron las misas en las principales iglesias y conventos, algunas de las cuales merecieron sermones tan sonados que poco después se publicaban. Asf el sdbado 21 se celebré la misa de la Ilustre y Venerable Eclesidstica Con- gregacién de San Pedro, en su iglesia en el Hospital Real del mismo nombre. Fernandez de Santa Cruz, al igual que Juan de Palafox, habia sido generoso patrono de dicho hospital y miembro de la congregacién, por lo que la misa conté con la asistencia de los dos cabildos. El domingo el Colegio Tedlogo de San Pablo le dedicé una Oracién Funebre. El lunes 23 tuvo lugar una de las celebraciones més significativas, a cuyo sermén y circunstancias dedicaremos el siguiente apartado. Nos refe- rimos a la misa del Convento de Recoletas Agustinas de Santa Ménica, la fundacién preferida del obispo Santa Cruz, a quien las monjas levantaron un hermoso timulo. El dia miércoles fue la ciudad de Puebla, por medio de su Noble Cabildo, la encargada de organizar la misa. Se escogié el templo 18, Bid, £13. 45 MONTSERRAT GALT mds importante de la ciudad después de la catedral, es decir, la iglesia de la Compaiifa. Los comisarios del acto “dispusieron el sumptuoso Tumulo, con grande numero de luces, y muchas tarjas de galante, y discreta Poesia...”." Cantaron la Vigilia los miisicos de la catedral y predicé uno de los més afa- mados oradores de la Puebla, fray Diego de Gorozpe Yrala, quien en 1690 habfa pronunciado uno de los més brillantes sermones de la Puebla barroca: Octava Maravilla del Orbe, en ocasidn de la consagracién de la Capilla del Rosario.” El templo de la Concordia, o de la Vera Cruz no se quedé atrés y la Congregacién de San Felipe Neri, a quien Santa Cruz habfa protegido con largueza, quiso demostrar su afecto con “la gravedad de lucido Tumulo” y el no menos lucido sermén de Joseph Dias Chamorro. En la misma iglesia y con el mismo timulo, pero en Ia noche, hubo una brillante Oracion Funebre Latina, organizada por la Academia literaria de los Reales Colegios de San Pedro y San Juan. Hay que recordar que Ferndndez de Santa Cruz vigilaba personalmente los adelantos de sus pupilos y asistia a sus ejercicios latinos. La Tercera Orden, en su iglesia de San Francisco, fue la encargada de clausurar y coronar los funerales hontas y fiinebres exequias por don Manuel Fernandez de Santa Cruz. Predicé el P. Francisco Moreno un sermén que por suerte también se imprimié, Nos referimos a que es el tinico sermén que incluye la descripcién detallada del tumulo, es decir, su programa o guidn. Se trata de un hecho de gran importancia para el conocimiento del arte efimero en la Puebla de los Angeles, ya que ademas de reproducirse los versos que acompafiaban la pira o catafalco, se describen las pinturas que adornaban el monumento. La primera décima se acompajiaba de una pintura en la que se representaban dos ciudades, la Jerusalén celestial y la ciudad de Puebla, La segunda décima alude a los lazos que unen al obispo con su ciudad; lazos que ni la muerte podrd cortar. 19. Ibid, £16. En efecto, el Cabildo Civil habia acordado el 12 de febrero que las honras se celebraran en la iglesia del Colegio del Espirit Santo, invitando al Cabildo Eclesistico y as sagradas religiones de la ciudad a Ja ceremonia y encargindole a fray Diego de Gorozpe lala que predicara cl sermén. Archivo de Cabildo del Ayuntamiento de Puebla, Libro de Cabildos, nim. 34, afios 1696-1701, ff 407r-408, 20. Diego de Gorozpe Yrala, Octava Maravilla del Nuevo Mundo en la Gran Capille del Rosario, dedicada y aplaw- ddida en el Convento de N. BS. Domingo de la Ciudad de las Angels. El dla 16 del mes de Abril de 1690. Al Ulmo y Rev. Sefior D, D, Manuel Femandez de Santa Cruz, Obispo dela Puebla del Consejo de su Mages- tad. Con licencia en Puebla, en la Imprenta Plantiniana de Diego Fernandez de Leén, Impresor y Mercader de libros, afio de 1690. 46 (CUERPOS, TUMULOS Y RELIQUIAS En la tercera décima se pintaba al propio obispo Santa Cruz sentado en una silla recibiendo una serie de emblemas alusivos a sus cargos y jerar- quia, mientras que la cuarta utiliza la alegoria de Apolo coronado de laurel as{ como la del Sol, un elemento recurrente en la muerte de un principe. La quinta décima exalta su calidad de obispo americano jugando con la idea de un sol que nace en Espafia y se oculta o fallece en América. Pero su fama, como el Sol, no muere sino que reaparece siempre. La ultima pintura repre- senta de nuevo al obispo con un bdculo de pastor, en un campo florido y a punto de pasar un rfo. Con este ejemplo tenemos ya una idea bastante cabal de los elemen- tos del rito funerario en el caso de una alta jerarquia eclesidstica: procesién y entierro, sermones y timulos o piras. En este caso podemos constatar que las pinturas del timulo representaron a la figura del propio obispo Santa Cruz y no sdlo alegorfas sacadas del repertorio religioso y mitolégico. El timulo era un simulacro o recordatorio de la tumba que guardaba el cuerpo del difunto. Su cardcter retérico y escenogrfico lo pone al mismo nivel que las entradas, procesiones, fiestas de canonizacién, traslaciones de santos o reli quias”! y otras fiestas colectivas. Como sefiala Bouza Alvarez, la ostentacién en la vida religiosa se manifestard, sobre todo, en “la creciente aparatosidad en las exequias y celebraciones fiinebres que, en Espafia, tendrfa un claro precedente en la actividad escurialense de Felipe 1”. Bouza, coincidiendo con Julidn Gallego, sostiene que el culto teatral y simbélico de los difuntos que caracterizard la vida religiosa espafiola, es un complemento del renovado | culto a las reliquias.” UN CORAZON QUE AMA EN LA VIDA Y EN LA MUERTE Para terminar la descripcién de estas ceremonias quisiéramos comentar uno de los hechos més sonados del obispo Santa Cruz. Nos referimos a la dona- cién que hizo de su coraz6n a la comunidad de monjas agustinas de Santa 21 Jost Las Bowa Alter, Rls contareormisiay ua similis del Barco, Nadi, Consso Supe rior de Investigaciones Cientificas, 1990, p. 38. : 22. No podemos olvidar que en este momento se iniciaba en Puebla el culto al cuerpo incorrupto de fay Sebis-|/ tién de Aparicio, un tema que todavia no se ha estudiado en toda su dimensién histdrica, religiosa y soci l 47 MONTSERRAT GALt Ménica. La doctora Dolores Bravo ya llevé a cabo un interesante andlisis del sermén del P Ignacio de Torres. Por nuestra parte quisiéramos comentar algunos aspectos que interesan a este texto y que aluden a dos aspectos no considerados por la doctora Bravo. En primer lugar el papel del corazén en un contexto religioso que rebasa la cultura barroca de emblemas, jeroglificos y alegorfas; en segundo lugar la mutilacién de una parte del cuerpo en el contexto de la religiosidad catélica postrentina, que reavivé el culto a las reliquias. En su ensayo sobre Sor Juana, Octavio Paz esctibié que don Manuel Fernndez de Santa Cruz tuvo dos pasiones: la teologfa y las monjas.3 Fruto de su primera pasién fueron las Antiloquias, uno de cuyos pasajes ya comen- tabamos al principio de este trabajo. En cuanto a su pasién por las monjas nos quedan numerosos testimonios de que nuestro buen obispo, a diferencia del arzobispo de México que hiciera la vida imposible a Sor Juana, gustaba de la compafifa y platica de las monjas. Pero no solamente de ellas sino de las mujeres en general. Ast pues fie gran amigo de Sor Juana y autor de la no menos famosa Carta a Sor Filotea que tanta tinta ha hecho correr. A diferen- cia de Octavio Paz, nosotros creemos que dicha carta no fue una reprimenda a Sor Juana sino, todo lo contrario, el reconocimiento a su inteligencia, ya que al reclamarle que en lugar de escribir literatura profana se dedicara a la teologfa —ciencia maxima de la época~ estaba reconociendo su inteligencia y su capacidad, al margen de su sexo. En pocas palabras, se tratarfa de un obispo feminista avant /a lettre. Esta opinién la comparte Concepcién Zayas quien se encuentra escribiendo una interesante tesis acerca de una escritora poblana —~dofia Ana de Zayas— que sin ser monja sino ama de casa y viuda, fue protegida por el obispo Santa Cruz de las acusaciones que la Inquisicién le estaba prepa- rando. Decimos todo esto porque se ha interpretado la donacién del corazén alas monjas de Santa Ménica como un simple gesto de erotismo sublimado. Nosotros creemos, sin embargo, que el gesto de Santa Cruz tiene otros mati- ces en el contexto religioso y cultural de la época. 23. Dice Octavio Paz. del obispo Santa Cruz: “Por esta breve enumeracién de sus actividades pueden adivinarse sus dos pasiones: la teologia y la religiosas", en Sor Juana Inés de la Cruz o las inempas de la Fe, México, FCE, 1988, p. 521 48 CUERPOS, TUMULOS Y RELIQUIAS Veamos qué nos dice el sermén de Santa Ménica. Como se sabe, la publicacién de estos sermones requerfa de varios pareceres y aprobaciones que a veces resultan tan interesantes como el propio serm6n. La Funebre Cordial Declamacion se acompafia de un “Parecer” dado por Juan Gonzélez de Herrera, canénigo lectoral de la Catedral de Puebla, quien establece una interesante comparacién entre la sepultura de Moisés y la disposicion testa- mentaria del obispo Santa Cruz y la considera un jeroglifico: Por ministerio de Angeles en un lugar secreto, y occulto 4 los ojos del Puebla fue sepultado Moysés. Assi mand6 nuestro Prelado enterrar su corazén, 4 los Angeles que componen el Religiosissimo Convento de Santa Monica, en una pared del Choro, lugar occulto, y negado é los ojos del Pueblo. Porque quando otros mag- nificos Mausoleos, y publicos ostentosos Monumentos, quieren perpetuar con sus nombres sus cenizas, eligiendo al polyo por padron de su fama, procura nuestro Principe discreto el lugar mas retirado para el sepulchro de su corazon... Y esto fue lo que quisieron significar los antiguos esculpiendo sus corazones en] Jos sepulchros de sus amigos; dar 4 entender, que aun muertos los amaban, tenien- dolos sepultados en sus corazones. En el Marmol que sella el magnifico corazén de nuestro Principe se percibe un corazén curiosamente gravado. Hyerogliphico que no solo simboliza el corazon que guarda difunto, sino tambien los infinito corazones vivos en que se sepulta, 6 que estan en dl sepultados.”4 Estos corazones sepultados eran los de sus amadas ménicas, con quienes pasaba largas tardes rezando, comentando los sagrados textos y, por supuesto, departiendo amigablemente mientras tomaban un refrigerio o un chocolate, Pero nos interesa aqui el hecho de que el censor Juan de Herrera viera en el corazén que estaba grabado en la losa de mérmol un jeroglifico, es decir, un mensaje en clave. El sermén del P. Torres nos recuerda el Testamento de don Manuel con estas palabras que Dios dijo a Abraham: Tambien las cenizas hablan y tiene su lengua el polvo «.. Mas es hablar oy nuestro difunto Prelado desde esta Tumba, vivo 4 Jos desen- gafios, y muerto en la realidad. Oygan lo que dize despues de muerto, que nadie ‘yo quando vivo: Papel de su Exc. Escrito en 20. De junio de 1694 24. Juan Gonzalez de Herrera, “Patecer”, en Ignacio de Torres, op. cit, f&.9'y 10. 49 MONTSERRAT GALi Hijas mias, mando en mi testamento, que se saque mi corazon, y se entierre en vuestro Choro, y con vosotras, para que este muerto, donde estuvo quando vivia. Y para memoria de las que se succedieren; en mi retrato poned este rétulo: Hijas rogad a Dios por quien os dio su corazén, Y mas abaxo: En el cielo yo me mostrare tambien vuestro Padre, pidiendo la rigurosa observancia de essa casa. La firma es esta VUESTRO PADRE, VIVO Y MUERTO.> Lefdo el Testamento de Fernandez de Santa Cruz, el predicador entré propiamente en el sermén, para cuyo desarrollo escogié, sin duda, un motivo original: la comparacién anatémica del corazdn con précticas, vireudes y fortalezas de los cristianos en general y del difunto en particular. Para ello se vale de los tan apreciados emblemas y alegorfas caracteristicos del discurso barroco. Empieza sefialando que la naturaleza puso dos custodias al coraz6n, necesarias en tanto éste es la sede de la vida del espiritu. Una es el pericardio, la otra las costillas. La.una interior, que se llama Pericardio, ¢s aquella tunica, 6 sacco de la membrana que lo cifie, lena de humor aquoso, y reftigerante, con tal proporcién en la dis- tancia, que 4 los movimientos con que se dilata, como que nada, nada le lastime, participando el humor que lo refrigera: por falta de este se fatiga, se dafia, se licia [sid], se dueles y esto es naufragar en el dolor. Por abundancia se conserva, se alegra, se dilata, y esto es bafiarse de gozo. La otra custodia con que se guarda, ¢s el muro del pecho, y vallado de las costillas; y una y otra defensa, una y otra custodia, miran 4 conserva el origen de nuestra vida... El espizitual y mystico corazén, origen y fuente de la vida del alma; quiere Salomon que se guatde con las mismas custodias en Ia allegoria, que en vida son sepulchro de un corazon vivo, sean en muerte sepulchro de un corazon muerto; para que el corazon de N. Principe se guarde en su Convento, como se guards en su persona, y esté muerto, donde estuvo quando vivia.?® Y pasa a enumerar las funciones espirituales del pericardio, a partir de analogfas, alegorfas y comparaciones con el Antiguo Testamento y citas de los padres de la Iglesia. He aqué unos ejemplos: 25. Ignacio de'Tortes, op. city ff 4 y 5 26. Ibid. £6. 50 (CUERPOS, TUMULOS Y RELIQUIAS Elofficio de aquella tunica, velo, 6 membrana del Pericardio, primera custodia del corazén humano, es reprimir y moderar los impulsos, saltos, y movimientos que dilatandole mas de los necessatio, pueden lastimarlo para el dolor y no regularlo para la conservacién; y en ella symbolizé S, Basilio el testimonio de una buena consciencia, que reprime en los desengafios, los dilatados movimientos de nuestra vanidad, que alea fuera de su esphera, 6 en las dignidades que se gozan, 6 en las prendas que se tienen, 6 en las vircudes que se exercitan, 6 en los puestos que se ocupan. No me dilato en proporcionar la alegoria...” Otro ejemplo serfa cuando recuerda que algunos llaman al pericar- dio, esta primera custodia del corazén, “sacculus”, es decir saquillo, lo cual permite al orador compararlo con la bolsa de la que salen las limosnas, es decir, la caridad y con ello tiene pie para ensalzar la caridad y las numerosas limosnas y obras de patrocinio y beneficencia del difunto. “O corazon de nuestro amante Prelado; Parece que no tuvo mas descanso en los ardientes deseos de su vida, que la limosna, desahogo de la insaciable ansia de sus pie- dades. Que persona? Que estado? Que Pucblo? Que ciudad? Que Collegio? Que convento? No testifica sus socorros y pregona sus alivios”.”* Veamos qué funcién tienen las costillas y cémo las relaciona con las virtudes y con el propio conyento de Santa Ménica: Guarda el corazén humano como custodia, el Muro de las costillas: Munitum costarum, & pectoris muro. Y en estas entiende San Gregorio, con San Cyrillo, las virtudes todas, que reguladas por la razon, defienden la vida del corazén del espiritu, ...porque todas (las costillas) & una maravillosa union reducidas, y 4 una perfectissima uniformidad clausuladas, fueron Muro 4 su corazon vivo, y muerto, hizo un convento (digamoslo assi) de todas, y fabricando este 4 su costa; de sus costillas que son las virtudes, que professa esta Casa, dispuso Muro 4 su corazon en la vida para morir, y en la muerte para no acabar.” Ni qué decir, era obligado que el tema de las costillas llevara a nues- tro predicador a Adén y Eva. Y no podfa faltar el agua y la sangre que salieron del pecho de Cristo en la Cruz, cuando la lanza del centurién le atravesé las costillas. Agua y sangre, corazén y lagrimas, imagenes que el P. Ignacio de 27. Bid, €.7. 28. Ibid. £11 29. Ibid. 14y 15. 51 MONTSERRAT GaALi Torres aprovecha para terminar su Funebre y Cordial Declamacién: “Un padre muriendo, y unas hijas Horando.... A la vida de sus hijas, sea prenda el corazon, para aprender a morir. A la muerte del Padre, sea fuente para no acabar de llorar. Lloremos todos sin descansar lo que perdemos. Lloremos. Lloremos. Lloremos”.»° Hasta aqui Ignacio de Torres. Por su parte Dolores Bravo, en su andlisis de este discurso, opta por entender el simbolo del corazdn en una dimensién “erdtico-tandtica”. El acto de donacién del corazén a las monjas de Santa Ménica To considera “un rasgo eminentemente simbélico y una muestra de amor més alld de la muerte. Denota una actitud erdtico-idealista caracterfstica de la época: el anhelo de lograr lo metafisico por medio de lo sensual”.*! Nosotros quisiéramos afiadir que si bien es cierto que el corazn en el siglo XVII ya estaba considerado como el elemento corporal depositario de la vida y de los sentimientos, en el pensamiento teolégico-y-aun en la cultura de los emblemas y alegorias, ese érgano ténfa otros significados mas complejos. é : En efecto, como sefiala Jean Hani, en el contexto de la religiosidad postridentina no se puede considerar al coraz6n “tinicamente como centro emocional y sede de los sentimientos”, sino que los Padres de la Iglesia here- daron la idea del corazén de la cultura oriental y en especial la hebrea y en ella el coraz6n “es el centro metafisico del hombre, que integra todas sus faculta- des: razén, intuicién y voluntad, pero es ante todo y en primerisimo lugar el organo de la inteligencia pura, intuitiva, y el sentimiento y la afectividad sdlo tienen que ver con él secundariamente, con el mismo titulo que las dems facultades”.® Creemos que el sermén de Ignacio de Torres va en este sentido y direccién y no tanto en la idea moderna del corazén como sede del amor. En todo caso, deberfamos entenderlo en el sentido més amplio de caridad, concepto muy alejado del erotismo. Podemos pensar que Manuel Ferndndez de Santa Cruz, eminente tedlogo, conocedor profundo del Antiguo Testamento, vefa en el corazén algo mds que un simbolo de su amor por las monjas. No est por demds 30. Ibid, £. 18. Ma, Dolores Bravo Arriaga, “La permanencia del corazén’, en Ma.Dolores Bravo Arviagn, La excep y la regla, México, UNAM, 1997, p. 91. 32, Jean Hani, Mitos, ritos y shmbolo. Los caminos hacia lo invisible, Palma de Mallorca, José de Olafieta Editor, 1992, p. 425. Eo) (CUERPOS, TUMULOS Y RELIQUIAS recordar que en 1674, otra monja, Margarita Marfa Alacoque, habfa tenido la segunda revelacidn que la Ilevaria a promover el culto al Corazén de Jestis. En este culto, como en las visiones de Santa Matilde o en los monjes de San Bruno, se entendia al coraz6n no tanto en su dimensién emocional como en su profundidad intelectual. Ademés, como sefiala el propio Hani, cuyo texto recomendamos, en el contexto de la religiosidad del siglo XVH, el culto al Corazén de Jestis fue bandera de una renovacién espiritual que querfa regre- sar al fundamento mismo del cristianismo, “actuando contra las tendencias mundanales de la Iglesia”.*> En este contexto resulta mds clara la ultima frase de Santa Cruz en su Testamento: “En el cielo yo me mostrare tambien yuestro Padre, pidiendo la rigurosa observancia de essa casa”. Por todo ello reemos que hay que devolver al acto de donacién del corazén a las monjas de Santa Ménica un sentido religioso y espiritual que consideramos mas acorde con la personalidad de Fernandez de Santa Cruz y con el contexto de ke época. Dicho en otras palabras: el corazén sepultado entre las monjas serfa un recordatorio de la intensa comunién espiritual entre las religiosas y su padre fundador; comunién que como sabemos por otros escritos del propio Manuel Fernandez de Santa Cruz, tenia como objetivo mantener la mds estricta observancia religiosa en una fundacién que pretend{a ser modélica en Puebla y en la Nueva Espafia. Hay un aspecto que nuestra sensibilidad y nuestra cultura moderna sechaza y es el destazamiento o desmembracién del cuerpo con fines de culto ©, si lo vemos con espiritu erasmista o calvinista, simplemente fetichista. Sabemos que después del Concilio de Trento y como respuesta a las criticas protestantes, hubo un reavivamiento del culto a las reliquias, que la Iglesia quiso controlar y purificar pero de ninguna manera erradicar.** Se trataba, en ‘efecto, de depurar las inmensas colecciones de reliquias que, en especial en Espafia, estaban en manos no sélo de las iglesias y conventos sino incluso de particulares. Se pretendia sobre todo evitar el comercio escandaloso de reli- quias, pero en ningiin momento la Iglesia condens el culto per se. Asi pues visién de visceras o la veneracién de fragmentos corpotales no era extrafia 33. Ibid, p. 437. BA Como sefiala Antonio Dominguez Ortiz, “Trento sefialé el comienzo de otro movimiento pendular inverso, y como reaccién contra erasmistas y protestantes hubo una llamarada cilia y emocional, deliberadamente antiritca e inspiradora de grandiosos movimientos de masas y de reaizaciones atisticas imperecedcras” en “Prélogo” a José Luis Boura Alvar, op. cit, p. 14 Bs) Montserrat Galt ala cultura del Seiscientos. La idea, por lo tanto de fragmentar el cuerpo, tampoco. Por otro lado no debemos olvidar que, a diferencia de lo que se exhibe actualmente en el Museo de Santa Ménica, producto del morbo y una impostura sin duda, el corazén del obispo Santa Cruz no solamente se hallaba en lo més recéndito y sagrado de la clausura, sino que estaba ente- rrado en un nicho con su lipida de mérmol. Ello sin embargo no oculta el hecho de que su cuerpo quedara repartido en tres lugares: sus entrafias en Tepexoxuma, su cuerpo embalsamado en el altar de la catedral y su corazén en el coro del convento de Santa Ménica. ULTIMAS REFLEXIONES Allo largo de este pequefio ensayo hemos podido constatar diversas maneras de concebir el cuerpo. Algunas de ellas muy extrafias a nuestra cultura y a nuestra sensibilidad, pero todas ellas comprensibles desde la perspectiva de la mentalidad barroca, catélica e hispana en el contexto de una sociedad estamental, rfgidamente jerarquizada, En primer lugar quisiera recordar que el momento de la muerte era un acto en gran medida piiblico. Lo era porque Ia distincién entre To publico y Io privado no era algo tan diferenciado como en nuestra época; pero lo era, sobre todo, porque por un lado un obispo constitufa una pieza fundamental de la jerarquia social y, por el otro, porque la Iglesia queria que la muerte fuera algo ejemplar. En la procesién fiinebre por las calles de Puebla se representaba el orden social. Recordemos cémo el cuerpo del obispo salia de su Palacio Episcopal llevado por el Cabildo Eclesidstico hasta la primera posa. Alli era relevado por el Cabildo Civil hasta la siguiente. Seguian las demas érdenes religiosas. La procesién estaba reglamentada por una pragmitica real, lo que muestra la gran importancia del tema y, en ultima instancia, quien tomaba las decisiones (por ejemplo si se levantaban 0 no timulos) era el Virrey. Nada se dejaba a la improvisacién o la casualidad sino que esta ceremonia, por ser tun espejo del orden social, servia para reforzarlo y perpetuarlo. La Iglesia por su parte, en su tarea de salvacidn, recurria a las muertes ejemplares. Aun en aquellos casos en los que se hubiera Ilevado una vida santa, era menester tener tiempo para el arrepentimiento y para recibir los 54 CUERPOS, TUMULOS Y RELIQUIAS sacramentos del caso. Este trénsito, por lo tanto, se convertfa en ocasién para el arrepentimiento de los demas y para que el efecto fuera total, debia reves- tir un cardcter colectivo y piblico. No olvidemos, tampoco, que durante el barroco, y en todos los niveles concebibles, el acontecer del mundo era percibido en términos de espectaculo (visidn) y teatro. Esto se corrobora en la descripcién de la muerte de Santa Cruz en Tepexoxuma, rodeado de sus allegados y colaboradores. La exposicién del cuerpo del difunto durante los dfas que duraban las exequias barrocas contraviene a nuestras concepciones higi¢nicas, estéticas y del decoro social. A diferencia de nuestra cultura, que busca desembarazarse de los muertos lo antes posible y que camufla el hecho de la descomposicién, las sociedades tradicionales desarrollan ritos mds o menos complejos para poner de relieve el hecho de la muerte. Asi la Espafia del barroco encontré en las piras, ttimulos y catafalcos no sélo una forma de expresién artistica de gran inventiva y belleza, sino que mediante este artefacto tan eminen- temente teatral y espectacular, vio una forma de prolongar la presencia del difunto. Recordemos, en el caso que se ha estudiado, que después del entie- tro se siguieron celebrando misas con sus respectivos ttimulos ardientes de luminarias y adornados con versos que realzaban las virtudes del difunto, haciéndolo dramdticamente presente. Finalmente quisiéramos recordar los aspectos ambientales, senso- riales y sentimentales que acompafiaron la muerte del obispo Santa Cruz. Es cierto que la retérica barroca pareceria exagerar a la hora de describir las muestras de afecto o de tristeza de la comunidad de fieles. Se habla de gritos, sollozos, lamentos y gestos de dolor. También podemos reconstruir la impresionante procesidn constituida por todos los estamentos, sociales y teligiosos, con sus vestimentas, estandartes e insignias, que recorrfan las calles de Puebla y exhibfan el cuerpo de su pastor, ricamente vestido con todos los elementos de su rango. Podemos imaginar el fulgor de los cientos de cirios destacando en la penumbra de los templos. Afiadamos los olores. EI de las ceras, el del incienso. Pero también el olor que, 1e, segan la tradicién, desprenden los cuerpos ‘embalsamados de los obispc ispos, especialmente cuando son santos. Tratemos de reproducir los efectos ret6ricos, teatrales, de los pre- dicadores (quienes, por cierto, nunca hablan de infierno o de condena) que arrancaban suspiros y Ilantos, suspenso y silencio. Y las campanas, que toca- MONTSERRAT GAL ban a muerto desde la tarde hasta avanzada noche; primero, la de la Cate- dral, a la que van respondiendo las demés campanas de iglesias y conventos. Durante varios dfas. No hay duda de que esta representacién colectiva en torno del cuerpo difunto de un obispo debia mover voluntades, exacerbar sensibilida- des, provocar arrepentimientos, desencadenar sentimientos; en suma, poner en marcha todos los resortes emotivos, individuales y colectivos, para los més diversos fines. Para Juan Antonio Maravall se buscaba controlar y reforzar la autoridad. Para san Ignacio de Loyola, uno de los grandes inventores de la teatralidad ritual catélica, se trataba de llevar a los cristianos a la verdadera vida, que es la eterna. FUENTES CRUZ FRANCISCO, Antonio de la, Declamacion Funebre que en las Exequias que consagro a su amabilisimo Pastor, Ilustrissimo y Excelentissimo Senor Doctor Don Manuel Fernandez de Santa Cruz, el Colegio de San Juan y San Pedro Dixo en la Iglesia de la Sancta Vera Cruz y Oratorio de San Phelipe Neri, el dia 28 de Febrero del ano de 1699 el B(achille)r Francisco Antonio de la Cruz ..., En la Puebla, en la Imprenta de los Herederos del Capitan Juan de Villa Real, en el Portal de las Flores, 1699. DIAZ CHAMORRO, Joseph, Sermon funeral en las honras que celebro la muy venerable Concordia Eclesidstica de S(an) Phelipe Neri, de la Ciudad de Puebla de los Angeles, al Ill(ustrissi)mo y Exc(elentisi)mo Senor Doctor D(on) Manuel Fernandez de Santa Cruz, Dignissimo Obispo de esta Santa Iglessia de la Puebla..., Puebla de los Angeles, por los Herede- ros del Capitan Juan de Villa Real, 1699. GOMEZ DE LA PARRA, Joseph, Panegyrico funeral de la vida en la muerte del UKustrissi)mo y Exc(elentissi)mo Senor Doct(or) D(on) Manuel Fer- nandez, de Santa Cruz, Obispo de la Puebla de los Angeles en la Nueva Expana que predicé en la Santa Iglessia Cathedral el dia de sus Exequias Funerales el Doctor Joseph Gomez de la Parra ... quien lo dedica al Ilus- tre Sehor D(on) Matheo Fernandez de Santa Cruz..., En la Puebla de los Angeles, por los Herederos del Capitan Juan de Villa Real, 1699. 56 (CUERPOS, TUMULOS Y RELIQUIAS Gorospe IRALA, Diego de, Sermon en las Exequias que la muy noble y leal Ciudad de los Angeles hizo d el Il(ustrissi)mo y Exc(elentisi)mo S(seno)r Doctor Manuel Fernandez de Santa Cruz, su Digntssimo Obispo. Dixola en la Iglessia del Collegio del Espiritu Santo de la Sagrada Com- pana de Jesus, el Iil(ustrisi)mo y R(everendisi)mo Senor maestro Fray Diego de Gorospe Irala, del Orden de Predicadores, Obispo electo de la Nueva Segovia, de el Consejo de su Magestad..., Mexico, pot los Here- deros de la Viuda de Bernardo Calderon, 1699. MoRENO, fray Francisco, Sermon Funeral que en las honras que el orden Ter- cero de Penitencia de N. Serafico P S. Francisco de esta Ciudad de los Angeles, hizo d la muerte del Ill{ustrissi)mo y Exc(elentisimo Sr. Dd. D. “Manuel Fernandez de Santa Cruz, cuyo Ministro fue, Dixo y predicé el P. Fray Francisco Moreno, Predicador, y Comissario Visitador de dicho Tercero Orden de Penitencia, quien lo consagra y dedica a Nuestro Reve- rensisimo Padre Fr. Bartolome Giner Acosta y expensas de dicho Tercero Orden de Penitencia. Con Licencia. En la Puebla, por los Herederos de el Capitan Juan de Villa-Real, en el Portal de las Flores, afio de 1699. Torres, Ignacio de, Funebre Cordial Declamacion en las Exequias del Mlust(risijmo y Exc(elentisi)mo Sefor Doctor D(on) Manuel Fernandez de Santa Cruz, Obispo de la Sancta Iglesia de la Puebla, celebradas en el Convento de Religiosas Recoletas de Santa Monica, Fundacion de su Excellencia, Dixola el Doctor Ignacio de Torres, Cura Beneficiado de la Parroquia de San Sebastian, en dicha Ciudad, y Qalificador del Santo Officio de la Inquisicion desta Nueva Espana, el dia 23 de febrero de 1699..., Con licencia, en la Puebla, por los Herederos del Capitan Juan de Villa Real, en el Portal de las Flores, 1699. BIBLIOGRAFIA Bouza Atvarez, José Luis, Religiosidad contrarreformista y cultura simbélica del barroco, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Cientificas, 1990. MONnrTSERRAT GALt Bravo ArrIAGA, Marfa Dolores, “La permanencia del corazén” en Ma,Dolores Bravo Arriaga, La excepcién y la regla, México, UNAM, 1997, p. 91-99. FERNANDEZ DE ECHEVERRIA Y VEYTIA, Mariano, Historia de la fundacién de la Ciudad de la Puebla de los Angeles en la Nueva Espana, su des- cripcion y presente estado, 2 vols. (edicién, prdlogo y notas de Efrain Castro Morales), Puebla, Ediciones Altiplano, 1963. Hant, Jean, Mitos, ritos y simbolos. Los caminos hacia lo invisible, Palma de Mallorca, José de Olafieta Editor, 1992. Murr, Edward, Fiesta y rito en la Europa moderna, Madrid, Editorial Com- plutense, 2001. PAZ, Octavio, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la Fe, México, FCE, 1988. Zayas, Concepcidn, “La escritora Ana de Zayas y el obispo poblano Manuel Fernandez de Santa Cruz” en Anuario de Estudios Americanos, t. IVIII-1, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, enero- junio, 2001, p. 61-81. 58

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