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Universidad Austral de Chile

Facultad de Filosofía y Humanidades


Escuela de Graduados
Programa de Magíster en Historia del Tiempo Presente

Estudios Regionales

INFORME DE LECTURA: DE CÓMO EXPLICAR LA REGIÓN SIN


PERDERSE EN EL INTENTO. REPASANDO Y REPENSANDO LA
HISTORIA REGIONAL

María Rosa Carbonari

Luis Berger Venegas / Saaid Jamis Tovar

10 de mayo de 2019
Valdivia
MARÍA ROSA CARBONARI, De cómo explicar la región sin perderse en el intento. Repasando y
repensando la historia regional. Historia Unisinos, 13 (1), Janeiro/Abril 2009, Págs. 19-34.

PRESENTACIÓN

El artículo que aquí informamos representa un significativo aporte a la comprensión del concepto
de región, así como de su relación con la historia regional. Específicamente, este texto realiza
una breve revisión del camino recorrido por la historia regional durante la segunda parte del siglo
XX, indagando en los fundamentos teóricos y disciplinares que dentro de las ciencias sociales –
en particular la historia y la geografía–, posibilitaron una definición de la categoría de región y
asimismo determinaron su aplicación en el campo específico de la historiografía.

Su autora, la historiadora María Rosa Carbonari, docente-investigadora del Departamento de


Historia de la Universidad Nacional de Río Cuarto, Córdoba, Argentina, ha dedicado su carrera
profesional a explicar los diferentes enfoques y disciplinas que, desde diversas perspectivas y
metodologías de análisis, han contribuido al desarrollo teórico de la historia regional.

En términos generales, la temática de este texto se divide en tres partes. En primer lugar, se ocupa
del concepto inicial de región al interior de la geografía y su interés para las ciencias sociales. En
segundo lugar, muestra como ante al dominio del paradigma científico de mediados del siglo XX,
se fue configurando una historia regional dependiente de modelos explicativos proveniente del
pensamiento funcional-estructuralista y del marxismo estructuralista. En tercer lugar, muestra
como frente a la crisis del paradigma científico de finales del siglo XX, la historia regional
comienza a experimentar importantes cambios, incorporando nuevos instrumentos de análisis
vinculados, principalmente, a modelos explicativos de carácter cualitativo.

Al respecto, como hipótesis general, Carbonari plantea que “a lo largo del trayecto sugeriré que
se operó un desplazamiento de temática, de lo económico a lo cultural, que fue acompañado por
lo que se denominó cambio de paradigma y que, por otro lado, las investigaciones regionales se
fueron liberando de moldes rígidos y de contextos determinantes” (Carbonari, 2009: 21). En otras
palabras, durante el transcurso de la segunda mitad del siglo XX, esta autora plantea que el eje de
la historia regional se fue desplazando desde estructuras económicas y procesos impersonales,
hacia la experiencia existencial de personas concretas y anónimas, redefiniendo sus estrategias de
investigación.
DESARROLLO

Como nos explica Carbonari, la relación entre el concepto de región e historia regional irrumpió
en el mundo académico a mediados del siglo XX, a partir del interés científico de lograr hacer
historia total de fuerte impronta económica, y en la cual la región se convirtió en la primera
unidad de análisis para la comprensión del todo. Sin embargo, pese la importancia de este
concepto para articular lo general y lo particular dentro del análisis historiográfico, su concepción
moderna no proviene de la historia, sino de la geografía.

PRIMERA PARTE. En el transcurso del siglo XIX, y con el surgimiento del conocimiento
científico, el concepto de región se convirtió en una noción central de la geografía en su
preocupación por lograr referirse a una espacialidad menor incluida en una mayor. Como
resultado del enfoque de esta disciplina próxima a las ciencias naturales, la región en un primer
momento fue concebida como los componentes físicos y geomorfológicos que de manera
particular definen un determinado recorte espacial. Sin embargo, posteriormente, y gracias a los
aportes de la geografía humana, el concepto de región comenzará a extenderse desde las
condiciones naturales como criterio de análisis, a la importancia de las acciones humanas en la
construcción histórica del paisaje. Reconociendo que toda historia se desarrolla en un espacio,
pero también que cada espacio tiene su propia historia, cuestión que se convertiría en el primer
fundamento para la idea de una historia regional.

A partir del optimismo científico y las teorías modernizadoras de mediados del siglo XX, las
políticas de los estados nacionales se enfocaron en avanzar por la senda del desarrollo y el
crecimiento económico. Dentro de este escenario, el interés de las ciencias sociales –incluida la
historia y la geografía–, se orientó esencialmente en contribuir a la planificación regional y la
expansión del capitalismo desde una mirada cuantitativa de la realidad. Como nos explica
Carbonari, “en ese marco, la región era entendida como la delimitación espacial establecida por
el investigador en forma apriorística. Las regiones, entonces, eran recortes del espacio que
interesaban por la funcionalidad económica para el mercado y/o para la planificación del
desarrollo regional” (Carbonari, 2009: 22). En síntesis, constituye una noción que responde más
bien a una clasificación operativa según las características de los recursos naturales de una
región, así como su importancia para el crecimiento económico.
Ahora bien, en la medida que estos recortes espaciales representados como una región se
diferenciaban por mucho de los marcos políticos administrativos establecidos tanto fuera como
dentro de los límites del estado nacional, desde la historia y las ciencias sociales se planteó la
urgencia de construir representaciones teóricas que permitieran explicar los fenómenos empíricos
desde una perspectiva macroteórica, convirtiendo al concepto de región en un “hipótesis a
demostrar o refutar” que permitiera explicar científicamente el funcionamiento global de la
sociedad dentro de una mirada hipotético-deductiva. En este sentido, los principales modelos
explicativos para el desarrollo de la historia regional durante la segunda mitad del siglo XX
fueron el funcional-estructuralismo y el marxismo-estructuralista.

SEGUNDA PARTE. Bajo el modelo explicativo del funcional-estructuralismo francés y,


específicamente, de la Escuela Historiográfica de los Annales, la principal contribución teórica a
la fundamentación de una historia regional provino de los aportes realizados por el historiador
Fernand Braudel en su obra monumental El Mediterráneo y el mundo Mediterráneo en la época
de Felipe II (1949). Concretamente, en esta obra Braudel confiere una importancia decisiva al
entendimiento del espacio en su relación con el tiempo, inaugurando un nuevo diálogo entre la
historia y la geografía. Asimismo, este autor propuso adaptar el conocimiento histórico a los
instrumentos de investigación de las ciencias sociales, incentivando la construcción de modelos
que permitieran explicar, a través de exhaustivos estudios comparativos, las constantes de una
realidad económica general (tal como lo hizo él al trazar los orígenes del capitalismo a partir de
los flujos comerciales y la acumulación de dinero que se generaba en la cuenca del
Mediterráneo), transformando los parámetros para la historia regional.

Por otro lado, bajo el modelo explicativo del marxismo-estructuralista, la preocupación científica
por comprender los principales procesos económicos, así como su relación con el origen del
capitalismo en las diferentes regiones del globo, se realizó a través de su tradicional cuerpo
teórico regido por la categoría de Modo de Producción. En este sentido, destaca la obra del
historiador Carlos Sempat (editor) Modo de producción en América Latina (1989), trabajo
colectivo que constituye uno de los principales esfuerzos por explicar las relaciones sociales de
producción que han caracterizado a las diferentes regiones de América Latina, proponiendo
nuevas conceptualizaciones –tal como “modo de producción americano” o “modo de producción
colonial”–, que permitan reconocer con exactitud las relaciones de dependencia y explotación que
han configurado la realidad material de ciertas áreas del continente, así como su particular fase de
desarrollo y evolución histórica por medio de categorías universales de periodificación –tal como
“feudalismo” o “capitalismo”–. O sea, en este caso, la región en América Latina se explica por
los procesos económicos que la han gestado históricamente en su vinculación con el capitalismo
mundial. De este modo, a partir de esta mirada, las monografías y los estudios de casos se
convertirán en el principal fundamento metodológico para la elaboración de modelos explicativos
dentro de los estudios regionales.

En suma, tanto el modelo funcional-estructuralista como el marxista-estructuralista se


caracterizan por un rasgo común: hacer una historia total. Para ello, ambos modelos se enfocan
por igual en comprender el concepto de región como una “hipótesis a demostrar” a partir de
criterios económicos. No obstante, mientras el funcional-estructuralismo insiste en un trabajo
empírico de neutralidad científica, el marxismo-estructuralista hará lo suyo manteniendo una
perspectiva dialéctica, conflictiva y denunciativa, preocupada de explicar las desiguales sociales
en las regiones de estudio.

TERCERA PARTE. Hacia finales del siglo XX se produce una crisis del optimismo científico y
con ello un derrumbe de los modelos explicativos que habían caracterizado a las décadas
anteriores. Particularmente, estos cambios se relacionaron con las irrupciones de las corrientes
postmodernas y su crítica sobre el fin de las ideologías y los grandes paradigmas, afectando la
forma de comprender la construcción del conocimiento en las ciencias sociales y, por tanto,
afectando también la manera de entender el concepto de región e historia regional.

Por una parte, las transformaciones asociadas a un mundo globalizado ocurridas durante el siglo
XX, volvieron obsoletas ciertas ideas geográficas como la de unidad elemental, donde el
concepto de región dejará de ser concebido como una entidad con fronteras propias: “en esa
globalización, el espacio pierde su condición específica anterior, porque ahora es un espacio que
se articula, se mezcla y, muchas veces, determina espacios de otra naturaleza. Pierde, por tanto,
identidad particular local, ya no es un espacio restringido bien delimitado a un grupo de personas,
pasa a asumir una identidad mundializada” (Carbonari, 2009: 29). En este escenario, la
experiencia de lo local y de lo cotidiano tomará un nuevo valor como contrapunto de la
mundialización.

Por otra parte, en el campo de la historiografía, los cambios se relacionan con un cambio de
orientación y la utilización de nuevos instrumentos de análisis, vinculados, principalmente, a
modelos explicativos de carácter cualitativo. Por tanto, ya no se escribía desde una mirada del
dominio totalizante del Estado ni sobre procesos socio económicos mediante el modelo
funcional-estructuralista o marxista-estructuralista, sino, desde las experiencias concretas de los
individuos. De este modo se abrió paso a la micro historia, donde se destacan las escuelas
mexicana e italiana, diferenciándose en que la primera de estas tiene una perspectiva a partir de
los memorialistas (“maestros”, “sacerdotes” o literatos locales), mientras que la segunda, desde
una influencia marxista recogiendo las experiencias y vivencias de sujetos “subalternos” dentro
de las estructuras de dominación. Así, lo importante de la microhistoria es su giro cultural y su
significado opuesto a la macrohistoria, es decir, su rol particular y no totalizante complejizando el
explicar y comprender del quehacer histórico.

CONCLUSIONES

El texto de Carbonari es determinante para poder establecer los paradigmas y métodos con los
cuales se trabajaba y comprendía la región desde la historia. Logrando poner en tensión las
contribuciones que hicieron los estudios regionales en cada momento histórico, rompiendo la
mirada totalizante y hegemónica con la cual se trabajaba la historia. De esta manera se resalta la
significatividad y comprensión de diferentes sujetos en la historia, lo cual no implica abandonar
lecturas históricas simplificadas sino ver cómo la singularidad posee una complejidad y un valor
propio derivado de sus particularidades.

Finalmente, el recorrido que realiza la autora sobre el estudio de la región nos permite enlazar el
texto desde un plano metateórico, cuestionándonos el para qué continuar haciendo historia. En
cuanto la historia regional o microhistoria no sólo son una especialidad que apunta a la
comprensión del pasado desde diferentes métodos, técnicas o sujetos, sino que también apunta a
la transformación del presente y futuro, en donde se resalta el sentido de las acciones humanas en
los territorios.

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