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En la madrugada del 4 de enero del 2013, un pareja de ancianos agricultores que vivían en la
zona de la Araucanía, en el sur de Chile, murieron quemados vivos al interior de su casa. Ese
ataque fue por parte de comuneros mapuches. Y lo hicieron para provocarles miedo y obligarlos a
abandonar sus tierras. Este ataque con resultado de muerte de la pareja generó un punto de
inflexión en el llamado “conflicto chileno-mapuche” radicalizando la protesta que viene
desarrollando el pueblo mapuche desplazado de sus tierras ancestrales. Una lucha que los
mismos indígenas denominan anticolonial y anti-capitalista. Esa misma noche servicios de
inteligencia capturaron al responsable del incendio, Celestino Córdoba, líder espiritual de la
comunidad mapuche que reclama derechos ancestrales sobre esas tierras. A este hecho se
suman las muertes de jóvenes activistas indígenas a manos de la policía.
A finales del siglo XIX con la llamada “Pacificación –Ocupación- de la Araucanía” en 1883, el
ejército chileno conquistó el territorio mapuche arrebatándoles el 90% de sus tierras y los
desplazaron hacia reducciones (reservas). De las 5 millones de hectáreas que pertenecían a los
indígenas, luego de la derrota militar, quedaron reducidos sólo a 500 mil. Este desplazamiento
forzado condenó al pueblo mapuche a vivir en extremas condiciones de marginalidad económica y
social. Hasta el día de hoy la región de la Araucanía, exhibe los mayores índices de pobreza,
desempleo, violencia doméstica y analfabetismo en Chile. Los territorios que fueron arrebatados a
este pueblo indígena ahora pertenecen a empresas forestales, que durante décadas han
generado inmensas ganancias comerciales, y no han contribuido a la disminución de las
condiciones de pobreza de las comunidades mapuches desplazadas. Por el contrario, las
actividades de estas empresas forestales produjeron daños irreparables en el ecosistema de la
zona; agudizando aún más la situación de marginalidad de las familias indígenas de la región.
A su vez, colonos agricultores que también se beneficiaron de la pérdida de tierras de los
mapuches se apropiaron de grandes latifundios que también contribuyeron en la radicalización del
conflicto que ya lleva más de cien años.
En los siglos XX Y XXI han vivido un proceso de aculturación asimilación a las sociedades de
ambos países y existen manifestaciones de resistencia cultural y conflictos por la propiedad de la
tierra, el reconocimiento de sus organizaciones y el ejercicio de su cultura.
El sistema económico tradicional, basado en la caza y la horticultura dio paso a una economía
agrícola y ganadera en los siglos XVIII y XIX, convirtiéndose en un pueblo campesino luego de la
radicación forzosa en terrenos asignados por Chile y Argentina, que actualmente presenta una
gran fragmentación cultural, una subdivisión de la propiedad y una migración hacia las grandes
ciudades por parte de las generaciones más jóvenes, de modo que la población es
mayoritariamente urbana, la cual vive principalmente en Santiago de Chile y Temuco aunque
vinculada en diferentes grados con sus comunidades de origen.
La población mapuche sufre discriminación racial y social en sus relaciones con el resto de la
sociedad y según estadísticas oficiales, sus índices de pobreza son mayores que el promedio
nacional chileno. Tanto en Argentina como en Chile, algunas iniciativas de recuperación de sus
tierras históricas se han encontrado con la negativa de empresas multinacionales.