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Antologa Ntima PDF
Antologa Ntima PDF
tomo xii
xii
biblioteca
de literatura
afrocolombiana
ministerio
de cultura
a p oya n
Dirección de Poblaciones
Biblioteca Nacional de Colombia
c o l e cc i ó n d e l i t e r at u r a
afrocolombiana
comité editorial
Roberto Burgos Cantor
Ariel Castillo Mier
Darío Henao Restrepo
Alfonso Múnera Cavadía
Alfredo Vanín Romero
M i n i s t e r i o d e C u lt u r a
Carrera 8 Nº 8-09
Línea gratuita 01 8000 913079
) (571) 3424100
Bogotá D.C., Colombia
www.mincultura.gov.co
prólogo
S o n e to s ta lí aco s
Uno 31
Dos 32
Tres 33
Cuatro 34
Cinco 35
Seis 36
Siete 37
Ocho 38
Nueve 39
Diez 40
Once 41
Doce 42
Trece 43
Catorce 44
Once elegías
Elegía suplicante 49
Elegía azul 51
Elegía infinita 52
Elegía maternal 53
Elegía de Rocinante 55
Elegía prematura 57
El mar bifronte
La cruz 62
Retrato 63
Acuarela 64
Dónde 65
El mar bifronte 69
Dimensión de la Tierra 71
Baila negro 74
Despedida 77
Cali 81
Pasto 82
Musa ubicua
San Pedro Claver 89
La madre 92
Condoto 94
Quibdó 95
Mulata 96
Elogio de la flor 98
Buga 99
Consejo 101
Popayán 102
El verano 103
Amanecer 104
11
12 Fa bio M a r t íne z
14 Fa bio M a r t íne z
16 Fa bio M a r t íne z
(…)
Selva y mar. Mar y selva. Dos figuras toponímicas que han sido
constantes en la poesía negra de América, y que emparentan a Sala-
zar con su compatriota, el guapireño Helcías Martán Góngora.
En las Once elegías no podríamos dejar pasar por alto dos poe-
mas: la elegía dedicada a Rocinante, el caballo y compañero fiel del
20 Fa bio M a r t íne z
(…)
(…)
22 Fa bio M a r t íne z
El poeta también les cantó a las ciudades del Pacífico sur que lo
escucharon cuando iba por sus bares declamando a Luis de Gón-
gora y Argote, César Vallejo y Nicolás Guillén, sus poetas prefe-
ridos.
A Cali la llamó «novia del valle»; a Popayán, «silenciosa en su ofi-
cio de diamante»; de Quibdó dijo que la «enalban dulces aves y flores
24 Fa bio M a r t íne z
26 Fa bio M a r t íne z
51
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i
El orbe aplaude el ideal y avío
de tu loco señor y su escudero
y olvida tu pavesa de lucero
cual si no hubieras encarnado el brío.
ii
Carnación de martirio. Nocherniego
símbolo del dolor y la tristeza.
Rumiante del ayer. Lágrima presa.
Orto vernal de telarañas ciego.
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57
59
El mar bifronte 63
Azucena nocturna
la bombilla lunar,
matiza la bifroncia
del cielo azul y el mar.
El mar bifronte
El mar bifronte 67
i
¡Este es el mar: acuático delirio!
¡Cementerio de ríos suicidas que se buscan!
¡Lámpara torrencial de espumados sollozos!
Viejo solar brumoso de obreras lejanías
su barba de sal sabe circunvalar la tierra;
es amistoso abismo con sus hombros veleros
y su esplendor bilingüe de orfebre y hortelano.
Solazado en su lecho de claridad materna
se oye bajo el remero voraz de su pelícano;
fabulosa bodega de ambulantes tesoros
el mar es el espejo sonoro del poeta.
Acuarelista ileso de comunes paisajes
decora su esmeralda de cunas y sepulcros
y porque nadie pueda penetrar su secreto
se refugia en la cámara del caracol invicto.
Flores de edad metálica sus islas orquestales
reconstruyen el eco seglar de las sirenas;
renovador eterno es tambor de las olas
porque su estudio sea el templo de la música.
La tarde multitodo de mural y pañuelos
en el bar del crepúsculo despide las gaviotas;
atraca lento el barco cargado de luz muerta,
el corazón es flujo del mar que no termina.
ii
De su ruda vigilia enamorado
el mar, toro sin sombra, cabecea
El mar bifronte 69
El mar bifronte 71
El mar bifronte 73
El mar bifronte 75
El mar bifronte 79
El mar bifronte 81
En reñido combate
los púgiles colores
disputan con fiereza
el trono azul del agua.
Amanecer es el regalo
de la marina majestad
y en su honor los cayucos
brindan agua de coco y arenales
y la febril muchacha
enmudece al turista
con su racimo de ilusiones.
El mar bifronte 83
i
Humilde en los pasillos de la aurora
y solitario en sus adentros iba,
pronta la vocación caritativa
y fraternal la voz consoladora.
ii
En Cartagena que languidecía
de infinitas congojas agobiada,
lo vio la historia en lid desigualada
con la impiedad entre la negrería.
iii
La terca voz de suplicar se oía
luctuosa ante la faz del magistrado
y el ánimo en añicos destrozado
presa del desaliento se advertía.
Su generosidad de misionero
padeció el huracán filibustero
por hermanar al débil con el fuerte.
Musa ubicua 91
Y si deseáis su regocijo
dale la paz que la ilumina:
de ella se nutre y resplandece
como lo enseñan en la Biblia.
Musa ubicua 93
Musa ubicua 95
Emigrante de la noche
es bienvenida del alba.
Su cántaro de armonías
abre puertas y ventanas.
Manos de seda sin dueño
la sorpresa que se guarda
y moderno amanecer
el junco de sus dos razas.
Musa ubicua 97
Musa ubicua 99
Se vino la madrugada
de perfumados espejos
con el cantar de las aves
y el rocío nocherniego,
lustrosa de plata verde
que los ríos corpulentos
refrescan en su carrera
tropical de pasajeros.
Esta publicación es
financiada en su totalidad
por el Ministerio de Cultura.