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LUNA NUEVA
ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
ANTOLOGÍA MÚLTIPLE
2 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
3
Luna Nueva,
once miradas
a la poesía colombiana
Antología múltiple
Tuluá, 2007
4 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
Luna Nueva
Cra. 26 No. 27-60
Teléfono: (2) 224 4876
Tuluá (Valle)
ISBN: 978-958-44-0884-6
Diagramación:
Departamento Arte y Diseño de Feriva S.A.
Contenido
Luna Nueva, veinte años de complicidades 9
EL PARAÍSO EN BLANCO
Víctor López Rache
XII Carlos Obregón 14
(En la cárcel) C. Obregón 15
Canción del que fabrica los es
espejos Juan Manuel Roca 16
Carta en el buzón del viento J.M. Roca 17
Cercanía de la muerte Giovanni Quessep 18
La estación perenne Eduardo Cote Lamus 19
Viajero Fernando Charry Lara 20
Sequía Aurelio Arturo 21
Canción de la vida profunda Porfi rio Barba Jacob 22
POESÍA Y ALQUIMIA
Orietta Lozano
¡Oh piedra! Luis Vidales 44
Regreso Laura Victoria 45
Qué noche de hojas suaves Aurelio Arturo 46
El deseo Héctor Rojas Herazo 47
Me pierde la canción que me desvela Giovanni Quessep 48
Desnudo Luis Aguilera 49
Li-Po Raúl Gómez Jattín 50
La línea Luz Helena Cordero 51
Lamento Antonio Zibara 52
ANTOLOGÍA PERSONAL
Santiago Mutis
El recluta José Asunción Silva 73
E cantor (fragmento)
El Aurelio Arturo 75
Imprecación del hombre de Kenya Jorge Zalamea 77
La casa entre los robles Héctor Rojas Herazo 79
Testimonio Fernando Charry Lara 81
Caravansary - Invocación Álvaro Mutis 82
Si mañana despierto Jorge Gaitán Durán 87
Silva Eduardo Cote Lamus 88
Salón Colonia Juan Manuel Roca 91
Tierra dura Luis Aguilera 93
7
LISTADO PLURAL
Rómulo Bustos Aguirre
En tono menor Luis Carlos López 131
Cinematografía nacional Luis Vidales 132
Morada al Sur Aurelio Arturo 133
La noche de Jacob Héctor Rojas Herazo 137
Mohirología Álvaro Mutis 143
En la Luna que he contado Giovanni Quessep 146
M
Momentos José Manuel Arango 147
Mester de ceguería Juan Manuel Roca 148
Problemas de la estética
contemporánea Jaime Jaramillo Escobar 149
El disparo final en la Vía Láctea Raúl Gómez Jattín 151
8 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
LECTURA PERSONAL
Lucía Estrada
Amén Álvaro Mutis 174
XXXVI José Manuel Arango 175
Biblioteca de ciegos Juan Manuel Roca 176
Jacob y el ángel Giovanni Quessep 177
Mi casa Felipe García Quintero 178
Casa de piedra Andrea Cote 179
CONSIDERACIONES SUPLEMENTARIAS
Samuel Vásquez
Una palabra Álvaro Mutis 182
Hombres se echan a las calles José Manuel Arango 183
Parábola Giovanni Quessep 184
Razones del ausente Darío Jaramillo Agudelo 186
9
Luna Nueva,
veinte años de complicidades
El paraíso en blanco
Víctor López Rache
XII
Extranjero: esta es la pasión del ángel:
despertarse en la ribera del instante,
solitario entre las palabras y las piedras.
Cuando sólo existe el árbol de la noche,
nos basta lo que existe
y el tiempo son las torres que enfrente al mar esperan
el exilio nocturno de los viajes,
el silencio del claustro.
Su voz son estas cosas, estas horas que hablan
con el sol del verano,
retornando en la tarde a su nombre duro y verdadero
como retorna en los oídos la violencia del viento
o el mar que nos invade.
He aquí el tiempo de las manos
renovado en la noche cuando la palabra muere.
Escucha: entre la yerba, la santidad del mundo
y las preguntas hoy cantan la soledad de cada paso.
Vivir es ser su cuerpo, que la mirada viaje en su distancia
como un ave sin rumbo entre las rocas
y luego irse, exiliado, y más allá de la piel,
desde las torres, desde el mar hasta el ángel
ser la ruta del viento,
alejarse y perderse en el silencio que nos puebla.
Extranjero: el ruido del bosque es el poder de un solo instante,
el nacimiento de las voces que te hablan.
Quien se habita es el desierto: su soledad es nuestra.
CARLOS OBREGÓN
VÍCTOR LÓPEZ R ACHE 15
[En la cárcel]
En la hora en que mueren los malditos,
los huesos lanzan un vasto grito de ceniza
mientras gime el viento bonachón y enorme
con un hosanna blanco de rebeldes palomas.
Quieta la noche, del aire apenas viene
un sonido cansado de barcos que se alejan
y hogares donde se ama, un sonido
que crece hacia adentro hasta tocar el alma.
Giran las sombras, voy hasta mí mismo,
me persigno y elevo las palabras.
Esta noche de ascuas enlutadas, me basta
la pupila en la celda donde fumo
una pipa de hartura y de deseo
y luego, respira un hondo espacio
salir del tiempo, estar bajo otro cielo.
Basta el viento y poseer su origen.
Aquí, sin nadie, entre estos muros.
CARLOS OBREGÓN
16 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
Cercanía de la muerte
El hombre solo habita
Una orilla lejana
Mira la tarde gris cayendo
Mira las hojas blancas
Extranjero de todo
La dicha lo maldice
El hombre solo a solas habla
De un reino que no existe
GIOVANNI QUESSEP
VÍCTOR LÓPEZ R ACHE 19
La estación perenne
Tu cuerpo desnudo brilla bajo los relámpagos
como antes bajo mis manos.
Todas las estaciones están en tu cuerpo.
La primavera comienza su esplendor en tu abrazo
y concluye en tu boca entreabierta, exultante.
Todos los ríos del mundo están en tu cuerpo,
confluyen en ti en el momento
en que el animal más bello del bosque
—el ciervo, por ejemplo—
bebe de ti y se contempla.
Tu piel es el límite del fuego
donde se refugia el ardor del verano.
Rojas llamas te inundan.
Se mezclan los elementos y tu cuerpo se curva,
hay más aire en tu boca y mi cuerpo sediento
busca en ti salida, la libertad, los deseos.
Se anudan en ti los olivos del mundo
y ardes como una lámpara.
Somos un cuerpo solo luchando contra la muerte.
El otoño se riega en tu cuerpo como vino rojo en la mesa.
Tus muslos descansan en el borde del mundo.
Vuela una paloma de tu pecho a mis manos.
Después miramos los dos, de alegría cansados,
como a chimenea en invierno, el fuego pasado
y tu piel que brilla bajo los relámpagos.
Viajero
La extrañeza del lugar aunque
lo imaginaba. Lo interminable del instante
y lo áspero. Un comedor vasto como el hastío.
Mas aquí, en reposo,
el mudo mantel, el atardecer
junto a la sombra
de los recuerdos en el rostro.
Obstinada la hora
le encierra, solitario, y al hermano
que llora bajo sus pensamientos.
Sequía
Porque la sed había herido toda cosa,
todo ser, toda tierra de hombres…
Y nunca más volvería la lluvia.
Si lloviera en la aldea,
sobre los valles que bostezan secos,
si lloviera sobre las alfombras del monte,
sobre la noche de rocas amarillas.
AURELIO ARTURO
22 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
Epístola mortal
Leopoldo Panero, in memoriam
EDUARDO CARRANZA
JUAN M ANUEL ROCA 29
AURELIO ARTURO
32 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
LUIS VIDALES
34 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
Picardía angelical
Siempre cuando la amada resolvía
desnudarse y al lecho irse cansada,
el Ángel de la Guarda, qué bobada,
de la alcoba al momento se salía.
CIRO M ENDÍA
JUAN M ANUEL ROCA 35
Amantes
Somos como son los que se aman.
Al desnudarnos descubrimos dos monstruosos
desconocidos que se estrechan a tientas,
cicatrices con que el rencoroso deseo
señala a los que sin descanso se aman:
el tedio, la sospecha que invencible nos ata
en su red, como en la falta dos dioses adúlteros.
Nocturno
Respira la noche,
bate sus claros espacios,
sus criaturas en menudos ruidos,
en el crujido leve de las maderas,
se traicionan.
Renueva la noche
cierta semilla oculta
en la mina feroz que nos sostiene.
Con su leche letal
nos alimenta
una vida que se prolonga
más allá de todo matinal despertar
en las orillas del mundo.
La noche que respira
nuestro pausado aliento de vencidos
nos preserva y protege
“para más altos destinos”.
ÁLVARO MUTIS
JUAN M ANUEL ROCA 37
Desde tu ausencia,
desde la estrella que empieza a temblar
en la penumbra de tus zapatos con tacones comidos,
te veo ahora, poderoso y desnudo como la madera,
eterno ya, tranquilo,
con el paraíso conquistado
a través del purgatorio de tus copulaciones solitarias.
Te veo –¡oh, dolorosamente extraño; oh, dulcísimo niño mío!–
en un círculo donde la destrucción
tiene la belleza y el orden
que hace vibrar el oculto lirio de las estatuas.
Te veo, aureolado por un ascua magnífica,
en el centro de tu gran llaga,
JUAN M ANUEL ROCA 39
Llanura de Tuluá
Al borde del camino, los dos cuerpos,
uno junto al otro,
desde lejos parecen amarse.
Conversación con W. W.
“El sapo es una obra maestra de Dios”
Walt Whit man
Viejo, no te burles,
que Dios hizo lo que pudo.
Además, el sapo no es la medida de Dios, evidentemente,
pues el elefante es un monstruo más grande
con su larga nariz,
y el hombre un monstruo todavía más grande, por tador a dos manos de
[su alto falo,
de cuya punta beben las jirafas del crimen,
y quien, no contento con su estatura,
ha levantado estatuas suyas gigantescas sobre altísi mos pedestales,
pero entonces se han levantado también estatuas de
Dios igualmente altas y arrogantes,
ya que Él no quiere ser menos que el hombre.
Poesía y alquimia
Orietta Lozano
“Toma mi corazón, que sea lavado”. Estas palabras las enuncia el poeta
para ofrecerse; los poetas escriben deviniendo ciclones, ballenas, agua,
niebla, infierno, cielo. Hay que olvidar el rostro, inventar el rostro de todo
un pueblo: “Yo soy otro”. El poeta se abre a una suerte de transmutación,
su propio ser es habitado por todas las cosas, por todos los misterios del
universo.
No siempre la palabra justa es verdad en la poesía; es necesario un
ritornello, una vibración extraña, misteriosa, la alquimia de todas las
voces que rondan otros territorios, otras sombras. Decir, por ejemplo, la
brisa con olor a azufre del sendero infernal asciende hacia la luz del bosque
prohibido; crear un mundo subterráneo, silencioso, como el tiempo en
que la piedra meteórica anunció la telúrica noticia del porvenir.
Como no hay explicación para satisfacer un deseo de selección, he
elegido no desde el ángulo del que escribe, sino desde la perspectiva de
quien lee; a esta selección solitaria en su tiempo, extranjera en su lengua,
a ese don de voces; balbuceo que devela la zona subterránea, el territorio
recóndito, las regiones próximas al centro del alma manchadas por la
maldición de la poesía: “Soy de raza inferior por toda la eternidad”. Esta
es la sensación que quiero generar al lector, con estos amigos iluminados,
perdidos, solitarios, los que dejan el aullido en el bosque intemporal, que
acuden al llamado del corazón de las tinieblas; a la alquimia y a la gracia
de la hermandad, a esa suerte de cofradía que persiste imperturbable,
ensimismada en su propia contemplación.
44 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
¡Oh piedra!
¡Oh, pobre piedra!
Yo quisiera saber
desde qué época nebulosa del mundo estás dormida.
¿Por qué vives dentro de ti misma?
¡Oh piedra!
¡Oh, pobre piedra!
Yo espero el día
–el día maravilloso de una nueva etapa–
en que vas a salir de tu largo sueño.
Y será bello verte.
Pues para entonces
moverás las patas
y sacarás lentamente la cabeza
y ante los hombres asombrados
empezarás a arrastrarte por el mundo.
LUIS VIDALES
ORIETTA LOZANO 45
Regreso
Vuelo otra vez a ti
con las pupilas hondas de paisajes,
vine a buscar quimeras y regreso
con un sabor de lágrima en los labios
y un temblor de cansancios en el beso.
No pienses que estoy lejos.
Es tan solo la estepa interminable
la que impide mi vuelo;
pero mis alas son tan blancas
como el día
en que tocada de nevados tules
te di en hostias rosadas
la milagrosa comunión del cuerpo.
Ábreme, pues, los brazos;
voy de nuevo
A tus ojos de sombra,
A tus manos leales,
A tu boca de fuego.
Llevo para tus labios fatigados
el opio de mi angustia,
soy la misma:
solo que ahora ciño
un collar de crepúsculos
y un anillo de inviernos.
Pero eso no importa.
Soy juventud, soy vida, soy deseo.
Soy nieve dúctil en tus manos suaves
y llama en el contacto de tu aliento.
Ábreme, pues, los brazos, aunque lleve
un amargo de lágrima en los labios,
y un temblor de cansancios en el beso.
LAURA VICTORIA
46 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
AURELIO ARTURO
ORIETTA LOZANO 47
El deseo
El deseo es vegetal
pide caminos
aire
quiere temblar en fruto
suspenderse
pide un cuerpo abonable
pide un labio
pide comer y ser comido
quiere
entrabarse y gemir con ramas duras.
Gime por ser
quiere temblar
sentirse
palparse desde dentro
saberse entre las cosas respirando.
Quiere el viento y el ala
quiere el día
quiere el follaje de su fuerza obscura
brillando entre la luz hoja por hoja.
Es vegetal por eso:
por su destino de tiniebla y cielo
porque rompe y emerge
porque sube
porque la muerte sufre con su anhelo.
GIOVANNI QUESSEP
ORIETTA LOZANO 49
Desnudo
A solas con tu desnudez me quedo,
a solas, sin contar en los dedos
lo que pasa, ya no cuento,
sumo tu corazón y sobra el resto.
Y para saber cuál es la tierra
en que cabemos juntos,
cierro los ojos y tu cuerpo basta.
(En ti confluyen los puntos cardinales,
tu piel me orienta y no conozco patria).
Pero en el espejo de tu cara miro
que en otra luna escondes
la muerte en sueños que me aguarda
pues soy aquel y el mismo desde entonces
al que una vez vencieras con besos como espadas.
LUIS AGUILERA
50 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
Li – Po
Las flores del duraznero han caído a la grama
Tienen algo de caracola o de piel sonrosada
El viejo poeta chino se levantó muy temprano
y triste ha sorprendido el desastre del viento.
Anoche se embriagó con unos nuevos amigos
que anduvieron muchos días para conocerlo
Todavía conserva en el bolsillo el poema
escrito con afecto por uno de ellos
en la mano una copa de vino
y bebe emocionado mientras mira las flores.
Ha escrito tantos versos como ha podido
y siente a la muerte vigilándole los pasos.
Beberá todo el día y al anochecer la luna
lo llamará en silencio a mirarla borracho
a perseguir su brillo entre las hojas húmedas
en el reflejo sobre los montes lejanos
y en el agua del río Amarillo la mirará
más hermosa que en lo alto del cielo
y borracho creerá realizado el milagro
de tocarla y mirarla de cerca y besarla.
Y Li-Po va en busca de la luna en el agua
del río Amarillo de donde nunca jamás Li-Po volverá.
La línea
Alguien pregunta por la línea que separa al blanco del vacío,
aquella que puede trazarse entre una pregunta y el silencio.
Esa frontera que se pinta con los dedos en el aire
y dura un soplo, un parpadeo.
Alguien pretende pintar el cuerpo del alma.
Quizá un destello, un pez en la mirada.
Líneas tan solo en el papel,
en las cercas, en los muros, en más papeles.
Nuevamente el universo dicta su lección:
no hay límites, finales o comienzos.
Las paredes están para que los ojos no huyan,
para que no puedan montar al caballo desbocado.
La línea soluciona el dilema. No existe,
pero muchas cosas no existen
y nos salvan la vida.
La línea, esa respuesta del lápiz a la incertidumbre.
Lamento
Si se tratara de una simple música
para adormecer a la serpiente;
pero el flautista llora
la desdicha de un mundo
desnudo, fatal,
una vez perdida la inocencia.
ANTONIO ZIBARA
53
Yo sé de los aromas
de amadas cabelleras...
¡Yo sé de los perfumes de los cuellos esbeltos,
y frágiles y tibios;
de senos donde esconden sus hálitos las pomas
preferidas de Venus!
Yo aspiré las redomas
donde el Nirvana enciende los sándalos simbólicos;
las zábilas y mirras del mago Zoroastro...
Mas no aspiré las sales ni los iodos del mar.
56 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
LEÓN DE GREIFF
JAIME ECHEVERRY 57
Tarde de verano
El rico es un bandido.
San Juan Crisóstomo,
la sombra que hace un remanso
sobre la plaza rural,
convida para el descanso
sedante, dominical...
Canijo, cuello de ganso,
cruza leyendo un misal,
dueño absoluto del manso
pueblo intonso, pueblo asnal.
Ciñendo rica sotana
de paño, le importa un higo
la miseria del redil.
Y yo, desde mi ventana,
limpiando un fusil, me digo:
–¿Qué hago con este fusil?
GIOVANNI QUESSEP
JAIME ECHEVERRY 61
Me pregunta
Qué siento en estos días a este lado del mar.
Un alfileteo en el cuerpo,
La luz de un frenocomio
Que llega serena a entibiar
Las más profundas heridas
Nacidas de un poblado de días incoloros.
¿Y el sol?
El sol, un viejo drogo que ha lamido esas heridas.
Porque, ¿sabe usted, dulce señora?
Es este país una confusión de calles y heridas.
La entero a usted:
Aquí hay palmeras cantoras
Pero también hay hombres torturados.
Aquí hay cielos absolutamente desnudos
Y mujeres encorvadas al pedal de la Singer
Que hubieran podido llegar en su loco pedaleo
Hasta Java y Burdeos,
Hasta el Nepal y su pueblito de Gales,
El hueco
Mis versos dicen:
Hueco
único sitio habitable.
Casas.
Casas.
Casas.
Huecos interrumpidos por paredes y puertas.
Huecos divididos en cuadros.
Mi vida
mi vida transeúnte
está llena de las troneras
de las horribles cavernas
que las casas les hacen a los huecos.
Y ya no puedo
borrar en mí la sensación
de los huecos de la ciudad
encerrados en los cajones de los cuartos.
LUIS VIDALES
JAIME ECHEVERRY 63
EMILIA AYARZA
JAIME ECHEVERRY 67
Lluvias
Ocurre así
la lluvia
comienza un pausado silabeo
en los lindos claros de bosque
donde el sol trisca y va juntando
las lentas sílabas y entonces
suelta la cantilena
pero de pronto
se vuelven risueñas y esbeltas danzan
pueblan la tierra de hojas grandes
de flores
y de una alegría menuda y tierna
con palabras húmedas embaidoras
nos hablan de países maravillosos
y de que los ríos bajan del cielo
olvidamos su treno
y las amamos entonces porque son dóciles
y nos ayudan
y fertilizan la ancha tierra
la tierra negra y verde y dorada.
AURELIO ARTURO
68 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
Antología personal
Santiago Mutis
***
El recluta
Hasta que manos piadosas
Algún sepulcro le dieron,
Al bajar de la cañada
Junto a las matas de helecho,
Destrozada la cabeza
Por una bala de Remington;
Con la blusa de bayeta
Y la camisa de lienzo,
Un escapulario santo
Colgado al huesoso cuello,
Los pantalones de manta
Manchados de barro fresco,
Las rudas manos crispadas,
Los ojos aún abiertos,
Y la sangre, ya viscosa,
Pegándole los cabellos,
Estuvo toda la noche
De aquel combate sangriento
Abandonado el cadáver
Del pobre recluta muerto.
¿Su nombre ?... Un oscuro nombre...
Difunto Fuan Abudelo,
Cuando hablan de la campaña
Lo nombran los compañeros...
¿Su madre ?... Una pobre madre,
Que en el rancho, al pie del cerro,
Abandonada y estúpida
Pasa los días inciertos.
¿Su vida ?...Una oscura vida,
La vida vaga de un cuerpo,
Que fue tranquila y sin odios
Hasta en el cuartel infecto,
Do penetrado de frío,
Que le calaba los huesos
Y que tiritar le hacía
Bajo el bayetón deshecho,
Conoció toda la angustia
De largas noches sin sueño,
74 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
Y de tristes soledades.
El pobre recluta muerto.
Los soldados que seguían
En titánicos esfuerzos,
De Egipto a los arenales
Y de Rusia a los desiertos,
Al hombre de ojos de águila
Y de caprichos de hierro,
Tenían tras del reñido
Batallar, largo y supremo,
En cada voz, un halago,
En cada mandato, un premio.
Mas del Capitán Londoño,
Que fue su Jefe en el Cuerpo,
Sólo conoció dos órdenes
De detención y de cepo,
Un planazo en las espaldas
Y el modo de gritar ¡juego!
Hasta la tarde en que, herido
En el combate siniestro,
Cayó, gritando ¡adiós, mamá!
El pobre recluta muerto.
El cantor
(Fragmento)
Yo soy el cantor,
el hombre que canta a los cuatro vientos,
un hombre de corazón
diciendo tornátiles palabras,
a la sombra de la noche mirífica,
a la sombra de sus párpados lentos.
Yo soy el cantor.
Cantaré toda cosa bella que hay en tierras de hombres,
cantaré toda cosa loable bajo el cielo.
Cantor, cantador,
de ritmos
prestidigitador.
AURELIO ARTURO
SANTIAGO MUTIS 77
JORGE ZALAMEA
SANTIAGO MUTIS 79
Testimonio
Eran vísperas del crimen del empedrado,
La tarde,
El sol caído violentamente hacia el oeste,
Cuando, desde balcón a la plaza,
Veías
Negros jinetes cruzar.
Caravansary
Para Octavio y Mari Jo
1
Están mascando hojas de betel y escupen en el suelo con la
monótona regularidad de una función orgánica. Manchas de
un líquido ocre se van haciendo alrededor de los pies nervudos,
recios como raíces que han resistido el monzón. Todas las
estrellas, allá arriba, en la clara noche bengalí, trazan su lenta
trayectoria inmutable. El tiempo es como una suave materia
detenida en medio del diálogo. Se habla de navegaciones, de
azares en los puertos clandestinos, de cargamentos preciosos,
de muertes infames y de grandes hambrunas. Lo de siempre.
En el dialecto del Distrito de Birbhum, al oeste de Bengala,
se ventilan los modestos negocios de los hombres, un sórdido
rosario de astucias, mezquinas ambiciones, cansada lujuria,
miedos milenarios. Lo de siempre, frente al mar en silencio,
manso como una leche vegetal, bajo las estrellas incontables.
Las manchas de betel en el piso de tierra lustrosa de grasas
y materias inmemoriales, van desapareciendo en la anónima
huella de los hombres. Navegantes, comerciantes a sus horas,
sanguinarios, soñadores y tranquilos.
2
Si te empeñas en dar crédito a las mentiras del camellero,
a las truculentas historias que corren por los patios de las
posadas, a las promesas de las mujeres cubiertas de velos y
procaces en sus ofertas; si persistes en ignorar ciertas leyes
nunca escritas sobre la conducta sigilosa que debe seguirse al
cruzar tierras de infieles; si continúas en tu necedad, nunca te
será dado entrar por las puertas de la ciudad de Tashkent, la
ciudad donde reina la abundancia y predominan los hombres
sabios y diligentes. Si te empeñas en tu necedad...
3
¡Alto los enfebrecidos y alterados que con voces chillonas
demandan lo que no se les debe! ¡Alto los necios! Terminó
la hora de las disputas entre rijosos, ajenos al orden de estas
salas. Toca ahora el turno a las mujeres, las egipcias reinas
SANTIAGO MUTIS 83
4
Soy capitán del 3° de Lanceros de la Guardia Imperial,
al mando del coronel Tadeuz Lonczynski. Voy a morir a
consecuencia de las heridas que recibí en una emboscada de
los desertores del Cuerpo de Zapadores de Hesse. Chapoteo
en mi propia sangre cada vez que trato de volverme buscando
el imposible alivio al dolor de mis huesos destrozados por
la metralla. Antes de que el vidrio azul de la agonía invada
mis arterias y confunda mis palabras, quiero confesar aquí
mi amor, mi desordenado, secreto, inmenso, delicioso, ebrio
amor por la condesa Krystina Krasinska, mi hermana. Que
Dios me perdone las arduas vigilias de fiebre y deseo que pasé
por ella, durante nuestro último verano en la casa de campo
de nuestros padres en Katowicze. En todo instante he sabido
guardar silencio. Ojalá se me tenga en cuenta en breve, cuando
comparezca ante la Presencia Ineluctable. ¡Y pensar que ella
rezará por mi alma al lado de su esposo y de sus hijos!
5
Mi labor consiste en limpiar cuidadosamente las lámparas de
hojalata con las cuales los señores del lugar salen de noche a
cazar el zorro en los cafetales. Lo deslumbran al enfrentarle
súbitamente estos complejos artefactos, hediondos a petróleo
y a hollín, que se oscurecen en seguida por obra de la llama
que, en un instante, enceguece los amarillos ojos de la bestia.
Nunca he oído quejarse a estos animales. Mueren siempre
presas del atónito espanto que les causa esta luz inesperada y
gratuita. Miran por última vez a sus verdugos como quien se
encuentra con los dioses al doblar una esquina. Mi tarea, mi
destino, es mantener siempre brillante y listo este grotesco
84 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
6
Cada vez que sale el rey de copas hay que tornar a los hornos,
para alimentarlos con el bagazo que mantiene constante el
calor de las pailas. Cada vez que sale el as de oros, la miel
comienza a danzar a borbotones y a despedir un aroma
inconfundible que reúne, en su dulcísima materia, las más
secretas esencias del monte y el fresco y tranquilo vapor de las
acequias. ¡La miel está lista! El milagro de su alegre presencia
se anuncia con el as de espadas. Pero si es el as de bastos el
que sale, entonces uno de los paileros ha de morir, cubierto
por la miel que lo consume, como un bronce líquido y voraz
vertido en la blanda cera del espanto. En la madrugada de los
cañaverales, se reparten las cartas en medio del alto canto de
los grillos y el escándalo de las aguas que caen sobre la rueda
que mueve el trapiche.
7
Cruzaba los precipicios de la cordillera gracias a un ingenioso
juego de poleas y cuerdas que él mismo manejaba, avanzando
lentamente sobre el abismo. Un día, las aves lo devoraron a
medias y lo convirtieron en un pingajo sanguinolento que
se balanceaba al impulso del viento helado de los páramos.
Había robado una hembra de los constructores del ferrocarril.
Gozó con ella una breve noche de inagotable deseo y huyó
cuando ya le daban alcance los machos ofendidos. Se dice que
la mujer lo había impregnado en una substancia nacida de sus
vísceras más secretas y cuyo aroma enloqueció a las grandes
aves de las tierras altas. El despojo terminó por secarse al sol
y tremolaba como una bandera de escarnio sobre el silencio
de los precipicios.
8
En Akaba dejó la huella de su mano en la pared de los
abrevaderos.
En Gdynia se lamentó por haber perdido sus papeles en una
riña de taberna, pero no quiso dar su verdadero nombre.
SANTIAGO MUTIS 85
9
Ninguno de nuestros sueños, ni la más tenebrosa de nuestras
pesadillas, es superior a la suma total de fracasos que
componen nuestro destino. Siempre iremos más lejos que
nuestra más secreta esperanza, sólo que en sentido inverso,
siguiendo la senda de los que cantan sobre las cataratas, de
los que miden su propio engaño con la sabia medida del uso
y del olvido.
10
Hay un oficio que debiera prepararnos para las más sordas
batallas, para los más sutiles desengaños. Pero es un oficio de
mujeres y les será vedado siempre a los hombres. Consiste en
lavar las estatuas de quienes ama ron sin medida ni remedio
y dejar enterrada a sus pies una ofrenda que, con el tiempo,
habrá carcomido los mármoles y oxidado los más recios
metales. Pero sucede que también este oficio desapareció
hace ya tanto tiempo, que nadie sabe a ciencia cierta cuál es
el orden que debe seguirse en la ceremonia.
Invocación
ÁLVARO MUTIS
SANTIAGO MUTIS 87
Si mañana despierto
De súbito respira uno mejor y el aire de la primavera
Llega al fondo. Mas sólo ha sido un plazo
Que el sufrimiento concede para que digamos la palabra.
He ganado un día; he tenido el tiempo
En mi boca como un vino.
Suelo buscarme
En la ciudad que pasa como un barco de locos por la noche.
Sólo encuentro un rostro: hombre viejo y sin dientes
A quien la dinastía, el poder, la riqueza, el genio,
Todo le han dado al cabo, salvo la muerte.
Es un enemigo más temible que Dios,
El sueño que puedo ser si mañana despierto
Y sé que vivo.
Silva
A Camilo de Brigard Silva
Salón Colonia
Me asiste la impresión de que entre vuelta y vuelta, o tras el
final de cada danzón, la muerte brilla en un clarinete. Es una
dulce Babilonia que se arrastra tras la madeja del baile.
Cómo bailan.
Giran en una lentitud de carrusel.
en algo que parece
Una secreta coreografía de la muerte.
Es posible que la mujer del traje blanco viaje todos los viernes
desde la modistería del barrio hasta la gloria. Seguro que ha
contado en su collar el paso de los días que conducen a un
salón que la colma de una levedad de sueño y de velero. Hay
en el aire algo de belleza muerta e insepulta, algo inocente,
más cercano al templo que al burdel.
92 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
De pronto, tras los pasos del alba, el portero del paraíso como
un ángel del destierro anuncia que debemos irnos antes que
encienda las luces del salón.
Tierra dura
El mundo se acumula extrañamente
de tiempo en tiempo, abriendo
mapas a sueños que prontamente pasan.
Mas no hablo del mundo actual que nos habita
sino de aquel que huye por nosotros
para darle a la muerte su paisaje.
LUIS AGUILERA
94 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
95
Escoger cuál poeta nos llegó alguna vez más allá del olvido y se
quedó tintineando para siempre en la memoria, no es difícil tarea cuando
ya vamos más allá de los sesenta años y revisamos con cuidado cuantos
malos recuerdos hemos borrado de la memoria. Escoger entonces a
Antonio Llanos y a Meira del Mar, es rendir tributo a los dos extremos
de la versificación impactante. Llanos jugueteó con el misticismo para
hacernos sentir románticos desfasados. Meira no ha dejado de golpear con
la fuerza del caracol en las profundidades marinas.
Seleccionar a Charry Lara, a Carranza y a Camacho Ramírez es arbi-
trio mínimo de parte de quienes creemos que los consagraron sus versos
y los inmortalizaron los años.
Sacar aparte a Aurelio Arturo o a Omar Ortiz es hurgar en el
rescoldo de un horno en donde a bastonazos de prosa han cuajado poesía
inolvidable y apetitosa. Hacer aparecer a X-504 y a Jota Mario es aceptar
que hice parte de una generación que ellos martillaron a punta de versos
e imprecaciones para intentar desde muy jóvenes convertirse en íconos
indelebles del panorama poético colombiano.
Pero incluir a Cote es manifestación extrema de mi admiración
mayúscula por quien, después de tantos años de leer tanta poesía
colombiana, ha sido el mejor y tendrá que seguir siéndolo hasta que
aparezca quién lo destrone.
96 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
La espera
Aquí me tienes esperando
que tu navío eche las anclas
mas en el cielo de los mástiles
no están los palos de tu barca.
ANTONIO LLANOS
GUSTAVO Á LVAREZ GARDEAZÁBAL 97
Nodriza
Mi nodriza era negra y como estrellas de plata
le brillaban los ojos húmedos en la sombra:
su saliva melodiosa y sus manos palomas mágicas.
¿O era ella la noche, con su par de lunas moradas?
***
Tú que hiciste a mi lado un trecho de la vía,
¿te acuerdas de ese viento lento, dulce aura,
de canciones y rosas en un país de aromas,
te acuerdas de esos viajes bordeados de fábulas?
AURELIO ARTURO
98 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
Soneto a Teresa
Teresa en cuya frente el cielo empieza
como el aroma en la sien de la flor;
Teresa la del suave desamor
y el arroyuelo azul en la cabeza.
EDUARDO CARRANZA
GUSTAVO Á LVAREZ GARDEAZÁBAL 101
Te hubiera amado
Te hubiera amado,
perfil solo, nube gris, nimbo del olvido.
Con el misterio de la mirada,
bajo la tormenta oscura de las palabras,
en la tristeza o puñal de cada beso,
hasta la ira y la melancolía,
te hubiera amado.
Te hubiera amado,
rostro donde el día toma su luz hermosa.
Frío, dolor, nube gris de siempre,
como un relámpago entre el sueño amanecías
sonámbula y bella atravesando
una aurora.
Verde mar
I
De tanto quererte, mar,
el corazón se me ha vuelto
marinero.
Y se me pone a cantar
en los mástiles de oro
de la luna, sobre el viento.
II
¡Mar!
Y es como si, de pronto,
se hiciera la claridad.
Y el corazón, de latido
en latido, dice: ¡mar!
M EIRA DEL M AR
108 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
Albatros
Frente a la ventana, el viejo marinero
Sueña las ballenas que navegan por su alma
Y que su ojo feroz no arponeó.
Su corazón es de verdad el único
Cementerio marino. No el del poema.
El que viaja en esa pequeña ola
Que rueda lentamente por su mejilla
Judith y Holofernes
(Tesis)
***
Salomé y Joakanann
(Antítesis)
***
Como viento que cierra con raquítico arbusto
en el viejo magnate la pasión se desata,
y al guiñar de los ojos, el esclavo que mata
apercibe el acero con su brazo robusto.
La palabra de Dios
(Síntesis)
GUILLERMO VALENCIA
114 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
La hora cobarde
Ya no es la flébil brisa de la inquietud fecunda
la que remueve al paso tus huertos interiores
y en torno de ti mismo la vida entera inunda
de dulces y suaves y trémulos dolores.
Sonetín
Advino ahora Lilia, de los ojos de absenta,
los muslos luengos y las piernas finas,
el busto en flor (¡Oh! las breves colinas
de róseos picos!) y la boca cruenta,
LEÓN DE GREIFF
118 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
Y comenzaste a andar,
la patria a cuestas,
la patria convertida en el recuerdo
de un sitio que borraron de los mapas,
y dolía más hondo cada hora,
y volvía más triste del silencio,
y gritaba más fuerte en el castigo.
M EIRA DEL M AR
120 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
Cantos de hombres
(Final)
Son los hombres ásperos,
Son los hombres tristes que se confunden
con las bestias y con los árboles bajo el cielo
[creciente.
Son los hombres
5 cantando sus canciones de nubes y caminos,
cantando su añoranza de tierras anchas.
AURELIO ARTURO
122 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
Declaración de amor
Las algas marineras y los peces
testigos son de que escribí en la arena
tu bienamado nombre muchas veces.
La lectura en tinieblas
Mi padre no me dejaba leer la Biblia
ni el Manifiesto Comunista
para que no gastara la poca luz
que podía pagar para la casa.
Me quitaba el bombillo y dormía con él bajo la almohada
[remordiéndole la conciencia
pero al pie de la cama de mi cuarto también roncaba
la nevera e instalado a los pies de mi cama con la
nevera abierta leía de la medianoche a los gallos
de la crucifi xión de San Pedro cabeza abajo,
de la lapidación de Pablo en Listra
y de la pasada por la espada de Santiago en los Hechos
[de los Apóstoles.
de las tripulaciones de Panait Istrati,
las duras prisiones de Nazim Hikmet
y las torturas de Julius Fucik en su reportaje al pie del
[patíbulo,
hasta que se me helaban los huesos.
J. M ARIO ARBELÁEZ
JULIÁN M ALATESTA 127
Listado plural
Rómulo Bustos Aguirre
En tono menor
¡Qué tristeza más grande, qué tristeza infinita
de pensar muchas cosas!... ¡De pensar, de pensar!
De pensar, por ejemplo, que hoy tal vez, Teresita
Alcalá, tu recuerdo me recuerda otra edad...
Yo era niño, muy niño... Tú llegabas, viejita,
cucaracha de iglesia, por la noche a mi hogar.
Te hacía burlas... Y siempre mi mamá, muy bonita
y muy dulce, te daba más de un cacho de pan...
Tú eras medio chiflada... Yo pasé buenos ratos
destrozando en tu casa, cueva absurda de gatos,
cachivaches y chismes... ¡Oh, qué mala maldad!
Pero ya te moriste... Desde ha tiempo te lloro,
y al llorarte, mis años infantiles añoro,
¡Teresita Alcalá, Teresita Alcalá!
Cinematografía nacional
Por el cielo amarilloso
de linterna
pasan las nubes colombianas.
Y cómo se les nota que no habían ensayado antes.
Los árboles
–por ser la primera vez que trabajan en cine– aparecen
tiesos, cohibidos, amanerados.
Afuera
el cielo de la noche
oscuro, ampuloso, es un inmenso gongorismo.
Y en el salón de la noche
yo aplaudo
las películas incoherentes
de este Pathé Baby.
LUIS VIDALES
RÓMULO BUSTOS AGUIRRE 133
Morada al Sur
-I-
En las noches mestizas que subían de la hierba,
jóvenes caballos, sombras curvas, brillantes,
estremecían la tierra con su casco de bronce.
Negras estrellas sonreían en la sombra con dientes de oro.
-II-
Y aquí principia, en este torso de árbol,
en este umbral pulido por tantos pasos muertos,
la casa grande entre sus frescos ramos.
En sus rincones ángeles de sombra y de secreto,
en esas cámaras yo vi la faz de la luz pura.
Pero cuando las sombras las poblaban de musgos,
allí, mimosa y cauta, ponía entre mis manos,
sus lunas más hermosas la noche de las fábulas.
*
Entre años, entre árboles, circuida
por un vuelo de pájaros, guirnalda cuidadosa,
casa grande, blanco muro, piedra y ricas maderas,
a la orilla de este verde tumbo, de este oleaje poderoso.
*
Te hablo de días circuidos por los más finos árboles:
te hablo de las vastas noches alumbradas
por una estrella de menta que enciende toda sangre:
-III-
En el umbral de roble demoraba,
hacía ya mucho tiempo, mucho tiempo marchito,
un viento ya sin fuerza, un viento remansado
que repetía una yerba antigua, hasta el cansancio.
-IV-
Duerme ahora en la cámara de la lanza rota en las batallas.
Manos de cera vuelan sobre tu frente donde murmuran
las abejas doradas de la fiebre, duerme.
El río sube por los arbustos, por las lianas, se acerca,
y su voz es tan vasta y su voz es tan llena.
136 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
*
No eran jardines, no eran atmósferas delirantes.
Tú te acuerdas de esa tierra protegida por una ala perpetua
[de palomas.
Tantas, tantas mujeres bellas, fuertes, no, no eran
brisas visibles, no eran aromas palpables, la luz que venía
con tan cambiantes trajes, entre linos, entre rosas ardientes.
¿Era tu dulce tierra cantando, tu carne milagrosa, tu sangre?
*
Todos los cedros callan, todos los robles callan.
Y junto al árbol rojo donde el cielo se posa,
hay un caballo negro con soles en las ancas,
y en cuyo ojo líquido habita una centella.
Hay un caballo, el mío, y oigo una voz que dice:
“Es el potro más bello en tierras de tu padre”.
*
En el umbral gastado persiste un viento fiel,
repitiendo una sílaba que brilla por instantes.
Una hoja fina aún lleva su delgada frescura
de un extremo a otro extremo del año.
“Torna, torna a esta tierra donde es dulce la vida”.
-V-
He escrito un viento, un soplo vivo
del viento entre fragancias, entre hierbas
mágicas; he narrado
el viento; sólo un poco de viento.
AURELIO ARTURO
RÓMULO BUSTOS AGUIRRE 137
La noche de Jacob
I
Tienes aquí el potente oleaje del mineral,
de la palabra, de la distancia y de la noche.
Sobre nosotros, temblando como un vasto filo,
el vidrio y la espuma de tus alas,
tu resplandor más agudo y sonoro que la muerte.
Estás entre el hombre y Dios
y las formas estallan, se retuercen,
te revelan fronteras que rechazan tu vuelo.
¡Oh, tú, mimado por el delirio y el lujo de la luz,
vaporoso y flotante,
feliz entre la música que difunde tu enigma!
Tú, la más leve criatura de un abril
cuyo aroma no ha descendido aún
sobre los gajos y el fragor de la tierra.
Contra ti la distancia, el terrón,
el torvo ceño de la casa, del peltre, de la madera y de la hoja,
porque las normas en derrota
son creadoras de tu soplo inaudible,
porque divides,
porque en un fino sitio
tu voz rema en un aire donde Dios nos olvida.
Tener dientes, aquí, velados por el humo,
mordiendo secamente la paloma y la espada,
el hierro con los ojos, con las manos la llama.
Tenerte –¡oh, ángel!–, despojar tu sonrisa,
nutrirnos de una dicha que fue nuestra,
que un agosto del tiempo robaste a nuestra sangre.
¡Ay!, ¡nosotros respondemos por tu vuelo!
Ahora es el colibrí sobre las cañas,
ahora es el alba,
ahora es la mujer que requiere a su hijo
entre miles de hijos que la miran llorando.
Ahora es la alcoba
y el retrato
y la pared para el retrato.
Ahora es el nosotros,
lo que muere, respira,
se sacude y recuerda,
el nosotros que anulas con tu fuego invisible.
138 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
II
Los fi rmes dioses, los hoscos,
ya por siempre humillados
en esta cópula de ceniza y de luz de nuestros miembros,
simple y sin embargo temible y hermosa
como la sombra del sol
entre las yerbas que acaba de enrojecer una batalla.
Este mundo tejido por el ocio innominado y poderoso
igual al más amplio trabajo.
Terrón a terrón,
hoja por hoja,
cabello por pelusa
y un pájaro cualquiera festejando lo oscuro,
la dicha, la victoria final de sabernos mortales.
Amplia, repito, es esta fina música,
este viento modulado en llovizna,
este clamor de las estatuas
con sus brazos segados y sus huecas pupilas
alimentadas por mendrugos de lluvia.
La orgía esencial nos ha contaminado
mirando, sentados, aquí bajo el almendro,
o entre el círculo que alimenta el aceite de las lámparas
y derrama un tufo de murciélago y de hombre sobre el altar,
cómo asciende la vida
y del poro, regresando a la sangre,
busca su muerte antigua,
la penumbra de las costillas y el origen de un estiércol
que ahora navega en la espuma de nuestro nombre.
Regreso de mí, de lo mío,
de mi pecho,
a lo tuyo, al brillo y al odio de tu hombro,
al lunar y la mosca,
a la mueca que no tiene ni sábado ni martes,
al querubín de azúcar que fabrican mis huesos.
III
En el apogeo de la madera o en el triunfo de la carcoma;
en la molicie del gusano que arrienda una estación entre la
[pulpa y en el ojo del padre
que oye crujir por vez primera las caderas de su hija
cuando un toro de trapo implora dulcemente
por la gota que titila en su corpiño;
por el gozne podrido de la carreta;
RÓMULO BUSTOS AGUIRRE 139
IV
De cada uno de nuestros cabellos
ha de nacer una espina,
de cada suspiro ha de nacer un acto,
cada gesto en nosotros responde por un sueño.
¡He aquí entonces, reunido,
nuestro placer entre las cosas!
He aquí nuestro movible clamor.
Santigüemos la tierra,
bauticemos el piélago
y el sitio en que hemos de demorar y separarnos.
Contemos avaramente nuestro botín,
nuestras henchidas glándulas,
nuestros brazos mojados.
Sacudamos hermosamente el sitio de nuestra cabeza
y gocemos el trofeo de nuestro sudor
en el instante en que el deseo, por fin rendido,
se alimenta en nosotros como el humo de un salmo.
V
Han desnudado un dios entre mis aguas,
entre mis venas han degollado un dios
y han puesto en mis rodillas
el filo de una temible claridad.
Estoy solo.
Por eso miro las barracas,
la espuma armoniosa en las espaldas de los bañistas,
el tesoro fabricado por un diminuto escarabajo.
¡Éste es mi placer en lo tactable!
Dichoso el que olvida entre las rocas
aquel ahogado de listada camisa,
140 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
VI
Tres veces he sido golpeado duramente
y mi frente guarda la memoria de una espada
como relámpago atesorado por la raíz y la energía de mis
[dientes.
Llegas como oscuro caballo entre sudados símbolos
y una paloma difunde tu sexo más allá de las hojas
y te extiende como un país de olor
sobre los objetos y los rostros que te aspiran callados.
Manos sagradas perciben la potestad de tu nariz,
el ansia divina de tus glándulas,
tus cascos triturando vastos girasoles para licuar el alba.
La luz parte de ti como un pájaro hambriento
y aletea entre nosotros,
nos desnuda en el día,
nos muestra batallando con la arena y la noche.
Hemos visto entonces un bosque
vuelto sobre sí mismo como un hombre dormido
y hemos sentido tu flotante respiración,
tu deseo en los objetos que nombramos con amor,
el regocijo de tus bordes
en un labio que aniquilamos sin alegría.
¡Tu odio es superior a tu fuerza!
RÓMULO BUSTOS AGUIRRE 141
VII
Tu presencia es, siempre, siempre,
una estación imprevista.
Somos inferiores a la energía de tu secreto.
Somos intrusos de un orden que aniquilamos
[con nuestra llegada.
Desconocemos la pureza como un país abandonado
[en la noche
y somos cómplices de la brisa y la piedra, de la yerba,
[del amor,
de los hilos del día confabulados contra el ojo y la sangre.
Propiciamos, viviendo, un juego de pedirnos guedeja
[por estrella,
hueso por voz, saliva por ceniza.
¡Ay!, ni madera ni mejilla ni casa,
inútiles y sagrados como el aire de un templo.
(La escalinata daba al mar, era viernes,
agosto dulcemente navegaba en un lirio del comedor,
más allá los caballos transportaban el día,
cuerpos tan finos como ángeles,
ángeles silenciosos nos miran llorando.)
VIII
Como un perfume era todo el suplicio de mis propios ecos,
más alto, aún, más dividido, más exacto que el ave
al dibujar la totalidad de nuestro albedrío
con su simple pasar de la luz al silencio.
Porque he grabado mi derrota en el viento
he conquistado mi derecho, mi terror venturoso,
la oferente alegría de cruzar mi palabra
y mirarme encendido más allá de mis ojos.
Estoy aquí (mi lumbre entre las cosas, el cielo, mi avidez,
el suspiro).
Estoy aquí (la escalinata daba al mar, doy a un jueves,
el tiempo deliraba entre húmedos ramajes).
142 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
Mohirología
Un cardo amargo se demora para siempre en tu garganta.
¡Oh, detenido!
Pesado cada uno de tus asuntos,
no perteneces ya a lo que tu interés y vigilia reclamaban.
Ahora inauguras la fresca cal de tus nuevas vestiduras,
ahora estorbas, ¡oh, detenido!
Voy a enumerarte algunas de las especies de tu nuevo
[reino
desde donde no oyes a los tuyos deglutir tu muerte
y hacer memoria melosa de tus intemperancias.
Voy a decirte algunas de las cosas que cambiarán para ti,
¡oh, yerto sin mirada!
Tus ojos te serán dos túneles de viento fétido, quieto,
[fácil, incoloro.
Tu boca moverá pausadamente la mueca de su
[desleimiento.
Tus brazos no conocerán más la tierra y reposarán
[en cruz,
vanos instrumentos solícitos a la carie acre que los
[invade.
¡Ay, desterrado!, aquí terminan todas tus sorpresas,
[tus ruidosos asombros de idiota.
ÁLVARO MUTIS
146 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
GIOVANNI QUESSEP
RÓMULO BUSTOS AGUIRRE 147
Momentos
1
Los carboneros sobre el río
Los troncos negros brotan retorciéndose
y avanzan desde las orillas
Un insecto de plata raya el agua.
2
Mide un jeme tal vez
ese cuerpo de forma de cuchillo
de cuarzo
Toda ella está hecha
para predar: la boca
el ojo vivo
La sabaleta: un ágil coletazo.
3
Entonces hay un vuelo
(brusco, rasante)
como un tijeretazo sobre el agua
Un martín pescador
Sólo veo su dorso azul oscuro
cuando se va.
4
Soy un intruso en este reino de crueldad
[inocente.
Mester de ceguería
I
Desde la terraza, a la hora en que el sol cernía picos de
pájaros azules, mi madre y yo
mirábamos el patio en la casa de los ciegos.
II
Los niños ciegos reemplazaban el balón por una caja de
lata y jugaban con el ruido.
Cuando el ruido rodaba hacia algún lugar del patio, los
niños lo perseguían, lo pateaban corriendo entre las
sombras.
III
Mi madre y yo en la terraza.
Y abajo, ángeles de la sombra corrían
[como locos tras del ruido.
Después nuestra casa era una jaula.
Mi madre paseaba por la alcoba limpiando el ojo a los
[retratos de sus muertos.
Yo escuchaba el deslizar de las sombras en la estancia.
IV
Entre árboles que levitaban su floración oscura,
la casa nos guardaba de la tarde tempestuosa.
Y ya de noche, acomodado al recinto del sueño,
como un ciego perseguía el ruido de agua de
aquella mujer desconocida.
V
Preguntaba por la extranjera, sin pensar
[que somos extranjeros en el sueño.
Me paseaba con un gorro de cascabel por jardines
lluviosos, escuchando el techo piafante
de un establo o un ruido de Biblias
[en los cuartos vecinos.
VI
La noche me tatuaba.
Nocturno III
Una noche,
una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de músicas
[de alas, una noche
en que ardían en la sombra nupcial y húmeda las luciérnagas
[fantásticas, a mi lado, lentamente, contra mí
[ceñida toda, muda y pálida
como si un presentimiento de amarguras infinitas
hasta el fondo más secreto de tus fibras te agitara,
por la senda que atraviesa la llanura florecida caminabas,
[y la luna llena
por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz
[blanca, y tu sombra fina y lánguida, y mi
[sombra por los rayos de la luna proyectada
sobre las arenas tristes
de la senda se juntaban y eran una y eran una
¡y eran una sola sombra larga!
¡y eran una sola sombra larga!
¡y eran una sola sombra larga!
Esta noche solo, el alma
llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la
[distancia, por el infinito negro, donde nuestra
[voz no alcanza, solo y mudo
[por la senda caminaba,
y se oían los ladridos de los perros a la luna,
a la luna pálida y el chillido de las ranas,
sentí frío, ¡era el frío que tenían en la alcoba
tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
entre las blancuras níveas
de las mortuorias sábanas!
Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte,
era el frío de la nada...
Y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada
iba sola
iba sola
¡iba sola por la estepa solitaria!
Á LVARO M ARÍN 157
(Formentera)
Desciende hasta la carne el peso de las nubes,
humo de sol de par en par mordido.
La simiente madura su silencio,
socavada la noche en las raíces
y gira su oración en torno a la espiga.
Tiempo de metal grave, cuerpo hendido.
El mediodía aviva un hambre eterna
y el ojo padece un fuego ausente
como insecto lunar que vive en tierra.
Muros de cal ahogan el sonido,
crecen las sombras y las voces duermen.
El tacto se calcina abierto hacia las piedras
y hondamente gravitan las horas bajo el polvo.
La piel conoce el tiempo, el pulso de la tierra.
Un gusto de desierto surge entre los labios.
Por la isla quemada caminan los caballos,
cascos duros de anhelo bruñidos por los años.
Día vertical, nulo de esperanza
como aljibe sin agua. Está a fondo la carne.
Dan vueltas lentamente las aspas del molino
y el viento muele el trigo con fervor milenario.
Los párpados esperan que las horas los venzan
con su fardo profundo, que la noche borre
las huellas de los pasos. Ningún ayer del mar
queda en las riberas, tan sólo restos
roídos por las olas.
Formentera se aleja
barrida por el viento, desierta, castigada.
El faro de la Mola en vano cava el aire
en busca de la noche. El mar sólo es presente
renovado en los ojos, eco eterno y sin fondo.
Soledad en la luz. Gira el tiempo en las aspas.
Se espera, se trascurre. El tiempo está en la carne.
CARLOS OBREGÓN
Á LVARO M ARÍN 159
***
Esto fue antes de la furia. Porque después todo lo
devoró un monstruoso sopor, una vocación que emergía
simplemente de todas las cosas dispuestas a un íntimo
e ineludible sacrificio. Mientras tanto –mientras el
almendro y el sombrero de paja y los mediodías de
hilo lavado se preparaban para aumentar la colosal
aniquilación– llegó octubre como una bestia ubicua
sobre las siembras. Era el color de un olor, la lluvia mil
veces evaporada en cada rostro, la ceniza que acumula
el hastío en los ojos de cada moribundo. No hablaremos
del trueno que nos dividió para siempre. Ni haremos
memoria de la madera rendida en holocausto. Tampoco
hablaremos del temblor que obscureció el mar cuando
pareció suspenderse en el horror de un presentimiento.
Pero esto, en sí mismo, sería el tema para que nuestras
voces –la orgía de nuestro suplicio– amenguaran la
victoria de tanta confabulación. Porque el centavito de
panela y la risa del loro y el olor dental de nuestra tía
y la camisola de la parturienta inflada por el viento del
atardecer, no son suficientes ahora, de nuevo entre el lujo
de las cosas vivientes, para que nuestra totalidad haya
Á LVARO M ARÍN 163
***
***
Entonces la ciudad
(sólo ahora lo deduzco)
tenía una luz sin fondo,
una penumbra herida
como si un vasto crimen amenguara sus lámparas.
El río soplaba fugitivo
más allá del amor, de las voces,
su sonido vibraba de espalda a nuestra sangre.
Vino ella (me recordaba un vago objeto de mi niñez,
algo marchito en las miniaturas de un libro,
una tímida culpa entre los muslos de un compañero
lustroso como un río bajo la Luna).
Después tornaríamos a lo nuestro:
al esqueleto del pan,
al sudor de agosto,
a la muerte lamiendo nuestros bordes de fósforo.
Á LVARO M ARÍN 165
***
Aquel mediodía duro (la luz estaba tensa como la frente
de un guerrero) cruzamos el dintel clausurado. Detrás
quedaban las hojas, los vapores humanos, el ruido de
múltiples, orgiásticos y anónimos elementos flotando
sobre la piedra de la ciudad. El recinto era un vaho
de humedad y tibieza derramando en las baldosas
y los velos un ambiguo olor a caballo y murciélago.
Penetrábamos a otro ser (lo sabíamos con una seguridad
parecida a la ignominia), a su sangre, a la palpitación de
sus vísceras en silencio. Un jardín brillaba en el fondo
con su energía de aluminio, con sus estatuas y su ramaje
desdibujados por un relente de grasosa putrefacción.
Cuando apartamos el último velo el corazón temblaba
en nuestros labios como una nuez con alas. Entonces lo
vimos allí –gordo, inmemorial y rosado– con sus ojillos
de toro semientornados sobre su cabeza sagrada. Un leve
resuello derramaba pequeños granos de ámbar sobre
su piel deleitosamente amasada por el ocio. Era blando,
cálido, bochornosamente efuminado entre esa luz que
emanaba de su presencia como un sudor de oro.
***
Y si este aire, mío y tuyo,
dejase de vibrar en busca de un rostro
más, mucho más puro que nosotros,
nosotros los que, encendidos,
afinamos un ímpetu extranjero,
un símbolo –tal vez ya clausurado–
y del cual somos, apenas, el ámbito breve,
el pretexto para su terca odisea,
¡oh fulgente enemigo,
verdugo armado de árbol
y labio y niño y piedra!,
¡oh tardes que plegáis sobre nosotros
el humo en que evaporamos el estigma de nuestra ceniza!,
no efundiremos jamás nuestro total perfume.
De esta experiencia –este ver y oír, caer y levantarnos–
surgiremos heridos.
Nuestra llaga terrestre no ha de sanar pues un día
166 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
Pájaro
En el aire
hay un pájaro
muerto;
quién sabe
adónde iba
ni de dónde ha venido.
¿Qué bosques traía,
qué músicas deja,
qué dolores
envuelven
su cuerpo?
¿En cuál memoria
quedará
como diamante,
como pequeña hoja
de una selva
desconocida?
Pero en el aire
hay un patio
y una pradera,
hay una torre
y una ventana
que no quieren morir
y están prendidos
de su cola
larga de norte a sur.
En el aire
hay un pájaro muerto.
No sabrá de la tierra
ni de esta mancha
que todos llevamos,
de las máscaras
que lapidan,
de los bufones
que hacen del Rey
un arlequín perdido.
¿Quién lo guarda,
quién lo protege
Á LVARO M ARÍN 169
como si fuera
la mariposa angélica?
Pájaro muerto
entre el cielo y la tierra
GIOVANNI QUESSEP
170 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
Ibas a tu casa
con la mano crispada en un billete
cuyos bordes derramaban pan
y cuyo fondo era tu lengua en los zaguanes
o tu aliento en la memoria de los latigazos.
Ibas a tu casa
con el hambre de guardia en el gaznate
y la tarde escondida entre tu pelo
con toda la dificultad de su esfumino.
Ibas negro, inmensamente mentiroso en tu belleza,
con tus palmas rosadas
y tus dientes de lento cocodrilo humano
que le abrían horizontes de nieve a tu sonrisa.
Ibas dispuesto a fornicar,
a no pensar en las ojeras de tu madre –argollas colgantes–
o a tenderte en el suelo con tu hijo menor
y mostrarle las manos del aire en el espacio
sosteniendo el corazón del colibrí.
Ibas desprevenido
con tus llagas como rosas sobre el hombro
y las tinieblas de tu raza desbordando el rostro
por las tibias ventanas de tus poros.
Á LVARO M ARÍN 171
Tu cuello de cilindro,
tu risa de cal,
la abrupta geografía de tus brazos,
la sangre carmelita de tu abuelo,
no eran la barbarie agazapada
bajo el oscuro manto de tu piel.
EMILIA AYARZA
Á LVARO M ARÍN 173
Lectura personal
Lucía Estrada
Amén
Que te acoja la muerte;
que te acoja la muerte
con todos tus sueños intactos.
Al retorno de una furiosa adolescencia,
al comienzo de las vacaciones que nunca te dieron,
te distinguirá la muerte con su primer aviso.
Te abrirá los ojos a sus grandes aguas,
te iniciará en su constante brisa de otro mundo.
La muerte se confundirá con tus sueños
y en ellos reconocerá los signos
que antaño fuera dejando,
como un cazador que a su regreso
reconoce sus marcas en la brecha.
ÁLVARO MUTIS
LUCÍA ESTRADA 175
XXXVI
A veces
veo en mis manos las manos
de mi padre y mi voz
es la suya
un oscuro terror
me toca
quizá en la noche
sueño sus sueños
y la fría furia
y el recuerdo de lugares no vistos
Biblioteca de ciegos
Absortos, en sus mesas de caoba,
Algunos ciegos recorren como a un piano
Los libros, blancos libros que describen
Las flores Braille de remoto perfume,
La noche táctil que acaricia sus dedos,
Las crines de un potro entre los juncos.
Un desbande de palabras entra por las manos
Y hace un dulce viaje hasta el oído.
Inclinados sobre la nieve del papel
Como oyendo galopar el silencio
O casi asomados al asombro, acarician la
[palabra
Como un instrumento musical.
Cae la tarde del otro lado del espejo
Y en la silenciosa biblioteca
Los pasos de la noche traen rumores de leyenda,
Rumores que llegan hasta orillas del libro.
De regreso del asombro
Aún vibran palabras en sus dedos memoriosos.
Jacob y el ángel
A cada paso mío
se oculta lo que soy, el otro
que me persigue en sueños
y aun en la vigilia.
¿Cómo hallar esa historia
escrita por mí mismo?
¿Cómo decir su nombre
para que nadie sepa que estoy solo?
Quiero callar;
tal vez en el silencio
se revele su rostro que presiento
semejante a un país que no he olvidado;
así podré vivir al menos,
terminar esta farsa de dos desconocidos,
aunque su hechizo venga
desde el origen y la primavera.
GIOVANNI QUESSEP
178 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
Mi casa
Mi casa, como el desierto, no tiene techo ni puerta, sólo
[boca.
Casa de piedra
Era corriente
y deslucido
y mohíno
el ademán
con que dábamos la espalda a la casa de piedra
de mi padre para ondear faldas floreadas y de luz
en nuestro puerto desecado.
Pues el silencio,
que no el bullicio de los días,
atraviesa.
El silencio,
que son treinta y dos ataúdes
vacíos y blancos.
ANDREA COTE
181
Consideraciones suplementarias
Samuel Vásquez
Esta selección fue hecha con el método falible y placentero del lector
común: el gusto.
Pero como algunos de estos poetas tienen más de diez poemas que
me gustan, tuve la obligatoria necesidad de acudir a consideraciones
suplementarias.
Por ejemplo, el poema Responso por un burócrata, de Héctor Rojas
Herazo, fue escogido entre otros suyos por su anterioridad, oportunidad y
originalidad, es decir, por ser un poema pionero que resume y supera toda
la fallida estética nadaísta posterior.
El poema Llanura de Tuluá, de Fernando Charry Lara, por la fina y
magistral reunión de opuestos que genera una atmósfera de ambigüedad,
la cual otorga una gran delicadeza a un tema como el de la violencia.
Mester de Ceguería, de Juan Manuel Roca, por ser donde introduce,
por primera vez en un mismo poema, temas que habitarán su universo
poético a lo largo de los años: los ciegos, el barrio, la noche.
Parábola, de Giovanni Quessep, porque es bello como otros poemas
suyos, pero este es más largo y prolonga la belleza.
Es decir, he escogido estos poemas porque me gustan y me dan
la oportunidad de agradecer a estos poetas su hermosa y compañera
palabra.
182 LUNA NUEVA: ONCE MIRADAS A LA POESÍA COLOMBIANA
Una palabra
Cuando de repente en la mitad de la vida llega una palabra
jamás antes pronunciada,
una densa marea nos recoge en sus brazos y comienza el largo
viaje entre la magia recién iniciada,
que se levanta como un grito en un inmenso hangar
abandonado donde el musgo cobija las paredes, entre el óxido
de olvidadas criaturas que habitan un mundo en ruinas, una
palabra basta,
una palabra y se inicia la danza pausada que nos lleva por entre
un espeso polvo de ciudades,
hasta los vitrales de una oscura casa de salud, a patios donde
florece el hollín y anidan densas sombras,
húmedas sombras, que dan vida a cansadas mujeres.
Ninguna verdad reside en estos rincones y, sin embargo, allí
sorprende el mudo pavor
que llena la vida con su aliento de vinagre-rancio vinagre que
corre por la mojada despensa de una humilde casa de placer.
Y tampoco es esto todo.
Hay también las conquistas de calurosas regiones, donde los
insectos vigilan la copulación de los guardianes de sembrados
que pierden la voz entre los cañaduzales sin límite surcados
por rápidas acequias
y opacos reptiles de blanca y rica piel.
¡Oh el desvelo de los vigilantes que golpean sin descanso
sonoras latas de petróleo
para espantar los acuciosos insectos que envía la noche como
una promesa de vigilia!
Camino del mar pronto se olvidan estas cosas.
Y si una mujer espera con sus blancos y espesos muslos
abiertos como las ramas de un florido písamo centenario,
entonces el poema llega a su fin, no tiene ya sentido su
monótono treno de fuente turbia y siempre renovada por el
cansado cuerpo de viciosos gimnastas.
ÁLVARO MUTIS
SAMUEL VÁSQUEZ 183
y en la algarabía
de los vendedores de fruta
olvidados dioses hablan
II
Repetido naufragio de los parques
en el anochecer
Parábola
Estaba seguro por el vuelo de las generaciones
Que era una posibilidad legendaria
Oyó contar a los soldados del rey
Historias que brotaban de la mano del tiempo
O se perdían en la penumbra
Donde la Flor de Loto confabulada con su blancura
Para tejer el olvido
Que habría de salvarlos de la ignominia y la guerra
Nuestros seleccionadores
VÍCTOR LÓPEZ R ACHE
Nació en 1959. Abandonó la carrera de Economía para dedicarse al estudio y la creación
literaria. Obras: Sin espejos, Premio Nacional de Poesía Imaginación para un nuevo
milenio, 2000. La casa, Premio Nacional de Poesía Ciudad de Bogotá, 1992. Otra orilla
de luz, 1985. Obtuvo en 1990 el Premio de Poesía Universidad Externado de Colombia.
Poemas suyos han sido incluidos en distintas antologías. Ha sido comentarista de
libros, escribe ensayo y su trabajo habitual es en prosa.
ÁLVARO MARÍN
Hechizado por la poesía de César Vallejo y Miguel Hernández publiqué mi primer
libro de poemas con el título de Jinete de Sombras en 1992. La publicación fue un
reconocimiento que me hizo la Casa de Poesía Fernando Mejía de Manizales, luego fui
invitado al diario El Espectador
ectador de Bogotá para colaborar con notas sobre cultura y lite-
ratura en el Magazín Dominical dirigido por Marisol Cano y coordinado por el poeta
Juan Manuel Roca, medio que jugó un papel crítico importante en la vida cultural
del país en los años noventa. El hechizamiento con la literatura y la poesía fue mayor
cuando leí a los poetas Cardoza y Aragón y José Lezama Lima y a los narradores
Macedonio Fernández y Alejo Carpentier. Tenía en este tiempo una lectura de
escritores europeos, pero el acercamiento interesado a la expresión latinoamericana
fue para mí una revelación de sentido histórico y poético a la vez