Está en la página 1de 23

Bloomsbury Group, según Williams

La Fracción Bloomsbury
Raymond Williams[1]

(Traducción de María Trabal, con la colaboración de Nicolás Der


Agopián. Revisión de Inés Trabal)

Hay serios problemas de método en el análisis de grupos culturales.


Cuando analizamos grupos sociales grandes, tenemos algunos
métodos obvios y útiles a nuestra disposición. Los números
importantes nos permiten análisis estadísticos significativos. Por lo
general, hay instituciones organizadas y creencias relativamente
codificadas. Igualmente quedan muchos problemas en el análisis,
pero al menos es posible comenzar con estos datos duros
razonables.
En el caso de un grupo cultural, el número de personas involucradas
es generalmente demasiado pequeño para el análisis estadístico.
Puede haber o no instituciones organizadas a través de las cuales el
grupo trabaja o se desarrolla, pero aun las instituciones más
organizadas difieren en tipo y escala de aquellas de los grandes
grupos. Los principios que unen al grupo pueden estar o no
codificados. Donde lo estén, un tipo de análisis es inmediatamente
relevante. Sin embargo, hay muchos grupos culturales importantes
que tienen en común un cuerpo de prácticas o un ethos distinguible,
en lugar de los principios o aspiraciones de un manifiesto. Lo que el
propio grupo no ha articulado, quizá sea reducido a un conjunto de
formulaciones, pero algunos efectos de la reducción como la
simplificación y hasta el empobrecimiento, son altamente probables.
El significado social y cultural de todos estos grupos, desde el más
al menos organizado, difícilmente pueda ser puesto en duda.
Ninguna historia de la cultura moderna podría ser escrita sin
prestarles atención. Es, sin embargo, un asunto incómodo para la
historia y la sociología. Encontramos historias de grupos
particulares, pero poca historia comparativa o analítica. En la
sociología de la cultura, encontramos el efecto de una sociología
general que tiende a concentrarse en grupos de tipo familiar con
instituciones relativamente organizadas: iglesias, para la sociología
de la religión; sistemas educativos, para la sociología de la
educación. En otras áreas de la cultura: la escritura, la pintura, la
música, el teatro y, para el caso, la filosofía y el pensamiento social,
lo que generalmente se ve es especialización o indiferencia. El
grupo, movimiento, círculo o tendencia, parecen demasiado
marginales, pequeños o efímeros para merecer un análisis histórico
y social. Sin embargo, su importancia como hecho social y cultural,
especialmente en los dos últimos siglos, es enorme: a través de sus
logros y su forma de ejecución nos hablan acerca de la sociedad
más amplia con la que mantuvieron relaciones tan inciertas.
Estas son consideraciones generales, pero particularmente
importantes en el caso del Grupo Bloomsbury, si no fuera más que
porque, influyentemente, hicieron grandes esfuerzos de
reivindicación o de insinuación, para desviarlas o negarlas. A modo
de ejemplo, Leonard Woolf:
What came to be called Bloomsbury by the outside world never
existed in the form given to it by the outside world. For
“Bloomsbury” was and is currently used as a term-usually of abuse-
applied to a largely imaginary group of persons with largely
imaginary objects and characteristics... We were and always
remained primarily and fundamentally a group of friends.[2]
Por supuesto, cuando Leonard Woolf se quejó de una representación
errónea, tenía importantes cosas para decir. Igualmente, el interés
teórico de su observación es que, en principio, al discutir este
“largely imaginary group”[3] toma por descontado la existencia y el
concepto de “the outside world”[4]; y segundo, que contrapone “a
group of friends”[5] a un grupo en un sentido más general. Pero es
cierto que varios, aunque no todos los grupos, empiezan y se
desarrollan como grupos de amigos. Lo que entonces debemos
preguntarnos es si algunas de sus ideas o actividades compartidas
fueron elementos de su amistad que contribuyeron directamente a
su formación y distinción como grupo, y luego, si hay aspectos de
la manera cómo devinieron amigos que sirvan de indicadores de
factores sociales y culturales más amplios. Es significativo, por
ejemplo, continuar con la cita:
We were and always remained primarily and fundamentally a group
of friends. Our roots and the roots of our friendship were in the
University of Cambridge.[6]
Resulta entonces especialmente significativo de Bloomsbury que la
Universidad de Cambridge pueda ser tomada como si fuera una
simple locación, más que la institución que fue y es, altamente
específica a nivel social y cultural. Por otra parte, las raíces sociales
y culturales de esa particular forma de percepción –el “grupo” y el
“mundo exterior”– deben ser rastreadas en una posición y formación
social precisa.
Es este el punto real del análisis social y cultural de cualquier tipo
de desarrollo: atender no sólo las ideas y actividades manifiestas,
sino también las posiciones e ideas implícitas. Esto es especialmente
necesario en la Inglaterra de los últimos cien años, donde el
significado de grupos como Bloomsbury o, para tomar otro ejemplo
relevante, F. R. Leavis y su revista Scrutiny ha sido ampliamente
reconocido, pero desde una perspectiva general débil. Dado que los
conceptos que se refieren a los grupos pertenecen esencialmente a
las definiciones y perspectivas de los propios grupos, cualquier
análisis subsiguiente tenderá a ser interno y circular.
Esto es así, por ejemplo, en el concepto de la “aristocracia
intelectual” que ha popularizado y documentado Lord Annan, así
como en el de “minorías culturales”, en que a su distinto modo
confiaban Clive Bell de Bloomsbury y F. R. Leavis de Scrutiny. El
asunto es no cuestionar la inteligencia o lo cultivados que eran tales
grupos autodefinidos. Se trata, en cambio, de relacionarlos en sus
formas específicas a esas condiciones más amplias que el concepto
de una “aristocracia” o “minoría” implica, y a su vez oscurece. Esto
significa hacerse preguntas acerca de la formación social de dichos
grupos en el contexto deliberado de una historia más amplia,
abarcando relaciones muy generales entre la clase social y la
educación. Más aun, significa preguntar acerca de los efectos de la
posición relativa de cualquier formación particular en sus
actividades sustantivas y definitorias, efectos que pueden ser
presentados meramente como evidencia de distinción, pero que
desde otra perspectiva pueden ser vistos como definitorios en
aspectos menos evidentes.
De este modo, la presentación de Annan de una “aristocracia
intelectual”, definida por cierto número de familias intelectualmente
distinguidas, debe ser calificada en base a dos consideraciones
diferentes. La primera, es el efecto (incluyendo el generacional) de
la posición social de aquellas familias respecto a las oportunidades
de distinción intelectual de sus miembros. La segunda, que estas
familias están constituidas por grupos de personas que solamente
deben describirse como las más eminentes hacia afuera (este
método permite una inclusión casi infinita por motivo de parentesco,
en tanto que la inclusión por distinción independiente podría causar
más problemas). Si bien una familia distinguida es un punto de
inicio, ¿quién podría ser incluido y alabado por el criterio
aparentemente independiente de logro intelectual? Creo que es
realmente cierto que en el caso de varios sujetos de Annan, los
criterios independientes tornan evidentes algunos grupos de
distinción. Sin embargo, estos pueden, luego, quedar abiertos a
distintos tipos de análisis y conclusiones a partir del concepto
ideológico, y derivado ideológicamente, de “aristocracia intelectual”.
Las mismas consideraciones se aplican al Grupo Bloomsbury,
especialmente vistas desde la perspectiva histórica. Puede ser
presentado, razonablemente, como un agrupamiento de talentos
extraordinarios. Pero, en Bloomsbury, claramente, hay también
eminencia por asociación. Es interesante recorrer la lista de Leonard
Woolf del primer Bloomsbury y sus posteriores incorporaciones. Es
difícil tener certezas en estas cuestiones, pero es interesante
preguntarse cuántas de estas personas serían recordadas separada
e independientemente, en cualquier sentido cultural general, aparte
de su membresía en el grupo. Quiero decir, que en un tipo de
presentación podemos guiarnos por Virginia Woolf, E.M Forster y J.
M. Keynes, y luego continuar con el círculo de personas que se
amplía a su alrededor. Pero supongamos que tomamos la lista como
sigue: Vanessa Bell, Virginia Woolf, Leonard Woolf, Adrian Stephen,
Karin Stephen, Lytton Strachey, Clive Bell, Maynard Keynes, Duncan
Grant, Morgan Forster, Saxon Sydney Turner, Roger Fry, Desmond
McCarthy, Molly MacCarthy, Julian Bell, Quentin Bell, Angelica Bell,
David (Bunny) Garnett. Es una lista de gente muy conocida, y otros
no tanto. Es justamente lo que habríamos esperado de la precisa
descripción expuesta por Leonard Woolf, un grupo de amigos y sus
relaciones. Estaban incluidas algunas personas cuyo trabajo hubiera
sido ampliamente respetado aunque el grupo no fuera recordado,
otros para quienes claramente ese no es el caso, y algunos donde
resulta difícil distinguir su reputación independiente y el efecto
causado por la asociación al grupo y a su memoria.
No obstante, lo que se quiere subrayar es el hecho de no disminuir
a nadie. Eso sería, en realidad, una grosera rendición frente a ciertos
modos de enjuiciamiento humano que Bloomsbury y grupos
similares efectivamente popularizaron. Lo importante es ver el
significado del grupo cultural más allá de la simple presentación
empírica y de la autodefinición como un “grupo de amigos”. Lo
importante, entonces, es preguntarse qué fue el grupo, social y
culturalmente, como una cuestión diferente (aunque relacionada)
de los logros de los individuos y la percepción inmediata de sus
relaciones. En verdad es solamente porque muchos grupos
culturales modernos y significativos se han formado y desarrollado
de esta manera, que debemos preguntar, aun frente a las cejas
enarcadas de Bloomsbury, algunas cuestiones teóricas (pesadas).
Es evidente que ningún análisis que descuide los elementos de
amistad y relacionamiento, según los cuales se reconocieron y
autodefinieron, podría ser adecuado. Al mismo tiempo, cualquier
restricción de estos tópicos escaparía a las claras del significado
general del grupo. Debemos entonces pensar modos de análisis que
eviten colapsar un tipo de definición en la otra: ni el grupo
generalizado ni la reunión empírica. Su formación interna específica
y su evidente significado general, tomados ambos en conjunto,
hacen que Bloomsbury justamente resulte tan interesante. Es
también un caso de especial interés a nivel teórico, dado que es
imposible desarrollar una teoría sociológica moderna si no
encontramos el modo de discutir tales formaciones tomando en
cuenta los términos en que se veían a sí mismos y como querían ser
presentados, y al mismo tiempo analizar estos términos junto a su
significado social y cultural. De esta manera, aunque voy a discutir
sobre todo acerca de Bloomsbury, también incluiré algo acerca de
Godwin y su círculo, y de la Hermandad Pre-Rafaelita. En parte para
compararlos, también históricamente, pero a su vez como un modo
de empezar a encontrar términos para una discusión más general.

La Formación de Bloomsbury

Primero debemos señalar que algunos de los principios fundadores


declarados por Bloomsbury, eran de un tipo que se correspondía
directamente a su preciso modo de formación y a las actividades por
las cuales la mayoría de ellos son recordados. Todos los informes
subrayan la centralidad de los valores compartidos, tales como el
afecto personal y el goce estético. Para cualquier formulación
consciente de estos valores, generalmente se menciona la gran
influencia de G. E. Moore sobre los amigos originarios de Cambridge.
Estos valores compartidos estaban modulados de maneras
específicas. Había un énfasis sostenido en la sinceridad: las
personas debían decirse unas a otras exactamente lo que pensaban
y sentían. También se subrayaba la claridad: el reconocimiento
sincero, o cualquier otro tipo de afirmación, debía esperar
encontrarse con la pregunta “¿y qué quieres decir exactamente con
eso?” Estos valores y hábitos compartidos eran, entonces, de una
inmediata relevancia para la formación interna del grupo y para
algunos de sus efectos externos. Los mismos que los agruparon
íntimamente, pronto les brindaron la sensación autocomplaciente de
ser distintos de los otros, los cuales a su vez, podían identificarlos
como un grupúsculo. Sin embargo, en este como en otros
importantes aspectos, también constituían una de las formaciones
avanzadas de su clase:
When I went to Ceylon [sc. 1904] –indeed even when I returned
[sc.1911]- I still called Lytton Strachey Strachey and Maynard
Keines Keines, and to them I was still Woolf. When I stayed for a
week with the Stracheys in the country in 1904, or dined in Gordon
Square with the Stephens, it would have been inconceivable that I
should have called Lytton’s or Toby’s sisters by their Christian
names. The social significance of using Christian instead of
surnames and of kissing instead of shaking hands is curious. Their
effect is greater, I think, than those who have never lived in a more
formal society imagine. They produce a sense –often unconscious-
of intimacy and freedom and so break down barriers to thought and
feeling. It was this feeling of greater intimacy and freedom, of the
sweeping away of formalities and barriers, which I found so new and
so exhilarating in 1911. To have discussed some subjects or to have
called a (sexual) spade a spade in the presence of Miss Strachey or
Miss Stephen would seven years before have been unimaginable;
here for the first time I found a much more intimate (and wider)
circle in which complete freedom of thought and speech was now
extended to Vanessa and Virginia, Pippa and Marjorie.
Esta sensación de liberación fue un estadio en el desarrollo de los
amigos originarios de Cambridge. Fue una realización local de sus
primeras relaciones.
We were convinced that everyone over twenty-five, with perhaps
one or two remarkable exceptions, was “hopeless”, having lost the
elan of youth, the capacity to feel, and the ability to distinguish truth
from falsehood... We found ourselves living in the springtime of a
conscious revolt against the social, political, religious, moral,
intellectual and artistic institutions, beliefs and standards of our
fathers and grandfathers... We were out to construct something
new; we were in the van of the builders of a new society which
should be free, rational, civilized, pursuing truth and beauty.[7]
Debe, por supuesto, quedar claro que este fue un movimiento
mucho más amplio que Bloomsbury. En esta misma versión, con
una mezcla característica de honestidad e inconsciencia, Leonard
Woolf señaló que “we felt ourselves to be the second generation in
this exciting movement”[8], aunque la actitud hacia casi cualquiera
con más de veinticinco años parece haber sobrevivido esto. De
hecho, la mayoría de las actitudes y opiniones eran derivadas, como
en este caso, de las de Ibsen:
saying “Bosh!” to that vast system of cant and hypocrisy which
made lies a vested interest, the vested interest of the
“establishment”, of the monarchy, aristocracy, upper classes,
suburban bourgeoisie, the Church, the Army, the stock exchange.[9]
Lo que Bloomsbury realmente representaba en el desarrollo de este
movimiento más amplio, era un estilo nuevo.
Era un estilo efectivo para la nueva franqueza crítica. Sin embargo,
había elementos en su formación que introdujeron otros tonos, y no
sólo la actitud de camarilla del autoconsciente grupo adelantado. La
franqueza podía modularse en tonos de extraordinaria grosería
sobre, y hacia, los “desesperanzados”. También hay un aspecto muy
curioso en el apego a los afectos personales. Esto es difícil de
estimar, desde la distancia y desde afuera, pero con la lectura, la
palabra “afecto” se torna más exacta que cualquier otra palabra
fuerte. Una llana franqueza, que da el tono intelectual dominante,
parece haber tenido efecto a ciertos niveles de la vida emocional.
Esto era, por supuesto, ya evidente en Bernard Shaw y en la
relacionada, pero más amplia, formación Fabiana. Hay un momento
inolvidable en una conversación entre Virginia Woolf y Beatrice
Webb, en 1918:
Beatrice had asked Virginia what she intended to do now that she
was married. Virginia said that she wanted to go on writing novels.
Beatrice seemed to approve and warned Virginia against allowing
her work to be interfered with by emotional relations. “Marriage, we
always say”, she said, “is the waste paper basket of the emotions”.
To which, just as they came to the level crossing, Virginia replied:
“But wouldn´t an old servant do as well?”.[10]
El hecho de que en su propio registro de esta conversación, Virginia
Woolf dice “waste pipe”[11] en vez que “waste paper basket” sólo
profundiza su irónica fascinación. Hay un sentido en el que la
racionalidad y el candor definen al “afecto” en forma limitada,
aunque sin embargo resulte importante. Por otro lado, lo que es
bastante evidente en el grupo, es una tolerancia significativa de los
asuntos sexuales y emocionales. Esta valiosa tolerancia y el peso
exacto del “afecto” de veras parecen estar relacionados.
Un factor final que debe agregarse a esta definición inicial en la
“estructura de los sentimientos” del grupo, puede ser representada
más precisamente por la frase “conciencia social”. No fueron sus
creadores, y en todo caso es un factor más evidente después de
1918 que antes de 1914. Se relaciona, seguramente, con la
irreverencia total ante las ideas establecidas y las instituciones en
su etapa temprana. Pero se convierte en algo más. Nada contradice
más fácilmente la imagen recibida de Bloomsbury como estetas
aislados y lánguidos que el registro memorable de su compromiso
político y organizativo en el período de entreguerras, de Leonard
Woolf, Keynes y también otros como Virginia Woolf, quien albergaba
mitines regulares de una rama de la Women´s Cooperative Guild en
su casa. La trayectoria pública de Keynes es suficientemente
conocida. La de Leonard Woolf, y su largo trabajo para la Sociedad
de Naciones, para el movimiento Cooperativo y para el Partido
Laborista, especialmente en cuestiones antimperialistas, es muy
honorable.
Podía entonces resultar algo sorprendente para Bloomsbury, y
aquellos formados según su imagen, colocar el acento sobre la
“conciencia social”. La frase misma, de este período, se ha
naturalizado ampliamente y entonces resulta difícil cuestionarla.
Una manera de hacerlo, es señalando su amplia asociación con otra
frase significativa, “concern for the underdog”.[12] Porque lo que debe
definirse más cuidadosamente es la asociación específica entre lo
que realmente son sentimientos de clase incambiados (una clara
conciencia de la línea que separa a la clase alta de la baja) y los
fuertes sentimientos de simpatía hacia la clase baja, considerada
como víctima. Por tanto, la acción política se dirige a la reforma
sistemática a nivel de la clase dirigente; el desprecio hacia la
estupidez de los sectores dominantes –dentro de la clase dirigente–
se mantiene prácticamente invariable desde la fase temprana. La
contradicción inherente en esto –la búsqueda de reformas
sistemáticas a nivel de la clase dirigente que es concebida sobre
todo como corta de vista y estúpida– obviamente no es ignorada.
Continuar explicando y proponiendo a niveles oficiales y, al mismo
tiempo, ayudar en la organización y la educación de las víctimas, es
una cuestión de conciencia social. El punto no es que esta conciencia
social sea irreal, de hecho es muy real. Pero es la formulación
precisa de una posición social particular, en la cual una fracción de
la clase alta, separándose desde su posición mayoritaria dominante,
se refiere a la clase baja como un asunto de conciencia: no en forma
solidaria, ni por afiliación, sino como una extensión de lo que
sienten, todavía, como una obligación personal o de un grupo
pequeño frente a la crueldad y la estupidez del sistema y hacia las
víctimas, de otra manera sin ayuda.
El complejo de actitudes políticas, y eventualmente reformas
sociales y políticas que surgían de esta conciencia social, ha sido
especialmente importante en Inglaterra. Hubo consenso, desde el
ala derecha del Partido Laborista a través del Partido Liberal hasta
algunos Conservadores liberales. Bloomsbury, incluyendo a Keynes,
se adelantó a su época en estos asuntos, así como en otros. En sus
medios, desde el New Statesman hasta el Political Quarterly, fue en
este periodo el segundo en importancia después de la Sociedad
Fabiana. En su hostilidad hacia el imperialismo, donde la
identificación consciente con las víctimas era más negociable que en
la propia Inglaterra, su contribución fue muy significativa. Su
temprana hostilidad hacia el militarismo es parcialmente
representativo del consenso que luego, y de modo claro durante la
Guerra Fría, iba a ser borrado. Pero lo que ahora importa al definir
al grupo, es la naturaleza de la conexión entre estos asuntos
políticos importantes y el grupo pequeño, racional y cándido. El
verdadero objeto de la conexión es la “conciencia”. Se trata de un
sentimiento de responsabilidad individual –ratificado entre amigos
civilizados– que gobierna las relaciones inmediatas y puede ser
ampliado a las “preocupaciones sociales”, sin perder sus bases.
Puede distinguirse, cosa en la que el grupo siempre insistió, del
estado de conciencia estúpido, carente de sentimientos y
complaciente de la clase dominante. También debe ser distinguido
de algo que no fue percibido por el grupo y sus sucesores: la
conciencia social de una clase subordinada autoorganizada. Estos
apoyos políticos diferentes, no fueron rechazados de plano, pero
tampoco fueron tomados en serio. El acercamiento que requería la
conciencia social produjo una ausencia de conciencia de sí, en cierto
sentido un puro patrocinio. Porque si esto no ocurría, no
correspondía esperar que estas nuevas fuerzas fueran más
racionales y civilizadas que las de sus amos presentes.
En estas definiciones iniciales de los significados y valores que
hicieron de este grupo algo más que apenas un grupo de amigos –
significados y valores que, a su vez, sostuvieron su autopercepción
como sólo un grupo de amigos, unos individuos civilizados– hemos
alcanzado el margen de la definición central del significado social del
grupo Bloomsbury. Eran una verdadera fracción de la clase alta
inglesa. Estaban en contra de sus ideas y valores dominantes, y sin
embargo, en todos los sentidos posibles, parten de ella. Es una
posición delicada y compleja, pero la significación de tales grupos
ha sido generalmente subvaluada. El asunto no es simplemente
poner en cuestión su vínculo problemático con cualquier período
temporal. Se trata, también, de un asunto referido a la función de
tales grupos y sus modos de relación en el desarrollo y adaptación,
a través del tiempo, de la clase como un todo.

Godwin y su círculo

Aquí podemos ver, brevemente, de manera comparativa, dos


importantes grupos ingleses anteriores. El primero, el de William
Godwin y su círculo, entre 1780 y 1790, surgió de una disensión de
base diferente. Su disentimiento religioso al momento de formarse,
ya cargaba implicancias sociales específicas: las de un sector
religioso desaventajado, así como los efectos de una posición
económica y social, que era tajantemente distinta de la clase alta y
dirigente de ese entonces. Esto quiere decir que Godwin y sus
amigos eran trabajadores profesionales relativamente pobres,
miembros de una emergente intelligentsia pequeño burguesa, sin
otros medios de influencia social o política. En su intento básico de
establecer racionalidad, tolerancia y libertad, sabían que se estaban
oponiendo a un sistema y a una clase entera más allá de ellos. Con
su propio grupo, podían discutir y practicar los valores racionales de
la igualdad civilizada, incluyendo la igualdad sexual, algo que debe
ser recordado ya que –junto a Mary Wollstonecraft–, fueron
especialmente avanzados. En su etapa temprana, se convencieron
de los poderes de la explicación y la persuasión racional. El vicio era
simplemente un error, y el error podía ser reparado con una
búsqueda paciente. La virtud podía ser afirmada con instituciones
razonables. La estupidez y los dogmas que embarraban el camino,
debían ser afrontados mediante la iluminación constante y
cuidadosa.
Todavía sorprende lo que sucedió entonces. Se encontraron con una
clase dirigente fuera de su alcance, que no sólo era arrogante y
cruel, sino que justo en ese momento enfrentaba un nuevo desafío
debido a los efectos de la Revolución Francesa. Las proposiciones
racionales y civilizadoras chocaron con la represión más cruda:
procesamiento, encarcelamiento y deportación. La novela de
Godwin, Things as They Are, es una valiosa evocación de esta crisis,
en la que la verdad se convirtió literalmente en un riesgo para la
vida, y las explicaciones razonables fueron perseguidas sin piedad.
Se trata de un momento llamativo de la cultura inglesa, todavía
insuficientemente valorado, por la valentía de su intento inicial, y
esto en particular porque la represión lo quebró de manera tan
profunda, que quedó sepultado durante una generación. Los grupos
fallidos no son fácilmente respetados, aunque este debería serlo por
la nobleza de sus aspiraciones y por el carácter inherente de sus
ilusiones. Lo que con ligereza llamamos “fracaso”, fue en realidad
una derrota por parte de una represión viciosa.
De manera general y decisiva, este grupo no fue una fracción, un
desprendimiento de una clase más alta. Fue un sector emergente
de una clase todavía relativamente subordinada, la más pequeña
burguesía comercial independiente. Cuestionando todo, pero
asumiendo la continuidad de un discurso racional, fueron atacados
por gente que ni siquiera trataba de responder a sus argumentos,
sino que –como amenaza y peligro– simplemente los encerraban.
Entonces, lo que aprendemos desde una perspectiva teórica, es que
no podemos describir ninguno de estos grupos simplemente en
términos internos: qué valores sostenían, de acuerdo a qué
significados trataban de vivir. Tomados en este nivel, Godwin y su
círculo se parece en forma llamativa a la fracción Bloomsbury,
aunque siempre hayan sido más fuertes. Pero el nivel que importa,
finalmente, no es el de las ideas abstractas sino el de las relaciones
reales del grupo con el sistema social como un todo.

La hermandad prerafaelita

El sistema social como un todo, así como los sistemas sociales,


cambian: tanto en su carácter general como en sus relaciones
internas. En la época de la hermandad prerrafaelita, a mediados del
siglo diecinueve, la burguesía industrial y comercial comenzaba a
dominar, y algunas partes del anterior discurso tenían una base
social limitada. Por este y otros motivos, el carácter de este grupo
fue bastante diferente. En principio, se opusieron al filisteísmo
convencional de la época. En su primera fase fueron irreverentes,
impacientes, despreciativos de las simulaciones; tratando de
encontrar maneras nuevas y menos formales de convivencia. Por un
tiempo, que no duró demasiado, fueron parte de la turbulencia
democrática de 1848. El modo central de su breve unidad grupal,
fue una declaración por la verdad en el arte y el correspondiente
rechazo de las convenciones recibidas. Su objetivo positivo era ser
fieles a la naturaleza, “rejecting nothing, selecting nothing and
scorning nothing”.[13] Definieron su regreso a lo antiguo
(prerafaelita) como el medio hacia lo nuevo. Como grupo inmediato,
manifestaron una informalidad fácil e irreverente, una tolerancia
excepcional y ahora “bohemia”, y usaron algunos elementos del
lenguaje privado del grupo (en lunfardo tales como “stunner” y
“crib”[14]), que deliberadamente los marcaba como grupo aparte.
Pueden ser descritos como un grupo que, en su área artística
elegida, estaba en contra de la burguesía comercial, aunque en su
mayoría provinieran de dicha clase. El padre de Holman Hunt´s era
Gerente de Planta, el de William Morris corredor de Bolsa.
Sorpresivamente, mientras se desarrollaron, fueron encontrando
sus auspiciantes en esta misma clase. Por supuesto, al final
siguieron caminos diferentes, hacia la nueva y flamante integración
representada por Millais o por el quiebre hacia el socialismo
revolucionario, aunque con las mismas inmediatas relaciones
comerciales de Morris. En su momento efectivo, por todas sus
dificultades, no sólo significaron una ruptura respecto de su clase –
los jóvenes irreverentes y rebeldes–, sino un medio en el necesario
desarrollo de su clase hacia una etapa más avanzada. Esto sucede
una y otra vez con las fracciones burguesas: un grupo se desprende,
como en este caso, por “fidelidad hacia la naturaleza”, en términos
que, de hecho, pertenecen a una etapa de dicha clase, pero una
etapa que está en ese momento cubierta por los bloqueos del
desarrollo posterior. Es, entonces, una revuelta contra la clase pero
dentro de ella, y no es sorprendente que su énfasis de estilo,
mediado adecuadamente, se convirtiera en el arte popular burgués
del siguiente período histórico.

La Fracción Bloomsbury

La distancia histórica es siempre una ventaja. Godwin y su círculo o


los prerrafaelitas son, en este sentido, más fácilmente ubicables que
Bloomsbury, que en algunos de sus tonos y estilos todavía tiene una
influencia y hasta presencia significativa. El propósito de esta breve
referencia a grupos anteriores es el de enfatizar, más allá de algunos
obvios puntos en común, no sólo las diferencias en las ideas sino las
diferencias sociales decisivas. Y estas, a su vez, sólo pueden ser
entendidas siguiendo el desarrollo de la sociedad en general. Lo que
ocurrió durante la segunda mitad del siglo XIX fue el desarrollo
integral y la reforma de la vida profesional y cultural de la
Inglaterrra burguesa. Las viejas Universidades fueron reformadas y
trabajaron en forma más seria. Los servicios administrativos fueron
desarrollados y reformados por las nuevas necesidades de la
administración imperial y estatal, así como por los exámenes
competitivos ligados con la reforma universitaria. El carácter
cambiante de la sociedad y de la economía construyó un nuevo
sector importante a nivel profesional, y por cierto muy educado de
la clase alta inglesa, harto diferente en sus ambiciones y valores de
la vieja aristocracia y de la burguesía comercial. Y es desde este
sector –lo cual no debería sorprendernos– especialmente de las
segunda y tercera generaciones, que emergieron las noveles
definiciones y los nuevos grupos y, específicamente, en su sentido
amplio, Bloomsbury.
Las connotaciones directas del Grupo Bloomsbury con este nuevo
sector son ampliamente conocidas. Hay una conexión de frecuencia
significativa con los altos cargos de la administración colonial
(generalmente de la India), como en la familia Stephen, con el padre
de Lytton Strachey, en la carrera temprana de Leonard Woolf. En
este sentido, hay continuidades antes y después: los Mills en el siglo
XIX, Orwell en el XX. Pero el período en el que emerge Bloomsbury
fue el punto culminante de este sector, así como fue el punto
superior del orden social al cual servía. El sector es distinguible,
aunque conectado íntimamente con un área más amplia de la clase.
Como dice Leonard Woolf acerca del mundo social de los Stephen:
That society consisted of the upper levels of the professional middle
class and county families, interpenetrated to a certain extent by the
aristocracy [Or more generally] The Stephens and the Stracheys,
the Richies, Thackerays and Duckworths had an intrincate tangle of
ancient roots and tendrils stretching far and wide through the upper
middle classes, the country families, and the aristocracy.[15]
Uno de los intereses que influían en Woolf era que él mismo estaba
ingresando a este sector crucial desde un trasfondo social distinto:
I was an outsider to this class, because, although I and my father
before me belonged to the professional middle class, we had only
recently struggled up into it from the stratum of Jewish
shopkeepers.[16]
Era capaz, entonces, de observar los hábitos específicos de la clase
de la cual surgiría Bloomsbury:
Socially they assumed things unconsciously which I could never
assume either unconsiously or consciously. They lived in a peculiar
atmosphere of influence, manners, respectability, and it was so
natural to them that they were unaware of it as mammals are
unaware of the air and fish of the water in which they live.[17]
Pero esa era la clase como un todo. Para la emergencia de su sector
profesional fue decisiva la atmósfera social e intelectual de las viejas
y reformadas Universidades. Fue aquí, luego de la liberalización, de
la recuperación significativa de la seriedad, y después de la
reorganización interna que aseguraba el mérito competitivo, que las
cualidades específicas del sector profesional emergieron junto con
las creencias generales de la clase. Esto permitió nuevos reclutas,
como el mismo Woolf. Promovió varias continuidades significativas
y, en cierto sentido, autónomas frente a las viejas Universidades.
Este es el motivo por el cual todavía puede ser visto, desde un
ángulo deliberadamente selectivo, como una “aristocracia
intelectual”.
The male members of the British aristocracy of intellect went
automatically to the best public schools, to Oxford and Cambridge,
and then into all the most powerful and respectable professions.
They intermarried to a considerable extent, and family influence and
the high level of their individual intelligence carried a surprising
number of them to the top of their professions. You found them as
civil servants sitting in the seat of permanent under-secretaries of
government departments; they became generals, admirals, editors,
judges, or they retired with a KCSI or KCMG after distinguished
careers in the Indian or Colonial Civil Services. Others again got
fellowships at Oxford or Cambridge and ended as head of an Oxford
or Cambridge college or headmaster of one of the great public
schools.[18]
La confusión de esta declaración es tan remarcable como la
precisión local de su información. Encontramos el muy característico
reconocimiento, y sin embargo de manera confusa, de los dos
factores del éxito: “influencia familiar”, “alto nivel de... inteligencia
individual”. Hay un borramiento relacionado de la “aristocracia del
intelecto”, basado en un rango de ejemplos (Fellows y directores,
subsecretarios permanentes y editores) y las diferentes figuras de
la clase dirigente (Generales, almirantes). En cada rango, de hecho,
la proporción del efecto de la clase de la cual se proviene, incluyendo
la influencia familiar y la inteligencia individual examinada o
demostrada, tendría que ser estimada con precisión. Dado que lo
que realmente se está describiendo es una composición sectorial, y
las diversidades de esta composición requieren un registro mucho
más preciso que la fórmula autopresentada y autorrecomendada –
con su metáfora deliberada y sin embargo significativa– de una
“aristocracia intelectual”.
Otro punto relevante en esta significativa composición sectorial es
planteada por la acertada referencia de Woolf a los miembros
masculinos. Uno de los elementos que iba a afectar el carácter
específico del grupo Bloomsbury, como una formación distinguible
de este sector, fue el atraso en la educación avanzada de las
mujeres de esta clase. Aun en sus primeras etapas, pocas mujeres
de estas familias estuvieron directamente involucradas; una de las
hermanas Strachey, Pernel, se convirtió en “Principal” en Newnham.
Sin embargo, una persistente asimetría sexual fue uno de los
elementos importantes de la composición del grupo Bloomsbury.
Como Woolf lo vuelve a relatar:
Our roots and the roots of our friendship were in the University of
Cambridge. Of the 13 persons mentioned above (as members of Old
Bloomsbury) three are women and ten men; of the ten men nine
had been at Cambridge.[19]
Los efectos de la asimetría fueron irónica y a veces indignadamente
señalados por Virginia Woolf, en A Room of One´s Own y Three
Guineas.
Lo que entonces tenemos que enfatizar, en la formación sociológica
de Bloomsbury es, primero, el origen del grupo del sector
profesional y altamente educado de la clase alta, con amplias y
sostenidas conexiones con esta clase como un todo; segundo, el
elemento de contradicción entre algunas de estas personas
altamente educadas y las ideas e instituciones de su clase como un
todo (la aristocracia intelectual, en un sentido estrecho, o por lo
menos algunos de ellos, estaban haciendo valer su inteligencia y
educación sobre el “vasto sistema de mojigatería e hipocresía”
sostenido por muchas de estas instituciones –“la monarquía, la
aristocracia, las clases altas, la burguesía suburbana, la Iglesia, el
Ejército, la Bolsa de Valores”–, que en todos lados eran incluidos
como los campos exitosos de la misma aristocracia del intelecto);
tercero, la contradicción específica entre la presencia de mujeres
muy inteligentes e intelectuales, en estas familias, y su relativa
exclusión de las instituciones formativas y dominantes masculinas;
y cuarto, y más generalmente, las tensiones y necesidades internas
de la clase como un todo, y especialmente de su sector altamente
educado y profesional, en un período que más allá de su aparente
estabilidad fue de crisis social, política, cultural e intelectual.
El Grupo Bloomsbury, podemos decir entonces, se separaba como
una fracción distinta con base en el segundo y tercer factor: la crítica
social e intelectual y la ambigüedad sobre la posición de las mujeres.
Tomadas en conjunto, estas son las modalidades de su formación y
de sus logros. Pero el primer factor, que refiere a su origen general,
debe ser tomado como definiendo las calidades particulares de esta
fracción: su significativa y sustentada combinación de influencia
disentidora y de conexión influyente. El cuarto factor indica algo
acerca de su significación histórica general: que en ciertos campos,
notablemente aquellos de igualación sexual y tolerancia, de
actitudes hacia las artes y en especial las artes visuales, y de
algunas informalidades privadas y semipúblicas, el Grupo
Bloomsbury era un precursor en una mutación más global dentro
del sector educado y profesional, y en algún grado dentro de la clase
dirigente inglesa. Una fracción, como hemos señalado, a menudo
realiza este servicio para su clase. Hubo, entonces, cierta
liberalización, a nivel de las relaciones personales, el goce estético
y la amplitud intelectual. Hubo alguna modernización, a nivel de las
costumbres semipúblicas, de movilidad y contacto con otras
culturas, y de sistemas intelectuales más adecuados y extendidos.
Tal liberalización y modernización fueron, por supuesto, tendencias
de carácter bastante general, con las cambiantes circunstancias
sociales y especialmente después del impacto de la guerra 1914-18
y, posteriormente, de la pérdida del Imperio. No es que el Grupo
Bloomsbury causara algún cambio, es sólo (pero es algo) que fueron
prominentes y relativamente coherentes hacia sus representantes y
agentes tempranos. Al mismo tiempo, la liberalización y
modernización fueron estrictamente adaptaciones más que cambios
básicos de clase, que en su función directriz de la institución central
de la clase dirigente, no sólo ha persistido, a pesar de los cambios
en las costumbres y luego de haber evidentemente reclutado a otros
en sus costumbres, sino que ha persistido más exitosamente porque
estas adaptaciones se han hecho y seguirán haciéndose.

La contribución de Bloomsbury

Lo que debe ser finalmente discutido es el carácter de los aportes


culturales, intelectuales y artísticos de Bloomsbury en el contexto
de su específica formación sociológica y su significación histórica.
Sin embargo, tal discusión enfrenta severas dificultades teóricas y
metodológicas. No es cuestión de reducir una serie de
contribuciones individuales específicas a un crudo contenido
general. Los grupos culturales de este tipo –fracciones por
asociación, más que fracciones o grupos por oposición de manifiesto
o de programa–, no pueden, en ningún caso, ser tratados de esta
forma. Las contribuciones tampoco pueden verse como una mera
asociación aleatoria. Es con este ánimo cuidadoso que tenemos que
leer el interesante resumen de Leonard Woolf:
There have often been groups of people, writer and artists who were
not only friends, but were consciously united by a commmon
doctrine and object, or purpose artistic or social. The utilitarians, the
Lake poets, the French impressionists, the English Pre-Raphaelites
were groups of this kind. Our group was quite different. Its basis
was quite different. Its basis was friendship, wich in some cases
deepened into love and marriage. The colour of our mind and
thought had been given to us by the climate of Cambridge and
Moore´s philosophy, much as the climate of England gives one
colour to the face of an Englishman while the climate of India gives
a quite different colour to the face of a Tamil. But we had no
common theory, system or principles which we wanted to convert
the world to; we were not proselytizers, missionaries, crusaders or
even propagandists. It is true that Maynard produced the system or
theory of Keynesian economics which has had a great effect upon
the theory and practice of economics, finance and politics; and that
Roger, Vanessa, Duncan and Clive played important parts, as
painters or critics, in what came to be known as the Post-
Impressionist Movement. But Maynard´s crusade for Keynesian
economics against the orthodoxy of the Banks and academic
economists, and Roger´s crusadefor post-impressionism and
“significant form” against the orthodoxy of academic
“representational” painters and aestheticians were just as purely
individual as Virginia´s writing of The Waves –they had nothing to
do with any group. For there was no more a communal connection
between Roger´s Critical and Speculative Essays on Art, Maynard´s
The General Theory of Employment, Interest and Money, and
Virginia´s Orlando than there was between Bentham´s Theory of
Legislation, Hazlitt´s Principal Picture Galleries in England, and
Byron´s Don Juan.[20]
En el nivel empírico más simple esto puede ser tomado como
verdadero, aunque la comparación final es meramente retórica:
Bentham, Hazlitt y Byron nunca estuvieron significativamente
asociados, y sus nombres lo dan por sentado. El rechazo
característico de la teoría, sistema o principios en común tampoco
es tan convincente como parece; las actitudes de Bloomsbury hacia
el sistema eran, al menos, una de sus características comunes más
evidentes, y sostenidas por principios.
Sin duda, hay algo en la manera en que Bloomsbury negaba su
existencia como grupo formal, mientras continuaba insistiendo en
su calidad de grupo, que sirve de pista para su definición esencial.
El punto no era tener una teoría o un sistema común –es decir,
general–, no sólo porque no era necesario –peor, probablemente
fuese un dogma impuesto– sino antes que nada, era cuestión de
principios, porque tales teorías y sistemas obstruían el verdadero
valor organizativo del grupo, que era la libre expresión sin
obstáculos del individuo civilizado. La fuerza que ese adjetivo,
“civilizado”, carga o pretende cargar, difícilmente pueda ser
sobrestimado:
In the decade before the 1914 war there was a political and social
movement in the world, and particularly in Europe and Britain, which
seemed at the time wonderfully hopeful and exciting. It seemed as
though human beings might really be on the brink on becoming
civilized.[21]
En este sentido, en su más amplio espectro, Bloomsbury estaba
sosteniendo los valores clásicos del iluminismo burgués. Estaba en
contra del tono afectado, la superstición, la hipocresía, las
pretensiones y el espectáculo público. Estaba también en contra de
la ignorancia, la pobreza, la discriminación sexual y racial, el
militarismo y el imperialismo. Pero enfrentaba todas estas cosas en
un momento específico del desarrollo del pensamiento liberal. A lo
que apelaba, en forma reñida con todos estos males, no era a una
idea alternativa de toda la sociedad. En su lugar, recurría al valor
supremo del individuo civilizado, cuya pluralización, o sea el
aumento de individuos civilizados, era en sí misma la única dirección
social aceptable.
El carácter profundamente representativo de esta perspectiva y este
cometido, puede ser visto más claramente ahora. Es la definición
central de la ideología burguesa (por supuesto la práctica burguesa
es realmente otra cosa) contemporánea. Comanda los ideales
públicos de un amplio rango de opinión política ortodoxa, desde los
conservadores modernos, pasando por los liberales, hasta los
socialdemócratas más representativos. Se trata de una filosofía de
la soberanía del individuo civilizado, no sólo contra las fuerzas
oscuras del pasado, sino enfrentado con todas las otras fuerzas
sociales de la actualidad que, en conflictos de intereses, reclamos
alternativos, otras definiciones de sociedad y relacionamientos,
pueden ser rápidamente vistas como enemigas y pueden ser
asignadas fácilmente al lado extremo de esa frontera marcada por
su propia definición de “civilizado”. La temprana confianza de esta
posición, durante el período previo a 1914, en su largo encuentro
con estas otras y verdaderas fuerzas sociales, ha caído cuesta abajo
como en el título de Leonard Woolf –“downhill all the way”[22]. A pesar
de toda esta ortodoxia general continuada, ahora surge mucho más
a menudo como una posición bloqueada más que expansiva. Al
mismo tiempo, la repetición de sus principios se torna cada vez más
ideológica.
El momento de Bloomsbury en esta historia es significativo. En su
práctica –así como en la sensibilidad de las novelas de Virginia Woolf
y E. M. Forster– podía ofrecer evidencias más convincentes de la
sustancia del individuo civilizado que en la ridiculización de la frase
ortodoxa. En su teoría y práctica, desde la economía keynesiana
hasta su trabajo para la Sociedad de Naciones, realizó
intervenciones poderosas para la creación de condiciones
económicas, sociales y políticas en las que, liberados de la guerra,
la depresión y el prejuicio, los individuos podrían ser libres para ser
y convertirse en civilizados. De esta manera, en sus instancias
personales y sus intervenciones públicas, Bloomsbury constituyó la
posición más seria, dedicada e inventiva de este tipo de todo el siglo
XX. Sin duda, la paradoja de algunos juicios retrospectivos acerca
de Bloomsbury es que el grupo vivía y trabajaba esta posición con
una franqueza realmente vergonzante, es decir, vergonzante para
quienes el “individualismo civilizado” es una frase resumida de un
proceso de consumo conspicuo y privilegiado. No es que podamos
separar las posiciones de Bloomsbury de estos desarrollos
posteriores: hay algunas continuidades reales, como en el culto del
consumo que aprecia lo conspicuo y en algunas trampas que
saltaron, como en la economía keynesiana y las alianzas monetarias
y militares. Sin embargo, debemos diferenciar la fruta de su
podredumbre o la semilla plantada con esperanza y su árbol
deformado por la moda.
Pero cuando vemos las conexiones y las diferencias, debemos
analizar las oscuridades y los defectos de la posición original en que
Bloomsbury se definía a sí mismo. Esto puede hacerse en forma más
seria o más liviana. Por ahora, escogeremos esta última, uno de los
modos propios de Bloomsbury. Podemos decir, se sostenía a
menudo, que el grupo no tenía una posición general. Pero, ¿por qué
necesitaba una? Si miramos con cuidado, Virginia y Morgan se
dedicaban a la literatura; Roger, Clive, Vanessa y Duncan, el arte;
Leonard, a la política; Maynard, a la economía. ¿No cubrían ellos los
intereses propios de toda la gente civilizada? Con una excepción,
quizá, pero esto fue remediado significativamente en los años
veinte. Un número de asociados y relacionados al grupo –Adrian y
Karin Stephen, James Strachey–, se movieron hacia la nueva
práctica del psicoanálisis, que junto al Hogarth Press de Leonard y
Virginia Woolf –su única y notable creación directa– introdujeron
efectivamente el pensamiento freudiano al inglés. Dada la
impresionante lista de Virginia y Morgan para la literatura, Roger,
Clive, Vanessa y Duncan para el arte, Leonard en la política y Keynes
en lo económico, se podría agregar, por así decirlo, a Sigmund para
el sexo.
Es tentador dar vuelta cualquier argumento sobre sí mismo, pero
hay un punto subyacente. El trabajo y pensamiento del grupo
Bloomsbury y el otro trabajo y pensamiento que, en efecto, traía
asociado y que presentaba –incluyendo la temprana poesía
“comunista” de los años treinta– son llamativos, a primera vista, por
su eclecticismo, por sus evidentes desconexiones. En este sentido,
se comprende que cualquiera se diera vuelta y preguntara,
retóricamente, qué conexiones pudo haber habido entre Clive Bell,
en arte, y Keynes, en empleo o Virginia Woolf, en ficción literaria y
Leonard Woolf, en la Sociedad de Naciones o Lytton Strachey, en
historia y los freudianos. Es verdad que no podemos reunir todo este
trabajo y convertirlo en una teoría general. Pero, por supuesto, ese
es el punto. Las diferentes posiciones que el Grupo Bloomsbury
articulaba –y que diseminaba como los contenidos de la mente de
un individuo moderno, educado y civilizado– son todas alternativas
a una teoría general. No necesitamos preguntar, mientras se
mantenga esta impresión, si las generalizaciones de Freud sobre la
agresión, son compatibles con el trabajo realizado con una idea fija
para la Sociedad de Naciones, o si sus generalizaciones sobre arte
son congruentes con la “forma significante” y el “éxtasis estético”
de Bell. O si las ideas de Keynes sobre intervención pública en el
mercado son compatibles con la profunda creencia en la sociedad
como un grupo de amigos y relaciones. No necesitamos preguntar
porqué la integración efectiva ya se ha llevado a cabo, en el nivel
del “individuo civilizado”, la definición singular de todas las mejores
personas, seguras en su autonomía, pero dirigiendo su libre
atención hacia un lado u otro, según lo requiera la ocasión. Y el
objetivo que gobierna todas las intervenciones públicas es asegurar
este tipo de autonomía mediante caminos para disminuir presiones
y conflictos y, con ello, evitar cualquier desastre. La conciencia
social, al fin y al cabo, sirve para proteger la conciencia privada.
Donde esto puede afirmarse sin ningún tipo de protección –en las
privilegiadas formas de ciertos tipos de arte, negándose al
“sacrifice... representation”–[23] como “something stolen from
art”[24], o de ciertos tipos de ficción, como cuando Virginia Woolf
rechaza burlonamente la descripción social:
Begin by saying that her father kept a shop in Harrogate. Ascertain
the rent. Ascertain the wages of shop assistants in 1878. Discover
what her mother died of. Describe cancer. Describe calico.
Describe...[25]
–o en las formas significativas disponibles de relaciones personales
y placeres estéticos– todavía no hay conflicto (a pesar de “detalles”
trabajosos) con la conciencia social. Por otra parte, esta mayor
sensibilidad es su deseo y modelo de estilo de vida, luego de
remover racionalmente conflictos (“innecesarios”), contradicciones
y modos de privación. En beneficio de la vida personal y del arte,
como argumentaba Clive Bell:
Society can do something... because it can increase liberty... Even
politicians can do something. They can repeal censorious laws an
abolish restrictions on freedom of thought and speech and conduct.
They can protect minorities. They can defend originality from the
hatred of mediocre mob.[26]
No siempre se encuentra esta combinación específica entre lo dulce
y lo amargo. Sin duda, nunca está libre de las connotaciones de
clase, como lo señala más explícitamente Bell:
The liberation will not be complete until those who have already
learned to despise the opinion of the lower-middle classes learn also
to neglect the standards and the disapproval of people who are
forced by their emotional limitations to regard art as an elegant
amenity...Comfort is the enemy, luxury is merely the bugbear of the
bourgeoisie.[27]
En sus mejores puntos fue valiente, en su mejor forma:
The least that the State can do is to protect people who have
something to say that may cause a riot. What will not cause a riot
is probably not worth saying.[28]
A pesar de haber dicho tanto, no hubo disturbios. Porque, pese a
todas sus excentricidades, incluyendo las valiosas, Bloomsbury
estaba articulando una posición que iba a ser una norma “civilizada”,
si bien sólo en instancias atenuadas y cuidadosas. A través del poder
de su demostración de una sensibilidad privada, que debía ser
protegida y ampliada mediante la preocupación pública, pusieron de
moda las formas efectivas de la disociación ideológica
contemporánea entre la vida “pública” y la “privada”. El
conocimiento de su propia formación como individuos dentro de una
sociedad, de esa formación social específica que los convirtió
explícitamente en un grupo e implícitamente una fracción de una
clase, no estaba sólo más allá de su alcance, sino que estaba
directamente descartado, ya que el individuo libre y civilizado era
su referencia fundante. El psicoanálisis podía ser integrado a esto,
en la medida en que permaneciera como un estudio ahistórico de
formaciones individuales específicas. Las políticas públicas podían
ser integradas, siempre y cuando estuvieran dirigidas a reformar y
reparar un orden social que ya había producido una vez estos
individuos libres y civilizados pero que, debido a la estupidez o el
anacronismo, ahora amenazaba su existencia y su reproducción
indefinida y generalizada.
La naturaleza final de Bloomsbury como grupo fue ser, de hecho y
diferencialmente, un grupo de, y para, la noción de individuos libres.
Cualquier posición general que se alejara de esta creencia especial,
lo habría desorganizado. Pero, al mismo tiempo, se necesitaba un
conjunto de posiciones especializadas para que los individuos libres
pudieran ser civilizados. Lo irónico está en que tanto la creencia
especial como el espectro de posiciones especializadas, han sido
naturalizadas –aunque ahora en forma más claramente
incoherente– en todas las fases posteriores de la cultura inglesa. Es
en este preciso sentido que el grupo de individuos libres debe ser
visto, finalmente, como una fracción (civilizadora) de su clase.

[1]
Publicado en Problems in Materialism in Culture, London, Verso,
1982, con el título “The Bloomsbury Fraction”. Debemos agradecer
la copia del original de este texto a María Alejandra Aguilar.
[2]
Beginning Again, Leonard Woolf. Londres, 1964, pp. 21, 23.
[3]
“Grupo en gran medida imaginado” [N. del T.]
[4]
“El mundo exterior”.
[5]
“Un grupo de amigos”.
[6]
Ibid., p. 23.
[7]
Sowing, Leonard Woolf. Londres, 1960, pp. 160-1.
[8]
“Sentíamos que éramos la segunda generación en este excitante
movimiento”.
[9]
Ibid., p. 164.
[10]
Beginning Again, p. 117.
[11]
Es decir: “caño de los desechos” en vez de “papelera”.
[12]
Se puede traducir como cierta “preocupación por los inferiores”.
[13]
Esto es: “no rechazar, no seleccionar y no despreciar”.
[14]
“Impactante”, “plagio”.
[15]
Ibid., p. 74.
[16]
Ibid., p. 74.
[17]
Ibid., p. 75.
[18]
Sowing, p. 186.
[19]
Beginning Again, p. 23
[20]
Ibid., p. 26.
[21]
Ibid., p. 36.
[22]
Id. est.: “cuesta abajo todo el camino”.
[23]
Id. est.: “sacrificio...representación” como “algo robado al arte”.
[24]
Art, Clive Bell. Londres 1914, p.44.
[25]
Mr Bennett and Mrs Brown, Londres, 1924, p.18
[26]
Art, p. 274-5.
[27]
Ibid., pp. 273-4
[28]
Ibid., p. 275.

También podría gustarte