Está en la página 1de 22

FORMACION ETICA DEL PROFECIONAL

1. CONCEPTO
Se puede advertir que el hombre puede disponer de su elevada preparació n intelectual
para actuar malévolamente y valerse al má ximo de sus recursos intelectuales, para causar
dañ os a sus semejantes cuando de por medio existen beneficios econó micos individuales o
de grupo, y no ser capaz de mostrar arrepentimiento. Este comportamiento tiene sus raíces
en la ausencia de una educació n integral, que debe estar orientada a la formació n de las
á reas cognitivas, afectivas, éticas, y psicomotoras; y en la ausencia de una educació n en
valores que ejercite la adquisió n de actitudes que han de convertirse en virtudes.
Los profesionales egresados con un título a nombre de la nació n, con un dominio científico
y técnico, pero con carencia en su formació n moral no ofrecen garantía para el ejercicio
satisfactorio de una profesió n, mucho menos para el desempeñ o de una ciudadanía cabal y
equilibrada, porque su accionar profesional estará empañ ado por comportamientos
indebidos.
La formació n ética del futuro profesional debe iniciarse desde los primeros ciclos de su
formació n profesional, pero teniendo en cuenta que la moral no se enseñ a con reglas y
represiones, sino que es aprendida a través de actos ejemplificadores, vivenciales y
experimentales, lo que hará que el futuro profesional tome conciencia del rol que ha de
cumplir en beneficio de la sociedad y de sí mismo.
Es deber ético del docente universitario impartir a sus alumnos conocimientos científicos,
libres de dogmas, falacias y mitos, y a su vez, ejercer su profesió n con altura moral, solo así
podrá demandar a sus alumnos una permanente prá ctica profesional respaldada por la
É tica.
En la formació n profesional no solo se debe exigir a los estudiantes que demuestren una
conducta ética, sino, también a los docentes, las autoridades y los trabajadores
administrativos, pues ellos deben educar mediante un comportamiento adecuado en el que
esté ausente la incoherencia entre lo que se dice y se hace o la doble moral, que en vez de ir
por una palanca de desarrollo constituye un freno en la marcha de
una constitució n educativa.
La formació n ética del profesional debe estar orientada a desarrollar los siguientes valores:
 a) La libertad.
Entendida como el actuar en determinadas circunstancias bajo referentes éticos
consolidados en principios que se reflejan en comportamientos valiosos. Ello hace que
la persona sea capaz de elegir una determinada acció n como la prá ctica de la libertad
moral, siempre teniendo en cuenta las consecuencias de sus actos al margen de cualquier
tipo de coacció n externa o interna. En ese sentido, la libertad debe ser atendida como una
elecció n personal y racional sobre otras acciones que puedan estar alejadas de toda ética.
Otro aspecto de la libertad moral es el reconocimiento y respeto de la libertad de los demá s

1
pues si la persona se reconoce como sujeto de libertad también tiene que reconocer el
mismo derecho en los demá s. Así, el ejercicio de la libertad moral es un derecho y a su vez
un compromiso.
El ejercicio de la libertad en los profesionales es muy importante porque ha de fortalecer su
autonomía moral a partir de la consolidació n de una ciencia moral que duele sus acciones.
 b) La razón.
La utilizació n de la razó n es un proceso indispensable en toda acció n moral, porque previo
a la acumulació n de conocimiento y al ejercicio de diferentes actividades,
las operaciones racionales permiten discernir lo bueno de lo malo y tomar decisiones
pertinente.
El profesional tiene que comprender que el ser humano se mueve en el mundo
de derechos y deberes, que deben ser tomados en cuenta al momento de elegir una acció n;
elecció n que será factible por el uso de la razó n, que le informara sobre las causas y
consecuencias de sus actos, y a su vez le ayudara a buscar alternativas y elegir lo que es
éticamente bueno. Si bien es cierto que en muchos casos, la elecció n no es sencilla; pero al
optar por lo moral de manera racional se estará respetando y haciendo lo mismo cn los
demá s; esta forma de actuar hace que el profesional establezca limites, prevenga abusos o
intercambie acciones dentro de un clima de respeto, responsabilidad y libertad.
 c) La voluntad.
Es una cualidad constitutiva de la persona moral, que impulsa a un accionar orientado por
principios de auto conciencia y valores; por ello en el mundo del ejercicio profesional, la
voluntad como característica principal es la elecció n libre y razonada de la persona,
requiere de una só lida formació n ética que hará de él un referente moral; por tanto ni un
acto calificado como moralmente autó nomo puede prescindir de la voluntad de quien lo
ejecuta.
Se sabe que los grupos colegiados y las asociaciones profesionales dictan principios y
preceptos morales, enmarcados dentro de los derechos y obligaciones, destinados a ser
respetados por sus agremiados. No obstante, los profesionales al incorporarse a un colegio
no siempre los ejercitan, debido a la ausencia de un compromiso en el que medie la
voluntad.
 d) La responsabilidad.
Esta referida a la voluntad de una persona para elegir una acció n de manera libre y
razonada conforma a ciertos valores, ademá s significa asumir la implicació n de los motivos
de la acció n, la correcció n en caso de que se requiera y las consecuencias de esa acció n.
Una acció n éticamente responsable permite el crecimiento moral de quien lo ejecuta,
porque no cae en el estereotipo de justificar sus acciones; por el contrario sera un
autocritico de sus actos. Al desarrollar este valor a nivel virtud, el individuo hara de ello en
su vida cotidiana una prá ctica constante donde tendrá que hacer lo que se debe y evitar lo
que no se debe.

2
La responsabilidad moral que exige ser un profesional con ética, obliga al experto a una
preparació n y actualizació n dentro de su especialidad, asi como en otras á reas relacionadas
a ella; lealtad a la institució n, rechazando actos vedados; proyectar su imagen
profesional sobre la base de un servicio de calidad y cumplimiento que demanda la
sociedad. A ellos se puede añ adir un actuar dentro de la libertad, la racionalidad y la
voluntad que le permitirá ejercer su profesió n con pertinencia responsabilidad.
 e) La justicia.
El actuar con justicia dentro del ejercicio profesional significa actuar dentro de los
principios de equidad y reconocimiento de los derechos y deberes, así como en el respeto a
todo ser humano a quien se le debe tratar con empatía y con la convicció n moral de que las
cosas justas son objetivas y racionales, en el que está n ausentes las pasiones, los
sentimientos, los impulsos, los instintos y las prebendas.

2. A QUE ESTÁ REFERIDA LA ÉTICA PROFESIONAL DE LA ABOGACÍA


Cuando hemos hablado de deontología, irremediablemente, hemos realizado alusió n a la
ética y, en especial, a la ética profesional. Se propone que, “la ética profesional es esa ética
aplicada, no normativa y no exigible, que propone motivaciones en la actuació n profesional,
que se basa en la conciencia individual y que busca el bien de los individuos en el trabajo.
La ética es, por lo tanto, el horizonte, la configuradora del sentido y la motivació n de la
deontología” (1).

Esta relació n resulta sumamente estrecha, donde la deontología cuenta como punto de
referencia y motivo de regulació n, la ética profesional. La primera no subsiste sin la
segunda y, de igual modo, la segunda no cuenta con sentido prá ctico de regulació n y
cumplimiento obligatorio, sin identificarse con un cuerpo normativo deontoló gico.

En este sentido, se dice que la deontología es la ética aplicada al campo profesional –v. gr.;
abogacía–, la que se concreta en normas y có digos de conducta exigibles a los profesionales.
Esta normativa esa aprobada por el colectivo de los profesionales, donde se enumera una
serie de deberes y obligaciones mínimos para todos estos profesionales, regulando
consecuencias de cará cter sancionador –disciplinario.

En esta bú squeda de similitudes, podemos encontrar esenciales diferencias entre ética y


deontología, las cuales no hacen má s que aclarar la estrecha relació n entre una y otra,
podemos señ alar algunas diferencias que resultan de especial relevancia, veamos;

a) Cumplimiento de valores éticos y normas deontológicas. El cumplimiento de los


valores éticos corresponde a un campo de la intimidad del ser humano, donde decide si los
sigue o, de lo contrario, reniega de ellos se procede en forma consecuente. No existen
normas imperativas que sancionen a aquellos ciudadanos que no respeten las regulaciones
sociales morales y éticas; como tampoco encontramos mecanismos institucionalizados de

3
amenaza para que los preceptos éticos se interioricen en cada ser humano y se conviertan
en regla de vida de todos.

Por el contrario, en el campo de la deontología profesional su tendencia es la creació n de


regulaciones consensuadas de cará cter moral y ético que se recogen en normativas
internas para las diferentes profesiones, incluida la abogacía, donde estas disposiciones
resultan e aplicació n universal a todos los agremiados y de cumplimiento obligatorio.
Inicialmente con un cará cter preventivo, pero, en caso de incumplimiento a estos preceptos
deontoló gicos, surge su faceta imperativa y sancionatoria donde podemos pensar en una
simple amonestació n o llamada de advertencia, hasta la suspensió n en el ejercicio
profesional.

b) Enseñanzas de la Deontología a la Ética. La ética tiene mucho que aprender de la


deontología, pues la primera presenta un á mbito de regulació n má s genérico, abstracto y
distante de los sujetos a los cuales se dirige, por lo que su efectividad y seguimiento resulta
cuestionable y difícil de entender. Por su parte, la deontología muestra problemas y
realidades concretas del profesional, donde se regula en forma directa y efectiva el
acatamiento de las disposiciones o regulaciones ético-profesionales, pues su
incumplimiento se encuentra inmerso dentro del á mbito de sanciones disciplinarias que
podrían provocar, en el má s grave de los casos, la separació n temporal en el ejercicio
profesional de aquellos agremiados que han incumplido estas normas deontoló gicas.

c) La Ética se dirige a la conciencia individual, por el contrario, la Deontología regula lo


aprobado para el ejercicio de una profesió n –cará cter colectivo–. La ética dirige su atenció n
–en ú ltima instancia– a la conciencia individual; sin embargo, esta conciencia personal
necesita remitirse a reglas objetivadas en có digos deontoló gicos. Por su parte, la
deontología tiende a regular lo aprobado para el ejercicio de una profesió n, lo que le brinda
el cará cter colectivo. La deontología consiste en un desarrollo de los principios morales,
partiendo de la existencia de normas jurídicas, há bitos, usos, costumbres, situaciones
socioeconó micas del profesional, etc.

d) El código deontológico regula la conducta del profesional en su campo y prevé


sanciones por su incumplimiento. La eficacia del có digo deontoló gico excede el fuero
interno del profesional, pues ante la realizació n de ciertas conductas surge la sanció n. Estas
sanciones brindan eficacia en la prevenció n de la conducta profesional incorrecta;
mecanismo que no posee la ética en sí misma.

Principios deontológicos de la abogacía como profesión

La Deontología se inspira en unos principios generales que permiten identificar sus líneas
de acció n y brindan cohesió n al conjunto. Estos principios resultan particulares cuando se
trata de la abogacía, por ello, el interés en identificar los mismos y conocer su contenido.

4
Justicia

Es difícil brindar un concepto de la justicia, muchos autores ni siquiera se detienen a


pensar en ello, como otros llegan a confundirse en este trabajo de conceptualizació n. La
abogacía ha sido diseñ ada para la Justicia De igual forma, Couture, en su exposició n de los
mandamiento del abogado, recoge como 3° el siguiente;

“La abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de la justicia” Efectivamente el


profesional en derecho debe dirigir su atenció n al fortalecimiento y aplicació n de la justicia,
de lo contrario, estaría incumpliendo su misió n de ayuda al derecho y la misma sociedad.

Segú n Vá squez Guerrero se “…rehuye hablar lo justo en sí, se pone en duda la existencia de
lo justo como absoluto, empleá ndose el término ‘justo’ como adjetivació n del Derecho
(justo) y de las disposiciones jurídicas (justas), para cuya existencia se han de cumplir dos
exigencias: origen contractual de la norma o del Derecho y garantía de los derechos
fundamentales”

Lo justo es un bien primario y debe servir de norte al abogado en su ejercicio profesional.


Por ello, para la deontología jurídica el valor supremo es la justicia, a ella dirige su atenció n.

En este desarrollo de la justicia ante el ejercicio profesional de la abogacía, Couture nos


indicó el mandamiento 3 pero, ademá s, nos muestra esa faceta prá ctica que enfrenta, aú n
hoy día, el abogado (litigante) ante los casos que le son sometidos a su conocimiento. En
esta tesitura, podemos introducirnos, junto con Couture, en su explicació n de aquello en los
que consiste el trabajo del abogado desde la ó ptica de la justicia;

De cada cien asuntos que pasan por el despacho de un abogado, 50 no son judiciales. Se
trata de dar consejos, orientaciones e ideas en materia de negocios, asuntos de familia,
prevenció n de conflictos futuros, etcétera. En todos estos casos, la ciencia cede su paso a la
prudencia. De los dos extremos del dístico clá sico que define al abogado, el primero
predomina sobre el segundo y el ome bueno se sobrepone al sabedor del derecho. …de los
otros 50, 30 son de rutina. Se trata de gestiones, tramitaciones, obtenció n de documentos,
asuntos de jurisdicció n voluntaria, defensas sin dificultad o juicios sin oposició n de partes.
El trabajo del abogado transforma aquí su estudio en una oficina de tramitaciones. …De los
20 restantes, 15 tienen alguna dificultad y demandan un trabajo intenso.

Pero se trata de esa clase de dificultades que la vida presenta a cada paso y que la
contracció n y el empeñ o de un hombre laborioso e inteligente, está n acostumbrados a
sobrellevar. …En los cinco restantes se halla la esencia misma de la abogacía. Se trata de los
grandes casos de la profesió n. No grandes, ciertamente, por su contenido econó mico, sino
por la magnitud del esfuerzo físico e intelectual que demanda el superarlos. Casos
aparentemente perdidos, por entre cuyas fisuras se filtra un hilo de luz a través del cual el
abogado abre su brecha; situaciones graves que deben someterse por meses o por añ os, y
5
que demandan un sistema nervioso a toda prueba, sagacidad, aplomo, energía, visió n
lejana, autoridad moral, fe absoluta en el triunfo. …La maestría en estos magnos asuntos
otorga al título de princeps fori.

La opinió n pú blica juzga el trabajo del abogado y su dedicació n a él, con el mismo criterio
con que otorga el título a los campeones olímpicos: por la reserva de energías para decidir
la lucha en el empuje final”

La Justicia tiene muchas acepciones y formas de entenderla. En este momento no nos


interesa la justicia como poder –desde un á mbito político–, tampoco la justicia como
cuerpo –concepto funcionarial–, y excluimos su identificació n como administració n de
justicia –concepto cargado de un gran valor orgá nico–, sino que nos interesa identificarla
en dos de sus aspectos que consideramos má s relevantes; la justicia como virtud y como
resultado

a) La justicia como virtud es un principio operativo que nos dirige a ser justos. Es virtud
social, pues cada uno de nosotros llevamos, en forma consciente o latente, una idea primera
de lo que es justo, “todo lo simple que se quiera, pero natural, incorruptible, aunque pueda
estar soterrada bajo vicios, pasiones e intereses y aunque muchas veces no se la quiera
escuchar. Y el abogado es –debe ser– el sacerdote de esa idea, que hace posible la
convivencia y la cooperació n social en un ambiente de orden fecundo”

En todo esto es interesante reconocer que el talento no es cualidad suficiente en una


profesió n que se relaciona tan de cerca con la justicia. En este sentido, la independencia y el
desinterés constituyen las virtudes esenciales y especialmente meritorias del abogado

b) Justicia como resultado. La idea de justicia lleva implícita una noció n de reparto. El dar a
cada uno lo suyo implica un conocimiento previo de lo que es propio de cada cual, y una
atribució n a título personal de lo que hemos individualizado como de su pertenencia

Esta perspectiva de la justicia desde el á mbito de la proporcionalidad, tiene dos visiones


diferentes, segú n hablemos de la justicia conmutativa y justicia distributiva. Respecto a la
justicia conmutativa tenemos que la proporcionalidad adquiere un perfil de igualdad
aritmética, “pues aplicá ndose a las relaciones interpersonales, hay una equivalencia entre
lo que se da y lo que se recibe: en una compraventa, si prevalece la justicia, habrá una
equivalencia entre la cosa y el precio. Cosa distinta será la determinació n de la concreto de
esa equivalencia”.

En el caso de la justicia distributiva la proporcionalidad tiene su razó n en los méritos y


circunstancias personales de aquéllos que participan en la distribució n. Por ello, “el centro
de gravedad de la operació n se desplaza de la igualdad aritmética de las cosas que se dan y
reciben (justicia conmutativa) a la desigualdad personal de los partícipes, cuya proporció n
ha de respetarse (justicia distributiva)”.
6
Existen prá cticas que se consideran contrarias a la justicia y que dirigen a pensar en la
injusticia. Lamentablemente, en algunas de estas prá cticas participa el abogado, como
artífice de conductas inapropiadas e indecorosas, las cuales justifica, sin razó n alguna, en el
á nimo de ganar el pleito judicial para favorecer a su cliente.

Respecto a este tema, Couture expone su mandamiento 8: “Ten fue en el derecho, como el
mejor instrumento para la convivencia humana; en la justicia, como destino normal del
derecho; en la paz, como sustitutivo bondadoso de la justicia; y sobre todo, ten fe en la
libertad, sin la cual no hay derecho justicia ni paz” (15).El derrotero a seguir para el
abogado se encuentra marcado por la justicia, la que no permite actuaciones contrarias a
ella, por lo que, sin lugar a dudas, un proceder injusto como lo podrían ser: a) el uso
alternativo del derecho; b) el fraude del fin perseguido por la ley; c) la multiplicació n
injustificada de incidentes o prolongació n indebida de procedimientos; y d) cualquier otra
desviació n del proceso hacia la obtenció n de fines ilícitos.

Lo anterior nos llevaría a desconocer el preciado valor de la justicia para adentrarnos en un


desvalor –o valor negativo– y perjudicial para el ejercicio de la abogacía, el derecho y la
sociedad en general, como lo es, la injusticia.

Algunos de los profesionales en derecho, que no han logrado interiorizar la importancia de


sus propios có digos deontoló gicos proceden, en forma consciente, a dirigir su ejercicio
profesional de manera inadecuada y contraria a la justicia, la libertad y el mismo derecho.
Por ello, estas normas deontoló gicas emergen en reclamo de esta desviació n y, le requieren
al abogado afrontar su responsabilidad por las actuaciones realizadas.

Independencia profesional
Este principio tiene una relació n directa con la abogacía, debido a que sus características
conducen a su identificació n dentro del á mbito de la deontología jurídica. Para algunos,
como Carlo Lega, la independencia profesional no tiene solamente relieve deontoló gico,
sino que configura jurídicamente uno de los bienes materiales de que es titular el ente
profesional, que ha sido dotado del poder deber de salvaguardarla.

Referido al ejercicio de la abogacía, para Lega la independencia se entiende como “ausencia


de toda forma de injerencia, de interferencia, de vínculos y de presiones de cualesquiera
que sean provenientes del exterior y que tiendan a influenciar, desviar o distorsionar la
acció n del ente profesional para la consecució n de sus fines institucionales y la actividad
desempeñ ada por los colegiados en el ejercicio de su profesió n”. Cualquier distorsió n o
intromisió n en la independencia del profesional en derecho debe ser considerada ilícita.

La forma de definir el principio de independencia es en forma negativa, como la ausencia


de injerencias y presiones en el ejercicio de la profesió n; pero también desde un aspecto

7
positivo, como lo son, la autonomía y la libertad en la citada actividad profesional. Es
manifiesto que el abogado debe atenerse profesionalmente a su saber y conciencia, por lo
que la independencia de su actuació n, va referida, en principio, a estos extremos.

Partiendo de lo anterior, el primer obstá culo a la independencia profesional lo es la propia


ignorancia del profesional en derecho. Por ello, cuando se hace referencia a la
independencia del abogado, “no es a esa autonomía o independencia a la que nos referimos,
sino a la que tiene su asiento en la voluntad, es decir, en la libertad del profesional; esto es,
a la posibilidad de tomar decisiones propias, no condicionadas por injerencias o
mediatizaciones externas. Estamos, pues, ante un concepto de independencia exterior, no
interior”.

La independencia del abogado se puede ver amenazad, externamente y venir del: a) Ó rgano
Judicial; b) autoridades administrativas; c) poderes político-econó micos; d) colegio
profesional; e) clientes.

Libertad profesional
El principio de libertad profesional tiene mucha afinidad con el principio de independencia
profesional. La libertad profesional se refiere al propio ejercicio de la funció n de abogado.

A pesar de la cercanía y conexió n que pueda existir entre éste y el principio de


independencia profesional, se diferencian en cuanto el principio de libertad profesional se
refiere a la libertad de autodeterminació n del profesional en orden a su conducta en el
ejercicio de la profesió n no só lo desde un punto de vista técnico, sino también con relació n
a los comportamientos que complementan a los técnicos.

Segú n Lega, “mientras que el principio de independencia supone sobre todo una garantía
del ente profesional y del profesional individualmente considerado frente a las
intromisiones arbitrarias de terceros, el principio de libertad, en su aspecto deontoló gico,
concierne en particular al comportamiento del abogado con relació n a su cliente y tiende a
atemperar la exigencias de las normas del arte forense con el interés del asistido y con la
dignidad profesional del quien lo asiste” (23).

Ciencia y conciencia
El principio deontoló gico, el cual tiene alcance universal, se refiere a “obrar segú n ciencia y
conciencia”. Este principio arroja dos conceptos que requieren una precisió n inmediata
para desentrañ ar el contenido del mismo:

a) Cuando se habla de “ciencia” hacemos referencia a la ciencia propia profesional; no


solamente desde su aspecto teó rico sino también prá ctico.

8
La ciencia propia del abogado es, esencialmente, una ciencia jurídica comprensiva no só lo
de la normativa en rigor, sino ademá s de su aplicació n jurisprudencial y, comprende, el
conocimiento de la doctrina y de los principios jurídico-filosó ficos en que se basa la
doctrina (24).

“El abogado debe ser, ademá s, un humanista. Su ciencia no es una colecció n de principios
abstractos y descarnados, sino aplicables a conflictos personales y concretos. De aquí viene
al abogado su vocació n humanista. En el hombre confluyen todos los saberes y todos ellos,
como todo los humano, conciernen al jurista, aunque no con la misma intensidad y
profundidad en todos los casos” (25).

b) El concepto conciencia lo debemos vincular al calificativo profesional. Conforme lo


anterior, prescindimos de las discusiones de la conciencia a nivel de la filosofía, la
psicología y la religió n, pues su vinculació n se realiza con la ética profesional.

La conciencia profesional se encuentra vinculada con el conocimiento y, en este sentido,


con la autorresponsabilidad del profesional.

Este ú ltimo “debe actuar no só lo con rigurosa atenció n a las normas técnicas, sino también
con conocimiento de todas las consecuencias que derivan de su aplicació n, incluso hasta
má s allá de los límites de la relació n profesional, teniendo en cuenta el interés individual
del cliente y el general de la colectividad en relació n a la funció n social desarrollada por la
profesió n” (26).

Existe una clara vinculació n del concepto conciencia con la moral, propiamente, una moral
usual vinculada al marco del ordenamiento de la profesió n de abogado y del ordenamiento
jurídico en general. Esta cercanía entre conciencia y moral se evidencia, debido a que el
abogado en su prá ctica profesional debe emplear, ademá s de los aspectos técnicos de su
ciencia, ideas propias de justicia.

La conciencia no es una simple opinió n subjetiva sobre la moralidad del acto, como
tampoco la conciencia profesional se limita al aspecto voluntarista (27).

Entre la ciencia y conciencia existe un innegable nexo, a pesar de que los términos de
valoració n de una y otra son diferentes, no es posible objetarse que entre ambas se cuenta
con el conocimiento que el profesional debe tener de los valores esenciales de su profesió n,
tanto en el aspecto técnico, como social y humano (28).Lega (29) realiza una clara
vinculació n entre la deontología y la conciencia. Señ ala que la deontología toma en
consideració n la conciencia profesional en cuanto que persona humana inserta en el
complejo social y reafirma la exigencia del conocimiento que aquél debe tener de los
valores esenciales de su profesió n. Pero también de los subjetivos (referidos a sí mismo, al
cliente, a los terceros con quienes entra en contacto) y los de la colectividad en general.

9
En este sentido, Couture expone el mandamiento 2, segú n el cual; “El derecho se aprende
estudiando, pero se ejerce pensando”. Del enunciado de este mandamiento se recoge el
conocimiento científico que el profesional en derecho debe tener de la ciencia que aplica,
pero, ademá s, requiere realizar el ejercicio de su profesió n con el pensamiento, con su
conciencia.

3. QUE FACTORES SON IMPORTANTES EN LA FORMACIÓN DEL


PROFESIONAL ABOGADO

La profesión: conocer qué es una profesió n, su naturaleza, características diferenciadoras


y ejemplos prá cticos. La Abogacía como profesió n.
Funciones de la Abogacía: entender el fin del ejercicio profesional y delimitar las
funciones que desarrolla el abogado en su quehacer diario (consejo jurídico, negociació n,
mediació n, defensa procesal).
Regulación de la Abogacía: conocimiento de la normativa reguladora de la profesió n.
Las corporaciones profesionales: los Colegios Profesionales y el Consejo General de la
Abogacía.
Organización de la actividad profesional: exposició n de los modelos de organizació n:
gran despacho, mediano, pequeñ o. Se analizará n sus diferencias, destacando las ventajas e
inconvenientes del ejercicio en dichas organizaciones.
Dificultad del ejercicio: conocimiento de los diversos factores que influyen en el trabajo
del abogado (horarios, dedicació n, disciplina, tensiones, estrés, el factor éxito/fracaso y su
gestió n, etc) y que convierten la Abogacía en una actividad compleja y difícil en el que la
vocació n va a ser esencial.
LOS PRINCIPIOS DE LA ABOGACÍA
Aspectos generales: transmitir la importancia que para el ejercicio profesional representa
el disponer de un profundo conocimiento de la deontología y los principios que informan la
profesió n con examen de los siguientes:
 Independencia.
 Respeto y deber de confidencialidad y secreto profesional.
 La evitació n de los conflictos de intereses.
 Dignidad e integridad.
 La lealtad y respeto al Estado de Derecho, a la Administració n de Justicia, a la otra
parte y al cliente.
 Competencia profesional.
 Honestidad.
LAS HABILIDADES ESENCIALES DEL ABOGADO

10
El abogado, como hombre renacentista: exposició n de la importancia para el abogado de
disponer de diversas habilidades para el ejercicio de su profesió n, con aná lisis de las
siguientes:
 Capacidad técnica.
 Autoconciencia.
 Prudencia.
 Pro actividad.
 Empatía y escucha activa.
 Gestió n empresarial y estratégica.
 Capacidad comercial y desarrollo de negocio.
 Organizació n
 Capacidad de negociació n
 Habilidades Oratorias.
PERSEVERANCIA Y LABORIOSIDAD.
Escenario del ejercicio profesional: se expondrá al alumno la forma habitual de trabajo
del abogado, con especial atenció n en las instituciones y profesionales con los que
interactuará , identificá ndolos suficientemente a través de sus competencias y funciones.
 Procuradores.
 Juzgados y Tribunales.
 Notarios.
 Registradores de la Propiedad y Mercantiles.
 Administradores de Fincas.
 Graduados Sociales.
 Gestorías.
Por cuanto antecede, para alcanzar la excelencia técnica y satisfacer las necesidades
del mercado, del cliente, el abogado tendrá que estar en constante actualizació n y
formació n y así profundizar / aprender:

 A adaptarse fá cilmente al nuevo entorno en que desarrollar el proyecto


encomendado
 Aspectos técnicos y sectoriales, con conocimientos transversales a las á reas de
prá ctica jurídica de su especialidad
 Gestió n profesional del despacho: management, habilidades humanas vinculadas
a la inteligencia emocional, marketing, etc
 Visió n empresarial y econó mica del proyecto

11
 Cultura internacional e idiomas, fruto de la globalizació n pues, aunque el
Derecho sigue siendo local, el ejercicio de la profesión ha pasado a ser
global y cada vez hay má s asesoramiento en exportaciones, entradas de
empresas y firmas extranjeras en Españ a que demandan servicios completos,
alianzas internacionales, apertura de oficinas en otros países, etc.
 Trabajo con autonomía y a la vez en equipo
 Liderazgo
 Gestió n de su marca personal para diferenciarse en positivo, saber posicionarse y
ponerse en valor en el mercado.
 Habilidades comerciales (ventas, generació n de redes y contactos, etc), de
comunicació n y todo lo relacionado con la calidad del servicio para generar valor
al cliente. La decisió n de compra o contratació n hoy tiene un alto componente
emocional
 Reputació n corporativa
 Responsabilidad social
 Gestió n del tiempo y bienestar
 Innovació n
 Tecnología, con doble desafío: técnico y de saber adaptar su uso a las normas y
principios deontoló gicos de la profesió n
 Tener una clara orientació n a resultados y situar al cliente como eje de su
actividad.

4. VINCULO ENTRE EL PROFESIONAL ABOGADO Y EL CLIENTE

EL CLIENTE
La figura del cliente en los despachos de abogados: conocimiento de la figura del cliente
y exposició n de su importancia a través de la identificació n de su papel en los despachos.
La confianza como fundamento de la relación: exponer la ineludible necesidad de que la
relació n abogado-cliente se constituya sobre la base de la confianza (marco normativo
prá ctico y consecuencias de su ausencia).
Los elementos que aportan valor a la relación: partiendo de la intangibilidad de
nuestros servicios, exponer la importancia de aquellos factores que el cliente percibe y

12
valora y que potencian la relació n de confianza (accesibilidad, capacidad de respuesta,
responsabilidad, buen servicio, etc).
La educación del cliente y la generación de las expectativas: exposició n de la forma en
la que debe proceder del abogado al comienzo de la relació n profesional con el cliente a fin
de sentar las bases de una relació n basada en la confianza. La consulta.
Estrategias para la gestión de relaciones complejas con los clientes: estrategias de
prevenció n y solució n de incidencias con el cliente que pueden afectar al trabajo del
profesional.
La importancia de la fidelización y captación del cliente: transmitir el valor del cliente
para un despacho de abogados y las posibles consecuencias de su pérdida. Igualmente, se
instruirá al alumno sobre las principales técnicas de fidelizació n y marketing

Có digo deontoló gico, esencial para el acceso a la abogacía


El có digo deontoló gico se estudia en todos los cursos para nuevos abogados. Se trata de
un documento que recoge las normas y valores que inspiran la profesión de abogado y
que deben guiar siempre la actuació n de los letrados.
En Españ a son los Colegios Profesionales los que se encargan de aprobar estas normas. De
hecho, si vas a colegiarte, seguramente sobre lo primero que te informará n será sobre este
conjunto de reglas éticas que debes seguir como profesional del Derecho.
La importancia de la lealtad entre compañ eros

El compañ erismo es un concepto que debería imperar en todos los á mbitos profesionales,
aunque en algunos se haya ido diluyendo con el paso del tiempo. Sin embargo, en el á mbito
jurídico esto no ha ocurrido.

El propio Có digo Deontoló gico de la Abogacía hace referencia a él en su artículo 12, que
lleva por título “Relaciones entre abogados”. De él se deriva directamente la obligación
para los letrados de mantener una lealtad recíproca y un compañerismo y respeto
mutuo.
Un cliente puede tener un importante problema personal con la persona con la que está en
litigio, pero eso no quiere decir que los abogados de cada parte deban verse
mutuamente como enemigos. Todo lo contrario, deben ser conscientes de que siguen
siendo compañ eros y, aunque cada uno luchará por defender los intereses de su cliente,
deben respetarse profesional y personalmente.

Ejemplos de este compañ erismo los podemos encontrar a diario en los Tribunales. Las
primeras veces de un abogado ante un juez no son fá ciles, pero siempre es posible
encontrar a un letrado con má s experiencia aconsejando al novato sobre la mejor forma de

13
expresarse o dá ndole consejos para no ponerse nervioso, aunque dentro de la sala vayan a
ser rivales.
RELACIÓN CON LA PARTE CONTRARIA A TU CLIENTE

Como abogado generalmente tus comunicaciones se hará n con el abogado de la parte


contraria a tu cliente. Pero pueden surgir situaciones en las que tengas que entablar
directamente comunicació n con esa parte contraria.

Saber tratar con otros particulares que no son tu cliente también es esencial, por eso es una
materia que no se pasa por alto en ningún máster en abogacía.
Los diferentes có digos deontoló gicos de los Colegios de Abogados han regulado de una u
otra forma esta cuestió n, aunque el trasfondo es siempre similar. Tomando como ejemplo
el Có digo Deontoló gico del Ilustre Colegio de Abogados de Las Palmas, el abogado debe
abstenerse de relacionarse y comunicarse con la parte contraria si está asistida por
otro letrado, al menos que ese abogado autorice la comunicació n. Es má s, si la parte
contraria no tiene abogado, el letrado que ya está interviniendo en el proceso debe
recomendarle que designe uno.

Es decir, que el profesional de la abogacía debe actuar siempre con precaució n a la hora de
relacionarse con la parte contraria, intentando tener el menor contacto personal posible.
La importancia de la buena relació n entre los letrados y las partes
Cuando existe un conflicto entre dos personas está claro que será complicado que impere la
cordialidad. Pero acudir a los Tribunales para resolver el problema es un paso muy
importante que pone de relieve que se quiere alcanzar un acuerdo de forma civilizada.
Ambas partes deben tener esto en cuenta e intentar comportarse de forma razonable.

Los Juzgados está n llenos de personas que tienen importantes problemas y, sin embargo, el
ambiente en ellos suele ser tranquilo. Esto es algo que hay que agradecer principalmente a
los abogados.

Si como profesional sabes estar en tu sitio y mantienes una relació n cordial con el
compañ ero que defiende a la otra parte, lo normal es que los clientes se sientan má s
tranquilos y los á nimos no se caldeen.

Las buenas relaciones entre abogado y parte contraria no solo contribuyen a mantener la
paz en los Tribunales, también pueden ayudar a resolver el procedimiento.

14
Existen muchos casos en los que el diá logo y la negociació n pueden resolver el problema
sin necesidad de que un juez se tenga que pronunciar. Si las partes enfrentadas no está n en
disposició n de negociar, pueden hacerlo a través de los abogados.

Como profesionales, los letrados pueden dialogar e intentar llegar a un acuerdo que sea
beneficioso para sus clientes. Y está claro que esa negociación será mucho más fácil de
llevar a cabo si entre los profesionales hay un ambiente cordial y una atmó sfera de
respeto.

Un ejemplo muy claro de esto que acabamos de señ alar lo puedes encontrar en los
divorcios de mutuo acuerdo. En aquellos casos en los que cada miembro de la pareja cuenta
con su abogado, una buena comunicació n entre los letrados puede dar lugar a que el
conflicto se resuelva antes y a que el convenio regulador sea beneficioso para ambas
partes.
La objetividad del abogado es esencial
El abogado siempre debe tener presente su ética profesional y también su ética personal.
Pero todos somos humanos y nos podemos dejar llevar por nuestras emociones, por eso a
la hora de ejercer esta profesió n es importante ser objetivo.
Como abogado debes tener claro que mantener la mente clara y no involucrarte
personalmente en los problemas de tus clientes es la mejor manera de hacer bien tu
trabajo y de no llevarte las preocupaciones del trabajo a casa.
Siempre te vas a encontrar con personas que tienen problemas importantes o han sufrido
una gran injusticia. Tu labor será actuar de la forma má s profesional posible, y para ello
debes ser objetivo. Dicha objetividad te ayudará ademá s a ponerte en el lugar del
compañero que está defendiendo a la parte contraria y entender y respetar su trabajo.

Ser un buen abogado exige mucho má s que saber de leyes y jurisprudencia, implica una alta
profesionalidad dentro y fuera de los Juzgados. Si quieres saber má s sobre las relaciones
abogado y parte contraria, en nuestros cursos y má sters aprenderá s todo lo necesario para
ser un buen profesional.
5. LA OBLIGACIÓN ÉTICA DE INFORMAR LA VERDAD AL CLIENTE

El abogado requiere observar un comportamiento en el ejercicio de su profesió n, frente a


los sujetos a los que habrá de prestarles sus servicios intelectuales. En ese sentido, “El
abogado en el ejercicio de su profesió n debe obrar con pericia y veracidad, con honradez y
fidelidad, con celo y diligencia, aú n en las má s justas defensas, no debe usar de medios
irregulares y reprobables, como son, por ejemplo, aconsejar o sugerir a sus clientes que
usen de falsos instrumentos, que sobornen testigos, que se perjudiquen en la absolució n de

15
posiciones, que promuevan artículos impertinentes o maliciosos, o hagan otras cosas
semejantes”.
Por lo que es importante mencionar algunos de los deberes morales de los abogados frente
a sus clientes a saber:

a) El abogado faltaría a un claro deber de ética profesional si aceptara hacerse cargo de un


asunto para el que no posee la pericia indispensable que ha menester para ser llevado a
buen éxito. Por tanto, el que se prepara para la abogacía debe tomar nota de la importancia
de una buena preparació n que lo habrá de capacitar para ejercer su profesió n sin este tipo
de cortapisas basadas en una impericia parcial.
b) El abogado tiene el deber moral, de ética profesional, de actuar siempre con la verdad.
La veracidad es un requisito sine qua non para todo profesionista digno. El engañ o al
cliente equivale a una traició n a éste y al propio abogado. Por supuesto, que la base de este
deber está en la actuació n rectilínea del abogado en su actividad profesional.
El cliente deberá está siempre informado de su asunto, con estricto apego a la realidad, sin
vicios de falta de informació n, ni de informació n alterada.
c) El abogado ha de ser el má s honesto de los profesionistas. Su intervenció n en asuntos
cuantiosos y el manejo de sumas diversas, ajenas, exigen que su probidad sea má s
desarrollada para nunca incurrir en una indebida interferencia patrimonial. Para que
nunca se dude de su honradez es menester que sea muy ordenado en el manejo de fondos
ajenos y deberá extremar sus precauciones para que nunca se ponga en tela de juicio su
má s elevada honestidad.
d) El cliente le ha depositado su confianza, le ha proporcionado datos que lo pueden
colocar en una situació n de desventaja. Esa confianza depositada debe ser ilimitadamente
correspondida con una lealtad, con una fidelidad a toda prueba. El abogado está al servicio
de su cliente con toda su capacidad, con toda su pericia, con toda su dedicació n, con toda su
responsabilidad, con todo su cuidado y de esa manera responde a la confianza del cliente
que le ha encomendado

6. EL SECRETO PROFESIONAL DEL ABOGADO


El Secreto Profesional surge como una consecuencia de la existencia de una relación profesional, siendo
así un deber, un derecho y porque nodecirlo también se trata de una obligación entre el abogado y su
clientela. Al escuchar la consulta de quien puede transformarse en un cliente posteriormente, el
Abogado contrae el deber moral de guardar el Secreto
Profesional revelado en ella y también contrae el compromiso jurídico de guardar la reserva o prudencia
respectiva.
Entonces la obligación jurídica de guardar el Secreto Profesional y el deber moral de no revelarlo, nacen
de la dependencia profesional, que puede o no convertirse en contrato de Locación de Servicios a
futuro. De lo que se puede inferir que si se acepta la defensa, el Abogado se convertirá en defensor, y el
consultor en cliente. Esta aceptación se hará constar en el contrato pertinente de Locación de Servicios
Profesionales anteriormente descrito. Pero si no se acepta la defensa no existe vínculo jurídico que una
al Abogado con el cliente, sin embargo el Abogado tendrá siempre la obligación y el deber moral de
guardar el secreto de aquello que fue objeto de la consulta.

16
Como todos sabemos desde siempre, “secreto”, es aquello que se tiene reservado u oculto. Mientras
que el “secreto profesional” es el deber que tienen los miembros de ciertas profesiones, entre ellos los
Abogados, de no descubrir los hechos que han sido conocidos por el durante el ejercicio de su profesión.
Esto hace que, en buena cuenta que el Abogado, tenga que actuar muchas veces en el papel de
Confesor o en el papel de sacerdote, pues escucha activamente a las partes y a los clientes y trata de
“aconsejarlos” con las ideas más adecuadas a cada uno, sin tratar de perjudicarlos, tratando de todas
formas salir airosos y ganadores. Privando por sobre todas las cosas el Principio de Confidencialidad,
tratando de mantener absoluta discreción de todo lo actuado y sobre todo de lo expresado o
manifestado por el cliente, mientras no sea el momento justo o necesario en que las autoridades deban
tener conocimiento de aquello.

El Secreto Profesional, nace pues de una relación en la que existe una persona que confía un hecho o
confía también un documento y un confidente que recibe la noticia, con la obligación de guardarla y no
comunicarla a ninguna persona ajena a la situación. Por lo que, de este modo el Secreto es a todas luces
el total resultado de la confianza existente. La abogacía se caracteriza entonces por ser un oficio o una
profesión en el que la confianza es sin lugar a objeciones la principal base.
El cliente sabe que ha de depositar sus secretos y acude donde el Abogado, en quien a ciegas confía, y es
el que pondrá en práctica todos sus conocimientos ya sean éticos, científicos y prácticos para poder
tratar de ganar un fallo o sentencia a favor de su cliente.

El cliente deposita entonces toda su confianza en el Abogado y le revela todo su secreto. Desde ese
momento, el Abogado que debe corresponder la confianza del cliente con lealtad, tiene la obligación de
guardar el Secreto y trabajar de tal forma en que lo pueda ayudar y sacarlo muchas veces de algunas
situaciones embarazosas que miles de veces uno se encuentra inmerso sin quererlo y a veces también
por el azar y por lo tanto muy injusto. Esto es que estamos frente a un proceso en que el Secreto es
creado por la confianza del cliente y el deber de guardarlo responde a la lealtad del Abogado. El Secreto
Profesional, es pues entonces una relación de confianza e intimidad.

Para culminar esta reflexión, el guardar el Secreto confiado es fundamental, es una actitud de conciencia
que tienen todos los Abogados que poner en práctica, siendo una muestra de su ética profesional, todo
cuanto uno conoce sobre las relaciones del cliente, sus actos o su proceder, sea dentro o fuera del
ejercicio profesional, tendrán necesariamente que guardarse en reserva, con total prudencia y
discreción y no solo por no perjudicar al cliente, sino como ya se ha establecido, porque el Secreto es
garantía de la Seguridad Social que tanto anhelamos sea de estricto cumplimiento en nuestro medio,
teniendo el pleno conocimiento de que tratar ser prudentes es el resultado de un arduo trabajo, pero
que poco a poco lo conseguiremos, pues no se trata de un imposible.

NATURALEZA JURÍDICA Y FUNDAMENTOS DEL SECRETO PROFESIONAL.

La legislació n Boliviana contempla el secreto profesional como un derecho y un deber de


los abogados)
Se ha sostenido que dicha dualidad se basa en la relació n de confianza entre el cliente y el
abogado, o bien en el interés general que rige la institució n de la abogacía misma. Se
plantea la posibilidad de determinar si el secreto profesional del abogado tiene naturaleza
contractual o bien si se basa en un interés social, má s allá del encargo que pueda suscribir

17
el abogado con su cliente, ú ltima opció n que, como veremos, es la que adopta la doctrina
científica.
El secreto profesional del abogado en Bolivia está reflejado en:

Bolivia: Código de Ética Profesional para el ejercicio de abogacía, 19 de enero de 2001


Capítulo III

Conducta del abogado con sus clientes

Artículo 22°.- (Secreto profesional) Es obligación del abogado guardar el secreto profesional
en forma absolutamente escrupulosa. No será exigible esta obligación cuando la revelación
del secreto sea indispensable al abogado para su propia defensa, o si el cliente autorice la
revelación. El abogado que fuere acusado por su cliente puede revelar el secreto profesional
en defensa de la verdad.
La confidencia de cometer un delito no se encuentra protegida por el secreto profesional, el
abogado está obligado a revelarla para evitar la comisión de actos delictivos.

7. EXPLIQUE LOS SIGUIENTES MANDAMIENTOS


Los mandamientos de la abogacía

Importancia. Estos mandamientos expresan la dignidad de la abogacía. Son decá logos del
deber, de la cortesía o de la alcurnia de la profesió n. Ordenan y confortan al mismo tiempo;
mantienen alerta la conciencia del deber; procuran ajustar la condició n humana del
abogado dentro de la misió n de la defensa.

Hoy, las exigencias de la libertad humana y los requerimientos de la justicia social


constituyen las notas dominantes de la abogacía, sin las cuales el sentido docente de esta
profesió n puede considerarse frustrado. Pero, a su vez, la libertad y la justicia pertenecen a
un orden general, dentro del cual interfieren, chocan y luchan otros valores.

Decálogo de San Ivo

Se le otorgó el título de Doctor en Derecho y Abogado del foro de Ná poles, en su carrera


brillantísima jamá s perdió un juicio, defendió causas de gran relieve. Pronunció má ximas
sobrias, tajantes que conforman la deontología del abogado:

I. El abogado debe pedir ayuda a Dios en sus trabajos, pues Dios es el primer protector de la
justicia.

II. Ningú n abogado aceptará la defensa de casos injustos, porque son perniciosos para la
conciencia y el decoro profesional.

18
III. No debe cargar al cliente con cargos excesivos.

IV. No debe utilizar, en el patrocinio de los casos que le sean confiados, medios ilícitos o
injustos.

V. Debe tratar el caso de su cliente como si fuera el suyo propio.

VI. No debe evitar trabajo ni tiempo para obtener la victoria del caso que tenga encargado.

VII. No debe aceptar má s causas de las que el tiempo disponible le permite.

VIII. Debe amar la justicia y la honradez como a las niñ as de sus ojos.

IX. La demora y la negligencia causan perjuicio al cliente, cuando eso acontece, debe
indemnizarlo.

X. Para hacer una buena defensa, debe ser verídico, sincero y ló gico.

EDUARDO JUAN COUTURE ETCHEVERRY

A la edad de 45 añ os, Eduardo Juan Couture Etcheverry, el gran jurista uruguayo, impartió
una conferencia en el Colegio de Abogados de Buenos Aires, reproducida en el Boletín del
mismo de 1949. Tiene como génesis un esbozo publicado en la Revista de Derecho Procesal
de 1948, de donde nace una pequeña obra jurídica de enorme contenido ético, quizá
de los más famosos textos de la literatura en la materia, Los mandamientos del
abogado, mejor conocido como El decálogo del abogado.
La relevancia de la obra de Couture se extiende a diversos á mbitos, pero el título señ alado
ya de por sí indica por qué alcanzó gran reconocimiento entre las principales figuras del
mundo jurídico, pues es (se estima en el á mbito legal) lo que todo abogado debe tener
presente a lo largo de su vida profesional.

Perfecto corolario de su conspicua carrera, El decálogo del abogado es el fruto de sus


años como catedrático y escritor, de abogado postulante, de académico y ferviente
amante de la aplicación del Derecho, en especial del Procesal Civil. Quienes tuvieron
cerca a tan ilustre jurista pueden bosquejarnos el contexto en el que para el doctor Couture
fueron meditados sus mandamientos. Así el profesor Nelson Pilosof, por ejemplo, nos dice:
«Su existencia pareció presidida por la enseñ anza de aquel pensador que nos indicó vivir
con la convicció n de que mañ ana mismo podemos morir». De esas palabras, grá vidas de
sobrecogedor llamamiento, extraemos lo má s puro de la personalidad del maestro. En una
19
hora en que las bocas proclaman principios y las conductas los desvirtú an; en un mundo en
que se exigen derechos, pero se rehú sa asumir responsabilidades; en una sociedad en la
que hay oídos para el halago, pero no para la réplica, Couture nos habla de tolerancia,
libertad, misericordia y amor. «Es que su postura ante el mundo y ante los hombres fue
semejante a la del profeta. Habló con el lenguaje firme y expresivo de la conducta, por
temor a que el silencio de las palabras pudiera diluirse. No exhortó : reclamó con amor el
cumplimiento de los má ximos postulados en los que creyó y por los que brindó bondadoso
lo mejor de sus afanes».
También Daniel Escalante expresa lo siguiente respecto de tan plausible aporte: «Como
arte y política, ética y acció n al mismo tiempo, consideró el doctor Couture a la abogacía:
arte de las leyes, sustentado, antes que nada, en la exquisita dignidad de la materia confiada
a las manos del artista; disciplina de la libertad dentro del orden; como constante ejercicio
de la virtud; como constante servicio a los valores superiores que rigen la conducta
humana; todas ellas contenidas dentro de la mayor diversidad de formas que ofrece el
ejercicio profesional, y cada una de ellas con su propio estilo. Desde estos puntos de vista
formuló Los mandamientos del abogado el doctor Couture; admirable decá logo, del que
conozco, por lo menos, cuatro ediciones; hermoso libro preceptivo de la conducta del
abogado. Cada uno de los diez mandamientos aparecen, dentro de las reducidas pá ginas de
la obra adecuada, breve y, a la vez, profundamente desarrollados y puntualizados; por lo
mismo, todos y cada uno son de diaria aplicació n y de permanente vigencia durante la vida
del abogado que ame, segú n el ú ltimo de dichos preceptos, a su profesió n y que la
considere “de tal manera (dice textualmente) que el día en que tu hijo te pida consejo
sobre su destino, consideres un honor para ti proponerle que sea abogado”».
La genial obra del jurista uruguayo no es ú nicamente vá lida para abogados, sino para el
ejercicio de cualquier profesió n o, incluso, para la vida misma. Tantas veces reproducido,
un portal jurídico que se precie de serlo, no puede dejar de tenerla en su cabecera, siendo
así del tenor literal siguiente:

I. Estudia. El Derecho se transforma constantemente. Si no sigues sus pasos será s


cada día un poco menos Abogado.
II. Piensa. El Derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando
III. Trabaja. La Abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de la Justicia.

20
IV. Lucha. Tu deber es luchar por el Derecho, pero el día que encuentres en conflicto
el Derecho con la Justicia, lucha por la Justicia.
V. Sé leal. Leal como tu cliente al que no puedes abandonar hasta que comprendas
que es indigno de ti. Leal para con el adversario, aun cuando él sea desleal contigo.
Leal para con el Juez que ignora los hechos y debe confiar en lo que tú le dices y que,
en cuanto al Derecho, alguna que otra vez debe confiar en el que tú le invocas.
VI. Tolera. Tolera la verdad ajena en la misma medida en que quieres que sea
tolerada la tuya.
VII. Ten paciencia. El tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboració n.
VIII. Ten fe. Ten fe en el Derecho, como el mejor instrumento para la convivencia
humana; en la Justicia, como destino normal del Derecho; en la Paz, como substitutivo
bondadoso de la Justicia; y sobre todo, ten fe en la Libertad, sin la cual no hay
Derecho, ni Justicia, ni Paz.
IX. Olvida. La Abogacía es una lucha de pasiones. Si en cada batalla fueras llenando tu
alma de rencor llegaría un día en que la vida sería imposible para ti. Concluido el
combate, olvida tan pronto tu victoria como tu derrota.
X. Ama tu profesión. Trata de considerar la Abogacía de tal manera que el día que tu
hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti proponerle que sea
Abogado.

ALFONSO MARÍA DE LIGORIO


Alfonso María de Ligorio (Ná poles, 27 de septiembre de 1696 – Ná poles, 1º de agosto de
1787), quien fue un obispo de la Iglesia cató lica, canonizado en 1839, es el patrono de los
abogados cató licos, de los moralistas y de los confesores. Escribió má s de ciento once
obras, entre las cuales cabe destacar el Tratado de Teología Moral (1753 a 1755).

Sus grandes cualidades y capacidades le permitieron comenzar sus estudios universitarios


a la edad de doce añ os, terminando a los dieciséis. Un decreto real prohibía conceder el
título a menores de edad, pero fue dispensado y admitido ante el Consejo
Universitario para presentar su Memoria.
 
Se le otorgó el título de Doctor en Derecho y Abogado del foro de su ciudad natal,
comenzando una carrera en la que jamá s perdió un juicio, defendiendo causas de gran
relieve. Redactó entonces lo que se ha dado en llamar su “decá logo”, aunque son doce
reglas de conducta, que demuestra lo delicado de su conciencia y el concepto que tiene de
los tribunales donde se aplica la justicia. Este es el texto:

21
 
I. Jamá s es lícito aceptar causas injustas porque es peligroso para la conciencia y la
dignidad.
 
II. No se debe defender causa alguna con medios ilícitos.
 
III. No se debe imponer al cliente pagos que no sean obligatorios, bajo pena de devolució n.
 
IV. Se debe tratar la causa del cliente con el mismo cuidado que las cosas propias.
 
V. Es preciso entregarse al estudio de los procesos a fin de que de ellos se puedan deducir
los argumentos ú tiles para la defensa de las causas que le son confiadas.
 
VI. Las demoras y negligencias de los abogados son perjudiciales a los intereses de los
clientes. Los perjuicios así causados deben, pues, ser reembolsados al cliente. Si no se hace
así, se peca contra la justicia.
 
VII. El abogado debe implorar el auxilio de Dios en las causas que tiene que defender, pues
Dios es el primer defensor de la justicia.
 
VIII. No es aceptable que el abogado acepte causas superiores a su talento, a sus fuerzas o al
tiempo que muchas veces le faltará para preparar adecuadamente su defensa.
 
IX. El abogado debe ser siempre justo y honesto, dos cualidades que debe cuidar como a las
niñ as de sus ojos.
 
X. Un abogado que pierde una causa por su negligencia es deudor de su cliente y debe
reembolsarte los perjuicios que le ocasione.
 
XI. En su informe debe el abogado ser veraz, sincero, respetuoso y razonador, y;
 
XII. Por ú ltimo, las partes de un abogado han de ser la competencia, el estudio, la verdad, la
fidelidad y la justicia.

22

También podría gustarte