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CLACSO

Chapter Title: Del ciberfeminismo al hackfeminismo Notas para pensar Internet en tiempos
de la algoritmia
Chapter Author(s): Josemira Silva Reis and Graciela Natansohn

Book Title: Tecnologías digitales


Book Subtitle: Miradas críticas de la apropiación en América Latina
Book Editor(s): Ana Laura Rivoir, María Julia Morales
Published by: CLACSO. (2019)
Stable URL: https://www.jstor.org/stable/j.ctvt6rmh6.26

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Del ciberfeminismo al hackfeminismo
Notas para pensar Internet en tiempos
de la algoritmia

Josemira Silva Reis y Graciela Natansohn*

Presentación

La segunda década del siglo XXI vio emerger un nuevo tipo de mo-
vilización de masa, más multicéntrica y capaz de abrigar una di-
versidad jamás vista de estéticas y discursos –muchos de ellos,
contradictorios. Esa nueva manera de protesta ha sido vehiculada
y amplificada principalmente por dispositivos móviles de comuni-
cación (smartphones, tablets y otros) y por las plataformas de redes
sociales (principalmente Twitter, Facebook y Youtube). Aunque no
cabe a este texto profundizar las discusiones (muy pertinentes) so-
bre el proceso de emergencia del ciberactivismo1 y sus implicancias
para la democracia, este tema es evocado aquí para ilustrar el papel
expresivo que las tecnologías digitales han desempeñado para dar

* Josemira Silva Reis. Magister. Unversidade Federal da Bahia. josemirareis@gmail.com.


Graciela Natansohn. Doctora. Unversidade Federal da Bahia. graciela@ufba.br
1
El término ciberactivismo aquí es amplio, refiriéndose a toda y cualquier forma de
uso de las TIC por parte de grupos civiles para fines de acción colectiva.

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visibilidad a los movimientos sociales y a los procesos de asociativis-


mo civil. El hecho es que estas nuevas configuraciones sociotécnicas
han generado una serie de incertezas a cerca de la calidad política,
económica y cultural de la democracia, pero también es verdadero
que han contribuido para la inserción, visibilidad y articulación de
grupos cuyas voces antes eran aisladas, ocultadas o relegadas a una
especie de limbo social.
En este sentido, es emblemático el ejemplo de los movimientos
feministas y de mujeres que vienen ocupando los espacios de so-
ciabilidad digital para discutir, reflexionar y reivindicar nuevas in-
flexiones para el tratamiento de dilemas sociales que les atraviesan.
Y aunque es difícil hablar de marcos temporales cuando tratamos
de procesos sociales en larga escala, es posible localizar el año 2015
como un ejemplo emblemático de la capacidad de movilización al-
canzada por las mujeres en red, cuando diversas iniciativas de movi-
lización y solidaridad surgieron o se consolidaron.
La abertura de Internet para el uso civil, en los años noventa, per-
mitió la emergencia de una serie de nuevos repertorios para los mo-
vimientos feministas y de mujeres. Las listas de discusión por e-mail,
los fórums y las newsletters (contenidos enviados por e-mail) posibi-
litaron la articulación de activistas del mundo entero de forma más
rápida, barata y a una escala jamás vista.
En ese contexto, en 1991, se escucha hablar por primera vez, de
la palabra ciberfeminismo, acuñado por el grupo australiano VNS
(VeNuS) Matrix. El ciberfeminismo era un conjunto de acciones
político-estéticas coordenadas por “ciberputas y anarcociber-terro-
ristas” para hackear “el sistema operacional del Big Daddy” (Evans,
2014). Sus integrantes, imbuídas del imaginario ciborg propuesto
por Donna Haraway, creaban códigos, mediaban fórums online,
construían juegos de computador, instalaciones artísticas con vi-
deo, eventos, textos y outdoors, siempre para marcar la diferencia en
relación al androcentrismo practicado por el arte cyberpunk de los
años ´80. Las acciones de las VNS reverberaron en el mundo anglo-
sajón y así, se fueron formando diversos colectivos similares que, en
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1997, promovieron el I Encuentro Internacional Ciberfeminista, en


el encuentro de arte Documenta X, en Alemania.
En esa década aparecen también los primeros colectivos hackfe-
ministas, tales como SubRosa, uno de los principales grupos funda-
dores del hacktivismo que contribuyó para dar visibilidad interna-
cional al levante zapatista de ´94, y que es considerado por muchos/
as autores/as el primer gran episodio de ciberactivismo del que se
tiene noticia (Ford, Gil, 2004). Más allá de esta escena autonómica y
anárquica, el período contó también con nuevas estrategias que se
diseminaron a través de la formación de grandes redes mediadas por
ONG. Entidades como la Asociación para el Progreso de las Comuni-
caciones (APC) fueron imprescindibles para la articulación global de
mujeres, en oportunidad de la IV Conferencia Mundial de Mujeres
en Pekín, en 1995. Durante la conferencia, conocida por ser la pri-
mera a señalar formalmente a la comunicación como un derecho
humano esencial, APC disponibilizó formación técnica para más de
1.700 mujeres, responsables por construir y alimentar un Site sobre
el evento en 18 idiomas, que contabilizo más de 100.000 visitas (Boix,
Miguel, 2013).
Al inicio del siglo XXI, luego de la intensa participación de gru-
pos feministas en los movimientos antiglobalización que marcaron
el paso del milenio2, fue el momento de que las mujeres organiza-
ran internacionalmente sus propias manifestaciones. Eventos como
la Marcha de las Mujeres3 y la Marcha de las Putas son algunos de
los ejemplos más emblemáticos de la capacidad de autoorganización
transnacional adquirida y amplificada por mujeres en los tempos 2.0.
Una Internet basada en la colaboración e interactividad, por vía de
interfaces y comandos más autoexplicativos, proporciona también
la multiplicación de las wikis y blogs feministas, que contribuirán

2
Sobre los movimientos antiglobalización, ver Tarrow (2009).
3
La “Marcha das Mulheres” en Brasil, por ejemplo, ocurre desde el año 2000 y ya
reunió millones de hombres y mujeres en más de 670 localidades del planeta. http://
www1.folha.uol.com.br/mundo/2017/01/1851963-marcha-das-mulheres-reune-milha-
res-contra-trump-em-washington.shtml.

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expresivamente para el aumento y circulación de informaciones


sobre el universo femenino, tanto como para explicitar la enorme
complejidad que moviliza el término mujer. En estos espacios, las
mujeres radicalizan la dinámica de politización de lo personal, rati-
ficando el carácter vacío y al mismo tiempo, rebosante, que las cons-
trucciones de género ayudan a acomodar, cuando bajo esta tag de
categorización social explotan realidades tan distintas y complejas.
A ese proceso de multiplicación del activismo 2.0 le sucedió el ac-
tivismo vía redes sociales en la década presente. El activismo, antes
dirigido a las comunidades de afinidad, de a poco se trasladó para las
timelines, creando una rutina –para grupos de amigos de la escuela,
del trabajo, de la família– de contacto con problemáticas sociales que
afectan a las mujeres más allá de cada 8 de marzo. La hiperconexión
mundial viabilizada por emprendimientos como Facebook, Twitter,
etc. ha contribuido para la multiplicación de grupos y redes feminis-
tas con acentos e intereses muy distintos, incluso ideológicamente,
pero que han encontrado en el uso recursivo de hashtags unas po-
sibilidades de congregación para procesos comunes e igualmente
conflictivos.
A esa amplificación de la visibilidad de las luchas feministas y
de las mujeres, como es esperado, le han surgido resistencias, y mu-
chas veces, muy truculentas. De este modo, actualmente, además
de organizarse para reivindicar transformaciones, precisan crear
estrategias de resistencia a las reconfiguraciones que asume la vio-
lencia digital. Fenómenos como ciberchantaje, divulgación de datos
e imágenes sin consentimiento, trolls4, y todo tipo de ataques misó-
ginos, son algunos de los desafíos que crecen proporcionalmente a
las oportunidades generadas por las tecnologías.

4
Originalmente trolls significaba monstruos del folclore anglosajón, pero en Inter-
net el término se usa para referirse a usuarios que intencionalmente siembran discor-
dia en los chats o fórums, generalmente de forma sarcástica. Muchos trolls transfor-
man la discordia en acoso y persecución. Activistas mujeres cis y trans no blancas son
las que más vienen sufriendo con ese tipo de práctica.

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En este contexto se suceden hoy los nuevos repertorios de acción


de las mujeres y grupos feministas, tales como la creación de campa-
ñas públicas, la producción colaborativa de datos que sustenten los
pleitos por las transformaciones de leyes y políticas sociales; la orga-
nización conjunta como respuesta a los ataques misóginos orques-
tados contra activistas e instituciones; la producción de bots (robots)
capaces de identificar y producir en gran volumen respuestas a las
amenazas sufridas; la movilización de la prensa para llamar la aten-
ción de las autoridades para las problemáticas vividas por las acti-
vistas; la creación de espacios seguros (conferencias, talleres, hacka-
tonas5, hacklabs, makerspaces6) capaces de contener las demandas
específicas y fomentar la apropiación de herramientas tecnológicas,
tanto como de generar articulación política.

Ciber y hackfeminismos, la extensión de un concepto

Según Paasonen (2011), los estudios sobre activismo de mujeres y TIC


fueron inicialmente concentrados bajo la polémica nomenclatura
“ciberfeminismo”. Polémica porque el término ha sido aplicado a
un amplio espectro de situaciones y fenómenos aunque sin grandes
consensos teóricos, explica la autora. En su revisión de la literatura,
ella identifica tres campos de estudios relacionados al ciberfeminis-
mo: el primero sería guiado por un fuerte viés filosófico, liderado por
autoras como Donna Haraway, Rosi Braidotti y Saddie Plant y gru-
pos militantes como VNS Matrix y Old Boys Network. Estas autoras
tienen como preocupación central la revisión de las fronteras entre
humano/naturaleza/máquina, en un contexto tecnológicamente

5
Hackatonas o maratones hackers son eventos en que grupos multidisciplinarios –
participantes de ONGs, programadores/as, designers y hackers, entre otros – se unen
para desarrollar prototipos tecnológicos para resolver un problema específico.
6
Hacklab, hackerspace o makerspace son espacios que abrazan la ética hacker y don-
de las personas van para aprender a usar la tecnología y compartir sus conocimientos
en el área con los demás. Los makerspaces se relacionan más con el manejo y creación
de hardware.

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saturado, donde cada vez más las prótesis se funden a las experien-
cias humanas, metafórica y literalmente. Un segundo ramo estaría
ocupado en comprender críticamente las relaciones de género cir-
cunscriptas por las prácticas tecnológicas. Se destacan en este cam-
po, los trabajos académicos sobre la vida artificial (Sarah Kember),
sobre los nuevos tropos y figuras generados por la cultura ciberné-
tica (Haraway), los análisis históricos de Alison Adam, y las inter-
venciones activistas en las áreas de la biotecnología, corporalidad y
militancia, como el colectivo subRosa. La tercer forma, que más se
popularizó y continúa siendo comúnmente usada, trae la noción de
que el ciberfeminismo se refiere a los estudios feministas en “nue-
vos” medios o acerca del ciberespacio y las diversas formas emanci-
padoras y subalternizadas que emergen de ellos.
Heike Jensen (2009) también ve como problemática la hegemonía
de acciones orientadas para a camada más superficial de Internet.
Afirma que las elaboraciones feministas contemporáneas se han
mostrado débiles en el enfrentamiento de las tensiones semánticas
que las TIC realizan, tanto en el ámbito del trabajo como de la econo-
mía, concentrando esfuerzos, tanto teóricos como de movilización,
alrededor de la dimensión comunicativa, sobre todo, en lo que se re-
fiere a Internet. La construcción de movimientos feministas a partir
de plataformas online corporativas, a ejemplo de Facebook, Twitter,
etc., explica Jensen, presenta una enorme ambigüedad. A pesar de
que esas plataformas han desarrollado un papel crucial en la visi-
bilidad de las luchas feministas, ellas han generado nuevos riesgos
a las militantes, dada las posibilidades de vigilancia implícitas en
sus códigos nada transparentes, las condiciones nebulosas con que
son construidas sus políticas de uso, consentimiento y sus servicios,
cuya monetización de contenidos obscurece informaciones sobre
los movimientos sociales menores y locales.
En esta década resurgen nuevas as expresiones del hacktivismo
feminista bajo la denominación hackfeminista, que repiensa el lu-
gar del activismo por otras vías, no limitada a la camada de Inter-
net que produce y divulga contenidos, sino que mira el campo de las
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infraestructuras lógicas y físicas, responsables de las condiciones de


existencia de Internet. También autodenominado como transhac-
kfeminista, con todas sus variantes, adhieren al feminismo en sus
versiones Queer y Trans, enfatizan y promueven procesos de auto-
nomía tecnológica, comunitarismo, redes alternativas y rechazan
las complicidades del big data con el modelo de negocios de Inter-
net. A pesar de que aún son pocas esas colectivas, han asimilado los
principios hackers relacionados al software libre. Algunas prestan
servicios de host a grupos que trabajan en la autodefensa y autono-
mía digital para mujeres e identidades diversas (tal como el grupo
Cl4ndestinas, en Brasil), o en el desarrollo de tecnologías de robot, tal
como Beta, una “robot feminista hasta el último código” desarrollado
por el grupo Nossas, también del Brasil. En Facebook, Beta auxilia
a las mujeres en la actualización de la lucha feminista, a través del
envío de alertas vía chat, cuando determinada pauta de interés de las
mujeres gana la agenda del Congreso Nacional, por ejemplo. A esas
propuestas se le cruzan ideas como Fuxico Box, una red wifi autó-
noma que puede ser usada en espacios donde no hay Internet, y que
evita la vigilancia y el rastreo.
Parece haber consenso (Cabral, 2010; Saboya, 2013, Minella, 2013),
en que la producción académica contemplando la intersección te-
mática entre género/raza y el desarrollo de infraestructuras tecno-
lógicas es bastante escasa, comprendiendo, en su mayoría, estudios
sobre educación, salud, políticas y usos de TICs7 para el activismo.
En tiempos de una creciente movilización feminista y antirra-
cista importa observar las controversias que implica reclamar

7
Carla Cabral (2010) analizó 100 tesis académicas en Brasil, producidas entre 1980 y
2011 en el campo de los estudios feministas en Ciencia y Tecnología (C&T), y concluyó
que los temas que más sobresalen son los relacionados a las carreras de mujeres en la
tecnología y la educación. Otros trabajos (Bittencourt, 2008; Lopes et al., 2014; Minella,
2013) muestran como temáticas más frecuentes: el acceso de las mujeres a la enseñan-
za superior, a la producción científica y a sus asociaciones; los impactos de la C&T
sobre la salud de las mujeres, trayectorias de mujeres en C&T; epistemologías/teorías
de género y C&T; construcciones de género en salud, medicina y biotecnología; educa-
ción, género y C&T; imágenes de género y C&T; TIC y usos de C&T.

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transformaciones a partir de la apropiación de artefactos no neu-


tros, cuyos códigos de conducta, acción y regulación se inscriben a
partir de un nuevo paradigma que viene consolidándose a partir de
la manipulación de datos (Zuboff, 2018; Van Dijck, 2017).

“Algocracia” y “dataísmo”: algunos conceptos


para pensar el activismo en estos tiempos

A grosso modo, algoritmos son instrucciones que ayudan a los siste-


mas a resolver un problema o completar una tarea. Ellos no se res-
tringen sólo al mundo digital –recetas culinarias y ecuaciones ma-
temáticas también son considerados algoritmos–, pero a partir del
universo digital ese vocablo se volvió más familiar para la mayoría
de las personas. Todo lo que hacemos en Internet, en los smartpho-
nes, en los procesos de automatización de objetos es resultado de
los comandos predefinidos por algoritmos. Es muy difícil pensar en
los días de hoy en algún proceso social que no involucre en algún
momento la actuación de diversos algoritmos. Pensar un mundo sin
ellos, es pensar un mundo donde todos los procesos de monitoreo,
medición, análisis y sistematización vuelven a depender de las reglas
mentales humanas, y siempre empezando de cero.
Es difícil pensar cualquier gran hecho histórico de esta década
sin que el mismo haya sufrido la acción efectiva de diversos algorit-
mos. A las grandes movilizaciones ya mencionadas les fue atribuido
su éxito al uso de redes. Son muchos los estudios que se han dedicado
también a comprender el papel de los robots, buscadores y platafor-
mas – especialmente los grandes emprendimientos como Facebook,
Twitter y Youtube – en el avance y visibilidad de determinadas na-
rrativas y grupos ultraconservadores durante las elecciones de los
últimos años, en los más diversos contextos geopolíticos, y que han

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convertido en victoriosos o fortalecido electoralmente a candidatos


conservadores8.
Para algunos autores, estaríamos pasando por un momento de
reconfiguración de los procesos productivos y de la gestión de lo so-
cial, encuadrados en un tipo de gobernanza que se da a través de los
algoritmos y las irrestrictas prácticas en larga escala de medición,
manipulación y monetarización de aspectos del comportamiento
humano (Van Dijck, 2017). Esa perspectiva, denominada de “capita-
lismo de vigilancia” (Zuboff, 2018), o de “algocracia” (Danaher, 2016)
o todavía, de “gobernanza algorítmica” (Castro, 2017) se sitúa en el
entendimiento pospolítico característico del neoliberalismo, que “se
apoya en pesquisas de opinión, atribuyendo a éstas un poder de refle-
jo de la voluntad popular que borra las contradicciones inherentes a
la política” (Castro, 2017, p.5 traducción nuestra).
A mediano plazo, los arreglos sociales serán radicalmente altera-
dos por medio de un proyecto de mediación algorítmica global que
no es ampliamente debatido por los ciudadanos, bajo el supuesto de
que esos temas requieren habilidades técnicas, lo que no debería ser
motivo para inhibir la investigación y divulgación sobre un tema tan
sensible. Aunque sean herméticos o inaccesibles técnicamente, todo
sistema presenta una “lógica operacional”, cuyos principios de fun-
cionamiento son siempre posibles de análisis crítica teórica, argu-
menta Bucher (2012).
Para Zuboff (2018), las dificultades en establecer incursiones teó-
ricas más efectivas sobre la nueva orden sociotécnica se debe al he-
cho de que muchos estudiosos continúan encarando este tema como
de orden tecnológica, lo que es un equívoco una vez que lo que se

8
Es inevitable no pensar en la victoria de Donald Trump para la presidencia de los
EUA, en 2016. Según analistas, Trump habría vencido a su adversaria gracias a la di-
seminación masiva de fake news en las redes sociales, a través de robots. Ese hecho
levantó fuerte controversia sobre las responsabilidades de las redes sociales corpo-
rativas, especialmente de Facebook, en ese proceso, acusado de practicar una lógica
relacional sustentada por algoritmos poco preocupados en discernir noticias verda-
deras de las falsas, de gratificar con visibilidad a perfiles sin prestar atención a valores
éticos y por aislar a sus usuarios en comunidades de afinidades.

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observa es la base de una nueva lógica productiva, a la que ella llama


de “capitalismo de vigilancia”. Su consolidación solo ha sido posible
gracias a los dados que los sistemas han aprendido de los sujetos y
demás artefactos en interacción digital. Lo que equivale a hablar de
inputs y outputs realizados cotidianamente por tres de los siete billo-
nes de personas conectadas en el planeta, que son recolectados, siste-
matizados, modulados y vendidos indiscriminadamente a quien los
pueda pagar9.
Esta nueva lógica de acumulación, orientada por la división so-
cial del aprendizaje –y no por la división social del trabajo, como en
la lógica industrial– se va legitimando a partir de un nuevo paradig-
ma epistemológico que viene consolidándose, tanto en el ámbito de
la ciencia como en el de la sociedad, al que algunos/as autores/as lla-
man de dataísmo (Van Dijck, 2017), que otorga al procesamiento de
los datos (datificación) la capacidad interpretativa acerca del mundo
y de las relaciones sociales. En palabras de José Van Dijck, la datifica-
ción (datafication) consiste en “la transformación de la acción social
en datos on-line cuantificados, permitiendo el monitoreo en tiempo
real y el análisis predictivo” (p.41, traducción nuestra).
Los defensores de este paradigma generalmente se amparan en la
premisa de que nunca antes se tuvo acceso a tanta información ínte-
gra y auténtica del cotidiano de los seres. Y que ese amplio espectro
de datos pueden generar una ciencia mejor, con más objetividad y
neutralidad, lo que diversos autores refutan, porque: 1) esos espacios
digitales se encuentran sometidos a prácticas de filtrado y manipula-
ción algorítmica por razones comerciales (Boyd; Crawford, 2012; Van
Dijck, 2017); 2) los conjuntos de datos a los cuales se le aplican los
algoritmos tienen sus propios límites y deficiencias, pues conjuntos
con billones de informaciones no capturan la plenitud de las vidas
humanas y la diversidad de sus experiencias (Pew Research, 2017). 3)
todavía, esos conjuntos de datos no representan a todos los seres del

9
Ver: https://brasil.elpais.com/brasil/2017/05/03/tecnologia/1493835469_309268.
html

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planeta, ni siquiera, a una muestra representativa de ellos en situa-


ciones isonómicas posibles de parametrizar; 4) algoritmos son crea-
dos por personas –por hombres blancos, como muestran diversos
estudios– que, por más que se esfuercen por ser objetivos, neutros
e inclusivos, cargan intereses político-ideológicos, valores morales
y económicos que, en mayor o menor dimensión, inevitablemente
estarán embutidos en sus códigos (Pasquale, 2015).
Además, la idea de una ciencia mejor en el sentido de más obje-
tiva y universal ya ha sido ampliamente debatida y refutada en el
campo del Análisis de la Ciencia y Tecnología y más aún en el seno
de los Estudios Feministas en Ciencia y Tecnología (Castaño, 2005;
Haraway, 2004; Saboya, 2013; Wacjman, 2005), que han demostrado
hasta el agotamiento que tanto el hacer científico como el tecnoló-
gico son tan normativos y no neutros como cualquier otro campo
de sistematización de la realidad, pues nacen en contextos sociales e
históricos con valores e intereses sociales intrínsecos a sus estructu-
ras epistémicas.
Esta nueva configuración de lo social nos exige la percepción teó-
rica sobre las divisiones o brechas digitales que, además del acceso a
Internet, exigen pensar en la interseccionalidad, en los entrecruza-
mientos entre raza, género, territorio, clase, entre otros, y que solici-
tan también el ejercicio de imaginar cómo serán las oportunidades
de aquellas y aquellos que no están conectados, o que lo hacen es-
porádicamente, o para quienes Internet de las Cosas es pura ciencia
ficción porque ni energía eléctrica tienen. Hay un recelo justificado
de que los algoritmos y el modo como miramos y tratamos los datos
privilegien la narrativa de unos pocos en detrimento de los más po-
bres, generando como resultado más disparidad digital y de riqueza
(Zuboff, 2018).
Puesto esto, más que los pros y contras generados por la tecnolo-
gía, volvemos a recaer sobre las antiguas cuestiones metodológicas
que hace tiempo hicieron las epistemólogas feministas (Harding,
1999; Haraway, 1995; 2004; Maffía, 2012): ¿a quién le ha sido delegado
el poder de la inscripción de los códigos de nuestro tiempo? ¿A quién
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ha beneficiado su falta de transparencia? ¿Cuáles son los impactos


que esas opciones han generado para los otrxs, los marcados y ex-
cluidos de las decisiones sobre este tema?
Las posibilidades para una gobernanza algorítmica con criterios
éticos y fundados en valores ecuánimes involucra una serie de accio-
nes conjuntas que requieren pensar otras formas de mirar lo real,
que es lo que vienen realizando y discutiendo las hackfeministas
latinas. Pasa por la creación de nuevos contratos y reglas de gober-
nanza, por postular protocolos de transparencia y responsabilidad
social efectivos, por la restitución a los/las usuarios/as-ciudadanos/
as de la capacidad de agencia sobre sus datos, por la inclusión de pro-
tocolos de acceso más rigurosos, por la creación de metadatos de los
algoritmos que permitan el rastreo y auditoría de las acciones de las
empresas, y no de los/las usuarios/as.
Todas estas y otras tantas salidas posibles para estas cuestiones
solo serán viables y ejecutables a partir de un proceso de inclusión de
todos y todas, mediante un nuevo tipo de alfabetización a la que po-
demos llamar de alfabetización sociotécnica, que prevea el aprendi-
zaje reflexivo de una nueva gramática, enfrentando en código abier-
to a las sintaxis y semánticas que tensionan la fusión acumulativa
de los conocimientos generados históricamente por las tecnologías
materiales, sociales y literarias (Haraway, 2004).

Consideraciones finales

Hablamos sobre los movimientos sociales y su potencial de abrigar


controversias públicas y producir tensiones en los asuntos públicos.
Realizamos un breve recorrido histórico para contextualizar la mi-
rada feminista sobre las tecnologías. Nos referimos a las contribu-
ciones del asociativismo civil y feminista para la construcción de un
proyecto de Internet más libre, dialógica e inclusiva que hoy se ve
amenazado por una lógica operacionalizada por códigos herméticos
y opacos. Porque, junto a Mejías y Couldry (2019, p.80) entendemos
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que comprender los datos masivos desde el Sur Global significa “en-
tender la actual dependencia del capitalismo en este nuevo tipo de
apropiación que funciona en cada punto del espacio donde las perso-
nas o las cosas están vinculadas a las infraestructuras de conexión”.
Imaginamos, como Morozov (2019), una posible tecnología rebelde,
que no sea innovadora para conservar el orden social sino que sir-
va para articular la rebeldía contra las injustas condiciones sociales.
Destacamos la contribución del movimiento de mujeres en el hackeo
del género y de la tecnología, para hacer de Internet un bien común
que contribuya al buen vivir.

Referencias bibliográficas

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