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Ética ambiental

La ética ambiental o ética medioambiental es la parte de la filosofía y la ética aplicada que considera las relaciones
éticas entre los seres humanos y el ambiente natural o medio ambiente. Ejerce influencia en una larga lista de
disciplinas como el Derecho, sociología, economía, ecología, geografía, etc. En su campo incluye la estética de la
naturaleza y otras ramas de la investigación filosófica (epistemología, metafísica, axiología, etc.)
El área académica de la ética ambiental surgió como respuesta al trabajo de científicos como Rachel Carson que con
su libro Primavera Silenciosa (1962) denunciaba el efecto medioambiental de los pesticidas de uso agrícola, la
publicación del Informe del Club de Roma Los límites del Crecimiento (1972) o el Informe Brundtland (1987). Aquí es
cuando la contingencia político social urge a los filósofos para la consideración filosófica de todos los problemas
ambientales. Además, el influyente ensayo previo de Aldo Leopold A Sand County Almanac. The Land Ethic (1949)
donde el autor expone que las raíces de la crisis ecológica son fundamentalmente filosóficas. Otros títulos importantes
que dieron inicio y marcaron la necesidad de una ética ambiental fueron El concepto de moralidad de William
Frankena (1966) y La tragedia de los comunes de Garret Hardin (1968).
 La primera revista internacional en este campo surgió en Estados Unidos: Environmental Ethics en 1979, y luego
apareció en Canadá (1983) The Trumpeter: Journal of Ecosophy. La primera revista británica Environmental Values
fue lanzada en 1992.

Alan Marshall y la preservación del ambiente [editar]


En la Revista de Filosofía Aplicada, en 1993, Alan Marshall expuso la idea comúnmente aceptada del equilibrio
ecológico existente entre los seres animados (entidades vivientes) y los inanimados (entidades no vivientes). Para
Marshall, como para otros pensadores del ambiente, el rápido proceso de industrialización en los últimos 300 años ha
dado lugar a un importante desequilibrio. Hoy, las preocupaciones crecientes sobre el calentamiento global subrayan
la aceptación general de que la preservación del ambiente es un asunto de vital importancia. Sin embargo, los motivos
por los que uno acepta o rechaza los argumentos a favor de la preservación son un objeto de debate ético, y esto
invariablemente incluye una postura personal sobre los animales no humanos y sus derechos.
Ha habido muchos intentos de categorizar y justificar la importancia de la preservación del ambiente. Alan Marshall y
Michael Smith son dos ejemplos recientes de estas argumentaciones, como cita Peter Vardy en The Puzzle of Ethics.
Para Marshall, tres enfoques éticos generales han emergido en los últimos 20 años, y usa los siguientes términos para
describirlos: Extensionismo Libertario, el Extensionismo Ecológico y la Ética de la Conservación.
Extensionismo Libertario [editar]
Este enfoque evoca el de los derechos civiles (el compromiso de extender derechos igualitarios a todos los miembros
de la comunidad). En ambiente, esto implica la consideración moral de los no humanos asimismo como se consideran
los humanos.
Andrew Brennan era un defensor del humanismo ecológico (eco-humanismo), el argumento de que todas las
entidades ontológicas, animadas e inanimadas, pueden tener valor ético solamente por la razón de su existencia. El
trabajo de Arne Naess y su colaborador Sessions también puede clasificarse dentro del Extensionismo Libertario,
aunque ellos prefieren el término Ecología Profunda. La ecología profunda es el argumento del valor intrínseco o
inherente del ambiente, es decir, que tiene valor por sí mismo y por su sola existencia. Su argumento,
incidentalmente, cae dentro del extensionismo libertario y del extensionismo ecológico.
El trabajo de Peter Singer puede ser categorizado bajo el Extensionismo Ecológico. Su razonamiento del "círculo
creciente de consideración moral" puede ser redibujado para incluir a los animales no humanos, y no hacerlo sería
actuar bajo premisas del especismo. Singer considera dificultoso aceptar el argumento del valor intrínseco de las
entidades abióticas o no sintientes (no concientes), y concluye en su primera edición de Ética Práctica que no
deberían incluirse en el círculo de consideración moral. Este enfoque es esencialmente biocéntrico. Sin embargo, en
una edición posterior de Ética Práctica, posterior también al trabajo de Naess y Sessions, Singer admitió que, aunque
poco convencido por la Ecología Profunda, el argumento del valor intrínseco de las entidades no sintientes es
plausible, pero problemático.

Extensionismo Ecológico [editar]


El extensionismo ecológico de Marshall enfatiza el reconocimiento de la interdependencia fundamental existente entre
todas las entidades bióticas y abióticas, y su diversidad. Allí donde el extensionismo libertario puede ser considerado
como derivado de la reflexión política del mundo natural, el Extensionismo Ecológico es una reflexión científica del
mundo natural. El extensionismo ecológico es similar a la clasificación de Eco-Holismo, que argumenta el valor
intrínseco e inherente de las entidades ecológicas colectivas como los ecosistemas o el ambiente global como una
entidad completa.
Esta categoría incluye la hipótesis Gaia de James Lovelock, la teoría que el planeta Tierra altera su estructura
geofisiológica en el tiempo para continuar con el equilibrio evolutivo de la materia orgánica e inorgánica. El planeta es
una entidad total y holística, dotado de valor ético y donde la especie humana no tiene una significación
particularmente especial en el largo plazo.
Ética de la Conservación [editar]
La teoría de la Conservación ética de Marshall sólo ve valor al ambiente en términos de utilidad para los humanos. Es
lo opuesto de la ecología profunda, por lo tanto, se le conoce como Ecología Superficial (en contraste con la
Profunda), y argumenta que el ambiente es éticamente considerable en virtud de su valor extrínseco, instrumental
para el bienestar de los seres humanos. La conservación es un medio al servicio de un fin que considera solamente el
ser humano y sus generaciones. Éste es el argumento ético a la base de las actuaciones gubernamentales, del
protocolo de Kioto (1997) y de los acuerdos de Río de Janeiro de 1992.

Ética ambiental y desarrollo


Por PEDRO JAVIER GONZÁLEZ GUTIÉRREZ*

La conservación del medio ambiente es un factor crítico para la supervivencia y el desarrollo futuros del género
humano. En la medida que, para satisfacer sus necesidades, la humanidad no es sólo capaz de dominar la
naturaleza, sino de alterar sus ciclos vitales, se impone la redefinición del concepto mismo de desarrollo en función de
dos consideraciones centrales: por un lado, la caducidad de los recursos naturales y del entorno físico en que ocurre
la actividad humana; por otro lado, el imperativo de que el intercambio energético entre el hombre y su medio
natural no rebase los límites que establece el proceso de regeneración de la propia naturaleza.
De acuerdo con los consensos construidos en el seno de las Naciones Unidas desde 1972, se entiende por
desarrollo sustentable un proceso de satisfacción de las necesidades del presente que no compromete la capacidad
de las futuras generaciones para satisfacer las propias. El desarrollo sustentable presupone, por tanto, la adopción de
una amplia gama de paradigmas económicos, sociales y tecnológicos según los cuales el desarrollo debe conciliarse
con la utilización racional de los recursos naturales disponibles.
La causa del desarrollo sustentable plantea importantes desafíos tanto a los Gobiernos como a las empresas y la
sociedad en general. Las sociedades, desde luego, deben hacer suyos los valores asociados con el desarrollo
sustentable y ello significa asumir las implicaciones éticas en lo concerniente a la revisión de sus pautas de bienestar
y modelos de vida. La civilización contemporánea enfrenta la necesidad de desarrollar modalidades distintas de
relación con la naturaleza; debe trascender las visiones puramente instrumentales y entender que una relación
respetuosa con la naturaleza es una premisa de la realización humana, tanto en su dimensión material como
espiritual.

Para los gobiernos, el reto consiste en hacer del desarrollo sustentable un eje transversal de todas las políticas
públicas vinculadas con la estrategia del desarrollo económico y social. Ya sea que pensemos en política comercial,
industrial y educativa o en aspectos tan puntuales como la orientación y la magnitud del presupuesto, la
sustentabilidad es un referente necesario. Asimismo, la acción del poder público debe partir de la idea de que el
desarrollo sustentable no puede ser el resultado espontáneo de las fuerzas del mercado, pero tampoco puede ser de
una regulación estatal que opere al margen o en contradicción con la racionalidad de la economía de mercado. Se
trata de crear un mecanismo de disuasión y estímulo que cuente con la fuerza del Estado para garantizar su
funcionalidad, pero de manera simultánea cree condiciones de marcado que hagan las opciones ambientales
racionales, opciones económicamente viables.
* Socio y Director General de Diseño Estratégico y Análisis Prospectivo, S.C.

2 www.usem.org.mx

Con todo, no se debe ignorar lo que el desarrollo sustentable significa para las empresas. En tanto actores centrales
de la actividad generadora de riqueza, las empresas son el agente social que de modo más directo se relaciona con
el proceso de interacción con la naturaleza.
Así, desde la óptica de la responsabilidad social empresarial, el ingrediente medioambiental es clave. De hecho, en el
capítulo 4 de la Agenda 21 de la Cumbre de Río -1992- se formulan los conceptos de producción y consumo
sustentables. Mientras el consumo sustentable se refiere al imperativo de modificación de patrones a partir de los
cuales se define el bienestar y la idea de una “buena vida”, la producción sustentable pone el énfasis en la
necesidad de que los procesos de extracción, transformación y aprovechamiento de los recursos naturales sean
expresión de una actitud renovada ante la naturaleza.
Más en específico, no solo se trata de que los actores económicos cumplan a cabalidad con las leyes y normas
ambientales, por ejemplo, en materia de manejo de residuos o de control de emisiones; ello representa, a fin de
cuentas, el cumplimiento de una obligación elemental. La responsabilidad social de las empresas va más lejos y se
relaciona con la manera en que éstas consideran las variables ecológicas en el diseño de sus estrategias de negocio.
La adopción de los criterios de la ecoeficiencia ilustra con claridad esta idea. La toma de decisiones tecnológicas
ambientalmente amigables.
Una nueva ética ambiental no está reñida con el desarrollo; lejos de ello, inaugura otras vías. Por un lado, los
recursos canalizados a la reconversión ambiental de las actividades productivas representan una inversión susceptible
de generar ventajas competitivas. El cumplimiento de la normatividad ambiental, indispensable para acceder a los
mercados, promueve la innovación continua y la adopción de los criterios de la ecoeficiencia –por ejemplo, uso de
energías alternativas, nuevas tecnologías, disminución de desperdicios, y el reciclamiento-. Por otro lado, el
cumplimiento de las normas ecológicas es capaz de inducir la aparición de nuevos sectores de negocio, tales como
el procesamiento de desperdicios y el reciclaje de recursos ya utilizados, la consultoría en materia ambiental, la
producción de tecnologías amigables con el entorno ecológico y la fabricación, instalación y operación de equipos
anticontaminantes y de tratamiento de residuos, entre otros.
Se requiere una visión de largo plazo. Para una empresa socialmente responsable, los recursos naturales no deben
ser vistos como botín, sino como un patrimonio que hay que cuidar y preservar en beneficio del sustento de las futuras
generaciones y de las propias empresas. Tampoco la satisfacción de las normas ambientales debe ser vista como una
carga y una fuente de costos, sino como una inversión. Con base en una nueva ética de relación con la naturaleza, las
empresas socialmente responsables deben ser pioneras y abrir nuevos caminos al desarrollo.

Reflexiones sobre Ética y Responsabilidad Ambiental

“La moralidad es una inversión. Hay un agujero en nuestra capa protectora de ozono moral, y está creciendo
más grande cada día”. “La crisis ética de nuestra sociedad es una consecuencia de nuestra educación”. (Der Spiegel,
Agosto de 1993)

Como consecuencia de una reciente presentación en la Academia Nacional de Ingeniería tuve la


oportunidad de ordenar algunas ideas y reflexiones sobre la gravitación de la ética y la responsabilidad en el ejercicio
de la Ingeniería y las Ciencias Ambientales. En esa oportunidad expresé que, es común reconocer que la cultura del
occidente superdesarrollado, ha hecho crisis con relación a muchos aspectos, pero sobre todo la concomitancia entre
1
el desarrollo tecnológico y económico y el entorno ámbito vital del Hombre. Es decir que la era de la tekhne de la
antigüedad, la técnica del hombre primitivo, ha cambiado de sentido en el mundo posmoderno. Cuando los impactos
acumulativos de las actividades humanas eran pequeños, las consecuencias ambientales de los proyectos de
ingeniería eran de menor conocimiento y preocupación. Ahora que el impacto de las actividades humanas ha
alcanzado una escala global hay una preocupación creciente acerca de las consecuencias ambientales de los diseños
de ingeniería. Un nuevo conjunto de restricciones ha venido a ser importante para los ingenieros – las restricciones e
incertidumbres ambientales -.
Los ingenieros están acostumbrados a enfrentar una variedad de restricciones de diseño, desde las
más objetivas leyes de la física y la termodinámica y las más subjetivas restricciones presupuestarias. Las
incertidumbres ecológicas agregan un conjunto adicional de restricciones. Ahora se espera que los proyectos de
ingeniería resulten en productos o sistemas cuyo uso e implantación no ponga en riesgo condiciones y procesos
ecológicos, en especial los más sensibles.
Una consecuencia sí aparece como clara y es que los ingenieros deberán trabajar muy
estrechamente con otros profesionales de las ciencias económicas, sociales, ecológicas, científicas y legales de lo
que lo han hecho en el pasado. Serán necesarios progresos tanto en diseños de ingeniería y comprensión
„ecológica‟, como en la actitud ante la incertidumbre de los riesgos, si el hombre desea mantener su impacto dentro
de los límites impuestos por el objetivo de “sustentabilidad”.
Ingenieros Ambientales, Ecólogos y otros Científicos Ambientales necesitan colaborar con los
ingenieros proyectistas para describir los requerimientos de importantes condiciones y procesos ecológicos en
términos que puedan ser incorporados en las condiciones de diseño de ingeniería y continuar trabajando juntos para
desarrollar planes de ingeniería posibles. Todos son responsables de mantener los impactos ambientales dentro de
límites aceptables.
El objetivo de este trabajo es hacer una breve exposición y discusión de los valores y
pertinencia ética en la cada vez más amplia responsabilidad profesional durante las evaluaciones de proyectos, los
estudios ambientales y las decisiones escogidas de una propuesta con sus incertidumbres, en relación con otras
posibles, como expresión de la libertad del ejercicio profesional.

Incertidumbres
Dado que los ecosistemas son complejos, las consecuencias ambientales de las actividades
humanas son inciertas. Por ello, las incertidumbres son una consideración muy importante en los diseños de
ingeniería y planes de gestión. Puede ser útil distinguir en el campo ambiental tres tipos de incertidumbres. “Los
riesgos”, se refieren a las situaciones donde las probabilidades pueden ser atribuidas a varias consecuencias
potenciales. “Los posibles o desconocidos” se refieren a situaciones donde el rango de posibles consecuencias se
piensa que es razonablemente bien entendida, pero las probabilidades de las diferentes consecuencias son

1
Del griego: arte oficio y profesión // arte manual industria ejercicio de una industria habilidad manual // talento habilidad en una profesión
objeto de arte obra // medio expediente artificio // tratado sobre un arte.( ver Ref.)
desconocidas. “La ignorancia de los desconocidos” son los fenómenos que no se tiene conciencia de que puedan
esperarse o entenderse.
Algunos desconocimientos pueden ser mejor descriptos como conocimientos no apreciados o
conocimientos ignorados. (En la conferencia de Estocolmo de1972, ni el calentamiento global, ni la lluvia ácida eran
preocupaciones mayores).
Las diferencias en el enfoque hacia la incertidumbre tienen grandes consecuencias para las
actitudes asociadas al ejercicio profesional y en el establecimiento de políticas ambientales. Los enfoques que se
centran en el riesgo, usan modelos cuantitativos en los intentos para identificar los escenarios más probables, y
entonces usan los resultados como una base de recomendaciones políticas. Un enfoque alternativo, centrado en lo
posible, intenta identificar las opciones políticas que minimizan la probabilidad de un resultado catastrófico. Este
enfoque que está incorporado en el principio de precaución, no intenta atribuir probabilidades para los posibles
resultados alternativos. Este tipo de incertidumbres son tales que permiten arriesgarse a evaluar subjetivamente las
probabilidades, pueden atribuirse posibilidades, que implican menor certeza, y se manejan, desde un punto de vista
técnico, mediante la utilización de la Teoría de Conjuntos Borrosos y /o mediante Métodos de Simulación.
En vista de estas incertidumbres los órganos reguladores y generadores de políticas a menudo seleccionan el riesgo
más alto del rango de estimaciones porque los políticos y funcionarios gubernamentales prefieren estar seguros, antes
que lamentarse. Esto puede resultar en altos costos por controles innecesarios y regulaciones irrazonables para la
industria.
Pero el trasfondo de estos condicionamientos influye en nuestras actitudes y conductas hacia
los riesgos ambientales. Las situaciones practicas incorporadas al ejercicio profesional de la gestión ambiental, genera
en forma permanente la necesidad de tomar decisiones, que involucran valores y principios morales que no se tienen
totalmente en claro en el momento en que se ejercitan. Así en muchos casos se fuerzan las decisiones porque se cree
que no va a pasar nada, o que no hay suficiente evidencia científica para preocuparse. Nos enfrentamos de esta
forma con el problema ético.

¿Es el Medio Ambiente un tema ético o moral?

El Ingeniero es visto en general como un profesional que resuelve cuestiones concretas con
resultados ciertos de tal manera que las opiniones subjetivas y los juicios de valor no tienen lugar, pero en su
verdadera dimensión, la Ingeniería Ambiental trata acerca de tomar decisiones en condiciones de mayor o menor
incertidumbre.
Los ingenieros, y todos los que están encargados de tomar decisiones prácticas, no están
interesados en esencia por el conocimiento verdadero; más bien están interesados en el conocimiento confiable.
Cuando un ingeniero hace una declaración de alto nivel tal como “Esta concentración de polvo obtenida es segura
para los vecinos.”, o afirmaciones más detalladas tales como “Los riesgos de adquirir una afección en estas
condiciones de exposición son de 1x10-6.” o “El impacto ambiental de este proyecto es compatible con el medio en
que se desarrolla”, no considera que su afirmación sea absolutamente cierta, porque es consciente de la
incertidumbre inherente asociada al sistema. Lamentablemente, otra gente, especialmente los legos, puede tomar
estas declaraciones al pie de la letra. Si se toman decisiones partiendo de la base de la exactitud de esas
declaraciones, y éstas demuestran ser erróneas, pueden surgir conflictos y malentendidos. Es muy importante que se
aprecie la incertidumbre asociada a la información, y que esta sea evaluada y estimada de alguna manera.
Los ingenieros tienen el deber moral y legal de perfeccionar su trabajo. Este deber implica una
responsabilidad para actuar razonablemente con relación a su familia, clientes, la sociedad en general y el ambiente
natural. Por lo tanto, la ingeniería es una actividad de toma de decisiones responsables basada en valores específicos
– uno de los cuales es actuar en forma responsable partiendo de la obtención de información confiable. El tomar
responsabilidades implica no solo que uno ha ganado el derecho de hacer las cosas bien, o de estar moderadamente
cerca de lo que está bien, sino que además ha tomado todas las precauciones que se pueden esperar
razonablemente de él para no hacer las cosas mal.

Moral y Etica
La moral se relaciona con lo correcto y lo incorrecto – con lo que debería ser más que con lo que es.
Define qué está bien. La ética, según una definición del diccionario, es la disciplina de la conducta moral – la palabra
sugiere un conjunto de pautas a través de las cuales un grupo en particular o una comunidad decide regular su
comportamiento – que distingue lo que es aceptable para llegar al logro de sus metas y lo que no lo es. En el discurso
ordinario las palabras pueden usarse indistintamente: podemos por ejemplo hablar de conducta moral o conducta
ética, o de filosofía moral o filosofía ética.
La ética consiste en tomar decisiones que definan un criterio que sirva para determinar que es lo
mejor en general y en particular, lo que es mejor para una persona o grupo social en relación con otra persona o
grupo. Pero en la actualidad la ética avanza más allá. Tal cual lo propone Saemann en su trabajo. Podemos proponer
la siguiente ecuación
Conducta Ética = Actuar en forma apropiada y responsable.
El énfasis puesto aquí es en el actuar, no simplemente en pensar, hablar y escribir.
Evolución de la responsabilidad en el ámbito profesional

La relación ética y moral de un acto ha sido juzgada hasta el presente dentro de un ámbito inmediato
y en un tiempo actual. Nos enfrentamos hoy ante una nueva realidad con nuevos alcances de nuestras acciones, el
mundo entero, y la aparición de consecuencias para el hombre y la naturaleza que exceden las barreras de nuestro
tiempo.
En este sentido el Filósofo Hans Jonas en su obra “El principio de responsabilidad”, trata de manera
acabada sobre este principio estrechamente relacionado tanto con la propagación del poder de la técnica, impulsado
por la incesante fiebre de la competencia, como por la consiguiente multiplicación de problemas sobre todo en el
campo ambiental.
Por ello se impone para el futuro encontrar una cultura que equilibre el antedicho poder con una
adecuada salvaguarda ética que resulte además capaz de dar una nueva dimensión a la responsabilidad. Respecto a
esta última, según Jonas, son dos los cambios destinados a tener en el futuro una relevancia cada vez mayor.
El primero de ellos, es él deber de responder por las propias acciones que causaren daños no
solamente a seres humanos actuales, sino también al medio ambiente, a los animales y a las generaciones humanas
futuras.
El segundo cambio, se relaciona con el hecho de que hay consecuencias emergentes de nuestras
acciones que pueden manifestarse tardíamente; por lo tanto es un deber esforzarse para prever tales consecuencias
que pueden afectar también a sujetos indeterminados, individualizables solamente cuando se manifieste el eventual
daño.
El hecho de no poder prever los daños futuros de nuestras acciones no excluye nuestra
responsabilidad; por lo cual se deduce que seguimos siendo moralmente responsables también de acciones de las
cuales tenemos conciencia de su potencial poder devastador, aunque no podamos o no sepamos formular las
necesarias previsiones,” ahora somos responsables de un deber hacer respecto a un deber ser”, o sea de un deber
ser en el respeto de la vida.
Los conceptos de Jonas dilatan en gran medida la esfera de la responsabilidad del Ingeniero
respecto de los esquemas actuales, y apuntan a crear una ética para una sociedad tecnológica.
Es una ética indispensable para el respeto de la vida, y para restituir al hombre el control de las
propias acciones, librándolo de un peligroso estado de pasividad moral, superficialmente justificada por la satisfacción
generada por las grandes conquistas de la ciencia y de la técnica.

Algunas consideraciones finales.

En la actualidad las decisiones profesionales en el campo de Ingeniería Ambiental están basadas en


una cultura totalmente determinista a la que queremos aferrarnos con números y cálculos exactos y nos cuesta
aceptar la concepción probabilística que está vinculada con las incertidumbres en el conocimiento de las respuestas
ambientales a la incidencia de la tecnología y su manifestación en las decisiones sobre la evaluación de proyectos y
en la gestión ambiental
Si alguna vez vamos a alcanzar una gran conciencia ecológica en las decisiones y en la gestión
ambiental dentro de la industria y otros contextos tecnológicos, vamos a necesitar un renovado énfasis en la ética. Si
revisamos las fuerzas motoras detrás de nuestras conductas y proceso de decisiones que son apropiadamente
responsables y compatibles con las necesidades ambientales, se pueden distinguir cuatro componentes:
- La tecnología que influye en la concepción que el hombre tiene de sí mismo
- La legislación que viene a ser el marco que sustenta la aplicación de su cumplimiento.
- Los instrumentos del mercado que constituyen la motivación para un estímulo económico.
- La ética personal e institucional que es el factor de motivación desde el interior del hombre y la
sociedad.
En síntesis necesitamos a la ética como una conducta complementaria de la legislación y los instrumentos del
mercado que de un sentido y estimulo interior a un comportamiento comprometido.
El tema es ¿qué ética necesitamos? Primero yo desearía sugerir que nosotros debemos enfatizar
entre la ética de la responsabilidad por nuestras acciones y sus consecuencias. Esto significa una ética de la
responsabilidad tanto personal como institucional con énfasis en las consecuencias de nuestras acciones a largo
plazo y globales y no solamente a corto plazo y locales. Es especialmente importante que esta responsabilidad sea
ejercida no solamente hacia el Hombre, sino también hacia toda la naturaleza, la biosfera que es el sustento de toda
la vida.
Además es cada vez más evidente en las sociedades democráticas que nosotros debemos respetar
los aspectos formales de la ética de la información. En particular, esto significa que, cuando haya disputas que
provienen sobre normas relevantes y proyectos específicos, nosotros debemos buscar consenso en un dialogo serio
con todas las partes interesadas.
Los profesionales debemos tomar conciencia que nuestra responsabilidad ante la sociedad nos obliga
a considerar que “Una decisión técnica es razonable cuando está de acuerdo con la probabilidad formulada sobre la
base de pruebas disponibles”.
Mientras el ingeniero normalmente no tiene conocimientos profundos de las responsabilidades,
cuando los tiene, frecuentemente no piensa en ellas, como consecuencia de la urgencia o el interés por el trabajo, o
los intereses del grupo al que presta servicios. Por ello es necesario que se informe correctamente en el curso de su
formación profesional, sobre la responsabilidad y las bases del derecho.
Si el problema ecológico es de índole moral, la enseñanza y formación en este campo no puede
seguir las reglas tradicionales que se imparten basadas en métodos pedagógicos que apuntan solo al saber y no al
cambio de conductas y compromisos. El seguimiento ciego de las reglas y necesidades del mercado necesitan una
adecuación social y humanista que permita considerar al hombre inserto en el ecosistema global.
Para los ingenieros y los científicos, en no menor grado que otros grupos profesionales, el individuo
debe tomar responsabilidad por las consecuencias de sus acciones y para que su conocimiento esté disponible a los
que toman decisiones. Esta responsabilidad ética no puede ser delegada.
Por ultimo queda claro que se hace necesaria la enseñanza de la ética profesional en el ámbito
universitario, promoviendo la conciencia general de una responsabilidad ambiental en toda la sociedad. Este asunto
se deberá convertir en una creciente componente de nuestro proceso educativo que debe involucrar a la familia, la
Iglesia, las distintas corporaciones, las asociaciones profesionales, Universidades, y a las facultades de ingeniería y
otras.

DERECHO Y ETICA AMBIENTAL Y LABORAL EN LA ERA DE LA MUNDIALIZACION


"Probablemente la transformación cultural más importante para el logro de la sustentabilidad en el siglo XXI sea el
surgimiento de un modelo de acción humana que armonice los aspectos éticos, económicos y ecológicos,
centrándolos en una vocación de solidaridad comunitaria". Daly y Cobb, 1994

"El desarrollo de una ética ambiental puede ser deseable, pero difícilmente cambiará la naturaleza humana básica. En
vez de intenciones, la correcta administración de los recursos depende de cómo buenas instituciones sociales
controlan el interés personal a través de incentivos individuales". Anderson y Leal, 1991
I. América Latina: mundialización y modelo de desarrollo vs. Naturaleza.

La relación del hombre con la naturaleza ha variado a través de la historia y de las diferentes culturas. Pero la
sociedad humana, en casi todos los casos, se ha caracterizado por ser depredadora de otras especies y
contaminadora compulsiva (Iturraspe, 1998).
La relación sociedad-naturaleza en muchas de las culturas americanas anteriores al "descubrimiento" estaba basada
en un esquema armónico (Gligo y Morello, 1989), en el cual la identificación con la tierra era parte fundamental no
solamente de su cosmovisión sino de una ética productiva que, lejos de considerar a la naturaleza como un "recurso"
a "usar y abusar", era generalmente sacralizada.

Los metales preciosos y las tierras aptas para la producción de azúcar fueron los dos principales atractivos iniciales de
los conquistadores y colonizadores del nuevo mundo. (Ferrer, 1996). Éstas y otras actividades extractivas y agrarias
dejarían una huella indeleble en muchos ecosistemas.
La primera mundialización (posterior a los "descubrimientos") trajo consigo, como primera nota a considerar, la
depredación de los "recursos naturales" y la ideología de la reducción de la naturaleza como "recurso" a explotar.
Pero esta depredación vino acompañada de la degradación de los "recursos humanos". La minería y las haciendas y
plantaciones exigieron el sometimiento de las poblaciones originarias: los "recursos naturales" requerían de "recursos
humanos". La reducción de los diferentes pueblos indígenas al trabajo requerido por el nuevo modelo productivo
mercantil, fue una de las causas de la terrible catástrofe demográfica que sufrió el continente con la muerte de
decenas de millones de seres humanos.
Pero la economía extractiva de la primera mundialización en América requería de creciente cantidad de mano de obra,
por lo cual se produjo la incorporación de grandes masas de esclavos provenientes del África. La conquista y
colonización de América introdujeron dos nuevas dimensiones en el tráfico esclavista: nunca antes se había traficado
en escala semejante a la inaugurada con la incorporación del nuevo mundo al emergente orden mundial, por una
parte, ni la esclavitud había estado asociada con la raza y a una factura profunda entre los niveles culturales de
esclavistas y esclavizados, por otra parte, (Ferrer, 1996).
La segunda nota a considerar, vinculada a la anterior, es la degradación de los "recursos humanos" y la ideología de
la reducción de los seres humanos a "recursos" a explotar que se pone de manifiesto con las discusiones teológicas
sobre si los indios o los esclavos africanos tenían o no alma, y continúan hoy en día con la idea de que la fuerza de
trabajo es una mercancía que debe ser simplemente regulada por el "mercado" de trabajo.
Frente a esta situación emergen respuestas de distinto género en todo el continente, desde las primeras
insurrecciones indígenas y la rebeldía de los esclavos en las "cimarroneras" y "rochelas" hasta los enfrentamientos al
colonialismo español y portugués, con las guerras de la independencia que darán lugar a la imposición del orden
oligárquico y al neocolonialismo anglosajón.
La segunda mundialización, que viene de la mano de la primera revolución industrial, le permitió a nuestras jóvenes
repúblicas oligárquicas incorporarse al mercado mundial como exportadoras de las materias primas que requería el
proceso de industrialización de Europa y los Estados Unidos. Así se incorporaron al comercio mundial con las
mercancías producidas en los enclaves y en las minas y llanuras feraces conquistadas a los indígenas y a los criollos
mediante una desigual guerra de exterminio. Nuevamente se requirió de la inmigración que llegó de Europa, y en
algunos casos de Asia, para levantar las cosechas, colaborar en la construcción de ferrocarriles, etc. Esta segunda
etapa siguió los pasos de la primera: por una parte, la biodiversidad y la vida natural retroceden en la medida que
avanza el "progreso", por la otra se establecen las ideas eurocentristas y racistas por las cuales nuestros pueblos son
incapaces de desarrollarse sin el concurso de los capitales y la "civilización" europea (Sarmiento, 1845).
Las nuevas respuestas serán las luchas democráticas por la autonomía regional frente al centralismo y la imposición
del orden neocolonial, y las organizaciones y luchas de los trabajadores de la ciudad y del campo que caracterizan las
etapas iniciales del movimiento sindical latinoamericano en el siglo XIX y comienzos del XX. En esta fase de
respuestas se inscriben la revolución mexicana y centroamericana, las rebeliones campesinas, la reforma universitaria
y la construcción de organizaciones democráticas de contenido latinoamericanista.
Esta expansión del progreso exportador en América Latina y de la segunda mundialización tiene su crisis en 1930,
época en la que se potencia un nuevo modelo de desarrollo basado en la industrialización sustitutiva de
importaciones. Este proceso da lugar al crecimiento del Estado, con un papel en la economía y en políticas sociales
que logran expandir la educación, establecer sistemas de seguridad social y regímenes más democráticos de
relaciones laborales con el apoyo a las organizaciones sindicales y el surgimiento de organizaciones políticas y
sociales populares. Estos procesos sociales disímiles y en diversos tiempos según los países, intentan, por una parte,
ponen fin al orden oligárquico, y por otra, enfrentar la creciente influencia de los Estados Unidos en la región, dentro
de las limitaciones propias de nuestras sociedades.

El esquema de desarrollo "endógeno" da lugar -en especial en algunos de nuestros países- a una rápida urbanización,
un importante incremento de la población, el intento de construcción de economías basadas en el mercado interno y
en el proteccionismo que permite una industrialización muchas veces sin límites ecológicos. Estos factores determinan
nuevos desequilibrios ambientales, la utilización de tierra agrícola sin una planificación de la ocupación del territorio, el
aumento desproporcionado del tamaño de las ciudades con sus cinturones de miseria, la falta de planificación
adecuada de la deposición de los desechos industriales y urbanos que convierten en cloacas a nuestros ríos, la
llamada "revolución verde" que provoca graves problemas a la biodiversidad, la contaminación del aire, del mar y del
suelo etc. El propio Estado industrializador es incapaz de poner coto a la acción depredadora, frente a la cual
aparecen los primeros movimientos conservacionistas contra la contaminación y por el medio ambiente.
Este modelo de desarrollo comienza a entrar en crisis y es reemplazado por un nuevo esquema neoliberal que
acompaña a una tercera mundialización que implica una fuerte expansión del comercio mundial, sobre todo entre los
países desarrollados, una notable concentración del poder de los monopolios trasnacionales y una aguda
dependencia financiera, una nueva y profunda revolución tecnológica, una ruptura de los espacios nacionales en el
plano comunicacional, cultural, jurídico y político y la imposición de un modelo societal mundial que, sobre todo
después de la caída del muro de Berlín, aparece con la pretensión de "único".
La lógica del mercado se está profundizando en América Latina, desencadenando profundas transformaciones en sus
matrices culturales y políticas. La mayor parte de los análisis de este proceso han enfocado aspectos
macroeconómicos (como por ejemplo el déficit fiscal o la inflación, la privatización de empresas públicas y la reducción
de las políticas sociales). Sin embargo, esta reorganización economicista tiene muchos otros efectos, en tanto
expresa una forma de concebir a la sociedad y la naturaleza. Aunque en ningún país se mantiene un modelo
neoliberal "puro", y mientras sus postulados están perdiendo fuerza, igualmente permanece un sesgo o estilo
neoliberal sobre nuestras sociedades. Aunque se habla de justicia social y equidad, hay evidencias de la permanencia
de una impronta que una y otra vez muestra la presencia del reduccionismo de mercado que plantea análogas formas
de concebir las relaciones entre las personas y las relaciones con la naturaleza, existiendo un alarmante paralelo
entre sus propuestas sociales y ecológicas. (Gudynas,1998)

II. Crisis en la relación sociedad-naturaleza


La ideología del progreso indefinido y sus apoyos científico-positivistas (y los diversos credos políticos que surgieron
bajos estas ideas) renovaron en América las promesas bíblicas que le ofrecieron al hombre "dominar la tierra" y
ponerla a su servicio.
Las artes ensalzaron la conquista de la naturaleza, la conversión de los bosques en tierras de labranza, "el cultivo", el
crecimiento de las ciudades, la "civilización". El colonialismo primero y el neocolonialismo después permitieron llevar
ese progreso a todos los rincones del planeta y exterminar o "domesticar" a las culturas que tenían una relación
menos agresiva con la naturaleza. La religión no se quedó atrás y ayudó con ímpetu misionero a imponer ese modelo.
El derecho, influenciado por esas ideas y por el auge del progreso económico, toma los conceptos jurídicos romanos,
los codifica o los jurisprudencialisa, para que la naturaleza y todos sus reinos (animales, vegetales y minerales) sean
una res (cosa, objeto) y la relación del hombre-propietario con ellos, la plena in rem potestas, que facilita el ius utendi,
et abutendi et fruendi. El sacrosanto derecho de propiedad permite abusar y degradar la naturaleza como eje de todo
el sistema jurídico articulador de los intereses sociales hegemónicos.
Las propias ideas sociales contestatarias predominantes asumieron el papel de socialismo "científico" y la bandera de
la superación del capitalismo porque frenaba el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad. Los escritos de
los padres fundadores ensalzaban el papel de los ingleses en la India y la destrucción de los modos de producción
perimidos por la obra del progreso. El positivismo divide a la sociedad entre las fuerzas "progresistas" y los
"retrógrados" por oponerse al avance de las fuerzas productivas. Así como la cuestión social, provocada por las
injusticias "internas" del sistema en las grandes metrópolis, dio lugar a la sociología, la conquista colonial hizo
necesario el estudio de las "formas primitivas" por la antropología.
Las guerras coloniales y mundiales fueron un gran instrumento para la expansión del progreso y la tecnología y
permitieron la difusión de la ideología de este modelo productivo y de relación sociedad-ambiente.
Durante todo el tiempo hubo voces disidentes y enfrentamiento al modelo de desarrollo, pero eran arrolladas por la
marea creciente del progreso y los formidables aparatos ideológicos, jurídicos, culturales, científicos, religiosos,
artísticos, económicos etc. de la modernidad. Al comienzo aparecieron unos individuos a veces exóticos, llamados
conservacionistas, que intentaban combatir el mal por sus efectos y por ende solían ser totalmente funcionales al
sistema.
Pero las señales de alarma se multiplicaron. La gente común, primero en el mundo desarrollado y después en todos
los países, empezó a percibir con claridad los terribles estragos: los peces muertos en los ríos contaminados, la
proliferación de las enfermedades ambientales, la polución atmosférica. Comienza a desarrollarse la idea de medio
ambiente y surge la ecología que pone de manifiesto el tenebroso impacto sobre los ecosistemas de nuestra
civilización.
Un informe del Club de Roma recopiló las profecías del desastre por parte de grupos de científicos altamente
acreditados: nos queda carbón, petróleo, minerales para muy poco tiempo y el ritmo de utilización de esos "recursos"
se intensifica vertiginosamente; la población aumenta en forma geométrica, la contaminación de los diversos
ecosistemas es cada vez mayor; los bosques, pulmones de oxígeno, los océanos, grandes fuentes de alimentos,
están en grave peligro.
Cuando en los años ochenta los cambios políticos en la ex Unión Soviética comenzaron a mostrar a través del
Glasnost (transparencia) los efectos en la naturaleza del sistema imperante en los países hasta entonces
denominados socialistas, el mundo no dejó de asombrarse. La destrucción ecológica era algo más que un
subproducto del capitalismo occidental: forma parte de nuestros impulsos vitales, se alojaba en el tanatos de nuestro
inconsciente colectivo, era inseparable de todas las manifestaciones culturales del mundo del progreso.
Muchos propusieron un cambio agresivo, otros formaron partidos para tratar de modificar el aparato del Estado y
establecer reglas de juego, pero poco o nada realmente cambió fuera de los llamados países centrales en los que la
conciencia de la población operó una modificación substancial de las conductas sociales sustantivas, aunque, en
muchos casos, superficial.
Los trabajadores y sus organizaciones se vieron bien pronto frente a una feroz contradicción: las fábricas, los
microclimas industriales, las vecindades urbanas, los campos de labor contaminados por los pesticidas eran su hábitat
natural, pero la imposición de reglas estrictas en beneficio de su vida y su salud se encontraba frente al permanente
chantaje de pérdida de los puestos de trabajo y el traslado de las fuentes de empleo a zonas o países permisivos,
generándose el dumping ambiental o ecológico.
Los sindicatos, que históricamente fueron las primeras Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) preocupadas
por temas del ambiente laboral (higiene ocupacional, fatiga y reducción de la jornada, etc.) en muchas ocasiones, por
el dramático tema de la pérdida de puestos de trabajo y por una mentalidad fuertemente condicionada por el propio
modelo de desarrollo, asumieron roles "conservadores" en materia de protección ambiental frente a las ONGs
ecologistas, parte de los nuevos movimientos sociales.
La mundialización -o globalización como se la denomina en un anglicismo que muestra las hegemonías culturales del
proceso- ha agravado en los últimos años la crisis ambiental y social debido a tres procesos paralelos e
interconectados:

i) el predomino en todo el planeta de un modelo de desarrollo basado en la explotación irracional de los recursos
naturales (y de los recursos humanos también) y en la generalización de un consumismo desbordado para muchos
países y capas de su población, y contradictoriamente, de pobreza y marginalidad para sectores crecientes. Ambos
polos de este desarrollo desigual tienen graves consecuencias ambientales. El consumismo, por una parte, transforma
las relaciones entre las personas y el mercado profundiza su hegemonía social (Guattarí,1998). La cosificación de los
seres humanos transforma desde su raíz las sociedades e implica un impresionante despilfarro de recursos. La
publicidad y la oferta crean artificialmente la demanda de productos cada vez más sofisticados. Los automóviles y
artefactos de todo tipo consumen una cantidad de energía impresionante creando una cultura de competitividad y
despilfarro. Por otra parte, el incremento de la marginalidad y la pobreza también tienen repercusiones ecológicas
preocupantes, como la tala de árboles y bosques para leña, prácticas contaminantes, la desaparición de especies y
ecosistemas por la presión de la expansión demográfica.
ii) el crecimiento demográfico, la aparición de megalópolis, la invasión y destrucción incesante de ecosistemas enteros
y de tierras cultivables. Cada 8.23 segundos se pierde una hectárea productiva.(IDRC)
iii) el desarrollo tecnológico desenfrenado que le ha permitido al hombre obtener energía del átomo (y crear armas
infernalmente poderosas capaces de hacer volar el planeta en mil pedazos), materiales del gas y del petróleo, de los
minerales, biotecnología, generalizar el transporte y las telecomunicaciones, lograr estándares de confort
insospechados hasta hace muy pocos años - en general altamente consumidores de energía - y sobre todo acumular
medios bélicos cuya utilización en una pequeñísima fracción ha traído consecuencias impresionantes, como las
enfermedades degenerativas de soldados norteamericanos de la guerra del Golfo o la leucemia que padecen los
soldados italianos que permanecieron en Kosovo, según la prensa internacional (El Mostrador, Santiago, 19 de
diciembre de 2000).

III. Problemas sociales y ambientales desde el mercado: las deudas ambientales


La perspectiva neoliberal, además de ser un modelo económico, es también una visión amplia de la vida en sociedad.
Postula al mercado como el escenario social perfecto. Su funcionamiento se basaría en la aceptación voluntaria de los
individuos, a partir de sus intereses particulares, sin atender a los fines colectivos. Las interacciones sociales quedan
reducidas a relaciones de mercado. El centro se pone en el individuo, y la sociedad deja de ser una categoría con
características propias, reflejando en cambio un mero agregado de personas distintas, cada una atendiendo sus
propios fines. Los derechos personales son reducidos a derechos del mercado, y la libertad es presentada
negativamente, como ausencia de coerción, y en especial restringida a la libertad de comprar y vender. Es en el
mercado donde se realiza la libertad personal. Para asegurar su correcto funcionamiento debe estar protegido de
intervencionismos, y en especial, de los provenientes del Estado. Un breve vistazo a algunas medidas que se han
tomado en los terrenos social y ecológico, servirán de ejemplo. Las políticas sociales -en particular los servicios de
seguridad social- y la educación, así como las políticas ecológicas de conservación de la naturaleza, quedan
subordinadas a criterios de mercado (Gudynas (1995, 1998) Coraggio (1993), de Sierra (1994), Stahl(1994) etc.
Según esta concepción, la mejor defensa del ambiente y la naturaleza es su privatización. Lo estatal, identificado con
lo público, es como res nulius. No tiene dolientes, nadie lo defiende. Es necesaria una política que haga privado el
aire, el agua, el mar. Ya en muchos de nuestros países esto ocurre y se han dividido el mar territorial a través del
sistema de concesiones, por ejemplo. Igualmente ocurre con lo social. Algo eminentemente público y solidario como la
seguridad social, es privatizada y sus fondos dependen del mercado y las prestaciones de los futuros jubilados y
pensionados de su esfuerzo y capacidad individual.
Dice Gudynas en su trabajo que el ambientalismo neoliberal puede alcanzar posiciones ridículas. En su búsqueda
obsesiva de optimizar los mercados se ha llegado al extremo de plantear que el principio de contaminador-pagador se
aplicaría a aquellos afectados por la contaminación, quienes deberían pagar esos impuestos (y no el contaminador),
de manera de inhibir a las personas de escoger lugares de residencia próximos a industrias contaminantes (Baumol y
Oates, 1988).
Las empresas consideran los costos ambientales como "externalidades", parte de un pasivo indeseable, y los Estados
que establecen reglas y las hacen cumplir son considerados enemigos de la competitividad y poco fiables para las
inversiones.
Crece, por ende, un pasivo ambiental en varios aspectos:
i) Los efluentes industriales, las substancias contaminantes que muchas veces son subproducto de algunos procesos
cuyas tecnologías fueron desarrolladas con absoluta prescindencia de los posibles impactos ambientales, como los
desechos radiactivos de las plantas de generación de energía atómica, las plantas petroquímicas de cloro soda que
desechan toneladas de mercurio al medio ambiente, la generación de energía por la quema de combustibles fósiles y
su comprobada contribución a la lluvia ácida y al efecto invernadero etc.
ii) La utilización irracional de energía e insumos y un permanente "saqueo" de las materias primas compradas a
precios manipulados en el mercado mundial, rebajados por lo que la CEPAL denominó el deterioro de los términos del
intercambio.
iii) La contaminación de los lugares de trabajo y las vecindades industriales. Una encíclica ponía de manifiesto hace
muchos años que la materia sale ennoblecida del taller y el hombre degradado. Miles de productos son utilizados por
las industrias sin un estudio previo de su incidencia en la salud de los trabajadores (ni de los consumidores, ni de los
habitantes de las vecindades). Cuando la presión pone en peligro las actividades contaminantes esos procesos son
trasladados a otros países con menor o sin protección ambiental.
iv) La fabricación de productos innecesarios y contaminantes que generan su propio mercado merced a la
manipulación consumista a que aludíamos y un esquema individualista exacerbado, como por ejemplo, la cultura del
automóvil, altamente ineficiente y contaminante como medio de transporte o la fabricación de armamento cada vez
más aterradoramente sofisticado.
v) La intensificación del comercio mundial aumenta la posibilidad de desastres provocados por el traslado de materias
primas y productos manufacturados, derrames petroleros, escape de productos químicos, de desechos industriales
etc.
vi) La desaparición de ecosistemas enteros o su degradación y la extinción de gran cantidad de especies, por la tala,
las emisiones contaminantes etc., así como la pérdida de la biodiversidad.
vii) Los gravísimos cambios climáticos en los cuales parece tener una responsabilidad muy grande los desequilibrios
provocados por la continua expansión de la tecnoesfera y una de cuyas expresiones más difundidas es el agujero de
la capa de ozono que producen los derivados del carbono que se combinan con esa forma alotrópica de oxígeno y
priva a la atmósfera de la defensa natural contra los rayos solares dañinos para la vida humana, vegetal y animal.
viii) El uso de herbicidas, pesticidas, alimentos para animales, métodos agrarios altamente peligrosos para la salud de
los trabajadores rurales y los consumidores.
ix) La propagación de enfermedades ocasionadas o agravadas por los problemas ambientales, que constituyen un
grave peso para la salud pública de nuestros países.
Esta situación produce una grave y múltiple agresión que sufren la naturaleza y los propios seres humanos: como
productores, en un ambiente agresivo, insalubre y contaminado; como consumidores, objeto de manipulación y graves
peligros por el uso de diferentes substancias no catalogadas pero muy probablemente dañinas; como pobladores de
las altamente marginalizadas ciudades, producto del proceso de "calcutización" de nuestras metrópolis; como
desempleados, por la incorporación de la robótica y demás tecnologías desplazadoras de mano de obra, y como
subempleado o trabajador precario, por las nuevas formas de contratación "flexibilizadas"; como ciudadano de un país
y como habitante de un planeta amenazado por la destrucción de los ecosistemas y como padres de las nuevas
generaciones que recibirán problemas ambientales y ecológicos agravados por la irresponsabilidad de las
generaciones anteriores.

IV. El papel del Estado, el derecho laboral y el derecho ambiental y sus limitaciones en América Latina y el
Caribe
Sin menoscabar la importancia de los antecedentes de la temprana preocupación por el ambiente, por ejemplo de
Simón Bolívar (los decretos conservacionistas de El Libertador), las primeras regulaciones ambientales las
encontramos como parte de la protección de los microclimas industriales, tanto en el incipiente Derecho del Trabajo -
en especial el referido al trabajo en las minas - como en las regulaciones de nivel municipal, local, que derivaban las
competencias de ordenación edilicia, higiene y aspectos conexos. Pero bien pronto la magnitud del problema
comienza a hacer insuficientes esas previsiones y aparecen normas específicas de derecho público.
El derecho laboral aporta tempranamente normas internacionales como la prohibición del uso de la cerusa en la
pintura y normas nacionales de higiene y seguridad de las fábricas y otros lugares de trabajo. El derecho civil regula
los daños producidos por prácticas depredadoras del ambiente dentro de los cánones tradicionales de la
responsabilidad civil y surgen incluso normas penales.
Así como el derecho laboral es producto de los graves desequilibrios sociales producidos en la Revolución Industrial,
el derecho ambiental nace como una reacción frente a la grave situación de los crecientes desequilibrios ecológicos, y
tiene desde sus inicios una vocación internacional: es reconocido que, en general, los problemas ambientales afectan
más allá de las fronteras nacionales.
La primera oleada de regulación tanto ambiental como laboral es claramente intervencionista: el Estado, por una
parte, y por otra la comunidad internacional, asumen un papel fundamental.
Algunos países desarrollan importantes instituciones para el control ambiental y sanciones más severas para los
contaminadores. A nivel internacional se crean importantes instituciones especializadas como el Programa de las
Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y se multiplican las conferencias mundiales que constituyen
grandes hitos en el desarrollo de una conciencia ambiental como las de Estocolmo y Río de Janeiro. Aparece la idea
de la tierra como hábitat de la humanidad: "una sola tierra".
Los organismos financieros internacionales condicionan su asistencia crediticia al cumplimiento de ciertas normas
ambientales. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) adopta reglas especiales para evitar el
dumping ecológico, y dentro del aspecto laboral, establece mecanismos específicos para vigilar las violaciones de los
países contratantes de las normas relativas al ambiente y la higiene y seguridad laborales o medio ambiente de
trabajo.
En esta segunda ola de regulación los sindicatos -siempre atrapados en este campo por la contradicción entre la
defensa del empleo y la protección ambiental- utilizan una doble estrategia: por una parte intentan, a través de la
negociación colectiva y otros mecanismos, establecer reglas que permitan mejorar las condiciones ambientales sin
detrimento del empleo; y por otra, demandan al Estado reglamentaciones, compensaciones y subsidios para poder
enfrentar el problema.
Paralelamente se amplía la conciencia ambiental en sectores cada vez más importantes de la población y comienzan
a agruparse, a nivel nacional e internacional, ONGs con agendas cada vez más precisas. Las prácticas depredadoras
y contaminadoras de las empresas y de los individuos comienzan a ser éticamente consideradas como "políticamente
incorrectas" no solamente en los países desarrollados sino en importantes sectores de América Latina.
Los derechos ambientales -como derechos felicitarios (Tinoco, 1988), como derechos de tercera generación o
derechos de solidaridad (Uribe Vargas, 1983)- comienzan a constitucionalizarse. Esta tendencia es tan notable que
incluso constituciones como la chilena de la dictadura, que proponían fundar jurídicamente un orden neoconservador
o neoliberal, contienen normas importantes de derecho ambiental.
Es precisamente ese esquema político neoconservador o neoliberal que como parte de la (contra) revolución
tatcheriana-reaganista comienza a erosionar al aparato jurídico institucional de defensa del ambiente en general y del
ambiente de trabajo en particular. Los delitos ecológicos, sobre todo los cometidos con frío y calculador dolo y
propósito de enriquecimiento desmedido por las grandes corporaciones industriales, extractivas, energéticas y de
transporte son habitualmente delitos de cuello blanco que entran dentro del amplio campo de las ilegalidades
privilegiadas (Acosta, 1988).
El poder del Estado se debilita frente a las empresas trasnacionales y al mercado. La posibilidad concreta no
solamente de imponer sanciones sino de inspeccionar y controlar se vuelven en muchos casos ilusorias. Los
organismos reguladores carecen de autonomía real y de estructuras técnicas frente al poder de los monopolios.
El poder de los sindicatos sufre en esta etapa un fuerte retroceso y con él la posibilidad de órganos independientes de
control en el seno de las empresas y por ramas de producción. En muchos casos, nuevos actores sociales
ambientalistas, vecinalistas etc. toman un lugar fundamental en la organización de la población para enfrentar los
graves problemas ecológicos.
La reacción sindical no se hace esperar y el tema del ambiente aparece en la agenda de los congresos laborales
internacionales y en la literatura teórica del sindicalismo. Esta preocupación, en general, no llega a la práctica sindical
concreta en época de crisis del empleo, de reestructuración productiva y del aparato del Estado y de fuerte ofensiva
antisindical. Por el contrario, la cotidianidad de la lucha laboral se torna fuertemente "defensiva" y "economicista".

V. La tercera oleada de regulación y la tercera generación de derechos


Con el debilitamiento de los controles estatales y sindicales la responsabilidad empresarial aparece en primer plano y
el propio Estado se despoja de sus facultades de control y adopta un nuevo modelo basado en la autoregulación (por
las propias empresas) y de controles ex post facto que ocupan el lugar de la detallada regulación de la etapa anterior.
Dada la satanización del Estado y de lo público, en esta concepción son las propias empresas las que deberán cuidar
del cumplimiento de la normativa sobre ambiente laboral y sobre protección ecológica. En compensación a este
"desguace" del Estado se le otorgan a los trabajadores -en general como derecho individual, no colectivo-
responsabilidades en el control. Pero las nuevas condiciones políticas y culturales -con la preeminencia de los criterios
individualistas-consumistas y no solidarios- producen un agudo desequilibrio de fuerzas entre los actores de las
relaciones de trabajo, lo cual hace aún más ilusorio este control incluso en los países desarrollados (Tucker, 1999).
En realidad, esto es parte de un esquema ideológico que rechaza las intromisiones del Estado o de cualquier otro
agente en el mercado, porque serían ataques a la libertad personal. Según esta concepción, nadie posee toda la
información como para planificar y manejar adecuadamente la marcha de la sociedad, en tanto el conocimiento está
diseminado y fragmentado, y será en el mercado donde esas piezas de información se integren. En atención a ello
niegan que el Estado o cualquier otra organización pueda planificar o encauzar la marcha de la sociedad, confiando
entonces en un orden espontáneo que deriva de las relaciones en un mercado competitivo (Hayek, 1994).
Tanto para el Derecho de las condiciones y medio ambiente de trabajo como para el Derecho Ambiental (como
conjuntos de normas jurídicas) se pretende - en esta tercera oleada de regulación - pasar a una simple ética de
seguridad o ética ambiental (mediante normas no coercitivas).
En el caso de la gestión ambiental, tanto en el ambiente en general como en el medio ambiente de trabajo en
particular, lo que busca la propuesta neoconservadora o neoliberal hegemónica es, por una parte, la externalización
de los riesgos y por la otra, la privatización de los recursos naturales, en particular otorgando derechos de propiedad y
patentes sobre variedades de plantas y animales, y transfiriendo la gestión ambiental a organismos por fuera del
Estado y del control social. Gudynas (1998) nos trae el caso más extremo en nuestro continente que es la constitución
del Instituto Nacional de Biodiversidad (INBio) de Costa Rica, bajo personería jurídica de asociación civil sin fines de
lucro, pero a la que se le han cedido las potestades de la nación para la conservación y manejo de los recursos
biológicos de ese país centroamericano.
El sesgo mercantil -nos dice Gudynas (2000)- avanza sobre todo en la cotidianidad. Allí se observa una avalancha de
conceptos y términos mercantiles. Pero no menos relevante es el hecho de cómo esos cambios están pasando
inadvertidos o son tomados con toda naturalidad. Hasta se llega a generar un "marketing ecológico" para atender a los
ambientalistas
Este sesgo mercantil se nutre de una serie de preceptos que encarnan claramente la corriente neoliberal. Para ellos el
mercado es el único medio para la asignación más eficiente de los recursos. Allí se genera un orden espontáneo,
donde la competencia es el mecanismo básico de acción entre los individuos. De hecho, según Hayek (1968), son los
individuos persiguiendo sus propios intereses y beneficios los que determinan la marcha de la sociedad.
Allí no hay lugar para la razón ni para una ética de solidaridad o altruismo. Hayek (1990) sostiene que "la competencia
no es otra cosa que un ininterrumpido proceso de descubrimiento, presente en toda evolución, que nos lleva a
responder inconscientemente a nuevas situaciones. Es la renovada competencia, y no el consenso, lo que aumenta
cada vez más nuestra eficacia".
Esto explica varias de las posturas sostenidas en el campo de las políticas sociales. La fuente de los principios no
está en el análisis ético sino en las relaciones de mercado. "En un verdadero sistema de libre empresa, los derechos
de los individuos y su propiedad son sagrados y no pierden su valor debido a conceptos filosóficos, como el bien
público, o el interés público o el bien común" (Block, 1992). En el mismo sentido, el ambientalismo del libre mercado
reniega de discusiones éticas tales como las que consideran si los animales y plantas pueden ser sujeto de derechos,
y en cambio afirma que esta postura va de la mano con la que privilegia el individualismo frente a las acciones
colectivas, que consecuentemente se debilitan. Los seres humanos no tienen fines últimos compartidos. La
minimización de la política y el Estado se reflejan en la propuesta de Hayek de un orden distinto a la democracia, y
que llama demarquía. Para Hayek no puede existir algo como una justicia social porque el orden emergente del
mercado es espontáneo y está basado en individuos que buscan su propio beneficio. (Gudynas, 2000).
De esta forma, la regulación se presenta como una "autolimitación" que se imponen las propias empresas que
adoptan un "discurso" y un marketing ambiental: incluso es importante el mercado de los productos "no
contaminantes" que basan su propaganda en que, por ejemplo, no contienen compuestos de flúor carbono que
deterioran la capa de ozono, o automóviles supuestamente ecológicos que contaminan un poco menos porque tienen
un convertidor catalítico.
Aun cuando en muchas empresas encontramos la adopción de estándares regulatorios provenientes de las casas
matrices, es común escuchar denuncias que algunas de estas firmas se radican en países latinoamericanos buscando
evadir las regulaciones ambientales y los mecanismos de control de los países de origen. En materia de las normas
de medio ambiente del trabajo la situación suele ser similar.
En muchos países de América Latina la situación se torna aún más crítica con el proceso de privatización de la
seguridad social, y con la adopción de esquemas de economía abierta que tratan de salir de la industrialización
sustitutiva por medio de modelos de desarrollo exógeno que, en muchos casos, privilegian las exportaciones con
ventajas comparativas de recursos naturales, con el consecuente deterioro de los mismos y del medio ambiente
(Universidad de Chile, 2000).
Las exigencias de la "competitividad" para participar de un comercio internacional cada vez más influenciado por el
dumping social y el dumping ambiental y para atraer capitales, hacen de las regulaciones ambientales y laborales -en
el pensamiento de muchos de nuestros formadores de políticas- graves "obstáculos al desarrollo".
Pero es precisamente en los graves problemas que generan esas prácticas, como lo son la creciente polarización
social e internacional y el evidente deterioro de los ecosistemas globales, donde surge una conciencia crítica que
sustenta nuevos esquemas de regulación.
Estamos frente a dos aspectos positivos que puede traernos el actual proceso de mundialización: el surgimiento de un
modelo de acción humana que armonice los aspectos éticos, económicos y ecológicos centrándose en una vocación
de solidaridad comunitaria, y el creciente papel del derecho internacional y la ampliación de los derechos de la tercera
generación.
Los derechos de tercera generación exigen de una acción de la comunidad internacional, ya que no puede haber
desarrollo, ni protección del medio ambiente, ni paz, ni reconocimiento del patrimonio común de la humanidad, ni
consiguientemente vigencia efectiva de esos derechos, sin una acción internacional que viene manifestándose en
instrumentos como la Declaración de Estocolmo (Declaración de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano" de
1972), la Declaración de Río (Declaración sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo de 1992), el Convenio sobre la
Diversidad Biológica y el Protocolo de Cartagena sobre la Materia, el Convenio de Basilea de 1989 sobre control de
los movimientos transfronterizos de los desechos peligrosos y su eliminación, así como las normas contenidas en los
tratados de integración, de libre comercio y los tratados bilaterales.
En todos nuestros países son crecientes los intentos de aplicación de esta normativa internacional, así como la toma
de conciencia paulatina de sectores sociales críticos cada vez más importantes que asumen lo que Guattari (1989)
llamaba "luchas del deseo", y que exigen el cumplimiento de las normas y la adopción de políticas ambientales y
sociales contrapuestas a los esquemas ideológicos hegemónicos (Anderson y Leal, 1991) y a la concentración del
poder financiero, tecnológico y político (Chonchol, 2000).

¿Qué es la Educación Ambiental?


"Educación Ambiental es el proceso que consiste en reconocer valores y aclarar conceptos con objeto de fomentar y
formar actitudes y aptitudes necesarias para comprender y apreciar las interrelaciones entre el hombre, su cultura y su
medio biofísico. La educación ambiental también entraña en la práctica la toma de decisiones y la propia elaboración
de un código de comportamiento respecto a las cuestiones relacionadas con la calidad del ambiente.
Objetivos de la Educación Ambiental
El objetivo de la educación ambiental es lograr que tanto los individuos como las comunidades comprendan la
complejidad del ambiente natural y el creado por el hombre, resultado este último de la interacción de los factores
biológicos, físico-químicos, sociales, económicos y culturales, para que adquieran los conocimientos, valores,
actitudes y habilidades; prácticas que les permitan participar de manera responsable y efectiva en la previsión y
resolución de los problemas ambientales.
Otro Objetivo es el de mostrar claramente la interdependencia económica, política y ecológica del mundo moderno,
debido a la cual las decisiones y las acciones de diferentes países pueden tener repercusiones internacionales. Desde
esta perspectiva, la educación ambiental contribuirá a desarrollar el sentido de responsabilidad y solidaridad entre
países y regiones, como base de un nuevo orden internacional, para garantizar la conservación y el mejoramiento del
ambiente.
Para el caso de México, además de los objetivos anteriores, se añaden los siguientes:
 Transformar los esquemas teórico-metodológicos de las relaciones hombre-hombre y hombre-naturaleza.
 Desarrollar a través de la educación una conciencia ética hacia los valores ambientales.
Cuando se carece de un pensamiento ético-ambiental no se asumen actitudes de respeto; así lo muestran las
actividades humanas que conducen a la degradación ambiental.
Metas de la educación ambiental
Algunas de las metas que se persiguen con la aplicación de este modelo de educación ambiental son las siguientes:

 Proporcionar la información y los conocimientos necesarios en la población mundial para que ésta adquiera
conciencia de los problemas del ambiente, creando en ella predisposición, motivación, sentido de responsabilidad y
compromiso para trabajar individual y colectivamente en la búsqueda de soluciones.
 Promover una clara conciencia acerca de la interdependencia económica, social, política y ecológica en áreas
urbanas y rurales.
 Dar a cada persona las oportunidades para que adquiera los conocimientos, valores, actitudes, compromisos y
habilidades necesarios para proteger y mejorar el ambiente y con ello alcanzar los objetivos de desarrollo sustentable.
 Crear en los individuos, grupos y en la sociedad entera, nuevos patrones de comportamiento y responsabilidades
éticas hacia el ambiente.
Evolución de la educación ambiental

En la década de 1960 se empezó a hablar de la educación ambiental, con el surgimiento de una conciencia acerca de
la importancia de evitar el deterioro ambiental.

En México, el interés y preocupación por los problemas ambientales nace durante la década de 1980; con ello se
incorpora la temática ambiental a los programas escolares en los diferentes niveles educativos, aun sin ser oficiales.

Paulatinamente se fueron integrando al currículo escolar, primero con un enfoque ecológico o de la geografía física;
después esta concepción fue cambiando hasta llegar a integrar los aspectos socioeconómicos, históricos y culturales.

Diversos foros y circunstancias han permitido ir formando una conciencia clara acerca de los problemas ambientales,
aunque falta mucho por hacer. Los siguientes son principios básicos de la educación ambiental:
 Considerar al ambiente en forma integral, es decir, lo natural y lo construido, no sólo los aspectos naturales, sino los
tecnológicos, sociales, económicos, políticos, morales, culturales, históricos y estéticos.
 Asumir un enfoque interdisciplinario para el tratamiento de la dimensión ambiental, que se inspira en el contenido
específico de cada disciplina para posibilitar una perspectiva holística y equilibrada.
 Tratar la temática ambiental desde lo particular a lo general tiene como finalidad que los estudiantes se formen una
idea de las condiciones ambientales de otras áreas, que identifiquen las condiciones que prevalecen en las distintas
regiones geográficas y políticas, además de que reflexionen sobre las dimensiones mundiales del problema ambiental
para que los sujetos sociales se involucren en los diferentes niveles de participación y responsabilidad.
 Otro principio orientador hace énfasis en la complejidad de los problemas ambientales, por lo cual es necesario
desarrollar el pensamiento crítico y las habilidades para resolverlos.
 Promover el conocimiento, la habilidad para solucionar problemas, la clasificación de valores, la investigación y la
evaluación de situaciones, en los estudiantes en formación, cuyo interés especial sea la sensibilización ambiental para
aprender sobre la propia comunidad.
 Capacitar a los alumnos para que desempeñen un papel en la planificación de sus experiencias de aprendizaje y
darles la oportunidad de tomar decisiones y aceptar sus consecuencias.
 Evaluar las implicaciones ambientales en proyectos de desarrollo.
 Insistir en la necesidad de cooperación local, nacional e internacional, para la prevención y la solución de los
problemas ambientales.

El conocimiento de los problemas ambientales, puede, bajo principios orientados a audar a comprender un poco más
lo complejo de la realidad que vivimos. Esto no significa que los contenidos por si solos conduzcan al estudiante a un
cambio de actitudes.
Además de la adquisición de conocimientos, también debe destacar el aspecto preventivo. En este sentido, se
propone promover una "cultura de resistencia", es decir la educación ambiental debe cuestionar los actuales modelos
de desarrollo, pues éstos son los responsables del deterioro ecológico y social que viven los países subdesarrollados,
el cual es diferente al que se presenta en otros países.

Ética ambiental
La ética se define como la parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones de los seres humanos,
proponiendo para ello, un modelo de comportamiento humano a través de un conjunto de normas morales o valores
que tutelan la conducta de las personas.
La educación en los valores en el campo ambiental debe promover un cambio fundamental en las actitudes y en el
comportamiento individual y grupal, que permita adoptar formas de vida sostenibles para mejorar las relaciones entre
los seres humanos y las de éstos con la naturaleza.

Es importante para la educación ambiental resaltar algunos valores:

Tolerancia. Éste debe ejercerse en el marco de los debates y las discusiones que implican tomar decisiones. El
debate tiene que transcurrir sin agresividad, sin que sea apriorístico; es necesario que en éste exista la comprensión
de las distintas posiciones, sin que esto signifique que se deban aceptar estas posturas.

Solidaridad. Debe traducirse en acciones de apoyo, cooperación y diálogo entre diversos sectores y entre las
distintas generaciones.

Responsabilidad. No se trata de sentirse culpables o actuar como si los problemas no nos afectaran, sino de ser
conscientes, de reflexionar, de involucrarse, de actuar.

Respeto. Éste debe abarcar todos los aspectos relacionados con el ser humanos: a la Tierra, a la vida, a la libertad de
credo, a la preferencia sexual, a la diversidad cultural, etcétera.

Equidad. La equidad debe estar presente en todo tipo de relación humano; sólo de este modo se podrán eliminar las
desigualdades y democratizar las oportunidades, satisfacer las necesidades humanas y superar todo tipo de
discriminación.

Justicia. Éste debe aplicarse a todos por igual para reafirmar los derechos y deberes de la humanidad en toda su
diversidad.

Participación. Ésta debe servir para fortalecer la democracia, garantizar la gobernabilidad y facilitar la
autodeterminación en la toma de decisiones.

Paz y seguridad. Ambas consisten no sólo en la toma de decisiones, sino en el equilibrio en las relaciones humanas
y la congruencia y expresión respecto de éstas hacia la naturaleza.

Honestidad. Es la base para afianzar la confianza.

Conservación. Deberá garantizar la existencia de la vida y la Tierra y preservar el patrimonio natural, cultural e
histórico.

Precaución. Obligación de prever y tomar decisiones con base en aquellas que ocasionen un menor daño e impacto.

Amor. Fundamento para mantener una relación armónica, en la cual preponderen el compromiso y la responsabilidad
hacia esta relación.
Educar en Valores
La educación ética formal debe apuntar al desarrollo armónico e integral de los estudiantes, es decir, tenderá al logro
de una preparación científica indispensable para comprender la realidad y a un humanismo basado en la adquisición
de valores. No es posible tener en cuenta sólo uno de estos aspectos.

Nuestra realidad social muestra con frecuencia una crisis de valores, crisis moral cuya responsabilidad se adjudica a
muchas veces a la escuela, problemas actuales como los de la salud, la no satisfacción de necesidades básicas para
un número cada vez mayor de personas y el deterioro ambiental, parecen estar relacionados directamente con la
educación "la institución escolar debe responsabilizarse de estos fracasos", es el discurso más generalizado.

El reto de la educación en valores consiste en generar espacios dentro de la universidad para que se analicen
críticamente los dilemas morales de esta sociedad, a fin de que se elaboren pensamientos autónomos, solidarios,
participativos y respetuosos de los derechos del hombre.

El creciente deterioro ambiental expone situaciones en las que los valores universalmente reconocidos se ven
infringidos en forma constante. La pobreza, por poner un caso, fruto del desequilibrio, viola tanto la igualdad como la
libertad y compromete seriamente la calidad de vida de los hombres.
Educación en, sobre y para el ambiente

Estas preposiciones no pretenden sugerir modos alternativos de construir oraciones "ambientales o ambientalistas",
sino que van más allá. Así en y sobre sugieren un enfoque diferente acerca de la manera de encarar la educación
ambiental, considerando también su evolución.

Los objetivos de la educación ambiental postulan el conocimiento de la dinámica que encarna el ambiente y pretenden
mantener una fuerte actuación de los individuos a través de la adquisición de conductas responsables, éticas y
comprometidas con la conservación, la preservación y la protección de los recursos.

Una educación ambiental para el ambiente exige la presencia y tratamiento de contenidos que permitan una nueva
conducta de los ciudadanos respecto a la problemática ambiental.

Una educación ambiental sobre el ambiente y en el ambiente exige un cambio de actitud respecto al entorno, por lo
que es necesario tener un acercamiento y contacto para aprender en y de él.

La educación ambiental debe ir más allá de la simple transmisión de conceptos que favorezcan la actitud pasiva del
estudiante. Exige la capacidad para analizar y proponer soluciones a los problemas. Éstas pueden alcanzarse
mediante el cuestionamiento de ideas, la formulación de nuevas hipótesis, además de la integración y práctica de
valores.

Etica Ambiental
Reflexiones sobre Ética y Responsabilidad Ambiental

“La moralidad es una inversión. Hay un agujero en nuestra capa protectora de ozono moral, y
está creciendo más grande cada día”. “La crisis ética de nuestra sociedad es una consecuencia de nuestra
educación”. (Der Spiegel, Agosto de 1993)

Como consecuencia de una reciente presentación en la Academia Nacional de Ingeniería tuve la oportunidad de
ordenar algunas ideas y reflexiones sobre la gravitación de la ética y la responsabilidad en el ejercicio de la Ingeniería
y las Ciencias Ambientales. En esa oportunidad expresé que, es común reconocer que la cultura del occidente
superdesarrollado, ha hecho crisis con relación a muchos aspectos, pero sobre todo la concomitancia entre el
desarrollo tecnológico y económico y el entorno ámbito vital del Hombre. Es decir que la era de la tekhne[1] de la
antigüedad, la técnica del hombre primitivo, ha cambiado de sentido en el mundo posmoderno. Cuando los impactos
acumulativos de las actividades humanas eran pequeños, las consecuencias ambientales de los proyectos de
ingeniería eran de menor conocimiento y preocupación. Ahora que el impacto de las actividades humanas ha
alcanzado una escala global hay una preocupación creciente acerca de las consecuencias ambientales de los diseños
de ingeniería. Un nuevo conjunto de restricciones ha venido a ser importante para los ingenieros '' las restricciones e
incertidumbres ambientales -.

Los ingenieros están acostumbrados a enfrentar una variedad de restricciones de diseño, desde las más
objetivas leyes de la física y la termodinámica y las más subjetivas restricciones presupuestarias. Las incertidumbres
ecológicas agregan un conjunto adicional de restricciones. Ahora se espera que los proyectos de ingeniería resulten
en productos o sistemas cuyo uso e implantación no ponga en riesgo condiciones y procesos ecológicos, en especial
los más sensibles.

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