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Punto 7 Taller
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Las Leyes 550/99, 922 de 2004 y 1116/0606 definieron un mecanismo jurídico de excepción
para reestructurar todo tipo de pasivos corrientes en las entidades territoriales y sus
descentralizadas.
A cambio de inmunidad jurídica las entidades territoriales acceden a reducir gastos y orientar
ingresos para el pago de sus pasivos a través de un acuerdo con sus acreedores.
En este sentido, se forjó un marco legal para la reestructuración de pasivos de los gobiernos
subnacionales, similar al que rige para las empresas del sector privado.
La Ley 550 dispuso que durante la negociación y ejecución de los acuerdos de reestructuración
de pasivos se suspenderán de las medidas cautelares y embargos y no se podrán iniciar
nuevos procesos; no se podrá suspender la prestación de servicios públicos y las entidades
territoriales no podrán incurrir en gasto corriente distinto de los autorizados en los acuerdos.
Igualmente, la ley asignó al Ministerio de Hacienda las funciones de promoción de los acuerdos
entre la administración subnacional y sus acreedores y las funciones de vigilancia de su
cumplimiento a un Comité de Vigilancia compuesto por representantes de estos últimos. Entre
tanto, la Ley 1116 asignó la nominación y promoción de este tipo de acuerdos para entidades
descentralizadas subnacionales a las superintendencias de cada sector y al Ministerio de
Educación para las instituciones de dicho sector.
El marco legal definió corrientes de las prioridades para el pago de gastos entidades
territoriales admitidas a estos procesos, así: a) mesadas pensionales; b) servicios personales;
c) transferencias de nómina; d) gastos generales; e) otras transferencias; f) intereses de deuda;
g) amortizaciones de deuda; h) financiación del déficit de vigencias anteriores e i) inversión.
La ley también otorgó a los acuerdos de reestructuración de pasivos el carácter legal de
inversión prioritaria en las entidades territoriales.
El objetivo del marco legal para el manejo de situaciones de insolvencia fiscal de entidades
territoriales se orientó a reducir los costos de transacción y la incertidumbre asociadas a este
tipo de situaciones, donde una guerra jurídica destroza las posibilidades de recuperación
económica y por tanto aumenta las pérdidas tanto de los acreedores como de los deudores.