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mente, no se sabe cuál es. Al tener como opinión, aparece en los media.
esta obra que presentamos un tronco No quisiera dar la impresión de que
común —la reflexividad, como enfo- magnifico el poder de la tópicamente
que epistemológico de todas sus par- llamada comunicación de masas, pero
tes, al menos en lo que se refiere a la sí es lo cierto que su presencia en las
sociología del conocimiento de mane- sociedades actuales ha llegado a tener
ra singular, pero también en lo relati- una posición de omnipresencia, que
vo a la sociología de la ciencia—, el tiene que merecer —es mi opinión—
libro adquiere un cuerpo, normalmen- el interés de los sociólogos. Estamos
te ausente en la literatura sociológica en una sociedad de la información, y la
al uso, que no suele pasar de una mera información no son sólo noticias o
presentación histórica de autores (y entretenimientos, sino también cono-
sus correspondientes aportaciones), cimiento. De otra parte, dentro de
en que por más esfuerzo de sintetizar ese campo, el desarrollo de las llama-
y esquematizar a los autores presenta- das ciencias cognitivas (en ocasiones
dos, incluso con un didactismo que designadas como «ingeniería del
puede resultar útil para la enseñanza, conocimiento», por cuanto hacen uso
no llega casi nunca a un enfoque siste- de las nuevas tecnologías de la infor-
mático de los materiales que, a lo mación) abren nuevas perspectivas a
sumo, se resumen. la sociología del conocimiento, en una
No es éste el carácter que tiene esta línea apuntada por Karl Mannheim
obra. Hay un esfuerzo de sistematiza- en que «sociología del conocimiento»
ción, al someter la historia de una significa nueva «teoría sociológica del
disciplina sociológica a un solo enfo- conocimiento». No veo nada de eso
que que da unidad al contenido. en el libro.
Aunque son fáciles de identificar los Lo anterior se refiere a sociología
materiales anteriores de los mismos del conocimiento strictu sensu. Pero
autores, y en muchas ocasiones son hay que destacar la inclusión en este
aprovechables, sólo adquieren en su campo —lo que no es habitual, pero
actual presentación la impresión de este libro nos hace ver que es necesa-
unidad de tratamiento cuando el enfo- rio— de Florian Znaniecki, el siempre
que de la sociología reflexiva ha per- olvidado Pitirim Sorokin, Norbert
meado todos esos materiales anterio- Elias o Alfred Schütz. Además, en la
res. En este estricto sentido, aunque obra hay pequeños análisis de debates
en el libro se recojan aportaciones ideológicos —Ilustración, conserva-
anteriores de los autores, esta obra se durismo, positivismo—, que com-
puede calificar de realmente nueva. pensan la densidad teórica del libro.
Sin embargo, en lo relativo a la En realidad, creo que es llegado el
sociología del conocimiento, echo en momento de presentar, en un libro de
falta, a pesar de tener en cuenta la sociología del conocimiento, no sólo
aportación de Robert K. Merton, que teorías programáticas, sino también
no se tenga en cuenta su propuesta de análisis empíricos, que ya no tienen
incluir en este campo a lo que, aun- que reducirse a las ideologías, llame-
que no como conocimiento, sino mos, «clásicas». Una cierta compensa-
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ción entre ambas se hace ahora más Facultades de Sociología antes de que
necesaria que en la época de los fun- existiese esa comunidad científica. Si a
dadores de la disciplina, en un pano- ello añadimos que por sociología se
rama cultural de escasa presencia en ha entendido en España los resulta-
la vida política de ideas e ideologías. dos de encuestas mercantiles, con más
Pero algo está ocupando su lugar, y la afán de negocio que preparación
pregunta es qué. Comprendo que no sociológica en su personal directivo y
es tarea fácil; sin embargo, cuando se auxiliar, con las excepciones de rigor,
habla de la crisis del positivismo en el resultado es que no podemos aspi-
Alemania, no se precisa que su lugar rar a que la sociedad española reco-
lo estaba ocupando el neokantismo. nozca en la sociología una disciplina
Para terminar este apartado, el capí- académica del rango de consolidación
tulo 24 final, que tal vez tuviera su que tienen, en nuestra Universidad,
sitio al principio, nos da la clave de las ciencias naturales, la filosofía y las
toda la obra. Esta obra es una socio- letras (que ya no se llaman así), el
logía del conocimiento en clave de la derecho o la medicina, las ciencias
sociología reflexiva, de la que Emilio biomédicas o la biología, etc.
Lamo es un maestro. Libros como el que estamos
Lo referente a la sociología de la comentando son los pilares que tie-
ciencia es una presentación actualiza- nen que contribuir al reconocimiento
da de esta subdisciplina en que ha del estado de madurez de la sociolo-
primado la bibliografía de última gía en España. Este libro, La sociología
hora —o tal vez de penúltima—, por- del conocimiento y de la ciencia, está a
que con demasiada frecuencia nos bastante más altura —altura de los
tenemos que enfrentar en la sociolo- tiempos y altura del espacio espa-
gía actual con declaraciones progra- ñol— que los manuales al uso, espa-
máticas de lo que hay que hacer, fren- ñoles o extranjeros. Los autores de
te a un escaso panorama de resulta- este libro han expuesto el contenido
dos. (Estoy pensando, por ejemplo, de las aportaciones de diversos —en
en la llamada «sociología histórica», ocasiones eximios— maestros de la
rica en planteamientos programáticos sociología, pero con análisis y crítica
y escasa en resultados.) propios. Han repensado por su cuenta
El capítulo 23, en su apartado V, los autores y los temas, y han refor-
sobre «sociología de la sociología en mulado con enfoques propios, renun-
España», con la mira puesta en la ciando a las rutinas a las que estamos
difícil institucionalización de la disci- acostumbrados, con lecturas de pri-
plina, es sumamente correcto, y com- mera mano en sus lenguas originales
parto la idea de que la constitución —tengo que resaltar esta obviedad
de una «comunidad científica» es por su escasez entre nosotros—, y
siempre tarea ardua, sobre todo por- han llegado a conclusiones originales,
que requiere tiempo. Y en España, propias, que pueden entrar en el
tengo la impresión, hemos puesto el debate internacional de estas mate-
tejado antes que los cimientos. Para rias. Porque, con frecuencia, lo que
decirlo de otra manera, hemos creado los sociólogos españoles escriben sólo
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que tener en cuenta, además, los escán- para el olvido. Los líderes de los par-
dalos políticos y las divisiones inter- tidos clandestinos viven en el exilio.
nas en el PSOE (en el origen, entre el En el interior de España se reprimen
vicepresidente del Gobierno, Alfonso no sólo las manifestaciones democrá-
Guerra, y el Ministerio de Economía, ticas, sino además toda muestra de
cuyo titular era Carlos Solchaga). nacionalismo (no españolista). Franco
A pesar de todas esas circunstancias, se muestra vigorosamente anticomu-
González sigue en el poder, en su nista. A pesar del inmovilismo políti-
cuarto mandato continuado. Pero la co de los años sesenta, lo que se llamó
hipótesis de la incertidumbre no tiene el «milagro español» produce una
en cuenta (pues el libro aparece inme- modernización de la sociedad rural y
diatamente antes) los escándalos del conservadora a través de un proceso
GAL, el uso de fondos reservados, el de urbanización y del desarrollo
encarcelamiento de políticos como industrial.
Mariano Rubio, Luis Roldán, Rafael El año 1959 es la fecha clave en
Vera e incluso de empresarios nota- que se abandona la autarquía, y se da
bles (como Conde o De la Rosa), o el paso a un Gobierno con algunos
atentado de ETA a José M.ª Aznar. ministros tecnócratas que adoptan
Maxwell y Spiegel empiezan su un programa de liberalización econó-
estudio con el análisis de los factores mica que conduce a la estabilización.
que llevan a la transición a la demo- En 1963 se diseña un plan económi-
cracia. Su hipótesis es que la situación co nacional como estrategia a seguir,
económica y social de los últimos con los famosos Planes de Desarrollo
años del régimen franquista sitúa las Económico (y Social) cuatrienales.
bases para el establecimiento de la La ejecución de esos planes contribu-
democracia en España. El país no ye a disminuir el aislamiento diplo-
participa en la Segunda Guerra Mun- mático al que estaba sometida Espa-
dial. Como consecuencia de ello, el ña. Algunos intelectuales (como el
franquismo incorpora elementos del economista Ramón Tamames) sugie-
fascismo y el autoritarismo, que en ren luego que España se desarrolló a
muchos países desaparecieron con la pesar de los Planes de Desarrollo. Se
victoria de los Aliados. Un ejemplo es levantan las sanciones de Naciones
la legislación para controlar y dirigir Unidas y se producen tratados y
la prensa y los sindicatos, tomada acuerdos (de defensa) con el Vaticano
directamente de Mussolini. y con Estados Unidos. España entra
A principios de los sesenta la dicta- como miembro de las Naciones Uni-
dura franquista se suaviza, pasando a das en 1955, luego en la OCDE, en
ser (según algunos) una «dictablan- el Banco Mundial y en el Fondo
da». Ese proceso se debe en parte al Monetario Internacional en 1958. La
desarrollo económico y al deseo del economía crece de forma rápida; al
régimen de obtener el respeto de la rededor de 1980, España es la undé-
comunidad internacional. Franco cima potencia industrial en el mundo.
impone una «paz» por la fuerza, y así La sociedad española se engancha
su personalidad deja poco espacio al tren de la sociedad de consumo.
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dama orgullosa, y un tanto autista, tada y bien madura, así como de dis-
demasiado pesada y lenta como para ciplinas y caminos de avance paralelo,
poder esquivar las flechas afiladas que o por lo menos cercano, como la his-
esta postmodernidad rampante le lan- toria y la filosofía de la ciencia.
zaba. Al fin y al cabo, era lanzar todo De esta forma, por sus páginas van
un ataque desmitificador y trivializa- desfilando las tesis clásicas de Robert
dor sobre la ciencia como el metarre- K. Merton, de las que el autor realiza
lato, quizá, más representativo y con una más que minuciosa lectura, revi-
mayor fuerza estructuradora de la sando, delimitando y engarzando sus
modernidad. Tratanto de poner en diferentes etapas y publicaciones.
desoladora evidencia —desde el Pasando luego a las revisiones del
redescubrimiento de los saberes funcionalismo hechas justo cuando la
narrativos, el cotidianismo, la hiper- crisis de la sociología occidental —si
complejidad y el azar— que las viejas utilizamos el término de Alvin
actitudes del positivismo cientifista Gouldner— o simplemente sociolo-
están más desnudas que el emperador gía norteamericana —como insistía
de la fábula infantil. nuestro llorado Juan F. Marsal—
Pero el problema de toda esta empezó a poner severos límites de cir-
deconstrucción y toda esta desmitifi- culación y comprensión a las explica-
cación era llegar a un punto de no ciones funcionales. Se revisa así una
retorno en el que, como en el viejo oleada de versiones etnometodológi-
dicho anglosajón, tirásemos el agua cas, interaccionistas, fenomenológicas
sucia del baño con el niño dentro, y, en general, microsociológicas que
esto es, que gran parte de los avances entraban con fuerza en la sociología
del conocimiento (lo mejor y más de la ciencia, desplazando, en parte,
auténtico y no sólo lo peor y más al sólido monolito funcionalista. Por
falso) se nos vaya por el sumidero. fin, se pasa revista a la era del redes-
Quizá —vamos a ponernos en clave cubrimiento de Wittgenstein, al uso
habermasiana— la ciencia, como la de las teorías narrativas y a la revolu-
Ilustración, es un proyecto inacabado ción cognitivista. En una palabra, el
que hay que criticar para mejorarlo y constructivismo en todas sus versio-
superarlo, y no simplemente negarlo nes abría la recomposición radical,
(o, mejor, denegarlo en el sentido «fuerte o superfuerte», de la sociolo-
freudiano) como actitud más contra- gía del conocimiento científico,
moderna que postmoderna. recomposición que ha acabado crista-
El libro de Cristóbal Torres que lizando en una nueva sociología de la
motiva estas páginas es un magnífico ciencia, preocupada por hacer una
ejemplo de actitud dialógica con el etnografía concreta de la vida laboral
conocimiento científico, desde la de los científicos, lo suficientemente
mejor tradición de la sociología —o, «caliente» como para ser capaz de
mejor, de las sociologías—, hecho a abrir el blindaje que la ciencia, de
partir de una escrupulosa revisión de modo habitual, se ha otorgado como
los hitos de la sociología de la ciencia, forma de autodefensa y diferen-
como línea de investigación ya asen- ciación social.
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Paseo, por tanto, por nombres tífico, revisando las tesis clásicas del
como Merton, Barber, Price, Barnes, falsacionismo popperiano y del pro-
Bloor, Mulkay, Knorr-Cetina, Latour, greso científico, con sus epígonos
Woolgar y un larguísimo etcétera, más conocidos, así como la obra de
pero también, y esto es más impor- Fleck como punto de arranque de las
tante, a nuestro entender, paseo por tesis que luego Kuhn se encargará de
una serie de conceptos que estructu- sistematizar, no sin ambigüedades
ran el campo de análisis. Así, el triple notables, y difundir. Por lo que a ren-
acercamiento, orden, poder/autoridad glón seguido se abre un replantea-
y cambio, en el mundo científico, nos miento de la obra de Thomas S.
introduce en el núcleo de la sociolo- Kuhn en buena medida repolitizando
gía política, como conjunto de lógicas y resociologizando sus fundamenta-
explicativas del acontecer científico. ciones o, mejor, mostrando con
Sociología política que se lleva hasta suficiencia que sólo desde una lectura
sus últimos extremos cuando el autor, fuertemente sociologizada de estos
señalando las limitaciones de una fundamentos, y no sólo de su con-
visión únicamente legal-racional de la templación desde lo estrictamente
ciencia, opta por la aplicación com- epistemológico, se pueden defender
pleta de los siempre enriquecedores y los planteamientos del autor norte-
fructíferos tipos ideales weberianos de americano.
autoridad —y, en general, todo el Libro, por tanto, rico y enjundioso,
trasfondo del análisis del poder en que además es susceptible de ser leído
Weber— para centrar su lectura polí- de muchas maneras; o bien como una
tica de la ciencia. La ciencia es un magnífica revisión de los principales
juego de poderes —no sólo de sabe- tópicos —en el sentido anglosajón
res— donde lo carismático, lo tradi- del término— de la sociología del
cional y lo racional-legal se mezclan y conocimiento y de la ciencia, desde
entremezclan, formando una imagen los más conocidos a los más novedo-
que poco tiene que ver con la inocen- sos; o también como una relectura de
te y aséptica representación positivista la sociología de la ciencia, especial-
y/o analítica de la ciencia. Lo mismo mente en su clásica versión mertonia-
ocurre cuando Cristóbal Torres deci- na, defendiéndola de los «excesos» y
de —utilizando a otro gran clásico de ataques desenfocados de las escuelas y
la sociología: Ferdind Tönnies— des- programas más radicales (y también
montar, o al menos limitar, el con- en alguna ocasión más sectarios); por
cepto horizontalista y fraterno de no olvidar una de sus virtudes princi-
comunidad científica para entrar, sin pales, el planteamiento de una polé-
reparos —junto, por ejemplo, con mica valiente entre las posturas con-
Karine Knorr-Cetina—, en otro textualistas de la sociología de la cien-
mucho más interesado, jerárquico, cia y el análisis lógico analítico, más o
anónimo y orgánico de asociación o menos flexibilizado, de la filosofía de
sociedad científica. la ciencia.
En la parte final se plantea el pro- Obra seria, académicamente muy
blema de la ciencia y el cambio cien- bien afianzada, un tanto solemne
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para el estilo que últimamente obser- ro pero que no hace más que soslayar
vamos en la sociología actual de la el problema. Al fin y al cabo, como
ciencia (llena de crónicas, diálogos, señalaron Han Gerth y Ch. Wright
historias de vida, estudios de caso, Mills en su clásico Carácter y estructu-
narraciones y hasta incluso ficciones), ra social, los científicos —aunque
cosa, por otra parte, explicable si ellos se crean lo contrario— son uno
tenemos en cuenta que su versión de los grupos más fácilmente mani-
original es una tesis doctoral leída en pulables —por su dependencia de
el año 1992. Sin embargo, este ori- recursos económicos y por su perma-
gen académico inmediato no impide nente y narcisista necesidad de reco-
para nada el que sea un producto nocimientos y estatus— y una de las
maduro, bien equilibrado, con crite- presas más fáciles para los tiburones
rio de autor sobradamente marcado y de la política.
con independencia en la exposición y Pero, aparte de todo esto, la obra
defensa de sus argumentos principa- que aquí nos ocupa nos hace abrir
les; sólo la forma un tanto abrupta en una perspectiva esperanzada sobre la
la que se plantea y se concluye el epí- sociología de la ciencia en nuestro
logo hace que se resienta algo una país, donde parece que goza de buena
obra que hasta ese momento había salud, ya que en estos últimos tiem-
mantenido un ritmo ajustado e pos hemos recibido media docena de
incluso un suave y armonioso in cres- libros en castellano —en un par de
cendo. ellos también figura Cristóbal Torres
Puestos a echar cosas en falta, un como coautor— que se inscriben en
lector quizá algo anticuado, como el la renovación actual de la sociología
que firma estas líneas, encuentra el del conocimiento y la ciencia a nivel
hueco de las lecturas marxianas y sus nacional e internacional. Una genera-
derivaciones más o menos contempo- ción de recambio está llegando con
ráneas. Directamente relacionado con sus tesis y sus libros a la sociología
esto nos aparece en toda la obra una española para continuar una brecha
visión, quizá, demasiado micropolíti- abierta ya por la generación anterior,
ca de la ciencia, con lo que se abre el entre la que cabe destacar aquí la
hueco en sus páginas —casi todo un figura, ya tristemente desaparecida,
«agujero negro»— de las relaciones de de Esteban Medina, que ha dejado
la ciencia con la sociedad política, una estela de la que el libro de Cristó-
considerada esta última en su acep- bal Torres es deudor inequívoco. Muy
ción más general. Poder e ideología pronto, me imagino, veremos llegar
tienden así, en el libro, a ser conside- los estudios de casos concretos referi-
rados más en el marco interno de la dos a la ciencia y la universidad espa-
vida científica que en sus relaciones ñola, lo que será su gran prueba de
con la desigual estructura social gene- fuego; algunos estamos ya impacien-
ral. Refugiarse en la útil, pero insufi- tes por recibirlos y, a la vez, esperan-
ciente, versión del internalismo y do y deseando lo mejor. Si Paul Feye-
externalismo de la sociología de la rabend decía que la filosofía de la
ciencia, es encontrar un refugio segu- ciencia es una disciplina con un
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JEAN CUISENIER
Le feu vivant. La parenté et ses rituels dans les Carpates
(París, Presses Universitaires de France, 1994)
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Magia y Oráculos entre los azande). del mayor interés que, finalmente,
Una necesidad de control o de ges- recogerá en sus conclusiones. Yo opto
tión que se hace más evidente cuando por hacer esto último y, para no
el asentamiento humano que se va a entorpecer este resumen meramente
establecer no es el meramente provi- orientativo de contenidos, dejaré mi
sional de algunos pastores con sus comentario sobre este tema para el
ovejas, sino un asentamiento perma- final.
nente de hombres, mujeres, niños, En el capítulo 6, el profesor Cuise-
vecinos, parientes, amigos, etc., en el nier nos habla de los ritos asociados
que lo aleatorio ya no es solamente lo con el nacimiento y, en concreto, de
natural, sino también lo social. Es por las ursitoare o hadas del destino, unos
eso importante hacer bien el rito del personajes que juegan un papel
fuego vivo, no sólo para que el hom- importante en la determinación del
bre se lleve bien con la naturaleza, destino del recién nacido, un nuevo
sino para que lo haga también con los miembro de un sistema de parentes-
otros hombres. co. Una vez más, la preocupación por
El resto del capítulo 5 lo dedica el la incertidumbre existencial (que tal
profesor Cuisenier a demostrarnos de vez no esté tan presente en la vida de
qué manera, como decíamos antes, la las gentes como desearían, exageran-
tierra está indisolublemente asociada, do en alguna medida, los antropólo-
en la cultura de estas sociedades car- gos) y acaba con unas líneas sobre la
páticas, con los antepasados y, por coexistencia de tres sistemas de creen-
tanto, con el parentesco, como ya cias: el de la Iglesia, el tradicional y el
comentábamos más arriba (tienen del régimen comunista de Ceaucescu.
una palabra —mosi— que incorpora Sin embargo, empieza el capítulo 7,
los dos conceptos: tierra y antepasa- dicho régimen no ha restado impor-
dos; aunque quizá tampoco debería- tancia ni fuerza al parentesco. Su
mos abusar del léxico como prueba importancia no es, por otra parte —se
infalible de nuestros asertos). defiende, curiosamente, Cuisenier—,
Unas páginas más atrás, el capítu- una invención de los antropólogos; «la
lo 4 se cerraba, en ese espíritu de gente se la da realmente».
Cuisenier de contextualizar y poner al En este capítulo se nos describe en
día su trabajo, con un comentario de detalle el sistema de parentesco,
plena actualidad haciendo referencia haciéndose especial hincapié en la
al hecho de que, hoy por hoy, después coexistencia de varias terminologías
de los cambios acaecidos en la recien- distintas y en cómo éstas se utilizan
te historia de Rumanía, para los habi- estratégicamente (al igual que las
tantes de estas regiones carpáticas, lo alianzas, como veremos más adelante)
aleatorio está representado por el para progresar. Así, por ejemplo, si el
mercado libre. prestigio social de la familia del mari-
A lo largo de su exposición y entre- do es menos elevado que el de la
tejidas con ella, el autor va desgra- familia de la mujer, ésta mantiene su
nando aquí y allá una serie de consi- apellido. De todas estas consideracio-
deraciones teóricas y metodológicas nes, el autor concluye que los colate-
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A. LUCAS MARÍN
La participación en el trabajo. El futuro del trabajo humano
(Buenos Aires, Ed. Lumen, 1995)
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Desde que Bruno Latour y Steve este campo en las últimas tres déca-
Woolgar publicaran en 1979 este pri- das. Latour y Woolgar abordaron el
mer estudio etnográfico de una inves- estudio de la práctica científica con
tigación en ciencias naturales, La vida metodología antropológica. Su pro-
en el laboratorio se ha convertido en pósito fue tratar a los científicos
un clásico de los estudios de la cien- como miembros de un grupo cultural
cia y en un texto clave para entender diferente, sin reconocerles a priori
el giro sociológico experimentado por ningún rasgo que les eximiese del
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