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LA VIOLENCIA DE GÉNERO, UN PROBLEMA DE TODOS

Por: Lizeth Jazmín Sepúlveda Bustos y Sandra Patricia Duran Acevedo.

“Ante las atrocidades tenemos que tomar partido. El silencio estimula al verdugo.” Elie Wiesel,

Nobel de la Paz 1986

El concepto "violencia de género" da nombre a un problema, que incluso hace poco, formaba

parte de la vida personal de las personas; era considerado un asunto de familia que no debía

trascender de puertas para fuera y, por lo tanto, en el que no se debía intervenir. Entender la

violencia como un asunto personal refuerza a las mujeres a una situación de subordinación

respeto del hombre e implica asumir las relaciones de poder históricamente desiguales entre

ambos y a través de las cuales se legitima al hombre a mantener su status-quo de la

dominación incluso a través de la violencia. Esta percepción contribuye a que las mujeres no

denuncien su situación por miedo, vergüenza o culpabilidad.

Durante los últimos años ha crecido los índices de violencia de género no solo en Colombia,

sino también a nivel mundial, con cada estudio se revelan cifras alarmantes de violencia de

género, que causan horror, pánico e incluso impotencia, pero la pregunta es ¿Por qué crece la

violencia de género?.

Es difícil contestar a ciencia cierta este interrogante, pero para hacernos a una idea de ello, lo

primero que debemos saber es, que es la violencia de género.

¿Qué es la violencia de género?


Según Concha García Hernández, psicoterapeuta de Madrid, las distintas denominaciones de

los malos tratos lleva a confusión: Violencia de Género, Violencia Doméstica, de pareja,

hacia las mujeres, masculina o sexista… y nos dice que, la violencia doméstica hace

referencia a aquella que se produce dentro del hogar, tanto del marido a su esposa, como de

la madre a sus hijos, del nieto al abuelo, etc. Excluye aquellas relaciones de pareja en las que

no hay convivencia. Pero que la violencia de género tiene que ver con “la violencia que se

ejerce hacia las mujeres por el hecho de serlo”, e incluye tanto malos tratos de la pareja,

como agresiones físicas o sexuales de extraños, mutilación genital, infanticidios femeninos,

etc.

Según las Naciones Unidas, todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino

que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico

para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la

libertad, tanto si se producen en la vida pública o privada (“Artículo 1 de la Declaración

sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Naciones Unidas, 1994).

Así mismo, Susana Velázquez (2003) amplía la definición de violencia de género: Abarca

todos los actos mediante los cuales se discrimina, ignora, somete y subordina a las mujeres en

los diferentes aspectos de su existencia. Es todo ataque material y simbólico que afecta su

libertad, dignidad, seguridad, intimidad e integridad moral y/o física.

La violencia sexual contra las mujeres se produce de manera "cotidiana, sistemática y

perversa" en algunas regiones colombianas, tanto en el marco del conflicto armado como en

la rutina social, según María Emma Wills, asesora del Centro nacional de Memoria Histórica

(CNMH) de Colombia.

Actualmente, la mayoría de los datos internacionales de prevalencia de violencia de género

provienen de estudios transversales: encuestas poblacionales o encuestas en ámbitos


sanitarios, el estudio de Tuesca Molina R, Borda Pérez M et al realizado en Colombia es un

ejemplo de esta metodología3. Los resultados de estudios realizados en diferentes países y

poblaciones presentan una gran variabilidad. En un estudio de revisión citado por Watts y

Zimmerman8, los porcentajes de mujeres que declaraban haber padecido violencia física en

el año previo a las encuestas analizadas oscilaban entre un 3 y un 52%. Estos resultados,

además de expresar la variabilidad geográfica y cultural de la prevalencia de la violencia

contra las mujeres, indican que puede haber limitaciones metodológicas en el diseño de

diversas investigaciones.

Una versión tradicional de la mirada de género, ya bastante arraigada en el sentido común

contemporáneo occidental, induce a pensar y a hablar sobre el género sociocultural en los

mismos términos dicotómicos del discurso convencional sobre el sexo: en la aparentemente

biológica división sexual del trabajo, laten imperativos culturales de género, en función de

los cuales el varón se realiza masculinamente como productor y proveedor, cumpliendo su rol

agéntico (Deaux, 1985), vertebrando su identidad en el desempeño laboral del rol profesional

(Job model, Dex, 1988) y su actividad social en la dimensión pública, centrada en la

generación de valores de cambio (Blanch, 2003). La hembra humana hace lo propio

femeninamente, como reproductora y cuidadora, desempeñando su rol comunal (Deaux,

1985), desarrollándose como mujer en el ámbito privado, ejerciendo el rol doméstico (gender

model, Josep M, 1988) y en la producción de valores de uso (Blanch, 2003).

El enfoque de género –clave para la comprensión de las relaciones entre hombres y mujeres-

facilita la visibilidad teórica y empírica de la violencia del hombre a la mujer en la pareja

heterosexual. Por ello viene orientando, desde hace ya algunos lustros, la investigación y la

intervención sobre malos tratos en la pareja (Comisión Europea, 2000; Ferreira, 1992;

Osborne, 2001; Walker, 1980), el marcado énfasis heterocentrista induce a centrar de modo

casi exclusivo la atención en la violencia que se da en el seno de una pareja heterosexual


“normal”, en la dirección de hombre a mujer; esto es, en el escenario socialmente correcto de

un modelo “patriarcal” de familia (Cantera, 2007).

De la percepción social de una mujer naturalmente pacífica y de un hombre propenso a la

violencia, anclada en un sentido común conformado por estereotipos de género y de violencia

asociada al género, se desprende la premisa implícita, también socialmente compartida, de

que la relación de pareja heterosexual (hombre- mujer) conlleva más riesgo de maltrato físico

y psicológico que otras modalidades de relación de pareja, que parecerían así más inmunes al

mismo (Balsam, 2001; Coleman, 1994; Eaton, 1994; Elliott, 1996; Island y Letellier, 1991;

Kaschak, 2001; Ki, 1999; Lobel, 1986; Ohms y Müller, 2001; Ohms y Stehling, 2001;

Rystok, 2001, 2002).

¿Por qué la violencia contra los hombres no es violencia de género?

Aunque las violaciones de los derechos humanos afectan tanto a hombres como a mujeres, su

impacto varía de acuerdo con el sexo de la víctima. El 70% de las mujeres que mueren de

forma violenta en el mundo mueran a manos de hombres. Muchas de ellas sus parejas, ex

parejas u hombres de su círculo familiar. El 38% directamente a mano de sus compañeros de

vida. El número de muertes de hombres a manos de mujeres con esos vínculos no llega al

4%.

Son los hombres de forma abrumadora, como expresa Montserrat Comas en su análisis de la

ley española de violencia de género, los sujetos activos de la violencia en cualquiera de las

tres categorías de violencia intrafamiliar que se manejan en el mundo:

a) en los supuestos de violencia en la pareja en un 90% de los casos el imputado es hombre;


b) en los supuestos de agresión a menores -niños o niñas- el 75% de los inculpados son

hombres, y

c) en el caso de los ascendientes el 86,7% de los inculpados son hombres.

Un problema estructural

Para el médico forense y experto en violencia de género Miguel Lorente, la violencia contra

las mujeres es estructural. La violencia no se debe a rasgos singulares y patológicos de una

serie de individuos, sino que tiene rasgos estructurales de una forma cultural de definir las

identidades y las relaciones entre los hombres y las mujeres. La violencia contra las mujeres

se produce en una sociedad que mantiene un sistema de relaciones de género que perpetúa la

superioridad de los hombres sobre las mujeres y asigna diferentes atributos, roles y espacios

en función del sexo.

La violencia de género tiene carácter estructural, lo que significa que no se debe a rasgos

singulares, concretos y patológicos de una serie de individuos, sino que tiene rasgos

organizados de una forma cultural de definir las identidades y las relaciones entre los

hombres y las mujeres. La violencia contra las mujeres se produce en una sociedad que

mantiene un sistema de relaciones de género que perpetúa la superioridad de los hombres

sobre las mujeres y asigna diferentes atributos, roles y espacios en función del sexo. Es una

violencia que, históricamente, se ha sustentado en unas formas, modos y costumbres

culturales que toleraban y admitían socialmente que los hombres utilizasen la violencia para

afianzar su autoridad y mandato (ALBERDI, I, 2005).


Se ha argumentado también que ciertas características personales de las mujeres que padecen

violencia de género podrían ser la causa del maltrato. Por ejemplo, algunas corrientes han

recurrido a características de masoquismo o de patologías como la histeria o el trastorno de

personalidad dependiente, para explicar por qué algunas mujeres permanecen o regresan a

una relación de maltrato.

"En la actualidad existe suficiente conocimiento documentado que demuestra que no existen

características psíquicas diferentes antes del inicio del maltrato entre las mujeres que lo

sufren y las que no, sino que los trastornos y problemas psicológicos de las mujeres que

sufren maltrato son una consecuencia del maltrato y no la causa" (L, Acosta ).

Tipos de violencia.

• Física. La violencia física es aquella que puede ser percibida objetivamente por otros, que

más habitualmente deja huellas externas. Se refiere a empujones, mordiscos, patadas,

puñetazos, etc., causados con las manos o algún objeto o arma. Es la más visible, y por tanto

facilita la toma de conciencia de la víctima, pero también ha supuesto que sea la más

comúnmente reconocida social y jurídicamente, en relación fundamentalmente con la

violencia psicológica.

• Psicológica. La violencia psíquica aparece inevitablemente siempre que hay otro tipo de

violencia. Supone amenazas, insultos, humillaciones, desprecio hacia la propia mujer,

desvalorizando su trabajo, sus opiniones... Implica una manipulación en la que incluso la

indiferencia o el silencio provocan en ella sentimientos de culpa e indefensión,

incrementando el control y la dominación del agresor sobre la víctima, que es el objetivo

último de la violencia de género.


• Dentro de esta categoría podrían incluirse otros tipos de violencia que llevan aparejado

sufrimiento psicológico para la víctima, y utilizan las coacciones, amenazas y

manipulaciones para lograr sus fines.

• Se trataría de la violencia “económica”, en la que el agresor hace lo posible por controlar

el acceso de la víctima al dinero, tanto por impedirla trabajar de forma remunerada, como por

obligarla a entregarle sus ingresos, haciendo él uso exclusivo de los mismos (llegando en

muchos casos a dejar el agresor su empleo y gastar el sueldo de la víctima de forma

irresponsable obligando a esta a solicitar ayuda económica a familiares o servicios sociales).

• También es habitual la violencia “social”, en la que el agresor limita los contactos sociales

y familiares de su pareja, aislándola de su entorno y limitando así un apoyo social

importantísimo en estos casos.

• Sexual. Se ejerce mediante presiones físicas o psíquicas que pretenden imponer una

relación sexual no deseada mediante coacción, intimidación o indefensión Aunque podría

incluirse dentro del término de violencia física, se distingue de aquella en que el objeto es la

libertad sexual de la mujer, no tanto su integridad física (Matas, 2002).

Hasta no hace mucho, la legislación y los jueces no consideraban este tipo de agresiones

como tales, si se producían dentro del matrimonio.

Mitos.

Habitualmente se justifica y se trata de dar explicación a este tipo de violencia atendiendo a:

 Características personales del agresor (trastorno mental, adicciones),


 Características de la víctima (masoquismo, o la propia naturaleza de la mujer, que “lo busca,

le provoca, es manipuladora…”),

 Circunstancias externas (estrés laboral, problemas económicos),

 Los celos (“crimen pasional”),

 La incapacidad del agresor para controlar sus impulsos, etc.

 Además existe la creencia generalizada de que estas víctimas y sus agresores son parejas mal

avenidas (“siempre estaban peleando y discutiendo”), de bajo nivel sociocultural y

económico, inmigrantes… Es decir, diferentes a “nosotros”, por lo que “estamos a salvo”.

 Aquellos hombres que son alcohólicos y maltratan a sus mujeres, sin embargo no tienen, en

su gran mayoría, problemas o peleas con otros hombres, con su jefe o su casero. El estrés

laboral o de cualquier tipo afecta realmente a mucha gente, hombres y mujeres, y no todos se

vuelven violentos con su pareja.

En el fondo, estas justificaciones buscan reducir la responsabilidad y la culpa del agresor,

además del compromiso que debería asumir toda la sociedad para prevenir y luchar contra

este problema.

Ciclo De La Violencia Física.

Lenore Walker definió el Ciclo de la violencia a partir de su trabajo con mujeres, y

actualmente es el modelo más utilizado por las/los profesionales.

El ciclo comienza con una primera fase de Acumulación de la Tensión, en la que la víctima

percibe claramente cómo el agresor va volviéndose más susceptible, respondiendo con más

agresividad y encontrando motivos de conflicto en cada situación.


La segunda fase supone el Estallido de la Tensión, en la que la violencia finalmente explota,

dando lugar a la agresión.

En la tercera fase, denominada de “Luna de Miel” o Arrepentimiento, el agresor pide

disculpas a la víctima, le hace regalos y trata de mostrar su arrepentimiento. Esta fase va

reduciéndose con el tiempo, siendo cada vez más breve y llegando a desaparecer. Este ciclo,

en el que al castigo (agresión) le sigue la expresión de arrepentimiento que mantiene la

ilusión del cambio, puede ayudar a explicar la continuidad de la relación por parte de la

mujer en los primeros momentos de la misma.

Este ciclo pretende explicar la situación en la que se da violencia física, ya que la violencia

psicológica no aparece de manera puntual, sino a lo largo de un proceso que pretende el

sometimiento y control de la pareja.

Después de unos días de calma, el ciclo vuelve a comenzar con actos violentos más cercanos

en el tiempo y mucho más acentuados. Para lo que la psicóloga Eva Victoria Rodríguez

analizó:

Puede haber gente que despierte nuestro lado más violento, pero cuando esa violencia se

traslada al plano de lo físico ya no hay vuelta atrás. Se llegó a un punto extremo, límite y

patológico. Se rompe algo en la pareja que jamás podrá ser reconstruido.

Para la Licenciada, la palabra clave en este tipo de relaciones es la “manipulación”. Detrás de

un perfil violento hay una gran falta de autoestima. “El abusador tiene que sentirse

dominante, así se siente grande y poderoso y la mujer es su víctima, ese es su gran placer”,

explicó.
¿Existe un perfil violento?

Para la psicóloga Eva Rodríguez hay perfiles de personalidad más violentos que otros, tanto

en hombres como en mujeres.

“Esto se detecta, las madres lo detectan. Si un niño está expuesto a la violencia durante su

infancia seguramente tenderá a ser violento. Recordemos que actuamos como imitadores de

nuestros padres, maestros, etc.”, aclaró Rodríguez.

Consecuencias Psicológicas Para La Mujer Maltratada.

El síndrome de la mujer maltratada, definido por Walker y Dutton se define como una

adaptación a la situación aversiva caracterizada por el incremento de la habilidad de la

persona para afrontar los estímulos adversos y minimizar el dolor, además de presentar

distorsiones cognitivas, como la minimización, negación o disociación; por el cambio en la

forma de verse a sí mismas, a los demás y al mundo. También pueden desarrollar los

síntomas del trastorno de estrés postraumático, sentimientos depresivos, de rabia, baja

autoestima, culpa y rencor; y suelen presentar problemas somáticos, disfunciones sexuales,

conductas adictivas y dificultades en sus relaciones personales.

Enrique Echeburúa y Paz del Corral equiparan estos efectos al trastorno de estrés

postraumático, cuyos síntomas y características, sin duda, aparecen en algunas de estas

mujeres: re-experimentación del suceso traumático, evitación de situaciones asociadas al

maltrato y aumento de la activación. Estas mujeres tienen dificultades para dormir con

pesadillas en las que reviven lo pasado, están continuamente alerta, hipervigilantes, irritables

y con problemas de concentración.


Además, el alto nivel de ansiedad genera problemas de salud y alteraciones psicosomáticas, y

pueden aparecer problemas depresivos importantes.

Desarrollo del síndrome de la mujer maltratada

Marie-France Hirigoyen diferencia entre dos fases en las consecuencias, las que se producen

en la fase de dominio y a largo plazo.

En la primera fase, la mujer está confusa y desorientada, llegando a renunciar a su propia

identidad y atribuyendo al agresor aspectos positivos que la ayudan a negar la realidad. Se

encuentran agotadas por la falta de sentido que el agresor impone en su vida, sin poder

comprender lo que sucede, solas y aisladas de su entorno familiar y social y en constante

tensión ante cualquier respuesta agresiva de su pareja.

Marie-France Hirigoyen habla de consecuencias a largo plazo refiriéndose a las etapas por las

que pasan las víctimas a partir del momento en que se dan cuenta del tipo de relación en la

que están inmersas. Durante esta fase, las mujeres pasan un choque inicial en el que se

sienten heridas, estafadas y avergonzadas, además de encontrarse apáticas, cansadas y sin

interés por nada.

Hacia la definición de emoción

Es destacable, las escasas referencias que encontramos sobre el papel de las emociones en el

maltrato. Según Jenkins, las teorías feministas respecto a las emociones y las relaciones

sociales revelan asociaciones simbólicas de la emoción con lo irracional, incontrolable,

peligroso, natural y femenino. Así, según la misma autora, la escasa atención a las emociones
y los sentimientos frente a una antropología cognitiva, parece ser un efecto de la dirección de

los conocimientos desde una sociedad occidental y patriarcal imbuida en el dualismo mente-

cuerpo, donde se prima la valoración de la cognición, a expensas de la emoción.

Según Fernández-Abascal y col, la emoción es un concepto que utiliza la psicología para

describir y explicar los efectos producidos por un proceso multidimensional, encargado del

análisis de situaciones especialmente significativas, la interpretación subjetiva de las mismas

en función de la historia personal, la expresión emocional o comunicación de todo el proceso,

la preparación para la acción o movilización de comportamiento y, los cambios en la

actividad fisiológica.

Para Castilla del Pino, sin la singularidad de los sentimientos de cada uno, y relacionándonos

con el mundo únicamente a través del instrumento cognitivo, la realidad sería, como en

autómatas, prácticamente la misma para todos: "Los sentimientos, en efecto, nos conducen y

nos dirigen hacia el objeto, sitúan a este en un campo perceptual preferencial, y gracias a

ellos la percepción misma del objeto se vuelve selectiva (y seleccionadora). No habría

selección de la realidad, es decir, ordenación personal del mundo que nos rodea, si

careciéramos de sentimientos o poseyéramos todos idénticos sentimientos".

El Sentimiento De Amor Como "Ilusión" En La Relación De Maltrato

Jacobson y Gottman señalan: "Otro elemento que contribuye a que algunas mujeres no

abandonen una relación violenta es que siguen imaginando, como si de un sueño se tratase,

cómo hubieran podido ser sus vidas con esos hombres. Aman a sus maridos y llegan hasta el

punto de sentir compasión por ellos y por las dificultades que su vida les plantea. Tienen la

esperanza de ayudarles a convertirse en padres y esposos normales. Estos sueños están muy

arraigados y les resulta muy difícil abandonarlos".


Castilla del Pino define amor como un sentimiento inherente al deseo de posesión absoluta

de un objeto. En una obra anterior, Castilla expresa que toda relación sujeto-objeto es una

forma de proyección del primero en el segundo. La proyección amorosa sobre el objeto

adopta en una primera etapa la forma de la identificación. Una parte del objeto amado es

luego incorporado al Yo, e introyectado. La posesión que se hace del objeto amado es una

ilusión, en tanto que lo que se incorpora, es la imagen que el amante tiene de ese objeto. Al

mismo tiempo, se produce una distorsión inicial, dado que sólo se incorpora por el amante

aquella parte del objeto que, a través de la identificación, le hace objeto amado. Mientras

tanto, es rechazado o negado la parte del objeto valorada como negativa.

Como prevenir la violencia de género

Educar a los niños y niñas, desde las edades más tempranas, en una cultura centrada en la

resolución pacífica de conflictos, fomentar la empatía y desarrollar una autoestima

equilibrada, son principios que favorecen la desaparición de los perjuicios de género que se

dan ya desde la escuela.

Eliminar al máximo los estereotipos transmitidos por la cultura patriarcal; por lo tanto,

enseñar a ‘ser persona’ en lugar de enseñar a "ser hombre" o a "ser mujer" y así desterrar

mitos como que la agresividad es un rasgo masculino, o por el contrario, la sumisión, el

silencio, la obediencia… son rasgos femeninos, son objetivos de la coeducación.

Además, se debe:

Evitar todo menosprecio hacia aquellos chicos u hombres que no se adaptan al modelo de

masculinidad dominante.
Evitar todo menosprecio hacia aquellas chicas o mujeres que no se acomodan al modelo de

feminidad dominante.

Enseñarles a los niños y a los hombres a incorporar en sus vidas las vivencias y expresión de

los propios sentimientos y emociones que enriquecen sus relaciones personales y así

favorecer la resolución de conflictos sin recurrir a comportamientos violentos, por medio del

diálogo, el acuerdo, la negociación…

Desarrollar una buena autoestima que capacite a niñas y niños para adoptar una actitud

resuelta ante la venida y sus desafíos, asumir responsabilidades y enfrentarse con seguridad a

los problemas.

Conclusiones

A partir de la lectura e indagación de los diferentes conceptos de los autores mencionados en

este artículo, se reflexiona lo siguiente:

 La Violencia de Género produce efectos y daños en los diferentes aspectos de la salud física,

psíquica y sexual de las mujeres y sus hijos a corto y largo plazo.

 Los comportamientos hostiles y violentos del agresor son observables e identificables e

incluyen conductas de abuso emocional, agresiones físicas y sexuales.

 La detección precoz de la Violencia de Género es clave para poder tratar de evitar que esta

situación se mantenga y produzca más daños en la salud de la mujer y sus hijos.

 Los médicos deben tener una actitud proactiva en la detección de la Violencia de Género,

incluyendo en la anamnesis de la historia clínica preguntas orientadas a esta detección de

forma habitual.
 Cualquier situación de maltrato aunque sólo sea una sospecha se comunicará a Trabajo

Social, que se encargará de informar a la mujer de los recursos que hay disponibles para

ayudarla.

 El protocolo de atención a la mujer que sufre Violencia de Género debe incluir la evaluación

y la atención a la salud de sus hijos.

 La denuncia de la mujer víctima de Violencia de Género es la posibilidad que hay de

conseguir impedir, reprimir y sancionar la conducta violenta del agresor.

 El informe médico de la asistencia debe recoger el relato completo y la exploración física y

psíquica completa de las lesiones que presente la víctima.

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