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CIUDADES, GREMIOS Y GUILDAS: BAJA EDAD MEDIA SIGLOS XI A XIII

Se denomina Baja Edad Media a la época final de la Edad Media. En ella hubo muchos
acontecimientos que contribuyeron a acabar con la Edad Media como tal.

Uno de estos fue la expansión agrícola y ganadera. Aplicando la tecnología, el hombre inventó un
nuevo arnés para ser usado en caballos en lugar de bueyes: a los caballos les rendía más arar un
pedazo de tierra que a los bueyes. Igualmente, se pudo cultivar más tierra para sembrar, pues
hubo un cambio de clima que permitió que tierras antes imposibles de sembrar fueran ahora
cultivables. Tal fue la superproducción que se dio, que los excedentes de la producción tuvieron
que ser vendidos e intercambiados con otras localidades. En cuanto a la artesanía, la nueva
tecnología contribuyó a facilitar la producción de objetos como telas.

Tanto se produjo en estos aspectos, que una nueva clase social apareció: la clase burguesa,
denominada así por vivir en los burgos (ciudades medievales). Los burgueses fueron construyendo
nuevos barrios en los burgos. Ellos eran comerciantes y artesanos y serían la clase que mandarían
en la economía a partir de su aparición. Al producir y vender, los burgueses reunieron suficiente
riqueza para comprar sus cartas de libertad al señor feudal (duque, conde u obispo) que era el
dueño de la tierra donde estaba ubicado el burgo. De esta manera lograron su derecho de regirse
por un gobierno autónomo.

De inmediato, los burgueses se organizaron en su burgo para poder vivir en comunidad. El burgo
era ahora una comuna. Para dirigir los destinos del burgo, hacer sus leyes y hacerlas valer, crearon
el concejo municipal compuesto por ciudadanos, magistrados y otros ciudadanos notables. Para su
defensa, instauraron sus milicias. Muchas veces los burgueses ricos (comerciantes) creían tener
más poder que los artesanos; entonces estos últimos reviraban y protestaban para hacer valer sus
derechos.

¿Cuánta población vivía en los centros urbanos medievales? Un pueblo constaba de 2000
habitantes. En una ciudad de regular tamaño, la población era de 5000 habitantes. En las ciudades
grandes, no pasaba de 60,000 (París). En el año de 1150, la población total de Europa occidental
era de 42 millones de habitantes.

¿Cómo eran las ciudades medievales? Eran amuralladas para protegerse de sorpresas
desagradables. Por este motivo, se empezaron a construir viviendas de varios pisos, pues todos
aspiraban a vivir dentro de las murallas. Cada piso superior era más ancho que el de abajo,
quitándole así luz a la calle. Las vías eran callejones estrechos, oscuros y sucios pues todos
arrojaban las basuras y los desperdicios a la calle. No había alumbrado público. Las calles era
verdaderos barrizales con arroyos que corrían por el centro de la vía. Cada uno construía su casa
como quería, sin ningún tipo de control. Las ciudades estaban expuestas a terribles calamidades
como incendios y epidemias. Si se desataba un incendio había que apagarlo a punta de baldados
de agua sacada del río: las ciudades se hacían al borde de un río para sacar agua y botar los
desperdicios. Para tratar de disminuir el riesgo de un incendio, las iglesias tocaban las campanas
para indicar que era la hora de “queda”: en ese momento, todos tenían que apagar el fuego vivo
que tuvieran en su casa, contentándose con la luz tenue del rescoldo.

Una vez instalados en las ciudades, los burgueses crearon grupos llamados gremios o
corporaciones para defender su profesión. También constituyeron guildas, agrupaciones parecidas
a los sindicatos. Todos los trabajadores tenían que pertenecer a una, pues de lo contrario, las
mismas asociaciones no los dejaban ejercer su oficio. También se consideraban una agrupación
religiosa llamada cofradía: cada una tenía un santo como patrón, su emblema y su bandera. Estos
grupos se volvieron grupos muy poderosos en la economía medieval. Había dos tipos de
agrupaciones: las guildas de los comerciantes y los gremios de los artesanos. Así, en un burgo, era
posible encontrar grupos de artesanos, el gremio de los zapateros, de los panaderos, de los
herreros, de los albañiles, de los tintoreros, de los tejedores y otros. Los gremios buscaban sobre
todo evitar la competencia y hacer más rentable su negocio.

Establecían cuántos productos se fabricaban para mantener elevado el precio de compra. Fijaban
los precios de sus productos y luchaban por mantener su calidad. También establecían el horario
de trabajo. Ayudaban a las viudas, los huérfanos, los inválidos y otros enfermos de sus asociados.
Dentro de los gremios existían categorías según el conocimiento del profesional: los maestros eran
los más expertos, los oficiales o jornaleros trabajaban por un sueldo con los maestros seis días a la
semana y los aprendices trabajaban gratis durante siete años para aprender su oficio. Los
aprendices vivían en casa del maestro quien no les cobraba ni vivienda ni alimentación. A veces los
aprendices eran maltratados por su maestro. Tanto los oficiales como los aprendices, aspiraban a
convertirse en maestros algún día, pero para ello tenían que hacer una obra maestra. Como no
había máquinas, todo el trabajo era hecho a mano con instrumentos sencillos; los gremios eran
enemigos de todo tipo de inventos. Esta especie de sistema “industrial” doméstico o manufactura
fue la base del sistema económico llamado precapitalismo, que transformaría la economía. La
estructura del gremio estaba hecha para poder ascender con base al mérito, pero esto no funcionó
porque los maestros decidieron cerrar su círculo para no admitir a nadie más a ese nivel. A largo
plazo, esto se volvería en su contra, pues ante la imposibilidad de ascender al grado de maestro,
sus súbditos decidieron romper esta “camisa de fuerza” e independizarse.

También hubo cambios en el campo. Los señores feudales se dieron cuenta que era más rentable
recibir dinero de sus siervos y no exigirles trabajo. Decidieron entonces arrendarles una parcela
(pedazo de tierra); de este modo, los siervos se volvieron arrendatarios. En Europa Occidental
desaparecieron los siervos de la gleba, pero no desapareció la pobreza. En Europa Oriental,
continuaron existiendo durante muchos siglos más.

Las relaciones entre las diferentes clases sociales o estados (clero, nobleza y tercer estado)
cambiaron drásticamente. Los burgueses, al ser una clase trabajadora, fueron considerados
miembros del tercer estado. Sin embargo, fueron ellos quienes apoyaron a los reyes para que
estos recuperaran su poder político frente a la nobleza y el clero, pues eran los dueños de la nueva
riqueza surgida del comercio y la artesanía.

Aparte de todos estos cambios, también se dio una revolución en la forma de hacer comercio y
manejar las finanzas. Ahora había más oferta de productos y nuevas formas de hacer negocios.
Estos cambios llevaron a una verdadera revolución comercial protagonizada por las guildas de los
comerciantes.

Las ferias se convirtieron en la mejor forma de comprar y vender productos. Estas eran lugares de
reunión en los que se concentraban todos los productos para vender y comprar durante varias
semanas. La más famosa era la de Champaña en Francia (al sureste de París). Cada productor
llevaba su mercancía a las grandes ferias. Allí la vendía y compraba otros artículos. Muchos
gozaban de visitar las ferias pues era una forma de ver qué había de nuevo en el mercado. La
variedad de productos era enorme. Era también una oportunidad de socializar con otros y de
divertirse: había espectáculos de titiriteros y acróbatas. Se realizaban ferias varias veces al año en
distintos lugares.

Lo que más se comerciaba eran los textiles, como paños y lienzos, pero había una gran variedad de
productos para suplir las necesidades básicas de una comunidad pequeña. La sal, la miel, el queso,
el cuero, el vino, pieles, madera, pescado, tapices, las dagas y las manilas tenían mucha salida.
Como durante las Cruzadas los italianos se adueñaron del comercio del Mediterráneo, ellos se
encargaron de ofrecer artículos del Medio y Lejano Oriente y también de la costa norte de Africa.
Los productos musulmanes (trabajo en metal, por ejemplo) eran muy apetecidos por su belleza,
funcionalidad y calidad. También se comerciaban los perfumes y las sedas del Oriente. Los
comerciantes se dieron cuenta de que valía la pena tomar el riesgo de traer productos, venderlos y
volver a invertir las ganancias en más productos. Una segunda zona de comercio marítimo se
centraba en el Mar del Norte y el Mar Báltico (Inglaterra, Francia, Alemania y Escandinavia). Esta
zona comercial era controlada por los alemanes.

También había vías terrestres que comunicaban todos los rincones de Europa. Se viajaba en el eje
norte-sur y en el eje oriente-occidente. Muchas de estas rutas atravesaban los Alpes, un verdadero
reto en época de invierno por la cantidad de nieve que caía en los pasos altos. Se organizaban
caravanas y se navegaba por los ríos, por ejemplo, el Rin.

Como los comerciantes tenían que desplazarse de feria en feria, la manera de hacer negocios fue
cambiando pues era muy peligroso cargar tanto dinero consigo y cambiar dinero de diferente
denominación. En general, los comerciantes viajaban en caravanas para protegerse, pero aún así
no estaban exentos de ser atracados. Por ello, los comerciantes se inventaron la letra de cambio o
“cheque” y las primeras “tarjetas de crédito”. Las empresas que se especializaron en este tipo de
servicio se llamaron bancos (palabra que viene del asiento donde se sentaba el cambista). En un
principio sólo los judíos prestaban plata a interés a quien la necesitara para invertir, pues la Iglesia
prohibía esta práctica llamada usura. Eventualmente la Iglesia permitió que los bancos también
prestaran dinero para invertir.

En ciertos lugares de Alemania, donde el emperador no tenía poder, las ciudades se aliaron entre
sí en agrupaciones llamadas Ligas o Hansas para proteger sus negocios y discutir temas de interés
común (siglo XIV). La Liga se encargaba de manejar negocios con el exterior, por ejemplo, Brujas
(ciudad de Flandes, hoy Bélgica), Novgorod (Rusia) y Bergen (Noruega). Las Hansas fueron
entidades muy ricas y poderosas que jugaron un papel protagónico en el desarrollo de la historia
europea.

Con todos los cambios que se dieron, la sociedad se transformó. La aparición de las nuevas
ciudades dio al traste con el sistema feudal que ya no tenía sentido ni acogida. Al aumentar el
comercio, se necesitaban más trabajadores, entonces los siervos migraron a las ciudades,
abandonando el campo y por su trabajo se les pagaba un sueldo. Las pequeñas ciudades se
volvieron grandes centros urbanos que fueron centros de atracción para todos, pues la vida allí, si
bien era dura, estaba llena de cosas interesantes y, sobretodo, ofrecía la oportunidad de
progresar. El servicio de bancos hizo posible que hubiera más dinero en circulación para abrir
nuevos negocios. Los comerciantes fueron enriqueciéndose mucho y al tener que pagar más
impuestos, enriquecieron al rey quien, muy sagazmente, empezó a depender de ellos y no de la
nobleza.

El escenario estaba preparado para un renacimiento en el conocimiento. Los musulmanes hicieron


grandes aportes en este sentido sobre todo aquellos que vivían en España (recuerde que los
musulmanes habían conquistado a España en el siglo VIII). Ellos tradujeron las grandes obras de la
Antigüedad en materias tales como ciencia, filosofía, derecho, medicina y matemáticas. Ahora los
europeos podían gozar de este conocimiento. Trajeron consigo nueva tecnología que mejoró la
navegación y las armas.

Las universidades fueron las encargadas de darle este nuevo impulso al conocimiento. Los idiomas
locales comenzaron a tomar fuerza: los grandes literatos escribían en su lengua materna y no en
latín. Comenzaron a disfrutar de la literatura, pues la podían entender. En el siglo XIII, la filosofía
escolástica tuvo su siglo de oro: el tratar de justificar la fe por medio de la razón utilizando textos
griegos, dio lugar a la aparición de una visión nueva de gobierno en Europa Occidental tomada de
la Antigüedad: la democracia. Los cambios que habrían de suceder en la forma de hacer política en
los siglos venideros así lo demostrarían

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