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Teoría de la Constitución (1): Los orígenes de la noción de Constitución

1. Aproximación a la noción de Constitución


En nuestro tiempo, como señala el profesor Francisco Rubio Llorente, la
teoría de la Constitución tiende a ocupar de manera cada vez más intensa el
lugar que antes ocupó la Teoría del Estado, como ciencia primera y base
fundamental de todo el saber jurídico.
Se debe dejar muy en claro que sólo se pretende analizar en esta parte de
la materia la Constitución desde la perspectiva del jurista, prescindiendo total
y absolutamente de conceptos ajurídicos de Constitución (Constitución es un
término que proviene del latín "constitutio o constituere" que significa fundar,
instituir).
En este sentido, desde la perspectiva del jurista, Constitución se identifica
con "orden jurídico concreto" con "ordenamiento que constituye al Estado”,
que lo crea como entidad jurídica. Por esta razón, se dice que la Constitución
es la expresión jurídica del orden político estatal. Más concretamente, la
Constitución se presenta, siguiendo a Kelsen, no como la totalidad del
ordenamiento, sino como la norma fundamental de mayor jerarquía dentro de
la pirámide jurídica de tal ordenamiento.
Desde la perspectiva del jurista la Constitución posee una naturaleza
normativa o deontológica, porque no es otra cosa que la norma básica o
fundamental llamada a regular el proceso político, constituyendo al Estado
como entidad jurídica.
Por esta razón, desde esta perspectiva, la Constitución puede ser
clasificada de la siguiente manera: 1° Constitución formal, pues se está ante
una norma jurídica, y más concretamente ante la norma básica de mayor
jerarquía dentro del ordenamiento. 2° Constitución material, por cuanto
también la Constitución posee un contenido o sustancia, que se refiere al
régimen político de un país, a los poderes públicos, a las garantías
individuales y a todo cuanto se considere como constitutivo esencial del
respectivo régimen político, se está haciendo referencia al conjunto de
valores que globalmente constituyen el régimen político respectivo (v. gr.,
derechos fundamentales, principio democrático, etc.).
Toda esta conformación de la noción de Constitución tiene por finalidad
regular el proceso político, en el sentido de cómo se adquiere el poder, cómo
se ejerce y cómo se controla. Dentro de este contexto, siguiendo a Rubio
Llorente, "la Constitución es el acto prístino, de afirmación del poder
originario de un pueblo sobre sí mismo, y sobre el espacio que ocupa. En
ella se funda la legitimidad de los poderes a los que el pueblo se sujeta y la
validez del Derecho que lo obliga. La Constitución establece el sistema de
relaciones y el equilibrio entre los diversos poderes y los límites que el
Derecho creado por éstos encuentra en los derechos que la decisión
constituyente proclama como fundamentales".
2. El movimiento constitucional
La significación moderna de la Constitución tiene su origen en las
doctrinas del Contrato Social, formuladas en el siglo XVII (Locke) y
dominantes en el siglo XVIII (Rousseau) que remitían el nacimiento de la
sociedad política a un pacto social originario. Desde esa perspectiva, la
Constitución aparece como la confirmación de ese pacto, que no puede sino
ser el fruto de la voluntad creadora del pueblo soberano.
El movimiento constitucional trataba de sustituir las leyes de naturaleza
consuetudinaria que se habían ido forjando a través de la historia, por
Constituciones escritas concebidas para limitar el despotismo de los poderes
monárquicos. En el espíritu de los hombres del siglo XVIII, la Constitución
tiene por objeto no sólo contener el ejercicio del poder, sino también proteger
a los individuos de la arbitrariedad de quien detenta ese poder. Por ello, a
partir de ese momento, el régimen constitucional no es sólo un régimen que
posee una Constitución, sino también que garantiza la libertad personal y,
especialmente, la seguridad individual.
En este sentido se debe resaltar el paralelismo existente entre el
movimiento constitucional y la afirmación de las libertades individuales a
través de las declaraciones de derechos. Desde el "Bill of Rights" (1689), a
las famosos declaraciones Norteamericana (1776) y Francesa (1789), que,
entre otras cosas, formula el trascendental artículo 16.
Para analizar el movimiento constitucional se debe hacer mención a los
hechos ocurridos en Inglaterra, en Norteamérica y en Francia.
a) Inglaterra:
En Inglaterra el movimiento constitucional clásico comienza durante el
período de Crommwell en 1653, donde se dicta el "Instrument of
Government", que ha sido considerado como el primer ejemplo de
Constitución escrita en sentido moderno y de intento práctico de división de
los poderes del Estado. Salvo este paréntesis que no tuvo éxito, la
Constitución inglesa es consuetudinaria y fundamentalmente histórica, en el
sentido de que no está recogida en un único texto escrito y codificado. De ahí
que desde el punto de vista formal los ingleses no tienen Constitución, pero
sí la tienen desde una perspectiva material.
b) Norteamérica:
En Norteamérica la Constitución surge como tal con la Carta de 1787,
donde, según el profesor Eduardo García de Enterría, se plasman dos
principios: 1° el "principio de la autodeterminación política comunitaria", que
es presupuesto del carácter originario y no derivado de la Constitución. 2° El
"principio de la limitación del poder" como garantía de la libertad.
Lo más importante de la creación constitucional norteamericana es la
técnica de atribuir a la Constitución el valor normativo superior, inmune a las
leyes ordinarias, y más precisamente un valor superior judicialmente
tutelado, ya que de acuerdo al sistema de control difuso de
constitucionalidad, cualquier tribunal puede velar por la constitucionalidad de
las leyes. Es decir, a partir de la Carta norteamericana se habla del "higher
law", esto es, el Derecho más alto, el cual será plasmado en una
Constitución escrita como parámetro normativo superior, que será apoyado
por la facultad judicial de declarar la inconstitucionalidad de las leyes. Esto,
sin embargo, no ocurrió hasta 1803 con la importante sentencia del caso
Marbury v/s Madison, dictada por el juez Marshall.
c) Francia:
Respecto a Francia, durante cierto tiempo los teóricos franceses venían
abogando por una Constitución escrita que sirviera de límite al absolutismo
del Monarca, y desplazara el centro de poder del Rey al pueblo y sus
representantes. Siguiendo la teoría formulada por Emmanuel Sieyés, en su
obra "¿Qué es el Tercer Estado?" (sobre el poder constituyente que
pertenece exclusivamente a la Nación y es ejercido por sus representantes),
el 7 de julio de 1789 la Asamblea Nacional tomaba el nombre de
constituyente con poder normativo sobre el orden político. El fruto de este
poder constituyente se vio en Francia con la Constitución de 1791.
Ahora bien, el universalismo de la Constitución escrita es, como ya se
sabe, consecuencia de las Revoluciones norteamericana y francesa, sin
embargo, la expansión de este movimiento constitucional generó un
concepto de Constitución más como documento ideal que como instrumento
jurídico. Por ello, en esta primera fase de expansión del Estado constitucional
en el siglo XIX la Constitución era fundamentalmente una premisa política,
que se situaba fuera del ordenamiento jurídico, cuyo vértice no era la
Constitución sino la ley. Por esta razón, en este período se habla más que de
un Estado constitucional de Derecho, de un Estado legal de Derecho.
De este movimiento constitucional se derivan los llamados principios del
constitucionalismo clásico.

Principios del constitucionalismo clásico:


 Principio de la supremacía de la Constitución: significa que el
ordenamiento jurídico es una pirámide jerarquizada, donde la Constitución
se encuentra en la cúspide de ella, es la norma de mayor jerarquía dentro
del ordenamiento jurídico. Cualquier norma que no sea parte de la
Constitución debe subordinarse a ella. La supremacía de la Constitución
tiene dos vertientes: formal o de forma, y material o de fondo. La
supremacía formal establece una serie jerárquica de competencias, donde
se constituyen los órganos y las atribuciones de los mismos, es decir,
establece a quienes les corresponde legislar, reglamentar y juzgar.
Cualquier actuación que se lleva a cabo fuera de su competencia o no
cumpliendo los requisitos establecidos por la Constitución es
inconstitucional en la forma. En relación a la inconstitucionalidad de forma
conviene citar el artículo 7º inciso 1º de la Constitución, el cual indica: “Los
órganos del Estado actúan válidamente previa investidura regular de sus
integrantes, dentro de su competencia y en la forma que prescriba la ley”.
A su vez existe la supremacía material que está configurada por los
valores fundamentales que determinan el régimen constitucional y que en
última instancia son determinantes tanto para la aplicación como para la
interpretación de la Constitución. Dicho en pocas palabras, se trata del
contenido material necesario para la organización fundamental del Estado
(por ejemplo, el artículo 5º, inciso 2º, de la Constitución establece como
limitación en el ejercicio de la soberanía, los derechos esenciales que
emanan de la naturaleza humana). Dentro del sistema de jurisdicción
constitucional chileno, como algo se analizará más adelante, la Corte
Suprema, por vía del recurso de inaplicabilidad y de acuerdo a su doctrina
jurisprudencial, sólo declara la inconstitucionalidad de una ley en el fondo
y no en la forma, al contrario, el control que ejerce el Tribunal
Constitucional comprende tanto la forma como el fondo.
 Las constituciones deben ser rígidas: el principio de la supremacía de la
Constitución queda reafirmado cuando se establece que ésta no puede
ser derogada o modificada en los mismos términos que una ley ordinaria.
Para el constitucionalismo clásico solamente las Constituciones rígidas
son Constituciones propiamente tales. Esto no implica que las
Constituciones sean irreformables, sino que sólo se exige que el quórum
de modificación o derogación sea más alto que una ley ordinaria. Cuando
las Constituciones son irreformables, es decir, aquellas que contienen las
llamadas cláusulas pétreas, pueden dar lugar a una quiebra institucional,
ya que la Constitución al no poder modificarse no podría adaptarse a los
nuevos cambios sociales (así ocurrió en Chile con la Constitución de
1828, llamada “Constitución liberal”, que se estableció en uno de sus
artículos que no se reformaría en un período determinado, lo que dio
lugar, entre otras causas, en el año 1829, a la Batalla de Lircay). No
obstante este principio, el ejemplo más típico de una carta no rígida lo
constituye la Constitución inglesa, que se caracteriza por ser flexible en su
mecanismo de modificación, es decir, se puede modificar en los mismos
términos que una ley ordinaria.
 Las Constituciones deben ser escritas: por motivos de seguridad jurídica y
claridad se estima que las normas fundamentales deben estar contenidas
en un documento único, orgánico y solemne. En cuanto al documento
único significa que la Constitución no debe estar dispersa en diferentes
textos constitucionales. Es orgánica por cuanto debe constituir un todo
orgánico que regule una pluralidad de materias. Es solemne por cuanto
debe ser aprobada con cierta solemnidad, debido a la importancia de
constituir el texto de mayor jerarquía dentro del ordenamiento jurídico.
Nuevamente la excepción la encontramos en el caso de la Constitución de
Inglaterra.
 La Constitución debe tener una declaración de derechos fundamentales y
sus respectivas garantías: este principio se refiera a la parte dogmática de
la Constitución, es decir, a aquella parte que contiene el catálogo de
derechos fundamentales. La declaración representa la proclamación en el
texto constitucional de dichos derechos que el pueblo ha elevado a la
categoría de fundamentales. Los derechos fundamentales se transforman,
en consecuencia, en garantías individuales cuando son consagrados en el
texto constitucional, y en tanto cuanto estén allí establecidos pueden ser
protegidos por los mecanismos jurisdiccionales correspondientes. Cuando
se habla de garantías se está haciendo referencia a los mecanismos
existentes para proteger o tutelar dichos derechos constitucionales. Así
por ejemplo, la Constitución chilena en su artículo 21, a fin de garantizar el
derecho a la libertad personal y seguridad individual, establece la acción
constitucional de amparo, o también llamado en la doctrina como “habeas
corpus”. Del mismo modo la Carta de 1980 en su artículo 20 configura la
acción constitucional de protección, cuyo objetivo es tutelar los derechos
fundamentales, expresamente señalados en dicho artículo. Cabe precisar
un aspecto terminológico sobre esta cuestión, ya que, por regla general,
en la doctrina comparada, cuando se habla de un recurso que tutela los
derechos fundamentales, se habla de recurso de amparo, y en Chile el
término recurso de amparo está restringido solamente a los atentados a la
libertad personal. Particularmente destacables son las garantías que la
Carta configura en el artículo 19 nº 3. En el caso de la Constitución de los
EEUU de 1787, hay que destacar que su texto original no contenía una
declaración de derechos; solamente a partir de 1791 se agregaron las diez
primeras enmiendas que hacen referencia a la temática de los derechos
constitucionales. En este contexto es destacable el tenor de la enmienda
9ª que indica “La enumeración de ciertos derechos que se hace en esta
Constitución no deberá interpretarse como denegación o menoscabo de
otros derechos que conserva el pueblo”. Esto es, no por el hecho de que
la Constitución enumera ciertos derechos ha de entenderse que niega o
menosprecia otros que retiene el pueblo.
 La separación de poderes o funciones: como ya sabemos, junto con la
garantía de los derechos individuales, el principio de la separación de
poderes fue elevado a un verdadero dogma político en el artículo 16 de la
Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano. La tesis de la
separación de los poderes fue planteada por Locke en Inglaterra y
Montesquieu en Francia.
 La titularidad del poder constituyente reside en el pueblo o en la Nación:
en sentido amplio, el poder estatal se relaciona con el pueblo. Se refiere al
llamado Poder Constituyente originario, esto es, la capacidad del pueblo
de darse una Constitución. En el ejercicio de dicho Poder Constituyente
originario el pueblo “constituye” a los poderes públicos, estableciendo los
llamados “poderes constituidos”, que actúan en nombre y representación
del pueblo. Salvo el Poder Judicial, que se somete indirectamente al
pueblo por vía de la aplicación del Derecho, tanto el Poder Ejecutivo como
el Poder Legislativo actúan como representantes directos de los
ciudadanos (más o menos ese es el sentido del artículo 5º de la
Constitución chilena). Dicho en otras palabras, se considera a los poderes
públicos como poderes constituidos, ya que alguien los constituyó, en este
caso el pueblo, en el ejercicio del poder constituyente originario. Esta es la
diferencia más diáfana entre Poder Constituyente y Poder Constituido. Los
poderes constituidos, particularmente el Legislativo, pueden también
ejercer el llamado Poder Constituyente derivado, esto es, aquel que tiene
por objeto reformar o modificar la Constitución (en Chile está radicado en
el Congreso Nacional y en el Presidente de la República), y recibe tal
denominación pues deriva sus atribuciones, como ya se ha dicho, del
Poder Constituyente originario, que se radica en el pueblo. En síntesis,
podemos decir que el Poder Constituyente es aquél que posee la facultad
de crear o modificar la Constitución. De acuerdo a esta definición se
distingue entre un Poder Constituyente originario (es decir que crea una
Constitución) y un Poder Constituyente derivado (aquel que modifica o
reforma la Constitución). El Poder Constituyente originario opera cuando,
por ejemplo, nace un Estado a la vida independiente. Chile cuando nace
como Estado en 1818 ejercita el Poder Constituyente originario. Del
mismo modo, también se ejerce el Poder Constituyente originario cuando
hay una quiebra institucional en un país (por ejemplo, en el caso chileno,
el 11 de septiembre de 1973). En esa circunstancia histórica, la
Constitución de 1925 fue quebrada, y el Gobierno Militar emergente
comienza a gestar desde sus orígenes una nueva Constitución, es decir,
en este caso existe el ejercicio de un Poder Constituyente originario). El
Poder Constituyente originario, no obstante emerger del pueblo, tiene
ciertas limitaciones. En primer lugar, siempre debe reconocer los derechos
fundamentales. En segundo lugar, el Poder Constituyente originario está
limitado por las normas internacionales sobre Derechos Humanos. Los
mecanismos idóneos para ejercer el Poder Constituyente originario son: 1º
Una asamblea constituyente, que esté integrada por un grupo de personas
elegidas por el pueblo y que tiene por finalidad crear una Constitución.
Este mecanismo de la Asamblea Constituyente nunca ha operado en
Chile, pero sí en otros países, por ejemplo Brasil y Venezuela. La
importancia es que la Constitución que emerge de dicha Asamblea
Constituyente no debe ser ratificada posteriormente por el pueblo. 2º El
pueblo a través de un plebiscito. En este caso se reúne un grupo de
personas especializadas en temas constitucionales lo más pluralista
posible, que tiene por finalidad crear una Constitución, y una vez que esta
Constitución nace, el pueblo la debe ratificar mediante un plebiscito. Por
ejemplo, como ocurrió en Chile el año 1980, y como aconteció en España
el año 1978. Respecto al poder Constituyente derivado la única limitación
que debe observar su ejercicio son los mecanismos que la propia
Constitución señala para su reforma. Por ejemplo, la Constitución chilena,
en el capítulo XIV, en los artículos 116 y siguientes, señala los
mecanismos de reforma de la Constitución.
Como consecuencia de las transformaciones políticas, económicas y
sociales que se produjeron en el mundo con posterioridad a la Primera
Guerra Mundial, se dictan varias Constituciones, por ejemplo la Constitución
de Weimar (1919) y la Constitución Austriaca (1920), que incorporan los
denominados principios del neoconstitucionalismo.

Principios del neoconstitucionalismo:


 La Constitución comienza a ser considerada como norma jurídica: esto
significa que ella es directamente aplicable dentro del ordenamiento.
Circunstancia que se hace extensiva a los valores, principios y garantías
fundamentales configurados en la Constitución. De ahí que, los poderes
públicos, especialmente la Administración, no sólo deben someter su
acción a las leyes, sino también a los valores y principios constitucionales,
que son directamente aplicables a dichos poderes (art. 6º de la
Constitución). Cabe recordar en este punto que, para la tradición
constitucional europea (continental), la Constitución no era una norma
jurídica, sino un documento político, por lo tanto, no era Derecho
inmediatamente aplicable sino que necesitaba de una ley para cobrar
fuerza obligatoria efectiva (por ejemplo, la Constitución francesa de 1791).
 Incorporación en la Constitución de los derechos de contenido económico
y social: a partir de la crisis del Estado liberal de Derecho, los
ordenamientos constitucionales comienzan a incorporar los llamados
derechos sociales o de prestación, que colocan al Estado en la
obligatoriedad de satisfacer dichos derechos configurados en la
Constitución. Por ejemplo, el derecho a la salud, al trabajo, a la seguridad
social, etc..
 El fortalecimiento o vigorización del Poder Ejecutivo: a partir de esa época
histórica surgió la necesidad de que las decisiones políticas debían ser
rápidas y también debían poseer un alto grado de conocimiento técnico,
de ahí que el Ejecutivo comienza a aumentar sus atribuciones,
particularmente en el ámbito normativo. Por ejemplo, el Ejecutivo se
transforma en colegislador, en este sentido, puede presentar iniciativas de
ley, puede presentar urgencias para una tramitación rápida de una ley, al
momento de promulgar una ley puede vetarla, etc. También en este
período la Administración comienza a asumir la atribución de dictar los
llamados reglamentos independientes, es decir, aquellos que el Presidente
dicta sin previa autorización de ley. Estos reglamentos autónomos están
configurados en el artículo 32 nº 8 de la Constitución. También se crea la
facultad del Ejecutivo de dictar la llamada legislación delegada, es decir,
aquella que se dicta previa delegación de facultades del Congreso
Nacional. La Constitución chilena en su artículo 61 la denomina Decretos
con fuerza de ley.
 Ampliación del cuerpo electoral: esto permitió una participación más activa
de los ciudadanos en el proceso político y trajo como consecuencia la
aplicación del sufragio universal, es decir, aquél que permite el voto de
todas las personas, sean hombres o mujeres, mayores de 18 años, sean o
no analfabetos. En Chile, el sufragio universal en las votaciones comienza
a ser aplicado en el año 1970, con la elección presidencial de ese año.
 Se reconoce constitucionalmente a los partidos políticos: es decir, a estas
fuerzas políticas se les incorpora en los textos constitucionales y se les
reconoce como elementos fundamentales dentro del sistema democrático.
En la actualidad no puede concebirse un sistema democrático sin la
existencia de partidos políticos. En Chile se reconocen
constitucionalmente los partidos políticos a partir del año 1970, a raíz de la
reforma constitucional que se llevó a cabo de la Carta de 1925 y que se
denominó “Estatuto de Garantías Democráticas o Constitucionales”. En la
Constitución de 1980 hay un reconocimiento expreso de los partidos
políticos en el art. 19 Nº 15, inciso 5º, y existe también la Ley Orgánica
Constitucional que regula el funcionamiento de dichos partidos.

1. El enfoque constitucional: la Constitución en sentido formal y material

La doctrina Alemana elaboró a finales del XIX la distinción entre


Constitución en sentido formal y Constitución en sentido material, distinción
que se ha sentido con fuerza en la doctrina francesa e Italiana. La
Constitución en sentido formal alude a la Constitución escrita, la norma de
más alto rango del ordenamiento la norma suprema que se distingue del
resto de las normas. El mantenimiento de su supremacía implica, por una
parte, que no puede ser reformada en el mismo procedimiento que una ley
ordinaria y, por otra, la necesidad de establecer un sistema que permita
controlar efectivamente la conformidad de normas inferiores a la
Constitución. A su vez, en sentido material la Constitución alude a su
contenido o sustancia de la materia que regula; se refiere a los poderes
públicos, las garantías individuales, al régimen político, y a todo cuanto se
considere como constitutivo esencial del respectivo régimen político. En
última instancia, se está haciendo mención al conjunto de valores que
normalmente integran el sistema político respectivo (v.gr., el artículo 1º de la
Constitución chilena y española).

Ambas nociones no siempre coinciden, así se podría afirmar que, por un


lado, ni todo el Derecho constitucional está contenido en la Constitución (en
tal sentido la constitución escrita puede dejar fuera normas que, sin embargo,
se refieren al ejercicio del poder, es decir que son materialmente
constitucionales; como acontece, por ejemplo, con las constituciones del
mundo musulmán que incorporan como parte material de las mismas las
normas contenidas en el Corán, así lo indica el art. 4º de la Carta de Irán de
1979, o como ocurre, vía articulo 5º de nuestra Constitución, con los tratados
internacionales que contienen derechos humanos) y, por el otro, en el
contenido de algunos textos constitucionales aparecen disposiciones que
nada tienen que ver con las reglas fundamentales, que tienen que ver con la
organización y ejercicio de poder en el estado y que por estar constituidas en
la Carta serían solo formulaciones constitucionales (por ejemplo, el art. 25 de
la Constitución Suiza que prohíbe el sacrificio según el rito Israelí, o el art. 2º
de la Carta de 1980, o la enmienda nº 2 de la Constitución de los EEUU que
hace referencia al derecho del pueblo a poseer y portar armas).

En suma, todo este conjunto de normas fundamentales que recoge formal


y materialmente la Carta política conforman lo que se denomina el bloque de
la constitucionalidad, que es el fundamento del llamado principio de
juridicidad (art. 6º).

2º: Teoría de la Constitución (2): Concepto, contenido y tipología de las


Constituciones

1. Concepto de Constitución como norma jurídica


La Constitución es la ley fundamental o norma de jerarquía superior,
escrita o no, directamente aplicable a los poderes públicos y ciudadanos, a
fin de estructurar y organizar el poder estatal, en función de garantizar los
derechos que el constituyente proclama como fundamentales.
Para explicar este concepto, se puede decir que, desde el punto de vista
del jurista, la norma constitucional, por una parte, organiza y establece las
limitaciones del poder estatal (parte orgánica), y por otra, proclama y
garantiza los derechos fundamentales (parte dogmática), pero lo más
importante es que la Constitución debe considerarse como norma jurídica, y
como tal es directamente aplicable a los poderes públicos y a los
particulares.

2. Contenido o partes de la Constitución


Por regla general, las Constituciones, en cuanto a su contenido, se
encuentran estructuradas de la siguiente manera:
1º Algunas Constituciones poseen un preámbulo: es decir, una parte
introductoria, que viene a ser un resumen de los objetivos que se pretenden
cumplir con la vigencia de la Constitución. Por ejemplo, la Constitución
Portuguesa de 1977, la Española de 1978 y la Constitución de la ex Unión
Soviética de 1977.
2º Contienen una declaración de principios: que viene a ser el
establecimiento de las bases fundamentales y de los valores que sustentan
el régimen constitucional. Por ejemplo, el artículo 1.1 de la Constitución
Española señala que “España se constituye en un Estado social y
democrático de derecho, que propugna como valores superiores de su
ordenamiento la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”. La
Constitución chilena, en su capítulo I, referido a las “Bases de la
Institucionalidad”, proclama en dicho apartado los valores y principios
esenciales del régimen constitucional chileno, que son, junto a los derechos
fundamentales proclamados en su artículo 19, la base material, esencial, de
su régimen constitucional, es decir, constituye el contenido material de la
Carta política.
3º Parte orgánica de la Constitución: es aquella que establece la
organización, estructura y competencias de los diversos poderes públicos. La
Constitución chilena, en su Capítulo IV regula todo lo relativo al Poder
Ejecutivo, ya sea en cuanto a sus facultades como a sus atribuciones
competenciales. A su vez, en el Capítulo V se regula todo lo relativo al
Congreso Nacional, y el Capítulo VI lo referente al Poder Judicial.
4º Parte dogmática de la Constitución: la cual se vincula al catálogo de
derechos fundamentales y las respectivas garantías que establece la
Constitución. Por ejemplo, la Constitución de 1925 en su artículo 10
enumeraba los derechos fundamentales. Del mismo modo, la Carta de 1980,
en su Capítulo III, específicamente su artículo 19, regula los derechos y
deberes ciudadanos, cuestión que debe enterderse, asimismo, teniendo en
cuenta los tratados internacionales que contengan derechos humanos, que
son parte del contenido material de la Constitución vía art. 5º inciso 2º.
5º La parte referente a la reforma de la Constitución: en ella se establecen
los mecanismos y quórum necesario que se requiere para modificar la
Constitución. Sobre el particular, la Carta de 1980, en su Capítulo XIV lo
dedica a la reforma de la Constitución, y de ese capítulo se desprende que la
Constitución chilena, desde el punto de vista de su reforma, es una
Constitución rígida, es decir, no puede ser modificada en los mismos
términos que una ley ordinaria.
6º Algunas Constituciones consagran disposiciones transitorias: la actual
Constitución tiene 40 disposiciones transitorias, no obstante, en la actualidad,
solamente algunas de ellas están en vigor.

3. Tipología de la Constitución: diversas clasificaciones


Existen diversas clasificaciones de las Constituciones, dentro de las cuales
se pueden destacar las siguientes:

a) Desde el punto de vista de su materialidad, se clasifican en Constituciones


escritas y Constituciones no escritas o consuetudinarias:
Las Constituciones escritas son aquellas que se concretan en un texto
promulgado de acuerdo con los principios del constitucionalismo clásico. Al
estar en un texto escrito, la Carta Fundamental constituye una garantía para
el Estado de Derecho, pues de un modo claro y preciso regula la actividad
tanto de los gobernantes como de los gobernados.
A su vez, las Constituciones no escritas, también denominadas
consuetudinarias, son aquellas que se forman por la lenta evolución de las
instituciones del Estado y de prácticas constantes consagradas por el uso y
tradiciones históricas. Un ejemplo es la Constitución inglesa, la cual, desde
el punto de vista formal, como texto único, no existe. Solamente existe desde
el punto de vista material, ya que el conjunto de costumbres y de tradiciones
históricas del pueblo inglés se encuentra recogido en un determinado
régimen político, que es el contenido y materia de su régimen constitucional.
En este asunto, nuestro país también ha considerado ciertas prácticas o
copstumbres constitucionales, como aconteció hasta el año 1970 con los
Decretos con fuerza de ley, o como acontece en la actualidad con la creación
de comisiones especiales de fiscalización por parte de la Cámara de
Diputados, no obstante que en el art. 48 nº 1 no se considera expresamente
dicha opción.

b) Desde el punto de vista de su extensión, se clasifican en Constituciones


breves o sumarias y Constituciones desarrolladas:
Las Constituciones breves son aquellas que se limitan a fijar las bases
esenciales de una determinada institución, entregando al legislador su
posterior desarrollo. Por ejemplo, la Constitución de 1980, por regla general,
es una Constitución breve. En su artículo 19 nº 8, que configura el llamado
derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación, señala en su
inciso 2º que la ley podrá desarrollar dicha garantía constitucional, y en virtud
de ello se ha dictado la Ley sobre Bases Generales del Medio Ambiente.
Las Constituciones desarrolladas son aquellas que, en forma minuciosa y
acabada, desarrollan los temas que se encuentran regulados en la
Constitución. En el caso de la Constitución de 1980 se ha dicho que por regla
general se trata de una Constitución breve; sin embargo, ciertas partes de
ella son más bien desarrolladas: por ejemplo, el Capítulo II, sobre
nacionalidad y ciudadanía, el artículo 19 nº 24, sobre el derecho de
propiedad.
La Constitución de 1925 era fundamentalmente una Constitución breve.
Sin embargo, en la historia constitucional de Chile hay un ejemplo de
Constitución desarrollada, la Constitución moralista de Juan Egaña.
En el Derecho Comparado se puede destacar la Constitución italiana de
1947, también la Constitución de la India de 1949, que consta de 395
artículos, y también la Nueva Constitución de Venezuela tiene materias muy
desarrolladas. Otro ejemplo es el Corán para los países islámicos, como
Arabia Saudita.

c) Desde el punto de vista de su origen: están aquí las Constituciones


otorgadas, pactadas y democráticas:
Las Constituciones otorgadas son aquellas en que el Monarca o el
detentador del poder se autolimita, y otorga unilateralmente una Constitución.
Ejemplo de ello es la Constitución Francesa de 1814, y la Constitución del
Vaticano de 1929.
En segundo lugar están las Constituciones pactadas, éstas surgen cuando
se ha producido un equilibrio entre el poder del Monarca y el poder de los
distintos estamentos de la sociedad. Este tipo de Cartas tuvo lugar en el
período denominado de la Constitución Estamentaria. Un ejemplo de una
Constitución pactada lo constituye la Carta Magna de 1215, y también la
Constitución española de 1845.
Constituciones democráticas. Son aquellas que tienen su origen en la
soberanía del pueblo, y que son aprobadas a través de mecanismos que el
constitucionalismo clásico considera como legítimos. Esto es, aquella Carta
que, tanto en su origen como en su contenido, refleja el principio democrático
como una manifestación de la soberanía del pueblo. En otras palabras, se
reconoce la democracia como categoría jurídico-política, que actúa como
principio legitimador de la Constitución. Dentro de la categoría de
Constitución democrática, democracia y Constitución son conceptos que se
generan y complementan. Como indica el profesor español Manuel Aragón
“la democracia como principio legitimador de la Constitución, es decir, la
soberanía del pueblo como categoría jurídica”.
La Constitución de 1980 en su texto original no es, propiamente, una
Constitución democrática, ya que ni en su origen, ni en su contenido, refleja a
cabalidad el principio democrático, manifestado en la soberanía del pueblo,
como principio legitimador de la misma. Otra cosa distinta es la eficacia de la
Constitución, ya que como tal se aplica en la práctica, pero otra cosa muy
distinta es su legitimidad democrática. A partir del proceso de transición
pactada, la constitución de 1980 es aceptada como el marco del proceso
transicional y se le introducen una serie de reformas entre 1989 y 2005, que
harán cambiar su texto y que permitirían calificarla como un texto pactado en
el marco de la transición.

d) Desde el punto de vista de su contenido: se clasifican en Constituciones


utilitarias e ideológicas:
Las Constituciones utilitarias son aquellas que son neutras en materia
ideológica, y regulan las gestiones gubernamentales con ausencia de toda
referencia ideológica y de principios. Por ejemplo, aquí se encuentra la
Constitución francesa de 1875 y la Constitución alemana de 1871.
Las Constituciones ideológicas son aquellas que establecen en su parte
dogmática o preámbulo, los principios ideológicos que la inspiran, y que
determinan los objetivos fundamentales de la Constitución, es decir, se
refleja en su parte material la fundamentación ideológica del constituyente.
Por ejemplo, la Constitución de 1980 en su Capítulo I, que regula las “Bases
de la Institucionalidad”. Por esta razón se está frente a una Constitución
netamente ideológica.

e) Constituciones originarias y derivadas (originalidad o aporte):


Se dice que una Constitución es originaria cuando contiene un principio
funcional nuevo, verdaderamente original para el proceso del poder político.
Constitución derivada es aquella que simplemente sigue un determinado
modelo constitucional, sin aportar nada nuevo.
Ejemplos de Constitución originaria: la Constitución material británica,
en la cual se crea el parlamentarismo. También es originaria la Constitución
norteamericana, por su forma presidencial y el federalismo que ella instaura.
También está la Constitución francesa de 1793, por su diseño del tipo de
gobierno de asamblea. La Constitución Suiza, por la consagración de los
mecanismos de democracia directa.
Ejemplos de Constituciones derivadas: las Constituciones de los países
latinoamericanos, que han imitado el federalismo y, sobre todo, la forma de
gobierno presidencial establecida en la Constitución norteamericana. Así
también eran Constituciones derivadas las antiguas Cartas fundamentales de
los países del este de Europa, que hicieron propia la Constitución de la ex
URSS.

f) Clasificación ontológica de las Constituciones de Karl Loewenstein:


Esta clasificación atiende a la mayor o menor concordancia de las normas
constitucionales con la realidad socio-política de un país, es decir, a su
grado de eficacia en la práctica. Desde esta óptica Loewenstein clasifica
las Constituciones en normativas, nominales y semánticas.
Una Constitución es normativa, cuando realmente es observada por todos,
gobernantes y gobernados, y está realmente integrada en la sociedad y ésta
en ella. En tal caso, como señala Loewenstein, la Constitución es un traje
que sienta bien y se lleva realmente. Se suele citar como ejemplo de
Constitución normativa las Cartas de los países occidentales de larga
tradición democrática, por ejemplo, Francia, Bélgica, Estados Unidos.
Las Constituciones nominales, se dan cuando los supuestos económicos y
sociales de un país impiden de hecho o no permiten aún la plena integración
de las normas constitucionales en la realidad política. Se trata de un traje que
queda grande y se cuelga durante cierto tiempo en el armario, el cual
efectivamente se usará cuando el cuerpo nacional haya crecido. Esta
Constitución nominal es propia de aquellos países en los que se implanta
una Constitución de tipo occidental, sin haber alcanzado la madurez política,
y en los que normalmente impera un orden social post-colonial. Las
Constituciones de los países latinoamericanos y de los países africanos son
un claro ejemplo.
Una Constitución es semántica cuando sus normas se aplican en
beneficio exclusivo de los que detentan el poder por la fuerza, ya sea un
grupo, una persona o un partido. En éstos casos la Constitución es sólo una
fachada, que únicamente tiene de Constitución el nombre. El traje no es un
traje, sólo es un disfraz.
El interrogante a resolver es el siguiente: ¿De acuerdo a esta tipología, la
Carta de 1980 sería una Constitución normativa, nominal o semántica?. En
una primera instancia, la Constitución de 1980 era a juicio de muchos una
Carta semántica (1981-1989), ya que sus normas estaban en beneficio
exclusivo del gobierno autoritario que detentaba el poder en Chile. Más aún,
su articulado sólo se aplicaba parcialmente, ya que la institucionalidad que
regía se estructuraba fundamentalmente a través de sus disposiciones
transitorias y la generación de normas en Chile no era producto de un
Congreso Nacional sino de la Junta de Gobierno. A partir del año 1990, con
el inicio de la transición hacia la democracia y las reformas constitucionales
que se llevaron a cabo respecto de la Constitución desde 1989 a 2005, se
podría decir que la Carta de 1980 deja de ser una norma semántica, y pasa a
ser, al igual que la mayoría de las Constituciones latinoamericanas, una
Carta Magna de tipo nominal, y en ningún caso sería una Carta de tipo
normativa.

g) Desde el punto de vista de su reforma, las Constituciones se clasifican en


Constituciones flexibles, rígidas y pétreas:
Las Constituciones flexibles son aquellas que pueden ser modificadas o
derogadas en los mismos términos que una ley ordinaria. Por ejemplo, la
Constitución de Inglaterra.
Las Constituciones rígidas son aquellas que no pueden modificarse o
derogarse en los mismos términos que una ley ordinaria, su objetivo es
resguardar la supremacía constitucional y dar una mayor estabilidad al
régimen constitucional instaurado. Por ejemplo, la Constitución de 1980, la
Constitución brasileña, etc.
Las Constituciones pétreas, o con cláusulas pétreas, son aquellas que no
pueden modificarse; y en el caso de las Constituciones con cláusulas
pétreas, solamente no pueden modificase los preceptos cubiertos por dichas
cláusulas, en lo restante si pueden modificarse. El régimen constitucional
establecido por la Constitución alemana de 1949 posee cláusulas pétreas.

h) Desde el punto de vista de la metodología con que se ha elaborado la


Constitución, el profesor Manuel García Pelayo distingue las siguientes
Constituciones:
Constitución racional-normativa: es concebida como un sistema de
normas capaz de planificar la vida política, y expresa que sólo la razón puede
imponer el orden y la Constitución es la creadora de dicho orden. Para esta
concepción la Constitución debe ser un documento escrito por una sola vez y
para siempre, es decir, establece la inmodificabilidad de la Constitución. Esta
concepción es típica de la doctrina liberal.
Constitución histórico-tradicional: se expresa que la Constitución es el
resultado de una lenta transformación histórica. Tienen importancia los usos
y las prácticas políticas. Para esta concepción es más importante una
Constitución consuetudinaria que una Constitución escrita. En definitiva, la
Constitución es producto de la costumbre y no de una determinada
concepción racional.
Constitución sociológica: la Constitución es el modo de ser de un pueblo,
con todo el complejo de sus riquezas, su cultura y su carácter. Frente a la
concepción racional, que plantea un deber ser, la concepción sociológica
plantea un determinado ser de las cosas; y frente a la concepción histórico-
tradicional, la diferencia radica en que ésta se planta hacia el pasado, y la
concepción sociológica se plantea hacia el futuro, y más precisamente hacia
el presente.

i) Desde el punto de vista de su esencia y estructura se clasifican en:


Constitución formal es la norma básica del ordenamiento jurídico, la norma
de mayor jerarquía y en cuya elaboración se han seguido los mecanismos
establecidos por el constitucionalismo democrático. Es decir, en este caso,
estamos ante un documento escrito, formalmente establecido, que se
denomina Constitución.
La Constitución material es el contenido o sustancia del régimen
constitucional, y se refiere particularmente a los derechos individuales y a
todo aquello que se considere esencial dentro de un régimen político. En
pocas palabras, es aquella que se refiere a la organización fundamental del
Estado.

3º: Teoría de la Constitución (3): La significación moderna: Democracia


constitucional y Estado de Derecho

1. La significación política: Constitución y Democracia


Si bien es cierto que ante todo la Constitución es una norma jurídica, no
hay que olvidar asimismo el significado político de la Constitución, esto es,
como la más relevante expresión jurídica de un sistema político, de modo
que éste le da sentido a aquélla. De ahí que se diga que la Constitución
sea la expresión jurídica de un determinado orden político.
De esta forma la reflexión sobre el contenido de la Constitución, además
de ser una reflexión eminentemente jurídica, no puede olvidar la
trascendencia política, es decir, la pretensión de legitimidad que la
Constitución encarna por esa vía.
Dentro de este contexto la Democracia juega un rol esencial, ya que
democracia y Constitución son conceptos que se generan y complementan.
Abordar esta reflexión significa hace frente a lo que la doctrina ha
denominado como teoría constitucional de la democracia, donde la
democracia, como expresión de la soberanía del pueblo y como categoría
jurídica, juegue el rol que se requiere, como principio legitimador de una
Constitución auténticamente democrática.
Para la doctrina general, el consenso que se debe dar a fin de generar
una Constitución democrática, necesariamente se debe circunscribir a dos
ámbitos del principio legitimador del pueblo: 1º La esfera externa, a partir de
la cual se logre el concierto suficiente en torno a la forma procedimental que
origina la respectiva Constitución, que debe ser lo más democrática posible
(por ejemplo, a través de una comisión constituyente, lo más pluralista
posible y que la Constitución elaborada por ésta sea a su vez ratificada
mediante plebiscito por el pueblo); 2º La esfera interna, esto es, lo que la
propia Constitución dice acerca de su propia legitimidad de contenido, que
debe configurar un sólido consenso en torno a su Estado de Derecho y a los
valores que rigen su orden fundamental. Respecto al principio legitimador
externo pueden acontecer dos cosas: a) como es el caso de la Constitución
chilena, que la Carta haya sido originada mediante un procedimiento no
democrático, en cuyo supuesto se adolece de una clara falta de legitimidad
de origen, sin perjuicio de que pretenda legitimar su contenido mediante una
eficacia basada exclusivamente en razones jurídico-formales, lo que trae
como consecuencia una aceptación tácita de ella; b) también puede ocurrir
que una Constitución haya sido generada democráticamente pero en su
contenido no se ha establecido un Estado democrático. En esta circunstancia
puede tener en el principio democrático su validez y eficacia, pero nunca su
legitimidad, es decir, no sería exactamente una Constitución democrática.
Por último, en cuanto al principio legitimador interno, se debe plantear una
legitimidad de la Constitución en su contenido, esto es, si su contenido
material manifiesta la congruencia entre la soberanía del pueblo y el Estado
democrático que el pueblo a través de la Constitución establece.
Congruencia que tampoco existe en la Carta chilena, ya que ésta no ha sido
generada por la soberanía del pueblo, ni se ha establecido un verdadero
Estado democrático en ella.

2. Significación jurídica: Constitución como norma y su supremacía.


Jurisdicción constitucional

En este acápite, se abordarán los fundamentos y características del sistema


mixto o comparado de jurisdicción constitucional chilena antes de la reforma
de 2005.
Se ha dicho que la Constitución es una norma jurídica, pero no cualquier
norma, sino aquella de mayor jerarquía dentro del ordenamiento jurídico.
También se ha indicado que esta norma de jerarquía superior es
directamente aplicable a todos los poderes públicos y a los particulares
(artículo 6° de la Constitución).

La Carta debe proteger su supremacía a través de los mecanismos de


defensa jurídica que ella misma establece. Esta defensa jurídica es lo que se
denomina Jurisdicción Constitucional, la cual, en general, persigue proteger
la supremacía de la Carta Fundamental, tanto en su aspecto formal como
material (su aspecto de forma como de fondo). Sobre el particular, cabe
recordar también que los poderes públicos están limitados por las normas
constitucionales, razón por la cual la Jurisprudencia Constitucional, en última
instancia, como señala Mauro Cappelletti, implica un tipo de norma,
instituciones y procedimientos que persigue limitar y controlar el poder
político.

La jurisdicción constitucional es heredera de una tradición norteamericana y


europea. Según la doctrina general, dentro de los sistemas de Jurisdicción
Constitucional existentes se destacan principalmente dos bloques, los
sistemas de Jurisdicción difusa y los sistemas de Jurisdicción concentrada.
El primero se inspira en la experiencia de los Estados Unidos; y el segundo,
en la tradición austriaco-kelseniana.

Sistema de Jurisdicción difusa:

Acerca de la jurisdicción difusa hay que recordar que este sistema aparece
íntimamente relacionado con la noción de Constitución como norma,
particularmente con la experiencia constitucional de los Estados Unidos en
1787. El constitucionalismo norteamericano determina una técnica de atribuir
a la Constitución el valor normativo superior, es lo que se denomina como el
“higher law”, que significa el Derecho superior o más alto, el que, a su vez,
será apoyado sobre la llamada “judicial review”, o sea la facultad de declarar
inconstitucional las leyes que se contrapongan a la Constitución. Esta
doctrina tiene su punto de partida en la importante sentencia del juez
Marshall en 1803, en el caso Marbury v/s Madison. En esa sentencia el Juez
Marshall aplica por primera vez el parámetro constitucional como Derecho
superior sobre las Leyes Federales, estableciendo la doctrina de que la
Constitución es la norma de jerarquía superior y que todos los jueces están
encargados de velar por dicha supremacía.

Sistema de Jurisdicción concentrada:

También denominado sistema autriaco-kelseniano, difiere del sistema


norteamericano en puntos decisivos. Entre los más importantes está el que
se relaciona con el órgano encargado del control de constitucionalidad. Al
respecto el profesor Eduardo García de Enterría ha señalado lo siguiente:
“frente al llamado control difuso americano que implica que todos los jueces
están habilitados para inaplicar las leyes cuando las juzgan contrarias a la
Constitución (multiplicidad de control, en el que, sin embargo, pone orden el
principio de la “stare decisis”, que vincula a los Tribunales inferiores a la
jurisprudencia de la Corte Suprema de los Estados Unidos), el sistema
kelseniano configura un control concentrado confiado a un solo tribunal, el
Tribunal Constitucional, único habilitado para declarar la inconstitucionalidad
de una ley, al cual deberán dirigirse los Tribunales que estén en la duda de
aplicar una ley”.

En definitiva, la defensa de la Constitución, cualquiera que sea el sistema de


jurisdicción constitucional, importa la garantía o protección de un conjunto de
valores políticos jurídicamente expresados, como dice el autor alemán
Böckenförde, que determina el marco de lo constitucionalmente adecuado,
cuya realización corresponde a esta jurisdicción.

La pregunta que surge por sí sola respecto a esta cuestión es la siguiente:


¿Cuál de los sistemas de jurisdicción constitucional enunciados era aplicable
en Chile? La respuesta a este interrogante, al igual que en la mayoría de los
países latinoamericanos, se debe enmarcar dentro de la influencia de ambos
sistemas de jurisdicción constitucional. En relación al sistema difuso clásico,
el control de constitucionalidad chileno tiene su reflejo en el llamado “recurso
de inaplicabilidad”, y que la Constitución entregaba su resolución en forma
exclusiva a la Corte Suprema chilena (antiguo art. 80 de la Constitución). En
términos generales, este recurso es un control concreto de constitucionalidad
de preceptos legales que tiene por objeto suspender su eficacia para el caso
particular en cuestión, es decir, no produce efectos generales, sino relativos
o también denominados efectos “inter pares”. No obstante la influencia en
este caso del sistema norteamericano, existía una diferencia fundamental
respecto de aquél, ya que el “recurso de inaplicabilidad” lo conocía
exclusivamente la Corte Suprema y en los Estados Unidos, además de la
Corte Suprema Federal, lo conocen todos los tribunales ordinarios de los
Estados Unidos. Otra diferencia es que la resolución de la Corte Suprema
chilena era sólo para el caso particular, y la resolución de la Corte Suprema
Federal (Estados Unidos), en virtud del principio de “stare decisis”, produce
efectos “erga omnes”, de efectos generales. En cuanto al esquema
kelseniano de un sistema de control concentrado, antes de la reforma de
2005, no era el que estaba presente en la Carta Fundamental chilena en
cuanto a la existencia de un Tribunal Constitucional, ya que, no obstante la
existencia de un Tribunal Constitucional autónomo, el Tribunal chileno no
compartía en general las características de los Tribunales Constitucionales
europeos. La principal diferencia con los Tribunales europeos partía, en
primer lugar, del hecho que el Tribunal chileno estaba inserto dentro de un
sistema de Jurisdicción compartida, junto con la Corte Suprema, eso no
ocurre en los tribunales europeos, ya que la jurisdicción constitucional es
exclusiva de los tribunales constitucionales. La segunda diferencia es que el
Tribunal Constitucional chileno no conocía de las llamadas “cuestiones de
constitucionalidad” que tienen por objeto declarar la inconstitucionalidad de
una ley una vez que ésta haya entrado en vigencia. En tercer lugar, el
Tribunal Constitucional no posee aún la competencia para conocer del
llamado “recurso de amparo”, que protege los derechos fundamentales. En el
sistema europeo, por ejemplo, el alemán o el español, el Tribunal
Constitucional o los Tribunales Constitucionales conocen de dicho recurso de
amparo, incluso por esa vía se pueden anular sentencias judiciales. La razón
fundamental de esta diferencia del Tribunal Constitucional chileno con el
sistema europeo radicaba en que la influencia que tomó el constituyente de
1980 fue el modelo del Consejo Constitucional francés, que no es
precisamente el paradigma del sistema europeo. En resumidas cuentas, el
sistema chileno de Jurisdicción Constitucional se caracterizaba por ser de
una naturaleza mixta o compartida. Es decir, por una parte estaba el Tribunal
Constitucional, y por otra la Corte Suprema.

Ahora bien, en lo referente al Tribunal Constitucional, hay que recordar que


tiene su origen en Chile en la reforma constitucional de 1970, que modifica la
Constitución de 1925 e incorpora un tribunal muy similar en sus atribuciones
al Consejo Constitucional francés. Este tribunal funcionó hasta 1973, y como
producto del Golpe de Estado de ese año, la Junta Militar pone término a sus
funciones. La Constitución de 1980 restablece este Tribunal Constitucional y
lo regulaba en su capítulo VII, artículos 81 a 83. Además, en el año 1981 se
dicta una ley Orgánica que regula la organización y funciones del Tribunal
Constitucional (Ley Orgánica N° 17.997). Actualmente, con la reforma de
2005, se vive la tercera etapa de nuestro Tribunal Constitucional, cuya
consagración se encuentra establecida en el capítulo VIII, artículos 92 a 94, y
está aún pendiente las profundas modificaciones que se han propuesto de su
ley orgánica.

Con su nuevo campo atributivo, las principales características del Tribunal


Constitucional son las siguientes: 1º Realiza un control de tipo concentrado,
al igual que los Tribunales Constitucionales europeos, es decir, como un
organismo autónomo e independiente del Poder Judicial (así lo señala el
artículo 1° de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional), y puede actuar
como un órgano “contramayoritario”. 2º Posee un amplio campo de
competencia, que abarca desde las violaciones a la Constitución (forma y
fondo), provenientes del Poder Legislativo, hasta las que procedan de actos
administrativos dictados por el Presidente de la República, pasando también
por conductas atentatorias del sistema democrático (artículo 93 de la
Constitución). 3º Se caracteriza por la abstracción en el control de
constitucionalidad de las normas legales y las normas infralegales, es decir,
desligado de todo presupuesto real de aplicación de la norma que se
impugna; sin embargo, también lleva a cabo un control concreto en el caso
específico de la cuestión de inaplicabilidad de preceptos legales, es decir,
vinculado a un presupuesto real de aplicación de la norma que se pretende
impugnar, y además dicho control concreto, tiene por objeto declarar la
ineficacia y no la invalidez de un precepto legal en un caso particular. 4º Se
trata de un control de constitucionalidad preventivo, es decir, antes de que la
norma entre en vigencia, como asimismo de un control represivo, esto es,
una vez que la norma en cuestión ha entrado en vigor. 5º Se caracteriza, por
regla general, por la naturaleza política de los órganos legitimados para el
recurso, esto significa que sólo pueden recurrir ante él, el Presidente de la
República, los diputados o senadores; del mismo modo, en otros casos es
procedente la acción popular; y en situaciones de excepción, es factible que
el propio Tribunal pueda proceder de oficio. 6º Las sentencias del Tribunal
Constitucional son el resultado de un control objetivo, esto es, en principio
sólo basado en razones jurídicas como tribunal de Derecho que es, y las
sentencias del Tribunal Constitucional producen efectos generales o también
llamado “erga omnes”, con la importante excepción de la cuestión de
inaplicabilidad, que produce sólo el efecto de ineficacia para el caso
particular del precepto legal cuestionado.

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