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Problemas del Mundo Contemporáneo

Unidad III- La Revolución Francesa

En esta clase continuaremos con nuestras reflexiones sobre la


Revolución Francesa. En primer término atenderemos a sus ramificaciones
políticas, a las transformaciones de la estructura social, a sus alcances
institucionales y a los problemas relativos a la radicalización del proceso
revolucionario. Por último, cerraremos este tema con un análisis de las
implicancias del avance napoleónico. ¿Significó este el fin de la Revolución o
sólo el recambio de los actores políticos que encabezan la fase
revolucionaria?

Detengámonos unos instantes en la Declaración de Derechos, en la


Constitución de 1791 y en las reformas administrativas e institucionales. En
el caso de los primeros dos podríamos argüir que son manifestaciones de la
burguesía revolucionaria y sus aliados radicales y liberal-aristocráticos
(Rudé: 2004, 113), pero que si bien equilibran el enunciado de principios
universales los intereses de la burguesía tienen mayor peso. En el caso de
la Declaración de Derechos bien vale considerar sus omisiones ya que es
significativo que nada se mencione sobre la propiedad o libertad económica,
la esclavitud o tráfico de esclavos, o las características del sufragio en la
Asamblea Nacional. El tema del sufragio nos conduce a volver nuestra
mirada sobre la Constitución de 1791 y aquí nos cabe una advertencia: si
observamos, a la luz del contexto europeo, las restricciones del derecho a
votar de los miembros de la Asamblea Constituyente – sólo los ciudadanos
“activos”, de cierta propiedad y sustancia tienen este derecho – Francia es
la más democrática. Otro elemento que se vislumbra en la Constitución es
que el clima de ideas prevaleciente no aspira más que a mantener una
monarquía constitucional que permita a la Asamblea preservar el control del

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poder real y que sirva de freno a los tres peligros que más preocupaban a
los constituyentes: el despotismo real, el privilegio aristocrático y la licencia
popular. Si la institucionalización de la monarquía constitucional restringe la
autoridad real, la sanción de las reformas administrativas y del gobierno
local la debilitan aún más.

Entre estas reformas nos interesa rescatar las siguientes:

 El sistema fiscal: su reconstrucción se hace necesaria luego de 1789


y esta tarea fue una de las más complejas que ha de enfrentar la
Asamblea Constituyente. Por un lado, las medidas que se imponen
sobre la tierra traen aparejada la fuerte resistencia campesina. Por el
otro, el carácter insuficiente de las medidas fiscales conlleva a la
nacionalización de la propiedad de la tierra de la Iglesia, cuya subasta
favorece principalmente a los grandes compradores.
 Eliminación de la aristocracia como Estado del reino: los antiguos
nobles pasan a la jerarquía de ciudadanos nivelándose su condición
con la de los plebeyos.
 Ley de Chapelier: en junio de 1791 se declara ilegal la formación de
coaliciones o sindicatos de trabajadores. Lo mas significativo, en este
caso, no es la ley misma sino la falta d oposición por los miembros de
la Asamblea, incluyéndolo a Robespierre.
 Constitución Civil del Clero: provoca divisiones y hostilidades al
interior del clero. Si se observa con detenimiento las medidas
tomadas por la Asamblea no denotan la intención de separar a la
Iglesia del Estado y aún más, el clero deviene en servidor a sueldo
del Estado. Lo que dispara el conflicto entre la Asamblea y el clero es
que el primero se niega a someter la Constitución Civil a un sínodo
de la Iglesia e significa la reducción de los obispados en un 60%. Una
vez declarada vigente la Constitución el clero queda dividido en
“juramentados” y “no juramentados”; siendo estos últimos
identificados como enemigos de la Revolución, al igual que los
aristócratas y contrarrevolucionarios.

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Cuando en noviembre de 1791 se sanciona la Constitución, lejos de
concluir la Revolución – como anunciara Luis XVI -, se inicia un proceso de
corrosión que en el lapso de un año contribuirá a la caída de la monarquía y
al recrudecimiento del espiral revolucionario. A partir de entonces el
panorama que se observa es el de una revolución que avanza mediante la
sucesión de alianzas, nuevas fases y experiencias políticas que se
despliegan al calor de la lucha conducida por distintos líderes y partidos por
el control del poder en un contexto de guerra y conflicto social. Al calor de
este proceso también se observa la emergencia de nuevos actores sociales
que irán adquiriendo roles políticos diversos de acuerdo a la urdimbre de
alianzas del momento, se habla incluso de la emergencia de un Cuarto
Estado. Se recomienda prestar atención no sólo al pueblo menudo y al rol
que asume el campesinado sino a las particularidades que asumen los
sans-culottes en los distintos momentos de la Revolución.

Para pensar en los factores que contribuyeron al impulso revolucionario


debemos reflexionar sobre la confluencia de una serie de situaciones críticas
que podemos englobar en tres ejes problemáticos:

 Insatisfacción de las clases sociales ante la respuesta parcial de la


Constitución a los reclamos y esperanzas que los conducen a
apoyar la revolución de 1789. Por un lado, los campesinos siguen
adoleciendo de falta de tierras y el peso de la deuda, si bien se
ven librados del diezmo y los impuestos. Junto a los pequeños
campesinos, los sin tierra y los habitantes urbanos padecen la
suba de los precios de los alimentos. Por el otro, la insatisfacción
entre los sectores urbanos se manifiesta, ya sea, a través de los
propietarios urbanos y profesionales a quienes se niega el derecho
a voto en la Asamblea, o bien, en el disgusto de los sans-culottes,
cuyo apoyo es fundamental en 1789, a raíz de la falta de derechos
políticos o recompensas materiales que los beneficien.
 La división definitiva del III Estado a raíz de los sucesos del
Campo de Marte y el reclamo de abdicación de Luis XVI. Esta
controversia conduce a la división de la Asamblea entre
monárquicos constitucionales y el Club de los jacobinos

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encabezados por Robespierre. Estos últimos se convierten en
líderes no sólo del movimiento popular sino también de la
izquierda al interior de la Asamblea. Unidos a los demócratas y al
Club de los Cordeleros se oponen a la mayoría de los
constituyentes, a quienes responsabilizan de la masacre del
Campo de Marte.
 Guerra con el resto de Europa. En abril de 1792 se desata
definitivamente la guerra con Prusia y Austria tras cubrir la fuga
del rey. En los entretelones se unen los representantes de la
contrarrevolución en Francia y en el exterior.

En este contexto se acentúan las tensiones preexistentes y


predominan la inflación, la traición, la perturbación y la derrota.
Circunstancias que favorecen la radicalización y la consolidación de nuevos
jefes en la conducción del proceso revolucionario. La respuesta de la
Asamblea Legislativa (desde octubre de 1791) a la crisis resulta en la
organización de un gobierno revolucionario más fuerte, en la institución del
Terror político y económico, el control de los precios y la movilización de la
nación para la guerra – la instauración de levas obligatorias es un signo
distintivo del grado de movilización total. En esta nueva fase podemos
identifica esa constante rearticulación de la dinámica que recorre a todo
este proceso (por lo menos hasta el ascenso de Napoleón): la expresión del
conflicto a través de asambleas y convenciones como escenario para la
constitución y ruptura de alianzas entre los diferentes actores y programas
que se suceden en una progresiva radicalización revolucionaria. En este
contexto, los sans-culottes devienen en una fuerza política de gran
importancia en la medida que su apoyo es sustancial a la hora de inclinar la
balanza en la puja por el poder. Favorecen la profundización de
antagonismos al interior de la burguesía y el impulso de la izquierda
revolucionaria encarnada por los jacobinos. Cuando son manifiestas las
sospechas de la colaboración real con el enemigo es el pueblo parisino el
que define el curso de los eventos al tomar el palacio de las Tullerías y crea
la comuna insurreccional del París. Un mes y medio después se da un nuevo
cambio de escenario y se consolidan los nuevos liderazgos: la Convención

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Nacional sucede a la Asamblea Legislativa, hace deponer al monarca y poco
después se proclama la República.

Bajo la República el campo de fuerzas al interior de la Convención


Girondina se divide entre tres actores que lucharán por hacerse del poder:
una mayoría de girondinos, los jacobinos o la Montaña apoyados por los
sans-culottes y el centro más moderado representado en la llanura. El
período comprendido por esta Convención se debate entre la moderación
Girondina y la radicalidad jacobina. El reclamo por parte de los sans-
culottes de que la Convención decrete la prisión a los girondinos por la
represión de la Comuna de París finalmente coloca en una posición de
mayor fuerza a los jacobinos quienes logran tomar el control de la situación
e inauguran una Convención jacobina en 1793. La Declaración de Derechos
y la Constitución Jacobina de este año serán identificados con el momento
culminante de la fase liberal de la revolución dada su corta vida a pesar de
los apoyos conseguidos a su proyecto de sentar las bases para un gobierno
republicano y democráticos, extender el voto a toda la población masculina
y otorgar al campesinado acceso a la tierra casi sin restricciones (Rudé,
1998:156). La presión de la guerra y de los sectores populares influyeron
en la decisión de los jacobinos de suspender las elecciones y formar un
gobierno de corte autoritario y centralizado cambiando posiciones hasta
entonces sostenidas, por ejemplo, en lo económico (esto se ve en las
medidas que apuntan a la imposición de límite de precios, su combate a la
especulación y el acaparamiento y el freno a la inflación).

Lo que aquí nos interesa analizar es el alcance de la ruptura entre la


Asamblea y la Convención en términos de composición social y de
alineamientos políticos. La composición social difiere muy poco de los
anteriores parlamentos y los compromisos políticos son relativamente
fluidos. Esto nos conduce a la afirmación de Rudé, según la cual hay que
tener en cuenta otras variables además de la clase social para interpretar
los alineamientos, ya sean éstas geográficas, políticas o dependan del poder
de las presiones de carácter social. En términos políticos, la Gironda y los
jacobinos no detentan programas muy dispares pero su posicionamiento
difiere en la red de apoyos sobre los que se montan. Por ejemplo, la

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Gironda cuenta con la prensa parisiense y las provincias y la Montaña o
jacobinos con las secciones y clubes de París. De ahí que los segundos se
perfilasen como defensores de París y bastiones de la Revolución y los
primeros sean proclives a adoptar medidas nacional-provinciales.

También coinciden en su aceptación del laissez-faire y en su representación


de los intereses económicos de la burguesía; sin embargo, el estar más
cerca del pueblo menudo y la importancia de mantener el apoyo de los
sans-culottes favorece que los jacobinos adopten una postura más flexible
respecto a la presión popular aunque se oponen totalmente a la posibilidad
de dividir la propiedad o establecer una economía dirigida, al igual que los
girondinos.

Este juego de fuerzas nos conduce a otro elemento que ha alimentado el


debate historiográfico: la composición social e importancia del papel de los
sans-culottes. Es cierto que son beneficiarios de la dimensión política sin
precedentes que la RF le confiere a todas las formas de protesta popular,
pero debemos detenernos en sus particularidades dado que hemos
sostenido el supuesto de que su apoyo es fundamental a la hora de inclinar
la balanza en la lucha por el poder.

Si atendemos a la mirada de autores revisionistas como Furet, por ejemplo,


nos encontraremos con interpretaciones que le niegan a los sans-culottes
todo tipo de centralidad en los hechos políticos y en particular en los de
junio de 1793. Por su parte, autores que buscan alejarse de este tipo de
mirada al igual que de la perspectiva de clases marxista, como el
historiador G. Ellis cuestionan la caracterización de plebeyos que se les
atribuye y, quizás cometiendo el error de identificar a los jefes con los
partidarios, los identifican solamente con sectores de la sociedad más
cercanos a la burguesía más pobre (artesanos, profesionales en carrera,
servidores públicos, etc).

Ahora bien, si observamos el proceso desde 1789 y estudiamos con


detenimiento la participación del pueblo menudo lo que destaca es que los
sans-culottes van adquiriendo una identidad al calor del propio desarrollo

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revolucionario y su composición va moldeándose y articulándose en torno a
las demandas, reclamos y coyunturas que lo afectan.

En su alianza con los jacobinos podemos observar una estratégica división


de tareas que los benefician a ambos:
 Los sans-culottes consiguen el derecho a votar, la posibilidad de
conseguir alimentos baratos y a que se controle el abastecimiento.
Asimismo, en términos políticos, sus militantes pasan a dominar los
comités revolucionarios, las sociedades populares y nada más ni nada
menos que las 48 secciones. También llegan a ocupar cargos en el
Consejo Municipal y en la Guardia Nacional.
 Los jacobinos mantienen el control en la Asamblea, en los principales
medios de comunicación y en los organismos de gobierno.

Si la asociación entre ambos se derrumba es porque la coyuntura


fomenta el recrudecimiento de sus contradicciones y fisuras. Para
comprender la magnitud del quiebre debemos volver sobre los hechos y, en
especial, sobre el juego de fuerzas que se despliega bajo la estela de lo que
se conoce como el “Reino del Terror”. A pesar de la admiración proclamada
por los filósofos de la ilustración - quienes promueven un gobierno
articulado en un ejecutivo débil, una legislatura fuerte y una clara
separación de poderes - la nueva etapa revolucionaria que comienza en
1793 se monta sobre una estructura diametralmente opuesta a la propuesta
por los philosophes: se centraliza e institucionaliza el terror en el “gobierno
de una sola voluntad”.

Lo interesante a rescatar de la manera en que se define la legitimidad de


la dictadura revolucionaria jacobina es que yace, entonces, no en los
principios filosóficos que habían inspirado a sus líderes sino en la necesidad
de encontrar una respuesta a la secuencia de crisis consecutivas en el
contexto de la guerra exterior. Esto le vale al gobierno la apertura de una
serie de frentes: por derecha, Dantón y el partido de los indulgentes y por
izquierda, Hebert, los jefes de la Comuna de París y los cordeleros.
Asimismo, los sans-culottes van retirando su apoyo a medida que perciben
que la búsqueda de orden público y paz civil es la que comanda las

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iniciativas de los órganos de gobierno de la dictadura revolucionaria (el
Comité de seguridad General y el de Salud Pública). Esto se observa en el
recorte de lugar para la iniciativa popular que se observa en una soberanía
que ya no pasa por las asambleas primarias y en que en su intento por
mantener el respaldo de campesinos, tenderos y comerciantes el gobierno
no respeta la ley de precios máximos.

Uno de los elementos que más cabe destacar del gobierno jacobino es la
cantidad de fenómenos que irradian del mismo. Por un lado, al rearticular
las relaciones con los sans-culottes, el mismo sector de cuyo apoyo y
radicalidad se sirve por bastante rato, favorece el aplacamiento de su
carácter contestatario como fuerza política capaz de inclinar la balanza a
favor de una posición u otra. Aún más, al dejarlos desarmados allanará el
camino para que el próximo gobierno revolucionario los termine de privar
de sus derechos.

Por el otro, a partir de su alianza con los moderados o la llanura sienta


las bases para el crecimiento de aquellos sectores sociales que se
constituirán en el actor político que selle su derrota política. A su vez, vale
considerar que superados los principales focos de crisis – la guerra y los
focos de rebelión en el norte, sur y sudeste – el terror va perdiendo
legitimidad y Robespierre capacidad de liderazgo. Despojado del contexto
de crisis Robespierre comienza a ser visto como un tirano. Los desplazados
sans-culottes conservan una fría distancia mientras que los conspiradores
de Termidor (jacobinos moderados, la llanura y los “terroristas asustados”)
sellan un acuerdo que conduce tanto al “tirano” como a sus seguidores a los
brazos de la guillotina. Pero lo que veremos a continuación es cómo lejos de
los planes de estos “conspiradores”, lo que sigue es el fin de un sistema,
una escalada de crisis que desencadenará el golpe de Estado del 18
Brumario.

Si lo que hemos estado discutiendo hasta ahora es la secuencia de las


revoluciones que se suceden al interior de la Revolución, lo que cabe que
nos preguntemos en este punto, entonces, es si a partir de Termidor se
detiene el ciclo o comienza una nueva fase. Lo que se observa es un desvío

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hacia la derecha producto de un realineamiento de los actores políticos
cuyos esfuerzos se reflejarán en la búsqueda de resucitar los principios de
1789 sobre unas bases nuevas. Lo que estos sectores moderados
cuestionan, con mayor intensidad, del gobierno de Robespierre es tanto a la
democracia social, que había dado lugar a una participación irrestricta de
los sans-culottes, como a la imposición a la libertad de mercado y la
interferencia en la propiedad privada.

En términos de Rudé lo que comienza a gestarse a manos del nuevo


actor que comanda los destinos revolucionarios es una República de los
propietarios; en otras palabras, un gobierno a manos de moderados cuyos
objetivos consisten en - además de poner un fin definitivo a la guerra -
alcanzar a desmantelar las bases del terror político y económico.

En este giro no sólo debemos atender a el aludido giro a la derecha de


una conducción más moderada sino a que el desplazamiento de los sectores
populares del escenario de las decisiones políticas no se limita a la represión
de los sans-culottes sino también del acotamiento de la injerencia política
que los artesanos y tenderos logran adquirir durante el gobierno jacobino.
En los múltiples Comités que vienen a reemplazar a los de Seguridad
General y Salud Pública son los comerciantes, servidores públicos y
profesionales los que ocupan el centro de la toma de decisiones. Asimismo,
al desinstitucionalizar el terror el terreno queda liberado para el ajuste de
cuentas y la persecución no oficial sobre los jacobinos, ex miembros de los
Comités y actores más radicalizados – algunos autores llaman a éste el
Terror Blanco.

La situación económica también es dominada por el descontrol, al


liberarse la economía del yugo del máximo de precios se desata un proceso
inflacionario sin igual que provoca la apertura de dos frentes de reclamo y
rebelión: las provincias que se ven dominadas por el hambre y los sectores
populares, inspirados por el odio a los nuevos ricos y también por el
hambre, manifiestan su descontento en las insurrecciones de Germinal y
Pradial.

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La represión implacable que se cierne sobre los manifestantes deja como
saldo una nueva reestructuración de la composición social de quienes
lideran la Revolución tras aniquilar la fuerza política de los sans-culottes con
la eliminación de sus líderes de la escena.

Desde fines de 1795 son los notables, la burguesía y los “hombres


honestos” los que conducirán los destinos de la Revolución; en otras
palabras, es el fin de la dimensión popular de la RF y el comienzo de una
nueva etapa con renovados frentes de conflicto y diferentes objetivos,
principalmente orientados a la armonización de las creencias políticas y
sociales de los moderados con sus necesidades económicas.

Como hemos observado, de los dos frentes de posible conflicto el


popular queda aplacado y se reaviva el realista. Debemos atender a la
reaparición de la presión realista que se reaviva en este contexto político
más liberal ya sea de la mano de los “ultras”, que quieren volver a 1787 y
una restauración total del ancien régime, o de los monárquicos
constitucionales. Este impulso acompaña a un proceso más general, y en
cierta medida solapado, producto de una serie de desaciertos que favorecen
a la inestabilidad política y la confusión durante el Directorio.

De izquierda a derecha el gobierno va perdiendo apoyo, ya que en la


amplitud de este arco político son pocos los que no se ven afectado por la
alternancia de medidas de represión y apaciguamiento. Incluso los
burgueses moderados y propietarios van desistiendo en su apoyo a medida
que crece su malestar frente a la manipulación de las elecciones. Hacia fines
de 1795 se observa un rebrote de fuerzas entre los jacobinos agrupados
bajo el ala de Babeuf, quién intenta derrocar al Directorio en la llamada
Conspiración de los Iguales. Pequeña inflexión de fuerzas que amaga volver
inclinar la balanza hacia la izquierda. Pero esta ilusión no dura mucho.

El reverdecer de la izquierda pierde su impulso luego de que Babeuf y


algunos de sus colaboradores son guillotinados y los realistas cobran nuevas
fuerzas tras lograr engrosar sus filas al interior de la Asamblea hasta
constituirse en una mayoría.

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Estos son los elementos que dan cuenta del desvío a la derecha al que
aludimos más arriba; éste calará en las preocupaciones de los líderes
revolucionarios del Directorio que no consisten ya en sentar las bases de un
innovador sistema de gobierno sino de frenar un retroceso y si bien se
busca desandar algunas de las conquistas populares obtenidas bajo el
gobierno jacobino, se pretende mantener a la república liberal a toda costa.

Una nota de color, pero que no yace en la casualidad, será el accionar de


N. Bonaparte, cuando era un joven general, el que frenará uno de los más
fuertes embates monárquicos contra la “república de los propietarios” – en
el golpe de Estado del Fructidor. La república se resquebraja en sus
cimientos, la Constitución liberal de 1795 no se sostiene y el gobierno no
tiene a quién recurrir más que al ejercito, particularmente a sus generales,
allanando, de esta manera, el camino para el advenimiento de la futura
dictadura bonapartista.

Las elecciones de 1798 y las de 1799 ven un último renacer del impulso
jacobino. En 1798 se reprueba una ley que prohíbe a los diputados
jacobinos sentarse en los Consejos pero cuando en las elecciones de 1799
se fortalece la minoría jacobina luego de la derrota de dos tercios de los
candidatos oficiales el abate de Siéyes aprovecha las circunstancias para
realizar un golpe de Estado parlamentario temiendo el avance de sus
archienemigos realistas. Y con este movimiento se recrudece el antiguo
dilema de los apoyos políticos: ¿recurrir a las masas o fortalecer la
autoridad de unos pocos?

Ya no se trata de izquierda o derechas y la sucesión de revoluciones


dentro de la revolución encuentra el final de un ciclo cuando Siéyes recurre
al apoyo de N. Bonaparte: se disuelve el Directorio y establece un
Consulado provisional. La República cede frente a la dictadura militar.

Ahora bien, lo que cabe destacar es que de lo que aquí estamos


hablando es del final de un sistema de gobierno y de una serie de luchas de
poder encabezadas por determinados actores políticos, pero no del final del
proceso revolucionario. La única manera en que podríamos argüir que la

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Revolución llega a su fin es si atendemos circunscriptamente a las variables
políticas e ideológicas que involucran al proceso y si sólo nos restringimos al
territorio francés. Pero no podemos perder de vista la dimensión social y
económica del proceso como tampoco sus alcances sobre el resto del
territorio europeo. Siendo este el caso, debemos extender el período de
análisis hasta el final del gobierno napoleónico, período en el que crece el
espectro de influencia de la Revolución de la mano de los ejércitos de
ocupación napoleónicos y en que en la misma Francia van afincándose las
transformaciones que la RF trae aparejadas. Aún más, en los primeros
cuatro años en que Napoleón fue Primer Cónsul se observa un proceso de
reformas en las que la labor de las asambleas revolucionarias precedentes
se ve no sólo complementada sino también ratificada. Quienes lo apoyan en
estas tareas son un grupo de ministros y consejeros del Estado, entre los
que se encuentran desde ex realistas hasta republicanos moderados.

Veamos algunas de estas reformas:


a. Una de las más renombradas es el Código Civil de 1804 (que en
1807 adquiere el nombre de Código de Napoleón). Lo relevante
del mismo es que resume los esfuerzos que se vienen haciendo
desde 1792 a la vez que logra definirse sobre los grandes debates
que apuntan a establecer el espíritu de la leyes – ¿derecho natural
abstracto o equilibrio entre el derecho romano y el
consuetudinario? Más inclinado por el segundo, se rechazan los
principios liberal-democráticos de la Constitución de 1793, pero se
ratifican los derecho de propiedad y ciudadanía sancionados en
1789, entre ellos, el fin del feudalismo y privilegio feudal, la
libertad de conciencia y ocupación, etc.
b. En el campo de la educación se retrocede en lo que hace a la
conquista de una percepción igualitaria en la educación para
hombres y mujeres y en el carácter totalmente público de los
colegios secundarios dado que a partir de este entonces es la
Iglesia quien provee a los docentes. Una de las reformas que
quizás más largo alcance ha tenido es la creación de los Liceos,
destinados a formar jefes y administradores. Lo que inspira esta
medida es la concepción de Napoleón de que el fin principal de la

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educación debe ser el de equipar a sus ciudadanos de las
herramientas para servir al Estado sin importar su profesión.
c. Adopta una postura intervencionista en el campo económico: la
misma tiene por objeto proteger a la agricultura y asegurar una
balanza comercial favorable que permita sostener el suministro de
armas y soldados necesarios para la empresa bélica. La
enseñanza de las experiencias pasadas demuestra que la
adecuada provisión de alimentos permite mantener el orden y la
estabilidad. Medidas tales como la limitación a la importación de
granos o el límite al precio del pan y la harina le consiguen a
Napoleón el incuestionado apoyo del campesinado y el pueblo
menudo.
d. El restablecimiento de la Iglesia Católica en Francia es quizás una
de las reformas más controvertidas que Napoleón logra introducir
con su característica destreza. A pesar de su escepticismo, ve en
la oportunidad de hacerse de un instrumento de control social, en
sus palabras: “En la religión no veo el misterio de la Encarnación
sino el misterio del orden social” (Rudé, 1988:239). Si bien no
restaura la Constitución del Clero de 1790 se las ingenia para que
los obispos y el clero presten juramento de fidelidad al gobierno y
reciban su salario del Estado y evitar restaurar sus propiedades.

A pesar de estar en total sintonía con los principios revolucionarios de


1789 uno de los últimos golpes de fuerza de Napoleón termina de signar el
giro hacia la derecha y terminar con la Primera República cuando resuelve
dar fin a las luchas por el poder estableciendo las bases para restaurar una
monarquía hereditaria – de hecho, logra que en 1804 el Senado lo confirme
como emperador hereditario.

Llegamos al final de nuestras clases sobre la RF y lo que nos queda


entonces es hacer un balance de lo que hemos encarado como un juego de
fuerzas en pugna, como un proceso revolucionario en el que al interior del
fenómeno global se van sucediendo una serie de revoluciones a manos
también de cambiantes protagonistas. Hemos observado que en este
escenario la misma alternancia de dichos actores políticos, la puja por

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imponer sus ideales y programas políticos, contribuye a la riqueza y a la
complejidad del fenómeno, lo cual nos lleva a reafirmar nuestro planteo
inicial de que no puede ser estudiado linealmente como un bloque cerrado,
sino que lo que enriquece nuestro estudio es ir abordándolo a partir no sólo
de los hechos mismos, sino de los problemas y contradicciones que
enmarcan a tan agitado proceso. Esto es lo que, en cierto modo, nos
permite también entender qué es lo que yace detrás de la existencia de
tantas lecturas sobre la Revolución como perspectivas de sus intérpretes.

De ahí, que no podamos dejar hacer mención de la amplitud de


significados y los legados de la Revolución. Haremos solamente una breve
referencia a éstos dado que un estudio más profundo de los mismos
ameritaría muchas más clases.

Por un lado, contamos, por supuesto, con los legados de orden


institucional y político que se despliegan en el activo accionar de asambleas,
comités y tribunales orientados en desarrollar los cimientos del sistema
republicano. Pero en lo que hace a sistemas de representación la RF no sólo
hace un gran aporte en lo que refiere a canales institucionales sino también
es sumamente significativa en el campo de lo simbólico.

Con esto, lo que queremos rescatar es en la manera en que la lucha


de fuerzas políticas, particularmente de los sectores populares, y las
respectivas estrategias de organización calarán en el imaginario de los
movimientos políticos que la suceden de las maneras más diversas teniendo
en cuenta que cada momento revolucionario tiene su contrarrevolución.
Para ello los invitamos a rastrear la manera en que se recupera, por
ejemplo, el papel de los jacobinos en la Revolución de 1917 o para ir más
lejos, se reivindican sus principios y la participación popular en 1968.

Fuente de una nueva tradición en el campo de las reivindicaciones y


prácticas políticas, la RF se convierte, entonces, en el centro de irradiación
de nuevos mitos que servirán de lección y sustento a futuras generaciones
cuyas propuestas o reclamos podrían ser de lo más variopintos en tanto
toman como referencia uno u otro de los distintos momentos cruciales que

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componen al proceso. Preserva su vigencia en la modernidad política no
sólo por los valores, los principios y las prácticas políticas de las que es
inspiradora sino porque deja para la posteridad la promesa incumplida u
horizonte de posibilidades respecto a la obtención de un equilibrio entre
libertad e igualdad.

Para concluir el tema que ha abarcado estas dos primeras clases


plantearemos a continuación una guía de lectura sobre el texto de G. Rudé,
La Revolución Francesa, al que hemos aludido en varias oportunidades. La
propuesta consiste en que tomen los lineamientos planteados a
continuación como ejes para hacer una lectura del proceso revolucionario
orientada a atender la secuencia de los hechos y, también, a elaborar una
mirada más personal de los ejes problemáticos que hemos sugerido en
estas dos clases. Una vez realizada esta lectura, se esperará que hagan y
entreguen el trabajo práctico 1.

Guía de lectura sobre el texto obligatorio para las clases de RF:


Rudé, G., La Revolución Francesa, Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, Vergara, 2004.

 Introducción: Elementos singulares que contribuyen a que la


Revolución se desarrolle en Francia: situación económica,
política, social y clima de ideas pre-revolucionario.

I. Fisuras al interior del Ancien Régime: avnces y retrocesos.


II. Nuevos actores sociales y nuevas alianzas.
III. Disparadores de la revolución y sus alcances: la revolución en
Norteamérica, las medidas frente a la crisis financiera, la reacción
aristocrática,
IV. El debate historiográfico: ¿Sobre qué bases analizar el fenómeno
revolucionario?, ¿Cuáles son las implicancias de partir de una base
político-ideológica y cuáles los alcances de ampliar la perspectiva
incorporando al análisis el rol de las bases sociales y la dimensión

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económico del proceso?, ¿Qué debates articulan el campo
historiográfico sobre la RF y quiénes son sus principales exponentes?

 Los Primeros Años


I. Escenario de disputas entre los principales actores políticos, intereses
y demandas de cada uno. Características de la burguesía y del
movimiento popular durante el ancien régime.
II. ¿Cómo se desarrolla el proceso que conduce a que se invoque a los
Estados Generales y cuáles son los alcances de este llamado? Primera
Asamblea Nacional y la disputa por el sistema de elección.
III. 1789. Revolución dentro de la revolución: la alianza entre la
burguesía y el pueblo: campesinos y sans-culottes.
 ¿Por qué es burguesa la revolución? Características del
proceso, papel y significatividad que adquiere el Tercer
Estado, realineamiento de fuerzas y actores políticos, alianzas
e intereses.
 Dimensión popular de la Revolución: el papel de los sans-
culottes y de los campesinos, elementos comunes y
diferencias de sus reclamos. ¿El Cuarto Estado? ¿Cómo se
constituyen en sujetos de la revolución y contra qué y quiénes
se rebelan? ¿Cómo se llega a la toma de la Bastilla?

 La Monarquía Constitucional
I. Principios del “89”: la tradición liberal, los Derechos del Hombre y la
Constitución de 1791.
II. Bases sobre las que se comienza a disputar el poder: el poder de la
monarquía, el derecho a voto, la definición del ciudadano y las
relaciones con la Iglesia (confiscaciones de tierras y Constitución Civil
del Clero).
III. Respuesta a los reclamos de los sectores populares: derechos civiles,
reformas fiscales y libre comercio.

 La Lucha por el poder

Clase III Pá gina 16


I. Nueva etapa revolucionaria. Comienzos de la tradición democrática
popular: extensión del voto a todos los varones adultos y promoción
activa de la participación popular.
II. ¿Qué se entiende por el fin del régimen feudal?
III. Crisis interna y externa. Institución del Terror político y económico.
Escenario de disputas, alianzas y experimentos políticos:
 Secuencia de Asambleas o Convenciones: alianzas y contra-
alianzas. La disputa por la conducción entre Girondinos y
Jacobinos. El lugar de la Llanura. Los líderes revolucionarios,
Robespierre, Dantón, Hébert y Saint-Just: programa político,
legitimidad, apoyos y crisis.
 Secuencia de Constituciones y Declaraciones de Derechos a
medida que se radicaliza el fenómeno revolucionario.
 Composición de los sectores populares. Centralidad creciente
de los sans-culottes y el papel del Club de los Cordeleros. Las
levas en masa.
 Medidas económicas y fiscales: precios máximos, libre
comercio, acceso la propiedad. Influencia y demandas producto
de la guerra exterior.
IV. Termidor: la caída de Robespierre y de la Convención Jacobina a
manos de los actores políticos que contribuyeron a fortalecer. El
avance de la Llanura y los moderados.
V. La República de “Propietarios”. Continuidades y rupturas del proceso
revolucionario. La Constitución del ’93. El Terror Blanco, las
insurrecciones de Germinal y Pradial y la crisis económica.
VI. Nuevas pujas políticas, viejos actores reposicionados: El papel
oscilante de los sans-culottes y los jacobinos más radicales: G.
Babeuf y la Conspiración de los iguales. Peligros del reverdecer
realista. Sieyés, el golpe de estado Parlamentario y el auxilio de N.
Bonaparte.

 Napoleón y La Revolución en Europa


I. El fin de la Primera República. Continuidades del fenómeno
revolucionario e inicios de un proceso que lo reorientó hacia una
monarquía hereditaria.

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II. Ascenso de Napoleón, alianzas y estructuración de la bases de su
legitimidad. Recomposición del escenario político interno: fundación
de una nobleza imperial, resistencias y acuerdos, la Iglesia Católica,
la burguesía y los sectores populares.
III. La Reformas napoleónicas: estrategia y realismo político que tiene
por saldo un equilibrio de las marchas y contramarchas iniciadas a
partir de 1789.
IV. Escenario externo: avances de la revolución y esparcimiento de su
legado por Europa. Napoleón, el Gran Imperio y el Sistema
Continental. Nacionalismo y liberalismo.

 La Revolución y el Mundo
I. Dimensiones temporales y geográficas de las irradiaciones y legado
revolucionario.

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