Está en la página 1de 2

Conversaciones entre Julio y Néstor

Estábamos con Julio en la parada de colectivos, un poco angustiados por saber que quizá
ya había pasado el horario en que los colectivos transitaban, era de noche. Pero seguimos
esperando e intercambiamos algunas palabras. Entablar diálogo con Julio siempre fue denso
para mí, ya que estudiaba filosofía analítica de una forma obstinada y obsesiva, no dejaba
terminar las oraciones de los demás e interrumpía sin escrúpulos. Además era un típico esnob,
sea cual fuere la conversación, siempre quería dar una fugaz opinión sobre el tema para
quedar bien. Era, por decirlo de un modo real, un tremendo egocéntrico. No se puede imaginar
a una persona tan densa y pedante como ésta, sorprendía los instantes preguntando cosas
totalmente descolgadas, únicamente para lucir su pobre conocimiento.
Otro de los defectos que tenía era que no terminaba nunca los temas, saltaba de un tema al
otro sin miramientos e interrogaba al que sea de una manera desconcertante, su mente
devenía dispersa. Como esta espera de colectivos no generaba ninguna excepción para
cambiar su personalidad, Julio me preguntó si encontraba alguna diferencia entre la razón y los
sentidos. ¿Diferenciación entre razón y sentidos? – Me pregunté luego. Y él me dijo: -
Podríamos, como humanos, hacernos esta pregunta aparentemente ingenua: ¿existe diferencia
entre lo que pensamos, razonamos, abstraemos; y lo que palpamos, vemos, oímos o sentimos
en general? Para ejemplificar la pregunta: supongamos que estamos en una clase, con
diversos factores condicionantes a nuestro alrededor, propongamos tres: mientras atendemos
racionalmente al profesor, escuchamos una suave música que viene desde afuera y nos pica
un insecto. Pues bien, aquí: ¿podríamos distinguir el concepto abstraído de la penetración del
sonido en nosotros y de la sensación de la picadura?
Me interesó su discurso e iba haciendo algunas formulaciones teóricas en mi mente para
cuando me haya llegado la hora de responderle. Entonces dije: mi respuesta es absolutamente
negativa, si realmente existe una diferenciación, nosotros no la percibimos. Sólo percibimos
todo por una especie de canal común, eso es lo importante al analizar las captaciones
humanas. Pero no creo que sea un problema de suma importancia, no sé cómo te puedes
hacer estas indagaciones existiendo tanta crudeza de otro tipo en el mundo cotidiano. Después
de ver bebés tirados en la basura (y perdón por la comparación extrema), ¿te preguntarías por
la Idea de Bien? Digo, no tiene nada de malo tu reflexión, pero podrías encauzarla, digo, no
abstraer tantísimo todo. Luego de observar que en villas de las que tanto reniegas de su
ignorancia, encuentras que las personas se acometen a tiros sin abrir la boca para hablar, ¿te
preguntarías si es posible llegar a un consenso discursivamente dialogado? En ese momento,
Julio me insultó porque yo le estaba metiendo “el dedo en la llaga” y a parte me acusó de que
mis comparaciones eran absurdas. Yo pensaba que rápidamente iba a intentar contra-
argumentarme con eso de que no distingo matices y otras cosas que siempre me suele decir.
Pero me sorprendió y, con su tan estimada elocuencia y perspicacia (nunca la negué en él),
me advirtió:
- Sabes, todo esto que me dices me ha hecho pensar en un par de ideas que tuve sobre
concebir a la Gnoseología como herramienta de dominación, espero no te aburran mis
palabras, no puedo evitar ser un hombre tan discursivo, nunca te olvides de que soy estudiante
de filosofía y, como la mayoría de ellos, no puedo escapar del discurso. Voy a empezar de un
modo no tan aburrido: - si es que conocemos, ¿vale preguntarnos para qué lo hacemos? Es
decir, de qué sirve saber si ese contacto que tenemos con las cosas o con los otros humanos;
es un conocimiento, una impresión, una conceptualización o lo que fuere; de igual manera
sentimos que es un proceso. Un proceso humano. O no sólo humano. Pues estamos
acostumbrados a decir que todo lo que sentimos nosotros debe ser humano solamente y no
tomamos en cuenta que el mismo proceso puede ser de otras especies también. Esto ya lo
hacia notar Nietzsche, cuando decía que si pudiésemos comunicarnos con una mosca, ella
también diría que es el centro del universo, tal como se supone la humanidad. Quiero
manifestarte con esto, que ya no importa tener en cuenta si todas las cosas son sólo producto
de nuestra conciencia, si existen objetos independientes de nosotros, o si conocemos el
fenómeno o las cosas en sí (noumenos). Ya que la evidencia nos muestra que estos problemas
gnoseológicos son bastante indiferentes al mundo en general, al hombre de ciencia o al
hombre concreto. Las sociedades fluyen, la tecnología fluye, “todo fluye”, sin importar si hay
cosas reales, si el universo es sólo mental o si quizá el mismo hombre sea una
conceptualización de otro tipo de ser al que no conocemos. No obstante, todo puede fluir de un
modo distinto para cada persona, si es que se desembrollan estos problemas que parecen
abstractos. Parecen abstractos. Pero son más concretos de lo que muchos piensan, porque
son medios de dominación, de producción, y sobretodo, ambientación. Son canales que nos
pueden conducir a lugares de diversa índole. Ambientan nuestra forma de pensar a ciertas
categorías de las que no podemos salir, es lo que sucede con los principios lógicos enunciados
por Parménides; cuando Aristóteles les dio su asentimiento ya no hubo vuelta atrás, pensar
fuera de estos principios es estar loco. O sino haz la prueba y dile a alguien que “A” no es igual
a “A”. ¿Entiendes lo que quiero decir Néstor?
Me sedujo el maldito con sus palabras, yo encontraba un montón de sofismas en lo que
decía, pero su retórica me hacía seguir la conversación sin tener en cuenta la secuencia lógica
de lo que decía. Por eso, igual que cuando comenzábamos la conversación, fui formulando
ciertas ideas que rodeaban mi cerebro y se las comenté, pero no me tomé la molestia de
analizar bien lo que decía, lo tomaba sólo como una charla callejera y coloquial:
- Para mí, el conocimiento surge por la prohibición y la curiosidad de saber qué es lo que
nos ocultan. Cuando nos prohíben ver algo, lo queremos conocer, pasa con la vestimenta. El
hecho de tener ropa hace que deseemos ver que hay debajo. O también sucede con el hecho
de las “doctrinas prohibidas” como la de Marx, la de Nietzsche y quizá también la de Freud,
ellas nos muestran cosas que transgreden o hacen sospechar lo que se venía diciendo hasta el
momento, podemos pensar esto sin que nos pesen las palabras aludidas al envejecimiento de
estas doctrinas. En definitiva, algo que esté totalmente desvelado o que sea demasiado común
a los ojos no es codiciado por la curiosidad humana, esto ya lo decía el escéptico Enesidemo
en su tropo: “por la rareza o frecuencia de los acontecimientos”, las cosas son más
asombrosas y gustan más cuando son extravagantes o raras que cuando son muy frecuentes.
Entonces, cabría ser más críticos con nuestra metodología de pensamiento y darnos
cuenta, que en ciertas ocasiones no podemos solucionar un problema por el campo reducido
de nuestra mente, condicionada y hasta a veces determinada por enunciados de filósofos o
personajes anteriores que se tomaron al pie de la letra. Y que luego de eso, se instaló en
nuestra cultura que tiene otras raíces y otros intereses que la europea... Iba a continuar
hablando, o mejor dicho, bajando línea hasta que sentí un topetazo en la espalda. Era un niño
más o menos de 16, que me apuntaba con un arma. Primero le disparó en el pecho a Julio,
éste cayó muerto. Luego me contó que necesitaba el dinero para comida y que si no le daba
me liquidaba. Yo en ese momento no traía dinero, se lo quise explicar pero no entendió mis
razones, ergo... El final ya no importa, lo que importa son los destinos errantes de Julio, del
chico, mi destino errante. Tan distintos los tres destinos y tan… especiales

También podría gustarte