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Los héroes de Juárez

Desgraciado el país que necesita héroes.


Bertolt Brecht (1898-1956) Dramaturgo y poeta alemán

Los héroes nos roban la vida y nos devuelven la fe en la justicia, en la vida y nos
dan esperanza, pero cobran caro su existencia. La mayoría de las veces con la
propia vida.

Los héroes surgen cuando la justicia, la legalidad y la equidad se acaban, y


surgen por eso precisamente, porque ante la desigualdad, la impunidad, la
injusticia y la ilegalidad, la sociedad busca desesperadamente hombres y
mujeres capaces de dar su vida a cambio de alzar la voz y pelear por los otros.

Por eso me resisto a creer en los héroes. Por lo menos en esos que consagran
nuestros libros de historia. Una historia oficialista y acomodaticia que nos deja
ver sólo lo que quieren que veamos. No creo que sólo algunos deban ofrendar
sus vidas, a cambio del beneficio de otros. Yo por lo menos, no podría vivir con
una sola muerte de estas en mi conciencia.

Me resulta harto dramático y perverso, dejar que otros mueran por mi


bienestar y después pagarles con un recuerdo plagado de idolatría, pero con
frialdad.

Decía el escritor francés Paul Brulat que “…basta un instante para hacer un
héroe y una vida entera para hacer un hombre de bien”, o lo que decía el otro
escritor estadounidense Francis Scott Fitzgerald: “Enséñame un héroe, y te
escribiré una tragedia”.

Yo preferiría que esta ciudad no necesitara heroísmos audaces e intrépidos; yo


desearía que Juárez no necesite que se derrame una gota más de sangre. No es
mucho, pero es todo.

Por eso me resisto a creer en el heroísmo desfasado y anacrónico como método


para darnos un poco de esperanza y que, inevitablemente nos llevará a formar
ídolos de barro, grandes, enormes, muy altos, pero que se derrumban ante la
primera tormenta.
Hace poco más de tres años, escribía yo en este mismo espacio: “Y total que
cuando no es la violencia desatada en las calles de la ciudad, las terribles
ejecuciones del crimen organizado, las marchas o bloqueos de los maestros, las
zacapelas mediáticas de los políticos o gobernantes, el pandillerismo juvenil, los
robos o asaltos, es la lluvia que llega a sembrar el caos.

¡Pobre ciudad! Pobre ciudad ésta que debe padecer a los que la habitamos, los
juarenses por nacimiento o adopción, que renegamos de nuestras obligaciones
cívicas pero que exigimos los derechos y prerrogativas ciudadanas que creemos
merecer.

Pobre ciudad que debe soportar a funcionarios ineptos, a políticos mentirosos,


a policías corruptos, a comerciantes voraces, a empresarios insensibles y a
ciudadanos desobligados. Si usted amable lector o lectora se siente identificado
con alguna de estas clasificaciones, por favor no se sienta ofendido, es tan sólo
un ejercicio de clasificación social”.

Como usted podrá apreciar amiga o amigo lector, las cosas no han cambiado
mucho desde entonces, es más creo que han empeorado en un sentido: la
percepción que tenemos de la realidad, en relación con nuestro futuro.

Tataré de explicarme. Brasil enfrenta desde 2002, tasas de criminalidad que


superan los 80 crímenes por cada 100 mil habitantes, es decir, lleva
prácticamente 8 años con altas tasas de violencia e inseguridad en las zonas de
las favelas.

Se trata de violencia generalizada, de pandillerismo y delincuencia del orden


común, sin descartar el componente del crimen organizado, pero en menor
parte que en México.

Por lo menos en lo que a índices delictivos se refiere, nuestro país tiene mejores
cifras que los cariocas, y la violencia tiene menos tiempo y no se ha
generalizado a todo el país.

Sin embargo, las historias de ambos países, México y Brasil, son


diametralmente opuestas en el mundo en cuanto a imagen se refiere.

Mientras en nuestro país hemos aceptado y permitido que se nos identifique en


el mundo entero como un país de corruptos, narcos y violentos, mientras que
los brasileños han logrado consolidar una imagen próspera, amigable, de
crecimiento y hasta de desarrollo turístico para su país. ¡Pese a la violencia que
sufren desde hace 8 años!

En Juárez nos hemos resistido, como sociedad, a dejar morir la ciudad pero
poco hemos hecho para reconstruirla. Juárez está hecha pedazos, pero no está
destruida, sigue de pie.

Y no digo que se trate de callar lo malo que sucede, eso sería no solo un
retroceso en cuanto a libertad de expresión, sino el mejor camino hacia la
derrota total, no. Se trata de equilibrar un poco la balanza. Se trata de decirle al
mundo entero que Juárez no es solo ejecuciones y secuestros que, si bien hoy
suceden como nunca antes, también hay miles, decenas de miles de juarenses
que todos los días salimos a sus calles a trabajar, a estudiar, a hacer negocios a
hacer la vida pues.

Se trata de decirle al mundo que en Juárez hay miles de héroes verdaderos, de


carne y hueso, que con cada amanecer renuevan sus esperanzas, sus luchas, sus
sueños, sus metas; se trata de decir que en Juárez, hay miles de historias que
bien vale la pena conocer y gritar.

Francisco Ortiz Bello

fcortizb@gmail.com
Ciudad Juárez, Chihuahua.
Diciembre 08 del 2010.

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