Vivimos en tiempos y momentos donde la cultura institucional se instala desde
la historia, las personas y las percepciones. El tiempo lleva a consolidar
relaciones impuestas desde sus inicios. Nacida bajo un claro contrato fundacional, instituido por roles específicos y con fines determinados, las universidades e institutos de formación docente atravesados por su historia se encuentran atravesados por diversas, llamémoslas “movilizaciones”, desde los centros de estudiantes hasta los grupos de docentes. Es tiempo de creación de saberes, de extensión de conocimiento a la comunidad, de búsqueda de problemas sociales futuros que necesiten de la universidad para el planteo de soluciones. Esta transformación será visible en mediano y largo plazo. Debemos empezar por responsabilizar a sus actores necesarios y fundamentales para su existencia: docentes - no docentes - estudiantes – egresados. Para eso es importante la continuidad en ambas leyes de los fines de la Ley de Educación Superior, en su Art 3…La educación superior tiene por finalidad proporcionar formación científica, profesional, humanística y técnica en el más alto nivel, contribuir a la preservación de la cultura nacional, promover la generación y desarrollo del conocimiento en todas sus normas, y desarrollar las actitudes y valores que requiere la formación de personas responsables, con conciencia ética y solidaria, reflexivas, críticas, capaces de mejorar la calidad de vida, consolidar el respeto al medio ambiente, a las instituciones de la República y a la vigencia del orden democrático”