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- ¿este virus, COVID-19, nos dejar alguna lección?

¿Podría esta crisis suponer la estocada


final al capitalismo salvaje?

-es que la palabra lección casi supone aprendizaje y escarmiento y yo no creo que el mundo
cambie después de esta catástrofe inmunológica. Tengo la más absoluta desconfianza respecto
de la posibilidad de cambio alguno en este sistema de voracidad inagotable y de creencia en la
infinitud de sus recursos.

El problema no es ya el capitalismo. El problema es el planeta entero, porque Rusia no es


socialista ni China es socialista, en el sentido marxista del término. Y, entonces, ya no podemos
hablar de sector o la atmosfera capitalista del mundo, sino que hablamos del capitalismo como
reinado absoluto.

- ¿No crees que, cuando menos, se ha hecho más visible que nunca esta locura
autodestructiva en la que está el planeta, en la está el ser humano?

-Lo que pasa es que se ha hecho televisiva, pero teníamos anticipos clarísimos de lo que puede
llegar a ser el sistema en que vivimos. En el momento de esta conversación hay alrededor de
veinte mil muertos en Estados Unidos, pero todos los años mueren noventa mil
norteamericanos por la adicción a los opioides patrocinada por la industria farmacéutica.
¿Quién se ha metido con la industria farmacéutica que auspicia los opioides? Nadie. Y podría
citarte diez ejemplos de crímenes industriales que no suscitan ninguna indignación. Lo que
pasa es que esta es una crisis telegénica, transmitida por todas las cadenas supuesta y
simultáneamente conmovidas. Y todos parecen buenos gobiernos y mandatarios atentos y
líderes empáticos. Yo no les creo. Terminado este episodio volveremos a lo mismo: a creer que
el planeta es nuestra toilette y a seguir dominados por las grandes corporaciones que nos
incitan a este consumismo alienante y suicida. Merecíamos este virus, desde luego que sí. ¿Nos
adecentará? ¿Nos curara? En absoluto.

-El virus ha paralizado a Europa, a Estados Unidos y a China. ¿No crees que si algo nos ha
enseñado este virus es que, sin importar el “poderío” de los países y la condición social de
los ciudadanos, todos hemos quedado expuestos a su letalidad?

-No es tan democrático como dice la gente. Los que mueren son los pobres y los viejos sin
recursos. El primer índice de mortalidad en Nueva York son los hispanos pobres y muchos de
ellos indocumentados. Y, en general, los más afectados económicamente son los de los últimos
estratos sociales. Nosotros podemos aguantar, pero hay mucha gente que vive al día que va a
tener que elegir entre morir de hambre o morir de encierro. No es cierto que la afección sea
igual para todos. Una cosa es tener el sistema de salud de Alemania y otra es tener el sistema
de salud de Haití. Así que a mí no me vengan con que es un virus democrático, que a todos
ataca por igual, con la misma malignidad y con la misma intensidad. Eso no es cierto.

(…)

-Antes dijiste que, pasada la crisis, lo más probable es que volvamos a las andadas y todo
continúe igual, como si nada hubiera pasado. ¿Qué cambios debería exigir la sociedad para
que una crisis de esta magnitud no se repita?

-Desde el punto de vista de la razón, este virus debería hacernos reflexionar sobre la
necesidad, especialmente en países como los nuestros, de un Estado poderoso, atento,
financiado, que cubriera seguridad, educación y salud.
Desde el punto de vista de la razón, esa tendría que ser la secuencia: coronavirus, revisión del
sistema, Estado renovado. Pero es altísimamente probable que eso no suceda así, que después
de este gran susto volvamos a la receta neoliberal de un Estado debilitado, vagamente
asistencial, sin mayores recursos y que volvamos a una privatización extrema de todos los
servicios, incluyendo los penitenciarios y muchísimos de la salud.

- ¿La pandemia también ha servido para subrayar la indigencia que atraviesa el periodismo
local?

-Hablemos del Perú porque es la realidad que nos toca y enfada, pero la crisis es mundial. La
prensa sigue creyendo que el modelo debe continuar. No hay un solo periódico importante en
el mundo que cuestione el modelo de crecimiento, de desarrollo, de cautiverio en el consumo,
de explotación maniaca de los recursos naturales, de degradación del medioambiente. ¡No hay
un solo periódico que tenga una línea editorial consciente y sistemática sobre este asunto!
Podrá, tener de vez en cuando, algún artículo hereje, algún disidente que les dé, digamos, la
apariencia de pluralidad. ¡Pero no hay ni un solo puto periódico importante en el mundo
dedicado a cuestionar este salvajismo tanático en el que nos estamos destruyendo los seres
humanos, por vivir de acuerdo a las grandes corporaciones! Ni uno solo. A mí lo que me
produce esto ya no es desazón sino una profunda náusea.

- ¿Cómo valoras el papel del presidente Martin Vizcarra y su gobierno para enfrentar la
crisis?

-No quiero ser irrespetuoso. Vizcarra hace todo lo que puede, pero hablamos del Perú, un país
pequeño y poco importante donde tampoco el gobierno da muestras de querer convertir esta
crisis en un gran salto hacia las reformas profundas. Hubiese sido magnifico que Vizcarra,
tomando el gran “pretexto” de la pandemia, dijera: “no podemos seguir viviendo como
vivimos. No podemos seguir tolerando que la privatización de la salud siga creciendo y que el
sector salud tenga un presupuesto tan ridículo y que, por ende, el presupuesto de educación
sea tan indigente y, entonces, vamos a intentar un cambio”. Pero no, lo que se ha hecho es
auxiliar con prestamos eventuales al sector salud para que pueda darse apenas abasto en ese
momento. Hubiera sido magnifico que Vizcarra pasase de administrador de emergencia a
estadista con visión de futuro y no ha sido así. Se ha quedado en gran alcalde.

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