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1) Iván Salinas
Quiénes son los que protestan: culposos versus rabiosos
2) Valentina Escobar
Embarazo obligatorio
3) Felipe Ossandón
Seguridad laboral y los 33 mineros: no todo es un accidente
4) Érika Silva
La máquina de hacer pobres
5) Jorge Inzunza
Los 50 liceos y la política de la humillación
6) José Roa
El “perdonazo” del Sernac a los bancos
7) Cristián Llanos
El baile de los cabreados
8) Óscar Contardo
Ni ladrones, ni maricones
9) José Marimán
Huelga de hambre mapuche y la justicia del colonizador
Oponerse a una termoeléctrica a carbón en Chile debiese ser extendido como objetivo
político: oponerse a que ocurra en la playa más "linda" y en la población más "fea".
Volviendo al punto: ver una marcha convocada por la red 2.0, que mezclaba a los
autodenomidados progresistas de la concertación y a los liberales de la derecha,
representa la construcción en Chile de un grupo social hegemónico, que comparte
variadas características en el plano del capital social y material. Es en parte el mismo
grupo que ha dominado el espectro del poder en los últimos 25 años, pero que con el
cambio de gobierno se hace más evidente como expresión política. Comparten mucho del
liberalismo nutrido por el extremo relativismo post-moderno, y ciertos privilegios
materiales que les permiten estar informados 24/7 en sus blackberries o droids.
Disfrutan de la sociedad urbanizada y su acceso al arte moderno abstracto e
incomprensible, de su infraestructura vial y comunicacional, y de la gentrificación de los
barrios pobres de, por ejemplo, el centro de Santiago. Defienden el matrimonio
homosexual, el aborto, el uso de las drogas, y el feminismo, y tantas corrientes de
pensamiento que pasan al repertorio de luchas importantes. Condenan el
conservadurismo de la curia, a los políticos de extrema derecha, las políticas de represión
del Estado. Viven en comunas relativamente homogéneas, con acceso a los bienes
urbanos del conocimiento y del esparcimiento familiar necesario.
Y es que, muchas veces de acuerdo en que se proteste, esta élite progresista se pega
balazos en los pies que no le permiten salir a caminar más allá de quienes comparten las
condiciones que le otorgan la categoría de ciudadano. Construyen relatos en los cuáles el
ciudadano es como ellos y tiene todo lo que ellos tienen, como el derecho a pasear por
una playa bonita en el verano con acceso a twitter desde un celular. Se encierran en sus
visiones del mundo (que probablemente han recorrido) sin detenerse a pensar que hay
más pobladores que ciudadanos en el mundo. Y es que hay más gente que, para ellos, es
menos inteligente porque quiere relaciones duraderas antes de casarse, o porque no
entiende el activismo gay.
Para hacerlos entender sus demandas, los liberales conciben la educación como la lucha
para que esos pobladores ignorantes dejen de ignorar lo que para los liberales es
importante: ser ciudadano. Y, entonces, tienen que ser los ciudadanos los que eduquen (o
digan como se tiene que hacer). Y construyen crisis educativas, y se lanzan movimientos
ciudadanos que perplejan a todo el mundo con sus relatos sobre la mala educación y
sobre las recetas que los gobiernos deberían seguir para mejorarla. Y los gobiernos,
manejados por esta élite liberal-progresista y tecnocrática, los escuchan, escuchan a los
ciudadanos y con ellos toman decisiones, como la de iniciar reformas educacionales
cosméticas, o la de mover la termoeléctrica a carbón desde la playa bonita a quién sabe
dónde. Y muestran cómo aumenta la matrícula de los pobladores en los colegios y
universidades, y dicen que vivimos en la sociedad del conocimiento.
El poblador, por otro lado, representa otra categoría de habitante de este terruño llamado
Chile. Es la porfiada mezcla de migrante rural-urbano que consume y trabaja y se
endeuda para tener techo, comer y estudiar, y cuya última generación ha crecido frente
a la televisión sexualizada sin tener acceso a educación sexual, y a la educación
igualitaria sin tener acceso a igualdad. En sus vidas abunda la precariedad laboral, el
machismo y la cristiandad católica y evangélica, cuestiones incomprensible para una élite
liberal. Ese poblador, para el ciudadano, "necesita" de otros para salir de su pobreza, es
incapaz de organizarse para hacer algo bueno por su vida, sus hijos tienen malos puntajes
en el SIMCE y la PSU, y por lo tanto se educa en las universidades privadas e institutos de
baja calidad.
Las marchas estudiantiles de los hijos de la élite pasan cerca de las universidades privadas
y les gritan "500 puntos" como recordándoles de dónde vienen los ciudadanos estudiantes
y de dónde vienen los pobladores estudiantes. La élite liberal no expresa su comprensión
de por qué alguien como un poblador no puede salir a marchar por la causa de las
ballenas (o cualquiera del repertorio). No entienden el inmovilismo de quien tiene que
pagar con trabajo actual o futuro su educación superior, el inmovilismo de alguien que es
sancionado por organizarse, que tiene problemas materiales para poder llegar a la
infraestructura urbana que soporta la educación superior y el acceso al conocimiento.
Y ambos consumen. Unos se endeudan y los otros no, unos se quejan que no pueden
pagar, los otros de que no pueden casarse los gays. Y así, arman oposición. Unos lo
hacen contra la pacatería de la otra élite (la empresarial y conservadora) y los otros lo
hacen porque no tienen trabajo, o el trabajo es precario, o sus vidas son precarias.Como
sea, unos acumulan culpas para la acción política, otros acumulan rabia contra sus vidas
y las de los demás que raramente se transforma en acción política.
Los privilegios son invisibles. Una sociedad como la chilena cuenta cientos de burbujas de
privilegios, desde las cuáles se lanzan propuestas para una vida mejor para todos, cuando
en realidad son para la vida mejorada de quiénes gozan los privilegios. El asunto del
ecologismo es tramposo, porque mezcla a los privilegiados con los no privilegiados en
un discurso en que ganan los que siempre ganan, pero pelean todos. No pasa lo mismo
en las peleas que involucran cuestiones ambientales con personas, como lo es el conflicto
mapuche. Ahí no hay privilegiados, solo los no privilegiados, los que migrando a la ciudad
no serían ciudadanos. Pero si hay tierra y medio ambiente, como en Punta de Choros,
aunque es una tierra que los activistas privilegiados no disfrutan, y por lo tanto, para qué
marchar ciudadanamente por ella, ¿no? Ahí es donde hay diferencias: ahí hay rabia, en
Punta de Choros hay culpa.
Escuchar a los políticos liberales decir que "trabajan por la gente" es parte del discurso del
activismo por culpa, y demuestra un paternalismo abismante.
Escuchar a los sectores sociales organizados decir que "protestan por que les condonen
las deudas de sus casas" es para la élite una sinvergüenzura de mal educados que no
quieren pagar sus deudas. Claro, es posible que ellos no tengan deudas tan materiales y
básicas como las de una casa. Como sea, son dos tipos de acción política que son
diametralmente opuestos en la honestidad de sus contenidos. La culpa dice actuar en
favor de "la gente" o "los ciudadanos" cuando en realidad actúan por ellos mismos. La
rabia lo dice directamente y eso es más honesto. Yo me quedo con la rabia.
Y rabia me da cuando todo un país hoy día alaba con admiración la organización e
inteligencia de los mineros atrapados por la avaricia, como si eso jamás existiera entre los
trabajadores o fuera una cualidad única de las élites. Ojalá se acuerden de lo valioso de la
experiencia de ellos cuando comiencen a decir lo mal educados que son sus hijos por los
puntajes SIMCE o PSU que tengan. Y ojalá la rabia pueda dominar alguna iniciativa política
en Chile.
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Pero el tema es más profundo de si el post natal son 6 meses o 3. Tene que ver con la
concepción de la familia que manejamos como país y las decisiones que se toman sobre el
tema de la natalidad, la maternidad y la paternidad; sí, los hombres son parte de este
juego y son, al igual que nosotras, responsables.
Se escuchan quejas porque las tasas de natalidad son bajas, pero no se hace nada por
incentivar la decisión de tener hijos; la discusión por el post natal es parte de eso.
Me pagan menos, me cobran más en la Isapre, se me obliga a firmar un papel que diga
que me comprometo a no preñarme para pagar un plan más económico, todo por tener
útero en un país que no me respeta por tenerlo. El útero parece no tener derechos.
Hace ya varias semanas leí en un diario, no recuerdo cuál, un artículo relacionado con los
50 años de la píldora anticonceptiva. De él extraje una cita que publique en mi muro de
facebook: "La píldora (anticonceptiva) es considerada como uno de los cuatro inventos
más importantes de la historia", decía. Inmediatamente mis amigas comentaron la
publicación con frases como: “sin duda”, “absolutamente!”, “De eso no cabe duda”,
“Totalmente de acuerdo”, un alegre y efusivo “wujuuuu” y una que resumía las
anteriores: “es el invento más importante para mí y mi cuerpecito. Le amo!!!”. Nosotras
vemos en los anticonceptivos, más aun en la píldora, la posibilidad de tomar decisiones
con respecto a nuestro cuerpo y a nuestra vida; de cuándo, cómo y por qué tener
relaciones sexuales e hijos. Son cosas que para nosotras no van de la mano: el sexo y los
hijos son decisiones distintas.
Una conversación esta semana me puso de frente una realidad que tenía por sabida, pero
a la que últimamente no le había puesto mucha atención. Una de mis primas, con 26 años
y 3 hijos, fue al consultorio para que le ligaran las trompas. Ella, mujer adulta y
responsable, no quiere tener más hijos. No quiere arriesgarse siquiera a otro embarazo.
En el consultorio le dijeron que era muy joven y que la tasa de natalidad del país estaba
muy baja, que no la iban a ligar. La decisión que ella había tomado con su cuerpo y con su
vida no tenía entonces ninguna validez; al no tener dinero para pagar una consulta
privada, sus opciones se acaban en el consultorio.
Se le quita a una persona el derecho de decidir sobre su vida, sobre sus opciones. Se le
priva, de paso, de gozar libremente de su sexualidad y de su cuerpo porque no se le
permite usar el método anticonceptivo que más le acomoda y se la obliga a arriesgarse a
otro embarazo. ¿En una consulta privada la respuesta sería la misma o eso sólo ocurre en
los consultorios y hospitales públicos? ¿No soy yo la responsable de tomar las decisiones
por mi vida y por mi cuerpo? ¿Si yo decido no tener más hijos o simplemente no tenerlos,
el Estado o el servicio de salud público o privado tienen derecho a censurar esa decisión?
Y, en términos absolutamente prácticos: ¿serán los médicos o las matronas que se niegan
a esterilizar a las mujeres quienes van a mantener, criar, educar y cuidar esos hijos que
ellas o ellas y sus parejas no quieren tener?
Las decisiones sobre el cuerpo de una parece que las toman otros, y no es sólo sobre mi
vida que deciden sino que sobre la de mi pareja, la de mi familia, las del hijo que puede
nacer, su educación, su crianza, el tiempo dedicado a él.
Para algunos tener hijos es parir simplemente, se les olvida que un hijo es una
responsabilidad que no todos están dispuestos a asumir, que no todos asumen, que no se
puede obligar a asumir.
Uno siempre escucha que en el sistema público cuando las mujeres se van a hacer
el "pap" les corren la T de cobre, que las mujeres quedan embarazadas aunque estén
tomando pastillas. No tengo pruebas, sólo las conversaciones entre mujeres, lo que uno
lleva años escuchando. Pero después de todo llama la atención que sea en del servicio
público de donde salgan las denuncias a mujeres que han abortado y éstas no existan en
el sistema privado, ¿o ustedes en realidad creen que las mujeres del barrio alto no se
hacen abortos?
Tener plata en Chile significa poder decidir, significa tener control del propio cuerpo. El
dinero me permite ir a un médico con el que me sienta cómoda para hablarle de mi vida
sexual, y no simplemente al profesional que me tocó; me permite comprar las pastillas o
el método anticonceptivo que más me acomode; me permite ligarme las trompas si no
quiero más hijos; comprar la píldora del día después o algún anticonceptivo que haga el
mismo efecto; me permite hacerme un aborto seguro si quiero interrumpir un embarazo.
No se puede decidir por otros, porque no somos quiénes para obligarlos, para privarlos de
sus propias decisiones de vida, de estudios, de trabajo, de maternidad y paternidad.
El país debe hacerse responsable de su baja tasa de natalidad incentivando a las familias
de todos los estratos sociales, sea cual sea su naturaleza, a tener hijos. Facilitando los
postnatales, facilitando las licencias por enfermedad tanto para la madre como para el
padre, otorgando incentivos. Entendiendo que el país los construimos todos y que los
hijos se hacen y se crían de a dos, de manera responsable, porque se quieren tener, no
porque se debe. Que no es ni un problema, ni una carga, ni una condena el tener útero;
es, como dirían los creyente, una bendición.
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A partir del accidente del trabajo ocurrido en la Mina San José, y posteriormente en la
cobertura del exitoso rescate, se pusieron en debate la búsqueda de falencias y, por tanto,
de correcciones en el sistema de protección de la seguridad de trabajadores y
trabajadoras en nuestro país. El Presidente, incluso ha convocado una Comisión para
proponer reformas en la materia, tarea difícil para una instancia presidida por una
persona que desconoce la materia, sin participación alguna de los organismos
fiscalizadores y con la evidente ausencia de los trabajadores en la mesa. Hasta ahora, el
silencio de esa comisión ha sido su más importante mensaje.
Porque de estas tres materias, sin duda, la necesidad de mejorar la fiscalización es la que
más fácilmente recorre las mentes, inflama las gargantas y acelera los teclados. Sin
embargo resulta ser una dimensión donde se debate muy fácilmente desde el lugar
común y donde el rigor no siempre reina en la conversación. Creo por ello relevante
referirme a algunos que creo son lugares comunes que tienden a nublar el terreno más
que a despejarlo.
De la misma forma que el anterior, siempre es bueno contar con mayor información y
educación, pero es evidente, a la luz de los casos más importantes de accidentes laborales
en nuestro país, que no ha sido la falta de éstas la causa; sino que una serie de decisiones
que se tomaron pasando por encima de normas o recomendaciones conocidas. Es el caso
de las intoxicaciones por pesticidas, que abundan durante la temporada de la fruta,
próxima a iniciarse, en las cuales los empleadores hacen ingresar temporeras a los fundos
sin respetar adecuadamente los períodos de carencia de los tóxicos aplicados. O cuando
los buzos mariscadores que ingresan a faenas de mantención salmonera bajan a muchos
metros más de profundidad de lo que les permite la norma, su licencia y el sentido común,
arriesgándose a la muerte o a severas secuelas por la presión y descompresión. No es falta
de información; son decisiones erradas.
Lugar común 3: Hay que tener cuidado con aumentar las restricciones y sanciones
porque se afecta a las PYMES
Las PYMES han sido el “escudo humano” predilecto de las grandes empresas a la hora de
obstaculizar cualquier reforma que vaya en el sentido de proteger al trabajador.
Siempre se les muestra como una criatura indefensa que hay que proteger y a la que hay
que tolerarle sus imperfecciones, mientras crece. Esta falacia esconde algunos elementos
importantes. En primer lugar, la proporción de faltas laborales es mayor en la gran
empresa que en las PYMES; en segundo lugar, las PYMES no son la excepción, son la regla,
pues contratan a la gran mayoría de trabajadores y trabajadoras en Chile, por tanto, bajar
estándares a las PYMES es bajarlo al conjunto del sistema laboral chileno. En tercer lugar,
el que no incumple, no debe temer sanción. Finalmente, el principal problema financiero
de las PYMES no nace de las multas laborales ni del costo de la mano de obra, sino que del
retraso con que el Estado o las grandes empresas les efectúan los pagos, con el agravante
de que deben asumir mes a mes el pago de IVA por facturas que no les han sido
canceladas.
Si asumimos que la mayoría de los casos los accidentes graves y fatales se generan en
malas decisiones, la pregunta es qué hacer para desincentivar dichas decisiones. En
muchos casos, la gran mayoría de los casos, la información es suficiente. La gran mayoría
de los empresarios no desea arriesgar la vida de sus trabajadores, por cierto.
En otros casos, el pasar ocasionalmente por encima de alguna regulación, como por
ejemplo la jornada laboral, o la ausencia de elementos de protección personal puede
aumentar los factores de accidentabilidad, pero la empresa lo asume como un riesgo
frente a una necesidad concreta y puntual. En ese caso la información no basta, pero la
fiscalización, la suspensión transitoria de faenas o la multa pueden desincentivar su
ocurrencia.
El problema mayor está en aquellas actividades que han constituido la organización del
negocio sobre la violación permanente y persistente de la norma laboral. El empresario
del transporte que no cuenta con conductores suficientes para mantener sus recorridos
y sabe que el negocio se basa en el sobretrabajo de los disponibles; el empresario
salmonero que paga poco a la empresa de buzos sabiendo que esta trabajará con
mariscadores y no con buzos de profundidad; la Minera San Esteban que, de la mano de
Bohn y Kemeny comenzó a horadar los pilares del yacimiento en busca de minerales de
fácil extracción.
En este punto tenemos carencias importantes aún en Chile. Los organismos fiscalizadores
deben contar con mecanismos expeditos para sancionar la contumacia y la violación
sistemática de la norma, mediante una clausura efectiva y expedita (y no con un
procedimiento como el actual que se puede llegar a hacer efectivo con más de un año
desde que se decretó). La ley, por su parte, debe avanzar en la atribución de
responsabilidades personales a los propietarios de las empresas, las que deben pasar al
ámbito criminal en casos de accidentes graves o fatales. No se trata de penalizar todo
accidente en la persona del propietario, pero sí de hacerlo severamente cuando se
entiende que dicho propietario ha estructurado su negocio en función de la violación de la
norma. Hay personas que protagonizan accidentes de tránsito y no pueden conducir
nunca más. Asimismo, personas como Alejandro Bohn y Marcelo Kemeny han demostrado
que no debiesen tener la potestad de conducir ni organizar actividades productivas.
Finalmente, se requiere la condena de los pares. Los empresarios y sus gremios señalan
en voz baja su rechazo a quienes tienen prácticas de violación de la norma laboral
extremadamente evidentes, pero nunca condenan dichas prácticas en público. De la
misma forma en que el país echó de menos una voz fuerte de la Cámara Chilena de la
Construcción frente a las negligencias de algunos de sus asociados que tuvieron
consecuencias directas el 27 de febrero, echamos de menos también un
pronunciamiento de los distintos gremios de la minería respecto a la Minera San
Esteban y sus dueños. Los mismos que nos decían todo el día “Cuídate, la riqueza de Chile
eres tú… un mensaje de los mineros de Chile”, no han tenido la fuerza necesaria para
marcar la raya que separe a quienes sufren accidentes propios de la peligrosidad de la
faena extractiva, de los que los provocan con su estrategia de negocio. Especialmente
silente ha estado la Sociedad Nacional de Minería, que agrupa a la pequeña y mediana.
Si el debate sobre la seguridad laboral llega a puerto y tiene mejor destino que las
promesas presidenciales sobre el multirut, creo fundamental avanzar en esta distinción y
buscar los mecanismos para que la acción del fiscalizador tenga efectos distintos en
ambos casos. La verdadera distinción no es entonces por tamaño de la empresa ni por
actividad, sino entre quienes desean cumplir la norma y quienes abiertamente se
organizan para vulnerarlas.
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-Sea egoista y haga apología del egoismo. Genere curriculm escolares que valoren por
sobre todo el éxito personal, jamás el éxito en equipo.
-El mejor alumno siempre debe ser el que se saca mejores notas, jamás lo será el que más
ayuda al compañero que le cuesta y menos el que escucha al que más sufre.
-Las condiciones anteriores serán funcionales y terreno fertil para que se produzcan en
cantidad esperada nuestros pobres.
-Para que nazcan más pobres, jamás dé la posibilidad a las futuras madres (que a la vez
son hijas de pobres) de que controlen la natalidad; ojalá no tengan acceso a
anticonceptivos, ni menos a la píldora del día después.
-Dé a esos hijos de pobres (y magníficos pobres en potencia), la peor educación que
pueda, los profesores más mal pagados y, dentro de lo posible, procure que en la escuela
pierdan el tiempo. Ni pensar en dar "esperanzas de un mundo mejor", ni menos alentar
organización alguna, ni lectura de libros que fomenten la reflexión.
-Claro está que si queremos fabricar pobres, los queremos lejos. Así que procure dejarlos
en la periferia, para que nos los veamos. Afortunadamente nuestra capital es plana y no
tiene los cerros de Rio de Janeiro o los de Caracas donde la goegrafía levanta a los pobres,
que inevitablemente los visibiliza mucho más de lo que quisiera un "buen productor de
pobres". La planicie de nuestra ciudad está en este caso a nuestro favor.
-Otro paso importante es "Hacer como si"....haga "como si" le importara, lleve cajitas con
mercadería, pero jamás promueva la equidad salarial; haga mediaguas de madera, pero
no les cuente que la casa es un derecho; póngale internet, pero no le enseñe a buscar
información con sentido, ni le mencione que el acceso a internet es un nuevo derecho
humano emergente....En realidad, "derechos humanos" es algo que debe quedar fuera de
su horizonte de posibilidades, al igual que los conceptos "justicia" ( que es harto más que
la caridad y que llamaba a no confundirla un "desubicado" Padre Hurtado), "equidad"y
"hermandad".
-No le deje a mano ni un libro ni un link de Marx, Althusser, Galeano, Freire, Allende,
Cardenal, de Sousa Santos, Che Guevara. Que no sepan de la Klein, ni de Chomsky. Que no
conozcan www.rebelion.org por ningún motivo, bajo ninguna circunstancia...hasta la
Biblia podría ser medio peligrosa.
-Mate los sindicatos, los centros de padres, de alumnos, las organizaciones sociales. Pero
sea hábil: entregue dádivas y conceda uno que otro derecho para que crean que le
importa, para que lo vean como un "triunfo".
-Procure darles créditos, para que puedan endeudarse y comprar... ponga comerciales en
la tele que le ayuden a validar el círculo, que tengan la sensación de que son "iguales" a
los que nunca serán "iguales", porque ellos son pobres y usted no y esa diferencia siempre
se debe notar.
-Regale el pescado, jamás muestre siquiera la caña. La caña es suya y ellos a ella jamás
deben aspirar.
-Si los ve en la calle, aguante la respiración para no olerlos y salúdelos, para que crean que
los acepta.
-Escúchelos, pero no los oiga. Siéntelos en mesas de decisiones, para que crean que usted
los integra, pero lo que digan no importa, nunca ha importado, nunca importará. Por algo
usted tiene un título y una universidad a la que usted se debe esmerar por que jamás ellos
lleguen: lo de ellos es lo doméstico, lo básico.
- Usted es inteligente, ellos no. Usted tiene "amigos importantes" ellos no. Usted hace clic
en facebook y encuentra el dato justo, la respuesta precisa, la persona indicada; ellos no.
-Junte ropita, dulces y regalos y lléveselos en navidad. Jamás comparta lo que sabe; jamás
crea que ellos le pueden enseñar algo. No le crea a Yunus cuando dice que sólo aprendió
Economía cuando salió de la Universidad y recorrió las barriadas indias, de seguro exagera
o se volvió loco ¿cómo se va aprender de los que "nada saben"?
-Si les va a abrir la puerta a internet, déjelos dar el paso, pero uno pequeño, jamás un
paso audaz. Dígale que si aprende a hacer blogs ya es y será un gran hombre o mujer, no
le diga que también le puede servir para reclamar sus derechos, para fortalecer las
organizaciones que existen o crear aquellas que nunca pudo concretar, porque de seguro
que "con tanto pobre dando vueltas por el mundo", demás que encuentran que tienen
muchas cosas en común y que si se unen pueden romper lo que a usted "tanto esfuerzo le
ha costado".
- Todos sabemos que "no ser pobre" no es algo que se consigue así como así: son años de
egoismo, de hacerse el gil con las injusticia, de decirle al hijo "no te juntes con ellos", de
valorar a la gente por lo que tiene y no por lo que es, de llenar el carrito del súper
sabiendo que otros se cagan de hambre, de calmar la conciencia dando dos monedas al
viejo de la escala del metro que lloriquea su miseria, compitiendo como imbécil por llegar
primero para aplastar a los que están a su paso para ser el "jefe", comprando ropa de jefe,
auto de jefe, casa de jefe, aunque no sea realmente "jefe". Es toda una historia de vivir en
la burbuja, lejos de la calle de los pobres, de la micro de los pobres, de los olores de los
pobres.
-Dígales que democracia es el soberano derecho a votar, jamás mencione algo así como:
"cóbrele la palabra a la autoridad", porque si no esto no va a funcionar. La democracia
puede ser una buen aliada para sus intereses, jamás lo olvide, pero eso siempre que
procure ser amigo de la autoridad indicada en el momento indicado.
-Los pobres no existen por sí solos, somos todos responsables en cierta medida de que la
"máquina" los siga produciendo.
Yo lo creo, estoy segura: otro mundo es posible.
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Discutir si los 50 liceos de excelencia son una buena o mala idea, tiene varios matices que
conviene abordar. En primer lugar, como bien señaló un internauta, reaccionando a la
defensa de Dittborn, los liceos de excelencia siempre han existido… no constituyen
novedad alguna en nuestro sistema. Han existido en Santiago y en regiones una serie de
liceos masculinos, femeninos y mixtos, que hoy son conocidos como “tradicionales”, que
han educado siempre seleccionando a los mejores alumnos/as. Estos liceos representan
para las clase media (y también para las clases populares, ¡atención Señor Dittborn!) una
oportunidad de cumplir con la promesa de ascenso social del proyecto liberal…
entendiendo como proyecto liberal, aquel desarrollo republicano que implicó una
progresiva democratización del acceso a la educación en nuestro sistema educativo,
esencialmente durante el siglo XX, y que estuvo dado por la movilización popular en torno
al “derecho a la educación”.
Es normal que una familia desee lo mejor para sus hijos, para ella la idea de 50 liceos
suena seductora, porque crea un sueño o esperanza, un sueño que cae bajo la ley de las
probabilidades, ya que sólo el 4,8% de la población tendrá acceso a ellos (si cada uno de
los liceos tuviese 1000 alumnos/as).
Un tema mayor me parece discutir los 50 liceos en el marco de todos los anuncios
realizados por el Presidente. Una política pública tiene sentido cuando la miramos en
medio del conjunto de iniciativas que el Estado lleva a cabo.
Bajo esta lógica podríamos señalar que la hipótesis del cambio educativo (y la superación
de la crisis) estaría dada por:
a) Más medición estandarizada: introducir mayor número de pruebas SIMCE para inglés,
TICs, y Educación Física. Resulta pertinente preguntarse si la evaluación estandarizada ha
producido cambios positivos en las escuelas desde que existe y en ese sentido a que
objetivos responde aumentar cantidad de mediciones así como también los sectores
sometidos a medición (1988).
c) Aumentar las exigencias: incentivar a los profesores que “lo hacen bien” en base a su
desempeño. Sigue entendiéndose que el desempeño de un profesor tiene que ver sólo
con una acción aislada en una sala de clases, desestimando que tras esa acción
pedagógica existe también un cuerpo de profesores, una dirección escolar, condiciones de
trabajo docente, colegios vecinos que están seleccionando a “los mejores alumnos” y
dejando a los demás en el camino.
d) Mayor participación privada: incentivar aún más la participación económica del sector
privado a través de programas filantrópicos o de responsabilidad social. Si pensamos en
que la empresa privada tiene un interés declarado que es el lucro, ¿qué sintonía tiene esta
lógica con nuestra educación? Tal vez es una sintonía perfecta…
e) Mayor información: elaborar cartas dirigidas a los padres con los resultados SIMCE, y
con los mapas. Claramente un porcentaje mínimo de nuestra población elige, muchas
veces es la escuela la que establece mecanismos más o menos sofisticados para quedarse
con los alumnos/as más deseables y menos problemáticos, a su juicio.
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Mientras los bancos prometen cumplir la ley de ahora en adelante, ajustando las cláusulas
abusivas de sus contratos, el Director del Sernac le perdona a los bancos el hecho de
haber obtenido ingresos ilegítimos precisamente gracias a esas cláusulas abusivas e
ilegales.
¿Por qué si las cláusulas están mal, los cobros están bien?
El año 2009 el Sernac realizó un estudio que arrojó un listado de cláusulas abusivas en los
contratos bancarios que fueron inmediatamente denunciadas a la Superintendencia de
Bancos e Instituciones Financieras (SBIF). Nunca se supo la respuesta. A mediados del año
2010 el Sernac inició una mesa de trabajo con la Asociación de Bancos (ABIF) para resolver
este problema. Esta semana, el Sernac dio por terminada dicha mesa de trabajo con la
promesa de la ABIF que ahora sí cumplirían la ley y que ajustarían las cláusulas de los
contratos bancarios. Pero eso no era todo.
Acto seguido, el Director del Sernac declaró en el diario La Nación que a “todos los
contratos vigentes se le aplican estos cambios, por lo que si una persona tiene una cuenta
corriente de hace 15 años se le incorporarán las cláusulas, pero no será en materias que
son hechos consumados. Como por ejemplo si hubo aumento de comisiones tiempo atrás,
no se puede pedir de vuelta esos dineros.”
¿Que significa esto? Que, según el ejemplo del Director del Sernac, los bancos no deben
devolver a los consumidores el mayor precio de las comisiones que ilegítimamente
aumentaron y cobraron amparados en una cláusula abusiva e ilegal. ¿Por qué? Misterio.
Estos “hechos consumados” son cobros indebidos. Los bancos no tenían derecho a poner
en los contratos cláusulas abusivas ni tenían derecho a aplicar esas cláusulas abusivas ni
tenían derecho a subir el precio de las comisiones cuando quisieran y porque sí ni menos
tenían derecho a cobrar su mayor precio. No tenían derecho porque la ley lo prohíbe.
Y si ya lo hicieron, tienen que sacar las cláusulas abusivas de los contratos y tienen que
devolver la plata que nunca debieron haber cobrado. Ni un peso de más, ni un peso de
menos. Es decir, la solución completa. Así de simple.
Lo grave de este episodio es la señal al mercado: violar las reglas del juego es un buen
negocio (y en el límite es gratis). Veamos. Si una empresa hace cobros indebidos que
violan la ley del consumidor y la pillan, la van a invitar a una mesa de trabajo, donde le van
a pedir que ajuste su comportamiento hacia el futuro. Si hizo cobros indebidos, no hay de
que preocuparse, hizo un buen negocio porque lo indebidamente cobrado ganado está
(“no se pueden pedir de vuelta esos dineros” por que son un “hecho consumado”). Y en
todo caso, si le llegaran a pedir que devuelva la plata, no la sacó barata, ¡la sacó gratis!,
porque de multas no hemos escuchado nada. ¿Qué tal?
Al final del día, lo que esperamos de las autoridades es que le cuiden el bolsillo a los
consumidores (ya que los bancos tienen quien se los cuide) y que transformen en un
pésimo negocio no respetar los derechos de los consumidores.
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Cabreados del circo, cabreados de que se regalen los recursos del país con un Royalty
chanta, de que se defraude al fisco y con unas donaciones se pueda salir libre de polvo y
paja. Cabreados de que no haya reconstrucción en el sur, de que deje a niños con
tirosinemia, cuya vida depende de un remedio, abandonados a su suerte. Cabreados de
que no haya una Oposición ante todo esto.
Como país debemos ver el show de una Concertación (seamos justos, no toda la
Concertación, sólo la parte más poderosa, temerosa de primarias y defensora de intereses
mezquinos) que parece cada día más cómoda con la situación actual. No sólo NO HACE
una oposición fuerte y con convicción, sino que se vuelve cómplice de arreglines sucios
(¿qué mejor momento para sacar medidas de secretismo en las comisiones del
Congreso?). Quizás con la idea de que si a la larga algo sale mal, podrán levantar el dedo
acusador y ganar un par de votitos para las próximas elecciones... y bueno, si todo sale
bien, vamos sacándole el jugo a los beneficios.
Exigir una marcha ilustrada a un país que perdió todo rastro de escuchar y escucharse en
las calles y que, hasta hace unos meses consideraba una medida absurda e inútil protestar
pacíficamente en la calle, es darse con una autozancadilla. Esto no significa que la gente
tenga que salir desaforada a la calle a exigir porque sí. Pero es posible ver que algo pasó
ese día y es el inicio para que nosotros nos preocupemos de informarnos y de no tener
miedo al que dirán. 'La historia es nuestra'.
Esta es una oposición incipiente, que recién da sus primeros pasos, quizás algo
desorientados aún, pero el sentimiento de hastío es más fuerte. Es una Oposición desde
la guata, no desde la calculadora.
Si bien yo mismo soy testigo de que durante esas protestas Carolina Tohá cruzaba las filas
de personas que marchábamos en su camino a una reunión en La Moneda para tratar el
tema de Barrancones, me sorprende no tener noticia de que haya surgido una voz firme y
clara de gente concertacionista marcando oposición. Durante la huelga mapuche también
hubo algunos diputados concertacionistas que, brevemente, se sumaron a la huelga de
hambre, pero se echó de menos una acción más de bloque. Alinco fue de las pocas voces
de protesta frente a lo que pasó con el Royalty, al resto se les veía muy conforme. Hubo
quienes alzaron la voz frente a los niños con tirosinemia, pero la situación va de mal en
peor y nadie parece querer darle atajo.
Por la trampa del binominal es muy poco lo que se puede hacer sin esta Concertación, a la
que se le ve engordando en la UTI. El tiempo del shock post elecciones ya pasó, no hay
excusas para esta falta de acción. ¿O no bastó lo ocurrido en diciembre pasado para ver
que la gente no votará por ustedes por verlos como la opción menos mala que vendrá al
rescate? ¡Gánense el apoyo!
Una vez pasada la anestesia minera en el país, creo que bastarán una chispas para que de
nuevo veamos gente marchando en las calles, y gracias a Internet estos serán actos cada
vez más coordinados y en todo el país.
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Hay ideas. Ideas que se establecen, que perduran y a las que se les cavan trincheras
defensivas reales o imaginarias con mayor o menor aplicación. Ideas razonables y
sensatas, y otras que parecen serlo pero que no encierran otra cosa que un alambicado
mecanismo de prejuicios y miedos con un centro vacío y podrido.
Años más tarde, después de las revueltas iniciadas en el Bar Stonewall de Nueva York que
impulsaron la idea del “orgullo gay”, el presidente norteamericano Richard Nixon habló
sobre ambos asuntos. Nixon comentó que podía entender el matrimonio entre blancos y
negros, pero en cuanto a los matrimonios entre personas del mismo sexo fue más cauto y
lanzó un cálculo a largo plazo “supongo que sucederá el año 2000”. Erró unos años pero al
menos no recurrió a la escolástica de cocción rápida con la que se suele argumentar en
estos casos.
La igualdad tenía una frontera bien custodiada, y el límite estaba en una de las más
recurridas frases para frenar los cambios: “El país no está preparado”. Así lo dijo el
Presidente Lagos en 2004 en una entrevista en la que le preguntaron por el matrimonio
gay. Antes el país no había estado preparado para la democracia, tampoco lo había estado
para legislar sobre el divorcio, ni para ver una entrevista a Michael Townley. En su
momento tampoco lo estuvo para la educación pública, ni para la igualdad de los hijos
ante la ley. El país tampoco estuvo preparado para juzgar a Pinochet sino hasta que se fue
de viaje.
La idea de reivindicación gay en Chile ha tenido más que ver con la importación de
estereotipos para el ghetto de fin de semana que con plataformas políticas de derechos
civiles ampliamente respaldadas. Hubo proyectos, sí. Pero de esa clase de proyectos
destinados a entrar en el coma parlamentario ¿Qué harán con nosotros compañeros? Se
preguntaba Lemebel. Y la respuesta pareció ser “ignorarlos”.
En la última campaña presidencial la derecha chilena tomó una bandera que la izquierda
nunca se interesó en agitar más allá de una cita fugaz en un spot de campaña. Porque la
consideraba innecesaria, porque no le interesaba y porque no era parte de su propia
historia. El acuerdo de unión civil sustentado por parte de la derecha es un gesto tibio de
reconocimiento de una realidad, un gesto cojo, una mueca pero al menos una señal que
incluso tuvo un rostro con nombre y apellido en el spot de campaña de Piñera. En la
Concertación pasaron 20 años y eso jamás sucedió. Tampoco ha sucedido ahora que el
progresismo marque la diferencia y hable de igualdad, no de acuerdo sino de
matrimonio. Tal vez sea que Chile, como es habitual, nunca termine de estar preparado.
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Foto: Matrimonio Igualitario - pablodf
Huelga de hambre mapuche y la justicia del colonizador
7 de septiembre de 2010
Por José Marimán
Imagine que está sentado frente al televisor de su casa, rodeado por su familia, después
de una deliciosa cena, disfrutando de un relajado día junto a los que ama. De pronto, e
imprevistamente, se abren las puertas de su casa y ve entrar a su vecino –llamémosle
Estado- y su familia, todos armados hasta los dientes. Esto es lo que le dice: “vecino, las
cosas no andan bien. Nuestra casa se ha hecho pequeña para la familia. Varios de mis
hijos no tienen empleo ni posibilidades de tener casa propia para ellos y sus familias. Por
esa razón hemos decidido ampliarnos tomando parte de la suya. No se preocupe, todos
viviremos bien. Usted y su familia ocuparán una de las habitaciones y el resto las
dividiremos entre mis familiares. Coopere y seremos todos felices”.
Una situación como ésta, hipotética por cierto y más aún fantástica, supone un mundo sin
las más mínimas normas de cortesía. Ello podría dar lugar a una serie de respuestas.
Imagino que una de ellas podría ser rebelarse, levantar la voz, increpar y mandar al diablo
a los invasores o hasta tratar de usar la violencia para expulsarlos. Con cualquiera de sus
respuestas, usted se expone a la ira de sus conquistadores y de su nuevo orden. Son ellos
los que juzgan y sancionan sus acciones-reacciones.
Pues un hecho de las mismas proporciones, solo que REAL, fue lo ocurrido a los mapuches.
Un Estado, Chile (también Argentina, allende Los Andes), les invadió militarmente, les
expolió su territorio, y les incorporó políticamente sin siquiera preguntarles por su
consentimiento. Los mapuches han vivido desde entonces, ya más de un siglo, bajo las
reglas del nuevo orden o “pax” chilena. Y no sólo eso: no contentos con haberles dejado
la habitación más pequeña, o en un lenguaje historicista haberles dejado en reducciones
con tierras apenas para subsistir (diez por ciento de su territorio más/menos), pronto
inescrupulosos latifundistas chilenos con el soporte y complicidad de la policía, la
justicia y los políticos, fueron jibarizando esas tierras reduccionales, hasta cercenar un
cuarenta por ciento más/menos.
La historia de la relación de los mapuches con el Estado chileno tiene más pormenores,
por cierto. La huelga de hambre que llevan a cabo algunos de ellos en las cárceles del sur
de Chile, se inscribe como un capítulo más de este conflicto étnico de nunca acabar. La
lectura que hacen los mapuches en huelga de hambre de la situación que los tiene hoy
en esa actividad de desobediencia civil, es que la justicia del colonizador está tratando
de justificar una acción de beligerancia, en una guerra que aún el Estado desarrolla en su
contra, con el propósito de terminar de doblegar su resistencia al robo histórico del que
fueron objeto, la rapiña y la violación de sus derechos como nación etnocultural, e
imponerles el “orden” de la “pax chilena”. Es cosa de ver entrevistas a huelguistas y
opiniones de cercanos.
Para los mapuches, y para quienes no vean el conflicto bajo las anteojeras del
nacionalismo asimilacionista chileno, la justicia funciona con un doble estándar en Chile,
pues sanciona a los mapuches con leyes que no aplica a otros “ciudadanos”, dándoles a
ellos el trato de seres de segunda categoría o “colonizados”. Por ejemplo, para con ellos
no hay debido proceso ni proceso justo (se usan testigos encapuchados), y hay prisiones
preventivas que mantienen a algunos tras las rejas por casi dos años, sin que nadie les
desagravie cuando se prueba la falsedad de las acusaciones. A los mapuches,
Carabineros los tortura, incluyendo niños y ancianos, y hasta los asesina por la espalda
(hay varios casos de estos), sin pasar por alto que numerosas de sus acusaciones se basan
en montajes para implicarlos. Se les aplica la ley antiterrorista por actos que en otras
partes del mundo no pasan por tal, y algunos son juzgados por tribunales militares y
civiles a la vez (doble juicio), por delitos similares a los que cometen chilenos protestando
por otras razones, como es tirar piedras o escupitajos a los policías y sus carros de
combate.
En fin, en este país con delirios de primer mundo, los abusos de todos los tiempos hacia
las minorías étnicas no han cesado, recordándonos que seguimos en la cloaca del tercer
mundo, un mundo de dictadorcillos o autoridades políticas autoritarias (¿cuál democracia
para las minorías?). Un mundo de enormes desigualdades y de racismo descarado.
Los activistas sociales mapuches que luchan por recuperar lo que una vez les arrebató el
Estado violentamente y luego latifundistas chilenos sinvergüenzas, son perseguidos
como si se tratara de “terroristas”.
Al fin y al cabo, en situaciones coloniales, así opera la justicia del colonizador: contra el
colonizado.
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Uno.
Me entero, a través del elquintopoder.cl que, luego del primer día de espectáculo
lumínico bicentenario en La Moneda, hubo una estampida que bien pudo pasar a
mayores. El día martes, cuando fui yo, no pasó nada de eso, y el acto quedó desnudo en
su ramplonería, amnésico e indiferente del edificio que honraba. ¿Es posible que se haga
un acto conmemorativo sobre nuestra patria sin que se reflexione sobre nuestra
desigualdad, nuestros pueblos originarios, nuestra historia democrática y nuestros
desaparecidos? ¿Tiene algún sentido utilizar nuestro Palacio de Gobierno como telón de
fondo para las luces si no se va a hacer una sola mención a su bombardeo, a su
resistencia, a su significado republicano? ¿Es una apuesta ideológica perniciosa repetir
cinco o seis veces, antes y después de las luces, que lo importante es “mirar al futuro” y
que “trabajando en forma dura y honesta” haremos un mejor Chile? ¿Por qué
“trabajando” y no “reuniéndose”, “enjuiciando” o “educándose”? ¿Qué hacía que el
contenido del espectáculo fuera bicentenario? ¿Qué hubiera impedido hacerlo en otro
mes cualquiera? ¿Es representativo de Pablo Neruda, senador comunista, perseguido en
su momento por el Estado Chileno, hacerlo hablar acerca de cómo quedó su casa
después de un terremoto, lamentándose por los trastos rotos? ¿Le hace justicia a
Violeta Parra, muerta en una sociedad que en su momento la ignoró, representarla con
uno de los pocos versos apolíticos de sus canciones, sampleados con sintetizadores? ¿El
mar de Chile es una ballena que avanza o la depredación de las costas? ¿Isla de Pascua
es un pueblo en plena crisis con el Estado chileno o un Moai coquetón? ¿El progreso de
Chile es un ferrocarril o la Universidad de Chile? Ese día, en el centro de Santiago, sentí
que me robaban la luz.
Dos.
Tres
Cada tanto, se descubre que los ricos también tienen sus lunares. No es que la
investigación periodística alcance como para enfrentar a los dueños de los bancos, Isapres
o AFPs. No es que alguien se ilumine y le dé por buscar la droga en ciertos locales
nocturnos en Providencia en vez de entrar detracito de Investigaciones a una población.
Lo que ocurre es que existen ricos que se cuelgan del tendido eléctrico para no pagar.
Aprendí a leer hace algo más de dos décadas, y sin llevar la cuenta, recuerdo siete u ocho
oportunidades anteriores en que se ha repetido la misma escena de estupor ciudadano y
carabineros que entran a las casas con las precauciones del novio en su primera cita, para
escuchar del circunspecto dueño que “no se le había ocurrido” que no era normal que la
cuenta de la luz le saliera dos lucas. Los ricos también nos roban la luz, qué duda cabe.
Otra cosa es que la televisión nos muestre que el delito es aquella cosa que ocurre en los
pasajes angostos que vinculan casas bajas y pareadas.
Cuatro.
A propósito de Punta Choros: primero apagan la luz de las protestas, luego apagan la luz
de los responsables de la autorización, y finalmente el presidente hace un arreglo con un
privado, lejos de la luz.
Cinco.
¿Existe algo más grosero que la luz de reflector televisivo que se ha puesto día y noche
sobre los mineros enterrados, sus familias y los aparecidos que van a dejar chucherías a la
mina?
Seis.
Cada uno podría sumar una escena en la que la luz falta o sobra, en que la roban o la
corrompen. Basta con mirar y postear.
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Foto: www.puraenergiapurochile.cl