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¿EXISTE REALMENTE EL TIEMPO?
Por Andrés Masa Negreira | 19 septiembre 2013 | CIENCIA | 0 
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Los científicos calculan que han pasado unos 4.500 millones de años
desde el nacimiento de la Tierra. Un período inabarcable para nuestra
especie, ya que datos recientes apuntan a que el Homo sapiens surgió
hace solo unos 190.000 años. Pero la historia del Planeta Azul no es tan
larga si se interpreta en la escala del universo. Por ejemplo, se queda
más bien corta al lado de las vidas de las estrellas.
Si parpadeas, te pierdes el Big Bang
Entre esas estrellas están las enanas blancas. Nadie ha visto la muerte
de ninguna porque son más longevas que el propio universo. Su
existencia escaparía a la comprensión de la propia Tierra si esta tuviera
conciencia del tiempo. En el otro extremo de la escala temporal, donde
los sucesos son extremadamente rápidos, el universo también desafía
nuestra mente. Según la teoría del Big Bang, las partículas elementales
tardaron menos de una milésima de segundo en aparecer.
Si pudiéramos ver el fenómeno en un laboratorio, un parpadeo a
destiempo bastaría para perdernos la creación del nuevo cosmos.

LA ESPECIE HUMANA TIENE MENOS DE VEINTE AÑOS


GALÁCTICOS DE EXISTENCIA, QUE EQUIVALEN A 4.500
MILLONES DE AÑOS TERRESTRES
En el universo, todo es cuestión de escalas. Abrumadoras, pero
medibles. “Cuando se habla de Astronomía hay que cambiar la escala de
tiempo, de la distancia, de las masas…”, observa el presidente de la
Sociedad Española de Astronomía, Javier Gorgas. “Si digo que una
galaxia tiene mil millones de años, mis colegas entienden perfectamente
que es muy joven”, añade.

El tiempo humano
La danza cíclica de las estrellas marca la pauta de los calendarios. La
Tierra tarda 365,25 días en dar una vuelta alrededor del Sol, así que
medimos el tiempo en ciclos compuestos por tres años de 365 días y
otro bisiesto de 366. Los astrónomos emplean esta división para
estudiar períodos de miles de años y de gigaaños (cada uno equivale a
mil millones de años). La vida de las estrellas y la edad del universo son
períodos que se adaptan bien a esta escala.

Pero una medición cuidadosa confirma que 365,25 días es una cifra
demasiado redonda para ser exacta. Se puede tomar el Sol como
referencia o fijarse en las otras estrellas. El resultado varía en ambos
casos. El tiempo que transcurre entre dos pasos del Astro Rey por el
meridiano equivale a un día solar, mientras que el que tarda una estrella
en ocupar la misma posición en el firmamento respecto al día anterior se
conoce como día sidéreo. Este último es 4 minutos más corto. El
mismo principio se emplea para discernir entre año solar y año sidéreo.
El primero dura 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45,9 segundos, mientras
que el sidéreo es 20 minutos más largo.
LAS AGUJAS DE UN RELOJ SE MUEVEN MÁS LENTAS EN LOS
PISOS BAJOS DE UN EDIFICIO
Este desfase se debe al movimiento de precesión de la Tierra. El Polo
Norte no está fijo, sino que describe un amplio círculo cada 25.776 años:
cada vuelta se denomina año platónico. El movimiento provoca que el
punto del espacio que señala el norte de la Tierra, desde el que se
definen las coordenadas, se mueva lentamente a lo largo de los
milenios. Los 20 minutos extra del año sidéreo corresponden al tiempo
que tarda la Tierra en recuperar la desviación que acumula cada año
solar a causa del movimiento de precesión.
Por último, también puede medirse en función del tiempo que hay entre
dos pasos sucesivos de la Tierra por su perihelio. Este período es 4
minutos más largo que el año sidéreo, y recibe el nombre de año
anomalístico.

El vals orbital de la Tierra y el Sol marca el paso de los días y de los años
que percibimos claramente, pero solo las observaciones astronómicas
pueden desvelar una danza aún mayor que se celebra en nuestra propia
galaxia.

El año galáctico
Nuestro Sistema Solar da una vuelta alrededor del centro galáctico cada
225 millones de años solares. Cada giro es un año galáctico, que resulta
una medida difícil de comprender. “Existen ciertas incertidumbres sobre
la duración del año galáctico, porque el Sol podría frenarse al pasar por
una zona de mayor densidad y acelerarse en otras regiones, pero está
entre los 225 y los 250 millones de años”, detalla Gorgas. La Tierra y el
Sol tienen unos 20 años galácticos, y el universo, alrededor de 60.

La Luna se formó poco después del primer año galáctico de vida de


nuestro planeta. La corteza terrestre se solidificó hacia su tercer año
galáctico, y en el quinto, con más de mil millones de años solares a sus
espaldas, la Tierra dio la bienvenida a las primeras células procariotas.
Las eucariotas, aquellas que disponen de núcleo y que son las que
organizan las formas de vida complejas, llegaron siete años galácticos
después. Los homínidos irrumpieron en la historia poco antes de que la
Tierra cumpliera 20 años galácticos, o sea, los 4.500 millones de años
que tiene ahora. Pero aunque los astrónomos se mueven cómodamente
en miles de años y en gigaaños, también hay escalas más cortas que
precisan mediciones más exactas.

El papel del segundo


“Es complejo medir el paso del tiempo con mucho cuidado”, indica
Gorgas. La Tierra no gira siempre a la misma velocidad respecto al Sol, y
los efectos de la gravedad de la Luna influyen en su recorrido y, por
tanto, en la duración del día, aunque solo se trate de segundos. Por eso,
a efectos prácticos, se emplean relojes atómicos.

“El segundo se puede definir mediante las vidas medias de los


elementos radiactivos o tomando como base cuestiones básicas de la
física que son iguales en todo el universo”, explica Gorgas. Y los relojes
atómicos aportan la precisión necesaria para dar cuenta de fenómenos
como los púlsares, que son estrellas de neutrones que están girando en
períodos de milésimas de segundo.
Pero ni siquiera el segundo es definitivo. Como predice la teoría de la
relatividad, el tiempo avanza más o menos deprisa en función de la
velocidad del observador respecto al objeto y de la fuerza de gravedad.
“Es algo que preocupa a la Física moderna”, admite Gorgas. Por eso,
todos miran hacia el origen del universo, cuando las leyes que rigen las
escalas grandes y las más pequeñas de la física cuántica convivieron un
instante.

Tal vez ahí estén las claves para desentrañar ese compañero que todos
afirman comprender, aunque no sepan definirlo.

Saber si está dispuesto a darse a conocer relativamente pronto en algún


experimento de los que se están realizando actualmente es cuestión de
tiempo. Pero, ¿cuánto?

Alteraciones temporales
El tiempo pasaría más lento para un astronauta que volara a la
velocidad de la luz que para el piloto de un coche deportivo. Si te dan a
elegir, es una buena opción trabajar en las plantas más altas del edificio,
ya que la gravedad pesa en las agujas del reloj y hace que se muevan
más despacio en los pisos inferiores. El mismo efecto, predicho por la
teoría de la relatividad, es más sorprendente en el espacio. “Cerca de
los objetos muy masivos, como las estrellas de neutrones, el tiempo se
ralentiza, y cerca de un agujero negro se para del todo”, explica el
catedrático de Astrofísica Javier Gorgas.

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