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Como Leer Un Texto Dramatico PDF
Como Leer Un Texto Dramatico PDF
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El lector y el medio
La escenografía y la atmósfera
En el texto Las tres hermanas de Chéjov, el narrador
empieza con la descripción del escenario, y ya hemos
obtenido mucha información antes de que se digan
las primeras palabras. Éstas son las instrucciones que
da Chéjov:
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Si se han seguido estas instrucciones, primero
formaremos una impresión compuesta, enfocando
gradualmente los contrastes y detalles. Al mismo tiem
po, ai observar los rostros de las tres mujeres, adver
tiremos las diferencias entre ellas en su manera de
vestir, su actitud y estado de ánimo. Sin darnos cuenta
de que nuestra atención se está dividiendo entre ellas
y el fondo, registraremos la apariencia total del cuar
to y los muebles, la luz del medio día que hay afuera,
la sala visible detrás de las columnas y la mesa prepa
rada. Antes de empezar a concentrarnos en el diálogo,
en pocos segundos nos hemos formado una impre
sión vaga que se aclarará cuando la escena continúe.
Nuestros oídos están al tanto de las palabras, mien
tras que nuestros ojos siguen recogiendo detalles.
Cuando leemos el texto dramático, corremos el
riesgo de perder gran parte de la atmósfera y del im
pacto emocional que la escena puede provocar. Es
como leer la descripción que el pintor hace de su obra,
en vez de observar la pintura. Podemos leer las aco
taciones en letra itálica como si fueran un párrafo
descriptivo inicial en una novela; o quizás, aun más so
meramente, pensar que el texto dramático no empieza
sino hasta que llegamos al diálogo. Si una novela co
mienza con una descripción, el escritor puede seguir
introduciendo cláusulas adicionales en su narrativa para
recordarnos la información que ha dado. Si él usó fra
ses moderadas como “centelleando en la brillantez” o
“mirando tristemente hacia la esquina oscura", ni si
quiera pensaríamos que se está repitiendo. El drama
turgo no considera necesario estar recordando. Él asu
me que la escenografía, la iluminación, el vestuario y
la atmósfera que se ha producido apoyarán com nula
mente las palabras, como el acompañamiento orquestal
a una canción.
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Lo que podemos hacer al leer un texto dramáti
co es realizar un esfuerzo consciente para asimilar la
acotación inicial como si fuéramos arquitectos que
consideran la descripción hecha por el cliente de la
casa que quiere que le diseñen. Él sólo puede catalogar
los puntos relevantes, pero nosotros (“arquitectos”)
debemos acomodarlos cuidadosamente en una ima
gen mental viva que permanecerá con nosotros a lo
largo de la plática.
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lector algunas veces estarán muy claras y otras, muy
oscuras. En ocasiones, ellas se desvanecerán por com
pleto dejándolo únicamente consciente de las palabras.
En los momentos en que el texto cobra vida en su
imaginación, la vista y el oído interno estarán invo
lucrados activamente. Las voces y las inflexiones escu
chadas pueden pertenecer a los personajes que se
imagine o a los actores imaginarios que representan
a esos personajes. De nuevo él puede estar movién
dose entre las dos posibilidades y su imaginación, una
vez más, estará trabajando mejor en algunos momen
tos que en otros.
Una de las ventajas de imaginar actores en escena
(en vez de personajes en un espacio) radica en que
es más probable recordar los problemas básicos del
dramaturgo para llenar el espacio a su disposición. Un
novelista puede mantener a su personaje solo e in
móvil durante 20 páginas, siempre y cuando el fluir
de su pensamiento esté transcurriendo de manera in
teresante. Un texto dramático puede contener muchos
parlamentos largos, pero no es probable que conten
ga muchos soliloquios largos, ni que cuando haya
más de un personaje en escena, el lector necesite to
marlos a todos en cuenta. La tendencia es concentrar
se exclusivamente en quien está hablando. Un per
sonaje que esté escuchando -o no- puede contribuir
en gran medida en los efectos teatrales. En Hamlet (acto
uno, escena dos) en el salón de palacio, el príncipe
permanece en silencio, pero de ninguna manera deja
de ser importante durante las primeras 64 líneas del
diálogo. Puede estar vestido de negro, lo cual contras
taría con los colores vistosos de la ropa de los cor
tesanos, o estar sentado a cierta distancia del rey y la
reina; de cualquier modo, su silencio, su melancolía
y su indiferencia pueden causar el mismo impacto
teatral que algún parlamento que Shakespeare le lui-
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biera escrito. Los demás están pendientes de las pala
bras del rey, esperando la oportunidad de congraciarse
con él, asintiendo o murmurando su aprobación, o
riendo servilmente de sus bromas. El desamor de Ham-
let lo puede convertir en el personaje más interesante
del escenario.
Éste es un caso extremo, pero el buen lector casi
nunca puede permitirse el lujo de olvidar a alguno de
los personajes en escena. Si ellos no están hablando,
¿qué están haciendo?
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Acotaciones
Las acotaciones necesitan ser tratadas con la misma
imaginación que las descripciones de los escenarios.
Al leer la secuencia del duelo en Hamlet, el ojo está
expuesto a deslizarse rápida y desagradablemente so
bre acotaciones tales como: Ellosjuegan, La renia cae,
apuñala al rey. El problema para el lector es visual y
emocional. Además de los cortesanos, los asistentes y las
damas, hay seis personajes en escena: Hamlet, Horacio,
el rey, la reina, Laertes y Osrico. El movimiento gira rápi
damente alrededor de las dos trampas colocadas pa
ra acabar con la vida de Hamlet: hay veneno en una
de las espadas y el veneno que el rey pondrá en
una copa de vino. Con la posible excepción de Ho
racio, desde que empieza el duelo los seis persona
jes se mueven demasiado. Tres de ellos mueren en
las 23 líneas y Hamlet en las 27 siguientes. El lector
necesita tener una impresión de los cambios de lu
gar, expresión facial y tono de voz. Pero el elemento más
difícil para él es imaginar el involucramiento emocio
nal del público dentro de la acción física.
La acotación ellos juegan no sugiere nada de la
emoción que puede surgir durante varios minutos al
observar un duelo siniestro. Cualquiera que haya sido
la provocación previa, Laertes ahora se coloca en una
posición censurable al convertirse en un instrumento
voluntario del rey sin escrúpulos. El noble príncipe
está peleando contra el cómplice de un asesino. La
acotación apuñala al rey requiere un mayor esfuerzo
de la imaginación. Éste es un punto crucial de la tra
gedia. Por fin, Hamlet está vengando el asesinato de
su padre y la seducción de su madre. Al mismo tiem
po, está asentando un golpe que corta todas las demás
ataduras que han unido la trama. Directa o indirecta
mente, el rey ha causado la muerte de Polonio, Ofelia,
Laertes, la reina y Hamlet. Incluso para el lector, la
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acotación es satisfactoria, porque señala que al fin se
ha hecho justicia; pero durante la representación el
deseo del público de que se castigue al villano se ha
fortalecido por luchas incomparablemente más pode
rosas de compasión y de odio. El lector, a solas con
su libro, no debería olvidar lo emocionado que estaría
el público Victoriano silbando al villano y aplaudiendo
al héroe valeroso del drama. Hamlet puede ser aun
más emocionante. En cualquier obra de teatro las
emociones que el escritor trata de generar están am
pliamente sujetas a una reacción colectiva, pero el in
dividuo aislado puede formar una impresión viva de
las emociones si usa su imaginación.
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E fectos de sonido
El aumento de la tensión
Al igual que con la acotación apuñala al rey, el lector
que está tratando de imaginar el impacto teatral de
un efecto de sonido siempre debe considerarlo en el
contexto de un momento en desarrollo. Tomemos un
ejemplo.
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T eatro mental
D ónde acentuar
El ejemplo de Hedda Gabier nos mostró que un texto
puede ofrecer una amplia variedad de opciones. To
mando un ejemplo más simple -p o r un momento
ignoremos todos los factores visuales- consideremos
sólo el uso de la voz. En la pregunta de 15 palabras:
“¿Seguramente no me está diciendo que me vaya por
que ellos podrían llegar juntos otra vez?”
Sólo la palabra “que” no podría ser acentuada con
el acento principal. Los 14 acentos posibles son igual
mente legítimos y producen sendos significados que
no son muy diferentes, pero tampoco son los mismos.
Si uno oye la oración en una puesta en escena, no se
nos ocurriría que el actor, al optar por esa lectura, ha
ya rechazado las otras 13 opciones, pero si esto ocu
rriera, uno no tendría tiempo de pensar cuáles eran
las otras. También existe la pregunta de qué tan mar
cado es el acento, y si una de las otras palabras que se
va a enfatizar, aunque subordinadamente, tendra ma
yor peso que las demás. Y todavía no liemos mencio
nado las posibilidades de tono, tiempo y ritmo. El
habíanle podría ser compasivo o sarcástico, indiíeren
le o divertido, o podría estar preocupado o enojado.
Si, como en el ejemplo de 15 palabras, uno puede
depender del director y del actor, ¿qué tan grande es
el papel que ellos juegan al interpretar un guión com
pleto? En la novela hay bastante terreno para la os
curidad y ambigüedad. Frecuentemente, los críticos
no están de acuerdo con sus interpretaciones, pero
es más fácil para el escritor ser explícito acerca de lo
que ocurre dentro de la mente de sus personajes. Él
nos puede decir cuándo uno entiende, malinterpreta
o fracasa al comprender lo que el otro está diciendo,
y puede explicar las deducciones que cada uno hace
del comportamiento del otro. Por otro lado, el dra
maturgo puede escoger y escribir mintiendo, sonrien
do o titubeando en las acotaciones; pero existe un
límite reducido en la cantidad de información que
puede transmitir de esta manera. El medio tiende a
ejercer presión sobre él para que haga aseveraciones
a través del diálogo, dejando que sea interpretado de
manera diferente en cada producción. Esto podría
considerarse una limitación del medio, pero un gran
artista, usualmente, puede volver las limitaciones en
ventajas. La riqueza de los textos de Shakespeare,
Chéjov y los mejores de Ibsen radica, hasta cierto
punto, en las ambigüedades que sólo un lector cui
dadoso puede explorar completamente.
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do se arrojan hacia el canal del molino? ¿Rui qué
debería usted limitarse a la ama de llaves quien, por
medio de un soliloquio, describe lo que esta mirando
por la ventana?
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explotada comercialmente. Una película de El jardín
de los cerezos que termine con taladores cortando a
hachazos el bello árbol nos estaría mostrando algo
que sería mejor no ver.
¿Y en las descripciones de acción fuera del esce
nario en los monólogos de Shakespeare? Cuando us
ted lee la secuencia final del acto IV, escena siete de
Hamlet, ¿usted imagina a la reina mientras está ha
blando y las reacciones del rey y de Laertes, o ve la
imagen que sus palabras evocan?
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lia. Sin dejar de oír las palabras, también oímos la can
ción de Ofelia antes de morir. Cuando estamos leyen
do, el equilibrio entre las dos descripciones y las dos
series de sonidos puede ser diferente; pero las cua
tro deberían estar presentes en nuestra imaginación.
Al ver la película de Hamlet realizada por Laurence
Olivier, podíamos haber pensado que era de mal
gusto mostrar a Jean Simmons flotando decorosamen
te entre las hojas de la enredadera y las flores acuá
ticas silvestres, pero las secuencias fílmicas imaginarias
que intercalamos al estar leyendo, armonizan perfec
tamente con nuestro propio gusto.
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experimente el lector. El público estará consciente de
ellos todo el tiempo; el lector se acuerda del árbol
únicamente cuando Vladimir y Estragon se preguntan
si están esperando cerca del árbol correcto donde ellos
convinieron encontrar a Godot; cuando tratan de col
garse de él y cuando lo examinan en el acto dos.
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Lectura d e un texto DRAMATICO !'< >l< PLACER
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lista acotación no fue escrita para el director,
quien no se va a preocupar por los dioses griegos, o
por el pelo castaño claro cuando asigne los papeles;
ni para el actor, quien no va a calcular qué tan abier
tos tendrá los ojos cuando actúe; sino para el lector,
quien necesita estar entretenido y verse favorecido
para visualizar con un máximo de precisión.
En la carta a Trebitsch, Shaw afirmaba que “una
de las cosas más importantes que ha hecho Inglaterra
es realizar una reforma en la publicación de textos dra
máticos”. Ciertamente, él hizo más que ningún otro
dramaturgo para reinstalar el drama con el público
lector; y el hábito por la lectura de textos dramáticos
ha llegado a ser aún más generalizado de lo que es
taba cuando él murió en 1950. Dramaturgos exitosos
hoy en día pueden encontrar con facilidad a un edi
tor. y las obras de teatro más exitosas pueden vender
se a razón de 15 a 25 mil copias por año.
Cuando la obra de teatro El baile del sargento Mus-
grave, de John Arden, fue representada en la Corte
Real, en 1959, se escenificó ante muy poca concu
rrencia. Aunque ha sido puesta en escena por Peter
Brook en París, revivida en la Corte Real y por com
pañías de repertorio, no puede halier sido vista por más
de unos cuantos miles de personas; mientras que,
quizás, unos cientos de miles de ejemplares de la edi
ción impresa han sido vendidos, muchos a bibliotecas,
lo que probablemente significa que el texto ha sido
leído al menos cientos de veces más que el número de
personas que lo han visto en una representación.
Pero el dramaturgo contemporáneo no ha copia
do la práctica de Shaw de tratar de comunicarse direc
tamente con sus lectores. Las acotaciones aún están
impresas con una economía casi telegráfica, y el he
cho de que los lectores no se desanimen prueba que
están dispuestos a usar su imaginación.
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Resumiendo
lodo lo que lie dicho en este libro podría resumir
se en la oración “Imagine una puesta en escena lo
más vividamente que pueda”. En la situación cultu
ral en la que nos encontramos ahora, la televisión re
presenta una de las muchas presiones que nos lle
van a usar menos nuestra imaginación. Es más fácil
prender la televisión y ver una serie, que leer un texto
dramático. Pero cuando leemos -como cuando oímos
una radionovela- encontramos un gran placer que se
habrá de derivar al permitir que nuestra imaginación
haga el trabajo de colaborar con todos los elementos
visuales.
Por favor, sáltese el resto de este capítulo si no le
gustan las repeticiones, tampoco quiero que mi resu
men práctico de los 10 capítulos suene como los Diez
Mandamientos. Pero para aquellos a quienes les gus
taría tener un resumen de este libro, aquí está:
1. Trate de recordarse a usted mismo cómo se ve
ría el escenario, qué tipo de atmósfera evocaría, cómo
la acción llenaría el espacio, cómo los impactos -si
multáneos o por separado- afectarían al público. Lea
todas las acotaciones con especial cuidado.
2. Con los electos de sonido, trate de imaginar la
cualidad del sonido y la forma en que podría ayudar
al desarrollo hacia el clímax.
3. Trate de que su mente esté tan receptiva como
sea posible al aumento de los ritmos de la obra y las
relaciones entre ellos.
4. No considere las palabras al pie de la letra. Su
función principal pudiera ser alcanzar, a través de
ellas, lo que yace debajo.
5. Trate de pensar más en la identidad y la ma
nera como se presenta físicamente a los personajes.
6. Nunca psicoanalice las motivaciones de los per
sonajes como si fueran gente real.
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%
7 Tóm ese su tiem po para explorar las am bigüe
dades de un guión y no trate de cerrar las preguntas
que el dramaturgo desea que perm anezcan abiertas.
Usted puede tenerlas en am bas formas.
8. Explore y explote todas las oportunidades del
teatro mental. I.os mejores actores y los teatros me
jor equipados del mundo tienen sus limitaciones. Su
imaginación puede hacer todo lo que usted le permi
ta. Sea generoso con ella.
9. Busque los silencios, estén o no señalados en
las acotaciones. I.as preguntas sin contestar, las pe
ticiones ignoradas, las líneas de verso libre interrum
pidas y los cambios de tono, tienen la misma impor
tancia que las “pausas” o “silencios".
10. Un texto dramático no siempre significa lo que
el escritor intenta que signifique. El significado es la
fuerza resultante que em erge de las palabras, los si
lencios y todos los dem ás elem entos y de todas las
relaciones que se desarrollan entre ellas.
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