RESUMEN CAPITULO 3: LA CRÍTICA COMUNITARISTA AL LIBERALISMO Y
SU CONCEPTO DE COMUNIDAD.
En las tres décadas que siguieron al fin de la segunda guerra mundial, lo
comunitario pasó a segundo plano, esto estuvo asociado a los exterminios y políticas opresivas de los regímenes (nazis, fascistas y comunistas) hacia judíos y gitanos. Por otro lado bajo las miradas de las ideologías de la modernización y sucesión de modos de producción, las formas comunales no tenían importancia ya que ambas consideraban que estas formas iban a desaparecer.
Este descuido por la comunidad terminó a finales de la década del setenta en el
mundo académico anglosajón. Posteriormente, surge el debate liberal- comunitarista y este se da en el campo de la filosofía política y ha encontrado repercusiones en el campo de las políticas públicas frente a las minorías. A pesar de que existen discusiones del concepto de comunidad en el ámbito liberal y comunitarista, ninguno da definiciones precisas de lo que entienden por comunidad.
El liberalismo surge el en siglo XVIII como respuesta a la monarquía y a los
privilegios hereditarios. Estos son algunos de los liberales más famosos de esa época: John Locke, Adam Smith, Immanuel Kant, etc. Lucharon contra la violencia religiosa y abusos de la monarquía. En la actualidad, encontramos a John Rawls, el cual expone lo siguiente: “El liberalismo es una apuesta por el respeto mutuo que permite la convivencia pacífica de personas con distintas concepciones de la vida buena”. También varios expositores comparten algunas características básicas que son: el constitucionalismo, la defensa de los derechos individuales (como libertad de expresión y propiedad) y algún tipo de prioridad de estos derechos básicos sobre los derechos del bien común.
Hacia 1982 Michael Sandel acuña el término “comunitarismo” e inicia oficialmente
el debate. Entre los expositores actuales del comunitarismo encontramos a Charles Taylor, Michael Sandel, Alasdair MacIntyre, Michael Walzer, etc. Uno de los debates internos gira entorno a la justicia, donde se dice que se debe hacer más énfasis en el bien común que en los derechos individuales. Por otro lado, se pueden identificar un par de rasgos que identifican a los comunitaristas: la defensa de la vida comunitaria frente a los derechos individuales y la idea de que el Estado debe intervenir en la construcción de las concepciones del bien.
A manera de conclusión se puede decir que ambas corrientes (liberalismo y
comunitarismo) comparten principios como el reconocimiento de los derechos humanos o una mejor distribución de los bienes, ambos aceptan además “…la existencia de valores morales que inspiren, en última instancia, la elaboración de normas jurídicas destinadas a garantizar una convivencia armónica entre ciudadanos” (Rodríguez, 2010: 206). Por eso aseguran que es necesario un tipo de política que propicie una comunidad de valores en la que cada individuo adopte compromisos colectivos como la reciprocidad, la confianza y la solidaridad. Estos valores no pueden ser alcanzados por una sociedad compuesta por un agregado de “átomos” que buscan únicamente su propio interés, por lo que se debe tener al menos una noción de bien común y ciertos vínculos afectivos que permitan la sana convivencia.