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-Oír que debes convencerte a ti mismo te vuelve automáticamente más racional.

¿Cómo te puedes convencer


de que eres un ensoñador, cuando sabes que no lo eres? Intentar abarca dos cosas: el
acto de convencerte a
ti mismo que verdaderamente eres un ensoñador, aunque nunca hayas ensoñado, y el
acto de estar
convencido.
-¿Quiere usted decir, don Juan, que debo decirme a mí mismo que soy un ensoñador, y
hacer todos los
esfuerzos imaginables para creerlo? ¿Es eso lo que usted quiere?
-No, no es eso. Intentar es mucho más simple, y al mismo tiempo, infinitamente más
complejo. Requiere
imaginación, disciplina y propósito. En tu caso, intentar significa que adquieres la
indiscutible certeza corporal
de que eres un ensoñador. Sientes con todas las células de tu cuerpo que eres un
ensoñador.
Don Juan añadió, en tono de broma, que él carecía de suficiente energía para hacerme
otro préstamo, y que
yo debía llegar a mi cuerpo energético por mi cuenta. Me aseguró que intentar la
primera compuerta del
ensueño era uno de los medios descubiertos por los brujos de la antigüedad para llegar
al cuerpo energético y
entrar en la segunda atención.
Después de decir esto, prácticamente me ordenó que me marchara y no regresara
hasta que hubiera
intentado la primera compuerta del ensueño.
Regresé a casa, y cada noche, por meses, me iba a dormir intentando con todo mi
esfuerzo darme cuenta de
estar quedándome dormido y ver mis manos en mis sueños. La otra parte de la tarea:
convencerme a mi
mismo de que era un ensoñador y de que había llegado a mi cuerpo energético me fue
totalmente imposible.
Una tarde, mientras tomaba una siesta, soñé que estaba mirando mis manos. El
impacto fue suficiente para
despertarme. Este sueño resultó único. No pude repetirlo. Tuve centenares de otros
sueños en los que me fue
imposible verme las manos y mucho menos darme cuenta de que me estaba quedando
dormido. Sin embargo,
empecé a tener una vaga conciencia, en mis sueños, de que debería estar haciendo
algo, pero no podía
acordarme lo que era. Esta sensación cobró tal fuerza, que me hacía despertar a todas
horas de la noche.
Le conté a don Juan acerca de mis vanas tentativas de cruzar la primera compuerta del
ensueño.
-Decirle a un ensoñador que encuentre en sus sueños un objeto determinado es un
subterfugio -dijo-. El
asunto es darse cuenta de que uno se está quedando dormido. Y hacer esto no es
posible, simplemente
ordenándose a uno mismo hacerlo, sino sosteniendo la vista de cualquier cosa que uno
esté mirando en su
sueño.
Me dijo que los ensoñadores echan fugaces vistazos a todo lo que está presente en un
sueño. Si enfocan su
atención de ensueño en algo específico, usan este enfoque como punto de partida.
Luego la enfocan en otros
objetos del sueño, regresando al punto de partida cuantas veces les sea necesario.
Después de un inmenso esfuerzo encontré manos en mis sueños, pero nunca eran las
mías. Eran manos que
solamente parecían pertenecerme; manos que cambiaban de forma, volviéndose a
veces espeluznantes. El
resto del contenido de mis sueños era por lo regular estable y placentero; y podía
sostener la vista de cualquier
cosa en la cual enfocara mi atención de ensueño.
Seguí así por meses, hasta un día en el cual mi capacidad de ensoñar cambió,
aparentemente, por si sola.
No hice nada en especial, aparte de mi constante determinación de estar consciente
del acto de quedarme
dormido y de encontrarme las manos.
Soñé en esa ocasión que estaba de visita en mi ciudad natal. No era que la ciudad de
mis sueños se
pareciera a mi ciudad natal, pero de alguna manera, yo tenía la convicción de que si lo
era.
Todo empezó como un sueño común y corriente, aunque muy vívido. Luego, la luz
aumentó. Las imágenes
se volvieron más nítidas. La calle por la cual caminaba de repente era más real de lo
que era un momento
antes. Me empezaron a doler los pies. Para entonces podía yo sentir que los objetos del
sueño eran
absurdamente duros. Por ejemplo, al tropezar con la rodilla en una puerta, no
solamente experimenté dolor en
la rodilla sino que también mi torpeza me enfureció.
De un modo muy real, caminé en esa ciudad hasta quedar completamente exhausto. Vi
todo lo que pudiera
haber visto si hubiese sido un turista caminando por las calles de cualquier ciudad. Y
no hubo absolutamente
ninguna diferencia entre esa caminata de ensueño y cualquier otra de las tantas que
verdaderamente efectué
por las calles de ciudades reales que visité por primera vez.
-Creo que te saliste un poco del marco -dijo don Juan, después de escuchar mi relato-.
Todo lo que se
requería era tomar conciencia de que te estabas quedando dormido. Lo que hiciste
equivale a tirar la pared al
suelo para aplastar un mosquito.
-¿Quiere usted decir que eché a perder todo?
-No. Pero aparentemente estás tratando de repetir algo que ya hiciste antes. Cuando
hice que tu punto de
encaje cambiara de posición y fuimos a parar a esa misteriosa ciudad, tú no estabas
dormido. Estabas
ensoñando, pero no dormido. Esto quiere decir que tu punto de encaje no llegó a esa
posición a través de un
sueño normal. Yo lo forcé a cambiar.
"Por cierto que puedes llegar a esa misma posición por medio del ensueño, pero a
estas alturas, yo no te lo
recomendaría.
-¿Es peligroso, don Juan?
-¡Y cómo! El ensueño es un asunto muy serio. Uno no puede darse el lujo de pasos en
falso. Ensoñar es un
proceso de despertar, de adquirir control. Nuestra atención de ensueño debe ser
sistemáticamente ejercitada,
puesto que es la puerta a la segunda atención.
-¿Cuál es la diferencia entre la atención de ensueño y la segunda atención? -La
segunda atención es como un océano, y la atención de ensueño es como un río que
desemboca en él. La
segunda atención es el estado de estar consciente de mundos completos, completos
como el nuestro es
completo; mientras que la atención de ensueño es el estado de estar consciente de los
objetos de nuestros
sueños.
Durante sus enseñanzas don Juan puso un gran énfasis en el hecho de que la atención
de ensueño es la
llave que abre todas las puertas en el mundo de los brujos. Dijo que entre la multitud
de objetos en nuestros
sueños, existen verdaderas interferencias energéticas; cosas que son colocadas ahí por
fuerzas ajenas a la
nuestra. Ser capaz de encontrarlas y seguirlas es el logro de la atención de ensueño.
Fue tanto el énfasis puesto en la idea de interferencias energéticas que me vi obligado
un día a pedirle que lo
explicara. Titubeó por un momento antes de contestar.
-Los sueños, si no son una puerta, son una compuerta a otros mundos -comenzó-.
Como tal, los sueños son
un pasadizo con tráfico de doble sentido. Nuestra conciencia cruza esa compuerta y
entra en otros reinos; y
esos otros reinos mandan exploradores que entran a nuestros sueños.
-¿Qué son esos exploradores?
-Cargas energéticas que se mezclan con los objetos de nuestros sueños normales. Son
estallidos de energía
ajena que vienen a nuestros sueños, y nosotros los interpretamos como objetos
conocidos o desconocidos.
-Lo siento mucho, don Juan, pero no le encuentro ni ton ni son a su explicación.
-Eso es porque insistes en tomar a los sueños como algo conocido: lo que nos ocurre
cuando dormimos. Y yo
insisto en darte otra versión: una compuerta a otros reinos de la percepción. A través
de esta compuerta, se
filtran corrientes de energía desconocida. Luego la mente, o el cerebro, o lo que sea, se
apodera de esas
corrientes de energía y las transforma en parte de nuestros sueños.
-¿Para qué hay que aislarlas, don Juan?
-Para usarlas. Vienen de otros reinos. Si las seguimos a su fuente de origen, nos sirven
como guías en áreas
de tal misterio que los brujos se estremecen con la sola mención de tal posibilidad.
-¿Cómo las aíslan los brujos de los objetos normales de su sueño?
-Por medio del ejercicio y control de la atención de ensueño. En un momento dado,
nuestra atención de
ensueño las descubre entre los objetos de un sueño, se enfoca en ellas y entonces el
sueño entero se
disuelve, dejando únicamente la energía ajena.
Don Juan se rehusó a continuar explicando el tema y volvió a la discusión de mi
experiencia de ensueño. Dijo
que haciendo una suma total, él podía decir que mi sueño había sido un ensueño
genuino, y que eso
significaba el haber llegado a la primera compuerta del ensueño.
En una ocasión diferente, mientras conversábamos de otros temas, don Juan empezó a
hablar de mi práctica
de ensoñación. Dijo:
-Voy a repetir lo que debes hacer en tus sueños para cruzar la primera compuerta del
ensueño. Primero,
enfoca tu atención de ensueño en cualquier cosa, como punto de partida. Luego, pon
tu atención en cuantos
objetos puedas. Recuerda que si sólo echas vistazos breves, las imágenes no cambian.
Después de ver cada
objeto regresa al primero que viste.
-¿Qué quiere decir cruzar la primera compuerta del ensueño?
-Llegamos a la primera compuerta del ensueño, al darnos cuenta de que nos estamos
quedando dormidos, o
como tú lo hiciste, al tener un sueño inmensamente real. En cuanto llegamos a esa
compuerta, la cruzamos al
ser capaces de sostener la vista en cualquier objeto en nuestros sueños.
-Ya casi puedo sostener la vista en los objetos de mis sueños, aunque se disipan
demasiado rápido.
-Eso es precisamente lo que estoy tratando de decirte. A fin de compensar la
evanescencia de los sueños, los
brujos idearon el uso de un objeto como punto de partida. Cada vez que se le aísla y se
le mira, uno recibe una
carga de energía. Al principio, no se deben enfocar demasiadas cosas en los sueños.
Cuatro objetos son
suficientes. Más tarde, uno puede agrandar el campo de acción hasta abarcar todo lo
deseable. Pero tan
pronto como las imágenes comienzan a cambiar, y uno siente que se está perdiendo el
control, se debe
regresar al punto de partida, y empezar otra vez.
-¿Cree usted don Juan que verdaderamente llegué a la primera compuerta del
ensueño?
-Llegaste, y eso ya es mucho. A medida que continúes vas a estar consciente de cuán
fácil te va a ser ahora
ensoñar.
Pensé que don Juan estaba o exagerando o dándome aliento. Pero él me aseguró que
no.
-Lo más asombroso que les ocurre a los ensoñadores -dijo-, es que al llegar a la
primera compuerta, también
llegan al cuerpo energético.
-¿Qué es exactamente el cuerpo energético?
-Es la contraparte del cuerpo físico; una configuración fantasmal hecha de pura
energía.
-¿Pero no está también el cuerpo físico hecho de pura energía?
-Claro que lo está. La diferencia es que el cuerpo energético tiene únicamente
apariencia, pero no masa. Ya
que es pura energía, puede llevar a cabo actos que van más allá de las posibilidades
del cuerpo físico.
-¿Cómo qué por ejemplo, don Juan?
-Como transportarse en un instante a los confines del universo. Ensoñar es el arte de
templar el cuerpo
energético, de hacerlo coherente y flexible, ejercitándolo gradualmente.

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