Está en la página 1de 14

Lecturas atentas

Una visita desde la ficción y la crítica a


veinte narradoras cubanas contemporáneas

Mabel Cuesta
Elzbieta Sklodowska (eds.)

Almenara
Consejo Editorial

Luisa Campuzano Waldo Pérez Cino


Adriana Churampi Juan Carlos Quintero Herencia
Stephanie Decante José Ramón Ruisánchez
Gabriel Giorgi Julio Ramos
Gustavo Guerrero Enrico Mario Santí
Francisco Morán Nanne Timmer

©  de los textos, sus autores, 2019


© Almenara, 2019
www.almenarapress.com
info@almenarapress.com
Leiden, The Netherlands

isbn 978-94-92260-40-6

Imagen de cubierta: Juan Miguel Pozo, Horizont (2016). Cortesía del artista.

All rights reserved. Without limiting the rights under copyright reserved above, no part of
this book may be reproduced, stored in or introduced into a retrieval system, or transmitted,
in any form or by any means (electronic, mechanical, photocopying, recording or otherwise)
without the written permission of both the copyright owner and the author of the book.
Chantel Acevedo
Cuaresma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Laura Ruiz Montes
Disidencias y liturgias o lo que el Liquid Paper no consigue borrar . . 23
Yanitzia Canetti
Un cuento casi triste con un final muy feliz (cuento para niños adultos) 31
Michele C. Dávila Gonçalves
Leer para sobrevivir. Una microbiomitografía de Yanitzia Canetti . . 37
Odette Casamayor Cisneros
Algo tiene que morir . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
María Cristina Fernández
Lo sempiterno no es eterno, o cómo extinguir un viejo dilema . . . . 55
María Liliana Celorrio
Márgenes dentadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
Jossianna Arroyo
Performance, cuerpo y voz en «Márgenes dentadas»
de María Liliana Celorrio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
Gleyvis Coro Montanet
Fulana y el fuego . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
Mónica Simal
Narrar el videojuego. La vida como narrativa videolúdica
en «Fulana y el fuego» de Gleyvis Coro Montanet . . . . . . . . . . 81
Laidi Fernández de Juan
Francisco y la suerte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93
Helen Hernández Hormilla
La risa como empoderamiento. Humor y ética feministas
en Laidi Fernández de Juan . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
Mylene Fernández Pintado
La reconquista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117
Mabel Cuesta
Mylene Fernández Pintado o el cubano asunto de irse versus quedarse 125
Jacqueline Herranz Brooks
Sana Rabia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
Odette Casamayor Cisneros
Las rabiosas sanaciones de Jacqueline Herranz Brooks . . . . . . . 145
Grettel Jiménez-Singer
Charcutería de nalgas y otras exquisiteces . . . . . . . . . . . . . . 153
Mirta Suquet
¿Y si no es un exceso de la imaginación? Análisis de «Charcutería
de nalgas y otras exquisiteces», de Grettel Jiménez-Singer . . . . . . 157
Dazra Novak
Qué hacemos con nieta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 167
Katia Viera
El p(b)eso de Antonieta. Desbordes de Dazra Novak en la ciudad . 171
Nara Mansur
El trajecito rosa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181
Susana Haug Morales
Nena, llévate el trajecito rosa. Lectura atenta
y sonrosada de Nara Mansur . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187
Achy Obejas
Puesta a prueba . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203
Jacqueline Loss
Conocerse en el espacio diaspórico alucinante.
«Puesta a prueba» de Achy Obejas . . . . . . . . . . . . . . . . . 209
Ena Lucía Portela
Huracán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 221
Mayerín Bello
«Huracán» de Ena Lucía Portela: un letrero de neón rojo
que dice Exit . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 233
Verónica Pérez Kónina
La mujer de Lot . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 245
Damaris Puñales-Alpízar
Los motivos de la mujer de Lot. Apuntes para una presentación . . 249
Legna Rodríguez Iglesias
Un eterno suspirar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263
Nanne Timmer
El piano Legna: masticando «un eterno suspirar» en forma de . . . 271
Karla Suárez
El ojo de la noche . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 283
Yailuma Vázquez
Voyerismo y performance en «El ojo de la noche» de Karla Suárez . . 291
Mariela Varona
No dejes entrar a la luna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 299
Jamila M. Ríos
¿Quién le pone el cascabel a (la luna de) Mariela Varona? . . . . . . 303
Anna Lidia Vega Serova
Anestesia local: Habana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 313
Elzbieta Sklodowska
«Anestesia local: Habana» de Anna Lidia Vega Serova . . . . . . . . 325
Elaine Vilar Madruga
La colección . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 341
Katerina González Seligmann
Un cuento de Elaine Vilar Madruga es una colección de fotos . . . 347
Mirta Yáñez
Ópera prima . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 355
Yordi M. Utria
Ópera prima: pubertad, cambios y conflictos de generaciones . . . 363
¿Y si no es un exceso de la imaginación?
Análisis de «Charcutería de nalgas y otras
exquisiteces», de Grettel Jiménez-Singer

Mirta Suquet | Susquehanna University

En octubre del 2008, Grettel Jiménez-Singer, quien nació en La Habana


y emigró a los Estados Unidos a los 14 años, comenzó a escribir el blog
Mujerongas, su primer intento de narrar sistemáticamente sus experiencias
como mujer latina residente en Miami y Nueva York, al que seguiría la
compilación de algunas de las crónicas del blog en el volumen homónimo
Mujerongas (2012, Linkgua) y, posteriormente, la publicación de la novela
Tempestades solares (2014, Sudaquia), una bildungsroman clásica con elemen-
tos autobiográficos, que le permite a la autora repensar desde la autoficción
los conflictos de pérdida y dislocación vividos a causa de su emigración.
Alejada «de cierta retórica nacional y masculina» (Loss 2015: en línea),
Jiménez-Singer ha construido a pinceladas, a lo largo de sus textos, un
sujeto autobiográfico que, anclado en lo íntimo o trivial cotidiano, en «cosas
de mujeres», a veces en puro dispendio y algarabía de amigas, se desplaza
hacia una reflexividad salpicada de humor, sátira o pura crítica, en la que lo
personal deviene político. En este ejercicio de empoderamiento puede enten-
derse la posición pública de la autora, quien, gracias a ese procedimiento
que transforma lo banal en eventos extraordinarios y singulares (como
extraordinarias y singulares son la maternidad o una sesión de depilado
íntimo), logra posicionarse como «mujeronga» –voz que se usa en Cuba
para caracterizar a una mujer fuerte, física y psicológicamente hablando.
En palabras de la autora, «[las mujerongas] son no solo las corpulentas, sino
las desgarradas y las atrevidas» (en <http://mujerongas.com/>).
En la mayoría de los textos de Mujerongas aparece una voz autobiográ-
fica, desnudada simbólica y literalmente: asistimos a la comparación de su
vagina con la de sus amigas, a sus devaneos eróticos y alucinaciones carnales;
nos topamos con la materialidad del cuerpo femenino, desde sus índices
más abyectos hasta los más sublimados. También está presente el cuerpo
158 Mirta Suquet

vestido, el cuerpo con género y roles, sexo, identidad, oficio, ropa y estilo;
el cuerpo mujer-de-cuarenta-años-amante-madre-activista-editora-escritora-
cubanoamericana-habanera-miamense-neoyorkina-bilingüe-mujer-on-gas1 y
todo lo que pueda entrecruzarse en el camino-cuerpo y anexarse al continuo
relacional que el guion lingüístico favorece. El cuerpo que se expone pública
y privadamente, es decir, que se exhibe pero que también, y por ello mismo,
se pone «fuera» –que siempre significa «fuera de lugar», exotopía moral y
estética–, se arriesga, se compromete.
En estos textos se hace evidente lo que Gilles Lipovetsky llama «nar-
cisismo analítico» (1990: 153), ese impulso contemporáneo de someter al
cuerpo a una mirada más analítica que sintética u holística; esto es, una
mirada que detalla obsesivamente ciertas zonas corporales, sometiéndolas
a prácticas de autoapreciación y autovigilancia (que conllevarían respuestas
correctoras del físico, en mayor o menor medida). Al narcisismo analítico
que se ceba en el cuerpo propio le precede la comparación tácita o voluntaria
(a partir del código de belleza celebrado). Jiménez-Singer muestra cómo
la obsesión contemporánea por la normatividad de la belleza femenina
pasa, muchas veces, por el espinoso proceso de comparación con las demás
mujeres (en su caso, con las amigas) y por una evaluación no afirmativa,
muchas veces, cruel. La dimensión íntima, impúdicamente expuesta, hace
saltar alarmas: «Quizás demasiado atrevido para algunos de mis coterrá-
neos», comenta el periodista Aleaga Pesant en Cubanet (2013: en línea), a
propósito de la presentación del libro Mujerongas en la sala García Lorca del
Centro Cultural Dulce María Loynaz, donde la autora leyó algunas de sus
crónicas. Lo sintomático aquí es que lo que realmente hace saltar las alarmas
es el desplazamiento que se produce del espacio digital –de la página fugaz
o fluida del blog, donde el exhibicionismo es política– al espacio libro –la
sublimada página impresa a la que todavía se le reclama, para receptores
como los cubanos que viven dentro de la isla (bastante limitados al acceso
de registros íntimos o confesionales), cierto pudor en lo decible2. Se trata,

1 
Aleaga Pesant explica que Jiménez-Singer propone un juego con la palabra
mujerongas: «mujer-on-gas le apetece más, pues en inglés pudiera significar “mujer
activa”» (2013: en línea).
2 
Como bien apunta Reinier Pérez-Hernández (2019: 306), existe una «pre-
cariedad, desidia, desinterés por el cultivo de las escrituras autobiográficas en las
¿Y si no es un exceso de la imaginación? 159

nuevamente, de la posición exotópica de los textos en cuestión –tanto fuera


de(l) lugar, posición espacial, como de los lugares comunes.
En las páginas que siguen me ocuparé de un texto de ficción publicado
inicialmente en el blog Mujerongas e incluido en el libro homónimo dentro
de la sección «Carnicería y otras crónicas rojas». Los textos ficcionales de esta
sección complejizan la perspectiva de las historias íntimas a través de una
apelación a la metáfora, a la alegoría simbólica, al dialogismo y la polisemia,
todo lo cual le permite a la autora una ampliación y/o desestructuración de
la referencialidad inmediata presentada en las crónicas. El cuento evoca la
materialidad de los cuerpos, el comercio de la carne (de mujer) en el exa-
cerbado circuito de consumo neoliberal y la supresión del erotismo frente a
la gratificación inmediata, temas todos que emergen fugaz o centralmente
en las historias íntimas de Jiménez-Singer. «Charcutería de nalgas y otras
exquisiteces» se vale de la estética del absurdo para recodificar estas proble-
máticas en un lenguaje que, apelando al sinsentido y jugando con límites
culturales como la antropofagia, colisiona de manera radical con las con-
venciones éticas del lector. A través del absurdo, la autora recrea de manera
literal la relación entre sexualidad y comida, entre reducción de la otredad
a objeto de consumo y deglución. De esta forma, subraya la porosidad de
los límites éticos que estructuran la sociedad neoliberal contemporánea: el
absurdo se convierte en esa bisagra que despliega la posibilidad verosímil
de lo irracional y lo articula con lo real. La técnica literaria en sí misma
le permite a Jiménez-Singer poner en evidencia lo que Zygmunt Bauman
ha llamado «economía del engaño» (2007: 72), aquella que apuesta por
la irracionalidad del consumidor promoviendo el impulso y la emoción
consumista por encima de una reflexión meditada de la compra. Leído de
manera literal, desde el mismo título del cuento se abre un guiño a la fluidez
ética de las leyes del mercado y a su descomunal capacidad de absorber y
producir necesidades, demandas y mercancías por muy inadmisibles que
parezcan, ética o racionalmente hablando; a su voracidad inconmensurable,
sostenida por la voracidad del consumidor. Como explica el propio Bau-
man, lo que mantiene el ritual consumista es que el consumo se hace cada
vez más inmediato y fugaz, listo para ser prontamente desechado –como
la comida que se ingiere–, mientras la promesa de la novedad vuelve a

letras cubanas», a excepción de la literatura del exilio.


160 Mirta Suquet

iniciar el ciclo: «Para que la ilusión siga viva y nuevas esperanzas vuelvan a
llenar prontamente el vacío dejado por las esperanzas ya desacreditadas y
descartadas, el camino que va desde el centro comercial hasta el basurero
debe ser lo más corto posible, y el tránsito entre ambos lugares, cada vez
más rápido» (2007: 72).
Ya en el título del cuento se enmarca la centralidad del espacio en el
que se desarrollará la historia –el mercado, específicamente la zona de char-
cutería–, así como de la mercancía que se trafica en él (carne procesada),
investida esta última por el a priori de la promesa de distinción que marca las
transacciones contemporáneas («y otras exquisiteces»). De manera simbólica,
el título alude a la condición «procesada» de la corporeidad contemporánea
occidental, en correspondencia con un paradigma tecnocientífico que ha
fomentado la plasticidad potencial del cuerpo humano, «su materialidad
instrumentalizable y modificable a voluntad» (Córdoba 2010: 43), y por
ende, la normalización de procedimientos invasivos de cirugía estética a
la carta. En tal sentido, la «charcutería de glúteos» (¿cirugía de aumento
o reducción de glúteos?) puede enmarcarse en el afán contemporáneo de
esculpir el cuerpo a imagen de un ideal mediático de belleza cada vez más
desvirtuado –gracias a las técnicas virtuales de modificación de la imagen.
Si bien la moda contemporánea, como explica Lipovetsky (1990: 154), tiene
actualmente un carácter menos coactivo, el proceso de procurar la belleza
física femenina, normativizado por la publicidad e investido con el valor del
prestigio y lo saludable, ha ganado fuerza de imposición, generalizándose y
universalizándose, de manera paralela al deseo de parecer joven. De manera
particular, el título del cuento evoca, también, el insaciable mercado sexual
que no solo reduce al sujeto a su condición objetual, sino que también el
sexo mismo, el placer «de la carne», queda reducido a «fiambre» producido
en serie y destinado al consumo masivo.
De la historia, lo primero que sobresale es el contrapunto que puede
establecerse con el relato «La carne» de Virgilio Piñera (fechado en 1944 y
publicado en Cuentos fríos, 1956), una de las piezas maestras de la narrativa
del absurdo en Cuba3. En el universo piñereano, las personas de una comu-
nidad deciden devorarse a sí mismas para solucionar la insuficiencia de carne

3 
Para el estudio del absurdo en la narrativa corta de Virgilio Piñera, véase
Gilgen 1980.
¿Y si no es un exceso de la imaginación? 161

de sus comidas rutinarias. La idea de la autofagia proviene de un personaje


que, a contracorriente del sentido común, se niega a suplir la ausencia de
carne animal con vegetales y se presta a devorar un filete extraído de su
propio trasero. El personaje, llamado Ansaldo –literalmente «sin saldo», esto
es, alimentado sin dispendio, con la sustracción de su carne, con el saldo
negativo de su propio cuerpo–, «cortó de su nalga izquierda un hermoso
filete. Tras haberlo limpiado lo adobó con sal y vinagre, lo pasó –como se
dice– por la parrilla, para finalmente freírlo en la gran sartén de las tortillas
del domingo. Sentóse a la mesa y comenzó a saborear su hermoso filete»
(Piñera 1956: 13).
Lo que sigue es la instrumentalización por parte del poder del acto
autofágico: tras el ejemplo de Ansaldo, el alcalde dispone que el pueblo
deberá cortar sus nalgas, y posteriormente, las mujeres cortarán sus senos
y lenguas, y el resto de la comunidad continuará autoengulléndose motu
proprio hasta la desaparición de la propia comunidad. El «glorioso espectá-
culo» del sacrificio corporal impuesto a toda la ciudadanía se convierte en
una fabulosa metáfora del Poder que, para su propia subsistencia, devora a
sus hijos como Saturno, al convertir las estrategias individuales de supervi-
vencia en prácticas heroicas, para luego retornarlas a la cotidianeidad como
prácticas ritualizadas. El cuento de Piñera también puede ser leído como
una alegoría de la exacerbación de la subjetividad moderna o, dicho de otra
manera, del «desmembramiento» de una colectividad a partir de la amenaza
de la individualidad y la compulsión por satisfacer a cualquier costo las
necesidades personales, las urgencias y placeres inmediatos. La felicidad es
obviamente transitoria, pues el hartazgo termina, en el cuento de Piñera,
reduciendo al sujeto a puro resto desechable, a excremento (a)social. Se
podría incluso suponer que hay en la mordaz fábula de Piñera una crítica a
la primera fase del capitalismo de consumo que, según Lipovetsky (2007),
comienza a difundir un tipo de norma y cultura de consumo (el consumo-
seducción-distracción, el nacimiento de los lujosos y grandes almacenes),
que centra la calidad de vida en los placeres individuales y familiares que
el consumo pueda suministrar, en detrimento de una preocupación por lo
colectivo. En su cuento, Jiménez-Singer reescribe el texto piñereano desde
las lógicas de la sociedad de consumo contemporánea. El absurdo, en este
caso, le permite a la autora focalizar la crítica en una ética del consumo,
colocada en la ansiedad por la novedad y la satisfacción narcisista, no en el
162 Mirta Suquet

cuestionamiento del objeto que se adquiere (en su funcionalidad, origen,


producción, sostenibilidad…). «Charcutería de nalgas» se reduce, de hecho,
a un diálogo entre clienta y vendedor: cualquier narración o descripción,
ajena a las dinámicas transaccionales, es superflua (solo el párrafo final, a
modo de conclusión, introduce una perspectiva omnisciente). El cuento
comienza justamente presentando el absurdo como normalidad: «Lo de
siempre, por favor: cien gramos de glúteo menor y cincuenta de glúteo
medio, con nervio y todo».
De esta forma, se hace muy claro el tránsito o «revolución consumista»
(Bauman 2007: 24), que ha ido del consumo como necesidad existencial
(sugerido con la compra de carne), al consumismo como necesidad cons-
truida (la oferta exclusiva): la clienta «no aguantó la tentación, y gastó el
salario de toda la quincena y parte de la próxima en un kilo de nalga orgá-
nica de niña negra». El saldo negativo que ha quedado en la cuenta de la
clienta (por no haber esperado, además, al saldo de la mercancía, propuesto
por el vendedor) recuerda al nombre del personaje piñereano (Ansaldo),
pero a diferencia de él, el «hueco» de la extracción no se refleja en su propio
cuerpo (lo que aludiría a la austeridad, a la ascesis), sino probablemente
en el crédito bancario y, por extensión, en el valor crediticio de la persona.
El género de la consumidora tampoco es desdeñable. Desde las primeras
fases del capitalismo de consumo, en el contexto del auge del fordismo, la
mujer es delineada como una figura imprescindible, tanto como decisora
de las compras del hogar, como referente y destinataria de las estrategias
de publicidad; todo ello, a su vez, atravesado por las retóricas publicitarias
encaminadas a conformar un imaginario en el que la nueva posición del
sujeto consumidor, así como las nuevas adquisiciones, facilitaban la libera-
ción de las mujeres (Carosio 2008). Desde entonces, la construcción de la
feminidad consumidora ha pasado a ser un pivote esencial de las estrategias
de mercado. Las mujeres se han convertido en «las líderes indiscutibles en
consumo, puesto que el 80% de las decisiones de compra del hogar las
toman las mujeres» (Carosio 2008: en línea).
En otro nivel de lectura, es necesario detenerse en las mercancías que
se comercializan en la charcutería del cuento. Se trata de diferentes partes
eróticas; algunas, de consumo regular y precio asequible, al menos para la
clienta del cuento (glúteos, cuerpo cavernoso…); otras, más exclusivas y
costosas, como la «nalga muy joven, de niña» («oscura, ya sabe usted, más
¿Y si no es un exceso de la imaginación? 163

jugosa»; «carne gourmet», «exótica»). La referencia alude, directamente, al


fenómeno de la prostitución, y particularmente de la pedofilia; a la permi-
sividad social de estos fenómenos y al imaginario erótico colectivo, sobre
todo masculino, en el que la ansiedad por la llamada «carne fresca», es decir,
la revalorización erótica del cuerpo joven, nunca antes había alcanzado
tanta diversificación y demanda a través de la industria de la pornografía
electrónica y del turismo global masivo organizado alrededor de la pedofilia.
El universo absurdo que presenta Jiménez-Singer vendría, en cierta
medida, a reproducir literalmente lo que los imaginarios de los cuentos
infantiles han convertido en un pliegue sintomático que encubre la violen-
cia sexual y transforma las fantasías pedófilas en fábulas pedagógicas: el
niño/a amenazado/a o devorado/a por lobos, ogros o brujas. El cuento de
Jiménez-Singer inscribe también en clave simbólica la violencia de la escena
sexual (enmarcada en un supuesto saber hacer que involucre cierta sutileza,
algo que remite al proceso de grooming o seducción velada del infante por
parte del pedófilo con el objetivo de ganarse su confianza), y las formas de
consumición:

Yo la prefiero asadita en un emparedado. Pan fresco, una rebanada de


tomate, unas aceitunas, un poco de aceite oliva extra virgen y dos lasquitas de
carnita fresca. ¡Qué delicia!, para chuparse los dedos. Ahora, le digo una cosa:
es imperativo tener precisión al dar el corte. Si se deposita exceso de fuerza en
el cuchillo […] las lonjas de nalguita se desparraman y ya no es lo mismo […].
Hay un montón de carniceros que están descuartizando este delicado platillo…

Lo que propone el cuento de Jiménez-Singer, a diferencia de las esce-


nas de autofagia del texto de Piñera, se asemeja más a la práctica colonial
de «devorar al otro» (antropofagia cultural), que persiste en la cultura de
masas contemporánea transformada en la explotación comercial de fantasías
sexuales de posesión y goce de y con la diferencia. En el mercado global
contemporáneo no es precisamente la escasez de la «carne» lo que amenaza
la desaparición de la comunidad (como en la fabula piñereana de la década
de los años cincuenta del siglo xx); es, por el contrario, la proliferación de la
oferta y la promesa de saciar al sujeto (de que una «carne importada, la más
deliciosa, tierna y jugosa del mundo», sature y suture la avidez), siempre des-
plazada hacia el próximo objeto de deseo. En el ensayo ya clásico «Devorar
al otro: deseo y resistencia», sostiene la feminista afroamericana bell hook:
164 Mirta Suquet

Convertir la Otredad en mercancía ha tenido mucho éxito porque se ofrece


como un nuevo deleite, más intenso y más satisfactorio que los modos comunes
de hacer y sentir. En la cultura comercial, la etnicidad se convierte en especia,
condimento que puede animar el platillo aburrido que es la cultura blanca
dominante. […] Cuando la raza y la etnicidad se comercializan como recursos
para el placer, puede considerarse que la cultura de grupos específicos, así como
los cuerpos de los individuos, constituyen un parque de recreo distinto en que
los miembros de razas, géneros y prácticas sexuales dominantes afirman su
poder en las relaciones íntimas con el Otro. (hooks 1996: 17, 19)

En tal sentido, la fábula de Jiménez-Singer enfrenta al lector a ese


momento de extrañamiento ético en el que el Otro deviene pura carne (y
el Otro-Mujer, pura nalga), a expensas de ser adquirido y consumido en la
intimidad de cualquiera de los más insospechados hogares. Y no se trata
aquí, necesariamente, de un exceso de la imaginación.

Bibliografía
Bauman, Zygmunt (2007): Vida de consumo. México: Fondo de Cultura Eco-
nómica.
Carosio, Alba (2008): «El género del consumo en la sociedad de consumo». En
La ventana. Revista de estudios de género 3 (27): <http: //www.scielo.org.mx/
scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1405–94362008000100006>.
Córdoba, Marcelo (2010): «La cirugía estética como práctica sociocultural distin-
tiva: un lacerante encuentro entre corporeidad e imaginario social». En: Revista
Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad 2 (2): 37-48.
Gilgen, Read (1980): «Virgilio Piñera and the short story of the absurd». En
Hispania 63: 348-355.
Hooks, Bell (1996): «Devorar al otro: deseo y resistencia». En Debate Feminista:
<http: //www.debatefeminista.pueg.unam.mx/wp–content/uploads/2016/03/
articulos/013_03.pdf>.
Lipovetsky, Gilles (1990): El imperio de lo efímero. La moda y su destino en las
sociedades modernas. Barcelona: Anagrama.
— (2010) La felicidad paradójica: ensayo sobre la sociedad de hiperconsumo. Bar-
celona: Anagrama.
Loss, Jacqueline (2015): «Reseña de Tempestades solares». En Diario de Cuba, 23
de julio: <http: //www.diariodecuba.com/de–leer/1437639707_15887.html>.
¿Y si no es un exceso de la imaginación? 165

Pesant, Aleaga (2013): «Las Mujerongas de Grettel J. Singer». En Cubanet, 5


de junio: <https://www.cubanet.org/articulos/las-mujerongas-de-grettel-j-
singer/>.
Pérez-Hernández, Reinier (2019): «Narrativas de vida cubanas: nuevos espacios
para su lectura». En A contracorriente 16 (2): 305-314.
Piñera, Virgilio (1956): «La carne». En Cuentos fríos. Buenos Aires: Losada,
13-16.

También podría gustarte