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pe iteeey in Margarita Londono 1. Cuentosinfaniles colombianos 2. Invemet - Cuemtoe 5. HCairo (Egypte) ~ Cuentes infanlles Ato2464 CCEP-onco de la Repiliica-Bitioteca Las Angel Arango Probibid la reproducesn total o parcial de esta obra sin permis ecerto de la Etoria Febrero: 2007 Impreso por Editora¢ Imprenta baval, Rivas N* 530, San Joaquin, Chile. Tmpreto en Chile - Pred in ile IMwstaciones: Rafal Yockteng Edin: Costing Puerta Duvian Diagramaciny armada: Anite Rinco Dieto de cubiera: Patricia Martine: ce. 7 ISBN 978-958.04.9846.9 Contenido Juanito el internauta Encuentros del tercer tipo iEI profe le creyé! Comienza el viaje La biisqueda La luz del mal Regreso con deleve 25 43 67 a 89 105 Juanito el internauta kis Pinz6n se sent6 como todos 108 dias frente al computador. Preparé sus manos haciéndolas crujir con una dramé- tica torcedura de los dedos y se dispuso a navegar muchas horas por internet. Esto se habia convertido en el peor problema para sus padres que no se resignaban a verlo alelado frente a la pantalla horas de horas, mientras sus cuadernos y libros descansaban por ahi, abandonados dentro de la mochila en algtin rinc6n de su desor- denada habitacién. Realmente decir que la habitacién de Juanito Pinzén era desordenada es una equivocacin mayor. Todas sus cosas guar- daban un riguroso orden que sélo él cono- cfa y en medio del cual sélo él encontraba Jo que queria. Porque, eso si, Juanito gozaba de una prodigiosa memoria que le permitia acordarse de que habia dejado el soldadito de colecci6n junto a una cauchera que le habia regalado un nifio campesino en una excursi6na los farallones de Cali, hacfa dos afios. Y que ambas cosas estaban junto a la pata izquierda superior de su cama. Tam- bién sabia perfectamente que el cuadro con el resultado de goles de los equipos de fitbol estaba cuidadosamente doblado dentro del cuaderno de Matematicas del aio pasado, colocado debajo de los CD dentro de una caja de galletas vacfa que se encontraba al fondo del tiltimo cajén de su cléset. Y asi Juanito mantenfa un orden. logico de alianzas entre juguetes, objetos fitiles y curiosidades intitiles que tenfan en su memoria un codigo de busqueda mas perfecto que el de su computador. Entre otras razones, porque podia referenciar la biisqueda a situaciones que sdlo él conocia. Le bastaba con recordar en qué momento habia juntado dos objetos, pata que en su memoria se hicieran presentes y aparecie- ran milagrosamente ordenados los datos de dénde los habia puesto y cuando los habfa usado por diltima vez. Esta memoria de prodigio lo habia salvado muchas veces frente a los profesores y con ella lograba que su mamé aceptara a regafiadientes que no iba a perder el afio. Pero, sobre todo, con ella habfa convencido a todos en la casa de que no le tocaran sus cosas porque se las embolatarfan si las llegaran a cambiar de sitio. 10 —Es que soy ordenado a mi manera —decfa, con una mezcla de orgullo y pre- potencia. Claro que esto no se lo crefa nadie. habitaci6n, a ojos de cualquier intruso, era iu el caos. Incluso la sefiora que ayudaba con el aseo habfa perdido la esperanza de poder entregar algtin dia el parte de victoria sobre Ia “pieza del bochinche”, como acostum- braba llamarla su mama. Juanito se negaba a dejar que la empleada recogiera algo de qu ajo los muebles. Escasamente aceptaba que levantaran las medias de tres dias, esparcidas por toda Ia habitacién, o hal Ios tenis renegridos que por fuerza de la ley materna debjan ir a la lavadora, o el suéter del colegio que se quedaba amarrado a la mochila con un nudo tan apretado que en cada reti poco més | a se le iban desprendiendo un mangas, Asf que la lucha del caos contra el orden se daba a diario en el mundo de Juanito; tanto que muchas veces terminaban olvi- dandose de entrar a esa espantosa habita- cin para evitar un disgusto con El Rebelde del Computador, como le decfa su pap4. Pero otros dias su mama arremettf la complicidad de la empleada para hacer con aseo general, y allf se producia su explosion de rabia cuando, al volver Juanito del cole- gio, encontraba su mundo patas arriba, sin Ta menor esperanza de encontrar sus cosas més queridas. Pero en lo que no habfa permiso para inmiscuirse, aunque su mamé, su papa y la empleada insistieran, era en sus libros, manualesy revistas de computacién. Todos estaban en una caja de cartn semidestrui- da, a los pies de la mesa de! computador, que milagrosamente permanecia libre de chécheres, limpia y reluciente como un tar sagrado, ante el cual Juanito pasaba Jas horas de las horas sin acordarse de nada més, ni siquiera de comer. Juanito incluso habia olvidado para qué servian los juguetes. Alli estaba el arco con las flechas adornadas de plumas que su tfa le habfa regalado la tiltima Navidad. El balén de faitbol lo habfa extraviado en el colegio, y la bolsa con canicas de cristal que se habfa ganado gracias a su excelente punterfa descansaba ahora dentro de la pecera con dos tristes pececitos que s6lo recibfan algo de comida cada dos o tres dias. —iCémo se te ocurre tirar esas bolas de colores en la pecera? Ie reclamé su mama una mafiana cuando Ia estaba lavando. —Pero, mami, asi esos pececitos van a pensar que les llegé compafia. A lo mejor creen que cada bola es un. cupis mas. Fijate Jo contentos que estan. Su mamé balanceé la cabeza incrédula, pero termin6 por aceptar la excusa, pen- sando que al menos en esa accién habia una buena intencién. Pero la verdad es que a Juanito Pinz6n las bolas, los peces, el baldn y todo, absoluramente todo le importaba un pito. El sélo estaba intere- sado en su computador y en navegar por el ciberespacio. 3 Para Juanito Pinzén no existfa nada mds que el internet. Su pap, un exitoso ingeniero de sistemas, maldecia el dfa en que se le habia ocurrido aparecerse con un computador e instalarlo en el escritorio de su hijo. _Fs como haberlo perdido para el mundo real —les dijo a sus amigos, que lo consolaban contindole las tavesuras de gus respectivos hijos. _Tanto que luché por apartarlo del televisor para que ahora caiga en manos de otra pantalla que, entre otras cosa fue la tnica capaz de alejarlo de la tele _asegur6 su papa, mientras terminaba de revisar un programa que su empresa estaba desarrollando para controlar inventarios por computador—. Porque la verdad es que Juanito sélo dejé de ver television ese dia, cuando se le iluminé la otra pantalla y entré al mundo del ciberespacio. TY todo pot mi culpa! “Ahora llegaba del colegio directo a nave- gar. Entraba a todos los sitios, recorriendo con sus dgiles deditos las teclas que lo conec- taban al mundo infinito del ciberespacio. Un miércoles, con esas ansias de viajar por la red, con ese deseo de aventurarse en los mares de Ia informatica, empez6 a improvisar rutinas de bitsqueda, adentrén- dose en sitios desconocides de los que sélo habia ofclo hablar en los canales del cable y en las revistas especializadas. Buses las direcciones de cientificos de la NASA y de expertos que guardaban la informaci6n del ciberespacio en las universidades extran- jeras. Entr6 a sitios confidenciales con las hhabilidades de un hacker experto. Le haba ofdo decir a su padre que existfan personas dedicadas a penetrar como ladrones en los sistemas de las grandes compafifas para robar informacién o conseguir datos para hacerse millonarios. Sin embargo, a Juanito no le interesaba el dinero. —aPara qué? —les dijo a sus amigos—. Lo que yo quiero son aventuras, riesg05, descubrir cosas que nadie ha descubierto. Sus amigos se refan porque lo crefan un poco lunatico: —2Y con qué eres que se viaja, ah? {Con plata, claro! No seas bobo, que un hacker hace lo que hace para ganar lucas, ientendiste? (Luca Se sintié decepcionado de sus amigos. Y en ese momento tomé la decisién secreta de ser un hacker distinto, sin amigos mo- 16 estos, sin andar pensando en robarse nada. Solo queria tener informaciGn del espacio. Pero no del ciberespacio, no del mundo de los sistemas; de ese ya sabia lo suficiente y lo que le faltara lo podrfa aprender facil, leyendo los manuales de su pap. iNo! El querfa saber del espacio verdadero, del es- pacio interestelar, de esos mundos lejanos que deseubrirfa algiin dia. Porque pensaba que sien la Tierra se usan los computado- res, en otros lugares del espacio infinito deben usarlos también. Juanito se propuso entonces ser el nuevo Cristébal Colon del tercer milenio. —Ya no quedan islas por descubrir, no hay un solo metro de suelo en este planeta que no haya sido estudiado. Pero sfexisten miles de millones de estrellas, planetas, asteroides, y yo los voy a encontrar viajando como se viaja en el mundo moderno, por medio de los computadores, de las conexiones que permiten una comunicacién virtual. Asi que se dedicé con empefio a buscar informacién ultra secreta sobre el espacio. Naveg6 muchos dias perdido, sin rumbo claro y con poca idea de adénde queria Hegar. No encontraba nada realmente nuevo, algo fascinante que le permitiera avanzar en su idea de conectarse con algo mis alld, con extraterrestres 0, al menos, con las sefiales de los satélites en la érbita de la Tierra. Una noche, desanimado, se alej6 por un rato del computador después de dejar un mensaje en un sitio extrafio sobre ovnis; uno de esos sitios que mas parecen perte- necera brujos y esotéricos que a verdaderos cientificos. Bajé a la cocina a buscar algo de comer, pues levaba muchas horas sin percatarse del tiempo, sin levantarse si- quiera para ir al bai, sin despegar los ojos de la pantalla, y ya su cuerpo no aguanté més, Eran las dos dé la mafiana. Todo el vecindario estaba callado y la casa estaba a oscuras. Sélo Rocky, su fiel perro pomeer de pintas rojas, lo acompafiaba somnoliento, mientras sus papas dormian. En medio del silencio, s6lo se escuchaba el ronquido uniforme de su papa y uno que otro ladri- do del perro del vecino que se pasaba las noches persiguiendo gatos vagabundos y que muy probablemente era el culpable de Jos regueros de basura que aparecian cada manana en el andén. Asi que, fuera de esos ruidos conocidos, en esa noche nada podrfa ofrse sin que 2% todo el mundo conoce y que ilumina de una sola vez, esta estaba hecha de rayitos separados, rayas iluminadas, cada una con su propia trayectoria. A cada objeto con el que se topaban le hacian primero un circulo de iluminaci6n, para luego irlo penetrando como si estuvieran quemando la superficie hasta traspasar el objeto y seguir su rumbo de iluminacién, transparentando hasta los objetos mas s6lidos, dejando ver su interior, mostrando los huesos de las cosas. Uno de esos rayitos lo tocé en la palma de la mano y fue entrando en sus tejidos, como rayos equis que primero muestran la piel urasliicida y después los huesos. El hilo de luz siguié avanzando por la palma de su mano hasta que la atraves6 como una aguja larga, brillante y traslicida y luego siguié su trayectoria por la pared abriendo un hueco de luz en el techo por el que podia ver el esqueleto de sus padres. —iNo, no, mi mano no! —grité asustado y traté de quitarse la luz de la mano, agitin- dola con fuerza, pero esta seguia ahi, atra- vesiindolo. Sentia un cosquilleo fastidioso, como si tuviera la mano dormida. Se desperts. Estaba asustado, sudaba y tenia la respiraci6n agitada, como si hu- biera corrido un largo trayecto perseguido por fantasmas. Y, sf, tenia cosquilleos en mano, peto no porque la hubiera atra- vesado ningun rayo, sino porque se habia quedado dormido sobre ella. Juanito sonrid, irlandose de su suefo: —Podria jurar que esa luz me atravesé la no de verdad. {Pero cémo? No, qué ton- Y no debo contarselo a nadie. Todos burlarfan de mf. Rayos que traspasan, ja jaja. 7A quién se le ocurre? De pronto record6 que habia dejado en- cendido el computador. Miré el reloj de la cocina, eran las cuatro de la madrugada. iLa recontrayuca! —este era un dicho que Juanito usaba en casos de alarma— Eso es lo que me va a caer encima si no me duermo ya, y si mi mamé se levanta y me encuentra con el computador pren- dido. Sin pensarlo mas, subié a su habitacién caminando en puntas de pie para no ha- cer ruido. Apag6 el computador sin fijarse en nada de lo que habia en la pantalla, le sobs la cabeza a Rocky, que lo seguia con paciencia infinita, se quit6 la ropa, se acosté en calzoncillos y se qued6 dormido de inmediato. a Los dias que siguieron fueron un infierno enel colegio, Se habia atrasado en casi to- das las materias, le faltaba leer una novela para la clase de Espaftol, tenfa embolatado el proyecto de Ciencias y debta dibujar con acttarela un enorme paisaje de selva hrimeda tropical, con todo y su fauna para Ja clase de Artes. __La recontrayuca —se dijo Juanito—, ahora sf va a estar complicado seguir bus- cando en internet. Sino me desatraso, mi mamé es capaz de vender el computador y ab sf quedo frito. Y mi papa no me res- paldarfa, porque s6lo le hace caso @ ella: iEstoy perdido! De modo que tom6 la determinaci6n de concentrarse en sus tareas escolares y hasta volvié a acercarse a sus viejos amigos para que le prestaran los apuntes de Matemé- ticas. Claro que, en su ausencia, los com- pafieros lo habfan excluido de la gallada y io habian rcemplazado por un grandulén que babia Hegado de otra ciudad. Enton- ges tuvo que conformarse con un segundo grupo de amigos que, en su opinisn, eran bastante “nerdos, gafufos y sapos”. Este cambio tuvo sus ventajas porque Juanito gané puntos frente a los profesores que al- canzaron a pensar que lo habian rescatado de las garras de los computadores y vefan con complacencia que se hubiera alejado de los viejos y perezosos compafieros para acercarse a los “buenos” de la clase. Pero la ilusién dur6 poco. Pasado el primer susto de esa noche, y hechos los acuerdos necesarios con sus nuevos amigos para que lo incluyeran en el proyecto de Ciencias y le dibujaran parte de la selva a cambio de unas revistas de computadores que le habia sustraido a su papa, Juanito volvi6 a sus andadas 0, mejor dicho, volvié ‘a sus sentadas frente al computador sin preocuparse mas de padtes, profesores 0 amigos. . 3 Encuentros del tercer tipo Wy tarde de domingo, después de un dia entero de navegacién mientras sus 1 padres estaban fuera, Juanito encontré algo extrafo. Era un sitio que ya habia visitado antes, pero en el que no se habfa detenido mucho. De repente recordé que esa era la pagina a la que habia entrado el dfa en que se habia quedado dormido sobre la mesa del comedor —iQué clase de organizacién sera esta? —se pregunté—. Y esos signos tan raro: iqué significardin? Nunca los habfa visto. Ena pantalla, unos simbolos desconoci- dos parecian forn frases en una especie de poema corto que se repetia tres veces y, al final, se podfa hacer clic con el cursor serie de ruidos. Esos eran los ruidos que habia escuchado para obtener una extrs esa noche desde la cocina. —iJuaniiiito! —grit6 su mam4, apenas regres6 a la casa, con la desesperacién de quien no logra que su hijo haga una sola tarea. Pero Juanito no le prest6 atencién. Es- Parece més un error que otra cosa. (Sera un Y ese chirrido que sale del parlante del computador no es miisica, poco suena a ningtin taba extasiado frente al mensaje: irus? nque tam- ido conocido. E: como si alguien hablara, pero no parece una voz humana. Lo que estaba oyendo era tan indes- cifrable y tan extrafio que lleg6 a pensar que se le habfa dafiado algo por dentro al aparato Juaniiito! a gritar su mama, pero esta vez mucho més cerca y con un tono amenazador que era imposible de ignorar, Angustiado por el regaito que ya se le venia encima, se desconecté no sin antes tomar la precauci6n de guardar el vinculo de la pagina en una carpeta de su computa- dor. Después tuvo que Soporcar med hora de una horrible reprimenda y resignarse a hacer las aburridas tare: —No hay nada peor que una tarea de Historia sobre la civilizacién egipcia indo uno esta pensando en un viaje interestelar por internet —concluyé par: simismo. Pero no habia caso. La tarea estaba alli, esperindolo dentro de la mochila, y el bro que tenia que leer se escondia adentro como una rata lista a saltarle al cuello y devorarlo —Leer... iBah! Pero si no hago mas que leer en internet. No mas ayer lef cuatro ho- ras seguidas en un sitio que encontré sobre Astronomfa. Me lei toda la historia de los agujeros negrosy entré al chat de los que se dedican a mirarlas estrellas. (Para qué voy a leer mas sobre momias? iEsas ya se pe- trificaron! Pero nosotros todavia tenemos que aprender sobre lo que puede llegarnos del espacio le alcanzé a argumentar a su madre, pero eso empeors las cosas. Ella desconects brutalmente el cable del computador. —iBasta de tonterfas! O estudias o este trasto se va de esta casa —aseguré con firmeza su mamé y dio un portazo que no le dejé muchas opciones. —iNada de cuentos! Leer en el compu- tador no es leer y mucho menos es hacer tus tareas —replicé después su pap a la hora de la comida. Asi que, cuando terminaron de comer y de retirar los platos, lo condujeron como un prisionero hasta su habitacién. Se llevaron todos los cables y, casi arrastran- dolo por Ja camisa hasta el escritorio, le ordenaron: —De aqui no te levantas sin terminar el capitulo sobre las pirdimides. Y el com- putador queda decomisado hasta nueva orden. No sirvi6 de nada la actitud resignada de Juanito Pinz6n, ni mucho menos las promesas de ser el mejor de la clase el proximo bimestre. Allo dejaron sentado con el libro en las manos. Abrié en cual- quier parte y se dijo: —Da lo mismo. Una momia es una mo- mia aqui y en Cafarnatin. Yo no les pienso gastar tiempo a los muertos y menos si son tan viejos. Mientras pensaba en cémo volver a encender el computador, sus padres re- flexionaban, preocupados. —Si no ponemos orden en esta casa, Juanito se nos va a salir de las manos. Esta totalmente adicto, y nosotros como papas no podemos dejarnos tomar del pelo —de- cret6 la madre. El papa de Juanito escuchaba tan rega- ado como su hijo. Se sentia culpable de haberle ensefiado a entrar en ese mundo de la cibernética y, para escapar de la can- taleta, decidié escuchar en silencio. Juanito*terminé leyendo, muy a su pe- sar, los aburridos capitulos sobre Egipto. iAburridos? Nooo! Eso pensaba hasta que llegé a los alfabetos y simbolos con que esta civilizacién antiquisima dejaba constancia de sus conocimientos. —iQué es esto? Me parece haber visto estas figuras en alguna parte... Pero si yo nunca habfa abierto este libro, icémo es que puedo reconocerlas? /Por qué me pa- recen tan familiares? iYa sé! Se parecen a las de la pagina web rara en la que me meti el otro dia. Finalmente, después de varias horas de concentrarse en los simbolos y con los ojos ya cansados de leer, se durmi6 sobre el libro con un tiltimo pensamiento: —Mafiana los busco en internet. Pero no hubo mafiana, Su mama logré convencer al papé de sacar el computador de la habitaci6n y de hacer que Juanito estudiara sin descanso el resto del bimestre hhasta que mejoraran sus calificaciones. Sin embargo, Juanito Pinz6n segufa obsesiona- do con las figuras de los jeroglificos egipcios, as{ que se las arreglé para meterse en la biblioteca del colegio y entrar a internet. Luego de hacer muchas bisquedas sobre el alfabeto egipcio, se acordé de que habia guardado en una carpeta el vinculo de aquella pagina en la que habia escuchado los chirridos raros y que contenfa aquellos signos que no habfa reconocido en un primer momento. Tenfa que compararlos, para tener la certeza de que pertenecfan al mismo alfabeto. Claro que para entrar a esa carpeta debia conectarse a su computador desde el colegio y podia correr el riesgo de que sus padres se enteraran —iBah! Vale la pena correr el riesgo. De lo contrario, no voy a poder averiguar si los ignos que aparecieron en esa pagina son egipcios. Ademas puedo decirles que hace te de la tarea de Historia —reflexion6, como para tranquilizar su conciencia. Asf que, mientras sus amigos jugaban fatbol o descansaban entre clase y clase, se metié varias horas a internet. No desapro- veché ni un minuto hasta que pudo tener acceso a la carpeta en la que se encontraba ~ la direcci6n de la pagina web de los extra- fos simbolos. Empez6 a comparar los signos con los que trafa el libro sobre Egipto y comprobé con una sonrisa de orgullo que efectivamente eran egipcios. iPero qué significarfan? No tenfa sufi- ciente informacin. Entonces se conect6 con el Museo Briténico, pues le haba ofdo decir al profesor que alls tenfan la mayor 2 coleccién de objetos egipcios del mundo. Encontré algunos significados aislados de cada simbolo, pero no la manera de com- binarlos para obtener un senitide. De modo que siguié navegando con la esperanza de obtener més informacion. Con sus habilidades de hacker, logr6 pe- netrar en los archivos confidenciales de los expertos britanicos en Egiptologia. Allt encontré algo muy interesante. Se trataba de una teoria del profesor McCraft sobre la posible conexién de las pirémides con seres de otros planetas: “Ninguna eviden- cia permite aceptar que construcciones tan desarrolladas en su téenica y en sus dimensiones fueran elaboradas por los egipcios de esa época. De tal suerte que més parecen huellas de civilizaciones ade- lantadas en el tiempo y en el espacio. Las pirdmides y muchas otras manifestaciones del pensamiento del antiguo Egipto son indudablemente obra de extraterrestres...” concluia el profesor McCraft, que argu- mentaba su teorfa con comparaciones y datos muy precisos. Juanito se quedé estupefacto. Més ade- lante, el profesor hacia una traduccisn de un jeroglifico en el que se explicaba como “de los mas remotos lugares del espacio, vinieron los seres luminosos que nos gobier- nan, Sus rostros no son rostros comunes Son la encarnacié de divinidades que han viajado desde muy lejos para tracrnos su conocimiento”. El profesor aftadia: “Eso dice el jeroglifico, ademas de un mensaje que debe mantenerse en secreto, pues quien lo revele corre el riesgo de que lo consideren loco”. Pero habia mas. Juanito advirtié una serie de signos que seguian al texto tradu- ua por el profesor. iEran los mismos que hab pareeian visto en su computador! Los signos 1 {Srmula. Jitanito los copié y ag6 el computador. Guardé el papel en mas profundo del bolsillo y se marché presuroso a pensar en ese asunto donde nadie pudiera interrumpirlo. Murchos dias cavil6 Juanito sin poder ha- cer uso del computador, que a estas alturas se habia convertido en sumejor apoyo para pensar. Sus padres lo habian guardado en el s6tano, bajo lave, y las esperanzas de que se lo devolvieran se esfumaban ante los mutlos resultados académicos del bimestre. Pero de repente recordé que el s6tano te- ‘nfl una pequeiia puerta olvidada tras unas 3 matas que daba al jardin y por donde podria entrar esa noche sin que lo descubrieran. ‘Asi que, mostrandose sumiso, terminé las tareas, recogié los libros, se lavé los dientes y se meti6 en la cama sin que sus padres tuvieran que decirle nada. —iJuanito esté tan extrafio! {No te pare ce que algo est ocultando? —le coment6 su mamé a su papa. —Pero, iquién te entiende? Ahora que el muchacho est ajuiciado, te parece ex- trafio. Vamos a dormir y deja ya de pensar bobadas, Claro que su mamé tenfa raz6n. Juanito estaba planeando levantarse, salir al jardin y entrar al sétano sin hacer ruido. Para eso, tuvo que darle un suculento hueso a Rocky, que no se resignaba a dejarlo solo y a que- darse esperando pacientemente afuera, ala intemperie, en esa noche oscura. Deslizarse por esa pequefia puerta resulté peor de lo que imaginaba porque, mas que una puerta, se trataba de una especie de ventanilla muy estrecha, ubicada en lo alto del s6tano. De manera que tuvo que introducir primero los pies y dejarse descolgar por entre el estrecho marco de madera que le rasp6 n consideracién toda la espalda. Cuando vo mas de la mitad del cuerpo dentro de habitacién, su propio peso lo hizo caer con fuerza al piso del sétano, que tenia una altura bastarite considerable. El pobre Juanito se dio un porrazo fenomenal. ila tecontrayuca! —fue lo dnico que tin6 a decir entre dientes para no dejar escapar un grito de dolor. Su pierna de- recha quedé muy lastimada; tanto que pensd que podia haberse fracturado, pues no podia moverla. Mir6 el techo de! sétano y, alld arriba, lejos de su alcance, estaba la ventana por la que se habia descolgado. #Y ahora cémo voy a salir de aqui? JAy! la pierna le dolia y ya comenzaba a hincharse—. Psst, Rocky! —llamé a su 36 fiel compafiero, aunque no estaba muy con vencido de cémo podria salvarlo—: Si no me encuentran, sino me sacan de aqui, voy a quedar momificado como los cadéveres de las piramides —pens6 aterrado. Rocky no andaba cerca o quizds estaba muy entretenido con su hueso porque no respondié al Hamado. Entonces Jua- nito buscé a su alrededor una solucién, pero sélo encontrs cajas viejas y empol yadas. En un tincén vio la caja de su computador y, en medio de quejidos de dolor, se arrastré como pudo y empez6 a desempacarlo. — Si logro conectarme, podré pedir ayuda —concluyé el muchacho, que habja tenido la precaucion de deslizar una extensién te- lefénica por debajo de la puerta clausurada del sétano. Después de un rato que le parecié in- terminable, logré instalar su estacién de trabajo e iniciar su computador para co- nectarse a la web. El dolor lo hacia llorar. Habfa hecho un esfuerzo tremendo para conectarse, arrastrando su pierna mal- trecha, y ahora parecta que las fuerzas lo abandonaban. En medio de una especie de delirio, sacé el papel con los signos del profesor McCraft. Los buseé en el ment de imbolos y los escribié en la casilla de bis- queda, pero no pudo saber qué aparecié en su pantalla, pues el dolor fue mas fuerte que

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