pe iteeey in
Margarita Londono1. Cuentosinfaniles colombianos 2. Invemet - Cuemtoe
5. HCairo (Egypte) ~ Cuentes infanlles
Ato2464
CCEP-onco de la Repiliica-Bitioteca Las Angel Arango
Probibid la reproducesn total o parcial de esta obra
sin permis ecerto de la Etoria
Febrero: 2007
Impreso por Editora¢ Imprenta baval,
Rivas N* 530, San Joaquin, Chile.
Tmpreto en Chile - Pred in ile
IMwstaciones: Rafal Yockteng
Edin: Costing Puerta Duvian
Diagramaciny armada: Anite Rinco
Dieto de cubiera: Patricia Martine:
ce. 7
ISBN 978-958.04.9846.9
Contenido
Juanito el internauta
Encuentros del tercer tipo
iEI profe le creyé!
Comienza el viaje
La biisqueda
La luz del mal
Regreso con deleve
25
43
67
a
89
105Juanito el internauta
kis Pinz6n se sent6 como todos
108 dias frente al computador. Preparé sus
manos haciéndolas crujir con una dramé-
tica torcedura de los dedos y se dispuso a
navegar muchas horas por internet. Esto
se habia convertido en el peor problema
para sus padres que no se resignaban a
verlo alelado frente a la pantalla horas
de horas, mientras sus cuadernos y libros
descansaban por ahi, abandonados dentro
de la mochila en algtin rinc6n de su desor-
denada habitacién.Realmente decir que la habitacién de
Juanito Pinzén era desordenada es una
equivocacin mayor. Todas sus cosas guar-
daban un riguroso orden que sélo él cono-
cfa y en medio del cual sélo él encontraba
Jo que queria. Porque, eso si, Juanito gozaba
de una prodigiosa memoria que le permitia
acordarse de que habia dejado el soldadito
de colecci6n junto a una cauchera que le
habia regalado un nifio campesino en una
excursi6na los farallones de Cali, hacfa dos
afios. Y que ambas cosas estaban junto a la
pata izquierda superior de su cama. Tam-
bién sabia perfectamente que el cuadro
con el resultado de goles de los equipos
de fitbol estaba cuidadosamente doblado
dentro del cuaderno de Matematicas del
aio pasado, colocado debajo de los CD
dentro de una caja de galletas vacfa que
se encontraba al fondo del tiltimo cajén de
su cléset. Y asi Juanito mantenfa un orden.
logico de alianzas entre juguetes, objetos
fitiles y curiosidades intitiles que tenfan en
su memoria un codigo de busqueda mas
perfecto que el de su computador. Entre
otras razones, porque podia referenciar la
biisqueda a situaciones que sdlo él conocia.
Le bastaba con recordar en qué momento
habia juntado dos objetos, pata que en su
memoria se hicieran presentes y aparecie-
ran milagrosamente ordenados los datos
de dénde los habia puesto y cuando los
habfa usado por diltima vez. Esta memoria
de prodigio lo habia salvado muchas veces
frente a los profesores y con ella lograba
que su mamé aceptara a regafiadientes
que no iba a perder el afio. Pero, sobre
todo, con ella habfa convencido a todos
en la casa de que no le tocaran sus cosas
porque se las embolatarfan si las llegaran
a cambiar de sitio.10
—Es que soy ordenado a mi manera
—decfa, con una mezcla de orgullo y pre-
potencia.
Claro que esto no se lo crefa nadie.
habitaci6n, a ojos de cualquier intruso, era
iu
el caos. Incluso la sefiora que ayudaba con
el aseo habfa perdido la esperanza de poder
entregar algtin dia el parte de victoria sobre
Ia “pieza del bochinche”, como acostum-
braba llamarla su mama. Juanito se negaba
a dejar que la empleada recogiera algo de
qu ajo los muebles. Escasamente
aceptaba que levantaran las medias de tres
dias, esparcidas por toda Ia habitacién, o
hal
Ios tenis renegridos que por fuerza de la ley
materna debjan ir a la lavadora, o el suéter
del colegio que se quedaba amarrado a la
mochila con un nudo tan apretado que en
cada reti
poco més |
a se le iban desprendiendo un
mangas,
Asf que la lucha del caos contra el orden
se daba a diario en el mundo de Juanito;
tanto que muchas veces terminaban olvi-
dandose de entrar a esa espantosa habita-
cin para evitar un disgusto con El Rebelde
del Computador, como le decfa su pap4.
Pero otros dias su mama arremettf
la complicidad de la empleada para hacer
conaseo general, y allf se producia su explosion
de rabia cuando, al volver Juanito del cole-
gio, encontraba su mundo patas arriba, sin
Ta menor esperanza de encontrar sus cosas
més queridas.
Pero en lo que no habfa permiso para
inmiscuirse, aunque su mamé, su papa y
la empleada insistieran, era en sus libros,
manualesy revistas de computacién. Todos
estaban en una caja de cartn semidestrui-
da, a los pies de la mesa de! computador,
que milagrosamente permanecia libre de
chécheres, limpia y reluciente como un
tar sagrado, ante el cual Juanito pasaba
Jas horas de las horas sin acordarse de nada
més, ni siquiera de comer.
Juanito incluso habia olvidado para qué
servian los juguetes. Alli estaba el arco
con las flechas adornadas de plumas que
su tfa le habfa regalado la tiltima Navidad.
El balén de faitbol lo habfa extraviado en
el colegio, y la bolsa con canicas de cristal
que se habfa ganado gracias a su excelente
punterfa descansaba ahora dentro de la
pecera con dos tristes pececitos que s6lo
recibfan algo de comida cada dos o tres
dias.
—iCémo se te ocurre tirar esas bolas de
colores en la pecera? Ie reclamé su mama
una mafiana cuando Ia estaba lavando.
—Pero, mami, asi esos pececitos van a
pensar que les llegé compafia. A lo mejor
creen que cada bola es un. cupis mas. Fijate
Jo contentos que estan.
Su mamé balanceé la cabeza incrédula,
pero termin6 por aceptar la excusa, pen-
sando que al menos en esa accién habia
una buena intencién. Pero la verdad es
que a Juanito Pinz6n las bolas, los peces,
el baldn y todo, absoluramente todo le
importaba un pito. El sélo estaba intere-
sado en su computador y en navegar por
el ciberespacio.
3Para Juanito Pinzén no existfa nada
mds que el internet. Su pap, un exitoso
ingeniero de sistemas, maldecia el dfa en
que se le habia ocurrido aparecerse con un
computador e instalarlo en el escritorio de
su hijo.
_Fs como haberlo perdido para el
mundo real —les dijo a sus amigos, que lo
consolaban contindole las tavesuras de
gus respectivos hijos.
_Tanto que luché por apartarlo del
televisor para que ahora caiga en manos
de otra pantalla que, entre otras cosa
fue la tnica capaz de alejarlo de la tele
_asegur6 su papa, mientras terminaba de
revisar un programa que su empresa estaba
desarrollando para controlar inventarios
por computador—. Porque la verdad es
que Juanito sélo dejé de ver television ese
dia, cuando se le iluminé la otra pantalla y
entré al mundo del ciberespacio. TY todo
pot mi culpa!
“Ahora llegaba del colegio directo a nave-
gar. Entraba a todos los sitios, recorriendo
con sus dgiles deditos las teclas que lo conec-
taban al mundo infinito del ciberespacio.
Un miércoles, con esas ansias de viajar
por la red, con ese deseo de aventurarse
en los mares de Ia informatica, empez6 a
improvisar rutinas de bitsqueda, adentrén-
dose en sitios desconocides de los que sélo
habia ofclo hablar en los canales del cable
y en las revistas especializadas. Buses las
direcciones de cientificos de la NASA y de
expertos que guardaban la informaci6n del
ciberespacio en las universidades extran-
jeras. Entr6 a sitios confidenciales con las
hhabilidades de un hacker experto. Le haba
ofdo decir a su padre que existfan personas
dedicadas a penetrar como ladrones en los
sistemas de las grandes compafifas para
robar informacién o conseguir datos para
hacerse millonarios.
Sin embargo, a Juanito no le interesaba
el dinero.
—aPara qué? —les dijo a sus amigos—.
Lo que yo quiero son aventuras, riesg05,
descubrir cosas que nadie ha descubierto.
Sus amigos se refan porque lo crefan un
poco lunatico: —2Y con qué eres que se
viaja, ah? {Con plata, claro! No seas bobo,
que un hacker hace lo que hace para ganar
lucas, ientendiste? (Luca
Se sintié decepcionado de sus amigos. Y
en ese momento tomé la decisién secreta
de ser un hacker distinto, sin amigos mo-16
estos, sin andar pensando en robarse nada.
Solo queria tener informaciGn del espacio.
Pero no del ciberespacio, no del mundo de
los sistemas; de ese ya sabia lo suficiente
y lo que le faltara lo podrfa aprender facil,
leyendo los manuales de su pap. iNo! El
querfa saber del espacio verdadero, del es-
pacio interestelar, de esos mundos lejanos
que deseubrirfa algiin dia. Porque pensaba
que sien la Tierra se usan los computado-
res, en otros lugares del espacio infinito
deben usarlos también. Juanito se propuso
entonces ser el nuevo Cristébal Colon del
tercer milenio.
—Ya no quedan islas por descubrir, no hay
un solo metro de suelo en este planeta que
no haya sido estudiado. Pero sfexisten miles
de millones de estrellas, planetas, asteroides,
y yo los voy a encontrar viajando como se
viaja en el mundo moderno, por medio de
los computadores, de las conexiones que
permiten una comunicacién virtual.
Asi que se dedicé con empefio a buscar
informacién ultra secreta sobre el espacio.
Naveg6 muchos dias perdido, sin rumbo
claro y con poca idea de adénde queria
Hegar. No encontraba nada realmente
nuevo, algo fascinante que le permitiera
avanzar en su idea de conectarse con algo
mis alld, con extraterrestres 0, al menos,
con las sefiales de los satélites en la érbita
de la Tierra.
Una noche, desanimado, se alej6 por un
rato del computador después de dejar un
mensaje en un sitio extrafio sobre ovnis;
uno de esos sitios que mas parecen perte-
necera brujos y esotéricos que a verdaderos
cientificos. Bajé a la cocina a buscar algo
de comer, pues levaba muchas horas sin
percatarse del tiempo, sin levantarse si-
quiera para ir al bai, sin despegar los ojos
de la pantalla, y ya su cuerpo no aguanté
més, Eran las dos dé la mafiana. Todo el
vecindario estaba callado y la casa estaba a
oscuras. Sélo Rocky, su fiel perro pomeer de
pintas rojas, lo acompafiaba somnoliento,
mientras sus papas dormian. En medio del
silencio, s6lo se escuchaba el ronquido
uniforme de su papa y uno que otro ladri-
do del perro del vecino que se pasaba las
noches persiguiendo gatos vagabundos y
que muy probablemente era el culpable de
Jos regueros de basura que aparecian cada
manana en el andén.
Asi que, fuera de esos ruidos conocidos,
en esa noche nada podrfa ofrse sin que2%
todo el mundo conoce y que ilumina de
una sola vez, esta estaba hecha de rayitos
separados, rayas iluminadas, cada una con
su propia trayectoria. A cada objeto con el
que se topaban le hacian primero un circulo
de iluminaci6n, para luego irlo penetrando
como si estuvieran quemando la superficie
hasta traspasar el objeto y seguir su rumbo
de iluminacién, transparentando hasta los
objetos mas s6lidos, dejando ver su interior,
mostrando los huesos de las cosas. Uno
de esos rayitos lo tocé en la palma de la
mano y fue entrando en sus tejidos, como
rayos equis que primero muestran la piel
urasliicida y después los huesos. El hilo de
luz siguié avanzando por la palma de su
mano hasta que la atraves6 como una aguja
larga, brillante y traslicida y luego siguié su
trayectoria por la pared abriendo un hueco
de luz en el techo por el que podia ver el
esqueleto de sus padres.
—iNo, no, mi mano no! —grité asustado
y traté de quitarse la luz de la mano, agitin-
dola con fuerza, pero esta seguia ahi, atra-
vesiindolo. Sentia un cosquilleo fastidioso,
como si tuviera la mano dormida.
Se desperts. Estaba asustado, sudaba y
tenia la respiraci6n agitada, como si hu-
biera corrido un largo trayecto perseguido
por fantasmas. Y, sf, tenia cosquilleos en
mano, peto no porque la hubiera atra-
vesado ningun rayo, sino porque se habia
quedado dormido sobre ella. Juanito sonrid,
irlandose de su suefo:
—Podria jurar que esa luz me atravesé la
no de verdad. {Pero cémo? No, qué ton-
Y no debo contarselo a nadie. Todos
burlarfan de mf. Rayos que traspasan, ja
jaja. 7A quién se le ocurre?
De pronto record6 que habia dejado en-
cendido el computador. Miré el reloj de la
cocina, eran las cuatro de la madrugada.
iLa recontrayuca! —este era un dicho
que Juanito usaba en casos de alarma—
Eso es lo que me va a caer encima si no
me duermo ya, y si mi mamé se levanta y
me encuentra con el computador pren-
dido.
Sin pensarlo mas, subié a su habitacién
caminando en puntas de pie para no ha-
cer ruido. Apag6 el computador sin fijarse
en nada de lo que habia en la pantalla,
le sobs la cabeza a Rocky, que lo seguia
con paciencia infinita, se quit6 la ropa, se
acosté en calzoncillos y se qued6 dormido
de inmediato.a
Los dias que siguieron fueron un infierno
enel colegio, Se habia atrasado en casi to-
das las materias, le faltaba leer una novela
para la clase de Espaftol, tenfa embolatado
el proyecto de Ciencias y debta dibujar
con acttarela un enorme paisaje de selva
hrimeda tropical, con todo y su fauna para
Ja clase de Artes.
__La recontrayuca —se dijo Juanito—,
ahora sf va a estar complicado seguir bus-
cando en internet. Sino me desatraso, mi
mamé es capaz de vender el computador
y ab sf quedo frito. Y mi papa no me res-
paldarfa, porque s6lo le hace caso @ ella:
iEstoy perdido!
De modo que tom6 la determinaci6n de
concentrarse en sus tareas escolares y hasta
volvié a acercarse a sus viejos amigos para
que le prestaran los apuntes de Matemé-
ticas. Claro que, en su ausencia, los com-
pafieros lo habfan excluido de la gallada y
io habian rcemplazado por un grandulén
que babia Hegado de otra ciudad. Enton-
ges tuvo que conformarse con un segundo
grupo de amigos que, en su opinisn, eran
bastante “nerdos, gafufos y sapos”. Este
cambio tuvo sus ventajas porque Juanito
gané puntos frente a los profesores que al-
canzaron a pensar que lo habian rescatado
de las garras de los computadores y vefan
con complacencia que se hubiera alejado
de los viejos y perezosos compafieros para
acercarse a los “buenos” de la clase.
Pero la ilusién dur6 poco. Pasado el
primer susto de esa noche, y hechos los
acuerdos necesarios con sus nuevos amigos
para que lo incluyeran en el proyecto de
Ciencias y le dibujaran parte de la selva a
cambio de unas revistas de computadores
que le habia sustraido a su papa, Juanito
volvi6 a sus andadas 0, mejor dicho, volvié
‘a sus sentadas frente al computador sin
preocuparse mas de padtes, profesores 0
amigos. .
3Encuentros del tercer tipo
Wy tarde de domingo, después de
un dia entero de navegacién mientras sus 1
padres estaban fuera, Juanito encontré algo
extrafo. Era un sitio que ya habia visitado
antes, pero en el que no se habfa detenido
mucho. De repente recordé que esa era la
pagina a la que habia entrado el dfa en que
se habia quedado dormido sobre la mesa
del comedor
—iQué clase de organizacién sera esta?
—se pregunté—. Y esos signos tan raro:
iqué significardin? Nunca los habfa visto.Ena pantalla, unos simbolos desconoci-
dos parecian forn
frases en una especie
de poema corto que se repetia tres veces
y, al final, se podfa hacer clic con el cursor
serie de ruidos.
Esos eran los ruidos que habia escuchado
para obtener una extrs
esa noche desde la cocina.
—iJuaniiiito! —grit6 su mam4, apenas
regres6 a la casa, con la desesperacién de
quien no logra que su hijo haga una sola
tarea.
Pero Juanito no le prest6 atencién. Es-
Parece
més un error que otra cosa. (Sera un
Y ese chirrido que sale del parlante del
computador no es miisica,
poco suena a ningtin
taba extasiado frente al mensaje:
irus?
nque tam-
ido conocido. E:
como si alguien hablara, pero no parece
una voz humana.
Lo que estaba oyendo era tan indes-
cifrable y tan extrafio que lleg6 a pensar
que se le habfa dafiado algo por dentro al
aparato
Juaniiito! a gritar su mama,
pero esta vez mucho més cerca y con un
tono amenazador que era imposible de
ignorar,
Angustiado por el regaito que ya se le
venia encima, se desconecté no sin antes
tomar la precauci6n de guardar el vinculo
de la pagina en una carpeta de su computa-
dor. Después tuvo que Soporcar med
hora
de una horrible reprimenda y resignarse a
hacer las aburridas tare:
—No hay nada peor que una tarea
de Historia sobre la civilizacién egipcia
indo uno esta pensando en un viaje
interestelar por internet —concluyé par:
simismo.
Pero no habia caso. La tarea estaba alli,
esperindolo dentro de la mochila, y el
bro que tenia que leer se escondia adentro
como una rata lista a saltarle al cuello y
devorarlo—Leer... iBah! Pero si no hago mas que
leer en internet. No mas ayer lef cuatro ho-
ras seguidas en un sitio que encontré sobre
Astronomfa. Me lei toda la historia de los
agujeros negrosy entré al chat de los que se
dedican a mirarlas estrellas. (Para qué voy
a leer mas sobre momias? iEsas ya se pe-
trificaron! Pero nosotros todavia tenemos
que aprender sobre lo que puede llegarnos
del espacio le alcanzé a argumentar a su
madre, pero eso empeors las cosas.
Ella desconects brutalmente el cable
del computador. —iBasta de tonterfas!
O estudias o este trasto se va de esta casa
—aseguré con firmeza su mamé y dio un
portazo que no le dejé muchas opciones.
—iNada de cuentos! Leer en el compu-
tador no es leer y mucho menos es hacer
tus tareas —replicé después su pap a la
hora de la comida.
Asi que, cuando terminaron de comer y
de retirar los platos, lo condujeron como
un prisionero hasta su habitacién. Se
llevaron todos los cables y, casi arrastran-
dolo por Ja camisa hasta el escritorio, le
ordenaron:
—De aqui no te levantas sin terminar
el capitulo sobre las pirdimides. Y el com-
putador queda decomisado hasta nueva
orden.
No sirvi6 de nada la actitud resignada
de Juanito Pinz6n, ni mucho menos las
promesas de ser el mejor de la clase el
proximo bimestre. Allo dejaron sentado
con el libro en las manos. Abrié en cual-
quier parte y se dijo:
—Da lo mismo. Una momia es una mo-
mia aqui y en Cafarnatin. Yo no les pienso
gastar tiempo a los muertos y menos si son
tan viejos.
Mientras pensaba en cémo volver a
encender el computador, sus padres re-
flexionaban, preocupados.
—Si no ponemos orden en esta casa,
Juanito se nos va a salir de las manos. Esta
totalmente adicto, y nosotros como papas
no podemos dejarnos tomar del pelo —de-
cret6 la madre.
El papa de Juanito escuchaba tan rega-
ado como su hijo. Se sentia culpable de
haberle ensefiado a entrar en ese mundo
de la cibernética y, para escapar de la can-
taleta, decidié escuchar en silencio.
Juanito*terminé leyendo, muy a su pe-
sar, los aburridos capitulos sobre Egipto.
iAburridos? Nooo! Eso pensaba hasta quellegé a los alfabetos y simbolos con que esta
civilizacién antiquisima dejaba constancia
de sus conocimientos.
—iQué es esto? Me parece haber visto
estas figuras en alguna parte... Pero si yo
nunca habfa abierto este libro, icémo es
que puedo reconocerlas? /Por qué me pa-
recen tan familiares? iYa sé! Se parecen a
las de la pagina web rara en la que me meti
el otro dia.
Finalmente, después de varias horas de
concentrarse en los simbolos y con los ojos
ya cansados de leer, se durmi6 sobre el libro
con un tiltimo pensamiento: —Mafiana los
busco en internet.
Pero no hubo mafiana, Su mama logré
convencer al papé de sacar el computador
de la habitaci6n y de hacer que Juanito
estudiara sin descanso el resto del bimestre
hhasta que mejoraran sus calificaciones. Sin
embargo, Juanito Pinz6n segufa obsesiona-
do con las figuras de los jeroglificos egipcios,
as{ que se las arreglé para meterse en la
biblioteca del colegio y entrar a internet.
Luego de hacer muchas bisquedas sobre
el alfabeto egipcio, se acordé de que habia
guardado en una carpeta el vinculo de
aquella pagina en la que habia escuchado
los chirridos raros y que contenfa aquellos
signos que no habfa reconocido en un
primer momento. Tenfa que compararlos,
para tener la certeza de que pertenecfan al
mismo alfabeto. Claro que para entrar a esa
carpeta debia conectarse a su computador
desde el colegio y podia correr el riesgo de
que sus padres se enteraran
—iBah! Vale la pena correr el riesgo. De
lo contrario, no voy a poder averiguar si los
ignos que aparecieron en esa pagina son
egipcios. Ademas puedo decirles que hace
te de la tarea de Historia —reflexion6,
como para tranquilizar su conciencia.
Asf que, mientras sus amigos jugaban
fatbol o descansaban entre clase y clase, se
metié varias horas a internet. No desapro-
veché ni un minuto hasta que pudo tener
acceso a la carpeta en la que se encontraba ~
la direcci6n de la pagina web de los extra-
fos simbolos. Empez6 a comparar los signos
con los que trafa el libro sobre Egipto y
comprobé con una sonrisa de orgullo que
efectivamente eran egipcios.
iPero qué significarfan? No tenfa sufi-
ciente informacin. Entonces se conect6
con el Museo Briténico, pues le haba ofdo
decir al profesor que alls tenfan la mayor2
coleccién de objetos egipcios del mundo.
Encontré algunos significados aislados de
cada simbolo, pero no la manera de com-
binarlos para obtener un senitide.
De modo que siguié navegando con la
esperanza de obtener més informacion.
Con sus habilidades de hacker, logr6 pe-
netrar en los archivos confidenciales de
los expertos britanicos en Egiptologia. Allt
encontré algo muy interesante. Se trataba
de una teoria del profesor McCraft sobre
la posible conexién de las pirémides con
seres de otros planetas: “Ninguna eviden-
cia permite aceptar que construcciones
tan desarrolladas en su téenica y en sus
dimensiones fueran elaboradas por los
egipcios de esa época. De tal suerte que
més parecen huellas de civilizaciones ade-
lantadas en el tiempo y en el espacio. Las
pirdmides y muchas otras manifestaciones
del pensamiento del antiguo Egipto son
indudablemente obra de extraterrestres...”
concluia el profesor McCraft, que argu-
mentaba su teorfa con comparaciones y
datos muy precisos.
Juanito se quedé estupefacto. Més ade-
lante, el profesor hacia una traduccisn de
un jeroglifico en el que se explicaba como
“de los mas remotos lugares del espacio,
vinieron los seres luminosos que nos gobier-
nan, Sus rostros no son rostros comunes
Son la encarnacié
de divinidades que
han viajado desde muy lejos para tracrnos
su conocimiento”. El profesor aftadia: “Eso
dice el jeroglifico, ademas de un mensaje
que debe mantenerse en secreto, pues
quien lo revele corre el riesgo de que lo
consideren loco”.
Pero habia mas. Juanito advirtié una
serie de signos que seguian al texto tradu-
ua por el profesor. iEran los mismos que
hab
pareeian
visto en su computador! Los signos
1 {Srmula. Jitanito los copié y
ag6 el computador. Guardé el papel en
mas profundo del bolsillo y se marché
presuroso a pensar en ese asunto donde
nadie pudiera interrumpirlo.
Murchos dias cavil6 Juanito sin poder ha-
cer uso del computador, que a estas alturas
se habia convertido en sumejor apoyo para
pensar. Sus padres lo habian guardado en el
s6tano, bajo lave, y las esperanzas de que
se lo devolvieran se esfumaban ante los
mutlos resultados académicos del bimestre.
Pero de repente recordé que el s6tano te-
‘nfl una pequeiia puerta olvidada tras unas
3matas que daba al jardin y por donde podria
entrar esa noche sin que lo descubrieran.
‘Asi que, mostrandose sumiso, terminé las
tareas, recogié los libros, se lavé los dientes
y se meti6 en la cama sin que sus padres
tuvieran que decirle nada.
—iJuanito esté tan extrafio! {No te pare
ce que algo est ocultando? —le coment6
su mamé a su papa.
—Pero, iquién te entiende? Ahora que
el muchacho est ajuiciado, te parece ex-
trafio. Vamos a dormir y deja ya de pensar
bobadas,
Claro que su mamé tenfa raz6n. Juanito
estaba planeando levantarse, salir al jardin
y entrar al sétano sin hacer ruido. Para eso,
tuvo que darle un suculento hueso a Rocky,
que no se resignaba a dejarlo solo y a que-
darse esperando pacientemente afuera, ala
intemperie, en esa noche oscura. Deslizarse
por esa pequefia puerta resulté peor de lo
que imaginaba porque, mas que una puerta,
se trataba de una especie de ventanilla muy
estrecha, ubicada en lo alto del s6tano. De
manera que tuvo que introducir primero
los pies y dejarse descolgar por entre el
estrecho marco de madera que le rasp6
n consideracién toda la espalda. Cuando
vo mas de la mitad del cuerpo dentro de
habitacién, su propio peso lo hizo caer
con fuerza al piso del sétano, que tenia
una altura bastarite considerable. El pobre
Juanito se dio un porrazo fenomenal.
ila tecontrayuca! —fue lo dnico que
tin6 a decir entre dientes para no dejar
escapar un grito de dolor. Su pierna de-
recha quedé muy lastimada; tanto que
pensd que podia haberse fracturado, pues
no podia moverla. Mir6 el techo de! sétano
y, alld arriba, lejos de su alcance, estaba la
ventana por la que se habia descolgado.
#Y ahora cémo voy a salir de aqui?
JAy! la pierna le dolia y ya comenzaba
a hincharse—. Psst, Rocky! —llamé a su36
fiel compafiero, aunque no estaba muy con
vencido de cémo podria salvarlo—: Si no
me encuentran, sino me sacan de aqui, voy
a quedar momificado como los cadéveres
de las piramides —pens6 aterrado.
Rocky no andaba cerca o quizds estaba
muy entretenido con su hueso porque
no respondié al Hamado. Entonces Jua-
nito buscé a su alrededor una solucién,
pero sélo encontrs cajas viejas y empol
yadas. En un tincén vio la caja de su
computador y, en medio de quejidos de
dolor, se arrastré como pudo y empez6 a
desempacarlo.
— Si logro conectarme, podré pedir ayuda
—concluyé el muchacho, que habja tenido
la precaucion de deslizar una extensién te-
lefénica por debajo de la puerta clausurada
del sétano.
Después de un rato que le parecié in-
terminable, logré instalar su estacién de
trabajo e iniciar su computador para co-
nectarse a la web. El dolor lo hacia llorar.
Habfa hecho un esfuerzo tremendo para
conectarse, arrastrando su pierna mal-
trecha, y ahora parecta que las fuerzas lo
abandonaban. En medio de una especie
de delirio, sacé el papel con los signos del
profesor McCraft. Los buseé en el ment de
imbolos y los escribié en la casilla de bis-
queda, pero no pudo saber qué aparecié en
su pantalla, pues el dolor fue mas fuerte que