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los cronistas de la época suelen describir la Conquista de América como una epopeya

heroica. La extensión de territorios que abarcó y el corto espacio de tiempo en el que sucedió,
no tienen parangón en la historia de las conquistas europeas. Otras crónicas, como los
testimonios de los pueblos indígenas y de algunos frailes españoles, han presentado la
Conquista de América como un hecho moralmente cuestionable, movido por la explotación de
recursos naturales y caracterizado por una invasión militar y cultural que terminó por extinguir
en buena parte las tradiciones vernáculas del continente descubierto.
La conquista sin embargo tuvo motivaciones tanto materiales como espirituales, siendo uno de
los grandes objetivos de los monarcas españoles la evangelización de los pueblos indígenas
de América también fue distinta a otras conquistas europeas por incorporar, por primera vez
en la historia, una legislación para la protección de los pueblos indígenas. Las Leyes de
Burgos de 1512 establecieron la condición de hombre libre de los indígenas, con la prohibición
expresa de ser explotados, sin perjuicio de la obligación de trabajar a favor de la corona como
súbditos de la misma. Más tarde fueron promulgadas las Leyes Nuevas de 1542, unas Leyes
y ordenanzas nuevamente hechas por su Majestad para la gobernación de las Indias y buen
tratamiento y conservación de los Indios que revisaban el sistema
de encomiendas concediendo una serie de derechos a los habitantes indígenas para mejorar
sus condiciones de vida.1
Historiadores de distinta procedencia y época han alabado o criticado la Conquista de América
dependiendo de su punto de vista. En contadas ocasiones se ha descrito la Conquista con
una visión razonablemente neutral. El periodista estadounidense Charles C. Mann dice:

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