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APUNTES TFM

El acontecimiento más relevante en relación al orden y control de la actividad docente en la


España del siglo XVII, es la fundación de una asociación gremial de maestros laicos que ejercen
en escuelas públicas, que de aquí en adelante y hasta su desaparición en 1780, controlará y
supervisará todos los aspectos relacionados con la profesión de maestro. Sin embargo la
Hermandad o Congregación de San Casiano fue más un instrumento de control, un mecanismo
eficaz de defensa de intereses corporativos y, en menor medida, un motor para la mejora y
progreso de la enseñanza.

Seún Trigeros(1998): LA ENSEÑANZA de la Gramática, Latinidad y Humanidades, tuvo


su origen en
los estudios del trivium de las escuelas medievales. A partir de entonces, sus
contenidos se impartieron en los patios de las universidades, en las escuelas
mantenidas por los ayuntamientos, dentro de las abadías, monasterios, conventos o
iglesias, y de igual modo, en algunos lugares fueron posibles gracias a la generosidad
de particulares que donaron bienes en pro de la dotación de cátedras de gramática. A
partir del siglo XVI, la Compañía de Jesús, le imprimió un carácter propio, a través
de la Ratio Studiorum. El estudio que realizamos, quiere aportar una visión de con-
junto para poder establecer la situación de los estudios de gramática, al constituir un
precedente de la enseñanza secundaria en Andalucía, en el transcurso de los siglos
XIV a XVII. Pretendemos realizar una síntesis de los estudios que actualmente existen
sobre la enseñanza de la gramática en Andalucía, y que aún se encuentran dispersos.

Como el entendimiento ha de servir al ser humano para discernir el bien y mostrarlo como tal a
la voluntad para que lo siga, cobra una importancia capital en Vives todo lo relativo al
aprendizaje, al estudio y a la instrucción. Dedica un buen número de avisos de la Introductio a
tratar este tema, al que da una consideración netamente instrumental. Para el humanista
valenciano, los fines de la educación bien como ciencia o bien como arte reflejan su definición
de hombre. Su creencia en una vida eterna no confunde sus objetivos, pues el hombre en toda su
plenitud aquí en la tierra será el que sea bienaventurado en el cielo. El fin principal de la
educación es el conocimiento y la virtud, un juicio bien formado coincidente con un querer
disciplinado. Cuando la sabiduría práctica preside las funciones mentales, el orden y relación así
introducidas evocan al mismo tiempo un arte y una ciencia de erudición. El que la instrucción
deba durar a lo largo de toda la vida —pues siempre se puede crecer en sabiduría— confirma la
permanente función de la sabiduría 432.

Para el filósofo valenciano el ser humano puede lograr mediante el conocimiento el grado de
certeza que le es necesario. Señala en De anima et vita que "al hombre, que ha sido creado para
la felicidad eterna, se le ha concedido la facultad de aspirar al bien, a fin de que desee aplicarse y
unirse al mismo; tal potencia se llama voluntad. Sin embargo, el hombre no deseará si no
comprende; [Pg. 226] de ahí que exista otra facultad que se llama inteligencia" 433. Estas
facultades intelectivas del ser humano son eficaces para alcanzar el objetivo que tiene señalado y
que procede de la misma naturaleza humana. "Las facultades, como el mismo vocablo lo indica,
están destinadas a la acción; de ahí que se distingan por lo que ellas hacen, es decir, por sus
operaciones y sus obras, que, ciertamente, derivan de la esencia de los seres, no de los accidentes
o de aquello que acontece externamente" 434. Y lo muestra exponiendo el proceso del
conocimiento humano. "La mente compara entre sí los objetos que ha conocido y de éstos se
aplica a otros; una vez hecho esto, piensa, determina, juzga lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo
malo; después de esto la voluntad acoge lo bueno y rechaza lo malo" 435. Explica que la
voluntad no secunda o rehuye nada que el juicio no haya considerado antes bueno o malo, el
juicio no determina nada que no haya elaborado la razón, nada elabora ésta que no se haya
comparado, nada se puede comparar que no se haya considerado antes y reproducido por la
memoria, y nada queda grabado en la memoria si antes no es conocido y entendido.

Más adelante, en el capítulo del De anima destinado a la razón, señala: "Así pues, el sentido sirve
a la imaginación, ésta a la fantasía, la cual a su vez sirve al entendimiento y a la consideración; la
consideración al recuerdo, éste a la comparación, y la comparación a la razón" 436. Son
instrumentos perfectamente concatenados al servicio de la razón. Pero ésta no debe tener un
objetivo arbitrario, sino que tiene señalado a su vez un cometido: "La razón se ha otorgado al
hombre para la búsqueda del bien, a fin de que la voluntad lo [Pg. 227] abrace. (...) Por donde se
da un doble proceso: la razón especulativa cuyo objeto es la verdad, y la razón práctica cuyo fin
es la bondad; la primera se detiene aquí, la segunda trasciende a la voluntad. La razón
especulativa no es simple, ya que o bien se ocupa de las verdades asequibles mediante los
sentidos o la fantasía, o de la actividad conjunta de ambos y se llama inferior; o bien se aplica a
las verdades más elevadas y recónditas y se llama superior" 437. De este modo, a partir de la
experiencia de las operaciones que descubre en el ser humano, Vives descubre la doble acción
necesaria en el camino de la sabiduría: el estudio, la reflexión, y la práctica de la virtud. "La meta
de la razón en su contemplación es la verdad y en la acción el bien; esta segunda (forma
operativa) produce el juicio mediante la comparación de lo verdadero y de lo bueno" 438.

Fernández Santamaría sitúa a Vives en el escepticismo del Renacimiento, que define


fundamentalmente "filosófico" en intención y método, que no conlleva sentimientos hostiles a la
religión. "La preocupación escéptica de la época —y Vives con ella—, afirma, gira en torno al
asunto de si el hombre, por el medio natural de su razón, puede alcanzar conocimiento digno de
confianza" 439. Recuerda el aforismo vivista —"el hombre tendrá la verdad, pero no toda la
verdad"— y hace distinguir, para los hombres del Renacimiento, un doble aspecto en la verdad:
uno el de la fe, indudable, que está más allá de la capacidad inquisitiva del hombre racional, y el
otro, campo abierto a la duda 440. Sitúa a Vives en el campo "fideista", respecto a la verdad de la
fe, y escéptico en cuanto al conocimiento racional. En un estudio anterior 441, tuve ocasión [Pg.
228] de comentar con detalle los argumentos de este autor, acudiendo sobre todo a los propios
textos del humanista valenciano.

Sobre el escepticismo de Vives, podemos reiterar que el filósofo valenciano forma parte del
grupo de humanistas que, cansados de las luchas entre las diversas escuelas, sin aparentes
soluciones positivas desde sus posturas radicalizadas, adoptan una actitud de eclecticismo y
escepticismo, pero como espíritu crítico ante las afirmaciones absolutas de escuela. "No se trata
de un escepticismo absoluto que ponga en litigio el valor mismo de las facultades cognoscitivas
y el poder de la razón, sino más bien de un sentimiento de cansancio, de desengaño y
desconfianza en los sistemas concretos que se desarrollan en este tiempo" 442. Otra cosa distinta
es que, a la hora de mostrar cuál ha de ser el criterio racional de verdad, no en lo que son los
primeros principios o las causas últimas, sino en la práctica diaria, Vives lo concrete, como
afirma Fernández 443, en lo que es más probable. Pero hemos de subrayar que el conocimiento
crítico que defiende Vives no se fundamenta en proposiciones dogmáticas sino que
precisamente, porque exige el contraste crítico de sus conclusiones, cree en las posibilidades
reales del conocimiento humano de llegar a una verdad objetiva.
Conviene señalar aquí la relación profunda que Vives destaca en sus escritos entre el juicio de la
razón, la verdadera sabiduría, y la Sabiduría divina, así como la profunda conexión natural entre
la razón humana y Dios. Señalará en su último escrito, De veritate Fidei Christianae, editado
como obra póstuma: "La razón viene a ser una especie de rayo que Dios derivó de aquel hontanar
perenne de su Luz sobre la mente humana" y, más adelante, "Así que cuanto más pura y
transparente es la razón, con ello manifiesta ser más vecina y más conforme con su origen que es
Dios (...) No puede ser ajena a la razón verdad alguna, estando conforme con Dios, que es la
fuente y el origen de la razón, o para mayor exactitud, la verdad y la razón manan de la misma
fuente, y el mismo Dios es la luz de la razón y de la verdad" 444. Esta comunicabilidad hace
posible que [Pg. 229] la razón humana encuentre los argumentos que le lleven a la verdad. A su
vez, la capacidad en cierto modo ilimitada de profundizar en la verdad, de alcanzar cada vez una
mayor sabiduría, es lo que permitirá al hombre alcanzar, a partir de su finitud inicial, una mayor
perfección personal.

El escepticismo latente en la duda de la capacidad de la razón humana, heredera del nominalismo


y que fue tomando cuerpo en el siglo XVI, hizo que la integración entre piedad y entendimiento
sufriera un fuerte debilitamiento. "El realismo fundamental de Vives, junto con la conciencia
cristiana del origen y debilidad del hombre, rechazó con fuerza esta amenaza de la duda radical"
445. Vives señaló, sin duda, aquellas cosas que escapan o que resultan oscuras al conocimiento
humano, de modo especial acerca del ser y obrar de Dios, "sin embargo, esto no es escepticismo
sino una honesta valoración de la mente humana en presencia de la omnipotencia, una aceptación
de evidencia válida en los términos del conjunto de toda la naturaleza humana" 446. Era el suyo,
más que escepticismo, un humanismo que aceptaba las limitaciones de la naturaleza creada. La
grandeza de Dios no menoscaba la capacidad propia de la criatura. Vives nunca puso en duda la
capacidad de la ricamente dotada naturaleza humana para llegar a un verdadero conocimiento en
un mundo de seres creados.

Y la razón especulativa, una vez alcanzada la verdad, cumple su fin. "Después de la acción sigue
la quietud" 447, señala Vives al comienzo del capítulo X del libro II del De anima en el que trata
de la contemplación después de haber recorrido los pasos del conocimiento humano. Y explica:
"La razón es como una investigación, el juicio es la elección, en cambio la contemplación es la
consideración reposada y segura de todas las cosas que han sido recogidas y extraídas por la
razón y luego recibidas y aprobadas por el juicio. En la contemplación no se da razonamiento
alguno, pues en ella todas las cosas son ya ciertas e inteligibles. Y puesto que todo deleite nace
de una cierta proporción y conformidad del [Pg. 230] objeto con la facultad correspondiente y
nada hay más conforme con la inteligencia que la verdad, resulta que en la contemplación son
grandes los deleites de nuestra mente" 448. Todas las normas morales dirigen en último término
a la persona hacia la contemplación de Dios, Sabiduría infinita, por medio de un juicio educado y
de una voluntad despierta. Cada individuo alcanza este objetivo por la guía de preceptores
maduros. De ahí la oposición de Vives a la exploración independiente de una mente inmadura y
no educada suficientemente.

Por esto, señala los límites que ha de tener el aprendizaje: por una parte aquellas artes "que
pugnan con la virtud" 449, como son las adivinatorias (quiromancia, piromancia,
nigromancia,...), muy en boga en su época, y la astrología. Otro límite en el afán por aprender
será lo que Dios ha reservado para sí, que supera la capacidad humana y no es necesario para
alcanzar la perfección a la que está llamado el ser humano 450. Otro será el de las doctrinas de
los filósofos o herejes contrarios a la verdadera Religión 451. Otro el de los autores obscenos,
para que no contagien su espíritu sórdido 452. "Cualquier otra enseñanza, añade Vives, será pura
y saludable con tal que se ordene a su propio objetivo, la virtud, esto es, el bien obrar" 453. La
filosofía moral de Vives se fundamenta en un entendimiento y aceptación de la naturaleza
humana sólidamente racional, y expresa la capacidad humana para la perfección natural y para la
bienaventuranza sobrenatural 454. Bajo los supuestos de Vives de lo que es una conducta digna
subyace la noción agustiniana de la virtud inscrita como semilla en la naturaleza humana, como
[Pg. 231] una inclinación innata a la justicia 455. Por esto, la naturaleza de los niños está
inclinada al bien de un modo natural, pero sin una tutela cuidadosa esa semilla se puede
desintegrar y degenerar, bien sea por la malicia del propio sujeto bien sea por la mala dirección y
educación de otros. Lejos de caer en el "error socrático" —que conocer el bien es suficiente
garantía para hacer el bien— Vives reconoce el hecho del pecado y de la maldad humana, pero
sólo como perversión de esta tendencia natural hacia la virtud.

Comenta Vives que existe una erudición divina que nos ha sido revelada por Dios (el contenido
de la Sagrada Escritura), en la que están inmersos todos los tesoros de la ciencia y de la
sabiduría. Es la verdadera luz de las almas junto a la que, toda otra sabiduría, es oscuridad.
Comenta que es bueno tenerla presente para que, como por contraste, nuestra luz aparezca más
resplandeciente. "La constante tensión entre fe y ciencia, lo sagrado y lo secular, es resuelta por
él por y en el interior de la persona humana, cuyo ser unificado no permite tales resquebraduras"
456. La evidencia empírica es necesaria, en efecto —y él nos da una buena muestra en su análisis
de la naturaleza— pero toda la evidencia que los sentidos nos proporcionan no es sino un
material que ha de trabajar la mente, el espíritu humano, que se enriquece también con aquellas
verdades que puede alcanzar mediante la especulación, entre las que se encuentran las que
proceden del dato revelado. En Vives, al mismo tiempo, se descubre tanto la permanencia del
énfasis que se daba hasta ese momento a la razón especulativa como la importancia que se
otorgó, a partir del Renacimiento, a la experiencia inmediata sobre la realidad. Estaba
convencido de la posibilidad —o, mejor, de la obligación— de integrar ambos elementos en la
totalidad de la persona humana.

Distingue el humanista valenciano, en la Introductio ad Sapientiam, tres instrumentos para la


cultura: ingenio, memoria y aplicación o estudio 457. Los dos primeros se incrementan con el
ejercicio, el último con el esfuerzo. Multiplica Vives los avisos [Pg. 232] acerca de la actitud en
el aprendizaje 458: empeño en preguntar y no aparentar lo que no se sabe, respeto hacia el
maestro, facilidad para aprender del que escucha con interés, ahondar en el significado de las
palabras, ejercitar el estilo y la dicción, escribir con frecuencia, prácticas para ejercitar la
memoria,... Todo un detallado conjunto de experiencias prácticas, que abarcan todo el día tal
como se presentaba en aquella época a un joven estudiante y que termina con un consejo: "No
pases ningún día sin leer, escuchar o escribir algo que acreciente tu erudición, tu discernimiento
o tu virtud" 459.

Explicará Vives más tarde, en el De anima, que el camino de la sabiduría es lento y trabajoso.
"Es evidente, señala, que los estudios de la sabiduría están puestos en un sitio elevado,
desaniman y debilitan a los ingenios hasta que con la costumbre toman aliento y recobran las
fuerzas, sin duda cuando son por naturaleza firmes y robustos". La meta es costosa, pero el
premio siempre compensa: "La sabiduría tiene límites muy extensos o mejor no tiene ninguno, y
debemos caminar muy largo tiempo antes de que parezca que hemos hecho algún avance en tan
vasto recorrido. Mas cuando el hombre erudito se ha afianzado y aplica su espíritu al gobierno de
la vida con los recursos aparejados por el estudio de las ciencias, por supuesto actuando de buena
fe, (...) mas cuando, en fin, se aplica, supera en grado sumo a todos los demás y muestra con
evidencia cuán grande es la diferencia entre la inexperiencia y la pericia" 460. Insiste en el
peligro de la falta de rectitud, de la arrogancia, en la que ve el gran enemigo del estudio, pues
"muchos hubieran podido llegar a la sabiduría, si no hubieran pensado que ya habían llegado"
461, como comenta en la Introductio. [Pg. 233] Su mejor premio es la alegría del conocimiento
de la verdad, pues "nada puede imaginarse más grato que el conocimiento de muchas cosas; nada
hay más fructífero que el discernimiento de la virtud" 462.

De la condición pasible del ser humano surge el que se hayan oscurecido para su entendimiento
las normas rectas de su conducta. "Sin embargo, señala Vives en De anima, quedan en nosotros
restos de aquel bien tan grande que atestiguan suficientemente cuán valioso era lo que hemos
perdido". Es lo que algunos conocen como sindéresis y otros como conciencia. "Esta luz o
discernimiento de nuestra mente de forma ora directa ora indirecta, pero siempre tiende hacia el
bien y la verdad, y a éstos se dirige resuelta. De ahí la aprobación de las virtudes y la reprobación
de los vicios (...), a no ser que uno carezca enteramente de sensibilidad humana y se envilezca
hasta la condición de animal" 463. Mas bien al contrario, la misma razón es testigo del fin último
al que está llamado el ser humano, como señala Vives: "nuestra razón, un don tan grande y
eminente, no se nos ha concedido para cosas tan viles y efímeras como son aquellas en las que se
desarrolla y ocupa la vida humana —¡cuánto más viles todavía son aquellas en las que discurre la
vida de los animales!—, sino para que conozcamos, adoremos y amemos a Dios, pues no existe
realidad mayor que Él, ni más eminente, ni más digna de la razón, a su vez la cosa más excelente
de todas. Ésta es, en verdad, la religión de la que están enteramente privados los animales; por el
contrario, no existe hombre alguno al que no afecte alguna forma de religión" 464.

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