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Espacios del Saber ules tees pabcsace 32. D. Oubiae, Jen-Lac Gata By Pease ere Geter BE ee neuen prorme BEA Nagy once, Bide mire le goelcct, le maken y le Spoiled acne ace er Ken, Me ald de capitate seni 2 Gs, Palme Sietiodee: Pare ad Ba fleds Giie Bec Oe Eager gen ene tol Ria ies Wiel. et eee Leen #icocen Sot ounces Be ee es asa aaa Bern SFE Caray D. hcl Compe), aay ded por moe 3 Bean 5, ta compersid, pe GS bere pee ereetiay ita y la crgentina en la contraction de tn maginarie cull. 3s Seater oa ce oe lowes Cow, Are de" ponguerra, Ronsero Brest 7 la revusee Vex y Batimoar ene 52. E. Arhuch(Gomp), Penar ee empo. 35: K Negs'y ©. Coen, Gena 54 BE Bina y 7 Mitchell (Comp), Edward Saud: Contimuande Te omoercta 55 J. Coplee nx y le etmnara del renin 5. Banas 7 Snch emp), Laer tr, ered 58. 6 Monel £2 cet mre 59. M. Cartan, Lar omparde a eltre 8. Mon Bee rr dl berber on Orie 61. E Glannnets, Vises preondse, bean 62: Serdar tractor ale robe Pe. 63. B Engel y R Roroy, Porm qud stv le rdad? 68. D. Servino, La fbi arta. 65. M, Franco y F Levin (compe), Hiaors reente. nnmnten de ine icaje flere. cer mconfesable aie nabecea Tice y Misteslia Levin (compiladoras) ‘Vera Carnovale * Silvia Finocchio Elizabeth Jelin * Alejandro Kaufman Daniel Lvovich * Roberto Pittaluga Hilda Sabato * Ludmila da Silva Catela Enzo Traverso * Sergio E. Visacovsky Historia reciente Perspectivas y desafios para un campo en construccion PAIDOS Buenos Aires -Bareslona - Mico itera resents: perepecias ydestios para un camo en conssueccn/ ‘oreo Losin y Marna ance ia d= Bune Aer Pa 507 ‘Sap 2ietg em (Copano al Saber). {stole 2, sneayo Argentina | Francs Marne SOD S60 ase Cobar de Gato Mac (© 2007 decodes dicones ‘ef $9, Boao Alcs Erma detlonureepedoncomar Queda hecho el dept que preven a Ley 11.73 [apres ena Argonne “Pine i Argentina “prt Gr MES, Saigo dl Ere 38, Lani “Tada: 1.500 gemplaee ISBN 950-126868-1 Indice Los autores Inwroducci6n, Marine France y Florencia Levi 1s PRIMERA PARTE Historia reciente: cuestiones conceptuales ‘y recorridos historiograficos El pasado cercano en clave historiogrifica Marina Franco y Florencia Levi 31 . Historia y memoria. Notes sobre un debate Enzo Traverse = o7 Historia reciente de pasados craumiticos De los fascismos y colaboracionismos europeos « la historia de la tltima dictadura argentina Daniel Lovie . So ‘Miradas sobre el pasado reciente argentino. ‘Las escricuras en torno a la miitancia setentista (1983-2005), Roberto Pittaluga... ” 125 2. Historia y memoria ‘Notas sobre un debate ENZO TRAVERSO La memoria parece hoy invadir el espacio pstlico de las idedes occidentale, gracias a wna proliferscién de ma- conmemoraciones, premios literarior, pelewlas, series was y otras manifestaciones culeurales, que desde dis- ntas perspectivas presentan esta teméties. De esta maner ;pasado acompafia nuestro presente y se instala en el imag tio colectivo hasta suscitar lo que ciertos comentaristas han ado una “obsesiGn conmemorstiva” poderosament arm ificada por los medios de comunicacion. La valorizacién, luso la sucralizacin de los “hugares de la memoria” da hue anna verdadera “topolatria" Reichel, 1995). El pasado es canremente reelaborado segdin las sensibilidades éticas, ‘rultarles y politcas del presente. Esta memoria “sobreabun” dante” y “saturada” (Maier, 1993; Robin, 2003) marca el es- pacio. Hoy, todo se wanaforma en memoria, desde lor dios profesionales hasta las emisiones tclevisivas, deate “lbs restimonios en tna sala de eibunel hasta los archivos pri- “vados y los albumes de fotos de familia, Instivacionalisado, ‘stdenado en los muscos, tansformado en expectéculo, rita” E izado, reificado, el recucrdo del pasado se transforma en me- “ Enzo Travers moria colectiva una vez que ha sido seleccionado y reinter. pretado semtin las sensibilidades eulturales, les interrogaciow ‘hes éeas y las conveniencias politicas del presente. Asi, tF forma “el turismo de le memoria”, con la transformacién de los sitios histéricos en museos, visitas guiadas, estructuras det recepcién adecuadas (hoteles, restaurantes, negocios de re- ‘cuerdos) y estrategias publicitarias especificas. Los centros de investigaci6n y las asociaciones de historia local son incorpo! rados a los dispositivos de este turismo e incluso a veces ob Henen de ello sus propios recursos de subsistencia. Por Ido, ete fenémeno muestra indudablemente un proceso de fimo, estedzado, neutralizado y rentable (un proceso parale Ioalde la apropiacién de clertos momentos del pasado por lil industria del especticulo, especialmente el cine). Por oo} real 0 mitico alrededor del cual se construyeron préctcas tis ‘onuizades dinigidas a reforzar la cohesion social de un gr © de una comunidad, a dar legitimidad a ciertas instituciones, ‘inculear valores en el seno de la sociedad (1983.9). Bs am cvidente que esta constuccién de la memoria conileva ‘sro politica del pasada 2De dénde viene esta obsesién por la memoria? Se pode responder invocando la distincién establecida por Walter Benjamin entre la “experiencia wansmitida” (Erfabrung) y “experiencia vivida” (Eviebnis). La primera se perpenin cas natralmente de-una generaciGn a otra yva forjando las idem ‘Sdades de los grupos y de las sociedades en Is larga duraci6m| la segunda es un rasgo pico de la modernidad, es una viven: sia individan, fg, vos, cfimers. En su libro de los Pas ‘jes, Benjamin relacionaba esta “experiencia vivide” con la vida trbana, suriumo y sus metamorfess, con los electroshock de 12 sociedad de masas y el eaos caleldoscépico del universo mereantl, Le Brfubrang serfa pica de las sociedades tradi onales la Erlebnis perteneceria alas sociedades individwalis linorie y memoria oo T ssycomo una marca antropolégica del liberalismo moderno, modernidad, segiin Benjamin, se caracterizabs precisa fénte por el declinamiento de la experiencia wransmitida, de momento colminante. Luego de ese waumatismo mayor de ropa, varios millones de j6venes campesinos que habfan ‘a naruraleza y en el interior de los eédigos del mundo ra- ifoeron repentinamente arrojados “en un paisaje donde na- fra ya reconocible, fuera de las nubes, y; en medio de un mpo de fuerzas atravesado por tensiones y explosiones des- sivas, el mimisculo y f4gil cuerpo humano” (Benjamin, 1977: 386). Era la consumacién de un proceso cuyos origenes an sido magistralmente estudiados por Edward P. Thomp- (2991) en un ensayo sobre el advenimiento del dempo xroductivo y disciplinario de la sociedad industrial os traumatismos caracterizan la “experiencia vivida” del iglo XX, muchas veces bajo la forma de guerras, genocidios Seprepresiones politicas. Una primera respuesta a muestra cues én inicial levarfa 2 esta constaracién: la obsesiGn por la moris de nuestros dias seria el producto de esa caida de la periencia transmitida, el resultado paradéjieo de una deci -Pero es preciso interrogarse también sobre las formas de ra obsesiGn por la memoria, La memoria, entendida como is representaciones colectivas del pasado tal como se forjan {gh el presente, estructara las identidades sociales, inseribién- ‘en una continuidad hist6rica y otorgéndoles un sent- Mo, es decir, una significacién y una direccin. En todss “specs siempre, as sociedades humanas han poseido una Fis memoria, se podria decir con Lévi-Strauss, residen en la @onmemoracién de los difuntos. Tradicionalmente, los ritos ‘jelos monumentos funerarios celebraban la trascendencia ‘cristiana la muerte como pasaje al mds ally confirmaban 2 Enzo Traverse af sno un acto reparador, como si ua ejérito judfo hublera de- frotado a los nazis en Vareovia en 1983 (Segen, 1993). Los nal Glonalsas serbios furcSaban, ante sf mises, la limplecaa Stnicas conte los abaneses, en Kosovo, como ona prucbs dei fdclidad a la racmorla de sus antopesedos vicdinas de lai cpresién oootnans, en bento que los profesionales Gel anrca tinnismo, en Francs, velan en las bombes sobre Belgredll ‘toa defenes de i iberend contr ln aeva cara del coca rouse “no ha descrito una vida tal como ella fue, sino una ¥v- ja tal como ella permanece en la memoria de quien la ha v= + vido". Benjamin continda su andlisis comparando el trabsjo | Ue Proust de memoracién espontines, donde el recuerdo es ‘el envoltorio y el olvido el contenido”, al “trabajo de Penélo- | Pe donde "sa da el que desace fo gue’ hecho la no- he Cada manana, al desperear, "no tenemos 2 mano sino ‘gunos trozos del tapiz de ia vivencia que el olvido ha tejido tn nosotros” (Benjamin, 1977, 336). Dado que se spoys en la cxperiencia vivida, In memoria es eminentemente ruler ile queda anclads s los hechos s lor que hemos asistido, de fos que hemos side restgos, incluso acvores, alas impresio- fF, nes que ellos han grabado en nosotros, La memoria es cuali- F ativs, singular, poco culdadosa de las comparaciones, de ‘Contextualzacion, de las generalizaciones, no tiene necesidad fe prucbas para quien la transporta, La narracién del pasado dofecida por un testigo —mientas éte no sea un mentroso consciente~serd siempre a verdad, es decir, una parte del pa FF do deposicada en él Por su cardcter subjedvo, la memoria H janis ext Gjads; se asemeja mds bien una eancera ablerts, en (2000: 106). La hiseoria es una puesta en Felaco, cna excrimasfjes Jamey cot Slats = asomcie i eres eas leone vel pasado segtin las modalidades y las reglas de un ofcio 9} rade Benjamin, “el lienzo de Penélope” se modifica cada d ~igamos incluso, con muchas comillas, de una “ciencia"=4Be ', canea del clvido que nos amenaza, para reaparecer més tar- que constiaye una parce, un desarrollo de la memoria, Pe nde, a veces mucho més tarde, teido de una forma distines = Sila historia nace de Ia memoria, eambién se emancipa delle |ssuciisdel prints secuerdo: Nove sdle el sempo lo que exo. lla, al punto de hacer de la memoria uno de sus temas de inadfll ‘avs deblinr al weenerdes La mnemsonta os con coneteesion, vvestigacién come lo prucba la historia conremporinea. L491 tre sicmpre “fltrada” por los conocimientos posteriorment= bistoria del siglo XX, llamada también “historia del viempé/a| gdquirides, por la reflexion que sigue al acontecimienco, 0 presente”, analiza el tstimonio de ls actores del pasado 4B pol otras expeiencis que se fuperponen «le primers yo, integra las fuentes orales tanto como los archivos y los oto -difican el recuerdo. El ejemplo cldsico es, una vez mis, aquel documentos materisles 0 escritos. Le historia tiene sof ou new de los sobrevivientes de los campos nazis. La narracién de la imiento en la memoria, de la cual es una dimensiGn, pera ecpSicccn vive en Aucchwin por ux cx devoredo jodie 30 no impide de ningin modo que Is memoria devenga wl 4E Somanists noes frecuentemente la misma segun sea heche cijeto de la hiscoria antes o despaée de oa ropeura con el Partido Comuniets, An- |a memoria colectiva en el espacio piblico no podia sing plantear numerosos interrogantes a los historiadores. Aqut: s6lo abordaré algunos de ellos. HISTORIA Y MEMORIA “Historia y memoria son dos esferas distintas que se entree: cruzan constantemente (Nora, 1984: xix). Esta distincién no. cllas nacen de tuna misma preocupacién y comparen wn mi mo objeto: la elaboracién del pasado. Se podria incluso, con Paul Ricoeur, atribuir a la memoria una condicién matricial, tes, durante los afios sesenta, este sobreviviente ponfa en pri ‘mer plano su identidad politica al presentarse como un depor- ado’ antifascist. Después, durante los afios ochenta, i se consideraba en principio como un deportado judio, persegui: do en tanto que judio y testigo del exterminio de les judfos de. Europa. Desde luego, entre esos dos testimonies realizados por ia misma persona en dos momentos diferentes de su vids, | seria absurdo disunguir el verdadero del falso. Los dos son verdaderos y auvénticos, pero cada uno manifesta una parte de verdad flerada por la sensibilidad, la culuura, y también, se podria agregar, por las representaciones identitarias, incluso’ dual o colectivs, es una visi6n del pasado siempre mediada por cl presente. En esce sentido Benjamin definia el procedimien- 9} ‘to de Proust como una “presentificacién” (Vergegemortigug) (1977: 345). Mis recientemente, con un sentido similar, Frans ois Hartog acufé la nocién de “presentismo” para describir § ‘ona sinuacién en la cual “el presente se transformé en hori- "an presente que “sin futuro y sin pasado” engendraria 2 ambos permanentemente segiin sus necesidades (2003: 126).. ‘También la historia, que en el fondo no es sino una parte de Is memoria, como lo recordaba Ricoeur, se escribe siem= re en presente, eunque pase por otras mediaciones. Para’ exisur como campo del saber, sin embargo, ella debe eman= ciparse de Ia memoria, no rechazindola sino poniéndola a distancia. Un cortocirenito entre historia y memoria puede tener consectencias perjudiciales sobre el abajo histérico al. ‘wansformar al historiador en tn simple abogado de Ia memo- | ris 0 al hacerle perder de vises el contexto mas general con el | ccaal esa memoria se vincule. Una buena ilustracién de este Fenémeno esta dada por el debate de estos iltimos afios alre- dedor del problema de la “singularidad” del genocidio judfo fe (Craverso, 1998). ‘La igrupeiGn de esta controversia en el territorio del his- soriador conduce, inevitablemente, a los caminos de la me- moria judfa, a su emengencia en el seno del espacio publica y a =a su interferencia con las pricticas tradicionales de la investi- gacién (publicacicn de aurobiografias, creaciGn de archivos ja por Ia memoria se ha revelado extremadamente eran ee eee eee jén metodol6gica tan banal como esencial, a saber, que la jemoria singulariza Is historia, en la medida en que ella es ffandamente subjetiva, selectiva, frecuentemente icrespe- fiosa de las distinciones cronolégicas, indiferente a las re~ construcciones de conjunto, a las racionalizaciones globales. Su percepcién del pasado es irreductiblemente singular. Alli donde el historiador no ve més que una etapa dentro de un ‘proceso, que un aspecto de un cuadro complejo y dinsmico, Eltestigo puede caprarar un acontecimiento crucial, el sact- 7 dimiento de una vida. El historiador puede deseifrar, analisar pexplicar las fotos conservadas de Auschwitz. Sabe que son judtos los que descienden del tren, sabe que el SS que los ob- gerva participaré en una seleceién y que ls gran mayoria de las figuras de esa foro no tienen ante sf mas que algunas ho- ras de vida. A un testigo, esa foro le diré mucho mis; le re- cordari sensaciones, emociones, ruidos, voces, olores, el miedo y el desconcierto del recién llegado al campo, la fatiga de un largo visje efecrsado en condiciones horribles, quizis la vision de la chimenes de lor cremavorios. En otros térmi- FF nos, un conjunto de imagenes y recuerdos absolutamente sin- J) gulares y completamente inaccesibles al historiador si no es 2 partir de un relato a pasteriori, Fuente de una empatia incom- parable con la que pado haber revivido el vestigo. La foto de | un Hiftling muestra a los ojos del historiador una victims anénima; para un pariente, un amigo o un camarada de pri- ‘Sn, esa foto evocs todo un mundo absolutamente tinieo. Pa za cl observador exterior, esa imagen no representa ~dirfa Siegfried Kracauer~ sino una realided no redimida (wnerlir) (Kracauer, 1977: 32 y 1960: 14). El conjunto de estos recuer- dos forma una parte de Is memoria judis, una memoria que cl historiador no puede ignorar (tanto més si él mismo es ju dio) y que debe respetar, que debe, en tanto sea posible, ex plorar y comprender, pero a la cual no debe someterse. No, Sene el derecho de transformar Ia singularidad inevieable y Jegitima de esa memoria en wn prisma normativo de eseritw a de la historia, Su tarea consiste mds bien en inscribir es global, para intentar con ello esclarecer las causas, las condi: iones, las estructuras, la dinémica de conjunto, ‘Esto significa aprender de la memoria, pero también p: sarla por el tamiz de una verificacién objetiva, empiricay ciones y sus trampas. Si hay una singularidad abrolura de Ia memoria, aquella de la historia seré siempre relasioa (Chas ‘mont, 1994:87). Para un judfo polaco, Auschwitz significa al 50 teriblemente vinico: Ia desaparicién del universo humano} social y cultural en el cual ha nacido. Un historiador que n ogre comprender esto no pode jams escribir un buen libra: sobre la Shoé, pero el resultado de su investigacién no se para nada mejor si extrae la conclusién ~como lo hace, por Sjemplo, el historiador norteamericano Steven Katz (1996)=_ ue el genoeidio judto serfa el nico de la historia. Seguin Eric J. Hobsbawm, el historiador no debe sustrae sean deber de zmiverslimno: “Una historia destinada s6lo jan sobre fuentes orales, frecuentemente es muy difcil encon a} ‘mar el justo equilibrio entre empatia y distancia, entre el, reconocimiento de las singularidades y la puesta en perspecs tiva general. Hintoria y memoria 7 © UWA PARIJA ANTINGMICA G- Bvidentemente, no se trata de oponer de manera mecini- a, en la amplis gama de literatura sobre la materia, una me- moria “mitica” a la aproximacién “cientifica” y racional del historiador como tendia a hacer, hace algunos afios, Marcin Broszat en su correspondencia con Saul Friedlinder (1988). 'E] historiador no trabaja encerrado en la clasica torre de ‘marfil al abrigo del mundanal raido y tampoco vive en una ‘cémara refrigerada, al abrigo de las pasiones del mundo. Su- fre los condicionamientos de un contexto social, cultural y nacional; no escapa a las influencias de sus recuerdos perso- nales ni a un saber heredado —condicionamientos e influen- fias de los cuales puede intentar liberarse a cavés de un tesfuerz0 de distanciamiento critico, pero nunes a partir de la nezacién~. Desde esta perspectiva, su tarea no consiste en tratar de suprimir la memoria ~personal, individual y colect- vir, sino en inseribirla en un conjunto histérico mas vasto, Por es0, en el trabajo del historiador hay, sin dada, una par- te de rransferencia que orienta la elecei6n, la aproximacion, el tratamiento de su objeto de investigacién y de lo cual el in~ vestigador debe ser consciente (Friedlinder, 2000). ‘En sa obra History. The Lare Things before the Last (1969), Siegitied Kracauer proponia dos metéforas del historiador. La primera, le del judie errante, remitia a Ia historiogratia po- sitiviets. Como ocurre en “Funes el memorioso”, al héroe del célebre relato de Borges, Ahasvéras, quien habia atravesado los continentes y las épecas, no podfa olvidar nada y estaba condenado a desplazarse sin cesar, cargado de su fardo de re~ cuerdos, memoria viva del pasado del cual era el guardin in~ feliz. Objeto de compasién, no encarnaba sabiduria alguna, ‘ninguna memoria vireuosa y educativa, sino solamente un tiempo cronolégico y vacio (1969: 157). La segunda metifo~ zr, la del sxiliado ~se podrfa decir también del extranjero, se~ gin la definicién de Georg Simmel, remitfa al historiador Como figura de exrsterritorialidad. Como el exiliade que esti 7 Brzo Traverse WIS gsicoria y mémoria ~” tensionado entre dos pate, su patria yla serra de adopetény el historiador estf dividido entre el pasado que explora y el | presente que vive. Ast esté obligado a adquirir la condicién de ‘exeraterritorial”, en equilibrio entre el pasado y el presente, (ibid: 83; Simmel, 1983). Como el exiliado, que es siempre un outsider en su pais de recepei6n, también el historiador oper ‘una intrusién en el pasado; pero del mismo modo que el exi= liado puede familiartzarse con el pais receptor y tener sobre st vida une mirada partcularmente aguda, ala ver interior y ex terios, hecha simuledneamente de adhesién y disunciemiento, élhistoriador puede —no ee la norms, es una virmelidad~ co” nocer en profindidad wna época determinads y reconstitair de ella los caracteres con una claridad mayor que sus contem- porineos. Su arte consisce en reducir al méximo las carencias ue produce la distancia y en extraer el mayor beneficio de las ‘Ventajasepistemolégieas que de allf se derivan En tanto que “pasante” extraterritorial (Grensgainger), el historiador es deudor de la memoria pero actia a su Vez 80- bre ella, porque contbuye a formarla y a orientarla. Preci- samente porgue no vive encerrado en una torre sino que ‘perdeipa en la vide de Ia sociedad civil, el historiedor com aye a la formacién de una conciencia histériea, y eneonces de una memoria colecive (ona memoris no monolitica, plural © inevitablemente conflictiva, que Tecorve el conjunto del uerpe social). Dicho de otro modo, este abajo coneibuye 4 forjar eso que Habermss (1986) denomina wn “uso pablico de la historia” (ofene Gebrauch der Gerbicte). Se trata de una constaracién que no hay necesidad de subrayar: los debates slemanes en tome del pasado nazi los talisnos alrededor del pasado fascist, los franceses sobre el pasado vichista y colo- | Dal los argentinos alrededor de la dictadura militar, superan largemence las fronteras de Is investigacién hist6rica. Inva- den los medios de comunicacin, de I prensa a la televisin, La eélebre férmula que definte al nazismo como “un pasado que no pasa” se refiete ala sociedad alemana en ss conjunto, no solamente al trabajo de los historiadores. < umba del pasade. La experiencia de reconstruccién del mundo de fi - jniliaresderaparecides (2001) me parece un buen ejemplo de in- yestigacién histérica que hace de la memoria su objeto al Inscribirse conscientemente en un contexto sensible donde, = de manera inevitable, participa de un uso piblico de Ia histo- ‘Ha. Intentemos destacar los componentes de ello. Primero, Ia historia oral, pues la autora ha realizado una investigacién entre familiares (padres, hijos, hermanos y hermanas) de de- Separecidos de La Plasa, una ciudad donde la represién de la dictadura militar fue particularmente virvlenta y extendida, Se tata del relaro de los familiares de su miedo, su esperan- zay su espera, de su rabia, su coraje, su necesidad de sctuar ¥ de ou alivio luego de cada pequefa accién publica. Segun- do, Ia historia polftica: c6mo los familiares comenzaron a ‘organizarse, c6mo encontraron la fuerza pera actuar piblice- formacién) y simbolos (el pafiuelo, exc.) Cémo esas acciones respondian a un imperativo moral, a una necesidad personal y emo se transformaron en un movimiento politico con un ‘amplio impacto sobre el conjunto de la sociedad civil. Cémo las madres y a veces las abuelas, quienes eran amas de case, se wransformaron en las lideres de un movimiento de la so- -ciedad civil contra Ia dictadura militar. Junto a la historia oral yy la historia politica, la antropologia y Ia pricologia: un estadio fobre el sufrimiento y sobre la imposibilidad del duelo liga- Gos a la dessparicién. Los familiares sthen que los desapare- cidos estén muertos, pero no pueden considerarlos como tales porque sus cuerpos jamés fueron recuperados, de don- nable e imposible: las marchas de las Madres, la aparicién de los pafiuelos, las fotos de desaparecidos en Ja prensa, el “zco- soa las autoridades, la apercura de archivos, los procesos ju- diciales, la bésqueda de los cuerpos de las victimas, los “escraches” ante las casas de los torsuradores, ete. Una reme- 20 Enzo Traverse I moracién profundemente anclada en el presente, como lo prueban las madres y los hijos que apoyan los piquetes de de~ socupados pues la lucha de los piqueteros por la “dignidad humana” es la misma que la de sus hijos y padres asezinados | por la dictadura. He aquf entonces un libro de historia don- de el objeto es la memoria individual y colectiva, un libro, ‘tanto mds logrado puesto que, incluso entrando en empatia on los testigos, la autora no se identifica con ellos ni preten- de hablar en su nombre, sino que guarda siempre una distan-_ ‘TEMPO HISTORICO Y TIEMPO DE LA MEMORIA ‘La historia y la memoria tienen sus propias temporalida- des que, repetimos, se entrechocan constantemente sin llegar 2 identificarse. La memoria es portadora de una temporal dad cualitativa que tiende a poner en cuesti6n el continuum de la historia. Benjamin nos ha dado una ilustracién de ello en. sus tesis “Sobre el concepto de historia”. En la resis XV, evo- cca un curioso episodio de la revolucién de julio de 1830: du- rante la noche, luego de los combates, en muchos lugares de Paris, simulténeamente, habfa gente que disparaba sobre los relojes, como si quisiera detener el dia (1977: 259). La tem= poralidad de la revolucién la de 1789 habia introducido un ‘nuevo calendario~ no era aquella mecénica y vacia de los re- lojes, sino més bien, precisaba Benjamin, aquella del recor dar, ‘aguella de la revolucién como acto redentor de la memoria de los vencidos. En sus comentarios a las tesis de Benjamin, Michael Léwy muestra una imagen sorprendente- ‘mente homéloga a la de los insurgentes de 1830. Es una foro fechada en abril de 2000 que muestra indigenas disparando If sobre los relojes de las conmemoraciones oficiales del V Con renario del descubrimiento del Brasil (2001: 105-108). La memoria de los oprimidos no se priva de protestar conta el Sempo lineal de la historia, ‘pisoria y memoria a 5. Para tomar impulso, la historiograffa exige una toma de distancia, una separaci6n, incluso una ruptura con el pasado, SI menos en la conciencia de ss conremporiness, lo gees Gondiiba esencial que permite proceder a wna hstoriacion, ‘Secs sna puesta en perspectva histrica del pesado. Fo sucede is por es Exctaras tnbslica (por cmap, on Exe fepe 1918, 1917, 1955, 1945, ee2) que por wn simple aleje- temo temporal, A esa distancia. eagendrada por uns cura corresponde, normalmente, la acumblacién de cic {2s premises materiaies de lainvestigecién, ence ls evales, tn primer loge sc encuentra la conattaciGn yl apertara de archivos, povados y piblicos. Ager of Exiremes. The Shore Sokch Contry de Extc}, Hlobabawen (1994) 0 obra solect- 4s Le ie dos commimismer (Dreykas y Groppo, 2000) 20 ba- trian podide sparecer ances de ia ruprara de 1989-1991 (en principio la caida del muro de Berlin, lego el desplome de E'URGS), Un erabajo plonero come el Brivsie de le baie de Leén Poliakow (1951) implicaba no solamente el fn dels grierra y la caida del aazismo, sino también la posbilidad de Sinsulzar las acts de los procesos de NiSremberg, Para cx- teibir un libro de historia que no tea solamente tin wabsjo tisldo de emdicién, es necesario tambien una demanda s0- ‘lal publica, lo cual seenvia a la interseccion que conects la {nvestigacign hisetiea con los recorrdos de In memoria co- lective Ee por eso que Tbe Desrustion of European Jews Go Raul Hilberg (1985) no tuvo sino un debilimpattoy perma- zeci6 asi insdverdo en el momento de su primers ediién, ta 1960, y devine en cambio una obra de seferencia parts Ge los age ochenca. Ta memoria, por su parte, tende a atravesar varias eta- pas, que de acierdo con el modelo propuesto por Henry Roteso en Lesyndrome de Vichy (1990), podrfan deacribicse de la siguiente manera: en prinelpio hay/un acontecimiento Sinificadvo, con frecuencia un taumadamo; despues uns fave de represion (refulement) que sert tarde o temprane feguida de una inevitable anamnesis (el “revorno de lo re- 2 Enzo Traverse primido"), que puede, quieds, convertise en obsesién. En el {aso del régimen de Vichy, eae esquema corresponde ala gue- rrr y a la Liberacin, a la represién de los afos cincuenta y sesensa, a la anamnesis a partir de los afios serenta, en fin, la obsesién actual" En el caso alemén: la Schuldfrage (El problema ie la culpa) de Jaspers en 1945, la represign de la era de Ade raver, en fin ana obsesién del pasado que alcanza su panto calminante con la Historikerstrei,el debate Goldhagen, la po- lémica Bubis-Walser y la exposicién sobre los crimenes de la = ‘Wehrmacht. La historiografia ha seguido, grasse mado, el reco- sido de la memoria, No seria diftcil mostrar que la produc cin historiea sobre Vichy y sobre el nazismo ha conocido un, impulso en el momento de la anarnnesis y ha alcanzado un pi- co durante la fase de la obsesién. Ella ha sido alimentada por ‘esas etapas y, a 64 vex, ha contribuido conformarlas. Sin em- ‘argo, esa correspondencia no es lineal, la temporalidad his- rica y la de la memoria pueden también entrar en colisi6n y producir una especie de desincronizacién. El caso mis significativo y paradéjico, me parece, es aquel de la recepcién del ensayo de Hannah Arendt sobre el proce- | so Eichmann en Jerusalén cuyo subsitulo, la “banalidad del mal” (1977), suscité un escindalo, Ese proceso fue precisa- mente un punto de viraje que ponia fin a un largo perfodo de. ocultamiento y de olvido del genocidio judfo y comenzaba un J retomo de lo reprimido. Por primera vez, el judeocidio de- yenfa un tema de reflexién para la opinién publica interna- ional, mucho més allé del mundo judfo. Fue también un momento catértico de liberacién de la palabra, cuando un gran mimero de sobrevivientes de la exterminacién nazi se presentaron en el proceso para testimoniar. Asf, en el mo- ‘mento en que el mindo tomaba conciencia de la amplimud del, genocidio judfo, que aparecfa entonces como un crimen monstruoso sin precedentes, Hannah Arendt focalizaba su mirada sobre Eichmann, un representante tipico de la buro- 1. Rebensieehs Uitheunbecenegeh dtmertetstite Sessoms, 2600500. Hari y memoria 8 eracia alemana que encarnaba, a sus ojos, la hanalidad de! mal. ‘Arends, cuyos escritos de los afios cuarenta pracban que en medio de un mundo ciego, ella estuvo entre los primeros en ‘mensurar ese crimen, no ponfa su atencién en las victimas, si zo en los verdugos. Su perspectiva y su cuestionamiento eran de-orden histérico; ella adoptaba lo que Raul Hilberg (1996) Gebia definis, mucho més tarde, como la “perspectiva del eje- fextor”, un ejecutor que ella podis finalmente mirar a la cara, fen carne y hueso. Adoptando esa perspectiva, se encontraba © confrontada a un crimen monstrueso perpettado por ejecu- tores que no eran monstruos, sino personas ordinariss. Los observadores y los comentadores del proceso, en cambio, ha- fan adoprado otra perspectiva: aquella de la memoria de los sobrevivientes que revivian su sufrimiento en el presente. La herida estaba atin abierta y sangrante; habfa estado sélo ocul- tay aparecfa ahora a la Juz del dfa. Su atencién estaba reteni- 4a por los testimonios draméticos dedos en el proceso por los sobrevivientes, frente a los cuales Eichmann no era més que un simbolo, En tales circanstancias, le “banalidad del mal” evocada por Arendt no aparecié como una nocién suscepri- ble de aprehender los méviles y las categorias mentales de los ejecutores sino, simplemente, como la tentativa de banalizar ‘un crimen entre los peores de Ia historia de la humanidad (Diner, 2000). ‘Sin embargo, el esquema romado de Rousso puede tener umerosas variantes, En Turquia, por ejemplo, la memoria y Ia historia del genocidio de los armenios jamés pudiezon ser claboradas ni inseriptas en el espacio paiblico. Se han consti- ‘mido en otra parte, en la diéspora y en el exilio, con todas las, consecuencias que ello comporta (Vidal-Naquet, 1991; 267- 275). Por una parte, la memoria es erigida no solamente con- tra al olvido sino, sobre todo, contra un régimen politico que oculta y niega el crimen en el presente; por otra parte, la e=- critura de la historia ha sido trabada porque el ocultamiento pasa por el cierre de los archivos y por Ia muldiplicacién de obstéculos « Is investigacin. Enzo Traverso En Talia, donde el consenso antifascista he sido durante varios decenios un pilar de las insticociones republicanas, la Felectara hist6rica del fascismo, comenzada hacia fines de los ahos setenta, ha precedido al “retorno de lo reprimido”, que | se produjo solamente en los afos novents, con el fin de los partidos que habian constituido el sistema politico después de 1945 y la legrtimacién de los herederos dei fescismo como fuerza de gobierno. Esta anamnesis ha romado una forma pa- raddjica: por una parte, el fin del olvido de las victimas del enocidio judio y, por oera parte, a rehabilitacion de las “vie~ timas" fasciseas, luego de la guerra civil que asol6 el pais en- tre 1943 y 1945. La ersis de los partidos y de las instivacfones que encarnaban la memoria anGfarcista creé las condiciones | para la emergencia de otra memoria, una memoria hasta ese 7 ‘momento silenciada. El fascismo es ahora reivindicado como” un pedazo de la memoria nacional italiana y el ansfascismo rechazado como una posicién ideolégica “antinacional” (el 4 de septiembre de 1943, fecha dela firma del Armisticio y del | comienzo de la Guerra Givi, se wansforma en el simbolo de 4 “rmuerte de la patra’) (Gall della Logia, 1999). El resultado 3 fae, en el otofo de 2001, un discurso oficial del presidente de. Ja Repsbliea, Carlo Azeglio Ciampi, donde se conmemoraba 2 “todas” las victimas de la guerra: los deportados resistentes 1 judios y los “mértres” del fascismo ("i ragaze! di Sal"). En la Argentina, en cambio, la memoria de los erimenes de 1a dictadura militar ha comenzado a manifestarse en la escens publica antes del fin de la misma dictadurs «Ia que contrib {v8 poderosamente a aislar y a deslegitimar (digo "memoria" Dues las marchas con las fotos de desaparecidos eran ya for tas de conmemoraciones). En lo que respecta a las modal Gades propias de la eriminalidad del régimen -la desaparici6n de decenas de millares de vievimas cuyos cuerpos no han sido jams hallados-, la fase del duelo y de la aficciéa se ha pe~ ennizado, no ha habido olvido ni represion de la memoria de los crimenes. Al mismo tempo, en lo que respect a les for- | sas propias de la transicin hacia la democraci, in ruprara df ee Historia y memoria as © radical, sin una verdadera depuracién de las instivaciones mili- | fares, con algunos procesos seguidos por leyes de amnistia que = desembocaron en la impunidad de los verdugos, la memoria ‘no hs podido hacer ugar a la historia* La dictadura militar no «ee derrumbé, como el fascismo europeo en 1945, sino que se retiré discretamente de la escena. En resumen, no se ha podi- { do establecer una distancia respecto al pasado: he habido un alejamiento cronolégico, no una separacién mareada por fuer- tes rupturas simbélicas (Groppo, 2001). Estamos confrontados aqui, para retomar wn concepto forjado por Dan Diner en ox Contexto, a un “tempo. ido” (gereaute Zeit) que recha- 1a situarse como pasado (1993:123-140). Es por eso que una de las condiciones fandamentales para el nacimiento de una his- oriografia de las dicraduras del Cono Sur, tanto la chilens co- mo Is argentina, no asté atin constinaida, Esto nos conduce otra vez 2 Israel. Si el proceso Bich- mann es un ejemplo de choque entre la memoria y la escrita~ ra de la historia, el itinerario del sionismo ofrece también otros ejemplos de convergencia (tardfa) entre ambas. Es el caso reciente de la relectura de la guerra de 1948 por los nue~ vvos historiadores israelfes (Benny Morris, Ilan Pappé y otros) @eppé, 2000; Warschawsld, 2001:39-46). Sobre la base de ‘una investigacién de archivos honesta y profunda ~pero indi- ferente a las narraciones de los refugiados palestinos-, estos historiadores han puesto radicalmente en cuestin el viejo mito sionista de la *fuga” palestina. Si bien no presentan la guerra de 1948 como una expulsién planificada, reconocen {que este conflicto fue la ocasién para lograr el proyecto sio- sista de un Estado judio sim draber y que, como consecuencia, 2, Debe tenerse en cuenta que reciente el 14 de junio de 2005, Jas leyes de Obediencia Debida y Punto Final foeron declaradas invalid: ¢ inconscitucionales por ln Corts Suprema de Justia de la Necién (er el 4200S ya habian sido declaradas mules or la Ley 25.779 del Congreso Na onal) Esto aio ol camina a nuevos procesos jadiciales ¢smporantes Astenciones de miltaresimplicador en ls repreaiSn. a6 Enzo Traverso tomé los rasgos de una guerra de depuracién émica. Esta his- toriografia confirma, en sustancia, las narraciones de la Nagha, la “eatéstrofe”, el recuerdo del éxodo cultivado por la memo: sia palestina. Hlasta ahora eave recuerdo estaba limicado al in terior del mundo érabe a la ver que se enfrentaba a le rnarrativa sionista (la historia como epopeya nacional judia) y "| 8 la conciencia histérica del mundo occidental. En la medida fen que el Estado de Israel haba sido creado como reparacién, por el genocidio sufrido por los judios en Europa, era dificil de admitir que sx nacimiento habfa coincidido con un acto de opresion, Esta convergencia entre la memoria palestine y la nueva historiograffa israelf es una premisa indispensable para {que esas dos memorias nacionales puedan algin dfa coexist en un mismo espacio piblico. De esta manera, hey una con- vergencia entre el “tiempo comprimido” de la memoria pe- lestina la Nagha coma eterno presente- y una anamnesis israel, impulssda por el erabajo de los historiadores. ‘Memonias “FUERTES” ¥ MEMORIAS “DESILES” ‘La tinea diferencia que existe entre una lengua y un dia- lecta, escribié Erie J. Hobsbawm, reside en que la lengua es s& protegida por Is policia mientras que un dialecto no. Esta ‘constatacién se podria extender a Ia memoria, Hay memorias ‘ficiles, mantenidas por instituciones, incluso por los Esta- dos, y memorias subterréneas, ocultas 6 prohibidas. La visibi- lidad y el reconocimiento de una memoria dependen también de la fuerza de sus portadores. Dicho en otros términos, hay memorias “fuertes” y memorias “débiles”. En Turquia, la me- ‘oria armenia sigue estando prohibida y reprimida. En Amé- ‘sca latina, durante las celebraciones de los 500 aor del descubrimiento, Ia memoria indigena se expres6 como una ‘memoria antagonista directamente opuesta a la memori cial de los Estados sargidos de la colonizacién y del genocidio de las poblaciones indigenas. Sin embargo, la fuerza y el reco- Hier y memoria ” nociméento no son datos fijos e inmutables, evolucionan, se -consolidan o se debilitan, contribuyen a redefinir permanen- {emente el estatus de Ja'memoria. En una époce en que la “ORSS era una gran potencia y el movimiento obrero posesa ‘gna fuerza social y politica considerable, la memoria comunis- {a fue poderosa, sectaria y arrogante; nego se perperaé como | dl recuerdo de wna comunidad de vencidos, estigmatiaads, Exando no abiertamente eriminalizada por el discurso oficial, La memoria armenia es débil porque sus negadores poseen un Estado con el cual los otros Estados deben pactar y en el cual denen intereses que proteger. La memoria homosexual ape~ znas comienza a expresarse piblicamente. Durante décadas, las asociaciones que representan a los gays deportados en los cam~ ‘pos nazis fueron expulsadas répidamente y por la fuerza de las Eclebraciones oficiales, como portadoras de un recuerdo ver gonzoso ¢ innombrable. Las leyes que permitieron su depor~ facia —la n° 75 del cédigo penal de Weimar- faeron suprimidas rardfamente en Ia posguerra, incluso cuando una gran cantidad de ex deportados ya habfan sido indemnizados, ‘La memoria de la Shos, cuyo estaruto es hoy tan univer sal y consensuado que funciona de religiin civil del mundo oc- cidental, muestra bien este pasaje de una memoria débi! a una memoris fuerte El historiador norveamerieano Peter Novick ‘estudié esta mutacién en el seno de la sociedad estadouni- dense y concluyé que alli “Ia memoria del Holocausto e¢ tan banal, tan inconsecuente y no constituye una verdadera me- moria porque es consensual y esti desconectada de las divi- siones reales de la sociedad norteamericana; por tanto es una ‘memoria apolitice” (1999: 279). Novick no es el primero en hacer esta constaracién. Hace diez aflos, Arno Mayer denun- ciaba un “culto del recuerdo” répidamente transformado en “sectarismo exagerado” y gracias al cual la masacre de les ju- dios fue separada de las circunstancias histGricas toralmente pprofanas que la engendraron y fue aislada en una memoria Snestesiada “de Ia cual no puede deaviarse y que se eustrae al pensamiento erftico y contextual” (1999: 35). ae Enzo Traversa qa. < Historia y memoria “ ‘Las manifestaciones exteriores de esta memoria flerte re~ ‘VeRDAD ¥JUSTICIA cuerdan el nareisismo compasive denunciado por Gilbert Achear en relacién con el ritual conmemorativo inagotable de las vietimas del 11 de setiembre de 2001. Una vez incor poradas esas manifestaciones en el imaginario occidental y. ransformadas en un elemento constitutive de se propia densidad, Occidente puede autocelebrarse conmemoranda estas victimas. Eso no hubiera sido posible inmediatamente Gespués de la guerra, cuando lejos de aparecer como repre~ sentantes del mundo occidental, las vfetimas del Holocausto eran pereibidas ante todo como los “judfos del Este”, en to- do caso, como las encarnaciones de una alteridad negativa y mal tolerada en el seno de las diferentes comunidades nales. El silencio de la cultura occidental sobre Auschwitz en 4 1045 se inscribe en la misma légica que hoy rige la indiferen- cia o la compasi6n distante con Ia cual esa misma cultura .cciona ante las violencias que azotan el Sur del globo 0 con la cual mira a las victimas de sus propias guerras “huma- ‘Dado que memoria e historia no estén separadas por ba- rreras infranqueables, sino que interacnian en forma perma- nente, inevitablemente se deriva una relacién privilegiada entre las memorias “fuertes” y la escrivura de la historia Cuanto mas fuerte es la memoria en términos de reconoc rmiento piblico e institucional-, el pasado del cual ésta es un vector se torna més susceptible de ser explorado y eransfor~ mado en historia. Esta memoria produce una necesidad de reflexién, andlisis y reconocimiento, y es por esto que los his- toriadores profesionales pueden aportar una respuesta a ello. Evidentemente, no se trata de establecer una relacién mecé- rica de causa-efecto entre la fuerza de una memoria de gra~ po y la ampliad de la historizacién del pasado; pero aunque esta relacién no sea directa, porque se define en el seno de contextos diferentes y esté sujeta a mulsiples mediaciones, se~ ria absurdo negarla. (1) Una ultima cuestign en el centro de la relacién entre hiss toria y memoria reside en el lazo que ambas poseen con la nocién de verdad y de justicia, Se ha evocado, en ese sentido, J tendencia creciente a una “judicializacién de la memoria” (Rousso, 2001; 43). Es una vieja cuesti6n, hoy puesta nueva: ‘mente al orden del dia por una serie de procesos durante los, cuales mumerosos historiadores, especialmente en Francia, han sido convocados en calidad de testigos. Dificiimente se podrfan comprender los procesos Touvier y Papon en Fran- Gia el proceso Priebke en Tralia 0 aun las tentativas de ins- truccién de-un proceso a Pinochet, en Europay en Chile, sin pponerlos en relacién con la emergencia, en el seno de la so- ciedad civil de esos paises y, mas en general, de la opinién pi- blica mundial, de una memoria colectiva del faseismo y de las dictaduras, Esos procesos dan buena cuenta de la anamnesis descrita més arriba y han sido momentos extraordinarios de una revisita publica de la historia donde el pasado ha sido, literalmente, revivido y juzgado en una sala de tribunal. Du- rante esos procesos, algunos historiadores han sido convoca- dos para “testimoniar”, es decir, para esclarecer, gracias a sus ‘competencias, el contexto histérico de los hechos en cues- ‘dén. Ante la corte, prestaron juramento declarando, siempre ‘como testigos: "Juro decir la verdad, toda la verdad, y nada més que la verdad” Baruch, 1998). Ese “testimonio” sui ge- ners, al caal algunos se han sustrafdo, implicaba desde luego caestiones de orden ético, pero renovaba también interro- gantes més antiguos de orden epistemolégico concerientes la relacién del juez y el historiador, sus modalidades respec tivas del tratamiento de las pruebas y el estaras diferente de 3. Pal Touver fue l ceaponeable de Is milicia del régimen de Vieby ‘Maucice Papon foe no de lor principales rexponsables de la deporacion {eles jdice de la ana de Bordeaux durante la gues. El proceso Towner ‘relia on 1994 y sl de Papon os 1998. 90 Enzo Traverso 1a verdad producida por la investigacién hist6rica 0 enuncia da por el verediero de un tribunal. Esca mezcla de géneros pparecia exhuumar Is antigua metifora hegeliana del “Tubsnal_ de Ia historia" (Bensafd, 1999), contra la cual era inevitable ‘oponer ofr sentencis, compartida tanto por Mare Bloch (1974) como por Edward H. Carr (1961): el historiador no ed tun juez, su tarea no consiste en juzgar sino en comprender. ‘Osos han replicado que en Une érange défere, Bloch no se abstenfa de juzgar y que, liberados de alabar una visién gas- tada (¢ ilusoria) de la historiograffa como ciencia positiva, “sxlolégicamente neutra”, estamos obligados @ reconocer que todo wabsjo histérico supone también, implfcitamente, | ‘un juicio sobre el pasado. La contribucién més hicida para esclarecer esta espinosa cuessién sigue siendo la de Carlo Ginzburg (1997), en oca- ‘sin del proceso Sofri en Tralia, El historisdor, subraya Ginz- burg, no debe etigirse en juez, no puede emitir sentencias; sa verdad -el resultado de su investigacién—no tiene un caric- | ter normativo, sino que sigue siendo parcial y provisori, ja- més definitive, Sélo los regimenes totalitarios, donde los histoniadores son reducidos al rango de idedlogos y de pro pagandistas, poseen tuna verdad oficial. La historiografia ja ms esté Gjada, pues en cada época nuestra mirada sobre el pasado ~interrogado a partir de cuestionamientos nuevos, ex: plorado con la ayuda de instramentos y categorias de andlisis diferentes se modifica. El historitdor y el juez, sin embargo, comparten un mismo fin: la investigacion de la verdad, y es 12 buisqueda de verdad necesita pruebas. La escritara de la historia, agrega Ginzburg, implica por otra parte un procedi- miento argumentative ~una seleccién de hechos y una orga nizacién dei relato~ del cual el paradigma sigue siendo la Fetoriea de base judicial. La retdriea es "un arte de la persua- sidn nacida ante los tribunales” (1997: 16); es all que, delan- | te un pablico, se ha codificado la reconstruccién de un hecho por las palabras. No es poco, pero alli se termina la afinidad. La verdad de la justicia es normativa, definitiva y obligatori finoria y memoria a 1.Comperada con la verdad judicial, la del historiador no es 30- ‘Jnmente provieoriay precaria, sino que es también mis pro- “plemédes, Resultado de una operacion inteleeral, la historia "ds analiticny reflexive, rata de mostrar las essuctirassubya- | Eeexces lot scontecimientos, las Telaciones sociales en Tar “curls eatin implicados os hombres las motivaciones des _igctos* En resumen, es otra verdad. No se limita « restablecer “ioe hechos sino que tata de contexmalisarios, de explicrlor | formulando hipétess e invesigando causas (bien que en tn = “fenudo no determiniss). Si el hisworiador adopts, para ret. ‘mar la definicién de Ginzburg, un “paradigms indiciario' (1986), su incerpretacién no posee la racionalidad implacable, medible e incontestable de las demostraciones de Sherlock Holmes. Esto no quiere decir que la eserivara dela historia sea ‘un relato arbitrario perfectamente asimilable a una narracisn | Jiteraria, pues la puesta en historia del pasado debe arenerse 2 | os hechos y su argumentacién no puede ir més allé de Ia ex- hhibicién de las pracbas. Si la escricura de la historia toma siempre la forma de un relato, este iltimo, contrariamente alo aque piensan ciertos posmodernistas, es cualitativamente dife- zrente de una ficcn novelistica. Se trara mis bien, segsin les pa- labras de Reinhart Koselleck, de una “ficcién de lo factual” (997; 110). Digimoslo al pasar, allf reside toda la diferencia se los libros de historia sobre el genocidio judo y Ia litera “tara negacionista, pues las cmaras de gas son un hecho antes | ‘de ransformarse en el objeto de una construccién discursiva y de uns “puesta en relato histérico” (hinoriaa! explormens) @riedlinder, 1992). Alls donde la justicia ha cumplido su mi- sign sefialando o condenando el culpable de un crimen, Ia his- toria comienza su trabajo de busqueda y de interpretacién azatando de explicar cémo éste Ileg6 a ser un criminal, sw re la nocign de verdad hetérics re modifi (~) porave {incest menor en los hechee que en iss relasones” Gi9e1: 78). 2 Bsa Traverse MU sori y memoria F tas contadicciones que de allfse desivan. En la interseccién four la historia y la memoria, st la polities (Bensald, 1999), lecion sn vicinal conc oa ol eal reads 2 ate at iets coupe teas ableton go ee ae ee res cobaderaslnes puclen arborer i dedoidn de Jos Hreesctote porns ben sepals "orcuaniat” that Pedi npeeeney nara Sa ae ea ne te eer ee ey patience tan que cleiazor ran deterese AEE Ae Se aaa no SSlimonl'n conse a mesan os genres conte feral Hannah (1977, Bebann in Jone, Nasr Yor, vere da i condita de arses bee MIE p62 22°" er 00m, “Prot Poponimpresions dav Sea ee seen ee rca deh MEE ge, Ste OOD Prt eee By ay retirar hechos que de one nda covtan'el Sango de que EEE fealreh Sahin SSIES POA ice SSE SRE GG ee Den Oe tne Pr fr nc rie xién que lo ha acompafiado en el seno de Is opinit ablica. 3 }2°" de I'Histosre, Paris, Fayar Xe gue lea seompado en ol eng de cin pc ener ad de ecdectn Hinrie aor Jean-Lue Einaudi, el rol de Maurice Papon en la mar (face, D7zehing und Erinnerung, Goring Walsein, sacre de algunos centenares de argelinos, en Paris, el 17 de ie a, ™ ae. 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La experiencia de recenstrvccién del wvnde de famalliers de de ‘ambien rena Josucia ef memoria forucin ha ey alo a a tergen, Tango del siglo 20% al menos desde Niremberg. un momento Gena Sat Massenvernichrong wd i= Irnportaneeen la elaboracien de la memoria y ala formaciOn dene coneiencia Raories eolecuve, Ua tobricecion de le 18", Krauléufe, Berlin, Berlin Verlag, pp. 123-140, F200), "Hannah Arendt Reconsidered: Uber das Banale und ‘historia, la memoria y Ia justicia estd en el centro de la vida co- lectiva. EI historiador puede operar las distinciones necesa- | das Boos in threr Holocaust Ersshisng", on Gary Smith (24), rias, pero no puede negar esta imbricacién; debe asumirle, con © Renear, G. (2002), Le chee der harbarier, Bruselas, Complexe ‘Amnesy Jean (1977), Fonsers vom Sebald und Sime, Scaregare, Kiets- Hannah Arends Revinited. 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La comparacién de los modos en que distintas sociedades, 4 dan cuenta de sus pasados de naturaleza taumdties permite extablecer homologias ~sunque no equipsraciones- encre los ‘mismos, identificar los elementos comunes a los diversos cx 50s y las variables explicativas mis relevantes, ¢ iiuminar lor aspectos diferenciales que particularizan el impacto de cada tune de las trayectorias consideradss. © Al referimos a los modos en que las sociedades dan cuenta dle su pasado abarcamos tanto el lugar que ocuparon las repre- -sintaciones de aquel pasado en los debates intelectaales, como las elaboraciones de las distintas memorias en pugna sobre 41, "¥ la produccién historiogréfica en sentido estricro, En este capitulo consideraremos las formas en que en dis intos casos nacionales estas diversas instancias se vincalaron. Un recorrido anslitico por estas trayectoriss permitird echar Tux sobre las peculiaridades, los limites y los dilemas que atra~ = viesa la construcci6n de una historia de la dictadura instaura~ © da en Ia Argentina en 1976, y contribuird a delimitar la 1. Una parte importante de ets investigtcién se Enancis gracias «una ‘ect de a Fandacion Antorehas,

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