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Thiers O, J Reyes, V Gerding, JE Schlatter. 2014.

Suelos en ecosistemas
forestales. In Donoso C, ME González, A Lara eds. Ecología forestal.
Bases para el manejo sustentable y conservación de los bosques
nativos de Chile. Valdivia, Chile. Ediciones UACh. p. 133-178.

CAPÍTULO 3. SUELOS EN ECOSISTEMAS FORESTALES

3.1 El suelo y sus funciones


3.2 Pedogénesis
3.2.1 Factores de la pedogénesis
3.2.2 Procesos de la pedogénesis
3.3 Características y propiedades de los suelos forestales
3.3.1 Morfología del perfil de suelo
3.3.2 Características y propiedades físicas
3.3.3 Características y propiedades químicas
3.3.4 Materia orgánica del suelo
3.4 Sistemas de clasificación y tipos de suelos
3.4.1 Base referencial mundial del recurso suelo (WRB)
3.4.2 Taxonomía de suelos
3.4.3 Órdenes asociados a Chile
3.4.4 Tipos de suelos en Chile
3.5 Fertilidad actual y potencial para la sostenibilidad forestal
3.6 Agradecimientos
3.7 Bibliografía
CAPÍTULO 3. SUELOS EN ECOSISTEMAS FORESTALES

Oscar Thiers1, 2, Javier Reyes1, Víctor Gerding1,2 y Juan E. Schlatter1


1
Universidad Austral de Chile, Facultad de Ciencias Forestales y Recursos Naturales
2
Universidad Austral de Chile, Centro de Investigación en Suelos Volcánicos (CISVo)

3.1 El suelo y sus funciones

En la interfase entre la atmósfera y la litósfera se encuentra la pedósfera, es decir, el suelo, que también se
integra con la hidrósfera y con la biósfera (figura 3.1). El suelo típicamente consiste en tres fases que
interactúan en la superficie terrestre: sólida, líquida y gaseosa. La fase sólida está representada por las
partículas minerales y orgánicas de diferentes formas y tamaños, la fase líquida tiene relación con el agua
que contiene variadas concentraciones de elementos solubles y, la fase gaseosa, se relaciona
fundamentalmente con la composición del aire del suelo y su intercambio con la atmósfera.

Figura 3.1. Suelo como componente central de la pedósfera e integrado a la biósfera. Se indica también el contacto
permanente con la atmósfera, litósfera e hidrósfera. Adaptado de Rehfuess (1990).

Estas tres fases son esenciales e irremplazables en el proceso de formación y funcionamiento de un suelo.
En este amplio contexto, el suelo puede ser definido y utilizado en muchas formas diferentes, ya que
cumple variadas funciones en el ecosistema natural o bajo condiciones de manejo. Se pueden identificar

1
muchas funciones importantes del suelo como base de la vida, con especial referencia a los aspectos
ecológicos, económicos y sociales asociados a su utilización por el hombre a través de la historia:

i) La función productiva, base de la agricultura y la silvicultura, donde la producción de biomasa vegetal


está en el centro de interés; el suelo es visto como sustrato que aporta nutrientes, agua, aire y el medio
físico para el enraizamiento de las plantas.
ii) La función de filtro, basada en características físicas y químicas del suelo que actúan purificando el agua
subterránea para la cadena alimentaria.
iii) La función tampón, representa las propiedades del suelo para amortiguar o neutralizar los efectos de
diversas sustancias químicas nocivas que, en forma natural o por acción humana, llegan al suelo, como, por
ejemplo, a través de la contaminación atmosférica o de aguas residuales.
iv) La función de transformación, mediante la cual el suelo juega un rol fundamental como interfase entre
la atmósfera, la hidrósfera y la biósfera, a través de procesos biológicos, químicos y bioquímicos para
transformar desechos orgánicos en sustancias inocuas y nutricias para las plantas.
v) La función de almacenamiento o de reserva, destaca, por una parte, el rol del suelo como almacén de
agua que integra el ciclo hidrológico y regula los flujos hídricos superficiales; y, por otra, el almacenamiento
de carbono, que es obtenido por la vegetación desde la atmósfera y, por diversos procesos, es retenido en
el suelo.
vi) La función de protección y conservación de la biodiversidad, especialmente de los organismos del suelo
(edafón) que son parte de las cadenas tróficas.
vii) La función social con respecto a temas técnicos industriales, urbanísticos, socioeconómicos, culturales,
artísticos y religiosos, generalmente referidos a áreas específicas; por ejemplo, el suelo puede proveer arcilla
y arena para diversos usos como la alfarería y la construcción.
viii) La función de archivo de eventos en el tiempo para estudios arqueológicos o de escala de tiempo
geológico; dado que el suelo en profundidad presenta condiciones de menor intensidad lumínica, menores
diferencias de temperaturas y, en algunos casos, permanente humedad, puede contener polen, restos de
animales y plantas, así como vestigios de actividad humana anterior. Diferentes disciplinas se han visto
beneficiadas con esta función del suelo, como son la paleontología y la arqueología, con casos como el sitio
arqueológico de Monte Verde en las cercanías de Puerto Montt, donde se recuperaron restos de utensilios
de madera y especies de algas marinas asociadas a la dieta de la población presente en la zona hace más de
14 mil años (Dillehay et al. 2008).

Las propiedades de cualquier suelo son dependientes del tipos de constituyentes (minerales y orgánicos) y
sus proporciones, de sus flujos y fluctuaciones, tanto en el espacio como en el tiempo. El suelo es un
sistema complejo e interconectado donde todas las partes ejercen influencia a través de un sinnúmero de
interacciones, imposibles de separar, describir y estudiar aisladamente, como procesos físicos, químicos y
biológicos (Donoso 1993).

Los suelos experimentan cambios de acuerdo con el uso que soportan. Aquellos más cercanos a las
condiciones naturales se encuentran, normalmente, bajo bosques nativos primarios. Si el suelo ha tenido un
prolongado uso agropecuario, generalmente presentará alteraciones que lo alejan de su estado natural
inicial. Los suelos forestales son cuerpos naturales, donde la morfología y dinámica del perfil de suelo
mantienen características originales o cercanas a ellas; la presencia de un mantillo -horizonte orgánico-
2
formado por desechos orgánicos sobre el suelo mineral es una característica relevante de este tipo de suelo
(Schlatter 1993).

3.2 Pedogénesis

La pedogénesis se define como la formación del suelo a través de una serie de factores y procesos
naturales. Se trata de procesos largos, complejos y continuos que interactúan con los factores del medio.
Debido a su complejidad, se han planteado distintos modelos para explicar la formación del suelo, siendo
los dos más importantes y utilizados, el de factores de la pedogénesis propuesto por Jenny (1941) y el de
procesos de la pedogénesis propuesto por Simonson (1959). Sin embargo, la pedogénesis puede entenderse
como la acción conjunta de factores y procesos.

3.2.1 Factores de la pedogénesis

En el modelo planteado por Jenny (1941) se señala que la formación del suelo está en función de la acción
e interacción de diversos factores. Los más relevantes son el material de origen, el clima, la biota, la acción
humana y el tiempo. Aunque pueden ser considerados otros factores, tales como la topografía y las
condiciones hidrogeológicas.

Material de origen. Existe una gran diversidad de materiales de origen (también denominados materiales
parentales), debido a los distintos procesos geológicos tales como la actividad de placas tectónicas, el
volcanismo o las glaciaciones (Luzio et al. 2010). La naturaleza del material de origen tiene una profunda
influencia en las características del suelo, por ejemplo, su composición química y mineralógica tienen
influencia en el proceso de meteorización física y química y, en el tipo y cantidad de arcillas, lo que influirá
en la oferta nutritiva para la vegetación. El material de origen se puede clasificar de acuerdo al modo en el
que se establece sobre la superficie, según si proviene de la meteorización de la roca madre (material
residual, no transportado) o por acumulación de desechos orgánicos (orgánico), o si fue transportado por
la gravedad (coluvio), por el agua a través de ríos (sedimento aluvial), por el hielo (sedimento glacial) o por
el viento (sedimento eólico); o si corresponde a zonas de depósitos originalmente en el fondo oceánico
(sedimento marino) o de lagos (sedimento lacustre).

En Chile es común encontrar material de origen aluvial a lo largo de todos los valles transversales del
Norte Chico, en el Llano Central de la zona mediterránea, en la zona sur y cubriendo poca superficie a lo
largo de los ríos continentales de Aysén y Magallanes. En la zona sur es frecuente encontrar aluviones de
trumao cubriendo material aluvial de arenas y gravas. También se encuentran suelos formados en aluviones
recientes y cenizas volcánicas sobre gravas y arenas en la Cordillera de Los Andes del sur (Peralta 1971).
Suelos formados sobre materiales lacustres se encuentran en Chile en la región mediterránea, en la vertiente
oriental de la Depresión Intermedia, en terrenos planos y ondulados más hacia el sur (Biobío, Malleco) y en
la Cordillera de la Costa en la zona sur hasta Valdivia (Peralta 1971); también se encuentran presentes en la
región de Magallanes continental, ocupan grandes extensiones y poseen las mejores disponibilidades

3
nutritivas para sostener una cubierta vegetal, en comparación a materiales fluvioglaciales y glaciales, que
también son se encuentran en ésta región (Contreras et al. 1975). Como material de origen marino, se
encuentran las terrazas marinas formadas en materiales sedimentarios en toda la costa mediterránea desde
Puchuncaví (33,5°S) hasta Cobquecura (36°S), y luego en gran parte de las costas de Arauco y Cautín
(Peralta 1971) y en la costa del Pacífico de la isla de Chiloé (Holdgate, 1961). El material glacial y
fluvioglacial es característico de la Cordillera de Los Andes y la zona sur, y de forma relevante, en la zona
austral de Chile.

En Chile centro-sur existe un gran territorio que tiene suelos con material de origen volcánico,
transportado de diversas formas y, se encuentra desde la Cordillera de Los Andes, donde están los
volcanes, hasta la Depresión Intermedia. Se han formado a partir de materiales piroclásticos, tales como
cenizas, arena y pómez, por medio de la actividad volcánica durante el periodo Cuaternario en las eras del
Pleistoceno, los más antiguos, y del Holoceno, los más recientes (Besoain 1985).

Parte de los suelos de las pendientes orientales de la Depresión Intermedia en la región conocida como
Secano Interior, entre el río Aconcagua y el río Maule, son suelos residuales de origen granítico. Asimismo,
están los derivados de materiales metamórficos (pizarras y micaesquistos), especialmente en los faldeos
occidentales de la cordillera de la Costa desde el río Maule hasta el sur de Concepción, en las regiones del
Secano Interior y del Secano Costino (Peralta 1971).

En la región austral se encuentran suelos residuales muy delgados en las partes altas de la cordillera
(Holdgate 1961). En las montañas, bajo ciertas condiciones, particularmente en las partes altas y frías, así
como en las regiones frías subantárticas, o en sectores con anegamiento temporal o permanente, la
descomposición del material orgánico es muy lenta o no se produce, de donde proceden grandes
acumulaciones de este material, que en Chile se conocen como turbas o turberas.

Clima. El clima a través de sus componentes (radiación, temperatura, pluviosidad, humedad y viento), es el
factor que actúa con mayor influencia sobre el material de origen, ya que determina la naturaleza e
intensidad de la meteorización en extensas áreas geográficas (Donoso 1993). Por ejemplo, existe una
variación en la velocidad de las reacciones bioquímicas dependiendo de la temperatura del suelo (por cada
aumento en 10 °C de temperatura, la proporción de reacciones aumenta a más del doble hasta alcanzar el
límite máximo de su función enzimática). Para que estas reacciones se efectúen es necesario que el agua
ingrese al regolito -roca madre-, lo cual ocurre a través de la precipitación efectiva. Mientras mayor sea la
profundidad que penetra el agua, más profunda será la meteorización y formación del suelo. En lugares
donde hay temperaturas cálidas y abundante presencia de agua (zonas tropicales) el proceso de
meteorización será más rápido y el caso contrario ocurre en lugares fríos, donde el desarrollo del perfil es
más lento y normalmente se encuentran suelos poco desarrollados (Brady y Weil 2002). El clima se puede
dividir en macro- y microclima. Como su nombre lo indica, el primero involucra amplias regiones y el
segundo a una condición local. Por tal motivo, en la perspectiva de una variación local del suelo, se debe
concentrar la atención en los aspectos que regulan la variación microclimática como la exposición, la
elevación y la posición relativa en el paisaje (ubicación en el relieve), entre otros.

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Biota. La acción efectuada por los organismos vivos, tales como la vegetación nativa, la microflora y la
fauna del suelo, tiene gran relevancia en la formación del suelo. Por ejemplo, la hojarasca de los árboles es
la principal fuente de materia orgánica del suelo. La hojarasca se deposita en la superficie del suelo
formando el mantillo y se descompone e incorpora al suelo mediante la actividad biológica (Donoso 1993).
En cambio, en las praderas la mayor fuente de la materia orgánica la aportan las raíces de las gramíneas.

La mayor influencia en la formación del suelo por parte de los organismos que lo habitan (edafón), ocurre
en la superficie, por lo que definen muchas de las características de los horizontes superficiales, como el
horizonte orgánico O y el mineral A. Los microorganismos son más numerosos y tienen el mayor nivel de
biomasa. Junto con las lombrices de tierra (o termitas, en el caso de algunos suelos tropicales), la microflora
también domina la actividad biológica en la mayoría de los suelos. Se estima que cerca del 80 % del total de
las reacciones metabólicas producidas en el suelo son originadas por la microflora (Brady y Weil 2002),
aunque esta actividad se ve aumentada por las acciones de la fauna del suelo. Por estas razones, la mayor
parte de la atención se concentra en la microflora y las lombrices de tierra.

Aunque existan animales que solo ocupen una pequeña fracción de las reacciones metabólicas ocurridas en
el suelo, estos juegan un rol muy importante en la formación del suelo y su manejo. Los roedores
pulverizan, mezclan y granulan el suelo, e incorporan los desechos orgánicos de la superficie a horizontes
más profundos. Ellos excavan canales extensos que permiten una circulación del agua y del aire con mayor
libertad. Las hormigas son importantes en áreas localizadas, especialmente en praderas de regiones cálidas y
bosques boreales, debido a su excepcional habilidad de desintegrar materiales leñosos y entregar material
orgánico al suelo con el que construyen sus nidos. Los detritívoros de la mesofauna (la mayor parte de los
ácaros y colémbolos) trasladan y parcialmente digieren los residuos orgánicos, y dejan su excremento para
ser degradado por la microflora.

Hombre. Si bien no es parte de la formación natural del suelo, el efecto antrópico es un factor que ha
participado crecientemente en los cambios que se producen en algunos suelos, especialmente desde que las
sociedades se transformaron en agrícolas sedentarias. La acción humana se manifiesta en el grado y tipo de
intervención que realiza en el medio. Como consecuencia de esto es posible observar modificaciones en el
suelo que van desde simples y leves alteraciones del contenido de materia orgánica, hasta compactación del
suelo y erosión severa (Donoso 1993). La variación local como resultado de la acción humana es, quizás, la
más evidente. Por ejemplo, los cambios de uso del suelo desde forestal a agrícola, desde agrícola a urbano,
o el uso del suelo como lugar de acopio de residuos, etc. Innumerables pueden ser los ejemplos, por ello la
variación debe ser apreciada según cada caso particular, detectando si los efectos son adversos o bien
favorables al suelo en cuestión.

Tiempo. Los procesos de formación del suelo necesitan de un largo tiempo para su desarrollo. Cuando
existen condiciones favorables, producto de la interacción de los factores de la pedogénesis, la materia
orgánica se puede acumular en el suelo para formar un horizonte A en una década o dos. En algunos casos
puede formarse un horizonte B incipiente después de al menos medio siglo. Sin embargo, la formación de
un horizonte B bien desarrollado (con cambios de color y estructura), generalmente requiere de varios
siglos o miles de años. La acumulación se arcillas silicatadas se hace notoria solo después de miles de años.
Un suelo antiguo y bien desarrollado puede tomar cientos de miles de años en formarse (Brady y Weil
2002).
5
El tiempo que ha tardado en formarse un suelo varía, principalmente, según el material de origen y el clima.
En áreas donde el suelo se ha formado a partir de la meteorización de la roca madre, el proceso ha sido
más prolongado que en suelos con material de origen sedimentario de pequeñas partículas (coluvial, aluvial,
eólico, etc.). Por otra parte, los suelos que no se vieron afectados por las últimas glaciaciones tienen un
tiempo de desarrollo más largo que los suelos formados con posterioridad a la última glaciación. En Chile,
algunos suelos que se ubican en la Cordillera de la Costa que no se vieron afectados por la última glaciación
son mucho más antiguos que aquellos de origen volcánico que se formaron en época posglacial.

Topografía. La topografía se relaciona con la configuración de la superficie del terreno y es descrita en


términos de diferencias en elevación, pendiente y posición relativa en el paisaje. La topografía puede
acelerar o retardar el trabajo de los componentes climáticos en la formación del suelo. Las pendientes
pronunciadas generalmente aumentan la erosión de la parte superficial del suelo y permite una menor
entrada de lluvia antes del escurrimiento superficial. Por lo tanto, en estos sectores de pendientes
pronunciadas el desarrollo del suelo y la diferenciación de horizontes pueden ser escasos. También,
dependiendo de la orientación y tipo de pendiente, puede variar la cantidad de radiación solar directa y, con
ello, cambia la temperatura del suelo, sobre todo en la superficie. Debido a los cambios de profundidad en
el suelo de acuerdo a su condición topográfica, también pueden existir cambios en el tipo de vegetación
presente. Por otra parte, la acción humana sobre el suelo ha estado muy influida por la topografía; es decir,
mayor intervención en suelos planos y menor en suelos con altas pendientes. Thiers y Gerding (2007)
determinaron una serie de relaciones entre la topografía, características edáficas y cubierta boscosa en tierra
del Fuego, donde la topografía jugaba un rol preponderante en desarrollo del suelo.

La topografía también interactúa con el material de origen, ya que tiene relación con la distribución de este
último. Por ejemplo, el material de origen del tipo residual generalmente se encuentra en la cima o sectores
altos de la ladera mientras que el de origen coluvial suele cubrir las partes bajas de las laderas y los de origen
aluvial cubren sectores bajos y valles.

3.2.2 Procesos de la pedogénesis

El modelo planteado por Simonson (1959) indica cuáles son los procesos que, por la acción de los factores
de la pedogénesis, están asociados a la formación del suelo. Estos procesos se dividen a grandes rasgos en:
adición, remoción, transformación y redistribución (figura 3.2, cuadro 3.1).

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Adiciones: Remociones:
energía del sol, agua (precipitación), energía (radiación), agua (evapotranspiración),
oxígeno, materia orgánica, polvo y N, Cl, nitrógeno (denitrificación), carbono (oxidación de
S (de la atmósfera y precipitación) CO2 ), nutrientes (absorbidos por las plantas)

Redistribuciones: Transformaciones:
difusión de aire , meteorización y Remociones:
Adiciones: transporte de agua, transformación de material del suelo
minerales y eluviación e iluviación minerales, cambios en (orgánico y
de arcillas, hierro, la materia orgánica por mineral, por
materia orgánica,
humus, pedoturbación, actividad biológica erosión, fuego o
agua, sustancias
ciclo de nutrientes cosecha), agua,
solubles,
fertilizaciones sustancias solubles

Adiciones: Remoción: agua, lixiviación


agua, sales solubles, hierro, de hierro, sílice, carbonatos,
sílice, carbonatos, energía nutrientes

Figura 3.2. Esquema de los procesos de la pedogénesis. Adaptado de Schaetzl y Anderson (2005).

Adición. Bajo este concepto se involucran todas aquellas acciones que incorporan algún tipo de sustancia al
suelo. Pueden ser sustancias sólidas, líquidas o gaseosas, de diferente origen y magnitud. Por ejemplo, los
aportes de cenizas volcánicas que ocurren luego de una erupción, los aportes de residuos vegetales, los
aportes de sustancias disueltas en el agua de lluvia, etc. En el caso de un gran depósito de material, como
ocurre con algunas erupciones volcánicas, el suelo que estaba anteriormente queda enterrado. Los residuos
vegetales son, generalmente, la principal fuente de adición de material al suelo en el corto plazo. También
se adiciona materia orgánica por medio de las raíces de las plantas. En las zonas desérticas y áridas los
aportes de residuos vegetales son escasos, y las adiciones provienen mayormente de la atmósfera y material
desplazado de zonas altas de la topografía. A nivel localizado, la aplicación de fertilizantes o de abonos
orgánicos corresponde a formas antrópicas de adición.

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Cuadro 3.1. Conceptos sobre meteorización física y química (Lukac y Godbold 2011).

Proceso de meteorización física Descripción

Congelación y descongelación La fuerza expansiva de la congelación del agua empuja las


estructuras minerales aparte. Cuando el hielo se derrite, el agua
puede penetrar más en las partículas del suelo, la congelación y
descongelación repetida reduce el tamaño de las partículas.
Calentamiento y enfriamiento Las partículas en el suelo se someten a la expansión y contracción
térmica. Desigual estructura física o composición química provoca
la expansión diferente, sometiendo las partículas a presión interna o
de corte, llevando eventualmente a la desintegración.
Humectación y secado Los suelos con alto contenido de minerales de arcilla son propensos
a la expansión cuando se humedecen y contracción cuando se secan.
Este proceso genera movimiento mecánico de las partículas, lo que
conduce a la abrasión y a la intemperización.
Abrasión La compresión y el roce de partículas provocan su desintegración.
Presente en entornos áridos (arenas) o en aguas rápidas (ríos, mar).
Organismos del suelo (edafón) La presencia y acciones de los organismos del suelo conducen a la
mezcla, aireación, secado o al desplazamiento de las partículas del
suelo, aumentando así la tasa de meteorización física.
Descarga A menudo vinculada a la retirada de los glaciares o la eliminación de
los materiales supra yacentes. Suelos y minerales que contienen son
propensos a la elevación y la expansión, tan pronto como el agente
de compresión se elimina.

Proceso de meteorización química

Disolución Ciertos componentes sólidos se disuelven en el agua del suelo y se


eliminan si el suministro de agua es suficiente. Formaciones de
piedra caliza son especialmente vulnerables a la disolución.
Hidrólisis Reacción química en la que se rompe un compuesto químico por
acción del agua. Este proceso a menudo involucra soluciones de
sales y su conversión a nuevas especies iónicas o precipitados
(óxidos, hidróxidos o sales).
Carbonatación El CO2 atmosférico se disuelve en el agua de lluvia, formando un
ácido carbónico débil. Este ácido, aunque inofensivo para las
plantas y los animales, es capaz de disolver ciertos tipos de rocas,
tales como feldespato y piedra caliza, pudiendo reaccionar con el
calcio para formar carbonato de calcio.
Hidratación Las moléculas del agua pueden adherirse a la estructura química de
los minerales del suelo, alterando su estructura cristalina. El proceso
más común de hidratación se produce cuando se añade agua a
cemento o yeso.
Oxidación El oxígeno, ya sea en el suelo, agua o aire, reacciona con muchos
minerales o compuestos, causándole una pérdida de electrones. La
estructura, composición química, apariencia o reactividad pueden
ser modificadas por este proceso.
Reducción El reverso de la oxidación. Esto ocurre cuando una falta de oxígeno
-anegamiento- en el suelo crea condiciones en las que los
compuestos son propensos a adquirir electrones, a menudo
invirtiendo los cambios causados por la oxidación.

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Remoción. Corresponde al concepto contrario al de adición e implica la pérdida de sustancias en forma
sólida, líquida o gaseosa que ocurre desde un suelo. Como sólido puede tratarse del arrastre de partículas
por erosión; como líquido, la lixiviación de iones solubilizados por meteorización; como gases, las pérdidas
de nitrógeno en reacciones de denitrificación en terrenos inundados. La lixiviación ocurre por un exceso de
agua que traslada los componentes hacia abajo en el perfil y los elimina completamente del suelo. Mediante
este procesos se lixivian, por ejemplo, cationes de calcio (Ca2+), magnesio (Mg+) o potasio (K+) y aniones
de nitrógeno (nitrato, NO3-), lo que aumenta con la acidez del suelo. En condiciones anaeróbicas, se puede
lixiviar el hierro y el manganeso, debido a que en su estado reducido son más solubles. En las regiones
áridas no existe un flujo grande de agua por lo que los componentes no salen del sistema y se acumulan en
partes más profundas del perfil. Una forma de remoción muy importante es la que ocurre con la cosecha
de cultivos o bosques; en estos casos, la biomasa exportada contiene grandes cantidades de bioelementos
que estaban en el suelo.

Transformación. Involucra a las modificaciones que sufren los diferentes componentes del suelo desde su
etapa inicial de formación. La materia orgánica que se adiciona al suelo se transforma mediante la actividad
biológica de los microorganismos del suelo, formando el humus, que es uno de los compontes de mayor
estabilidad del suelo. La meteorización de los minerales de las rocas parentales permite la formación de
minerales secundarios. En climas húmedos y con suelos bien drenados, se forman minerales secundarios
como las arcillas silicatadas y óxidos e hidróxidos de hierro y aluminio. Cuando existen condiciones de
drenaje restringido se produce un proceso de reducción, en el que se transforman algunos elementos (por
ejemplo: hierro, manganeso, nitrógeno).

Redistribución. Se entiende bajo este concepto la movilización de componentes del suelo en el perfil, sin que
ocurra una remoción. Principalmente puede ocurrir por arrastre con el agua en sentido descendente,
ascendente o lateral, dependiendo del tipo de compuestos presentes, de la condición climática y de la
topografía. Se considera como una lixiviación restringida o más lenta, que puede deberse a un régimen de
precipitaciones estacional u otras restricciones en el flujo de agua. En ambientes húmedos normalmente el
flujo de agua arrastra el material en sentido descendente en el perfil del suelo. En ambientes áridos el flujo
puede ser descendente, pero también puede haber un ascenso de sales mediante capilaridad. Se agregan
además los procesos de entremezclamiento o turbaciones derivadas de la acción biológica (bioturbación),
del congelamiento (crioturbación) y de reiterativos humedecimiento y secado de minerales de arcilla del
tipo hinchable (hidroturbación). Mediante los procesos de redistribución se puede producir el
empobrecimiento de una parte del perfil, formándose un horizonte del tipo E (horizonte de eluviación), y
debajo de éste se forma un horizonte de iluviación con acumulación de arcillas silicatadas (Bt), carbonatos
(Bk) o acumulación y endurecimiento de sílice (Bqm).

Lukac y Godbold (2011) identifican tres fases principales en la formación del suelo. La primera fase tiene
lugar durante la desintegración de la roca sólida y resulta en una capa de partículas minerales sueltas
comúnmente definidas como arena, limo y arcilla. En esta fase tienen lugar las primeras manifestaciones de
meteorización. En la segunda fase se incorpora materia orgánica al suelo, a través de vegetación y
organismos. Cuando la materia orgánica ingresa al suelo, a través de la actividad biológica, comienzan a lo
menos tres tipo de procesos: humificación, mineralización y asimilación por los organismos del suelo. La
tercera etapa puede definirse como la formación de horizontes que otorgan una morfología particular a
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cada suelo. Cada suelo desarrolla su propia y particular secuencia de horizontes, dependiendo de la
interrelación entre los factores y procesos de la pedogénesis. Tanto los factores como los procesos actúan
de manera permanente a diferentes intensidades o en distintas combinaciones. De esta forma, el suelo es
dinámico y cambiante, a veces en largos períodos de tiempo (siglos, miles de años) y a veces en períodos
cortos de pocos años o mucho más breves. En la figura 3.3 se presenta un esquema que sintetiza la
secuencia causal de la formación del suelo a través de los factores y procesos.
Secuencia causal de la pedogénesis

F
a
c Antrópico Clima Tiempo
t
o
r Topografía
e
Material de
s Biota
origen

P
r Adición-Remoción
o Transformación- Redistribución
c
e
s
o Formación*del* C
s suelo a
Morfología del perfil
r
a
c
t
e
Sales Minerales Sustancia Movimiento r
í
Carbonatos de arcilla orgánica superficial s
t
i
c
a
Fertilidad y desarrollo de la s
vegetación

Figura 3.3. Esquema de la secuencia causal de la formación del suelo. Adaptado de Schroeder (1992).

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3.3 Características y propiedades de los suelos forestales

3.3.1 Morfología del perfil de suelo

Un perfil de suelo es una sección de dos dimensiones (ancho y profundidad) o corte vertical del suelo en
profundidad. Normalmente se acepta la caracterización y descripción de un perfil de suelo hasta un metro
de profundidad o hasta donde se evidencia la roca madre (Schlatter et al. 2003). El perfil de suelo está
dividido en secciones conocidas como horizontes, los cuales son más o menos paralelos a la superficie y de
origen geológico definido. Las letras en mayúsculas O, A, E, B, C y R son utilizadas para representar los
principales horizontes del suelo (figura 3.4).

Figura 3.4. Principales estados de formación de suelo: meteorización del material parental, aporte de materia orgánica
por organismos vivos y movimiento de materiales. Adaptado de Soltner (1996).

El mantillo en un bosque u horizonte orgánico (horizonte O) es una capa de material orgánico


relativamente fresco y parcialmente descompuesto que, de acuerdo con la condición del clima, la
composición del bosque y las características del suelo, constituye un tipo de humus en particular, el cual
puede estar compuesto por uno o varios subhorizontes (Oi, Oe, Oa) (Schlatter et al. 2003). El mantillo es el
rasgo más distintivo de un suelo bajo bosque, constituye una importante fuente de nutrientes de liberación
lenta, una fuente de energía para los organismos del suelo (edafón) y actúa también como cubierta física

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protectora del suelo mineral contra agentes abióticos: escurrimiento superficial, erosión y temperaturas
extremas (Donoso 1993) (cuadro 3.2).

Cuadro 3.2. Definiciones principales horizontes del suelo. Modificado de Gerding y Thiers (2002).

Horizonte Definición

Oi Horizonte del mantillo compuesto de desechos orgánicos con mínima


descomposición, donde se pueden reconocer los tejidos de los materiales. El contenido
de fibras es > 40 % (en volumen)
Oe Horizonte del mantillo compuesto de desechos orgánicos con moderada (intermedia)
descomposición; el contenido de fibras es de 17-40 % (en volumen)
Oa Horizonte del mantillo compuesto de desechos orgánicos con alta descomposición,
donde no son reconocibles los tejidos orgánicos originales; contenido de fibra < 17 %
(en volumen)
A Horizonte mineral formado en la superficie o bajo un horizonte O, con acumulación
de materia orgánica humificada íntimamente mezclada con la fracción mineral
E Horizonte mineral cuya principal característica es la pérdida por eluviación de arcilla
silicatada, hierro y/o aluminio, permaneciendo una concentración de limo y arena. Se
forma cerca de la superficie, bajo un horizonte A y encima de un B. Generalmente es
de color más claro y de menor contenido de materia orgánica que un horizonte A
B Horizonte mineral formado bajo un A, E u O. Entre sus características más destacadas
está la acumulación de arcilla silicatada, hierro, aluminio, humus y otros compuestos
Bhs Horizonte B con acumulación iluvial de materia orgánica humificada (h) y de
sesquióxidos (s); es normal encontrarlo bajo un horizonte E
C Horizonte mineral que está poco afectado por procesos pedogenéticos; generalmente
se ubica en la parte más profunda del perfil de suelo, sobre la roca
R Horizonte de roca compactada, coherentes que impidan la fragmentación manual
Prefijo 2 Segunda capa de material (más profunda) que forma un perfil de suelo. Presenta un
origen distinto al de la primera capa
Sufijos Indican subdivisiones o subhorizontes al interior de un horizonte
1, 2, 3
g Sufijo símbolo que indica un proceso de reducción del hierro (gleyzación fuerte) por
saturación del suelo con agua; el horizonte muestra una morfología típica (colores
grises) de estos procesos
t Sufijo símbolo que indica acumulación de arcillas silicatadas que o bien se formaron en
el horizonte y luego fueron trasladadas en el mismo, o enriquecidas por iluviación
desde otros horizontes o ambas
AB Horizonte de transición entre A y B, donde dominan las características de A
BC Horizonte de transición entre B y C, donde dominan las características de B

Bajo el horizonte O se desarrollan normalmente los horizontes minerales asociados a etapas más avanzadas
de la formación de suelo. El horizonte A es un horizonte mineral formado en la superficie o
inmediatamente bajo el horizonte O, donde existe material orgánico humificado (transformado física y
químicamente) mezclado con material mineral. Un horizonte E -eluvial- representa un horizonte que ha

12
perdido arcillas silicatadas, hierro, aluminio e incluso materia orgánica, producto del lavado o migración en
profundidad de sustancias químicas, dejando una concentración de arena y limo de materiales cuarzíticos u
otros materiales resistentes. Un horizonte B, normalmente utilizados para el diagnóstico y clasificación del
suelo, contiene abundantes productos derivados de la meteorización, tales como arcillas silicatadas, hierro,
aluminio y humus, que han sido reubicados desde los horizontes superiores A, E u O ubicados en la parte
superior del perfil. El horizonte C corresponde a la porción más profunda del perfil, donde el material
mineral está con meteorización parcial y la actividad biológica es casi nula. En un suelo formado in situ por
la meteorización de la roca madre, el horizonte C presenta el aspecto de la roca (colores, estructuras,
texturas), pero dicho material se encuentra profundamente meteorizado y puede disgregarse con la mano.
Cuando se presenta roca consolidada, se designa con la letra R, y no corresponde al concepto de suelo, sino
al material que le da origen o que soporta al suelo que está por encima (cuadro 3.2).

3.3.2 Características y propiedades físicas

En esta sección se explican las principales características y propiedades físicas del suelo como son: color,
textura, estructura, almacén de agua y de aire.

El color del suelo. El suelo muestra un rango amplio de colores. Los colores de un suelo son dependientes de
los factores y procesos de la pedogénesis, como su composición mineral, su contenido de materia orgánica,
la clase de drenaje del suelo, entre otros. Schlatter et al. (2003) señalan una serie de antecedentes que
pueden ser inferidos a partir del color. Los colores más oscuros indican generalmente mayor presencia de
materia orgánica, especialmente cuando el suelo está húmedo (cuadro 3.3). También se puede obtener
información del material parental del suelo, en especial en suelos jóvenes con procesos de meteorización
recientes. Según el grado de meteorización, un suelo de mayor edad presenta colores más pardos y rojizo
producto de la presencia de óxidos que cubren las partículas o agregados del suelo; en cambio, un suelo
reciente presenta colores más cercanos a los del material de origen. La influencia del clima sobre la
evolución del suelo es otro aspecto relacionado con el color; suelos en climas más cálidos muestran una
tonalidad rojiza en comparación a la tonalidad amarillenta propia de los climas más fríos. El color también
muestra relación con el aire y el agua presentes en el suelo. La permanencia de agua por periodos
prolongados crea condiciones de reducción, lo cual se traduce en cambios químicos y que se reflejan en
tonalidades grisáceas. Por el contrario, condiciones de aireación generan oxidación, con dominio de
tonalidades rojizas y pardas.

13
Cuadro 3.3. Estimación del contenido de materia orgánica (%) del suelo según el color (en húmedo), material de
origen del suelo y tipo de horizonte (A, B). Adaptado de Carracedo (1994).

Granítico1 Metamórfico2 Ceniza volcánica3


Color
Horizonte Horizonte Horizonte Horizonte Horizonte Horizonte
Munsell
A B A B A B

5YR 2/4 5-6 2-4 5-6 2-4 - -


5YR 3/3 4-5 2-4 4-5 2-4 6-8 2-4

7.5YR 2/3 5-8 - 8-10 - 9-10 3-5


7.5YR 3/3 5-7 5-7 7-9 4-6 9-10 3-5
7.5YR 3/4 5-7 4-5 7-9 4-6 9-12 1-4

10YR 3/1 3-5 3-4 9-11 9-11 10-12 -


10YR 3/2 3-5 3-4 7-8 5-6 9-10 5-8
10YR 3/4 2-5 3-4 5-6 3-4 5-7 2-3
1: Suelo del orden de los ultisoles en climas con déficit hídrico (clima mediterráneo). 2: Suelo del orden de los ultisoles

en climas húmedos (clima templado), 3: Suelo del orden de los andisoles en clima húmedo (clima templado).

Para interpretar correctamente los colores del suelo se debe diferenciar entre aquellos heredados y los
adquiridos. Los colores heredados provienen del material de origen; en cambio, los adquiridos son
producto de los procesos de la pedogénesis. El color del suelo puede ser determinado en el campo o en
laboratorio mediante la comparación colorimétrica, utilizando una Tabla Munsell (cuadro 3.3).
La composición granulométrica. La textura expresa la distribución del tamaño de las partículas minerales que
componen el suelo, las que se denominan fracciones granulométricas: arena, limo y arcilla. Estas partículas
constituyen la fracción fina del suelo, con diámetros ≤ 2 mm. Es importante, porque influye en la
estructura y aireación del suelo, retención de agua y drenaje, capacidad del suelo para suministrar
nutrientes, arraigamiento e incluso sobre la dinámica de las especie vegetales que regeneran naturalmente
en un determinado suelo. La textura puede ser estimada a través de pruebas al tacto (Schlatter et al. 2003),
lo que permite conocer la clase textural en términos cualitativos. Sin embargo, también es posible
determinar exactamente la proporción de partículas de diferentes tamaños presentes en el suelo a través de
métodos analíticos en laboratorio. Las partículas minerales con diámetro > 2 mm se denominan
pedregosidad o esqueleto y pertenecen a la fracción gruesa del suelo.

La división de los suelos en clases texturales obedece a la combinación cuantitativa de las distintas
fracciones de arena, limo y arcilla, y se representan esquemáticamente en el triángulo de texturas. Un suelo
con 60 % de arena, 30 % de limo y 10 % de arcilla es clasificado como un suelo de textura franco arenosa
(figura 3.5).

14
S: arena, s: arenosa
U: limo, u: limosa
L: franco, l: franca
T: arcilla, t: arcillosa
T

sT uT

tL utL
stL

sL L uL
U
S lS

% ARENA (S)

Figura 3.5. Triángulo de textura según el sistema americano (Soil Survey Staff 1993). Ejemplo: 60 % de arena, 30 %
de limo y 10 % de arcilla se identifica con un círculo negro (•).

La fracción mineral fina comprendida entre 2 mm y 0,05 mm (≥ 50 µm) forma la fracción arena, que a
menudo se subdivide en las subfracciones fina, media y gruesa. Las partículas (granos) de arena son
productos directos de la meteorización física y de la desintegración del material parental, cuya composición
química es dominada por minerales primarios, los cuales aún no han sido alterados (transformados)
químicamente por procesos de formación del suelo. La fracción arena normalmente consiste de cuarzo,
mica o feldespatos y ocasionalmente sustituidos por otros minerales como zircón y hornablendas. La
fracción limo está definida por un rango de tamaño de partículas minerales entre 0,05 mm y 0,002 mm (2
µm), es decir, más pequeña que la arena. Dado su pequeño tamaño, presenta alta superficie específica y por
ello es más parecida a las arcillas. Las partículas de limo en el suelo están normalmente cubiertas con
algunas partículas de arcilla y, por esta razón, presentan algunas funciones y características similares a la
arcilla, como retención de agua y capacidad de intercambio catiónico en el suelo.

Las partículas minerales más pequeñas en el suelo corresponden a la fracción arcilla, la cual es definida por
su tamaño < 0,002 mm (< 2 µm). Estas partículas generalmente corresponden al grupo de minerales
secundarios, conocidos como silicatos de aluminio, que son producto de transformaciones químicas por
meteorización física y química y la nueva formación de minerales a partir de los minerales primarios.
Producto de su pequeño tamaño y estructura de capas, las partículas de arcilla poseen una enorme
superficie específica, estimándose en cientos o miles de metros cuadros de superficie por gramo de arcilla, y
presentan un comportamiento de coloide. Las partículas de arcilla están formadas por capas o láminas,
pero existen muchos tipos de arcillas con características diferentes. Algunos tipos de arcilla tienen una gran
afinidad por el agua, expandiéndose con la humectación y contrayéndose con el desecamiento. Así, los
suelos con alto contenido de arcillas expandibles son propensos al hinchamiento durante condiciones
húmedas y, por el contrario, al agrietamiento durante periodo de sequía intensa. Las partículas de arcilla
poseen carga eléctrica negativa que atrae cationes presentes en la solución del suelo, por lo cual esta
característica es central en la capacidad de intercambio catiónico del suelo (CIC). Las partículas de arena y
15
limo son prácticamente inertes y proveen una matriz de soporte del suelo. La arcilla, en cambio, posee una
parte funcional, pues ellas constantemente intercambian agua y elementos químicos con la solución del
suelo. Este proceso es esencial para un normal y apropiado funcionamiento del suelo, desde el punto de
vista de producción, ya que proporciona almacén de nutrientes (reserva, disponibilidad e intercambio)
fundamentales para el crecimiento vegetal y actividad microbiana en el suelo.

La textura es una propiedad relativamente estable, cambiando sólo con el desarrollo del suelo cuando los
minerales primarios son lentamente meteorizados y los minerales secundarios son formados y
transformados, de este modo se dispone de un indicador de la edad del suelo y la historia de uso asociada.
Al respecto, Richter y Markewitz (2001) proponen diferentes estados de desarrollo del suelo -fases de la
meteorización-, donde son procesados elementos como energía, agua y productos químicos, los cuales
generan cambios en el tamaño de las partículas, en la composición mineral (primarios, secundarios) y en la
clase textural del suelo (cuadro 3.4).

Cuadro 3.4. Estados generales de meteorización del suelo y su relación con órdenes de suelo (Soil Survey Staff 1998)
y presencia de minerales más comunes (Adaptado de Richter y Markewitz 2001).

Estado de meteorización del suelo


Atributo
Inicial Intermedio Avanzado

Órdenes de suelo Entisol, Andisol Inceptisol, Mollisol, Ultisol, Oxisol


Alfisol

Minerales Gibso, calcita, olivita, Feldespatos, muscovita, Caolinita, gibsita,


comunes biotita, feldespatos y vermiculita y esmectita cuarzo y óxidos de
alofán hierro

La textura en cualquier suelo está basada en la proporción de masa, comúnmente expresada en porcentaje
del peso seco, de sus tres componentes: arena, limo y arcilla. La contribución relativa de arena, limo y
arcilla en relación a la fracción mineral total determina cómo el suelo reaccionará a las diferentes
condiciones ambientales, y su idoneidad para el desarrollo de cierta vegetación y presencia animal. La
textura controla directamente la estructura, la porosidad y el contenido y flujo de agua (drenaje) y aire. En
particular, el contenido de arcilla influye fuertemente sobre la formación del complejo orgánico mineral, la
capacidad de intercambio catiónico (CIC), la fertilidad del suelo y el arraigamiento (Gobat et al. 2004).

La estructura del suelo. Se define como el modo de organización de las partículas del suelo o su ordenamiento
espacial. La estructura del suelo, a diferencia de la textura, no es una propiedad estable ya que puede ser
rápidamente alterada por la intensidad del uso, la estacionalidad, la actividad de fauna edáfica
(bioturbación) e incluso por efectos del cambio climático. Las funciones del suelo dependen en gran
medida de la estructura, por su gran influencia sobre el carácter y la velocidad de los procesos que
intervienen en el suelo. El ordenamiento o disposición espacial de las partículas determina el volumen, la
forma y la porosidad. La estructura del suelo, por lo tanto, afecta los regímenes de aire y agua dentro del
suelo, y con ello en el régimen de elementos nutritivos (figura 3.6). También influye en las propiedades

16
mecánicas del suelo, que afectan germinación de las semillas, emergencia de plántulas, así como el
crecimiento de las raíces, y también limita o favorece la existencia de erosión del suelo.

Figura 3.6. Función de la estructura del suelo y su relación con el agua, aire y elementos nutritivos en el suelo. La
porosidad (aire y agua) depende de la estructura y, con ello, la estructura aporta a la dinámica nutritiva de las plantas:
intercambio químico (i+, i-) y gaseoso (O2, CO2) en y desde el suelo a través del sistema poroso. Adaptado de
Hildebrand (1994).

La estructura del suelo puede ser clasificada en forma general en dos tipos: agregada y sin agregación. Un
suelo con estructura sin agregación posee sus partículas completamente desagregadas y sueltas. Este es el
caso frecuente de las arenas, como dunas y sedimentos aluviales que presentan estructura de grano simple.
También la estructura masiva representa una estructura sin agregación, estos suelos forman una masa
coherente continua; muchos suelos originados de cenizas volcánicas holocénicas presentan en el subsuelo
(horizontes B y C) una estructura masiva. Por otra parte, la estructura con agregación presenta diversos
tipos (figura 3.7) debido a distintos factores, como procesos de contracción e hinchamiento de arcillas,
actividad biológica del edafón, incorporación de sustancias húmicas y acción cementante de diversas
sustancias, entre los principales. Estas estructuras de agregados tienen naturalmente distintos tamaños y
formas. En general, los agregados con formas tendientes a las esferas (paredes redondeadas) y de tamaños
pequeños producen mejores condiciones para el crecimiento de la plantas que los agregados de formas
semejantes a cubos, prismas o láminas (paredes lisas, cantos agudos) y de gran tamaño. Tales condiciones
dicen relación con los flujos y almacenamientos de agua aprovechable y de aire en el suelo, lo que influye
en el comportamiento químico y térmico del suelo. Además, la estructura condiciona el arraigamiento, ya
que más del 95 % de las raíces crece entre los agregados y no dentro de ellos. Dentro de los agregados
disminuye la cantidad y calidad del aire, dominan los poros primarios finos que retienen el agua no
aprovechable e incrementa la densidad aparente.

La estructura del suelo, así como la textura, no es uniforme en el perfil del suelo. Diferentes horizontes
pueden exhibir estructuras distintas, según los procesos pedogénicos que han tenido lugar. La estructura es
muy sensible a cambios debido al manejo del suelo, especialmente en el estrato superior (0-40 cm de

17
profundidad). El manejo del suelo debe procurar mejorar la estructura del suelo o conservar aquellas de
buenas características. El manejo degradante del suelo genera estructuras desfavorables para las plantas.

x2 x5

Grano simple Masiva Granular

Grumosa Poliédrica Subpoliédrica

/10 /10 /3

Prismática Columnar Laminar

Figura 3.7. Estructuras del suelo con y sin agregación. Las estructuras sin agregación grano simple y masiva (o
coherente) y estructuras con agregación por agregación grumosa y agregación por segregación granular, grumosa,
subpoliédrica, poliédrica, prismática, columnar y laminar (adaptado de Schlatter et al. 2003).

El agua en el suelo. La cantidad de agua contenida en una unidad de volumen de suelo es un factor
importante que afecta el crecimiento de las plantas, la actividad microbiana y varias propiedades físicas del
suelo (plasticidad, resistencia, capacidad de compactación, etc.). El agua del suelo se encuentra en la
porosidad de este. El volumen total de espacio no ocupado por la fracción sólida se llama la porosidad del
suelo. De manera similar a los agregados del suelo, los espacios vacíos del suelo varían en su tamaño,
distinguiéndose macro-, meso-y microporosidad. La macroporosidad, o poros gruesos, comprende los
poros de diámetro > 50 m; puede ser llenada con agua gravitacional y se vacía de agua por efecto de la
gravedad. La mesoporosidad, también llamada porosidad capilar o poros medios, comprende espacios
entre 20 y 50 m de diámetro; estos poros retienen el agua contra la fuerza de gravedad, pero la dejan
accesible para las raíces de las plantas. La microporosidad, o poros finos, se define como los espacios con
diámetro < 20 m; cuando contienen agua, debido a la adhesión a la superficie de las partículas del suelo,
no es fisiológicamente disponible para las plantas ni percolada por acción de la gravedad. Los volúmenes
de poros medios y finos son en gran medida dependientes de la textura del suelo, en cambio, los poros
gruesos dependen principalmente de la estructura del suelo. Los poros finos se forman principalmente
entre partículas dentro de los agregados del suelo (poros primarios), mientras que los poros gruesos y
medios se forman normalmente entre los agregados (poros secundarios).

El agua compite con el aire del suelo para ocupar el espacio poroso y, por lo tanto, controla la convección
de gas y difusión a través del suelo, afectando la actividad de los organismos del suelo y el potencial de

18
oxidación/reducción en el suelo. El régimen hídrico del suelo, es decir, la cantidad y los flujos de agua que
contiene, depende de la porosidad, la cual queda determinada por la textura y la estructura. La cantidad
total de agua retenida en el suelo en un momento dado se mide como la diferencia entre el peso de una
muestra antes (peso fresco) y después del secado (peso en seco), normalmente a 105 °C, y se expresa en
porcentaje del peso seco (contenido de humedad % = ((peso del suelo húmedo – peso del suelo
seco)/peso del suelo seco) x 100). La cantidad total de agua, sin embargo, es un indicador ecológico
insuficiente, ya que es muy variable en el tiempo, porque depende del régimen pluviométrico (ingreso de
agua), la temperatura (evaporación) y la actividad de las plantas (absorción y transpiración). Además, esta
medida no incluye el agua químicamente enlazada o adsorbida en partículas de arcilla, que se puede
eliminar sólo mediante el calentamiento del suelo a varios cientos de grados Celsius.

La fuerza con la que el agua se adhiere a las partículas del suelo es una función de la textura del suelo. A
menor tamaño de partículas del suelo, mayor es la fuerza de retención del agua. Esto determina la
disponibilidad de agua para los organismos, especialmente para las plantas (figura 3.8). De acuerdo a su
disponibilidad, el agua del suelo se puede dividir en: agua gravitacional o de percolación, agua disponible o
aprovechable para las plantas y agua no disponible o inútil para las plantas. El agua gravitacional fluye por
los poros gruesos, permanece en el suelo durante sólo un corto período de tiempo (hasta dos días) después
de la lluvia y luego es arrastrada hacia abajo por la fuerza de gravedad, pudiendo salir del perfil de suelo. La
cantidad de agua gravitacional llega a cero cuando la gravedad está equilibrada por la fuerza de adhesión
entre el agua y las partículas del suelo y así no queda agua para drenar fuera del suelo. Esta situación se
denomina punto de secado, y la cantidad de agua que permanece en el suelo constituye su capacidad de
campo (poros medios y finos llenos de agua). El suelo todavía se siente húmedo, ya que contiene mucha
agua, la que, sin embargo, no puede ser extraída por la fuerza de gravedad. El agua disponible para las
plantas se encuentra en los poros medios o cubriendo las superficies de las partículas de suelo en películas
5-20 m de grosor (figura 3.8). Esta agua es de libre acceso para las raíces de las plantas hasta el punto de
marchitamiento permanente (poros finos con agua), el cual se alcanza cuando la fuerza de retención entre
el agua y las partículas del suelo es igual a la máxima de succión de las raíces. El agua en la mayoría de los
suelos se repone mediante las lluvias.

19
Figura 3.8. Curvas de tensión de agua de tres tipos de suelos: arenoso, limoso y arcilloso. (Adaptado de Schroeder
1992).

Los suelos actúan como una zona de amortiguación entre la atmósfera y la hidrósfera en el ciclo global del
agua. La superficie del suelo es el límite donde la precipitación se divide en escorrentía superficial,
infiltración, evapotranspiración y recarga de aguas subterráneas. Un parámetro importante en este proceso
es la velocidad de infiltración, ya que ésta determina la cantidad de agua que se dispondrá en el suelo y la
cantidad que se pierde en el ecosistema como escorrentía superficial. Los suelos forestales generalmente
alcanzan tasas de infiltración superiores a otros tipos de suelo o con uso agropecuario, principalmente
debido a que su superficie está cubierta por una capa de residuos (mantillo), lo que dificulta el movimiento
lateral del agua en la superficie (drenaje externo), favoreciendo su infiltración. Sin embargo, la infiltración
puede verse afectada por la heterogeneidad vertical del perfil del suelo; por ejemplo, la presencia de un
horizonte subsuperficial más denso, con una textura más fina, frenará el movimiento del agua hacia abajo
(disminuye la percolación), pudiendo provocar que los horizontes superiores queden temporalmente
saturados con agua.

20
Figura 3.9. Dinámica del aire (poros gruesos) y agua (poros medios y finos) según diferentes combinaciones de arena,
limo y arcilla. El área con línea discontinua identifica las mejores combinaciones de textura para un óptimo desarrollo
de la vegetación.

Aunque el agua superficial haya desaparecido, ya sea por escurrimiento superficial, infiltración o
evaporación, el movimiento del agua puede continuar dentro del suelo (figura 3.9). El movimiento
descendente del agua del suelo, llamado percolación, continúa durante algún tiempo y su duración está
determinada por la textura y la estructura del suelo. Los horizontes superiores no conservan su agua
gravitacional, la que percola para humectar horizontes más profundos del perfil y puede llegar a la napa
freática. Esta redistribución del agua en los suelos forestales es de vital importancia, ya que determina la
cantidad de agua retenida en cada estrato del suelo y, por lo tanto, la cantidad de agua disponible para las
plantas. La profundidad del nivel freático también influye fuertemente en el crecimiento del bosque. El
nivel freático normalmente no es plano ni estable en su profundidad; su forma y nivel depende de la
profundidad y porosidad del suelo, de la permeabilidad de la roca subyacente al suelo, como también de la
topografía. Asimismo, el nivel freático oscila estacionalmente alrededor de su nivel medio, de acuerdo con
el equilibrio entre las recargas y las salidas de agua. En regiones de clima secos, por lo general el nivel
freático está muy profundo, a veces fuera del alcance de los mayores sistemas de raíces, incluso si el
ascenso capilar de la humedad desde la napa freática se tiene en cuenta. En climas húmedos la tendencia es
que la napa freática esté más cerca de la superficie que en climas secos. Donde el nivel freático no es
demasiado profundo, los árboles maduros pueden alcanzarlo y utilizar esa agua. Pero, un nivel freático
cercano a la superficie crea una dificultad para el establecimiento de muchos tipos de bosques, debido a la
poca profundidad de enraizamiento y escasez de aire (hipoxia) en el suelo saturado con agua.

21
Para su crecimiento, las plantas necesitan agua, la que obtienen del suelo por absorción mediante sus raíces.
Por ello, el almacenamiento y redistribución de agua en el perfil de suelo es muy importante para
compensar las variaciones en el abastecimiento de agua proveniente de las precipitaciones. Los suelos de
texturas arenosas, con una proporción importante de poros gruesos, permitirá que el agua infiltrada percole
rápidamente a las capas más profundas y no se almacene como agua aprovechable. En cambio, los suelos
arcillosos limitan el movimiento del agua, forzando a que una proporción importante de la precipitación se
acumule en el suelo superficial, lo que conduce a pérdidas de agua por escurrimiento o evaporación. Los
suelos de texturas intermedias y estructuras de agregados redondeados permiten el mejor equilibrio entre la
infiltración de las precipitaciones, la percolación y la retención de agua aprovechable en el suelo (figura 3.9,
figura 3.10).

Precipitación Posición
topográfica

Evaporación
Infiltración Escurrimiento Transpiración
superficial

Percolación

Agua de
retención:
Ascenso Absorción
- Adsorción
capilar Drenaje
- Capilar
restringido
Nivel Freático

Salida de Agua
Figura 3.10. Dinámica del agua en el suelo. Principales componentes del ciclo del agua y su relación con el suelo. La
posición topográfica indica dos situaciones contrastantes en términos de condición de drenaje y aireación del suelo.

El agua del suelo nunca es químicamente pura. Aunque el agua de lluvia en el punto de condensación en las
nubes se destila, muy pronto después de esto comienza a adquirir las impurezas del aire circundante. Este
proceso se incrementa durante su descenso a través de la atmósfera cuando se encuentra con diversas
sustancias químicas, aerosoles y partículas sólidas. Durante su movimiento y permanencia en el suelo, el
agua disuelve sustancias adicionales, que se convierten en parte de la solución del suelo. A medida que el
agua se mueve a través del perfil del suelo, impulsada por la gravedad o gradientes de adsorción, lleva su
carga de soluto que es redistribuido en el perfil o lixiviado. Los nutrientes disueltos en el agua del suelo
están inmediatamente disponibles para la nutrición de las plantas. En todo caso, las concentraciones de

22
elementos en la solución del suelo son, normalmente, muy bajas y las plantas dependen de los continuos
flujos de agua para obtener una parte importante de su nutrición (figura 3.10).

El aire del suelo. La cantidad de aire en el suelo es dependiente del contenido de agua y la proporción de
porosidad, en particular de los poros gruesos o capacidad de aire del suelo. El contenido y la composición
del aire del suelo son importantes para la actividad biológica y reacciones químicas del suelo. Las raíces de
las plantas y los organismos del suelo absorben el oxígeno (O2) del aire del suelo y liberan dióxido de
carbono (CO2), como parte de su metabolismo. Algunas especies arbóreas especializadas evolucionaron los
tejidos internos que les permiten transferir O2 de estructuras de raíces superficiales y, por lo tanto,
sobrevivir en condiciones anaeróbicas del suelo. La mayoría de las especies de árboles, sin embargo, no son
capaces de tolerar la falta de aireación en el suelo en el largo plazo (recuadro 1).

Todos los gases en un suelo bien aireado están sujetos a movimiento debido a la convección y difusión. La
convección es un proceso impulsado por los gradientes de presión, durante la cual el aire del suelo se
mueve de un lugar con una presión más alta a un espacio con menor presión a través del laberinto de los
poros del suelo. Los gradientes de presión son impulsados por las fluctuaciones de la presión atmosférica,
los cambios de temperatura, las ráfagas de viento o movimientos de la napa freática. La totalidad del aire se
mueve en masa durante el flujo convectivo de aire del suelo, independientemente de su composición
química. La difusión, por otra parte, es impulsada por gradientes de concentración de gases que se
desarrollan en el aire del suelo como resultado de la actividad del suelo. Este tipo de gradiente hace que un
solo componente de la mezcla de aire del suelo se mueva para difundirse desde un sector de mayor
concentración a un lugar de menor concentración. Así, en la ausencia de cualquier cambio de presión, el
oxígeno se difundirá a partir del aire del suelo, hacia donde se consume por los organismos del suelo y las
raíces. Al mismo tiempo, la respiración de los organismos aumenta la concentración de CO2 en el suelo,
que a continuación se difunden fuera del suelo hacia la atmósfera. Esta difusión se puede medir fácilmente
como flujo de salida de CO2 desde el suelo y es un buen indicador de la actividad biológica del suelo. La
composición de la atmósfera sobre el suelo contiene cerca 21% O2, 0,035% de CO2 y más de 78% de N2.
El aire del suelo tiene aproximadamente el mismo contenido de N2, pero más bajo contenido de O2 y
mayor contenido de CO2. El contenido de O2 puede ser ligeramente menor al 20% en la parte superior del
suelo, donde exista una estructura estable y abundante macroporosidad (poros gruesos). Sin embargo, el
contenido de O2 puede llegar a menos del 5% o incluso cercano a 0% en los horizontes inferiores, donde
exista pobre o nulo drenaje y la macroporosidad sea muy baja (Brady y Weil 2002). Los agregados del suelo
también muestran variaciones en la composición del aire, donde un agregado puede contener diferencias de
entre 15 a 20% en el contenido de O2, donde desde el borde hacia el centro del agregado la concentración
de O2 disminuye fuertemente. Lo anterior influirá sobre la cantidad de raíces y también sobre la
distribución de raíces en torno a dichos agregados del suelo.

La circulación de aire del suelo es, por supuesto, muy compleja. La difusión de gases dentro del sistema de
poros del suelo, en comparación con la difusión en el aire libre, es bastante restringida. Además, una
molécula de gas no puede viajar a lo largo del gradiente de concentración en una línea recta debido a la
disposición de los agregados del suelo y los poros; la distancia adicional a cubrir se llama el factor de
tortuosidad. La tortuosidad es dependiente de la estructura del suelo y del contenido de agua. A medida
que el suelo se humecta por la lluvia y el agua llena los poros del suelo, aumenta la tortuosidad. En casos
23
extremos, todos los poros dentro del suelo se llenan con agua y prácticamente no queda aire en los poros,
aunque el agua del suelo contiene gases atmosféricos disueltos. Prolongadas condiciones anaeróbicas en el
suelo inducen a la formación de una serie de productos químicos específicos por reacciones de reducción.
También cambia la composición del edafón, ya que se requieren adaptaciones a ambientes anaeróbicos. La
denitrificación de nitratos (NO3-) a nitrito (NO2-), la reducción de hierro y manganeso a sus formas
bivalentes (Fe2+ y Mn2+) o la reducción del sulfato (SO42+) de sulfuro de hidrógeno (H2S) tienen lugar
cuando el oxígeno (O2) es limitado. Muchos compuestos orgánicos, tales como metano o etileno, se
producen por descomposición de la materia orgánica en condiciones anaeróbicas.

Los suelos permanentemente inundados, con carencia de aire, se caracterizan por un olor nauseabundo
cuando se libera ácido sulfhídrico (H2S) a través de la descomposición de la materia orgánica por
organismos anaeróbicos. También se generan colores grisáceos, azulados o verdosos en los horizontes
saturados con agua y, por encima del nivel freático, la presencia de coloración irregular debido a las
fluctuaciones de períodos de saturación y de aireación. Una categoría aparte de los suelos saturados de agua
se forma por la acumulación de materia orgánica cuando su descomposición se ve obstaculizada por las
condiciones anaeróbicas. Es el caso de los histosoles como, por ejemplo, las turberas. Algunos ecosistemas
forestales han evolucionado a un cierto grado de tolerancia a la inundación, ya sea estacional o de corta
duración, pero el crecimiento de árboles en condiciones permanentemente anegadas está severamente
restringido en las regiones templadas, australes y boreales.

Recuadro 1. Régimen de aire, raíces finas y vitalidad en bosques de encino (Quercus spp.).
Gaertig (2001)
La actividad metabólica y la tasa de crecimiento radical -raíces finas (1-2 mm) y muy finas (≤1 mm)-
decrece si existe una transferencia insuficiente de oxígeno (O2) desde la atmósfera hacia las raíces o si
existe una insuficiente difusión de dióxido de carbono (CO2) desde la zona radical hacia la atmósfera.
Un sistema radical reducido, con bajo número de raíces, no cumple de manera óptima sus funciones, así
ni el agua ni los nutrientes son absorbidos con normalidad y, con ello el área fotosintéticamente activa,
la copa del árbol, se reciente. Existe una pérdida de vitalidad y se reduce la capacidad de responder
frente a otros agentes de daño (bióticos y abióticos). Este estudio buscó probar que alteraciones en la
estructura del suelo superficial, producidas por el tránsito de maquinaria pesada forestal, genera
problemas de aireación, puntualmente en la zona superficial donde existe mayor concentración de raíces.
El objetivo del estudio fue establecer relaciones entre el régimen de aire del suelo (concentración de O2
y CO2) con la densidad de raíces finas y la vitalidad de Quercus robur y Quercus petraea en la Selva Nagra,
en el suroeste de Alemania.

Los resultados indican que la actividad biológica del suelo declinó con la disminución de la difusión de
gases en el suelo superficial. En rodales de Quercus spp. donde los suelos aireados presentaron una menor
deformación de la estructura y, como consecuencia, estuvieron mejor aireados, se evidenció que existía
un mayor arraigamiento y una mayor vitalidad, copas más frondosas, de los árboles presentes. Estos
sitios presentaron relaciones más favorables, tanto en el largo como masa radical asociada.

24
Por lo tanto, se pudo comprobar que el tránsito de maquinaria forestal genera fuertes impactos en el
ecosistema bosque, producto de las deformaciones en la estructura del suelo superficial. La mantención
de una estructura del suelo apropiada, requiere de la concentración del tráfico forestal exclusivamente en
las vías de saca, previamente planificadas y con estado de permanentes. Del mismo modo, actividades de
recuperación de zonas alteradas o degradadas, deben considerar no solo los factores asociados a los
regímenes de agua y elementos nutritivos, sino que también, al régimen de aire (relaciones O2 y CO2),
procurando seleccionar sitios donde no existe estructuras del suelo cerradas (estructura masiva),
evidencias de compactación severa ni presencia de anegamiento temporal prolongado.

3.3.3 Características y propiedades químicas

Reacción del suelo. La acidez y su opuesto, la alcalinidad, están entre las cualidades químicas más importantes
del suelo, porque influyen en una serie de procesos químicos y biológicos, algunos de los cuales son
totalmente dependientes de un rango específico de acidez o alcalinidad. La movilidad de iones, la
disolución química, meteorización química del suelo mineral y la disponibilidad de nutrientes están
influenciadas por el grado de acidez del suelo. De manera similar, la supervivencia de ciertas especies
vegetales o animales depende del grado de acidez o alcalinidad del suelo al que están adaptados. Aunque
inicialmente está determinada por la composición de la fase sólida del suelo, la acidez es un atributo de la
solución del suelo. La interacción entre los iones disponibles para el intercambio en las partículas de arcilla
y en la materia orgánica y la capacidad de disolución del agua del suelo determinan si la solución del suelo,
y por lo tanto el suelo, será ácida o alcalina.

Por definición, en agua pura la concentración de aniones hidroxilo (OH-) y cationes de hidrógeno (por
convención, H3O+ se simplifica a H+) es equilibrada. Cualquier cambio en la concentración de uno de los
iones produce cambios de la concentración de su contraparte. Sin embargo, la introducción de átomos
25
cargados eléctricamente o moléculas de otros elementos puede, con efecto duradero, alterar las
concentraciones relativas de OH- y H+. Un exceso de H+ se traducirá en la solución ácida, mientras que la
prevalencia de OH-, en una solución alcalina. Cuando las concentraciones de los dos iones son iguales, la
solución se dice que es neutra.

La medida aceptada de la acidez o alcalinidad de una solución es el pH: “H” significa hidrógeno, mientras
que la “p” se refiere a "potencial". Se define como el logaritmo negativo de la actividad de iones hidrógeno
(H+) en una solución. El pH puede tomar cualquier valor entre 0 y 14. El agua pura presenta una
concentración de H+ de 10-7 mol L-1 y por eso su pH toma el valor de 7. Este es el pH neutro, ya que la
concentración de OH- también es de 10-7 mol L-1. Cualquier pH < 7 significa mayor concentración de H+,
generando con ello condiciones ácidas. A la inversa, pH > 7 significa menor concentración de H+ y, por lo
tanto, las condiciones presentes son alcalinas o básicas. Debido a que el pH se define como una función
logarítmica, una unidad de cambio de pH, por ejemplo, de pH 4 a pH 3, resultará en un cambio de diez
veces en la concentración de H+ (de 10-4 a 10-3 mol L-1).
El pH de los suelos forestales puede variar ampliamente, dependiendo de la composición química del
material de origen y el tipo de vegetación dominante. Sadzawka et al. (1995) estudiaron las características
químicas de los suelos forestales en Chile (33° a 53° sur). El pH de los suelos varió de norte a sur, donde
los suelos más ácidos se encontraron en el extremo sur, asociando esta disminución con el aumento de la
precipitación, lo que conlleva mayor lixiviación de bases del suelo. Los valores de pH en agua variaron
para región Metropolitana entre 5,5 y 6,0; mientras que para la región de Magallanes entre 3,1 y 5,7. Como
regla general, cuanto menor sea el pH del suelo, menor será la disponibilidad de nutrientes. Los suelos
orgánicos en climas húmedos son ácidos, debido a la alta producción de ácidos orgánicos que se forman en
los procesos de descomposición parcial de la materia orgánica. El agua lluvia es naturalmente ácida, debido
a la disolución del CO2 atmosférico que forma ácido carbónico débil, por lo que la precipitación tiende a
causar acidificación natural en la mayoría de los suelos. Este proceso es muy lento y puede ser amortiguado
por los productos de meteorización. La acidez natural de la lluvia se incrementa en gran medida por la
contaminación industrial, principalmente mediante iones de azufre y nitrógeno que forman ácidos con el
agua, lo que lleva a la acidificación rápida de algunos de los suelos forestales. La acidificación del suelo es a
menudo asociada con la solubilización y la lixiviación de los nutrientes y con aumentos en las
concentraciones de metales pesados potencialmente tóxicos. Este proceso tiene un impacto negativo en el
funcionamiento de los suelos, en la supervivencia de ciertos grupos de organismos y, a veces, en la
estabilidad del ecosistema bosque.

Capacidad de intercambio catiónico y disponibilidad de nutrientes. La textura del suelo influye en la capacidad de
intercambio catiónico del suelo (CIC), especialmente por su contenido de arcilla. La arena y el limo son
predominantemente granos de minerales primarios resistentes a la meteorización, que no participan en
forma significativa en los intercambios químicos. La fracción arcilla se compone de varios tipos de
minerales secundarios con capacidad de intercambio catiónico, entre ellos están los aluminosilicatos
formando estructuras laminares de microcristales compuestos de aluminio (Al), silicio (Si) y oxígeno (O).
Estos cristales tienen forma de tetraedro, cuando cuatro átomos de oxígeno rodean un catión Si4+, o de
octaedro, si seis átomos de oxígeno rodean un catión Al3+. Las arcillas se forman como un régimen de
capas de tetraedros y octaedros ya sea en una mezcla 1:1 o 2:1. La caolinita es un mineral de arcilla común
1:1 que consta de una lámina tetraédrica unida a una lámina octaédrica por átomos de oxígeno
26
compartidos. De manera similar, un mineral tipo 2:1, como la esmectita, consta de una sola hoja octaédrica
emparedada entre dos redes tetraédricas (cuadro 3.5).

Cuadro 3.5. Capacidad de retención de cationes (CIC = capacidad de intercambio catiónico) de sustancias
minerales y orgánicas del suelo (modificado de Gobat et al. 2004).

Sustancia CIC, cmol(+) kg-1


Mineral de arcilla 1/1, caolinita 2 - 15
Mineral de arcilla 2/1, illita 10 - 50
montmorrillionita 80 - 150
vermiculita 100 - 150
Mineral de arcilla 2/1/1, clorita 5 - 40
Alofanes (oxihidróxidos) 5 - 350

Materia orgánica, turbera (escasa descomposición) 100


Materia orgánica del suelo in situ 60 - 280
Materia orgánica humificada (alta descomposición) 200 - 500
Ácidos húmicos 485 - 870
Ácidos fúlvicos <1.400

Si el Si4+ o el Al+3 es reemplazado por un catión de valencia menor, se producen regiones cargadas
negativamente, tanto en el interior como alrededor de los bordes de las partículas de arcilla. Este fenómeno
se denomina sustitución isomórfica, porque se sustituyen átomos de distinta carga sin que se altere la
estructura cristalina de la arcilla. Este efecto forma la base de la capacidad de intercambio de cationes en el
suelo. Las partículas de arcilla a veces forman complejos órgano-minerales con la materia orgánica del suelo
que aumentan la capacidad de atraer e intercambiar cationes disueltos en la solución del suelo.

Los minerales de arcilla difieren en su capacidad para almacenar cationes, debido a las diferencias en su
forma, su superficie o su densidad de carga (unidad de carga almacenada por unidad de superficie) (figura
3.11). La cantidad de cationes de un mineral de arcilla que puede alojar en su superficie cargada
negativamente se mide en centimoles de carga positiva por kilogramo de sustancia (cmol kg-1). La carga
negativa y la capacidad de intercambio catiónico de las arcillas es más bien estable, la actividad o inactividad
del intercambio está determinada sólo por la presencia de la solución del suelo y, por lo tanto, del estado de
hidratación de estas partículas. Sin embargo, la CIC de algunos complejos orgánicos u óxidos de hierro y
aluminio es dependiente del pH. Al adsorber cationes de hidrógeno (H+), cada vez más disponibles en
condiciones de pH bajo, pueden incluso cambiar la carga total de negativo a positivo, cancelando así su
CIC en conjunto.

27
Figura 3.11. Modelo simplificado de la capacidad de intercambio catiónico (CIC). Partícula de coloide del suelo
cargada negativamente y cationes adsorbidos dominan en el intercambio. Adaptado de Brady y Weil (2002).

Cuando se humedecen, las partículas de arcilla están cubiertas por una delgada capa de la solución del
suelo, lo que facilita la circulación y el intercambio de cationes (figura 3.11). Los cationes están débilmente
adheridos en la partícula por adsorción a la superficie cargada negativamente. Los cationes no se convierten
en una parte integral de la estructura cristalina, sino que están disponibles para el intercambio libre con la
solución del suelo circundante. El proceso de intercambio está impulsado por gradientes de concentración
y por la fuerza de los enlaces entre la partícula de arcilla y los cationes individuales. No todos los elementos
se adsorben a las partículas de arcilla cargadas negativamente con la misma fuerza; la fuerza relativa de
retención aumenta en el orden Na+ < NH+ < K+ < H+ < Mg2+ < Ca2+ < Al3+ < (Cd2+, Cu2+, Fe2+, Hg2+,
Mn2+, Zn2+). La potencia de la asociación depende de la valencia del catión, radio atómico, grado de
hidratación y el pH del suelo.

Los cationes Ca2+, Mg2+, K+ y Na+ conforman las bases del suelo y su proporción en relación al total de
intercambio corresponde a la saturación de bases. Cuanto mayor sea la saturación de bases, mayor será la
capacidad del suelo para neutralizar la acidificación (presencia de iones H+). A la inversa, la insaturación de
base del complejo de intercambio significa que una alta proporción de la CIC está ocupada por protones
(H+) y el suelo es muy sensible al depósito ácido. En los suelos ácidos la presencia de aluminio afecta las
funciones de las raíces y a los microorganismos. La presencia de aluminio en grandes cantidades en el
suelo (>20% de saturación) genera inhibición en el crecimiento radical, especialmente a valores de pH
entre 4 y 5. La forma más tóxica de aluminio es Al3+, la cual predomina en suelos con pH< 4,2 (Lukac y
Godbold 2011). Es importante el conocimiento de la saturación de bases y la fuerza de retención que
mantiene diversos cationes adsorbidos en la CIC, ya que estos dos factores controlan la liberación de
metales pesados tóxicos en la solución del suelo. Suelos con alta saturación de bases están en mejores
condiciones para controlar la acidificación y, por lo tanto, evitar la liberación de elementos tóxicos.

28
La salinidad del suelo se refiere a concentraciones perjudiciales de solutos minerales electrolíticos en la
solución del suelo, tanto en forma de cationes (Na+, Ca2+, Mg2+ y K+) como aniones (Cl-, SO42-, HCO3-,
CO32- y NO3-). Todos estos iones son esenciales para el crecimiento normal de la planta y el
funcionamiento del suelo, pero se hacen inhibitorios cuando un cierto umbral es excedido. La salinidad del
suelo tiene varios orígenes: el contenido de sal intrínseca del material parental de los suelos, la
redistribución de la sal por el flujo de agua de un terreno más alto hacia los valles que carecen de drenaje
natural y, por lo general, las napas altas de aguas subterráneas que permiten el ascenso capilar. En las zonas
costeras, la salinidad del suelo también puede ser el resultado de pulverización de agua de mar por los
fuertes vientos o la penetración de agua de mar en los acuíferos subterráneos, debido a la subida del nivel
del mar o de extracción de exceso de agua dulce. En las zonas áridas, la salinidad del suelo es
principalmente el resultado de la alta tasa de evaporación, un proceso durante el cual un movimiento
ascendente del agua del suelo conduce a depósitos de sal en o cerca de la superficie. La salinidad del suelo
no es un problema importante en los bosques templados o boreales, donde la precipitación anual
generalmente excede la evapotranspiración, dando lugar a un flujo descendente de la solución del suelo que
minimiza el riesgo de acumulación de sales en la superficie. Sin embargo, los escenarios globales de cambio
climático predicen aumento de las temperaturas y declinación de las precipitaciones en algunas partes de
estas regiones lluviosas. En la actualidad, la reforestación de los suelos que sufren de exceso de contenido
de sal es una de las estrategias prácticas más eficaces para resolver el problema de la salinidad del suelo. Los
árboles podrían remediar el suelo mediante la reducción de la napa de agua salina, a través de la utilización
de agua subterránea y, con ello, disminuir la velocidad de evapotranspiración (Barrett-Lennard 2002).
Tomando en cuenta al cambio climático y los esfuerzos de recuperación de suelos, los suelos salinos con
cubierta forestal podrían llegar a ser de mayor importancia en el futuro, incluso en zonas donde no están
presentes en la actualidad.

Nutrientes esenciales para la nutrición vegetal. Además de carbono, hidrógeno y oxígeno (CHO), que constituyen
la mayor parte de la materia orgánica de las plantas, trece elementos químicos se consideran esenciales para
el crecimiento y desarrollo normal de las plantas (Donoso 1993, Schroeder 1992). Nitrógeno, fósforo,
potasio, calcio, magnesio y azufre son absorbidos en cantidades relativamente grandes y se conocen como
macroelementos. Hierro, manganeso, boro, cobre, molibdeno, zinc y cloro son llamados oligoelementos o
microelementos, ya que son absorbidos en cantidades relativamente pequeñas, pero vitales para las plantas.
Macro- y microelementos deben estar presentes en las formas necesarias, en cantidades suficientes y en el
equilibrio adecuado para el crecimiento de normal de las plantas.

Una visión general de las fuentes y las formas disponibles de macro y microelementos se muestran en el
cuadro 3.6. El nitrógeno está presente en gran parte en forma orgánica en los suelos forestales. Los árboles
utilizan el nitrógeno en formas inorgánicas, como amonio (NH4+) o nitrato (NO3-). A través de la
mineralización del nitrógeno, las bacterias transforman el nitrógeno orgánico en amonio y nitrato. Estudios
recientes sugieren que los árboles pueden ser capaces de absorber algunas formas orgánicas de nitrógeno.
El fósforo está presente en formas orgánicas y también como compuestos de fosfato inorgánicos en
combinación con calcio, hierro y aluminio. Los iones H2PO4- y HPO42- son formas solubles. El fósforo es
más disponible bajo condiciones de pH cercanos a neutro que en ambientes ácidos o alcalinos. El potasio,
el calcio y el magnesio son adicionados principalmente por la meteorización de los minerales del suelo. El

29
potasio está presente en gran parte en minerales como micas y feldespatos ortoclasas. El calcio y magnesio
existen en dolomitas, olivitas, piroxenos, anfíboles y otros minerales.

El azufre está presente en formas orgánicas y minerales, y puede ser absorbido por las plantas como
intercambiables y como sulfato soluble en agua (SO42-). Además, el dióxido de azufre (SO2) como gas
puede ser absorbido directamente por las plantas a través de sus estomas. Los microelementos están
presentes en formas minerales y como complejos con la materia orgánica. En suelos arenosos ácidos,
suelos orgánicos y suelos intensamente cultivados se pueden agotar los microelementos (Bockheim 2003).
Cuadro 3.6. Fuentes de nutrientes (cationes y aniones) relevantes para la nutrición de plantas (modificado de
Bockheim 2003).

Elemento Fuente Forma iónica


nutritivo

Macronutrientes
Nitrógeno Materia orgánica (proteínas y aminoácidos) NH4+, NO3-
Fósforo Materia orgánica (fitina y ácidos nucleicos), apatita,
fosfatos secundarios (Ca, Al y Fe) HPO42-, H2PO4-
Potasio Feldespatos y filosilicatos K+
Calcio Feldespatos, hornablenda, calcita, dolomita Ca2+
Magnesio Mica, hornablenda, dolomita, serpentinita y filosilicatos Mg2+
Azufre Materia orgánica, pirita y yeso SO42-

Micronutrientes
Hierro Óxidos, sulfuros y silicatos Fe2+, Fe3+
Manganeso Óxidos, silicatos y carbonatos Mn2+
Boro Silicatos de boro y boratos BO33-
Cobre Sulfuros y carbonatos de hidróxido Cu+, Cu2+
Molibdeno Sulfuros y molibdatos MoO42-
Zinc Óxidos, sulfuros y silicatos Zn2+
Cloro Cloruros Cl-

Los análisis químico-nutritivos tradicionales consideran los nutrientes contenidos en la fracción fina del
suelo (<2 mm), dejando completamente fuera de la ecuación a la fracción gruesa o esqueleto del suelo (> 2
mm). Se ha demostrado que para ciertos sitios, donde existe una baja saturación de bases y los niveles de
meteorización son bastante avanzados, podría existir un aporte mínimo a la fracción de nutrientes por
parte del esqueleto (Kohler 2001; Heisner et al. (2004). La presencia de micorrizas en estos suelos podría
aumentar la disponibilidad de nutrientes para las especies presentes (recuadro 2).

30
Recuadro 2. La importancia del esqueleto del suelo para el suministro de nutrientes en los
bosques de la Selva Negra, Alemania: ¿Los árboles se nutren de las piedras?
Kohler (2001) y Heisner et al. (2004)

Los análisis químicos tradicionales de suelo sólo


consideran la fracción de suelo fino (< 2 mm). La 30
Fracción fina (< 2 mm)

Suma de cationes (µmol c g-1)


fracción gruesa (> 2 mm), conocida como esqueleto, no
Fracción gruesa (> 2 mm)
es considerada, debido al aporte nutricional poco
significativo. Generalmente el contenido de nutrientes 20
del esqueleto se incorpora con una visión de largo plazo
(décadas y siglos).
10
Sin embargo, recientes estudios han demostrado que la
fracción gruesa también puede ser nutricionalmente 0
relevante en el corto plazo, pues puede almacenar 70
considerables cantidades de cationes intercambiables.

Saturación de bases (%)


Algunos tejidos como hifas de hongos (micorrizas) e
incluso pequeñas raicillas han sido encontrados en 50
pequeñas grietas de las piedras. Así está la posibilidad de
que exista un flujo de nutrientes desde las piedras, a 30
través de las micorrizas, directamente hacia las raíces de
los árboles. 10
0
0-5 5-10 10-30 30-60 60-90
Kohler (2001) y Heisner et al. (2004) analizaron el
Rango de profundidad del suelo (cm)
esqueleto del suelo y su potencial para almacenar y
movilizar iones en la solución del suelo. Los estudios se
realizaron en los bosques de coníferas de la Selva Negra, Los análisis químico-nutricionales del suelo, que
suroeste de Alemania. Los sitios tenían un rango de consideran exclusivamente la fracción fina, podrían
elevación de 270-1.29 m snm, con precipitación anual estar subestimando la disponibilidad de nutrientes
entre 1.000 y 1.900 mm y temperatura media de 4,9 a presentes en el suelo. La práctica de considerar sólo la
9,3 °C. En su mayoría, el material parental era granito y fracción fina (< 2 mm) del suelo para la evaluación
roca metamórfica. Utilizando muestras de suelo fino (< nutricional de un suelo, pudiera ser críticamente
2 mm) y grueso (2 a < 5 mm) contenidas en cilindros de reevaluada, especialmente en sitios donde existen
200 cm3 provenientes de diferentes profundidades (5-90 bosques y los suelos presenten bajos niveles químico-
cm); se realizaron extracciones con agua desionizada de nutritivos, y exista una importante fracción de material
iones solubles en agua (Ca2+, Mg2+, K+). La capacidad grueso (> 2 mm) con signos de meteorización.
de intercambio catiónico fue determinada con cloruro
de amonio (NH4Cl).

Los resultados revelaron que existe movilización de


iones desde el esqueleto, aunque la variación fue alta. La
suma de cationes contenidos en el esqueleto fue
considerable, pero, en comparación con la cantidad de
en fracción fina, alcanzó sólo 1/3 o 1/2. Sin embargo,
la saturación de bases de la fracción gruesa fue en
general mucho mayor.

31
3.3.4 Materia orgánica del suelo

Mantillo. Tan pronto como los desechos orgánicos de plantas y animales son adicionados a la superficie del
suelo, una cadena compleja de procesos de descomposición y transformación le sobreviene con el fin de
liberar la energía almacenada en los enlaces químicos producto de la fotosíntesis. El contenido total de
materia orgánica del horizonte superficial de un suelo en las primeras etapas de su desarrollo es
insignificante. Por otro lado, los suelos orgánicos anegados, donde se ve impedida la descomposición de la
materia orgánica por la falta de oxígeno, pueden contener casi 100% de material orgánico (turberas). En
conjunto, la cantidad de carbono orgánico en los suelos del mundo supera la cantidad de carbono retenido
en la atmósfera y la biósfera combinados (Schlesinger 1997, Schulze et al. 2005). De acuerdo con
Schlesinger (1997) la cantidad de carbono contenido en el suelo a nivel mundial alcanzaría a las 1.500 Gt.
La materia orgánica en los suelos forma una mezcla compleja de compuestos y es un constituyente
sustancial de sus características y propiedades físicas, químicas y biológica. Actúa como una fuente de
energía y un medio de crecimiento, en parte, determina la estructura del suelo, la agregación y porosidad y
afecta a la infiltración y aireación del suelo (Schlatter 1993).

El término mantillo, en su sentido más amplio, abarca toda la materia orgánica disponible para la
descomposición y también como fuente de energía. Esta definición incluye además a todos los organismos
recientemente muertos, fecas de animales y compuestos orgánicos liberados directamente al suelo por los
organismos que lo habitan. Una definición más común de los desechos orgánicos, especialmente en el
contexto forestal, dice relación el material vegetal sobre el suelo y, que forma la base del horizonte orgánico
en la parte superior del perfil del suelo (horizonte O). A veces, esta definición puede ser ampliada para
incluir dos categorías: restos de material orgánico sobre el suelo y dentro del suelo. La primera se refiere al
material caído -hojarasca o residuos leñosos- sobre el suelo de la cubierta forestal, en tanto que la segunda
categoría se refiere al material orgánico derivado de las raíces muertas. La mayoría de los datos publicados
informa sobre las características de la contribución del material orgánico al suelo en forma de hojarasca.
Este sesgo es en gran parte debido a la laboriosidad y dificultad de obtener observaciones fiables y realistas
de producción de materia orgánica bajo el suelo asociada a las raíces. Se estima que la biomasa subterránea
constituye una parte importante de la productividad total de los bosques primarios, a veces hasta en un
60% (Waring et al. 1998). Esto pone a la presencia de materia orgánica bajo el suelo a la altura de su
equivalente en superficie: sistemas de raíces de las plantas y su rotación contribuyen de manera significativa
y constante a la cantidad total de materia orgánica en los suelos forestales.

De acuerdo a su composición química, restos forestales se pueden dividir en dos tipos: hojarasca de
características básicas y ácidas. La hojarasca de características químicas básicas, consiste en material
orgánico de fácil descomposición producida por árboles de hoja ancha (caducifolios), de los géneros tales
como Acer, Tilia, Salix, Ulmus y Nothofagus; es rica en nitrógeno y celulosa, pero relativamente pobre en
lignina. Este tipo de hojarasca favorece la actividad de los organismos que habitan el suelo, en parte debido
a que proporciona una fuente fácilmente accesible de energía de celulosa, y en parte también a su alto
contenido de nitrógeno, particularmente importante en bosques boreales donde este elemento sea una
limitante. Este tipo de hojarasca tiende a ser rápidamente desintegrada e incorporada al suelo (humus mull),
mejorando sus propiedades físicas.

32
La hojarasca con características ácidas, por otro lado, es relativamente pobre en celulosa y nitrógeno, pero
rica en lignina. Las acículas de las coníferas caen en esta categoría. Este tipo de hojarasca normalmente se
acumula sobre la superficie del suelo, debido a sus lentas y bajas tasas de descomposición. Sin embargo, los
ácidos orgánicos liberados durante su eventual descomposición inhiben la actividad bacteriana y,
contribuyen a la acidificación del suelo. Suelos podzólicos encontrado en muchos bosques boreales tienen
típicamente un horizonte de hojarasca ácida, lo que libera ácidos orgánicos que contribuyen al blanqueado
de horizonte eluvial inmediatamente bajo el mantillo (humus mor). El contenido y la accesibilidad de la
energía y nutrientes que se encuentran en la hojarasca, en otras palabras su calidad, puede ser estimados por
la medición de la proporción de su total de carbono a nitrógeno total. Esta relación C:N es un indicador
clave de la posibilidad de descomposición de la hojarasca: una proporción elevada, en torno a 30:1 o más,
significa una hojarasca rica en energía, mientras que una baja relación, con valores <20:1, identifica una
hojarasca rica en nitrógeno. Dado que la mayoría de la hojarasca sobre la superficie deriva de follaje, es
importante tener en cuenta que la mayoría de las especies de árboles de bosques templados y boreales
reubica hasta 50% de contenido de N foliar antes de que caigan las hojas. En general, la relación C:N de los
tejidos del árbol aumenta desde las hojas a leñosos finos a estructuras leñosas gruesas. La relación C:N del
follaje es mucho menor (19 a 66) que la de la madera (250-2.500), las raíces finas poseen relaciones C:N de
23 a 266 (Snowdon et al. 2005). La masa de hojarasca en descomposición disminuye en el tiempo, pero su
relación C:N puede aumentar, disminuir o permanecer constante, dependiendo de las condiciones del
suelo. Como regla general, sin embargo, la proporción de carbono respecto a nitrógeno disminuye como
resultado de la acción bioquímica de los organismos del suelo, que se descomponen en cadenas de carbono
para liberar el CO2 y energía. Las formas más recalcitrantes de la materia orgánica que se encuentra en el
suelo, el humus, tienen muy baja relación C: N, en torno a 10.

Humus en el suelo. Todos los ecosistemas de bosque maduro en general alcanzan el equilibrio entre los
aportes de hojarasca y su descomposición. Los suelos forestales contienen una mezcla de materiales
orgánicos distinguibles por su edad. Las formas más jóvenes son la hojarasca recientemente depositada,
que sufre una descomposición rápida; las formas más antiguas son los compuestos más estables, resistentes
a cualquier subdivisión. Esta fracción más antigua de compuestos orgánicos se denomina humus. Éste
consta de polisacáridos, poliurónidos, aminoácidos, y compuestos aromáticos y alifáticos y, forma una
mezcla de compuestos orgánicos caracterizados por alta masa molecular. Habiendo llegado a la etapa final
de descomposición, los restos de humus pueden persistir en el suelo durante siglos, si no milenios (Schmidt
et al. 2011). El humus es generalmente de color marrón oscuro, e incluso en pequeñas concentraciones
puede cambiar el aspecto y el tono del suelo. Existe en forma coloidal, que tiene una afinidad muy alta por
las partículas del suelo, dando lugar al humus que se conoce como "pegamento suelo" o sustancia que
favorece la agregación de las partículas minerales. Esta adherencia entre partículas es la razón de la
formación de agregados del suelo, dando al humus un papel clave en el desarrollo de la estructura del suelo.

En términos prácticos, para caracterizar un suelo, rutinariamente se evalúa su contenido de materia


orgánica a partir de su contenido de carbono. Esta materia orgánica representa al humus y otras fracciones
orgánicas del suelo con distintos grados de descomposición [Materia orgánica (%) = Carbono (%) x 1,724;
el porcentaje corresponde a una relación peso/peso con respecto a la masa seca]. Un suelo rico en materia
orgánica alcanza contenidos sobre 10 %, mientras que un suelo pobre, inferiores a 3 %. El contenido de
33
materia orgánica, normalmente, disminuye a mayor profundidad del suelo. Así, horizontes A son más ricos
en materia orgánica que los B, y estos que los C. En todas estas situaciones mencionadas se trata de suelos
minerales enriquecidos con materia orgánica. En cambio, para que un suelo pueda ser considerado como
orgánico, se requieren diversas condiciones de proporciones de arcilla, saturación del suelo con agua y
profundidad. En este escenario, un suelo orgánico puede contener 20% a 100 % de materia orgánica
(Schlatter et al. 2003).

Dado que los componentes individuales de humus son irreconocibles a simple vista, su composición
química sigue siendo un misterio durante mucho tiempo. Inicialmente, el humus se dividió algo
arbitrariamente en grupos de acuerdo con el reactivo de extracción utilizado para aislar una fracción
particular. Así, el agua, el alcohol, las fracciones de humus en acetona o ácido extraíble, por lo general no
muestran ninguna relación con la funcionalidad de los compuestos de humus. Existe hoy un avance en el
análisis que permite una caracterización más clara de humus en grupos funcionales, pero los compuestos
identificados constituyen sólo el 10-15% de la masa total humus (Troeh y Thompson 2005). A menudo, se
discute que los compuestos reconocibles son demasiado inestables para ser considerados humus. Los
compuestos verdaderamente estables, referidos como compuestos húmicos, se han dividido
tradicionalmente en ácidos húmicos, ácidos fúlvicos y huminas. Los ácidos húmicos y fúlvicos pueden ser
extraídos por una solución de NaOH y el resultado es un color marrón o negro del extracto resultante. La
fracción humina se puede aislar por extracción de NaOH-HF. Materiales húmicos son los principales
componentes de la materia orgánica del suelo, sin embargo, en la actualidad todavía se están estudian sus
roles y funciones. La caracterización completa de los materiales húmicos y sus interacciones con partículas
minerales del suelo podrían proporcionar una comprensión más profunda de su importancia en los suelos.

Pese a que ciertas sustancias húmicas, tales como la lignina y las proteínas, son directamente heredadas de
residuos vegetales, la mayoría del humus está formado por compuestos secundarios derivados de la
humificación, siendo muy difícil separar los dos grupos. La humificación puede dar lugar a una enorme
variedad de compuestos aromáticos con diversos grados de policondensación. La proporción de
compuestos heredados y humificados del suelo es muy variable y, cambia según los horizontes o el tipo de
vegetación. Varios agentes contribuyen a la transformación, descomposición y humificación de los
componentes orgánicos, tanto bióticos como abióticos en la naturaleza. El agua y el oxígeno contribuyen
significativamente a descomponer y transformar, primero física y luego químicamente, las más simples y
asequibles moléculas orgánicas. La eficiencia es mejorada por la actividad de la fauna del suelo, la cual
desintegra el material orgánico en fragmentos de menor tamaño y los mezcla con el suelo mineral,
exponiendo de esta manera mayor superficie a la disolución y oxigenación. El rol más significativo de la
humificación es jugado por los microorganismos del suelo. Un orden aproximado de acuerdo con la
facilidad y velocidad de la descomposición de materia orgánica en el suelo sería el siguiente: azúcares y
proteínas > polisacáridos > hemicelulosa, celulosa, lignina y finalmente componentes recubiertos de cera y
resinas. Por lo tanto, la composición inicial de la materia orgánica es determinante para la concentración
final de nutrientes, pero también de la calidad de humus que se generará (cuadro 3.7).

34
Cuadro 3.7. Composición química de componentes orgánicos del suelo (porcentaje del peso seco). Adaptado de
Lukac y Godbold (2011).

Componente Sacáridos Proteínas Hemicelulosa Celulosa Lignina Ceras, Cenizas


lípidos y
resinas

Acículas 16 4 9 44 18 6 4
Hojas 23 6 14 37 12 3 5
Madera de 1 1 15 44 30 8 0,3
coníferas
Madera de 1 2 24 47 20 2 0,3
caducifolias
Insectos 16 50 - - 6 10 15
Gusanos - 58 17 - - 6 19

La composición de la cubierta vegetal y las condiciones del sitio, influyen y condicionan la forma de humus
que se desarrollará sobre el suelo forestal. El término forma de humus no sólo se refiere a las características
y propiedades orgánicas, sino que también a la estratificación, presencia de subhorizontes del mantillo y
también a las características y propiedades que ciertos tipos de humus le confieren al suelo. En los suelos
forestales normalmente se reconocen o diferencian dos tipos de humus: mull y mor, y a su vez, las
combinaciones que éstos puedan generar (cuadro 3.8) (Schlatter et al. 2003).

Cuadro 3.8. Interacciones entre los tres principales tipos de formas de humus en suelos forestales y la disponibilidad
de nutrientes en el suelo (modificado de Lukac y Godbold 2011).

Característica Mor Moder Mull

Concentración de fenoles Moderado a alto Moderado Bajo


Humificación Muy lenta Lenta Rápida
Micorrizas dominantes Ecto>arbuscular Arbuscular>ecto Arbuscular>ecto
Grupo faunístico dominante - Enquitreidos Lumbrícidos
Grupo microbiano dominante - Hongos Bacterias
Disponibilidad de nutrientes Pobre Indirecta por micorrizas Directa por raicillas
Reserva de nutrientes Alta Media baja

Bajo bosques caducifolios es posible encontrar la forma de humus mull, la cual presenta un delgado (0-5
cm) espesor de hojarasca de material orgánico descompuesto sobre la superficie del suelo mineral.
Inmediatamente contiguo abajo se desarrolla un horizonte mineral (horizonte A) de color pardo oscuro
bien agregado, poroso y con signos de alta actividad de organismos del suelo, especialmente lombrices. El
horizonte A es profundo (20-50 cm) y presenta cambio de color gradual en profundidad en su morfología.
El humus contenido en esta condición presenta también un alto contenido de nitrógeno (C/N 10-15) y es
asociado con un pH medio a alto en el suelo (figura 3.12).

35
Oi
Oe Sustancia
Oa orgánica
E
A
Bhs
Sustancia
mineral
B B

MULL MODER MOR


Soil Taxonomy Oi-(Oe)-A Oi-Oe-Oa-A Oi-Oe-(A)-E
Sistema internacional OI-(Of)-Ah OI-Of-Oh-Ah OI-Of-(A)-Ae

Estructura: Muy suelta Suelta a algo compacta Compacta

Figura 3.12. Formas de humus terrestres más importantes. Adaptado de Schlatter et al. (2003).

Por el contrario, la forma de humus mor, tiende a ser más ácida en su naturaleza y una de sus características
principales es la lenta descomposición. Lo anterior resulta en un mayor espesor del mantillo (10-20 cm).
Este tipo de humus normalmente se forma bajo bosques de coníferas y donde los horizontes orgánicos
muestran una gran colonización de raíces e hifas de hongos (micorrizas). Existe, a diferencia de lo que
presenta en el humus mull, una clara diferenciación entre el mantillo y el horizonte mineral A,
principalmente por el cambio de color en la matriz de suelo. Los horizontes minerales contiguos muestran
un color oscuro en la parte superior para luego tomar un color más pálido a blanco en profundidad del
mismo horizonte. Este horizonte normalmente está compactado, pobremente drenado y con ausencia de
actividad de microorganismos. La mayoría de la actividad del edafón está concentrada en el horizonte
orgánico y por ello, muy pocas raíces penetran en el horizontes mineral, las cuales en su mayoría cumplen
con una función de soporte o anclaje por sobre la función de absorción de nutrientes. El ciclaje de
nutrientes en este tipo de humus mor es muy restringido (C/N >30).

Según Schlatter et al. (2003), la forma de humus caracteriza la totalidad de los horizontes orgánicos y
orgánicos-minerales del suelo superior del perfil de suelo. Los horizontes orgánicos se encuentran en
general sobre el suelo mineral, como consecuencia de una acumulación de los desechos orgánicos que caen
en un sitio. Los horizontes orgánico-minerales son una mezcla bilógica entre sustancias húmicas y
sustancias minerales del suelo. El horizonte orgánico (O) está dividido normalmente en tres subhorizontes
(Schroeder 1992; Scheffer y Schachtschabel 2002): Oi (incipiente descomposición), corresponde a material
fibroso > 2/5 del volumen (40%) (material fibroso: desechos orgánicos aun suficientemente intactos,
como para reconocer su origen vegetal). Este material está compuesto por desechos orgánicos sin sustancia
fina o sólo en pequeña cantidad (máximo 10%), el material no presenta cambios macro-morfológicos con
relación al aspecto original, pero sí puede haber sufrido desintegración mecánica, cambio de color y haber
sido colonizado por hifas de hongos; Oe (evolucionado) muestra material fibroso 1/6 - 2/5 del
volumen (17-40%), los desechos vegetales son aun fácilmente reconocibles a la vista, pero van
disminuyendo en profundidad y la sustancia fina aumenta desde 10 a 30% en su parte superior, a 30 70%
en su parte inferior, aumentando el grado de descomposición (desintegración); Oa (avanzada
descomposición) evidencia material fibroso <1/6 del volumen (17%), la sustancia orgánica fina, sin o con
36
pocos residuos vegetales reconocibles, prevaleciendo la sustancia húmica y donde la sustancia mineral no
sobrepasa el 50% de participación volumétrica (65% del peso); los residuos vegetales aún reconocibles
aparecen entre 10 30% en su parte superior (sin incluir eventuales raíces) hasta menos de 10% en su parte
inferior.

Como se mencionó anteriormente, la forma de humus mull se desarrolla en suelos bajo bosques
caducifolios y en sitios donde el material parental frecuentemente es rico en bases. Los suelos con humus
tipo mor, en cambio, tienden a ser más frecuentes en suelos más ácidos donde dominan bosques de
coníferas y el material parental es pobre en bases, algunos se asocian a climas fríos. La diferencia entre tipos
de humus, sin embargo, no siempre es tan clara y pueden existir condiciones particulares de humus que no
necesariamente se ajustan a las descritas. Sin embargo, existen variaciones intermedias de formación de
humus, tipo moder o moder mulliforme, donde es posible encontrar características de tanto de humus mor
como de mull (Schlatter et al. 2003). Importante de destacar es que una vez establecida una forma particular
de humus, ésta es relativamente estable. El cambio de uso del suelo (modificación de la cobertura) así
como el manejo forestal tienden a cambios importantes en la estratificación del humus y en algunos casos
extremos incluso a la eliminación del mantillo; con la consecuente exposición del suelo mineral a los
agentes abióticos. Con ello el impacto sobre los horizontes minerales, tanto superficiales como
subsuperficiales, tiende a ser mayor y más significativo.

Complejos orgánicos-minerales. La materia orgánica que se encuentra en el suelo varía desde grandes restos de
madera, sometidos a las etapas iniciales de la descomposición, hasta compuestos moleculares de sustancias
orgánicas humificadas, que interactúan directamente con la fracción mineral del suelo. Debido a sus
propiedades físicas y químicas, el último grupo tiene una alta afinidad por las partículas de arcilla, con las
que forma complejos órgano-minerales. El término complejo se limita a los casos en que la adsorción es el
mecanismo dominante. Por definición, todas las interacciones asociadas con este complejo se originan a
nivel molecular, que consiste generalmente en interacciones entre las moléculas de los compuestos húmicos
y las partículas de arcilla. Sin embargo, los efectos de estas interacciones puede ser visto a escala mucho
mayor: los agregados -tipos o formas de estructuras- del suelo son uno de los resultados de las asociaciones
órgano-minerales. Más de la mitad del carbono total del suelo se encuentra en las moléculas orgánicas
adsorbidas a la arcilla y se mantiene por enlaces fuertes, aumentando significativamente el tiempo de
permanencia del carbono en el suelo (Schmidt et al. 2011). Varias propiedades físicas del suelo, no sólo la
estructura, están directamente vinculadas a los complejos órgano-minerales, afectando el funcionamiento y
estabilidad del suelo.

La incorporación de oxígeno en las moléculas orgánicas durante la descomposición en condiciones


aeróbicas genera muchos sitios activos, con carga negativa, que atraen cationes cargados positivamente
presentes en la solución del suelo. El humus, por lo tanto, tiene un efecto directo sobre la capacidad de
intercambio catiónico del suelo. Del mismo modo, la presencia de carga eléctrica en la superficie de las
macromoléculas húmicas aumenta su afinidad con las partículas de arcilla. Dada su alta masa molecular, los
polímeros están generalmente irreversiblemente unidos a la arcilla, dando lugar a la formación de
complejos orgánico-minerales extremadamente estables. Complejos orgánico-minerales alteran la
reactividad de sus dos constituyentes orgánicos y minerales, lo que afecta la retención y la transformación
de cationes, trazas de metales, contaminantes y pesticidas en el suelo. Muchos compuestos orgánicos son
37
retenidos en el suelo por más tiempo de lo que podría esperarse, sencillamente porque su adsorción por
estos complejos los protege de la descomposición. Un cambio en las condiciones ambientales, temperatura
y humedad, afectaría a los complejos orgánico-minerales y puede conducir a la liberación de metales
inaccesibles por otros medios u otros contaminantes en la solución del suelo. La interacción entre la
materia orgánica y los minerales de arcilla a esta escala es a menudo un proceso dinámico y reversible a
menudo que altera las propiedades y el funcionamiento del suelo como un todo.

Una vez que el humus se adsorbe en las partículas de arcilla, éste permanece siempre en una parte estable
del suelo. Esto es verdad hasta cierto punto: si no cambian las condiciones ambientales o ecológicas, el
flujo de materia orgánica mantendrá su equilibrio. El humus se quedará en el suelo y sus flujos serán
repuestos por los continuos aportes de material orgánico en el sitio, los procesos de descomposición y
humificación presentes. Sin embargo, si las condiciones cambian por ya sea natural o - más frecuentemente
- factores antropogénicos, el flujo de equilibrio de carbono en el suelo se rompe y, parte o la totalidad de su
contenido de humus se pierde. Distintas son las formas en que este equilibrio se puede alterar: la quema de
bosques para despejar la tierra para objetivos agrícolas, la extracción intensiva de biomasa de plantaciones
forestales; son algunas de las actividades que los seres humanos han realizado y que sustancialmente han
afectado el balance de carbono de muchos suelos. Si el suelo se cultiva sin la adecuada reposición de la
materia orgánica, se realiza un aprovechamiento intensivo de la producción forestal (cosecha de árbol
completo) o si su estado es alterado por obras de drenaje intensivo y extensivo; existe un cambio
importante en el equilibrio y distribución de carbono sobre y en el suelo, lo que acompañado de la acción
de los microorganismos, podría causar la descomposición acelerada del humus en el suelo. Lo anterior
genera un deterioro de la estructura del suelo y la estabilidad de los agregados, seguido por la disminución
de la fertilidad y un mayor riesgo de erosión por el viento o el agua.

3.4 Sistemas de clasificación y tipos de suelos

Durante la primera mitad del siglo XX había una visión de que el suelo sólo se formaba a partir del material
parental o por transporte de sedimentos. A medida que el conocimiento en la ciencia del suelo fue
aumentando, se incorporó la visión de que el suelo se formaba por diversos factores y procesos, por lo que
existen diferencias en las características de los suelos y de sus respuestas al manejo. El establecimiento de la
clasificación de suelos surgió como una necesidad de ordenar, diferenciar y sistematizar la información del
suelo.

Como existe una alta variabilidad en las características del suelo, los sistemas de clasificación incluyen
aproximaciones sustanciales, que observan y clasifican el suelo con base en tendencias generales. Existen
diversos sistemas de clasificación, los que han sido creados en distintos países para un uso interno. Por
consiguiente, no existe un único sistema de clasificación que sea aceptado a nivel mundial. Los dos sistemas
más utilizados y conocidos en Latinoamérica son el de Taxonomía de Suelos (Soil Survey Staff 1999) del
Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) y la Base Referencial de Suelos del Mundo
(IUSS Working Group WRB 2007) de la FAO.

38
3.4.1 Base referencial mundial del recurso suelo (WRB)

La clasificación realizada por la FAO (IUSS Working Group WRB 1998) tiene su origen en la definida con
anterioridad para el Mapa de Suelos del Mundo (FAO-UNESCO 1974). Esta clasificación se basada
principalmente en la clasificación realizada por el sistema del USDA, pero ha sido simplificada para ser de
más fácil entendimiento para personas que no se especializan en el área. Muchas de las grandes categorías
son similares o idénticas a las del Soil Taxonomy, siendo la principal diferencia su aplicabilidad a escala
mundial. La información que entrega es de carácter general y no es aplicable a suelos que no sean visibles a
una escala de 1:5.000.000, los cuales no se pueden identificar. El sistema se basa en las propiedades del
suelo, y sus características geográficas y geomorfológicas, pero no considera ninguna referencia de las
condiciones climáticas. El sistema comprende 30 grupos de suelos de referencia, reconocibles por la
presencia o ausencia de propiedades y materiales del suelo y horizontes de diagnóstico. A estos grupos de
referencia se le agrega una combinación de calificadores, para establecer la clasificación del suelo.
Grupos de referencia. El sistema WRB tiene un total de 40 horizontes de diagnóstico: álbico, antrácuico,
ántrico, árgico, cálcico, cámbico, críico, dúrico, ferrálico, férrico, fólico, frágico, fúlvico, gípsico, hístico,
hórtico, hidrágrico, irrágrico, melánico, mólico, nátrico, nítico, petrocálcico, petrodúrico, petrogípsico,
petroplíntico , pisoplíntico, plágico, plíntico, sálico, sómbrico, spódico, takírico, térrico, tiónico, úmbrico,
vértico, vorónico yérmico (descripción disponible en IUSS WORKING GROUP WRB 2007). Los
nombres están basados en las propiedades o los procesos por los que se han formado los horizontes y en la
presencia o ausencia de estos, son la base para la clasificación del suelo. El sistema posee los siguientes
grupos de referencia:

- Acrisols (AC): suelos con baja saturación de aluminio y que presentan un horizonte árgico en el perfil.
- Albeluvisols (AB): suelos que presentan un horizonte árgico, con presencia de lenguas albelúvicas, en
los primeros 100 cm de profundidad.
- Alisols (AL): suelos ricos en aluminio que presentan un horizonte árgico y una capacidad de
intercambio catiónico igual o superior a 24 cmol(+) kg-1 en dicho horizonte.
- Andosols (AN): suelo oscuro rico en vidrios volcánicos que posee un horizonte vítrico o ándico a
partir de los primeros 25 cm de profundidad.
- Anthrosol (AT): suelos condicionados por la acción del hombre, presentan horizontes hórticos,
irrágricos, plágicos, antrácuico o férrico de un espesor de 50 cm o más.
- Arenosols (AR): suelos con textura franco arenosa o arenosa en al menos los primeros 100 cm de
profundidad.
- Calcisols (CL): suelos que presentan un horizonte cálcico o petrocálcico endurecido en los primeros
100 cm de profundidad. Son ricos en carbonatos.
- Cambisols (CM): suelo que presentan un horizonte cámbico o mólico y se caracterizan por una alta
variabilidad en color, estructura o consistencia.
- Chernozems (CH): suelos que poseen un horizonte mólico oscuro, son ricos en materia orgánica y con
concentraciones de carbonatos secundarios.
- Cryosols (CR): suelos que tienen uno o más horizontes críicos en los primeros 100 cm de profundidad.
- Durisols (DU): suelos que presentan un horizonte dúrico o petrodúrico en los primeros 100 cm de
profundidad.

39
- Ferralsols (FR): suelos con altos contenido de sesquióxidos. Presentan un horizonte ferrálico entre los
25 y 100 cm de profundidad.
- Fluvisols (FL): formado por depósitos aluviales y contiene material flúvico comenzando de los
primeros 25 cm y llegando al menos a los 50 cm de profundidad.
- Gleysols (GL): suelos anegados de forma temporal o permanente y presentan características de
gleyzación en los primero 50 cm de profundidad.
- Gypsisols (GY): suelos que poseen un horizonte gípsico o petrogípsico en los primeros 100 cm de
profundidad.
- Histosols (HS): suelos que tienen un horizonte hístico o fólico, carecen de un horizonte ándico o
vítrico en los primeros 30 cm de profundidad.
- Kastanozems (KS): suelos pardos, ricos en materia orgánica. Poseen un horizonte mólico de croma
húmedo, con dos o más concentraciones de carbonatos secundarios.
- Leptosol (LP): limitado en profundidad por presencia de rocosidad o material calcáreo en los primeros
25 cm de suelo, o que contiene menos de un 10 % de material fino (> 2 mm) en los primeros 75 cm de
profundidad.
- Lixisols (LX): suelos que poseen un horizonte árgico. Son muy meteorizados y ricos en arcilla.
- Luvisols (LV): suelos ricos en arcilla, presentan un horizonte árgico y una capacidad de intercambio
catiónico igual o superior a 24 cmol(+) kg-1.
Nitisols (NT): suelos que presentan un horizonte nítico de superficie brillante, en los primeros 100 cm
de profundidad.
- Phaeozems (PH): suelos que presentan un horizonte mólico.
- Planosols (PL): suelos que presentan un horizonte eluvial, cuyo límite inferior se encuentra en los
primeros 100 cm, el cual posee un cambio abrupto en cuanto a textura, asociado a propiedades
estágnicas.
- Plinthosols (PT): suelos que presenta moteados de arcilla y un horizonte petroplíntico o plíntico que
comienza en los primeros 50 cm de profundidad.
- Podzols (PZ): suelo que presenta un horizonte spódico en los primeros 200 cm de profundidad.
- Regosols (RG): suelos pobremente desarrollados que no se pueden clasificar en alguno de los otros
grupos.
- Solonchaks (SC): suelos salinos que poseen un horizonte sálico en los primeros 50 cm de profundidad.
- Solonetz (SN): suelos salinos que poseen un horizonte nátrico dentro de los primeros 100 cm de
profundidad.
- Umbrisols (UM): suelos que presentan un horizonte úmbrico.
- Vertisols (VR): suelos arcillosos (> 30 % de arcilla) con un horizonte vértico en los primeros 100 cm,
con grietas que se abren de forma periódica de acuerdo al régimen de humedad.

3.4.2 Taxonomía de Suelos (Soil Taxonomy)

El sistema de clasificación de Taxonomía de Suelos es uno de los más exhaustivos que existen en el
mundo. Aunque se trata de uno de los sistemas más detallados y que ha sido utilizado ampliamente en
distintos países, no está destinado a un uso general (Lukac y Godbold 2011). Se requiere de conocimiento
profundo o de análisis realizados por especialistas para identificar de forma detallada las características de
los horizontes de diagnóstico. Los suelos se separan en categorías según sus características morfológicas y
40
químicas, y las condiciones ambientales (principalmente temperatura y humedad) en las que se forman, por
lo tanto se considera explícitamente las características climáticas de los sitios donde se desarrollan los
suelos en estudio. El sistema posee el siguiente ordenamiento jerárquico: Orden- Sub Orden - Gran
Grupo- Sub Grupo - Familia - Serie. La última descripción y caracterización del sistema (Soil Survey Staff
1999) clasifica a los suelos en 12 órdenes (cuadro 3.9):

- Alfisols: suelos desarrollados bajo bosques templados de las regiones húmedas y subhúmedas de la
Tierra. Presentan un horizonte argílico o nátrico.
- Andisols: suelos de textura fina formados por material volcánico. Usualmente tienen una alta capacidad
de intercambio iónico, baja densidad aparente y alto contenido de materia orgánica.
- Aridisols: suelos presentes en regiones áridas, incluidas las regiones polares, las de bajas temperaturas y
los desiertos cálidos. Generalmente, contienen cantidades elevadas de sodio, lo que disminuye la
fertilidad y afecta a la estabilidad estructural del suelo.
- Entisol: suelos poco desarrollados debido que se ubican en condiciones extremas, como ambientes
fríos o áreas muy expuestas, lo cual limita su formación. Usualmente se trata de suelos muy jóvenes.
- Gelisols: suelos que se ubican en zonas con climas muy fríos. Tienen presencia de permafrost (regolito
congelado de forma permanente) dentro de los primeros 2 m de profundidad. Usualmente no
presentan un horizonte B, mientras que el horizonte A se encuentra por sobre el permafrost.

Cuadro 3.9. Información resumen de los principales órdenes de suelos a nivel mundial con sus respectivos
horizontes orgánicos y minerales (modificado de Richter, Markewitz 2001).
Orden de suelo Horizontes típicos Descripción

Suelos en estado de meteorización inicial

Entisol O, A, C Suelo joven con incipiente desarrollo del perfil


Andisol O, A, (B)1, C Arcillas de alofán no cristalinas con horizonte A rico en materia orgánica
Gelisol O, A, (B), C Suelo congelado hasta 1 m de profundidad (permafrost)
Histosol O, C Acumulación orgánica con características químicas diferentes en
profundidad, debido a las condiciones anaeróbicas
Suelos en estado de meteorización intermedio

Inceptisol O, A, B, C Inicio formación de horizontes y meteorización (especialmente en el


horizonte B)
Aridisol O, A, B, C Propio de ecosistemas áridos y semiáridos compuestos por arbustos y
pastos cortos
Vertisol O, A, (B), C Arcillas expandibles y de alta actividad
Mollisol O, A, (B), C Propio de ecosistemas semiáridos y praderas húmedas con horizonte A
rico en materia orgánica
Alfisol O, A, B, C Horizonte B arcilloso (argílico) con baja acidez
Suelos en estado de meteorización avanzado

Spodosol O, A, (E), B, C Horizonte B con enriquecimiento de materia orgánica, de alta acidez y


textura gruesa
Ultisol O, A, (E), B, C Horizonte B arcilloso (argílico) con alta acidez
Oxisol O, A, B, C Horizonte B con presencia de óxidos y baja actividad de arcillas
1: Horizontes en paréntesis no necesariamente deben estar siempre en el perfil de suelo.

41
- Histosols: suelos compuestos principalmente por materia orgánica; dependiendo del contenido de
arcilla. El contenido de carbono orgánico se encuentra entre 12-18%, o más. El espesor de esta capa
debe ser de al menos 40 cm de profundidad. Se forman por condiciones de drenaje restringido y se
encuentran saturados con agua por largos periodos.
- Inceptisols: suelos formados por la rápida meteorización del material parental, son usualmente más
antiguos que los entisols, aunque también se trata de suelos muy jóvenes. Poseen un horizonte órgico o
úmbrico y un horizonte cámbico en la parte superficial del suelo, los cuales no tienen acumulación de
arcillas, hierro, aluminio o materia orgánica.
- Mollisols: suelos formados en regiones semiáridas o semihúmedas y, generalmente, bajo vegetación de
gramíneas. Tienen un horizonte mólico en la parte superficial, el cual es rico en nutrientes y materia
orgánica.
- Oxisols: suelos que se ubican en la región tropical. Tienen menos de 10% de material meteorizable en
todo el perfil. Son de color rojizo debido a la alta concentración de óxidos de hierro y aluminio.
- Spodsols: suelo típicos de bosques boreales, presentan comúnmente un horizonte E, formado por
eluviación. En este horizonte, los óxidos de hierro y aluminio se vuelven móviles por el bajo pH (alta
acidez) y son lixiviados debido a las altas precipitaciones.
- Ultisols: son suelos de color rojizo que se encuentran preferentemente en Sudamérica. No contienen
materiales calcáreos en todo el perfil. En la parte superficial tiene menos de 10% de material
meteorizable y una saturación de bases menor a 35%.
- Vertisols: suelos que tienen alto contenido de arcillas expandibles (tipo 2:1), las que forman grietas por
procesos de contracción e hinchamiento. Debido a esto, existe una mezcla continua del material.
Poseen un horizonte A extremadamente profundo y no presentan un horizonte B.

3.4.3 Órdenes asociados a Chile

El sistema de Taxonomía de Suelos es el que se utiliza oficialmente en Chile. La información oficial más
actualizada, es la que se encuentra en los estudios agrológicos realizados por el Centro de Información de
Recursos Naturales (CIREN). Estos estudios se han realizado entre las regiones de Coquimbo y Aysén.

Es posible encontrar la mayor parte de los órdenes de suelos en Chile, debido a su amplia distribución
latitudinal y variación topográfica. Sin embargo, no todos los órdenes se encuentran dentro de los suelos
reconocidos de forma oficial. Por ejemplo, los aridisols son posibles de encontrar en el norte del país,
comenzando desde el paralelo 32° S (Luzio et al. 2006). Los gelisols se encontrarían en la Antártida. Las
turberas podrían entrar dentro del orden de los histosols, al igual que algunos suelos ñadi, que presentan un
contenido de materia orgánica muy elevado en su horizonte superficial. Los spodsols tampoco se
encuentran clasificados, aunque Gerding y Thiers (2002) describen suelos que poseen características de un
spodsol bajo bosques de Nothofagus betuloides en la región de Magallanes (Tierra del Fuego). Los oxisols son
los únicos suelos que no han sido observados en Chile, estos se asocian a clima tropical húmedo.

Respecto a los órdenes que se encuentran clasificados en Chile, es posible encontrar entisols a lo largo de
todo el país, bajo distintas condiciones de clima y vegetación. Corresponden a suelos poco desarrollados
que son, principalmente, depósitos aluviales recientes en conos, abanicos y terrazas (Luzio et al. 2006). Los
inceptisols son suelos recientes (aunque más desarrollados que los entisols), también de amplia distribución
42
y encuentran descritos entre las regiones de Coquimbo y Aysén. Los mollisols se encuentran descritos en la
zona centro sur de Chile, principalmente en la Depresión Intermedia, entre las regiones de Valparaíso y
Biobío, ubicándose en sectores planos. Los vertisols también se encuentran en la zona central, en la
Depresión Intermedia, entre las regiones de Valparaíso y Biobío, ocupando sectores planos o casi planos.
Los alfisols tienen una amplia distribución, se concentran principalmente entre las regiones de Valparaíso y
del Maule, se ubican en la Cordillera de la Costa, Depresión Intermedia y precordillera de Los Andes.

Los ultisols están asociados a un régimen de mayor humedad y pasan a reemplazar a los alfisols en la zona
sur del país, se ubican principalmente entre las regiones de La Araucanía y Los Lagos, ubicándose en la
Cordillera de la Costa, Depresión Intermedia y precordillera de Los Andes. Los andisols se encuentran
principalmente entre las regiones del Maule y Los Lagos, en la Cordillera de Los Andes y en la Depresión
Intermedia. Los andisols tienen como características la presencia de horizontes con propiedades ándicas,
aunque se pueden diferenciar en su fertilidad, por ejemplo, en el sur es posible encontrar suelos ñadi, que
son delgados y con drenaje restringido, y suelos trumaos, los cuales son profundos y de buena fertilidad
(algunos de los bosques nativos de mejor productividad se desarrollan en estos suelos). En el cuadro 3.10
se presentan ejemplos de series descritas en los estudios agrológicos realizados por el CIREN (2001).

Cuadro 3.10. Ejemplo de series clasificadas en Chile según el sistema de Taxonomía de Suelos (Soil Taxonomy).
Adaptado de CIREN (1996, 1997, 1998, 1999, 2001, 2002, 2005).

Región Nombre de serie Nombre taxónomico Orden


Región de Valparaíso Calera Typic Haploxeroll Mollisol
Hijuelas Fluventic Haploxeroll Mollisol
Quillota Typic Xerumbrept Inceptisol
Olmué Entic Haploxeroll Mollisol
Santo Domingo Typic Xerorthent Entisol
Región Metropolitana Colina Fluventic Haploxeroll Mollisol
Huechuraba Typic Argixeroll Mollisol
Lampa Typic Haploxeroll Mollisol
Mapocho Fluventic Haploxeroll Mollisol
Santiago Entic Haploxeroll Mollisol
Región de O’Higgins Cachapoal Typic Xerochrept Inceptisol
Colchagua Xeric Epiaquert Vertisol
Limanque Typic Xerumbrept Inceptisol
O'Higgins Fluventic Haploxeroll Mollisol
Rancagua Fluventic Haploxeroll Mollisol
Región del Maule Curicó Palexerollic Durixeroll Mollisol
Linares Typic Xerorthent Entisol
Maule Ochreptic Haploxeralf Alfisol
Parral Aquic Haploxeralf Alfisol
Talca Ultic Haploxeralf Alfisol
Región del Biobío Antuco Humic Vitrixerand Andisol
Cobquecura Umbric Dystrochrept Inceptisol
Collipulli Typic Rhodoxeralf Alfisol
Santa Bárbara Typic Haploxerand Andisol
Trupán Humic Haploxerand Andisol

43
Región de La Araucanía Correltúe Andic Haplohumult Ultisol
Hueicoya Typic Haplohumult Ultisol
Metrenco Typic Paleudult Ultisol
Temuco Typic Hapludand Andisol
Villarrica Acrudoxic Fulvudand Andisol
Región de Los Ríos Lanco Typic Durudand Andisol
La Pelada Oxic Dystrudept Inceptisol
Liquiñe Acrudoxic Hapludand Andisol
Los Ulmos Typic Paleudult Ultisol
Valdivia Duric Hapludand Andisol
Región de Los Lagos Alerce Histic Placaquand Andisol
Cudico Typic Hapludult Ultisol
Llanquihue Hydric Endoaquand Andisol
Osorno Typic Hapludand Andisol
Ralún Acrudoxic Hapludand Andisol
Región de Aysén Cochrane Oxyaquic Dystrudept Inceptisol
Coyhaique Andic Dystrudept Inceptisol
Chile Chico Oxyaquic Haploxeroll Mollisol
Murta Typic Hapludand Andisol
Pollux Typic Hapludand Andisol

3.4.4 Tipos de suelos en Chile

Los suelos también se pueden agrupar de acuerdo al material de origen y algunos procesos pedogenéticos. Se
trata de una clasificación práctica que sintetiza características de fácil identificación y de uso generalizado. En
Chile se han utilizado estas características y se han separado los suelos por “tipos” para usarlos de forma
general. Schlatter et al. (1994, 1995) señalan la siguiente clasificación por tipo de suelos entre las regiones de
Valparaíso y Los Lagos:

Graníticos. Suelos que se ubican principalmente en la Cordillera de la Costa, en forma interrumpida, entre
Valparaíso y Malleco. Formados por material intrusivo altamente meteorizado y rico en cuarzo (granito,
granodiorita). La textura superficial es fina a media con abundante grava de cuarzo; en profundidad
aumenta la proporción de arcilla; es frecuente la textura arcilla arenosa en el subsuelo. La densidad aparente
es media a alta y la porosidad total es media. Presentan alta erodabilidad.

Se distinguen dos tipos de suelos según procesos de formación: suelos de lomajes y cerros que se han
formado in situ y son de profundidad variable, pero generalmente media a profunda; de topografía
ondulada a quebrada, el drenaje externo es rápido a moderado y el interno moderado a lento y suelos
provenientes de depósitos que se han formado por erosión geológica de los anteriores, dando origen a
extensas áreas de topografía ondulada a plana con suelos de profundidad variable, de profunda a delgada;
presentan altos volúmenes de esqueleto (pedregosidad) y el drenaje interno es moderado y frecuentemente
lento.

La profundidad varía generalmente de acuerdo con la topografía y el uso anterior que han tenido estos
suelos. Las tendencias más frecuentes son las siguientes: las cumbres planas y ligeramente inclinadas, con
44
uso anterior agropecuario, se encuentran fuertemente erosionadas y la profundidad es moderada a delgada.
En las laderas cóncavas la profundidad aumenta hacia la base de las lomas. A mayor pendiente del terreno,
menor profundidad debido a la erosión más severa. Las limitantes más frecuentes son: alta densidad
aparente con arraigabilidad dificultada, escasa profundidad arraigable, baja capacidad de agua aprovechable
y frecuentemente drenaje interno restringido. Deficiencias de nitrógeno, fósforo y boro; bajo contenido de
materia orgánica, erosión, erodabilidad.

Metamórficos. Se encuentran principalmente en la Cordillera de la Costa, entre Cardenal Caro y Chiloé,


preferentemente en la vertiente occidental. Formados principalmente por esquistos, micaesquistos y
pizarras. La textura depende del grado de evolución y erosión del suelo, pero en general es arcilla arenosa a
franca en la superficie y en profundidad es franca arcillosa a arcillosa. La densidad aparente es media a alta
(con una tendencia general de aumento de sur a norte); y la profundidad es muy variable de acuerdo con la
elevación y posición fisiográfica, pero generalmente es moderada a profunda. El drenaje interno es
moderado, pero cambia a lento en terrenos planos. En la región sur, generalmente en terrenos altos,
incluso se desarrollan turberas en depresiones topográficas con drenaje impedido. La variación de la
profundidad en función de la topografía no siempre presenta modelos con tendencias claras. En la zona
centro-norte (Cardenal Caro - Arauco) estos suelos han tenido más uso agropecuario que en la zona
centro-sur (Arauco - Chiloé), y por ello se encuentran generalmente más erosionados.

Cumbres de gran elevación presentan suelos delgados, lo que unido a planicies altas determinan un drenaje
interno lento. En laderas el drenaje interno mejora y generalmente también la profundidad del suelo.
Frecuentemente la topografía presenta laderas convexas y, consecuentemente, la profundidad del suelo
disminuye hacia la base de los cerros cuando la pendiente es muy pronunciada. Sin embargo, las variaciones
de profundidad pueden ser muy grandes en áreas pequeñas (por ejemplo, 0 - > 100 cm de profundidad en
distancias de 10 - 20 m). Estas variaciones difícilmente se aprecian externamente.

Sin embargo, a elevaciones menores de 600 m snm en la región de Los Ríos y de 300 m snm en el sur, el
suelo es generalmente profundo a moderadamente profundo. En dirección Este y en los márgenes de los
ríos que cruzan hacia el Océano Pacífico, estos suelos pueden estar enriquecidos con cenizas volcánicas de
transporte aluvial o eólico. Las limitantes más frecuente en la zona centro-norte son: moderada a escasa
profundidad arraigable y de desarrollo, bajo contenido de materia orgánica en suelos erosionados; en
situaciones topográficas de poca pendiente un drenaje interno restringido. Deficiencias más comunes:
nitrógeno, potasio, fósforo y magnesio. Las limitantes en la zona centro-sur son: escasa profundidad
arraigable y de desarrollo en altas elevaciones y posiciones topográficas extremas (cumbres, pendientes
fuertes > 50 %, base de laderas convexas). Drenaje interno restringido en planos amplios y valles de poca
pendiente. Deficiencias más comunes: fósforo, potasio y magnesio; altos niveles de aluminio activo.

Cenizas volcánicas modernas (trumaos). Se ubican en la precordillera de la Cordillera de Los Andes desde
Santiago a Llanquihue, en la Depresión Intermedia de Malleco a Chiloé y en la vertiente oriental de la
Cordillera de la Costa de Cautín a Osorno. Los trumaos se dividen en dos tipos según el régimen de
humedad en el cual se han desarrollado: trumaos o cenizas volcánicas modernas con régimen de humedad

45
más equilibrado con un período estival más seco y trumaos húmedos o suelos húmedos de cenizas
volcánicas modernas con régimen más húmedo con superávit pluviométrico todos los meses del año.

Los trumaos típicos son suelos evolucionados bajo un régimen de humedad abundante pero equilibrado, se
extienden desde su límite norte hasta Osorno-Llanquihue, en la Depresión Intermedia, precordillera y
Cordillera de Los Andes. Son formados por cenizas volcánicas transportadas en forma eólica o aluvial;
cubren diversos materiales como arenisca, gravas de ríos, conglomerados volcánicos, tobas volcánicas,
rocas de esquistos metamórficos, sedimentos marinos, suelos rojo arcillosos y otros. Estos sustratos
influyen en las propiedades del suelo, especialmente cuando éste es delgado y está en posiciones
topográficas más críticas. De textura franca en la superficie y franco arenosa a franco arcillosa en
profundidad; también los hay de textura limosa cuando presentan materiales más recientes. La densidad
aparente es baja a media y la porosidad total es alta; tienen buena capacidad de agua aprovechable. Suelos
muy profundos a moderadamente profundos, con drenaje interno moderado a rápido, generalmente ricos
en materia orgánica. También se presentan suelos delgados con drenaje restringido en invierno o con
limitaciones hídricas estivales (trumaos delgados). Las limitantes más frecuentes son: baja conductividad de
agua en estado no saturado, rápido secamiento superficial cuando están expuestos a la radiación directa.
Tienen alta acidez, baja disponibilidad de fósforo, boro, magnesio y potasio; alta fijación de fósforo (alto
nivel de aluminio activo); pie de arado; series y fases de escasa profundidad de desarrollo.

Los trumaos húmedos o suelos húmedos de cenizas volcánicas modernas son suelos evolucionados bajo
un régimen de humedad con excedentes que se extienden en la mitad Sur de la región de Los Lagos
(Palena, Chiloé), donde existe un superávit pluviométrico durante todos los meses del año. El material de
origen son cenizas volcánicas andesíticas y riolíticas; estas últimas con mayor proporción que en la mitad
norte de la región. Estas cenizas se suponen de origen aluvial, debido a las gravas finas aisladas mezcladas
en el perfil. A 50 - 70 cm de profundidad es común encontrar una banda de pumicitas, que no existe en los
suelos ñadis. Bajo esta capa de pumicita los suelos presentan un horizonte arcilloso de moderada densidad,
que siempre está saturado de agua y limita su oxigenación. Bajo este horizonte se presentan arenas o gravas
estratificadas o mezcladas, las que están parcial o totalmente cementadas, limitando el drenaje en
profundidad. La evolución de los suelos ha ocurrido en condiciones de abundante humedad, favoreciendo
esto una alta acumulación de materia orgánica en el suelo superior. En casos extremos de drenaje
restringido se han formado suelos turbosos (horizontes orgánicos).

El régimen nutritivo está influido por lo anteriormente señalado. El nitrógeno es limitado por la lenta
mineralización de la materia orgánica. Pero el elemento más deficiente es el fósforo. También presentan
disponibilidad limitada el calcio, el magnesio y el potasio. Las limitantes más frecuentes son: profundidad
arraigable en terrenos de pendientes fuertes. Drenaje interno del suelo en terrenos planos y casi planos. El
régimen de elementos nutritivos presenta limitaciones que pueden ser superadas por un manejo.

Ñadis. Suelos derivados de cenizas volcánicas modernas, sedimentadas sobre depósitos fluvioglaciales de
gravas redondeadas y arena que presentan distintos grados de cementación. Están asociados a terrenos de
relieve plano en posiciones bajas de la Depresión Intermedias, principalmente entre Paillaco y la Isla
Grande de Chiloé. La posición en el relieve de estos suelos causa que sean planos receptores del agua
evacuada de sectores colindantes más elevados. A esta agua se le suman las precipitaciones propias de estas
46
áreas y se origina una acumulación de agua en el suelo durante los meses más lluviosos, principalmente la
segunda mitad de otoño y en invierno. El drenaje lento a muy lento es consecuencia del relieve y de la
impermeabilidad del sustrato fluvioglacial cementado por óxidos de sílice y aluminio principalmente
(duripan), agravado por la acumulación de óxidos de hierro en la zona de contacto entre el suelo y el
estrato fluvioglacial.

La profundidad del suelo es variable, dependiendo del equilibrio de sedimentación y erosión geológica que
haya experimentado cada lugar. Aquellas planicies con mayor acumulación y evacuación de agua
generalmente presentan suelos más delgados. El perfil de suelo presenta horizontes superiores con muy
alto contenido de materia orgánica, frecuentemente de carácter turboso (horizontes orgánicos),
consecuencia del drenaje impedido y la lenta mineralización de la materia orgánica. El suelo superficial es
de texturas francas y en profundidad la textura es más fina, generalmente franca-arcillosa y arcillosa.

La composición orgánica y mineralógica da como resultado suelos ácidos de una alta capacidad de
intercambio catiónico, pero de baja saturación de bases. En el régimen nutritivo los elementos más
limitantes son nitrógeno y fósforo, pero también presentan baja disponibilidad de calcio, potasio, magnesio
y azufre. Las limitantes más frecuentes son: drenaje interno del suelo y anegamiento invernal; profundidad
de arraigamiento y total en una alta proporción de ellos; acidez y baja disponibilidad de nutrientes.

Rojo arcillosos. Se encuentran en forma interrumpida a través de la Depresión Intermedia desde y en el faldeo
oriental de la Cordillera de la Costa, desde Talca hasta Llanquihue, siendo más extensos en Malleco y
Cautín. Formados a partir de cenizas volcánicas antiguas, puras o mezcladas con otros materiales. Desde el
norte hasta Cautín, descansan principalmente sobre conglomerados andesíticos y basálticos, tobas y
brechas volcánicas altamente meteorizados y compactados. De Cautín al sur, son más frecuentes sobre
morrenas glaciales, areniscas y rocas metamórficas de la Cordillera de la Costa.

Su textura es franco arcillosa a arcillosa. La densidad aparente es media a alta. De profundidad moderada a
profunda, frecuentemente presentan drenaje restringido, causado por las características del subsuelo. La
profundidad y el drenaje interno se pueden asociar normalmente a la topografía. Los suelos presentan
menor profundidad en las cumbres y laderas altas; la profundidad aumenta en las laderas, especialmente
hacia su base, cuando éstas tienen laderas cóncavas, pero disminuye nuevamente en planos bajos o de
drenaje natural. Cuando el uso agropecuario ha sido intenso e inadecuado, se acentúan más las diferencias
de profundidad en relación con la topografía. El drenaje interno es más restringido en terrenos de menor
pendiente como cumbres planas y llanos bajos. Las limitantes más frecuentes son: escasa profundidad
arraigable y de desarrollo, asociada a un drenaje interno restringido; estructura gruesa o cerrada (alta
densidad aparente) en la región centro norte; baja capacidad de agua aprovechable; acidez y deficiencias de
nógenoit, fósforo y boro (con menos frecuencia potasio), especialmente en suelos erosionados, donde
presentan bajo contenido de materia orgánica; fases de muy escasa profundidad y alta pedregosidad. Alta
susceptibilidad a la compactación.

Arenales. Constituyen el cono aluvial del río Laja (Biobío). Formados por depósitos de materiales
principalmente andesíticos y basálticos, que cubren diferentes materiales como: suelo rojo arcilloso, gravas
fluvioglaciales y otros suelos más antiguos. De textura arenosa, a veces franco arenosa. Suelos de densidad
47
aparente media a alta y con muy baja capacidad de agua aprovechable; generalmente muy pobres en materia
orgánica. Su profundidad es moderada a muy profunda y el drenaje interno rápido a muy rápido. También
se encuentran áreas con drenaje restringido por la presencia de una napa freática alta o de un sustrato poco
permeable cerca de la superficie. En el cono aluvial del rio Laja los suelos presentan una textura más gruesa
hacia el Este y más fina hacia el Oeste. En general, la fertilidad es mayor en los suelos de textura más fina.
Las limitantes más frecuentes son: baja capacidad de agua aprovechable, drenaje interno excesivo, alta
densidad aparente, baja disponibilidad de nitrógeno, potasio y boro; bajo contenido de materia orgánica; en
algunas fases se presenta nivel freático muy alto.

Dunas litorales. Se ubican mayoritariamente en el litoral de Maule, Concepción y Arauco, cubriendo una
superficie total superior a 70.000 hectáreas entre Valparaíso y Osorno. Presentan características
morfológicas, físicas y químicas similares a los suelos arenosos. Sus limitantes son más pronunciadas que en
los arenales, con excepción de dunas antiguas enriquecidas con materia orgánica.

Sedimentos marinos. Se ubican discontinuamente como terrazas en el litoral desde Cardenal Caro hasta
Cautín. Formados a partir de rocas sedimentarias, como antiguos fondos marinos. Su textura es franco
arcillo arenosa en la superficie y más arcillosa en profundidad. De profundidad moderada a profunda,
drenaje interno moderado y densidad aparente baja a media. Las limitantes más frecuentes son: acidez, alto
nivel de aluminio y fijación de fósforo; el fósforo es el elemento crítico en el balance nutritivo. En sectores
planos con suelos delgados se presenta drenaje interno restringido. Alta susceptibilidad a la compactación.
De acuerdo los tipos de suelos descritos anteriormente, existen variaciones en el tipo de textura que
predomina (figura 3.13).

48
SEDIMENTOS GRANÍTICOS
MARINOS Suelo superficial
Suelo superficial
Subsuelo
Subsuelo

T T

uT uT
sT sT

tL utL tL utL
stL stL

L L
sL uL sL uL
U U
S lS S lS

ARENALES % ARENA (S) % ARENA (S)


Suelo superficial
Subsuelo CENIZAS VOLCÁNICAS
“TRUMAOS”
Suelo superficial
Subsuelo

T T

uT uT
sT sT

tL utL tL utL
stL stL

L L
sL uL sL uL
U U
S lS S lS

% ARENA (S) % ARENA (S)

ROJO ESQUISTOS Suelo superficial


METAMÓRFICOS Subsuelo
ARCILLOSOS
Suelo superficial
Subsuelo
S: arena, s: arenosa
T U: limo, u: limosa
L: franco, l: franca
uT T: arcilla, t: arcillosa
sT

tL utL
stL

L
sL uL
U
S lS

% ARENA (S)

Figura 3.13. Texturas de los tipos de suelo del centro sur de Chile. Achurado gris oscuro corresponde al suelo
superficial y achurado gris claro al subsuelo. Adaptado de Gerding (1991).

49
Aluviales (vegas). Se ubican interrumpidamente en la Depresión Intermedia y vertiente oriental de la
Cordillera de la Costa desde Santiago al sur, pero son de mayor extensión al norte de Curicó. Los suelos
aluviales del sur (vegas), son generalmente de texturas más finas. En la región norte, están formados por
depósitos de materiales mixtos, en gran parte andesíticos y basálticos, sobre diversos sustratos. Su textura
es desde arenosa hasta franca y arcillosa, siendo más fina en profundidad, y la densidad aparente es media a
alta. De profundidad moderada a profunda y drenaje interno moderado a lento. Las Limitantes más
frecuentes son: estructura cerrada en lo suelos de textura fina, arraigabilidad y drenaje interno restringidos,
agravados en suelos delgados.

En el sur se distinguen los suelos aluviales denominados vegas, originados por sedimentos fluviales, de
materiales diversos, provenientes del desgaste de los suelos de las cuencas que alimentan los valles donde
estos suelos se presentan. En general existe una alta proporción de cenizas volcánicas, especialmente en
sedimentos más finos y recientes. Por su ubicación en el relieve, están afectos a periódicos anegamientos,
principalmente en invierno y en primavera, pudiendo alcanzar 4 - 6 meses anegados. Los suelos de vega
son de profundidad moderada a muy profunda; de textura variable, generalmente franco limosos a
arcillosos en superficie y más arenosos en profundidad. Los horizontes superficiales son ricos en materia
orgánica y en ciertos sitios dan origen a suelos turbosos. El régimen de elementos nutritivos es en general
moderado; la disponibilidad de N es limitada por la baja tasa de mineralización de la materia orgánica. Las
limitantes más frecuentes son: drenaje interno restringido, profundidad arraigable, disponibilidad de
nitrógeno, fósforo y bases.

Turberas (suelos orgánicos). Suelos que se caracterizan por su acumulación orgánica, con más de 40 cm de
espesor. En la región de Los Ríos se presentan sobre los 600 m snm y en la Isla Grande de Chiloé desde el
nivel del mar. Estos suelos se presentan en terrenos permanentemente anegados, causa de la acumulación
orgánica sin descomponer. Su constitución no es exclusivamente orgánica, sino que pueden presentar cierta
proporción de sustancias minerales aportadas como sedimentos en suspensión en el agua. La materia
orgánica, sin embargo, supera el 30 % del peso seco. Las turberas se encuentran saturadas de agua durante
todo el año y no constituyen suelos productivos propiamente tal. Son potenciales suelos terrestres a largo
plazo, pero actualmente sólo deben ser resguardados como reguladores del agua y de vida silvestre.
Pumicíticos. Se ubican muy discontinuamente entre Santiago y Linares por la parte occidental de la
Depresión Intermedia. Formados por antiguos depósitos de pumicitas y materiales de pómez. Suelos de
profundidad delgada a moderada, textura arcillosa y frecuentemente con drenaje interno restringido, siendo
éstas sus principales limitantes.

Sedimentos lacustres. Se ubican en forma discontinua principalmente en la Depresión Intermedia desde


Santiago hasta Malleco. Formados a partir de sedimentos lacustres. De textura arcillosa, profundidad
moderada, drenaje interno moderado a muy restringido y densidad aparente media a alta. Las limitantes
más frecuente son: estructura cerrada, con arraigabilidad y drenaje interno restringidos.

En el cuadro 3.11 se presenta una aproximación de equivalencias de los niveles jerárquicos más elevados
los sistemas de clasificación de USDA y FAO y su relación con los tipos de suelo en Chile.

50
Cuadro 3.11. Correlación aproximada de los sistemas de clasificación de USDA (Soil Taxonomy) y FAO (WRB) y su
relación con los tipos de suelos de Chile centro-sur.

Orden de suelos Tipos de suelos más frecuentes de


Grupo de referencia (WRB)
(Soil taxonomy) Chile
Alfisol Luvisol Granítico, metamórfico, rojo
arcilloso
Andisol Andosol Trumao, ñadi
Aridisol Glacisol, gypsisol, solonchak, solonetz -
Entisol Arenosol, fluvisol, leptosol, regosol Arenal, duna
Histosol Histosol Turbera
Inceptisol Cambisol Metamórfico, aluvial
Mollisol Chernozem, greyzem, kastanozem, Aluvial
phaeozem
Oxisol Alisol, ferrasol, nitosol, plinthosol -
Spodosol Podzol -
Ultisol Acrisol, lixisol Rojo arcilloso, sedimento marino,
metamórfico
Vertisol Vertisol Sedimento lacustre

3.5 Fertilidad actual y potencial del suelo, base edáfica para la sostenibilidad forestal

De acuerdo con Schlatter (1993), un concepto fundamental para el manejo exitoso de la función
productiva de los suelos forestales y, con ello, minimizar un potencial efecto negativo sobre otras funciones
del suelo, es conocer el concepto de fertilidad del suelo. Frecuentemente se evalúa el suelo desde la
perspectiva de sus características químicas o nutricionales, olvidando o subvalorando otras de sus
características que también son fundamentales para la sostenibilidad forestal. Una evaluación integral del
suelo requiere caracterizar su fertilidad.

De acuerdo con Schroeder (1992), se define la fertilidad del suelo como "la capacidad de éste de servir
como lugar de desarrollo a las plantas y de producir un rendimiento". Este concepto implica, en términos
simples, que el rendimiento vegetal es una variable dependiente de los siguientes factores: espacio de
arraigamiento, régimen de agua, régimen de aire, régimen de calor y régimen de elementos nutritivos. Este
concepto de fertilidad favorece el análisis integrado y permite así mayor precisión en cuanto al aporte
cuantitativo y cualitativo de los distintos componentes de un suelo en su productividad. El análisis anterior
puede precisarse aún más si se considera la distinción que hace Schroeder (1992) entre la fertilidad actual y
potencial. Fertilidad actual se considera aquel nivel dado por las condiciones naturales del suelo. Fertilidad
potencial es en cambio, el máximo nivel de fertilidad alcanzable por implementación de los factores que la
definen. Sin embargo, la fertilidad actual también puede modificarse negativamente. La compactación, la
erosión, el agotamiento de las reservas nutritivas disponibles y la degradación estructural del suelo
disminuyen su fertilidad. Por ello, deben considerarse siempre en el uso del suelo los efectos de ciertas
intervenciones en él, debiendo éstas ser adaptadas a sus características naturales para no afectar su

51
fertilidad. Por otra parte, hoy día existen métodos mecánicos, biológicos y químicos para superar las
deficiencias, pero éstas sólo son aplicables si se justifican ambiental, social y económicamente.

Los suelos utilizados en la producción forestal, ya sea intensiva o extensiva, son manejados en general
dentro del concepto de la fertilidad actual, a diferencia del sector agrícola para el cual se busca lograr la
fertilidad potencial. Por ello, es fundamental para la producción forestal contar con un método analítico
integral, que permita al productor adecuar las especies forestales, como también su manejo, a las
condiciones naturales del suelo para lograr un buen rendimiento.
La fertilidad del suelo es determinada por los siguientes factores (figura 3.14):

-Espacio arraigable, el cual depende de la profundidad arraigable y de las características estructurales del
suelo. Se entiende por profundidad arraigable aquella hasta donde pueden desarrollarse las raíces. Este
factor es relevante, porque evalúa cuánto suelo hay disponible y, con ello, es un indicador de cuántos
recursos puede ofrecer a las plantas. Mientras mayor es el espacio arraigable, habrá más recursos para las
plantas. En el caso de los bosques, también es importante por su efecto en la estabilidad mecánica de los
árboles (resistencia al viento). Es importante evaluar este nivel de profundidad, pues muchas veces una
porción importante del perfil de suelo no puede ser explorado por las raíces y, por lo tanto, no presta
utilidad para el crecimiento del árbol. Generalmente pueden encontrarse limitaciones para el crecimiento de
las plantaciones cuando la profundidad arraigable es menor de 50-60 cm; pero profundidades superiores a
1,5 m generalmente no contribuyen a mejores crecimientos. La estructura, con su ordenamiento espacial de
los componentes del suelo, permite inferir sobre las posibilidades de las raíces para expandirse en el suelo y
aprovechar sus recursos (agua, aire y nutrientes). Las estructuras de agregados pequeños y redondeados
son mejores que aquellas cúbicas o prismáticas de gran tamaño. En general, a mayor densidad aparente
menor desarrollo radical. En suelos arcillosos comienzan las limitaciones con valores de 1,2 g cm-3,
mientras que en suelos arenosos este límite es mayor, sobre 1,6 g cm-3.

Figura 3.14. Factores de la fertilidad del suelo y algunas de sus variables relevantes.

Otra característica que influye en el espacio arraigable es la pedregosidad, donde una mayor proporción de
piedras en el suelo determina que exista menos espacio para el almacenamiento de agua y nutrientes; lo que
deriva en que el suelo puede saturarse con agua más rápidamente, disminuyendo el aire; así queda

52
disponible menor volumen de suelo para el crecimiento radical. Se evalúa positivamente un suelo sin o con
poca pedregosidad (menos del 20 %).

Por su parte, el exceso de agua en el suelo en forma temporal o permanente, medido a través del drenaje
interno, reduce la cantidad y circulación de aire en él; ello inhibe el crecimiento y actividad de las raíces.
Este drenaje interno restringido puede evaluarse a través del color del suelo, la presencia de moteados,
concreciones, textura, ubicación en la topografía, etc.

Cualquier elemento o compuesto químico puede alcanzar niveles tóxicos si se presenta en concentraciones
muy elevadas en el suelo. Esto ocurre en condiciones naturales con elementos como el aluminio, hierro y
manganeso; y por efecto del manejo, con productos como los fertilizantes, herbicidas y otros. En tales
condiciones las raíces pueden verse perjudicadas, disminuyendo su crecimiento y actividad, o incluso
provocando la muerte del árbol.

-Régimen de agua, el cual es definido principalmente por capacidad de agua aprovechable del suelo
(diferencia entre capacidad de campo y punto de marchitez permanente) y la conductividad. La capacidad
de agua aprovechable (CAA), equivale al volumen de poros de tamaño medio, que pueden retener agua útil
para las plantas. En general, en un buen suelo se espera encontrar por lo menos 150 mm en el primer
metro de profundidad; con menos de 70 mm hay fuertes limitaciones para las plantaciones forestales. A
partir de aproximadamente 250 mm de CAA en un metro de profundidad, un incremento de la CAA no
manifiesta aumentos significativos del crecimiento del bosque. La capacidad de agua aprovechable debe
relacionarse con el espacio de arraigamiento. Si éste es mayor, también será mayor el agua disponible. Por
otra parte, el suelo debe presentar un buen drenaje y eventualmente una napa en el subsuelo que esté al
alcance de las raíces o que genere ascenso capilar del agua, pero que no afecte la profundidad de
arraigamiento.

Por su parte, el concepto de conductividad, se refiere al movimiento del agua a través del suelo, no sólo en
forma de percolación (movimiento hacia abajo debido a la fuerza de gravedad) sino que también al
movimiento lateral y ascendente a través de los capilares del suelo. En la medida que hay buena
conductividad, el agua se reparte y almacena adecuadamente en el suelo. Suelos de texturas medias (francos
y limosos) son los más adecuados para la conducción y almacenamiento del agua aprovechable;
generalmente presentan limitaciones los suelos de texturas extremas, los arcillosos y los arenosos.

-Régimen de aire, depende de la capacidad de aire, es decir, del volumen de poros gruesos (figuras 3.8 y 3.9)
y de la estructura de éstos, sobre todo para la difusión del aire. Son estos poros los que quedan
rápidamente liberados de agua por efecto de la fuerza de gravedad. Otorgan aireación al suelo, para la
respiración de las raíces y de los organismos (edafón) que viven en el suelo. Cuando este valor es menor a
8-10 %, generalmente se producen problemas de falta de aire en el suelo y, como consecuencia de ello, se
limita la respiración de las raíces. Un drenaje interno lento a muy lento, disminuye la proporción de aire en
el suelo y, por lo tanto, dificulta la aireación (frecuente en suelos arcillosos y compactados). Un drenaje
muy rápido, permite buena aireación, pero generalmente está asociado a texturas gruesas que retienen poca
agua aprovechable (frecuente en suelos arenosos). Gerding y Schlatter (1995) lograron relacionar la
productividad de Pinus radiata con las diferentes categorías de drenaje interno para una serie de sitios, los
53
máximos niveles de productividad fueron registrados en las categorías intermedias (moderado a rápido).
Los extremos (drenaje lento y muy rápido) afectaron negativamente la productividad.

100

Productividad de Pinus radiata (%)


Índice de sitio

80

60
IMA
Biomasa
40

20 Menor Aireación Mayor


Menor Mayor CAA Menor
0
Muy lento Lento Moderado Rápido Muy rápido

Categorías de drenaje interno del suelo


Figura 3.15. Variación del índice de sitio y del incremento medio anual de biomasa total (IMB) de Pinus radiata según
clase de drenaje interno. Adaptado de Gerding y Schlatter (1995).

-Régimen de calor, muy relacionado al clima pero también depende de la capacidad calórica del suelo y de
su conductibilidad. Por lo tanto, el carácter integrador de la evaluación del sitio (clima y suelo) aporta
elementos relevantes para calificar las características y propiedades calóricas de un mismo tipo de suelo en
una gradiente climática o suelos particulares en condiciones de climas extremos. Las temperaturas extremas
son importantes por su impacto directo e indirecto sobre el suelo y la vegetación presente. En suelos
desprovistos de vegetación, al establecimiento de la plantación o establecimiento de la regeneración natural,
se presentan las condiciones más críticas respecto de las temperaturas extremas. Suelos de color oscuro
(negro o café muy oscuro) absorben mucha radiación solar directa y se calientan hasta alcanzar, muchas
veces, temperaturas sobre 50 ºC; lo que produce daño a los pequeños árboles u organismos del suelo. Por
otro lado, las temperaturas muy bajas (presencia de heladas) también ocurren más frecuentemente en
suelos desnudos.

La regulación de la temperatura del suelo depende, por una parte, de la cubierta vegetal o de otro tipo
como desechos de cosecha o cubiertas artificiales que limitan la radiación directa sobre la superficie del
suelo. Por otra, de las características y proporciones de los componentes del suelo (sustancias minerales,
materia orgánica, aire y agua) que determinan la capacidad calórica (capacidad de almacenar la energía
térmica) y la conductividad térmica (capacidad de conducir el calor).

-Régimen de elementos nutritivos, depende de las reservas de elementos nutritivos y de su disponibilidad


en el espacio arraigable. Con respecto a la disponibilidad, destacan la intensidad, movilidad y concentración
de los elementos nutritivos en la solución del suelo; estas características, expresan la cantidad de nutrientes
que es posible transportar en un tiempo determinado desde la fuente a la raíz.
54
Los elementos nutritivos y su concentración son muy importantes, pues la planta los obtiene desde el suelo
sólo en adecuadas concentraciones, ni muy bajas ni muy altas (cuadro 3.6). Un exceso puede causar
toxicidad, que se manifiesta a través de menor crecimiento, variados síntomas y hasta la muerte del árbol.
Una deficiencia ocasiona pérdida de crecimiento, variados síntomas, pero muy rara vez la muerte del árbol.
En la naturaleza prácticamente no existen suelos con ausencia de algún elemento nutritivo, pero sí con
deficiencias de ellos. La deficiencia de elementos nutritivos predispone a los árboles a una condición de
debilidad que pueden aprovechar las plagas (insectos, hongos y virus).

Por otra parte, es muy importante evaluar la concentración de otros bioelementos, aunque estos no sean
esenciales para el árbol, porque pueden interferir en la acción de los elementos nutritivos. Este es el caso
del aluminio (Al), del sodio (Na) y de otros elementos. El aluminio dificulta el desarrollo radical y la
absorción de fósforo; es común en suelos de la zona sur de Chile, de origen volcánico (andisoles) y
derivados de esquistos metamórficos muy lixiviados. El sodio puede perjudicar la absorción de las bases
calcio, magnesio y potasio; ocurre en zonas semiáridas de Chile. Otro punto a destacar es lo relativo a las
proporciones entre elementos. No basta conocer las concentraciones de cada elemento para interpretar
adecuadamente el régimen de elementos nutritivos. También es necesario atender a las proporciones que
existen entre ellos. Una muy alta concentración de un elemento nutritivo puede perjudicar la absorción de
otro elemento y, de esta manera, deja de ser favorable su abundancia.

Se ha mencionado anteriormente que el pH o reacción del suelo es un indicador de la actividad


(concentración) de los iones hidrógeno en la solución del suelo. Es una característica que está relacionada
con casi todas las reacciones químicas que ocurren en el suelo y entre el suelo y la planta. Por lo tanto, es
un indicador que permite inferir muchos aspectos del régimen de elementos nutritivos del suelo. Se
considera óptimo un pH de 6 - 7; cuando disminuye de un valor 5 o sobrepasa el valor de 8, hay fuertes
limitaciones en la disponibilidad de muchos elementos nutritivos.

Por otra parte, el contenido de materia orgánica en el horizonte A y el espesor de este, influyen
decisivamente en las propiedades del suelo. En este horizonte se presenta la principal masa de raíces finas,
por lo que en él es fundamental una adecuada disponibilidad de elementos nutritivos para lograr un buen
nivel de producción forestal. La fertilidad del horizonte A está íntimamente relacionada con el ciclo
biogeoquímico en los bosques, favoreciéndose con un ciclo ágil y biológicamente activo. Un ciclo limitado
por efectos de clima, suelo o composición vegetal disminuye esa fertilidad, ya que su efecto es
principalmente sobre el suelo.

La fertilidad de todo el perfil puede ser afectada por la intervención humana, especialmente al descubrirse
el suelo (eliminación de la vegetación), al transitar sobre él en forma desorganizada y con maquinaria de
gran peso durante la cosecha forestal y, finalmente a través de la quema o extracción de residuos. Todos
estos factores pueden causar procesos en el suelo que se proyecten incluso al subsuelo a través de una
compactación, es decir, una reducción del volumen de poros gruesos que son decisivos en el drenaje y la
aireación. La sostenibilidad forestal debería considerar todas las características y propiedades del suelo con
igual ponderación. Sin embargo, las características y propiedades físicas del suelo son decisivas para la

55
posibilidad de establecimiento de una especie. A ella se agregan las características y propiedades químico
nutritivas del suelo superior como determinantes para el nivel de producción (Larsch 1967) (recuadro 3).

Recuadro 3. Escarificación del suelo en Los Andes del sur de Chile.


Reyes (2012)
La escarificación ha sido utilizada como método para

3.0
1.5

1.5
0-10 cm
facilitar la regeneración de bosques, pero puede tener un
impacto negativo en las propiedades del suelo. Reyes

cm-2)
2.5
(2012) evaluó el efecto de una escarificación mecanizada a

Densidad aparente (g cm-3)


Densidad.aparente..g.cc.

Densidad.aparente..g.cc.

Resistencia a la penetración (kg


ab
en un suelo de cenizas volcánicas, posterior a una corta a

2.0
1.0

1.0
ab a
ab
de regeneración, en un bosque de Nothofagus spp., ab b

1.5
Neltume (39° 54' 42,44" S 71° 56' 5,67" O; 970 m snm), c
Chile.

1.0
0.5

0.5
c
La escarificación removió entre 20 y 40 cm de suelo

0.5
superficial en claros del bosque. Se analizaron las c
propiedades físicas (contenido de humedad, densidad

0.0
0.0

0.0
aparente, resistencia a la penetración, textura, porosidad) Bosque
BQ BCC CCC BCM CCM BCG ICG CCG BQ BQ
BCC C
y químicas (pH, materia orgánica, N-total, P-Olsen;
Pequeño Ubicación.general
Mediano Grande Pequeñ
contenido de bases; saturación de Al) del suelo
escarificado y bosque no intervenido. Claros escarificados

La concentración de elementos nutritivos disminuye en


la zona escarificada respecto del bosque, uno de los
mayores cambios es fuerte disminución del contenido
de materia orgánica. También disminuye la suma de
bases y aumenta la saturación de aluminio.

Bosque Claro escarificado


Parámetro A (0- AC (20- C (0-15 2C (15-
20 cm) 37 cm) ! cm) 40 cm)
pH (H2O) 5,5 5,6 5,8 5,3
Materia
27 5 ! 7 1
orgánica (%)
N total !
2,4 0,8 1,4 0,3
( g kg-1)
P-Olsen
7,5 2 ! 6,9 1,6
(mg kg-1)
Al extraíble
378 928 942 174
(mg kg-1)
Suma de bases
14,4 2,07 ! 0,8 0,31
(cmol+ kg-1)
La escarificación dejó un suelo superficial de textura más Saturación de
2 19 ! 33 35
gruesa y disminuyó su porosidad. La densidad aparente Al (%) !!
fue significativamente más alta (P < 0,05) en los claros
escarificados -pequeño, medio y grande- respecto del Hubo cambios importantes en morfología, propiedades
bosque en la parte superficial, con algunas diferencias físicas y químicas del suelo con la escarificación; los
entre los claros y la ubicación. efectos sobre la regeneración natural y el
enriquecimiento deberán ser evaluados en un periodo
más amplio.

56
3.6 Agradecimientos

Los autores agradecen al proyecto de investigación: Fondo Investigación Bosque Nativo 042/2010
(CONAF). Oscar Thiers y Víctor Gerding agradecen al Servicio Alemán de Intercambio Académico
(DAAD).

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