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Análisis de Der Findling de Heinrich von Kleist (1994)

Introducción: la novelle como contra-exemplum

El texto que vamos a estudiar pertenece a la modalidad narrativa denominada novelle.

Sabemos que esta modalidad tiene su antecedente más destacado en el Decamerón, aunque

también hay otros como el Heptamerón de Margarita de Navarra, los Canterbury Tales de

Chaucer, las Novelas ejemplares de Cervantes y, dentro de la tradición oriental, Las mil y una

noches. Salvatore Bataglia ha estudiado la constitución de la novelle a partir de su origen en el

exemplum medieval.

El exemplum era una narración mínima inspirada en las fábulas y en las parábolas bíblicas.

Carecía de movimiento narrativo y de temporalidad. La acción se situaba en un pasado legendario

y ahistórico. Su espacio tampoco era localizable y a menudo era lejano, exótico. A sus personajes

les faltaba profundidad psicológica: eran arquetipos emblemáticos que por eso mismo pretendían

poseer un valor universal. La historia que se relataba en estos exempla solía ser un fragmento de la

vida de un individuo que quedaba desgajada de lo individual y se transformaba en un ejemplo

para la colectividad. La finalidad de la narración era edificante. Desde el punto de vista estilístico,

era un relato conciso e impactante, que buscaba el efecto fulminante. El autor nunca aparecía; se

trataba de una composición voluntariamente anónima. Se puede decir que el exemplum, al querer

proyectar un hecho mínimo en la pantalla universal de la religiosidad o de un sistema moral fijo

que actúa como referente último, era un arma del inmovilismo, del conservadurismo.

La novelle tiene su origen en esta modalidad narrativa y es, al mismo tiempo, una

oposición frontal a sus elementos característicos. Nace negando un conjunto de rasgos, no

solamente estilísticos o formales, sino también de contenido. Vamos a ir viendo este proceso

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negador en nuestra novelle concreta.

Cuando Goethe caracteriza a la novelle, observa que su nombre hace referencia a la

aparición súbita de una novedad, de un hecho insólito. El hecho insólito no lo es tanto para el

lector como para los personajes del relato. Todo lo que leían los lectores de exempla era novedoso,

porque contaban hechos de personajes magníficos, como Salomón o Saladino. Lo que leemos en

la novelle es resultado de la aparición de algo insólito en la vida de alguien que antes tenía una

existencia corriente, mediocre incluso y que, por la irrupción de esa novedad, se altera

completamente, se tuerce, se descarría: se torna también interesante, digna de ser relatada. )Qué

es, entonces, lo que va a ser relatado porque es interesante, susceptible de ser convertido en un

texto? Es el golpe del destino y la consiguiente transformación que obra o puede obrar en la vida

de cualquiera. En nuestro relato lo insólito es la aparición de un huérfano, de uno que ha sido

"puesto fuera" (=expósito) de las relaciones familiares y sociales, uno que "solo es hijo de Dios".

Este elemento es el que introduce el caos en el sosiego de la familia burguesa que lo acoge. Más

adelante analizaremos mejor este personaje. De momento interesa resaltar lo siguiente: que la

irrupción del caos, del desorden, es posible en cualquier momento y en cualquier vida, en la vida

de un cualquiera.

Ya no se trata, pues, de amoldar nuestra vida a la de alguien que, con su carácter

paradigmático, nos sirva como ejemplo; ya no se trata de presentar un mito por su carácter

edificante, esto es, para que edifiquemos sobre el relato nuestra vida. Ya no encontramos la

preocupación acerca de la distancia entre el mito y lo corriente. Ahora lo relatable, lo digno de ser

contado, es la transformación de un orden que correspondía ―siempre como algo pasado, puesto

que la aparición del desorden se sitúa al comienzo de la novelle― a nuestra propia vida y que se

ha visto aniquilado por lo extraño. En nuestra obra se trata del orden burgués, un orden que ya se

tiene, que no hay que ir a buscar a ningún pasado legendario ni a ningún lugar exótico, que es

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secular, cercano, casi casero se podría decir. Encontramos la autocomplacencia burguesa, que se

cree que ya ha conquistado su mundo, su reino celestial, aquí, en el mundo de la ciudad y del trato

entre los hombres. Pues bien, este orden es inseguro. El legendario de los exempla era

inexpugnable porque era etéreo; este es frágil porque es solamente humano, demasiado...

humano.

He ahí uno de los vuelcos que podemos descubrir en el paso de los exempla a la novelle.

Pero debemos señalar más. Antes hemos dicho que en los exempla se presenta un último e

inapelable mundo de valores que actúa como foco axiológico donante de sentido: tanto los

pensamientos y las acciones de los escasos personajes que allí aparecen como la relación que el

texto haya de tener encuentran su explicación en ese transfondo moral, generalmente religioso,

que nadie discute. En la novelle también tenemos un transfondo moral ―generalmente no

religioso―, pero que precisamente sí es discutido y refutado y destruido en el curso de la novelle.

Los valores que comparten los miembros de la familia burguesa romana son el del trabajo

personal, la generosidad, la caridad, el vínculo marital como forma privilegiada de relación entre

personas, etc. Este sistema fijo de valores queda roto por la irrupción del expósito; frente a la

valoración del trabajo personal y de la fidelidad, Nicolo introduce la beatería y el adulterio. Pero

la polarización no solo se manifiesta entre personajes morales y personaje amoral y escandaloso.

La novelle no tiene ese esquema maniqueo: no hay buenos y malos. Lo que hay es un conjunto de

personas que vivían a la sombra de unos valores y que, a partir del momento en que irrumpe un

elemento extraño, empiezan a descubrir su propio transfondo, lo que hay en la base de su fe en su

estilo de vida. El elemento extraño transforma a los demás personajes, los convierte también en

extraños a sí mismos, hace tambalear los valores que les daban solidez. En definitiva, la novelle

relata un conflicto de valores, una situación en la cual hay que volver a decidir qué vale y qué no

vale, cuál es el bien y cuál es el mal. Y esta cuestión se plantea en cada momento dentro de la

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brevedad de la narración: al principio hay que pensar si se atiende o no la súplica del expósito,

más tarde si se le da un hogar, si se premia su trabajo, si se le perdona y se le vuelve a perdonar. La

respuesta va siendo siempre a favor de Nicolo, es decir, a favor del débil, del que ha sido

abandonado, respetando el valor de la magnanimidad. Pero se trata de averiguar hasta qué punto

sigue siendo ese un valor, hasta qué extremo hay que respetarlo, cuánto se está dispuesto a

sacrificar por conformarse a él... Y eso es someter un valor a prueba, tensar el arco hasta que ya no

aguanta más y toda la axiología salta por los aires. Con el sistema de valores se destruye un

sistema que quiso encontrar en el hombre, en la humanidad, la medida de todas las cosas.

Hemos dicho que los valores ya no son divinos, sino humanos, y que se presentan en

conflicto, en discusión. De eso viven los personajes, que son en la novelle el campo de batalla de

los valores y no ya ese carácter paradigmático, "de una sola pieza", que encontrábamos en el

exemplum. Los personajes de la novelle, en efecto, no pueden servir de ejemplo, puesto que no

representan ningún valor ni ninguna norma de conducta. Tal vez la representaron, pero la novela

comienza precisamente cuando ya no ejemplifican nada, sino que son un enfrentamiento consigo

mismos, un enfrentamiento siempre diverso de sí, siempre mudable. El momento en que los

valores regían es en la novelle extraliterario, objeto tan solo de añoranza pero no de narración

―tal vez toda novelle tenga un exemplum previo que no ha sido escrito. Vemos a los personajes

cogidos en sorpresa ante el desmantelamiento de esa vigencia. Por eso el personaje cobra hondura

o relieve: es multifacial. Podemos observar en él una evolución. Tiene algo que ganar o algo que

perder porque se juego algo. En Der Findling se nos relata la pérdida de sí mismos de los

personajes, y sobre todo de Antonio Piachi, que termina convertido en un salvaje que solo quiere

la venganza.

La novelle tiene una localización concreta. La que nos ocupa tiene lugar en Roma, de

donde prácticamente no salen los personajes, y si salen es siempre por razón de su trabajo. Pero es

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importante que sea precisamente en uno de esos viajes, a Ragusa, en donde se produce el contacto

con ese elemento aniquilador, que queda determinado como extranjero. Ningún lugar exótico,

pues, sino un ámbito familiar, doméstico, "económico" en el sentido etimológico de la palabra:

burgués, en definitiva.

El tiempo también juega una función importante. En la novelle encontramos un

movimiento narrativo que faltaba completamente en otras formas narrativas primitivas, como el

exemplum. Esta temporalidad tenía, para Goethe, una estructura dramática: hay en la novelle una

presentación, un momento álgido y un desenlace, generalmente trágico. Por otra parte, el narrador

hace acto de presencia en el relato. Y queda en suspenso la cuestión de si la novelle puede ser

edificante.

Análisis de Der Findling

Hemos dividido el texto en siete partes y un epílogo. Las tres primeras forman la

introducción; las tres siguientes configuran el momento álgido, que se acentúa en la sexta parte.

La séptima relata el desenlace dramático. Iremos analizándolas de una en una y remarcando lo

que juzguemos interesante desde el punto de vista narratológico.

Primera parte

En esta primera parte se nos narra el viaje a Ragusa. Ya en la primera lectura nos invade el

recuerdo de la Florencia del Decameron: también allí, como en Ragusa, se había declarado la

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peste. No obstante, este motivo juega en cada relato una función completamente diversa. En la

Florencia recreada por Boccaccio la peste actúa como elemento carnavalesco, que deshace y

trastoca el orden social. Es la peste la que provoca que un grupo de jóvenes se decida a abandonar

la ciudad, sumida en un caos moral, e instaure un nuevo orden en el que encuentra su espacio la

novelle. Aquí, en Ragusa, la peste es la causa de que Nicolo haya salido de la ciudad, pero no para

fundar un orden nuevo, sino para echar a perder la vida de todos los que le toquen, para propagar

el mal. La peste ha pasado de ser el agente de la subversión social a ser la representación del mal

en estado de pureza: ha perdido su carácter positivo, ha dejado de abrir el hueco para la libertad y

el ocio. Von Kleist rinde con este comienzo un recuerdo a la mejor de las novelle a la vez que nos

presenta la cara opuesta del mismo motivo.

La peste no ha dejado de poseer su faceta subversiva. En efecto, Nicolo es la mejor prueba

de cómo se pueden disolver los vínculos y valores sociales. Pero aquí falta el impulso creativo, y

por ello la peste es meramente destructiva, aniquiladora. Nicolo es el agente extraño, ajeno a toda

relación social, que introduce la enfermedad física y moral en aquellos con los que entra en

relación. Puede ir cumpliendo esta labor por la magnanimidad de Antonio Piachi, que

continuamente le franquea todas las puertas. Es importante notar que Nicolo es un personaje que

está absolutamente solo, fuera de toda relación familiar y social, expósito en todos los sentidos de

la palabra. Se presenta en franco contraste con Antonio Piachi, personaje que nada más empezar

la narración queda definido como una red de relaciones sociales: en seguida se nos habla de su

mujer, de su hijo, de sus negocios.

Esta primera parte concluye con un juego de miradas, motivo que encontraremos presente

en otros momentos de la obra. Antonio mira a Nicolo con lágrimas en los ojos mientras este

observa los accidentes del camino. El chico parte nueces con los dientes. Se nos dice que es

inteligente y que posee una extraña belleza.

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La modalidad narrativa que encontramos en esta primera parte es el relato de un narrador

que se presenta como omnisciente, que tiene una "visión por detrás", según la terminología de

Todorov. También se puede observar que hay un focalizador-personaje, que es Antonio Piachi,

pues asistimos desde dentro de él a sus conflictos y a la eclosión de sus sentimientos. La

perspectiva que adopta el relato es la de Antonio, es decir, tenemos en él un narrador personal. La

figura del expósito nos es opaca, impenetrable. Lo que decimos se observa sobre todo en el final

de esta primera parte, cuando contemplamos con el padre al expósito que en tan breve tiempo ha

ocupado el lugar que le correspondía al hijo. No somos capaces de focalizar la acción desde el

otro personaje: aparece como algo ajeno, extranjero, siniestro, negro... incomprensible. Iremos

viendo cómo a lo largo del relato cambia esta perspectiva.

En cuanto a la voz que narra, es una voz externa, que habla desde fuera. Tenemos una

heterodiégesis según la terminología de Genette, y la narración es en cualquier caso ulterior a la

acción. Estas características de la voz se conservarán en general en toda la novelle.

Ya hemos dicho que esta primera parte es, desde el punto de vista discursivo, un relato del

narrador. El tipo de discurso en que se expone este relato es el llamado sumario diegético, pues el

narrador se limita a decir los hechos con una velocidad vertiginosa. El único fragmento mimético

que aparece es la respuesta del chico a la invitación de Antonio: "(Oh, sí, de muy buena gana!",

que resalta dentro de esta primera parte como la única voz que tiene un discurso directo. A partir

del momento en que pronuncia estas palabras, se introduce en la vida de los demás personajes,

empieza a tener influencias sobre ellos. Y el lector no puede por menos de pensar que ha quedado

silenciado para siempre ―en el relato nunca ha aparecido― el discurso de Paolo precisamente

cuando irrumpe esta voz a la que se deja hablar directamente en el relato. Nicolo aparece ya a

partir de ahora dotado del poder de la palabra, borrando el discurso de Paolo.

Hay otro discurso que llega a ser parcialmente mimético, aunque se presente como

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indirecto: el de Nicolo cuando le pide a Antonio que le lleve en el coche para huir de la ciudad.

Más tarde este personaje, como hemos señalado, adquirirá su propio discurso y su propio poder.

Tanto en los discursos indirectos parcialmente miméticos como en el único directo se

produce una ralentización de la acción en el tiempo. Pero en general, al no haber escenas ni

descripciones, nos encontramos con un tiempo narrado mucho mayor que el tiempo de la

narración, lo que por lo demás es característico de este tipo de relato breve. Por esto quedan aún

más en relieve aquellas ocasiones en que el discurso tiende a la mímesis o es directamente

mimético, porque suponen un parón considerable en relación con el ritmo general del relato. Y

aquí interesa resaltar que esas ocasiones son aquellas en las que Nicolo va "ganando terreno" o va

cobrando poder en relación con el mundo en el que va a ingresar.

Segunda parte

Se inicia esta segunda parte con una acotación temporal: "Al llegar a Roma, después de un

corto relato de lo sucedido...". Aquí se nos presentan los sucesivos peldaños que Nicolo va

ascendiendo en varios terrenos: en el familiar, en la educación, en el de las responsabilidades y el

trabajo, en el de las relaciones sociales ―no aceptadas por sus padres adoptivos― en las que se va

desenvolviendo cada vez mejor, en el terreno económico. Y, finalmente, el proceso culmina con

el casamiento con un miembro de la familia de Elvira, su madre adoptiva. Todo funciona bien por

el momento en lo que al trabajo y a la familia se refiere; todo empieza a ir mal en cuanto a las

amistades. La beatería y el amor ilícito son vicios a los ojos de la civilidad y la familiaridad

burguesas. El matrimonio es buscado como solución a estas inclinaciones.

Desde el punto de vista formal, es interesante mencionar que el narrador-personaje ahora

incluye la visión de otro personaje, puesto que Elvira comparte la perspectiva de su marido y lo

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hará durante toda la novelle. Por lo tanto, la focalización corresponde ahora a la familia, y no ya a

un individuo. Contemplamos desde fuera el éxito de Nicolo y contemplamos con los padres los

defectos que ya apuntan desde sus quince años.

El discurso es puramente diegético. En cuanto a la temporalidad, se trata de un sumario

aún más comprimido que el de la primera parte, pues abarca en algo más de dos páginas un tiempo

narrado de más de cinco años. En cuanto a los dos vicios detectados en Nicolo, los dos tienen un

innegable carácter proyectivo, pues anticipan y hacen temer lo que, en efecto, luego se nos

narrará.

Tercera parte

Esta tercera parte relata un episodio de la niñez de Elvira que sigue actuando en su

presente y determinando su manera de ser. La historia otorga interés a este personaje, que de

repente y gracias a ella deja de ser secundario y cobra un nuevo relieve. El episodio que constituye

su pasado y define su presente es como otra novelle que se condensa en un final trágico. La huella

que ha dejado en su vida es un secreto que comparte con su marido, que pertenece a su vínculo

familiar. No descubriremos sus implicaciones hasta más adelante. Lo que sí podemos ver ahora es

la enorme diferencia, no solo de edad, que existe entre los cónyuges: ella continúa fija en su

pasado y no ha madurado más como mujer, continúa siendo la joven que sufrió aquella historia; él

sigue fascinado ante la figura de ella y ante su historia y las respeta. He aquí el tercer elemento que

configura la presentación de la novelle.

Desde el punto de vista formal el único aspecto que varía con respecto a lo que venimos

estudiando es el tratamiento del tiempo. Casi toda esta tercera parte es una analepsis o retorno en

el tiempo que tiene como función presentar a un personaje.

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Y con esta parte termina la introducción: tenemos ya todas las piezas que van a

combinarse. El expósito ya ha entrado a formar parte de una familia e incluso se ha casado. Ha

sustituido al heredero contagiado por él y se ha quedado con su casa, con su fortuna, con su voz,

con su madrastra, con la que habría de ser tal vez su novia... Ha traído unos vicios extraños,

incompatibles con este mundo en el que ha ingresado. Ha llegado el momento de que estos

elementos se entrelacen.

Cuarta parte

La cuarta parte comienza con la siguiente indicación temporal: "Un día Nicolo, en

compañía de Xaviera Tartini...”. En ella una casualidad determina fatalmente que los elementos

que se nos han ido presentando en las partes anteriores entren en relación y se precipite la marcha

de los acontecimientos. En efecto, este episodio que leemos se podría interpretar como la suma de

los contenidos de la parte segunda y la tercera: las inclinaciones adúlteras de Nicolo, su carácter

asocial según los usos burgueses, se encuentra con la obsesión oculta y secreta de Elvira. El

encuentro se produce de noche y por pura casualidad. No sabemos por qué razón el traje que luce

Nicolo es precisamente el de genovés. El hecho es que la confluencia de eso con la historia de

niñez de Elvira produce un choque y una crisis en la salud de esta. La escena del encuentro entre

ella y el chico disfrazado permanece bajo un doble secreto, puesto que ninguno de los que en ella

participaron tiene interés en que se descubra: Elvira no puede desvelar su secreto y él no quiere

que se sepa de su salida nocturna y finge una sorpresa ante el "soponcio" de Elvira, como si no

hubiera tenido nada que ver con él. Esto confirma a la mujer en su creencia de que ha visto a su

antiguo salvador. Se trata de un doble juego de secretos al final del cual se ha producido, aunque

de manera fortuita, una indudable ventaja para Nicolo: ahora él sabe que ella tiene un secreto,

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mientras que ella no sabe que él lo sabe.

Desde el punto de vista de la historia narrada, en esta parte se produce un avance

importante. A partir de ahora Nicolo empieza a cobrar un poder que antes no tenía. En la parte

segunda, cuando se nos relataba el ascenso de este personaje, se acumulaban ventajas sobre él,

pero todas le venían como premios por su trabajo y según el valor de la magnanimidad. Es verdad

que con esos logros iba adquiriendo poder, pero era un poder perteneciente al mundo por el que

había sido adoptado: era un poder reconocido, reconocible y comunicable. El poder que ahora

adquiere se refiere a otro mundo y hace aparecer ese otro mundo en el seno mismo de éste. La

historia de Elvira subyacía olvidada para que el mundo luminoso pudiera tener lugar.

Reconocerla, darla a conocer, significaría tanto como afirmar que la familia modelo que formaba

con Piachi no tiene su fundamento en el amor, puesto que el amor de Elvira pertenece a aquel

caballero genovés. El poder procede del conocimiento, porque este hace posible el dominio. El

poder que ahora adquiere Nicolo es más completo, puesto que abarca la parte obscura que seguía

operando de manera latente en el mundo luminoso que lo había acogido.

Con este avance de Nicolo observamos cómo Piachi va quedando solo, que es lo que

termina por ocurrir al final de la historia. Ya ha perdido a su hijo y ahora empieza a ser destruida

su mujer. En este sentido, podemos interpretar Der Findling como la progresiva pérdida de

mundo de Antonio Piachi, como el proceso por el cual Antonio Piachi se transforma en algo

inmundo.

Desde el punto de vista formal, esta parte está contada por un narrador focalizado en los

dos personajes, y esto es una novedad importante, porque hasta ahora en el relato nunca se nos

había presentado la perspectiva de Nicolo; siempre había sido considerado como un personaje

opaco, insondable, como hemos venido resaltando. Ahora, al situarse el narrador también en su

punto de vista, cobra una vida nueva. Y es significativo que esta vitalidad que adquiere por medio

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de la utilización de esta perspectiva narrativa coincide con el momento en que comienza a adquirir

poder, el poder al que nos referíamos anteriormente. Se trata, pues, de una perspectiva dual, en la

que el narrador va contando la historia de modo omnisciente pero alternativamente desde uno u

otro personaje. Al mismo tiempo que se va aclarando el personaje de Nicolo, que va dejando de

ser un monstruo incomprensible para transformarse en un foco de la historia ―no por ello menos

monstruoso― se va enturbiando la figura de Elvira. Por eso decíamos al principio que en este

relato no hay ni buenos ni malos, sino que hay investigación de sí mismo y puesta a prueba de los

propios valores. Ambos personajes quedan configurados al final de este episodio como

personalidades complejas, conflictivas, que es precisamente uno de los rasgos que enunciamos

como característicos de la novelle. Y lo importante es notar que esa hondura psicológica la

adquieren al ir descubriéndose progresivamente a sí mismos. Ese descubrimiento de sí mismos

tiene en esta parte del relato una estructura de juego de miradas, como ya hemos dicho: solamente

por la mirada del otro se descubre cada uno en su propio conflicto, en el conflicto que lo

constituye.

Desde el punto de vista del discurso empleado, el texto es un sumario puramente

diegético. La verdad es que el acontecimiento tiene lugar en el silencio, es un puro intercambio de

miradas. El único discurso indirecto, parcialmente mimético, corresponde a la pregunta de

Nicolo: "...entró Nicolo en bata y preguntó qué había sucedido..." A este discurso responde el

silencio de Elvira, que se queda sin habla y cae enferma. Se puede observar la similitud que hay

entre esta escena, este diálogo truncado, y el que hemos señalado en la parte primera: en ambos

casos es Nicolo el único personaje que habla.

En cuanto al tratamiento del tiempo, nos encontramos en una escena, pero que aparece

referida en un sumario. El tiempo de la narración se retarda y se acerca al tiempo narrado, como

ocurrirá en la otra gran escena narrada, la de la última parte.

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Quinta parte

De nuevo una anotación temporal nos introduce en un nuevo tramo del relato: "Así

transcurrió un año y Constanza..." En esta quinta parte se produce la muerte de Constanza y el hijo

de Nicolo, que queda marcado aún más como elemento asocial. También se observa que sigue

manteniendo relaciones con Xaviera Tartini, incluso en momentos como los del luto por la

reciente muerte de su esposa. Entonces Antonio Piachi urde un plan para contraatacar estas

inclinaciones de su hijo adoptivo y llamarle la atención de una manera podríamos decir "terrible".

La artimaña pretende que, durante breves instantes, Nicolo piense que ha sido convocado para

citarse con una muerta. El horror que produciría este descubrimiento habría de conmoverle

hondamente y le llevaría al arrepentimiento por la asociación que establecería su alma entre el

amor pecaminoso y la muerte. Al mismo tiempo, la treta quería provocar la vergüenza en el

culpable con el fin de hacerle retornar al buen camino. Toda la trama tiene un objetivo

pedagógico: el de dar una lección inolvidable al pecador.

Se trata, pues, aquí, de un contraataque, de un movimiento defensivo del reino moral,

luminoso, contra el avance de lo siniestro y lo vicioso. Esto se puede observar perfectamente en el

hecho de que los dos fragmentos de discurso directo le corresponden esta vez a Antonio Piachi, y

no a Nicolo. En esta parte Nicolo es traído de acá para allá y engañado. No tiene voz, no tiene

poder. Es Antonio el que sabe y Nicolo el que intenta guardar un secreto y no sabe que aquél sabe.

Antonio domina la situación.

El narrador está en esta ocasión focalizando desde Antonio, solo o en compañía de su

esposa. Vemos desde fuera cómo Nicolo es engañado.

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Sexta parte

"Este suceso, que le avergonzó en lo más profundo, despertó en el pecho del infortunado

un odio ardiente contra Elvira..." El avance del orden era solo momentáneo, como podemos ver. Y

en esta sexta parte asistimos al fortalecimiento de Nicolo, un fortalecimiento fundado en el odio

contra aquellos que lo acogieron y le dieron un lugar en la sociedad. Se puede decir que es aquí

donde se gesta su crimen de ingratitud. Pero vayamos más despacio, pues la complicada

estructura de esta sexta parte así lo exige. En un primer momento, Nicolo "digiere" todo lo

ocurrido en el episodio anterior: recuerda el aspecto de Elvira y su rubor, su belleza. En él se

desarrolla entonces un sentimiento de amor perverso hacia ella. Lo que pretende en un principio

es descubrir algún secreto amoroso suyo para descubrirla ante su marido: la sed de venganza le

exige que ella tenga que pagar con la misma moneda con la que ha tenido que pagar él. Este odio

y esta visión de Elvira a una nueva luz ―como amante de alguien, que en ningún caso puede ser

el viejo Piachi― le conducen a espiarla. Lo curioso es que da en el blanco, porque es verdad que

ella ama a otro hombre, y por eso guarda un secreto y por eso tiene un punto débil, y por eso se le

puede espiar.

Nicolo espía y registra la habitación de ella. Recoge informaciones que no sabe cómo

conectar: escucha un nombre, ve un cuadro. Tanto el uno como el otro le conmueven

extrañamente. Inicia una investigación partiendo de estos dos datos. Mediante una mirada infantil

la imagen del cuadro queda conectada con la suya propia. Mediante un juego de letras no menos

casual el nombre que oyó queda conectado también con el suyo. Los dos indicios le apuntan ahora

a él. Esto hace brotar en él esperanzas; ahora ya no busca venganza, sino complicidad en el

pecado.

Finalmente, la presunción que había ido construyendo cae estrepitosamente: Xaviera

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Tartini le descubre la identidad del retratado, así como su nombre, y le relata la historia.

Todo este recorrido determina la madurez psicológica de Nicolo. Ha sido víctima, de

nuevo, de un desengaño, y esta vez sin que hiciera falta ninguna treta preparada por nadie. El ansia

de venganza ha sido burlada por una falsa esperanza y, cuando reaparezca, habrá adquirido mayor

virulencia. En todo este proceso ha obtenido un conocimiento completo de la historia de Elvira y,

por ello, un poder absoluto sobre ella. La narración tiene en esta parte una marcada focalización

desde este personaje, aunque el narrador sea omnisciente. Incluso se emplea en una ocasión el

estilo indirecto libre, un discurso del narrador contaminado por el discurso del personaje; cuando

Nicolo espía por el ojo de la cerradura la habitación de Elvira el texto dice: "Agitado por secretas

esperanzas, se inclinó sobre la cerradura aguzando sus oídos y con los ojos puestos en ella: (Santo

cielo! )Qué vio?".

Las escenas que anteriormente hemos intentado ordenar se suceden vertiginosamente a

base de sumarios diegéticos y únicamente la información de Xaviera Tartini merece un discurso

indirecto parcialmente mimético. En cuanto al tratamiento temporal de esta parte, tiene un ritmo

alternante: se ralentiza en la escena de espionaje, en el descubrimiento del cuadro y en el juego

con las letras; se apresura en los tramos intermedios. Este instante del juego con las fichas del

alfabeto recuerda, en analepsis, a aquella en la que Elvira ve a Nicolo disfrazado de genovés. Se

establece un juego de miradas, se produce la misma reacción enfermiza en ella; no obstante, en

esta ocasión no interviene el azar, sino que todo ocurre como efecto de un plan cuyo resultado es

interpretado equivocadamente por Nicolo.

Se podría afirmar que durante esta parte se ha perdido para Nicolo el último rastro de

sentimientos que se podrían calificar de humanos: el ilusionado amor que creía correspondido por

Elvira le había salvado del anhelo de venganza por un tiempo. Ahora su sabiduría desencantada y

desengañada le conduce a la pura venganza.

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Séptima parte

"La vergüenza, la lujuria y la rabia se unieron para hacer estallar la espantosa acción que

estaba gestándose en su interior." Los elementos se habían ido acumulando durante todo el

relato: el suceso del entierro de Constanza, el deseo despertado y defraudado por Elvira, La

vergüenza de que sus sentimientos fueran descubiertos por Xaviera Tartini, todo se va encajando

para motivar el desenlace de la acción. Y ese desenlace consiste en que Nicolo se decide a utilizar

todo el poder que venía acumulando gracias, por una parte, a la investigación que había hecho

sobre Elvira, y por otra a la generosidad que siempre habían mostrado sus padres adoptivos hacia

él. Se puede decir que aquí Nicolo se toma la revancha. Lo curioso es notar en qué momento

Antonio Piachi ya no tolera más maldades. En el texto dice que estaba dispuesto a perdonar el que

Nicolo hubiera besado a su mujer; también perdonaría el que lo hubiera hecho valiéndose de un

engaño que consistía en disfrazarse con el traje genovés. Es decir, es capaz de tolerar la lujuria y

también el engaño. Es Elvira la que no soporta el descubrimiento de la impostura y echa a Nicolo

de su casa. Es ella la primera que reacciona. Él no lo hace hasta que ve que Nicolo lo que quiere es

más bien que se vayan ellos, esto es, hacer valer sus derechos sobre la propiedad que Piachi le

había entregado en un gesto de magnanimidad. El texto remarca este momento, en el que Antonio

Piachi reacciona ante Nicolo, diciendo: "Piachi apenas podía creer lo que oía, desarmado por esta

inaudita insolencia...". Luego incluso duda de sus oídos antes de pasar a la acción. Solo cobra

conciencia de la enormidad del poder de Nicolo cuando este menciona la propiedad, no cuando

pretende poseer a su esposa ni cuando quiere engañarla con respecto a la historia que ella guarda

en secreto. Incluso en ese momento, su reacción sigue siendo civilizada: se encamina a la casa de

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su amigo jurista, sigue confiando en sus vínculos sociales, en el entramado de sus relaciones. Es

aquí donde se enfrentan dos grupos y sale ganando la iglesia. Piachi y Elvira son esta vez los

expósitos, los desalojados, los que deben ser acogidos.

En esta parte la perspectiva está situada dentro de Nicolo mientras prepara su trampa; pero

cuando aparece Piachi él focaliza la acción ya hasta el final de la novelle. A partir del momento en

que descubre a Nicolo, todo el relato será la exposición de su toma de conciencia y de su crimen.

Nicolo vuelve a quedar en la sombra, en la opacidad, hasta que termina por convertirse en un

cadáver. Piachi adquiere vivacidad hasta el punto de que desea seguir ejerciendo durante toda la

eternidad la acción criminal a la que le conduce su toma de conciencia; es como si deseara seguir

viviendo siempre en el momento en que está matando a Nicolo. Esta viveza que obtiene

progresivamente conlleva un aislamiento cada vez mayor. Se le aísla de sus propiedades, de su

casa, y esto es lo que ocurre en esta parte; en el epílogo se le deja sin familia. Acaba

completamente solo.

Epílogo

"Piachi había enterrado a la infortunada Elvira..." Ahora es él el que no tiene casa, ni

dinero, ni familia: se han invertido los papeles, la ingratitud ha llegado a su máxima medida. A lo

largo del epílogo también habrá de renunciar a sus vínculos sociales al convertirse en un criminal.

Y habrá de querer también la máxima renuncia: negará sus vínculos religiosos con el fin de llevar

a cabo completamente su venganza. La muerte de Piachi fue en soledad, sin compañía, y en

silencio. Con esta última renuncia está sellando las demás hasta la eternidad: está eligiendo la

soledad vengativa por encima de la familia redimida por la muerte. La mayor soledad es la del

apóstata porque es una soledad eterna, sin esperanza, que se quiere a sí misma para siempre.

En este epílogo Piachi se ha quedado solo sin remedio, pero también ha conquistado su

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voz y su propio poder, precisamente al situarse fuera de las relaciones sociales y de los valores que

constituían su vida. Ha roto la red axiológica que guiaba su vida y le daba sentido. Esta retícula

estaba apoyada en una estructura social que poco a poco se ha ido carcomiendo hasta que todo ha

caído hecho añicos. Y entonces es cuando Piachi toma la palabra por primera vez en el relato, para

reafirmarse en su saña. En efecto, es el único discurso directo de este personaje en todo el relato.

Parece como si anteriormente todas sus cosas hubieran hablado por él y solo ahora, cuando ya no

tiene nada, hubiera accedido a la palabra.

Un final trágico, propio de una novelle. )Se podría decir que es edificante? Pienso que,

aunque en general en la novelle siempre se pueda hablar de un orden moral que sigue conservando

su valor a pesar de las "novedades" que puedan incidir en él, en el caso de Der Findling se trata

precisamente de que ese orden ha quedado destruido, de que ya no se cree en él. No es

simplemente que un elemento desclasado y asocial ponga en peligro el orden social: es que revela

que no es tal orden. No es que un enemigo nos quiera robar nuestros valores: es que pone de

manifiesto hasta qué punto no los tenemos e incluso es peor que los tengamos. Y no creo que a

esto se le pueda llamar una enseñanza edificante. Der Findling empieza con la añoranza del orden

social perdido, que ya es irrecuperable, y narra la toma de conciencia del individuo como tal frente

a su clase. Un individuo solo no puede servir de ejemplo, y menos si lo que quiere es persistir en

su actitud y renuncia a la salvación. Piachi ha devenido libre a lo largo de su ejercicio de ascesis:

ha tomado posesión de sí mismo al perder precisamente la cadena de conexiones en que consistía

su vida. No puede ser presentado como un ejemplo para nadie, porque está privado de mundo,

despojado de todo, convertido en un salvaje, alejado de la civilidad. Es sólo él, irreductible a todo

otro, incomprensible para todos en su actitud: por eso, cuando él decide su muerte, muere en

silencio.

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