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Movimiento feminista

En este capítulo retomaremos la discusión iniciada en el capítulo pasado para poder


emplazarla históricamente dentro de la conformación del movimiento feminista. El paper que
se adjunta como uno de los objetos de este contenido propone una organización diferente para
delimitar las olas del movimiento feminista. Deberás tener en cuenta para la evaluación la
organización que se presenta en esta lectura. Se recomienda leer las notas el pie.

Las olas del movimiento feminista

Primera ola

Segunda ola

Tercera ola

Referencias
LECCIÓN 1 de 5

Las olas del movimiento feminista

Adentrarnos en la historia del movimiento feminista implica hacer una revisión de las demandas, luchas
políticas, avances y retrocesos, en términos de derechos y visibilidad que fueron adquiriendo los reclamos y
proclamas de las mujeres en el mundo con relación a sus derechos, libertad, autonomía e identidad, y la
interrelación entre lo político y lo académico que el feminismo a largo de su historia supo conjugar.

 Entendemos por feminismo el movimiento social, político y teórico que busca desarrollar
relaciones sociales equitativas e igualitarias, sin sesgo de sexo, género e identidad sexual.
Es un movimiento de justicia social que pretende deconstruir las relaciones sociales y
culturales de desigualdad en lo político, económico, legal y social, como así también
superar de la dicotomía masculino-femenino, para pensar nuevas formas de realidad social.
LECCIÓN 2 de 5

Primera ola

El llamado feminismo de la primera ola se corresponde con el feminismo desde el siglo XVIII hasta
mediados del siglo XX. Esta extensión temporal hace necesario que dentro de esta etapa del movimiento
tracemos, a su vez, dos subperíodos diferenciados:

las ilustradas;

las sufragistas.

Las ilustradas

Los orígenes de las vindicaciones feministas se dan en el marco de la época de la Ilustración y se


encuentran íntimamente vinculados con el discurso por los derechos humanos.

El siglo XVIII fue una etapa de intensa convulsión política y social. La Revolución francesa trajo consigo
promesas de igualdad, justicia y derechos civiles y políticos universales. Las mujeres se involucraron
activamente en estos debates, pero se vieron excluidas de las reformas sociales que la promesa de la
Ilustración había propuesto.  

Por su parte, la Declaración de los Derechos del Hombre y Ciudadano excluyó a las mujeres del acceso a un
goce pleno de derechos civiles y políticos. Por lo que esta etapa del movimiento feminista se vincula con las
vindicaciones de las mujeres al acceso a educación, trabajo, vida política, igualdad en el matrimonio,
administración de sus bienes, etcétera. Las mujeres estaban sujetas a un gran tutelaje en su autonomía e
individualidad, tanto dentro de las relaciones matrimoniales como en el amplio espectro social.
Olympe de Gouges y Mary Wollstonecraft escribieron dos libros fundamentales que expresaron las
vindicaciones de derechos humanos para toda la sociedad, incluyendo en ellos a las mujeres.   

Olympe de Gouges en 1791 escribe un célebre texto titulado La Declaración de los Derechos de la Mujer y
Ciudadana, donde ampliaba los derechos que fueron reconocidos en la Declaración de los Derechos del
Hombre y Ciudadano a las mujeres. Este libro le valió su pena de muerte en la guillotina.

Mary Wollstonecraft, un año antes, en Inglaterra, escribe otra célebre obra titulada Vindicación de los
derechos de la mujer. Ambas se encuentran enmarcadas en los debates de la Ilustración, de igualdad,
justicia, libertad y una idea de universalidad de derechos para todxs los seres humanos. Discuten, a su vez,
con los hombres contemporáneos de su época sobre las potencialidades emancipadoras de la Ilustración
que están siendo negadas a las mujeres y otros grupos excluidos de la Reforma (De las Heras Aguilera,
2008).   

Comienza así el reclamo por derechos concretos civiles y políticos que se vieran reflejados en el cambio de
leyes que era prohibitivas del acceso igualitario a la educación, el trabajo, las cargas del matrimonio, la
administración de los bienes, la custodias de los hijos y el derecho al voto. 

Lo que comenzó con algunas quejas en determinados espacios fue luego tomando dimensiones sociales,
ya que las mujeres pasaron de efectuar diversos reclamos aislados a vindicar sus derechos en las plazas
públicas y mitines políticos.

Si bien a esta altura no podemos hablar de una internacionalización del movimiento feminista, sí se advierte
el comienzo de la circulación en el espacio público de las demandas de las mujeres por igualdad, libertad y
autonomía.

Las sufragistas 

Uno de los derechos que formó parte de las demandas ilustradas estaba relacionado con el derecho al voto.

Con posterioridad a las proclamas de vindicación de los derechos de las mujeres, comienza un largo período
a través del siglo XIX que se enmarca principalmente en la lucha de las mujeres por obtener el derecho al
voto. Este derecho representa en sí el debate por el acceso a plenos derechos civiles y políticos que eran
negados a las mujeres y a otros sectores de la población. Implicaba, a su vez, debatir sobre ciudadanía y
sobre cuál era el grado de inclusión de las mujeres como ciudadanas plenas y como sujetos de derechos.

  Uno de los argumentos centrales del sufragismo, recogido de la vindicación feminista


ilustrada, era “la apelación a un universalismo ético que proclamaba la universalidad de los
atributos morales de todas las personas”. Así, se invocaba la justicia y el principio de
igualdad como derechos morales y, por tanto, universales. (De las Heras Aguilera, 2008,
http://universitas.idhbc.es/n09/09-05.pdf).

La lucha del movimiento feminista sufragista no tuvo el mismo grado de desarrollo en todos los lugares del
globo, pero sí significó gradualmente la internacionalización del movimiento. Fue en Seneca Falls, Estados
Unidos, donde se reunió la primera Convención sobre los Derechos de la Mujer. En esta Convención se
redactó la Declaración de Sentimientos de Seneca Falls  (1848), donde las mujeres proclamaron su
independencia y autonomía de la autoridad que sobre ellas era ejercida por los hombres y por un sistema
social y jurídico desigual en el trato como ciudadanas; plasmaron a su vez,  una serie de resoluciones para
mejorar los derechos civiles, políticos y religiosos de las mujeres (De las Heras Aguilera, 2008).

En Estado Unidos las feministas sufragistas trazaron alianza con otros movimientos emancipatorios,
mientras que en Europa tuvieron un ímpetu más radical y revolucionario y se emplazaron junto a los grandes
debates socialistas y anarquistas que estaban teniendo lugar. 

Así, autoras como Ana de Miguel señalan con relación al sufragismo que “en el siglo XIX, el siglo de los
grandes movimientos sociales emancipatorios, el feminismo aparece, por primera vez, como un movimiento
social de carácter internacional, con una identidad autónoma teórica y organizativa” (De las Heras Aguilera,
2008, http://universitas.idhbc.es/n09/09-05.pdf).  

Con posterioridad a la primera Guerra Mundial y a través de la lucha continua, mitines, reuniones, proclamas
y declaraciones, las mujeres obtuvieron el derecho al voto. En Latinoamérica el proceso de organización
política y teórica se desarrolló con otros tiempos. Debido a las políticas colonialistas y particulares del
territorio, el derecho al voto fue conseguido en la gran mayoría de nuestras latitudes a mediados del siglo XX
(en Argentina en 1947).
Figura 1: Imagen sin título sobre el Movimiento sufragista inglés

Fuente: [Imagen sin título sobre el movimiento sufragista inglés (s.f)] Recuperada de
http://www.documentingdissent.org.uk/wp-
content/uploads/2014/09/Suffragettes2e1413212913955.jpg
LECCIÓN 3 de 5

Segunda ola

Con el acceso al derecho al voto y en el clima político y social entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial,
las proclamas del feminismo decayeron. Las mujeres fueron llamadas a ocupar trabajos que antes eran
exclusivamente considerados como de los hombres, dada la cantidad de soldados desplegados en el
conflicto bélico que se estaba librando en Europa con el nazismo. Finalizada la II Guerra, comienza una
fuerte campaña conservadora para «regresar» las mujeres al hogar, las tareas domésticas y el cuidado de
los niños.

En este contexto de posguerra, en 1949, Simone de Beauvoir publicó el texto fundante del feminismo de la
segunda ola titulado El segundo Sexo. En este libro la autora expresa que:

No se nace mujer, llega una a serlo. Ningún destino biológico, psíquico o económico define
la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; es el conjunto de la
civilización el que elabora este producto intermedio entre el macho y el castrado al que se
califica de femenino. (De Beauvoir, 2013, p. 207).

Simone de Beauvoir buscó explicar el porqué de la dominación masculina, el proceso a través del cual la
mujer es construida como el otro inesencial frente al hombre, el mismo, lo esencial, y por tanto, develar la
construcción masculina de la humanidad y de la sociedad. La constitución de la mujer o de la feminidad no
radica en características biológicas o psicológicas inmutables sino en la contingencia del intercambio
normativo social y cultural.

El feminismo de la segunda ola, a partir de los años 60 y 70, puso un fuerte acento en la autopercepción y
redescubrimiento de las mujeres sobre sí mismas y en la autoconciencia sobre el trato desigual al que son
sujetas.
…Fueron años de intensa agitación política. Las contradicciones de un sistema que tiene
su legitimación en la universalidad de sus principios pero que en realidad es sexista,
racista, clasista e imperialista, motivaron la formación de la llamada Nueva Izquierda y
diversos movimientos sociales radicales como el movimiento antirracista, el estudiantil, el
pacifista y, claro está, el feminista. La característica distintiva de todos ellos fue su
marcado carácter contracultural: no estaban interesados en la política reformista de los
grandes partidos, sino en forjar nuevas formas de vida (…) y, cómo no, al hombre nuevo.
(De Miguel, en De las Heras Aguilera, 2008, http://universitas.idhbc.es/n09/09-05.pdf)

El feminismo de la segunda ola, conjugó sus estudios en dos ejes fundamentales: 1) el que fue conocido a
través del lema lo personal es político, que es lema que define al movimiento feminista de la época y con
gran fuerza al de los años 70 y 80; y 2) el eje del estudio del patriarcado como sistema social de exclusión y
subalternidad.   

El lema de lo personal es político logró plasmar una consigna políticosocial-epistémica relativa a una
particular forma de opresión y sujeción de las mujeres, que integra una de las grandes dicotomías de la
construcción de la realidad social (la dicotomía público/privado), pero que también se anuda a otras
dicotomías como razón/emoción, cultura/naturaleza y universal/particular. Las feministas demostraron que
esta construcción de la mujer como lo Otro influía en esta forma de comprender su posicionamiento social y
político como el par desjerarquizado de estas oposiciones fundamentales. Ellas, lo inesencial, lo particular,
las que encarnan la naturaleza y la emoción son relegadas al ámbito de lo privado.

Descartando las ideas de prioridades o contradicciones primarias o secundarias, afirmaba


la naturaleza constitutiva de toda opresión que implica la dominación, discriminación y
subordinación de las mujeres en el mundo privado. A la vez, muestra que la
"desconsideración" del mundo privado, en un proceso de cambio, ha precipitado - y
sacralizado - a las mujeres a una ideología y una práctica conservadoras. (Kikwoord, 1985,
http://nuso.org/articulo/feministas-ypoliticas/).   

Sabemos que en la construcción de una dicotomía de un par opuesto es necesaria la existencia de una
jerarquización que dé sentido a la oposición que expresa, donde el término jerárquico define por su falta al
término bajo o inferiorizado. A su vez, la función que esta operación realiza es en sí anular la compresión de
que la jerarquía solo podría existir y ser valorada en su amplitud por la existencia y depreciación del término
que define como lo Otro. Lo Otro constituye y habilita la existencia de lo Mismo. En una operación de
borramiento y exclusión constituye la viabilidad de término jerarquizado, pues este tiene contenido al
definirse por la oposición y la falta del otro: heterosexual/homosexual, hombre/mujer, razón/emoción,
cultura/naturaleza, público/privado, universal/particular.

Las feministas de la segunda ola, al pensar la habitabilidad y circulación de la mujer en el espacio público,
llamaron la atención sobre la confinación de la mujer al espacio privado, al ámbito de lo íntimo, por lo que
efectuaron una politización de la intimidad, de lo privado, mencionado que este relegamiento de la
circulación de la mujer a determinados ámbitos no dependía de un hecho natural o de una condición
biológica, sino de una construcción social y política, por lo que lo privado es político.

Estos ámbitos son lo público, con su dominio de lo político y su posibilidad de acceder al


planteo y la búsqueda de la libertad, y lo privado, sólidamente asentado en lo doméstico y
lo necesario. El "hacer" de las mujeres, como grupo de categoría cultural, se instala en lo
privado. En lo "privado de...", en la marginalidad política. (Kikwoord, 1985,
http://nuso.org/articulo/feministas-y-politicas/).

Que lo privado sea político denota aquella operación de deconstrucción de una oposición que anuda el poder
y saber sobre las vidas de las mujeres. Julieta Kikwoord (1985) resalta que:

…"lo privado", la mujer misma, se hace punto de la tabla y del debate social. Se realiza una
nueva mezcla de política y vida cotidiana. Se ha producido una desclasificación de los
códigos, una inversión de los términos de lo importante. La participación se ha hecho acto
social y real concreto… (http://nuso.org/articulo/feministas-y-politicas/). 

El sistema patriarcal es entendido como aquella institucionalización del


dominio masculino que se despliega a través del entramado social
general, mediante una jerarquización política, económica, jurídica e
institucional.

El segundo tópico trabajado por las feministas de la segunda ola es el saber-poder que atraviesan las
estructuras del sistema patriarcal.
Vimos anteriormente, con la resignificación del género, cómo las teóricas feministas efectuaron diversas
intervenciones en el espacio académico y político adentrándose en el estudio del género como construcción
social de la diferencia sexual (ver lectura 1 y Lectura 4).

El fuerte basamento utilizado para pensar la desigualdad a través de la diferencia sexual, la división sexual
del trabajo y la opresión de la mujer por los hombres, ya sea tanto a través del ideal reproductor apropiado
por los hombres, la objetivación sexual de la mujer o la dominación a través de la apropiación de sus
recursos y productos dentro del sistema de capital, habilitó innovaciones en el pensamiento y crítica de la
realidad. Fueron grandes avances para mostrar las relaciones de dominación donde antes no habían sido
consideradas. A su vez, apostaron a una idea de sororidad y hermandad que llevó a pensar que las
situaciones de subordinación por parte de todas las mujeres eran compartidas. Se configuró el sujeto
político Mujer, incluyendo en él a todas las mujeres, es decir, un sujeto político universal. Estas operaciones
fueron luego cuestionadas dentro del propio feminismo, principalmente a partir de los años 90.
LECCIÓN 4 de 5

Tercera ola

Las feministas de la tercera ola (con posterioridad a los años ochenta) imprimieron a los estudios de género
un marco de problematización sobre la normalización de cuerpos, sexualidades y subjetividades en el
contexto de una matriz de género/sexo/sexualidad biologizada y preeminentemente heterosexual.   

Las discusiones teóricas, políticas y empíricas aportadas desde la tercera ola del feminismo produjeron una
ruptura con el cuasi pacífico sujeto político del feminismo: la Mujer. Se cuestionó su universalidad, la idea de
que el concepto mujer subsumía a todas las mujeres y se denunció que dicho análisis invisibilizaba otros
procesos de dominación y desigualdades como los raciales, de clase o la sexualidad.   

Parte de las feministas de la tercera ola reclamaron una insterseccionalidad para pensar la desigual de
género junto a la raza, la clase, la edad, la localización geopolítica, la sexualidad o la identidad de género.
Consideraron que el feminismo de categoría universal se correspondía con un feminismo blanco, de clase
media europea, que luchaba en contra de estereotipos de género, rasgos y subordinaciones vinculadas con
la mujer blanca, obviando problematizar los espacios dónde el género anuda, dialoga y constituye
opresiones en relación con otros procesos de sujeción (Lugones, 2008).   

Asimismo, cuestionaron fuertemente la aceptación acrítica de la diferencia sexual, dentro del marco de la
oposición macho/hembra que quedó fuera del análisis de las feministas de la segunda ola. Estas olvidaron
cuestionar que así como las construcciones culturales dialogan con la normatividad  del género, los roles y
expectativas construidas sobre las ideas de feminidad y masculinidad, los mismos procesos pueden
describirse para la construcción del sexo y del orden jerarquizado de la sexualidad. 

Abogaron por comprender que el género constituye lo que nombra y que por tanto, no puede quedar sin
analizar cómo constituye la interacción con el sexo y la sexualidad. 
Las notas principales de estas nuevas formas de feminismo las desarrollaremos en profundidad en la
Unidad 2, sin embargo, a los fines de poder comparar los tres períodos históricos que venimos desarrollando
enumeraremos algunas de sus principales características:

discurso posestructuralista de identidad como subjetividad en movimiento;

identidad construida, más que pre-existente, en lenguajes determinados por regímenes


discursivos que atraviesan la sociedad (Foucault);

deconstrucción y   problematización de nociones fijas de género (Judith Butler, Gender


Trouble).

deconstrucción de las matrices heterosexuales, raciales y patriarcales;

prevalecen esfuerzos de las mujeres de color, latinas, asiáticas, lesbianas por superar la
dicotomía hombre/mujer, masculino/femenino;

diálogo y asociaciones emancipatorias con los movimientos por la diversidad sexual;

necesidad de interseccionalidad entre diversas economías de subalternidad (género, raza,


clase) para comprender las complejas praxis de exclusión.

 Es necesario comprender que los movimientos de las diferentes olas del feminismo no
importan una desvalorización y descarte automático de los avances tenidos en cada una de
ellos. En vez de mirarlos como cortes históricos, debemos reflexionar sobre ellos como un
constante contínuum histórico en permanente diálogo. No se produce un abandono de
conceptos como género o patriarcado, sino que se complejizan.

En el siguiente artículo la autora se pregunta por la relación entre feministas y políticas, destacando algunos
aspectos de difícil abordaje debido fundamentalmente a las carencias en la elaboración conceptual
sociológica y política adecuada al estudio de la condición de la mujer en la perspectiva de su particularidad
marginal. Te invito a leerlo. 

Feministas y Políticas.pdf
155.4 KB

Fuente: Kirkwood, J. (1985). Feministas y políticas. Nueva Sociedad, 78, pp. 62-70. Recuperado de

http://nuso.org/articulo/feministas-y-politicas/.   
LECCIÓN 5 de 5

Referencias

De Beauvoir, S.  (2013). El Segundo Sexo. Buenos Aires: DeBolsillo. 

De las Heras Aguilera, S.  (2008). Una aproximación a las teorías feministas. Recuperado de
http://universitas.idhbc.es/n09/09-05.pdf

Kikwoord, J. (1985). Feministas y Políticas. Nueva Sociedad, Nro, 78, Julio-Agosto, pp. 62-70. Recuperado de
http://nuso.org/articulo/feministas-y-politicas/

Lugones, M. (2008). Colonialidad y género. Tábula Rasa, Nro. 9, Julio-Diciembre, pp. 73-101. Recuperado de
http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=39600906

[Imagen sin título sobre el movimiento sufragista inglés (s.f)] Recuperada de


http://www.documentingdissent.org.uk/wpcontent/uploads/2014/09/Suffragettes2-e1413212913955.jpg

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