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Pachamama y la Humanidad

(Fábula)

Por
Juan Pablo Sáez-Gil

31/03/2020

juanpablosaezgil.com
P achamama vivía en paz y armonía junto a sus
hijos y sus hijas. Pero un día nació la má s
problemá tica y caprichosa de todas las especies: la
Humanidad.

Desde niñ a la Humanidad fue egoísta y agresiva. Se


creía superior a todos los seres, no respetaba a su
madre y trataba con violencia a sus hermanos.
Pachamama, sabia y comprensiva, trató de educarla
con los valores de la compasió n y la empatía, pero la
Humanidad se volvía cada día má s
desconsiderada… y a medida que crecía el dañ o que
provocaba era cada vez mayor. Los hermanos
estaban ya hartos de ser agredidos y humillados por
la desquiciada Humanidad. Y Pachamama ya
empezaba a desfallecer por las heridas y
enfermedades que le provocaba. Entonces le habló
con su habitual serenidad:

—Hija, deja se ser tan


violenta… porque dañ as
a tus hermanos, me
dañ as a mí y te dañ as a
ti misma.
Pero la Humanidad, inmadura y rebelde, renegó de
su madre.

—¡Yo no soy tu hija! —gritó —. Yo no tengo madre.


Nadie puede decirme qué hacer.

Pachamama lloró un diluvio universal y secó su


lagrimas con el velo de la noche oscura.
L uego de la crisis de angustia maternal, la
Humanidad se volvió má s violenta que nunca y
la situació n se tornó incontrolable. Pachamama
empezó a perder la serenidad. Cuando la
Humanidad se desquiciaba la reprendía
enérgicamente temblando de furia, agitando sus
aguas, desatando tempestades y erupcionando
desde su fuego interior. Pero la Humanidad desoía
los reproches de su madre y continuaba con su
comportamiento cruel y egocéntrico.
Finalmente la Humanidad
quedó envuelta en una vida
de sufrimiento y
autodestrucció n. Tuvo
algunos accesos de ira tan
violentos que casi acabaron
con su propia vida y con la
de los demá s. Luego se
entregó al consumismo
irracional y quedó sumida en
la má s profunda depresió n.

Rendida a los excesos y las extravagancias, propias


del desequilibrio emocional, se inició en la
despiadada afició n a coleccionar animales exó ticos
para comerlos y extinguirlos. Cuando Pachamama
advirtió lo que la Humanidad estaba haciendo no se
pudo contener y gritó :

—¿Te has vuelto loca? ¡Lo que está s haciendo es


complementamente inaceptable! ¡Es cruel y
peligroso!

—No me importa —respondió la Humanidad con


altanería, mientras masticaba carne de murciélago
—, porque soy una especie superior, soy inmune a
todo… ¡soy inmortal!
E n ese instante un ser invisible y letal se estaba
infiltrando silenciosamente en sus entrañ as. La
temperatura de su cuerpo empezó a subir, sintió
dificultad para respirar, tembló de escalofrío y cayó
enferma. La Humanidad sintió que desfallecía y
temió la presencia de la muerte. Desesperada
empezó a sollozar implorando ayuda.

Pachamama la apañ ó en su regazo con maternal


compasió n y le habló con severidad:
—¡Te lo dije mil veces! Si
seguías así ibas a terminar
destruyéndome a mí…
¡pero antes te ibas a
destruir a ti misma!

—¡Perdó n, perdó n! —
gritó la Humanidad
oprimida por el
desconsuelo— ¡No quiero
morir!

—Ahora te vas a quedar


encerrada durante un largo tiempo de penitencia…
para que reflexiones sobre todo el dañ o que hiciste
—dijo Pachamama con calma—. Solo tu consciencia
te puede salvar.

—Está bien, mamá —respondió la Humanidad,


mostrando humildad y respeto por primera vez en
su existencia. Agachó la cabeza, secó sus lá grimas y
se encerró a reflexionar sobre todo el dañ o que
había hecho.

Durante el tiempo que la Humanidad estuvo


encerrada los hijos y las hijas de Pachamama
recobraron su vitalidad y su alegría. Los ríos se
trasparentaron, el aire se purificó y los animales
salieron de sus escondites, libres del terror a la
violencia humana. Pachamama respiró aliviada, por
primera vez en muchos siglos, y empezó a sanar sus
heridas.

El silencio fue medicina. El encierro fue liberació n.


L a Humanidad sufrió en carne propia la pena del
encierro y experimentó la profunda angustia
del cautiverio. Drenó todas sus culpas con su llanto
universal. Dimensionó la verdadera naturaleza del
sufrimiento y asumió su propia vulnerabilidad.
Comprendió entonces que todo el dañ o que tan
irracionalmente había provocado a lo largo se su
vida era imperdonable… pero imploró perdó n. Juró
que jamá s volvería a hacer dañ o a nadie y que de
ahora en adelante só lo viviría por la paz, la armonía
y el amor.

Pachamama, fortalecida y
revitalizada, se sintió aliviada
al notar que la Humanidad
finalmente había conseguido
evolucionar, elevando su
vibració n emocional,
amplificando su consciencia y
comprendiendo su verdadero
propó sito.

Entonces, con natural


compasió n, Pachamama
perdonó a la Humanidad por todo el dañ o que había
provocado, abrió la puerta de su jaula mental y la
invitó a ser libre por primera vez.

La Humanidad salió de su encierro trasformada,


respiró profundamente el aire purificado como si
respirase por primer vez, miró el mundo con
nuevos ojos, y…

Continuará

(en la Nueva Era)

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