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Aunque no haya vacunas para prevenir la infección con el nuevo coronavirus, se pueden tomar
medidas para reducir el riesgo de infección; algunas de ellas podrían ser:
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Tras el primer brote de COVID-19 en Wuhan en diciembre de 2019, las autoridades chinas confirman
41 casos detectados entre el 8 de diciembre y el 2 de enero de 2020, hasta el 19 de enero, cuando se
confirmaron 17 casos más. Para ese entonces ya se habían reportado los primeros casos fuera de
China: dos en Tailandia y uno en Japón.
Hoy por hoy, el virus tiene un origen desconocido, aunque existe la posibilidad de que la fuente inicial
pueda ser algún animal, ya que los primeros casos se detectaron en personas que trabajaban en un
mercado donde se vendían animales salvajes. Muy probablemente es una zoonosis, la transmisión de
un virus que pasa de un animal a un ser humano. En este caso, probablemente proviene de
murciélagos, aunque un estudio sugiere que los pangolines podrían ser el origen. Producen cuadros
clínicos que van desde un resfriado común hasta enfermedades más graves. La nueva cepa de
coronavirus se llama coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo grave SARS-CoV-2, causando la
enfermedad por coronavirus 19 (COVID-19).
Alrededor del 80% de las personas con COVID-19 se recupera sin necesidad de un tratamiento
especializado. Estas personas pueden experimentar síntomas leves parecidos a los de la gripe. Sin
embargo, 1 de cada 6 personas puede experimentar síntomas graves, como dificultad para respirar.
Se propaga de persona a persona a través de comunidades cercanas; cuando alguien contagiado con
COVID-19 exhala o tose, expulsa pequeñas gotas que contienen el virus. Estas gotas pueden entrar
en la boca o la nariz de alguien sin el virus, causando así una infección.
La forma más común de propagación de esta enfermedad es a través del contacto cercano con
alguien infectado. La enfermedad es más contagiosa cuando los síntomas están en su apogeo. Sin
embargo, es posible que alguien sin síntomas (asintomático) propague el virus. Un nuevo estudio
sugiere que el 10% de las infecciones proviene de personas que no presentan síntomas. Las gotas
que contienen el virus también pueden caer sobre superficies u objetos cercanos. Otras personas
pueden contraer el virus al tocar estas superficies u objetos. La infección puede ocurrir si la persona
se toca la nariz, los ojos o la boca.
Es inevitable mirar a la economía. Los mercados de valores no cesan en su volatilidad tras una caída
abismal; a pesar de las medidas agresivas de intervención de la FED y los bancos centrales.
Las grandes industrias, como las aerolíneas, ya tienen un número flotante de la cantidad de
inversiones que necesitan para evitar un colapso. Mientras tanto, ha surgido otro problema en medio
de la crisis. La pandemia de covid-19 podría afectar en mayor medida a los países frágiles y
extremadamente vulnerables. Venezuela, que se ha convertido en el epicentro de quizás la crisis de
refugiados más grande en la historia, es especialmente vulnerable dada la crisis humanitaria
desencadenada por la incompetencia económica en las últimas dos décadas. Se estima que 5
millones de personas han huido de Venezuela en los últimos años, con más de 2 millones emigrando
a Colombia, en menos de 2 años. Con un sistema de salud débil, existe la necesidad de una
respuesta adecuada de la comunidad internacional. Eso requeriría dejar de lado el conflicto político y
el estancamiento del país.
A medida que se desarrolla la crisis, las condiciones de la economía dependiente del petróleo del país
empeoran con la caída de los precios del mismo, que han alcanzado menos de 25 dólares por barril.
Entre tanto, la respuesta al coronavirus en toda Latinoamérica se hace sentir bajo el método de
ensayo y error, con muy limitados recursos financieros, sanitarios y profesionales. Países
desarrollados como Estados Unidos continúan desbordados por la crisis; gobiernos como el de
España, con una de las mejores redes sanitarias y de salud pública del mundo, igualmente luchan sin
controlar todavía la pandemia, en medio de la adversidad.
Cada país está informando de los casos de COVID-19 verificados en su territorio en base al análisis
genético de muestras en laboratorio. Sin embargo, estas cifras no son necesariamente representativas
de la propagación real de la pandemia porque la cantidad de análisis realizados varía mucho de un
país a otro, según los medios disponibles y las estrategias de contención adoptadas. El 13 de marzo
se confirma la detección de los dos primero casos de coronavirus en Venezuela. El primero se trataba
de una mujer de 41 años que llegó al país después de haber viajado por Italia, Estados Unidos y
España; el segundo fue un hombre de 52 años que regresó después de viajar a España.
En síntesis, una lección de esta crisis es que todo gobierno debe tener o cofinanciar a nivel de
organismo regionales, con la asesoría de la Organización Mundial de Salud y los organismos
multilaterales, unidades especializadas en atender pandemias, que estén siempre estudiando y
preparando escenarios de contención, respuesta y cooperación. Es decir, junto con el cambio
climático, las pandemias afloran como la segunda forma de amenaza existencial a la humanidad en
estos tiempos. Ya es hora de enfocar recursos y esfuerzos de forma sistemática para atender estos
dos problemas que, quizás en su respuesta sistémica, refuercen la transición hacia una sociedad más
saludable, próspera y sustentable.