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Lingüistas y administradores de las políticas

Interculturales del lenguaje: ¿alianza o tutela?


The language researchers and the officials
of the intercultural policies: Alliance or tutelage?
Abstract:

Values of recognition, solidarity, and pluralism impregnate the regulations, and speech of
contemporary intercultural policies everywhere on the planet. Apart from individual
determination of experts and scientific leaders, every time it’s clearer the trend of transforming
ethnolinguistic diversity and intercultural communication’s challenges in public responsibilities of
nation-States; which are not any more reputable and reliable agents of sociocultural change.
Very briefly this study talks about the state of language policy as a linguistics ‘emerging field,
and its intentions to participate in the societies’ multicultural reorganization by means of
scientific debates through academic networks.

Key words:

Intercultural language policy, ethnodiversity, first nations and minorities, sociolinguistic studies

*Por Héctor Muñoz Cruz

Resumen.

Los valores de reconocimiento, solidaridad y pluralismo impregnan las normatividades y los


discursos de las políticas interculturales contemporáneas en todas las latitudes del planeta.
Además de las voluntades individuales de los expertos y líderes científicos, es cada vez más
nítida la tendencia a convertir los retos de la diversidad etnolingüística y de la comunicación
intercultural en responsabilidades públicas de los Estados-nación que intentan lograr
credibilidad como agentes de cambio sociocultural.
En este trabajo, con excesiva brevedad, se comenta la condición de la política del lenguaje
como un campo emergente de la lingüística y sus intentos por participar en la reorganización
multicultural de las sociedades por medio de debates científicos a través de las redes
académicas.

Palabras claves.

Políticas interculturales del lenguaje, etnodiversidad, poblaciones originarias y minoritarias,


estudios sociolingüísticos

Recibido: 10-02-08         Aceptado: 10-04-08

Introducción

La creciente cantidad de declaraciones, instrumentos jurídicos y estándares en relación con


asuntos lingüísticos, educativos y culturales refleja la estructura reticular por la que circulan
concepciones y responsabilidades que las instituciones de políticas culturales adoptan para
apoyar a las poblaciones originarias y comunidades minoritarias y promover la reorganización
multicultural de la sociedad.
La proclamación y transferencia de categorías, prioridades y metodologías de cambio
sociocultural sugieren la existencia de una interacción abierta, inequitativa y vertical entre los
hablantes, las comunidades y las instituciones —una forma de mente global— sobre asuntos
tales como el multilingüismo plural. Nutren esta interacción diversos recursos que dan
visibilidad y legitimidad a las políticas culturales. Entre esos recursos se encuentran los trabajos
científicos, instrumentos normativos (declaraciones, tratados y convenciones) y publicaciones
de orientación (reportes técnicos e indicadores). En todos los casos, se interpreta la diversidad
lingüística, se prevé un equilibrio propositivo en las relaciones interlingüísticas y a la vez se
proporciona a las sociedades un repertorio de contenidos, con el estatus de un consenso
humanitario general.
En este trabajo enfatizo los intentos de interlocución de lingüistas con instituciones de política
del lenguaje, a partir de eventos temporales y autogestivos que llamo ‘discusiones lingüísticas’,
en las cuales se asume como objetivo profesional el esclarecimiento, reconstrucción o crítica
de premisas y de metodologías de cambio subyacentes en documentos de políticas
interculturales.
Un ejemplo muy reciente se dio en la red de la investigación de la Asociación Internacional de
Lingüística Aplicada (AILA) sobre política del lenguaje, a raíz del debate sobre los censos
lingüísticos y sus aplicaciones que originó el texto de David Crystal (2007), “What do we do with
an Internacional Year of Languages?” 1, en el que propone cinco acciones para lograr un
impacto público real, entre las cuales destaca la enorme falta de datos confiables sobre usos
de la lengua. Spolsky (2008) recomendó asumir este tópico como una actividad central en la
red de investigación.
Las informaciones y conocimientos que emanan de este tipo de eventos académicos permiten
imaginar el hiperespacio de acción intercultural y a la vez ofrecen a los hablantes y a la
sociedad un repertorio de contenidos y explicaciones, que constituyen el espacio de aplicación
de la teoría de las políticas del lenguaje y de la sociolingüística. En tales repertorios se incluyen
las incógnitas y los impasses que los conocimientos científicos actuales no resuelven aún.
Sin embargo, con independencia de las propuestas que formulan los científicos, son los
mecanismos gubernamentales o multilaterales los que forjan el perfil ‘globalmente correcto’ de
las políticas. Para ello, los administradores de las políticas establecen los tópicos y los objetivos
que demarcan el espacio gnoseológico en que debieran desplegarse los trabajos científicos. A
partir de las demarcaciones, las instituciones adoptan doctrinas (los censos poblacionales
como fuentes autorizadas, por ejemplo), censuran malas prácticas, escuchan la voz de los
excluidos, proponen estrategias, normatividades y metodologías de cambio deseable mediante
acciones y campañas multilaterales. Pero omiten lo que no se sabe de la diversidad lingüística
y los resultados críticos del trabajo científico. Así procedió UNESCO (2003) en un documento
de orientación, en el que ‘consagra’ los tres objetivos principales de las políticas del lenguaje:
derechos de las minorías y sectores minorizados, reconocimiento de la diversidad lingüística y
promoción del pluralismo en la convivencia social.
De un modo indicativo, resumiré algunos reconocidos debates de la sociolingüística
contemporánea, con el propósito de ponderar si estas plataformas de información y de
conocimientos científicos cuentan en el diseño y ejecución de las diversas políticas
interculturales del lenguaje que circulan en nuestras sociedades.
La discusión de entrada: el futuro de la etnodiversidad
Uno de los mayores impactos que buscan las políticas contemporáneas de lenguaje es mover
la visión de la diversidad lingüística y cultural como problema hacia una valoración como un
potente recurso del desarrollo humano solidario. Por paradójico que parezca, claves del
enfoque propositivo de la diversidad como recurso pueden extraerse de la interpretación de los
cambios principales que ocasionan la pérdida de idiomas y la transición de la diversidad local,
nacional y global hacia parámetros de uniformidad lingüística (Calvet 2004).
En efecto, el análisis de los cambios que experimenta la etnodiversidad permite identificar tres
dimensiones clave: una, funcionalidad marginal y la reproducción desterritorializada de las
lenguas en los escenarios transnacionales actuales; otra, la focalización más intensa de la
reflexividad en torno a modelos lingüísticos y culturales de supervivencia; y una tercera
dimensión es la diversificación y especialización de las capacidades socioculturales de los
sujetos en torno a las necesidades de los proyectos globales (Muñoz 1998).
En 1992, Ken Hale e investigadores de lenguas amenazadas activaron una controversia entre
lingüistas en torno a la naturaleza de la diversidad y su impacto en la pérdida o mantenimiento
de lenguas en situación de alta vulnerabilidad. Hale (1992) planteó que la pérdida de lenguas
es un asunto trascendente, tergiversado por dos concepciones inaceptables. Una es que la
pérdida de diversidad es inevitable —un viejo problema sin solución— y la otra, es que la
pérdida de una lengua no representa algo especial ni para la ciencia ni para la vida intelectual.
Peter Ladefoge (1992) —el otro protagonista de esta polémica— advirtió que la preservación y
mantenimiento de las lenguas es un tópico multifacético sobre el cual pueden adoptarse
estrategias muy diferentes. Uno de los resultados de esta polémica es que las comunidades
son notablemente flexibles en lo que respecta a la preservación de la diversidad, hecho que no
está en correlación estricta con la etnicidad o el idioma.
Por otra parte, ¿Cuántas lenguas se encuentran en estado de muerte? ¿Cuántas, en la
condición de peligro? Crystal (2000) advierte que antes de llegar a una estimación cuantitativa
del problema, es necesario adoptar una visión de perspectiva. El porcentaje de lenguas en
situación de muerte toma sentido sólo si lo relacionamos con el total de lenguas vivas en el
mundo de hoy. ¿Cuántas lenguas hay?

Las estimaciones especializadas desde 1980 plantean una cantidad 6000 y 7000 lenguas, pero
reconocen también que este panorama está cambiando rápidamente. En las últimas décadas,
el rango se habría ampliado de 3000 a 10000. Por tanto, resulta de gran importancia entender
las razones que explican semejante variación.
El 96% de la población mundial habla sólo el 4% de las lenguas. Las 8 lenguas habladas por
más de cien millones de hablantes (mandarín, inglés, bengalí, hindi, español, portugués, ruso y
japonés) involucran a cerca de 2.400 millones de personas. Si extendemos el rango a las 20
lenguas con más hablantes, se abarca 3.200 millones de personas. Esta es una perspectiva
dentro de la cual debe verse el problema de la muerte de lenguas. Un 25% de las lenguas del
mundo son habladas por menos de 1000 hablantes y al menos la mitad de las lenguas por
menos de 10000 hablantes (Crystal, Op.cit.: 15). La gran mayoría de las lenguas del mundo
pueden considerarse, en ese sentido, lenguas minoritarias.
Uno de los aspectos fundamentales para erigir políticas de lenguaje en los contextos históricos
de desigualdad y hegemonía en que se inserta la diversidad lingüística es la vulnerabilidad o
riesgo de pérdida, desplazamiento o muerte de las lenguas minorizadas y minoritarias
(language endangerment). Mufwene (2002) propone que la perspectiva de la vitalidad
lingüística constituye un enfoque teórico más provechoso para discutir el tema de las
desigualdades, porque pone particular atención a aquellos factores que benefician a lenguas
determinadas en perjuicio de otras, los cuales casi siempre se relacionan con los cambios de
las condiciones socioeconómicas que impulsan a los hablantes a responder adaptativamente a
la sobrevivencia.
En suma, la vulnerabilidad de las lenguas es un asunto mucho más complejo que lo que
sugiere la literatura especializada y las propias concepciones de los hablantes. Más bien
parece un fenómeno concomitante a la diferenciación de las lenguas. Si los lingüistas se
involucran con la diversidad lingüística como si fuera una dimensión constitutiva de la
biodiversidad que siempre debe mantenerse, ignoran las implicaciones morales de esta
situación, advierten Nettle & Romaine (2000, Apud Mufwene 2002).
Sustitución y minorización de las comunidades lingüísticas originarias
El carácter excluyente de la identidad nacional, que es propio de la ideología nacionalista de los
Estados latinoamericanos propicia la minorización de las lenguas indígenas frente al español
como lengua mayoritaria. La acelerada disminución de la proporción de hablantes monolingües
de lenguas originarias refleja esa tendencia. Esta dinámica —conocida como desplazamiento
lingüístico— es experimentada por la gran mayoría de las lenguas minoritarias del planeta.
Uno de los temas más álgidos y controvertidos del presente histórico, se refiere a la ausencia
de fuentes alternativas (no oficiales) sobre la historia real del continente.
[…] resulta necesario explicar que la historia de América Latina, antes de 1492, se encontraba
configurada y en desarrollo por diversas culturas y civilizaciones […] Pero además el continente
se encontraba habitado por cientos de pueblos portadores de extraordinarias culturas en Norte
América, Antillas Mayores y Menores América del Sur y su selva Amazónica, el esplendor
multicultural hacían del continente un paraíso de relaciones al decir de muchos historiadores.
[…] (Barreno 2004: 5-6).
La población indoamericana, a partir del colonialismo español y portugués en el siglo XV, fue
puesta en un estado de exterminio que la redujo en 50 años de conquista a una dimensión
minoritaria y vulnerable, de la cual no se ha recuperado, razón por la cual es motivo de
protección e involucramiento por parte del Estado-Nación. Aunque no hay una cifra oficial se
estima que solo en 50 años de colonización la población Indígena fue diezmada de 30 millones
de habitantes a tan solo 5 millones (Barreno 2004).
Según el Instituto Interamericano Indigenista (1993), en cinco países de la región (Perú,
México, Guatemala, Bolivia y Ecuador) habita el 88.2% de la población indoamericana, lo que
produce una distribución demográfica muy contrastante. CEPAL (2007) —la fuente más
reciente al respecto— diseña una corta serie histórica al respecto, a partir de información
disponible en censos de población.

Resulta sumamente visible la disparidad entre países donde los indígenas alcanzan
proporciones cercanas a la mitad de la población nacional (Bolivia, Guatemala y Perú) y
aquellos que registran proporciones muy bajas (Brasil, Argentina y Costa Rica)2.
Este proceso de minorización lingüística ha producido una suerte de invisibilidad de las lenguas
que coexisten en los países latinoamericanos. De tal manera que la riqueza idiomática —
además del potencial educativo y cultural que implica— no forma parte del conocimiento que
los ciudadanos latinoamericanos tienen de sus respectivas sociedades. Al contrario, existe una
actitud indiferente hacia la diversidad en general y hacia las lenguas indígenas en particular –y
en muchos casos negativa— en el conjunto de la sociedad.
La pérdida de lenguas es uno de los resultados de la competencia y selección entre lenguas
que se comparten en un mismo país. La competencia y selección entre lenguas indígenas y no
indígenas tiene un impacto equivalente a los cambios estructurales que ocurren por la misma
evolución de la lengua (Mufwene, Op.cit.). Al igual que los rasgos estructurales, lenguas y
dialectos pueden amenazar a pares sólo si compiten por la misma función. Las lenguas y
dialectos que poseen funciones sociales y comunicativas separadas pueden coexistir en una
relativa estabilidad, como sucedió con las lenguas europeas y las lenguas indígenas en los
orígenes del proceso de explotación colonial. En general, esto sucede cuando una lengua es
adoptada como vernacular y llega a amenazar los idiomas vernáculos previos de los hablantes.
Las lenguas europeas se convirtieron en amenaza para las lenguas indígenas al comienzo de
la organización colonial porque experimentaron un proceso de vernacularización, llegaron a
configurarse como lenguas maternas concomitantes, aunque con formas reestructuradas.
El futuro de las lenguas en el siglo XXI depende de cómo las poblaciones etnolingüísticas
tengan acceso al desarrollo socioeconómico en un rango de tiempo no muy largo. Al parecer,
en algunas partes del planeta, la globalización avanza sobre las lenguas indígenas sin
enfrentar mayores obstáculos, en comunidades que no participan en la economía (Mufwene,
Op.cit).

Derechos lingüísticos y derechos indígenas

Durante las dos últimas décadas, la cuestión de los derechos de las minorías se ha convertido
en un tópico principal de interés global, debido a la proliferación de violentos conflictos
nacionales, desplazamiento de poblaciones masivas y crisis económica y social. Muchos de
estos conflictos tienen raíces profundamente arraigadas en prejuicios y discriminación de las
minorías. Por esta razón, muchas afirmaciones de identidad se expresan en demandas de
autodeterminación. La negación de esas demandas y la ausencia de mecanismos para
enfrentarlas a menudo resultan en conflictos violentos e incluso en guerra civil (Levin 2004) 3.
No han sido exitosas hasta ahora las políticas de lenguaje sustentadas en los enfoques de
derechos humanos y del reconocimiento de la diferencialidad de las minorías, ha sostenido
Woehrling (2005). Es observable que las sociedades multilingües y multiculturales actuales
experimentan manifiestos problemas de falta de integración y cohesión de las culturas
minoritarias y a la vez de arraigadas prácticas de discriminación hacia ciertas lenguas y
culturas. Pero las instituciones del Estado, a pesar de la baja credibilidad como agentes de
cambio, ejercen la tutela sobre las acciones de cambio sociocultural y sociolingüístico. Al
parecer, los derechos individuales no constituyen una base suficiente para garantizar el respeto
a las diferencias lingüísticas y comunicativas.
El tema de las minorías ha permanecido en la agenda internacional desde 1945, siempre en
estrecha conexión con los derechos humanos y el establecimiento de la paz. Fue una de las
razones por las cuales se estableció en 1947 la Sub-Comisión sobre Prevención,
Discriminación y Protección de las minorías de las Naciones Unidas 4. El primer sistema de
protección de los derechos de las minorías se acordó en la Liga de las Naciones al final de la
Primera Guerra Mundial. Este sistema se estableció para proteger y facilitar a los nacionales
pertenecientes a minorías raciales, religiosas y lingüísticas que vivían dentro de los nuevos y
ampliados Estados emergentes, los cuales a su vez resultaron del rediseño de las fronteras
causado por la desintegración de los tres imperios multinacionales dominantes en esa época:
Austria-Hungría, Prusia y el Imperio Otomano (Pentassuglia 2004). Desde entonces —y en
forma paulatina— la concepción de garantías especiales de proyección a las minorías
evolucionó hacia la doctrina de los derechos humanos básicos para todos.
¿Será posible la refundación constitucional y social de los Estados latinoamericanos a casi 200
años de su construcción como Estados-Nación? La respuesta no es simple, pero puede
encontrar su sentido potencial en torno a los derechos indígenas. Según Barié (2000), en
América Latina, la inclusión del orden legal indígena en el derecho positivo no se produjo desde
una posición de igualdad y reconocimiento mutuo, sino desde la subordinación. Sólo en fechas
recientes algunas Constituciones (Guatemala, Ecuador y Paraguay) asumen retroactivamente
la preexistencia de las sociedades indias respecto del Estado moderno y buscan rescatar las
normas y costumbres indígenas. Con todo, después de medio milenio de imposición jurídica, la
realización plena de un pluralismo legal en América continúa siendo una utopía.

En suma, desde mediados de los ochentas los indígenas han reconquistado enormes espacios
en la configuración fundamental de los Estados latinoamericanos. Esta inclusión ha comenzado
a difundirse a pasos acelerados. La dinámica hacia el ensanchamiento de las garantías
indigenistas —apoyada por cuantos grupos étnicos de presión y una amplia praxis
constitucional en países como Colombia, Brasil y Nicaragua— difícilmente se podrá detener a
largo plazo.
Estrategias de pluralismo y equidad sobre el multilingüismo
El pluralismo supone el establecimiento de una regulación explícita del uso de las diversas
lenguas, donde el Estado asume como propia la responsabilidad de normar y supervisar el
ejercicio de las prácticas sociales comunicativas en la esfera pública. Más allá de solamente
tolerar el uso de lenguas diversas en ámbitos privados, como rasgos distintivos de grupos
culturalmente diferenciados, o de asumir su preservación como parte del patrimonio cultural de
la nación, el pluralismo requiere situar a las diversas lenguas como lenguas nacionales para
hacer compatible el reconocimiento de la diversidad lingüística y cultural con el ejercicio de los
derechos ciudadanos.
Desde esta perspectiva, el reconocimiento y fortalecimiento de la diversidad lingüística significa
encontrar las vías para contrarrestar la asimetría lingüística entre lenguas minoritarias y
mayoritarias, ampliando la funcionalidad de las múltiples lenguas en el espacio público,
materializando así la posibilidad de interactuar en, y por medio de, ellas en contextos
diversificados y de hacerlas asequibles en nuevos dominios.
El reconocimiento de México como nación plural —aunado a las crecientes demandas de los
pueblos indígenas— exige avanzar hacia la construcción de una sociedad en la que la
diversidad lingüística y cultural sea una experiencia cotidiana. Ello hace prever grandes
transformaciones en la vida pública, en particular, una creciente demanda de servicios
lingüísticos propios de una sociedad plural a los que habrán de responder las dependencias
públicas, desde sus respectivos ámbitos y facultades.
Un primer paso ya ha sido dado en México con el reconocimiento del estatuto nacional de las
lenguas indígenas en la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas de
2003. Ahora resta hacer compatible en la práctica los derechos lingüísticos con los derechos
ciudadanos. Es aquí donde las políticas institucionales pueden, y deben, contribuir a hacer
realidad la voluntad política expresada en las leyes.
El multidireccional fenómeno migratorio internacional
Por lo que respecta a las discusiones de diversidad y comunicación intercultural, podría
afirmarse que uno de los más visibles costos de las corrientes migratorias se produce en las
situaciones multilingües. Además de los aspectos éticos, laborales y educacionales, la
migración constituye un espacio donde se pone en riesgo la conservación de las lenguas y
otros rasgos culturales. Según Glazer (1993), en los EE.UU. los inmigrantes necesitan
preservar sus jerarquías en el país de origen. La lengua y la religión parecen ser los principales
recursos para representar su pertenencia a la comunidad de origen. Pero al mismo tiempo, los
migrantes necesitan integrarse a la vida cotidiana y configurar su espacio en la sociedad
estadounidense.
Otro de los impactos socioculturales de la migración internacional es el acelerado abandono de
componentes clave de las culturas e idiomas de los inmigrantes por parte de los niños y
jóvenes, hijos de migrantes y también por los propios inmigrantes. Estos cambios
socioculturales y sociolingüísticos se producen rápidamente aun en los países abiertos a la
inmigración y en contextos donde no disgusta que se conserven las culturas de los inmigrantes.
Para las políticas culturales y lingüísticas, constituye una cuestión principal la identificación de
las razones de estos cambios socioculturales.
Las negociaciones migratorias en América y África —por otra parte— han involucrado
discusiones trascendentes sobre ciertas categorías jurídicas y políticas de las sociedades
contemporáneas. Por ejemplo, han acentuado los debates sobre los derechos humanos, cuya
concepción ha experimentado una rápida y dinámica evolución. Al respecto, Bustamante
Fernández (2003) sugiere que la relativización también debiera ocurrir en la noción de
soberanía, que se basa en el derecho de control de las fronteras y en la facultad de determinar
y aplicar políticas nacionales de inmigración. En este corrimiento del significado de soberanía
tiene importancia la evolución jurídica de los derechos humanos.
Un hecho que sorprende y cautiva de inmediato la imaginación es el enorme volumen y tasa de
crecimiento de las remesas familiares de los emigrantes. Se estima que en los próximos diez
años la región reciba unos 300.000 millones de dólares en remesas de emigrantes, cuyo 80%
aproximadamente se concentrará en México, Centroamérica y el Caribe. Este enorme flujo de
recursos no sólo puede explicar el equilibrio en la balanza de pagos, sino también y sobre todo
la relativa tranquilidad social que prevalece en México, no obstante el notable desequilibrio en
el ingreso (López Espinoza 2003).
La transferencia de remesas por parte de la población indígena mexicana refleja también el
aumento de la capacidad financiera y política, hecho que explica la vigorosa presencia de las
organizaciones de migrantes indígenas y su creciente empoderamiento en los niveles
municipales, estatales y federal de la sociedad mexicana.
El empoderamiento financiero de los migrantes indígenas es sólo una arista de esta situación.
La poca información confiable y disponible no permite ponderar los impactos de esta nueva
fuente de ingresos en la vida, la cultura, los recursos comunicativos y lingüísticos del creciente
número de estos migrantes. ¿Qué sucede con los derechos y recursos comunicativos,
lingüísticos y educativos de los migrantes indígenas? ¿Se integran finalmente? Estas
cuestiones exigen una perspectiva multicultural e intergeneracional para ponderar diversas
dimensiones tales como el aprendizaje y uso del idioma en la sociedad receptora, la movilidad
social, la integración residencial, las relaciones interétnicas y la pertenencia cultural.
Desarrollo educativo cultural y lingüísticamente pertinente Las transformaciones educativas
siempre tienen un referente sociohistórico que puede impulsarlas o bloquearlas. La situación de
la formación de alumnos y profesores indígenas latinoamericanos en el marco de la
multiculturalidad contemporánea no es la excepción. El debate sobre la educación sensitiva a la
diversidad cultural y lingüística de las poblaciones discriminadas gira en torno al derecho y al
reconocimiento dentro del todo nacional, reivindicaciones que no han sido satisfechas en
plenitud y, por ende, se encuen- tran bloqueadas. Se impone un gran cambio ético, filosófico y
programático en todo el continente, como lo sugiere el informe Nuestra diversidad creativa
(UNESCO 1997).
En el contexto de políticas de aumento del acceso a la educación y de modernización del
proceso escolar se difunde un discurso de éxito absoluto sobre la incipiente y subordinada
educación escolar indígena en México y otros países latinoamericanos. El recurso metafórico
de doctrinas sucesivas de bilingüismo escolar ha servido para forjar la ilusión de que han sido
superados los antiguos enfoques y las prácticas de alfabetización y de enseñanza bilingüe de
transición.
El caso de la llamada ‘Educación intercultural bilingüe’, que se ha convertido en la doctrina
educativa más generalizada en nuestro continente, es un buen ejemplo de la necesidad de
disponer de tecnicismos estables y claros. Al comienzo, esta educación abarcaba tres
significados: política lingüística, metodología de enseñanza y enfoque pedagógico a partir de la
lengua indígena. Las expectativas —tan grandes como la ambigüedad del concepto— han
obligado a un “corrimiento” del significado hacia la creación de nuevas instituciones y
materiales, que se harán cargo de producir resultados en los tres sentidos mencionados. En la
práctica, se trata de una suerte de refundación de este campo institucional. Casi 30 años ha
tardado el esfuerzo y aún se encuentra en la fase de instalación.
En términos sociopolíticos, el arraigo y legitimidad de la educación bilingüe indígena depende
crucialmente del mecanismo social que se utilice para resolver la actual incompatibilidad entre
la política institucional de seguir modelos neoliberales de capital humano en la educación y los
proyectos étnicos que enarbolan modelos críticos de resistencia. En todo el continente puede
observarse esta contradicción que detiene y desvirtúa el desarrollo educativo en las regiones
interculturales. La autonomía y el control autogestionario de la educación son dos componentes
en los modelos críticos de resistencia que plantean organizaciones indígenas.
Muy diferente es el panorama de la Unión Europea, puesto que se parte de una estrategia
global sobre el multilingüismo en las naciones de la comunidad europea. En efecto, el
multilingüismo forma parte de la política, la legislación y la práctica comunitarias. En un
comienzo este fenómeno fue asociado exclusivamente con el régimen lingüístico establecido
por las instituciones europeas. En abril de 1958, se estableció la igualdad de las lenguas
oficiales de los Estados miembros y su reconocimiento como lenguas oficiales y de trabajo de
las instituciones europeas (High Level Group on Multilingualism (2007).
Después del Tratado de Maastricht de 1992 la promoción de la enseñanza de idiomas y del
multilingüismo individual se convirtió en una piedra angular de la política educativa de la Unión
Europea. Pero lo que define a la política educativa de la presente década es su orientación
hacia la inclusión lingüística, que intenta fomentar el aprendizaje de todas las lenguas: también
las regionales o minoritarias, las de los inmigrantes y las principales lenguas internacionales.
Las notables diferencias temáticas como estratégicas del debate sobre el multiculturalismo y la
educación etnolingüística en las regiones del planeta revela —por una parte— la disparidad de
avances en los conocimientos de estos fenómenos contemporáneos y —por otra— la
jerarquización diferenciada de los aspectos relativamente nuevos del desafío multicultural y
multilingüe, tales como los modelos cambiantes de multilingüismo entre niños y jóvenes a
consecuencia de la movilidad transnacional y de la inmigración; el potencial de las tecnologías
lingüísticas para los usuarios no especializados de otras lenguas; las oportunidades y
limitaciones del uso del inglés como lingua franca; la diversidad lingüística y su impacto en la
producción, la transferencia y la aplicación de conocimientos; la importancia de la competencia
multilingüe para encontrar empleo y para la movilidad de los trabajadores; las nuevas
necesidades de mediación lingüística; los factores de éxito de la enseñanza de lenguas al
margen del sistema educativo oficial; la enseñanza de lenguas en edades más avanzadas y el
multilingüismo como medio para la integración completa.

Conclusiones
Uno de los resultados importantes que proviene de los debates académicos sobre la diversidad
lingüística contemporánea es que las representaciones sociolingüísticas manifestadas por los
organismos multilaterales rebasan los objetivos de protección y reconocimiento que
caracterizaron a la Declaración de Derechos Humanos, de mediados del siglo XX. Si nos
atenemos a los discursos, las instituciones de las políticas de lenguas y culturas se proponen ir
más allá de la documentación descriptiva de las lenguas vulnerables y del multiculturalismo y
difunden repertorios de temas y métodos institucionales para orientar, normar y desarrollar
capacidades en los agentes de las políticas, a fin de intervenir en las tendencias de los
fenómenos lingüísticos y comunicativos.
Los debates globales sobre el multilingüismo contemporáneo promueven compromisos de
carácter vinculante. Impulsan una perspectiva pluralista de inclusión en el diseño y ejecución de
políticas de derechos lingüísticos y culturales, lo que implicaría profundos cambios en las
nociones de soberanía, derechos colectivos y territorialidad, además de estrategias de
reorganización multicultural de las sociedades.
Las políticas del lenguaje actuales proponen la introducción y el arraigo del sentido pluralista,
reivindicador y democrático en las relaciones socioculturales mediante métodos de
participación y control comunitario de los recursos culturales y lingüísticos. Pero cabe
reconocer que la transición ideológica de los sectores sociales hacia las nuevas normas legales
requiere de una suerte de asesoría permanente, costosa y sincera de los expertos e
instituciones.
Los trabajos científicos sobre política del lenguaje constituyen una oportunidad de aprendizajes
aplicables tanto al diseño y ejecución de las políticas como a la preparación de investigadores,
hablantes y funcionarios. Sin embargo, dado que los investigaciones operan con la percepción
de que los resultados de los estudios tienen un carácter objetivo y dado también que los
funcionarios operan con la lógica de la legitimidad, la conexión errática de las
conceptualizaciones técnicas con las representaciones institucionales pone en duda la eficacia
de las políticas públicas porque omiten las raíces sociales de los significados y las conductas
de los sujetos hablantes. De acuerdo con esta situación, la objetividad y la legitimidad
institucional son los factores que hacen la diferencia entre las acciones válidas y las estrategias
y normas sociales que siguen los hablantes. Por tanto, todavía no puede instalarse dentro del
dispositivo intelectual e institucional de las políticas interculturales del lenguaje el territorio
diferenciado de la interioridad y de la subjetividad.

NOTAS Y REFERENCIAS

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2. En el mismo sentido apunta CEPAL (2007) que la densidad demográfica de los pueblos
andinos de Perú y Bolivia supera el millón y medio de hablantes aproximadamente, mientras
que muchos otros casos que no superan las 200 personas. Barreno (2004) estima que la
población total de indígenas en latinoamericana es de 29 millones 217 mil 175 personas, bajo
un proviso-rio cálculo de 671 pueblos indoamericanos.
3. El principal instrumento para proteger los derechos de los pueblos tribales e indígenas es la
Convención 169 de la Organi-zación Internacional del Trabajo (OIT), adoptada en junio de 1989
y puesta en operación en septiembre de 1991. Esta conven-ción afirma ningún Estado ni grupo
social tiene el derecho de negar la identidad de los pueblos indígenas y asigna respon-
sabilidades a los Estados para asegurar, con su participación, sus derechos e integridad.
4. Ahora llamada Subcomisión sobre Promoción y Protección de los derechos humanos de las
Naciones Unidas.
BIBLIOGRAFIA CONSULTADA

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 * Héctor Muñoz Cruz, Doctor en Lingüística Hispánica del Colegio de


México. Académico investigador de la Universidad Autónoma
Metropolitana- Iztapalapa, Av. Rafael Atlixco 186, Colonia Vicentina,
CP 09340, México DF. Contacto: Tel 52-55-58044780 hector-
munoz@yahoo.com

 
 
 
 

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