Está en la página 1de 19
treduccién de vuuases curhard HISTORIA DE LA SEXUALIDAD. 1 LA VOLUNTAD DE SABER por MICHEL FOUCAULT hy que | j | | | V. DERECHO DE MUERTE Y PODER SOBRE LA VIDA Durante mucho tiempo, uno de los privilegios ‘aracteristicos del poder soberano fue el derecho de vida y muerte. Sin duda derivaba formal- mente de la vieja patria potestas que daba al pa- dre de familia romano el derecho de “disponer” de la vida de sus hijos como de la de sus escla- vos; la habla “dado”, podia quitarla, El derecho de vida y muerte tal como se formula en los teé- rricos clisicos ya es una forma considerablemente atenuada. Desde el soberano hasta sus subditos, ya no se concibe que tal privilegio se ejerza en lo absoluto ¢ incondicionalmente, sino en los tinicos ‘aasos en que el soberano se encuentra expuesto ‘en su existencia misma: una especie de derecho de réplica, 2Esti amenazado por sus enemigos exte- riores, que quieren derribarlo o discutir sus dere- chos? Puede entonces hacer la guerra legitimamen- te y pedir a sus sibditos que tomen parte en la defensa del Estado; sin “proponerse directamente su muerte”, es licito para él “exponer sus vidas’ ‘en este sentido ejerce sobre ellos un derecho “in- directo” de vida y muerte.* Pero si es uno de sus stibditos el que se levanta contra él, entonces el soberano puede ejercer sobre su vida un poder di- recto: a titulo de castigo, Io matars. Asi entendido, 1 derecho de vida y muerte ya no es un privilegio absoluto: esti condicionado por la defensa del so- berano y su propia supervivencia. gHay que con- siderarlo, como Hobbes, una trasposicién al prin- +, Pofendort, Le droit de la nature (ud. rane. de 173), pus 158) 164 DERECHO DE MUERTE Y PODER SOWRE LA VIDA cipe del derecho de cada cual a defender su vida al precio de la muerte de otros? 20 hay que ver ahi un derecho especifico que aparece con la for- ‘maciin de ese nuevo ser juridico: el soberano? * De todos modos, el derecho de vida y muerte, tanto en esa forma moderna, relativa y limitada, ‘como en su antigua forma absoluta, es un derecho disimétrico. El soberano no ejerce su derecho so- bore la vida sino poniendo en accién su derecho de matar, 0 reteniéndolo: no indica su poder sobre la vida sino en virtud de la muerte que puede cexigir. El derecho que se formula como "de vida y muerte” es en realidad el derecho de hacer mo- tir o de dejar vivir. Después de todo, era simbo Tizado. por Ia expada, Y quizd haya que referit ‘est forma juridica a un tipo histérico de sociedad fen donde el poder se ejercia esencialmente como nstancia de deduccién, mecanismo de sustrac cidn, derecho de apropiarse de una parte de las iquesas, extorsién de productos, de bienes, de servicios, de trabajo y de sangre, impuesto a Tos subditos. EI poder era ante todo derecho de cap: tacién: de las cosis, del tiempo, los cuerpos y znalmente la vida; culminaba en el privilegio de fapoderarse de ésta para suprimitls, ‘Ahora bien, el Occidente conocis desde Ia edad isica una profundisima trasformacién de esos ‘mecanismos de poder. Las “deducciones” ya no son la forma mayor, sino s6lo una piez ‘entre “ome an cope camp pute fener aide ‘inne ‘ln prticalres eyo jeri lo oreponde Tor conduar™ Pulenr, felt pts DERECHO DE MUERTE Y PODER SOBRE LA VIDA 165 otras que poseen funciones de incitacién, de re. forzamiento, de control, de vigilancia, de aumento Y organizacién de las fuerzas que somete: un poder Gestinado a producir fuerzas, a hacerlas erecer y fordenarlas mas que a obstaculizarlas, doblegarlas 0 estruirlas. A. partir de entonces el derecho de muerte tendié a desplazarse o al menos a apoyarse en las exigencias de un poder que administra la Vida, y a conformarse a lo que reclaman dichas cexigencias, Esa muerte, que se fundaba en el de recho del soberano a defenderse 0 4 exigir ser defendido, aparecié como el simple envés del de- echo que posee el cuerpo social de asegurar st Vida, mantenerlay desrrollarla, Sin embargo, nunca las guerras fueron tan sangrientas como 4 partir del Siglo xix ¢, incluso salvando las distan as, nunca hasta entonces los regimenes habian practicado sobre sus. propias poblaciones_holo ‘Caustos semejantes. Pero ese formidable poder de muerte —y esto quird sea lo que le da una parte de su fuerza y del cinismo con que ba levado tan lejos sus propios limites parece ahora como el complemento de un poder que se ejerce positiva ‘mente sobre la vida, que procura administrara, aumentarla, multiplicari, ejercer sobre ella con. troles precisos y regulaciones generales. Las gue ‘ras ya'no se hacen en nombre del soberano al aque hay que defender; se hacen en nombre de Ia fxistencia de todos; se educa a poblaciones enteras para que se maten mutuamente en nombre de hecesidad que tienen de vivir. Las matanzas han Tegado a ser vitales, Fue en tanto que gerentes de In vida y la supervivencia, de los cuerpos y ‘raza, como tantos regimenes pudieron hacer tan tas guerras, haciendo matar a tantos hombres. Y 166 DERECHO DE MUERTE Y PODER SOBRE LA VIDA. or un giro que permite cerrar el circulo, mientras més ha Tlevado a las guerras a la destruccién ex- haustiva su tecnologia, tanto mis, en efecto, la decisién que las abre y la que viene a concluitlas responden a la cuestién desnuda de la superviven- ia. Hoy la situacién atémica se encuentra en la desembocadura de ese proceso: el poder de expo- nner a una poblacién a una muerte general es el ‘envés del poder de garantizar a otra su existencia, EI principio de poder matar para poder vivir, que sostenia la tictica de los combates, se ha vuelto principio de estrategia entre Estados; pero la exis- tencia de marras ya no es aquella, juridica, de la soberanfa, sino la puramente biolégica de una poblacién. Si el genocidio es por cierto el suefio de los poderes modernos, ello no se debe a un retorno, hoy, del viejo derecho de matar; se debe a que el poder reside y ejerce en el nivel de Ia vida, de la especie, de la raza y de los fenémenos ‘masivos de poblac En otto nivel, yo habria podido tomar el ejem- plo de la pena de muerte. Junto con la guerra, fue ‘mucho tiempo la otra forina del derecho de espa. da; constituia la respuesta del soberano a quien atacaba su voluntad, su ley, su persona. Los que mueren en el cadalso escascan cada ver més, a la inversa de los que mueren en las guerras, Pero es por las mismas razones por lo que éstos son mis rumerosos y aquéllos mis escasos. Desde que el poder asumié como funcién administrar la vida, no fue el nacimiento de sentimientos humanita ios lo que hizo cada ver mds dificil la aplicacién de la pena de muerte, sino la razén de ser del poder y la logica de su ejercicio. ¢Cémo puede un poder ejercer en el acto de matar sus mis altas, DERECHO DE MUERTE Y PODER SOBRE LA VIDA 167 prerrogativas, si su papel mayor es asegurar, re- forza, sostener, multiplicar la vida y ponerla en orden? Para semejante poder la ejecucién capital esa la ver el limite, el escindalo y la contra cidn. De abt el hecho de que no se pudo man- tenerla sino invocando menos 1a enormidad del crimen que la monstruosidad del criminal, su in- corregibilidad, y la salvaguarda de la sociedad. Se mata legitimamente a quienes significan para los emis una especie de peligro biolégico. Podria decirse que el viejo derecho de hacer morir o dejar vivir fue remplazado por el poder dle hacer vivir 0 de rechazar hacia la muerte. Qui- 2. se explique asi esa descalificacién de la muerte sefialada por la reciente caida en desuso de los rituales que la acompafiaban. El cuidado puesto fen esquivar Ia muerte std ligado menos a una ‘nueva angustia que la tornaria insoportable para nuestras sociedad, que al hecho de que los pro- ‘edimientos de poder no han dejado de apartarse de ella. En el paso de un mundo a otro, la muerte cra el relevo de una soberania terrestre por otra, singularmente mis poderosa; el fasto que la ro: deaba era signo del cardcter politico de la cere: monia. Ahora es en la vida y a lo largo de su desarrollo donde el poder establece su fuerza; la muerte es su limite, el momento que no puede apresar; se torna el punto mds secreto de la exis tencia, el més “privado”. No hay que asombrarse si el suicidio —antafio un crimen, puesto que era una manera de usurpar el derecho de muerte que sélo el soberano, el de aqui abajo o el del mas alld, podia ejercer—Ilegé a ser durante el siglo x1X tuna de las primeras conductas que entraron en’ el campo del anilisis sociolégico; hacia aparecer en 168 beReCHO DE MUERTE ¥ PODER SOBRE LA VIDA las fronteras y los intesticios del poder que se ejerce sobre la vida, el derecho individual y pri- vado de morir. Esa obstinacin en morir, tan ex- trafia y sin embargo tan regular, tan constante en sus manifestaciones, por lo mismo tan poco explicable por particularidades 0 accidentes indi viduales, fue una de las primeras perplejidades de una sociedad en la cual el poder politico aca- baba de proponerse como tarea Ia administracién de la vida. Concretamente, ese poder sobre la vida se des- arrollé desde el siglo xvit en dos formas principa- Tes; no son antitéticas; més bien constituyen dos polos de desarrollo enlazados por todo un haz in- termedio de relaciones. Uno de los polos, al-pa-~ recer el primero en formarse, fue centrado en el ‘cuerpo como miquina: su educacién, el aumento de sus aptitudes, el arrancamiento de sus fuerzs, el crecimiento paralelo de su utilidad y su doci. lidad, su integracién en sistemas de control efica ces y econdmicos, todo ello quedé asegurido por procedimientos de poder caracteristcos de las dis iplinas: anatomopoiitica del cuerpo humano. El segundo, formado algo més tarde, hacia mediados el siglo xvi, fue centrado en el cwerpo-espece, en el cuerpo transido por la mecénica de lo vivien: te y que sive de soporte a los procesos biologics: 1a prolieracidn, los nacimientos yla mortalidad, el nivel de salud, 1a duracién de Ia vida y la longe- Yidad, con todas las condiciones que pueden ha- cerlos variar; todos esos problemas los toma su cargo una serie de intervenciones y controles re guladores: una biopolitica de le poblacién. Las disciplinas del cuerpo y las regilaciones de Ta po- blacién constituyen los dos polos alrededor de los DERECHO DE MUERTE Y PODER SOBRE LA viDA 169 ‘cuales se desarrollé la organizacién del poder so- bre la vida, El establecimiento, durante la edad clisica, de esa gran tecnologia de doble faz —ana- tomica y biolégica, individualizante y especifican- te, vuelta hacia las realizaciones del cuerpo y atenta a los procesos de Ia vida— caracteriza un poder cuya mds alta funcién no es ya matar sino invadir la vida enteramente. La vieja potencia de la muerte, en la cual se simbolizaba el poder soberano, se halla ahora cui dadosamente recubierta por Ia administracién de los cuerpos y la gestién calculadora de Ia vida. Desarrollo répido durante la edad clisica de diver- sas disciplinas —escuelas, colegios, cuarteles, talle- res; aparicién también, en el campo de las pric- ticas politicas y las observaciones econémicas, de los problemas de natalidad, longevidad, salud pit- blica, vivienda, migracién; explosion, pues, de técnicas diversas y numerosas para obtener la su- jecién de los cuerpos y el control de las pobla- ‘iones, Se inicia asi la era de un “‘bio-poder”. Las dos direcciones en las cuales se desarrolla todavia aparecian netamente separadas en el siglo Xvit. En la vertiente de la disciplina figuraban institu ciones como el ejército y la escuela; reflexions sobre la tictica, el aprendizaje, la educacién, el or- den de las sociedades; van desde los andlisis pro- piamente militares del mariscal de Saxe hasta los suefios politicos de Guibert o de Servan. En la vertiente de las regulaciones de poblacién, figura la demografia, Ia estimacién de la relacién entre recursos y habitantes, los cuadros de las riquezas y_su circulacién, de las vidas y su probable dura- in: los trabajos de Quesnay, Moheau, Siissmilch. La filosofia de los “idedlogos” —como teorfa de la 170 denscuo DE MUERTE. Y PODER SOBRE LA VIDA idea, del signo, de ta génesis individual de las sen saciones, pero también de la composicién social de los intereses, la Ideologia como doctrina del aprendizaje, pero también del contrato y la for- ‘macién regulada del cuerpo social—constituye sin duda el discurso abstracto en el que se bused coordinar ambas téenicas de poder para construit su teoria general, En realidad, su articulacién no se realizard en el nivel de un discurso especu- Iativo sino en Ia forma de arreglos concretos que constituirdn la gran tecnologia del poder en el ellos, y de los més importantes. Exe bio-poder fue, a no dudarlo, un elemento indispensable en el desarrollo del eapitalismo; ste no puido afirmarse sino al precio de la insercién controlada de los cuerpot en el aparato de pro- uccién y mediante un ajuste de los fenémenos de poblacién a los procesos ecosiimicos. Pero exigié ms; necesité el crecimiento de unos y otros, reforzamiento al mismo tiempo que st utilimbi- lidad y docilidad; requirié métodos de poder cx paces de aumentar las fuerzas, las aptitudes y Ia Vida en general, sin por ello tornarlas mds difcies de dominar; si el desirrollo de los grandes apa- ratos de Estado, como instiuciones de poder, 28¢- guraron_ el mantenimiento de las relaciones de produccién, los rudimentos de anatomo y biopo- Iitica, inventados en el siglo xvi como téenicas de poder presentes en todos los niveles del cuerpo social y utilizdas por instituciones muy diversas (la familia, el ejército, la escuela, la policia, la ‘medicina individual o la administacién de colee tividades), actuaron en el terreno de los procesos ‘econémicos, de su desarrollo, de las fuerzas invor DERECHO DE MUERTE Y PODER SomRE LA VIDA ITI Jucradas en ellos y que los sostienen; operaron también como factores de segregacién y jerarqui- zacién sociales, incidiendo en las fuerzas respec: tivas de unos y otros, garantizando relaciones de dominacién y efecios de hegemonia; el ajuste en- tre la acumulaci6n de los hombres y la del capital, In articulacién entre el crecimiento de los grupos ‘humanos y la expansién de las fuerzas productivas yy la reparticién diferencial de la ganancia, en par te fueron posibles gracias al ejerccio del bio‘po- der en sus formas y procedimientos miltples. La invasién del cuerpo Viviente, su valoriacién y Ia gestin distributiva de sus fuerzas fueron en ese momento indispensables. Es sabido que muchas veces se planted el. pro- blema del papel que pudo tener, en la pri ‘ma formacién del capitalismo, una moral asetia pero lo que sucedié en el siglo xv en ciertos paises occidentales y que fue ligado por el desarro- Ito del capitaismo, fue otro fendmeno y quik de mayor amplitud que esa nueva moral que parecia dlesclificar el cuerpo: fue nada menos que la en- trada de Ia vida en la historia —quiero decir la entrada de los fendmenos propios de la vida de la especie humana en el orden del saber y del poder—, en el campo de las técnica politcas. No se tata de pretender que en ese momento se pro- ddujo el primer contacto de la vida con la historia. Al contrario, la presién de lo bioldgico sobre lo histdrico, durante milenios, fue extremadamente fuerte: la epidemia y el hambre constitulan las dos grandes formas dramatias de esa relacién que permanecta ast colocada bajo el signo de la muer- te; por un proceso circular, el desarrollo econé- smico y principalmente agricola del siglo xvut, el 172 bewcio DE MUERTE Y PODER SORRE LA VIDA aumento de la productividad y los recursos ms rapido ain que el crecimiento demogrifico al que favorecia, permitieron que se aflojaran un poco ‘esas amenazas profndss: 1a era de los grandes fevtragos del hambre y la peste —salvo algunas resurgencias— se cerré antes de la Revolucién, francesa; la muerte dejé, 0 comenzd a dejar, de hostigar directamente a la vida. Pero al mismo tiempo, el desarrollo de los conocimientos relat vvos a la vida en general, el mejoramiento de las téenicas agricolas, las observaciones y las medidas divigidas a la vida y supervivencia de los hombres, contribuian a ese aflojamiento: un relativo domi. niio sobre la vids apartaba algunas inininencias de muerte. En el espacio de juego as adquirido, los procedimientos de_ poder y saber, organizindolo y amplindolo, toman en cuenta lor procesos de fh vida y emprenden la tarea de controlarlos y modificarlos. EI hombre occidental aprende poco 4 poco en qué consiste scr tuna especie viviente fen un mundo viviente, tener vn cuerpo, condi Clones de existencia, proba Jud individual o colectiva, fuerzas que et pos modificar y un espacio donde repartirlas de ma nnera Gptima, Por primera ver en la historia, tin dduda, lo biolégico se Fefleja en lo politico; Ihecho de vivir ya no ¢s un basamento inaccesi ble que sdlo emerge de tiempo en tiempo, en el azar de Ia muerte y su fatalidad: pasa en parte Al campo de control del saber y de intervencién el poder. Este ya no tiene que vérgelae slo ‘on sujetos de derecho, sobre los cuales el tltimo poder del poder es Ia muerte, sino con seres vivos, y el dominio que pueda ejercer sobre ellos deberd colocarse en el nivel de la vida misma; haber to- DERECHO DE MUERTE Y PODER SOBRE LA viDA 178 mado a su cargo a la vida, més que la amenaza de axcsinato, dio al poder su acceso al cuerpo. Si se puede denominar “biohistoria” a las presiones mediante las cuales los movimientos de Ia vida y Jos procesos de a historia se interfieren mutua- ‘mente, habria que hablar de “biopolitica” para designar lo que hace entrar a Ta vida y sux mect- hnismos en el dominio de los cileulos explicitos y ‘convierte al podersaber en un agente de trasfor- Imacidn de la vida humana; esto no significa que Ja vida haya sido exhaustivamente integrada a tée nnieas que la dominen o administren; escapa de éllas sin cesar, Fuera del mundo occidental, el hambre existe, y en una escala més importante que nunca; y los riesgos bioldgicos corrides por Ta especie son quizd mas grandes, en todo caso graves, que antes del nacimiento de la microbio- logia. Pero lo que se podria llamar “umbral de modernidad bioldgica” de una sociedad se sitia en ‘el momento en quc la especie entra como apusta ‘del jiego en sus propias estratexias politicas. Dut ante milenios, el hombre siguié siendo lo que cera para Aristétles: un animal viviente y ademés ‘apar de una existencia politica: el hombre mo- dderno es un animal en euya politica esté pueste fen entredicho su vida de ser viviente. “Tal trasformacién tuvo consecuencias comside- ables. Es indtil insistir aguf en la ruptura que te produjo entonces en el régimen del distso ‘Gentifico y sobre la manera en que la doble pro- blematica de la vida y del hombre vino a atrave sar y redistribuir el orden de Ia episteme clisica. Si la cuestion del hombre fue planteada en su. cipecificdad de ser viviente y en su especiicidad fen relacidn con los seres vivientes-, debe buscar- 174 penecaio De MUERTE Y PODER SOBRE LA VIDA se Ia razén en el nuevo modo de relacién entre la historia y la vida: en esa doble posicidn de la vida {que la pone en el exterior de la historia como su ‘entorno biolégico y, a la vez, en el interior de la historicidad humana, penetrada por sus técnicas de saber y de poder. Es igualmente inti insistir sobre la proliferacién de las tecnologias politicas, que @ partir de alli van a invadir el cuerpo, la salud, las maneras de alimentarse y alojarte, las condiciones de vida, el espacio entero de la exit: ‘Otra consecuencia del desarrollo del bio-poder ‘sla creciente importancia adquirida por el juego de la norma a expensas del sistema juridico de la ley. La ley no puede no estar armada, y su arma por excelencia es la muerte; a quienes la trasgre: den responde, al menos a titulo de iiltimo recur- $0, con esa amenaza absoluta, La ley se refiere siempre ala espada, Pero un poder que tiene como tarea tomar la vida a su cargo necesita mecanis- ‘mos continuos, reguladores y correctivos. Ya no se trata de hacer jugar la muerte en el campo de la soberania, sino de distribuir lo viviente en un dominio de valor y de utilidad. Un poder seme- jante debe calificar, medir, apreciar y jerarquizar, mas que manifestarse en su brillo asesino; no tie- rne que trazar la linea que separa a los sibditos ‘obedientes de los enemigos del soberano; realiza distribuciones en torno a la norma, No quiero decir que la ley se borre ni que las instituciones de justicia tiendan a desaparecer; sino que la ley funciona siempre m4s como una norma, y que la instituci6n judicial se integra cada ver mds en un continuum de aparatos (médicos, administrativos, tc.) cuyas funciones son sole todo reguladoras. DERECHO DE MUERTE Y PODER somRE LA VIDA 175 Una sociedad normalizadora fue el efecto histé- rico de una tecnologia de poder centrada en la vida. En relacién con las sociedades que hemos conocido hasta el siglo xvi, hemos entrado en tna fase de regresién de lo juridico; las constivuciones cscrias en el mundo entero a partir de la Revo- Tucién francesa, los eddigos redactados y modifi cados, toda tna actividad legislativa permanente y ruidosa no deben engafarnos: son las formas que toman aceptable un poder esencialmente norma lizador Y contra este poder ain nuevo en el siglo x0, las fuerzas que ressten se apoyaron en lo mismo aque aquél invadia —es dect, en la vida del hom bre en tartto que ser viviente. Desde el siglo pa sado, ls grandes luchas que ponen en tela de jui Cio el sistema general de poder ya no se hacen en hombre de un retoro a los antiguos derechos ni fen funcién del suefio milenario de un ciclo de los tiempos y una edad de oro. Ya no se espera més al emperador de los pobres, ni el reino de los ‘lkimos dias, ni siquiera el restablecimiento de justicias imaginadas como ancestrales; lo que s¢ reivindica y sirve de objetivo, es la vida, entendi da como necesidades fundamentales, esencia con- cxeta del hombre, cumplimiento de sus virtuali- dades, plenitud de lo posible. Poco importa si se twata ono de utopia; tenemos ahi un proceso de lucha muy real la vida como objeto politico fue cen cierto modo tomada al pie de la letra y vuelta contra el sistema que pretendia controlala, La Vida, pues, mucho ms que el derecho, se volvié entonees la apuesta de ls luchas politics, incluso si éstas se formularon-a través de afirmaciones de derecho. El “derecho” a la vida, al cuerpo, ala 176 ERECHO DE MUERTE. Y PODER SOBRE LA VIDA salud, a la felicidad, a la éatisfaccién de las nece- sidades; el “derecho”, mas alld de todas las opre: siones 0 “alienaciones", a encontrar lo que uno esy todo lo que uno puede ser, este “derecho” tan incomprensible para el sistema juridico clisico, fue-la réplica politica a todos los nuevos procedi- mientos de poder que, por su parte, tampoco de. penden del derecho tradicional de la soberania. Sobre ese fondo puede comprenderse I can cia adquirida por el sexo como el “pozo'” del jue. go politico. Esti en el cruce de dos ejes, a lo largo de los cuales se desarrollé toda la tecnologia po: litica de la vida, Por un lado, depende de I disciplinas del cuerpo: adiestramiento, intensi ‘acién y distribucién de las fuerzas, ajuste y eco: nomia de las energias. Por el otro, participa de la regulacién de las poblaciones, por todos los ‘efectos globales que induce. Se inserta simultinea- ‘mente en ambos registros; da lugar a vigilancias infinitesimales, a controles de todor lor instantes, a arreglos espaciales de una meticulosidad extre: ma, a eximenes médicos 0 psicoldgicos indetini- dos, a todo un micropoder sobre el cuerpo; pero también da lugar a medidas masivas, a estimacio- nes estadisticas, a. intervenciones que apuntan al cuerpo social entero o a grupos tomados en con- junto. El sexo es, a un tiempo, acceso a Ta vida del cuerpo y a la vida de la especie, Es utilizado como matriz de las disciplinas y principio de las regulaciones. Por ello, en el siglo 21x, la sexua- lidad es perseguida hasta en el mas infimo detalle de las existencias; es acorralada en lag conductas, perseguida en los suefios; se la sospecha en las DERECHO DE MUFRTE Y PODER SoMRE LA vio 177 ‘menores locuras, se la persigue hasta los primeros afios de la infancia; pasa a ser la cifra de la indi- vidualidad, a Ja vez lo que permite analizarla y torna posible amaestrarla, Pero también se con- vierte en tema de operaciones politicas, de inter- venciones econémicas (mediante incitaciones 0 frenos a la procreacién) , de campafias ideologicas de moralizacién o de responsabilizacién: se la hace valer como indice de fuerza de una sociedad, reve- Jando asi tanto su energia politica como su'vigor Diolégico. De uno a otro polo de esta tecnologia del sexo se escalona toda una serie de thcticas di vversas que en proporciones variadas combinan el objetivo de las disciplinas del cuerpo y el de la rregulacién de las poblaciones. ‘De ahi la importancia de las cuatro grandes lineas de ataque a lo largo de las cuales avanzé la politica del sexo desde hace dos siglos. Cada una fue una manera de componer las técnicas discipli narias con los procedimientos reguladores. Las dos primeras se apoyaron en exigencias de regulacién en toda una temitica de la especie, de Ia descen- dencia, de la salud colectiva— para obtener efec- tos en el campo de la disciplina; la sexualizacién del nifio se levé a cabo con la forma de una cam- paia por la salud de la raza (la sexualidad precoz, desde el siglo xvi hasta fines del x1x, fue presen: tada como una amenaza epidémica capaz de com- prometer no sélo la futura salud de los adultos sino también el porvenir de Ia sociedad y de la es- pecie entera) ; la histerizacién de las mujeres, que exigié una medicalizacién minuciosa de su cuerpo Y su sexo, se llevé a cabo en nombre de la respon- sabilidad que les cabria respecto de la salud de sus hijos, de la solider de la institucién familiar y 178 ERECHO DE MUERTE. Y PODER SOBRE LA VIDA de la salvacién de Ia sociedad, En cuanto al con- trol de los nacimientosy la psiquitriacién de las perversiones, actué la relacin inversa: aqui la in- fervencién era de naturale regularizadora, pero debia apoyarse en la exigencia de disciplinas y adiestramientor individuales. De una manera ge neral, en la unién del “cuerpo” y Ia “poblacién’, el sexo se convirtié en blanco central para un poder organizado alrededor de la administracin fe Ia vida y no de la amenaza de muerte, ‘Durante mucho tiempo la sangre continu sien oun elemento importante en lor mecanismos del poder, en sus manifeaciones y sur rituales Para una tociedad en que eran preponderantes lor sistemas de allanza, la forma politica del sobers- no, la diferenciacin en érdenes y casts, el valor de’ os linajes, para wna sociedad donde el ham- be, las epidemiasy lt violencias haclan inminen- te la muerte, la sangre consitufa uno de los va \lores esenciates: su precio provenia a la ver de st papel instrumental’ (poder derramar Ta sangre), fe su funcionamiento en el orden de fos signot (poreer determinada sangre, ser de Ia misma san fre, aceptararrieygar Ia sangre), y también de st Precariedad (lécil de difundir, sujeta a agotarse, Gemasiado pronta para mezcarse, répidamente tuceptible de corromperse). Sociedad de sangre “iba'a decir de “sanguinidad”: honor de la guerra y miedo de las hambrunas, triunfo de la muerte, Toberano con espada, verdugosy suplicos, el po- der habla trues de ia sangre; éxta ex una realidad ‘con funcidn simbslica, Nosotros, en cambio, eta ‘mos en tna sociedad del “sexo” 0, mej swalidad”: Tor mecanismos del poder sd dirigen al cuerpo, a la vids, a lo que ln hace prolifer, a DERECHO DE MUERTE Y PODER SOBRE LA VIDA. 179 Jo que refuerza la especie, su vigor, su capacidad ' de dominar 0 su aptitud para ser utilizada. Salud, ‘progenitura, raza, porvenir de la especie, vitalidad {del cuerpo social, el poder habla de la sexualidad y 4 la sexualidad; no es marca o simbolo, es ob- jeto y blanco. ¥ lo que determina su importancia ‘es menos su rareza o su precariedad que su insis- tencia, su presencia insidiosa, el hecho de que en todas partes sea a la ver encendida y temida. EL poder la dibuja, la suscita y utiliza como el sentido proliferante que siempre hay que mantener bajo ‘control para que no escape; es un efecto con valor de sentido. No quiero decir que la sustitucién de Ja sangre por el sexo resuma por si sola las tras. formaciones que marcan el umbral de nuestra modernidad. No es el alma de dos civilizaciones © el principio organizador de dos formas cultura- Jes lo que intento expresar; busco las razones por las cuales Ia sexualidad, lejos de haber sido repri- ‘mida en la sociedad contempordnea, es en cambio permanentemente suscitada, Los nuevos procedi- ‘mientos de poder elaborados durante la edad cli sica y puestos en accién en el siglo 1x hicieron [pasar a nuestras sociedades de una simbdlica de la Sangre a una analitica de la sexualidad. Como se Ve, si hay algo que esté del lado de la ley, de la muerte, de la trasgresién, de lo simbélico y de Ja soberania, ese algo es la sangre; la sexualidad ‘estd del lado de la norma, del saber, de la vida, del sentido, de las disciplinas y las regulaciones. ‘Sade y los primeros eugenistas son contempord- neos de ese trinsito de la “sanguinidad” a la “se- xualidad”. Pero mientras los primeros suefios de perfeccionamiento dela especie evan todo el problema de la sangre a una gestién del sexo muy coereitva. (arte de determinar los buenos mat tonios, de provacar las fecundidades deseadan, de aegurar Ia salud y Ia longevidad de los nifos), mientras I nueva iden de faa ende a borer la patticulaidader ariocritics de la sangre para fo retener sno los efecis controlables del sexo Sade tia cl ass exhnostivo del sexo en los mmecanismos exuperade del antguo poder des beraniay bajo low vicjon presigoe de ln sangre, feteramente mantenion, lr angre core tad to largo del placer —eangre del tuplicio y del po der abwolutoy sngre de ia east que uno repeen en's yque no obsante hace corer en lo ales imayores del prrcido y el incest, sangre del pus: blo que ve derrama a voluntad puesto que la que corre en eas venat ni sigaiera cv digna de ser fombrada, En Sade el sexo carece de norma, de fogla intrinseca que podria formulae a, poi de su propia natialet, pero ed sometido a la ley iimitada dean poder que no conace sino in ya propias si le ecure imponer: por jucg e corde de es progresiones cidadosamenie: dc [linens cn emacs sucivn tal cfr fo come Alicea no set mds que el punto pore de wa ohe- tania nie dewtuda; Geeche iimitado deta Tmonstruosidad tedopoderom, La engre ha ready torbido al sexo, En realidad, Ia analitica de ta sexuaidad y la simbolia de la sangre blen pueden depender en bu prinelpio de dow reyimenes de poder muy di tintoy, de todos modos no se sucedieron Como tampoco eto podercs) sin encabalgamicntes, in. teracioes o etos. De diferentes maneras, la reo. tupacin por la tngre y la ley obscsion6 dorante casi dos sigs In gestin de In sexualdad, Dos de DERECHO DE MUERTE Y PODER SOBRE LA VIDA 181 sas interferencias son notables, una a causa de su importancia histérica, la otra a causa de los pro- Dlemas teéricos que plantea, Desde la segunda mitad del siglo x1x, sucedié que la temtica de la sangre fue lamada a vivificar y sostener con todo un espesor histérico el tipo de poder politico que se ejerce a través de los dispositivos de sexualidad. El racismo se forma en este punto (el racismo en su forma’ moderna, estatal, biologizante) : toda ‘una politica de poblacién, de la familia, del ma- trimonio, de la edueacién, de la jerarquizacién social y de la propiedad, y una larga serie de tervenciones permanentes a nivel del cuerpo, las conductas, la salud y la vida cotidiana recibieron entonces su color y su justificacién de la preocu- pacién mitica de proteger la pureza de la sangre y llevar a raza al triunfo, El nazismo fue sin duda fa combinacidn mAs ingenua y mis astuta —y esto por aquello— de las fantasias de la sangre con los paroxismos de un poder disciplinario. Una orde- nacién eugenésica de la sociedad, con lo que po- dia llevar consigo de extensidn e intensificacién de los micropoderes, so capa de una estatizcién mitada, iba acompafiada por la exaltacién onirica de una sangre superior; ésta implicaba el genoci- dio sistematico de los otros y el riesgo de expo- nerse a si misma a un sicrificio total. ¥ la historia quiso que Ia politica hitleriana del sexo no haya pasado de una prictica irrisoria mientras que el mito de la sangre se trasformaba en la_mayor matanza que los hombres puedan recordar por ahora. En el extremo opucsto, se puede seguir (también a partir de fines del siglo xtx) el esfuerzo teérico para reinscribir la tematica de la sexualidad en el K 182 DERECHO DE MUERTE Y PODER SOHRE LA VIDA sistema de la ley, del orden simbélico y de la sobe- ania, Es el honor politico del psicoanilisis —o al ‘menos de lo que hubo en él de més coherente— haber sospechado (y esto desde su nacimiento, e¢ decir, desde su Iinea de ruptura con Ia neuropsi- quiatria de la degeneracién) lo que podia haber de irreparablemente proliferante en esos mecanit- mos de poder que pretendian controlar y, admi- nistrar lo cotidiano de la sexualidad: de ahi el esfuerzo freudiano (por reaccidn sin duda contra ‘el gran ascenso contempordneo del racismo)_ para poner la ley como principio de la sexualidad —Ia ley de Ia alianza, de la consanguinidad prohibida, del PadreSoberano, en suma para convocar en torno al deseo todo el antiguo orden del poder. A exo debe el psicoanslisis haber estado en opos teériea y prictica con el fascismo, en cuanto a 10 ‘esencial y salvo algunas excepciones, Pero est sicién del psicoandlisis estuvo ligada a una coytn- tura histériea precisa, Y-nada podria jmpedir que pensar el orden de lo sexual segin la Ia ley, la muerte, la sangre y la soberania —' ‘cuales fueren las referencias a Sade y a Baualle, sean cuales fueren las prendas de “subversién” (que se les pida— no sea en definitiva una “retro- versién” historica. Hay que pensar el dispositivo de sexualidad a partir de las ténicas de poder {que le son contemporineas. Se me dird: eso es caer en un historicismo més apresurado que radical; es esquivar, en provecho de fenémenos quid variables pero frégiles, secun- darios y en suma superficiales, Ia existencia biol6- sgicamente sélida de las funciones sexuales; es ha- DERECHO DE MUERTE ¥ PODER SOBRE LA VIDA 185 blar de Ia sexualidad como si el sexo no existiese. Y se tendria el derecho de objetarme: “Usted pretende analizar en detalle los procesos merced a los cuales han sido sexualizados el cuerpo de Ja mujer, Ia vida de los nifios, los vinculos fami- liares y toda una amplia red de relaciones sociz- les, Usted quiere describir ese gran ascenso de la preocupacién sexual desde el siglo xvi y el cre Gente encarnizamiento que pusimos en sospechar Ja presencia del sexo en todas partes, Admit ‘oslo; y supongamos que, en efecto, los meca- rnismos del poder fueron m4s empleados en susci- tar e ‘irrita’ Ia sexualidad que en reprimirla. Pero ast permanece muy cercano a aquello de Io que pensiba, sin duda, haberse separado; en el fondo usted muestra fendmenos de difusién, de anclaje, de fijacién de la sexualidad, usted intenta ‘mostrar lo que podria denominarse la organiza- cidn de ‘zonas erdgenas’ en el cuerpo social; bien podria resultar que usted no haya hecho més que trasponer, a la escala de procesos difusos, meca- nismos que el psicoandlisis ha localizado con pre- cisién al nivel del individuo. Pero usted elide aquello a partir de lo cual la sexualizacién pudo realizarse, y que el psicoandliss, a su vez, no ig- nora, 0 sea el sexo, Antes de Freud, buscaban localizar la sexualidad del modo mis estricto y apretado: en el sexo, sus funciones de reproduc- cidn, sus localizaciones anatémicas inmediatas; se volvian hacia un minimo biolégico —érgano, ins ‘into, finalidad. Pero usted estd en una posicién simétrica e inversa: para usted sélo quedan efectos sin soporte, ramificaciones privadas de ralz, una sexualidad sin sexo. También aqui, entonces: cas. 184 enscwo DE MUERTE Y PODER SOBRE LA VIDA En este punto hay que distinguir dos pregun- {as Por un lado: gel andlisis de la sexualidad como “dispositivo politico" implica necesariamente la elisign del euerpo, de lo anatémico, de lo biolé- gico, de lo funcional? Creo que a esta primera pregunta se puede responder negativamente. En todo «aso, el objetivo de Ia presente investgacién es mostrar cémo los dispostivos de poder se at- ticulan directamente en el cuerpo —en cuetpos, funciones, procesos fisiolégicos,sensaciones, place. res; lejos de que el cuerpo haya sido borrado, se trata de hacerlo aparecer en un andlisis donde lo Diolégico y lo histérico no se sucederlan (como en 1 evolucionismo de los antiguos socidlogos), sino ‘que se ligarian con arreglo a una complejidad cre: Giente conformada al desarrollo de las teenologias rmodernas de poder que toman como blanco suyo Ja vida. Nada, pues, de una “historia de las mene talidades” que Sélo'tendria en cuenta los cuerpos segiin el modo de percibirlos y de darles sentid ¥ valor, sino, en cambio, una “historia de los cuer pos y de la manera en que se invadis lo, que tienen de mis material y viviente. tra pregunta, dstinta de la primera: esa ma: terialidad a la que se alude gno es acaso la del sexo, y no constituye una paradoja querer hacer tuna historia de la sexualidad a nivel de los euer. pos sin tratar para nada del sexo? Despues de todo, fl poder que se ejerce a través de la sexualidad ose dirige acaso, espectficamente, a se elemen- fo de lo real que cs el "sexo" —el sexo en gene- raP? Puede admitirse que Ia sexualidad no sea, res pecto del poder, un dominio exterior en el que te se impondria, sino, por el contrario, efecto € instrumento de sus arreglos 0 maniobras. Pero zel DDERECHO DE MUERTE Y PODER SOBRE LA VIDA 185 sexo no es acaso, respecto del poder, lo “otro”, mientras que es para la sexualidad ‘el foco en torno al cual distribuye ésta sus efectos? Pero, jus- tamente, es esa idea del sexo la que no se puede admitir sin examen. gEl “sexo”, en la realidad, es el ancoraje que soporta las manifestaciones de la “sexualidad’, o bien una idea compleja, historica- mente formada en el interior del dispositive de sexualidad? Se podria mostrar, en todo caso, cémo ‘eat idea “del sexo" se formé a través de las dife- rrentes estrategias de poder y qué papel definido desempetié en ellas. ‘A lo largo de las lineas en que se desarrollé el dispotitivo de sexualidad desde el siglo xx, ve- ‘mos elaborarse Ia idea de que existe algo mis que Jos cuerpos, los érganos, las localizaciones somd- ticas, las funciones, los sistemas anatomofisiolégi- cos, las sensaciones, los placeres; algo mis y algo diferente, algo dotado de propiedades intrinsecas leyes propias: el “sexo”. Asi, en el proceso de his- terizacién de la mujer, el “sexo” fue definido de tres maneras: como lo que es comiin al hombre y la mujer; o como lo que pertenece por excelencia al hombre y falta por lo tanto a la mujer; pero también como lo que constituye por si solo el ‘cuerpo de la mujer, orientindolo por entero a las funciones de reproduccién y perturbéndolo sin cesar en virtud de los efectos de esas mismas fun- jones; en esta estrategia, la historia es interpre- ida como el juego del sexo en tanto que es Io ‘uno” y lo “otro”, todo y parte, principio y ca- rencia, En la sexualizacién de la infancia, se ela- bora la idea de un sexo presente (anatémicamente) y ausente ({isiolégicamente) , presente también si se considera su actividad y deficiente si se atiende

También podría gustarte