Está en la página 1de 239

C ampe che

U na c iu da d e n la penins ula

COORDINADORA
Ivett García

Colección
BICENTENARIO
Campeche Solidario

Campeche, México.
2010
Comité Organizador de la Conmemoración del
Bicentenario del Inicio del Movimiento de Independencia Nacional
y del Centenario del Inicio de la Revolución Mexicana

LIC. FERNANDO ORTEGA BERNÉS


Gobernador Constitucional del Estado
Presidente del Comité

LIC. CARLOS PÉREZ CÁMARA


Coordinador General del
Consejo Consultivo

LIC. ALFONSO ESQUIVEL CAMPOS


Secretario Ejecutivo del Comité

LIC. JOSÉ MANUEL ALCOCER BERNÉS


Secretario Técnico del Consejo Consultivo

Colección Bicentenario Campeche Solidario


Campeche, una ciudad en la peninsula
Ivett García, COORDINADORA
ISBN: 978-6077887-24-9
Edición Conmemorativa del Bicentenario
del Inicio del Movimiento de Independencia Nacional y
del Centenario del Inicio de la Revolución Mexicana
© GOBIERNO DEL ESTADO DE CAMPECHE 2009-2015

San Francisco de Campeche, Campeche. México 2010


Presentación

El Lenguaje de la Solicitud (amorosa) en la península de Yucatán


durante el virreinato.

Pedro A. Ramírez Quintana

Estancias y haciendas campechanas. Apuntes para una historia


Aida A. Casanova Rosado.

Construyendo espacios urbanos: la transformación del barrio de


Guadalupe en Campeche
Humberto R. Novelo Sánchez

La percepción imaginaria de los campechanos: la alameda y el siste-


ma de fortificaciones durante el siglo XIX.
Adely Mendoza Novelo

Campeche y el puerto, la construcción de un pasado mítico.


Ivett M. García Sandoval

El malecón: espacio simbólico del poder político. Campeche siglo XX.


Fausta E. Gantús Inurreta.

Rojo Amanecer, órgano de difusión del Partido Socialista Agrario


de Campeche.
Omar May González.
Campeche
u na c i u da d e n l a p e n i n su l a

COORDINADORA
Ivett García

Colección
BICENTENARIO
Campeche Solidario
P r e s e n tac i ó n
Ivett García
“La historia, entendida como ideología y fuente de
inspiración, tiene una gran tendencia a convertirse
en un mito que hace posible la autojustificación.
[…] Es tarea de los historiadores tratar de arrancar
dichas vendas o, por lo menos, levantarlas alguna
que otra vez; y, en la medida en que lo hagan, es-
tarán en condiciones de decirle a la sociedad con-
temporánea algunas cosas de las que podrá be-
neficiarse, incluso en el caso de que se resista a
aprenderlas.”
Sobre la historia, Eric Hobsbawm

P r e s e n tac i ó n

El objetivo principal de la disciplina histórica es ayudarnos a compren-


der el presente, partiendo del análisis y la reconstrucción de los pro-
cesos sociales que en el transcurso del tiempo dieron forma a nuestra
realidad actual. Entender que somos el desenlace de las acciones,
pensamientos, resoluciones e incluso infortunios de nuestros antepa-
sados y, que ello condiciona las circunstancias actuales, nos permite
elaborar una visión global y profunda de la realidad. Creo pertinen-
te aclarar, que tal como lo muestran los trabajos aquí incluidos y en
consonancia con las tendencias historiográficas de las últimas déca-
das, no estamos hablando de procesos puramente políticos, sino de
un abanico mucho más amplio orientado hacia elementos culturales,
tales como el idioma, la conformación del paisaje urbano, la cons-
trucción de la identidad, por mencionar algunos aspectos de nuestro
diario devenir que damos por sentado, aquellos que sin reflexión al
respecto, estamos condenados a interiorizar y reproducir, lo que cier-
Colección Bicentenario Campeche Solidario

tamente nos lleva a conservar elementos valiosos pero también a car-


gar innecesariamente un bagaje cuyo peso dificulta cualquier intento
por mejorar nuestras condiciones actuales.
Campeche, una ciudad en la península reúne siete trabajos que
versan sobre diferentes temas y abarcan distintas temporalidades.
Trabajos que tienen en común además de centrarse en Campeche
como objeto de estudio, el no encerrarse en la realidad local, sino
por el contrario, analizarla desde diferentes ópticas que la insertan en
procesos nacionales e internacionales, mostrándonosla como parte y
expresión del devenir mundial. Se examinan procesos históricos que
ejemplifican las manifestaciones regionales de fenómenos globales,
como: el impacto que tiene en la ciudad y su zona de influencia la
bonanza económica, que para la Nueva España trajeron consigo las
reformas borbónicas en la segunda mitad del siglo XVIII; las transfor-
maciones urbanas resultado de la permanente preocupación por el
progreso a lo largo de los siglos XIX y XX; la expresión política de la
búsqueda del Estado de bienestar y La invención del pasado colec-
tivo. La reconstrucción y el análisis se realiza a partir de vestigios de
distinto tipo: arquitectónicos, fotográficos, expedientes inquisitoria-
les, hemerográficos, entre otros.
Los textos abarcan desde el siglo XVI al XX, un amplio abanico
temporal, a lo largo del cual podemos atisbar los cambios y perma-
nencias en la economía, política y sociedad campechanas. En suma,
el libro en su conjunto y cada uno de los artículos en particular, buscan
contribuir al desarrollo de la historiografía campechana.
Cinco de los trabajos aquí presentados fueron hechos por his-
toriadores siguiendo los parámetros de la disciplina y por tanto son

12
Campeche, una ciudad en la península

completamente historiográficos. Los dos restantes corresponden a


autores provenientes de otras áreas del conocimiento: la lingüística y
la arquitectura. Se incluyeron debido a que el diálogo entre las huma-
nidades es siempre fructífero y enriquecedor, pero sobre todo, porque
aportan datos y reflexiones sobre temas que han sido poco trabajados
por la historiografía local. Siguiendo la idea tradicional que concibe a
la historia como una narración, los artículos se ordenaron siguiendo un
criterio cronológico y aquellos que atravesaban varías épocas fueron
colocados según el período al que le dedicaban mayor atención.
Los trabajos

Una de las estructuras más importantes de nuestra construcción cul-


tural y mental es el idioma, no sólo sus reglas sino también la forma
en la que cotidianamente lo usamos para comunicarnos. Al ser ver-
balizados nuestros temores, sueños, ilusiones, etcétera toman forma,
la lengua mediatiza completamente nuestras relaciones con los otros
y con nuestro entorno. Sin embargo pocas veces nos detenemos a
reflexionar sobre el tema. Pedro Ramírez en El lenguaje de la solici-
tud (amorosa) en la península de Yucatán durante el virreinato, nos lo
demuestra trabajando con las formas del lenguaje empleadas en la
solicitud para tener relaciones sexuales con sus feligreses por parte
del confesor, el corpus documental analizado arroja luz sobre quienes
cometían tal falta y llegaban a ser merecedores de una denuncia in-
quisitorial, al mismo tiempo que nos permite atisbar las ideas sobre
el cuerpo, la sexualidad, el cortejo. En el análisis puntual, realizado
por Pedro Ramírez, del vocabulario utilizado en la época, vemos los
diferentes eufemismos y giros del lenguaje a los que se recurría para

Ivett García 13
Colección Bicentenario Campeche Solidario

nombrar los genitales, lo cual, de acuerdo con el autor, obedece a los


patrones de conducta social y religiosa de los hablantes, como él mis-
mo señala: “esta cancelación refleja la idiosincrasia de la sociedad.”
De la inmaterialidad del lenguaje pasamos a lo concreto de la
expresión espacial. Aída Casanova, en su trabajo Estancias y hacien-
das campechanas. Apuntes para una historia, nos narra como la po-
breza yucateca, en lo que a metales preciosos y tierra de labranza
respecta, dio lugar a que las estructuras coloniales tomaran un matiz
propio, un ejemplo fue la continuidad de la encomienda, institución
desaparecida con anterioridad en otras partes de la Nueva España,
estas particularidades se expresaron también en la distribución y edifi-
cación del espacio, como podemos observar en el diseño de estancias
y haciendas en Yucatán. La autora nos muestra que a pesar de la apa-
rente homogeneidad de la península, poco a poco, las tierras bajo la
influencia de la ciudad de Campeche fueron dando lugar a estructuras
arquitectónicas distintas a las de aquellas vinculadas a Mérida, estas
características constructivas particulares estuvieron moldeadas por las
condiciones propias del puerto campechano: una presencia indígena
menor, actividades puramente extractivas como el palo de tinte o la
sal, el desarrollo de la industria naviera y el comercio vinculado a la ac-
tividad portuaria, así como la amenaza constante de ataques piráticos;
circunstancias que, de acuerdo con la autora, conformaron espacios
arquitectónicos con elementos propios, diferentes a los del resto de la
península yucateca. Disimilitud que se hizo más evidente a partir de la
segunda mitad del siglo XVIII, cuando las reformas borbónicas traje-
ron prosperidad a la zona y crecimiento para las haciendas, las cuales
diversificaron sus actividades modificando su fisonomía a medida que

14
Campeche, una ciudad en la península

la agricultura fue ganando terreno a la ganadería. En la medida que


para Campeche las actividades extractivas y comerciales fueron más
importantes que la agricultura, las haciendas del territorio campecha-
no fueron diferenciándose de las del resto de la península cada vez
más. Si bien en raras ocasiones alcanzaron el esplendor y magnificen-
cia de las haciendas yucatecas de finales del siglo XIX, constituyeron
una parte importante de la economía y dinámica locales.
¿Cómo un espacio geográfico de contención casi deshabitado,
un lugar de tránsito, se convierte en un sitio lleno de significados y
generador de identidad? una posible respuesta a partir de un caso
concreto, es la que nos plantea Humberto Novelo en Construyen-
do espacios urbanos: la transformación del barrio de Guadalupe en
Campeche. El trabajo nos muestra el proceso de metamorfosis de un
territorio que en sus inicios sirvió de “frontera” entre el asentamiento
de los españoles y el pueblo de indios, y que paulatinamente se fue
transformando en un barrio con características sociales específicas,
capaces de generar un sentimiento de pertenencia entre sus habi-
tantes, algunos de los cuales buscaron competir con los del “centro”
de la ciudad en ámbitos como la economía, la política y el prestigio
social; mientras nos narra el proceso de formación y consolidación
del barrio de Guadalupe, el autor da cuenta que esa transformación
social y urbanística se expresó en los más diversos soportes: actas de
cabildo, registro público de propiedad, periódicos, estilos y diseños
arquitectónicos.
La muralla desde que era sólo un proyecto ha sido punto de
referencia en la construcción del Campeche simbólico, numerosos
debates a lo largo del tiempo la han tenido como epicentro; se ha

Ivett García 15
Colección Bicentenario Campeche Solidario

discutido sobre construirla, derribarla, modificarla, reedificarla o sim-


plemente ignorarla y aceptarla como una presencia inevitable. Cual-
quiera que sea la postura imperante, su destino ha sido a lo largo del
tiempo un tema importante para los habitantes de la ciudad. En el
capítulo La percepción imaginaria de los campechanos: la alameda
y el sistema de fortificaciones durante el siglo XIX, Adely Mendoza
nos sitúa ante una de las batallas, —quizá la más importante— que el
sistema fortificado debió librar contra los embates de la modernidad
decimonónica, expresada en ideas como el higienismo. A las murallas,
la autora contrapone la alameda Francisco de Paula y Toro, un espacio
al que la opinión pública le ha dedicado menos atención y que a la
larga ha corrido peor suerte, pero que en el siglo XIX fue un icono que
sintetizó las aspiraciones de progreso y modernidad de los habitantes
de la capital campechana. Las edificaciones representan mucho más
que argamasa y piedra, pues están dotadas de significados culturales,
tal como nos ejemplifica Mendoza a través de la dicotomía decimo-
nónica, respecto a la alameda y las murallas: “la destrucción de las
murallas se lleva a cabo frente a la modernización y a la imperiosa
pretensión del progreso. La supervivencia de la alameda estuvo mar-
cada por la búsqueda de vínculos con el pasado” (ilustrado) que al
pensamiento liberal le parecía digno de ser rescatado a diferencia de
las murallas vinculadas al antiguo régimen.
El puerto Campechano no pudo adaptarse a los cambios que
trajo el siglo XIX: embarcaciones de mayor calado, la apertura del
puerto de Sisal, el crecimiento comercial del Carmen y Coatzacoalcos,
marcaron su lenta decadencia, sin embargo a medida que la actividad
portuaria disminuía, la idea de un pasado dorado ligado a la entrada y

16
Campeche, una ciudad en la península

salida de buques fue cobrando cada vez mayor importancia, esta idea
continua vigente, cien años después de su desaparición, los proyectos
gubernamentales incluyen la ampliación y la construcción del muelle
como uno de los puntales para mejorar la economía local. Campe-
che y el puerto, la construcción de un pasado mítico, de Ivett García
reconstruye el proceso por el cual la idea de un pasado de riqueza
ligado a la actividad portuaria fue fortaleciéndose a lo largo del siglo
XIX, como parte fundamental del imaginario colectivo campechano.
La mancha urbana puede ser más o menos grande, sin embargo
existen ciertos espacios que van cobrando importancia, ya sea porque
se transforman en sitios de reunión o porque su carga simbólica es
muy alta, en algunos casos ambos elementos coinciden y estos luga-
res se configuran como iconos representativos de la ciudad, y por lo
mismo en el espacio preferido por los grupos de poder para plasmar
su discurso político. Tal es el tema de El malecón: espacio simbólico
del poder político. Campeche siglo XX, de Fausta Gantús, quien nos
muestra el malecón como un referente inevitable al servir de punto
de reunión social y límite geográfico, más o menos permanente, de
la ciudad. Circunstancia que lo convierte en continente y generador
de relaciones personales y simbólicas, elemento fundamental en la
construcción de la identidad colectiva de la ciudad y por consiguiente
en “el espacio donde el poder se concreta”, y se materializa podría-
mos agregar. La autora nos muestra que en el malecón campechano,
al igual que en el resto de los malecones del mundo, toman cuerpo
y especificidad ideas universales como las del Estado benefactor, el
higienismo, la búsqueda por la participación ciudadana, que acaban
convirtiendo a este paseo marítimo en el receptor y transmisor de un

Ivett García 17
Colección Bicentenario Campeche Solidario

discurso que refuerza y dota de legitimidad al gobernante. Desde la


perspectiva de Fausta Gantús, cada elemento construido o remodela-
do esta cargado de significado, lo mismo ocurre con los nombres que
sucesivamente reciben sus plazas y tramos. Es un espacio en el que
se expresan claramente filias y fobias hacia el pasado, pertenencias
políticas e incluso la tensión que a lo largo del siglo XX se desarrolló
entre la capital del país y los estados, ventilada también en los discur-
sos históricos locales y nacionales.
En Rojo Amanecer, Órgano de difusión del Partido Socialista
Agrario de Campeche, Omar May nos muestra, por medio del análisis
de este periódico en el lapso que va de 1921 a 1923, que los estudios
sobre la prensa aportan datos valiosos para la reconstrucción, no sólo
de acontecimientos sino también de formas de pensar. El artículo nos
acerca a la manera en la que durante la primera mitad del siglo XX,
un grupo de mujeres y hombres residentes en Campeche, percibieron
y adaptaron las ideas universales del socialismo a su realidad local,
permitiéndonos atisbar los mecanismos de transmisión y apropiación
por parte de los políticos de “carne y hueso” de aquellas ideas que
tienen su origen en la filosofía y teoría política. De acuerdo con lo
propuesto por el autor, los movimientos socialistas campechanos re-
cibieron influencias europeas y marxistas, las cuales fueron adaptadas
a las creencias personales de los participantes en la escena partidis-
ta de la época, el resultado de dicha adaptación fue un socialismo
con poca ascendencia marxista, con una visión idealizada y un tanto
simplista de la sociedad, particularmente de las clases populares, a
quienes identificaron como las masas, postura no exenta de una carga
de paternalismo, en consonancia con la mayoría de los discursos de la

18
Campeche, una ciudad en la península

época, (actualmente es posible encontrar rastros de esas ideas en el


acontecer político local y nacional). Como nos muestra Omar May a lo
largo de su texto, lo escrito en Rojo Amanecer no es sólo una suma
de buenas intenciones ni exclusivamente ideario de una facción, se
trata de un instrumento en la lucha por el dominio y consolidación del
poder político, “El socialismo fue una herramienta esgrimida por los
dirigentes del Partido Socialista Yucateco (después del Sureste) para
organizar a las masas populares, desarrollarlas a la par del Estado,
mientras se intentaba dar solución a sus problemas.”
Para finalizar quiero agradecer a todos los que hicieron posible
este libro. En primer término a los autores, por la colaboración y per-
manente disposición a la hora de realizar las adecuaciones necesarias
a sus trabajos, a Pedro Ramírez por la corrección de estilo en horas
extra y a marchas forzadas, a Elba Alamilla por su valiosa ayuda en la
captura y formato de los textos, y particularmente al Comité Organi-
zador de los Festejos del Bicentenario del Movimiento de Indepen-
dencia y del Centenario de la Revolución Mexicana, especialmente a
Alfonso Esquivel por el apoyo y paciencia mostrados.

Ivett García 19
El l e n g ua j e d e l a
s o l i c i tu d ( a m oro s a )
en la Península de
Y uc at á n d ur a n t e
e l v i rr e i nato
Pedro Ángel Ramírez Quintana
Pedro Ángel Ramírez Quintana

Licenciado en Humanidades con Especialidad en Literatu-


ra por la Facultad de Humanidades de la Universidad Au-
tónoma de Campeche (1994-1998), con la tesis La estética
de la violencia: la muerte como espectáculo... Maestro en
Lingüística Hispánica por la Universidad Nacional Autóno-
ma de México, con la tesis Documentos para la historia fi-
lológica del estado de Campeche. Periodo virreinal, la cual
recibió el Premio Wigberto Jiménez Moreno que otorga
el INAH (2010). Ha participado en congresos nacionales e
internacionales de lingüística y ha publicado artículos so-
bre los caracterizadores lingüísticos de los campechanos.
Editor de la revista cultural Coincidir en el mismo tiempo
y en el mismo espacio. Actualmente se desempeña como
profesor en la Universidad Autónoma de Campeche.
El lenguaje de la solicitud (amorosa) en la
Península de Yucatán durante el virreinato1
Pedro Ángel Ramírez Quintana

Comensada la confessión, empesó a solicitarme a


cosas torpes, prometiendo que nada me faltaría
si lo admitía a mi amistad[...] con lágrimas, le dixe
que si no savía cumplir con su obligación para qué
se había mettido a sacerdotte.
Denuncia de María Martínez, DHFEC, 1781, 74.

I n tro d ucc i ó n

Por muchos años, la única forma de conocer hechos pretéritos ha sido


a través de lo que hoy se denomina ‘historia tradicional’, la cual des-
cribe generalmente a aquellos individuos y acontecimientos sociopo-
líticos vinculados al Estado. Frente a esta forma de hacer historia, los
recientes estudios diacrónicos han abierto el panorama temático con
la finalidad de escudriñar los grupos sociales, escenas y dinámicas de
relación que se suscitaban en la cotidianidad.
Este mirar al pasado, desde las escenas y personas ‘no oficiales’,
ha permitido a las disciplinas humanísticas –como la historia, la antro-
pología, la filología, la lingüística histórica, entre otras– obtener datos
que describan fidedignamente sus particulares objetos de estudio.

1 Un primer esbozo de este artículo fue presentado en el XV Congreso Anual de la Asocia-


ción Mexicana de Estudios del Caribe en abril de 2008, con la ponencia titulada "El lenguaje
de la solicitud amorosa en documentos inquisitoriales de la Península de Yucatán", en Ve-
racruz, Ver.

Pedro Ángel Ramírez Quintana 23


Colección Bicentenario Campeche Solidario

Si bien, el interés y alcance de las indagaciones están determinados


por la especialidad de cada área, la consulta a documentos inéditos,
resguardados en archivos, es el recurso metodológico indispensable
para sendos acercamientos.
Particularmente, el estudio diacrónico de la lengua ha recurrido
al testimonio escrito para registrar contextos discursivos que permitan
describir la caracterización dialectal de un determinado pueblo. Para
cumplir este objetivo, ha centrado su interés en consultar documentos
de carácter coloquial, que permiten la inserción de enunciados en es-
tilo directo o indirecto en el desarrollo del relato; es decir, que el texto
conserve, en la medida de lo posible, las rutinas lingüísticas usadas
por la persona que demanda o declara. De esta forma, la información
escrita después de dijo o dijo que se convierte en el material indispen-
sable para el acercamiento y descripción de los procesos históricos de
la lengua.
En este sentido, la lingüística histórica dedica especial atención
a los manuscritos que se apartan de la redacción oficial o de aquellos
que, a través del carácter administrativo o legal, registran un discurso
cercano al uso oral. Entre los documentos que mejor acopian dichos
fragmentos se encuentran los que presentan temáticas "escandalo-
sas" o tabúes para cierta población de determinada época; es decir,
las que irrumpen en los parámetros de la "normalidad" social. Las
denuncias y declaraciones presentadas ante las instituciones, políticas
o religiosas, estaban motivadas por acciones o ideologías contrarias a
la conciencia colectiva de la época. Así, durante el dominio español,
las temáticas que guardaron contextos de habla están vinculadas con
la transgresión a los dogmas y a la moral; por ejemplo: la bigamia, la

24
Campeche, una ciudad en la península

solicitud, la idolatría, la blasfemia. De esta forma, la naturaleza inmoral


de la acción o de la ideología –desde la visión social dominante– obli-
ga el registro discursivo a través de los testimonios de los demandan-
tes y declarantes.
La documentación de interés lingüístico, como puede apreciar-
se, está íntimamente relacionada con las escenas de vida cotidiana,
debido a que el registro de las rutinas discursivas de los hablantes
dependió, en gran medida, de la conciencia moral de la época. Esta
relación entre el uso lingüístico y la idiosincrasia, la expresa Concep-
ción Company:

Una manera inequívoca de conocer el conjunto de rasgos pro-


pios de una colectividad es observar cómo se expresa y me-
diante qué rutinas o hábitos lingüísticos lo hace, o lo ha venido
haciendo por siglos, ya que el uso de las formas lingüísticas está
anclado y determinado en gran medida por la forma de percibir,
de sentir y de conocer de los pueblos.2

El presente acercamiento describe un tema de vida cotidiana no abor-


dado por la historia tradicional: la solicitud de los sacerdotes a sus
feligreses –mujeres confesantes, principalmente– en la Península de
Yucatán durante el virreinato.

Corpus

El corpus de este acercamiento está integrado por 23 documentos;


los cuales se clasifican, según el tipo de texto, en denuncias (12), de-
claraciones (8) e informes (3). Todos ellos se encuentran resguardados
en el Archivo General de la Nación (AGN), y actualmente la mayoría

2 Company, El siglo, 2007, p.7.

Pedro Ángel Ramírez Quintana 25


Colección Bicentenario Campeche Solidario

se encuentra compilada en la tesis de maestría titulada Documentos


para la historia filológica del estado de Campeche, periodo virreinal,
(DHFEC), cuyos manuscritos fueron fechados en territorio campecha-
no (Ramírez, 2009); por su parte, cinco de los testimonios correspon-
dientes al estado de Yucatán fueron consultados en los Documentos
lingüísticos de la Nueva España. Golfo de México (DLNEgm), compi-
lados por Chantal Melis y Agustín Rivero (2008). Además de estas dos
fuentes, se consultaron nueve manuscritos, fechados en territorio yu-
cateco, directamente en el AGN.3 Los testimonios consultados abar-
can una región bien identificada geográfica y culturalmente, la cual
delimita los alcances de este acercamiento. De esta forma, el corpus
constituye una muestra representativa sobre el tema de la solicitud
para la Península de Yucatán virreinal.
Las siguientes páginas recorren dos aspectos significativos pre-
sentes en el acto de la solicitud: el primero, de carácter social, descri-
be los participantes, escenas y estrategias empleadas para consumar
dicho acto, relatados en las demandas y declaraciones contra los sa-
cerdotes solicitantes; el segundo, de interés lingüístico, presenta el
léxico y las formas discursivas empleadas durante la solicitación a los
feligreses.

El delito de solicitud en la Península de Yucatán

Como es sabido, entre los principios de la Iglesia para la vida sacer-

3 A este primer acercamiento es necesario anexar los siguientes expedientes guardados en el


Archivo General de la Nación, ramo Inquisición: a) vol. 69, exp. 5, Yucatán; b) vol. 122, exp.
3, Yucatán; c) vol. 288, exp. 1, Mérida, Yucatán; d) vol. 337, exp. 4, Yucatán; e) vol. 1046,
exp. 4, Mérida, Yucatán; f) vol. 1111, exp. 35, Mérida, Yucatán; g) vol. 1369, exp. 12, Mé-
rida, Yucatán; h) vol. 1380, exp. 4, 5, Yucatán; además de la consulta en la documentación
sobre este tema posiblemente conservada en otros archivos.

26
Campeche, una ciudad en la península

dotal se encuentra la castidad; la cual refiere a “la virtud de quien se


abstiene de todo goce carnal”, según el Diccionario de la Real Acade-
mia Española (DRAE). Sin embargo, a lo largo de la historia, este voto
clerical ha sido quebrantado para dar lugar a la participación sexual
del sacerdote con aquellas personas más cercanas a él, como monjas,
seminaristas y feligreses. Este hecho representa una de las transgre-
siones más graves y de mayor controversia no sólo para el ámbito re-
ligioso, sino que también perturba la conciencia moral de la sociedad
en general. De esta manera, la solicitud podría considerarse como el
acto donde los principios morales ceden ante el instinto sexual de un
sacerdote.4
La polémica sobre la ruptura del celibato expresa la forma de
percibir la conducta sexual, desde la visión de la sociedad occidental.
Esta se escandaliza cuando una persona que ha hecho un voto de
castidad ante una institución religiosa practica el coito; incluso, por su
papel social, es severamente juzgado por cualquier indicio de seduc-
ción o acto relacionado con su propia sexualidad. De esta forma, la
solicitud hecha por los sacerdotes a los feligreses con la intención de
persuadirlos a realizar actos carnales, según la documentación consul-
tada, permite explorar la parte humana frente a las creencias sobre lo
divino, lo libre de pecado, lo puro, lo virginal.
El Diccionario de Autoridades (1737), consultado en la página
electrónica de la Real Academia Española, registra el siguiente sig-
nificado, entre otros, para la palabra solicitar: “atraher a amores con
instancia a alguna persona”. Aunque la definición no especifica las

4 "... los religiosos se nos presentan simplemente como hombres sujetos a las mismas pasio-
nes y flaquezas de la carne que los demás de su sexo", Lavrin, La Sexualidad, 2005, p.508.

Pedro Ángel Ramírez Quintana 27


Colección Bicentenario Campeche Solidario

características sociales de quién hace la acción, el propio diccionario


señala lo siguiente para la entrada solicitante: "dícese regularmente
del que solicita a cosas torpes en la confessión"; lo que permite inferir
que desde el siglo XVIII este acto estaba ya claramente vinculado con
la actuación de los clérigos. Por su parte, es necesario el transcurso
de más de dos siglos para que el DRAE especifique que solicitar es
un término inscrito en el ámbito del derecho: “requerir el confesor de
amores a la penitente”5 .
Para la Iglesia, la solicitud representó una transgresión a las nor-
mas eclesiásticas. Por tal motivo, la Inquisición había propuesto medi-
das para regular esta acción de los sacerdotes sobre sus confesantes,
pero fue con la bula del Papa Gregorio XV Universi Dominici Gregis,
el 30 de agosto de 1622, cuando se estableció un concepto amplio
de dicho delito y con ello los criterios de la reglamentación. La bula
explicaba que todos y cada uno de los sacerdotes, secular o regular,
de cualquier grado, condición o preeminencia, que intentaran solicitar
o provocar durante el acto de la confesión, antes o después de esta, o
bajo pretexto del mismo, a sus hijos o hijas espirituales o terceras per-
sonas, por obra o de palabra, a cometer actos torpes y deshonestos;
o que tuviera con los penitentes conversaciones de carácter ilícito o
proposiciones deshonestas serían severísimamente castigados6 . Esta
declaración se convirtió en la norma que rigió el comportamiento sa-
cerdotal con respecto a la persuasión amatoria, a partir del siglo XVII.
Entre las faltas clericales, se consideraba –específicamente– a la soli-
citud durante la confesión entre las más graves, porque el sacerdote

5 Diccionario de la Real Academia Española, 1984, versión electrónica.


6 Galván, La praxis, 1996; González, Clérigos, 2000.

28
Campeche, una ciudad en la península

irrumpía su labor de ‘salvar almas’ para convertirse en un obstáculo, y


porque atentaba directamente contra el sacramento de la confesión
y la penitencia.
A pesar de la reglamentación y penalización de la solicitud, ésta
se siguió realizando en aquellos lugares de convivencia entre feligre-
ses y sacerdotes: como el propio confesionario o en la casa de alguno
de los participantes: la del sacerdote o del feligrés. Las siguientes lí-
neas muestran aquellos elementos que describen dicha acción, según
la documentación consultada para la Península de Yucatán.

Participantes en el acto de la solicitud

Este acercamiento identifica a dos participantes principales en las de-


nuncias de solicitud: el solicitador y la solicitada; además, a otras per-
sonas involucradas –directa o indirectamente– en dicho acto, quienes,
en esta descripción, se agrupan bajo el término de los testigos. A
continuación se presentan algunas de las escenas documentadas para
ejemplificar las pautas de solicitación.

a. El solicitador

El primer participante que abordaremos, por ser el sujeto de acción,


es el solicitador, un hombre con votos clericales que persuade a una
mujer –generalmente– para realizar alguna acción sexual; aunque con
frecuencia la finalidad era el coito, la documentación ejemplifica que
las intenciones, en varios casos, se limitaban al tocamiento corporal.
Como se ha anotado, el DRAE, en una de sus acepciones, señala que
solicitar –en el ámbito del derecho– refiere a un confesor que requiere
de amores a la penitente; es decir, en el ámbito legal, el término es ex-

Pedro Ángel Ramírez Quintana 29


Colección Bicentenario Campeche Solidario

clusivo para los clérigos que realizan tal acción. Los solicitadores en la
Península de Yucatán, durante el virreinato, pertenecían a una deter-
minada orden religiosa, como franciscanos o jesuitas, principalmente,
lo cual está vinculado con las órdenes que habitaban este territorio.
Los sacerdotes que instan a sus feligreses al acto sexual o a "cosas
torpes" –según una de sus denominaciones registradas– presentan
un vínculo estrecho con estos: en la mayoría de los casos, son sus
confesores. La 'familiaridad' del párroco en la vida cotidiana de los
pobladores, le permite convivir en los espacios públicos –la iglesia– y
en los privados –la casa de la persona solicitada–.
A pesar de las proposiciones de solicitud, la imagen social del
sacerdote continuaba relacionándose estrechamente con la divinidad:
"y esta testigo le respondió que mirase que hera saçerdote y alçaba la
ostia y el cáliz en el altar" [DLNEgm, 1609, 54],7 "no padre que heres
Christo de la tierra y como a tal te respecto” [Proceso, 1761]. El papel
social del clérigo le permitía persuadir o realizar ciertos tocamientos,
incluso, el propio acto sexual a sus feligreses. De esta forma, la pre-
sencia cotidiana del sacerdote entre los hogares de la población, se
convertía, en algunos casos, en acoso o acercamiento sexual.
Entre los clérigos solicitantes se encuentran los siguientes: Cris-
tóbal Moreno, Mateo González, Cristóbal de Valencia, Pedro Verga-
ra, José Franqui, Pablo Raymundi, Alfonso Pérez, Juan Raymundo
Rodríguez, Pedro de Ortega, José Manzanilla, entre otros.8 La edad

7 Los contextos van acompañados de corchetes, dentro de los cuales se especifica la fuente,
el año de escritura y el número correlativo del documento dentro de la compilación referida;
para la documentación consultada en archivos, solo se anota la palabra clave del documento
y el año de escritura.
8 En la denuncia anónima compilada por Chantal Melis en los DLNEgm (documentos 149
y 150) se presenta una lista de apellidos de curas solicitantes, sin especificar el nombre: padre

30
Campeche, una ciudad en la península

de estos clérigos era, generalmente, entre 30 y 35 años. Resulta in-


teresante el considerable número de sacerdotes inculpados, pues la
Iglesia había dispuesto que el proceso contra clérigos solicitantes se
realizara con la mayor discreción posible para evitar la desconfianza
de los feligreses. 9

b. La solicitada (o)

Por su parte, la persona solicitada refiere a aquellas mujeres u hom-


bres que en el cumplimiento de sus preceptos religiosos, específica-
mente el de la confesión, experimentaban una persuasión de carác-
ter sexual por parte de su propio confesor. La persona solicitada se
autoconcebía como “ygnorante del mal fin con que la avía llamado”
[DHFEC, 1757, 63].
Como todo acercamiento histórico es necesario permitir a nues-
tra mirada –desde el siglo XXI– ajustarse a las circunstancias de la
época. Algunos documentos testifican que las mujeres solicitadas no
sabían, incluso, firmar sus propias declaraciones: "no firmó porque
dixo no saver escrivir, lo hiso por ella el señor comisionado y yo, el
presente notario de que doi fe" [DHFEC, 1786, 77]. Generalmente,
eran jóvenes, entre los 14 y 30 años de edad, algunas de ellas eran
doncellas, otras –por el contrario– eran casadas; y entre las clases ra-

Torres, padre Días, padre Granado y padre Maldonado.


9 La Santo Oficio había establecido "el secreto como principio informador del proceso
contra los solicitantes. Discreción vital para la persecución de un delito en el que hay que
preservar la identidad de las deponentes, reticentes a colaborar desde el momento en que
está en juego su propia honorabilidad. También como medio para evitar la posible infa-
mia que podría irrogarse a sacerdotes honorables falsamente acusados. Y, asimismo, como
instrumento que preserva el prestigio y la confianza de los fieles hacia el sacramento de la
penitencia", Galván, La praxis, 1996, p.148.

Pedro Ángel Ramírez Quintana 31


Colección Bicentenario Campeche Solidario

ciales documentadas se encuentran las españolas, pardas e indias.


Aunque el acto sexual, fuera de los patrones establecidos por la Igle-
sia y la sociedad, ha sido severamente castigado a lo largo de la his-
toria de la humanidad, los documentos muestran que algunas de las
penitentes, aunque se oponían a la proposición del clérigo, descono-
cían la calidad del delito que dicho acto conllevaba. Y por lo tanto,
no denunciaban, en primera instancia, ante el Santo Oficio; más bien,
permitían que el sacerdote continuara con ese "cortejo" solicitante.
Entre las mujeres solicitadas, registradas en la documentación,
se encuentran las siguientes: María Cocom, Clara Pot, María Limilla,
Antonia Alvarado, Manuela Pacheco, Paula Gómez, Felipa Torres,
Paulina Fernández, Roberta Fernández, Juana Antonia Sigara, María
Valvina, María Pech, Bernardina Itza, Mençia Che, Ynes Mex, Beróni-
ca Comal (posiblemente, 'Camal'), Eugenia Kib, Ysavel Chuc, Phelipa
Cebich, Josepha Nabarro y Thomasa Chuc.
Mención especial merece el documento que registra la solicitud
que realiza el presbítero José Franqui a fray Sebastián Pinto, un joven
de 20 años de edad, mestizo. La estrategia, como veremos más ade-
lante, es similar a la de las jóvenes. Ante la insistencia de que lo visite
y la promesa de un regalo, Sebastián acepta ir a la casa del presbítero.
En la cual, José Franqui hace la proposición: "yo serviré de hombre
y tú de muger, o al revés, tú, de hombre y yo, de muger" [DLNEgm,
1797, 176].
Antes de terminar este apartado es necesario mostrar un dato
de suma importancia. El solicitante, en algunos contextos, discursiva-
mente deshumaniza a la persona solicitada. En una primera lectura se
propondría que ante la negación al acto sexual, el clérigo arremetía

32
Campeche, una ciudad en la península

con injurias, por ejemplo: "ella respondió que no quería, y el dicho


fray Christóval Moreno la dixo que era una bestia" [María, 1613]; sin
embargo, otros contextos muestran el agravio sobre la solicitada aún
habiendo accedido a la incitación: "le vino esta testigo a jugar el di-
cho miembro al dicho padre con las manos, de do vido esta testigo
que entre las manos de esta testigo echó la simiente, y, acabada de
echar la dicha çimiente, le dijo el dicho padre a esta testigo: 'anda,
vete, puta'" [DLNEgm, 1609, 54]. Estos contextos permiten entrever
la ideología que el sacerdote tiene sobre la persona solicitada; ade-
más, la asignación de valores negativos a ésta le permite reafirmar su
jerarquía social.

c. Los testigos

En la mayoría de los documentos, los declarantes narran el acto de so-


licitud en que se ven inmersos: las circunstancias en que se presentan
difieren según el caso, por ejemplo, las formas de seducción son dis-
tintas, los espacios –aunque giran en torno a la confesión– varían en
cada testimonio, las reacciones de las solicitadas dependen del cono-
cimiento previo de la sexualidad y la moralidad de estas, etc. Entre las
diferencias registradas en las declaraciones, se encuentra una tercera
persona involucrada en el acto de solicitud: el testigo. Su presencia
está limitada a cumplir los roles de acompañante o mensajero del
feligrés solicitado, no parece perturbarle la acción que observa ni se
entromete en el discurso de convencimiento o en los tocamientos que
el sacerdote realiza sobre la persona seducida. Conviene comentarlo
brevemente porque permite concebir que la solicitud no era un acto
realizado a 'escondidas', sino –en algunos casos– también presentaba

Pedro Ángel Ramírez Quintana 33


Colección Bicentenario Campeche Solidario

cierta socialización del hecho. De tal forma que los testigos podían
conocer las intenciones y observar los hechos del solicitante sin con-
traponerse o reparar en la gravedad de las acciones, como se aprecia
en los contextos de (1).

(1) a Y ella ygnorante del mal fin con que la avía llamado, entró y subió,
acompañada de una muger que vive con ella, llamada Ysidora Días
[DHFEC, 1757, 63].
b estando ella presente, después de haverlas estando avrasando, se
sentó a el lado de la enunciada Paulina Fernández, y sentó sobre sus
muslos a la otra hermana, Roverta Fernández, arriva sitada. Y advirtió la
declarante, cómo tomando la mano derecha de la enunciada Roverta
se la metió dentro de sus calsones; y despedido que fue el padre don
Pablo, le dixo Roverta a su madre, la declarante, lavándose las manos,
que el sitado padre don Pablo, le havía puesto no sé qué cosa expesa
en las manos" [DHFEC, 1786, 78].

En (1a), Isidora Díaz observa cómo Mateo González abraza y besa a


Felipa Torres, sin la menor reacción u opinión al respecto, según la
versión escrita del hecho; hipotéticamente, podría mencionarse que
la reserva discursiva de Isidora está condicionada por la clase social a
la que pertenece. El documento no aporta información sobre quién
es Isidora, pero el hecho de que esta acompañante viva en casa de
Felipa Torres induce a considerarla como una persona al servicio de
esta. Por su parte, en (1b) la declaración de María Magdalena Hernán-
dez, madre de Paulina y Roberta, ejemplifica la libertad del sacerdote
de tocar el cuerpo de las solicitadas y estimularse a través de las ma-
nos, literalmente, de una de las hijas frente a la mirada de la madre.
Enunciados como "estando ella presente" y "advirtió la declarante"

34
Campeche, una ciudad en la península

la sitúan en calidad de testigo de un acto de solicitud, durante el cual


su intervención es de simple observadora. Además, la narración de
hechos conlleva a cuestionarse la percepción de las hermanas Fernán-
dez –y de la propia madre-testigo– sobre la sexualidad y lo permitido
en la interacción física de un clérigo hacia sus personas.

Espacio y tiempo de la solicitud

La reglamentación sobre la solicitud centró la gravedad del acto en el


confesionario, por ser precisamente el espacio donde el sacramento
de la confesión postergaba el objetivo de "perdonar los pecados" o la
"reconciliación con lo divino" ante la búsqueda de satisfacción sexual
de algunos clérigos. La bula gregoriana Universi Dominici Gregis con-
denaba no solo el hecho in actu confessioni sino también si la solicitud
se presentaba al iniciar o finalizar dicho acto.10 La bula legislaba, con
especial atención, a la persuasión sexual en el espacio del confesiona-
rio, según los tres momentos en que podría ocurrir –antes, durante y
después de la confesión–, ya que este acto transgredía al valor sacra-
mental y a la labor espiritual del sacerdote: "el solicitante pervertía el
sentido de su intervención en la salud de las almas".11
El corpus consultado testifica que la solicitud podría llevarse a
cabo en el confesionario y otros espacios, como se aprecia a conti-
nuación:

a. Confesionario

La denuncia de María Valvina, en 1781, contra el padre Manzanilla por

10 Galván, La praxis, 1996, p.106.


11 Galván, Op. cit., p.107.

Pedro Ángel Ramírez Quintana 35


Colección Bicentenario Campeche Solidario

solicitud en el pueblo de Seybaplaya, ejemplifica dicha acción durante


el proceso de la confesión.

(2) Comensada la confessión, empesó a solicitarme a cosas torpes, pro-


metiendo que nada me faltaría si lo admitía a mi amistad. Yo le res-
pondí que no trataba de eso, sino de confesarme. Viendo él que yo
no condesendía a su pedido, no quiso adsolverme, aunque le instté
repettidas veces por la absolución [DHFEC, 1781, 74].

La denuncia de María Valvina es interesante por ser una carta redacta-


da en primera persona –aunque muy posiblemente a través de un es-
cribano–, firmada por ella misma. Estas características la hacen única
en contraste a la mayoría de las otras denuncias y declaraciones que
integran el corpus; en las primeras, se acude al tribunal del Santo Ofi-
cio a presentar la denuncia; en las segundas, la declaración está pro-
movida por el interrogatorio realizado por los ministros inquisitoriales.
El contexto (2) muestra cómo el sacerdote se sirve del sacramen-
to de la confesión para solicitar a Valvina a cosas torpes o admitirlo
a su amistad. De esta forma, el lugar del confesionario y el tiempo
destinado a manifestar los pecados son empleados para persuadir a
la feligresa. Además, el pasaje (2) presenta algunas tácticas emplea-
das como parte del acto de solicitud: el ofrecimiento de recompensas
("prometiendo que nada me faltaría") o el condicionamiento social o
religioso ("no quiso adsolverme"), entre otras, las cuales se plantean
en el apartado §2.3.
Además del confesionario, los sacerdotes necesitaron de otros
espacios para expresar o satisfacer sus apetitos sexuales. La propia
carta de María Valvina expresa lo siguiente "pasado estto, vino repet-
tidas veces a mi casa a solicitarme para la misma torpesa" [DHFEC,

36
Campeche, una ciudad en la península

1781, 74]. A partir de este contexto –y otros similares–, se puede pro-


poner que el confesionario es el primer espacio donde el clérigo incita
a su confesante a una relación de carácter sexual (no sólo se buscaba
el sexo sino, en algunas ocasiones, bastaba con la masturbación o
tocamientos corporales); cuando la penitente no accedía in actu con-
fessioni, el sacerdote insistía en otros espacios donde, por su figura
religiosa, tenía libre acceso.

b. Casa del confesor-solicitante

Posiblemente como extensión del confesionario, se encuentra el apo-


sento del clérigo como espacio propicio para persuadir sexualmen-
te a una confesante. Esta acudía a la casa sacerdotal por las propias
indicaciones del confesor, según la documentación consultada. Por
esta razón, el proceso de la solicitud tenía un primer momento en el
confesionario y, en algunos casos, un segundo, en la privacidad de
la morada del religioso. La indicación de asistir a dicha casa se eje-
cutaba de dos formas: en una, no se manifestaba –en el diálogo del
confesionario– palabra o intención alguna de solicitud, sino la simple
invitación de verse posteriormente; en otra, a partir de la persuasión
in confessioni y el rechazo de la penitente, el sacerdote pedía a la
confesante que lo esperara en la iglesia para que, posteriormente, lo
acompañara a su casa. Otra forma registrada es "la dixo este reo vinie-
se ella ha verle a la una de la tarde, y buscase alguna cosa que bender
para tener pretexto" [Proceso, 1761] o "y que a la noche le viniese a
ver" [DLNEgm, 1609, 54]. De esta manera, el confesionario deja de
ser el espacio de la solicitud para convertirse en el lugar donde se
promueve el encuentro.

Pedro Ángel Ramírez Quintana 37


Colección Bicentenario Campeche Solidario

En su morada, el clérigo encontraba el momento idóneo para la soli-


citud sexual, como se aprecia en el siguiente contexto.

(3) y estando ya ymmediato a ella la denunciante, la llamó diciéndola que


entrasse en su cassa [...] Entraron en la sala a ynstancias del bachiller
Gonzáles. Y sentándose cada una de las dos mugeres en distintas si-
llas, se sentó el bachiller Gonzáles en el brazo de la silla en que estaba
sentada la denunciante, y teniéndola todo aquel tiempo abrazada, la
dio también varios ósculos, y la dixo que ¿quándo volverá a verla?
[DHFEC, 1757, 63]

El contexto (3) muestra una escena de solicitud al interior de la casa


sacerdotal: el clérigo Matheo González, de aproximadamente 35 años
de edad, se encuentra con dos mujeres, la solicitada, Felipa de Torres,
de diecisiete años, y una acompañante, Isidora Díaz. La interacción se
centra en el solicitador quien abraza y besa a la solicitada, mientras
indaga en la posibilidad de un próximo encuentro. Estas acciones po-
drían indicar una disyunción con el carácter sexual de la solicitud;12 sin
embargo, la propia narración de Felipa de Torres sugiere que la mo-
deración del clérigo obedece a la presencia de la mujer acompañante.
Relata que después de lo ocurrido en la sala –presentado en el con-
texto (3)– ambas mujeres salieron de ésta, y al bajar por unas escaleras
"se adelantó con tal prisa la compañera que al vajar, quedándosse
[tra]zero el bachiller don Matheo Gonzáles, tuvo lugar de remangarla
las naguas, y bezarla las nalgas" [DHFEC, 1757, 63].

12 Para la penalización de la solicitud bastaba con la proposición, aunque el acto no se con-


sumase: "nos encontramos ante un delito de mera actividad, que no precisa de la realización
efectiva de los actos deshonestos, sino que se consuma con el simple intento de solicitar o
provocar su ejecución", Galván, La praxis, 1996, p.109.

38
Campeche, una ciudad en la península

c. Casa de la confesante solicitada

Un segundo espacio, distinto al confesionario, es la casa de la persona


solicitada. De forma similar al apartado anterior, se documenta una
primera solicitud en el confesionario; al no conseguir dicho objetivo,
el sacerdote, como segunda instancia, asiste a la casa de la solicitada
para que esta acceda a su proposición. Es el caso de María Valvina con
el acoso del padre Manzanilla, como se aprecia en el contexto (4a).
Por su parte, (4b) narra la presencia de Pablo Raymondi en la casa de
Paulina Fernández para persuadirla de que acepte su proposición.

(4) a Pasado estto, vino repettidas veces a mi casa a solicitarme para la


misma torpesa, hastta que cansado de mi resistencia me hubo de
dexar [DHFEC, 1781, 74].
b Dixo que la tarde antes de confesarse, serca de la noche, fue a su
casa, y encontrándola moliendo sola en la cosina, el enunciado padre,
don Pablo Raymondi, le dixo que fuese con él a el cuarto ha hacerlo
[DHFEC, 1786, 77].

La presencia del sacerdote en casa de la solicitada, como acción ha-


bitual, está promovida por la dinámica social de la comunidad y de la
misión religiosa del clérigo.

d. Otros espacios

El corpus consultado documenta algunos espacios distintos a los antes


mencionados, como un claustro (5a) y una calle (5b). Si bien la primera
proposición se realiza en el confesionario, y ante una negativa por
parte de la persona solicitada, el sacerdote continúa persuadiendo en
aquellos espacios comunes entre él y los feligreses. El contexto (5a) es

Pedro Ángel Ramírez Quintana 39


Colección Bicentenario Campeche Solidario

especialmente interesante por la información que transcribe "porque


no avía gente que los viesse", la cual podría interpretarse como la "re-
gla" para los espacios de la solicitud: aquellos donde el clérigo podía
incitar a la feligresa sin ser observado por testigo alguno.

(5) a yendo el bachiller Gonzáles a decir missa al conventito de la Terzera


Orden, intramuros desta villa, encontró a la denunciante en un claustro
del convento, ymmediato a la yglesia, y la dio varios ósculos en las
manos, porque no avía gente que los viesse [DHFEC, 1757, 63].
b y la bino siguiendo y la alcanzó en la misma esquina de San Joseph,
camino de la parroquia. Y le dijo que fuera a su casa [DHFEC, 1747,
59].

Los contextos antes expuestos revelan que las medidas para evitar la
solicitud no limitaron a los clérigos para llevarla a cabo. La prohibición
de la Inquisición, escrita desde 1625, para que los párrocos no oyeran
confesiones en las casas o lugares cerrados, así como la ordenanza de
colocar rejas en el confesionario para evitar la visibilidad entre confe-
sor y confesado durante el sacramento, no consiguieron erradicar el
delito de solicitud entre su ministros religiosos.

Estrategias de solicitud

El acto de solicitud presenta características específicas en cada pro-


ceso, determinadas por sus participantes, principalmente la del solici-
tador. Este echa mano de ciertas artimañas y discursos para lograr el
objetivo sexual. La diversidad de estas estrategias impide proponer
una fórmula única de persuasión, más bien permite elaborar un in-
ventario de aquellas formas empleadas para declarar y consumar su
deseo sexual.

40
Campeche, una ciudad en la península

Un solicitante recurría a la combinación de tácticas para incitar a co-


meter un "acto torpe". El corpus, por su parte, muestra que un acto
de solicitud no se limitaba a una estrategia, sino que, generalmente,
se realizaba a través de una combinación entre éstas, atendiendo a la
personalidad del solicitador y a la resistencia de la solicitada. Galván
Rodríguez13 propone una lista de acciones, medios e instrumentos
que intervienen en la formulación de la solicitud; a partir de estos,
se reelabora dicho inventario con la finalidad de describir las pecu-
liaridades de la persuasión documentada en la península, durante el
virreinato.

a. Palabras directas de solicitud

A pesar de las características del lenguaje escrito, especialmente el de


carácter oficial, los documentos registran algunas formas lingüísticas
en estilo directo; lo que permite recuperar enunciados pertenecien-
tes a la lengua oral. A través de estos, los clérigos expresaban sus
intenciones sexuales a las parroquianas; por ejemplo, las palabras que
fray Pedro de Ortega le dijo a Juana Antonia Sigara durante la con-
fesión, (6a); o la petición de fray Francisco de Guzmán a Victoria de
Peña inmediata al término del sacramento (6b). Como se observa, los
contextos muestran el desigual grado de lo requerido, por una parte,
una enunciación sobre una próxima penetración sexual "yo te lo me-
teré", medianamente atenuada por la frase condicional antepuesta
"si quieres"; por otra, la formulación de una pregunta "¿no me das un
beso?", hace que esta pecata minuta, distante del acto sexual, tam-
bién fuera considerada como delito de solicitud.

13 Galván, La praxis, 1996, p.129.

Pedro Ángel Ramírez Quintana 41


Colección Bicentenario Campeche Solidario

6) a le dijo dicho padre estas formales palabras: “pues si ninguno te lo ha


metido, si quieres, yo te lo meteré”. Y que aviéndose escandalizado
y ecxasperado dicha su hija, le prosiguió hablando el referido padre
muchas palabras amatorias, probocatibas e ynductibas al pecado de
lujuria. [DHFEC, 1780, 73].
b y confesándose con él, antes de levantarse de sus pies, la havía dicho
este reo: "Bitoria, ¿no me das un beso?" [Proceso, 1761].

Aunque los contextos que reproducen la lengua oral son escasos, su


presencia en la documentación permite recuperar ciertos elementos
del discurso coloquial, como el léxico (observe el apartado §3.).

b. Acto solicitante

En contraste al registro del discurso directo, frecuentemente se docu-


mentan aquellas acciones que conllevan el delito sexual. En los con-
textos de (7) se agrupan algunos de ellos: en (7a), Felipa de Torres, en
su denuncia contra el clérigo Mateo González, narra lo ocurrido el 25
de marzo de 1757; después de confesarse, el presbítero le indicó que
fuera a casa de este, y estando en ella, acompañada de Isidora Díaz,
el religioso la abrazó y le dio "varios ósculos". Por su parte en (7b),
Paulina Fernández declara contra Pablo Raymondi por solicitarla en
el confesionario, sin pronunciar palabra pero apretándole los pechos
con la mano. Otro ejemplo es el contexto (7c), donde Clara Pot relata
uno de los frecuentes acosos realizados por Cristóbal de Valencia ha-
cia ella; a pesar de la resistencia que la solicitada presenta, su declara-
ción expresa que varias veces se consumó el acto sexual.

(7) a la dio también varios ósculos [DHFEC, 1757, 63].


b Dixo que estándola confesando sin hablarle palavra, sacó la mano por

42
Campeche, una ciudad en la península

el confesonario y le apretó los pechos [DHFEC, 1786, 77].


c la metió en su aposento, y la desnudó a esta testigo en cueros, man-
dando a esta testigo que se pusiese en quatro pies, y esta testigo no
quiso, diziéndole al dicho padre que no podía, que estaba con sangre
[DLNEgm, 1609, 54].

Si bien, el delito de la solicitud tiene entre sus fines realizar el coito, y


para lograrlo se asiste de la petición directa, del tocamiento al cuer-
po de la persona solicitada, el planteamiento de citas, entre otros,
también se registra la satisfacción sexual del solicitante a través de
la masturbación; es decir, la documentación describe que en algunas
ocasiones la búsqueda no era la penetración o la estimulación a la
persona solicitada, sino que esta sirviera de instrumento para provo-
car, a través de su mano, la eyaculación al clérigo. En los contextos
(7d) y (7e) queda explícita esta estrategia.

d y sentándola sus muslos abrió la bragueta y le puso la mano sobre


sus partes, apretando con su mano las de su hija, para que con eso la
mano de dicha su hija le apretasse a él sus partes [DHFEC, 1789, 97].
e tomando la mano derecha de la enunciada Roverta se la metió den-
tro de sus calsones; y despedido que fue el padre don Pablo, le dixo
Roverta a su madre, la declarante, lavándose las manos, que el sitado
padre don Pablo, le havía puesto no sé qué cosa expesa en las manos"
[DHFEC, 1786, 78].

Con una estrategia distinta a las anteriores, fray Joseph de Frías se au-
todenuncia de haber realizado un acto de solicitud, que consistió en
mover la silla-confesionario a un espacio donde pudiera ser visto por
una mujer con quien mantenía relaciones: "siendo ya confessor, pasé
en una ocasión la silla del confessonario, donde yo avía de confessar a

Pedro Ángel Ramírez Quintana 43


Colección Bicentenario Campeche Solidario

los fieles, en parte en donde pudiesse verme una muger que pasaba
por la calle, con quien yo trataba mal" [Joseph, 1714]. Este contexto
–al igual que los anteriores– ejemplifica la diversidad de actos que los
clérigos realizaban para persuadir.

c. Recompensas

La persuasión amatoria iba acompañada algunas veces con ofreci-


mientos materiales para la declarante. El clérigo prometía casa, ves-
tido e incluso el casamiento. Esta oferta de dádivas la escuchó María
Limilla, según la propuesta de Juan Raymundo Rodríguez, de la Com-
pañía de Jesús, como se aprecia en el contexto (8).

(8) A que tiró a persuadirle, prometiéndole le pondría casa, la bestiría y la


casaría la Pasqua. A cuias ofer[tas] se negó [DHFEC, 1747, 59].

Varias de las declaraciones registran este dato. Por ejemplo, el mes-


tizo Sebatián Pinto después de resistirse, en varias ocasiones, a la in-
vitación de visitar al sacerdote Juan Dionisio Franqui, aceptó al escu-
char "tiempo tienes, vete esta noche a verme porque te tiene cuenta
(sic) que te voy a regalar". Él mismo relata que "deseoso de descubrir
la verdad y de disfrutar algún pequeño regalo que le diese, se con-
duxo a la casa". La promesa del regalo lo motivó a asistir a la casa del
clérigo Juan Franqui; sin embargo, en esta es solicitado al acto sexual,
el cual rechaza. Del regalo no se tiene mayor noticia en la narración.

d. Condicionamiento

Cuando las palabras, las acciones provocativas o las dádivas no logra-


ban convencer, el sacerdote utilizaba otra estrategia: el condicionar a

44
Campeche, una ciudad en la península

la feligresa. Es decir, el solicitante discursivamente le planteaba una


circunstancia social o religiosa, con la cual imponía a la solicitada a
aceptar su propuesta. El contexto (9) relata la razón por la cual Jo-
sepha Navarro accede a tener relaciones sexuales con el clérigo Al-
fonso Pérez: "que su marido se avía confesado tener sinco mugeres
meretrises".14 El propio esposo de Josepha Navarro, Manuel Ricalde,
confiesa en su declaración que su mujer accedió a la solicitud ad tur-
pia en el confesonario realizada por Alfonso Pérez, debido a que este
la persuadió revelándole que "su marido también vivía mal con sinco
mugeres con lo qual huvo de consentir" [Manuel, 1750].

(9) a después de la confeción le dijo dicho bachiller Alfonso Pérez a la


solicitada que su marido se avía confesado tener sinco mugeres mere-
trises y que también avía deflorado a una y que lo avia sabido debajo
de confesión [Josepha: Mérida, 1750].

Otra forma de condicionamiento era la promesa de absolver el peca-


do originado por el acto sexual. Ante el argumento de que la solicitud
era ocasión para que la feligresa estuviera en pecado o faltara a los
preceptos religiosos, el clérigo se ofrecía a escuchar la respectiva con-
fesión una vez consumado el acto sexual. El caso de Paulina Fernán-
dez ilustra esta astucia clerical: ante la seducción de Pablo Raymondi,
Paulina se negó a aceptar la proposición sexual bajo pretexto de que
al día siguiente iría a confesarse; ante dicho argumento, el clérigo Ra-
ymondi pronuncia las siguientes palabras de convencimiento: "que no
tuviese miedo, que él la confesaría" [DHFEC, 1986, 77].

14 Meretrises: 'prostituta'. DRAE, s.v. meretriz.

Pedro Ángel Ramírez Quintana 45


Colección Bicentenario Campeche Solidario

e. Amenazas

Como otra forma de condicionamiento, también se documentaron


algunas amenazas pronunciadas por los clérigos contra la persona
solicitada, renuente a su petición. Este tipo de acción se caracteriza
por el grado de condena que conllevan las palabras pronunciadas, e
intenta provocar temor en la solicitada mediante una acción que se
realizará en contra de ella. Los contextos de (10) ejemplifican algunas
sentencias contra quienes se han negado al acto carnal del clérigo. En
(10a), fray Francisco de Guzmán arremete contra Eugenia Kib al ente-
rarse de que esta había declarado contra él por el delito de solicitud;
además, le ordena que, al narrar los hechos, cambie el lugar donde se
promovió la solicitud, del confesionario a la calle, con la finalidad de
aminorar la gravedad de la falta. De esta forma, Francisco de Guzmán,
al saber de la declaración en su contra, reprime y propone un hecho
distinto que disminuya su culpabilidad.

(10) a la havía reprendido gravemente diziéndola se la havía de llevar el


diablo, y la havía pedido que dijese, que no havía pasado en el confe-
sonario sino en la calle yendo por agua, lo que havía ofrezido solamen-
te por temor [Proceso, 1761].

Además, se registra la escena violenta que relata Clara Pot, durante


una confesión con el padre Cristóbal de Valencia. La declarante se
niega a obedecer la indicación del sacerdote: "le dijo a esta testigo
que le fuese a ver a la noche, y, diziéndole esta testigo que no quería,
le dixo el dicho padre Valençia que hera una puta y otras palabras
feas, y le dio de coçes15 y un puñete en la boca, de que le salió mucha

15 Coçes: 'golpe que da una persona moviendo el pie con violencia hacia atrás', por contexto,
refiera a 'patadas', específicamente con el talón, según la etimología de la palabra. DRAE, s.v. coz.

46
Campeche, una ciudad en la península

sangre" [DLNEgm, 1609, 54].

f. Solicitud mediante palabra: expresar la belleza o cualidades de la


confesante

Galván16 considera que el expresar los sentimientos o deseo del con-


fesor hacia la confesante en forma de ‘alabanza’ a la belleza física de la
mujer constituye una de las estrategias de solicitud.17 El corpus con-
sultado registra solamente una frase que expresa las cualidades físicas
de la solicitada, como parte del discurso seductor, según se aprecia
en el contexto siguiente.

(11) Y que le dijo que hera muy hermosa y que a la noche le viniese a ver
[DLNEgm, 1609, 54]

g. Solicitudes escritas

La escritura de una proposición amatoria es difícil de encontrar en los


archivos, porque dicho acto se basa en la oralidad del discurso y en la
inmediatez de la acción; además, la solicitud por escrito podría ser en
sí misma una prueba de culpabilidad.
Sin embargo, la documentación consultada registra, de forma
indirecta, la existencia de un texto escrito por el clérigo Alfonso Pérez
a Josepha Navarro, el cual –según la declaración de Manuel Ricalde–
concluía con la frase "tu amigo", como se observa en (12). El propio
contexto expresa los valores pragmáticos de dicha frase para las per-

16 Galván, La praxis, 1996, p. 136.


17 Por su parte, Jorge González considera que algunos sacerdotes recurrieron al discurso
afectuoso con la intención de que la solicitud fuera discreta: "utilizando frases con cierta
connotación afectiva, de preocupación o de amor paternal, que, posiblemente, a muchas
mujeres les hacía falta" (González, Clérigos, 2000, p.154).

Pedro Ángel Ramírez Quintana 47


Colección Bicentenario Campeche Solidario

sonas involucradas.

(12) dixo que presume ser por aver allado una carta en poder de su muger
Josepha Nabarro escrita de el bachiller Alfonso Péres a dicha Josepha
Nabarro que finalisaba diciendo "tu amigo"; y preguntándole a dicha
su muger que por qué causa la trataba con aquel término, y que le
dijese la verdad si se avía mesclado con dicho bachiller Alfonso Péres,
que él le prometió no haserle nada, dijo que era cierto averse mescla-
do una ocación con él [Manuel, 1750].

Esta tipología de estrategias documentadas constituyen un bosquejo


de las acciones y actitudes socio-religiosas de los habitantes de la
península virreinal sobre el delito de la solicitud y, por extensión, de
la sexualidad y de la moral. Como puede observarse en los contextos,
la narración favoreció la escritura de los hechos más que el discurso
empleado en ellos. Este resultado puede justificarse por tres factores:
a) la naturaleza de los documentos, elaborados básicamente para pro-
cesar a quien ha cometido un delito; b) la cancelación de información
por parte de los declarantes, hipotéticamente, los datos se manipu-
laban ante el tribunal inquisitorial para disminuir responsabilidades;
y c) la preeminencia del acto físico, es decir, las palabras no eran tan
necesarias en la solicitud sexual porque el clérigo buscaba la consu-
mación del hecho, más que convencer mediante un discurso amoroso
a la persona solicitada.

El léxico de la solicitud en Yucatán

Los estudios sobre vida cotidiana han permitido traer a la mesa del in-
vestigador aquellas escenas y personas –ignoradas anteriormente por
la historia tradicional– como elementos indispensables para recons-

48
Campeche, una ciudad en la península

truir las estructuras sociales de una determinada época. En la misma


línea argumental, Pilar Gonzalbo Aizpuru expresa la importancia de
este tipo de estudios: “...lo cotidiano es precisamente lo que define
con mayor precisión un modo de vida, una actitud ante los aconteci-
mientos y una práctica de costumbres cuya justificación no nos hemos
detenido a investigar”.18
Particularmente, los estudios de lingüística histórica han recu-
rrido a la consulta de documentos directamente en archivos, con te-
máticas que registren un discurso cercano al coloquial, a pesar de las
restricciones propias de la lengua escrita.19 Para ello, se privilegian los
expedientes que, por su contenido temático, permiten la transcrip-
ción de las voces de los declarantes; por ejemplo, los pertenecientes
a los ramos de Inquisición, Cárceles y presidios, Criminal, Tierras, en-
tre otros. Este tipo de documentos transcriben, muchas veces, aque-
llas acciones que transgreden las conciencias o la estabilidad social.
Bajo este criterio de consulta documental, se encuentra el delito de
la solicitud: una temática que escandalizaba a los pobladores de la
península durante el virreinato –y posiblemente también a algunos en
la actualidad–.20 El hecho de que la solicitud representara un delito
que atentaba contra la moral de las feligreses y, sobre todo, contra la
misión clerical de "salvar almas", permitió la transcripción de algunos
fragmentos del discurso oral, a partir de las demandas y declaraciones
18 Gonzalbo, Introducción, 2004, p.11.
19 En 1994 se publicó en México un acercamiento pionero en el rescate documental de inte-
rés lingüístico, con el título Documentos Lingüísticos de la Nueva España, Altiplano-Central,
de la autoría de Concepción Company Company.
20 Esta censura a lo sexual está determinada por la formación cultural que poseemos;
León Ferrari la plantea en los siguientes términos: "la obsesión sexual religiosa acompaña
a la historia de Occidente y no ha terminado: se renueva en nuestros días...", Ferrari, Sexo,
1995, p.290.

Pedro Ángel Ramírez Quintana 49


Colección Bicentenario Campeche Solidario

ante el Santo Oficio. Esos fragmentos de habla son de suma impor-


tancia para los estudios diacrónicos de la lengua –además de su uti-
lidad en la descripción de la vida cotidiana–, porque a partir de ellos
se puede conocer la forma en que hablaban nuestros antecesores.
El testimonio escrito es la única forma de acercarnos a la lengua del
virreinato; en esta ocasión, a través de la temática "escandalosa" de
la solicitud, como se aprecia en (13).

(13) Y le dio su miembro en las manos de esta testigo diziéndole: "toma


este tu plátano, juégalo con tus manos, porque tendrás muy ancho
tu vaso natural, y si no quieres mételo en tu boca y chúpalo". Y esta
testigo le dijo: "ése no es plátano sino su miembro, e yo no lo quiero
hazer" [DLNEgm, 1609, 54].

Por esta razón, las denuncias ante la Inquisición contra el acto de so-
licitud constituyen un valioso material escrito que conserva, en la me-
dida de lo posible, un estado de lengua cercano al coloquial; además
de ser testimonio de los valores religiosos, sociales y morales que
definían a la sociedad virreinal de la Península de Yucatán.
El léxico sexual, en contraste con otros grupos léxicos, depende de la
idiosincrasia de los hablantes; a través de esta, una comunidad decide
si utiliza determinada palabra en su discurso coloquial o si la destie-
rran del habla para anexarla a la lista de términos censurados, por re-
lacionarla con cierto 'valor negativo'. Al respecto, Montero Cartelle21
afirma que "su constitución y evolución (del léxico erótico) responden
a causas tan sutiles como la aceptación o rechazo que la comunidad
ha experimentado ante determinados temas y, sobre todo, ante sus
formas de expresión". En este sentido, no se censura una palabra,

21 Montero, La Iglesia, 1999, p.65.

50
Campeche, una ciudad en la península

sino el tema, el significado que esta conlleva.


Interesa a este acercamiento conocer las formas léxicas utiliza-
das para referirse al acto sexual y a los órganos sexuales de los parti-
cipantes en el delito de solicitud. Para una mejor observación, se ha
elaborado un primer inventario de terminología sexual, a partir de los
datos proporcionados por el corpus, base de la consulta. El cuadro 1
reúne dichas formas lingüísticas documentadas, transcritas según la
escritura que presentan en el corpus.

ÓRGANOS SEXUALES RELACIÓN SEXUAL


MASCULINO FEMENINOS
‘pene’ ‘vulva’ ‘senos’ ‘nalgas’

lo lo más oculto pechos asentade- desflorado


su miembro de sus partes tetas ras te lo meteré hacerlo
sus partes lo que no se nalgas acto carnal
miembro vi- podía decir movimiento carnal
ril el coño sensible
las partes sus partes se lo daba
su plátano vergonzosas el que la gozó
las vergüen- tu vaso natu- introducido
zas ral acto torpe
el carajo sus vergüen- quebrantar la volun-
cosas inones- zas tad
tas el coño del trataba mal
del [signo] diablo feo cópula
el culo cosa torpe
la [signo] cosas torpes
su torpesa
la misma torpesa
lo admitía a mi amis-
tad
facilitarse a un hom-
bre
fornicar
joder
hacer lo que te digo
amor menos onesto
ad turpia
mesclado
tuvo parte
CUADRO 1: Léxico documentado sobre los órganos sexuales y la relación
sexual.

A continuación se describen las formas lingüísticas, con referente

Pedro Ángel Ramírez Quintana 51


Colección Bicentenario Campeche Solidario

sexual, enlistadas en el cuadro 1, con la finalidad de reconocer qué


tipo de léxico logró registrarse en la documentación consultada.

Órgano sexual masculino

Las diez formas lingüísticas documentadas para referir al órgano


sexual masculino, pueden organizarse en los siguientes tres grupos: a)
léxico referencial, donde se agrupan aquellos términos que remiten
de forma directa al elemento que nombran; por ejemplo, miembro
('pene', DRAE), miembro viril ('pene del hombre', DRAE) y carajo ('el
miembro viril del hombre', DMj). Por su parte, se documentan ciertas
construcciones cuyo uso corresponde a los b) eufemismos: en esta
categoría, se reúnen las formas lingüísticas que sustituyen a las pala-
bras referenciales, en la pretensión de atenuar el valor peyorativo que
estas –o el elemento nombrado– poseen entre los hablantes.22 En el
corpus se registran: sus partes, las partes, las vergüenzas, cosas ino-
nestas. Llama la atención el uso del sustantivo vergüenzas y del adjeti-
vo inonestas, elementos léxicos que permiten entrever la valorización
social que existía hacia los referentes a los que se nombra; es decir, su
empleo está condicionado por la percepción de las hablantes sobre el
sexo. Por su parte, su plátano es un ejemplo de construción metafóri-
ca utlizada por un clérigo solicitante para referirse a su órgano sexual
al momento de persuadir a una feligresa. Manuel Ariza afirma que
"son muchas las metáforas con las que el órgano sexual masculino es

22 La definición de eufemismo lo proporciona el Diccionario básico de lingüística: "palabra


o construcción que se utiliza en lugar de otra para hacerla más sutil porque su contenido se
considera peyorativo o tabú (...) El hecho de que una expresión no deba utilizarse en cierta
comunidad corresponde a factores extralingüísticos", Luna, Diccionario, 2005, p.540.

52
Campeche, una ciudad en la península

sustituido por animales y plantas"23 . Como otra estrategia se encuen-


tra c) la anulación del nombre, en la cual se recurre a la utilización de
un pronombre de objeto directo, lo, para referirse a la parte sexual
del cuerpo censurada, incluso, en la pronunciación de su nombre; otro
recurso es la cancelación del vocabulario sexual en la escritura –como
posible manifestación de las palabras consideradas "prohibidas" en la
producción oral–; por ejemplo, en la documentación se utiliza del [sig-
no] cada vez que la narración necesita nombrar un elemento sexual,
principalmente los órganos masculinos y femeninos; sirva de ejemplo
la siguiente oración "quiera Dios que padescan alguna llaga en la
punta del [signo]", [DLNEgm, 1774, 150]24.

Órgano sexual femenino

Para referirse al órgano sexual femenino se documentan nueve formas


lingüísticas, una menos con respecto a las registradas para el masculi-
no. Los comentarios de este apartado se centran en las variantes em-
pleadas para designar la vulva, y se prescinde de aquellas que refieren
a senos y nalgas, contempladas en el inventario léxico sexual (cfr. cua-
dro 1). Los tipos de construcción lingüística abarcan los siguientes: a)
léxico referencial, donde la palabra designa el órgano nombrado, en
el cual se inscribe coño ('parte externa del aparato genital de la hem-
bra', DRAE) como único vocablo de carácter referencial. Por su parte,
culo se encuentra documentado a través de un solo contexto: "mas
a éstos (sacerdotes) sólo les falta andar jodiendo el culo de la gente"
[DLNEgm, 1774, 149]; como se observa, presenta un valor sexual, su
23 Ariza, Sobre, 2009, p.42
24 Los editores de los DLNEgm afirman, en nota a pie de página, que dicho signo escrito en
el documento original es parecido al empleado en la abreviatura de etcétera.

Pedro Ángel Ramírez Quintana 53


Colección Bicentenario Campeche Solidario

significado es referencial, pero no corresponde expresamente al ór-


gano sexual femenino. En contraste, los b) eufemismos documetan
un mayor número de formas lingüísticas para designar vulva: lo más
oculto de sus partes, lo que no se podía decir, sus partes vergonzo-
sas, tu vaso natural, sus vergüenzas; obsérvese que algunos de estos
eufemismos necesitan una construcción más compleja en compara-
ción a los empleados para designar pene. Las formas "lo más oculto
de sus partes" o "lo que no se podía decir" podrían estar motivadas
por una mayor restricción socio-lingüística para referirse a este órgano
en particular. Restricción que, en otros casos, logra la c) anulación
del nombre, por ejemplo: "el padre Torres está jugando la [signo] de
Rita" [DLNEgm, 1774, 150]; nuevamente, el documento informa so-
bre el uso de un signo en el espacio textual donde debía incrustarse
léxico sexual. Este hecho, la supresión de palabras referenciales, es
promovido por la conciencia socio-religiosa de los hablantes, la cual
considera que ciertas temáticas, como la sexual, son obscenas; lo que
conlleva a la censura de las palabras respectivas. Una cuarta forma es
el d) disfemismo, mediante el cual se agrega una carga peyorativa a
lo nombrado, como ocurre en la frase el coño del diablo feo.
Las construcciones eufemísticas se registran con mayor frecuen-
cia que el léxico referencial para nombrar los órganos sexuales del
solicitante y de la solicitada. Al respecto, Emilio Montero plantea la si-
guiente afirmación: "desde las primeras manifestaciones literarias, los
órganos genitales son miembros, partes, lugares y cosas, casi siempre
en plural e incrementados con adjetivos (...) que responden a la con-
cepción cristiana del sexo como algo sucio, feo, torpe".25

25 Montero, La Iglesia, 1999, p.67.

54
Campeche, una ciudad en la península

Los eufemismos permiten nombrar los genitales con un nombre dis-


tinto al referencial; generalmente, están construidos a partir de dos
elementos: un sustantivo genérico (partes, cosas) y un adjetivo con
valor negativo (vergonzosas, inonestas); en consecuencia, el primero
opaca la referencialidad y el segundo proporciona valores semánticos
al órgano sexual nombrado, con adjetivación negativa: cosas inones-
tas, sus partes vergonzosas.
Este renombrar los órganos sexuales26 mediante eufemismos
está promovido por las propias creencias socio-religiosas sobre lo 'pe-
caminoso' del sexo; por otra parte, el uso de la palabra referencial se
encuentra restringido por considerar a esta un tabú, según la concien-
cia lingüística de los hablantes.

Relación sexual

Para expresar la relación sexual, los declarantes en los procesos in-


quisitoriales sobre el delito de la solicitud que integran el corpus uti-
lizaron veinticinco formas lingüísticas, un número mayor frente a las
registradas con respecto a los órganos sexuales.
Para una mejor descripción de estas formas, las agrupo en las
siguientes categorías: a) sustantivos referenciales, cuya caracterís-
tica es nombrar llanamente la relación sexual; en la documentación
consultada se registra solo uno: cópula ('unirse o juntarse sexualmen-
te', DRAE, s.v. copular). b) verbos especializados, con análogo valor

26 "Todo el proceso de constitución y renovación del léxico sexual está fuertemente media-
tizado por la situación comunicativa en que tiene lugar y, dentro de ella, por los papeles que
desempeñan sus participantes. De hecho, tras las bambalinas de los términos concretos hay
un juego de relaciones bastante complejo, que, obviamente, condicionan la construcción
del discurso y se refleja en las opciones lingüísticas elegidas", Montero, La lingüística, 2010,
pp.539-540.

Pedro Ángel Ramírez Quintana 55


Colección Bicentenario Campeche Solidario

referencial, se registran en las narraciones los verbos fornicar ('tener


ayuntamiento o cópula carnal fuera del matrimonio', DRAE), joder
('practicar el coito', DRAE; 'es el término más obsceno, por hacer coi-
to, fornicar', DMj)27 y, conjugado en participio, desflorado ('desvir-
gar', DRAE, s.v. desflorar). Según los significados propuestos por el
Diccionario de la Real Academia Española, cada verbo expresa una
particular acción sexual. Los contextos documentales no distinguen
esta distinción semántica, excepto desflorar que sí hace referencia a
la acción de desvirgar, frente a otro tipo de relación sexual: "avía con-
fesado tener sinco mugeres meretrises y entre ellas una donsella que
avía deflorado" [Manuel, 1750].
Aunado al léxico de carácter referencial, se documenta un consi-
derable número de eufemismos para nombrar la relación sexual. Entre
estos se encuentran los b) Sustantivos genéricos que provienen de
la locución latina ad turpia utilizada especialmente para referirse al
delito de la solicitud; además de la forma latina, se registran su tor-
pesa y la misma torpesa que expresan, según el Diccionario de Auto-
ridades, versión electrónica (RAE), "vale assimismo deshonestidad, è
impureza" y, a través de otra entrada, agrega "se toma también por la
acción indigna, è infame". Otros sustantivos genéricos se estructuran
mediante el uso de un nombre con significado amplio más el adjetivo
torpe, con carácter peyorativo, acto torpe, cosa torpe, cosas torpes.
Entre los significado del adjetivo torpe se presentan "vale assimismo

27 En una comparación entre el verbo italiano fottere y el español joder, Elisa Martínez
expresa que son "lexemas que nos hablan claramente de una visión violenta y falocrática de
la sexualidad, en donde el enunciador-varón, sujeto de la enunciación, al situarse del lado
de la acción violenta, del ejercicio de la guerra, de la caza o de la corrida (en el caso español)
concibe a las mujeres como objetos y destinatarias pasivas de la acción sexual, Martínez,
Breves, 2008, pp.172-173.

56
Campeche, una ciudad en la península

deshonesto, impúdico, lascivo" y "vale también ignominioso, inde-


coroso, è infame" en el Diccionario de Autoridades consultado. Por
su parte, Jorge González expone las posibles acciones que podrían
considerarse como torpes: "según las autoridades inquisitoriales, los
'actos torpes' consistían en tocar, o intentarlo, las manos, los dedos,
la cabeza, la cara, las rodillas, los pies, u otras partes más íntimas del
cuerpo del penitente, en el caso de los hombres el pene y en el de las
mujeres los senos o la vagina"28 . Otro caso de sustantivo genérico es
la forma acto carnal, que presenta un adjetivo más explícito y menos
despectivo que los ejemplos anteriores. De igual manera, se docu-
mentan movimiento carnal sensible y amor menos onesto.
De forma similar, se documenta un considerable número de d)
verbos genéricos para referirse a la relación sexual. Algunos son con-
templados por el DRAE, atendiendo a la expresión ya lexicalizada, tal
es el caso de la frase tuvo parte, incluida entre las acepciones de la pa-
labra parte: "tener trato y comunicación carnal con ella"; y también de
trataba mal, localizada en la entrada léxica del verbo tratar: "tener re-
laciones amorosas". Además, la documentación registra varios verbos
que no cuentan con la especificación sexual en el DRAE, por ejemplo:
te lo meteré, hacerlo, introducido, hacer lo que te digo, quebrantar la
voluntad, mesclado, el que la gozó.
El registro de estos verbos permite acercarnos a la percepción
de la relación sexual, donde se identifica la agentividad del sujeto con
respecto a la pasividad de la feligresa. Al respecto, Martínez Garri-
do (2005:174), partiendo de su análisis del verbo joder, concluye que
este es "un prototipo cognitivo de una concepción sexual falocrática,

28 González, Clérigos, 2000, p.153.

Pedro Ángel Ramírez Quintana 57


Colección Bicentenario Campeche Solidario

violenta y contraria a las mujeres, es fácil extrapolar la cadena de sig-


nificados misóginos presentes en nuestro léxico y en nuestra retórica
"erótica". Todos los demás (verbos) podrían ser considerados varia-
ciones semánticas de este principal eje cognitivo".
En contraste a estos verbos, se incrustan otros con valor semán-
tico distinto en las declaraciones de las mujeres solicitadas; de modo
que la construcción eufemística, empleada para nombrar la relación
sexual, permite incorporar léxicamente la voluntad de las feligresas:
se lo daba, lo admitía a mi amistad, facilitarse a un hombre.
En este apartado §3.3. Sobre el lenguaje de la solicitud referen-
te a la relación sexual, se observa que en la construcción de eufemis-
mos se incorpora el pronombre de objeto directo lo, en la mayoría de
los casos. Su uso sustituye el nombre del órgano sexual masculino (te
lo meteré) y del femenino (se lo daba), así como de la propia relación
sexual (hacer lo que te digo). En los tres casos, el pronombre necesita
la presencia de ciertos tipos de verbos para expresar el acto sexual.
Como se observa, la mayoría de las formas lingüísticas con sig-
nificado sexual logran transcribirse en las declaraciones en calidad de
eufemismos. Esta estrategia empleada por los hablantes obedece a
sus propios patrones de conducta social y religiosa.29

La ausencia de léxico sexual maya

Es necesario plantear que en los documentos consultados no se regis-


tró ninguna forma lingüística en maya para referirse a los elementos

29 Desde una perspectiva diacrónica, Emilio Montero afirma que "el análisis de las formas
de expresión del 'acto sexual' deja entrever que tampoco en este caso ha cambiado la actitud
de la Iglesia, antes bien reitera las pautas que se percibían en las anteriores", Montero, La
Iglesia, 1999, p.71.

58
Campeche, una ciudad en la península

sexuales antes descritos. Este hecho podría explicarse por el prestigio


y oficialidad de la lengua española en los procesos inquisitoriales. A
pesar de ello, la propia documentación sobre el delito de solicitud
aporta noticias sobre el uso de lengua maya entre algunos de los in-
volucrados, como se ejemplifica en los contextos de (14).

(14) a y que intra confesione la havía solizitado diziéndola en su lengua de la


yndia: has de condezender o as lo que yo te dijere [Proceso, 1761].
b y esta dicha denunzia en toda forma y con expresión de las vozes de la
lengua maya, que es la de la yndia denunciante, traduzidas en caste-
llano [Proceso, 1761].
c “y aviéndole sido leído este su dicho y dado a enteder en su lengua,
dixo que era verdad” [Inés, 1713].

Por ejemplo, la solicitud descrita en (14a) se realiza en lengua maya,


aunque el solicitante sea hispanohablante. La denuncia que refiere
(14b), originalmente, fue escrita en lengua maya, luego, traducida al
español. Los ministros de la Inquisición explican a Inés Mex en la len-
gua materna de esta. Además se presenta una denuncia anónima, en
maya: "aviendo leído con el cuidado que corresponde el contenido
que está a la buelta de este papel escrito en lengua maya, impuesto
en todas sus expreciones, he pasado a traducirlo al castellano"; de di-
cho papel anónimo se presentan dos versiones castellanas [DLNEgm,
1774, 149-150]. Aunque la lengua maya está presente, como informa-
ción socio-cultural, no logra registrar ninguna forma lingüística en el
corpus consultado. Un acercamiento léxico a esas denuncias, escritas
en lengua maya, vendría a enriquecer los datos sobre el léxico sexual.
Además, enriquecería la información diacrónica sobre la peculiar for-
ma de concebir y expresar las palabras de índole sexual, en la actua-

Pedro Ángel Ramírez Quintana 59


Colección Bicentenario Campeche Solidario

lidad.30

A manera de conclusión

El acercamiento al delito de solicitud ha permitido reconstruir frag-


mentos cotidianos de la Península de Yucatán durante el virreinato;
a través de la documentación consultada, se observan las personas
involucradas, las estrategias de persuasión y el lenguaje sexual em-
pleado.
Así, la denuncia exigida por otro confesor permitió que la per-
sona solicitada acudiera al tribunal de la Inquisición a manifestar lo
ocurrido: "ni sabía tampoco la obligación que tenía de hacer dicha
denunsia, y que sólo lo supo con el motivo de aberse ydo a confesar
aura domingo" [DHFEC, 1751, 118]. Las narraciones dejan entrever
que la población no tenía conciencia sobre la gravedad del acto o, por
lo menos, el deber de denunciarlos ante el Santo Oficio. Contextos
como este sugieren que el acto de solicitud ocurría con considerable
libertad en las poblaciones de la península, a pesar de las medidas
que la Iglesia había impuesto para evitarlo.
Las declaraciones han sido el material de consulta para describir el
acto de la solicitud. A través de la relación de hechos, se han escrito
las voces de aquellos pobladores coloquiales, implicados en dicho

30 Actualmente, las expresiones mayas referentes a lo sexual pueden ser compiladas a tra-
vés del discurso oral, en contextos donde los hablantes se desenvuelven con suma confianza.
A continuación un primer inventario de formas lingüísticas vinculado a la sexualidad: jo-
lok’ ('fogoso'), jach poch pel ('golosa'), poch kep ('goloso'), it ('culo'), boboch ('trasero'), chi wol
('tarántula', 'vulva'), ix majan naj ('papalota', 'vulva'), pépen ('vulva'), pirix ('vulva'), peel
('vulva'), andar chocó it ('anda caliente de "ahí"'), chokoj it ('mujer fácil'), ta ku peets’ ('que
quiere coger'), k’eech ('amante'), chum ('amante'), kakbach ('prostituta'), ts’iits ('coger', 'sexo')
hacer loch ('tener relaciones sexuales'), entre otros (comunicación personal de Ana Fierros,
Cessia Chuc y Gonzalo Maas).

60
Campeche, una ciudad en la península

delito; la narración presenta valiosos datos: las personas involucradas,


el cumplimiento de los preceptos religiosos, las acciones y palabras
persuasivas a la satisfacción sexual. Incluso, hasta la reproducción tex-
tual de las frases.
Estas estructuras lingüísticas, pronunciadas por un hablante, ge-
neralmente, son compartidas con la comunidad a la que pertenece,
como una simple rutina discursiva. En este sentido, a través de la len-
gua se transmite –y ahora es posible recuperar– el discurso cercano al
habla y con él la visión de mundo que poseía la sociedad: "la dixo, por
modo de chanza, un dicho que allí suele dezirse y es 'en el abispero
(entendiéndolo por la part[e] trasera) tengo un dibioso31 con lo que se
me cura es darme un beso'".
La codificación lingüística sobre la solicitud amorosa permitió
describir matices socio-culturales difícilmente abordados por la his-
toria tradicional. Por ejemplo, cómo el factor extralingüístico –la reli-
gión, moral, etc.– condiciona plenamente las estrategias discursivas
de los hablantes, al grado de censurar las palabras referenciales y em-
plear, en sustitución de estas, estructuras eufemísticas para nombrar
los órganos sexuales y la propia relación sexual.
Esta cancelación refleja la idiosincrasia de la sociedad, la cual
conceptualiza ciertos aspectos de la vida como prohibidos para em-
plearlos en el discurso. Sin embargo, es justo en estas zonas del com-
portamiento humano donde se entrevén las características más suti-
les de una comunidad: sus miedos, sus creencias, los temas que le

31 Palabra no registrada en los diccionarios consultados, posiblemente se refiera a divie-


so: 'tumor inflamatorio, pequeño, puntiagudo y doloroso, que se forma en el espesor de la
dermis y termina por supuración seguida del desprendimiento llamado clavo', DRAE, s.v.
divieso.

Pedro Ángel Ramírez Quintana 61


Colección Bicentenario Campeche Solidario

perturban la conciencia y la moral, promovidos normalmente por sus


propios preceptos religiosos y normas sociales.
Por tal motivo, el interés de este acercamiento en escudriñar un
aspecto de la vida cotidiana y observar el uso del lenguaje a través de
la consulta de corpus, que proporcione datos fidedignos. El testimo-
nio escrito es la única fuente de la lingüística histórica para estudiar los
fenómenos de lengua –además de los temas sobre vida cotidiana–,
que han forjado las características de los habitantes de la península
yucateca. En este sentido, muchos de los datos para el análisis de
nuestra particular fisonomía social y lingüística se encuentran aún en
los archivos en espera de posteriores acercamiento.

Bibliografía

a) Corpus
[DHFEC] Ramírez Quintana, Pedro Ángel, Documentos para la his-
toria filológica del estado de Campeche, tesis de maes-
tría, México: UNAM, 2009.
1747, 59, denuncia de María Limilla. Campeche.
1747, 60, información de Joseph Manuel de Nájera. Cam-
peche.
1757, 63, denuncia de Felipa Torres. Campeche.
1780, 73, denuncia de Juana de Bossa. Campeche.
1781, 74, denuncia de María Valvina. Campeche.
1785, 76, información de Josef de Zavalegui. Champotón.
1786, 77, declaración de Paulina Fernández. Champotón.
1786, 78, declaración de María Magdalena Hernández.

62
Campeche, una ciudad en la península

Champotón.
1789, 97, declaración de María Magdalena Hernández.
Champotón.
[DLNEgm] Melis, Chantal y Agustín Rivero Franyutti, Documentos
lingüísticos de la Nueva España. Golfo de México, México: UNAM,
2008.
1598, 48, denuncia de María Cocom. Motul.
1609, 54, denuncia de Clara Pot. Hocabá.
1774, 149, denuncia anónima I. Mérida.
1774, 150, denuncia anónima II. Mérida.
1797, 176, denuncia de Sebastián Pinto. Mérida.

[Fray Pedro] 1613, denuncia de fray Pedro González de Molina.


A.G.N.: Inquisición, vol. 295, exp. 6, Concal, Yucatán.
[Bernardina] 1613, declaración de Bernardina Itza. A.G.N.: Inquisi-
ción, vol. 295, exp. 6, Concal, Yucatán.
[Inés] 1613, declaración de Inés Mex. A.G.N.: Inquisición, vol.
295, exp. 6, Concal, Yucatán.
[María] 1613, declaración de María Pech. A.G.N.: Inquisición, vol.
295, exp. 6, Concal, Yucatán, 1713.
[Mencia] 1613, declaración de Mencia Che. A.G.N.: Inquisición, vol.
295, exp. 6, Concal, Yucatán.
[Joseph] 1714, autodenuncia de fray Joseph de Frías. A.G.N.: In-
quisición, vol. 551, exp. 113, Tiab, Yucatán.
[Josepha] 1750, denuncia de Josepha Navarro. A.G.N.: Inquisición,
vol. 935, exp. 9, Mérida, Yucatán.
[Manuel] 1750, declaración de Manuel Ricalde. A.G.N.: Inquisición,

Pedro Ángel Ramírez Quintana 63


Colección Bicentenario Campeche Solidario

vol. 935, exp. 9, Mérida, Yucatán.


[Proceso] 1761, proceso contra fray Francisco de Guzmán. A.G.N.:
Inquisición, vol. 954, exp. 8, Mérida, Yucatán.

D i cc i o na r i o s

[DBL] Luna Traill, Elizabeth, et. al. Diccionario básico de lingüís-


tica, México: Universidad Nacional Autónoma de México,
2005.
[DCECH] Corominas, Joan y José A. Pascual. Diccionario crítico eti-
mológico castellano e hispano, Madrid: Gredos, 2001 [1ª
ed., 1980].
[DMj] Santamaría, Francisco J. Diccionario de mejicanismos,
séptima edición, México: Porrúa, 2005 [1ª ed., 1959].
[DRAE] Real Academia Española. Diccionario de la lengua espa-
ñola, vigésima segunda edición, 2 volúmenes, Madrid: Es-
pasa Calpe, 2001.

Bibliografía

Barrera Vázquez, Alfredo, “El idioma español en Yucatán”, en Luis Ho-


yos Villanueva, et. al. (Directores), Enciclopedia yucatanense, t. VI, 2ª
edición, México, Gobierno de Yucatán, pp. 341-375, 1977.
Baudot, Georges, La vida cotidiana en la América española en tiem-
pos de Felipe II, México, Fondo de Cultura Económica, 1983.

Company, Concepción, Documentos lingüísticos de la Nueva España:


Altiplano central, México, Universidad Nacional Autónoma de Méxi-

64
Campeche, una ciudad en la península

co, 1994.

_______, El siglo XVIII y la identidad lingüística de México, México,


Universidad Nacional Autónoma de México-Academia Mexicana de
la Lengua, 2007.

Ferrari, León, “Sexo y violencia en la iconografía cristiana”, en Arturo


Pascual Soto (editor), Arte y violencia, XVIII Coloquio Internacional de
Historia del Arte, México, Universidad Nacional Autónoma de México,
1995, pp. 289-335.

Foucault, Michel, Historia de la sexualidad, 3 tomos, 24a. edición,


México, Siglo XXI Editores, 1996.

García-Page, Mario, “Empleos fraseológicos del sustantivo y adjetivo


como palabras tabú”, en Gerd Wotjak (editor), En torno al sustantivo y
adjetivo en el español actual. Aspectos cognitivos, semánticos, (mor-
fo)sintácticos y lexicogenéticos, Madrid, Vervuert-Iberoamericana,
2000, pp. 215-224.

Gonzalbo Aizpuru, Pilar, “Introducción general”, en Pilar Gonzalbo


Aizpuru (directora), Historia de la vida cotidiana en México, tomo I,
México, Fondo de Cultura Económica-El Colegio de México, 2004,
pp. 11-16.

González M., Jorge René, “Clérigos solicitantes, perversos de la con-


fesión”, en Vida cotidiana y cultura en el México Virreinal, Seminario
de Historia de las Mentalidades, México: Instituto Nacional de Antro-
pología e Historia, 2000, pp. 153-161.

Gutiérrez Bianchi, Florencia, “El frágil límite entre lo tolerado y lo des-

Pedro Ángel Ramírez Quintana 65


Colección Bicentenario Campeche Solidario

medido: adulterio y violencia en el México colonial”, en Ivett García


(compiladora), Sucesos e imaginarios, Campeche, Ediciones La Ola,
2002, pp. 35-59.

Lavrin, Asunción, “La sexualidad y las normas de la moral sexual”,


en Pilar Gonzalbo Aizpuru (directora), Historia de la vida cotidiana en
México, tomo II, México, Fondo de Cultura Económica-El Colegio de
México, 2005, pp. 489-517.

Lope Blanch, Juan M., “El léxico de la zona maya en el marco de la


dialectología mexicana”, Nueva Revista de Filología Hispánica, 20:1,
México, El Colegio de México, 1971, pp. 1-63.

_______, Estudios sobre el español de Yucatán, México: Universidad


Nacional Autónoma de México, 1987.

Navarrete Peláez, María Cristina, “De amores y seducciones. El mesti-


zaje en la Audiencia del Nuevo Reino de Granada en el siglo XVII”, en
Juan Manuel de la Serna Herrera (coordinador), Pautas de convivencia
étnica en la América Latina colonial (indios, negros, mulatos, pardos y
esclavos), México, UNAM-Gobierno del Estado de Guanajuato, 2005,
pp. 309-330.

Piña Chan, Román (director), Enciclopedia Histórica de Campeche, t.


II: época colonial, México: Gobierno del Estado de Campeche-Institu-
to de Cultura de Campeche, 2003.
Ramírez Quintana, Pedro Ángel, “Documentos lingüísticos para es-
cribir la historia filológica de la Península de Yucatán: la creación de
corpus y la edición crítica”, en José Ronzón (coordinador), Memorias
del XIII Congreso anual del Caribe Mexicano y otros Caribes, México,

66
Campeche, una ciudad en la península

AMEC-UAM-A, 2006, pp. 95-112.

Suárez Molina, Víctor, El español que se habla en Yucatán. Apunta-


mientos filológicos, tercera edición, Mérida, Yucatán: Universidad Au-
tónoma de Yucatán, 1996.

C o n s u lta s e l e ctr ó n i c a s

Alejandre García, Juan Antonio, El veneno de Dios. La Inquisición de


Sevilla ante el delito de solicitación en confesión, Madrid, Siglo Vein-
tiuno de España Editores, 1994. Consultado el 12 de septiembre de
2010 en: http://books.google.com.mx

Ariza Viguera, Manuel, “Sobre el léxico sexual y escatológico”, en Ma-


ría Victoria Camacho Taboada, et. al. (Editores), Estudios de lengua
española: descripción, variación y uso. Homenaje a Humberto López
Morales, 2009, pp. 35-52. Consultado el 19 de agosto de 2010 en:
http://books.google.com.mx

Galván Rodríguez, Eduardo, “La praxis inquisitorial contra confesores


solicitantes (Tribunal de la Inquisición de Canarias, años 1601-1700)”,
Revista de la Inquisición, 1996, pp. 103-185. Consultado el 15 de mar-
zo de 2008, en: http://dialnet.unirioja.es

García-Molina Riquelme, Antonio M., Instrucciones para procesar a


solicitantes en el tribunal de la inquisición en México, Revista de In-
quisición, 8, 1999, pp. 85-100. Consultado el 25 de febrero de 2008,
en: http://dialnet.unirioja.es

López Morales, Humberto, Sociolingüística del tabú, Universidad de

Pedro Ángel Ramírez Quintana 67


Colección Bicentenario Campeche Solidario

Salamanca, 2005. Consultado el 19 de agosto de 2010, en: http://


campus.usal.es/gabinete/ comunicacion/conferencia_humberto.pdf

Martínez Garrido, Elisa, “Breves consideraciones semánticas de géne-


ro en torno al léxico ‘amoroso’ a la retórica ‘erótica’ y a las paremias
misóginas”, Cuadernos de Filología Italiana, 12, 2005, pp. 171-186.
Consultado el 8 de enero de 2008, en: http://dialnet.unirioja.es

Montero Cartelle, Emilio, “La lingüística de la comunicación, la lin-


güística del código y el léxico sexual”, en Esther Corral Díaz, et. al.
(editores), A mi dizen quantos amigos ey. Homenaxe ao profesor Xosé
Luis Couceiro, 2008, pp. 537-546. Consultado el 19 de agosto de
2010 en: http://books.google.com.mx

_______, “La Iglesia y el léxico erótico medieval”, en María Teresa


García-Sabell Tormo, et. al. (Coordinadores), Homenaxe ó profesor
Camilo Flores, tomo I, 1999, pp. 65-76. Consultado el 19 de agosto
de 2010 en: http://books.google.com.mx

Schwartz, Stuart B., “Pecar en las colonias: mentalidades populares,


Inquisición y actitudes hacia la fornicación simple en España, Portugal
y las colonias americanas”, Cuadernos de Historia Moderna, 18, 1997,
pp. 51-68. Consultado el 17 de enero de 2008, en: http://dialnet.uni-
rioja.es

P á g i na s e l e ctr ó n i c a s

[AML] Academia Mexicana de la Lengua, página en línea: http.


www.academia.org.mx

68
Campeche, una ciudad en la península

[RIOJA] Universidad de la Rioja, página en línea: http://dialnet.uni-


rioja.es
[RAE] Real Academia Española, página en línea: http.www.rae.es

Pedro Ángel Ramírez Quintana 69


E s ta n c i a s y
h ac i e n da s c a m p e c h a na s .

Apuntes pa r a u na
h i s tor i a

Aída Amine Casanova Rosado


Aída Amine Casanova Rosado

Arquitecta con maestría en Restauración Arquitectónica.


Investigadora del Centro de Investigaciones Históricas y
Sociales de la Universidad Autónoma de Campeche des-
de 1991, se desempeña actualmente como Directora del
Sistema de Información Geográfica del Instituto Catas-
tral del Estado de Campeche. Ha publicado libros sobre
Campeche Colonial y artículos de investigación en revistas
relacionadas con la protección del patrimonio inmueble,
el urbanismo novohispano y la historia de la arquitectura
en la península de Yucatán. Ha sido profesora invitada en
el área de Posgrado de la Facultad de Arquitectura de la
Universidad Autónoma de Yucatán. Responsable de varios
proyectos de investigación sobre el patrimonio histórico
de Campeche y la Península de Yucatán. Fue presidente
del Colegio de Arquitectos de Campeche en el período
2005-2007 y Secretaría Técnica por la ciudad de Campe-
che ante la Asociación Nacional de Ciudades Mexicanas
del Patrimonio Mundial 2006-2009.
Estancias y haciendas campechanas. Apuntes para una historia
Aída Amine Casanova Rosado

Hablar sobre estancias y haciendas en Campeche es aventurarse en


un terreno escasamente explorado y poco conocido. Buena parte de
las explicaciones propuestas se deducen de la información existente
sobre las haciendas de los otros estados de la Península de Yucatán;
incluso, dichas explicaciones son cuestionables al basarse en el argu-
mento de que lo descrito para las haciendas yucatecas es válido para
sus homólogas campechanas. Por tal razón, este trabajo pretende ser
un acercamiento al estudio de las haciendas a partir de las caracte-
rísticas particulares del territorio campechano, así como delimitar las
circunstancias que determinaron las diferencias intrarregionales.
Yucatán, como muchos autores apuntan1, constituyó un caso
excepcional en el contexto novohispano. Varias determinantes –como
su ecología, su aislamiento geográfico y comercial, su extremada po-
breza, entre otros– hicieron de esta gobernación un mundo aparte y
distinto a otras zonas más favorecidas y más dinámicas del virreinato.
La abundancia de población indígena así como la carencia de recur-
sos agrícolas exportables y de metales preciosos, marcaron el deve-
nir histórico de la región. Ante esta marginalidad, la Corona dotó de
prerrogativas a este territorio, como el alargamiento del ciclo de vida
de la encomienda y el otorgamiento del situado2, en un intento por

1 García, “La Pérdida” en Actas XVIII Jornadas de Andalucía y América,1991, p.55.


2 El situado consistía en una cantidad de dinero, no fija, que la Corona enviaba a las plazas
fortificadas para el sostenimiento de la estructura defensiva: para pagar sueldo de los solda-

Aída Amíne Casanova Rosado 73


Colección Bicentenario Campeche Solidario

compensar sus carencias endémicas.


Pero no solamente fueron aspectos geográficos y económicos
los que determinaron la situación de la provincia, sino también políti-
cos y militares. Una muestra de ello es el constante ataque de piratas
que sufrían los pueblos adyacentes a la costa. Esta situación obligaba
a sus moradores a estar en permanente estado de alerta y siempre
armados; lo que constituía una inversión de recursos y tiempo, cos-
tos que informaban a la Corona en sus constantes peticiones para
exención de impuestos, mantenimiento de servicios personales, en-
comienda, etc.
Esta situación explica el desarrollo y, en particular, el significado
que tuvo la encomienda en Yucatán, por lo que fue necesario alargar
su existencia en poco más de medio siglo; de igual manera, la tardía
aparición de la hacienda y de la competencia por la tierra, que al-
gunos autores las sitúan para finales del siglo XVII. Aunque otros las
ubican para el segundo tercio de la siguiente centuria.3
Los encomenderos, minoritarios en su número mas no en sus
privilegios, se constituyeron en el grupo social, económica y políti-
camente más destacado de la península. La posesión de las enco-
miendas, que todavía para el siglo XVIII incluían a la mayor parte de
la población maya yucateca, dotaba de prestigio –de ahí que se les
considerase como la clase “noble y benemérita”–, de recursos econó-
micos, gracias al tributo de sus indios encomendados, y de poder, ya

dos, el armamento y obras de carácter militar.


3 Para el primer caso, véase Espejo – Ponce, Colonial Yucatán, 1974, p. 442; y García Ber-
nal, “La pérdida de la propiedad…”. Para el segundo, se puede consultar a Millet, “De las
estancias..., pp. 7-35; Patch, “Agrarian Change…”, pp. 21-49, y del mismo autor, Maya and
Spaniard, Cap. 6.

74
Campeche, una ciudad en la península

que era el grupo dominante en los cabildos de Mérida y Valladolid.


Las encomiendas en Yucatán se distribuyeron irregularmente,
4
siguiendo las pautas marcadas por el patrón de población indíge-
na yucateca, a lo que se debe su excesiva concentración en algunas
zonas y su dispersión en otras. De esta manera, en la misma medida
que las provincias de Mérida y Valladolid sobresalen como zonas en-
comenderas, la provincia de Campeche lo hace justo por la causa con-
traria; pues si bien en su territorio hubo encomiendas grandes y ricas,
su número fue siempre inferior a las habidas en Mérida y Valladolid.5
Pero la entidad de la encomienda fue tanto causa como efecto
de una serie de circunstancias que afectaron a la península yucateca,
incluida buena parte del distrito de Campeche, y que marcaron el
carácter de sus propiedades rurales y de la estructura agraria que se
estableció en ellas; lo que propició un claro predominio de las explo-
taciones ganaderas sobre las agrícolas. El desarrollo de la agricultura
comercial estuvo condicionado por la ecología de la región, ya que las
características del suelo y el clima impidieron el cultivo de cereales eu-
ropeos; particularmente el trigo, estimado producto, fuente de pros-
peridad para aquellas regiones que lograron explotarlo, como Puebla,
en los siglos XVI y XVII, o el Bajío, ya en el siglo XVIII. Era entonces
el maíz, el único cereal que Yucatán producía en grandes cantidades
pero, al estar garantizado su abasto gracias a la producción indígena,
no ofrecía ningún aliciente económico a los españoles. Por otra parte,
la introducción del cultivo de la caña de azúcar en Champotón –uno
de los pueblos encomendados a Francisco de Montejo– no fue sufi-

4 García, La sociedad, 1972, p.65.


5 Báez Landa apunta que en Campeche la perspectiva de convertirse en encomenderos se
había visto limitada ante una escasa población india, Báez, Campeche, 1990, 34.

Aída Amíne Casanova Rosado 75


Colección Bicentenario Campeche Solidario

ciente para garantizar la continuidad de su explotación a gran escala,


y su producción decayó una vez que el Adelantado y su descendencia
fueran despojados de sus encomiendas a mediados del siglo XVI.
Aunque la explotación de la caña de azúcar mantuvo una signi-
ficativa importancia en Yucatán hasta bien entrado el siglo XIX –y en
menor escala mucho tiempo después–, su producción nunca pudo
constituirse en el cimiento que soportase a la economía peninsular.
La explotación de las plantas tintóreas, específicamente el palo
de tinte, que pudo haber marcado el destino agrícola de Yucatán,
ante la demanda por parte de la industria textil europea, nunca pudo
desarrollarse debido al poco interés por parte de la metrópoli españo-
la, que satisfacía las necesidades de su industria textil –poco desarro-
llada– con tintóreas provenientes de otras fuentes y regiones.6
Es comprensible que ante la imposibilidad del cultivo del trigo,
la baja explotación de las materias tintóreas y la poca rentabilidad que
ofrecía la producción del maíz, a la gran mayoría de los españoles no
les quedara otra salida que dedicarse a la actividad ganadera. Y es así
que a la par de la encomienda, el repartimiento y el comercio, la ga-
nadería se presentara como una de las pocas vías de acumulación de
capital en la región, toda vez que las estancias ganaderas requerían
de poca inversión: escasa mano de obra, infraestructura muy básica y
suelos de mediana calidad eran suficientes para iniciar una empresa
de esta naturaleza. Por tal motivo, poco a poco, fueron estableciéndo-
se en toda la península hasta desplazar a la encomienda como fuente
de riqueza.
Además de la escasa inversión que requerían, las estancias ga-

6 García, La sociedad, 1972, p.56.

76
Campeche, una ciudad en la península

naderas –asentadas a las afueras de los principales poblados urbanos


de la península– respondían a la demanda de cueros y carne para el
abasto de los mercados de los núcleos urbanos, en permanente cre-
cimiento; además, eran de los pocos productos exportables que la
región ofrecía.
La tierra en Yucatán se presentaba a los españoles abundante y
barata; por lo que estos no tuvieron grandes dificultades para apode-
rarse de ella, primero, por medio de mercedes reales y, luego, cuando
el elevado número y tamaño de las estancias dificultó su obtención,
por compras a los indios de terrenos del común, considerados poco
apropiados para la agricultura por no poderse milpear en ellos. Aun
así, hay que destacar que muchas de estas tierras –cuya supuesta inca-
pacidad para la explotación agrícola hizo posible su venta durante los
siglos XVIII y, principalmente, el XIX– pertenecieron a grandes hacien-
das, las cuales tenían elevados niveles de producción de maíz.
Ante esta perspectiva, pronto otros sectores –como comercian-
tes, burócratas y eclesiásticos– empezaron a interesarse por adquirir
terrenos; pero, sobre todo, por la explotación ganadera, ya que se
presentaba como una de las pocas oportunidades para la obtención
de riqueza, aparte de la encomienda, el comercio, el repartimiento
y, en menor medida, el ejercicio de la cura de almas en los grandes
curatos.
Generalmente las estancias se iban ampliando con la adquisición
de los terrenos contiguos. Este hecho inició un proceso de continua
agresión a las tierras de las comunidades indígenas aledañas, debido
a la falta de precisión en la delimitación de los terrenos pertenecientes
a unos y otros. Varios ejemplos ilustran la competencia por la tierra,

Aída Amíne Casanova Rosado 77


Colección Bicentenario Campeche Solidario

que en muchas ocasiones culminaba con la ventas de sitios por indios


principales, cofradías o comunidades, a propietarios españoles; eran
lugares muy pequeños que, poco a poco, fueron creciendo al agre-
gárseles otros terrenos integrados a estancias, muchas de las cuales
ya para el siglo XVIII eran notables haciendas en expansión.7
Este es el caso de dos estancias del distrito de Campeche de
las que tenemos información: una ubicada en el norte y otra en el
área central. La primera, denominada San Bernardo del Buen Retiro,
producto surgida a partir de la compra de tres sitios pertenecientes
a una comunidad indígena;8 y la segunda, la estancia Chumpich se
estableció después de una transacción comercial similar: “el cacique
Don Antonio Che, del barrio de Campechuelo extramuros de Campe-
che, vendió a Don Leonardo de Torres y Verdugo, sobrestante mayor y
vecino de la esta villa [San Francisco de Campeche], un terreno con su
pozo, denominado Chumpich situado a dos leguas de Campeche". 9

La estancia en Campeche: los establecimientos ganaderos

Campeche, localizado en la franja suroeste de lo que actualmente


es la Península de Yucatán, figuraba en la época colonial como una
provincia más de la entonces Gobernación de Yucatán. San Francisco
de Campeche y su cabildo, designado como una de las cuatro cabe-
ceras en donde residirían ayuntamientos españoles, tuvo bajo su ju-
risdicción las antiguas provincias prehispánicas de Ah-Canul, Tixchel,
Champotón y Campech.
Las principales actividades del área se concentraron en los puer-
7 García, La sociedad, 1972, p. 70.
8 Ibid
9 Escritura pública con fecha 16 de diciembre de 1730.

78
Campeche, una ciudad en la península

tos de Champotón y Campeche, donde se encontraba la mayor parte


de la población española. Las regiones de los Chenes, la Laguna de
Términos y sus alrededores, y el Petén se establecieron como zonas
rurales con una población mínima distribuida en dispersos asenta-
mientos.
A diferencia de las provincias de Mérida y de Valladolid –enco-
menderas y ligadas a la tierra y a la explotación de la mano de obra
y el tributo indígena–, Campeche basó su economía en el comercio.
Por su situación costera, durante el siglo XVII, afirmó su posición como
el principal puerto de Yucatán, desde donde salían los productos yu-
catecos y a donde llegaban los productos comerciales carentes en la
península.
De esta forma, debido a su calidad de puerto y ser la menor
entidad con encomiendas por la escasa población maya, Campeche
experimentó un rápido desplazamiento del patrón económico domi-
nante durante el siglo XVI por la actividad comercial y naviera con-
centradas en el puerto campechano, sede de su cabildo y principales
grupos de poder político y económico.10
Ahora bien, hablar de “menor entidad” de la encomienda en
Campeche no significa señalar la ausencia de esa institución ni de
sus titulares, los encomenderos. Por lo contrario, estos solían incur-
sionar en las actividades económicas dominantes del lugar, como el
comercio o la producción pecuaria, esta última se desarrolló en un
periodo más tardío. De este modo, la relación entre encomenderos y
estancias, observada para Mérida y Valladolid, también se encuentra
en Campeche desde el mismo siglo XVI.

10 Báez, Campeche, 1990, p. 25.

Aída Amíne Casanova Rosado 79


Colección Bicentenario Campeche Solidario

Por ejemplo, Alonso Tenorio obtuvo –en la segunda mitad del siglo
XVI, del entonces alcalde mayor de Yucatán– la merced de una enco-
mienda situada en Dzitbalchén. Durante el gobierno de Luis Céspedes
y Oviedo, Alonso Tenorio adquirió las tierras donde fundó la estancia
Bolá, cercana al pueblo de Chiná; la cual, para fines del siglo XVIII y
principios del XIX, se estableció como una de las haciendas más ex-
tensas e importantes de la región. Otros ejemplos fueron Fernando y
María Centeno quienes, durante el siglo XVII, fueron beneficiados con
una encomienda situada al sur de Campeche; algún tiempo después,
don Fernando fundó las estancias Nohakal al este, muy cerca de la
villa de Campeche. Por último, Pedro Fernández quien, además de
encomendero, fundó y fue dueño de la estancia Nilchí, en las proximi-
dades del Camino Real.11
Las estancias ganaderas se establecieron en territorio campe-
chano en las últimas décadas del siglo XVI. Millet Cámara, de acuerdo
a la Estadística de Campeche de 1859, dice que las tierras de la finca
de Boholá, ubicadas cerca del poblado de Chiná, le fueron concedi-
das a Alonso de Tenorio, vecino de Campeche, por el gobernador
Luis de Céspedes de Oviedo (1565-1571); y que otras como Boxol,
Umul –ubicadas cerca de Lerma–, Hontul y su anexa Chuymasché, se
fundaron en los últimos años del siglo XVI. Apunta también: “...estas
estancias y otras que probablemente daten del mismo siglo se fueron
estableciendo cerca de los pueblos de Chiná, Hampolol, Lerma, Tix-
mucuy y Pocyaxum”. 12
Se puede considerar, de acuerdo a datos obtenidos en el Ar-

11 Millet, De las Estancias, 1984, p.23.


12 Millet, De las Estancias, 1984, p.18.

80
Campeche, una ciudad en la península

chivo General del Estado de Campeche, que para esta misma época
existían –además de las ya mencionadas– algunas otras muy cercanas
a la villa de Campeche, como Multunchac, Olá, Chulbac, Uayamón y
Mucuychakán; además, por las inmediaciones del Camino Real, esta-
ban Nazareno y Chavi. En el siguiente siglo se fundaron otras como
Kastamay, Kalá, Nilchí, Chivic, Nohakal, Ucuchil, Haltunchén, Nache-
há, Xcumcheil y Chilib, algunas cercanas a la villa pero otras localiza-
das cerca de Champotón, Hopelchén y Tenabo.
Varios elementos testimonian no solo la existencia sino también
la vitalidad de estas estancias; esta vitalidad, en algunos casos, las
hizo víctimas de calamidades, como la indeseada irrupción de corsa-
rios y piratas. En 1685, los corsarios Grammont y Lorencillo además
de atacar al puerto de Campeche extendieron sus fechorías a varios
pueblos y estancias: “El enemigo anduvo haciendo entradas en la es-
tancia de Multunchac, Chivic, Ebulá, Castamay, Xarabchén, Uayamón,
Lobón, Machichil, Yaxamtchi, Kobén, Suyukak y en los pueblos de Ju-
lam, San Pedro, Chiná, San Diego, Santa Rosa, Lerma, Zmul y Cholul,
Xampolol y trapiche de D. García...” 13
Seguramente aquel incidente pirático ocasionó severos daños
en poblados y estancias. Es muy posible que el constante asedio a las
costas campechanas y los continuos ataques a la villa de Campeche y
sus alrededores, fueran unos de los factores que no permitieron ma-
yor prosperidad para este tipo de propiedades, en comparación con
el gran número de las demás provincias de la península.
En realidad, para esta época, la estancia ganadera no ocupaba
el papel dominante en la economía local; pues, al igual que durante

13 Pérez, “Piratería”, en Obras Completas,1994, p. 198.

Aída Amíne Casanova Rosado 81


Colección Bicentenario Campeche Solidario

el siglo XVI, el comercio y la construcción naval eran superiores. La


industria naval era promovida por la Corona, debido a sus dificultades
para sostener una flota propia; con este impulso se instaló en 1650 el
primer astillero en el barrio de San Román, al que siguieron algunos
más en los alrededores de la villa.
Si en San Francisco de Campeche el comercio y la actividad
portuaria imponían su ley, al interior, particularmente en el Camino
Real, la estancia ganadera se había consolidado no solo como fuente
de riqueza, sino como sitio de atracción para crecientes núcleos de
población indígena; este hecho, entre otras cosas, facilitó la comer-
cialización de carnes y cueros como principales productos pecuarios.
Así, “entre otras fincas encontraban Antunchén cerca de Tenabo, Tikín
en Hecelchakán, Pucnachén en Nunkiní y San Bernardo en Maxcanú.
En el siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX se fundaron muchas
otras estancias como Chunchucmil, San Nicolás, Tankuché, Santa Cruz
y Orizaba”.14

La explotación del palo de tinte: un modelo particular de estancia

Al comercio, se unieron, en el siglo XVIII, la explotación de las salinas


ubicadas al norte del puerto y la explotación del palo de tinte en la
zona sureste de la región. Se tiene noticias de que, desde fines del
siglo XVI, el palo de tinte se exportaba a España en cantidades signi-
ficativas. Los españoles explotaban los tintales más cercanos al puerto
y a las riberas del río Champotón; pero los ingleses fueron quienes pu-
sieron mayor atención en su extracción, por lo cual se apoderaron de
extensas zonas en las riberas de la Laguna de Términos y de la propia

14 Millet, De las Estancias, 1984, p.18.

82
Campeche, una ciudad en la península

isla. Años después, los españoles la bautizarían como Isla del Carmen,
en homenaje a la advocación mariana y en cuyo día de celebración, 16
de julio de 1717, los ingleses fueron definitivamente expulsados de la
isla y tierras adyacentes.15
En 1717 se inicia un fuerte contrabando de palo de tinte y ma-
deras preciosas. En esta actividad, los campechanos establecen acuer-
dos con algunos marinos, comerciantes y cortadores ingleses, de Be-
lice y Jamaica, para abastecerlos de carne fresca y otros productos.
Sin embargo, el comercio del palo de tinte fue secundario en la
economía local por su escasa demanda en España. Hubo que esperar
el último tercio del siglo XVIII para que se impulsara el gran negocio
en que, para el siglo XIX, llegaría a convertirse la explotación y comer-
cio de los tintales campechanos.16 Entonces, a la par del interés de
la metrópoli y de algunos de sus países amigos, creció el capital de
mercaderes y navieros asentados en el puerto e Isla del Carmen.
Para esta época, en la región del palo de tinte había estancias
dedicadas al corte y explotación de la preciada tintórea; aunque tam-
bién se practicaba la ganadería, el corte de maderas preciosas y, en al-
gunos casos, el cultivo de la caña de azúcar y del maíz, entre las cuales
podemos mencionar a Haltunchén, Sihó, Río Verde, Ysacam, Boxol, y
Umul. Algunos de estos asentamientos, ubicados en los márgenes del
río Champotón y en las zonas aledañas a la Laguna de Términos, na-
cieron a fines del siglo XVII; sin embargo, la mayoría apareció durante
el siglo XVIII. Tuvieron varias diferencias con las estancias ganaderas,
como lo diversificado de su producción; ya que además de la explota-

15 Al respecto, véase Eugenio Martínez, La defensa de Tabasco, 1971, pp. 154-159.


16 Sobre el comercio y explotación del palo de tinte véase los trabajos de Alicia Contreras
citados en la bibliografía final

Aída Amíne Casanova Rosado 83


Colección Bicentenario Campeche Solidario

ción del palo de tinte y de maderas preciosas, también se dedicaron


al cultivo del arroz y, en menor medida, al de la caña de azúcar, así
como a la ganadería.
A diferencia de las antiguas rancherías de cortadores de palo de
tinte, la producción de las estancias estaba fundamentalmente orien-
tada hacia el comercio y no al auto-consumo. Otra característica fue
el salario alto pagado a sus trabajadores, tal vez los más elevados de
toda la provincia, debida a una endémica escasez de mano de obra.
La infraestructura de las estancias dedicadas a la explotación del
palo de tinte superaba en cantidad y complejidad a la de sus homó-
logas dedicadas a la ganadería; pues contaban con espacios –formal-
mente construidos– para servir de almacenes al palo que esperaba ser
transportado vía marítima al puerto de Campeche, y no a Veracruz,
como ocurrió durante el siglo XVI. Dichas estancias generalmente te-
nían áreas destinadas a la habitación y a los servicios; las que se in-
teresaron en la producción agropecuaria ubicaron –en zonas alejadas
de los almacenes de palo– corrales dedicados a la crianza de ganado
mayor y menor; las que cultivaron caña de azúcar tenían trapiches;
algunas, ante el número de sus pobladores estables, construyeron
oratorios, localizados generalmente en el interior de las casas; aunque
hubo casos, como Haltunchén, donde existía una capilla especialmen-
te para el culto.
Existen tres inventarios de 1767 realizados a la estancia de San
Miguel de Haltunchén y sus ranchos anexos Sihó e Ysacam –localiza-
dos hacia el suroeste de Campeche, dedicados a la explotación del
palo de tinte, maderas preciosas, ganado y azúcar–; sobre la estancia
se describe que contaba con dos casas de guano, una noria, una igle-

84
Campeche, una ciudad en la península

sia con su sacristía fabricada de piedra y azotea, un “convento” –como


se conocía a la habitación de residencia del sacerdote que oficiaba en
la capilla del lugar– contiguo a la sacristía de piedra, cubierta de azo-
tea y compuesta de sólo dos salones. El ganado vacuno esta formado
por 5 yuntas, 6 toretes, 12 vacas, 12 novillos y 6 terneras; el caballar se
componía de varios burros, yeguas y caballos, y en maderas contaba
con varias piezas entre vigas, madres, tosas y madera en bruto. Sobre
Sihó se registra que solo contaba con una iglesia y su convento de
piedra, además de madera y siembra; y para Ysacam se nombra un
trapiche, una casa grande, una milpa y maderas.17
Durante el curso de los siglos XVIII y XIX, las estancias y hacien-
das del área de Champotón y de la Laguna de términos se dedicaron
a la extracción del palo de tinte y maderas, combinándola con el cul-
tivo del arroz y de la caña de azúcar. El corte de maderas preciosas
y palo de tinte se realizaba preferentemente en la zona aledaña al
pueblo de Seybaplaya; también era común que se cortase y transpor-
tase por la ribera del río de Champotón y del Palizada, así como por
la Laguna de Términos. Como fue común en las estancias de palo de
tinte, las cercanas al poblado de Seyba no sólo se dedicaron al corte
de maderas preciosas, sino también cultivaron arroz y criaron ganado
vacuno y caballar. Pese a su notable auge, el número de estancias en
esa zona fue considerablemente menor a las establecidas alrededor
de la villa de Campeche y en la zona del Camino Real. Mérida.
De esta forma, las regiones localizadas al norte, este y noreste de
la villa de Campeche centraron su economía en la crianza del ganado
vacuno y caballar, además de añadir, en algunos casos, la producción

17 Archivo Histórico Nacional de Chile, Fondo: Jesuitas, vol. 292, exp. 1, f.1.

Aída Amíne Casanova Rosado 85


Colección Bicentenario Campeche Solidario

de miel, caña de azúcar, sal y, de forma excepcional, la explotación


del palo de tinte. En esta zona es donde se establecieron la mayor
cantidad de estancias en la provincia de Campeche, principalmente
en el Camino Real; algunas otras, las del norte, se ubicaron aden-
trándose en el camino hacia la costa y se dedicaron a la explotación
de las salinas. Más cerca de la villa de Campeche estuvieron las que,
por situarse a pocos metros de la costa, también se interesaron en la
explotación de tintóreas. El resto de las estancias, fundamentalmente
ganaderas, se asentaron en las zonas aledañas a la villa de Campeche,
en las inmediaciones de los poblados de Pocyaxum, Chiná y Tixmu-
cuy.

El tránsito de estancia a hacienda

Campeche fue, desde sus orígenes, una región con poca población
indígena, aun cuando los demás grupos tampoco crecieron con de-
masiada rapidez. Fue durante el siglo XVIII cuando la villa de Cam-
peche y sus barrios aumentarían significativamente su población; en
la segunda década se cuantificaron alrededor de 19,000 personas,
mientras que para fines del mismo siglo había una población calcula-
da en cerca de 30,000 habitantes.
Campeche continuaba siendo el principal puerto de la Goberna-
ción, era el centro mercantil de la costa caribe de Guatemala, Tabasco
y de la propia Península de Yucatán. El puerto recibía y redistribuía
mercancía europea y de otras partes de América; los receptores prin-
cipales eran las clases dirigentes del mismo puerto, Mérida y Vallado-
lid. Existía un comercio triangular de Campeche con Villahermosa y la
Isla del Carmen; además con Veracruz y La Habana. De los primeros se

86
Campeche, una ciudad en la península

traía hacia Campeche palo de tinte, maderas preciosas y cacao, para


exportarlos vía Veracruz y la Habana; a cambio, Campeche surtía a El
Carmen y Villahermosa con los productos obtenidos en Veracruz y la
Habana.18
Buena parte de la población de la, ya entonces, ciudad de Cam-
peche no estaba dedicada a actividades relacionadas con la produc-
ción agrícola; por lo que el crecimiento demográfico combinado con
el estancamiento en la producción agrícola –motivada en buena parte
por la carencia de avances tecnológicos–, aumentaron considerable-
mente el precio y la demanda de los granos y demás productos agrí-
colas; lo que propició la incorporación de nuevas actividades en las
antiguas estancias ganaderas o el aumento de las ya existentes, don-
de se producía maíz y hortalizas para su autoconsumo. Los esfuerzos
y recursos que demandaba la explotación agrícola no se comparaba
con los que exigía la actividad pecuaria; pues aquella requiere de ma-
yor cantidad de mano de obra para su cultivo y posterior cosecha,
infraestructura más compleja y tierras más generosas y, por ende, más
caras.
Previo a este proceso se dio la paulatina concentración demo-
gráfica de indios en las estancias, motivada por el afán indígena de
huir de las cargas corporativas que en sus poblados originales les eran
impuestas; preferían acogerse a la benevolencia del estanciero, quien
a cambio de un día de trabajo –el lunes– les permitía asentarse en sus
tierras y gozar incluso de un pedazo de tierra para cubrir sus necesi-
dades personales y familiares.19 Así, las estancias se fueron poblando

18 Báez, Campeche, 1990, pp.50-51.


19 Bracamonte y Sosa, Amos y sirvientes…, 1993, pp. 119-142.

Aída Amíne Casanova Rosado 87


Colección Bicentenario Campeche Solidario

hasta llegar a convertirse, algunas de ellas, en grandes centros de


población. El crecimiento demográfico y la diversificación productiva
obligaron a la construcción o modificación de las edificaciones ya exis-
tentes. Una gran población estable, economía mixta e infraestructura
especializada: la trinidad que separa a las modestas estancias de las
sofisticadas haciendas.
Al transformarse las modestas estancias –de los primeros o de
los últimos años– en haciendas y ocupar varias leguas cuadradas de
territorio, con vasta porción dedicada a cultivos de tipo comercial y
también a forrajes para el ganado, con cientos e incluso miles de po-
bladores estables que ameritaron casas habitación, capillas o iglesias
para recibir los sacramentos; fue, entonces, cuando la competencia
por la tierra y la mano de obra, entre los hacendados y las comunida-
des mayas, se tornó tan feroz como desequilibrada; de igual manera,
la completa desarticulación de la estructura territorial colonial se con-
virtió en un hecho consumado.
La tierra fue más útil y tuvo más valor para los hacendados que
para los estancieros por dos razones: primera, las estancias usaron
sus terrenos solamente para la ganadería y los productos menores
de colmenas, mientras que las haciendas los usaron, además de la
ganadería, para la agricultura; y, segunda, la economía mixta de las
haciendas exigió más mano de obra, y una manera de conseguirla fue
creando una ficticia escasez de tierra a través de su acaparamiento por
las fincas. De esta manera, los indígenas faltos de tierra no tenían más
opción que trabajar para los hacendados.
Para principios del siglo XVIII, existen datos sobre producción
de maíz en algunas estancias como Pucnachén (cerca de Calkiní), An-

88
Campeche, una ciudad en la península

tunchén (cercana de Tenabo) e Ysamcam (en las inmediaciones de


Champotón). Sobre la primera, para 1739, se registraron 139 mecates
de milpa, valorados en un real cada uno; para 1754, en Antunchén se
contaba con milpas valoradas en 77 reales;20 y para Ysacam, en 1767,
un inventario documenta 100 mecates de milpa.21
Al correr del siglo XVIII, las estancias y haciendas cercanas a
Bolonchén Cauich y el Camino Real siguieron dedicándose, primor-
dialmente, a la crianza de ganado vacuno y caballar, al cultivo de maíz
y henequén, además algunas continuaron con la extracción del palo
de tinte y sal, generalmente las que se localizaban en la costa, en la
zona de los manglares.
Las estancias y haciendas del suroeste del distrito de Campeche,
además de continuar con la extracción del palo de tinte y maderas
preciosas, aumentaron considerablemente la producción de azúcar y
añadieron el cultivo de maíz y hortalizas a su producción.
En general, estas unidades productivas se caracterizaron por las
pocas y pequeñas edificaciones que en algunos casos eran construi-
das con materiales perecederos, pero que las más de las veces se edi-
ficaban con sólidos materiales de la región –piedra caliza, morteros,
rollizos y viguerías–, con técnicas y sistemas constructivos conocidos
por los indígenas, adaptados a las condiciones medioambientales y
sociales de la región peninsular. Por tal motivo, muchas construccio-
nes han perdurado hasta nuestros días.
Un avalúo de 1772, realizado a la estancia San Francisco de Cum-
pich –localizado cerca del poblado de Lerma, en las inmediaciones

20 Millet, De las Estancias, 1984, pp.25-26.


21 Archivo Histórico Nacional de Chile, Fondo: Jesuitas, vol. 292, exp. 1, f.2.

Aída Amíne Casanova Rosado 89


Colección Bicentenario Campeche Solidario

de San Francisco de Campeche–, nos da los siguientes datos: “...pri-


meramente, la planta casa, corrales, bebederos, tanque, noria, pila de
curtir, colmenaje y tierras...”22 Esta descripción es común para la gran
mayoría de las estancias de esta zona, constituidas principalmente por
la casa principal –en su mayoría– de una sola pieza y por los espacios
de servicios en la parte posterior de esta. Ambas construcciones, por
lo general, de materiales perecederos; también estaban el oratorio
–frecuentemente en el interior de la casa principal– tanques, norias,
bebederos, mangas, corrales, etc. La mayoría de las veces, los corra-
les se localizaban al frente de la casa principal.
En algunos casos el oratorio era un pequeño anexo, como ocu-
rría con San José Xkix, Umul, Lubná, Dzotzil, etc. Desde finales del
siglo XVII o principios del XVIII, en ciertas estancias ya existían capillas
construidas ex profeso; algunas de ellas con licencia para la adminis-
tración sacramental, como era el caso de Hontún, Chilib, Xcuncheil,
Xmac, Chavi y Sascabchén.23 Esta última la describen de la siguiente
manera: “La de Sascabchén, hacienda de Cofradía del Santísimo Cris-
to de esta cabecera, con una capilla de cal y canto, techada de rolli-
zos, muy decente con su sacristía de los mismos y su capilla mayor de
cañón”;24 es decir, contaba con todo lo necesario para la celebración
eucarística.
A estas capillas, acudía buena parte de la población de otras
estancias a escuchar misa y recibir los sacramentos.
Muchas estancias presentan varias etapas constructivas, tanto en los
inmuebles como en el conjunto en general; donde se observan su-

22 Archivo General del Estado de Campeche, notaría.


23 Archivo de la Arquidiócesis de Yucatán, Fondo Visitas Pastorales, vol. 1, exp. 9.
24 Archivo de la Arquidiócesis de Yucatán, Fondo Visitas Pastorales, vol. 1, exp. 10.

90
Campeche, una ciudad en la península

perposiciones, adosamientos, diferentes materiales y sistemas cons-


tructivos, etc., y se caracterizan por la sencillez en sus líneas y en sus
planteamientos arquitectónicos.
El desarrollo social y político –generado por la explotación del
henequén en el siglo XIX– y el consiguiente declive de la ganadería y
de la caña de azúcar, como productos primarios de exportación, han
sido atribuidos especialmente a tres acontecimientos: la llamada Gue-
rra de Castas, la invención de la raspadora mecánica para desfibrar en
los sesenta del siglo XIX y la gran demanda de cordel, derivada de la
invención de la cosechadora de trigo McCormick en los Estados Uni-
dos, que comenzó a funcionar a partir de 1878.
La guerra de castas destruyó la industria azucarera y de otros
cultivos; llevó a la concentración demográfica en las inmediaciones
de las principales ciudades de la península. La raspadora mecánica,
inventada por José Esteban Solís en 1852, desfibró 6,300 pencas en
21 horas. Por su parte, el invento de la McCormick impulsó el cultivo
de la planta, que pasó de unos miles de mecates a cientos de miles
en pocos años.
La importancia del henequén continuó de manera extraordinaria
durante las últimas décadas del siglo XIX. El maíz que, en vísperas de
la Guerra de Castas, era el cultivo primordial de la región, pasó a se-
gundo plano, y la caña de azúcar en tercer puesto.
La situación de los trabajadores en las haciendas era distinta a la
de aquellos indígenas quienes –al fugarse de sus pueblos, acudían vo-
luntariamente a las estancias en busca del amparo del estanciero– es-
taban sujetos al sistema de peonaje por deudas; al mismo tiempo, te-
nían la seguridad del sistema paternalista que le proporcionaba techo,

Aída Amíne Casanova Rosado 91


Colección Bicentenario Campeche Solidario

salario y comida. El peón estaba amarrado de por vida al microuni-


verso que representaba la hacienda: reproducción de los espacios y
construcciones propios de los poblados rurales más urbanizados.
La evolución de estos conjuntos estuvo íntimamente ligada al
tipo de producción y a la economía. El hecho de que la villa de Cam-
peche –durante todo el período colonial– basara su economía en el
comercio motivó que fueran pocas las personas que buscaran en las
estancias su modus vivendi; y que, salvo excepciones, las existentes no
crecieran considerablemente ni diversificaran o cambiaran su giro pro-
ductivo. De esta forma, al momento del auge del llamado oro verde,
el número de haciendas en la entidad campechana no se aproximó al
existente en el vecino estado de Yucatán. Los antecedentes históricos
y el diferente desarrollo mantenido por los dos estados hicieron que
la magnificencia de las haciendas yucatecas, esté ausente en las cam-
pechanas; tanto en las que hunden sus raíces en alguna vieja estancia
colonial, como en las surgidas en el siglo XIX o, incluso, en plena eta-
pa porfiriana. Las haciendas campechanas tienen proporciones meno-
res y sus acabados y elementos ornamentales podrían calificarse más
bien de modestos. Sin conocer con exactitud la cantidad de estancias
y haciendas que existió en Campeche durante el período colonial, sí
podemos afirmar que el número fue considerable.
Aunque las estancias y haciendas campechanas no fueron equi-
parables con las del resto de la península, podemos afirmar que sí
constituyeron una forma de vida, que sentó su impronta en el devenir
histórico de la región.

92
Campeche, una ciudad en la península

Bibliografía

Álvarez Suárez, Francisco, Anales históricos de Campeche, H. Ayunta-


miento de Campeche, Campeche, 1991.

Báez Landa, Mariano, Campeche la otra puerta de México, Gobierno


del Estado de Veracruz, Xalapa, 1990.

Bracamonte y Sosa, Pedro. Amos y sirvientes. Las haciendas de Yuca-


tán, 1789-1860. Universidad Autónoma de Yucatán, Mérida, Yucatán,
1993.

Chamberlain, Robert, Conquista y colonización de Yucatán 1517-


1550, Porrúa, México, 1982.

Contreras Sánchez, Alicia del C., El palo de tinte, historia de una tin-
tórea olvidada. El proceso de explotación y circulación del palo de
tinte, 1750-1807. Universidad Autónoma de Yucatán, Mérida, Yuca-
tán, 1990.

_______, Capital comercial y colorantes en la Nueva España, segunda


mitad del siglo XVIII. El Colegio de Michoacán – Universidad Autóno-
ma de Yucatán, México, 1996.

Espejo Ponce de Hunt, Marta, “Colonial Yucatán: Town and región in


the seventeenth century”, tesis de doctorado en filosofía, University of
California, California, 1974.

Eugenio Martínez, María Ángeles. La defensa de Tabasco, 1600-1717.


Consejo Superior de Investigaciones Científicas – Escuela de Estudios
Hispanoamericanos de Sevilla, Sevilla, 1971.

Aída Amíne Casanova Rosado 93


Colección Bicentenario Campeche Solidario

Gantús, Fausta, “Uayamón: una hacienda en el tiempo”, en Edzná,


tomo 11, año I, núm. 11, Campeche, 1998, p.36.

García Bernal, Cristina, “La Pérdida de la Propiedad Indígena ante la


Expansión de las Estancias Yucatecas (siglo XVII)”, en Actas VII Jorna-
das de Andalucía y América, Sevilla, 1991, p.90.

_______, La sociedad de Yucatán 1700-1750, Escuela de Estudios His-


panoamericanos de Sevilla, Sevilla, 1972.

_______, “Encomienda y Sociedad: Auge y Declive de una Institución


Colonial, en Entre Puebla de los Ángeles y Sevilla. Estudios america-
nistas en homenaje a D. José Antonio Calderón Quijano, Sevilla, Es-
cuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, 1997, pp. 435-448.

_______, Yucatán. Población y encomienda bajo los Austrias. Escuela


de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, Sevilla, 1978.

Irigoyen Rosado, Renán, “La economía de Yucatán anterior al auge


henequenero”, en Enciclopedia Yucatense, Tomo XI, Mérida, Gobier-
no de Yucatán, 1980.

Millet Cámara, Luis, “De las Estancias y Haciendas en el Yucatán Colo-


nial”, en Millet Cámara, et. al., Hacienda y cambio social en Yucatán,
Mérida, Maldonado Editores – INAH, 1984, pp. 7-35.

Negrín Muñoz, Alejandro, Campeche, una historia compartida, Go-


bierno del Estado de Campeche- Instituto José Ma. Luis Mora, Méxi-
co, 1991.

Patch, Robert. “La formación de estancias y haciendas en Yucatán du-


rante la Colonia”, en Revista de la Universidad Autónoma de Yucatán,

94
Campeche, una ciudad en la península

vol. XVIII, núm. 106, Mérida, Universidad Autónoma de Yucatán, 1976,


pp.95-132.

_______, “Agrarian change en eighteenth century Yucatan”, en The


Hispanic American Historical Review, vol. 65, núm. 1, 1985, pp. 21-49.

_______, Maya and Spaniard in Yucatan, 1648-1812, Stanford Univer-


sity Press, California, 1993.

Pérez Martínez, Héctor. Piraterías en Campeche, ECO- Gobierno del


Estado de Campeche, Campeche, 1994.

Aída Amíne Casanova Rosado 95


C o n s truy e n d o
e s pac i o s urba n o s :
l a tr a n s f or m ac i ó n
d e l ba rr i o d e
G ua da lu p e e n
Campeche.
Humberto Novelo Sánchez
HUMBERTO R. NOVELO SÁNCHEZ

Estudió la carrera de Licenciado en Historia por la Facultad


de Humanidades de la Universidad Autónoma de Cam-
peche. Obtuvo el título con su tesis La conformación del
barrio de Guadalupe y sus dinámicas sociales. Siglos XVIII
y XIX. También ha participado en diversos congresos y
foros de historia y medios de comunicación. En el 2005,
coordinó el XXVIII Encuentro Nacional de Estudiantes de
Historia con el tema “El Historiador y los problemas del
México Contemporáneo”, evento que se realizó por pri-
mera vez en la península de Yucatán. Con la colaboración
de especialistas campechanos, realizó la producción local
de capsulas televisivas para conmemorar el Bicentenario
de la Independencia de México y el Centenario de la Re-
volución Mexicana. Actualmente se desempeña como pe-
riodista, enfocándose principalmente en temas culturales.
Campeche, una ciudad en la península

Construyendo espacios urbanos: la transformación del


barrio de Guadalupe en Campeche.

Humberto Novelo Sánchez

El barrio de San Francisco bravucón y peleonero,


pero siempre tal leal;
Santa Ana con sus frutales.
Y ese de Santa Lucía laborioso y muy cabal.
El suburbio de La Ermita.
Y el barrio de Guadalupe con su porte señorial… 1

I n tro d ucc i ó n

Cemento, cal, arena, tierra, madera, metal… Estos podrían ser los ele-
mentos para construir cualquier rincón de alguna ciudad. Sin embar-
go, la construcción de espacios urbanos es más profunda y compleja
que la albañilería de nuestros tiempos. Implica, entre otras cosas, una
apropiación física y mental de un área determinada, la cual va siendo
dotada de características palpables y abstractas. Mientras las primeras
pueden apreciarse en la arquitectura o en el mobiliario urbano, las
segundas se encuentran en poemas, ilustraciones o canciones. Odas,
melodías o imágenes que pueden reflejarnos la construcción simbóli-
ca de una ciudad entera o de un sector de ella, como son los barrios.

La ciudad y sus fragmentos

¿Podemos entender al espacio barrial si lo definimos como aquellas


partes en que se divide un pueblo grande o ciudad; es decir, como es-
pacios fragmentados? La respuesta sería parcialmente negativa, pues

1 Valladares, Cien, 1998, p.186.

Humberto Novelo Sánchez 99


Colección Bicentenario Campeche Solidario

no basta entender al espacio barrial si no incluimos a los habitantes.


El avecindado siente suyo el terreno en donde vive, participando de
un diálogo, consciente o inconsciente, entre él y el propio espacio.
Por medio de este proceso, hombres y mujeres le van dando rostro a
un lugar, dotándolo de su propio sello personal. De esta forma, cada
fragmento urbano logra un perfil distinto. El origen de estos segmen-
tos urbanos, en particular de los barrios, se remontan a la fundación
de las poblaciones en la época de la colonización española.
Campeche no ha sido la excepción y en su caso, inicialmente
fueron fundados cinco barrios: San Román, Santa Ana, Santa Lucía,
San Francisco y Guadalupe. Estos barrios fueron ubicados, como lo
marcaban los patrones de la época, alrededor de la ciudad; es decir,
en la periferia. Estas zonas urbanas han sido parte del desarrollo de
la ciudad, cada una de distinta manera. La que nos ocupa, el barrio
de Guadalupe, ha tenido una participación singular. Ubicado en un
espacio costero, rodeado por el mar, el centro y los barrios de San-
ta Ana y de San Francisco, el barrio Guadalupano ha sido conocido
como el barrio señorial, a partir de la famosa canción “Las Torres de
Catedral” de José Narváez Márquez, escrita a mediados del siglo XX.
Pese a eso, no se conoce a ciencia cierta la historia de la conformación
de este espacio y de la gente que lo integró ni por consiguiente, los
fundamentos de sus características principales. Nuestra intención es
analizar la transformación que sufre ese espacio barrial en su confor-
mación y que lo lleva a ser cantado como el barrio señorial.

Los otros y sus barrios

El pueblo maya de Ak-Kim-Pech fue descubierto por los españoles

100
Campeche, una ciudad en la península

el 22 de marzo de 1517. Siguiendo la tradición de usar el calendario


cristiano para bautizar sus fundaciones, los ibéricos decidieron llamar
a ese lugar como San Lázaro, nombre que sería cambiado en 1531
por el de Salamanca de Campeche. Nueve años después, en 1540,
Montejo “El Mozo” refundó a este espacio con el nombre de San
Francisco de Campeche para así permanecer hasta nuestros días. Una
de las primeras acciones fue la edificación de la iglesia principal y de
las casas principales. Para el asentamiento español se eligió un área
que distaba aproximadamente media legua del asentamiento original
de los mayas, distancia considerable para separarse del espacio indí-
gena.
Sin embargo, la configuración urbana de San Francisco de Cam-
peche no sólo consideró el centro de la villa, también se ocupó de los
lugares aledaños, aunque el proceso de integración a la villa fue muy
lento. El primer espacio que Francisco de Montejo organizó fue el
asentamiento indígena de Can Pech. Este lugar era habitado por los
naturales, quienes fueron evangelizados por los frailes que ahí ubica-
ron su convento en 1546 dedicado a San Francisco de Asís; patrono
del cual tomó su nombre oficial el barrio,2 aunque popularmente era
mejor conocido como Campechuelo. Aquí es importante detenernos
para explicar que la política española pretendía una separación física
y jurídica entre los indígenas y blancos para evitar la contaminación
de los primeros por los vicios de los segundos, lo que dio origen al
esquema de las dos repúblicas: la república de españoles y la repú-
blica de indios.3 Este proyecto pretendía garantizar el control sobre

2 López, Historia, 2009, p. 395.


3 O’ Gorman, “Reflexiones”, 1938, p. 792.

Humberto Novelo Sánchez 101


Colección Bicentenario Campeche Solidario

los indígenas tanto por el Estado español como por la Iglesia en su


misión evangelizadora de los nuevos feligreses. Para ello se dictó una
serie de obligaciones y derechos que crearon un mundo paralelo al
español, en el cual sólo entraban los frailes.
Así, los habitantes de la plaza de San Francisco de Campeche
debían permanecer separados de los pueblos de indios que confor-
maron la mayoría de los barrios; aunque más adelante, la mezcla de
los grupos sociales se convertiría en una realidad.4 A su vez, estas
zonas fueron una estructura fundamental del espacio urbano al llegar
el siglo XVII, pues constituían a su vez una parcialidad congregada y
separada que conservaba una relativa autonomía en la población.5
Su papel en la consolidación de San Francisco de Campeche, como
ocurrió en otras villas y ciudades, consistió en concentrar a la pobla-
ción indígena que trabajaba en el núcleo urbano como servidumbre
doméstica, obreros de construcción, en faenas agrícolas, en predios
urbanos, etcétera.
El segundo barrio se constituyó para indios venidos del altipla-
no central como naborios, los cuales llegaron con los españoles para
ayudararlox en la conquista de la península. Este barrio se situó al
extremo contrario a Campechuelo, a una milla al suroeste de la villa
española y se nombró San Román. La constitución urbana de esta
parcialidad fue similar a la de San Francisco, a excepción de que sus
habitantes indígenas no eran mayas yucatecos.6
En años consecutivos se construyeron dos pequeñas iglesias en
los confines de Campechuelo que dieron origen a dos parcialidades

4 Este fenómeno puede verse claramente en los censos de 1766 y el de 1810.


5 Peraza, Espacios, 2003, p. 105.
6 Ibid, p.441.

102
Campeche, una ciudad en la península

más. Una de ellas fue la de Santa Ana Holkap que aglutinó a habitan-
tes mayas no peninsulares, principalmente de Guatemala. Aunque su
iglesia actual fue edificada en el siglo XVIII, es entre 1548 y 1552 cuan-
do surge esta parcialidad.7 Otro barrio fue Santa Lucía Calkiní, que
al igual que Campechuelo reunía a mayas nativos de la región. Ahí,
antes de concluir el siglo XVI, el encomendero Pedro García mandó a
construir una pequeña ermita como iglesia principal del área, del cual
tomó su nombre la parcialidad.8

El proceso de población y el patito feo

Podemos afirmar que existieron dos formas mediante las cuales se


constituyeron los barrios de San Francisco, San Román, Santa Ana y
Santa Lucía en la villa y puerto de San Francisco de Campeche. La
primera fue por medio de las congregaciones de indios naturales y, la
segunda, por tlaxcaltecas y mexicas que acompañaron a los españo-
les a la conquista de la Península de Yucatán. Más tarde, los negros
traídos como esclavos o servidumbre enriquecieron la conformación
de dichos barrios.
En contraste con las parcialidades indígenas, se formó lo que
años después se convertiría en el barrio de Guadalupe. Este lugar, a
diferencia de los cuatro restantes, no tenía pobladores indígenas. Era
un paraje semi-solitario ocupado por árboles tintóreos, algunos yaci-
mientos de cal y un camino que, de la villa, llevaba al barrio de San
Francisco o Campechuelo.9

7 Rodríguez, “Santa Ana”, 2004, pp. 20-24.


8 Sholes, Documentos, 1938, p. 88.
9 Proceso contra Antón Martín por casado dos veces, 1576, en Archivo General de la Nación
(en adelante A.G.N.), Inquisición, tomo 105, exp. 6.

Humberto Novelo Sánchez 103


Colección Bicentenario Campeche Solidario

Este último vecindario fue un sector urbano distinto. Para entender


su diferencia tenemos que remontarnos al inicio de su historia. Entre
el barrio de San Francisco y la villa de españoles, existía un espa-
cio deshabitado paralelo a la playa de una extensión aproximada de
una milla. Era la frontera necesaria entre el pueblo maya y la pobla-
ción española; precisamente porque carecía de habitantes y estaba lo
suficientemente cerca de la villa, Don Pedro Martín de Bonilla eligió
ese lugar para establecer un solitario oratorio dedicado a la virgen
de Villuercas, Extremadura, España.10 Pedro Martín de Bonilla, quien
era vecino de Campeche, encomendero de los pueblos de Cenote y
Mopilá11 , además de miembro del cabildo campechano12 , pidió li-
cencia al Gobernador de Yucatán y al Obispo para construir la ermita,
quienes autorizaron la edificación en el mismo año. La construcción
primitiva fue a base de materiales perecederos, los cuales fueron sus-
tituidos rápidamente por piedra, pues antes de concluir el siglo XVI,

10 La virgen de Villuercas, Extremadura es llamada Guadalupe y es una advocación de Ma-


ría perteneciente al grupo de las vírgenes negras de Europa occidental. La imagen de bulto
fue ocultada en el año de 714 cerca del río Guadalupejo, en Cáceres, Extremadura, debido a
la invasión musulmana que sufrió la Península Ibérica. En el siglo XVI fue descubierta por
un pastor e inmediatamente se construyó una ermita para su veneración. Fue considerada
como la patrona de la evangelización del Nuevo Mundo, pues mucho de los frailes misioneros
que llegaron a América eran de origen extremeño. Según L. Lafaye, el nombre de la virgen
proviene del árabe guad al upe que significa río oculto o corriente encajonada. Lafaye, Quet-
zalcóatl, 2002, p. 312.
11 De acuerdo a las tasaciones de encomiendas, Pedro Martín Bonilla fue encomendero solo
de Tecenote, pero los legajos mencionan dos pueblos por esa encomienda: Cenote y Mopilá.
Esta encomienda era de mediana aportación, la cual reportaba anualmente a Pedro Martín
240 mantas, 160 gallinas, una arroba de miel, seis fanegas de sal, ocho arrobas de cera y dos
indios para el servicio particular. Al mismo tiempo Esteban, hermano de Pedro, era enco-
mendero de Nocacacao, encomienda de menor recaudación. Tasaciones de los Pueblos de
la Provincia de Yucatán, pertenecientes a los encomenderos de la villa de San Francisco de
Campeche, hechas por la Audiencia de Santiago de Guatemala en el mes de febrero de 1549.
Archivo de Indias. Facsimilar. Gobierno del Estado de Campeche.
12 García, Economía, 2005, p. 13.

104
Campeche, una ciudad en la península

Fray Gregorio de Montalvo informó a su majestad que la ermita era


muy pequeña, pero fabricada en piedra.13 No poseía ornamentos más
que la imagen de bulto, posiblemente copia de la virgen extremeña.
Para su festejo anual, Martín Bonilla fundó una capellanía con diez pe-
sos en minas para llevar a cabo tres misas rezadas y una cantada el 8
de septiembre, día de la natividad de Nuestra Señora y día de la fiesta
de la virgen de Guadalupe española, así como una procesión desde la
parroquia principal. Esta capellanía fue heredada por los familiares del
fundador, quienes también se hicieron cargo del edificio.14
Sin embargo, en sus primeros años de construcción, cerca de la
ermita no existió ningún asentamiento humano, incluso un vecino del
centro de la villa, Bernabé Alonso, testigo en un proceso inquisitorial,15
se refirió a la playa cercana a la ermita de Nuestra Señora de Guada-
lupe como el lugar “dónde se carga la cal del Rey”.16 Durante mucho
tiempo, las ceremonias religiosas en el pequeño templo guadalupano
fueron ocasionales. Entre las más recordadas se encuentra la celebra-
da en 1588, cuando fray Alonso Ponce, comisario general de la pro-
vincia, a su paso por la villa de San Francisco de Campeche, ofreció
un sermón en la ermita adónde, según Antonio de Ciudad Real, acu-
dieron todos los vecinos de la villa a oírle.17 Al llegar el año de 1660,
la pequeña ermita fue ampliada, pese a que, para entonces, la zona
aún no tenía habitantes al grado que, en los proyectos para fortificar la
villa, no se incluyó al espacio que circundaba al templo guadalupano;

13 Sholes, Documentos, 1938, p. 88.


14 Ibid, p. 91.
15 Testigo en el caso de bigamia contra Antón Martín, vecino de la villa.
16 Balán, Guadalupe, 2005, p.13.
17 Ciudad, Tratado, 1993, p. 356

Humberto Novelo Sánchez 105


Colección Bicentenario Campeche Solidario

en cambio, sí hubo la intención de integrar al barrio de San Román


dentro del recinto amurallado que tenía una gran población, aunque
el proyecto final también lo excluyó.18
Hasta este momento, la zona era diferente a las demás áreas
urbanas de la villa, debido a su tardía conformación y a que no se in-
tegró a partir de ningún pueblo de indios ni mucho menos de negros
y mulatos. Era un espacio dirigido para habitantes españoles y que
se demuestra por la advocación extremeña que se encontraba en la
ermita. Sin embargo, pese a las características étnicas de sus pobla-
dores, ¿a qué elementos se debieron su lento poblamiento y margina-
ción? Lo más probable es que la respuesta la encontremos en el lento
crecimiento demográfico de la propia villa y puerto de San Francisco
de Campeche cuyos datos que pueden encontrarse en los distintos
registros de población.
El nulo o poco crecimiento de la villa de Campeche se debió en
gran parte a que Yucatán, como provincia, no fue la meta ideal para
emigrantes que buscaron mejorar su posición económica; pues esta
región no ofrecía oro ni plata, y tampoco era apta para otras activi-
dades económicas rentables. Además, en particular, la villa de San
Francisco de Campeche era menos atrayente y más peligrosa para sus
pobladores debido a los constantes ataques piratas que la asolaron
durante los siglos XVI y XVII, ocasionando un continuo ir y venir de
población.
Los asesinatos, los angustiosos escapes o el nulo flujo de nuevos
habitantes, acarrearon que las zonas urbanas sobraran. Es así que la
falta de gente que necesitara sitios para vivir hizo que el área corres-

18 Véase Calderón, Fortificaciones, 1984, p. 129.

106
Campeche, una ciudad en la península

pondiente al barrio de Guadalupe permaneciera marginado del pro-


ceso de población.
Al llegar el siglo XVIII, la política española hacia la migración
canaria19 influyó en el inicio del proceso de poblamiento definitivo
de los alrededores de la ermita de Guadalupe. Los grupos canarios
que fueron llegando, integrados principalmente por hombres casados
y solteros20 , encontraron en la zona cercana del templo de Nuestra
Señora de Guadalupe el área ideal para su establecimiento. Los recién
llegados no se integraron urbanamente con la población española de
la villa que ya tenía el control, ni se mezclaron con los indígenas, aun
cuando eran personas muy pobres. Finalmente, aunque el número
de los nuevos vecinos disminuyó a causa de las numerosas muertes
que ocasionó una epidemia,21 estos lograron permanecer en el sitio,
concentrándose alrededor de la iglesia y del camino que iba de la villa
al barrio de San Francisco. Este asentamiento aunque marcó el inició
de la conformación del barrio, apenas logró consolidar al vecindario,
puesto que en 1731 los pobladores de Guadalupe fueron calificados
por el gobernador Manuel Salcedo como “…gente sumamente po-
bres que estan reducidos por su desdichas a vivir extramuros en ca-

19 En 1678, la Corona Española autorizó que las Islas Canarias, situadas al sur de la Pe-
nínsula Ibérica, cercana a la costa africana, comerciaran permanentemente con puertos
americanos, entre ellos Caracas, La Habana y Campeche. A cambio de esta concesión, pues
anteriormente sólo Sevilla estaba autorizada para el intercambio comercial, las Islas tenían
por obligación transportar a cinco familias canarias por cada 100 toneladas de mercancía o
pagar un equivalente. El propósito era que los inmigrantes se establecieran en las regiones
donde los canarios tenían permitido comerciar y Campeche fue una de las zonas que recibió
algunos de estos grupos. García, Economía, 2005, p. 9.
20 Más de la mitad de los registros de fallecidos por una epidemia en la zona eran varones y
casados, lo que sugiere que la mayoría habían emigrado sin sus mujeres. Sánchez, Canarios,
2004, p. 31.
21 Ibid

Humberto Novelo Sánchez 107


Colección Bicentenario Campeche Solidario

sas pagizas sumamente yncomodas que apenas tienen para poderse


libertar de las llubias y soles…”.22 Su marginalidad se acentuó en
1732, cuando el gobernador Antonio de Figueroa ordenó el cierre de
la puerta de San Francisco.23
Finalmente, en 1759, para beneplácito de los vecinos de la villa
de Guadalupe y San Román, se decidió reabrir las puertas laterales;
pero en esta segunda ocasión, el acceso noreste del sistema amura-
llado ya no fue conocido como la puerta de San Francisco, sino de
Guadalupe. Esta nominación coincidió con la mejora que los habitan-
tes del barrio guadalupano realizaron a sus viviendas, al sustituir las
chozas de palos por casas a base de piedra, cantería y mampostería,
las cuales fueron descritas por el ingeniero Juan de Dios González
en 176624 y que permiten notar la apropiación física del barrio de
Guadalupe. Sumado a este proceso palpable, también la apropiación
mental o simbólica del espacio se hace presente, inicialmente, con el
reconocimiento de los propios habitantes como vecinos del barrio y,
de igual forma, de la confirmación de las autoridades como miembros
de ese vecindario.

El advenimiento borbónico

Al llegar al poder español la familia de los Borbones e implantar una


serie de transformaciones político-administrativas que serían conoci-
das como “las reformas borbónicas”, la sociedad novohispana sufrió
alteraciones en sus estructuras que alcanzaron a sus poblaciones urba-

22 Carta del gobernador Manuel Salcedo, 1731, Archivo General de Indias (en adelante
A.G.I.), México, exp. 892.
23 Calderón, Fortificaciones, 1984, p. 275.
24 Ibid, p. 280.

108
Campeche, una ciudad en la península

nas, incluida la villa de San Francisco de Campeche.


Dichas reformas consistieron, en particular, en retomar el control
de las colonias, modificar la economía y, en general, cancelar la forma
de gobierno implantada por los Habsburgos, la cuál, según los re-
formistas, había postrado al imperio. El régimen habsburguista había
consistido, entre otras muchas cosas, en la delegación de poderes
para la administración de los virreinatos, la diferenciación estamental
de la sociedad y la protección de ciertos monopolios que lograron
ejercer un gran poder. Las transformaciones borbónicas para acabar
con el modelo anterior se tradujeron en diversas acciones, entre ellas
la creación de intendencias, la sustitución de funcionarios y la supre-
sión de cargos, como el de los alcaldes mayores.25
Los decretos que más impactaron la economía fueron: la habili-
tación de puertos para el libre comercio, la finalización del sistema de
flotas y la reducción de impuestos. Esto ocasionó, entre otras cosas,
el surgimiento de nuevos grupos de comerciantes en ciudades como
Guadalajara, Puebla y Veracruz. Esta última, único enlace de Campe-
che con el centro del virreinato, había sido, hasta antes de las refor-
mas borbónicas, un puerto poco habitado que aumentaba su pobla-
ción a la llegada de las flotas españolas; pero la bonanza sólo duraba
tres meses, mientras que en los nueve meses restantes recuperaba su
aspecto de ciudad pequeña y prácticamente inhabitada, como algu-
nos viajeros la describieron.26
Gracias a las reformas borbónicas, los veracruzanos dejaron de
ser consignatarios de los comerciantes de la ciudad de México y, apro-

25 Florescano, Época, 2000, pp. 368-375.


26 Blázquez, Comerciantes, 2000, p. 23.

Humberto Novelo Sánchez 109


Colección Bicentenario Campeche Solidario

vechando sus relaciones creadas en décadas anteriores, entraron a


una nueva fase que incluyó el enfrentamiento contra los mercaderes
y almaceneros capitalinos, la impulsión de su riqueza y la inversión en
otros sectores productivos.27 En poco tiempo, la población portuaria
de Veracruz se convirtió en el principal centro político y económico,
al concentrar la mayor actividad comercial del virreinato novohispano
desde 1770.28
De esta forma se generó un grupo fuerte de comerciantes vera-
cruzanos que inició una serie de cambios urbanos centrados en arre-
glar las principales necesidades del puerto. Proyectos que fueron des-
de alumbrado y empedrado hasta la adquisición de nuevos terrenos
para vivienda.29 Esta necesidad de espacios para vivir fue resultado
del crecimiento demográfico que se registró en la plaza, donde se
contaba a comerciantes españoles y novohispanos, soldados y milita-
res que tenían a su cargo la seguridad, y otros inmigrantes cuyos que-
haceres fueron demandados por los residentes estables del puerto.30
El puerto de Campeche experimentó un cambio parecido al ve-
racruzano. A partir de 1770, junto con las concesiones del libre comer-
cio, llegaron las posibilidades de transformarse de simple intermedia-
rio pasivo de los comerciantes emeritenses en el principal centro de
negocios de la provincia yucateca, donde las oportunidades podían
ser aprovechadas por locales o foráneos. Así se atrajo un mayor núme-
ro de personas deseosas de comerciar y a otras de prestar servicios a
los comerciantes.

27 Florescano, Época, 2000, p. 402.


28 Ibid, p.381.
29 Blázquez, Comerciantes,2000, p. 32.
30 Ibid, p. 27.

110
Campeche, una ciudad en la península

Una de las consecuencias de los beneficios al puerto campechano


fue el crecimiento demográfico, con el consecuente impacto en la
urbanización de la localidad. De aproximadamente 1300 personas a
finales del siglo XVII,31 para 1766 se incrementó a 6200 individuos32
; es decir, cinco veces más, y en años posteriores tales números si-
guieron acrecentándose. En 1810, un censo realizado en Campeche
registró 15,250 personas en toda la ciudad, incluyendo los barrios;
años más tarde, en 1817 y 1818, la Diputación Provincial realizó dos
censos,33 donde advirtió que la población disminuyó levemente, caí-
da atribuida a que algunas familias pobres emigraron a otros pueblos,
debido al envío de hombres fueron a Veracruz y a varios puertos de la
Nueva España para defensa ante los insurgentes, además buena par-
te de los vecinos extramuros se ocultaron durante la matriculación, al
creer erróneamente que los alistaban para imponerles algunos cargos
o para servir en la milicia y bajeles de su majestad.34 En dicho regis-
tro se contemplan 17,390 personas, es decir 2140 habitantes más en
menos de 10 años. Para 1821, dos años después, se habla de aproxi-

31 Cálculo de Fernando Francisco Escobedo del año 1671. Rubio, Noticias, 1975, p.112.
32 La cifra es de las estadísticas que proporcionó en 1766 el gobernador y capitán Mariscal
Don Cristóbal de Zayas. El total aproximado fue de 18,000 personas, de las cuales 1200 eran
españoles europeos, 5000 españoles americanos, 8000 mestizos, 800 indios y 3000 negros y
mulatos (Rubio, Noticias, 1975, p. 38). Años más tarde, en 1789 se realiza otro censo titulado
“Discurso sobre la constitución de las provincias de Yucatán y Campeche”, el cual arroja
también un total de 18 mil personas, incluyendo ciudadanos y no ciudadanos. (Sholes, Do-
cumentos, 1938, p. 99) Por su parte, Manuel Lanz (Lanz, Compendio, 1905, p. 83) dedujo que
para 1705 existían 13,216 habitantes, pero no se refiere claramente a los vecinos españoles,
lo cual sería poco probable porque el crecimiento que se registra antes de esa fecha aún es
lento. Lo más probable es que se refería a todos los grupos, incluyendo a los negros, los cua-
les en el siglo XVIII eran numerosos en Campeche.
33 Censo del Curato de Campeche, 1817-1818, Archivo Histórico del Arzobispado de Yuca-
tán (en adelante A.H.A.Y.), arreglos parroquiales, vol. 1, exp. 31.
34 Carta de José Duque del Estrada del Ayuntamiento de Campeche al Obispo de Yucatán,
1818, A.H.A.Y., arreglos parroquiales, vol. 3, exp.31, f. 3.

Humberto Novelo Sánchez 111


Colección Bicentenario Campeche Solidario

madamente 25,71735 habitantes en toda la ciudad, lo que permite


ver el rápido incremento demográfico del puerto. Aunque este creci-
miento puede considerarse menor en comparación a otras ciudades
beneficiadas por las reformas borbónicas y las demás circunstancias
económicas, para Campeche fue significativo.
El barrio de Guadalupe, hasta entonces marginal, se debió con-
vertir en un espacio atractivo para los beneficiados del libre comercio
que buscaban afianzar su poder económico y social, ofreciendo, entre
otras cosas, un lugar que, aunque extramuros, estaba destinado a al-
bergar pobladores hispanos. Fue así que el barrio incrementó nota-
blemente su población, a tal grado que el censo de 1810,36 lo arroja
como el tercer barrio con más habitantes y el segundo lugar con más
españoles y europeos (no españoles) solo superado por el centro. Si
tomamos en cuenta que el espacio es relativamente el más peque-
ño, sin posibilidades de expandirse y con una antigüedad menor que
Santa Lucía, Santa Ana, San Román y San Francisco, el barrio de Gua-
dalupe tiene una transformación casi vertiginosa: cambia de un lugar
de pobladores esporádicos y miserables a un asentamiento atractivo

35 Esta cantidad es muy aproximada, pues en una carta al obispado se dice que hay 18,000
almas sólo en los barrios, es decir, 48% de crecimiento con respecto a los 12,172 de 1817 y
1818, crecimiento que si aplicamos a los 5218 del centro de los mismos años arroja un aproxi-
mado 7717, que en total de la ciudad vendría a ser 25,717. Aunque hay que aclarar que la
cifra hay que tomarla con cautela y entenderla sólo como un acercamiento a la realidad por
la naturaleza de la carta, pues el Ayuntamiento buscaba la creación de otro curato y justifi-
car el número de pobladores es decisivo. Sin embargo, el cálculo se acerca mucho cuando el
obispo dice que sólo en intramuros hay 7000 almas. Carta de miembros del Ayuntamiento de
Campeche al Obispo de Yucatán, 1821, A.H.A.Y., arreglos parroquiales, vol. 1, exp. 33, f. 4.
36 El censo demuestra un crecimiento significativo de habitantes hispanos, que pasaron de
los 6200 del censo de 1766, a casi 9000 en 1810. Censo de Población, Ramo Censos y Padro-
nes, 1810, Archivo General del Estado de Yucatán (en adelante A.G.E.Y.), Vol. 2, Exp. 1. Ver
también Mañé, Noticias, 1975, p. 38.

112
Campeche, una ciudad en la península

para gente de “calidad”. Esto puede notarse en la preferencia de los


inmigrantes a quedarse en el barrio de Guadalupe, pues suman 1018
europeos, la mayoría españoles, frente a los 174 del barrio de San
Román. Es decir, aunque el barrio sanromanero se vio incrementado
en población nueva, los inmigrantes europeos prefirieron el barrio de
Guadalupe, quienes procedían de diversos lugares como Cádiz, Bil-
bao, Málaga, Sevilla, Cataluña, Andalucía, Castilla, Vizcaya, Tarrago-
na, Galicia, Isla de Malta, Génova, Islas Canarias, entre otros. Pero es-
tos inmigrantes europeos no fueron los únicos que llegaron al barrio,
también lo hicieron criollos de Puebla, México, Villahermosa, Cuba e
incluso de la misma provincia, como fue el caso de los llegados del
presidio del Carmen, Tizimín, Oxcubcab, Nilchí, Champotón, Tenabo,
Mérida y del propio recinto amurallado. 37

El cisne urbano

En 1823, los habitantes del ahora floreciente barrio de Guadalupe


mantenían un debate que simboliza su apropiación del espacio como
propio: ¿debían permitir la construcción de una mansión en la calle
principal o no hacerlo? Aunque al final se autorizó la obra,38 el suceso
marca el inicio de una serie de construcciones que van dándole un
singular rostro al barrio y que a la vez da muestra de la existencia de
una conciencia vecinal. Es decir, ya no existen escasos y efímeros po-
bladores que sólo permanecen dispersos en un espacio marginado,
ahora hay habitantes que sienten suyo el barrio de Guadalupe y, por
lo tanto, se preocupan por lo que sucede en él buscan siempre el
37 Matrimonios del Barrio de Guadalupe, 1789-1813, Archivo Histórico del Obispado de
Campeche (en adelante A. H. O. C) Ramo matrimonios, caja 188, libro 1154.
38 Álvarez, Anales, 1989, p. 207.

Humberto Novelo Sánchez 113


Colección Bicentenario Campeche Solidario

beneficio que ellos creen ideal para el espacio que habitan. Uno de
estos ideales es la construcción de otras mansiones que dieran belleza
y armonía a las principales calles del barrio, logrando estas ser parte
del rostro que ellos deseaban dar al barrio.39
Las casas que se convertirían en las más representativas de la
zona fueron construidas por los vecinos guadalupanos en ese perio-
do. Dotaron a sus casas de grandes zaguanes, con ventanales verti-
cales con guardapolvos, y portales que incluían bodegas para que
pudieran cargar y descargar mercancías de forma práctica, entre otras
cosas. Como zona preferida, los nuevos habitantes construyeron estas
casas sobre la denominada Calle Real de Guadalupe, la cual venía
directamente de la Puerta del mismo nombre,40 cruzaba la pequeña
plaza del barrio guadalupano y continuaba hasta la plaza principal de
San Francisco. La vía, que seguramente era muy transitada por los de
intramuros y los del barrio de San Francisco, se convirtió también en
la calle preferida para el comercio, aglutinando la mayor parte de las
casas-tiendas de los pudientes comerciantes del barrio de Guadalupe.
Este poder económico que adquirieron los habitantes de Gua-
dalupe y que se visualizó en las grandes casonas, los ayudaría a sobre-
vivir durante las guerras internas de mediados del siglo XIX como un
vecindario de clase alta.
A finales del siglo decimonónico, la boyante condición del ba-

39 En 1836, se autorizó la construcción de otra casa, pero sin polémicas ni demandas. Esta
edificación de portales se ubicó en el terreno contiguo a la muralla, conocido como la zona
de campaña en la cual no debía de construirse. A pesar de ello, el ayuntamiento autorizó la
obra. La casa era de las más vistosas y aún da una buena vista a la entrada de las calles del
barrio. Balán, Guadalupe, 2005, p.62.
40 Nombre que también prestaba al puente de piedra y al descampado o campo de tiro que
le correspondía a la muralla y que se localizaba frente al barrio guadalupano.

114
Campeche, una ciudad en la península

rrio se vio reflejada en obras como el establecimiento de servicios


públicos modernos, por ejemplo el alumbrado público con lámparas
de petróleo, que se inauguró en 1872, siendo el primer barrio en con-
tar con este servicio; la construcción del Parque Porfirio Díaz en 1878
para el esparcimiento de los vecinos; o bien, la instalación, en 1883,
del teléfono y el cableado correspondiente por la Calle Real.41
Una de estas obras públicas modernas, que sería parte impor-
tante de la consolidación del barrio y de sus habitantes, fue la demoli-
ción de la Puerta de Guadalupe —antes llamada San Francisco— per-
teneciente al recinto amurallado, ocurrida en 1894.42 Dicha brecha en
la muralla, bautizada como Paso Porfirio Díaz, fue celebrada por los
habitantes del barrio de Guadalupe como un éxito para el crecimiento
y modernización de la propia ciudad. No sólo significó el libre acceso
al centro de la ciudad, sino la oportunidad de seguir con los adelantos
al construirse la línea del tranvía precisamente por la calle principal
del barrio.
Así, las familias del barrio de Guadalupe adoptaron un estilo de
vida desahogado que, hasta cierto punto les permitía compararse con
las familias del centro de la ciudad; se caracterizaban por la posesión
de casas amplias, habitadas por familias de “buen nombre”, confor-
mada en su mayoría por comerciantes y funcionarios, pero también
por marineros retirados, productores de frutos del campo, agriculto-
res, maestros, entre otros, quienes acostumbraban a la buena mesa
y a reuniones muy exclusivas. Fueron considerados como el barrio

41 Instalación de teléfono, 1883, Archivo Municipal de Campeche (en adelante A.M.C.).


Exp. 406, Caja 8.
42 El Reproductor Campechano, 19 de agosto de 1984, Hemeroteca de la Universidad Au-
tónoma de Campeche (en adelante H.U.A.C.), Núm. 311, p. 2-3.

Humberto Novelo Sánchez 115


Colección Bicentenario Campeche Solidario

más aristocrático,43 e incluso como una prolongación o ensanche del


centro de Campeche, donde los servicios modernos como el tranvía,
la luz o el teléfono eran un ejemplo de progreso para la vida de los
habitantes de la ciudad.44
La continuidad de apellidos y dinámicas sociales que respondían
a ciertas costumbres, junto a la estabilidad del régimen de Porfirio
Díaz, dio paso a nuevas expresiones sociales como el entretenimiento
ilustrado, la beneficencia y todo acto llamado “social”. Una de estas
actividades fueron los bailes de Carnaval que se vieron fortalecidos
por la opinión pública. El vecindario de Guadalupe se sumó a las fes-
tividades del rey Momo con bailes y “asaltos”, donde selectos grupos
festejaban en casas particulares del barrio.45 Pero no solo en los di-
vertimentos de Campeche participaban los habitantes de Guadalupe,
también lo hacían cuando las circunstancias eran adversas. Muchas
damas, esposas e hijas de funcionarios y empresarios del barrio, se
unieron a sociedades de beneficencia que realizaban actividades re-
gulares para paliar algunas carencias de los pobres de la ciudad.
Ese mismo grupo selecto de señoras y señores del barrio de
Guadalupe que buscaban ayudar al prójimo también era admirador
del escenario teatral, pero no necesariamente tenía que asistir al cen-
tro de la ciudad para gozar de una obra. Las “buenas familias” or-

43 Gacetilla de La Discusión. Periódico oficial del Gobierno del Estado de Campeche, 28 de


noviembre de 1871, Archivo General del Estado de Campeche (en adelante A.G.E.C), Ramo
periódicos, año 1, sin número.
44 “…(El barrio de Guadalupe) que puede muy bien considerarse como una prolongación o
ensanche del centro de esta ciudad, además la vía férrea urbana del amigo D. Salvador Dondé que
proporciona una manera fácil y barata para poder trasladarse al lugar donde hoy convergen los
amantes de honestas recreaciones”. El Reproductor Campechano, 13 de diciembre de 1896,
H.U.A.C, Núm. 432, f. 3.
45 El Reproductor Campechano, 17 de febrero de 1895, H. U.A.C, Núm. 336, f. 3.

116
Campeche, una ciudad en la península

ganizaban en sus casas sainetes o pequeñas obras para el gusto de


amigos y parientes. Además la apertura del Paso Porfirio Díaz, y más
tarde de otros accesos, permitió que algunos aficionados del vecin-
dario guadalupano montaran obras teatrales e invitaran a gente del
centro de la ciudad.46 En cuanto a la religiosidad de los habitantes del
suburbio de Guadalupe, la principal manifestación se podía observar
en la fiesta del barrio: la Virgen de Guadalupe, donde se resaltaban
los objetos suntuosos, mejores vestidos y alhajas de la ciudad.47
Fuera el cumpleaños del presidente, el aniversario de alguna batalla
nacional, el festejo de la Independencia de México, la inauguración
de obras o breves celebraciones patrióticas, las fiestas cívicas fueron
otro aspecto relevante en la vida de los vecinos guadalupanos. En

46 De hecho, el barrio fue uno de los primeros en recibir compañías foráneas. En 1884 se
instaló frente al templo de Nuestra Señora de Guadalupe la Compañía Dramática Sabino
Sotomayor presentando el drama “Francia y México”. Dos años después el Teatro Provi-
sional de Guadalupe, organizado por los mismos vecinos, inició funciones con la obra “El
Abuelito”, bajo la dirección de Luis Acevedo, combinando en su repertorio sainetes, bailes
y cantos. También se presentaron carpas trashumantes que coincidían con la fiesta barrial.
Estas compañías errantes se instalaron en el descampado del vecindario, exactamente junto
al Paso Porfirio Díaz. Esta misma función tuvo el anexo de la Iglesia de Guadalupe, don-
de se presentaron tradicionales pastorelas durante el mes de diciembre. Los vecinos no se
limitaron a esos escenarios y recurrieron muchas veces a sus propiedades. Lanz, Campeche,
2002, p. 119.
47 Pedro F. Rivas escribió que de las procesiones de Semana Santa en la ciudad, en el barrio
de Guadalupe destaca el que se realiza durante el martes santo, pues se pasea a una mara-
villosa imagen del divino maestro, Señor de la Cena, el cual está dotado de los vestidos más
finos y joyas de oro. Pérez, Diccionario, 1997, p. 593. De hecho, mientras la fiesta del Cristo
Negro del Barrio de San Román es considerada como una fiesta popular, donde la autoridad
siempre recibe llamados para mantener el orden, en la fiesta de Guadalupe las actividades
son consideradas como llenas de pompa, rodeadas de suntuosidad, con juegos lícitos y donde
prevalece el recreo ordenado. Incluso en la invitación que hace el reproductor campechano
para la fiesta del barrio dice que durante la fiesta se divertirán tanto “el rico como el pobre…
el poderoso como el desvalido”, remarcando la diferencia de clases que durante la celebra-
ción no será un obstáculo, mientras que para la fiesta de San Román dice que será para que
se divierta el pueblo, reafirmando su carácter popular. El Reproductor Campechano, 13 de
diciembre de 1896, H.U.A.C, Núm. 432, f. 3.

Humberto Novelo Sánchez 117


Colección Bicentenario Campeche Solidario

este punto, las mejoras urbanas del gobierno y demás obras públicas,
de pequeñas o grandes dimensiones, fueron festejadas especialmen-
te en el barrio. Todas estas acciones oficiales merecieron el tiempo y
la presencia de los vecinos, quienes celebraban el progreso al que el
régimen los llevaba, siendo su barrio el mejor ejemplo. Estas obras
públicas y sus festejos representaron el valor simbólico del poder del
régimen presente en el barrio de Guadalupe y que logró darle perso-
nalidad definitiva al vecindario.

Epílogo

El proceso de conformación del barrio de Guadalupe respondió a un


contexto complejo, donde diferentes factores y aristas influyeron en
sus etapas de poblamiento, desarrollo y consolidación. Podemos ini-
ciar este proceso con la construcción física del vecindario, la cual res-
pondió al crecimiento demográfico de Campeche a causa de nuevos
habitantes que llegaron del exterior atraídos por el libre comercio que
se declaró para el puerto campechano y, más tarde, por los negocios
que se podían realizar en la ciudad por el comercio neutral. Ambos
acontecimientos permitieron un flujo regular de inmigrantes que de-
tonaron el poblamiento de la zona principal del barrio de Guadalupe
al convertirse en los nuevos habitantes.
El origen y perfil laboral de los nuevos avecindados dieron pie
a dinámicas distintas al resto de los barrios campechanos. En su ma-
yoría, los vecinos provenían de Europa o eran españoles nacidos en
Nueva España que, por el comercio, habían decidido vivir en Campe-
che. A pesar de su procedencia, no penetraron en los grupos dirigen-
tes de la ciudad que se aglomeraban en la zona intramuros, pero tam-

118
Campeche, una ciudad en la península

poco se fusionan con los grupos de mestizos, negros o mayas que se


agrupaban casi homogéneamente en los otros barrios de Campeche.
Sin embargo, el origen y los beneficios económicos de las actividades
mercantiles permitieron a los vecinos de Guadalupe iniciar una serie
de relaciones sociales que a la larga les dio a sus descendientes acce-
so a los círculos dirigentes ya establecidos.
La construcción de mansiones y grandes casas, el trazo de nue-
vas calles, y sobretodo, la disposición de los habitantes de una con-
ciencia de pertenencia, consolidó la relación del espacio y los vecinos,
es decir, quienes vivían en la zona, lograron apropiarse física y símbo-
licamente del barrio de Guadalupe.
Las crisis políticas del siglo XIX que resultaron en diversos con-
flictos bélicos, mermaron las actividades económicas de muchos cam-
pechanos, incluyendo a los vecinos del barrio de Guadalupe; pero el
efecto fue distinto para estos pues lograron sobrevivir a los embates
económicos. Las familias de Guadalupe prosiguieron la apropiación
del espacio del vecindario guadalupano, consolidando la identidad
vecinal del barrio. En esta última etapa las obras materiales, los even-
tos cívicos, las fiestas de carnaval e inclusive los actos de beneficencia,
donde los habitantes del barrio de Guadalupe participaron, fueron
símbolos y representaciones del perfil del vecindario. En ellos los ve-
cinos “promocionaban”, por así decirlo, las características de la zona,
donde el progreso y los ideales del régimen porfirista se había esta-
blecido, representado por las obras de vialidad, las comunicaciones,
la luz, etcétera. También la preocupación por la estética de sus calles
y del bienestar comunitario, como eran las juntas de beneficencia,
fue parte de la personalidad de quienes habitaban el barrio, donde

Humberto Novelo Sánchez 119


Colección Bicentenario Campeche Solidario

las buenas costumbres y las actividades lúdicas de gusto “ilustrado”


eran práctica común. El teatro y la oratoria eran hábitos frecuentes de
los vecinos de Guadalupe o al menos esa es la identidad con la cual
buscaron y lograron ser identificados y que, finalmente, será cantado,
como un barrio señorial, en las letras de “Torres de Catedral”.

A rc h i vo s :

ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN


Proceso contra Antón Martín por casado dos veces, 1576, Inquisición,
tomo 105, exp. 6.

ARCHIVO GENERAL DEL ESTADO DE CAMPECHE


Gacetilla de La Discusión. Periódico oficial del Gobierno del Estado
de Campeche, 28 de noviembre de 1871, Ramo periódicos, año 1, sin
número.

ARCHIVO GENERAL DEL ESTADO DE YUCATÁN


Censo de población con manifestación de castas, clases y su distribu-
ción en barrios, 1810, Colonial, censos y padrones, vol. 2, exp. 1.

ARCHIVO GENERAL DE INDIAS


Carta del gobernador Manuel Salcedo, 1731, México, exp. 892.

ARCHIVO HISTÓRICO DE LA ARQUIDIOCESIS DE YUCATÁN


Censo del Curato de Campeche, 1817-1818, arreglos parroquiales,
vol 1, exp. 31.
Carta de José Duque de Estrada al Obispado de Yucatán, 1818, arre-
glos parroquiales, vol. 1, exp 33, f. 3.
Carta de miembros del Ayuntamiento de Campeche al Obispo de Yu-
catán, 1821, arreglos parroquiales, vol. 1, exp. 33, f. 4.

120
Campeche, una ciudad en la península

ARCHIVO HISTÓRICO DEL OBISPADO DE CAMPECHE


Matrimonios del Barrio de Guadalupe, 1789-1813, matrimonios, caja
188, libro 1154.

ARCHIVO MUNICIPAL DE CAMPECHE


Archivo Municipal de Campeche Instalación de teléfono. 1883, Exp.
406, Caja 8.

HEMEROTECA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE CAMPECHE


El Reproductor Campechano. Agosto 19 de 1894, Num. 311, p. 2-3.
El Reproductor Campechano, 13 de diciembre de 1896, Núm. 432,
f. 3.
El Reproductor Campechano, 17 de febrero de 1895, Núm. 336, f. 3.

Bibliografía:

Álvarez, Francisco, Anales Históricos de Campeche, Tomo II. Gobier-


no del Estado de Campeche, Campeche, 1989.

Balán, Ileana del C. y Tello Colli, Tomas del C., Guadalupe Señorial.
Devenir histórico del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe y de
su Barrio Tradicional. (s. e.), Campeche, 2005.
Blázquez Domínguez, Carmen, “Comerciantes y desarrollo urbano: La
Ciudad y puerto de Veracruz en la segunda mitad del siglo XVIII” en
La ciudad Colonial Tiempos de América. N. 5-6, España, 2000, pp.
21-36.

Calderón Quijano, José Antonio, Fortificaciones en Nueva España.


Madrid, Gobierno de Estado de Veracruz, Consejo Superior de Inves-
tigaciones Científicas y Escuela de Estudios Hispanoamericanos de

Humberto Novelo Sánchez 121


Colección Bicentenario Campeche Solidario

Sevilla, España, 1984.

Ciudad Real, Antonio, Tratado curioso y docto de las grandezas de la


Nueva España. Relación breve y verdadera de algunas cosas de las
muchas que sucedieron al padre Fray Alonso Ponce en las provincias
de la Nueva España siendo comisario general de aquellas partes. Ter-
cera Edición, UNAM, México, 1993.

Escalante Gonzalbo, Fernando, Ciudadanos Imaginarios, El Colegio


de México, México, 1992.

Florescano, Enrique y Menegus, Margarita, “La época de las reformas


borbónicas” en Historia General de México, El Colegio de México,
México, 2000.

García Bernal, Manuela Cristina, Economía, política y sociedad en el


Yucatán colonial, Universidad Autónoma de Yucatán, México, 2005.

Gobierno del Estado de Campeche, Tasaciones de los Pueblos de la


Provincia de Yucatán, pertenecientes a los encomenderos de la villa
de San Francisco de Campeche, hechas por la Audiencia de Santiago
de Guatemala en el mes de febrero de 1549, facsimilar, Instituto de
Cultura de Campeche, Campeche, 2000.
Gonzalbo Aizpuru, Pilar, Familia y orden colonial, El Colegio de Méxi-
co, México, 1998.

Lafaye, J., Quetzalcóatl y Guadalupe, Fondo de Cultura Económica,


México, 2002.

Lanz, Joaquín, Campeche y el Teatro Ritual Popular, Universidad Autó-


noma de Campeche, Campeche, 2002.

122
Campeche, una ciudad en la península

Lanz, Manuel, Compendio de Historia de Campeche, El Fénix, Cam-


peche, 1905.

Leal Sosa, Jacqueline, La plaza como eje rector de la vida en Campe-


che, CONACULTA-INAH, Campeche, 2003.

López de Cogolludo, Fray Diego, Historia de Yucatán, Ed. Red, Méxi-


co, 2009.

O’Gorman, Edmundo “Reflexiones sobre la distribución urbana co-


lonial de la ciudad de México”, en Boletín del Archivo General de la
Nación, 9:4, octubre-diciembre, México, 1938, p. 792.

Peraza Guzmán, Marco Tulio, Espacios de Identidad, UADY, Yucatán,


2003.

Pérez Galaz, Juan de Dios, Diccionario histórico y geográfico de Cam-


peche, Gobierno del Estado de Campeche, México, 1997.

Piña Chan, Román, Campeche durante el periodo colonial, Gobierno


del Estado de Campeche, México, 1991.

Portal, María Ana y Safa Barraza, Patricia, “De la fragmentación urbana


al estudio de la diversidad en las grandes ciudades” en La antropolo-
gía urbana en México, México, CONACULTA, México, 2005, p 30-59.

Rodríguez Herrera, Emilio, “Santa Ana, Barrio tradicional de Campe-


che” en Revista Lienzos, Ayuntamiento de Campeche, Campeche,
2004, pp. 20-24.

Rubio Mañe, Jorge Ignacio, Noticias Históricas de Yucatán, Cuaderno


Núm. 1, Sin editorial, Yucatán, 1975.

Humberto Novelo Sánchez 123


Colección Bicentenario Campeche Solidario

Sánchez Rodríguez, Julio, Canarios en Campeche, Editorial Pérez


Galdos, España, 2004.

Sholes y Menéndez, Documentos para la Historia de Yucatán, Tomo I,


II, III, Editorial Carlos R. Menéndez, Yucatán, 1938.

Valladares Reyes, William, Cien canciones campechanas y sus autore,


UAC, Campeche, 1998

124
La p e rc e p c i ó n i m ag i na r i a

de los campechanos:
La a l a m e da y e l
s i s t e m a d e f ort i f i c ac i o n e s

d ur a n t e e l s i g l o
XIX
Adely Mendoza Novelo
ADELY MENDOZA NOVELO

Cursó la licenciatura en Historia por la Universidad Autónoma de


Campeche, ponente en el II Encuentro Regional Sur-Sureste de Es-
tudiantes de Historia “Las diversas manifestaciones históricas del sur-
sureste: sus historias regionales”; en el XIII Congreso Anual de la Aso-
ciación Mexicana de Estudios del Caribe “El Caribe Mexicano y Otros
Caribes;” así como en el XIV Congreso Anual” El Caribe: Nuevas re-
flexiones, debates y propuestas”, ha tomado diversos cursos, entre
los que destacan, “Historia y Memoria”, “Acercamiento a la Historia
Documental”, “Historia Oral” ha laborado como docente de asigna-
ción de historia, actualmente se desempeña como comunicadora en
medios locales.
Campeche, una ciudad en la península

La percepción imaginaria de los campechanos:


La alameda y el sistema de fortificaciones durante el siglo XIX
Adely Mendoza Novelo

…en todo símbolo o simbolismo


subsiste un componente imaginario.1

I n tro d ucc i ó n

Durante el siglo XIX, en Campeche –como en América–, la moderni-


zación se convirtió en el objetivo principal de la sociedad. Teniendo
como telón de fondo la modernidad y sus ejes –el historicismo, el
liberalismo y las ideas ilustradas–, se redefinieron los destinos de dos
construcciones: por un lado, la alameda construida en 1830, primer
intento por modernizar la ciudad durante la primera mitad del mismo
siglo; la cual al representar el pasado ilustrado y liberal fue utilizada
para legitimar el discurso de la época. Por otro lado, las murallas,
visiblemente vinculadas al antiguo régimen, formaron parte de un pa-
sado por demás opuesto a las ideas de dicho siglo, lo que marcó su
destrucción.
Por consiguiente, resulta interesante volver la mirada a la segun-
da mitad del siglo XIX para hacer un análisis comparativo de ambas
edificaciones, cuando la imagen de ciudad moderna comenzó a co-

1 Silva, Imaginario, 1992, p.41.

Adely Mendoza Novelo 127


Colección Bicentenario Campeche Solidario

brar más fuerza. En este sentido, el presente estudio sobre las mu-
rallas y la alameda de Campeche constituye un acercamiento sobre
estas dos edificaciones arquitectónicas ante al proceso modernizador.

El sistema de fortificaciones de Campeche

Con el descubrimiento de nuevas tierras y la donación pontificia de


las llamadas Indias, mediante las bulas papales de Alejandro VI, se es-
tableció la pertenencia de aquellas a España y Portugal, bajo el com-
promiso de cristianizar a los indios. Este hecho causó inconformidad a
países como Inglaterra, Francia y Holanda, pues quedaban excluidos
de las rentas obtenidas del mundo americano; lo que marcó el inicio
de una constante lucha, agravada por la política económica de la Co-
rona Española.2
A mediados del siglo XVI, el Caribe español se afianzaba como
un importante circuito comercial para la Corona. Los puertos de La
Habana, Nombre de Dios, Puerto Rico, La Española y Cartagena se
convirtieron en lugares donde se registraron frecuentes ataques pira-
tas. En 1552, François Lecrerc preparó una expedición para saquear
las Antillas; en un lapso de seis años, asaltó Santiago de Cuba, San
Juan de Puerto Rico y Santo Domingo. Pocos años después, Jacques
de Sores atacó las costas de Colombia, Santa Marta, La Española y
Cuba.

2 “La política económica española estuvo regida básicamente de ideas mercantilistas de la


época, la meta: la autosuficiencia y el poder nacional; este último significaba poder naval y
militar, apoyado por la abundancia de dinero y el control de ciertos productos. En este con-
cepto, las nuevas colonias eran estimadas fundamentalmente como fuentes potenciales de ri-
quezas para España, de manera que la Corona creó un monopolio de comercio y embarques
con las Indias, donde todo comercio exterior con las colonias estaba reservado a España y
ésta les proporcionaba lo que requerían de Europa”. Haring, El imperio, 1990, pp. 412 y 413.

128
Campeche, una ciudad en la península

Estos puertos formaban parte de la red marítima de comercio español


lo que, aunado a los constantes ataques piratas, obligó a la Corona a
proteger aquellos lugares que estaban considerados como llaves que
podían abrir o cerrar el imperio a sus enemigos. Con este objetivo, el
rey español solicitó informes a un grupo de ingenieros militares sobre
el territorio y las defensas necesarias para su imperio; Calvi, Fratín,
Antonelli y Spannochi, lo llevaron a cabo.3
En consecuencia, el rey Felipe II, en 1582, dictó las primeras
ordenanzas para el buen funcionamiento de las fortificaciones ameri-
canas; sin embargo, fue hasta después del ataque de Francis Drake,
en 1585, a Santo Domingo, Cartagena de Indias y La Habana, cuando
comenzaron a trabajar en un plan defensivo, diseñado por el inge-
niero Bautista Antonelli tras una visita a dichos puertos. Este plan,
aprobado en 1588, estaba organizado en tres componentes: la de-
fensa marítima, mediante la creación de flotas, el establecimiento de
guarniciones permanentes, y la defensa estable por medio de la cons-
trucción de fortificaciones; en este último, se contemplaron trabajos
en Santo Domingo, Cartagena, el paso de Nombre de Dios a Panamá,
La Habana, Puerto Rico y La Florida.4
Atendiendo a la afirmación de Calderón Quijano sobre que la
necesidad de desarrollar el sistema militar en una región iba de la
mano con su importancia económica, política, comercial y estratégi-
ca, podemos decir que en el caso de San Francisco de Campeche la
situación fue distinta, debido al poco interés que la Corona española
tuvo en el ejercicio defensivo de la villa, ya que el plan trazado para

3 Sanz, Tres, p.122.


4 Victoria, El emplazamiento, 2000, p. 13.

Adely Mendoza Novelo 129


Colección Bicentenario Campeche Solidario

la protección del Caribe no contemplaba realizar trabajos en la villa.


De manera que la escasez en las medidas de defensa hizo de la villa5
de San Francisco de Campeche uno de los puertos más vulnerables a
ser atacado por piratas, a pesar de su ubicación geográfica estratégi-
ca y servir como entrada y salida de mercancías para la Península de
Yucatán.
Hacia el siglo XVII, los puertos caribeños –como Cartagena de
Indias, La Habana y Puerto Rico, Veracruz y Campeche– habían reali-
zado construcciones de defensa; formando así un cinturón en la franja
caribeña de puertos más seguros para las actividades marítimas y co-
merciales. Pero el destino de estos puertos y sus fortificaciones cobra-
ron diversos matices durante, por lo menos, los dos siglos y medio
posteriores.
Hacía casi un siglo que la piratería había desaparecido en Cam-
peche, y desde su construcción las fortificaciones no habían entrado
en combate. Sin embargo, fue durante los primeros setenta años del
siglo XIX cuando la ciudad se vio inmersa en diversas pugnas, levanta-
mientos y guerras intestinas. La primera, la denominada Guerra de la
Columna en 1824, provocada por el enfrentamiento de intereses en-
tre Mérida y Campeche: inició cuando los campechanos exigieron la
declaración de guerra a España, la publicación completa de la Cons-
titución de 1824 y el cese de empleados españoles; fue entonces que
el gobierno estatal envió una columna militar a someter a los rebeldes
campechanos, obligándolos a resguardarse dentro de la muralla.
Otro episodio se registró durante la guerra de castas. Si bien
este enfrentamiento armado no llegó a la ciudad, el recinto amura-

5 Victoria, Op. cit. 2000, pp. 13, 14.

130
Campeche, una ciudad en la península

llado se convirtió en lugar de refugio. Con estos dos acontecimientos


de la primera mitad del siglo XIX, las fortificaciones hicieron evidente
que conservaban cierto sentido de seguridad para los habitantes de
toda la región.
En 1864 la invasión imperialista y la restauración de la república
en 1867 hicieron evidente la función utilitaria de la muralla; pero esta
situación contrastaba con ciertas ideas urbanas modernas, pues ya en
1863 existía la preocupación por el obstáculo que representaban las
puertas de entrada al centro amurallado. Como redactó Juan Carbó
en el periódico semioficial del gobierno del estado de Campeche:

Nosotros aunque exaltados anti-intervencionistas, creemos que


la policía municipal podría y debería intervenir, como hemos di-
cho, en ciertas cosas; por ejemplo, para evitar que los carruajes
se amontonen en las bocas-calles ó en las entradas principales
de las plazas en donde se reúnen la mayor parte de la concu-
rrencia. La intervención en este asunto y en otros por el estilo,
creemos que no sería rechazada por el público, porque á nadie
perjudica y á todos beneficia.6

Esta preocupación estaba basada en ideas modernas, según el plan-


teamiento de León 7: “como la instauración del orden, la alineación
de las calles y edificaciones, así como la búsqueda de la uniformidad
de los inmuebles urbanos, denotan una tendencia más racional y más
funcional”.
En la segunda mitad del siglo XIX, en 1867, con la restauración
de la república y sin la amenaza de un enemigo externo, el temor

6 Carbó, El espíritu público. 13 de enero de 1863.


7 Lezama, 2002, p.100.

Adely Mendoza Novelo 131


Colección Bicentenario Campeche Solidario

de una invasión se hacía cada vez más lejano; lo que provocó la in-
viabilidad de las murallas, así como la visible preponderancia de lo
moderno. Las palabras progreso y mejora fueron las constantes. Cabe
mencionar que ambos términos son inminentes a la modernización
decimonónica en el mundo, como medio y fin de cualquier sociedad
que pretendiera denominarse moderna.
Tras finalizar la dominación española, al cesar los ataques piratas
y llegar las décadas finales de siglo XIX, la mirada a los recintos amu-
rallados de los puertos caribeños se inscribió dentro de un contexto
diferente, donde la preocupación prioritaria no sería más la insegu-
ridad e incertidumbre que representaban las murallas. Muestras de
esto fueron los derrumbes de las fortificaciones pertenecientes a los
puertos caribeños, llevados a cabo prácticamente en fechas cercanas,
bajo un argumento semejante: la modernización.
Un claro ejemplo se registró en Veracruz, pues el derrumbe de
sus murallas comenzó el 14 de julio de 1889, por gestiones que hizo
la junta designada para llevar a cabo obras mejoras a la ciudad. En La
Habana se solicitó el derrumbe desde 1841 y comenzaron los traba-
jos en agosto de 1863; años después, en San Juan se tomó la misma
decisión: en abril de 1897, en medio de grandes festejos, se procedió
a demoler la puerta de Santiago y parte de la muralla. En el Caribe,
como en Campeche, las ideas, imágenes y prácticas se transformaron.
Las murallas que alguna vez fueron símbolos de defensa se convirtie-
ron en construcciones opuestas a la tan ansiada modernización.

La alameda de Campeche: una edificación moderna

Al iniciar el siglo XIX en la villa de Campeche, se nota cómo cier-

132
Campeche, una ciudad en la península

tas ideas modernizadoras comenzaron a concretarse. En febrero de


1830 se pretendió la regularización de los espacios privados, como
lo muestra un ordenamiento territorial que exigía a los habitantes de
la villa documentos que avalaran la adquisición de sus propiedades.8
Al mismo tiempo, se consideraba que el espacio público debía con-
tar con lugares destinados al esparcimiento, recreo y bienestar de
la sociedad; es decir, el objetivo debía ser un factor positivo para la
población. La responsabilidad de construirlos y conservarlos recaía di-
rectamente en el gobierno en turno.
Dentro de este contexto, en 1830 se registró la construcción
de la alameda, primer paseo de Campeche, bajo el argumento de
que hacía falta espacios de recreo y esparcimiento. Fue edificada por
iniciativa del coronel Francisco de Paula Toro, entonces comandante
militar de la plaza de Campeche, y diseñada por el entonces teniente
de ingenieros don Juan Estrada: “ésta tenía forma de rectángulo de
más de 380 m. de largo, una glorieta en el centro y en ella una escul-
tura natural, tallada en madera y yeso, que representaba a una india
coronada en plumas, con arco y carcaj provisto de flechas”.9 Si bien
no existe un concepto claro de lo que representaba, probablemente
fue un incipiente símbolo local o hasta regional, pues en fechas pos-
teriores esta fue sustituida por un farol.
En 1844, un viajero llamado Eduard Mühlenpfordt describió el
paseo, resaltando el costo y la belleza del lugar. A través de este tes-
timonio podemos acercarnos a la situación de la alameda para esta
fecha, (Fig.1).

8 Periódico Yucateco, 22 de febrero de 1830, v. 1 exp. 3


9 Álvarez, Anales, 1991, Tomo I, p.222

Adely Mendoza Novelo 133


Colección Bicentenario Campeche Solidario

…extramuros de la ciudad se construyó a un costo considera-


ble una bella alameda, sombreada por los más variados árboles;
cuenta además con lindas bancas de piedra. La rotonda del cen-
tro está adornada con cuatro jarrones de piedra sobre sendos
pedestales. Todos sus caminos están cubiertos con losas, un ca-
mino para coches la circunda. La Alameda, a su vez, está cerrada
con una reja con pilares rematados cada uno por reverberos que
por las noches despiden una luz cegadora. 10

Fig.1 La alameda de Campeche

La fecha de su construcción indica que fue tardía en su género, ya


en Europa y en la propia América desde el siglo XVI se edificaron las
primeras alamedas, como la Alameda Central de la Ciudad de México
en 1593. A partir de siglo XVII comienza a incrementarse esta práctica;
por ejemplo, en la ciudad de Lima en el virreinato de Perú, se cons-

10 Mühlenpfordt, Ensayo, p.27.

134
Campeche, una ciudad en la península

truyó la Alameda de los Descalzos en 1611, y la de Acho en 1773; en


Santiago de Chile en 1762, Félix Berroeta mandó sembrar sauces y
otros árboles en un espacio denomino La Cañada, convirtiéndolo en
un paseo. Cabe destacar que las características de la alameda cam-
pechana remiten a un lugar diseñado bajo la idea del paseo ilustrado.
La construcción de la alameda estuvo inscrita en un proyecto
más amplio de edificaciones, que incluía al Teatro de la Ciudad con
una clara influencia del estilo neoclásico, principalmente en su facha-
da. El teatro se inauguró el 18 de septiembre de 1834. Al mismo tiem-
po, se realizaban trabajos de ingeniería civil para el bienestar de los
habitantes, como el canal de desagüe del barrio de Santa Ana y el lla-
mado puente de la Merced, contiguo a la alameda; este último marcó
un punto de integración entre el barrio de Santa Ana, la alameda y el
resto de la ciudad. Estas obras se realizaron durante la jefatura política
del coronel Francisco de Paula Toro con la finalidad de legitimarse en
el poder, a través de la construcción de un futuro común para los cam-
pechanos, donde la modernización de la ciudad se manifestaba en las
características de las obras que encabezó.
Esta necesidad de legitimar su poder fue resultado de la situa-
ción política tan inestable por la que atravesaba el estado. Desde
años anteriores, el poder político había sido obtenido a través de le-
vantamientos armados, como los de Ignacio de la Roca, comandante
militar de Campeche, y los de José Segundo Carvajal. De igual forma,
el coronel Toro se levantó en armas en 1834, logró convertirse en go-
bernador y consiguió la aprobación nacional, dada su cercanía con el
entonces presidente Santa Anna.

Adely Mendoza Novelo 135


Colección Bicentenario Campeche Solidario

La alameda y el sistema de fortificaciones

La alameda y las murallas fueron edificaciones que coexistieron por


mucho tiempo; por consiguiente, es necesario destacar una notable
particularidad: desde su construcción la alameda representó una agre-
sión a la muralla, ya que fue construida adyacente al baluarte de San
Francisco, en el campo de tiro de la muralla donde estaba prohibido
construir casas, plantar árboles o colocar cualquier objeto. Según el
arquitectura militar, esta área debía quedar sin impedimentos para
que –de esa manera– representara un peligro a los invasores y un
elemento adicional del buen funcionamiento del sistema defensivo
de la villa.
La construcción de la alameda puede reflejar la escasa impor-
tancia que tenía el resguardo de la muralla durante la época, ya que se
violentó la disposición militar al ubicarla en el espacio que debía estar
libre de obstáculos. Así inició el predominio de la nueva edificación
que cumplía con cánones modernos: la alameda.
En la década de los setentas del siglo XIX, ambas construccio-
nes permanecieron en el abandono. En la sección llamada “gacetilla”
del periódico El espíritu público se divulgó en 1870 una noticia intitu-
lada “La Alameda de Santa Ana”, la cual exponía lo siguiente: “Pare-
ce que ya se ha hecho completo abandono de este lugar de recreo,
porque estamos viendo que el tiempo está consumando en él su obra
de destrucción”.11
Sobre la alameda, si bien físicamente estaba abandonada, exis-
tía cierta preocupación por el estado en que se encontraba, así como

11 Lavalle, Pedro, El espíritu público, 18 de marzo de 1870.

136
Campeche, una ciudad en la península

por su conservación y mantenimiento. Esta preocupación contrasta


con las decisiones tomadas sobre las fortificaciones, pues por esas
fechas el gobernador Manuel Castilla envió una solicitud dirigida a
la secretaria de guerra y marina, con el objetivo de derribar un lienzo
de la muralla que se encontraba frente y a orillas del mar. En la misiva
reconoció la utilidad de las fortificaciones al momento de su cons-
trucción, recalcó el perjuicio y desuso en el que se encontraban en
1878; al mismo tiempo, culpaba a la muralla por la irregularidad de
las calles, la forma de los edificios que perjudicaban la armonía de las
construcciones, las condiciones sanitarias y, finalmente, mencionaba
las ventajas de utilizar los terrenos pertenecientes al campo de tiro
para la riqueza pública.12 El gobierno de Porfirio Díaz no permitió el
derrumbe solicitado; pero tras una segunda petición donde el go-
bernador campechano, en general, recurrió a los mismos argumentos
antes mencionados, le fue autorizada la apertura de dos puertas más.
Esta noticia fue recurrentemente publicada en el periódico bajo
los titulares “Mejora material”, “Campeche marcha”, “Mejoras en el
estado” y otros más con las mismas connotaciones. La idea de conver-
tir a Campeche en una ciudad moderna que contara con servicios de
alumbrado público, pavimentación de calles, comunicación, transpor-
te, etc., cobraba cada vez más adeptos.
La alameda constituía parte de los elementos del pasado ilus-
trado y liberal, –no muy lejano–, que se apoyaba en el discurso de la
época sobre un Campeche prospero, liberal, moderno y siempre pro-
gresista; por lo contrario, las fortificaciones representaban el pasado
de violencia, inseguridad, irracionalidad e incivilización, características

12 Molina, Marcelo, La nueva era, 8 de marzo de 1878.

Adely Mendoza Novelo 137


Colección Bicentenario Campeche Solidario

del antiguo régimen del que pretendían borrar sus huellas. Por estas
razones, los destinos de la alameda y la muralla continuaban en sen-
tidos divergentes: en 1884, la alameda, al ser un edificio congruente
con la idea de ciudad moderna, fue reparada.
El discurso pronunciado por el gobernador de Campeche Juan
Montalvo, en la apertura del primer periodo de sesiones ordinarias de
11ª Legislatura, afirmaba que “todo se ha remediado; las calles y los
paseos se han compuesto y hoy se hallan en un estado de buen uso y
perfecta conservación”.13
Por otra parte, en 1882, el tema de las murallas fue retomando
en una publicación bajo la autoría del señor Francisco C. Cicero,14
donde se describía la percepción –en ese momento– sobre las mu-
rallas. El autor afirmaba que si bien la importancia histórica de las
murallas era escasa, al desaparecer la piratería como causa, también
debería hacerlo el efecto, es decir, las murallas; pues nada podrían
hacer ante los elementos destructores de las naciones civilizadas por
esas fechas. Señalaba la repugnancia hacia las calles contiguas a los
lienzos, el poco vecindario; describía que este era un lugar de casas
abandonadas y, en algunos casos, arrendadas a bajo costo a personas
menesterosas y de equivoca conducta; también vinculaba las fortifi-
caciones con concepto de prisión, y se quejaba de la falta de higiene
que ocasionaban.
El autor proponía: “si fuésemos higienistas este sería el lugar
que hubiésemos escogido para probar de una manera científica la
inconveniencia de ese cerco estrecho que nos humilla poniéndonos

13 Quiñones, Informes, 2003, p.154.


14 Cicero, “Las murallas”, 1882, p 4.

138
Campeche, una ciudad en la península

a nivel de bestias de corral 15”; el argumento principal para destruir la


muralla era que esta representaba un obstáculo para el progreso de
la ciudad, así lo expresaba al final de su texto: ”Las murallas tuvieron
razón de ser hace cien años, hoy estorban al Progreso y todo lo que
estorbe al Progreso debe caer. ¡Caigan pues, y que sus escombros
sirvan para formar los cimientos del ensanche de la ciudad abierta!”16.
El hecho que materializa estas ideas, se dio al año siguiente
cuando se le otorgó un permiso al señor Salvador Dondé para cons-
truir una estación de tranvías en el campo de tiro de la muralla, bajo
la condición de que el terreno no fuese propiedad del Estado o de la
Federación, y que no estuviese comprendido en la demarcación que
señalaba la disposición federal según la proximidad a las murallas.17
Dicha disposición no fue respetada, pues la estación finalmente se
construyó dentro del espacio delimitado.
Durante la última década del siglo XIX, el discurso moderniza-
dor se acentuaba, y las murallas eran percibidas como un obstáculo
en la llamada senda del progreso. Veamos lo que refiere Joaquín
Blengio 18 en su soneto intitulado En nuestro castillo de San Carlos:
Como éste alzó la guerra sus bastiones
Para luchar con fieros enemigos;
Bastiones antes pruebas y testigos
Del escaso saber de las naciones.

Ayer esas pesadas construcciones


Pudieron ser contra la muerte abrigos,
Y para duras penas y castigos
Sólidas y seguras sus prisiones.

15 Ibid
16 Ibid
17 Álvarez, Anales, 1991, tomo II. p.213.
18 Blengio. Soneto, 1891 p. 271.

Adely Mendoza Novelo 139


Colección Bicentenario Campeche Solidario

Pero esos fuertes ya bondad no arguyen;


Hoy esos propugnábles no espantan;
Armstrong y Krupp de un soplo los concluyen,

Tanto las ciencias todas adelantan;


Mas si los hombres sin piedad destruyen,
Maravillas también ahora levantan.

El primer párrafo hace referencia a la probada y evidente defensa que


la muralla representó frente a la crueldad y violencia enemiga, pro-
ducto de la ignorancia, incivilización y barbarie de los pueblos; el se-
gundo menciona que la muralla brindaba la protección y que esta era
necesaria en el pasado; el tercero declara la inutilidad e incompeten-
cia de las construcciones de su tipo frente al desarrollo tecnológico de
la época, específicamente hace referencia a las armas, al mencionar a
dos ingenieros militares Armstrong y Krupp, quienes desarrollaron la
industria armamentista; termina justificando las destrucciones realiza-
das por los hombres de su tiempo, y adjetiva las nuevas construccio-
nes de maravillosas.

Fig.2. Situación de la muralla en 1890

140
Campeche, una ciudad en la península

Para esas fechas, la mentalidad de los habitantes de Campeche solo


tenía un objetivo prioritario: que Campeche se convirtiera en una ciu-
dad moderna. Esta pretensión derivada de una imagen preconcebida,
donde no existiera más la huella de un pasado de inseguridad e incer-
tidumbre, sinónimos de barbarie. La presencia de las fortificaciones
era totalmente contraria a la ciudad en la que Campeche se estaba
convirtiendo o, por lo menos, pretendía convertirse. Aquí la opinión
tomada de la Revista México en 1890:

El estado de Campeche es uno de los que más se apresuran en


la senda del progreso de los que han realizado en un periodo
relativamente corto, grandes conquistas, en el sentido de la civi-
lización, asombrosos adelantos tanto en lo intelectual como en
lo material… Las mejoras llevadas ácabo en Campeche… son
también dignas de mencionarse, porque revelan el estado de
cultura y adelantamiento que ha distinguido siempre a aquel
pueblo. Se ha tenido especial cuidado en la conservación del
ornato público, la del Jardín de la plaza de la Independencia
y de cuanto puede contribuir no solo al establecimiento de la
Ciudad sino á procurar por todos lo medios, la higiene, base de
la salud. 19

Este fragmento fue publicado también en el periódico oficial del esta-


do de Campeche, pues el gobierno recurrentemente tomaba opinio-
nes del exterior como indicadores del buen rumbo de sus decisiones.
Hacia finales de la década de los noventas, comenzó una serie de
destrucciones. Por otra parte, en 1893 inició la construcción de la pes-
cadería y, al unísono, la apertura de una puerta entre los baluartes de
San Carlos y la Soledad.
19 Manuel Salazar, Opinión de la prensa sobra Campeche, p 1.

Adely Mendoza Novelo 141


Colección Bicentenario Campeche Solidario

Con el objeto de embellecer y hacer más expedito el frente de


nuestro elegante cuartel federal que mira al mar entre los ba-
luartes de San Carlos y Soledad, el inteligente y activo Coronel
Fernando Lapham, Jefe del 1er cuadro de Batallón de esta pla-
za, ha construido, con autorización superior, una puerta nueva
en el lienzo de muralla frente al citado cuartel con sus dos esca-
leras por lado para subir á la citada muralla, y reconstruyendo
además toda la calle que ha quedado perfectamente buena.20

Esta nota se publicó anunciando la inauguración de la obra que se


efectuó el día 24 de junio de 1893. El escrito atribuía al Coronel
Lapham adjetivos que debía tener cualquier hombre moderno y lo
felicitaban por la utilidad de los trabajos realizados. De igual forma, la
pescadería representó un gran paso para una ciudad verdaderamen-
te progresista, pues era una de las primeras en aceptar todo lo que
significaba adelantamiento y progreso, como mencionó el C. Jacinto
Pereyra en el evento inaugural.
Un año más tarde ampliaron la puerta de Guadalupe al prolon-
gar la calle de “Comercio”, bajo el nuevo nombre de “Paso Porfirio
Díaz”. A uno días de su inauguración, la noticia publicada con el título
“Mejoras importantes” refería que:

La puerta ha quedado completamente expedita, a satisfacción


del público y demás ha venido á embellecer la población dán-
dole una vista agradable, pues desde el centro se dibujan en
perspectiva las amplias calles que conducen á los importantes
barrios de “Guadalupe” y “San Francisco”.21

20 Periódico oficial del gobierno de estado libre y soberano de Campeche, 27 de junio de


1893, “Nueva puerta”, p. 1.
21 Periódico oficial del gobierno del estado libre y soberano de Campeche 14 de septiembre
de 1894, “Mejoras importantes”, p. 1.

142
Campeche, una ciudad en la península

Fig. 3, Vista de la ciudad tras el derrumbe del


lienzo comprendido entre el baluarte

La Soledad y San Carlos.

Claramente, las modificaciones hechas a la ciudad se basaron en con-


cepciones urbanísticas modernas, pues un objetivo del diseño urbano
del siglo XIX era facilitar el movimiento en la ciudad al individuo, me-
diante la amplitud y la perspectiva, eliminando todo tipo de obstá-
culos, como la irregularidad de las calles. En consecuencia, una vista
agradable consistió en alargar y ampliar la calle de comercio.
De esta forma, los destinos de las murallas y de la alameda con-
trastaban:

La Alameda del Barrio de Santa Ana

Adely Mendoza Novelo 143


Colección Bicentenario Campeche Solidario

Este paseo público muy antiguo y que hacía tiempo se hallaba


en un estado de completo de deterioro, ha sido reconstruido…
Como hemos dicho el citado paseo era muy antiguo, y los ha-
bitantes de esta ciudad deseaban verlo en condiciones de utili-
zarlo, así es que á su inauguración concurrió inmenso gentío de
todas las clases sociales, y en los semblantes de cuantas perso-
nas se hallaban allí presentes, se retrataba la satisfacción de ver
realizada la obra. 22

La alameda construida en 1830 fue citada como paseo muy antiguo y


reconstruida bajo este argumento, pues aunque formaba parte de los
aspectos del pasado coincidía y sostenía el discurso modernizador. Si
bien no fue una edificación inherente al proceso modernizador deci-
monónico, sí fue retomada y cobijada por este, con una clara caracte-
rística: a finales del siglo XIX era pensada como una nueva edificación,
reconstruida sobre las ruinas de la antigua, según la publicación refe-
rente a su inauguración.23
La destrucción de las fortificaciones continuó; no así la alameda,
pues aunque esta nunca logró substituir la plaza como espacio princi-
pal de recreo para los campechanos, siguió simbolizando la moderni-
zación campechana. Una imagen nos remite al 21 de marzo de 1906,
cuando fue totalmente reparada (observe la figura 4).
En el centro de la alameda se erigió una estatua de bronce –de
dos metros y diez centímetros– de don Benito Juárez para conme-
morar el centenario de su natalicio, y como parte de un proyecto de
construcción nacional impulsado por el gobierno de Porfirio Díaz. Esta

22 Ibíd. “La Alameda del barrio de Santa Ana”, p. 1.


23 José María Marcín, “De todo un poco”, p. 3.

144
Campeche, una ciudad en la península

práctica se realizó en todo el país; por ejemplo, en la Ciudad de Méxi-


co se colocó el hemiciclo a Juárez en la Alameda Central.

Fig. 4. La alameda con la estatua de Benito Juárez.

El hecho de ubicar la estatua precisamente en la alameda de Campe-


che puede interpretarse como un intento de recuperar el espacio, ya
que este fue propicio para colocarla, probablemente, por sus caracte-
rísticas urbanas de modernidad.

Consideraciones Finales

Las murallas y la alameda son construcciones que se han erigido como


elementos simbólicos de la ciudad de Campeche. Atendiendo la afir-
mación del filósofo Castoriadis: “lo imaginario afecta los modos de
simbolizar aquello que conocemos como realidad y esta actividad se

Adely Mendoza Novelo 145


Colección Bicentenario Campeche Solidario

cuela en todas las instancias de nuestra vida social”, durante el siglo


XIX, al integrarse la alameda como elemento del imaginario colectivo,
esta trajo consigo ciertas ideas delimitadas, precisas y cánones pre-
concebidos sobre la imagen de ciudad moderna.
En consecuencia, las murallas fueron destruidas por estar nota-
blemente vinculadas con el recuerdo de violencia, inseguridad e incer-
tidumbre del antiguo régimen y, a la vez, ser símbolo de barbarie. Al
respecto, el gobernador Manuel Castilla afirmó que eran “un perjuicio
positivo y una verdadera rémora del engrandecimiento y aumento de
riqueza de la ciudad de Campeche”; por su parte, como vimos ante-
riormente, en 1882, Francisco Cicero dijo que estorbaban al progreso;
en 1891, Joaquín Blengio las vinculó con la violencia surgida del es-
caso saber de las naciones, del temor, que debió formar parte de un
pasado confinado al olvido, de esa parte del pasado contradictoria al
tan pretendido resurgimiento de un Campeche que se adelantaba en
la senda del progreso; donde el transporte, la higiene, el ornato y la
funcionalidad eran prioritarios, donde la civilización debía consumar
la destrucción del sistema de fortificaciones, para dar el paso hacia lo
que llamaron el adelantamiento de los pueblos.
Así la destrucción de las murallas se lleva a cabo frente a la mo-
dernización y ante la imperiosa pretensión de progreso de los cam-
pechanos.
Por su parte, la supervivencia de la alameda estuvo determinada
por la búsqueda de vínculos con el pasado; lo que Schorske llamaría
un “ropaje digno con el que vestir la desnudez de la utilidad moder-
na”. Pero es necesario precisar que estos vínculos se establecieron
con elementos elegidos del pasado que coincidieran, sostuvieran y

146
Campeche, una ciudad en la península

legitimaran el discurso de la época, en este sentido las murallas eran


parte del pasado que debía de relegarse al olvido; y aunque la alame-
da no era una edificación representativa de la modernización decimo-
nónica, su diseño y trazos urbanísticos propiciaron que se convirtiera
en un elemento simbólico de la siempre incipiente modernización
campechana.

Bibliografía

Álvarez, Francisco, Anales históricos de Campeche, tomo I, 2ª ed.


Campeche, H. ayuntamiento de Campeche 1989-1991, 1991, p.564
(Colección San Francisco de Campeche).

_______, Anales históricos de Campeche, tomo II, 2da edición, H.


ayuntamiento de Campeche 1989-1991, 1991, p. 520 (Colección San
Francisco de Campeche).

Blengio, Joaquín, Sonetos, serie hojas secas, Campeche, 1891.

Lezama, José Luis, Teoría social, espacio y ciudad. 2da edición, Méxi-
co. Colegio de México, Centro de Estudios Demográficos y Desarrollo
Urbano, 2002.

Mühlenpfordt, Eduard, “Ensayo de una fiel descripción de la Repú-


blica de México” en Encuentros en Campeche, México D.F, Miguel
Ángel Porrúa, Gobierno del Estado de Campeche.

Quiñónez, Georgina y Elia Salavarría. Informes de gobierno 1862-


1910, Campeche, Gobierno del Estado de Campeche, 2003.

Silva, Armando, Imaginarios urbanos, Bogota y Sao Paulo: Cultura

Adely Mendoza Novelo 147


Colección Bicentenario Campeche Solidario

y comunicación urbana en América Latina, Colombia, Tercer mundo


editores, 1992.

Haring C. H., El imperio español en América, Editorial Patria, México,


1990.

Sanz Molina, Sara Elizabeth, Tres fortificaciones en Nueva España. Es-


tudio arquitectónico-constructivo. Tesis doctoral. Universidad Politéc-
nica de Cataluña, España.

Victoria Ojeda, Jorge, El emplazamiento arquitectónico defensivo en


el Campeche colonial. Campeche, Editorial CNCA, gobierno del Es-
tado de Campeche, 2000.

HEMEROGRAFÍA

(HUAC) Hemeroteca de la Universidad Autónoma de Campeche

Marcín, José María, “Fiesta inaugural”, El reproductor campechano,


año VI, núm. 280, Campeche, 14 de enero de 1894.

Méndez, M. “Las Murallas”, La Esperanza, año XII, núm. 9, Campeche,


7 de septiembre de 1882.

Periódico Yucateco, 22 de febrero de 1830, v. 1 exp. 3.

(AGEC) Archivo General de Estado de Campeche

Carbó, Juan, “La policía municipal y la intervención francesa”, El Espí-


ritu Público, año VII, núm. 380, 13 enero de 1863, Campeche.

Cicero, Francisco, “Las murallas”, La Esperanza, semanario de varie-


dades, segunda época, año XII, n. 9, 7 de septiembre de 1882.

148
Campeche, una ciudad en la península

Lavalle, Pedro, “Visita oficial al Estado”, El espíritu público, año IX,


núm. 281, Campeche, 18 de marzo de 1870.

Molina, Marcelo, “Parte Oficial”, La Nueva Era, año II, núm. 90, Cam-
peche, 8 de marzo de 1878.

Salazar, Manuel, “Opinión de la prensa sobre Campeche”, Periódico


oficial del gobierno del estado libre y soberano de Campeche, año
VII, núm. 707, Campeche, 7 de febrero de 1890.

_______, “Nueva Puerta”, Periódico Oficial del gobierno de estado


libre y soberano de Campeche, año XI, núm. 1057, Campeche, 27 de
junio de 1893, p.1.

_______, “Mejoras Importantes”, Periódico oficial del gobierno del es-


tado libre y soberano de Campeche, año XII, núm. 1185, Campeche,
14 de septiembre de 1894.

_______, “La Alameda del barrio de Santa Ana”, Periódico oficial del
gobierno del estado libre y soberano de Campeche, año XII, núm.
1113, Campeche, 9 de Enero de 1894.

Adely Mendoza Novelo 149


Campeche
y e l p u e rto ,
l a co n s trucc i ó n d e
u n pa s a d o m í t i co

Ivett García Sandoval


IVETT M. GARCÍA SANDOVAL

Licenciada en Historia por la Facultad de Humanidades


de la Universidad Autónoma de Campeche (UAC) donde
también estudió la especialidad en Enseñanza de la Histo-
ria y se desempeña como Profesora Investigadora, cursó
estudios de Maestría y Doctorado en Historia del Arte en
la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, desde
hace algunos años ha realizado investigaciones sobre la
imagen urbana de Mérida y Campeche cuyos resultados
ha expuesto en publicaciones y congresos; coordino el
libro Espacio y poder aún en prensa, actualmente se en-
cuentra realizando su tesis doctoral Mérida y Campeche:
dos ciudades para una región.
Campeche, una ciudad en la península

Campeche y el puerto, la construcción de un pasado mítico.


Ivett García Sandoval

“…Como puerto de mar volteado hacia México,


Campeche no ha tenido el aislamiento ni el sepa-
ratismo de los yucatecos, y al mismo tiempo se ha
apartado un poco del resto de la península. En me-
dio de dos mundos, sin que se pueda decir a cuál
da el frente y a cuál la espalda, amurallada, solita-
ria, la ciudad parece ser la más huérfana del país.” 1

Una idea que permanece

En Campeche a partir de la última década del siglo XX, los sucesivos


gobernantes han puesto especial énfasis en proyectos y programas
destinados a diversificar y dinamizar las actividades económicas de
la entidad, algunas de estas medidas han sido: dar facilidades para
el establecimiento de maquiladoras y plantas industriales, impulsar el
rescate de las edificaciones coloniales y porfirianas con miras a con-
vertir la capital del estado en un atractivo turístico. Entre tantos pla-
nes y propuestas, llevadas a la práctica con mayor o menor éxito, nos
parece particularmente interesante la construcción de un nuevo puer-
to, ubicado en la población de Seybaplaya, a pocos kilómetros de la
ciudad de Campeche.
El proyecto portuario, iniciado en 1996, al margen de la eroga-
ción inicial, ha requerido flujos de inversión constante,2 en junio de

1 García, “Historia”, 1981, p 81.


2 En 2007 solo para los rubros de operación, seguro y contraprestación contó con un pre-
supuesto de $763,721.25 pesos, en 2008 para los mismos rubros $1555 860.89, mas 191

Ivett M. García Sandoval 153


Colección Bicentenario Campeche Solidario

2010 se iniciaron las labores para ampliar las instalaciones con una in-
versión de $330 727 000.00 3. En la ceremonia de inicio de las obras,
el gobernador expresó:

“Todos los días digo que Campeche tiene prisa por caminar y
por crecer, y por eso estamos tomando esta decisión de ampliar
el puerto, redimensionarlo y tomarlo como uno de los elemen-
tos estratégicos para hacer crecer la economía del Estado (sic).”4

La idea del puerto y la prosperidad económica, al parecer, son inse-


parables en el imaginario colectivo campechano, es tal su fuerza que
permea amplios grupos de la sociedad. Las instalaciones de Seyba-
playa reciben atención permanente de la prensa, los periódicos loca-
les consignan en sus páginas la llegada de barcos, las ampliaciones y
mejoras, las inversiones, así como los planes de operación, etcétera.
Pocas veces este proyecto es cuestionado, la mayoría de las críticas
se centran en el impacto ambiental; y en las contadas ocasiones, que
se toca el tema del escaso éxito de la empresa en comparación con lo
elevado de sus costos, se responsabiliza a diversos factores como: la
mala administración, la falta de planeación,5 o en todo caso a facto-
res externos 6, pero no se cuestiona la existencia misma del puerto 7.

666 157.08 de gastos de ampliación. Fuente: presupuesto de egresos, 2007, 2008, 2009,
Administración Portuaria Integral de Campeche S.A. de C.V., página electrónica: campsps.
campo.gob.mx
3 Más de 330.7 mdp para el puerto de Seybaplaya, , http://www.carmenhoy.com/Noticias/
Noticias/Generales/, 6 de junio de 2010
4 Ibid
5 Un ejemplo de lo anterior puede verse en http://reflexion-oar.blogspot.com/2010/08/los-
retos-de-campeche-puertos-de.html
6 De acuerdo con lo manejado por la prensa, la falta de apoyo de PEMEX, sus filiales y
proveedores es un factor relevante en ese sentido.
7 La justificación geoeconómica para la existencia del puerto de Seybaplaya, no es del todo
clara, dada la cercanía de los puertos del Carmén y Progreso. Para 2010 Seybaplaya, según

154
Campeche, una ciudad en la península

Tanto la importancia conferida al puerto de Seybaplaya, como la con-


vicción de que la actividad portuaria constituye un elemento funda-
mental para el desarrollo económico de Campeche, se encuentran
estrechamente vinculadas a la construcción de un pasado mítico de
esplendor y riqueza, que parte de la historiografía local insiste en re-
producir. Con base en lo anterior podemos afirmar que la imagen del
puerto es un elemento fundamental en la construcción de la identidad
campechana. El objetivo de este trabajo es reconstruir dicho proceso
e identificar aquellos elementos gracias a los cuales fue posible, que
mientras la llegada de embarcaciones era cada vez más esporádica,
la idea del puerto y su pasado dorado fueran cobrando fuerza en el
imaginario colectivo campechano.
Nos encontramos frente a una ciudad que por una parte se pre-
tende portuaria en recuerdo de una gloria pasada y por la otra lamen-
ta su decadencia. La desaparición del puerto propiamente dicho, tuvo
amplias repercusiones no solo en los ámbitos político y económico,
sino también en la forma en la que los habitantes de la ciudad se veían
a sí mismos. Este colapso de la actividad marítima y mercantil, debe-
mos ubicarlo, además de en los factores internos que analizaremos
más adelante, por una parte en el contexto nacional del porfiriato que
permitió, en aras del desarrollo del comercio de cabotaje, la presen-
cia de buques extranjeros, los cuales desplazaron a la flotas locales,
aun cuando al parecer no era esa la intención del gobierno federal, y
por la otra en el proceso de consolidación de Mérida como la ciudad

declara el director de APICAM contó con 135 arribos y un flujo de 7 659 toneladas de carga,
en el mismo período Progreso tuvo 559 arribos y movió 4 021 000 toneladas de carga. http://
www.comunicacampeche.com.mx/Php/noticiacomlocal.php?id=75572 y Administración
Portuaria Integral de Progreso S.A. de C.V:

Ivett M. García Sandoval 155


Colección Bicentenario Campeche Solidario

capital de la península, inmerso en la de formación de capitales hege-


mónicas propia de la modernidad; en este caso en particular, no en el
sentido político,8 sino económico, social y cultural.

Los avatares del puerto

Según la Real Academia Española un puerto es un “lugar en la costa o


en las orillas de un río que por sus características, naturales o artificia-
les, sirve para que las embarcaciones realicen operaciones de carga
y descarga de mercancías, embarque y desembarco, etc. (lo mismo
que) localidad en la que existe dicho lugar.”9 De acuerdo con esa
definición el puerto es un lugar privilegiado de intercambio y mezcla,
no solo de mercancías también de ideas, costumbres, razas, oficios,
personas, etc. La condición portuaria moldea una ciudad arquitec-
tónica, económica y socialmente. Debido a estas características en
muchos lugares la modernidad llegó por los puertos, sus habitantes,
acostumbrados a recibir ideas nuevas y movidos desde muy temprano
por flujos de capital y de personas que permitían y aun promovían
la movilidad social fueron durante mucho tiempo el lugar ideal para
recibir un nuevo orden.
A principios del siglo XIX Campeche compartía estas caracterís-
ticas, fue el único puerto de la península yucateca, habilitado durante
la colonia para el comercio, “durante el período novohispano el fon-
deadero de Campeche, ya sobresalía por su importante tráfico marí-

8 San Francisco de Campeche es la capital política del estado de Campeche, sin embargo la
ciudad de Mérida funciona como centro financiero, de comunicaciones e incluso médico de
la península.
9 Diccionario de la lengua Española, 22 Ed, versión electrónica.

156
Campeche, una ciudad en la península

timo…”,10 de ahí se embarcaban principalmente rumbo a Veracruz


y a partir de 1814, también hacia La Habana los productos naturales
de la región: palo de tinte, sal, y maderas preciosas y se distribuían
al resto de la península las mercancías provenientes de otros puertos
autorizados.

“Las reformas borbónicas consolidaron el papel del puerto cam-


pechano como intermediario de las mercancías peninsulares de
exportación y como redistribuidor de los productos extranjeros
que ingresaban a la Intendencia. […] Como único puerto autori-
zado para realizar el comercio peninsular, la función de Campe-
che era doble:
Comercio interior. Por un lado, el puerto campechano
distribuía a las principales poblaciones del interior de la inten-
dencia, […] los productos europeos que llegaban a sus costas.
[…]
Comercio exterior. En relación con el comercio exterior la
función del puerto campechano fue también de gran importan-
cia, aunque, aunque no pudo librarse del monopolio ejercido
por Veracruz.”11

Al movimiento marítimo con autorización de la corona, se sumaba el


contrabando principalmente con Estados Unidos, Jamaica y Cuba, no
por ilegal menos importante. Una de las consecuencias de este dina-
mismo económico fue la consolidación, como grupo de poder en la
península, de aquellos comerciantes campechanos que controlaban la
actividad comercial.12

10 Trujillo, Golfo, 2005, p. 97


11 Negrin, Campeche, 1991, p. 19
12 Negrin, Campeche, 1991, p. 19

Ivett M. García Sandoval 157


Colección Bicentenario Campeche Solidario

A pesar de su aparente fortaleza el puerto campechano era endeble,


como después se hizo evidente. Mérida capital y principal ciudad de
la provincia, era también el mercado más importante, tanto en lo que
respecta al consumo de mercancías como a la producción agrícola;
por otro lado, la extracción del palo de tinte se realizaba en la zona
de los ríos desde donde eran trasladados a la laguna de Términos y
luego a Campeche. De forma que cuando la apertura de Sisal, como
puerto menor, canalizó todo el mercado de la ciudad de Mérida, y el
Carmen fue habilitado para el comercio del palo de tinte,13 Campe-
che vio disminuir considerablemente su flujo comercial y portuario.
El siglo XIX que con tan buenos auspicios inició, marcaría el final
de la ciudad como puerto, una serie de circunstancias se conjuntaron
para hacerlo posible, además de las arriba mencionadas, el aumento
del calado de las naves hizo difícil las maniobras en las bajas radas del
puerto:

“El muelle de Campeche parte de la garita que da la playa, y


tiene 150 pies de longitud. En la extremidad Oriental no pueden
mantenerse atracadas las embarcaciones que tienen mucha car-
ga, ni pueden fondear frente á Campeche los buques de mas de
10 pies de calado, á causa de la poca agua que hay en la citada
extremidad del muelle.”14

Bajo estas condiciones a pesar del prometedor inicio, la modernidad


significó para Campeche la desaparición de la actividad portuaria y
con ella el estancamiento de la ciudad en todos los ámbitos y en con-
secuencia el debilitamiento, tanto económico, como político de arma-
13 Para un estudio sobre el comercio de la tintórea en la región de los ríos y el puerto del
Carmen consúltese: Vadillo, Región, 1994.
14 Velasco, Geografía, 1895, p.78

158
Campeche, una ciudad en la península

dores y comerciantes.
A finales del siglo XIX, frente a la escasa actividad económica
solo la alta burocracia presentaba una oportunidad de empleo para
los grupos dominantes, José Vasconcelos, entonces habitante de la
ciudad, describiría posteriormente este escenario en su obra Ulises
Criollo.

“Eran tristes los atardeceres de aquel Campeche que en el no-


venta y seis resbalaba la pendiente de una decadencia irreme-
diable. Delante de nuestros balcones las faenas del puerto man-
tenían un simulacro de actividad: pero las calles interiores, aun
las principales, se veían solas y abandonadas. […] Cogida en el
silencioso, deliberado desastre, la clase media se refugiaba en
el favor del Ministro campechano que administraba la limosna
de los empleos en la capital.” 15

Desplazada por los puertos vecinos, pronto desaparecieron los astille-


ros, la marina y todo lo que hasta ese momento había sostenido a la
ciudad. Al final los grupos dirigentes campechanos no pudieron ge-
nerar un proyecto económico diferente. Sus iniciativas con respecto al
puerto se centraron en tres elementos: solicitar al gobierno de Porfirio
Díaz la cancelación del permiso de cabotaje de los buques extranje-
ros, otorgar una subvención a los buques campechanos para que rea-
lizara dicha actividad y la preocupación constante por mejorar el faro.
Las iniciativas más importantes como la escuela náutica, el arsenal y
el dique flotante llegaron de fuera, pues formaban parte de un pro-
yecto nacional para el desarrollo de la actividad portuaria; articuladas
a partir de intereses externos, su duración fue breve. Por lo cual sin

15 Vasconcelos, Ulises, 2001, p 90

Ivett M. García Sandoval 159


Colección Bicentenario Campeche Solidario

prospectivas viables que les permitiera transitar hacia la modernidad


que el siglo exigía, los comerciantes campechanos poco a poco des-
aparecieron. En este sentido no fueron la excepción, pero una serie de
catástrofes naturales, como las plagas de langosta, que se sumaron a
la prolongada crisis económica evidenciaron su fracaso, antes que el
de otros grupos peninsulares.

Tu Campeche la madre querida de marinos audaces, valientes…

Paradójicamente al mismo tiempo que disminuía la actividad maríti-


ma y mercantil, la idea del puerto como el elemento característico y
constitutivo de la ciudad iba cobrando fuerza. La frase, citada líneas
arriba, del himno campechano, compuesto en 1899 por Enrique No-
velo y musicalizado por Leandro Caballero, hace clara alusión a la vo-
cación portuaria de la ciudad, para entonces y tal como ocurre en la
actualidad la idea del Campeche puerto representaba un elemento
fundamental en la construcción identitaria de los campechanos y de
la imagen de la ciudad. Sin haber recuperado a los mayas como an-
cestros, con una postura ambivalente respecto a la conquista, dada
la cercanía política con la federación, que hacía que se reprodujera
el discurso histórico nacional; el puerto proporcionaba a los grupos
dirigentes locales un pasado mítico de abundancia y prosperidad al
que, como ya mencionamos, constantemente se pretende revivir a
través de proyectos y obra pública. Esta imagen fue construyéndose a
lo largo del siglo XIX, atravesó el XX y mantiene su vigencia en el XXI.
Sin embargo en los primeros años del siglo XIX, durante los momen-
tos de mayor actividad portuaria, el discurso de la correspondencia
oficial hacía mayor hincapié en la importancia política de la ciudad;

160
Campeche, una ciudad en la península

la principal preocupación campechana era, al parecer, mantener una


cierta autonomía política con respecto a Mérida. Lo anterior podemos
observarlo en la solicitud que la Sala Capitular de Campeche dirige a
Don Félix María Calleja, fechada el 23 de Septiembre de 1813, refi-
riendo a que la intendencia se ha trasladado a Yucatán y solicitando
que regrese a Campeche.

“Los trastornos, vejaciones y atraso que desde entonces ha su-


frido el giro y navegación de Campeche, única Plaza marítima
de Yucatán, han sido tan incalculables, que siendo causa de la
decadencia de su riqueza y mejoras, obligaron mas de una vez
a su Ayuntamiento a elevar a los pies del Trono sus justos cla-
mores, porque de separarse la Intendencia de la Capitanía Ge-
neral para restituirla a Campeche, formando de esta Plaza un
Gobierno Subalterno que aunque independiente su administra-
ción civil de la Capital, mas las circunstancias pasadas, tristes de
recordar, hicieron que no se lograse un objeto tan útil al Rey, a la
Patria y a Yucatán mismo.”16

Como podemos observar si bien se habla ya de una pérdida en la ac-


tividad portuaria, esta no se clarifica, ni se plantea en términos comer-
ciales. El énfasis se pone en su papel como plaza militar, puesto que
es el primer punto de contención de agresiones, y por ello merece
tener un estatus especial dentro del orden peninsular.
Durante los primeros años de la década de 1880, pese a que
no había una mejora sustancial en las circunstancias económicas de la
ciudad, esta se vio contagiada del entusiasmo porfirista y su fe en el
progreso, tal como lo expresa Juan Montalvo presidente de la cámara

16 Sala Capitular de Campeche a Felix Ma. Calleja, Archivo General del Estado de Yucatán,
en adelante (AGEY), Fondo colonial, Ayuntamientos, Campeche, f1.

Ivett M. García Sandoval 161


Colección Bicentenario Campeche Solidario

de diputados, al responder el informe del gobernador Arturo Shiels


en 1882:

“La enumeración que habéis hecho de las mejoras materiales


consumadas y emprendidas durante el período que abraza
vuestro informe, revela que Campeche no queda rezagado en
esa senda de progreso material que la Nación toda parece ha-
ber emprendido con decisión y fé.”17

A la luz de este entusiasmo se emprendieron proyectos de diverso


tipo, se pensó en la reactivación y diversificación de la agricultura, en
establecer fábricas, atraer inmigrantes, etc. En este clima de optimis-
mo se dio una de las pocas iniciativas de las autoridades de la ciudad
para la actividad portuaria, el apoyo concedido en 1883

“A los Sres. Leandro Regil y Ca. De este comercio, para estable-


cer un buque de vapor que haga dos viajes redondos cada mes,
entre los puertos de Frontera en el Estado de Tabasco y Progre-
so en el de Yucatán, tocando a la ida y la vuelta en Celestún,
en los dos puertos de nuestro estado y Champotón. Recibirá la
empresa una subvención de $ 200.00 por cada viaje redondo,
durante los primeros cuatro años.”18

Las autoridades continuaron pagando este subsidio por lo menos


hasta 1889. Sin embargo en virtud de lo aislado de la medida, los
resultados al parecer no fueron positivos, en todo caso esta acción no
modificó el escenario local.
En 1881, la noticia de que, por instrucciones del gobierno fede-
ral, se iniciaban obras de modernización portuaria, las cuales abarca-

17 Informes, 2003, p 137


18 Ibid, p 144

162
Campeche, una ciudad en la península

rían todos los rubros de dicha actividad, fue motivo de celebraciones


y homenajes. Los campechanos vieron una oportunidad para recupe-
rar la actividad económica e importancia de la ciudad a partir de di-
chas mejoras, desde su perspectiva se inauguraba una nueva etapa de
prosperidad, finalmente Campeche se sumaba al tren del progreso.
Así lo informa el gobernador Arturo Shiels en el mismo año,

“del establecimiento del varadero y talleres de reparación naval,


á las inmediaciones de Lerma. (…)Entramos en una nueva era,
Sres. Diputados: se retiran de nuestro horizonte las brumas de
los disturbios políticos, y el claro sol de los pueblos que mar-
chan á la perfección moral y material, alumbra ya sobre nuestros
destinos…” 19

En los discursos políticos y en la prensa de la época poco se habló


respecto a la naturaleza nacional del proyecto portuario del porfiriato
y menos aún de la producción agrícola estatal. Si bien algunas ha-
ciendas campechanas se habían sumado al auge henequenero, prác-
ticamente todo el comercio de la fibra se hacía a través del puer-
to de Progreso, toda vez que unas cuantas compañías exportadoras
establecidas en Mérida controlaban el mercado;20 en otros rubros,
los precios de la sal iban a la baja, la producción de azúcar no había
logrado repuntar y los otros productos, como el tabaco y la miel, no
se producían en cantidades tales que pudieran resultar significativas
para el comercio portuario. Ninguno de estos elementos importaba,
para los campechanos la sola modernización del puerto bastaba para

19 Ibid, 126
20 Existe abundante bibliografía sobre el comercio del Henequén en Yucatán, para un aná-
lisis de la conformación social de los hacendados henequeneros, Pérez, Savarino, el cultivo,
2001.

Ivett M. García Sandoval 163


Colección Bicentenario Campeche Solidario

solucionar todos los problemas, a partir de ahí el comercio repuntaría


y la ciudad recuperaría su esplendor. El proyecto fue considerado tan
importante que el ayuntamiento mando a hacer un reconocimiento
con letras de oro:

“El ayuntamiento de la ciudad de Campeche tributa al Presi-


dente de la República, C. General Manuel González, un voto ex-
presivo de gracias por la distinción que ha concedido al puerto
de Campeche, señalándolo para el establecimiento del Astillero
Nacional del Golfo, cuya importante mejora impulsará rápida-
mente el desarrollo de toda la marina nacional y el progreso y
engrandecimiento de esta municipalidad. La Municipalidad de
Campeche a su Benefactor C. General Manuel González, como
homenaje de admiración y gratitud”21

A pesar de las esperanzas puestas en las nuevas instalaciones y de la


colaboración de las autoridades locales, que diligentemente se avo-
caron a la tarea de comprar los terrenos necesarios, su duración fue
bastante corta. Después de varios intentos y complicaciones el 12 de
octubre de 1883 se inauguró el arsenal y el dique flotante. Cinco años
después, con escasas alusiones al hecho, el dique fue reubicado en
Coatzacoalcos por decreto presidencial de Porfirio Díaz. El 1º de fe-
brero de 1888 entraba en funciones en su nueva ubicación.22
Para entonces el entusiasmo había terminado, en 1885 el esta-
do se vio asolado por la plaga de langostas, y en 1886, caían los pre-
cios de la sal, quedaba claro que el progreso económico no llegaría a
Campeche y la preocupación más apremiante era sobrevivir. Sin em-

21 Álvarez, Anales, t ii, 1991, pág.194


22 Ibid, p. 198

164
Campeche, una ciudad en la península

bargo aquí podemos apreciar claramente que la idea de la actividad


portuaria en tanto elemento fundamental de la economía campecha-
na que otrora trajo abundancia a la ciudad, es ya dominante; tal como
podemos ver en las múltiples solicitudes que las autoridades locales
hacen al gobierno de Porfirio Díaz, con motivo de que se le permitía
a la empresa extranjera Alexandre realizar el comercio de cabotaje.

“…pero todavía presenta un carácter más alarmante la parali-


zación completa en se hallan todos los barcos de la matrícula
campechana, desde que los vapores americanos de la empresa
Alexandre se han dedicado al comercio de cabotaje en los puer-
tos del Golfo, Los fuertes capitales invertidos en nuestra marina
están perdidos, y los numerosos individuos, antes empleados en
la tripulación de barcos, lamentan en la ociosidad y en la miseria
esta situación desesperante, que también hirió en sus intereses
á los carpinteros, calafates alijadores, y a todos los otros que en
comercio de las embarcaciones hallaban la necesaria subsisten-
cia.
Golpe de muerte sufrió nuestro comercio interior […] por
cuanto al permiso concedido á los vapores Alexandre para ha-
cer entre los puertos del golfo el tráfico de cabotaje, también
ocurrió el Ejecutivo á las autoridades federales correspondien-
tes y aguarda con fundamento que éstas resolverán tan delicada
cuestión …” 23

La demanda a este respecto es constante para el ejecutivo federal,


a través de las diferentes solicitudes enviadas al respecto, podemos
notar como, en el imaginario colectivo campechano, fue creciendo la
importancia del puerto, como elemento clave para la permanencia y

23 Informes, 2003, pp. 167, 170

Ivett M. García Sandoval 165


Colección Bicentenario Campeche Solidario

desarrollo de la ciudad, al grado que ya no se vislumbraba ninguna


otra posibilidad de actividad productiva. Conforme avanzaba la crisis
agrícola y económica que asoló a la entidad, la idea de la actividad
portuaria como la única capaz de sacar a Campeche de esa situación,
fue cobrando fuerza.

“con motivo de la solicitud que hice a esa secretaría con relación


a que se retirara a los buques extranjeros el permiso que supuse
tendrían para hacer el comercio de cabotaje entre los puertos
del Golfo.
3. La decadencia de la marina campechana y por consiguiente
la miseria de Campeche que de su marina vive, depende esen-
cialmente de ese permiso.”24

El discurso fue volviéndose cada vez más insistente, respecto a la inca-


pacidad campechana para sobrevivir sin la actividad portuaria; llama
la atención, que para las dos décadas finales del siglo XIX, se insistie-
ra en la falta total, de productos locales, lo que claramente fue una
exageración, si bien en los alrededores de la ciudad no existía ningún
cultivo o factoría de explotación intensiva, los habitantes de la región
sobrevivían de la pesca y de una actividad agropecuaria orientada a
satisfacer el mercado local. Sin embargo, tanto la idea de ausencia to-
tal de producción como la de un pasado de abundancia y esplendor,
ya formaban parte del discurso como podemos apreciar en esta cita
de1886.

“La ciudad de Campeche es esencialmente marítima por su his-


toria, por su situación geográfica, por la vocación de sus ha-
bitantes, y por una ineludible y fatal necesidad. Colocada a la

24 Montalvo, Representación, 1866, p 410

166
Campeche, una ciudad en la península

orilla del mar entre Yucatán y Tabasco, que producen el uno


henequén y artefactos de cabuyería y el otro cacao y café en
abundancia, Campeche que nada produce construyó barcos y
aprovechó, transportándolas, las riquezas de esos estados limí-
trofes, levándoles en cambio otros artículos de comercio.
Esto por cuanto al presente; en otros tiempos, siendo como
era el único puerto de altura de la península, su marina fue du-
rante largos años la más abundante, rica y poderosa del seno
mexicano.”25

Un componente en esta construcción imaginaria del puerto, es la idea


sobre la posibilidad de resucitar la actividad portuaria, que vincula la
condición de pasado mítico con los proyectos en el presente y futuro,
bajo esta óptica se considera que la ciudad cuenta con los elementos
necesarios: humanos, materiales, geográficos, etcétera, para volver
a ser un centro marítimo de intercambio comercial. Lo cual por una
parte, explica la permanencia de la ciudad-puerto como caracterís-
tica identitaria y por la otra, los sucesivos proyectos emprendidos a
lo largo del siglo XX para rehabilitar, y en algunos casos construir la
infraestructura portuaria.

“La decadencia del poder español en América y la de su marina,


también afectaron al puerto que, con la apertura de diversos
puntos del golfo al comercio universal, vio alejarse de sus playas
muchos capitales y muchas empresas. En cuanto á su construc-
ción naval después de sufrir de rechazo el golpe rudo (…)
Campeche conserva aún en su barrio de San Román mul-
titud de elementos para que se establezca un astillero, que será
el primero del Golfo , y la calma de su bahía, su clima y otras mu-

25 Montalvo, Perjuicios, 1886, p. 408.

Ivett M. García Sandoval 167


Colección Bicentenario Campeche Solidario

chas circunstancias, aconsejan que le dé la preferencia para un


establecimiento de esa naturaleza, que serviría para dar notable
impulso a consta de Sotavento y en la sonda toda, la cual está
llamada á ser la piedra fundamental de nuestra marina trasatlán-
tica. Mas las cosas deben hacerse con formalidad, economía y
positivo interés, pues de otro modo resultan hasta prejudiciales,
como pasó con el proyectado astillero de Lerma, que solo sir-
vió de pretexto para una gigantesca especulación que hizo una
gran casa de comercio, sin que sepamos que haya dado buenos
resultados.” 26

Las súplicas y sugerencias no fueron escuchadas. En 1909, se discutía


la viabilidad del territorio campechano como estado independiente,
Gustavo Martínez Alomía, publicaba una serie de artículos bajo el
título “Campeche no puede subsistir como Estado” en la Revista de
Mérida, en los cuales proponía que la entidad campechana fuera con-
vertida en territorio federal.
A lo largo del siglo XX la idea de la edad dorada campechana
ligada al puerto y aquella que lo consideraba como el único motor de
desarrollo económico posible, estarían ya establecidas en el imagina-
rio local. En la medida en que este imaginario fue permeando a los
grupos políticos dirigentes, los proyectos de crecimiento para la en-
tidad, casi siempre incluyeron, y siguen incluyendo, la habilitación de
la infraestructura portuaria. La dinámica interna de la economía cam-
pechana, ha cambiado poco, si bien a lo largo de las últimas décadas
se ha apostado por el turismo y la diversificación agropecuaria, en
gran parte continua basada en industrias extractivas, con la burocracia

26 El tiempo, 3 de abril de 1891, pág. 4

168
Campeche, una ciudad en la península

como actividad económica privilegiada, con su escuela de jurispru-


dencia y esperando el momento en que las circunstancias permitan
volver a la dorada época de cuando éramos puerto.

La escuela náutica y la ciudad de los jurisconsultos

En la elaboración simbólica de la ciudad de Campeche, la figura del


marino, se presenta como una disonancia interesante, aunque no por
ello extraordinaria. Si bien, como ya vimos anteriormente, la impor-
tancia económica del puerto era fundamental para dicha construc-
ción, y en ese sentido los marinos, son un elemento indispensable de
cualquier actividad portuaria, la marinería no gozaba de un prestigio
social importante, aun cuando se mencionan sus hazañas en relatos,
canciones e incluso en el himno campechano, por lo menos así pare-
ce indicarlo el escaso éxito que tuvieron, a lo largo del siglo XIX, los
diferentes intentos por establecer una escuela náutica.

“El 3 de agosto de 1818 (…) con esa fecha el comandante de


matrícula don José de Argüelles propuso el establecimiento de
una escuela pública de náutica. El cuerpo rechazó por incorrecta
la proposición y aún elevó queja al gobernador tildándola de
irrespetuosa.”27

A pesar de lo anterior y por iniciativa personal del profesor, en 1824


funcionó la primera escuela náutica, de efímera existencia, que marcó
en cierta medida el destino azaroso de la institución, con sus perma-
nentes solicitudes de aperturas y rápidos cierres. En 1830 el ayunta-
miento se mostró dispuesto a aportar fondos del erario de la ciudad,
para la apertura de la escuela náutica, sin mayor éxito que el intento
27 Pérez, Diccionario, 1991, p. 132.

Ivett M. García Sandoval 169


Colección Bicentenario Campeche Solidario

anterior. En 1832, se decretó el establecimiento de una cátedra náu-


tica y se dedicaron 800 pesos anuales para su sostenimiento28 . Sin
embargo poco después en su tránsito por Campeche, Waldeck escri-
be: “sorprende que haya en esa ciudad una escuela de derecho y de
teología, y ni un profesor de matemáticas, ni de pilotaje.”29
En 1840 el gobernador Santiago Méndez, con el objetivo de in-
centivar la actividad del puerto campechano, percibido ya para enton-
ces en una grave crisis por la disminución del tráfico marítimo, impulsó
desde el gobierno estatal un proyecto basado en la modernización
portuaria, que incluía: una serie de reglamentos, obras de reparación y
ampliación para el muelle, el establecimiento de un almacén mercantil
y la apertura de una escuela de matemáticas y náutica, destinándose
sesenta pesos mensuales para su mantenimiento y doscientos pesos
para la compra de instrumentos, a pesar de este esfuerzo en 1845
solo se contaba con una cátedra al respecto.
Finalmente en 1880 por decreto de Manuel González, y den-
tro del programa de desarrollo de la actividad portuaria nacional, se
creó la Escuela Náutica con presupuesto federal, cuya intención era
formar los cuadros necesarios para la marina mercante del país, la
escuela, por diferentes circunstancias, falta de local, pocos alumnos,
entre otras, no pudo abrirse en la fecha programada, fue el 15 de
febrero de 1882, cuando el “director Manuel Batista Massa, publicó
un aviso por medio del cual daba comienzo al período de matrículas
que se cerraría el 1° de marzo siguiente, fecha en que comenzarían las
clases:” 30
Abrió dos cursos contando el primero con seis alumnos y el

28 Ibid
29 Waldeck, Viaje, 1996, p.70
30 Pérez, Diccionario, p. 134

170
Campeche, una ciudad en la península

segundo con diez.


Tan escaso número estudiantes en una ciudad, que no ofrecía
muchas más alternativas, nos indican que aunque en los discursos la
escuela náutica fue recibida con entusiasmo, hubo poca respuesta en-
tre la población, por lo menos entre los grupos dirigentes y las clases
medias de la ciudad, sectores a los cuales iba dirigida. Una posible
explicación radicaría en la naturaleza “técnica” de la escuela y en que
los campechanos se consideraran a sí mismos, hombres de letras. Es
preciso señalar que si bien se trata de asignaturas especializadas, la
mayoría de ellas son de naturaleza descriptiva o teórica como pode-
mos apreciar en la invitación que se extiende en 1884 al presidente
del H. ayuntamiento para presenciar los exámenes 31.

Clases Textos
Preparatoria Algebra por Salazar
Geometría por Ciscar
Trigonometría plana y esférica por Fontecha
Profesional Astronomía por Fontecha
Movimientos de bajeles por Roldan
Huracanes por Lobo
Meteorología por Chacon y Orta
Geografía física del mar por Viscarrondo
Navegación y Ordenanzas navales Fontecha
Hidrografía por Ciscar
Derecho internacional marítimo por Sierra.

En 1893, en otro intento por hacerla funcionar, se nombró director a

31 Ibid

Ivett M. García Sandoval 171


Colección Bicentenario Campeche Solidario

Higinio Canudas, socio comercial de uno de los hermanos Romero Ru-


bio, quien tampoco pudo hacer mucho por el plantel, el cual cerraría
sus puertas a principios de 1894. Cabe destacar que a diferencia de la
escuela náutica, la de jurisprudencia no interrumpió sus actividades a
lo largo de todo el siglo XIX.

La novia del mar

Desde inicios de la Colonia y hasta las primeras décadas del siglo XIX,
Campeche fue el puerto de la península Yucateca e incluso de Tabas-
co, era el centro por el cual salían los productos destinados al comer-
cio externo y por el cual entraban las mercancías tanto de lujo como
de primera necesidad que abastecían a la península. Sin embargo, la
mayor parte de los productos agrícolas que se exportaban provenían
de las haciendas del interior, cuyos dueños en su mayoría habitaban
en la ciudad de Mérida. Las casas comerciales de Campeche regu-
laban mediante las llamadas “contratas”, la explotación de recursos
naturales como las maderas preciosas y el palo de tinte, actividades
llevadas a cabo en la zona de los ríos y la laguna de Términos.
Cuando Campeche recibió por parte de la Corona el título de
puerto menor, que le concedía numerosos privilegios, el futuro pa-
recía prometedor, pero poco después la elite meridana conseguía la
apertura del puerto de Sisal para la entrada y salida de sus mercancías;
al principio, Campeche no resintió el impacto pues se encontraba en
pleno auge de la explotación del palo de tinte, cuatro décadas des-
pués los campechanos lograban separarse políticamente de una muy
empobrecida, a consecuencia de la guerra de Castas, Mérida, evento
que constituye la piedra fundacional de la identidad campechana.

172
Campeche, una ciudad en la península

Años después los campechanos se encontraban sumidos en la deses-


peración y llegaron a considerar la posibilidad de convertir al estado
en territorio federal. Desplazados del comercio de cabotaje por los
buques norteamericanos, con los precios de la sal a la baja, el palo de
tinte exportándose desde el puerto carmelita, marginados del auge
henequenero cuyo movimiento se realizaba principalmente por el
puerto de Progreso, y sin haber consolidado una estructura agrope-
cuaria propia, el puerto comenzó a languidecer hasta desaparecer por
completo. Al mismo tiempo, la construcción de la identidad colectiva
de los campechanos se afianzaba en la existencia del puerto, lo mis-
mo como pasado que como posibilidad de futuro.

“Fue novia de un bravo pirata que nunca volvió […] Campeche


es sultana que vive soñando en su ayer, Campeche es princesa
que un hada embrujó.”32

Al parecer el hada modernidad soltó un poderoso hechizo sobre el


puerto, que amodorrado por la explotación de sus recursos naturales
fue incapaz de cambiar y modernizarse para neutralizar el embru-
jo. Como doncella empobrecida, despojada de sus joyas y contem-
plando las reliquias del pasado, Campeche fue construyendo para sí
misma el mito de un dorado y glorioso ayer; suspirando por lo que
fue. Su acérrimo enemigo, el pirata, ayudado por el romanticismo,
se transformó de amenaza atemorízate a símbolo y prueba de que el
tiempo pasado fue mejor.

32 Canción, Campeche de José Narváez.

Ivett M. García Sandoval 173


Colección Bicentenario Campeche Solidario

Bibliografía

Álvarez, Francisco, Anales históricos de Campeche, 2t, H. ayuntamien-


to de Campeche, Campeche, 1991.

Campeche, textos de su historia, Alejandro Negrín, (comp), 2t, Institu-


to Mora, México, D.F. 1991.

Pérez Marisa, Savarino Franco, El cultivo de las elites, CONACULTA,


México, 2001.

García, Bernado, “Consideraciones corográficas”, Historia general de


México, El Colegio de México, México, D.F., 1981, pp 5-82.

Informes de Gobierno, Indira Quiñones, Elia Salavarría, (comp), Go-


bierno del Estado de Campeche, CONACULTA, Campeche, 2003

Montalvo Juan, “Perjuicios del Cabotaje de Buques Extranjeros”,


en Campeche, textos de su historia, t1, Instituto Mora, México, D.F.
1991. pp 408-410

Montalvo Juan, “Representación”, en Campeche, textos de su histo-


ria, t1, Instituto Mora, México, D.F. 1991, pp.410-413

Negrín, Alejandro, Campeche una historia compartida, Intituto Mora,


México, DF, 1991.

Pérez Galaz, Juan, Diccionario geográfico e histórico de Campeche,


Gobierno del estado de Campeche, Campeche, 2000.

Trujillo Bolio, Mario, El Golfo de México en la Centuria decimonónica,


CIESAS, México, DF, 2005

174
Campeche, una ciudad en la península

Vadillo, Claudio, La región del palo de tinte: el partido del Carmen,


Campeche, 1821-1857, CONACULTA, Campeche, 1994.

Vasconcelos, José, Ulises Criollo, Porrua, México, DF, 2001.

Velasco, Alfonso, Geografía y estadística del Estado de Campeche,


Secretaría de Fomento, México, D.F., 1895.

Waldeck, Federico, Viaje pintoresco y arqueólogico a la Provincia de


Yucatán, CONACULTA, México, D.F., 1996.

H e m e ro g r á f i c a s

El Registro Yucateco, 1845.


El Tiempo, 1891.
La Revista Yucateca, 1909.

D ocu m e n ta l e s

Archivo General del Estado de Yucatán (AGEY)


Fondo Colonial, sección Ayuntamientos, Campeche.

V i rtua l e s

reflexión-oar.blogspot.com
www.carmenhoy.com
www.comunicacampeche.com.mx
www.puertosyucatan.com
www.rae.es

Ivett M. García Sandoval 175


El m a l e c ó n : e s pac i o
s i m b ó l i co d e l
p o d e r p o l í t i co .
Campeche, siglo XX
Fausta Gantús
FAUSTA GANTÚS

Maestra y doctora en historia por El Colegio de México, miem-


bro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI-1), profesora-
investigadora del Instituto de Investigaciones Dr. José María
Luis Mora, donde también se desempeña como Jefa del área de
historia política. Sus líneas de investigación son “Prensa, políti-
ca y sociedad en México, siglos XIX y XX” e “Historia regional,
siglos XIX y XX”. Ha participado como ponente, conferencista y
catedrática en diversos foros e instituciones nacionales e inter-
nacionales. Cuenta con una importante trayectoria como docen-
te que incluye el dictado de cursos en diversas instituciones de
México y en Argentina. Es autora de una amplia obra publicada
en revistas y sellos editoriales de reconocido prestigio nacional
e internacional, sus libros más recientes son: Campeche. Breve
Historia, (coautora), México: El Colegio de México, FCE, SEP,
2010; y Caricatura y poder político. Crítica, censura y repre-
sión en la Ciudad de México, 1876-1888, México: El Colegio de
México e Instituto Mora, 2009.
El malecón: espacio simbólico del
poder político. Campeche, siglo XX*1

Fausta Gantús

I n tro d ucc i ó n

A lo largo de la historia el territorio habitado ha condensado una gama


de significados (políticos, técnicos, económicos y socio-culturales),
promoviendo la construcción de sentidos de pertenencia, generan-
do formas de uso y apropiación de índole física y simbólica, lo que
constituye la materialización de los anhelos políticos y el escaparate
de los deseos de modernidad y progreso. Así, el espacio se configura
a partir tanto de las producciones materiales como de las represen-
taciones. En este contexto, la ciudad debe ser entendida “como un
espacio heterogéneo, socialmente producido por una trama de rela-
ciones, [como la] materialización compleja de la cambiante textura de
las prácticas sociales”2 y políticas.
Muchas de las ciudades que integran el Caribe se caracterizan

1 Agradezco a Martha Santillán y Florencia Gutiérrez las atentas lecturas y sugerentes


comentarios que enriquecieron este trabajo. Agradezco también a Yanely Ordóñez Ku y
José Alejandro Flores Jiménez su colaboración en la recolección de parte de la información.
Este trabajo fue publicado, con algunas variaciones, bajo el título “El malecón: espacio
cotidiano, espacio simbólico. Campeche, siglo XX”, en la Revista de Estudios Marítimos y
Sociales (año 2, núm. 2, noviembre de 2009), de la Universidad Nacional de Mar del Plata,
Argentina.
2 Gorelik, Miradas, 2004, pp. 270.

Fausta Gantús 179


Colección Bicentenario Campeche Solidario

por contar en su traza urbana con lugares costeros limítrofes edifica-


dos entre el mar y la tierra denominados paseos marítimos o maleco-
nes.3 Estas construcciones se transformaron en figuras materiales y
culturales que dieron vida a un espacio público que terminó por con-
vertirse en el paisaje típico, en el referente urbano por excelencia de
las ciudades costeras. En este contexto, establecer la relación entre
los discursos y las políticas públicas que definieron la construcción de
estos ámbitos, así como las instancias de sociabilidad informal y las
peculiares formas de organización urbana generadas en los maleco-
nes, atendiendo también a las representaciones elaboradas alrededor
de los mismos constituyen los referentes centrales para empezar a
conocer la compleja interacción entre ciudad y sociedad, entre cultura
material e historia cultural y política.
En este marco de preocupaciones pensar en el malecón de Cam-
peche se convierte en una vía para preguntarnos y reflexionar acerca
de cuál fue el derrotero político y cultural que llevó a que esos lugares
generaran significaciones claves en la construcción de los imaginarios
políticos. En efecto, nuestro propósito es estudiar el proceso evolutivo
que el malecón ha tenido como espacio simbólico de representación
del poder gubernamental, prestando especial atención a su papel,
carácter y significado como recurso de proyección política.

Antecedentes

Aledaños o cercanos a los puertos a lo largo del siglo XX surgieron


o se consolidaron los paseos marítimos, denominados malecones o
3 Originalmente un malecón es un dique de contención de las aguas, un rompeolas, pero
también es el “paseo que corre paralelo a la orilla del mar o de un río”. DRAE, Diccionario
de la lengua española. Vigésima segunda edición.

180
Campeche, una ciudad en la península

costaneras en América Latina. Estos espacios se idearon, en princi-


pio, como respuesta a la necesidad de acotar el avance de las aguas
marítimas, en algunos casos estuvieron motivados por cuestiones de
sanidad e higiene, en otros más, fueron producto de la exigencia de
desarrollar vialidades.4 Posteriormente fueron adquiriendo un carác-
ter recreativo como sitios destinados al ocio y a la convivencia de los
habitantes; también cobraron una singular importancia en la promo-
ción del desarrollo económico de las zonas portuarias, en la organi-
zación y formas del crecimiento urbano, en la implementación de un
discurso público y en la producción de un conjunto de significados y
representaciones urbanas que incidieron en la identidad de los habi-
tantes de las diversas ciudades marítimas.
La ciudad de Campeche se encuentra situada en la República
Mexicana, de cara al Golfo de México, es una ciudad costera que
se inscribe en el circuito cultural del Caribe. Su historia está signada
por la impronta de las fortificaciones. En Campeche la presencia de
murallas y fuertes marcó la traza de la ciudad desde la etapa colonial
hasta la porfiriana, específicamente hasta finales del siglo XIX, cuando
vivió la implementación de una política modernizadora que promo-
vió la destrucción de los vestigios y artefactos urbano-militares. Por
su parte, el siglo XX campechano estuvo signado por el crecimiento
económico y urbano en torno del malecón. El puerto fue desplazado
a una población cercana a la ciudad capital (Lerma) y el gobierno, en

4 Sobre el tema de la sanidad y la higiene en algunos lugares del Caribe recomendamos las
obras de José Ronzón León, Sanidad, modernidad y desarrollo en los puertos del Alto Caribe,
1870-1915, México: El Colegio de México, 2000, Tesis de doctorado; y, Sanidad y moderni-
zación en los puertos del Alto Caribe 1870-1915, México: A. Porrúa, Universidad Autónoma
Metropolitana, Unidad Azcapotzalco, 2004.

Fausta Gantús 181


Colección Bicentenario Campeche Solidario

varias fases y momentos, fomentó la construcción, ampliación y remo-


delación del malecón, prestando particular atención a la construcción
de sus plazas y avenidas, así como a la instalación de conjuntos mo-
numentales a lo largo de la costa. De esa forma, la fachada marítima
constituyó el referente desde el cual la mirada se proyectó hacia afue-
ra, hacia el horizonte inconmensurable, deslizándose por encima de
una superficie inquieta y ondulante.
Pero esta proyección de miras no siempre siguió el mismo de-
rrotero. Durante el periodo colonial y gran parte de la centuria de-
cimonónica la construcción y presencia de sistemas fortificados que
protegían el recinto central en el que se ubicaban los emblemas ar-
quitectónicos de los poderes civiles, militares y religiosos, provocó
el predominio de una mirada introspectiva que, acotando el paisaje
visible dentro del perímetro amurallado, impuso el control del espacio
delimitando el núcleo de poder urbano y con ello la capacidad de
acción y movimiento de los ciudadanos.5
Desde la construcción del primer paseo a orillas del mar a princi-
pios del siglo XX, pasando por diversas etapas constructivas a lo largo
de la misma centuria, el malecón supuso un giro fundamental en la
concepción del espacio y en la proyección de la mirada. El malecón
constituye un paisaje simbólico, esto es, se trata de una construcción
material del territorio en estrecha asociación con la elaboración cul-
tural de las percepciones en torno al mismo. Consideramos que el
malecón se fue transformando en un espacio central en la vida de la

5 En efecto, durante la etapa colonial, el siglo XIX y la primera mitad del XX, la Plaza
constituyó el punto alrededor del cual se encontraban dispuestos los edificios que alberga-
ban a las representaciones de los poderes civiles, eclesiásticos y militares; asimismo, era el
centro de reunión de la sociedad. Sobre el tema véase, Leal Sosa, La Plaza, 1991.

182
Campeche, una ciudad en la península

sociedad de la ciudad de Campeche, desde una doble perspectiva.


Primera, al constituirse en el principal espacio de sociabilidad, susti-
tuyendo a la plaza central, fue adquiriendo carácter de referente para
mostrar y mostrarse, para definir y definirse, esto es, el malecón se
integró en el imaginario colectivo como elemento obligado en el iti-
nerario para vivir la ciudad y, de esta manera, se convirtió en un factor
fundamental en la conformación de la identidad campechana. La se-
gunda, atiende al desarrollo del papel que ha tenido el malecón como
parte de los programas de gobierno, esto es, su carácter y significado
como espacio de representación del poder político, pues el malecón
fue ganando importancia como parte de los proyectos prioritarios del
poder ejecutivo, hasta transformarse en una especie de símbolo que
representa los logros políticos y constituirse así en el espacio donde
el poder se concreta; de esta última perspectiva nos ocuparemos en
este trabajo.

El malecón campechano, los primeros esfuerzos gubernamentales

Durante la colonia y las primeras décadas del siglo XIX la actividad


portuaria caracterizó la economía y la vida de la sociedad campecha-
na. Sin embargo, ante la incapacidad de enfrentar la competencia de
otros puertos nacionales –en particular los peninsulares– así como los
problemas naturales que dificultaban el acceso de embarcaciones de
gran calaje, se trasladó el puerto al poblado de Lerma. Los esfuer-
zos gubernamentales se centraron en convertir a Campeche en una
ciudad acorde con la dinámica económica y las pretensiones de mo-
dernización nacional; esto es, se perseguía identificar a la capital del
Estado con la imagen de orden y progreso imperante en la política.

Fausta Gantús 183


Colección Bicentenario Campeche Solidario

Por otra parte, si en el siglo XIX el eje rector de la vida social y de


la público-administrativa fue la Plaza central, en la centuria siguiente
presenciamos un fenómeno de desplazamiento paulatino y progresivo
hacia un nuevo espacio: el malecón; proceso que se consolidó duran-
te la segunda mitad del siglo. En los proyectos en torno al crecimiento
de la ciudad, la frontera entre el mar y la tierra se convirtió en uno de
los principales puntos de atracción de los gobiernos posrevoluciona-
rios y posteriores. En efecto, en el siglo XX en Campeche tuvieron
lugar importantes transformaciones urbanísticas en el espacio de la
línea divisoria entre la tierra y el mar. Ese ámbito fue experimentando
grandes y radicales modificaciones que cambiaron totalmente la fiso-
nomía terrestre de toda la zona costera. El malecón campechano tuvo
varias etapas constructivas, que incluyeron también la remodelación y
la ampliación; cada nueva extensión territorial edificada fue bautizada
con un nombre diferente pues de esta forma cada gobierno pretendía
dejar constancia de su obra.
El primer Jardín Costero se construyó en 1914 durante la admi-
nistración de Manuel Rivera (1913-1914). Pese a lo que pudiera suge-
rir el hecho de que Rivera fuera un militar huertista enviado a la zona
para pacificarla y mantenerla bajo control,6 durante el corto periodo
de su gobierno “sus obras se encaminaron básicamente al embelle-
cimiento de la ciudad”.7 En su informe de gobierno señaló que “a la
orilla del mar y entre los baluartes Santiago y San Carlos se construye
un paseo que, dado a nuestro clima caliente, habrá de ser sin duda

6 El presidente Victoriano Huerta envió al general Manuel Rivera a Campeche al frente de


las fuerzas federales para combatir la insurrección del gobernador Manuel Castilla Brito,
iniciada el 10 de junio de 1913.
7 Abud Flores, Campeche, 1992, p. 42.

184
Campeche, una ciudad en la península

el preferido del público, puesto que allí entre flores y a la sombra de


esbeltas palmeras gozará de las frescas brisas del mar”.8 A partir de
este momento observamos cómo empieza a impregnar el discurso de
los gobernantes la asociación entre obra pública, aprovechamiento
de la franja costera y bienestar ciudadano. Esta última idea sería cons-
tantemente invocada para justificar los proyectos de desarrollo del
malecón, así como para fomentar la vinculación, mediante la apropia-
ción del espacio, entre la población y el sitio edificado.

Imagen 1: Jardín costero, conocido como


Paseo Gral. Manuel Rivera, ca. 1914. Gobierno de Manuel Rivera.

Las siguientes dos décadas habrían de transcurrir entre avatares revo-


lucionarios, gobiernos preocupados por la construcción de su legiti-
midad, el diseño de políticas orientadas a la aplicación de la reforma

8 Informe de gobierno de Manuel Rivera, 7 de agosto de 1914, AGEC.

Fausta Gantús 185


Colección Bicentenario Campeche Solidario

agraria y por la confrontación entre grupos de poder con orientacio-


nes ideológicas que fluctuaban del socialismo al conservadurismo. En
este contexto, ante las exigencias de definir y consolidar el estado
posrevolucionario el malecón pasó a un plano poco relevante en la
agenda gubernamental. Inquieto por las agitaciones políticas en el
plano nacional y sus repercusiones en el local, empeñado en lograr la
productividad del campo campechano y comprometido con la aplica-
ción de una política socialista, durante el gobierno de Ángel Castillo
Lanz apenas se le otorgó un pequeño espacio al fomento del desarro-
llo urbano.9 Pese a la poca atención que se le brindó lo que resulta
significativo es el hecho de que no se abandonaran las labores de
construcción en la franja costera.
Fue el gobernador socialista Benjamín Romero Esquivel (1931-
1935), en la década de los años treinta, quien se ocupó de construir
un paseo dominical a orillas del mar, desarrollando y concretando el
primer malecón campechano, al que se llamó “Justo Sierra”. La cons-
trucción consistió en una calzada y un parque, y atendía a objetivos
de corte higienista y social, a través de los cuales se pretendió respon-
der a la idea del estado de bienestar.10 Por otra parte, además de su
carácter sanitario, operaba también como un espacio para el espar-
cimiento familiar. En su tercer informe de gobierno, correspondiente
a 1933, se incluyó una fotografía de la nueva obra en cuyo pie de
página se apuntaba: “Malecón ‘Justo Sierra’, bello centro de recreo

9 En 1926, en su Informe del tercer año de gobierno, apuntaba en un par de líneas que “el
malecón en construcción a la orilla del mar que ve al Paseo de los Héroes ha importado hasta
hoy $ 2009.60”, Informe de gobierno de Ángel Castillo Lanz, 1926, AGEC.
10 Con su realización se “saneó en gran medida la acumulación de lodo y los malos olores
que se desprendían; en gran parte también fueron sellados los desagües que daban al mar”.
Pino Castilla, “Los malecones de Campeche”, en Crónica, 13 de febrero de 1999.

186
Campeche, una ciudad en la península

de esta ciudad inaugurado recientemente”. 11


Urbanización y recreación se entrelazaban en esta obra con la
finalidad de fomentar la imagen de un Campeche moderno. El nom-
bre escogido para designarlo evidenciaba la reivindicación y el orgu-
llo por los referentes históricos de la entidad. En efecto, Justo Sierra
era un personaje con una relevante actuación histórica de proyección
nacional, cuya imagen, por su labor en el renglón educativo, quedaba
a salvo de las confrontaciones entre posicionamientos políticos. Su
personalidad y su obra como escritor, abogado, periodista y político
le permitieron el tránsito de la administración porfirista a la maderista
sin menoscabo de su reputación. Resulta especialmente significativa
la elección del nombre porque a través de este, y por única vez, se
privilegió la raigambre local, posteriormente los patronímicos elegi-
dos por los gobernadores campechanos sirvieron para refrendar com-
promisos políticos y brindar honores a la figura presidencial (tercera y
cuarta etapa del Malecón, véase anexo).
Imagen 2: Parque Justo Sierra, ca. 1933.
Primera etapa del malecón. Gobierno de Benjamín Romero Esquivel .

11 Segundo informe de gobierno de Benjamín Romero Esquivel, 1933, AGEC. Las cursivas
son mías.

Fausta Gantús 187


Colección Bicentenario Campeche Solidario

Héctor Pérez Martínez (1939-1943), gobernante comprometido con


la justicia social, preocupado por combatir la pobreza y por fomen-
tar el desarrollo de la educación y la cultura, también otorgó espacio
en su programa al desarrollo de la segunda etapa del malecón en
la zona de sotavento12 –esto es, del centro hacia el norte donde se
ubica el barrio de San Román–, pues estaba convencido de que las
“obras públicas [son] indispensables para mejorar la condición de las
poblaciones”.13 Pérez Martínez, a diferencia de los gobiernos previos,
le dio un giro importante al proyecto urbanístico del malecón el cual
consistiría en dividir la responsabilidad y los costos de la obra entre el
gobierno y la ciudadanía que, beneficiada con el proyecto, estuviera
dispuesta a colaborar y contara con los recursos para ello. Y lo hacía
así porque reconocía que el Estado carecía de los medios económicos
suficientes para emprender todas las obras necesarias para mejorar la
condición de la población, pero también porque estaba convencido
de que era necesario generar el sentido de la responsabilidad y la
cooperación pública.14
De esta forma, lo significativo de esta etapa fue la coordinación
y el apoyo establecido entre gobierno y sociedad pues fue “un comi-
té formado por los propietarios de los predios comprendidos dentro
de la zona del malecón quienes aportaron $15,000.00 en calidad de
cooperación y dirig[ieron] y vigila[ron] la obra en marcha”.15 Vemos así
12 Sotavento: La parte opuesta a aquella de donde viene el viento con respecto a un punto
o lugar determinado.
13 Once meses al servicio de Campeche, Informe de gobierno de Héctor Pérez Martínez, 1940,
AGEC.
14 Once meses al servicio de Campeche, Informe de gobierno de Héctor Pérez Martínez, 1940,
AGEC.
15 Once meses al servicio de Campeche, Informe de gobierno de Héctor Pérez Martínez, 1940,
AGEC.

188
Campeche, una ciudad en la península

que el malecón se tornó en un proyecto que aglutinaba los esfuerzos


y las ambiciones del gobierno y de la población; una ciudadanía que
al involucrarse en la realización de la obra la hacía suya. Gobierno
y población apostaban al malecón porque constituía un símbolo de
progreso y de modernización, una forma de situarse en la línea del
desarrollo nacional.

Imagen 3: Malecón Justo Sierra, ca. 1940.


Segunda etapa del malecón. Gobierno de Héctor Pérez Martínez.

La tercera etapa del malecón corrió a cargo del gobierno de Eduardo


Lavalle Urbina (1944-1949). Si los mandatarios anotados con anteriori-
dad se ocuparon del desarrollo urbanístico del malecón otorgándole
una importancia media, Lavalle, en cambio, hizo de este proyecto una
de sus principales obras de gobierno. Así lo consignaba en su Progra-
ma, bajo el rubro de mejoras materiales:

Fausta Gantús 189


Colección Bicentenario Campeche Solidario

Si como espero, cuento con la generosa ayuda del Gobierno


Federal, tengo el proyecto de construir un malecón que partien-
do del castillo de la Maestranza, hoy desaparecido, corra a lo
largo de las playas de los barrios de Guadalupe y San Francisco,
terminando, si es posible, hasta en las márgenes de la ría de
este último nombre, lo cual dará cima al anhelo que hasta hoy
no ha podido ser realizado y que juzgo importante porque no
solamente embellecerá la población sino que permitirá sanear
esa parte de la ciudad.16

Dos temas relevantes se desprenden del discurso del gobernador. Por


un lado, volvemos a notar, aquí claramente expresada, la vinculación
entre las preocupaciones higienista de la época y el anhelo de lograr
la belleza arquitectónica, estimada como un símbolo de moderniza-
ción. Por otro lado, marcando un giro con respecto a la política de su
antecesor, este gobernante no recurrió a la participación de la ciuda-
danía para lograr el desarrollo de la obra, sino que volvió su mirada
hacia el gobierno federal con el que buscó consolidar vínculos. Con
tal acción la población se situaba como beneficiaria de un proyecto
cuyo éxito quedaba bajo la responsabilidad exclusiva del poder eje-
cutivo. La construcción del malecón adquiere el carácter de un logro
de gobierno y de una estrategia para la manifestación e influjo del
ascendente político sobre la sociedad.
Durante su administración se desarrolló la zona de barlovento17
–del centro hacia el sur, donde se ubican los barrios de Guadalupe y
San Francisco–, siendo bautizado como Malecón “Miguel Alemán”.
Observamos aquí otra perspectiva de la imbricación entre obra públi-

16 Programa de gobierno de Eduardo Lavalle Urbina, 1943, AGEC.


17 Barlovento: Parte de donde viene el viento, con respecto a un punto o lugar determinado.

190
Campeche, una ciudad en la península

ca y política. Inserto en la lógica estatal dominante del periodo, ba-


sada en la convicción de un ejecutivo fuerte, un país consolidado con
base en sus instituciones, la unidad nacional en un partido de estado
y, paralelamente, la concentración del poder en la figura presidencial,
Lavalle rendía pleitesía al primer mandatario, se alineaba a las políti-
cas federales y evidenciaba sus filiaciones políticas.

Imagen 4: Malecón Miguel Alemán, ca. 1949.


Tercera etapa del malecón. Gobierno de Eduardo Lavalle Urbina.

En 1949, poco antes de finalizar su periodo de gobierno, declaraba


en su informe que el malecón “fue uno de mis más caros anhelos”.18
Lavalle Urbina estaba orgulloso de esa obra, cuya realización había
supervisado personalmente y que deseaba inaugurar antes del relevo
gubernamental. Aseguraba que el malecón “constituirá en lo futuro

18 Sexto informe de gobierno de Eduardo Lavalle Urbina, 1949, AGEC.

Fausta Gantús 191


Colección Bicentenario Campeche Solidario

el sitio de recreo predilecto para el paseo de vehículos y peatones”.19


Dos cosas resultan significativas, por un lado el hecho de que para
entonces el malecón, dada su relevancia social y económica, tendía a
convertirse en un espacio a través del cual el poder político se proyec-
taba simbólicamente. Por el otro, la capacidad de vislumbrar la impor-
tancia social que ese espacio adquiriría en el transcurso del tiempo al
constituirse en el punto público de reunión social más importante de
la ciudad.
Cabe anotar, sin embargo, que la idea de esparcimiento social
a orillas del mar no era novedosa. Como lo consignamos párrafos
arriba, ya había señalado algo parecido Manuel Rivera en 1914 y ni
siquiera entonces resultaba una idea totalmente nueva pues la asocia-
ción entre el paisaje marítimo, el paseo y la convivencia social se había
perfilado al menos desde 30 años atrás. En efecto, en 1883, con mo-
tivo de las obras realizadas para modernizar el muelle, se apuntaba:

Están por concluirse las obras de reparación y ornato que bajo la


dirección del C. Salvador Dondé hace algún tiempo se empren-
dieron en ese local, destinado a la carga y descarga de buques.
Toda la extensión del muelle, desde la punta hasta la puerta de
la entrada de la ciudad, se ha enlosado con hermosos ladrillos
de fierro, quedando a un lado los rieles del tranvía, que condu-
cirá hasta los almacenes de la Aduana de mercancías. Ornado
así el pavimento, el muelle presenta una vista deleitable, con-
virtiéndose a la vez en el lugar de recreo por las tardes y por
las noches, donde nuestra elegante sociedad irá a buscar solaz,
fresco y distracción ante la inmensa perspectiva del mar. 20

19 Sexto informe de gobierno de Eduardo Lavalle Urbina, 1949, AGEC.


20 Periódico Oficial del Estado de Campeche, 8 de junio de 1883. Las cursivas son mías.

192
Campeche, una ciudad en la península

Constatamos que en el ideario político campechano desde finales del


siglo XIX se proyectaba a la fachada marítima como un espacio idó-
neo para la generación de redes de sociabilidad. Esa idea, al igual que
la de considerarlo como un emblema de modernización, como factor
de urbanización y como recurso para lograr la sanidad e higiene am-
biental, atravesó toda la siguiente centuria. En la segunda mitad del
siglo XX, a esas ideas se sumaron argumentos de tipo económico que
condujeron a reconocer al malecón como un punto clave de atracción
para el turismo y como una zona de desarrollo comercial, especial-
mente de tipo gastronómico y de entretenimiento nocturno. La suma
de esas características daría al malecón una relevancia que lo tornaría
en parte fundamental de los proyectos políticos para el desarrollo de
la entidad. De esta forma, se fue creando un importante imaginario
en torno a la relevancia del malecón como espacio de encuentro y
distracción de la sociedad campechana y como estrategia de inter-
vención política.

El malecón, proyección política para una identidad compartida

Durante la segunda mitad del siglo pasado los proyectos guberna-


mentales se enfocaron a rellenar o azolvar la franja costera. A pesar de
que la ciudad de Campeche cuenta con una vasta extensión territorial,
el interés de los gobernantes se cifró en la fachada marítima, quizá por
considerarla el referente idóneo para mostrar sus logros ante los pro-
pios campechanos, ante sus connacionales y ante el mundo. Siguien-
do la experiencia de Holanda, poco a poco, se fue ganando terreno
al mar y edificando ahí la pretendida nueva ciudad con su moderno

Agradezco a Luis Ángel Ramos esta información.

Fausta Gantús 193


Colección Bicentenario Campeche Solidario

malecón.
La primera propuesta de ese tipo se presentó durante el go-
bierno de Alberto Trueba Urbina (1955-1961), a finales de la década
de los cincuenta e inicios de los sesenta, cuando se forjó la creación
del “Campeche Nuevo”. Se trataba de un proyecto urbanístico que
pretendía crear todo un espacio dedicado al crecimiento y desarrollo
modernizador de la ciudad, compaginado con el rescate histórico, y
en el cual el malecón tenía un papel central. En efecto, en ese periodo
se construyó la cuarta etapa del malecón al que se denominó “Adolfo
Ruiz Cortines”; siguiendo la lógica gubernamental descrita en el caso
de Lavalle Urbina, Trueba pagaba tributo al imperio del poder ejecu-
tivo federal y reforzaba sus vínculos con el Presidente.
Convencido de que “a los gobiernos se les recuerda por las
obras”,21 Trueba Urbina se propuso establecer las diferencias entre
su proyecto y los de los anteriores gobiernos, destacando las cuali-
dades de su modelo como “un espacio en el que confluirían los di-
versos rubros del desarrollo”.22 El proyecto de Trueba Urbina resulta
significativo desde varias perspectivas. Primero, porque se pretendía
que operara como el motor que impulsaría el desarrollo, el cambio
y la transformación de todo el Estado; así la construcción del nuevo
malecón –que incluía remodelación del anterior, así como una amplia-
ción– formaba parte de un proyecto incluyente que pretendía modi-
ficar la fachada marítima mediante el azolvamiento, creando entre el

21 Discurso de Alberto Trueba Urbina en la clausura del III Congreso de Ingeniería en la


ciudad de Mérida, citado en Pino Castilla, “Los malecones de Campeche”, en Crónica, 18 de
febrero de 1999, Campeche.
22 Pino Castilla, “Los malecones de Campeche”, en Crónica, 19 de febrero de 1999, Cam-
peche.

194
Campeche, una ciudad en la península

frente existente hasta entonces y el mar un lugar amplio, producto de


la ciencia y la tecnología en el que se edificaría la nueva ciudad cam-
pechana: casas, drenajes, edificios públicos, hoteles, jardines, aveni-
das. Se trataba de crear una “zona urbana que se gana[ba] al mar,
comprendida del barrio de San Román al de Guadalupe […] con una
superficie de 250,000 m2, donde se edificaría una nueva ciudad a la
altura y con la dignidad de las mejores”23. De esta forma, simbólica-
mente, se anteponía al pasado colonial el porvenir de la modernidad
urbanística.
Segundo, se buscaba hacer del Campeche Nuevo un proyecto
incluyente y aglutinante en el cual todo el conjunto de la población en-
contrara una motivación y un beneficio, con el cual todos se identifica-
ran y del que se sintieran orgullosos. En ese contexto, teniendo como
objetivo lograr para “el pueblo un bienestar dinámico: el bienestar
de evolución que significa progreso”,24 el gobernador consideraba
que tal obra beneficiaba al trabajador que ahí encontraba empleo, al
campesino que aspiraría a tener una casa en esa zona y que para ello
se esforzaría en el cultivo del campo, lo mismo que a los comerciantes
que surtirían del material necesario a la obra. Para generar un sentido
de apropiación y de identificación con el proyecto se promovieron
acciones tales como la participación de niños –estudiantes de escue-
las primarias– que visitaron la obra y depositaron, cada uno de ellos,
una piedra como parte del relleno. La unidad y la identidad regional
también se fomentaron con otras acciones como la de los obreros

23 Segundo informe de gobierno de Alberto Trueba Urbina, 1957, AGEC.


24 Discurso de Alberto Trueba Urbina en la clausura del III Congreso de Ingeniería en la
ciudad de Mérida, citado en Pino Castilla, “Los malecones de Campeche”, en Crónica, 17 de
febrero de 1999, Campeche.

Fausta Gantús 195


Colección Bicentenario Campeche Solidario

de Yucatán y Campeche, quienes juntos depositaron el contenido de


varios camiones de materiales para construcción, como una forma de
evidenciar la colaboración con el esfuerzo gubernamental. En el mis-
mo sentido, el orgullo campechano se fomentó al darle a la obra una
proyección nacional, aduciendo que serviría para fortalecer el mapa
de la República y que sería “la obra fundamental del régimen Ruizcor-
tinista”, porque a través de ella se presentaría a México como “un país
de gran visión y de grandes construcciones”.25
Tercero, el Campeche Nuevo se proyecta como un importante
referente para el impulso del turismo, especialmente el nacional. Se-
gún palabras del propio gobernador, “el sólo anuncio del Campeche
Nuevo ha originado una corriente turística de muchísima importancia.
Unos van a contemplar nuestras murallas que se levantan airosas to-
davía frente al tiempo, y otros para ver qué es el Campeche Nuevo”.26
En efecto, se estimaba que el desarrollo urbanístico moderno y van-
guardista, combinado con la riqueza colonial de la ciudad resultaban
un mancuerna única que “estimular[ía] a todo el país para que nos
v[engan] a visitar”.
En opinión de Trueba Urbina ese proyecto tenía que “estimular
el desenvolvimiento económico, político y social de una ciudad que
est[aba] en sueños, que d[ormía] con sus riquezas coloniales y que
ha[bía] que sacudir para incorporar al ritmo del progreso”.27 Si bien el
25 Discurso de Alberto Trueba Urbina en la clausura del III Congreso de Ingeniería en la
ciudad de Mérida, citado en Pino Castilla, “Los malecones de Campeche”, en Crónica, 18
de febrero de 1999, Campeche.
26 Discurso de Alberto Trueba Urbina en la clausura del III Congreso de Ingeniería en la
ciudad de Mérida, citado en Pino Castilla, “Los malecones de Campeche”, en Crónica, 18 de
febrero de 1999, Campeche.
27 Discurso de Alberto Trueba Urbina en la clausura del III Congreso de Ingeniería en la
ciudad de Mérida, citado en Pino Castilla, “Los malecones de Campeche”, en Crónica, 17 de

196
Campeche, una ciudad en la península

proyecto quedó inconcluso, pues sólo se rellenó parcialmente el te-


rreno previsto y se levantaron las primeras edificaciones –entre las que
destaca la reconstrucción de la Puerta de Mar–, Trueba Urbina logró
construir el malecón “Adolfo Ruiz Cortines”.

Imagen 5: Malecón Adolfo Ruiz Cortines, ca. 1963.


Campeche Nuevo. Gobiernos de Alberto Trueba Urbina y José Ortiz Ávila.

En el siguiente sexenio José Ortiz Ávila (1961-1967) continuó desarro-


llando el Campeche Nuevo aunque sin llamarlo así, para diferenciarse
de su antecesor. Centró su proyecto en la edificación sobre terrenos
ganados al mar que, en conjunto con el malecón, hacían la fachada
marítima de la ciudad. De esa forma se construyeron la Plaza de la
República, el Palacio de Gobierno y la Cámara de Diputados. Respec-
to del malecón durante este sexenio se procuró dotarlo con servicios

febrero de 1999, Campeche.

Fausta Gantús 197


Colección Bicentenario Campeche Solidario

públicos, especialmente alumbrado.28


Los siguientes gobiernos enfocaron sus esfuerzos a otras áreas,
especialmente el apoyo a las actividades agrarias. Sólo más de una
década después se continuaron las obras en los terrenos ganados al
mar, llamadas de “relleno sanitario”, de nuevo justificadas en la ne-
cesidad de higienizar el espacio limítrofe entre el mar y la tierra. Se
construyó la Avenida Costera bajo el gobierno de Eugenio Echeve-
rría Castellot (1979-1985), quien con esa obra pretendía modernizar
la franja marítima. Aprovechando las labores desarrolladas por su an-
tecesor, Abelardo Carrillo (1985-1991), se dio a la tarea de construir
en esa avenida parques, como la Plaza 4 de octubre, y monumentos,
como el construido en honor de Pedro Sainz de Baranda.29 Sus nom-
bres denotan la necesidad de consolidar el imaginario de una historia
local gloriosa, en la que el campechano se pudiera reconocer orgu-
llosamente como el producto del sincretismo cultural maya-español y
como el heredero de hombres patriotas y heroicos que dieron origen
a la nación mexicana. El gobierno tenía como imperativo legitimarse
a través del fomento de la identificación con el pasado local y con la
labor de situar a la ciudad y a sus habitantes como agentes importan-
tes de la historia nacional. Continuaría la obra Jorge Salomón Azar
García (1991-1997) quien se encargó de efectuar algunas obras de
reconstrucción, ampliación y remodelación del malecón, para atender
los estragos ocasionados por los huracanes Opal y Roxanne en 1995.

28 Quinto informe de gobierno de José Ortiz Ávila, 1966, AGEC.


29 El 4 de octubre refiere a la fecha de fundación de la Villa y Puerto de San Francisco de
Campeche. Pedro Sainz de Baranda era un militar de origen campechano que había contri-
buido a la culminación de la independencia mexicana.

198
Campeche, una ciudad en la península

Imagen 6: Nuevo Malecón, ca. 2000. Gobierno de Antonio González Curi.

Fue Antonio González Curi (1997-2003) quien hizo del malecón su


gran proyecto sexenal: el Nuevo Malecón.30 En efecto, este gober-
nante cifró los logros de su gobierno y proyectó la representación del
poder político en la reconstrucción y ampliación del malecón. Basado
en el impacto y afectación de los fenómenos meteorológicos sobre la
zona de la fachada marítima,31 las exigencias de desarrollo urbano-

30 También se dio a la tarea de construir el malecón de Ciudad del Carmen: “En Ciudad del
Carmen, hemos dispuesto 5 millones de pesos como aportación inicial para los trabajos de
rehabilitación del Centro Histórico y la primera etapa del Malecón, viejo anhelo de los car-
melitas. Dichos trabajos se iniciarán próximamente, al terminar de definirse el proyecto.”
Primer informe de gobierno de Antonio González Curi, 1998, AGEC.
31 “Expuesto siempre a los fenómenos meteorológicos, como las mareas, los nortes y los
huracanes, que lo han azotado en el transcurso de los últimos 10 años, este sitio presentaba
una imagen y un estado físico muy deteriorados a pesar de los constantes trabajos de repa-
ración y mantenimiento que se le han prestado”. Primer informe de gobierno de Antonio
González Curi, 1998, AGEC.

Fausta Gantús 199


Colección Bicentenario Campeche Solidario

que traía aparejado el crecimiento de la ciudad,32 así como en el uso


social del espacio,33 proyectaba la construcción de “una obra [que]
contar[ía] con estacionamiento en batería, una vía de baja velocidad,
tres carriles en dirección norte y tres en dirección sur, camellón de seis
metros de ancho, banqueta, pista para ejercicios, muro de contención
y tres miradores”.34
González Curi le dio un seguimiento puntual a la construcción
del nuevo malecón. Emparentado con la tradición de Lavalle Urbina y
Trueba Urbina, su discurso trasluce la importancia otorgada al male-
cón como un recurso para posicionarse y presentarse ante los mandos
nacionales. Así, como parte de su uso político dejaría la inauguración
a cargo del presidente Ernesto Zedillo Ponce de León, de esa forma
ese espacio servía para consolidar sus nexos con el poder federal.
Una idea que atravesó el discurso de González Curi con respec-
to al malecón fue el énfasis en la importancia de la obra como una
alternativa para el desarrollo de la localidad en estrecha asociación
con el pasado, así define al malecón como una “moderna estructura
de singular valor arquitectónico que hoy nos enorgullece y proyecta

32 Por otra parte, el creciente aforo vehicular y limitado número de avenidas con que se
cuenta para desahogar el tránsito en dirección norte-sur y viceversa, hacen de toda la aveni-
da costera una arteria vital para la ciudad, desde el monumento a la Solidaridad Nacional,
en el norte, hasta el monumento al Resurgimiento de Campeche, en el sur. Por ello, nos abo-
camos a ampliar y modernizar esta vía en su tramo más transitado, que es el comprendido
entre los monumentos a Don Pedro Sainz de Baranda y a Don Justo Sierra Méndez. "Primer
informe de gobierno de Antonio González Curi, 1998, AGEC.
33 El malecón de la ciudad de Campeche ha sido tradicionalmente, el lugar de esparci-
miento para las familias y jóvenes que acuden a él, desde muy temprana hora del día hasta
avanzadas horas de la noche. Las actividades que realizan son diversas. Para hacer ejercicio,
caminar, platicar, contemplar nuestras hermosas puestas de sol y desarrollar competencias
deportivas, el malecón resulta el lugar adecuado". Primer informe de gobierno de Antonio
González Curi, 1998, AGEC.
34 Primer informe de gobierno de Antonio González Curi, 1998, AGEC.

200
Campeche, una ciudad en la península

hacia el nuevo siglo con una imagen que complementa lo que fui-
mos, con lo que somos y simboliza nuestras aspiraciones futuras, en
una admirable conjugación de lo antiguo con lo moderno”35. Y en
años posteriores volvería sobre la misma idea, así insistía en que esa
obra representaba la conjunción de “un pasado digno y un porvenir
alentador”.36 Como en casos anteriores –con Trueba Urbina o Carri-
llo Zavala–, el malecón sirvió como espacio para la consolidación de
la identidad local pero también para la afirmación del nacionalismo,
pues en ella y “como un atractivo más, se instal[ó] en el malecón, una
monumental Asta Bandera [de] 60 metros de altura”.37
Otro argumento al que apelaría el gobierno para justificar la im-
portancia que se le daba a la construcción del malecón fue la de “ofre-
cer una mejor calidad de vida a los campechanos”.38 Según destaca-
ba el gobernador en sus informes, a tres años de iniciados los trabajos
en el área de la franja costera, el malecón se había “convertido en el
eje de la vida social de los campechanos”.39 El gobernador parecía
olvidar que, al menos, desde los años sesenta y durante los siguientes
cuatro décadas el malecón había ido ganando importancia y centra-
lidad como el “escenario de la convivencia familiar, el paseo favorito
de varias generaciones, de niños, jóvenes y adultos, el lugar ideal para
la caminata y los deportes, el espacio para admirar las puestas de sol,

35 Segundo informe de gobierno de Antonio González Curi, 1999, AGEC.


36 Para entonces se había concluido las dos primeras etapas del proyecto. “la primera, del
monumento a Justo Sierra Méndez al monumento a Pedro Sainz de Baranda, y la segunda,
del monumento a Pedro Sainz de Baranda a la Av. Joaquín Clausell”. Tercer informe de
gobierno de Antonio González Curi, 2000, AGEC.
37 Sexto informe de gobierno de Antonio González Curi, 2003, AGEC
38 Tercer informe de gobierno de Antonio González Curi, 2000, AGEC.
39 Tercer informe de gobierno de Antonio González Curi, 2000, AGEC.

Fausta Gantús 201


Colección Bicentenario Campeche Solidario

noviar y aprender a manejar en las primeras horas de la mañana”.40


De esta manera, y especialmente a partir de la década de los
ochenta, los campechanos consolidaron su identificación con el male-
cón, y éste se transformó en el centro de sociabilidad más importante
de la ciudad, sustituyendo a la plaza central, que fuera el centro de
reunión por excelencia durante todo el siglo XIX y la primera mitad
del XX. Sin embargo, González Curi, insistió una y otra vez en sus
informes en el papel del malecón como sitio de reunión familiar, de
esparcimiento y de visita para el turismo.41 Hacia el final de su gobier-
no, señaló que la realización del malecón de Campeche fue una de
las obras emprendidas con la finalidad de “mejorar las condiciones de
vida a los habitantes de la Entidad”.42
Los trabajos continuaron de manera consistente durante los si-
guientes años.43 En su último informe presentaba el recuento de sus
logros con respecto al malecón:

Durante la presente administración, por etapas se construyó el


malecón de la ciudad capital, que constituye uno de los atracti-

40 Pino Castilla, “Los Malecones de Campeche”, en Crónica, 27 de febrero de 1999, Cam-


peche.
41 Cuarto informe de gobierno de Antonio González Curi, 2001, AGEC.
42 Así como los de Ciudad de Carmen y Sabancuy, en los que también empeñó su actuación
gubernamental. Sexto informe de gobierno de Antonio González Curi, 2003, AGEC.
43 En el cuarto año de labores gubernamentales reportaba: “Se continúa con la ampliación
del malecón de la ciudad de Campeche, ora con el inicio de su tercera etapa, que comprende
de la avenida Joaquín Clausell a la Dársena de San Francisco. Al cierre de este informe, se
concluyó el tramo de la avenida Joaquín Clausell a la Plaza 4 de Octubre, obras que incluyen
terracerías, muro de contención de concreto, banquetas y guarniciones, la pista, ciclopista,
andadores y áreas verdes, reconstrucción de la citada plaza y construcción de pasos peato-
nales”. Cuarto informe de gobierno de Antonio González Curi, 2001. En su quinto año de
gobierno señalaba y destacaba las labores de ampliación en su cuarta etapa, de la Plaza 4
de octubre a la dársena de la Ría de San Francisco. Quinto informe de gobierno de Antonio
González Curi, 2002, AGEC.

202
Campeche, una ciudad en la península

vos y centro de esparcimiento familiar más importante de esta.


La primera etapa comprendió del monumento a Justo Sierra
Méndez al monumento a Pedro Sainz de Baranda, con una lon-
gitud de mil 800 metros, en los que se erogaron 26 millones 342
mil 234 pesos, provenientes de recursos estatales, del ramo 26 y
del programa Cien Ciudades; la segunda etapa del monumento
a Pedro Sainz de Baranda a la avenida Román Piña Chán en una
longitud de 700 metros que tuvieron un costo de 10 millones 6
mil 7 pesos de recursos provenientes del Gobierno del Estado y
del ramo 26; la tercera etapa de la avenida Román Piña Chán a
la avenida Joaquín Clausell y de esta al puente de la Novia del
Mar con 960 metros en los que se erogaron 11 millones 832 mil
813 pesos aportados por el Gobierno del Estado y el ramo 23.
Se llevaron a cabo durante los años 2000 y 2001, trabajos
de mantenimiento en el malecón de Campeche con recursos
del Gobierno del Estado por un millón 754 mil 518 pesos y se
realizó la cuarta etapa, que inicia del puente de la Novia del Mar
al tramo de entrada a la dársena de San Francisco en donde se
invirtieron 18 millones 931 mil 179 pesos provenientes de los
ramos 23 y 39. Esta obra relevante para la ciudad capital, tuvo
un costo total de 68 millones 866 mil 751 pesos.44

Un aspecto importante que destaca en la lectura de los informes es


que a partir del tercer año implementó un discurso que buscaba in-
volucrar a la sociedad en la realización del proyecto, probablemen-
te como respuesta a las críticas que señalaban su excesiva diligencia
en ese objetivo en detrimento de otras áreas básicas del desarrollo,
como el fomento a la economía. Motivado por la necesidad de in-
teresar a la población en el proyecto sexenal en su tercer informe,

44 Sexto informe de gobierno de Antonio González Curi, 2003, AGEC.

Fausta Gantús 203


Colección Bicentenario Campeche Solidario

por vez primera, se refiere al malecón como un “esfuerzo conjunto”.45


Posteriormente, insistió en que “las obras que el Gobierno edifica,
son expresión de la voluntad popular, significan la decisión de alcan-
zar nuevos horizontes de progreso y mejores niveles de bienestar”.46
Y para exaltar el ánimo localista afirmó que a través de obras como
esa se “materializa[ba] lo que se ha de considerar[se] como la Nueva
Grandeza de Campeche”.47

Consideraciones finales

Como espacio simbólico de representación del poder político destaca


el papel que ha desempeñado el malecón dentro de los programas
sexenales de gobierno a lo largo del siglo XX. Los casos de Eduar-
do Lavalle Urbina, Alberto Trueba Urbina, Abelardo Carrillo Zavala y
Antonio González Curi, así como el proceso evolutivo –planes, cons-
trucciones, remodelaciones, ampliaciones y reconstrucciones–, de la
historia de esta obra –a la vez de ingeniería y de arquitectura–, eviden-
cia cómo el malecón transita de ser una propuesta para solucionar el
problema del avance marino y al mismo tiempo dotar de alternativas
viales a una ciudad en expansión, a convertirse en la fachada marítima
que representa el epítome de la modernidad y el progreso y, en esa
medida, en la obra representativa de los logros gubernamentales.
Los discursos higienistas, modernizadores y de bienestar social
son tres constantes que en lo referente a la edificación de la franja

45 Tercer informe de gobierno de Antonio González Curi, 2000, AGEC.


46 Se refiere también al malecón de Ciudad de Carmen así como a otras obras de su go-
bierno como vías de comunicación, servicio de agua potable y edificios de utilidad pública.
Quinto informe de gobierno de Antonio González Curi, 2002, AGEC.
47 Quinto informe de gobierno de Antonio González Curi, 2002, AGEC.

204
Campeche, una ciudad en la península

costera, ya fuera en los planes, proyectos, aspiraciones y realizaciones


en torno al malecón, atraviesan todo el siglo XX. El problema de los
miasmas producidos por las mareas bajas y los desagües con salida
al mar despertarían la preocupación gubernamental con respecto a
la salud de los habitantes. Para erradicar el problema las autoridades
buscarían soluciones a las perjudiciales condiciones imperantes en-
contrando en la desecación y azolvamiento del espacio la solución
para limpiar el ambiente. Paralela y correlativamente, aguijoneados
por la exigencia del discurso nacional que pretendía dotar a México
de un carácter moderno, se generó y cobró fuerza la idea de edificar
la zona del frente marítimo para situar a Campeche en el concierto del
progreso nacional e internacional. Esa sería una pretensión repetida
de difícil concreción. Aunque atendiendo a las exigencias anteriores
se logró contar con un espacio higienizado y moderno, para cumplir
con las expectativas del estado de bienestar que prometían los go-
biernos posrevolucionario resultaba un imperativo dotar al malecón
de un carácter benéfico colectivo. La recreación social, el fomento a
la unión familiar –institución pilar del estado moderno, mexicano y na-
cionalista–, así como el desarrollo turístico –que desde mediados del
siglo se convirtió en un recurso económico privilegiado–, justificarían
la inversión, construcción y preocupación del gobierno.
Por otra parte, en cada sitio poblado las personas viven cotidia-
na y naturalmente los espacios comunes interactuando y socializan-
do en ellos y al hacerlo los cargan de sentidos particulares que con
el paso del tiempo van adquiriendo un carácter simbólico. En este
contexto, como espacio cotidiano, los habitantes de la ciudad se han
apropiado del malecón para la convivencia y la recreación, para el

Fausta Gantús 205


Colección Bicentenario Campeche Solidario

ocio y los deportes, de tal suerte que es en la actualidad el debe decir


actualidad el centro de centro de reunión más importante de la
ciudad. El malecón representa también el espacio de la urbanización
moderna que con orgullo se comparte con el visitante. Pero sobre
todo, el malecón es el espacio en el que los campechanos han esta-
blecido áreas de sociabilidad.48
Sin duda, continuar y profundizar en el acercamiento al complejo
de significados que representa el malecón, nos permitirá comprender
mejor el desarrollo de la entidad, las estrategias de los gobernantes y
las relaciones entre la población y el poder político.

48 El malecón es un espacio abierto y corrido en el que si bien no existen divisiones físicas,


los entornos de sociabilidad de los campechanos han impuesto separaciones sutiles delimi-
tando áreas de convivencia. Quienes habitan asiduamente ese espacio saben que existen
zonas y horarios que definen la identidad, la pertenencia y la clase social de los que allí
conviven. Este fenómeno privó especialmente desde finales de los setentas e inicios de los
ochentas y continúa vigente, con sus particularidades, hasta el día de hoy, pese a que el
carácter de ese mismo espacio se empezó a transformar con la legislación iniciada con Azar
García y más férreamente aplicada por González Curi, que modificaría el sello de ciertas
sociabilidades, aunque esto sería tema de otro estudio.

206
A n e xo
ETAPAS DE CONSTRUCCIÓN DEL MALECÓN

Tramo u obra construida Nombre asignado Fecha de in- Periodo de Gobernador

Fausta Gantús
auguración gobierno
en que se
realizó
Jardín Costero “Paseo del Gral. Rivera” 1914 1913-1914 Manuel Rivera
Del Paseo Gral. Rivera al Baluarte San Carlos 1er Malecón, “Justo Sierra” 1932 1931-1935 Benjamín Ro-
mero Esquivel
Zona de sotavento, hacia el barrio de San Román 2º Malecón, “Justo Sierra” 1941 (7 de 1939-1943 Héctor Pérez
agosto) Martínez
Campeche, una ciudad en la península

Zona barlovento, hacia el barrio de San Francisco 3er Malecón, “Miguel Ale- 1949 (15 de 1944-1949 Eduardo Lava-
mán” septiembre) lle Urbina
Proyecto Campeche Nuevo 4to Malecón, “Adolfo Ruiz 1960 (7 de 1955-1961 Alberto Trueba
Cortines” agosto) Urbina
Continuación del proyecto Campeche Nuevo. Cons- 1961-1967 José Ortiz Ávila
trucción de edificios (Palacio de Gobierno y Cámara
de Diputados) y plazas (de la República, de las Amé-
ricas, Moch Couoh)
Construcción de la Avenida Costera Relleno sanitario 1979-1985 Eugenio Eche-
verría Castellot
Construcción de parques: La Novia del Mar y Plaza 4 Relleno Sanitario 1985-1991 Abelardo Carri-
de Octubre; y monumento: Pedro Sainz de Baranda llo Zavala
Reconstrucción después de los huracanes Opal y 1991-1997 Salomón Azar
Roxanne García
Reconstrucción total del viejo malecón y ampliación Nuevo Malecón. Proyecto 1999 (11 de 1997-2003 Antonio Gonzá-
del mismo desde la altura de la avenida Agustín Mel- Campeche Siglo XXI febrero) lez Curi
gar hasta el Muelle fiscal

207
Colección Bicentenario Campeche Solidario

Siglas

AGEC Archivo General del Estado de Campeche.

Documentos
Castillo Lanz, Ángel.
1926 Informe del gobernador. Campeche, Camp.
González Curi, José Antonio.
1998 Primer Informe de gobierno. Campeche, Camp.
1999 Segundo Informe de gobierno. Campeche, Camp.
2000 Tercer Informe de gobierno. Campeche, Camp.
2001 Cuarto Informe de gobierno. Campeche, Camp.
2002 Quinto Informe de gobierno. Campeche, Camp.
2003 Sexto Informe de gobierno. Campeche, Camp.
Lavalle Urbina, Eduardo.
1943 Programa de gobierno, 1943-1949. Campeche, Camp.
1949 Sexto informe de gobierno. Campeche, Camp.
Ortiz Ávila, José.
1966 Quinto informe de gobierno. Campeche, Camp.
Pérez Martínez, Héctor.
1940 Once meses al servicio de Campeche, Informe de go-
bierno. Campeche, Camp.
Rivera, Manuel
1914 Informe de gobierno. Campeche, Camp.
Romero Esquivel, Benjamín.
1933 Segundo informe de gobierno. Campeche, Camp.
Trueba Urbina, Alberto.
1957 Segundo informe de gobierno. Campeche, Camp.

208
Campeche, una ciudad en la península

Referencias

Abud Flores, José A, Campeche: Revolución y movimiento social


(1911-1923), Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolu-
ción Mexicana (INEHRM), Secretaría de Gobierno, Universidad Autó-
noma de Campeche, México, 1992.

De Pedro, Antonio, “La imagen de las ciudades portuarias en el Cari-


be, siglos XVIII-XIX”, en La Habana, puerto colonial, siglos XVIII-XIX,
Fundación Portuaria, 2000, Madrid, pp. 342-352.

González, Román, “La reconstrucción del malecón, sello de la Nueva


Grandeza de Campeche”, en Criterios, núm. 17, noviembre de 1998

Gorelik, Adrián, Miradas sobre Buenos Aires. Historia cultural y crítica


urbana, Siglo XXI editores, Buenos Aires, 2004.

Leal Sosa, Jacqueline, La Plaza como eje rector de la vida cotidiana


en Campeche, Gobierno del Estado de Campeche, Campeche, 1991.

Pino Castilla, Enrique, “Los malecones de Campeche”, en Crónica,


11, 12, 13, 14, 17, 18, 19, 21, 23, 25, 26 y 27 de febrero; 3 y 4 de mar-
zo, Campeche, 1999.

Ramírez Kuri, Patricia, “Pensar la ciudad de lugares desde el espacio


público en un centro histórico”, en Patricia Ramírez Kuri y Miguel A.
Aguilar Díaz (coords.) Pensar y habitar la ciudad. Ed. Anthropos, UAM.
(Cuadernos A, núm. 19), 2006, España, pp. 105-129.

Silvestri, Graciela, El color del río. Historia cultural del paisaje del Ria-
chuelo, Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 2003.

Fausta Gantús 209


Colección Bicentenario Campeche Solidario

P e r i ó d i co s

Crónica.
Periódico Oficial.

Fuentes e l e ctr ó n i c a s

Blasco Blasco, Carmen, Francisco J. Martínez Pérez y Rosario Navalón


García. “El frente marítimo de la ciudad de Alicante”, (pdf) publica-
ción en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2005. Edición original
en la Biblioteca de la Universidad de Alicante. Edición digital a partir
de Jornadas de Geografía Urbana (2ª. 1995, Alicante), II Jornadas de
Geografía urbana: Recuperación de centros históricos, utopía, nego-
cio o necesidad social; La Geografía de la Percepción como instru-
mento de planeamiento urbano y ordenación; Las fachadas urbanas,
marítimas y fluviales, pp.365-178, DE: www.cervantesvirtual.com, con-
sultado el 7 de agosto de 2007.

Ortells Cabrera, Vicent y Antonio Querol Gómez. “El Grau de Caste-


lló: una fachada marítima urbana desconexa”, (pdf) publicación en Bi-
blioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2005, DE: www.cervantesvirtual.
com, consultado el 7 de agosto de 2007.

210
Rojo Amanecer
Ó rg a n o d e D i f u s i ó n
d e l P a rt i d o S oc i a l i s ta
Agrario de Campeche
Ángel Omar May González
ÁNGEL OMAR MAY GONZÁLEZ

Licenciado en Historia, por la Facultad de Humaniades de la


Universidad Autónoma de Campeche (1996-2001); con la tesis
El conflicto religioso en Campeche de 1925-1929. Maestro en
Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto de Investi-
gaciones Dr. José María Luis Mora, obtuvo el grado con el tra-
bajo Rojo Amanecer. Órgano de difusión del Partido Socialista
Agrario de Campeche. Doctor en Historia Moderna y Contem-
poránea por la misma institución con la tesis Los primeros años
de la posrevolución en Campeche (1921-1929). Entre sus pu-
blicaciones se incluye Conflicto religioso en Campeche, 1925-
1929, Campeche, México, Gobierno del Estado de Campeche/
PACMYC/Instituto de Cultura de Campeche; y La colonización
de Texas y Lorenzo de Zavala, en Cuadernos de Posgrado, Ins-
tituto Mora, diciembre de 2008. Es integrante de la Sociedad
Campechana de Historiadores, A.C., así como miembro activo
de la Asociación Mexicana de Estudios del Caribe, A. C.
Campeche, una ciudad en la península

Rojo Amanecer
Órgano de Difusión del Partido Socialista Agrario de Campeche 1
Ángel Omar May González

La segunda década del siglo XX, se caracterizó por el proceso de cen-


tralización política que Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles habían
iniciado, buscando la pacificación del país y consolidar su poder. Esta
tarea respondía a que, a causa de la guerra de 1910 y del fracciona-
miento del Estado porfirista, surgió en las distintas regiones de México
un importante número de caciques, caudillos militares e instituciones
que establecieron administraciones demasiado independientes res-
pecto al Ejecutivo Federal. En algunos de ellos, la radicalización de
las ideas políticas y sociales llevó a la formación de ligas agrarias y
obreras que pusieron en jaque el proyecto de nación que el grupo
sonorense tenía en mente. Campeche, Michoacán, Tamaulipas, Vera-
cruz, Tabasco y Yucatán son ejemplos de entidades cuyos gobiernos
encontraron —en la solución de las demandas de las masas populares
a través de cierto mutualismo, el cooperativismo, el reparto de tierras y
el sindicalismo obrero— una base de apoyo a sus mandatos, así como
una manera de resistir los embates del altiplano central. Estas adminis-
traciones, con sus matices, se denominaron a sí mismos ‘socialistas’2.
La intención de las presentes líneas es analizar lo que se pensaba

1 El presente artículo es un extracto de la tesis de Maestría en Historia Moderna y Contem-


poránea, cursada en el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora de 2005 a 2007,
titulado “Rojo Amanecer. Órgano de Difusión del Partido Socialista Agrario de Campeche”.
2 Véase, Falcón, Semilla, 1987; Martínez, Laboratorio, 1979; y Paoli, Socialismo, 1980.

Ángel Omar May González 213


Colección Bicentenario Campeche Solidario

como socialismo en el estado de Campeche, a partir del periódico


Rojo Amanecer, Órgano de Difusión del Partido Socialista Agrario de
Campeche. El corte temporal elegido es de 1921 a 1923, por la razón
de que este rotativo se fundó en 1921, momento en que el gobierno
estatal estaba estrechamente vinculado a Felipe Carrillo Puerto, líder
del socialismo y hombre fuerte en el sureste, quien murió en enero de
1924, a manos de los rebeldes delahuertistas. Por otro lado, el inicio
de esta revuelta en el país será tomado como fin de este estudio.
El Partido Socialista Agrario de Campeche (PSAC)3 fue fundado
en octubre de 1920, en la ciudad de Campeche, donde Ramón Félix
Flores tomó el liderazgo del partido con el apoyo de otros políticos
campechanos como Clodoaldo Barrera, Ángel Castillo Lanz, Guiller-
mo Ferrer Vega, Eduardo Mena Córdova, Manuel A. Segovia, Enrique
Araos y Rojas Morano. Esta agrupación política tenía como postulado
principal atender y solucionar los problemas sociales de los habitantes
del estado, por ejemplo, la apremiante necesidad de tierras para los
campesinos y un mejor trato de las compañías para sus trabajadores.
Influidos por la premisa anterior, estos políticos designaron a su par-
tido socialista y adoptaron como lema la máxima zapatista: ‘Tierra y

3 El Partido Socialista Agrario de Campeche siempre mantuvo una vinculación muy es-
trecha con el Partido Socialista de Yucatán (PYS). Sin embargo, en 1921 se convocó a un
II Congreso Socialista Obrero en la ciudad de Izamal (el primero se realizó en Motul), al
que asistieron representantes de todas las organizaciones socialistas en la península. En el
caso de Campeche, asistieron algunos representantes que acordaron fusionar al Socialista
Agrario de Campeche al de Yucatán. Así, el PSY quedaba como la Liga sede de la península,
mientras que los demás asumían el nombre de Liga Central de Resistencia del Partido So-
cialista del Sureste. Paoli, Socialismo, 1980, pp. 139-140 y 188-217. Sin embargo, las fuentes
consultadas utilizan indistintamente ambos nombres para referirse al partido socialista en
Campeche, por lo que, para los fines de la presente investigación y para no prestarse a con-
fusiones, se usará el nombre de Partido Socialista Agrario de Campeche.

214
Campeche, una ciudad en la península

Libertad’.4
Como se puede inferir del lema del partido, el gobierno ‘socia-
lista’ prestó especial atención a la tenencia de la tierra y al latifundio.
No obstante, cuando el afianzamiento del PSAC fue una realidad, su
influencia se palpó tanto en el campo como en la ciudad. Los con-
flictos laborales entre obreros y patrones también adquirieron impor-
tancia fundamental, sin dejar de lado la educación y la mayor parti-
cipación de las masas populares en el desarrollo político del estado,
como se analizará más adelante. Así mismo, fue importante el impulso
al sector femenino, a quien se le pretendía sacar de su ostracismo e
incorporarla —a través de ligas y la educación— en la construcción del
destino de los campechanos.
Hay que subrayar que este trabajo de investigación, además
de ser resultado de una consulta en el Archivo General de la Nación
(AGN), en el Archivo General del Estado de Campeche (AGEC) y de
la bibliografía existente acerca del periodo, se ha elaborado, prin-
cipalmente, a partir de la lectura del periódico Rojo Amanecer, que
fungía como órgano oficial de difusión del Partido Socialista Agrario
de Campeche (PSAC). A través del análisis de algunos de sus artículos,
reportajes y notas incluidas en sus páginas, se puede comprender lo
que los políticos campechanos entendían como socialismo, el orden
de sus prioridades de las temáticas sociales y su relación con el resto
del país.

4 Para mayor información en el tema, consúltese: Abud, Campeche, 1992, y Rodríguez, Cam-
peche, 2010.

Ángel Omar May González 215


Colección Bicentenario Campeche Solidario

El uso de la prensa como fuente para la historia

El periódico como herramienta para la investigación histórica ha te-


nido un auge importante en los últimos años. Sin embargo, se debe
señalar que se ha dejado atrás la acción secundaria de consultar la
prensa para realizar una simple descripción de los momentos históri-
cos o para apoyar afirmaciones y conclusiones construidas a partir de
los documentos de archivo y bibliografía general. En su lugar, ahora es
primordial avocarse a la interpretación de los hechos que el periódico,
a través de sus notas, artículos, reportajes, etc., buscaba transmitir a
sus lectores. Pocos han hecho un estudio profundo de las líneas perio-
dísticas, lo que hubiese ayudado a tener un mejor entendimiento de
la época específica de la historia que se investiga.5
Sin embargo, esta tarea no es fácil. El estudioso, para obtener
los mejores resultados en su pesquisa, debe tener precaución al abor-
dar la prensa. Debe ser crítico en su posición, tomar en cuenta el
contexto político, social y económico del periódico, pero también hay
que tener un conocimiento lo más certero posible de la influencia de
opinión que este tenía en la población, a qué sector de él iba dirigido,
así como la ideología a través de la personalidad del periodista, y la
veracidad y procedencia de la información.6

5 Smith, “Periódicos”, 2000, p. 347.


6 Jacqueline Covo hace una clasificación de estos tres factores. En la percepción del pe-
riódico incluye la audiencia entre los grupos sociales, las técnicas y estrategias de difusión
como las tertulias y las reuniones. En el caso de la personalidad del periodista, se encuentra
la formación profesional de este, sus condiciones de trabajo y su independencia. Por último,
dentro de la procedencia de la información, la atención debe ir sobre las fuentes y el origen
de las noticias. Covo, “Prensa”, 1993, p. 699.
Por su parte, José Luis Gómez Mompart resume el campo comprendido en cualquier
estudio de algún medio periodístico: a) las posibilidades y límites del sistema informativo-
comunicativo de la sociedad estudiada; b) la propiedad, financiación, estructura de las em-

216
Campeche, una ciudad en la península

Desde sus inicios, los medios impresos se volvieron indispensables


para conformar la opinión pública, por lo que jamás carecerán de
subjetividad. Desde el momento de su fundación, al periódico se le
asignó una posición crítica determinada. Además, los reporteros, re-
dactores y directores de la información que se recababa, tenían un
perfil que correspondía a intereses determinados y a una ideología
de grupo.7 Por ello, la prensa era el conducto idóneo mediante el
cual los grupos políticos y sociales lograban expresar sus proyectos
y preocupaciones. De ahí la relación estrecha entre Estado y prensa,
ya que si eran afines, se aprovechaba su penetración en la sociedad;
y en el caso contrario, se le perseguía, reprimía o se buscaba sacarla
de circulación.8
Por otra parte, a pesar de que se ha sostenido que el periódico
ha tenido más importancia en los sectores urbanos,9 esto no es com-
pletamente cierto. Se ha pensado que la gente analfabeta se hallaba
marginada y poco o nada enterada del acontecer político, económico
y social de sus localidades, con la consecuencia lógica de no poder
formarse una opinión clara de los acontecimientos políticos y econó-
micos de su sociedad. Sin embargo, debemos subrayar la importancia
de los espacios de socialización, de eminente carácter popular; en
donde las personas del pueblo se enteraban y comentaban la noticia

presas y las relaciones que éstas mantienen con el entorno social; c) el origen y la formación
de los profesionales, así como sus inclinaciones políticas; d) las condiciones de trabajo en las
que los profesionales desarrollan su actividad y las particularidades de las tareas informa-
tivas de los mismos; e) la cultura profesional, las modas y las influencias de la época y f) la
coyuntura del denominado campo periodístico. Mompart, “Planteamientos”, 2000, p. 411.
7 Pérez-Rayón, México, 2001, p. 14.
8 Ibid, p. 25.
9 Álvaro Matute señala que la prensa es un fenómeno neto de las ciudades y que las so-
ciedades rurales y los pueblos pequeños no la necesitaban. Matute, “Prensa”, 1994, p. 64.

Ángel Omar May González 217


Colección Bicentenario Campeche Solidario

o los chismes del momento, leían los periódicos en grupo y emitían


opiniones y juicios de valor. Estos lugares fueron las plazas públicas,
portales, abarroterías y pulquerías, entre otros.10 En ese sentido, la
actividad literaria de las Ligas de Resistencia formadas en la entidad
por el Socialista Agrario, bien pudieron cumplir ese rol; ya que una de
los objetivos de estas agrupaciones era realizar reuniones semanales
entre sus agremiados con el fin de alfabetizar, leer la prensa y enterar
a los agremiados del acontecer diario, así como impartir cursos acerca
de leyes o técnicas agrícolas, por citar algunos ejemplos.
De este modo, la prensa pudo ser el medio de expresión de un
grupo político o clase social, pero también fungió como una herra-
mienta de los gobiernos, en sus distintos niveles, para controlar a la
sociedad y difundir en ella su ideología y proyecto gubernamental. En
este último aspecto es en donde se concentrará la presente investi-
gación.
Hay que subrayar que este acercamiento analiza el concepto de
socialismo que el grupo gobernante tenía y no la concepción general
que poseía el pueblo. Es cierto, que son muy diferentes los intereses
que el grupo socialista tuvo respecto al grueso de la sociedad, más
preocupado por el empleo, las actividades agrícolas y el sueldo a per-
cibir. A través de las líneas de Rojo Amanecer se conocerá la opinión
de los dirigentes del partido; pero comprender su impacto entre las
masas populares resulta muy complicado, porque no existe un regis-
tro de su número de lectores, por ejemplo. A lo más que se ha podido
llegar es a cálculos aproximados a partir del número de tirajes, pero
esto no dice mucho sobre el tema.

10 Pérez-Rayón, México, 2001. p. 27.

218
Campeche, una ciudad en la península

El Rojo Amanecer

Rojo Amanecer fue una publicación que contó con el respaldo del
gobierno socialista posrevolucionario en Campeche y que, a través
sus líneas, buscaba difundir el proyecto económico, social y político
de quienes conformaban dicha administración. El primer número de
Rojo Amanecer apareció en agosto de 1921 y su vida editorial conclu-
ye en 1934. Al parecer, la candidatura de Ramón Félix Flores a la gu-
bernatura fue la ocasión ideal para la fundación de un periódico que
promoviera su plataforma política y la del Partido Socialista Agrario
de Campeche.
Las oficinas del periódico se encontraban en la esquina de las
calles Pablo García y Colón, en el actual centro histórico de la ciudad
de Campeche. Se publicaba en cuatro páginas, salvo algunas excep-
ciones como aniversarios políticos nacionales y estatales, actos espe-
ciales, etc. El formato era de cuatro columnas, donde se insertaban
ilustraciones, xilograbados y clasificados cuya función era anunciar
eventos políticos, culturales y noticias relativas al socialismo campe-
chano. Mención aparte merece el hecho de que cuando eran tiempos
de elección, se colocaban retratos de los candidatos del PSAC en
primera plana, así como sus propuestas políticas.
Un análisis exhaustivo de Rojo Amanecer permite reconocer la
atención que se prestaba a los problemas políticos, económicos y so-
ciales que aquejaban a las clases trabajadoras de la entidad y del país,
en general. También, era importante efectuar una cobertura amplia y
efectiva de las elecciones estatales y municipales, pero una vez pasa-
dos estos periodos, los escritores del periódico se abocaban a difun-
dir críticas al sistema económico imperante en el mundo.

Ángel Omar May González 219


Colección Bicentenario Campeche Solidario

En cuanto a los colaboradores de Rojo Amanecer, después de una


primera revisión, resulta difícil poder identificarlos con total claridad.
Fernando Angli Lara es de los pocos que se puede distinguir perfec-
tamente. Él fue integrante destacado del socialismo campechano, y
se convirtió en uno de los contendientes más importantes a relevar
a Félix Flores en el gobierno del estado. Fue un escritor prolífico y
de los más convencidos en los beneficios del sistema socialista para
los campechanos, opinión que plasmó en sus escritos. Por el lado de
las mujeres, se puede mencionar la pluma de Débora Pavón, mujer
que fuera Presidente de la Liga Feminista de Champotón, y una de
las líderes más visibles del movimiento feminista campechano. De los
demás escritores no se sabe mucho, pues la mayoría de las veces, las
notas eran firmados con seudónimos como ‘Espartaco’ o ‘Doeduard
Ñape’ (¿Eduardo Peña?), por lo que rastrear el nombre real de los
autores se traduce en una tarea difícil. También era común que Rojo
Amanecer reprodujera notas de otros periódicos del país, como la
Revista de Yucatán, Regeneración, Universal, etc. Ahora, una vez acla-
rado los puntos anteriores, se pasará al análisis del contenido de la
fuente principal de la presente investigación.

La discusión del socialismo en las líneas de Rojo Amanecer

En principio, es delicado asentar un concepto definitivo de lo que


se entendía como socialismo en el mundo. Cada postura dependerá
del contexto histórico y de las singularidades que tenga la sociedad
desde donde se lance. Sin embargo, se pueden señalar algunos tópi-
cos. El socialismo era pensado como consecuencia de los conflictos

220
Campeche, una ciudad en la península

propios de una sociedad industrial, en donde eran los obreros los


componentes más importantes dentro del proceso económico. Estos
últimos, buscando mejores condiciones de vida, se organizaban en
contra de sus explotadores (burgueses, patrones), adquiriendo con-
ciencia de clase, para después dar cabida al establecimiento de una
sociedad igualitaria y equitativa en la partición de los bienes materia-
les. De modo que, con la destrucción del capitalismo, se daría paso a
una sociedad sin clases: socialismo.
Las propuestas del socialismo hicieron su aparición en la pren-
sa y en el debate político de México desde mediados del siglo XIX.
Los grupos de artesanos del centro del país fueron los primeros que
adoptaron esta ideología y que empezaron a organizarse para alcan-
zar mejores condiciones de vida. Posteriormente, se convirtió en la
bandera de obreros y campesinos de ciertos puntos del país. De ahí,
una de las razones por las que en los partidos socialistas mexicanos y
en sus plataformas, además del tema proletario, de igual forma tienen
cabida las inquietudes agrarias.11
En la Península de Yucatán, el socialismo fue conceptualizado de
manera confusa. Inicialmente tuvo mucha influencia del anarquismo y
de las propuestas de Saint-Simón;12 y ya en 1919, durante el Congre-
so de Motul y bajo las siglas del Partido Socialista de Yucatán (PSY),
adquirió algunos tintes marxistas. El socialismo fue una herramienta
esgrimida por los dirigentes del Partido Socialista Yucateco (después
del Sureste) para organizar a las masas populares, desarrollarlas a la
par del Estado, mientras que se intentaba dar solución a sus proble-

11 Cantú, Socialismo, 1980, p. 11.


12 El socialismo de Saint-Simón es moralizante y proponía una alianza entre el propietario
y el trabajador. Propone el trabajo exhaustivo, de los que ambos obtendrían beneficios.

Ángel Omar May González 221


Colección Bicentenario Campeche Solidario

mas. Felipe Carrillo Puerto, lo definió como parte de la emancipación


y la lucha social que buscaba la mejora y nivelación de la vida de las
clases sociales. 13
En Campeche, el Partido Socialista Agrario recibió influencias
importantes desde Yucatán. También fue un pensamiento que se pro-
movía humanista, incluyente e igualitario, que pretendía desarrollar a
la sociedad campechana y al Estado. Pero, a más de profundizar en lo
escrito líneas arriba, a continuación se procede a analizar lo que Rojo
Amanecer mostraba como socialismo. ¿Cómo se autodefinía? ¿Cuá-
les eran sus características? ¿Cómo era recibido por simpatizantes y
detractores?
En un escrito publicado por Juan Berenguer, titulado “Nuestra
réplica al inteligente abogado y cultísimo corresponsal de la R. de Y.
en Campeche”,14 se le definió como una doctrina de fraternidad y de
trabajo; como un pensamiento sano, limpio y factible de ser predica-
do libremente en la sociedad, sin distinción de género, edad o status
social, sin motivo de vergüenza.15 Aún más, Berenguer consideraba
al socialismo como un cúmulo de ideas y planteamientos perfectos,
el cual podía existir “… pura en el pecho de la mujer, como en el del
niño o en el del hombre, y nunca podrá ser motivo de vergüenza, ni
hay ser humano incapaz de poseerla”.16
Con el objetivo de tener un amplio panorama de lo que se con-
13 Es interesante la explicación de Franco Savarino Roggero, quien señala que el concepto
de socialismo no era definitivo ni en los políticos. Era una especie de búsqueda por mejorar
el nivel de vida del proletariado y del campesino. Aún más, se pregunta cuál habrá sido la
opinión de estos últimos. Savarino, Pueblos, 1997, pp. 371-378.
14 Juan Berenguer, “Nuestra réplica al inteligente abogado y cultísimo corresponsal de
la R. de Y. en Campeche”, Rojo Amanecer, 8 de octubre de 1921, año I, núm. 7, pp. 2 y 4.
15 Ibid
16 Ibid

222
Campeche, una ciudad en la península

sideraba como socialismo, vale la pena reproducir parte del texto de


José M. Buaiz, publicado en la ciudad de Campeche, titulado “El so-
cialismo no es sino…” .17 En estas líneas se nota la defensa del so-
cialismo y la visión romántica que del mismo se tenía entre algunas
personas, además de defenderlo de las calumnias que lo señalaban
como causante del caos, de la barbarie y de la injusticia en contra de
los propietarios:

No es quitar el dinero al rico y dárselo al pobre, sino es


poner un hasta aquí, un VERDUN al acumulamiento del
oro en las cajas de hierro privando así a miles de seres de
los más indispensables elementos de vida, y eso por me-
dio de leyes lógicas y equitativas para todos los hombres.
No es destruir edificios, fábricas y minas, sino destruir
ideas viejas y empolvadas, moldes inservibles y derechos
divinos de los hombres, reemplazándolas con una nueva
educación más sana de principios humanos.
No es enemigo de Dios sino de la mayoría de los corrom-
pidos y perniciosos sacerdotes que comercian con Dios y
monopolizan el cielo por medio del engaño y la mentira.
No es quitar la tierra a su legítimo dueño, sino cultivar las
parcelas de la misma que por su estado de abandono no
producen, porque la tierra es como el aire y el sol, de pro-
piedad universal.
No es asesinar, matar, quemar, violar, etc., sino luchar, evo-
lucionar y vencer obedeciendo leyes naturales, que no es-

17 José M. Buaiz, “El socialismo no es sino…” Rojo Amanecer, 29 de octubre de 1921, año
I, núm. 10, p. 4.

Ángel Omar May González 223


Colección Bicentenario Campeche Solidario

tán escritas con tinta negra, sino con los sentimientos de


la necesidad.
No es embrutecer al inteligente, imponerse al progreso y
volver a los tiempos primitivos, sino facilitar, apoyar y obli-
gar a la mayoría a sentir las necesidades de la civilización
moderna, y no estar conformes con una vara de manta y
un poco de frijoles.
Es un jardín lleno de odorantes flores que sólo muestra
en su umbral una promesa de redención ‘ASOCIARSE’;
el hombre culto encuentra en él filosofía, matemática, el
sano idealidad, el campesino campo para cultivar y el ban-
dido su regeneración moral.
Es pureza, franqueza y no hipocresía y falsedad.
Es el verdadero cristianismo.

Una de las acusaciones que se le hacía al socialismo —y no sólo en


la entidad campechana, sino en todo el mundo— era el permitir la
participación en la política de las masas populares de una manera más
protagónica, dejando atrás la visión elitista que se tenía de ella. Con la
llegada de la Revolución de 1910, los sectores populares encontraron
espacios que permitieron su consolidación como componentes indis-
cutibles del espectro político mexicano. Ya Salvador Alvarado había
organizado al Partido Obrero de Yucatán en 1916, por medio del cual
los trabajadores yucatecos pudieron plantear e intentar solucionar sus
problemas a cambio del apoyo político del militar constitucionalista.
La evolución del socialismo en el sureste había dado lugar a la funda-
ción del Socialista de Yucatán, al Agrario de Campeche, al Socialista
de Tabasco y al de Chiapas, proceso que agrupó tanto a trabajadores

224
Campeche, una ciudad en la península

urbanos como rurales, lo que daba un perfil más heterogéneo y am-


plio de estas organizaciones políticas.
A pesar de este éxito, los partidos socialistas —en este caso el
campechano— debieron sortear ataques que ponían en duda la efec-
tividad o la conveniencia de dar a las masas tanto poder de decisión.
“[¿] La gente baja gobierna?”,18 es el título de un artículo que buscó
dar respuesta a lo mencionado anteriormente. El texto empieza por
cuestionar al lector a quién se le consideraba como la gente baja:
los que no tienen dinero o los que no poseen el mínimo talento. A
quienes se decidían por los primeros, respondía que no es el dinero
quien gobierna sino el talento. Por tanto, recalcaba el autor, “…entre
la gente del pueblo existe en más alto grado esta virtud que entre
las gentes que usan hasta corbata y navegan en un mar de vicios”.19
Como parte de la condición humana, continúa el texto, la ignorancia
y el mal existen tanto en ricos como en pobres. Pero la inteligencia es
un don precioso a destacar entre sus poseedores.20 Si la bondad, el
talento y la inteligencia florecen en todas las clases sociales, por qué
no dejar gobernar a los pobres, que son mayoría. Sin embargo, los
que están acostumbrados a detentar el poder como patrimonio y en
exclusividad se han opuesto a cada momento a ello. 21
En apoyo a este argumento, se consideraba que la gente tra-
bajadora tenía derecho a modificar su estatus, a autogobernarse e
ir hacia delante en su propio beneficio. Esto es lo que buscaba el

18 Un amigo ajeno, “La gente baja gobierna?”, Rojo Amanecer, 3 de diciembre de 1921, año
I, núm. 15, pp. 1 y 4.
19 Ibid
20 Ibid
21 Ibid

Ángel Omar May González 225


Colección Bicentenario Campeche Solidario

socialismo como sistema, según lo que se plasmaba en las páginas


del rotativo. Claro, dicha concepción no dejaba de caer en ciertos
idealismos como el hecho de referirse a las masas populares como
un sector intachable, estoico y sin sentimientos de venganza.22 Esta
afirmación es muy discutible. En el ámbito mundial en las revoluciones
socialistas, el pueblo atacaba a las élites y sus propiedades; y en el
caso de Campeche, la invasión de tierras por los seguidores socialis-
tas aún antes de cualquier reparto agrario era una manera de subsanar
la explotación sufrida años atrás.
También, era claro que se tenía en cuenta que los antiguos de-
tentadores del poder político se opondrían al establecimiento de esta
corriente y lucharían contra ello. No obstante, los impulsores de la
corriente socialista creían que su triunfo sería ineludible. En “Los ven-
cidos”, de Doeduard Ñape, se consideraba que se avanzaba irreme-
diablemente hacia una revolución social.23 De modo que, a pesar
de todos los temores falsos que se difundían en todos los ámbitos,
estaba cercano una honda transformación en la sociedad.24 Son inte-
resantes los argumentos que esgrime el autor de este artículo a favor
de esta postura:

[…] la revolución [socialismo] no implica necesariamente la vio-


lencia: aquella se refiere a la finalidad, esta al procedimiento.
Las ideas son las que hacen la revolución; y las ideas repugnan
las de la violencia que en ocasiones, las tuerce, las desnaturaliza
o las malogra. En las revoluciones, el cambio es lo sustancial, la

22 Ibid
23 Doeduard Ñape, “Los vencidos”, Rojo Amanecer, 10 de diciembre de 1921, año I, núm.
16, pp. 1 y 4.
24 Ibid

226
Campeche, una ciudad en la península

violencia es lo adjetivo. Esta, lejos de ser obra de los innovado-


res, es hechura de sus adversarios; es la ineptitud o la ruindad
de las clases dominantes que son naturalmente las clases con-
servadoras, lo que cegando causes y atajando corrientes hacen
se despierte con estrago lo que debiera manar y correr fertili-
zando.25

Se consideraba que los simpatizantes del socialismo tenían en sus ma-


nos una importante tarea: la de guiar a la sociedad en el progreso y
desarrollo. En Rojo Amanecer, apareció un texto bajo el seudónimo
de Espartaco, titulado “Nuestra Tarea. Nos la imponemos voluntaria-
mente”. En sus líneas, de manera concisa, se detallaba la misión de
los practicantes del socialismo y su actividad política la definían como
un trabajo de objetivos claros. Como primer paso, se debía organi-
zar a los trabajadores en un partido y despertar en ellos la chispa de
la actividad política, dejando atrás la obligación de acatar las dispo-
siciones legales y sociales que las élites anteriormente imponían. El
grueso de la gente tenía derecho a autogobernarse; en respaldo a
este argumento, se subrayaba que “…lucharemos por despertar a los
que ya han dormido mucho, por levantar a los caídos y porque no se
caigan los que se hallan de pie, por purificar los cuerpos y dignificar
los espíritus…”26
¿Cuál era el objetivo que se perseguía con lo referido anteriormente?
Sobre todo la unión y libertad de los hombres. De esta manera, se
afirmaba:

Queremos que la esclavitud de los demás no nos esclavize, por

25 Ibid
26 Espartaco, “Nuestra tarea. Nos la imponemos voluntariamente”, Rojo Amancecer, 10 de
diciembre de 1921, año I, núm. 16, pp. 1, 3 y 4.

Ángel Omar May González 227


Colección Bicentenario Campeche Solidario

eso somos libertarios; queremos que la miseria de los demás no


nos amiserie, por eso somos socialistas comunistas; queremos
que la ignorancia de los demás no nos embrutezca, por eso pro-
pagamos la enseñanza racionalista. Y para dejar de ser esclavos,
amiseriados e ignorantes, bregaremos perennemente porque
en ello está nuestra independencia y nuestra salud. Abogaremos
por el sumun de libertad posible, considerando como comienzo
y término de ella, la que se colige de la siguiente premisa: “La
Libertad de uno o de otro termina donde comienza la libertad
de otro o de uno”. Que nadie se crea con derecho para oprimir
y esclavizar a sus semejantes (sic).27

Se pensaba que el seguimiento de este plan social daría lugar a un


mejor porvenir para la sociedad en su totalidad. Por ello, el arribo
del socialismo no debía tomarse con temor o reservas. Al contrario,
debía asumirse su llegada con las mejores esperanzas. No deja lugar
a dudas de las bonanzas que se esperaba de esta corriente al leer las
siguientes líneas:

Y todo lo que un próximo y favorable cambio signifique en nues-


tro ser económico; todas las bienhechoras resultantes que de
esta transición vengan a fortalecernos, se deberán, sin duda,
a la Nueva Conciencia Social, conciencia que anima a los Pro-
hombres del Socialismo y los mueve a trabajar sin bastardas pa-
siones por el bienestar de la Humanidad. Contemplad, señores,
cómo un grupo de hombres a quienes con frecuencia llaman
analfabetas, sus gratuitos enemigos, sin ceder a innobles renco-
res, obedeciendo solamente a los dictados de nuestra Doctrina
y a las inspiraciones de su corazón, laboran por el bienestar de

27 Ibid

228
Campeche, una ciudad en la península

los intelectuales. Y es que para los discípulos de Marx, todos los


hombres tienen derecho de vivir y gozar. 28

Es de llamar la atención la referencia al marxismo, ya que en muchos


casos la postura del socialismo en Campeche era opuesto a él. Por
ejemplo, la relación entre el socialismo y la religión. Es interesante
la apropiación del discurso cristiano para la defensa y difusión del
socialismo, así como la aseveración de caracterizarlo como doctrina
santa y redentora de las clases populares. Lo anterior se redimensiona
al considerar que se ha identificado a esta corriente por sus desave-
nencias con la religión y el clero. En el caso campechano, los socia-
listas utilizaron las alegorías cristianas para explicar a la sociedad las
intenciones positivas de su propuesta. Por ejemplo, en el texto “El
bronce de la libertad” se mezcló el discurso religioso de salvación y se
identificó al socialismo con la campana que llamaba a la libertad des-
de las más altas torres.29 Se puede comprender que no se declaraba
enemigo de Dios, sino de la jerarquía eclesiástica que controlaba su
adoración. Esta es una particularidad que se mantendría a lo largo de
los años; tanto así que, durante el conflicto religioso de 1926 a 1929,
se estableció una actitud más abierta con el clero y hacia las prácticas
católicas, en comparación al resto del país.30
Tal era el afán de los escritores de Rojo Amanecer por lograr ganar-
se la simpatía de los integrantes de la sociedad, que equipararon al
socialismo con el cristianismo. De hecho, argumentaron que ambas
corrientes no se oponían, sino se complementaban. Incluso, afirmaba

28 Ibid
29 Rojo Amanecer, agosto 12 de 1922, año II, núm. 28, p. 2.
30 Véase, May, Conflicto, 2001.

Ángel Omar May González 229


Colección Bicentenario Campeche Solidario

que Jesucristo había sido el primer socialista en el mundo y, por ello,


no se debía hacer caso a los que cuestionaban a la doctrina social y
lo acusaban de ser anticristiano. De esta manera, se subrayaba que:

EL SOCIALISMO es la única verdad humana predicada y practi-


cada por el Mártir del Gólgota y el día en q. los hombres se den
perfecta cuenta de lo que valen esas máximas sublimes habrá
JUSTICIA...31

Retomando el punto de los beneficios y particularidades del socialis-


mo, el escrito titulado “La supresión de las clases” proponía la crea-
ción de la democracia igualitaria como sistema de organización polí-
tica, donde la coacción legal no tendría nada de odioso, cuando esta
era ejercida claramente y sin excepciones. A partir de los resultados
de esta nueva sociedad, los cuestionamientos que se dirigen contra
“la santa ley de la igualdad” (socialismo), se esfuman ante su gran-
deza y su serenidad.32 El igualitarismo sería una época donde todos
trabajarían en igualdad de condiciones, donde los ‘negociadores so-
ciales’ (políticos) tendrían que rendir cuentas a la sociedad y, termina-
da su gestión, regresar a ella como uno más. Para alcanzar esta etapa
de desarrollo:

“Todos los medios de producción deben ser socializados, la


gran propiedad rústica, las fábricas y las máquinas deben rever-
tir a la comunidad (no al Estado que representa actualmente un
elemento parasitario) y ser dirigidos por los trabajadores disci-

31 José Loría Ceballos, “Ante las verdades eternas”, Rojo Amanecer, 7 de agosto de 1923,
año III, núm. 94, p. 9.
32 Henry Barbusse, “La supresión de las clases”, Rojo Amanecer, 11 de marzo de 1922, año
II, núm. 28, p. 3.

230
Campeche, una ciudad en la península

plinados con arreglo únicamente a su capacidad técnica”.33

Se planteaba la posibilidad de que el igualitarismo diera lugar al co-


munismo absoluto, es decir, a la supresión casi total de la propiedad
privada. La respuesta era rotunda: no, no era posible. En esta opinión
sólo se trataba de adaptar más que eliminar a los principios liberales,
ajustándolos a la nueva realidad de la sociedad: es decir, el interés
general, sobre la base de la igualdad y, por otro lado, un máximo de
autonomía para el individuo.34
En cuanto al socialismo como organización política, su funda-
mento debía ser la democracia, la cual era caracterizada como ‘igual-
dad en acción’. La igualdad debía ser el aspecto más importante del
hombre en todos los lugares y en todos los tiempos, pero la evolución
de la humanidad había caminado en otro sentido.35 Se proponía que
los derechos individuales debían ser los mismos para todos y todos
podrían reclamarlos. Era esa la igualdad civil, la más importante, sin
duda, la base fundamental en que se apoyarían las sociedades mo-
dernas.36 Frente a la desaparición de los estamentos y de las distincio-
nes de clase en el mundo, había que luchar por su institucionalización.
Pero, así como en la naturaleza todos disfrutamos por igual de estos
beneficios, también existía la posibilidad del perfeccionamiento mo-
ral, lo cual crearía la única desigualdad posible en el género humano:
la educación. En este sentido, el estudio y el desarrollo de la inteli-
gencia eran aspectos impulsados por el gobierno socialista de Cam-

33 Ibid
34 Ibid
35 Eduardo Lectru, “La democracia”, Rojo Amanecer, 7 de enero de 1922, año I, núm. 19,
p.3 y 14 de enero de 1922, año I, núm. 20, pp. 2 y 4.
36 Ibid

Ángel Omar May González 231


Colección Bicentenario Campeche Solidario

peche. Sin embargo, no debía creerse que la instrucción escolar debía


ser motivo de superioridad entre los hombres, ya que todos los huma-
nos tenían la misma posibilidad de mejorar, si tuvieran la oportunidad,
con idénticas probabilidades de triunfo y con los mismos derechos.37
Esta etapa de igualdad civil daría lugar al siguiente estadio, la
política. En este nivel sería de suma importancia la proclamación de
los derechos del ciudadano, así como la posibilidad de contribuir él
mismo en la elección de sus dirigentes, con la viabilidad de ser electo.
Esta fase tendría como resultado el resguardo de los derechos políti-
cos, los cuales alcanzarían a toda la vida del hombre y sus diversas or-
ganizaciones. Estos derechos pueden ser limitados en algunas socie-
dades y gobiernos; pero “…en la democracia, donde la igualdad es
la esencia de su régimen, así como político y por consiguiente siendo
este gobierno de todos, que en todos puede delegarse o represen-
tarse, todos también deben tener el mayor interés en vigilar su patri-
monio civil y político, que es el patrimonio común”.38 De manera tal
que todos podrían contribuir al funcionamiento del gobierno de los
estados, de manera diaria y sin distinciones de clase.
Por este motivo, se consideraba imperiosa la tarea de hacer pe-
netrar la idea de democracia (socialismo) en todas las mentes y en los
corazones de las personas, para fortalecerlo y hacerlo triunfar. Por eso,
era importante la educación en los niños y en los jóvenes:

Necesitamos arraigar esa idea en forma inalterable, que sea una


convicción indestructible, que nos domine, que nos obsesione,
que nos diga al oído a cada paso en todos los momentos, en

37 Ibid
38 Ibid

232
Campeche, una ciudad en la península

todas las situaciones: “eres igual ante el derecho a todos tus


compatriotas, no tienes por que pretender mas que ellos, no
vales más ni menos que ellos, “así es que no tienes por que
ensoberbecerte ni humillarte ante ninguno (sic).39

C o n c lu s i o n e s
Como se observa, el socialismo que se proponía en Campeche a ini-
cios de los años veinte era muy diferente a la idea común del socialis-
mo marxista o ruso, por ejemplo. La cooperación y la igualdad eran los
objetivos primordiales que perseguía el Partido Socialista Agrario de
Campeche, haciendo a un lado la intención de destruir la propiedad
privada. En ese sentido, se reconocía la imposibilidad de tal acción;
aunque, eso sí, se luchaba por la repartición equitativa de los bienes
entre todos los integrantes de la sociedad. Se perseguía que todos
los hombres disfrutaran de los frutos de su trabajo, dejando atrás la
explotación del hombre por el hombre.
En cuanto al área de la política, se proponía el establecimiento
de la igualdad entre los ciudadanos y la incorporación de las masas
populares en el diseño de las políticas a seguir por los gobiernos. Por
ello fue importante la creación de las Ligas de Resistencia, las cuales
agruparon a obreros, agricultores, profesores, marinos, tranviarios, en-
tre otros; encontrando en ese organismo un medio para expresar sus
problemas y buscar una solución.
Finalmente, a pesar de que este texto se concentró en lo que
se pensaba como socialismo en el periódico Rojo Amanecer, este no
es el único tema interesante susceptible de estudio. Incisos como el

39 Ibid

Ángel Omar May González 233


Colección Bicentenario Campeche Solidario

agrarismo, el feminismo, la educación racionalista, la problemática


obrera y los vicios morales como el alcoholismo, son minas inagota-
bles de información. Quedan entonces las líneas abiertas para termi-
nar de comprender el periodo socialista en la entidad campechana.

H e m e ro g r a f í a
Rojo Amanecer, 1921-1923, Campeche, Campeche.

R e v i s ta s
Covo, Jaqueline, “La prensa en la historiografía mexicana: problemas
y perspectivas”, en Revista de Historia Mexicana, El Colegio de Méxi-
co, núm. 3, enero-marzo, 1993, pp. 689-710.

Gantús, Fausta, “El discurso político en Campeche (1905-1919): del


porfiriato al constitucionalismo”, en Revista Mexicana del Caribe, CIE-
SAS/Instituto Mora/ AMEC, núm. 16, 2003, pp. 43-83.

Bibliografía
Abud Flores, José Alberto, Campeche: Revolución y movimiento so-
cial (1911-1923), México, INEHRM/UAC, 1992.
-------------------------, “Después de la Revolución (Los caciques y el nue-
vo Estado: en Campeche 1923-1943)”, Tesis de doctorado en Cien-
cias Políticas, México, UNAM, 2002.

Alvarado Mendoza, Arturo, El portesgilismo en Tamaulipas, México, El


Colegio de México, 1992.

Álvarez Suárez, Francisco, Anales históricos de Campeche, Gobierno

234
Campeche, una ciudad en la península

del Estado de Campeche, Camp., México, 1977.

Bartra, Roger, Campesinado y poder político en México, México, Edi-


ciones Era, 1982.

Berzunza Pinto, Ramón, México. Gran Nación, México, Edamex, 1986.

Brading, David A, Caudillos y Campesinos en la Revolución Mexicana,


México, FCE, 1985.

Córdova, Arnaldo, La formación del poder político en México, Méxi-


co, Serie Popular Era, 1982.

-------------------------, La ideología de la Revolución Mexicana. La for-


mación del nuevo régimen, México, Ediciones Era, 1988.

-------------------------, La revolución y el Estado en México, México, Edi-


ciones Era, 1989.

Falcón, Romana, El agrarismo en Veracruz. La etapa radical (1928-


1935), México, El Colegio de México, 1977.

-------------------------, La semilla en el surco, Adalberto Tejeda y el radi-


calismo en Veracruz, 1883-1960, México, El Colegio de México-Go-
bierno del Estado de Veracruz, 1986.
García Cantú, Gastón, El Socialismo en México, siglo XIX, México,
Ediciones Era, 1980.

Gómez Mompart, Josep Lluis, “Planteamientos sociocomunicativos


para historiar el periodismo contemporáneo”, en Celia del Palacio
Montiel, (Comp.), Historia de la prensa en Iberoamérica, Guadalajara,
Altexto, 2000, pp. 407-420.

Ángel Omar May González 235


Colección Bicentenario Campeche Solidario

González Casanova, Pablo, El Estado y los poderes políticos en Méxi-


co, México, Era, 1981.

Gramsci, Antonio, Socialismo y fascismo, México, Materiales de Cultu-


ra y divulgación política clásica/PRI/CEN, 1974.

Harrington, Michel, Socialismo, México, FCE, 1978.

Iglesias, Severo, Sindicalismo y socialismo en México, México, Enlace-


Grijalbo, 1970.

Lombardo Toledano, Vicente, El llanto del sureste, 1894-1968, Méxi-


co, Centro de Estudios Históricos del Movimiento Obrero Mexicano.

López Bosch, José Eduardo, Desarrollo de los partidos políticos en


México, México, UAM, 2003.

Matute, Álvaro, “Prensa, sociedad y política (1911-1916)”, en Aurora


Cano Andaluz (Coord.), Las publicaciones periódicas en la historia de
México, México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas/UNAM,
1994, pp. 63-70.

Martínez Assad, Carlos, El laboratorio de la revolución: El Tabasco


Garridista, México, Siglo XXI, 1979.

Medina Peña, Luis, Hacia el nuevo Estado. México, 1920-1994, Méxi-


co, FCE, 1995.

Negrín Muñoz, Alejandro, Campeche. Una historia compartida, Méxi-


co, Gobierno del Estado de Campeche-Instituto de Investigaciones
Dr. José María Luis Mora, 1991.

Palacio Montiel, Celia del (Comp.), Historia de la prensa en Iberoamé-

236
Campeche, una ciudad en la península

rica, México, Altexto, 2000.

------------------------, La prensa como fuente para la historia, México,


Universidad de Guadalajara/CONACYT/Miguel Ángel Porrúa, 2006.

-----------------------, Siete regiones de la prensa en México, 1792-1950,


México, Universidad de Guadalajara/CONACYT/Miguel Ángel Po-
rrúa, 2006.

Paoli Bolio, Francisco José y Montalvo, Enrique, El socialismo olvida-


do de Yucatán, México, Siglo XXI, 1977.

Pérez Galaz, Juan de Dios, Reseña histórica del periodismo en Cam-


peche, Campeche, 1943.
Pérez-Rayón Elizundia, Nora, México 1900: percepciones y valores en
la gran prensa capitalina, México, Universidad Autónoma Metropoli-
tana-Unidad Azcapotzalco/ Porrúa, 2001.

Pérez Taylor, Rafael, El socialismo en México, Centro de Estudios His-


tóricos del Movimiento Obrero Mexicano, México, 1976.

Rodríguez Herrera, Emilio, Campeche en la posrevolución, Campe-


che, México, Poder Legislativo del Estado de Campeche, 2010.

Ruiz, Ramón Eduardo, La revolución mexicana y el movimiento obre-


ro, México, Ediciones Era, 1984.

Savarino Roggero, Franco, Pueblos y nacionalismo, del régimen oli-


gárquico a la sociedad de masas en Yucatán, 1894-1925, México,
INEHRM, 1997.

Sierra, Carlos J., Campeche en la Revolución, (1910-1920), México,

Ángel Omar May González 237


Colección Bicentenario Campeche Solidario

Ah-Kin-Pech, 1961.

Smith, Phillis L., “Los periódicos como actores históricos. El caso de la


prensa porfiriana”, en Celia del Palacio Montiel (Comp.), Historia de la
Prensa en Iberoamérica, México, Altexto, 2000, pp. 347-353.

238

También podría gustarte