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Obligaciones - Resumen
Obligaciones - Resumen
Unidad I:
Por relación entendemos toda conexión entre dos entes, que se vinculan el uno con el otro. Dicha
conexión puede darse entre dos sujetos, o entre un sujeto y una cosa o, inclusive, entre dos cosas. La
relación supone, precisamente, el enlace o unión entre ambos elementos.
La relación jurídica se caracteriza como aquella relación intersubjetiva que, en razón de estar
reglada por el derecho, produce consecuencias jurídicas.
La relación jurídica es aquella especie de relación intersubjetiva en virtud de la cual, determinados
supuestos de hecho son considerados por el legislador aptos para satisfacer ciertos intereses dignos
de la tutela, reconociéndose, en consecuencia, una tutela estable y organizada, que se plasma en los
correlativos derechos y deberes.
La importancia radica en que en ella habitan derechos subjetivos y los deberes jurídicos
correlativos; créditos y deudas; las posiciones activas y pasivas.
De la relación jurídica emergen derechos y deberes jurídicos que forman su contenido. No a la
inversa.
Teniendo en cuenta su contenido económico, las relaciones jurídicas pueden ser clasificadas en
patrimoniales y extramatrimoniales. Entendemos por relación jurídica patrimonial aquella que versa
sobre los bienes o intereses que posean una naturaleza económica y que, por ende, es susceptible de
valoración pecuniaria.
Las relaciones jurídicas extrapatrimoniales, en cambio, recaen sobre bienes o intereses no
económicos (derecho de la persona, derecho de familia).
Trazando una gran división entre las distintas relaciones jurídicas podemos distinguir, en primer
lugar, entre las que tienen carácter patrimonial, y las no patrimoniales. Las relaciones jurídicas de
carácter patrimonial pueden dividirse en:
Derechos personales.
Derechos reales.
Derechos intelectuales.
Sin embargo es frecuente que sólo se realice una división en dos categorías:
2. La obligación.
Concepto:
Esta caracterizada esencialmente por el deber jurídico especifico y de contenido patrimonial que
asume el deudor, denominado prestación, cuya realización tiende a satisfacer un interés del
acreedor.
Este deber esta caracterizado por especificidad, contenido patrimonial y está directamente orientado
a satisfacer el interés del otro. Su inejecución importa una lesión en sentido amplio al interés
tutelado, y abre las vías de tutela satisfactiva, resolutoria y, en su caso, resarcitoria que prevé el
ordenamiento jurídico.
En cuanto a los derechos del deudor, éste no solo tiene deberes, sino también derechos y facultades.
Así, por ejemplo, el derecho de pagar, el de liberarse, la posibilidad de constituir en mora al
acreedor, la facultad de determinar la prestación en ciertas obligaciones de objeto relativamente
indeterminado.
El derecho de crédito tiene, como todo derecho subjetivo, limites que deben ser bien precisados.
El primero esta dado por la naturaleza de la prestación debida, cuya ponderación requiere de
apreciación de circunstancias de persona, tiempo y lugar. Transgrede los confines de su
derecho quien pretende, por ejemplo, que el deudor cumpla con algo diferente o con una
modalidad distinta.
El segundo límite surge de la propia función económica social para la cual le ha sido
reconocido su derecho.
El principio de la buena fe que constituye el marco en el cual se despliegan las relaciones
obligatorias. El acreedor deber ejercitar sus derechos obrando de buena fe.
El orden público de protección se erige también en un factor limitativo de derecho de
crédito, imponiendo conductas imperativamente, en importantes ámbitos del derecho
privado y acotando la extensión de ciertas prerrogativas.
También pasan por el acreedor ciertos deberes, que algunos llaman deberes de colaboración, y otros
simplemente cargas del acreedor. Estos deberes de cooperación actúan como un requisito o
presupuesto necesario para el ejercicio de una facultad: exigir la prestación. Son impuestos con
frecuencia, por la aplicación de las reglas de la buena fe. Entre ellos mencionamos por su
importancia:
Las llamadas cargas de colaboración para que el deudor pueda cumplir. (hacerse presente en
el lugar del pago para recibir la cosa en una obligación de dar).
La carga de examinar deligentemente la prestación ya realizada.
La carga de información que impone el deber de comunicar ciertos acontecimientos, cuyo
conocimiento es de interés para las partes.
Carga de facilitar liberación del deudor, realizando los actos pertinentes para posibilitar que
éste pueda cumplir y alcanzar la liberación sin riesgos (otorgar recibo).
Toda obligación supone cierto sometimiento del deudor, quien debe observar una conducta
determinada, orientada, específicamente, a satisfacer una necesidad del acreedor.
La noción de obligación nos lleva, casi naturalmente, a la de deber jurídico, con la que guarda una
relación de especie a genero. Entendemos por deber jurídico la necesidad de ajustar nuestra
conducta a los mandatos de una norma legar. Este concepto plasma con elocuencia la fuerza
obligatoria de las normas jurídicas, su vigencia y realización a nivel comunitario.
La noción de deber jurídico nos emplaza ante un tipo de situación que presenta como notas
distintivas la idea de subordinación o sometimiento.
Quien se encuentra alcanzado por el deber jurídico esta compelido a observar un determinado
comportamiento, pasivo o negativo, impuesto por una norma jurídica.
Dentro de la categoría de deber jurídico, es posible distinguir 3 situaciones diferentes:
El llamado deber jurídico general, expresa la idea de la fuerza obligatoria de las normas
jurídicas, su vigencia y realización en la comunidad social. Este deber jurídico exige como
consecuencia de la convivencia social, tiene carácter general, pues está dirigido a toda la
comunidad, carece de contenido patrimonial y se traduce en un régimen de sanciones de
diferente naturaleza para quien lo transgreda (no interferir en los derechos de los demás).
Los deberes jurídicos particulares, que se dirigen no ya a toda la comunidad, sino a una
determinada categoría de sujetos a quienes se imponen determinadas conductas
desprovistas, en si mismas, de contenido patrimonial. (deber de fidelidad a los casados).
Una tercera categoría de deberes, mas específicos, que se imponen a ciertos y determinados
sujetos que deben realizar una conducta determinada, con la finalidad de satisfacer un
interés de otro y que tienen contenido patrimonial; a este tipo de deber jurídico
particularizado lo llamaremos obligación.
Entonces la obligación es una especie dentro de un género de los deberes jurídicos. Toda obligación
importa un deber jurídico. Pero hay deberes jurídicos que no son obligaciones.
El tema presenta espacial importancia, no sólo para desentrañar cuál es la naturaleza jurídica de la
obligación, sino también a la hora de precisar su objeto y contenido.
Doctrinas subjetivas. Esta concepción fue sustentada por Savigny, para quien el derecho
subjetivo era un poder o señorío de la voluntad. En las primitivas formulaciones romanas de
obligación, este señorío se proyecta sobre la persona del deudor, en contraposición, el
derecho real es concebido como un señorío cobre una cosa.
En la actualidad, las doctrinas subjetivistas corrigen su punto de partida originario,
proclamando que el poder o señorío del acreedor no recae sobre la persona del deudor, sino
sobre ciertos actos o comportamientos suyos que como consecuencia del vinculo
obligatorio, quedarían sustraídos de su ámbito de libertad natural plena, para quedar bajo el
poder o sometimiento del titular del derecho de crédito.
El derecho de crédito se proyectaría sobre uno o varios actos del deudor: aquellos que
configuran la prestación.
Caracteres de la obligación:
Temporalidad: las obligaciones nacen para ser cumplidas y esa finalidad no puede estar
disociada del factor temporal. El carácter de temporalidad de la obligación tiene una
manifestación específica de suma importancia en la prescripción liberatoria. El sistema
requiere que los derechos de crédito sean ejercitados dentro de cierto tiempo y, ante el
transcurso del mismo y la inacción del acreedor, opera la prescripción liberatoria o extintiva,
extinguiéndose la acción. La obligación sólo subsiste, en tal caso, como obligación natural.
En primer lugar, no es posible prescindir del entorno normativo aplicable a la hora de buscar
diferencias entre uno y otro derecho. Las distancias pueden alargarse o acortarse en función
del régimen legal que impera en el país donde se la formula.
Si bien en códigos como el nuestro la división de los derechos patrimoniales en reales y de
crédito tiene gran importancia teórica y practica, tales diferencias, muchas veces, suelen ser
presentadas de manera exagerada, en forma más aparente que real.
A la hora de contraponer ambas categorías, buscando diferencias y conexiones, se persigue
un fin predominantemente didáctico. Por ello estará permitido efectuar algunas
generalizaciones que en otros casos serian objetables.
A la hora de buscar las diferencias habrá que tener en cuanta estos aspectos, el carácter
siempre relativo de las mismas y el hecho de que el enfoque que se haga de la cuestión no
debe pasa sólo por la estructura dogmático-formal de cada derecho sino también por su
finalidad económica y social.
El derecho real:
El derecho real ha sido concebido por una doctrina que llamaremos clásica o dualista, como el que
establece una relación directa e inmediata entre un sujeto y una cosa, permitiendo que su titular
pueda obtener un provecho de ésta sin intervención de otra persona.
Vélez Sarfield transcribe la definición de Demolombe: derecho real, es el que crea entre las
personas y las cosas un relación directa e inmediata, de tal manera que no se encuentran en ella sino
dos elementos, la persona que es el sujeto activo del derecho y la cosa que es el objeto.
Se presenta como un derecho patrimonial de carácter absoluto (oponible a todos los integrantes de
la comunidad), que confiere a su titular un poder jurídico directo e inmediato sobre la cosa,
naciendo en caso de violación una acción real. Un poder jurídico que se ejercita y realiza de manara
directa sobre los bienes que constituye su objeto, sin que sea menester colaboración o
intermediación de otras personas.
Carácter absoluto o relativo: los derechos reales son absolutos en cuanto imponen un deber
general de respeto erga omnes, a toda la comunidad. Los derechos de crédito, en cambio,
sólo son relativos, pues en principio sólo alcanzan a las partes y a ciertos terceros.
Mediatez o inmediatez: los derechos reales son inmediatos, en cuanto la utilidad es obtenida
por el titular directamente de la cosa, sin que medie actuación de persona alguna; en cambio,
los derechos de crédito son mediatos, pues entre el acreedor y el beneficio o utilidad que
procura obtener a través de la prestación está siempre, al menos en una primera etapa, la
conducta del deudor orientada a satisfacerlo.
Elementos: se sostiene que los derechos reales tienen dos elementos, el sujeto y el objeto, en
tanto que las obligaciones los elementos esenciales serian sujeto, objeto, vínculo y causa.
Objeto: el objeto de los derechos reales es una cosa individualizada y con existencia actual.
En los derechos creditorios está dado por la prestación que es una conducta humana
orientada a satisfacer el interés del acreedor. De allí que no sea menester una determinación
absoluta de este ultimo y que pueda recaer sobre cosas futuras.
Forma de creación: los derechos reales son de creación exclusivamente legal. La voluntad de
las partes no pueden crear derechos reales no reconocidos por el ordenamiento jurídico. En
cambio, los derechos creditorios son de creación particular, por lo que su numero puede ser
ilimitado, rige respecto a ellos el principio de autonomía de la voluntad.
régimen legal: el régimen de los derechos reales es determinado solamente por ley. Tal
criterio no rige en materia de derechos de crédito, donde rige el principio de autonomía de la
voluntad.
Posesión: la mayor parte de los derechos reales (salvo la hipoteca, la prenda con registro y
las servidumbres activas) se ejercen por medio de la posesión. No ocurre lo mismo con los
derechos de crédito.
“Ius persequendi”: los derechos reales conceden a su titular el derecho de persecución. Este
puede hacerlo valer a pesar de haber pasado la cosa a poder de un tercero y perseguir la
misma de manos de quien la posea. Los derechos personales no gozan del mismo.
“Ius preferendi”: el derecho real concede a su titular el derecho de preferencia sobre
cualquier otro derecho que sobre la misma cosa pueda constituirse con posterioridad. Los
derechos personales, no confieren preferencias, salvo la existencia de privilegios, que
siempre son creados por ley y tiene carácter excepcional.
prescripción: algunos derechos reales pueden ser adquiridos por las posesión continua e
ininterrumpida de la cosa por un cierto tiempo, en materia de cosas inmuebles, durante 10
años si media justo titulo y buena fe. Tratándose de cosas muebles robadas o perdidas, el
poseedor de buena fe puede adquirir por prescripción su dominio, acreditando haber poseído
la cosa durante 2 años si es registrable y 3 si no lo es.
Los derechos personales, no se adquieren por prescripción. En cambio, rige respecto de ellos
la prescripción liberatoria o extintiva, conforme a la cual el transcurso del tiempo y la
inacción de las partes provocan la extinción de la acción.
Nacimiento: los derechos personales requieren para su gestación la presencia de una causa
fuente o generadora, esto es un hecho o acto jurídico. En los derechos reales sucede algo
similar, sólo que en algunos casos, para que nazca el derecho real basta con el hecho o acto
jurídico (titulo), escritura publica en el derecho real de hipoteca; en otros, en cambio, es
menester que exista, además del titulo, otro acto o hecho, llamado modo.
Publicidad: los derechos personales, como regla, son ajenos a la publicidad. Los derechos
reales, en cambio, requieren necesariamente de régimen de publicidad posesoria o registral,
que es el que permite inferir su carácter erga omnes.
Duración: los derechos reales pueden ser perpetuos o temporarios (usufructo, hipoteca). Los
derechos personales son siempre temporarios.
Pérdida de la cosa: la pérdida de la cosa objeto del derecho real importa su extinción; en
cambio, la obligación no necesariamente se extingue por la pérdida del objeto debido.
Por la distinta naturaleza del interés que trasunta la relación: en los derechos reales existe un
interés estable, de duración, que determina la necesidad de una protección mas intensa. El
derecho de crédito, supone un interés más dinámico, de cambio o transformación.
Por el fin de la tutela jurídica: entre el derecho personal y real existe una contraposición
similar a la que se advierte entre “el tener” y el “deber tener”. En el derecho real se tiene un
bien económico ya en manos del titular. En el derecho de crédito el bien se espera tener de
la actividad del deudor. El fin de la tutela jurídica es que en un caso en el otro son diversos
los presupuestos. Defender el bien adquirido en el uno y asegurar la adquisición en el otro.
Por su carácter estático o dinámico: la obligación presenta un carácter eminentemente
dinámico, pues es un instrumento indispensable para el desarrollo del tráfico económico,
para el cambio de titularidad de los bienes y para la cooperación mediante la prestación de
servicios. Los derechos reales en cambio, representan un fenómeno patrimonial mas
estático, que se plasma principalmente en la utilización y disfrute de los bienes económicos,
cuyas posibles mutaciones operan en forma menos vertiginosa que en el derecho de crédito.
Por su función económica y social: el derecho real resuelve una cuestión a atribución de
bienes, el derecho de crédito, aborda un problema de cooperación o de reparación en los
casos de responsabilidad civil.
La obligación es, con frecuencia, el medio a través del cual operan numerosas mutaciones
reales, como ocurre cuando se trata de obligaciones de dar cosas ciertas para transferir o
constituir sobre ellas derechos reales.
La relación real puede se accesoria de una relación obligatoria, tal lo que sucede con la
constitución de una hipoteca o una prenda establecida para garantizar el cumplimiento de
una obligación. Inversamente, es posible que el derecho creditorio sea accesorio de uno real,
tal como ocurre en materia de servidumbres.
La lesión a un derecho real puede hacer que surjan distintas obligaciones. Si un intruso se
apodera de una cosa ajena, deberá restituirla a su dueño (obligación).
En el derecho comercial, los títulos de valores (letra de cambio, pagaré) muestran otro caso
interesante de vinculación entre ambas categorías, pues el derecho personal queda
subsumido en el instrumento que le da forma y, por el otro, esos instrumentos son cosas por
su carácter representativo, lo que posibilita que sobre ellos se constituyan derechos reales.
Con los derechos de crédito tienen poca semejanza: ellos e asimilan en cuanto el objeto de
unos y otros está constituido por objetos inmateriales (bienes).
Con respecto a los derechos reales, la proximidad es mayor no obstante la ya señalada
diversidad de objeto y la incidencia que esto presenta en el régimen aplicable.
Otras diferencias: en tanto el derecho real de dominio es perpetuo, la propiedad intelectual
corresponde a los autores durante su vida y a sus herederos durante 50 años, a partir de la
fecha de su deceso. El derecho de dominio puede adquirirse por prescripción, no así los
derechos intelectuales. Finalmente, el derecho real de dominio cuando se queda sin
titularidad se incorpora al dominio privado del estado, en cambio, operada la caducidad de la
propiedad intelectual ella pasa a dominio publico, por lo que si aprovechamiento puede ser
efectuado por cualquier persona.
Concepto:
Se denominan obligaciones propter rem o reales a aquellas que existen en razón o con motivo de
una relación de dominio o posesión sobre una cosa. La conexión de la obligación con la titularidad
del derecho real o la posesión de una cosa es requisito previo para que la obligación pueda
generarse. Dicho de otra manera: si no existe una previa relación posesoria o derecho real sobre una
cosa, no puede gestarse la obligación propter rem.
En verdad no es el derecho real o la relación posesoria sobre un objeto lo que estrictamente da
nacimiento a la obligación propter rem, sin que ésta se genera en virtud de un evento adicional, que
sumado a dicha situación de señorío, es considerado por la norma jurídica como el presupuesto de
hecho apto para hacer nacer la obligación. La obligación propter rem no nace sin la conexión con
una cosa, pero requiere para ello algo más que ésta: una causa generadora apta para tal fin, al igual
que lo que sucede con las restantes relaciones jurídicas obligatorias.
Un ejemplo de estas obligaciones esta dado por la obligación de contribuir en los gastos de
conservación del muro medianero y el crédito correlativo.
Caracteres:
Naturaleza jurídica:
Según algunos, se trataría de una categoría hibrida, intermedia entre los derechos reales y los
derechos de crédito.
Otros, en cambio, las aproximan fuertemente a los derechos reales, y consideran que serian
una especie del lado pasivo de los llamados derechos reales in facendo.
Finalmente, se sostiene que las obligaciones propter rem son verdaderas relaciones
obligatorias, y que mas allá de sus particularidades, quedan alcanzadas por los principios
rectores de éstas, en particular el que sustenta la responsabilidad ultra rem.
Conforme a una posición negativa, nuestro código rechazaría abiertamente esa categoría. Quienes
adhieren a estas ideas invocan en su apoyo al art. 497 y su nota: a todo derecho personal
corresponde una obligación personal. No hay obligación que corresponda a derechos reales. En tal
sentido remarcan que no existe en nuestro sistema jurídico disposición normativa alguna que se
refiera expresamente a las obligaciones propter rem.
Conforme a otra opinión, hoy francamente mayoritaria en nuestro país, ningún obstáculo es posible
encontrar en nuestro sistema para la recepción de estas obligaciones, que son inferidas con alcances
variables y enfoques no siempre coincidentes con los art. 2416-2419, 2422 y 3266.
Hay consenso dominante en que las obligaciones proter rem sólo pueden emanar de la ley, puesto
que por lo general presentan caracteres excepcionales que difieren del régimen ordinario de las
obligaciones. Se sostiene que en estas obligaciones la calidad de acreedor y deudor sería inseparable
de la de propietario o poseedor de la cosa en razón de la cual se generó la obligación, razón por la
cual sería ineficaz todo pacto que implique reservar o ceder esa clase de derechos o de obligaciones
disociada de la condición de propietario.
Distintos supuestos:
Efectos: COMPLETAR.
Antecedentes históricos:
El concepto de obligación maduró de forma notable en el derecho romano a través de sus distintas
etapas y alcanzó, sobre todo en la época Justinianea, una depurada formulación conceptual y
estructural, que en buena medida se proyecta hasta nuestros días.
El espíritu del derecho de las obligaciones: el espíritu del derecho de las obligaciones
romano, cambia de manera sustancial durante la edad media, por la influencia de los
canonistas. Las ideas racionalistas, individualistas y liberales a ultranza que propiciaba la
revolución francesa se plasmaron en el código de napoleón y en todos los de la época,
generando la transformación en el espíritu de las obligaciones. La obligación contractual era
la regla, la extrancontractual la excepción. Toda obligación llevaba consigo una restricción a
los derechos del individuo, por que tal atentado no era concebible salvo cuando resultaba
consentido por el deudor convencionalmente o en los precisos casos en que así lo fije la ley.
Con el advenimiento de la revolución industrial, se produce un cambio en sus espíritu, migro
el rigor individualista heredado de la revolución francesa abriendo las puertas a principios
solidaristas, que procuran un mejor equilibrio de los intereses comprometidos, a partir de
una nueva dimensión social y económica. La teoría general de las obligaciones vigente hasta
mediados de siglo estaba pensada sobre los esquemas de una economía agraria y de pequeño
comerciante. El cambio se gesto con vertiginosidad por las transformaciones operadas en la
producción, el comercio y en el consumo. Esto repercute de varias maneras:
o Se potencia la importancia de la obligaciones de dar cosas genéricas y de las de
hacer, cuya importancia aparecía relegada en tiempos anteriores.
o Asistimos a un mayor intervensionismo del legislador y del juez en numerosas
relaciones contractuales.
o Se revitalizan instituciones como el abuso del derecho, le lesión subjetiva, la teoría
de la imprevisión, etc.
o La responsabilidad civil tiende a objetivarse en importantes sectores del derecho de
daños.
o Se advierte un fenómeno de estandarización de la materia contractual.
La persona humana como epicentro del sistema: esa dignidad está indisolublemente
asociada a valores e intereses fundamentales de la persona, como la imagen, la intimidad, el
honor, la identidad personal, el derecho a profesar ideas y convicciones religiosas y políticas
que crea adecuadas. El estado debe respetarla, creando un marco adecuado para su plena
vigencia y protegerla frente a agresiones arbitrarias.
La prevención del daño como instrumento de valor fundamental: la prensión del daño es uno
de los grandes rasgos que presenta el derecho de nuestro tiempo y su valor se potencia en la
medida en que mayor en la repercusión de la acción dañosa.
Proliferación de microsistemas de responsabilidad civil orientados a brindar soluciones más
equilibradas para victimas y dañadores: es una tendencia generalizada a implementar en
supuestos de especial rigurosidad, por vía normativa especial, sistemas de reparación de
daños, estructurados en base de un seguro obligatorio con fondo de garantía y mecanismos
de pronto pago.
Implementación de un sistema de penas privadas destinado a desmantelar los efectos de
ilícitos de especial gravedad: la recepción de un sistema de penas impuestas por el derecho
privado, de carácter pecuniario, idóneo para desmantelar los efectos ilícitos que por su
gravedad o por arrojar resultados lucrativos a favor del responsable, aun teniendo que pagar
las indemnizaciones pertinentes, no alcanzan sanción por el ordenamiento jurídico.
Revitalización de la noción de orden publico económico: la noción de orden público
trasciende en nuestro tiempo su parámetro tradicional, edificando en derredor de los límites
de la autonomía de la voluntad.
La necesaria distinción entre experto y profano: existen ámbitos cada vez más importantes,
en donde aparecen relacionados, por un lado, proveedores profesionales de bienes y
servicios y, por otro, consumidores y usuarios.
Necesidad de fijar bases comunes para armonizar legislaciones a nivel supranacional: como
consecuencia del incipiente fenómeno de integración comunitaria en el que nuestro país se
encuentra, comienza a delinearse la necesidad de alcanzar una cierta armonización entre los
países integrantes del MERCOSUR, al menos en ciertos aspectos que son fundamentales
para el objetivo común perseguido.
El fenómeno de unificación del derecho privado, especialmente del derecho civil y el comercial, ha
encontrado en materia de contratos y obligaciones un campo fértil para sus fines.
El derecho mercantil ha reconocido tres etapas distintas, a lo largo de su historia: una primera, de
corte netamente subjetiva, lo concebía como el derecho de los comerciantes en el ejercicio de su
actividad profesional y transcurre desde el medioevo hasta la revolución francesa. La segunda etapa
va desde la revolución francesa hasta comienzos del siglo XX y presenta al derecho comercial como
la disciplina de los actos de comercio, en base a una estructura predominantemente objetiva. La
ultima etapa, de corte nuevamente subjetivo, valora el derecho mercantil como derecho de la
empresa y, según algunos, del consumo.
El carácter marcadamente dinámico, moderno, adaptable a la evolución económica que imponen
nuevos tiempos, propio del derecho mercantil, es hoy también proyectable el campo del derecho
civil. Opera, de tal modo, un fenómeno de trasvasamiento al derecho civil de criterios provenientes
del derecho comercial, que algunos han llamado elocuentemente comercialización del derecho civil.
“Los actos de la vida corriente son realizados hoy en día bajo forma comercial. El contrato no es
mas un acuerdo concluido después de una larga discusión, con redacción de un escrito en doble
ejemplar. Es adhesión de cláusulas predispuestas, impresas en formulario, la compra de un billete a
precio fijo, la inscripción en un registro…”.
En materia de obligaciones y contratos esto es perceptible y lleva a la doctrina mayoritaria, con
razón, a propiciar la unificación normativa de ambos regímenes. Una unificación que de hecho, en
el derecho vivo, sustancialmente ya se ha producido y prueba de ello lo encontramos en la
recepción por el código civil de principios e instituciones provenientes del derecho comercial como
la mora automática, la cláusula resolutoria tacita en los contratos, el valor de los usos y costumbres,
etc. Sólo falta el cambio formal, a nivel normativo, que parece hoy incontenible.
Esta tendencia a la unificación del derecho privado, en general, y del derecho de las obligaciones y
de los contratos, en particular, se ha visto reflejada mas recientemente entre nosotros, en distintos
proyectos de reforma al derecho privado, entre ellos destacamos:
El proyecto de código único civil y comercial del año 1987, que fue sancionado por ley
24032 e infortunadamente vetado por el poder ejecutivo nacional.
El proyecto de unificación de la legislación civil y comercial elaborado por la comisión
federal designada en el año 1992 por la cámara de diputados de la nación, que alcanzó a ser
sancionado por esa cámara en noviembre de 1993 y paso a revisión al senado, sin éxito
alguno.
El proyecto elaborado por la comisión designada por el PEN. Su texto fue remitido al
senado de la nación y publicado en diario de asuntos entrados en agosto de 1993, sin
merecer mayor consideración legislativa.
En el mes de diciembre de 1998, se presento un nuevo proyecto de código civil, elaborado
por una comisión designada por el PEN. Este proyecto consta de 2523 artículos y prevé la
derogación total de los actuales códigos civil y comercial y su reemplazo por un código
civil, abarcativo de todo el derecho privado.
Derecho comparado: