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Colombia País de regiones.

Tomo 4
Centro de Investigación y Educación Popular

Contenido

PRESENTACIÓN ............................................................................................................................... 4
VII REGIÓN PACÍFICO .................................................................................................................... 9
1. POBLAMIENTO .......................................................................................................................... 10
2. MINEROS, AGRICULTORES, PESCADORES Y CONCHERAS ............................................ 34
3. ENTORNO Y DERECHOS TERRITORIALES ......................................................................... 57

VIII REGIÓN DE LA ORINOQUÍA................................................................................................ 78


4. VIDA Y CULTURA DEL LLANO .............................................................................................. 79

IX REGIÓN DE LA AMAZONIA ................................................................................................... 98


5. HISTORIA, CULTURA, INTERNACIONALISMO ................................................................... 99
6. HISTORIA, CONFIGURACIÓN REGIONAL .......................................................................... 118

X. REGIÓN Y REGIONALISMO.................................................................................................. 134


7. REGIÓN, DEMOCRACIA Y DESARROLLO .......................................................................... 135
COLOMBIA

País de regiones 4

REGIÓN OCCIDENTAL-REGIÓN CARIBE

Esta publicación ha sido realizada con la colaboración financiera de COLCIENCIAS


entidad cuyo objetivo es impulsar el desarrollo científico y tecnológico de Colombia.

Desarrollado por CINEP (Centro de Investigación y Educación Popular)


Editor: Fabio Zambrano Pantoja
Coordinación Editorial: Helena Gardeazábal G.
Investigación gráfica original: Guillermo Vera
Diseño e investigación gráfica para esta edición: Marcela Otero
Fotografía e ilustraciones: Carlos Rojas Neira, Geografía pintoresca de Colombia,
América pintoresca, En busca de un país: la comisión corográfica, Historia de Medellín.
Mapas: Ramiro Zapata-El Colombiano
Composición, diagramación y artes: Cinep, Sandra P. Sánchez O.

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PRESENTACIÓN

Es un lugar común el señalar que Colombia es un país de regiones así como también que es
un país de ciudades. Nada más cierto que las dos imágenes contenidas en estas frases, las
cuales hacen referencia al profundo fraccionamiento y a la gran diversidad que han
caracterizado tanto al territorio, como a su población y a su organización política,
condiciones que aparecen, precisamente, en la persistencia de las diversas estructuras
regionales. Como una contribución al conocimiento de estas sociedades regionales, el
CINEP, con el apoyo del periódico El Colombiano, organizó una amplia investigación con
el propósito de estudiar los distintos procesos de formación de esta multiplicidad regional
colombiana.

Para ello partimos de la idea de que cada sociedad, en sus distintos momentos históricos, va
generando una creatividad espacial, es decir la creación de formas originales de organizar el
espacio, creatividad que puede aparecer en la distribución de las gentes, de las
infraestructuras, de producciones y de los flujos de todo tipo. Así, iniciamos nuestro trabajo
bajo el criterio de que el espacio es un producto social, es una obra humana, y representa un
modo de existencia de las sociedades. Como toda sociedad produce un espacio organizado
bajo formas visibles y materiales, esta producción queda registrada bajo la forma de la
valoración del paisaje, las infraestructuras, la vivienda, elementos que son resultado de la
acción humana. Esto es más claro si tenemos en cuenta que el espacio es producido y
organizado, y ésta organización es el resultado de un movimiento constante de
transformación, de manera igual a la evolución de la sociedad que ocupa ese espacio.

Esta capacidad de generar la creación de un organización específica del espacio no se


encuentra en autonomía con respecto a las condiciones sociales y económicas, causa
fundamental de la utilización del espacio. El espacio geográfico no es independiente del
medio. En razón de ello es que la construcción social del espacio refleja los intereses
sociales y sus conflictos. Crear un espacio social es conceder lugares específicos para los
diferentes grupos sociales, con fines de residencia, de prestigio y de actividad1 . Hay que
tener presente que el espacio es producido por la sociedad y vivido por la sociedad que lo
ha creado. En esta vivencia es definitiva la representación que la sociedad hace de su
espacio, puesto que el espacio vivido no es igual para todos, ya que en ello influye la
posición social y la cultura, es decir, según las experiencias de vida la percepción va
cambiando. Concebir el espacio como un recipiente de fuerzas sociales exige el análisis de
los actores. En efecto, en el espacio hay actores, es decir consumidores y productores del
mismo. Al menos podemos enumerar los siguientes: el Estado, las distintas colectividades,
las empresas y los individuos. Todos ellos actúan en un sistema complejo de interacciones

1
Bernard Bret. Reflexiones sobre la creatividad espacial en América Latina. En: Cahiers des Amariques
latines, No. 4. IHEAL, París, 1985, p. 81.

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en diferentes escalas: local, nacional e internacional. Los distintos actores son portadores de
intereses divergentes, que se manifiestan en el espacio bajo la forma de tensiones y
competencias por su uso. Las distintas fuerzas van construyendo sistemas que se
entrecruzan y se superponen y desde el poder se van construyendo las jerarquías de
sistemas, es decir las formas y las estructuras que ordenan el espacio de las sociedades.

Con este ejercicio queremos mostrar que las regiones, como espacios socialmente
construidos, no son inmutables, sino que cambian, creciendo o decreciendo según las
distintas fuerzas que actúan en la larga duración. Porque la emergencia de un nuevo sistema
es a costa de otro. En el espacio, acumulación y sustitución se presentan de manera
simultánea. Si una región crece, otra verá mermada su participación en la economía
nacional. Por lo tanto, en la toma de decisiones, es importante tener presente la fragilidad
de las estructuras económicas y su referencia espacial, en particular las regiones.

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, una región es definida


como: “(del lat. regio). Porción del territorio determinado por caracteres étnicos o
circunstancias especiales de clima, producción, topografía, administración, gobierno, etc.
Cada una de las grandes divisiones territoriales de una nación, definido por
características geográficas e histórico - sociales y que puede dividirse a su vez en
provincias, departamentos, etc. Militar: cada una de las partes en que se divide un
territorio nacional a efectos de mando de las fuerzas terrestres en el mismo”. Esta entrada
etimológica nos permite comenzar a aproximarnos a entender los distintos problemas que
entraña el término de región.

En efecto, desde la geografía, en su preocupación por la descripción de la tierra, resulta


indispensable para proceder a cualquier descripción dividir la superficie en áreas
caracterizadas por la afinidad de sus rasgos geográficos más importantes y las cuales
reciben el nombre de regiones. La palabra “región” tiene precisamente su origen
etimológico en las divisiones que practicaban los augures latinos al delimitar mediante
“rectas” determinados sectores del cielo formados por grupos de estrellas. Acompañado de
preocupaciones en cierta medida parecidas, el geógrafo, y luego otros estudiosos de los
fenómenos que se suceden en espacio terrestre, se han esforzado en dividir la superficie
terrestre en sectores para proceder a su estudio y descripción. De manera inicial, hasta el
siglo XVIII, se utilizaron como base territorial de estas descripciones los conjuntos
territoriales históricos, políticos o simplemente administrativos, cualquiera que fuese el
trazado de sus límites. Con posterioridad se intentó buscar una base más racional, y a fines
del siglo XVIII se puso de moda la descripción según cuencas hidrográficas, metodología
que dejó una impronta muy fuerte ya que algunas divisiones administrativas obedecen a esa
creencia sobre el carácter definido de las cuencas hidrográficas como unidades regionales.

Luego, en el transcurso del siglo XIX, y como resultado de los avances presentados por la
geografía francesa y a la escuela dirigida por Vidal de La Blanche, fueron descubiertas las

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íntimas relaciones existentes entre el hombre y el medio en que éste se desenvuelve,
concepto básico de la Geografía moderna. Con ello el medio geográfico adquiría una
categoría hasta entonces desconocida en la interpretación de los hechos de que se ocupa la
geografía humana. Este medio no es más que el escenario o paisaje natural en que se
desenvuelven las actividades humanas y está configurado esencialmente por el relieve, el
clima y la vegetación. Las características de estos tres elementos y su distribución
geográfica determinan sobre la superficie terrestre diversos tipos de medios o paisajes
naturales2 .

De esta manera, encontramos que la observación de las distintas unidades territoriales, ya


sea que estén determinadas por el relieve, el clima y la vegetación constituyen una región
natural, es decir, un sector de la Tierra en cuya configuración inicial el hombre apenas ha
tenido ninguna intervención directa, puesto que se trata de un medio determinado por sus
componentes físicos. El poblamiento ha introducido modificaciones a las características
naturales, pero la tendencia general ha sido la de adaptación al medio, en procura de la
obtención del máximo rendimiento. Sin embargo, en razón de que del concepto de “región
natural” se derivan confusiones, existe la tendencia a designar por región fisiográfica o
simplemente física estas áreas homogéneas de la superficie terrestre caracterizadas por su
relieve, clima y vegetación.

A pesar de que la introducción del concepto de región natural supuso un gran avance en el
campo de las ideas geográficas, con posterioridad se ha llegado a la conclusión de que no
siempre el medio físico es el factor determinante de la región geográfica. Existen otros
factores históricos, sociales, económicos y culturales que influyen de manera notoria.
Además, también es cierto que de manera frecuente se encuentra que las regiones
geográficas no son áreas homogéneas, como corresponde siempre a un determinado medio
fisiográfico, sino que, de manera contraria, la heterogeneidad o la funcionalidad, es decir
espacios formados por la asociación de varias unidades fisiográficas diferentes, es lo que se
encuentra como elemento general.

Este es el caso de regiones como la que se encuentra en la Cordillera Oriental o en la


Central, donde se combinan elementos de tierras altas con tierras baja generándose
complementariedades ecológicas, situación que explica la formación de los intercambios
entre distintos pisos térmicos. De esta manera, como resultado del contacto entre las
distintas unidades o en sus inmediaciones surgen los centros comerciales en donde se
realiza el intercambio de bienes, estos centros constituyen el nexo de unión de regiones
físicamente muy diferentes, asociadas para formar una unidad administrativa, cultural,
económica, es decir, integradas en una unidad por la acción humana. La verdadera región
geográfica, al contrario de la región fisiográfica, es, pues, más una creación del hombre que

2
Manuel de Terán, et. al. Geografía regional. Barcelona, Editorial Ariel. I988, p. 12.

6
del medio.3 De esta manera, podemos concluir que la región geográfica es una área de vida
en común y exige un principio de organización social. También se señala la necesidad de
un centro o ciudad coordinador de las actividades del grupo humano y de las relaciones
existentes entre los habitantes de una misma región.

Estas visiones desde la geografía las podemos complementar con observaciones que desde
la historia se han realizado para entender la conformación de las regiones. En efecto,
encontramos que la formación de los espacios regionales se explica como un proceso que:
“Pese a la historia oficial de cien años de centralismo institucionalizado y de vigencia de un
régimen político fuertemente presidencialista, las regiones colombianas son algo más que
espacios jurídicos administrativos o referentes territoriales para la planeación del
desarrollo; lo ha sido siempre y lo son ahora, realidades históricamente formadas,
socialmente construidas, colectivamente vividas por sus pobladores y a veces también
pensadas por sus dirigentes, por sus intelectuales que le imprimen un sentido político, una
dirección y un horizonte de posibilidad a esa existencia histórica compartida mediante la
formulación y puesta en ejecución de proyectos políticos y éticos - culturales
que terminandefiniendo los perfiles de un ethos regional perfectamente diferenciable”4

Con estos elementos conceptuales iniciamos la organización de un equipo de trabajo para


dar cuenta de este reto. Para ello, consideramos conveniente organizar el trabajo con
múltiples entradas analíticas como fueron los temas de poblamiento, economía, política,
vida cotidiana y cultura. A su vez, el territorio colombiano se dividió en las regiones
noroccidental, caribe, santandereana, cundiboyacense, alto Magdalena, suroccidental,
Pacifico, Orinoquia y Amazonia. Lamentablemente, por consideraciones editoriales no fue
posible dedicarle la misma extensión a todas las regiones, razón por la cual las tres últimas
regiones arriba mencionadas recibieron un tratamiento resumido. Los treinta y siete
fascículos resultantes, circularon con la edición dominical del periódico El Colombiano, de
Medellín, desde el 9 de mayo de 1993 al 6 de febrero de 1994, y luego con el Heraldo de
Barranquilla. durante 1994, con un cubrimiento de cerca de un millón de lectores.

Para la realización del trabajo investigativo se conformó un Comité Científico integrado por
María Teresa Uribe del Iner de la Universidad de Antioquia, Guillermo Rodríguez de la
Fundación Prosierra de Santa Marta, Armando Martínez del Departamento de Historia de la
Universidad Industrial de Santander, Alonso Valencia del Departamento de Historia de la
Universidad del Valle, Camilo Castellanos del CINEP, y Mauricio Archila, Jaime Arocha y
Roberto Pineda de la Universidad Nacional. Cada uno de ellos tuvo el encargo de coordinar
la investigación sobre las distintas regiones y de los respectivos equipos de trabajo
conformados por sesenta y cinco personas, entre historiadores, geógrafos, economistas,
antropólogos, musicólogos, literatos, sociólogos, entre otras disciplinas, lográndose así una
3
Ibid.
4
María Teresa Uribe. La territorialidad de los conflictos en Antioquía. Medellín, Gobernación de Antioquia,
1990. p. 10.

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mirada desde las regiones y desde las distintas profesiones, que visto el trabajo en conjunto
semeja una gran matriz de múltiples entradas temáticas, científicas, temporales y
territoriales que buscan proporcionar un conocimiento de la multiplicidad regional
colombiana. La dirección general de este trabajo estuvo bajo mi coordinación, labor que se
benefició de la colaboración de Guillermo Vera en la investigación gráfica y Luisa Navas
en la edición. El diseño estuvo a cargo de Byron González y los mapas fueron elaborados
por Ramiro Zapata, de El Colombiano. Posteriormente, Elias Gómez, de la carrera de
Historia de la Universidad Nacional realizó el trabajo de actualización económica y
demográfica.

La realización de esta obra no habría sido posible sin el auspicio del Banco de Occidente, el
Banco Popular, la Compañía Suramericana de Seguros, Ecopetrol, La Caja Social y la
Fundación Social y sus empresas. El apoyo institucional que nos otorgó el Director del
CINEP, padre Francisco de Roux fue un aporte fundamental para poder realizar todo este
trabajo de investigación, así con el aliento permanente que recibimos de la Dirección del
periódico El Colombiano, a cargo de la señora Ana Mercedes Gómez, medio de
comunicación que ha sido pionero en la defensa de la lectura de Colombia como un país
regiones.

Por último, queremos anotar que luego de la amplia difusión que recibió este trabajo bajo la
modalidad de fascículos que acompañaban las ediciones dominicales de los diarios arriba
señalados, estos materiales disfrutaron de una permanente demanda por un público muy
diverso, situación que motivó a COLCIENCIAS a apoyar su edición bajo el formato que
hoy presentamos. Las directivas del CINEP, en especial su subdirector, Padre Fernán
González, apoyaron decididamente esta tercera edición de la obra, labor que en el frente
editorial ha estado a cargo de Helena Gardeazábal. A todas las personas que han aportado al
logro de esta obra, van nuestros agradecimientos. Todos ellos han colaborado, de distintas
maneras, a enriquecer el conocimiento de la diversidad regional colombiana.

FABIO ZAMBRANO
Editor
Profesor Titular Universidad Nacional,
Bogotá, marzo de 1998.

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VII REGIÓN PACÍFICO

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1. POBLAMIENTO

Afrocolombianos se lleva la misma sangre

Octavino es un adalid del Alto Baudó. Pudo apedillarse Akán, pero los portugueses
cambiaron el nombre de la etnia de sus antepasados africanos por el de Mina, puerto
donde los embarcaron. Al comprarle la libertad a su dueño, los negros tomaron su
apellido: entonces Mina se volvió Palacios. Libres se llamaron al manumitirse como
recordando que el poblamiento del Pacífico es impensable sin lucha por la libertad.

Fotografía archivo El Colombiano

Adriana Maya Restrepo: Directora Departamento de Historia, Universidad de los Andes.

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El Pacífico colombiano
DIVERSO Y PLURAL

Una de las porciones más ricas del mundo en especies vivas y formas culturales.

D elimitada por el Océano Pacifico, la Cordillera Occidental, el Darién y la provincia de


Esmeraldas en el Ecuador, se encuentra una franja selvática, cálida y húmeda, serpenteada
por ríos que arrastran oro y platino, y por la historia donde convergen tres mundos: Europa,
África y América. Es el Pacífico colombiano.

El río Atrato enlaza la región con el Caribe, a donde llega desde tierra adentro, expandiendo
sus brazos y formando un delta majestuoso que extiende la selva tropical chocoana hasta el
golfo de Urabá. Los planchones bajan desde Quibdó hasta Turbo recogiendo madera y
dejando los productos que la gente de las riberas necesita para vivir. Navegando entre selva
y aves, se llega a Riosucio, donde la tranquilidad de las aguas puede reflejar con total
simetría amaneceres rosados y violetas o la floresta atravesada por caños y rodeada de
bruma, hasta sorprender al viajero con los contornos de la ciénaga de Unguía y la visión de
la serranía del Darién.

El río San Juan desemboca en el Pacífico y con el Atrato drenan la depresión situada entre
la Cordillera Occidental y la serranía del Baudó. Descendiendo desde esas tierras bajas, se
llega al Cabo Corrientes. Al sur de éste último nace la baja costa aluvial que se extiende por
640 kilómetros, hasta Esmeraldas. La mitad norte de esta explanada va desde Buenaventura
a Guapi, y la irrigan los ríos Micay, Naya y Timbiquí, entre los más caudalosos. En la otra
mitad, el río Patía y sus tributarios forman la planicie déltica que se conoce como la región
de Barbacoas (West 1972: 24).

Desde antes de la Conquista, estos ríos producían grandes cantidades de oro, y cuadrillas de
esclavizados negros lavaban esos placeres, en la Colonia, para los amos de tierra caliente
que vivían en el sur de la región, en Popayán y Cali. A los indígenas se les impuso el
trabajo agrícola para alimentar a los mineros. Fue de ese modo como a finales del siglo
XVIII, el Chocó llegó a producir más oro que el resto de distritos mineros de la Nueva
Granada.

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En este panorama de filones abundantes, la serranía baudoseña es la excepción. Aquí las
memorias del oro no tienen que ver con la historia de la tierra, sino con los recuerdos de los
mineros del río Quito o de Bojayá. Mazamorreando domingos y días feriados, le fueron
comprado a sus amos las cartas que acreditaban su libertad. Así, convertidos en agentes de
su propia emancipación desde los finales del siglo XVIII, comenzaron a establecerse en
tierras sin amos.

De esa manera, el Baudó permanece aislado dentro de un territorio de por sí bastante


escindido del mapa vial colombiano. No hace mucho llegó al filo de la serranía la carretera
que pretende unir la región cafetera risaraldense con Tribugá, puerto en construcción sobre
el Océano Pacífico. Cuando el viajero se desplaza hacia el norte puede observar a su
derecha, desde la vertiente oriental, la extensa llanura chocoana y vislumbrar la ciudad de
Quibdó. A su izquierda, la vertiente occidental es una pendiente selvática que conduce a las
márgenes del río Baudó. Muchas zonas de la primera son de árboles talados que intentan
darle vida a potreros para ganado. La segunda, en cambio, aún retiene su exuberancia
original. Las dos vertientes y la carretera, resumen la actual encrucijada ante la cual se halla
no sólo la región, sino el país entero. El que hordas de colonos atraídos por la nueva vía no
conviertan las zonas de la izquierda en los tremedales de la derecha depende, por una parte,
de la voluntad política para que los gobernantes le den vida al modelo de desarrollo
sostenible que introduce el artículo 80 de la nueva Constitución colombiana; por otra, de
que las organizaciones que representan a las comunidades indígenas y negras, logren las
formas de afianzamiento territorial y político que la misma carta también contempla para
los pueblos étnicos de Colombia.

A lo largo de la base de la cordillera, desde el área del alto río Atrato hasta la actual
frontera colombo-ecuatoriana, se extiende una franja casi continua de tierra alta de gravas,
de unos 8 a 16 kilómetros de anchura. Esta región es conocida como las tierras bajas del
Pacífico colombiano.

LA GENTE

Los embera son los descendientes de Carabagi (Patricia Vargas). Sus territorios cobijaban
los afluentes orientales del Bajo Baudó y los cursos altos de los ríos Atrato y San Juan. Esta
región de la llanura norte de las tierras bajas del Pacífico era nombrada por los embera con
las palabras Marnananbira y Tabira, significando su territorialidad, puesto que bira es un
sufijo que, en embera, indica pertenencia a un lugar.

El espacio se articulaba a partir de las relaciones de la gente con el entorno: los habitantes
de las partes altas de los ríos Atrato y San Juan se reconocen como los eubida, es decir,
gente de la montaña. A su vez los que se relacionan con el río son los dobidá.

El espacio embera se conformaba de caseríos, ocho o diez casas que mantenían vínculos
entre sí: una cadena de relaciones entre los miembros de la familia nuclear, la familia

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extensa y las parentelas. Estas redes se articulaban en cinco sociedades que reconocían un
territorio propio, con zonas neutrales entre ellas, formadas por espacios no humanizados.

Los waunana, según la tradición oral, fueron creados en la costa pacífica. Existen varias
versiones sobre su origen: la primera cuenta que “el pelícano creó los primeros seres
humanos, en la playa de arena de la desembocadura del río Baudó”; otra nana como
Ewandama creó al mundo y a la gente en ese mismo no.

Una tercera versión habla del mismo héroe, pero en ella, Ewandania vino de Panamá con la
mujer y los hermanos. Al volver a Panamá los dejó en la playa y les recomendó que no
hicieran casa que él la haría a su regreso. Sus hijos no obedecieron porque el diablo les dijo
que él les ayudaba. Ewandama regresó al Baudó y fue muerto a flechazos por sus hijos.
Este fragmento de la tradición oral waunana concuerda con los planteamientos de la
lingüística según los cuales la lengua hablada por la familia embera-waunana se dividió en
dos idiomas diferentes en el río San Juan. Ambos grupos pertenecían a la misma tradición
cultural.

Además de la gente de la montaña y la de los ríos, estaba la de los valles. Cuna


significa llanura y se refiere a quienes habitaban las zonas planas de las cuencas del Atrato
y el Baudó. Los tule, otra sociedad de llanura norte del Pacífico, representaban a los cuna
como los animales-hombre que hacían parte de la descendencia de Piler, hijo del creador
Pad Tumamat. Además en el Atrato, los cuna tenían caseríos de tres a cinco mil habitantes
(Patricia Vargas).

Hasta finales del siglo XVII, los territorios waunana, embera y cuna se mantuvieron
relativamente independientes del imperio español. La llanura norte de las tierras bajas del
Pacífico había sido humanizada a partir de un patrón de asentamiento longitudinal
siguiendo los ejes de comunicación delineados por la naturaleza, es decir los ríos y sus
cuencas.

Sin embargo, los españoles incursionaron desde 1509 en esos territorios, los invadieron
buscando oro.

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EL ESPACIO se hispaniza

Finales del siglo XVII. Felipe II se apoya, para consolidar el Estado, en una política
expansionista y de colonización cuyo principal rasgo fue la búsqueda de El Dorado.

ASENTAMIENTOS PRIMERO

D esde que llegaron a las costas de tierra firme, los europeos buscaban el oro con el que la
Corona se liberaría de sus acreedores genoveses.

El Nuevo Mundo fue pues para los conquistadores —aventureros sin tierra— la posibilidad
de enriquecerse. Aparte del pillaje de las tumbas indígenas durante las expediciones, los
españoles fueron explotando los placeres auríferos con lo cual se generó un poblamiento
itinerante de campamentos de minería de aluvión. Al tiempo, el hallazgo de depósitos daba
lugar a establecimientos de minería de yeta con la consiguiente y relativa sedentarización.

Entre los pobladores, los cuna fueron los primeros en conocer a los buscadores de oro: en
1509 los españoles incursionaron en el golfo de Urabá y lo invadieron, fundando las
poblaciones de San Sebastián de Urabá y Santa María la Antigua del Darién. En 1535 se
instalan en San Sebastián de Buenavista.

Un año después, Pascual de Andagoya penetró la llanura sur de las tierras bajas del Pacífico
y estableció un puerto en Buenaventura el cual estaba conectado por el cañón del Dagua
con la recién fundada ciudad de Cali. Desde entonces, noticias sobre el oro navegaban la
floresta. De ahí que los ríos San Juan y Atrato fueran los nuevos espacios por explorar

En 1573 Melchor Velázquez salió de Anserma, cruzó la Cordillera Occidental a la latitud


de Cartago y fundó la ciudad de Toro en las cabeceras del río Ingará, un tributario del
Tamaná, donde se hallaban las minas. Después de la fundación de la ciudad y del
establecimiento de campamentos mineros en el río, se estableció el Real de Minas de San
Francisco de Nóvita. El antiguo campamento se había convertido en un centro
administrativo que tenía jurisdicción política, económica y religiosa sobre el territorio
donde se hallaban las minas.

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En el mismo año de la fundación de Toro, los españoles salieron hacia el valle del río San
Juan. Los expedicionarios se internaban en territorio embera. Los españoles llamaron chocó
a los embera y a los waunana: la palabra chokó que los embera utilizan para denominar los
cántaros para la chicha, fue escuchada por los españoles y luego utilizada para nombrar la
familia lingüística embera-waunana cuando aún no se había consolidado el proceso de
diferenciación dialectal (Patricia Vargas, Henry Wassen).

OTROS NOMBRES YA RESISTIR

Kathleen Romoli, etnohistoriadora, nos cuenta como fue visto el territorio embera por los
españoles de Toro quiénes se encontraron con que “la tierra de sola la lengua chocó es más
de cincuenta leguas pobladas sin hacer interrupción alguna, es todo de población trabada y
entre otros caciques que hay tiene este testigo por memoria y cuenta ciento y treinta y seis
caciques que sujetan y tienen gente...

Romoli cuenta también que, según el informe del capitán de la expedición Pedro de
Moriones, este territorio se dividía en “...cinco provincias todas de una lengua que son la
primera de mamananbira donde entró el capitán Juan de Sabala, la provincia de Tabira que
está a las espaldas de Anserma, la provincia de Termiji que va rodeando a los chancos,
tootumas e ingaraes y la provincia de Isaza que está en medio de toda la tierra del Chocó y
la provincia de Guaya que es donde este testigo con los demás entraron...”

Son historias que nos hablan de dos cosas. Una es la percepción que los españoles tuvieron
de este territorio: un espacio humanizado por grupos de gente que expresaban su noción de
pertenencia a un lugar en la misma lengua. Sin embargo hablan de poblaciones trabadas
como si no percibieran las cadenas de relaciones que daban orden a ese espacio.

La segunda tiene que ver con la manera como los europeos nombraron esos espacios. Ellos
percibieron las diferentes territorialidades de los embera puesto que hablan de
cinco provincias. Empero este término no correspondía a la manera como los nativos
nombraban su propio territorio: el espacio embera se articulaba sobre el eje del río y de su
cuenca mientras la provincia, modelo espacial que los españoles traían de la península, lo
hacía a partir de un eje centro-administrativo que cumplía funciones políticas, económicas
y religiosas. Pedro de Moriones lee el espacio embera en términos de la nueva espacialidad
que los españoles pretendían controlar desde el recién fundado Real de Minas de San
Francisco de Nóvita, es decir, como territorios potencialmente tributarios.

El modelo ibérico fue impuesto mediante la presión militar y el sometimiento. Una vez que
los territorios eran conquistados, es decir invadidos, los españoles procedían a fundar
poblaciones: llevaban a cabo un repartimiento del territorio de los sometidos.

Tal fue el caso de Toro. Inmediatamente después de su fundación en 1573, el capitán


general Melchor Velázquez procedió a distribuir solares entre los pobladores de dicha

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ciudad. Estos eran pequeños lotes de tierra de forma rectangular, situados alrededor del
nuevo eje espacial: el marco de la plaza principal en la cual se hallaban la iglesia y el
cabildo.

A partir de ese momento la cuadrícula ibérica, diseñada alrededor de la plaza, es


superpuesta al modelo indígena articulado longitudinalmente a lo largo de los ríos. La
hispanización del espacio comienza al igual que la resistencia indígena.

La resistencia se compone de dos fases: una que va desde los primeros contactos en el siglo
XVI hasta 1640, momento en que, según los españoles, los indígenas
fueron pacificados. En este período, los nativos hacen la guerra. La segunda fase comienza
a principios del XVII y se prolonga hasta finales de siglo. La gente enfrenta, además de las
armas de los conquistadores, dos nuevas invasiones: la espiritual, conducida por los
misioneros, y la corporal que dejó marcas de viruela y castigos. Cuando su sobrevivencia
demográfica y cultural estuvo en peligro, cambia de estrategia y pasa del enfrentamiento
activo a la huida. Se inician entonces las migraciones, puntos de partida de nuevas
construcciones territoriales.

IMPOSICIÓN A TODA COSTA

Para finales del siglo XVII el espacio indígena había sido fragmentado a causa de la
invasión territorial y sociocultural de los españoles. La explotación del oro en el Chocó
comienza a hacerse a gran escala. Las minas del Tamaná y el real de Nóvita se
restablecieron y se fundaron campamentos a lo largo de los afluentes orientales de las zonas
altas del Atrato y el San Juan. La región minera del Atrato se conoció entonces como la
provincia de Citará compuesta por los campamentos mineros de Certegué, Bagadó, Neguá
y Bebará. El centro administrativo fue la población de Citará (Quibdo), donde se hallaba la
tesorería real.

Hacia el sur, en el delta del Patía, se habían restablecido las minas en el Timbiquí e
Iscuandé. Santa Bárbara se convirtió en el centro comercial y político de la parte sur de la
llanura costera. A principios del siglo XVIII los depósitos del río Micay y Naya estaban en
explotación y a finales del siglo Iscuandé, Santa Bárbara, Timbiquí y San Francisco de
Naya eran los pueblos más grandes de la costa occidental de la Nueva Granada.

Es así como la región del Pacífico aparece formada por dos tramas espaciales superpuestas:
la de la espacialidad indígena fragmentada que da lugar a migraciones y nuevos
poblamientos, y la de los españoles que se extiende en una red de asentamientos mineros
tanto al norte como al sur de la región. El nuevo orden territorial impuesto por la economía
minera, debilitó la población indígena y los mineros españoles optaron por introducir
masivamente gente de origen africano, esclavizada, para el trabajo en las minas. Los viejos
placeres a lo largo del Tamaná fueron reabiertos y más de 100 esclavos venidos de Popayán
y Anserma reemplazan a los indígenas. El Atrato fue poblado por mineros antioqueños y

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del Alto Cauca que vivían en los centros urbanos de Anserma, Cartago. Cali y
principalmente, en Popayán. En la provincia de Nóvita, las minas más ricas pertenecían a
las familias Arboleda y Mosquera de Popayán.

Estos amos de tierra caliente transfirieron los esclavizados de las minas de Antioquia y
Panamá, ya en decadencia.

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EL COMIENZO DEL ARRIBO

Llegaron cautivos a reemplazar diezmados.

Mientras los españoles prolongaban en el Nuevo Mundo las estrategias y el espíritu de la


Reconquista para someter las almas y los cuerpos, los portugueses se lanzaban al
reconocimiento territorial de las costas occidentales de África: las recorren en su totalidad
entre 1454 y 1494. Los primeros contactos con los africanos se dieron a finales del siglo
XV cuando llegaron al reino del Kongo.

En el momento de los descubrimientos, portugueses y españoles pasan de una fase de


prospección de las riquezas, a una de sedentarización de naturaleza diferente en cada caso:
así lo determinaban las especificidades de las riquezas que se querían explotar: el oro en
América y las personas en África.

Hacia 1575 la población indígena del Pacífico colombiano estaba diezmada. Loa españoles
seguían encontrando oro pero ya no tenían gente para explotarlo. En ese momento, los
portugueses habían establecido ya el fuerte de El Mina (actual Ghana) en territorio akán,
bautizado así a causa de las minas de oro que se encontraban en sus alrededores. Fueron
numerosas las tentativas para conocer la ubicación de la minas. Sin embargo, el oro
africano seguía llegando a Europa mediante el comercio de las caravanas transaharianas de
los musulmanes del Maghreb.

Entre 1580 y 1592 los españoles descubren en el Nuevo Mundo, las minas de Remedios,
Zaragoza y Cáceres en Antioquia. Es entonces cuando Felipe II, rey de España, anexa
Portugal a la corona de Castilla. El oro, pues, estaba en el Nuevo Mundo y el reemplazo a
los indígenas —que morían en las minas y cuyo exterminio afectaba los intereses
económicos del Imperio— en África. La solución consistió en deportar a los nativos
africanos para explotar el oro americano.

Con la anexión de Portugal, el rey convertía a los navegantes y comerciantes portugueses


en sus súbditos, allegando su saber acerca de la navegación marítima y del África, región
condenada, desde finales del siglo XVI, a producir gente para explotar el oro americano. A
partir de entonces Cartagena se convierte en el principal puerto negrero de la América
hispánica.

18
EL NEGOCIO REAL

La Corona creó un sistema de contrato, el asiento, mediante el cual un particular —el


asentista— se comprometía a surtir a las Indias occidentales de un número determinado de
personas esclavizadas por año, A cambio podía beneficiarse del monopolio de ese
particular comercio.

Los asentistas residían en Sevilla, pero tenían administradores de sus negocios en las costas
africanas y en las del Nuevo Mundo. En África se hallaban los pombeiros quienes se
ocupaban de constituir las cargazones, es decir, el número de esclavizados que debían
zarpar En Cartagena, estaban los factores quienes recibían los navíos de los asentistas y se
encargaban de pagar los impuestos por cada persona esclavizada que llegara.

El comercio triangular o trata atlántica, se había establecido mediante el ir y venir de los


navíos, verdaderos bazares navegantes que transportaban anuas, telas y licores de Europa a
África y allí los cambiaban por seres humanos con quienes zarpaban rumbo a América a
cambiarlos por el oro encontrado en el territorio de los nativos de este continente. En
África, los portugueses dedicados al comercio vivían especialmente en los puertos, desde
donde manejaban sus negocios. Si bien los pombeiros penetraron el interior de las tierras,
su propósito no era establecerse en la selva sino ir en busca de los cautivos que venían de
sociedades apartadas de las costas.

LLEGARON AL PACÍFICO

Los primeros buscadores de oro trajeron consigo africanos esclavizados. Antes de 1580,
dice Nicolás del Castillo Mathieu, debía haber ya alrededor de 3 mil personas venidas del
África occidental, sirvientes de los conquistadores en los primeros años del siglo XVI, y
posteriormente de los funcionarios de la Corona.

Llegaron, hasta principios del siglo XVII, provenientes de la región comprendida entre el
Senegal y la Sierra Leona actuales. Los yolofos y serere, y los cazangas venían del Senegal;
los biáfaras y los branes de la Guinea-Bissau y eran embarcados en el puerto continental de
Cacheo y en las islas de Cabo Verde. Bartolomé de Las Casas cuenta que Vasco Núñez de
Balboa los utilizaba en la construcción de barcos en el Pacífico.

Es posible que, a principios del XVIII, se hallaran en las minas del Pacífico africanos de
cultura ewefon y akán puesto que en ese momento los asentistas eran holandeses y
controlaban la trata en el golfo de Benín. Los akán fueron embarcados por los ingleses
situados en la Costa de Oro.

A finales de la primera mitad del siglo XVIII, la presencia de los akán, llamados minas, es
mayoritaria en el puerto de Cartagena. Eran traídos por los británicos quienes tenían su base
de operaciones en Jamaica. En este momento las minas del Pacifico eran el primer distrito
minero de la Nueva Granada. Las regiones de Nóvita, Citará, Raposo, Dagua, Barbacoas,

19
Iscuandé y Caloto se convierten en la principal fuente de oro para el Imperio español. En
las minas del Pacífico debían trabajar —según las pocas informaciones que se tienen—
africanos provenientes del centro-occidente de su continente. De esta región llegaron
también los yorubas, llamados lucumíes por los españoles. También habría gente de las
diferentes provincias del reino del Kongo y en particular de Loango. La presencia de los
yolofos, branes y biáfaras fue quizás menor puesto que, para este período, el puerto de
Cabo Verde y de Cacheo estaban en decadencia.

20
Las leyendas QUE TOCÓ INVENTAR

El desgarramiento fue total: en lo humano y en lo territorial.

En una región de clima ecuatorial compuesta de sabanas y de selvas, comprendida entre el


Cabo de las Palmas y la desembocadura del río Volta, tenían sus territorios los akán.
Una zona costera de lagunas. Los orígenes de estos nativos se sitúan en la actual República
de Ghana. Venían —dicen antropólogos y lingüistas— de la región del Chad; atravesaron el
Bajo Níger y después el Benín y Togo actuales. Pues bien: fueron ellos quienes trabajaron
de sol a sol en las minas de nuestro Pacífico entre 1680 y 1810.

En el siglo XV cuando llegaron los portugueses, la sociedad ákán estaba organizada en


reinos. El poder centralizado se encarnaba en una reina o un rey. Ella o él eran asistidos por
un sacerdote quien dirigía las ceremonias y cultos de los aferentes clanes. El sistema de
sucesión era matrilineal y la sociedad se componía de ocho clanes matrilineales, los
cuales daban la sangre, y doce patrilineales, legadores del carácter y el espíritu. Los
nombres de los niños se componían del correspondiente al día de su nacimiento y de otro
escogido en el clan del padre.

Las excavaciones arqueológicas realizadas en Begho —territorio de los Bron— han


mostrado que antes de la llegada de los europeos en 1471, existían relaciones comerciales
intensas entre los pueblos de la sabana y los de la selva. Este sitio debió existir hacia
principios del siglo XII y era uno de los principales mercados de nuez de kola y de oro.

Ante la presencia del oro en territorio akán, los portugueses construyeron el fuerte de El
Mina en 1481. En su libro del siglo XVI, Esmeraldo de sim Orbis, Duarte Pacheco Pereira
habla de la resistencia que opusieron los autóctonos al establecimiento de los portugueses
en sus territorios. Hoy los akán constituyen 45% de la población de Ghana: son los ashanti,
akyem, wassa, twifo, akwaxnu, sefwi, nzema y los fante. En la Costa de Marfil representan
el 33% y allí se encuentran los abron, los agni y los baoulé.

Los yoruba extendían sus territorios en la región que va desde la desembocadura del Volta
hacia el este, en límites con el actual Camerún. Su tradición oral sitúa la creación de la
tierra en Ifé y su propio origen al este de Oyo.

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Según la tradición de Ifé, las primeras ciudades-estado yoruba se constituyeron en tiempos
del nieto de Oduduwa, fundador legendario del Estado. Ketu, Benín, Popo, Sabe y Oyo,
fueron los primeros territorios yorubas compuestos por una ciudad y los pueblos vecinos.
Las ciudades se hallaban dispersas o agrupadas en federaciones. Hacia el siglo XI se
practicaban la industria de perlas de vidrio y el arte refinado de la cerámica junto con la
agricultura.

Del África central también llegó gente al puerto de Cartagena. Aquí fue mayoritaria su
presencia durante la primera mitad del siglo XVII. Resistiendo a la esclavitud, huyeron con
otros africanos de orígenes diferentes. Crearon palenques y pueblos fortificados para
defenderse de los españoles. Aún hoy sus tambores se escuchan en las noches de lumbalú
cuando acompañan a quien muere en el tránsito al más allá. Entonces evocan su lugar de
origen al hablar de Loango y Angola. Esa es la gente del Palenque de San Basilio en el
departamento de Bolívar, descendientes de bijagos, minas y angolas.

A finales del siglo XVIII llegan de nuevo en los navíos desde África. Es posible que
algunos de ellos hayan trabajado en las minas de Chocó en ese momento.

DURANTE LA TRATA

Mientras los españoles hispanizaban el espacio indígena en el Nuevo Mundo, los


portugueses fragmentaban y desestructuraban los territorios de los africanos a través de la
trata atlántica. Fueron dos tipos de contacto —en América la explotación de oro y en África
el cautiverio de personas— que generaron un sometimiento y unas estrategias de resistencia
distintas en cada caso.

La trata, a diferencia de la Conquista, se establece como un sistema de intercambio entre


los europeos y los africanos. Los primeros traían mercancías de Europa y los otros
debían pagarlas con seres humanos. Este intercambio se fue convirtiendo en un imperativo
de jefes africanos y dio origen a nuevas formas de poder en el seno de esas sociedades. El
reino de Loango, por ejemplo, se convierte en productor de esclavos durante el siglo XVII.

En la corte del Maloango —señor de Loango— se discutía sobre el aumento de las cuotas
de trata. Los fumu-si eran los interlocutores de los portugueses y su poder entonces se
transforma porque ya no se fundamenta en el saber que permite la sobrevivencia —la
fertilidad de la tierra— sino en el sometimiento y riqueza que dan las mercancías traídas
por los europeos: armas, telas y alcohol.

Comienzan a aparecer también nuevos delitos cuyo castigo es la deportación. Con las armas
y la instauración de nuevas normas sociales, creadas en función de la demanda de la trata,
los europeos aliados con los gobernantes locales, desestructuraron social y políticamente a
las sociedades africanas. La gente no sólo dudó de sus jefes sino que también vivió la
omnipresencia de la muerte, igual que los indígenas en América: en África no fue en las

22
minas sino en los trayectos realizados entre los mercados de cautivos de la selva y la costa
donde serían embarcados.

Mientras los españoles sobreponían una espacialidad centralizadora y rectilínea al espacio


longitudinal de los indígenas, los portugueses crean una espacialidad de tratantes —
buscadores de hombres— articulada sobre un eje de relevos entre los mercados de
cautivos y los puertos de embarque. Los pombeiros —administradores de los asentistas en
África— se encargaban de tejer las redes de relaciones con los jefes locales, desde la costa
hasta el interior de la selva. El mercado más importante a principios del siglo XVII en el
Reino del Kongo fue Stanley Pool —hoy Kinshassa, capital del Zaire. Los mercados de
cautivos fueron en África las nuevas espacialidades del sometimiento, como lo eran en
América las reducciones de los indígenas.

La diferencia es que los africanos no se enfrentaron a una guerra por la defensa de la tierra
pues los europeos no estaban allí para apropiarse de las riquezas del subsuelo sino de las
personas. Su estrategia fue el comercio.

LAVIA: DESPERSONALIZAR

Entre el momento de la captura y durante toda su vida de esclavizados, los africanos y sus
descendientes fueron convertidos en mercancía. Los mercados de cautivos en África son tal
vez el primer eslabón de este proceso que continuaría en las minas y haciendas de la Nueva
Granada: en los puertos de embarque, costa occidental africana, se pueden visitar hoy los
depósitos donde fueron almacenados los nativos antes de atravesar el océano. Aquellos que
llegaron a Cartagena, fueron vendidos a los comerciantes que venían del interior y forjaban
sociedades esclavistas basadas en la minería y la agricultura. La despersonalización se
consolida en el Nuevo Mundo: las Leyes de Indias definían al esclavo con las
palabras mercancía, objeto, bien mueble, en un acto jurídico que instituyó su no-
historicidad pues al no ser gente sino objeto carecía de memoria y sin ésta no poseía un
registro de su devenir en el tiempo y en el espacio.

Además, una vez introducido en la sociedad esclavista, el africano era convertido en


esclavo-productor: una pieza más del engranaje productivo colonial. La continuidad del
proceso de despersonalización entre la trata y la esclavitud, podría ayudarnos a entender el
alcance de esa estrategia de dominación española en la desarticulación del ser individual de
los africanos.

En los expedientes sobre juicios criminales dejados por los españoles, el registro escrito
sólo da cuenta de los esclavizados a través de las palabras del escribano. Con esa narración
en estilo indirecto, la sociedad colonial excluía a los esclavizados al no reflejar nada de
ellos. Simplemente no existían ni individual ni socialmente, no tenían voz ni rostro.

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Los indígenas, en cambio, fueron tratados como súbditos de su majestad, en calidad de
seres jurídicos. Por ello sus protestas originaron Ordenanzas protectoras de su ser. Para los
españoles los africanos eran incapaces de transformar lo humano y lo social.

DEL OTRO LADO

Conseguir gente en África para explotar minas de oro en la Nueva Granada fue la
justificación del cautiverio y la deportación. Ese momento de instauración del comercio
triangular entre Europa, África y América es el comienzo de la desterritorialización.

Los africanos que partieron hacia América fueron arrancados de sus lugares de vida, de
intercambios y de historia. Los bosques sagrados donde habitaban los espíritus, los ríos
sagrados, las plantas y los animales, quedaron del otro lado del océano. La memoria
histórica consignada en el espacio físico se quedaba aferrada al Sahel y a la sabana,
permanecía en las selvas y los ríos de otro continente. En el Nuevo Mundo fueron
sometidos a la territorialidad hispánica en construcción.

Sin embargo, continuaron resistiendo a su condición de eslavos, como lo habían hecho


contra los tratantes. En África central, habían creado quilombos en los alrededores de
Stanley Pool. En la occidental se defendieron inventando leyendas que cuentan que eran
invisibles y por lo tanto incapturables. Los sueños de libertad atravesaron el océano y por
eso esta nueva tierra fue para ellos un mundo por nombrar, un territorio por construir.

EN LOS PUERTOS DE EMBAROUE

Las sociedades donantes en África sufrieron, como consecuencia de la trata, su


desestructuración territorial e históricocultural. Se incentivaron por ello muy tempranos
movimientos de resistencia y rebeldía, incluyendo el kilombismo (cimarronaje) de gente
como la ki-congo de las cercanías de lo que hoy es Kinshassa, antiguo mercado de cautivos
de Stanley Pool.

Por otra parte, los lugares de embarque —Santo Tomé, por ejemplo, principal puerto de
embarque en la primera parte del siglo XVII, cuando Cartagena era el centro negrero
hispánico por excelencia— sirvieron de escenario para el encuentro entre la cultura de los
africanos esclavizados y la de los tratantes. Eran epicentros para la ladinización, es decir, la
elaboración inicial de trazos culturales que ya no eran ni sólo africanos, ni tampoco
europeos.

Los moldes ladinos nacen de la voluntad de homogenización de los portugueses —quienes


pretendían imponer su lengua y religión— y de la resistencia ella —la cual permitió la
permanencia de la africanidad de los cautivos.

Falta aún conocer mejor aquellos tipos de resistencia y cimarronaje escenifica dos por los
propios africanos en África contra sus captores. Con ello podríamos entender mejor su

24
papel en la preservación de las características histórico culturales de las etnias a las cuales
pertenecieron los capturados. La ideología de la libertad que caracterizará las luchas
afrocolombianas contra el sistema esclavista quizás tenga sus raíces en ese continente.

El estudio de la resistencia y el análisis de la forma y función de los puertos de embarque


como plataformas de contacto cultural —duración de la estancia de los capturados,
intensidad de la interacción con misioneros, tratantes y amos europeos y afroeuropeos
(Friedemann y Arochá 1986; Arocha 1992)— nos ayudaría a dilucidar el proceso de
ladinización de las culturas africanas, a dar respuestas sobre el origen de esas nuevas
culturas y nos permitiría conocer los grados de permanencia y de ruptura de la africanidad
en el contexto de la trata atlántica.

25
Resistencia A LA MUERTE

La fuerza estaba en su cultura que se negó a extinguirse. Desde 1580, comienzan a llegar
masivamente a Cartagena africanos esclavizados. Todo coincide en ese año: en el Nuevo
Mundo se consolida la conquista,. Cae demográficamente la población indígena y se
descubren las minas de oro de Antioquia; en África, con el reconocimiento de sus costas
y conquista, cae demográficamente la población indígena y se descubren las minas gentes,
se prepara el terreno para producir allí la fuerza de trabajo destinada a explotar el oro
americano.

Los asentistas se habían comprometido a transportar mil esclavizados anuales, cifra que en
realidad llega a los 3 mil si se consideran los altos índices de contrabando. Entre 1580 y
1640, la gente llega especialmente del África Central, en particular del antiguo Reino del
Kongo. Son personas pertenecientes a la gran familia bantú.

LOS CABILDOS

Después de zarpar de los puertos africanos, los esclavizados llegaban a Cartagena donde los
esperaban los funcionarios del fisco, los comerciantes de esclavos y los misioneros. Los
puertos fueron su entrada al mundo de la esclavitud.

En este nuevo mundo, las normas no eran producto de la interacción de tratantes europeos y
jefes africanos. Aquí la legislación española había sancionado leyes para negar la
humanidad y la historicidad de los recién llegados. Los cautivos serían ahora esclavos.

Desde su llegada, los africanos buscaron activamente la manera de preservar su identidad.


Aparecieron entonces los cabildos, asociaciones creadas por los esclavos bozales, es decir,
los esclavizados recién llegados de África que compartían la misma cultura. Existieron,
desde principios del siglo XVII, los cabildos de arams y minas en Cartagena. Estos
espacios de intercambio les permitieron recomponer una imagen de sí mismos y de sus
culturas, fragmentada por la cosificación a la cual fueron sometidos desde los inicios de la
trata.

Los cabildos fueron espejos culturales en los cuales los esclavizados podían reflejarse, ver
su propio rostro. Eran refugios de africanía y de reintegración étnica activa (Nina de

26
Friedemann), espacios de preservación de la identidad y de resistencia a la
despersonalización y a la negación de su historia.

Los cabildos de negros —basados en el modelo del cabildo español— sirvieron también a
los esclavizados para recomponer su ser social y político. Podría decirse que la apropiación
que los africanos hicieron de este modelo político hispánico, fue una estrategia de
adaptación que les permitió sobrevivir en el seno del sistema esclavista colonial (N.
Friedemann).

SEMILLEROS DE CIMARRONES

A través de los cabildos, los esclavizados lucharon contra esa imagen de bárbaros y
paganos sin historia que proyectaba la sociedad esclavista. Ellos fueron los nuevos
territorios desde donde pensaron e imaginaron la libertad. A los que se atrevieron a
construirla se les llamó cimarmnes, como el ganado que huía al monte y se volvía salvaje e
indómito.

Los primeros territorios de libertad que construyeron fueron los palenques, fortificaciones
en forma de palizada. Al igual que los de la llanura Caribe, los esclavizados del Pacífico
también huyeron (Bernardo Leal). Abandonaron las minas y haciendas de los valles
interandinos y de las regiones costeras del Chocó, Raposo y Barbacoas. Eran los iniciados
del siglo XVIII. Su refugio fue El Castigo, al norte de la Hoz de Minamá (Nariño), donde
construyeron dos poblados: Nachao y Nalgua; a lo largo del Patía y sus afluentes sembraron
plátanos, frutas y trabajaron el oro.

La antropóloga Nina de Friedemann ha documentado ampliamente el modo de


organización social, económica y la vida religiosa de las gentes del Guelmambi, quienes
quizás descienden de estos cimarrones. También ha señalado la existencia del palenque de
Tadó creado alrededor de 1728.

Es muy posible que, como en el caso de los cimarrones de Cartago (1785), los rebeldes
llevarán escopetas, lanzas, machetes, barras, barretones, palas, pólvora y balas robadas a los
amos. También, que las relaciones de convivencia heteroétnica que hoy conocemos
entre indios y negros (Jaime Arocha; el Baudó, 1992), hayan comenzado en ese momento:
algunos documentos —consultados por Leal— hablan de cómo “la india María de los
Arcos guió a los cimarrones desde el pueblo de Zerritos hasta la Boca del Monte y desde
allí los condujo hasta su estancia de platanar donde pasaron la noche.

Al día siguiente el “indio” Pedro Yara los acompañó y aconsejó de que no tuvieran miedo
de los “indios” bravos, que él los llevaría hasta el Otún” (Archivo de la Nación, Negros y
Esclavos del Cauca, tomo II, folio 222). Solidaridad inter-étnica contra la cultura del terror
impuesta por los invasores peninsulares.

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L a estrategia de sobrevivencia de los africanos y sus descendientes fue inversa a la de los
indígenas —éstos resistieron para preservar sus territorios pero poco a poco el trabajo
forzado, los malos tratos y las enfermedades los obligaron a migrar para preservarse; se
enfrentaron y luego huyeron para sobrevivir—: primero huyeron para ser libres y luego se
enfrentaron a las tropas españolas para preservar los territorios de autonomía que habían
construido (Carrera Damas, Nina de Friedemann).

RESISTENCIA PACÍFICA

A partir de 1780 no hay africanos para la venta en el mercado de Popayán. Los amos
entonces se aprovisionan exclusivamente de esclavos criollos o mulatos (Germán
Colmenares). Colmenares explica que este cambio se debe a que las tasas de natalidad de la
población esclavizada comenzaron a ser positivas, afirmación que permite formular dos
preguntas: ¿cuáles fueron las políticas de criadero implementadas por los amos para
optimizar la producción de esclavos en las haciendas y minas de la Nueva Granada a
finales del XVIII, momento en el cual la trata por Cartagena estaba ya en plena
decadencia?; y, ¿qué relación existe entre esta decadencia y la consecuente disminución de
africanos en la Nueva Granada, y el proceso de criollización de la gente esclavizada?

¿DE DONDE LOS CRIOLLOS?

Poco se sabe hoy del proceso de criollización de los africanos esclavizados en la Nueva
Granada. Algunas pistas permiten vislumbrar el origen de las actuales culturas
afrocolombianas.

Hubo una progresiva desaparición de los etnónimos africanos, esto es, del nombre de los
grupos étnicos que los esclavizados llevaron a guisa de apellido durante la Colonia: se
llamaban Juan Congo, Guiomar Bran, Leonor Zape, Cosme Biáfara. Es desde finales del
siglo XVIII que empiezan a abundar nombres como Juan Mosquera, Guiomar Caycedo.
Leonor Palacios. ¿Cómo explicar este cambio hacia el patronímico de usanza española?
¿Qué significó eso en el proceso de reconstrucción social de los esclavizados?

La desaparición mencionada se liga íntimamente con la decadencia de la trata por


Cartagena de Indias. El flujo de africanos a la Nueva Granada disminuye a partir de 1748.
“En los últimos siete años —escribía en 1805 Antonio Narváez de la Torre, hombre de
negocios domiciliado en Cartagena— no ha llegado ningún negro bozal.”

Simultáneamente crece la población esclavizada en la Gobernación de Popayán. Aunque


poco se conoce acerca de las políticas demográficas de los españoles, quienes en este
momento explotaban exitosamente las minas de oro del Pacífico, es significativo lo
encontrado en los archivos dejados por ellos: juicios contra los amos por violaciones a las
mujeres esclavizadas o amancebamientos, y amonestaciones de los sacerdotes a la política
de incitación a la promiscuidad en las haciendas y minas, prácticas contrarias a las

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disposiciones postridentinas que exigían la administración del sacramento del matrimonio a
los esclavizados.

Pues bien. En la violencia ejercida por los amos contra el cuerpo de la mujer esclava se
refleja su política demográfica, caracterizada por la voluntad de formar criaderos de
esclavos puesto que los hijos heredaban al nacer la misma condición de sus madres. En el
año de 1780 —cuenta el antropólogo Leal— Agustín Ybarguen, de color pardo, habitante
de la Provincia de Citará, decía ser hijo de Juan Francisco Ybarguen, dueño de minas. En
el juicio, la esposa de Juan Francisco contó que efectivamente su marido había tenido un
hijo con una esclava negra.

El hecho de tener hijos con las esclavizadas aumentaba el capital de los amos: ellos podían
venderlos en el mercado de Popayán o hacerlos trabajar en sus propias minas y haciendas.
Pero lo interesante es que a través de todo esto se palpa el cambio del etnónimo africano al
patronímico español, El hijo esclavo había heredado el apellido de su padre, pero el
reconocimiento de los hijos esclavos por parte de los amos, fenómeno frecuente en las
minas y las haciendas, nunca representó el acceso automático a la libertad. Agustin
Ybarguen es pues el ejemplo del esclavo criollo. Nacido en la Nueva Granada, su padre,
español, lo había reconocido dándole su apellido.

El historiador Mario Diego Romero, ha ilustrado con detalle este proceso de reconstrucción
social en las minas. Los esclavizados eran agrupados en equipos de trabajo,
las cuadrillas, dirigidos por un capitán que en la mayoría de los casos era
también esclavo. La administración de la mina estaba a cargo de un español. Según
Romero, los españoles introdujeron inicialmente cuadrillas compuestas sólo por hombres,
Posteriormente, los administradores llevaron mujeres esclavizadas para realizar labores
domésticas y sexuales, y quienes tuvieron hijos con ellos —reconocidos en algunos casos
por sus padres— y además con los cuadrilleros que bien podrían llamarse Agustín
Ybarguen.

La criollización de los africanos y sus descendientes, se origina en el contexto de las nuevas


redes de relaciones entre amos y esclavizados, ocasionadas por la coyuntura de la trata y las
políticas demográficas. Mas esto es sólo un punto de partida para una reflexión que urge
hoy cuando los afrocolombianos están viviendo un proceso de autonombramiento. En él los
investigadores podemos aportar algunos elementos etnohistóricos que permitirán hacer
claridad sobre la naturaleza de su africanidad y de su colombianidad.

AUTOMANUMISIÓN

Sea como sea, lo importante es que —como lo dice Colmenares— a partir de 1790 la
población esclavizada del Chocó comienza a disminuir; cuestión que coincide con que para
finales del siglo XVIII aumenta considerablemente la manumisión, es decir la compra de la
libertad por los mismos esclavizados (William Sharp).

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¿Es posible entonces relacionar la criollización y el cambio de estrategia de libertad de los
esclavizados? ¿Acaso durante esos dos siglos de resistencia a la esclavitud aprendieron no
sólo a hacer la guerra a los españoles sino también a apropiarse de las armas jurídicas —la
posibilidad de comprar la libertad— del sistema colonial para resistir pacíficamente al
sometimiento?

Es probable que la nueva estrategia de libertad tenga mucho que ver con ese largo y
doloroso proceso de reconstrucción política llevado a cabo por los africanos y sus
descendientes, los criollos, en los cabildos y las juntas. No obstante, la semilla de rebeldía
que llegó de África en el corazón de personas como Bioho, seguía intacta, sólo que en los
albores del siglo XIX los cimarrones cambiaron las armas por los argumentos jurídicos, los
cuales les permitían ser libres a condición de pagar por sí mismos el precio estipulado por
los amos. Esta libertad fue sin duda la condición preliminar a la construcción territorial.

Los casos sobre compra de la libertad abundan en los archivos de todos los países
latinoamericanos otrora esclavistas. El historiador Aguirre documenta la automanumisión
masiva de finales del siglo XVIII en el Perú, e Inés Cortés de Oliveira, la de Bahía. En
Colombia, la libertad de los esclavos sólo ha sido estudiada desde la perspectiva del cambio
de legislación que se opera en los primeros años de la República con la ley de libertad de
vientres de 1825 y la abolición de 1851.

Si bien esta perspectiva nos muestra las razones jurídicas, políticas y económicas que
llevaron a los amos a abolir la esclavitud, poco nos ilustra sobre el proceso de búsqueda de
autonomía de los propios esclavizados que, según Sharp, comienza a finales del XVIII, por
lo menos medio siglo antes de las iniciativas de los amos.

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Memorias del oro, MEMORIAS DE LIBERTAD

La historia contradice la ley: los afrocolombianos no son colonos en tierras baldías.

E n el año de 1765 varios esclavizados de las minas de Certegui en Nóvita (Chocó) se


alzaron contra la administración de Ignacio Rentería. ¿De qué manera? Eso nos lo cuenta
Bernardo Leal. Según las declaraciones de los testigos cercanos a Rentería, los esclavizados
habían aprovechado este conflicto para robar oro en los canalones con el objeto de comprar
su libertad. Años después pudo establecerse que el oro no había sido robado y que los
esclavizados sólo buscaban ampliar estrechos márgenes de la esclavitud para
automanumitirse.

Acumular las cantidades correspondientes al precio de la autonomía —dice Leal— no era


fácil. Los esclavizados trabajaban de sol a sol bajo la estricta vigilancia de los capitanes y
administradores y sólo en los días festivos podían trabajar para sí y ahorrar algo de dinero.
El negro Isidoro, quien trabajaba en las minas de Nóvita hacia 1726, logró reunir 300
castellanos de oro para pagar su precio. Siete meses después su amo pidió que le
restituyeran al negro y el dinero pues, decía, el esclavizado nunca había tenido su
consentimiento para automanumitirse. Cuenta Leal que de esta manera se inició un proceso
de 3 años al final del cual Isidoro recibió la carta de libertad.

Tal debió ser el caso, también, de los bisabuelos de don Cerbelano Perea quien vive hoy en
el río Bebará. Don Cerbelano le contó a Leal que su bisabuelo, Faustino de la Cuesta,
esclavizado, pagó por la libertad de su hijo Liborio Perea. Desde entonces, los
descendientes de Faustino fueron libres y pudieron comenzar a asentarse en las riberas de
los ríos donde habían trabajado para los españoles. Por eso don Cerbelano le cuenta hoy a
sus hijos y nietos que esas tierras hace mucho que les pertenecen, desde principios del siglo
XIX por lo menos.

Casi todos los descendientes de los afrocolombianos del Pacífico han pasado ese trago.
Compraron su libertad para construir los territorios de autonomía que hoy el Estado les ha
reconocido tímidamente. En esta perspectiva, las automanumisiones deben ser consideradas
cómo los hitos del poblamiento afrocolombiano. Estas gentes no son de ningún

31
modo colonos en tierras baldías, como han sido considerados en las leyes que legislan el
derecho a la propiedad en el país.

ASENTAMIENTO MUY ANTIGUO

Desde 1775 los africanos y sus descendientes compraron su libertad se fueron asentando en
las riberas de los ríos. Utilizaron las minas barras, barretones y almocafres de sus amos para
extraer el oro, símbolo de opresión y libertad. Las familias se organizaron a partir de un
modelo que combina la herencia hispánica —presente en la utilización de patronímicos
ibéricos— y las estructuras de parentesco que tienen su origen en las redes de solidaridad
de la familia extendida africana, la cual se criollizó en las minas en donde la mujer, con
múltiples parejas masculinas, tuvo hijos que se quedaron con ellas dada la naturaleza de su
función doméstica y concubina en las cuadrillas. El doble legado —afro y americano— se
deja ver también en las leyes que rigen la herencia. En el caso dcl Alto Baudó, aparecen
formas de transmisión por vía materna conjugadas con aquella por vía materna y paterna.
Esta última opción tiene que ver tal vez con el proceso de cristianización llevado a cabo
desde el XVII y del cual algunas familias extendidas heredaron las normas del derecho
canónico en materia de traspaso de bienes.

En las casas de los atrateños, baudoseños, patianos y sanjuaneños, existen pruebas de la


antigüedad de su asentamiento. Para el sur, Nina de Friedemann ha registrado las vigas
mamas de las habitaciones familiares que se legan de generación en generación. En el
Baudó son llamadas trüntagos. En esta última región, los trúntagos provienen de las minas
del Atrato y llegaron allí navegando desde el río Quito, lugar de provtniencia de algunos
altobaudoseños. Estos trúntagos pueden tener en ocasiones —según Jaime Arocha— hasta
180 años si se suman las generaciones que las han utilizado.

En el San Juan y en el Atrato, las memorias orales de automanumisión —caso de don


Cerbelano Perea— sumadas a títulos de propiedad de las minas, son prueba suficiente para
demostrar que los afrocolombianos del Pacífico no están usurpando tierras del Estado ni de
las comunidades indígenas con quienes han convivido y creado relaciones de solidaridad
como el compadrazgo, desde los inicios de la invasión española.

Su territorialidad se articula hoy sobre el eje de los ríos. A este eje longitudinal de
relaciones de intercambio con los indígenas, se suman otros que unen a las poblaciones
ribereñas del Pacífico con los puertos y con las ciudades andinas. A través de ellos se tejen
redes comerciales, circulan los miembros de las familias extendidas, navegan sus
percepciones del mundo, de la gente y de la selva. La construcción étnico-territorial de los
afrocolombianos del Pacífico se caracteriza por tener fronteras móviles que nacen de la
redes de solidaridad establecidas entre los afrocolombianos mismos, entre estos y los
indígenas; y con la comunidad nacional.

32
La construcción de identidad y territorio amerita estudios más serios y menos determinados
por los intereses políticos coyunturales. Tal vez así los investigadores puedan obrar de un
modo diferente a como lo hicieron los amos en 1851 quienes, en palabras de Zulia Mena,
dieron la libertad a sus esclavos pero siguieron impidiéndoles su ejercicio al continuar
negándoles la tierra y un lugar de dignidad humana en la naciente República.

BIBLIOGRAFÍA

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Africa, Tomo IV, (directores).
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de 1993.
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De Friedermann, Nina 5. y Moreno Fraginals, Manue. África en América Latina, Unesco,
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Stemper, David y Salgado López, Héctor. Tres milenios de historia con base en la
arqueología del Pacífico. En: Colombia Pacífico, FEN, Angel Guarnizo y Pablo Leyva,
editores, Santafé de Bogotá, 1993.

33
2. MINEROS, AGRICULTORES, PESCADORES Y CONCHERAS

Afrocolombianos creadores de riqueza

La gente del Pacifico sale muy rápido de sus vacas: con las patas entre el barro sufren
muchas enfermedades. Tampoco abundan las ruedas: cadenas de piernas y brazos mueven
guijarro, piedras o troncos entre humedad, fango, montañas y selvas; Legendarias redes,
por la terquedad con que terremotos, maremotos, incendios y corrientes marinas persisten
en acabar con todo. Incertidumbre y creatividad se atan aquí como en ningún otro lugar de
Colombia.

Fototeca Cinep

Bernardo Leal Chaparro: Antropólogo, estudiante maestría de historia, Universidad


Nacional. Jaime Arocha: PhD., profesor asociado, Director Centro de Estudios Sociales,
Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional.

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Riberas para sacar oro,
RIBERAS PARA CULTIVAR

Pasos paso, el encuentro con un lugar, a la vez muy singular y característico de la


región.

LA LLEGADA

Una tarde lluviosa de noviembre llegué al río Bebará, afluente del Atrato en su curso
medio, siguiendo la ruta al mar. La canoa, con un motor de baja potencia, apenas trepaba
por la corriente. El río bajaba de la Cordillera Occidental con un marcado tinte café oscuro,
arrastrando a su paso troncos y piedras, los cuales nos amenazaban con un naufragio. A
lado y lado sólo veía unas pocas casas, platanares y, como queriendo tragárselos, la
selva. Devoradora de hombres, la había llamado Arturo Con, en La Vorágine y le había
gritado a ella inhumana, caótica.

Esta primera impresión comenzó a disiparse semanas mis tarde cuando, a través de los
habitantes negros, vi el verdadero Bebará. El río, esa calle por donde había entrado, los
comunicaba, les proporcionaba pescado y delimitaba hasta cierto punto, su territorio con el
de los cholos indígenas embera que habitan las partes altas. Cercas naturales
de chontaduroy nacedero alinderaban viviendas y parcelas de los grupos domésticos, es
decir, de los parientes que tienen una misma residencia.

Supe que el Chaquenendó o Chequenendó, tributario del Bebará, es el río agrícola: allí se
localizan las principales parcelas de cultivo. En contraste, la margen opuesta alberga la
quebrada minera de Carreo, el río minero, residencia del oro y el platino. Entre los dos, el
río mayor, el Bebará, asiento de viviendas paradas sobre pilotes y del principal caserío: El
Llano, trasladado por los curas de la parte alta,.al sitio que ocupa actualmente en el medio
Bebará.

Dependiendo de la actividad que realice, la gente de la vecina La Villa, se mueve entre los
tres ríos. Se la puede ver canaleteando —palanqueando— en la champa de arriba abajo, o
atravesando por los caminitos del monte.

35
Recordé una vez más a Arturo Coya; quizás él y sus acompañantes no pudieron romper con
la visión europea sobre la selva. Sus sentimientos agresivos y confusos se reflejaron en
cada árbol, en las aguas de los arroyos y en cada mirada de los habitantes de la floresta; la
selva sirvió de espejo a viejas concepciones hispanas asociadas con el salvajismo, el
desorden, la locura y la muerte.

Al otro lado del espejo, los descendientes de los esclavos y los embera, dieron un orden
particular a la espesura, a las aguas, a los ritmos y ciclos biológicos, hicieron habitables
estos lugares sin depredar ni derribar.

LA BATEA

Antes de irme de Bebará, conseguí una batea hecha de insibe, madera fina de la familia del
chachajo, al decir de las gentes del río. A cada paso alguien me interrogaba: - ¿ Qué va a
hacer paisa con esa batea? ¿Para qué la quiere?-. -Es un recuerdo o de pronto me pongo a
mazamorrear en los caños de Bogotá- , les respondía en son de burla. Los cierto es que ese
sencillo artefacto, similar a un gran plato o bandeja de madera, semicóncavo, con dos asas
opuestas y con un diámetro entre 50 y 90 centímetros, conectaba historia, explotación
minera y relaciones familiares o parentales.

En efecto, por esos lares, minería e historia son casi sinónimos. Los antiguos, como dice la
gente, dejaron huellas rasgando peñas, construyendo canalones, edificando bodegas para
los españoles. Los pocos europeos abandonaron a su paso campanas traídas de la península,
restos de pueblos fantasmas los de las cabeceras del río, monedas de oro y plata con la
efigie de Carolus III acaso perdidas por un explorador descuidado.

Algunos descendientes de aquellos antiguos decían, tal vez no muy lejos de la verdad, que
la misma quebrada Carreo, era un viejo canalón: raspando un poco sus orillas puede salir
oro. En otros cortes ya no corrían ni el agua ni el metal. La selva ya cubría gran parte de los
zanjones utilizados en otros tiempos por esclavos para lavar arenas auríferas con
instrumentos como la batea que tenía en mis manos.

Mientras andaba con el minero Humberto Mosquera hacia los cortes, pensaba que muy
cerca de ese pasado, se explotaban nuevos placeres mineros, con las mismas técnicas,
formas organizativas y faenas que imperaron en la Colonia, y que es tan sólo ahora que la
gente comienza a introducir aparatos que agilizan la explotación minera.

Mi acompañante me señalaba a cada paso una planta curativa, un árbol de buena madera o
un peligro inmediato; yo trataba a un tiempo, de seguir el hilo de la conversación y de
aprender cómo pisar, de qué rama cogerme, a cruzar un cauce por un tronquito liso y sin
barandas. Ya cerca de Carreo, le pedí a Humberto que me contara cuáles eran las formas de
extraer el oro. Él me señalo el banqueo o mazamorreo y la forma tecnificada.

36
El mazamorreo —me dijo— se puede hacer en el plan —playa— de los ríos. Evoqué en
ese instante el viaje por el Atrato donde algunas mujeres, batea en mano, se inclinaban a
recoger arenas de la playa, y luego iban a la orilla de la corriente y lavaban rítmicamente las
arenas hasta separarlas del oro.

DELATUCAA LA MOTOBOMBA

Del barequeo se desprenden otras modalidades, por ejemplo, la llamada molino o agua
arrimada: consiste en represar el agua con maderos, troncos y arena para que por un canal
lateral el líquido fluya hasta la parte alta del cerro de donde se extraerá el oro. Previa
limpieza del terreno, el agua cae por la peña, y con el almocafre, la pica y la pala, se
levantan las gredas, que rodarán con la corriente hasta los canalones construidos en la parte
baja. Allí con la batea, como en el trabajo de la playa, se separan las arenas del oro. Esta
modalidad es de verano, cuando es difícil acumular en la parte alta del cerro agua lluvia.

En la orilla opuesta de Cárreo, Humberto me mostró otra forma del barequeo: la


hoyación. Me explicó que se abría con pica y pala. Las gredas y arenas extraídas se colocan
en la batea, para ir a lavarlas a un río o quebrada.

En otro punto del recorrido vi restos de la modalidad conocida como tuca o guache, especie
de túnel no muy profundo que se abre a medida que van sacando arenas para lavarlas en los
ríos. La idea es internarse despacito por entre el ceno, con el fin de extraer el oro y
colocarlo al final, en un recipiente: el totumoagüero. De una tuca se pueden abrir ramales
en otras direcciones. Estos túneles no son tan profundos ni largos y se hacen incluso
pasando bajo las raíces de los árboles.

El canalón o brecha es similar al molino o agua arrimada, con la diferencia que en él se


utiliza agua lluvia en vez de agua de río. Después de varias horas de caminata y diálogo
sobre minería, llegamos a la casa de la parentela de la mujer. de Humberto. Al frente se
asomaba, una vez más, el río Bebará. Mis tarde, rodeados por varios niños y adultos,
continuamos el diálogo. Algo me inquietaba: las personas que trabajaban en las minas eran
casi siempre familiares. Por eso le pregunté a él quienes tenían derecho a trabajar en los
cortes. -Los parientes, los miembros de familias-, respondió.

Poco a poco entendí que no trabajaban sólo los miembros de familias nucleares, es decir,
padres e hijos, sino que también tenían derechos abuelos, tíos, primos hasta en tercer grado,
cuñados, yernos, nueras, hijastros; en síntesis, los miembros de familias extendidas.

Creí también por un momento que al morir alguna persona dueña de cortes mineros, su
señora e hijos heredarían dichos cortes y se los repartirían entre ellos. Pues no. Primero,
porque la esposa no hereda del esposo, ni él de ella. Las tierras mineras las reciben sólo los
descendientes: el padre le da a sus hijos sin importar que sean de distintas mujeres, y la
madre les lega a los suyos pero no a los engendrados por su cónyuge con otras mujeres;

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éstos últimos heredan de sus respectivas madres y padres, aunque hay casos en cuales los
hijastros reciben del padrastro o madrastra.

En segundo lugar, muerte y herencia no están necesariamente asociados. Un hijo puede


recibir tierra en vida de su padre o de su madre. En tercer lugar, los terrenos mineros no se
los dividen los herederos. En un principio yo pensaba que allá sucedía lo que en 1974 Nina
de Friedemann halló en el río Güelmambí, afluente del Telembí (Nariño): había una mina
del grupo doméstico llamada mina comedero, y otra de la familia extendida,
denominada mina compañía. Pero en Bebará no se dividían entre los miembros de las
familias extendidas. Esta forma de inenajenabilidad ancestral quedó ratificada por la ley
que legitima los derechos territoriales afrocolombianos que el presidente Gaviria sancionó
el 27 de agosto de 1993.

Entendí, pues, que los hilos invisibles del parentesco, trazados tanto por el lado materno
como por el paterno, regulan la explotación del oro y del platino. De igual manera, que
ellos determinan la posesión de las minas por parte de los descendientes.

-La otra forma de sacar oro es con técnica- dijo Humberto. No había gran diferencia con
las modalidades llamadas molino o agua arrimada y canalón o brecha, pero a diferencia de
ellas, el agua era transportada a presión hasta el corte mediante motobombas. Así, la tierra
lavada rodaba hasta el canalón y los cajones, donde las jóvenes, con sus faldas anudadas en
las caderas y los pies resistiendo la corriente, se inclinaban a lavar las arenas y cascajos
cogiendo la batea de sus asas y metiendo los dedos entre las gredas para sacar alguna piedra
en busca de adherencias de oro y platino.

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Agricultura y minería FAENAS INTERCALADAS

En el Bebará aún se trabaja como siempre, no han llegado presiones que


desequilibren su economía.

E n algunas zonas del Patía, al sur de la costa pacífica, los esfuerzos modernizadores de
varias entidades gubernamentales han roto el trabajo que intercalaba minería con
agricultura, las faenas de grandes familias en los cortes mineros y las redes de intercambio
económico entre los pobladores de la costa con los que habitan las riberas de los ríos
(Hernando Bravo y Jaime Arocha, 1990).

Allí, con la introducción de motobombas y draguetas para aspirar el oro del lecho de los
ríos, la extracción minera aumentó. Sin embargo, la mayoría de lo obtenido se invierte en
combustible, en cubrir los créditos adquiridos por los mineros en la compra de los aparatos
mecánicos o en pagar los fletes de alimentos llegados desde Esmeraldas (Ecuador). Ante las
deudas, los antiguos mineros-agricultores tuvieron que abandonar las parcelas de cultivo y
dedicarse a la minería.

De otra parte, al intensificarse la producción se ha deteriorado el trabajo familiar y se han


creado nuevas asociaciones con capitalistas dueños de bombas y draguetas. Por último, se
han roto las redes económicas subregionales. Antes la canoas bajaban de los ríos hacia la
costa, cargadas de plátano, y de ésta subían otras con pescado. Ahora con el abandono de
las parcelas, este circuito ha quedado interrumpido.

AQUÍ, TODO LO MISMO

La zona del Bebará parece haber escapado a esas presiones desestabilizadora surgidas en el
Patía. Pese a la introducción de motobombas, la mina de Los Clímacos mantiene el trabajo
parental y así cuente con agua para todo el año, la familia continúa dedicándose a la
siembra tradicional y de frutales cerca de las viviendas Los bebaraseños opinan que el
mineral no ha desplazado los cultivos, ni ha propiciado el trabajo asalariado. Porque se está
acabando; dicen que no demora el día en el cual tengan que vivir tan sólo de la parcela de
cultivo, de los frutos de la selva y de la caza.

39
Pero aunque el oro sea cada vez más escaso, la batea seguirá siendo la reina. No faltarán
las manos que la muevan a orillas de ríos, con bombas o sin ellas y que muestren
satisfacción cuando al final, su fondo deje brillar el polvillo.

LAS VACAS FANTASMAS

Una tarde escuché a una madre que amenazaba a su hijo: -Si no hace caso, la’ vaca se lo va
a lleva’- Imaginé al coco en forma de vaca raptando al niño. En las tierras bajas del
Pacífico, al igual que en las llanuras amazónicas, la introducción de ganado vacuno figura
entre los programas gubernamentales de colonización, reforma agraria y desarrollo, y forma
parte de un ciclo cuyas etapas resumió la Comisión de estudios sobre la violencia en
Colombia: apropiación de tierras pertenecientes a comunidades indígenas y negras que
aparecen clasificadas como baldías; tumba del monte y siembra con créditos otorgados por
las entidades que promueven la ampliación de la frontera agrícola; venta de las mejoras al
tendero que fiaba; y agotamiento del suelo a medida que las lluvias frecuentes lavan la capa
fértil. Las deudas contraídas y la falta de capital para invertir en agroquímicos, desembocan
en el paso de la parcela a terratenientes que sí tienen la manera de comprar semillas
mejoradas, plaguicidas, abonos y los servicios de un veterinario que vea de sus vacas.

El bajo Atrato comienza a dar muestras de esta secuencia, conforme ha sucedido en la zona
del Urabá chocoano y del antioqueño. Algunos habitantes de Bebará han tumbado monte,
construido potreros y metido ganado criollo; pero las reses no se han acostumbrado a los
pastizales fangosos, a las múltiples enfermedades transmitidas por mosquitos, murciélagos
y gusanos de los lodazales. La tierra, como en el caso de las colonizaciones, ha perdido su
fertilidad y sólo falta que las deudas obliguen a vender y a irse del río.

Las prácticas tradicionales —crianza de cerdos y de gallinas—son menos dañinas para el


medio ambiente. A diferencia de la vaca, el marrano no necesita de espacios muy amplios y
recicla los desperdicios vegetales y humanos. Las vacas pues, no sólo encarnan fantasmas
que asustan niños desobedientes, sino monstruos que pueden venir a desplazar gente y
destruir selva.

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LA CHURIMA

Un día, después de conocer una mina, me ofrecieron un fruto largo y verde que por dentro
traía unas semillas negras, cubiertas de una capa blanca, jugosa y dulce, similar al algodón.

—Es guama—, dije; pero Chimbalo, uno de mis anfitriones, me contestó que
era churima,fruta parecida a la guama aunque más pequeña, inconseguible en los árboles
aledaños a la casa, pero sí en el monte.

En enero y febrero, los jóvenes salen a recolectar las mientras los adultos sacan las redes
para coger parte de la subienda de bocachicos, dentones, boquianchas y lunarejos que
vienen por el Atrato y entran hasta el medio Rehará. Por la misma época, ante la cercanía
de las lluvias, se comienzan a escucharlos machetes rozando las parcelas para sembrar
arroz, maíz o cana. Sólo algunos días volverán a rugir las bombas de las minas o a mover la
batea. El tiempo agrícola está coordinado con el tiempo minero y el de lluvias. Hacia
marzo, ya sembradas las parcelas, la minería vuelve a ocupar la mayor parte del tiempo,
alternada con la pesca que se extenderá hasta mayo.

En junio,julio y agosto, comienza la cosecha de maíz. Aunque se consigue durante todo el


año, en mayo el plátano es más fecundo. Los días de abundancia coinciden con las fiestas
religiosas, cuando hay puerco engordado con frutas y desechos y excedentes de cosecha.

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Para el segundo semestre, hacia septiembre, las minas vuelven a reactivarse hasta las fiestas
de fin de año, cuando la churima vuelve a aparecer en escena.

Gracias a la churima y a otros frutos silvestres, y a las variadas actividades económicas, los
afrobebareños aseguran su futuro. Si alguna‟eventualidad acaba con la minería, está la
agricultura. Si el río crece e inunda la parcela, hay otros sitios donde se cogen maíz, frutas o
arroz. Si alguien muere, otros familiares le ayudan. Las diferentes redes productivas y
parentales, les permiten ver el futuro sin tanta preocupación.

42
La ensenada de Tumaco
TERREMOTOS, INCERTIDUMBRE Y CREATIVIDAD

Gente de mucha sabiduría pues lo que hay que enfrentar son los cambios
permanentes.

A Rafael Valencia lo mataron el 20 de septiembre de 1992. Era un adalid idealista, terco y


vehemente, con una capacidad infinita para imaginar proyectos que redimieran a los
miembros de la seccional tumaqueña de la Asociación Nacional de Pescadores Artesanales
de Colombia (Anpac). Soñando con un futuro digno, y acatando las sugerencias de los
egresados de varias universidades, ayudó a fundar esa organización.

A lo largo del proceso, esos profesionales le enseñaron que uno de los problemas
fundamentales de los pescadores dizque consistía en aquella marcada incapacidad para
planear la construcción del porvenir, partiendo de las privaciones de hoy No obstante las
buenas intenciones de los asesores, después de estar en Tumaco y haber palpado las
indeterminaciones que enfrentan sus habitantes, uno se pregunta si la prioridad cotidiana no
consista en la supervivencia diaria.

LA FRANJA IMPREDECIBLE

El del litoral pacífico es un ámbito de incertidumbres que parece tornar vacías palabras
como mañana o futuro. Uno de los números en llamar la atención sobre la mutabilidad del
Chocó biogeográfico fue el geógrafo e historiador norte americano Robert West. Su libro
Las tierras bajas del Pacífico colombiano fue publicado en 1957, después deque recorriera
en canoa los sitios descritos por él, conforme lo haría uno de los grandes viajeros del siglo
XVIII.

Tal es el caso de la ensenada de Tumaco, parte de la baja costa aluvial del litoral Pacífico,
franja que se extiende 640 kilómetros hacia el sur, desde el Cabo Corrientes hasta la
provincia de Esmeraldas en el Ecuador y que presenta:

1- Adyacente a la orilla del mar, un cordón de bajos de barro y aguas pandas;


2- Playas de arena interrumpidas por caletas de reflujo, estuarios y vastos bajos de lodo; 3-
Una zona de manglares, cuyo ancho por lo general es de 2,5 a 5 kilómetros;
4- A espaldas de los manglares de agua salobre, una faja cenagosa de agua dulce, cuyo
nivel cambia con laa mareas. Detrás de las ciénagas de reflujo, sobre tierras un poco más
altas, la selva húmeda ecuatorial que cubre casi todas las tierras bajas del Pacifico.

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Este escenario que figura entre los más húmedos del mundo, recibe un promedio de 4.000
mm de lluvia anual. Aunque llueve todo el año, ocurren períodos más secos en los meses de
febrero, marzo, septiembre, octubre y noviembre. Su temperatura registra fluctuaciones de
menos de un grado, con una media de 28ºC. No obstante lo escaso en sabanas, es abundante
en ese barro arcilloso tan característico de los suelos ácidos y poco fértiles del trópico
húmedo. Allí, las ruedas tienden a enterrarse, oxidarse y pudrirse. Ese hábitat de árboles
enormes y manglares agresivos es, además, inhóspito para bueyes, caballos y mulas. Con
pocas máquinas y menos animales de tiro, sus pobladores le dan vida a la economía
invirtiendo la energía de sus propios cuerpos.

AL RITMO DE LAS MAREAS

El paisaje de la costa aluvial nunca es igual porque, en concepto de West, [...] La variación
media en el nivel de las aguas es de 2,5 a 3 metros durante la estación lluviosa y aumenta a
4 y 4,5 metros, cuando el efecto de los pleamares puede notarse en Barbacoas u otros sitios
muy separados de la orilla del mar. Las aguas ascienden por períodos de 6 horas y media, y
bajan durante lapsos de la misma duración. La marea comienza a subir una hora después de
que la luna ha pasado sobre un lugar; como cada día su salida se atrasa una hora, el
comienzo de los de los flujos y reflujos siempre está cambiando. Las alturas que alcanzan
pleamares y bajamares también cambian en cada lapso. Las pujas se dan durante los
plenilunios cuando el nivel del pleamar es cada día mayor. Las quiebras, entre tanto,
coinciden con las semanas de cuarto creciente y cuarto menguante; para entonces, cada seis
horas la altura del flujo es menor. Es como si durante los ocho días de puja entrara más
agua de la que sale, mientras que en los ocho días de quiebra sucediera lo contrario.

Los pilotos de los equipos de pesca con chinchorro que se han formado en el área, tienen
catálogos mentales de las relaciones entre los fenómenos asociados con los cambios de
marea. Por ejemplo, hablan de que con el primero de quiebra hay que ir a La Bocana,
porque entonces allá la pesca es muy abundante, y de que en el segundo de puja siempre es
mejor salir a pescar a las 4 de la mañana.

A finales de 1982. el calentamiento de las aguas evidenciaba la llegada de El Niño. Este


cambio climatológico, no muy bien explicado, tiene ciclos de diez años y deja huellas en
los cinco continentes. En la ensenada de Tumaco, conforme subía la temperatura del mar,
aumentaban las embarcaciones que con sus redes de arrastre peinaban el fondo, atrapando
los productos de la nueva bonanza: camarones de por lo menos cinco especies: tití,
pomadilla, tigre y langostino; también jaibas o azulejos, y calamares. El resto de
pescados —peladas, carduma, pejesapos, anquiyas y zafiros — formaban carga desechable
que regresaba al mar hecha cadáver.

Entonces la creatividad de los afronariñenses volvió a debutar en forma de changa, versión


miniatura de las redes que los grandes camaroneros emplean para catar un sitio antes de

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hacer el lance. Los pescadores artesanales le amarran la changa a sus potros, después de
haberse conseguido un motor de cuarenta caballos..Para 1983, enjambres de pequeñas
canoas habían conquistado un sitio en el territorio que antes habían monopolizado los
pesqueros comerciales.

La masacre de la fauna, no tardó en preocupar a los biólogos del Inderena y se fueron lanza
en ristre no contra los pescadores empresariales, sino contra los que usaban changas: que
dizque los ojos de sus mallas eran tan pequeños que arrasaban con todo. “Con lo mismo
que arrasan las redes grandes”, dijeron los pescadores de El Chajal, en la ensenada de
Tumaco. Pero ellos contaban con menos recursos para defenderse y las multas reiteradas,
así como la creciente escasez de jaibas y camarones, fueron sacando a muchos de ellos del
panorama. Su única alternativa consistió en aumentar el hacinamiento de Tumaco y buscar
empleo en las procesadoras de camarones.

Con El Niño de los noventas, regresaron a la ensenada con sus potros de palo y sus redes
remendadas. No les importaba tener que aguantarse los regaños y castigos de
los dotores biólogos. Pero no se dio la bonanza de otros años. Quizás los manglares que se
han talado para darle vida a los zoocriaderos industriales de camarones, tengan que ver con
la escasez de la fauna marina silvestre.

VALIENTE INVENTIVA

En la Caleta Viento Libre, también en la ensenada, conocí más personas que habían
rehecho su vida, al estilo de un mago que saca al conejo de su vieja chistera. Se les había
conocido por sus cultivos de caña, arroz, plátanos y, en especial, cocos, en parcelas
cercanas a la orilla. Pero la sal que el maremoto del 79 dejó sobre la tierra, hizo que entre la
basura tuvieran que buscar pedazos de cordel para hacer largas líneas de anzuelos, cuyos
plomos eran piedras y cuyas boyas eran trozos de plástico también rescatados de los
botaderos. Reciclando desechos, se convirtieron en pescadores de jaiba. Con el nuevo
oficio, comenzaron a erigir un presente alterno.

Como otras que se repiten a lo largo y ancho del litoral, las adaptaciones creadas en la
Caleta nacieron a pesar de un Estado discriminatorio. Atestiguan aquella inventiva que le
ha permitido a la gente negra enfrentar otro trauma cíclico, más severo que los anteriores,
aunque menos frecuente: los terremotos. En la ensenada son recurrentes por la cercanía de
puntos de choque entre la capa litosférica de Nazca y la Americana. A su vez, estos
movimientos sísmicos levantan esas olas que arrasan playas como la de la Caleta y
poblaciones costeras como la de Ensenada en la bocana de Iscuandé. Entre los sacudones
más avasalladores figuran los de 1836,1868, 1906 y diciembre de 1979. Los efectos de este
último aún son visibles en muchos lugares.

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TUMACO AL VAIVÉN

En la suerte de estas gentes se combinan factores humanos y naturales que las


mantienen a la deriva.

A finales de 1983 se aclaró que Roberto Soto Prieto había planeado y ejecutado el robo de
13,5 millones de dólares pertenecientes al Estado colombiano. Tan pronto como este
empresario huyó de la justicia colombiana hacia Austria, comenzaron a cerrarse algunas de
la empresas de las cuales él figuraba como accionista. Dos de ellas funcionaban en
Tumaco: un aserradero industrial y una enlatadora de palmitos.

Entonces decenas de hombres y mujeres recibieron el año nuevo sin empleo, preguntándose
a quién reclamarle el pago de sus prestaciones. Muy pronto este grupo de desempleados
aumentó con quienes habían figurado en la nómina de la desfalcada multinacional
CalColombia. Ellos eran responsables de los servicios de transporte y suministro para una
mina industrial que extraía oro no muy lejos, en Payan, un puerto pequeño sobre el río
Magüí. Casi todo ese grupo buscaba medios para retornar a los pueblos ribereños de donde
había emigrado en busca de mejores ingresos.

No obstante su severidad, este tipo de crisis no era nuevo. En el litoral pacífico, si mares,
mareas y maremotos tornan vacía la idea de porvenir, más lo pueden lograr aquellas
conmociones dependientes de la naturaleza de los productos de la región. Por su escasez en
el hemisferio norte y las dificultades para extraerlos, alcanzan precios elevados que nutren
la codicia individual. La ilusión con el enriquecimiento fácil no sólo causa cataclismos
como los anotados, sino además sacrificios cíclicos de la gallina de los huevos de oro:
exceso de oferta y caída abrupta de los precios.

MOVIMIENTOS HUMANOS

La esclavitud quizás fue el primer vínculo de esta gente de origen africano con los
mercados del Atlántico norte. Hoy el oro, las maderas, el petróleo y los recursos marinos la
ligan con la economía de metrópolis europeas y americanas. Y son los puertos como
Tumaco, por su papel nodal dentro de los circuitos que enlazan ambos hemisferios, imanes

46
para la población ribereña: figuran en los mapas que las mentes de los negros le dibujan a
su ascenso social.

Es pues lógico que esos sitios tengan períodos de crecimiento vertiginoso. Entre 1961 y
1976 se duplicó la población de Tumaco y hubo barrios en los cuales llegaron a apretujarse
850 personas por cada cuadra. Sin embargo, suspendidas las actividades de las industrias de
Soto y las de CalColombia, es muy posible que hacia 1985 hubiera menos de las 200 mil
almas que los demógrafos le habían presagiado al puerto.

Si bien es cierto que los municipios de Guapi, Tumaco o El Charco son importantes en los
planes de vida de la gente del litoral, no figuran como mojones: son más bien peldaños
temporales entre la selva y ciudades del interior como Popayán, Cali y Bogotá. La
circulación por esos puntos toma los sentidos que dicten las fuerzas de la geografía y del
mercado.

Nina de Friedemann señala que para regresar del puerto a la aldea ribereña, la gente se
agarra de redes de parientes que le permiten reclamar derechos étnicoterritoriales, tanto por
la vía materna como por la paterna, ya sea en las explotaciones mineras artesanales
comunales o en las familiares, o bien dentro del sistema agrícola de tumba y
descomposición. Basadas en la siembra simultánea de plátano, cacao, arroz y frutales, su
vitalidad y permanencia dependen de la constancia de quienes emigran menos: las mujeres.

El antropólogo Norman Whitten muestra que si la mudanza toma la dirección contraria, la


conquista de un espacio urbano también se hace colgándose de las parentelas. Como en este
caso pueden estar consolidándose, se admiten reclamos de membresía más amplios, como
los de ser compadre de un primo o de un tío. No es raro que el anfitrión acepte al huésped
por dos o más años, porque la solidaridad étnica debe alcanzar para ayudarle al recién
llegado a conseguir trabajo y techo.

Como resultado de todo este movimiento, de continuo varían las caras que uno ve en un
barrio como el de Panamá. Puñales y machetes añaden su cuota al cambio de fisonomías.
Es muy frecuente que las peleas estallen en bailaderos y discotecas, por una mujer, después
de dos o tres noches de merengue, bolero y salsa.

En otras ocasiones, para el forastero es más difícil comprender los móviles de los
altercados. Al pescador Walberto lo mató su tío; meses antes, regresando
de botar chinchorro, el sobrino se había comido el pegao de arroz que quedaba en la olla
del almuerzo. El viejo lo reprendió y como Walberto le respondió a puños, fue sancionado
por la Anpac con una semana de licencia, lo cual fue calentando los ánimos hasta llegar al
homicidio. Panamá es un barrio tumaqueño.

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HAY QUE VER LA REALIDAD

Situado al suroeste del departamento de Nariño, 1º48 latitud norte y a 78º 46 de longitud W
de Greenwich, Tumaco tiene 3.800 Km ² repartidos entre las islas de Tumaco, la Viciosa y
el Morro, además de una porción continental. Todas estas superficies están cubiertas por
precarias redes de acueducto, alcantarillado y electricidad.

La prestación eficiente de estos servicios nunca ha dejado de figurar en la agenda de los


paros cívicos que se repiten cada año desde 1980. En el último de ellos, los manifestantes
enardecidos amenazaban con buscar la anexión de su puerto al Ecuador. La prensa
bogotana se mofó de ellos, sin reflexionar que allá la gente compra leche, huevos, café,
cigarrillos, enlatados, manteca y aceite ecuatorianos. Pesca con redes tejidas con fibras
hechas en ese país y salen al mar en canoas impulsadas por motores comprados allá, sin los
onerosos aranceles que cobran gobiernos colombianos a los cuales, parece, no se les ha
pasado por la mente subsidiar la pesca artesanal.

En su cotidianidad, los tumaqueños palpan al Ecuador y tienen que imaginarse a Colombia.


Mientras que montándose en una canoa a motor, gastan hora y media en llegar a la primera
población ecuatoriana, la comunicación marítima con Buenaventura es tan irregular corno
el cabotaje y la navegación fluvial. La única carretera es la de Pasto, y transitarla es una
aventura que no sobrepasa los 15 Km/h, en varios trechos de sus 300 kilómetros.

POR DÓNDE VA EL AGUA

Volviendo al barrio Panamá, es tentador sostener que la carencia de servicios públicos,


añadida al muy apretado tejido de calles y casas, podría crear una atmósfera de frustración
propicia para las reacciones brutales y desproporcionadas. Sin embargo, la iniciativa
privada ha llenado muchos de los vacíos que ha dejado el Estado.

Por una parte, el Plan de Padrinos, institución filantrópica norteamericana, ofrece subsidios
económicos, presta servicios médicos y educativos, y auspicia innovaciones en los métodos
y técnicas de pesca. Por otra, ha salido favorecida la creatividad. De su propia iniciativa,
.grupos de vecinos han construido sistemas de desagüe a los cuales otros pueden conectar la
tubería de sus nuevos inodoros, siempre y cuando acuerden con quienes hicieron la
instalación original y se comprometan a cooperar en la manutención de las pequeñas redes.

Los vecinos también se dan la mano en el arreglo de sus viviendas. Dependiendo de la


proximidad al mar y para responder al régimen de mareas, hacen sus casas sobre pilotes de
madera de 1 a 4 metros. Bien mantenidas, las paredes de tablas (tulapuesta), los pisos de
listón y los techos de zinc o de tela asfáltica, resisten las intensas lluvias de todo el año. No
se puede decir lo mismo de las calles. De piedras y arena sueltas, se convierten en arroyos
con cada aguacero.

48
Los intentos por modernizar la pesca también se apoyaron en estas formas de solidaridad.
En 1972, varios pescadores del barrio formaron la Cooperativa de Pescadores del Pacífico
(Copesca), la cual alcanzó a tener 350 socios. Si bien ellos tuvieron la visión para conseguir
un crédito por tres millones de pesos y construir una sede con equipos de refrigeración, no
lograron programar el mantenimiento y reposición de equipos. Cuando los motores se
fundieron y las neveras dejaron de enfriar, se desintegró la organización. Inconformes,
cuatro de sus miembros viajaron a Buenaventura para tomar parte en el Primer Congreso de
Pescadores Artesanales. De allí nació la Anpac, institución que apoyó a los delegados de
Tumaco para que iniciaran una campaña educativa que desembocaría en la fundación de
una seccional tumaqueña de la Anpac.

En 1978 la Anpac comenzó a elaborar proyectos de creación de equipos para pescar con
chinchorros. Para 1980, ya existían cuatro de estas unidades de producción con 92
asociados. En 1981, aunando esfuerzos con el Plan de Padrinos, creó la Sociedad Colectiva
de Pescadores Artesanales. Esta empresa fue dueña de una sede moderna para el
procesamiento, refrigeración y venta de la captura lograda por las unidades asociadas y
otros pescadores. Otros programas de la Asociación en Tumaco incluyeron la introducción
de nuevos equipos y artes, la educación de pescadores de otras localidades de la ensenada
de Tumaco y la formación de otras unidades de producción, como la de las recolectoras de
las conchas de los manglares.

Hoy sólo quedan los girones de estos esfuerzos, amén de una comunidad escéptica y
reticente a mirar con buenos ojos los programas de cambio. Como otras experiencias
comparables, ésta lleva a que se interrogue el papel de la asesoría externa. La universidad
formó a los ingenieros, sociólogos y economistas que, con voluntad de servicio
comunitario, intervinieron en la organización tecnológica y económica de la pesca
artesanal. Sin embargo, la educación superior también los doté de dos atributos discutibles
con respecto a la promoción dcl bienestar de los pescadores: el primero, aquella noción
valorativa de pro greso, según la cual lo tradicional es rezago de un estadio que debe
superarse por atrasado e ineficiente, y la segunda, la arrogancia que impide apreciar el
sentido de los rasgos que la cultura-local origina como respuestas creativas a su ámbito,
movedizo y de la incertidumbre.

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Manglares y mujeres
EL AMOR SE ARMO DE BARRO

El recorrido se hace en grupo y hay que hundir hasta el alma para extraer una gran
riqueza.

M uy pocas actividades económicas del litoral pacífico pueden imaginarse sin el manglar.
Durante los pleamares, esteros y canos amortiguan el oleaje, permitiéndole al navegante
bogar en potro hasta sitios distantes. La infinidad de organismos que sustenta forman el
primer eslabón de las complejas cadenas alimenticias del Pacífico. De los troncos y ramas
de sus árboles salen tanino y leña, y de las raíces, carbón vegetal. En fin, de las conchas y
cangrejos que se albergan en el lodo, depende la vida muchas mujeres.

Con respecto a esa maraña de palos, West decía que “el lodo suave del manglar es negro
azuloso, compuesto de sedimentos de un diámetro menor a los 0.02 mm, rico en restos de
materia en descomposición. Esta, al estar atrapada en un barro pobre en oxígeno, dentro del
cual hay una gran actividad de bacterias anaeróbicas, produce bastante sulfuro de
hidrógeno, causante del hedor propio de estos pantanos. A lo largo de los esteros, donde, de
continuo, se renuevan los depósitos de sedimento, el barro es muy blando por lo cual una
persona pesada puede hundirse hasta las rodillas [...].

De no ser por el sinnúmero de ríos que desembocan en el litoral pacífico, y la infinidad de


esteros que ellos forman, no se depositaría ese barro rico en arcillas y materias orgánicas. A
su vez, si cada seis horas no fluctuara el nivel marino, el barro se endurecería, no permitiría
el arraigo de las semillas vivíparas del mangle y tampoco podría sostener los moluscos y
crustáceos que viven en su interior. Este teatro de vida sería impensable sin los cambios
permanentes en la salinidad de las aguas. Tampoco si las temperaturas fueran menores de
20ºC en el mes más frío, o si su cambio excediera los 50º. Además, si el oleaje fuera
demasiado fuerte, barro y semillas vivíparas serían arrastradas lejos de la costa.

En la ensenada de Tumaco hay dos grandes tipos de manglar. En el primero, el


rojo (Rhizophora brevistyla) es dominante. En el segundo, predomina el
mangle comedera o negro (Avicennia nitida). En uno y otro bosque también hay mangle
blanco (Laguncularia racemosa).

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TODO UN MUNDO

Aunque no estén relacionados —explica West— los árboles del manglar comparten una
serie de adaptaciones al medio salino [...] Entre las características más espectaculares figura
el sistema de raíces aéreas. [Por su parte,] el mangle rojo ha desarrollado: (1) grandes raíces
arqueadas que se apuntalan en el barro levantando el tronco sobre el suelo y (2) largas
raíces colgantes que, partiendo de las ramas, buscan el fango del suelo. Con la bajamar, esta
maraña de raíces, cuya altura llega a los 5 metros, forma un laberinto casi impenetrable [...]
El mangle comedera se caracteriza por un sistema de raíces superficiales que disparan sobre
el suelo vástagos puntiagudos hasta de 12 cm [que hieren a los caminantes].

“Otra particularidad fundamental de los manglares —continúa el investigador— consiste en


la viviparidad de sus semillas, las cuales germinan dentro de la fruta antes de separarse de
la planta matriz. Una vez ancladas en el barro, las semillas producen raíces y dan origen a
un árbol nuevo. De este modo, los manglares deberían reproducirse y colonizar
rápidamente los bajos de barro; sin embargo, debido a la actividad destructora de olas y
corrientes, este caso no seda a menudo.”

Las hembras de los anopheles ponen sus huevos en los pocitos de agua lluvia y cristalina
que se forman entre los pétalos y hojas de las matas que crecen al lado del mangle:
bromélidas y orquídeas, helechos de 1,5 a 3 metros y quiches de mil verdes. Una multitud
de hormigas y termitas (muranes) defienden su territorio clavando sus mandíbulas afiladas
en la ropa y la piel de los intrusos. Esta agresividad contrasta con el andar tranquilo de
cangrejos rojos, negros y amarillos y de aquellos caracoles grises y azulosos que rompen la
monotonía de verdes y marrones.

Esas mismas condiciones son las que, entre otras, hacen posible la participación de la mujer
en la recolección de pianguas y cangrejos. El complejo deltaico permite navegar por
dentro, sin tener que salirse al mar abierto para cubrir distancias largas. Usando
embarcaciones pequeñas, con la marea alta, los remeros cubren trechos amplios. Como el
lodo se deja escarbar con la mano, las concheras no tienen que viajar con aparejos y
herramientas.

CONCHERAS, PIANGUAS Y JEJENES

Hace diez años vi por primera vez la fotografía de esas dos niñas. Llevaban sombreros
alones y empujaban los remos de una canoa pequeñísima. Bogaban por un estero cerca a
Buenaventura, en busca de pianguas y sangaras, dos especies de conchas que viven
enterradas en el lodo de los manglares. Una parte de los anímales recolectados se iría para
el mercado; otra, se cocinaría en agua de coco, haciendo de la comida de esa noche un
verdadero manjar. Como me interesaba la pesca en el litoral pacífico, en ese momento
pensé que era imperativo observar la recolección de pianguas.

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En casi todo el mundo, las hijas, esposas y compañeras de los pescadores trabajan en la
preparación y venta de pescados y mariscos, mas no en su producción. Se dice que ello se
debe, por una parte, a lo difícil que es manejar embarcaciones y aparejos pesados, y por
otra, a que las jornadas de pesca requieren ausentarse de la casa por días y hasta semanas.

Fenómeno excepcional era, pues, el que, según la fotografía, parecía darse en esa franja
aluvial que se extiende al sur desde el río San Juan, hasta Esmeraldas, en la zona del litoral
pacífico que comparten Colombia y Ecuador. Allá, numerosas mujeres son protagonistas de
lo que cabe llamar explotación directa de un recurso marino. Y para recolectar las conchas,
ellas tienen que alejarse de hijos, familia y tareas domésticas. Empero, el ámbito les sirve
de cómplice para que las ausencias sean cortas, y con sus mareas y manglares, les facilita
navegar lejos por las aguas que aquietan los esteros. También les permite usar unos
implementos muy simples, así como potros y potrillos —embarcaciones de pequeña
envergadura.

A mediados de 1983, la seccional de Tumaco de la Anpac puso en marcha un programa


innovativo para la recolección de las conchas. Adquirió una canoa realizada de gran
capacidad de carga y un motor fuera de borda de 40 caballos de potencia. Se transportarían
hasta 30 mujeres con su producción de piangua. Entregarían sus conchas en las bodegas de
la Sociedad Colectiva de Pescadores Artesanales de Tumaco, localizadas frente a un estero
enorme.

EJOUE LOJHOMBRE NO PUJAN

Bautizado con el nombre de Comuna del Manglar, el programa también incluía los
servicios del motorista Italo Valencia.

Maryluz es una de las hijas de Cleofe Batioja, pescador muy experimentado del Barrio
Panamá de Tumaco; imagino que ahora tendrá unos 16 años y que seguirá siendo tan alegre
y ágil como ese 9 de julio cuando vino a avisarme que las concheras de la Comuna se
embarcarían a las 7 de la mañana, junto al sanitario público del barrio. Saldríamos con la
marea baja, para encontrar el manglar descubierto.

El piso del embarcadero era de tierra viscosa y verde. Mientras esperaba a Italo y alas
socias de la Comuna, asomaron la proa varios potrillos con 3, 5 ó 7 mujeres a bordo; cada
conchera llevaba una pequeña olla de aluminio, humeante, y un balde o un canasto.
Maryluz fue la primera en pegar el brinco y caer dentro de la canoa. Vestía un enorme
suéter oscuro de lana virgen. En ese trópico húmedo, su traje era testigo elocuente del tipo
de ayuda que recibieron los damnificados por el terremoto que casi acaba con Tumaco en
diciembre de 1979. La seguía su tía Betty Quiñones, y después de ellas dos, Lina y Ruth,
adolescentes atléticas, peinadas con trencitas diminutas, que no paraban de hablar y reírse.
En seguida, apareció doña Olfa con sus comadres doña Gloria y doña Diana. Eran tres
mujeres de cuyas edades sólo se podía decir que oscilaban entre los 40 y 60 años.

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Por último, María. Venía con un vestido rosado cuya finura se asomaba por entre las
manchas de sudor dejadas por muchos bailes de salsa. Al contrario de las otras, pidió ayuda
para franquear las altas realzas de tabla. Mientras que Italo y yo tratábamos de alzarla, con
rabia nos gritó: -Flojos. Ejque lojhombre no pujan pa sacá lo hijo-.

En efecto, dos días antes ella había dado a luz, pero si no regresaba al manglar, el sustento
de su nené peligraría. Partimos a la hora prevista. Nuestro destino era un bosque de mangle
rojo y blanco, denominado El Piñal. Allí estaríamos desembarcando una hora más tarde. El
azul celeste y el rojo de la embarcación parecían recién untados. Sus cuatro flotadores de
balso hablan sido colocados muy arriba, hundiéndose sólo cuando llevaba carga completa.
Aquel día, no más que con diez tripulantes, se mostraba muy inestable, celosa, como decían
las concheras. A las más viejas les daban mucho miedo los movimientos bruscos. Cuando
íbamos a plena velocidad, el roce tenue de los flotadores con las olas comenzó a levantar un
rocío penetrante y frío. Por ello todas las concheras se aglomeraron en el centro de la canoa
y se cubrieron con grandes plásticos negros. Debajo de esa carpa improvisada, fueron
desvistiéndose y poniéndose chores y camisetas o batas viejas, raídas y apropiadas para la
faena que les esperaba.

Dándole la espalda a la ensenada, Italo se metió por una bocana amplia. La quietud de las
aguas reflejaba canoa, vegetación y cielo, creando una simetría casi irreal. Volteando
siempre ala derecha, nos deslizábamos por esteros cada vez más angostos, hasta llegar a un
lugar donde los flotadores tropezaron contra las raíces del mangle.

La orilla se veía firme, pero al saltar a tierra, Los pies de las mujeres se iban clavando y el
barro les subía hasta las rodillas. Encaramado en la proa, yo permanecía boquiabierto por la
habilidad de ellas para moverse en ese piso tan blando. Sólo cuando comenzaron a
encender sus braceros, ya trepadas en las raíces aéreas, me enteré de que esas ollitas de
aluminio no eran para preparar alimentos, sino para quemar estopa de coco y corteza de
mangle rojo. El humo de ambas, ahuyentaría las nubes de jejenes del manglar.

ASI ES QUE ES

Italo me explicó que pianguas no eran los caracoles que yo veía aferrados de los troncos del
mangle, sino las conchas que vivían enterradas en el cieno a 5, 10 y hasta 20 centímetros.
Que los cangrejos rojos y negros manchados de amarillo se llamaban tasqueros, no muy
sabrosos, pero que los barreños, azules y amarillos, de gran tamaño, sí eran deliciosos.
Comenzaba la época de atraparlos, tarea difícil por los laberintos profundos que cavan con
rapidez para despistar a los recolectores.

Le pregunté si a las mujeres les molestaría que las fotografiara sacando la piangua. —No al
revé; ejtarán felice; vamo— dijo Italo.

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Al no contar con el humo de los braceros que nos protegiera de los insectos, nos untamos
repelente en los brazos y la cara, y saltamos. Como lo había previsto Italo, me hundí hasta
mis arriba de la rodilla. Me esforcé para que el barro no se tragara mis zapatos de caucho.
No había alcanzado a avanzar cinco pasos, cuando me encontré con lo que para mí era una
barrera vegetal impenetrable. Al ver que acomodaba la cámara dentro del morral,
preparándome para reptar sobre el fango, Italo me alertó que nuestro recorrido sería aéreo,
pisando el lugar donde las raíces de mangle se unen para sostener el tronco por encima del
agua en cada pleamar. Nos agarraríamos de las ramas. Lo miré con gran escepticismo y no
sé cómo, me encontré siguiéndolo a toda velocidad.

Increíble. A los pocos minutos, estábamos a 2 metros y medio del suelo, sobre una maraña
de palos y hojas que se bamboleaba al ritmo de nuestras pisadas. Cuando llegamos junto a
las mujeres, me sorprendí por la rapidez de nuestra marcha. Desde mi parapeto de troncos,
las observé moviéndose por debajo de las raíces, en cuclillas o gateando, hundiéndose en el
barro, palpándolo a cada tramo y sacando conchas revueltas con el lodo. El olor era fresco y
perfumado. Al contrario de lo que rezaban los libros, no exudaba vapores de estiércol.

Nunca había visto mi cámara tan embarrada y maltratada. Tampoco había sentido que
tomar la foto de una labor casi heroica fuera tan emocionante y conmovedor.
Experimentaba una sensación de felicidad y total realización profesional.

REGRESO DEL BARRO

El grupo de concheras se había dividido en dos: las 4 jóvenes atravesaron un estero y


siguieron adelante. Las viejas se quedaron cerca de nosotros. Ruth, Lina y Maryluz
regresaron a la hora, atravesando el pantano a nado, porque ya comenzaba a subir la marea.
Ruth se unió a María, en tanto que doña Olfa y doña Gloria se separaron.

Terminada su labor, Lina se metió al agua para quitarse el barro. Con placidez, se sentó en
una orilla. Echó las conchas al suelo y las comenzó a contar. De las gotitas de agua
aferradas de sus trenzas salían haces finísimos de sol y su piel reflejaba un brillo casi azul.
Me impresionó el verde oscuro y vivaz de las hojas de mangle que recibían los rayos
solares en línea directa. Contrastaba con otro verde, claro, cristalino y transparente que me
mostró el visor de mi cámara, cuando las mismas hojas le quedaron a contraluz, mientras
yo buscaba un buen ángulo para fotografiar a la conchera. Los matices pardos y grises de
los troncos y el rojo de las patas de los cangrejos saturaban todas las posibilidades de
película y reúna.

Habían pasado dos horas. No resistí más y empecé a regresar buscando la canoa. El barro
que se le había pegado a mis zapatos ya estaba casi seco y, por lo tanto, muy resbaloso. Así
ya no era fácil seguir a Italo por entre el docel. Ahora, el andar más lento, deslizante e
inseguro, le daba tiempo a las hormigas para clavar sus mandíbulas en mi piel, después de
haber trozado el dril de mi camisa mojada. Sacudírselas con tanto sudor a veces parecía

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imposible. Las termitas, llamadas muranes en la región, exploraron mis brazos, piernas y
cuello abriéndose camino por entre la tela con sus fauces afiladas.

Por fin, caímos sobre el piso de la canoa. Lavamos nuestras ropas y zapatos y extenuados,
nos dormimos sin energía para pelear contra los jejenes.

La algarabía de las concheras jóvenes nos despertó. Lavaron sus ropas y se metieron al
agua a hacer recocha. Bañadas, fueron tomando sus puestos. Mientras tanto, Italo prendió
el motor y yéndose en reverso, exploró cada curva del canal delgado, buscando a las
concheras de más edad. Ellas habían optado por no regresar al embarcadero y a gritos nos
señalaban la localización de cada una. Pudimos enderezar la canoa a los 50 metros de
haberle ayudado a la última recolectora a acomodarse con su bracero extinguido, su balde
de conchas y un barreño de tenazas enormes. De ahí en adelante, el ancho de las superficies
formadas por las aguas plomizas iba en aumento, hasta abrirse al infinito y volverse azul
profundo en la ensenada. Había pocas nubes y un sol blanco y brillante.

Antes de llegar al muelle de la Anpac, comenzaron a contar sus chiripianguas y sangaras.


Cada una de las mayores tenía entre 290 y 310 conchas. La Anpac les reconocía un peso
por cada concha, pero descontaba cuarenta centavos por la gasolina, los repuestos, el
motorista y el fortalecimiento de un fondo social en pro de la salud y la vivienda. De no
haber pertenecido a su grupo de trabajo, habrían tenido que depender de uno de los tenderos
del barrio. Ellos pagan la mitad y no en dinero sino en artículos de sus tiendas. Como a las
mujeres les cobran por el alquiler de los potrillos, es frecuente que si la captura es mala,
ellas queden endeudadas con el intermediario, y que para cancelarle tengan que seguir
concheándole.

Mariluz había recogido 225 pianguas, y para satisfacer mi curiosidad, me dio a probar una.
Ni el destornillador que venía con la herramienta del motor parecía suficiente para sacar de
la concha lo que aparentaba ser una gelatina de lodo. Con escrúpulos, me la metí a la boca.
Su sabor resultó exquisito. Se rieron al ver mi cara de satisfacción, y en medio de una gran
camaradería aceptaron que cuando desembarcáramos, Italo me retratara con ellas. A la
semana nos volveríamos a reunir para otro viaje; entonces, y si ellas estaban de acuerdo, las
filmaría para tener un registro ágil de una actividad que con la tala del mangle y la
producción del carbón de mangle, entre todas las descritas en este fascículo, no se realiza
bajo el sol. En este caso, el trabajo de las mujeres se hace inclemente por la lucha constante
para no hundirse en el barro, en la humedad del aire y en las masas de insectos. A ellas les
forja una altivez tan excepcional como su papel activo en la explotación de recursos
marinos.

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BIBLIOGRAFÍA

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Cinep, Vol.3 No. 11, septiembre, págs. 24-25, 1 990b.
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Antropología, vol. XVII, 1974.

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3. ENTORNO Y DERECHOS TERRITORIALES

Afrocolombianos
sus selvas y derechos

La Constitución de 1991 nos puso a vivir en otro país. Un cambio nada fácil que nos exige
aprender a ser tolerantes con indígenas y negros, das pueblos cuya existencia se negó
desde la época colonial. También imaginar que nuestra riqueza depende de la
conservación de la infinidad de especies vivientes que pueblan la región pacífico y no de la
extracción inmisericorde de su oro, sus maderas y sus peces.

Fotografía Fototeca Cinep

Jaime Arocha: PhD., profesor asociado, Director Centro de Estudios Sociales, Facultad de
Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia.

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Cultura afrocolombiana
LA FUERZA DE LO PROPIO

Los mismitos que hicimos la ley, la pondremos a funcionar. Durante aquel medio día del 27
de agosto de 1993, la intensidad con la cual se oyó el coro Salve, salve ¡oh tierra
madre! aumentó cuando —refiriéndose a la ley 70 que reglamenta el artículo transitorio 55
(AT 55) de la Constitución de 1991— Mercedes Porras le cantó al presidente César Gaviria
Trujillo, lo mimito que la hicimo, la ponemo a funciona.

Después de 142 años de haber sido manumitidos, el nuevo estatuto por fin hace un
reconocimiento sociohistórico de la identidad cultural de la gente negra, así como de sus
raíces africanas y, en consecuencia, delimita derechos territoriales y culturales. Sin
embargo, los afrocolombianos guardan escepticismo. Como lo hace Zulia Mena, adalid de
la Organización de Barrios Populares (Obapo), ellos se interrogan si el primer mandatario
no sacrificará la oportunidad de hacer historia con ese pueblo, y más bien responderá a las
presiones que ejercen los países de la cortina de bambú, los gremios y la clase política para
que profundice la apertura económica, aumentando la oferta internacional de todo lo que
abunda en el litoral pacífico —oro, platino, petróleo, maderas, aguas para hacer
electricidad, llanuras para sembrar palmas africanas, manglares para talar y erigir criaderos
de crustáceos; en fin, mares de los cuales extraer atún—; y, además, construir nuevas
carreteras, como la que va rompiendo las montañas selváticas del Baudó para unir a Pereira
con el mar y convertir a Tribugá en puerto alterno de Buenaventura.

Es innegable que la nueva carta crea ilusiones con respecto a la democracia participativa.
Empero, tanto sus artículos sobre modernización como la coyuntura económica
internacional, tienden a contradecir esa opción y más bien dan lugar a tensiones como las
que hoy delimitan la incertidumbre que enmarca la existencia de los pobladores
tradicionales del litoral pacífico, afrocolombianos e indígenas emberaes, waunanaes, cunas
y kwaikeres.

PERPLEJIDAD ANTE LO DIFERENTE

La ceremonia para que el presidente sancionara en público la nueva ley, tuvo lugar en la
plaza Mosquera Garcés de Quibdó. En ella se repetía la escena vivida el 14 de julio del año

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anterior, cuando el mismo presidente instaló la Comisión Especial para las Comunidades
Negras: el protocolo no contemplaba ni la aparición, ni el protagonismo de personas de
ascendencia africana que carecieran de alguna investidura y provinieran de las riberas
selváticas o de los barrios más populares. Pero, en ambas ocasiones, miembros de las
organizaciones que representan a las comunidades negras lograron que Mercedes se tomara
el escenario, lo compartiera con el primer mandatario y, desde allí, le hiciera explícitas
parte de su historia, sus agravios y exigencias.

No con la retórica de los políticos tradicionales, sino valiéndose de uno de los medios
privilegiados que la gente de esas regiones emplea para expresar sus sentimientos más
profundos, el alabao. Así la prensa no lo haya registrado con la propiedad que semejantes
manifestaciones merecían, las intervenciones de Mercedes han sido los puntos climáticos
de ambas ceremonias. Su canto y poesía logran transformar las crónicas de hitos pasados y
futuros en expresiones profundamente conmovedoras.

En los dos casos que menciono, el rostro de la primera autoridad nacional y los de las
cúpulas que lo acompañaban, daban muestras de la perplejidad que despierta lo distinto,
desconocido e impredecible. Aquello tan asociado con las manifestaciones no hispánicas a
las cuales la Constitución de 1991 les otorgó la legitimidad que la carta anterior no les
reconocía. El nuevo artículo séptimo podrá leerse y repetirse con facilidad: el Estado
reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la nación colombiana. Lo difícil será
hacerlo parte de nuestra cotidianidad, porque implica aprender a ser tolerantes con lo
diverso, es decir, realizar el ejercicio opuesto al que veníamos practicando desde 1886,
cuando la constitución de entonces nos enseñó que el sello de la nación colombiana
consistía en la unidad en torno al catolicismo y a lo hispanoamericano. La esencia de esa
lección aparece resumida en las enormes letras doradas que adornan el recinto de la sede de
la Academia Colombiana de la Lengua en pleno centro de Bogotá: una sola lengua, una
sola raza, un solo Dios.

HISTORIAS ALTERNAS

Acatar las voluntades atípicas que han adquirido legitimidad, demanda aceptar versiones
distintas de nuestra historia. Como aquella que precisa cambiar nombres y significados, por
ejemplo, el de esclavo, por el de esclavizado; protagonismos como el de la Revolución
Francesa dentro de los antecedentes de nuestro proceso emancipatorio, por el del
movimiento cimarrón que impulsaron, desde los comienzos del siglo XVI, quienes habían
sido secuestrados en África; nociones como la referente a que la colonización antioqueña
inauguró la verdadera ampliación de la frontera nacional, por aquella que habla de las
migraciones hacia lo profundo de las selvas del Pacífico, iniciadas hace más de dos siglos,
cuando los esclavizados comenzaron a automanumitirse.

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Versiones que la historia hegemónica descalifica dizque por apócrifas y que, bajo el calor y
la humedad chocoanos del medio día de ese viernes, le fueron recordadas al presidente de la
república ya su comitiva por parte del presidente de la Asociación Campesina del Baudó
(Acaba), Rudecindo Castro, y de la ya mencionada Zulia Mena. Interpretaciones para las
cuales progresar es lo opuesto de permitir que —para extraer el oro—retroexcavadoras y
motobombas dejen la tierra como podría hacerlo un avión bombardero, y los ríos con una
contaminación de barro y metales tóxicos, cuyo nivel sobrepasa lo que pueden soportar
peces y gente. También, lo contrario de permitir talas masivas de árboles que los buldóseres
jalan hasta las orillas de los ríos, llevándose en rastras la capa vegetal y dejando a su paso
tremedales sobre los cuales se siembra pasto, con miras a redimir la devastación y obtener
más divisas.

Los dos adalides hablaron de una noción de desarrollo que fue contradicha por los oradores
que los procedieron. Estos últimos urgían al gobierno para que adelantara macro-
programas de carreteras que penetren la selva y permitan extraer los recursos de ella;
hidroeléctricas que le sirvan a todo el país; nuevos puertos que aumenten los nexos con los
mercados internacionales y plantaciones que generen empleo y divisas.

Hoy ese modelo está sometido ajuicio por basarse en la extracción de recursos, sin
contemplar la naturaleza del ámbito que los origina; porque toda esa región es patrimonio
universal debido a los servicios que le presta a ¡a humanidad en cuanto al reciclaje y
purificación del aire y las aguas, y también porque la complejidad de las relaciones entre
los seres vivos que sustenta, así como la diversidad de sus formas de vida, contienen claves
importantes para desarrollar desde nuevas medicinas, hasta materiales para fabricar aviones
(la libélula gigante del Baudó).

Castro y Mena hablaron, en cambio, de formas de prosperidad que, al ser responsables con
el futuro, permitan legarle a las próximas generaciones ámbitos distintos a los desiertos y
los tugurios urbanos. Modalidades de bienestar que se han denominado sostenibles, a partir
del examen que los gobiernos del norte y del sur llevaron a cabo en Río de Janeiro a
propósito del porvenir de la Tierra. La propagación de nuevas maneras de que la gente se
relacione con el medio que la sustenta resulta impensable sin devolver el curso de la
historia actual. Porque persiste en no rendirle cuentas al futuro. Ambos dirigentes hablaron
de moldes de mejoramiento social. Su esencia consiste en perfeccionar los sistemas
tradicionales de producción de tal modo que les permitan mejores ingresos a los
campesinos e indígenas que los mantienen funcionando, sin que ello se haga a costa de las
capacidades que esos mismos sistemas han demostrado para defender la biodiversidad que
contienen los bosques, los ríos y el propio Océano Pacífico.

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Valle del río Baudó
POLIFONÍA TECNOAMBIENTAL

Andanzas de quienes presenciaron una coexistencia dialogante y técnicas amorosas y


efectivas con la naturaleza.

El primero de diciembre de 1992, un equipo de investigación de la Universidad Nacional


regresó del valle del río Baudó, la franja noroccidental de selvas tropicales húmedas que
yace por debajo del Darién, al occidente del Atrato y de la serranía del Baudó, y muere en
el Océano Pacífico. Allá se llevó a cabo la segunda encuesta etnográfica sobre la cultura
que portan los descendientes de los africanos esclavizados, quienes comenzaron a ocupar
ese territorio a partir de los últimos 25 años del siglo XVIII, después de comprar cartas de
libertad, mediante el trabajo de domingos y feriados, ya fuera en las minas de oro de sus
amos o de otras personas, en el Atrato o el San Juan.

Diez candidatos al título de antropólogo, la etnohistoriadora Adriana Maya y yo,


ratificamos uno de los principales hallazgos de la expedición que habíamos llevado acabo
seis meses antes: los campesinos afrobaudoseños han desarrollado un modo de
producción polifónico que sincroniza la alternación de colinos —lotes de cultivo— con
otras actividades productivas y con los cambios climáticos, de una manera tal que hay poca
degradación del ecosistema. De hecho, la región que visitamos aún figura entre los
principales refugios de biodiversidad del país y del Continente.

Quienes participamos en estas experiencias en el terreno, consideramos que las prácticas


económicas baudoseñas dependen de un modo de solucionar problemas muy distinto al que
rige en nuestro medio. Uno de sus sellos distintivos es el de la improvisación ingeniosa que
los antropólogos franceses llaman bricolage y que en nuestro medio recibe el nombre
de cacharreo. Otro, el de una forma de idear soluciones que —siguiendo el libro de los
abrazos de Eduardo Galeano— hemos denominado sentipensante, debido a la alta
integración que alcanza entre pensamiento y sentimiento.

Somos de la opinión que chacharreo y sentipensamiento guían una agricultura muy distinta
a la que conocemos en los Andes. Se la designa como de tumba y descomposición porque
involucra el desmonte parcial del bosque, cuyos árboles carentes de valor comercial se

61
dejan sobre el suelo para que se pudran con la humedad y formen camas fértiles para las
semillas que se riegan o los esquejes que se entierran. Ni éstos, ni aquéllas son de una sola
planta. Así cuando crecen, quedan intercalados frutas con granos o tubérculos con cereales.

Esta clase de policultivo funciona mediante la formación de equipos comunales que laboran
con base en el intercambio de faenas conocido con el nombre de mano prestada. Siembran
arroz, maíz, plátanos y frutales en una de las riberas, mientras que en la otra mantienen
cerdos ramoneros que se mueven con libertad por las parcelas que antes estuvieron
sembradas, o por la floresta. Después de cosechar, y cuando ya a las áreas de siembra tan
sólo les quedan pajas dobladas, cañas secas o tallos caídos, mudan de lado a los puercos
para que hagan el cañeo, es decir, se alimenten de los residuos. La alternación de estos
espacios y el óptimo uso que los campesinos negros le dan a la energía alimenticia derivada
de sus cultivos, hablan de toda una filosofía ecológica o ecosofía comparable a la que los
etnólogos han descrito para los indígenas de la misma región.

Los campesinos negros del Baudó comparten con los indios emberaes la producción; les
delegan el cuidado de los marranos y la limpieza de los cultivos, entre otras tareas. Lazos
tradicionales de compadrazgo integran a ambos pueblos en una coexistencia dialogante, la
cual, con todo y sus tensiones, ha servido de vehículo para la formación de territorios
compartidos por las dos etnias.

Así, con otros sectores del Chocó, el Baudó constituye un refugio de paz, desprovisto de
guerrilleros, grupos paramilitares, soldados o policías. De manera significativa contrasta
con otros lugares de Colombia, donde la gente se vale de balas y metralla como medios
privilegiados de resolver conflictos territoriales, sociales y políticos. De ahí el interés de la
Universidad Nacional por apoyar nuestro estudio antropológico sobre los patrones de
convivencia interétnica que imperan allá. Su realización abre la posibilidad de ofrecernos
claves fundamentales para proponer alternativas que contribuyan a detener la sangría
sufrida por los pobladores de muchos ámbitos de la geografía colombiana.

ASIMETRÍAS EN LA DEMARCACIÓN TERRITORIAL

El equipo de la Universidad Nacional también halló que en varios puntos del valle del
Baudó, se estaban desintegrando algunas de estas formas de coexistencia entre indígenas y
negros. Este cambio tiene que ver con la manera como la Constitución de 1991 arrastró la
asimetría que durante los últimos ciento cincuenta años la legislación colombiana ha
mantenido en cuanto a la delimitación de derechos étnicos.

La ley 89 de 1890 permitió que mientras los salvajes iban reduciéndose a la vida
civilizada continuaran viviendo en sus resguardos, bajo el régimen de sus propias
autoridades. No obstante el sentido discriminatorio de la norma, la resistencia indígena se
amparó en la legitimidad temporal y fue consolidando un movimiento que, en regiones
como el Cauca y el Tolima, para el decenio de 1970, mostraba una solidez que le servía de

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ejemplo a otras organizaciones. Dos lustros más tarde se extendió por las sabanas y las
selvas y en 1985, la Organización emberá-waunaná (Orewa) ya se mostraba como ente
capaz de ejercer presión sobre el Estado para que éste creara nuevos resguardos o los
desenglobara de la reserva nacional creada por la ley segunda de 1959.

Semejante tenacidad explica que hoy en el Chocó haya 78 resguardos, con una extensión de
un poco más de un millón de hectáreas, de los cuatro millones del departamento.
Infortunadamente, con mucha frecuencia, la expansión tiene lugar en tierras que han sido
habitadas o cultivadas por los negros. Como hasta ahora la legislación colombiana no le
había reconocido derechos ancestrales sobre los territorios ocupados por los descendientes
de quienes hace por lo menos 200 años iniciaron su proceso de automanumisión, los
campesinos negros resultan amenazados de expulsión y hasta expulsados, a medida que
avanza el saneamiento de los resguardos.

Se esperaba que, con su énfasis en la democracia participativa, la nueva constitución echara


pie atrás en ello, pero retroceder sobre tradiciones tan arraigadas no ha sido fácil. Los
artículos 286 y 287 equiparan la autonomía territorial y política de los resguardos y los
cabildos que los gobiernan con la de municipios y departamentos. Así, mientras que desde
julio de 1991 las organizaciones indígenas se esforzaron en el reordenamiento territorial de
sus comunidades y el fortalecimiento de las autoridades tradicionales, el AT 55 pospuso por
dos años el reconocimiento de la territorialidad étnica afrocolombiana.

63
Para los excluidos, UNA NACIÓN

Los antecedentes más próximos del AT 55 tienen un nombre: procesos de paz con
movimientos guerrilleros.

Entre los orígenes de la reforma constitucional colombiana vale recordar el proceso de paz
con el M-19, el Movimiento Manuel Quintín Lame y el Partido Revolucionario de los
Trabajadores (PRT). Se llevó a cabo desde el final de 1988 y el comienzo del siguiente año.
El condicionamiento de la dejación de armas se agregó al compromiso del gobierno del
presidente Virgilio Barco para abrir un espacio político que le permitiera a los disidentes y
a las minorías proponer maneras de reestructurar el carácter de la nación.

Se instalaron entonces tres Mesas de concertación y análisis con la participación de


guerrilleros desmovilizados, funcionarios gubernamentales, políticos, académicos y
adalides agrarios y sindicales. En ellas se presentaron y discutieron propuestas de reforma,
incluyendo las relacionadas con asuntos de medio ambiente y etnicidad.

Se habló de dar pasos que hacia el futuro permitieran idear una nación para los excluidos,
conformados en su mayoría por los amerindios y los afrocolombia nos. Unos y otros
sufrieron la discriminación que, tanto por su apariencia física como por su conducta
diversa, se instauró durante la Colonia. Fueron denominados irracionales, en el primer
caso, y bienes muebles en el segundo, de modo que los colonizadores obtuvieron una
justificación moral por la forma como se apropiaron y explotaron el trabajo de ambos
pueblos.

La propuesta llevada a las mesas de concertación y análisis, consistió en hacer permanentes


los derechos histórico-culturales que la ley 89 de 1890 reconocía, de manera transitoria, a
los indios; y que el dominio ancestral de la gente negra sobre los territorios que había
ocupado al huir de las minas y haciendas por cimarronaje o automanumisión, le fuera
reconocido con plena legitimidad. Se buscaba poner fin a la odiosa tradición jurídica
nacional de tratarla en calidad de colonos que habían invadido tierras baldías del Estado,
conforme la lucha que la Asociación Campesina Integral del Atrato (Acia) llevaba a cabo
desde el comienzo del decenio de 1980.

64
Formada bajo los auspicios de la Iglesia católica y siguiendo el modelo de Orewa —
organización que aglutina a los indígenas de la misma región—, Acia comenzó a
independizarse. Yen ese proceso buscó la asesoría de especialistas en derechos étnicos
indios, quienes fundamentaron sus alegatos en la normatividad internacional desarrollada
por la Organización Internacional del Trabajo y ratificada por el Congreso colombiano. No
obstante la fortaleza de los argumentos presentados en pro de la territorialidad étnica de los
afrocolombianos del Atrato, los funcionarios del Incora se empeñaron en mantener la
práctica de restringir la noción de etnia —en el sentido exclusivo de la sociedad de indios—
y, por lo tanto, de frustrar la formación de territorios afrocolombianos.

LOS NEGROS ANTE LA CONSTITUYENTE

La posibilidad de explorar modos de legitimar las tierras ancestrales de las comunidades


negras, volvió a repetirse entre octubre y noviembre de 1990, en el marco de las sesiones
preparatorias de la Asamblea Nacional Constituyente, luego de que la reforma
constitucional hubiera recibido votación favorable, en cumplimiento del plebiscito de mayo
de 1990.

Dentro de la Subcomisión de Igualdad y Derechos Etnicos, ocurrieron dos cambios que


merecen destacarse: se integraron las cuestiones étnicas con las ambientales y se logró un
acuerdo con respecto a una propuesta de articulado dentro de la cual se superaba la noción
restringida de etnia. De ese modo, fue posible idear un modelo de estatuto que equiparaba a
los dos pueblos en cuanto a derechos territoriales, políticos, educativos, médicos e
históricos.

Aunque ese proyecto fue el resultado de un proceso de concertación —entre las


organizaciones indígenas y negras, los académicos que simpatizaban con ambas y los
abogados que asesoraban a las primeras— no fue tenido en cuenta dentro de las
deliberaciones de la Asamblea Nacional Constituyente. Este divorcio figuró entre los temas
de la reunión titulada Los negros ante la Constituyente, la cual convocó a Cientos de
adalides afrocolombianos.

Patrocinada por el movimiento Viva la Ciudadanía, la reunión tuvo lugar el 26 de mayo de


1991, en la sede del Concejo Municipal de Cali. Se esperaba con ansiedad los
constitucionalistas Lorenzo Muelas, indígena guambiano del Cauca, Francisco Rojas Birry,
emberá del Chocó y Orlando Fals Borda, sociólogo: eran ellos los más proclives a
satisfacer las reivindicaciones de la gente negra. Pero ninguno de los tres llegó. En su
reemplazo, el constitucionalista Gustavo Zafra oyó la queja sobre el articulado de la
preconstituyente. Explicó que no lo habían tomado en cuenta porque la asamblea a la cual
ellos habían sido elegidos aspiraba a obrar sin presiones del ejecutivo. Dada la autonomía
con la cual dentro de las sesiones preparatorias había operado la subcomisión responsable
del modelo de estatuto, laopinión de Zafrafue descalificada por maniquea, simplista,

65
unilateral y ofensiva. Desconocía el proceso de concertación que había tenido lugar durante
las deliberaciones preliminares.

HACIA EL AT 55

Las adversidades acicatearon a los adalides del movimiento negro para recorrer el litoral
pacífico. Redoblaron esfuerzos por escribir y hacer que se firmaran memoriales ratificando
la urgencia de incluir a sus comunidades dentro del articulado definitivo de la nueva
constitución. Comenzaron a surgir comités municipales y veredales que llegaron a realizar
tomas pacíficas como las de las alcaldías de Quibdó y Pie de Pató y a discutir sobre su
identidad como fuente de derecho y no tan sólo de discriminación.

Un año más tarde los participantes en las dos expediciones etnográficas que llevó a cabo la
Universidad Nacional en el Baudó, se encontraron a los grupos de presión sesionando los
domingos alrededor del AT 55. Los de Puerto Echeverry —sobre el río Dubasa— y los de
Platanares, expresaban dudas sobre la propuesta de que los títulos fueran colectivos; les
preocupaba algo que aún está por resolverse: las entidades que ejercerán el dominio sobre
las propiedades y, por lo tanto, serán depositarias de las correspondientes escrituras.

Esas unidades de concientización local fueron integrándose con otras de la misma área,
hasta constituir entidades representativas de cada uno de los departamentos del Pacífico —
Chocó, Valle, Cauca y Nariño. De estas estructuras aglutinantes saldrían las comisiones
consultivas departamentales que, una vez aprobado el Al 55, quedarían representadas en la
Comisión Especial para las Comunidades Negras.

No es de extrañar pues que estas conmociones comenzaran a tener efectos en los propios
pasillos del recinto constituyente. Resultaba casi imposible, ante la oposición de los grandes
grupos de poder a los cuales se ha referido Fals Borda, incluir a los negros dentro de los
textos de los artículos que le definían a los indígenas sus derechos territoriales, culturales,
educativos, médicos y políticos. Así, la Organización Nacional Indígena de Colombia
ejerció presión para nombrar una comisión accidental que incluía al propio Fals ya
Francisco Rojas Birry, quienes redactaron el AT 55 e hicieron las maniobras necesarias
para que no fuera eliminado de la aprobación final.

El éxito de Birry y Fals Borda se apropió como un suceso colectivo del cual se
manifestaron protagonistas muchos de los adalides negros que se habían movilizado por
ríos y esteros buscando que la gente asumiera una nueva conciencia sobre su identidad
étnica como personas negras. Pero algunos académicos que habían acompañado el proceso
tendían a disentir con respecto a esta euforia. No se resignaban a aceptar la forma como
había sido sepultado el modelo redactado en la asamblea preparatoria e insistían en que, al
continuar nombrando como baldías a las tierras sobre las cuales los negros han ejercido
dominio, el Al 55 ratificaba la tradición asimétrica que habían buscado superar desde los
inicios de las mesas de concertación y análisis. También porque la integración entre los

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asuntos de etnicidad y ambiente, mantuvo la arraigada práctica de reconocerle carácter
étnico tan solo a los indios, negando que, entre otros pueblos, los afrocolombianos también
poseen una sabiduría ancestral consecuente con conductas cuyos efectos son positivos para
la preservación de los suelos selváticos, así como de la diversidad de especies vegetales y
animales.

EL LABERINTO CON MUCHOS MEANDROS

No obstante las divergencias, ambas opiniones confluyeron en la Comisión Especial para


las Comunidades Negras, según lo preveía el Al 55. Y lo hicieron en torno a la prioridad de
elaborar el proyecto de ley que le diera vida a la juridicidad, referente a los efectos de la
identidad histórico-cultural afroaniericana. Durante nueve meses, los comisionados —
conforme anota Nina S. de Friedemann— recorrieron [...] un laberinto con muchos
meandros [...].

Al gobierno le tomó desde julio de 1991 hasta abril de 1992, expedir el decreto referente a
la membresía y, más aún, hasta el 14 de julio de ese mismo año para hacer la instalación
oficial del grupo de trabajo. Mientras tanto, el ejecutivo hacía malabares para lograr lo que
los adalides negros habían tratado de evitar: incluir representantes de la clase política
tradicional.

Parecería, a primera vista, como si la exclusión de esos representantes riñera con el espíritu
tolerante que inauguraba la nueva Constitución. Sin embargo, adalides como Carlos
Rosero, de la comisión consultiva del Valle, se justificaron explicando que esa clase nunca
había reconocido ni la identidad histórico cultural como factor capaz de generar derechos,
ni las formas de discriminación sociorracial basadas en los patrones de segregación de la
Colonia, ante las cuales tampoco habían reaccionado.

Más de una vez, la Comisión estuvo a punto de naufragar: el gobierno demoraba los dineros
que les permitieran a los doce comisionados elegidos por las comisiones consultivas de sus
respectivos departamentos, movilizarse desde sus comunidades de origen en las costas y en
lo profundo de los valles selváticos. La paquidermia de estas gestiones contrastaba con la
agilidad con la cual —por esos mismos días— se diligenciaron los fondos para pagar
reinserciones o las recompensas requeridas por los delatores de narcotraficantes y
guerrilleros.

En la segunda y tercera sesiones de la Comisión Especial, algunos comisionados llamaron


la atención al presidente de la misma, el viceministro de gobierno, por la forma como la
administración premiaba el uso de la violencia y castigaba a quienes, durante los últimos
150 años, han persistido en buscarle soluciones pacíficas a los conflictos políticos, sociales
y económicos.

67
Invisibilidad, DESAFRICANIZACION

Un forcejeo constante y difícil para lograr que otros acepten que existen la historia, la
Identidad y la actualidad de los negros.

Al Instituto Colombiano de Antropología (Ican) le correspondió, por decreto, ejercer la


secretaría técnica de la Comisión Especial para las Comunidades Negras. No obstante la
eficiencia que desplegaron los funcionarios delegados para el trabajo secretarial, el haber
optado por una entidad que durante su medio siglo de existencia le ha dado máxima
prioridad al profesionalismo en la indianidad, llevó a que el soporte académico que
deberían de recibir los comisionados, en más de una ocasión fuera engañoso y tuviera que
rectificar.

El 26 de febrero de 1993, la Comisión tuvo que dedicar sus esfuerzos a corregir y responder
la relatoría de la reunión auspiciada por el Ican a principios de noviembre de 1992, con la
meta de que sus antropólogos y los de otras universidades se manifestaran sobre la
naturaleza y características de la identidad étnica afrocolombiana. Los conceptos
invisibilizadores y desafricanizantes de los convocados habían girado en torno a que las
manifestaciones de etnicidad afrocolombiana eran falaces. Que “se estaba inventando una
categoría cultural negra con base en unas características raciales negras”, o que las
manifestaciones conteniporáneas de esa identidad más dependían de la oportunidad política
que de la raíz histórica.

No es de sorprender que desde ese entonces, los doce comisionados elegidos por las
consultivas departamentales introdujeran en sus versiones del proyecto de ley la creación de
un instituto de investigaciones afroamericanas, con diseños curriculares sobre gentes y
culturas de África occidental y central durante los siglos XV a XIX; historia y
características de la trata de esclavos y el comercio que se originó en Europa y América
alrededor de ella; la producción cultural de los africanos en América o la literaria de los
afroamericanos, y las luchas en contra de la esclavitud, entre otros temas.

Quizás lo más importante en una institución de esa especialidad consista en el desarrollo de


métodos de investigación que permitan aproximaciones mis profundas a las que se emplean
en el caso de los estudios sobre indígenas: la trata, la esclavización, la represión militar de
las rebeliones palenqueras y la persecución inquisitorial de las manifestaciones religiosas

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africanas, llevaron a que quienes la Colonia había convertido en negros hicieran
clandestinas sus memorias de africanía o escondieran deidades y ceremonias por detrás de
los santos y los ritos católicos.

Aunque la ley sancionada no contempla la creación de la institución académica que los


comisionados negros solicitaron, sí se requiere que el Ican sea reestructurado para
responder a las necesidades de investigación, docencia y extensión que crea el nuevo status
de la gente negra dentro de la nación colombiana. Reforma indispensable para apuntalar los
modelos de desarrollo sostenible, en especial porque tanto ellos como sus raíces étnicas, se
han convertido en blanco del sindicalismo.

¿FORMAS INFERIORES DE PROPIEDAD?

Durante la ceremonia de sanción de la ley, los sindicatos chocoanos afiliados con la CGTD
repartieron el volante titulado ¿A qué viene al Chocó, señor presidente?

“[...] Ninguna organización chocoana solicitó [...] —decía el volante en uno de sus
apartes— la adjudicación de terrenos en forma de propiedad colectiva e inenajenable [...]
Esta forma inferior de propiedad [...] sólo es aceptada por algunas comunidades indígenas
que permanecieron incomunicados (sic) en resguardos [...]Zulia Mena explicó —horas más
tarde, cuando Gaviria y el director nacional del Plan Nacional de Rehabilitación instalaron
el Consejo Chocoano de Rehabilitación— porqué los miembros de las organizaciones de
las comunidades negras habían presionado para que la titulación fuera colectiva: el sistema
de producción de los campesinos negros que ocupan zonas ribereñas del litoral no se basa
en una sola actividad, sino que combina la agricultura con la pesca, la explotación forestal
y, donde pueda hacerse, con la minería. La titulación individual rompería con la unidad que
debe existir entre río, orilla, bosque y —en el caso de las comunidades costeras— estero,
playa y mar, máxime cuando algunas de las faenas, como la minería de la época de lluvias,
tienen que hacerse de manera colectiva, convocando a los miembros de las grandes
parentelas que ejercen dominio sobre los yacimientos y que la gente distingue con el
apelativo de troncos.

Algo parecido puede decirse —explicaba Zulia— de la floresta, pocas veces objeto de
explotación individual: la colectividad, asociada en sus troncos, vigila la preservación de
los recursos. De otro modo, la caza y la recolección de frutos silvestres también se harían
imposibles. Por último, argumentó que la gente negra siempre ha mantenido vínculos con
los grandes poblados y los puertos. Apelando a las relaciones que existen con miembros del
propio tronco, hombres y mujeres pasan temporadas laborales por fuera de sus fincas
ribereñas. Otra vez, dijo, si la propiedad se fracciona, también lo harán las redes de
familiares que unen orilla, poblado y puerto.

69
¿ES RACISMO TENER CONCIENCIA HISTÓRICA?

Que comprendan el sentido de su lucha doña Zulia Mena y los otros comisionados, no
significa que ella esté ganada. Por el contrario, se deberá enfrentar otra faceta de la
oposición sindical, expresada también dentro del comunicado que se repartió el 27 de
agosto:

“Los trabajadores chocoanos en su inmensa mayoría somos negros, pero consideramos a


los trabajadores del resto del país como nuestros hermanos de clase. En nuestra
confederación [...] rechazamos todo tipo de discriminación racial. Contrario a crear un
guetto (sic) o apartheid en el Chocó, luchamos por evitar todo tipo de discordia racial [...]”

Es más bien difundida la noción referente a que quien toma conciencia de sus raíces
históricas y culturales y las reivindica, practica el racismo. El raciocinio que fundamenta
esta idea, confunde la igualdad de derechos, con la igualdad de conductas y, de paso, niega
la esencia de la democracia. Así suene obvio, el sello distintivo de este tipo de régimen
consiste, en el caso que nos ocupa, en garantizarle los mismos derechos a quienes son
distintos porque tienen una proveniencia particular, forzada desde África, y un pasado
también particular: el desarrollo de la existencia dentro de los márgenes estrechos de la
esclavitud y la rebelión contra ella, escapando con violencia o comprando la libertad. De no
respetar las conductas que se derivan de esa historia y proponer que lleguen a subsumirse
en la uniformidad, resulta impensable cualquier opción para la disidencia y para la
democracia.

Pero el pensamiento expresado por los sindicalistas es además histórico. El fortalecimiento


de los movimientos étnicos obedece a que ni los partidos políticos ni las organizaciones de
clase social, han podido darle respuesta a las reivindicaciones de quienes no sólo son
atípicos, sino que pugnan por serlo. Por períodos, la izquierda ha mostrado fascinación por
lo que durante los años sesenta el Partido Comunista Colombiano marxista-leninista llamó
los comunistas silvestres, a quienes aproximó con la esperanza de que se convirtieran en la
base de un gran movimiento de masas que se tomara el poder. Sin embargo, cuando los
convocados dieron muestras de su capacidad de autodeterminación y, por lo tanto, de su
autonomía frente a las imposiciones partidistas, fueron abandonados. El escepticismo en el
caso de la gente negra es aun mayor, porque las particularidades de su situación tan sólo
han figurado de manera excepcional dentro de la agenda izquierdista.

70
Desarrollo sostenible ¿EN DERROTA?

La coyuntura de la comunidad negra y de sus reivindicaciones tiene fondos que la


hacen especial.

S i el enfrentamiento entre sindicalistas y adalides étnicos se limitara al despliegue que tuvo


lugar en la plaza quibdoseña, estaríamos ante un problema más bien intrascendente. El
choque es mucho más profundo: involucra dos nociones de progreso. Así se vio en las
sesiones de la Comisión Especial para las Comunidades Negras que trataron el proyecto de
explotación maderera que la empresa Triplex Pizano le presentó al gobierno a través de una
de sus filiales: Maderas del Darién.

La concesión Balsa II involucra bosques de especies en vía de extinción


denominados cativales. El 8 de octubre dc 1992, con base en la información que la empresa
maderera tenía que suministrar para que se adelantara el estudio requerido y el gobierno
autorizara la concesión, Roberto Franco, asesor del comisionado Manuel Rodríguez,
gerente de Inderena, dio las características básicas del proyecto: [...] 23.640 hectáreas,
(delimitadas por los ríos) Perancho [...] Ciego y Arenal; [...] las estribaciones de la serranía
Los Saltos; [...] quebrada Naya y borde izquierdo de la llanura del Atrato. [De esa
extensión] 11.763 [hectáreas] son bosques aprovechables. Y quizás lo más importante
desde el punto de vista humano: “No hay, oficialmente, ningún dato sobre población
asentada” (el resaltado es mío).

La información cayó como balde de agua fría: quienes precedieron en la palabra a Franco,
los representantes de la Organización Campesina del Bajo Atrato (Ocaba), llegaron desde
Riosucio (Chocó) para exponerle a los comisionados la forma como el proyecto afectaría de
manera directa a, por lo menos, 1.307 familias distribuidas en 25 comunidades, y que un
número mayor de personas sufriría los efectos indirectos del proceso extractivo.

El clamor de Ocaba por estas familias —invisibilizadas en los estudios llevados al


gobierno— se venía oyendo desde un mes antes: los dirigentes, ante la audiencia
internacional del Coloquio Contribución de Africa a la Cultura de las Américas, hablaron
de la aspersión aérea de venenos para tumbarle las hojas a los árboles que van a ser
derribados y de ese modo facilitar la tala; de buldóseres que levantan la capa vegetal a
medida que sacan los troncos hasta los caños que conectan los puntos de tala con el río; de

71
la forma como la tierra levantada y los residuos que dejan las motosierras taponan los ríos,
inundando los cultivos de la gente; de las trozas que al ser inmunizadas antes de echarlas al
agua, matan a los peces que alimentan a la gente; en fin, de un conjunto de prácticas que
convierten en letra muerta el artículo 80 de la Constitución Nacional: “El Estado planificará
el manejo y aprovechamiento de los recursos naturales para garantizar su desarrollo
sostenible, su conservación, restauración o sustitución [...]“

Con excepción de los funcionarios del Departamento Nacional de Planeación, los miembros
de la Comisión Especial para las Comunidades Negras se adhirieron a la presentación
hecha por Ocaba. Su posición se enmarcaba además en uno de los acuerdos alcanzados en
su primera sesión: mientras el presidente de la república no hubiera sancionado la ley que
reglamentaba el AT 55, las entidades representadas en el seno de la Comisión —Ministerio
de Gobierno, Incora, Inderena, Planeación Nacional, Instituto Geográfico Agustín
Codazzi— se abstendrían de estudiar y otorgar títulos de propiedad, permisos de
explotación forestal, concesiones mineras, autorizaciones para la construcción de vías o
cualquier visto bueno que pudiera afectar la integridad de los territorios objeto de los títulos
colectivos contemplados por el artículo transitorio.

Esa postura, casi unánime, quedó consignada en una carta dirigida ese mismo 8 de octubre
a la Corporación Nacional para el Desarrollo del Chocó (Codechocó), entidad encargada de
darle a Maderas del Darién la respuesta definitiva. Que fue positiva y que se obtuvo antes
de la navidad de 1992, durante una sesión dominada por la lectura que empresarios y
sindicalistas hacían de la nueva Constitución en lo referente a los derechos humanos, siendo
uno de ellos el de disfrutar de las condiciones materiales que permitan el progreso
individual.

El debate en torno a Balsa II muestra cómo las afiliaciones laborales, políticas y de clase
social pueden hacer difícil la comprensión y aceptación de una nacionalidad que intenta
crear unidad a partir de una nueva legitimidad para lo diverso. La fragmentación de obreros
y campesinos facilitó la aprobación de un proyecto que comprometerá el porvenir de los
descendientes de ambos. Algo similar puede pasar con la competencia territorial entre
indios y negros.

¿QUIÉN DIJO RETORNO AL AFRICA?

Pese a la falta de voluntad política de varios de los funcionarios que representaban al


gobierno en el seno de la Comisión Especial, el Congreso de la República promulgó, el 18
de junio de 1993, la ley objeto de esta publicación. Sin embargo, los meses transcurridos
desde la firma de la nueva carta dieron pie para que las respectivas organizaciones
tendieran a sectarizarse. Y en algunos casos a envalentonarse.

En noviembre del 92, nuestro equipo de investigación etnográfica llevó al Baudó 200
ejemplares de la separata África en América, publicada por El Colombiano, en cooperación

72
con el Cinep y el Ican. Nos proponíamos usar los materiales para cooperar en las campañas
de fortalecimiento histórico-cultural de la identidad étnica que adelantaba la Acaba. Sin
embargo, muchos de los adultos que la leían protestaban de manera muy enfática alegando
que ellos nada tenían que ver con África, que eran baudoseños y que tan sólo los sacarían
muertos, no sin antes dar la pelea, incluso armándose, por la tierra legada por sus
antepasados.

Buscando explicar esta reacción sorpresiva hallamos que en desarrollo de alguna reunión
que convocaba a indios y negros para discutir los efectos de la nueva Constitución, alguien
había bromeado diciendo que los problemas de tierras se resolverían regresando los negros
al África. El chiste se convirtió en un rumor que se agravó cuando Orewa invitó a un
canadiense, afiliado a la Organización de Naciones Unidas y experto en el traslado de
poblaciones, a que le hablara a los habitantes de San Francisco de Cugucho sobre los
cambios que implicaría la construcción de la carretera Pereira-Tribugá. Deficiencias en la
comunicación llevaron a que los campesinos negros interpretaran la presencia del
extranjero como ratificación de que no sólo serían exportados, sino que el evento sucedería
con la ayuda de especialistas en la materia. Por fortuna, los vínculos de compadrazgo y
amistad que han regido entre ambas sociedades permitieron limar las asperezas. Y aunque
se restauró la calma, pueden aflorar nuevas rencillas.

Durante los veinticuatro meses que transcurrieron antes de la sanción de la ley, las
relaciones entre indios y negros se deterioraron. Si bien es cierto que en el Baudó, los
investigadores de la Universidad Nacional no han constatado el desencadenamiento de
hechos de sangre, la situación ambivalente de la gente negra y los continuos reclamos de
los indígenas, contribuyen a subirle la temperatura a las fricciones Interétnicas del
Pacífico.De ahí la responsabilidad que les cabe a los asesores y adalides de las
organizaciones de ambos pueblos, y también la insistencia de la Asociación Campesina del
San Juan (Acadesan) en que ambas gentes unifiquen su lucha. De lo contrario, será más
fácil que las dos resulten damnificadas y expulsadas de su propia casa.

No es por causalidad entonces que en el alabao que Mercedes Porras le dedicó al presidente
Cesar Gaviria trepidara la verdad del presente:

Negros, indios y raizales


seliaremo l’unida,
trabajando hombro a hombro
la lucha no va a acabá.

La emotividad con la cual la multitud coreó Salve, salve, ¡oh tierra madre! parece indicar
que el pasado sí ha legado lecciones y que los beneficiarios de la ley sancionada al medio
día del 27 de agosto de 1993, no quieren que se repita ni la fragmentación de pueblos, ni la
subsiguiente usurpación territorial que han experimentado desde la Colonia.

73
LAS ALAS DE UNA LIBÉLULA

Los testigos, investigadores de la Universidad Nacional, en territorios que entregan


muchas claves.

Adriana Maya no podía creer que en medio del sopor aplastante que ocasionan la humedad
y el calor del medio día en la selva baudoseña, yo hubiera salido corriendo, videocámara en
mano, a captar el vuelo lento e impredecible de una libélula gigante que se había posado
frente al tronco que nos servía de escritorio. Mucho menos imaginó que sus enormes alas
encerraran una historia relacionada con el cambio en las creencias de los colombianos:
nuestra fortuna ya no consiste en el oro, el petróleo, el platino o las maderas que podamos
extraer acabando con tierras, árboles y animales, sino en la diversidad de las formas de vida
que albergan nuestros bosques, ríos y mares.

La historia de la cual hablábamos tiene que ver con otra cuyo escenario es una ciudad
universitaria norteamericana, donde vive el entomólogo que se ha interesado por la libélula
desmesurada. Cierto día uno de los ejemplares que observaba perdió un fragmento de su ala
y, por accidente, fue a dar a la pipa que tenía encendida. Allí ni ardió, ni cambió de forma.
Perplejo, el científico habló con un colega del departamento de genética quien, por medios
muy revolucionarios de duplicación artificial de genes, comenzó a hacer en su laboratorio
copias del material vivo; cuando tuvo éxito se puso en contacto con la oficina de
investigaciones de una fábrica de aviones. Maravillados los ingenieros, ampliaron los
experimentos con el insecto colombiano. Aspiran a que pronto su compañía manufacture
esas mismas membranas, con el fin de reemplazar el aluminio y demás metales que hoy se
usan para hacer los jets.

Sin duda se aproxima a la ciencia ficción la imagen de unos pasajeros suspendidos en el


aire, rodeados por las fibras transparentes y delgadísimas que aparecen en el video sobre el
matapiojos gigante del Baudó.

Quien relató la anécdota, un funcionario del Inderena, nos explicaba que el gobierno
colombiano adelanta gestiones para que tanto la universidad como la fábrica de aviones, le
reconozcan a nuestro país el pago de regalías correspondientes a la preservación del animal

74
que teje el material que quizás revolucionará la idea de volar. Una diligencia similar a las
que se adelantan frente a las multinacionales que hoy experimentan genéticamente con
infinidad de plantas originadas sólo en nuestro trópico y en el de Otros países del
hemisferio sur. Aun si fuera fabulada, esta historia es importante. Muestra cómo en la
imaginación de algunos dirigentes del país, comienzan a figurar nociones sobre las
verdaderas riquezas del litoral pacífico. Ya no descuellan la explotación y embarque de
metales preciosos, sino la preservación de los seres vivos.

Adriana cuestionó que el pago de regalías fuera para el gobierno, porque, al fin y al cabo, la
conservación de esas libélulas poco ha dependido de su gestión. Pero sí de lo que
tratábamos de documentar ese día en una finca del alto Baudó: la forma como los
campesinos negros se relacionan con el medio que los rodea.

UN ENCUENTRO FASCINANTE

Las siete de la mañana de ese 24 de noviembre de 1992 marcaron el inicio de un hito muy
esperado: acompañar a don Justo Daniel Hinestrosa durante su jornada de trabajo para
comprender mejor porqué sus prácticas para curar enfermedades figuran entre las más
acertadas de toda la región. Subimos a la canoa de este médico raicero, quien se disponía a
cosechar un arrocito que estaba listo en su finca localizada río arriba, sobre la ladera
derecha del Baudó, “a una cinco calle, desde Chigorodó”. Lo acompañaban su esposa
Fidelia y dos de sus nietas, hijas de Fidelio, hijo de ambos. Remolcaba una canoíta
o potrico; saludaba a las mujeres que se bañaban en el río o lavaban ropas y nos iba
nombrando los árboles que veíamos. Arocha: mire lo hobo; “profesora: ése ej
l‟amarrasuegra”.

A la hora atracó, después de haber catado con su palanca qué tan fangosa habían dejado la
orilla las lluvias torrenciales de la noche anterior. Las niñas bajaron calabazos con agua; la
señora Fidelia unos costales y él fue cobrando las manilas que sujetaban la canoa pequeña;
se la echó al hombro y arrancó adelante, subiendo colinas empinadas y atravesado
tremendales y quebradas. Nos era difícil creer que ese hombre corpulento, de más de
ochenta años, no sólo trepara y descendiera por el barro con su carga, sino que además
parara y nos hablara de cada planta, hoja, raíz, bejuco o flor que él o su esposa
consideraban importantes.

Una vez en el arrozal, ambos le dieron al potrico un uso inesperado: trillar grano. Después
de cortarlos con sus machetes, don Justo y doña Fidelia azotaban los manojos de tallos de
arroz contra los flancos de la pequeña canoa, en cuyo interior quedaba el grano listo para
empacarse, bajarse al pueblo, secarse y pilarse. Una vez terminaban en un área jalaban la
canoa para que navegara hasta la siguiente sección de Corte. Detrás de ellos, quedaba un
reguero de cañitas que el sol y la humedad descompondrían, devolviéndole a la tierra parte
de los nutrientes que ella le dio al arroz. Si en vez de estar sobre la montaña y lejos de la

75
orilla la finca de don Justo fuera ribereña, otro habría sido el destino de los residuos:
alimentar marranos que los campesinos mudarían desde la orilla opuesta, una vez terminada
la cosecha.

Nos impresionó que el sembrado de arroz no tuviera forma regular, y que en su interior
hubiera árboles, arbustos y troncos caídos que comenzaban a retoñar o que le servían de
lecho a hongos y parásitas. Con frecuencia el médico raicero suspendía su trabajo para
decirnos los nombres y usos médicos de eso que para nosotros se asemejaba a obstáculos
para siembra y cosecha o a maleza perjudicial. Doña Fidelia también nos enseñaba, porque,
como él, sabe curar y escoger todo aquello que permita preparar compresas contra el
reumatismo o los males de los riñones, o lo que se puede mezclar con otros vegetales y
aguardiente para elaborar las famosas balsámicas. Tomas que curan desde picaduras de
culebra hasta depresiones e infidelidades, siempre y cuando se les apoye su fuerza
mediante secretos, es decir, fórmulas de rezos mágicos que tan sólo al usuario le revelan y
enseñan sus maestros.

Con gran amor los dos ancianos se aproximaban a su arrozal y a las plantas que habían
crecido con él. Días antes, José Fernando Serrano había visto a nuestro maestro quitarse el
sombrero y ofrecer una plegaria al pasar junto al árbol que había estado en lo que años atrás
fuera el solar de la casa de sus padres. Y el Puerto Echeverry, Héctor Guzmán halló que el
crecimiento de un niño es casi inimaginable sin un árbol que lo acompañe. Por eso el
ombligo del recién nacidi se siembra con alguna semilla importante. Lo más común es que
se le ponga encima un coco retoñante y que su dueño se refiera a la palmera que crece con e
como su ombligo.

SE VIVE EL MISMO DOLO R

Esa forma de hermandad también involucra a los animales. Manuel Palacios, campesino de
Chigorodó, le está metiendo ganado a su finca. El calor y la humedad hacen que los pastos
crezcan a unas velocidades casi inverosímiles. Los vacuno nunca sufren de hambre, pero al
pisar lodo durante todo el día, sus cascos se llenan de hongos. El campesino no sabía qué
hacer ante las dolencias de uno animales que fueron domesticados para pastar en sabanas
amplias y firmes, mano en el barrizal que queda después de talar los bosques tropicales...
Sólo lo acariciaba, como pidiéndoles excusas.

Ya conocía yo esa expresión dolida en el rostro de Manuel. El primer día que visita su
finca, seguimos el ruido de una motosierra y llegamos a una manchita de cedro en una de
las esquinas de los potreros que él y sus hermanos estaban abriendo “Están mocitos” dijo
mi anfitrión cuando cayó el primer árbol, y en seguida m explicó —en tono de disculpa—
que necesitaba el billete para seguir mejorando h finca.

En esa parte del Chocó la mente funciona de manera que convierte a otros seres vivientes
en extensiones de las personas. Los afrobaudoseños no son como nosotros, tan aislados de

76
lo que nos rodea. Es como si se salieran de sus envoltorios corporales y se volvieran parte
mata o animal. El impacto de esa diferencia diametral es profundo: permite que la gente se
vincule con respeto al entorno y haga cosas que contribuyen a que las libélulas gigantes
sobrevivan y estimulen la imaginación de ingenieros aeronáuticos de los Estados Unidos.

El legado más importante para nosotros fue el convencimiento de que este país tendrá un
porvenir más amable y posible; en la medida en que sus ciudadanos no traten el escenario
de sus existencias como ámbito de extracción inmisericorde de recursos, sino como parte de
sus propias almas.

BIBLIOGRAFÍA

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3 No. 11 Bogotá, Septiembre, 1990.
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Arocha, Jaime / Nina S. de Friedemann. Marco de referencia histórico cultural para la ley
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1987.
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Antropología en Colombia: la imagen del negro. En: América Negra, No. 6, en prensa,
1993.
Maya, Adriana. Las brujas de Zaragoza: resistencia y cimarronaje cultural en las minas de
Antioquia. En: América Negra, No. 4,1992.
Secretaría Técnica. Actas y relatorías de las sesiones de la Comisión Nacional Especial
para las comunidades Negras, Instituto Colombiano de Antropología (lcan), Bogotá,
1992,1993.

77
VIII REGIÓN DE LA ORINOQUÍA

78
4. VIDA Y CULTURA DEL LLANO

Alabanza del Llano

Se habla de l a Orinoquía colombiana o Llanos Orientales. El nuestro, un país de tradición


andina, ha ignorado este entorno fascinante que abarca planicies y sabanas bañadas por
ríos provenientes de la cordillera y que desembocan en el Orinoco o sus afluentes. Su
historia es anterior a la llegada de los españoles. Ahora, con su inmensa riqueza en oro
negro, ha interesado a compañías europeas.

Fotografía Archivo El
Colombiano

Maria Eugenia Romero Moreno: Antropóloga, M.A., Orinoquía Siglo XXI.

Pasos entre la cordillera oriental y la orinoquía y


Frentes de colonización

79
A ENTRADA y salida de aguas

Aquí está el llano, escrito de ríos. El llano azul de ríos. Tierra casi toda aire .Aquí está el
llano extendido hasta el cielo. El llano sin principio ni fin como los cuerpos. El llano que se
prolonga de palmera en palmera como el mar de ola en ola.

Aquí está el llano empapado de sol como la mar de sal.


Aquí está la llanura y en la palma de su mano está la línea de la suerte de mi
Patria. Esa línea es azul y se llama río Meta.

Aquí está el llano, firmamento de tierra, patio de Colombia, lleno de naranjos. El llano, el
llano, el llano tan ancho como el día. Yo le canto de pie, a grito herido y hasta enronquecer.
En pie sobre mi arpa yo lo canto.

Alabanza del Llano


Eduardo Carranza (1913 - 1985)

Con tres meses de verano y nueve de lluvias continuas, los Llanos Orientales de Colombia
han ocupado la mente y la pluma de multitud de escritores, al igual que todas aquellas
regiones del mundo alejadas de los centros urbanos y de comercio; o aquellos ambientes
agrestes y salvajes donde escasean las adecuadas vías de comunicación y en las que el
medio ambiente y el régimen de lluvias hacen difícil viajar la mayor parte del año.

Las estepas de Siberia, las inmensas tundras heladas de Alaska, el outback de Australia, las
pampas argentinas, el indomable oeste norteamericano, las selvas del caudaloso Amazonas,
han inspirado a novelistas, poetas y viajeros quienes, colocando muchas veces algo de
fantasía, recrean los hechos que ellos vieron o escucharon.

La literatura propia del Llano y sobre el Llano, manifiesta en sus mitos y leyendas un
acervo de incalculable valor poético y artístico. Acaso algunos de los escritores que se han
referido a nuestros Llanos Orientales nunca conocieron la región: ¿leyeron a Alejandro von
Humboldt y a La Condamine?; ¿conocieron los escritos de los padres jesuitas José Guniilla
yJuan Rivero?; ¿tuvieron tal vez acceso a los mapas de fantasía, con eolos, rosas de los
vientos y primates, editados en Europa por las casas italianas y francesas?

80
Lo fascinante para el viajero de hoy es recorrer los caminos y sabanas aledaños al Orinoco,
sus ríos y selvas, guiados de la mano por esos espíritus aventureros. En su tradición, los
indígenas guahibo-sikuani, sáliba, cuiva y tunebo aún conservan conocimientos acerca del
entorno ecológico y geográfico; ellos saben de los ciclos biológicos de especies animales y
de la flora, y de las propiedades medicinales de raíces y plantas; de astronomía; y poseen
otros valores culturales y lingüísticos que nuestros investigadores están recopilando.

LA MATA E’MONTE Y LA SABANA

Pa‟l venao la sabana, pa‟l chigüiro el espinero pá la danta la montaña pa‟l galápago el
estero...

Los Llanos de Colombia tienen aproximadamente unos 200 mil kilómetros cuadrados de
extensión. Un 80% de ellos son sabanas; el 8%, zona cordillerana o piedemonte, y el 12%,
bosques —de galería e interfluviales— con importantes recursos de fauna y flora. Su límite
hacia el sur es la divisoria de aguas que está en los departamentos de Guainía, con el río
Inírida, y de Guaviare, con los afluentes del mismo río.

La región piedemontana —una franja de unos 50 kilómetros de extensión a partir de la


cordillera— se hallaba antiguamente cubierta por bosques tropicales con abundantes
recursos de fauna, flora y maderas, hoy ampliamente sustituidos por pastos artificiales y
vegetación arbustiva. Las planicies son llanos bajos, inundables durante nueve meses del
año, surcados de bosques de galería o morichales —también llamados localmente matas de
monte, con nombres sugestivos según sus características: mata oscura, mata e’leche
e’miet., mata del trompillo, mata e’guafa, etc..

La cuenca ciel Orinoco en Colombia se define como aquella hoya hidrográfica que recibe
los numerosos afluentes que provienen de los Andes. Los ríos que descienden de la
Cordillera Oriental han representado una importante vía de transporte y comunicación así
corno la ruta de penetración y migración desde tiempos antiguos. El Pauto, el Arauca, el
Casanare, el Ariporo, el Cravo Norte y el Cravo Sur, el Meta, el Ariari y sus afluentes, —
entre Otros muchos— son las arterias fluviales más importantes en la historia de la región.

Entre los Parques Nacionales de la Orinoquía, donde el visitante puede encontrar, además
del hermoso paisaje, importantes recursos de fauna y flora, se pueden señalar: el Parque de
El Cocuy con 306 mil hectáreas; el de Pisba con 45 mil hectáreas; la Sierra de La Macarena
con 630 mil hectáreas; el Parque de los Picachos con 439 mil hectáreas, el Tinigua con una
extensión de 201 mil 875 hectáreas y el Parque El Tupano con 180 mil hectáreas,
aproximadamente.

81
LOS ANCESTROS

Un paso a través de las años anteriores y siguientes a la llegada de los europeos a los
Llanos.

L a zona piedemontana de la Cordillera Oriental y las sabanas o Llanos del Orinoco,


cumplen un importante papel en el proceso de ocupación del medio tropical suramericano:
parecen que fueron un paso obligado de grupos migratorios que iban de sur a norte y
viceversa, así como ruta de migraciones desde los Andes hacia el Oriente y también en
sentido contrario.

En el área actual del piedemonte de los departamentos de Casanare y Meta existen


interesantes hallazgos relacionados con los indígenas muisca y los guayupe.

Excavaciones arqueológicas realizada en el sitio de Catanga —en Yopal, departamento de


Casanare— dieron como resultado una fecha cercana a los 310 años antes del presente—
esto es, 1671 años de nuestra era. En el hallazgo de, más o menos, una docena de sitios, se
encontraron localizados los yacimientos arqueológicos de las partes altas. Algunas de las
formas cerámicas reconstruidas se identificaron como budares, lo que permite deducir la
existencia de la yuca como parte de la subsistencia.

Otros vestigios demuestran la presencia del hombre en las regiones de la Orinoquia: son las
pictografías y los petroglifos que se encuentran en algunas piedras y abrigos rocosos a la
orilla de la parte alta de los ríos Güéjar, Duda, Guayabero, Guaviare, Alto Inírida, medio
Orinoco y sus afluentes.

ASÍ VIVÍAN

A partir de algunas investigaciones arqueológicas se ha establecido que los achagua de los


siglos XVI y XVII consumían caimán, tortuga y cazaban el manatí; cultivaban yuca,
casabe, maíz, ají y el maíz de dos meses llamado mapito. Además poseían frutales como
piña, palmas diversas, caña de azúcar y achiote. Comerciaban yopo, sacaban fibras de la
palma quitebe para tejer y extraían fibras y frutas de otras palmas —abay y cunama.
Cazaban güíos, dantas, iguanas, babillas.
82
La especialidad de los achagua era la elaboración de la quiripa o quirnpa, moneda hecha a
manera de sartas de conchas y utilizada para el intercambio. La quiripa no solamente tenía
valor comercial: la posesión de cuentas de esas conchas ensartadas era también símbolo de
prestigio y riqueza. Los achagua obtenían de los caribe hachas y otras herramientas en
trueque por la moneda mencionada. Entre otros productos, los achagua comerciaban ollas
de cerámica, pájaros, miel, perros mudos y aceite de huevos de tortuga, productos que
llegaban hasta muy lejos: al altiplano de Bogotá donde los muisca; cultivaban y
comerciaban el barbasco —utilizado para paralizar los peces y poderlos agarrar entre
canastos o redes. Los pueblos indígenas cultivadores, especialmente los achagua, sáliba y
otomaco, junto con los jirara, betoi, guayupe, sae, ocupaban áreas del piedemonte y las
planicies aluviales de los ríos.

Particularmente el piedemonte de Casanare y Arauca estaba habitado —en el momento de


la conquista europea— por grupos achagua, cusiana, tunebo, morcote, támara, chiricoa.
Ellos habían establecido relaciones de comercio con los muisca de los Andes y con otras
comunidades de las tierras bajas del Orinoco. En el piedemonte del Meta habitaban
guayupe, sae, cunimía, tinigua y guayabero.

OTRAS ÉPOCAS

Con la llegada de los conquistadores a los Llanos del Orinoco, penetraron la gripe, la
viruela, el sarampión —junto a otras enfermedades— y el sistema esclavista. Durante los
siglos XVI y XVII, el tráfico y la posesión de esclavos era común entre los grupos nativos
de la región, condición que aprovecharon los conquistadores españoles y los comerciantes
holandeses de esclavos de la Guayana, para comprar esclavos indígenas. En medio de todo,
los caribe incursionaron permanentemente por el Orinoco y sus ataques continuaron aun
después de la Conquista.

Durante la Colonia, las dos ciudades más importantes del Llano fueron Santiago de las
Atalayas y San Juan de los Llanos, y el puerto más destacado, Sabana Alta o Maravare que
permitía el acceso desde el río Unete al Cusiana. La primera localidad fue fundada por
Pedro Daza, lugarteniente de Jiménez de Quesada en 1588 y elevada a la categoría de
capital de la Provincia de los Llanos. Allí tuvieron su sede la Gobernación de los Llanos y
todas las autoridades coloniales de la Provincia. Las ruinas de esta ciudad se hallan en la
ribera oriental del río Chiquito en las cercanías de Aguazul, departamento de Casanare.

Santiago de las Atalayas era también un importante centro ganadero y se encontraba en un


cruce de caminos a Tunja, Vélez y El Socorro. Más tarde, agobiada aparentemente por
epidemias y deslizamientos de tierra y por el abandono del gobierno central, fue perdiendo
importancia. Desapareció por completo después de las guerras de Independencia en
1819.Alrededor existieron repartimentos de indios cusiana y achagua dedicados al
concierto agrario, a obras diversas y al cultivo e hilado de algodón.

83
EMPRESAS MISIONERAS

Tras el ingreso de los vacunos traídos por los primeros expedicionarios y por los
misioneros jesuitas, se desarrolló —en las regiones de San Martín y Casanare— una clase
de ganado conocido como Sanmartinero y Casanareño, fácilmente identificable por su
adaptabilidad a los largos inviernos y a las agudas épocas de verano.

En 1622 el Presidente del Nuevo Reino dio a la Compañía de Jesús los territorios de los
Llanos para que estableciesen misiones. Fundados así, en hatos y misiones, así como sobre
las principales vías de comunicación del Llano, el Meta y el Orinoco, los jesuitas
emprendieron una importante actividad comercial durante su permanencia. Las misiones
del Meta producían alimentos, pero especialmente ganados que vendían en los mercados de
Tunja y Santa Fé; las del Orinoco producían frutos tropicales como cacao, canela, vainilla,
aceites, resinas, que se destinaban a la exportación.

Las principales haciendas de los jesuitas en los Llanos fueron la de Caribabare en las
cercanías del municipio de Paz de Ariporo y las de Tocaría, Cravo y Apiay. Los jesuitas
fundaron, a partir de 1624, las misiones en Chita, Támara, Pauto, Morcote, San José de
Pore, San José de Cravo, Santa Rosa de Chire; Moreno y Nunchía en el piedemonte del
actual departamento de Casanare; y de otras muy importantes en Tame y Arauca.

En tiempo e’ganadería
a mí es que me sobran bríos
no le temo a la muerte *
para tirámele a un río
ni le temo a los caimanes así les oiga el ronquío...
Santos Mojica

84
EL HATO LLANERO

L a presencia del caballo traído por los europeos transformó de manera profunda la vida del
indígena de los Llanos: se hizo jinete y aficionado a los equinos. El dominio del caballo le
permitió al aborigen organizar su propia subsistencia alrededor del ganado vacuno, al que
ahora podía cazar y domesticaren un proceso aprendido en los hatos. Por ello se habla en la
literatura de indios vaqueros, ellos son, pues, los llaneros y sus descendientes.

TODO EN SU DOMINIO

Los hatos fueron, desde el comienzo, espacios territoriales en torno a los cuales giró la
organización económica productiva, social y cultural de la sociedad llanera. En ellos se
asentaron la autoridad real inicialmente, y luego la republicana, con lo que significaron los
comienzos de pueblos: la historia de la mayor parte de las ciudades y pueblos dcl Llano
tiene en su entorno la del desarrollo de hatos y haciendas.

La organización del trabajo exigía una mano de obra itinerante y por épocas: cuando se
trabaja llano, a entrada y salida de aguas. El pago se hacía óy aún se haceó en especie o por
endeude. La especie se constituía, generalmente, de un avance en mercado, utensilios de
uso cotidiano, sal, anzuelos y herramientas de labranza, entre otros.

Las pieles de vacuno, el sebo del ganado, el plátano, la yuca y el café, eran los productos
procedentes del hato o las haciendas. Tanto autoridades locales como comerciantes criollos
y extranjeros, participaban en una cadena de comercio. En Orocué, por ejemplo, tenían
sede, además de los consulados europeos, casas comerciales venezolanas y alemanas.

MERCADOS A GRANEL

Con el siglo XX vino el auge del comercio por los ríos Meta y Arauca. Los
vapores Masparro, Libertado,; Apure, Arauca, Alianza, Amparo y Meta, navegaban el río
Meta, y algunos de ellos subían hasta Cabuyaro y regresaban a Orocué. Allí cargaban pieles
de ganado, sarrapia, caucho (balata) procedente del Vichada; plumas de garza, y café de
Támara el cual bajaban por el río Pauto.

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En el año de 11911 se abrieron las Bocas de Ceniza en el Atlántico y se suprimieron las
aduanas del oriente del país. Años más tarde la que evolucionó fue la ganadería. Hasta
mediados del siglo existió una ganadería pastoril, tradicional y extensiva. La introducción
de nuevas variedades de pastos y toretes así como la apropiación de las sabanas mediante
las cercas, la hicieron evolucionar en la mayor parte del territorio llanero.

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ALGO DE HISTORIA RECIENTE

Tal vez ningún episodio es tan doloroso para la historia reciente del Llano como la
guerra.

La gente de la región habla de los episodios ocurridos durante la violencia partidista de los
años 1948 a 1953, como de la guerra. La inestabilidad política y el enfrentamiento de las
fuerzas de la policía y del ejército óapoyadas por el cleroó con la población local, causaron
disputas iniciales en Miraflores, Boyacá, y Sabanalarga y Aguaclara en Casanare.

Pueblos tradicionalmente liberales fueron atacados por fuerzas del Estado y la población
tuvo que huir a la ribera derecha de los ríos Upía y Meta. Se organizaron entonces dos
frentes de comandos guerrilleros: tino iba del Cusiana al Arauca bajo la dirección de
Eduardo Franco; el otro, del Cusiana al Humea, comandado por los hermanos Bautista. En
1951, un grupo de comandantes insurgentes se dirigió al gobierno por intermedio de
Alfonso López Pumarejo con un memorial en el cual óentre otros puntosó se pedía amnistía
total, especialmente para los militares retirados que participaban en los comandos. Eran los
casos de Guadalupe Salcedo y de Dumar Aljure, además del de muchos otros que habían
pertenecido al ejército o a la policía.

1950 fue un año aciago: la guerrilla atacó Barranca de Upía, La Mesa del Guavio,
Monterrey, Páez, Chimeza y Tauramena. Un año después incursionó en Pachaquiaro, San
Pedro de Jagua y el Turpial. Durante los ataques se abastecían de armas y alimentos. Las
fuerzas del gobierno hacían otro tanto: bombardearon desde aviones las localidades de La
Uribe, La Aguada, Cumaral, Moreno, Ten y Trinidad.

Los comandantes guerrilleros del Llano hicieron un Congreso en 1953. En él consolidaron


los comandos en siete frentes. Ese mismo año se emitieron los códigos de Las Leyes de
Llano óla Primera y la Segunda. En junio, unos 3 mil hombres con armas se entregaron
progresivamente en distintas localidades del Llano, a partir de la firma del tratado de paz y
de amnistía total firmado en la localidad conocida hoy como Paz de Ariporo en Casanare.

CIUDADES Y PUEBLOS

La Orinoquia posee centros urbanos localizados a lo largo de ríos y carreteras; un fenómeno


común en dichas regiones ócomo en otras áreas de colonizaciónó es el decaimiento o

87
estancamiento demográfico de algunos asentamientos, una vez pasadas las bonanzas óya
sean de industrias extractivas, maderas, pieles de diversos animales (tigre, zaino, babilla), el
comercio internacional (caso de Orocué)ó o con el afianzamiento del latifundio ócomo en
el Ariari. Las bonanzas recientes, marimbera o de los laboratorios de coca, han contribuido
también con éste proceso demográfico.

El desarrollo de los asentamientos ha dependido, históricamente, de varios factores: la


economía regional, las vías de comunicación existentes, las condiciones de vida en el
altiplano e interior del país que han motivado sucesivas migraciones especialmente durante
los últimos cincuenta años. La población de la Orinoquia llanera ómestiza y blancaóestá
localizada en asentamientos urbanos especialmente en el piedemonte y en las orillas de los
ríos o áreas de sabana órío o selvaó, así como en las áreas rurales que acusan un desarrollo
de la agroindustria y de la ganadería intensiva, como son las regiones del Ariari en el Meta;
Aguazul en Casanare y el piedemonte metense.

De la distribución actual de la población se puede decir que territorios como Casanare,


tienen más población rural que urbana, mientras que Arauca y Meta tienen mayor
proporción de la población en asentamientos urbanos...

88
AÑO DE FUNDACIÓN Y POBLACIÓN ACTUAL APROXIMADA
SEGÚN DEPARTAMENTOS Y MUNICIPIOS

Dpto y munic.
Dpto y munic. Barranca de Upia
Fundación Población
ARAUCA Fundación Población
Arauca Cumaral 1990 2,591
Arauquita 1785 59,805 Cabuyaro 1955 15,477
Cravo Norte 1675 29,662 El Calvario 1962 3,669
Fortul 1874 5,105 Castilla la Nueva 1955 3,008
Pto Rondón 1989 14,976 Cubaral 1971 4,246
Saravena 1911 5,182 El Castillo 1960 4,753
Tame 1960 32,175 Fuente de Oro 1976 10,984
1628 38,977 Guamal 1960 9,480
CASANARE La Macarena 1955 8,227
1953 52,27 1980 11,863
Yopal Lelanías
1953 15,945 1981 14,729
Aguazul Mesetas
1588 2,134 1981 12,973
Chámeza Puerto Gaitán
1664 7,752 1932 17,238
Hato Corozal Puerto López
1537 1,213 1955 24,776
La Salina Puerto Lleras
1879 11,477 1965 12,419
Maní Puerto Rico
1940 8,565 1984 16,702
Monterey Restrepo
1625 8,553 1915 11,533
Nunchía San Carlos de
1850 6,442 1961 2,767
Orocué Guaroa
1953 29,754 1966 10,152
Paz de Ariporo San Juan de Arama
1588 7,998 1981 1,60
Pore San Juanito
1740 2,557 1882 18,495
Recetor San Martín
1901 3,356 1969 18,448
Sabanalarga Vistahermosa
1560 1,139 1989 9,653
Sácama Mapiripán
1953 7,206 1959 38,988
San Luis de Granada
1584 7,941 1990 8,709
Palenque La Uribe
1880 7,50 1989 10,374
Támara Pto Concordia
1963 6,881
Tauramena
1982 17,633 n.d
Trinidad GUAVIARE
48,237
Villanueva 1842 272,118 San José del 11,452
1960 39,350 Guaviare 9,746
META
Villavicencio VICHADA

89
Acacias Puerto Carreño La
Primavera

Fuente: Dane, Censo 1993

90
LOS GRUPOS INDÍGENAS

Veinticinco mil trescientos veintidos (25.322) aborígenes componen, aproximadamente, la


población indígena de la Orinoquia, excluyendo 2.765 de la etnia U‟wa-tunebo que habitan
en el departamento de Boyacá. Los datos disponibles para la Orinoquia no comprenden la
población que habita en comunidades por fuera de reservas y resguardos. Es probable que,
a la luz de algunos datos estadísticos (i.e. Incora) ,los grupos indígenas llaneros — aunque
pueden manifestar aumentos en sus tasas demográficas de crecimiento— apenas
representen una escasa parte de la población nacional. No obstante que algunos grupos
pueden estar en mejores condiciones de vida relativas —sanitarias y alimentarias— que
otros (i.e. los sikuani)— es seguro que todas las etnias se encuentran en un acelerado
proceso de desaparición y extinción física y cultural.

Los amorúa presentan la situación más extrema: de ellos quedan solamente unas pocas
familias; les siguen los achagua —quienes según „los cronistas del siglo XVII
conformaban el grupo con mayor número de miembros y asentamientos—, U’wa-tunebo,
cuiva, y guayabero, huupiwe, tsiripu y mariposo.

Las condiciones de salud y nutrición son extremadamente difíciles y puesto que se


han visto obligados a migrar a regiones de refugio, sus modos de subsistencia se han visto
alterados.

91
EXTENSIÓN Y POBLACIÓN TOTAL E INDÍGENA POR DEPARTAMENTOS.
DISTRIBUCIÓN RELATIVA DE POBLACIÓN INDÍGENAS

Departamento
Kmts Total Indígena % P.I
Arauca
23.818 96.949 2.657 2,7
Casanare
44.640 176.799 4.358 2,4
Meta
85.645 563.991 5.241 0,9
Guaviare
42.327 63.867 3.647 5,7
Vichada
100.242 19.375 17.540 90,5

319.861 920.981 33.443 3,6


Total

Fuente; DANE. Estadísticas Municipales de Colombia, 1990.

92
LA LLANURA DE LA COPLA Y LA TERNERA

El estudio de las raíces del joropo llanero permite identificar una vertiente musical mucho
más amplia, relacionada con las músicas de otras regiones del continente americano: la
región del Paraguay, los Andes y los Llanos venezolanos, y la región de Veracruz en
México. La tonada llanera posee una gran dispersión: desde las sabanas del Guárico,
Barinas y Portuguesa en Venezuela, hasta los Llanos de Arauca, Casanare, Vichada y Mcta
en Colombia.

Probablemente fueron los jesuitas quienes introdujeron estas prácticas musicales —con
cordófonos como el arpa, el cuatro y otros— a los Llanos de Colombia y a su piedemonte:
el Llano nunca fue una zona aislada del comercio y de la relación con el altiplano y con los
Llanos de Venezuela; las misiones de Chita, Monguí y Tópaga, constituyeron los centros de
irradiación apostólica de los jesuitas hacia las misiones de los Llanos. Recuas con viajeros
iban de Monguí, Socha, Socotá y Chita hacia Támara, Tame, Pore y Pamplona. Otras rutas
como las del Sarare, la de Miraflores al Llano, la dc Labranzagrande al Morro y Yopal o la
del Valle de Tenza, fueron importantes caminos de comercio y migración. Y lógicamente,
los viajeros llevaron los tiples, cuatros, guitarras, guitarros y bandolas, y las coplas que
adaptaron a nuevos ambientes y necesidades.

¡TODOS AL PARRANDO!

Ningún parrando o joropo llanero —fiesta llanera— puede tener lugar sin las preparaciones
especiales elaboradas principalmente a partir de carne de vacuno o de animales silvestres,
maíz, yuca y plátano topocho. Previamente se habrá convocado a parientes y amigos para la
fecha —un matrimonio, un bautizo, una promesa ofrecida a San Pascual Bailón o a San
Rafael. Se habrá invitado a los músicos que, con arpa, cuatro, maracas y bandola,
amenizarán la reunión con corridos, coplas, contrapunteos y baile de joropo araguato.

Tanto el fogón de tres piedras para el sancocho como la brasa para la ternera a la llanera, se
colocan en el patio de la casa. En la preparación colaboran todos: mujeres, niños y
ancianos. Un parrando llanero puede durar hasta más de tres días, según el
aprovisionamiento de comida y bebida.

93
HAYACA, SANCOCHO Y PISILLO

Sancocho de hueso de rabo o costilla de ternera


3 kilos de hueso de rabo de ternera o costilla de res
2 libras de yuca
4 plátanos topochos verdes
1 libra de ahuyama
Cilantro de monte
Cebolla larga
Ajos machacados
Sal al gusto.

Se pone el agua al fuego y cuando hierva se le echa el hueso y se deja hervir. Se agregan
los demás ingredientes y se deja a fuego moderado hasta que ablanden. Se acompaña con
arroz blanco y plátano maduro sancochado.

Pisillo de carne seca

Puede prepararse con carne de ternera, de vaca e, incluso, de chigüiro. La carne se pone a
secar al sol, con bastante sal, en una tasajera —armazón de cuatro palos. En época de
verano se deja al sol por unos quince días. Luego se sancocha por una hora en agua con
sal.Se escurre y se pone en un pilón, machacándola muy bien. Aparte, en una sartén, se
echan cebolla, ajo y cebollín picados, y se fritan junto con la carne en un poco de manteca,
dejándola dorar. Esta carne se acompaña con yuca sancochada y plátano maduro.

Ternera a la llanera

El centro de toda celebración en el Llano es la ternera. En las fiestas de trabajo, cuando se


reúne el ganado y se hacen rodeos, o en cualquier ocasión especial, se prepara la ternera,
tan popular en todo el país. Se acostumbra a sacrificar para estas ocasiones terneras de seis
meses, La carne se coloca en los chuzos sin ningún condimento. Tradicionalmente se le
agregaba sal de la del ganado ante la ausencia de otros condimentos. El arreglo de la carne
en los chuzos tiene nombres variados según la forma que se le dé: la osa, la garza, la raya,
la danta, etc. A medida que se ya asando se impregna de condimentos o solamente de sal.
También se usan las menudencias de la ternera —la pajarilla, el corazón, el hígado, los
riñones y el chunchullo—, se cocinan y se colocan sobre hojas de plátano que se meten
entre la tripa para preparar el entrevearo. Esta ternera se acompaña con plátano topocho, ají
de leche y yuca.

Hayacas

Las hayacas son pequeños tamalitos, que se sirven especialmente en diciembre.


Una receta es la siguiente:

94
1 libra de maíz pelado
1 libra de manteca de cerdo
1 libra de carne de cerdo picadita
1 gallina grande, picadita
2 libras de tomate picado
2 libras de cebollas picadas
1 libra de pimientos morrones picados
1 frasco pequeño de aceitunas
1 frasco de encurtidos
3/4 de taza de pasas sin semillas
1 cucharada de salsa inglesa
Media botella de vino
Sal, ají y azafrán al gusto
20 hojas grandes de plátano.

Luego se mezclan las carnes de cerdo y gallina con tomates, cebollas y pimientos, y se
revuelve bien; se cocina hasta que las carnes estén blandas. Se humedece con vino y se
sazona con sal y un poquito de ají.

Se pasan las hojas de plátano por el fuego hasta que estén flojas, para soasarlas de manera
que se puedan doblar sin partirlas, se cortan en cuadrados de 50 centímetros por 30. Se
extienda en cada una, una capa delgada de la masa de maíz y se pone encima una porción
de guiso de carne añadiendo aceitunas, encurtidos, pasas y salsa inglesa. Se cubre con otra
capa de maíz y se doblan las dos capas para formar un cuadrado. Se envuelve cada hayaca
con dos o tres capas de hojas de plátano y se amarra con una cuerda delgada, dando varias
vueltas. Se cocina en agua hirviendo por 45 minutos. Por último se escurre y se quitan las
hojas. Se sirven calientes.

95
EL DOS MIL AL ENCUENTRO

Gran interés para la exploración petrolera despierta en la actualidad la cuenca de los Llanos
Orientales (Bueno Salazar, R. 1987). En los sectores denominados Meta, Casanare y
Arauca, son promisorios los hallazgos futuros. En el piedemonte orinoquense se han
encontrado depósitos de recursos naturales no renovables como gas y petróleo. Desde la
década 1950-1960, compañías petroleras —la Texas y la Shell— adelantaron estudios en
zonas del Ariari y en el Meta, y más tarde —durante los años 70— otras empresas
exploraron en Casanare, Paz de Ariporo y Hato Corozal. Se construyeron entonces
numerosas carreteras y vías de penetración en los departamentos correspondientes durante
esos años.

Tal sólo durante la década del 80 se conocieron los hallazgos de Arauca y del Meta en los
campos dc Caño Limón y Apiay, y otros en Casanare. Las noticias más recientes se refieren
a un enorme potencial en millones de barriles en Casanare, de los cuales 75 % pertenecen a
Cusiana. Ello significaría que el país podría recibir hasta diez mil millones de dólares o más
en quince años, si los cálculos de los depósitos de petróleo son exactos.

Colombia tendría pues una bonanza petrolera y una gran responsabilidad para manejarla
adecuadamente e invertir las regalías en infraestructura física y bienestar social.

96
BIBLIOGRAFÍA

Centro de historia de Casanare. Llano adentro, Memorias del III simposio Internacional de
historia de los Llanos colombo-venezolanos, Yopal, 1990, UPTC, Tunja, 1992.
Departamento Administrativo Nacional de Estadística. Datos demográficos. 1973-1985-
1990, Bogotá.
Espinel, Nancy. Villavicencio, dos siglos de historia comunera 1740-1940, Gráficas Juan
XXIII, Villavicencio, 1989.
Instituto Colombiano de Antropología, lcan. Encrucijadas de Colombia Amerindia, Bogotá,
1993.
Mejía Gutiérrez, Mario. Orinoquia colombiana: clima y uso de la tierra: énfasis en las
sabanas de la altillanura, Colciencias, Bogotá, 1989.m.s.
Museo de Arte y tradiciones populares. Venao ve nao. Sondas y/uegos infantiles de los
Llanos Orientales de Colombia, Folleto y video, proyecto PEDADI, Bogotá, 1989.
Romero, María Eugenia. (compiladora y coautora). Café, caballo y hamac a , Colección,
Quinto Centenario, vol. 47, Coedición Abya-Yala y Orinoquia Siglo XXI, Quito, enero de
1992.
Romero, Maria Eugenia, Rojas Hernández, Carlos y Pinto, Germán. Cantan los
alcaravanes, Ediciones de La Asociación Cravo Norte, Ecopetrol, Occidental de Colombia,
Empresa Shell de Colombia, Bogotá, 1990.
Romero, María Eugenia y Romero, Claudia. Desde el Orinoco hacia el siglo XXI: el
hombre, la fauna y su medio. Fondo FEN, Colombia, Editorial Presencia, Bogotá, 1989.
Ruiz, Jairo. Mexa, Grame te, Metacugá. El Mete. Crónicas e historiadores 1530-
1830, Gráficas Juan XXIII, Villavicencio, 1992.
Sepúlveda, Carlos Humberto y Rueda Enciso, José Eduardo. Ensayos de historia araucana,
vol. 1, Editorial Gente Nueva, Bogotá, 1992.

97
IX REGIÓN DE LA AMAZONIA

98
5. HISTORIA, CULTURA, INTERNACIONALISMO

Dosis de infinito

Se considera la Amazonia en su totalidad, con el eje principal el do Amazonas, entre el


Pacifico y el Atlántico. Se señalan la atracción que ejercieron las leyendas sobre El
Dorado, la forma medioeval -fortalezas- de dividir las posesiones de España y Portugal,
los auges del comercio de quina y caucho y las figuras consideradas guardianes de las
selva. Se alude a los aspectos internacionales de la Panamozonia.

Fotografía de F. Urbina

Beatríz Alzate Angel: Graduada en relaciones internacionales, postgraduada en integración


económica y ciencia política, diplomática de carrera, excónsul de Colombia en Belén del
Pará.

99
Amazonia
HECHA DE IMANES Y FANTASÍAS

Empaña y Portugal marcaron una nueva conformación espacial en la Amazonia.

La Panamazonia, la región en su totalidad, ha sido polémica desde su ingreso en el ideario


de los arriesgados viajeros —de cinco siglos atrás— a tierras americanas. Las discusiones
se han presentado entre funcionados que han querido definir el espacio abarcado por la
Cuenca y, en épocas recientes, por causa de las formas de escritura y pronunciación del
legendario nombre.

Sobre el asunto de la acentuación de Amazonia óexpresaba Marcelino de Castellvi,


capuchino catalán, fundador del Centro de Investigaciones Lingüístico-etnológicas de la
Amazonia colombiana con sede en Sibundoy, Putumayoó ha habido algunas vacilaciones.
Un tiempo usábamos el vocablo Amazonia (sin acento en la i) tal vez por influencia más o
menos conciente de similares vocablos castellanos y del mismo vocablo equivalente en
lengua extranjera. Pero como observamos que varios autores la pronunciaban y escribían
acentuándola precisamente en la i, no tuvimos especial interés en pronunciar contra un uso
que nos pareció ya de cierta generalización. No obstante, habiendo confrontado con la
autoridad del R.P Félix Restrepo la legitimidad de la pronunciación, obtuvimos en carta del
24-XI-37 una amable respuesta que nos decía: ì... yo creo que debe decirse Amazonia como
se dice en Renania, Iberia, etc... por lo cual nos confirmamos en el primer uso de Amazonia
(sin acento)..î (Amazonia Colombiana Americanista, Vol. 1 No.1, 1940).

COMIENZOS DE UNA CONFORMACION ESPACIAL

Son variados los criterios adoptados por los Estados con incidencia en la región amazónica
para definir el área de la misma. Está el hidrográfico, donde se considera como base la
superficie bañada por el río Amazonas y sus afluentes: en los diferentes tratados sobre el
tema, la Cuenca varía, en kilómetros cuadrados, entre los cinco y los siete millones. Sigue
como criterio el concepto de Hilea ótérmino tomado del griego por Alexander von
Humboldt para significar la formación vegetaló según el cual se incluyen, además de la

100
parte de selva húmeda tropical, las sabanas del sector que hoy corresponde a Brasil y la
vegetación de la Orinoquia y las Guayanas.

La tercera concepción para fijar subregiones es la de la Amazonia Legal. Dentro de ella se


emplea una delimitación artificial guiada por conveniencias políticas o administrativas,
basada, indistintamente, en los criterios de hidrografía o formación vegetal. En el comienzo
de la conformación de los espacios nacionales amazónicos, aparecen España y Portugal
como los grandes bloques cuyas metrópolis fueron los centros de decisión política durante
los cuatro siglos ódel XVI al XIXó donde la Amazonia era señalada como una de las
periferias coloniales de Europa. Diversos y famosos viajeros, representantes de esos dos
imperios, contribuyeron a esbozar la imagen que atrajo al Viejo Mundo hacia esta gran
región americana.

Inicialmente fue Cristóbal Colón quien, en 1498, tocó tierras continentales cercanas a la
Isla Margarita. Lo siguieron Alonso de Ojeda, Pedro Alonso Niño y Diego de Lepe, con sus
viajes conocidos como Recorridos Andaluces, mediante los cuales llegaron a puntos
guayaneses. En el cuarto recorrido, ya hacia fines del siglo XV, Vicente, el menor de los
hermanos Pinzón, y sus acompañantes de travesía, tuvieron el privilegio de ser los primeros
extranjeros en experimentar la fuerza terminal del encuentro de la aguas pertenecientes a la
vía que bautizaron como Río de la Mar Dulce óel Amazonasó con las oceánicas del
Atlántico.

BUSCADORES DE LEYENDAS AUREAS

Los siguientes doscientos cincuenta años vieron llegar las huestes óempresas
conquistadorasó, expediciones organizadas desde Europa para conseguir riquezas en el
continente americano. Eran grupos constituidos por gentes de proveniencia social y
geográfica diversa y con un orden jerárquico que incluía, además del jefe o empresario de
la hueste, mercenarios de todas la nacionalidades, atraídos por los desconocidos e inmensos
territorios de nuestro continente ìllenos de tesoros de oferta inmediataî, según se decía en
los círculos de los aventureros europeos.

Fue eso un acicate para la idealización de una búsqueda de recursos económicos disfrazada,
dice la tradición, por figuras legendarias venidas de tiempo atrás, incluyendo la antigüedad
clásica. Los lugares míticos donde se creía que habitaban esos seres fantásticos, tenían una
característica común asignada por la imaginación popular: se los consideraba grandes
depósitos de oro.

En las zonas de Orinoquia y Amazonia cada uno de esos puntos legendarios se constituyó,
de modo significativo, en el final de las vías de penetración para los exploradores. El
Dorado fue la confluencia de las aspiraciones del conjunto de las huestes y la leyenda tuvo
su confirmación en la ceremonia de Guatavita que se celebraba en terntorio de montaña.
Pero el afán expansionista la ubicó en lugares de selva tropical húmeda y le concedió una

101
diversidad de nombres de acuerdo con las regiones en donde surgía Manoa, Xerira, Paititi y
el Reino de las Mujeres Guerreras.

Manoa se fijó en las cercanías de Guayana, en una ideal ciudad dorada cercana a una
laguna de sal. Xerira correspondía, según las versiones suministradas a los españoles, a una
provincia entre los ríos Meta y Guaviare. El Paititi se zonificó en el intermedio de los
dominios incas y la Tierra de los Antis óllamada Antisuyo y situada al noroeste de
Cuzco.La búsqueda del tesoro se concentró en la zona de unión de los ríos Beni y Mamoré
para luego continuarla en los alrededores del río Madeira, tributario del Amazonas. En lo
relativo al Reino de las Mujeres Guerreras, la leyenda clásica se confunde con la americana.
La referencia de Colón a las pobladoras de la isla atlántica de Matinino, que se armaban y
cobijaban con planchas de cobre, llevó ójunto con otros datos de tradición oraló a fusionar
la imagen de unas combatientes con los habitantes de terrenos donde abundaban los metales
preciosos. Fue ésta la idea predominante entre los europeos hasta llegar a la proeza de los
Amazonautas en 1542.

La expedición organizada por Gonzalo Pizarro para encontrar el país legendario, rico en
canela óproducto alimenticio codiciado al otro lado del Atlánticoó, evolucionó hacia el
recorrido total del Río-Mar por parte de Francisco Orellana y sus tropas. Cuenta el cronista
del viaje, Padre Gaspar de Carvajal, que luego de separarse de Pizarro, los navegantes
pasaron dos dominios de Aparia, Omaguas y Machiparo... cuando dieron de golpe en la
buena tierra y señorío de las Amazonas. La batalla hizo que los conquistadores recordaran
las leyendas clásicas y comenzaran a denominar la gran vía como Río de las
Amazonas.Tradicionalmente se ha considerado que dichas indígenas pertenecían al grupo
de las icamiabas, habitantes de las orillas del río Nhamundá, en cuyas cercanías se hallaba
el Lago del Espejo de la Luna, donde celebraban anualmente un encuentro con jóvenes
procedentes de los ríos Uatumá, Trombetas y Bajo Purus óactualmente en territorio
brasileño cercano a la ciudad de Manaos.

Asociada a las fiestas de las icamiabas está la existencia de los Muirakitas, objetos
confeccionados comúnmente en jadeíta. Se cree que las indígenas extraían barro del Lago
del Espejo de la Luna el cual, endurecido con la claridad nocturna, se transformaba en un
artístico batracio. La posesión del amuleto garantizaba al indígena óocasional compañero
de una icamiabaó la protección de los peligros al surcar, en las canoas, las aguas regionales.

LA SED Y LAS DISPUTAS

Una segunda tentativa de llegar a la Provincia de Omagua y Dorado, correspondió a Pedro


de Ursúa en 1560. Al igual que en la ocasión anterior, el jefe expedicionario no fue quien
logró la hazaña de recorrer la vía amazónica en su totalidad pues murió a manos de sus
subordinados bajo la influencia de Lope de Aguirre. Esta vez, dice R. Alba, ìel mito aureo y
solar se vio eclipsado por el mito del poderî: luego del motín en medio de la Amazonia, se

102
olvidó la meta de encontrar El Dorado ante los brotes de rebeldía no sólo contra los
comandantes sino también contra el monarca español.

Mientras los hispanos estaban a la búsqueda de metales preciosos, los portugueses iban
ocupando paulatinamente el Sector oriental de la Amazonia, en disputa con franceses,
holandeses, irlandeses e ingleses. Para lograr una mayor comunicación con el gobierno de
Lisboa, crearon el Estado de Maranhao con el conjunto de las unidades administrativas
ócapitaníasó del norte brasileño. A la capital de dicho Estado, San Luis, llegaron en 1637
los religiosos franciscanos Domingo de Brieva y Andrés de Toledo, quienes, habían
descendido por el río Amazonas buscando indígenas para catequizar. El gobernador
portugués, deseoso de cumplir con su metrópoli en cuanto a conocer los terrenos aledaños
del río Amazonas, envió al capitán Pedro Teixeira a acompañar a los misioneros en su
regreso a Quito, pero su verdadera misión era extender las fronteras lusitanas.

Salieron junto con Teixeira alrededor de dos mil personas. Era el año 1637. Regresaron dos
años más tarde. En la travesía, aguas abajo, venía como cronista el jesuita Cristóbal de
Acuña quien, siguiendo a Carvajal, escribió acerca de lo que tituló como el Nuevo
descubrimiento del Gran Río de las Amazonas. Los datos allí publicados y los
suministrados por Teixeira óen forma confidencial a las autoridades lusitanas y entre los
cuales estaba el mapa de la conexión fluvial entre Quito y Belén del Paráó, brindaron a los
portugueses la oportunidad de conocer la totalidad de la zona donde más tarde pudieron
aplicar la política imperial de ocupación territorial efectiva.

103
FORTALEZAS: herencia medioeval

La estrategia de los peninsulares para demarcar límites removió ras bases regionales
de los aborígenes

E l siglo XVII presenció la llegada de comisionados para la fijación de los límites hispano-
lusitanos en Amazonia. A partir de la firma del Tratado de Madrid óen 1750ó las dos
potencias europeas decidieron legalizar la ocupación de la región. Con anterioridad, los
expedicionarios, españoles habían fundado ciudades ósegún las disposiciones de la
Coronaó mientras los portugueses realizaban sus avanzadas en la selva con el objeto de
capturar aborígenes y venderlos en calidad de esclavos. De esa época datan las historias dc
revueltas lideradas por héroes indígenas como Ajuricaba, jefe de los manaos, quien prefirió
morir ahogado lanzándose al río, que sufrir los vejámenes de los captores de Portugal.

En el contexto del convenio internacional suscrito en la capital española, se nombró a las


delegaciones demarcatorias bajo las jefaturas del español José de Iturriaga y de Francisco
Xavier de MendoÁa Furtado, de Portugal. Designado por influencia de su medio hermano,
el poderoso Marqués de Pombal, de MendoÁa ya se encontraba en Belén del Pará como
gobernador y capitán general. De allí salió con una numerosa comitiva, subió el Amazonas
y luego tomó la vía del Río Negro. La travesía se constituyó en un gran problema: los
conflictos metropolitanos entre Pombal y los jesuitas encargados de las misiones, se
reflejaron regionalmente. El jefe portugués encontró las aldeas amazónicas óbase
tradicional de aprovisionamiento de alimentosó prácticamente desiertas, pues los indígenas
habían abandonado las zonas ribereñas para adetrar≠se en la selva siguiendo a sus
doctrineros. Al fin radicados en el Río Negro, los lusitanos tomaron como base el sitio de
Mariuá, hoy Barcelos.

El comisionado imperial planeó las avanzadas hacia el territorio limítrofe con España para
marcar, así, una fuerte presencia colonizadora y controlar el área adquirida por su
metrópoli. Se consideró que debía seguirse el concepto medioeval del establecimiento de
muros defensivos traducidos en fuertes estratégicamente situados en las fronteras con el fin

104
de controlar el avance de sus competidores. Frente a los españoles se proyectó la
construcción de fortalezas en los ríos Negro, Vaupés y Amazonas.

Por su parte los españoles liderados por José de Iturriaga, inspeccionaron la región hoy
conocida como Orinoquia. José Solano, lugarteniente, fue el encargado de la defensa
fronteriza en sectores aledaños a los ríos Orinoco y Casiquiare. En ambos casos la
ocupación humana siguió igual esquema: donde se hallaban núcleos indígenas entraban los
misioneros para catequizar y luego cedían el lugar a los militares para que mandasen a
Construir las bases defensivas. Ese sistema poblacional se extendió hasta nuestros días.
Ejemplo de ello son las localidades de San Felipe y San Carlos óRío Negroó y San Gabriel
óVaupés. Igual Tabatinga óAmazonasó, actual gemela brasileña de Leticia, escenario y
base de la actuación de otra Comisión de Límites creada mediante el Tratado de San
Ildefonso en 1777.

ALGUNOS TRASPIES

Francisco de Requena, el comisionado español, se instalé en la localidad sobre el


Amazonas: allí llegó con la doble calidad de jefe delimitador y gobernador de Maynas, uno
de los distritos administrativos de la Amazonia española: Las intenciones que traía de
Requena de fijación de la frontera en Tabatinga y su solicitud a los portugueses de entrega
del fuerte, se vieron entorpecidas por las trabas burocráticas una de las cuales era el carácter
obligatorio del envío de la correspondencia oficial para Madrid por intermedio del gobierno
virreinal de Santa Fe: así una misiva podía tardar seis meses en llegar a esta ciudad y otro
semestre para estar en Europa.

El proyecto demarcatorio por los ríos Apaporis y Caquetá óal tiempo con los militares de
Portugaló se vio igualmente impedido: las enfermedades tropicales diezmaron a las tropas.
De Requena se retiró del Trapecio Amazónico hacia 1790. En esa forma finalizaron las
acciones de límites y de colonización promovidas de manera conjunta por las coronas de
España y Portugal. Con todo y avances y retrocesos de las negociaciones en Madrid y
Lisboa, los límites internacionales quedaron inicialmente definidos y con la mayoría de los
lugares fortificados como núcleos de poblaciones que veían interactuar los poderes
políticos ómilitaresó y espirituales ómisionerosó sobre indígenas y colonos.

øSOY DE AQUÍ? øDE ALLÁ?

A partir de entonces, las comunidades situadas dentro de esos espacios terminales de


poderes nacionales, integradas culturalmente, se encontraron sometidas a dos tipos de
presiones sociales. Por un lado, la obligación con el Estado del cual eran nacionales; de
otro, la fuerza de atracción ejercida por el grupo étnico al cual pertenecían y en cuyo
círculo interregional se veían incluidas. La mayoría de las veces las obligaciones con la
comunidad, por tradicionales, cohesivas y cotidianas, atenuaban o hasta hacían desaparecer
en el Conjunta poblacional fronterizo la noción de lo estatal Los habitantes de la frontera se

105
veían óy se ven aúnó colocados en una permanente situación de vaivén ante las diversas
lealtades regionales.

Para los casos de intervención estatal colombiana, la colisión cultural interfronteriza se


presenta en la zona bañada por los ríos Guainía y Negro. Es lugar de llegada para los
poderes de Colombia, Venezuela y Brasil, y de residencia para los baniwa/curripaco. Los
fuertes de San Felipe, San Carlos y Cucui, fueron la base para el poblamiento europeo de
esta zona así como el de San Gabriel para la región del río Vaupés, lindero colombo-
brasileño. De allí en adelante se encuentran las poblaciones del eje Apaporis-Tabatinga,
compartidas igualmente por los dos Estados.

En el Trapecio Amazónico se presenta, al igual que en el Río Negro, un punto tripartita que
comparten Colombia, Brasil y Perú, con los antecedentes históricos del fuerte de Tabatinga.
Los ticuna se ven sometidos a las diferentes políticas estatales lo mismo que los kofanes y
los sionas de los ríos San Miguel y Putumayo. En este lugar no hubo fuertes a pesar de las
recomendaciones de los misioneros encargados de la catequesis.

106
Avance de la FRONTERA ECONOMICA

Usufructuar sin medida riquezas y personas ha sido el signo de la ocupación.

El siglo XIX se inició para Latinoamérica con el desarrollo de movimientos de rebeldía


regional que dieron lugar a crisis de poder en los imperios de España y Portugal. Surgieron
varias naciones autónomas con incidencia en la Amazonia: Colombia, Venezuela, Ecuador,
Perú y Brasil. En el ordenamiento territorial posterior, los nuevos Estados aplicaron
principios jurídicos que superaban el estricto concepto de defensa estratégica en los límites
internacionales. Para entonces había surgido otra consideración destinada a Amazonia:
tomarla como una gran frontera de recursos naturales. Se constituyó, por consiguiente, en
conjunto de polos de atracción para colonizadores.

E n el caso de Brasil, los migrantes seguían la senda del nordeste hacia los Estado de Pará y
Amazonas, mientras en los países de herencia hispana óColombia, Ecuador y Perúó
provenían de los Andes. La ocupación de las llamadas tierras vacías o zonas de baldío se
inició ósin tener en cuenta el establecimiento milenario de los indígenasó con la
explotación de las drogas del sertao: la zarzapanilla y la quiná. Las propiedades
medicinales de la quina, planta estudiada por el francés Jussieu hacia 1740, fueron
divulgadas por el académico La Condamine en París y los botánicos Ruiz y Pavón en
Madrid, mediante sus informes científicos elaborados luego de los viajes por regiones
sudamericanas.

SUS MEJORES AÑOS

En el siglo XIX se generó una gran demanda por la quina entre las potencias europeas:
temían por el considerable número de casos de malaria en sus dominios de Asia, África y
América. Inglaterra, atendiendo recomendaciones de expertos en economía colonial, envió
al naturalista Markhanm a Suramérica y allí recolectó semillas de Cinchona Condaminae,
ayudado por el botánico Spruce. Las muestras quiníferas fueron enviadas a Jamaica y
Trinidad y se trasladaron luego a los cultivos británicos en la India. Empresarios
colombianos con negocios en Cauca y Nariño, habían percibido las posibilidades de
explotación del producto en las selvas del alto Putumayo. Se destacaron los miembros de la

107
Casa Elías Reyes y Hermanos, uno de cuyos socios, Rafael Reyes, viajó óen 1874ó a través
de los ríos Putumayo y Amazonas hasta el Atlántico, para llegar por esta vía a la capital
brasileña. Estando allí, Reyes obtuvo del Emperador Pedro lila concesión de la libre
navegación por los ríos amazónicos así como la exención de derechos de importación y
exportación. El consecuente comercio de la quina colombiana mediante transporte fluvial a
partir del Putumayo, contribuyó al desarrollo de Mocoa y sus zonas circundantes.

En 1834 entraron en el comercio internacional, las quinas extraídas en la India, Java, Ceilán
óposiblemente de los cultivos promovidos por Markham. Con ello bajaron los precios y la
demanda del producto suramericano. Los comerciantes del sur colombiano abandonaron
entonces el comercio quinero, dejando cesantes a numerosos trabajadores quienes en su
mayoría, decidieron continuar en la región pues otro recurso vegetal se perfilaba como
exitoso reemplazo de la explotación de quina: el caucho.

OTRA SUERTE Y MÁS POMPA

Tuvo también La Condamine, al lado de Fresneau óotro francés, investigador en Cayenaó,


el mérito de haber señalado a la industria europea las posibilidades de un producto utilizado
y llamado por los indígenas amazónicos hevea ólos centroamericanos le
nombraban cautchuk. En un principio los países importadores tenían el obstáculo de recibir
una masa sólida de caucho, poco apta para trabajarse. El método del estadounidense
Goodyear, descubierto hacia la tercera década del siglo XIX, ofreció la solución. En él se
utilizaban azufre y calor, elementos del mitológico Vulcano. Entonces comenzó a utilizarse
el término vulcanización para la elaboración industrial de artículos de caucho.

La demanda creciente de esos productos en Norteamérica y Europa, significó una bonanza


económica mayor que la de la quina. Su transporte por el río Amazonas hasta el Atlántico,
se facilitó con la introducción de la navegación a vapor. Rápidamente se generaron grandes
capitales entre los propietarios e intermediarios de los seringales ólugar de explotación
caucheraó y/o de las casas de comercio exterior. Belén del Pará y Manaos, en Brasil, e
Iquitos en Perú, conocieron una ostentación de riqueza nunca vista. Los nuevos potentados,
conocidos como el Grupo de los Barones del Caucho, llevaban una extravagante forma de
vida, copia regional de las costumbres europeas. Se construyeron palacios con materiales
foráneos, se instalaron rieles para tranvías dedicados al transporte en unas ciudades que
apenas superaban los miles de habitantes, apareció la luz eléctrica antes que en otras
poblaciones capitales y los comerciantes realizaron una verdadera apertura económica con
la venta de toda clase de bienes suntuarios.

El dinero, obtenido a costa del trabajo de cuasi-esclavos en la selva, fue empleado por los
barones caucheros para importar, indiscriminadamente, técnicos en ingeniería, famosos
cantantes y personal para los bien provistos burdeles. Una anécdota trasmitida a través de
generaciones en la Amazonia, cuenta que estos poderosos señores y sus familias fletaban

108
barcos que llevaban sus ropas a lavar hasta Lisboa pues juzgaban que las aguas de los ríos
que tenían cerca no eran apropiadas para ello.

AL FINAL, LA MISMA CARTA

Pocos dueños de seringales se beneficiaban de las ganancias obtenidas por la explotación


del producto a través del endeude o aviamento. Esta institución socioeconómica consistía
en que el comerciante óaviador o empresarioó recibía de los indígenas y colonos materia
prima a precios ínfimos y a cambio, él les daba mercancías a precios exorbitantes. Con ello
sus ganancias eran enormes y los aborígenes y colonos quedaban endeudados por mucho
tiempo. Ese intercambio tan desigual no era ignorado en las grandes ciudades centrales,
donde las denuncias alcanzaron el nivel literario con José Eustasio Rivera en Colombia, y
Ferreira de Castro en Brasil. La figura del peruano Julio César Arana, es conocida en
nuestro país por su explotación cauchera en ríos fronterizos óPutumayo, Caquetá y sus
afluentesó y por la violencia empleada contra los indígenas uitoto en sus instalaciones
caucheras. Los hechos, presenciados por viajeros europeos y norteamericanos, motivaron la
censura de la opinión pública internacional.

Al igual que Markham con la quina, Henry Wicham, inglés también, tomó de Amazonia, a
finales del siglo XIX y en forma clandestina, más de cincuenta mil semillas de caucho.
Estas fueron aclimatadas en Kew ócerca a Londresó y cultivadas en las plantaciones
orientales británicas. Poco tiempo después de la época de los mejores precios externos del
caucho óhacia 1910ó, entró la producción proveniente de estos sectores asiáticos. Se desató
así una depresión económica sin límites en la región amazónica.

N UEVOS DESBORDES

Surgieron entonces nuevos actores en el escenario regional en tiempos cercanos a los años
cincuenta del presente siglo: los propietarios de grandes haciendas ganaderas. Ellos
adquirieron tierras ya abiertas por nordestinos óen Brasiló o serranos óen los países de
habla hispanaó y con eso presionaron a los colonos para que penetraran cada vez más en el
interior selvático lanzándolos a conflictos con los indígenas. A lo anterior se une el auge
extractivo de oro y petróleo, y la recolección, procesamiento y mercadeo de la coca, todo lo
cual ha llevado a las poblaciones, especialmente las ribereñas, a un desborde total de los
límites político-administrativos dentro de la Panamazonia.

109
Vigilantes espirituales DE LA MANIGUA

Los indígenas perciben la armonía natural del sistema ambiental amazónico. Dicen
que ella depende de la acción equilibrada de las fuerzas regidoras del cosmos.

En los mitos y creencias de los aborígenes, aparecen numerosos seres encargados de


representar el control armónico de la selva. Entre los más conocidos dentro de las
comunidades ribereñas se encuentran lo Gran Anaconda, el Jurupan, el Bufeo, el
Curupira y el musical Uirapuru.

LA PRIMERA

En la mayoría de las culturas, la serpiente es un poder protector de las fuentes de la vida,


símbolo de la fuerza energética, del principio vital que determina nacimientos y
renacimientos. En relación con la Madre de las Aguas sería, en Amazonia, el tronco único
del cual proceden los diversos grupos humanos ubicados en la región. Cuentan los relatos
que en los tiempos iniciales del Cosmos, la Gran Anaconda recorría, a manera de canoa, los
ríos y canales, multiplicándose entre las cabeceras y desembocaduras. Un ave rapaz la
capturó y la partió en trozos que fueron la base de cada uno de los grupos que formaron las
actuales. etnias en la zona. Una de las variaciones de la tradición sobre la legendaria
serpiente surgió en la región del bajo Amazonas, hacia el río Tocantins. Es la leyenda del
Cobra Norato, personificado en el hijo de un bufeo y una indígena, cuyo cuerpo estaba
cubierto de escamas. Tenía la cabeza alargada, los ojos oblicuos y la lengua puntiaguda. Se
asemejaba pues, a un reptil, y por eso lo llamaron Cobra.

Honorato era su nombre y el de su hermana gemela, María. Tenían ambos características


físicas semejantes aunque en su proceder eran muy opuestos. María gozaba con su
perversidad; con gusto ahogaba pescadores y volteaba embarcaciones. Honorato trataba de
remediar las fechorías de su hermana hasta el día en que, cansado de ellas, hizo que
desapareciera en el fondo de las aguas. Identificado en el saber popular como el protector
de los seres cercanos al río, Honorato ha visto su energía diezmada por el avance
tecnológico contemporáneo hacia el interior de las selvas óposible símbolo de su hermana
revivida. Joao de Jesús Paes Loureiro óescritor oriundo de Tocantinsó expresa en su poema

110
La historia luminosa y triste del Cobra Norato, que éste desfallece entre quemaduras/ se
quebró el espejo de las aguas! donde sabía mirarse/ Victorias Regias depuestas!
pescadores moribundos! todos van hacia la tumba de la agonizante naturaleza.

EL SECRETO

La creencia en un reformador, en un héroe civilizador, tiene la misma fuerza que la de la


Anaconda ancestral._El personaje es ahora Jurupari óque en lengua túpi significa boca
cerrada, misterio, secretoó, nacido de Ceuci, la madre virgen. Desde muy joven se mostró
como un legislador que determinaba reglas de conducta, juzgaba los conflictos de la
comunidad y distribuía sus lecciones. Fue enviado Jurupari por el sol para que le buscara en
la tierra una mujer perfecta que le sirviera de consorte. Cuando él apareció, las mujeres eran
dueñas del poder, lo cual era contrario a las normas solares. El héroe restituyó el mando de
la sociedad a los hombres y para que éstos fuesen más independientes del dominio
femenino, estableció una ceremonia cuya celebración secreta sólo podían conocerla los
hombres. En la ceremonia, conservada hasta hoy entre los grupos indígenas óespecialmente
los del sector fluvial Guainia/Río Negroó, se usan máscaras e instrumentos musicales como
flautas. La danza del Jurupari es un ritual que acompaña las fiestas de pubertad e iniciación.
Este complejo mítico-ritual se asocia con las cosechas, la recolección de frutas y, en
general, con la fertilidad de la tierra por efecto de las crecientes y la sedimentación
proveniente de las montañas.

UN PODER QUE AYUDA

Al delfín de agua dulce se le atribuyen tantos nombres como fábulas: es llamado bufeo en el
Caquetá, Putumayo y Perú; tonina en Guaviare y Venezuela; y bóto en el sector
brasileño. La leyenda más difundida en toda la Amazonia es la de que en noches de luna
llena el animal se transforma en un apuesto muchacho que seduce a las doncellas de las
comunidades fluviales. Es el progenitor, según se dice, de todos los hijos de padre
desconocido. El arraigo a esa fuerte y común creencia fue confirmado recientemente por la
expedición de Jacques Y. Cousteau. Un campesino peruano relato ópara el audiovisual
presentado a través de la televisiónó los encuentros del bufeo con un miembro de su
familia. Al final de la historia, Fafa de Belem ócantante brasileña de origen amazónicoó
entona una canción cuya letra óen homenaje a Batoó pertenece al poeta Paes Loureiro. Pues
bien. Los campesinos dicen que hay un lugar encantado óubicado comúnmente en la unión
de los ríos Orinoco y Casiquiareó donde los delfines se reúnen a festejar. Es esas ocasiones
es posible oír música y voces provenientes del fondo de las aguas.

El poder telepático de los bufeos. captado secularmente por las poblaciones del Amazonas,
es considerado hoy un tema prioritario en organizaciones científicas de carácter mundial.
En la región se conocen casos de niños que sobrevivieron a situaciones de peligro dentro de
los ríos, porque esos simpáticos animales los salvaron. Las investigaciones mencionadas

111
tienen el objetivo de percibir las posibilidades de ayuda que prestarían los delfines a la
infancia autista.

ELCURUPIRA

Muy conocida y difundida entre los habitantes de los ríos de la Orinoquia, Amazonia e,
inclusive, de la región rioplatense, es la figura del Curupira , genio protector de los
bosques. Su descripción varía de una localidad a otra y se presenta a veces como personaje
femenino —para los leticianos es la Madre Monte. En la mayor parte de la región se le
considera un hombre de baja estatura, con los pies hacia atrás —para engañar a los
cazadores mal intencionados— y que fuma una pipa de barro. Se dice que antes de las
tempestades comprueba la resistencia de los árboles para que no caigan con la fuerza de los
vientos; que es bondadoso con quienes sólo buscan medios de subsistencia en la captura de
la fauna silvestre e implacable con los que desean una ganancia indebida mediante cacerías
sin límite.

MAGIA MUSICAL

A las aves se las asocia, en varias cosmovisiones, con las fuerzas del espíritu. Pues en
Amazonia ,existe un pequeño pájaro, sencillo en plumaje, llamado el (Jirapuru. De la
familia de los priprídeos, tiene un canto tan maravilloso que, transportado por el aire a
través de la selva, convoca a todos los pájaros de los alrededores a oír los acordes. Dicen
los moradores de la manigua que el mágico cantor proporciona el fondo musical a los
artísticos y coloridos arcoiris de los follajes. Desafortunadamente, este símbolo de armonía
y orden natural en todos los seres de la selva se encuentra en peligro de desaparecer a
manos de los cazadores furtivos ansiosos de venderlo —como amuleto— en los mercados
turísticos de la región. El juguetón bufeo tiene una situación similar. Pareciera que ante
estos modernos émulos de la gemela de Norato, las normas de Jurupari y la vigilancia del
Curupira vislumbran cada vez más su impotencia para impedirlos.

112
El trópico
AFINADOR DE LOS SENTIDOS

El territorio invita a la complacencia, al gusto, a la alegría.

Los paisajes de la Amazonia, con el verde en todas las gamas, los colores cambiantes en los
cielos del atardecer y los contrastes en los diseños dispuestos como ropajes en la fauna y
flora del interior selvático, habitúan a la persona ribereña a complacerse con las bellezas
naturales. Pero no sólo la vista goza del privilegio. La mezcla continua de aromas de las
maderas —cuyo aserrín es conservado en los armarios para perfumar las ropas
veraniegas— y de las flores regadas por las lluvias, afinan el olfato amazónico.

Sin embargo, lo que se hace más notorio y se constituye en mayor factor de integración
cultural, es el gusto por la comida —preparada según los cánones regionales— y la
interpretación de melodías atlánticas, pacíficas y caribeñas.

EN TORNO A LA MESA

En materia de alimentación el bosque húmedo tropical se identifica como la Cultura de la


Yuca —tal como la del Maíz corresponde a los Andes y Centroamérica. Esta raíz cuenta
con variadas formas —la mandioca, la yuca brava— gracias a lo cual contribuye a la
alimentación del pueblo amazónico. De Perú a Brasil, pasando por Colombia, se
encuentran, en el eje fluvial, platos cuyos componentes suelen acompañarse por la fariña, el
beiju o el cazabe, o por salsas como las del tucupí y bebidas al estilo de la chicha, todos
alimentos derivados de la yuca. El pescado es indispensable en la mesa de los habitantes de
la selva. Especies como el bello pirarucu o la gamitana, son solicitadas especialmente por
los amigos de la gastronomía regional: se condimentan con ají o pimienta y se adoban con
apreciadas hierbas aromáticas.

GOZO SIN FRONTERA

La música cuenta con numerosas interrelaciones de los ritmos de la cuenca amazónica, el


nororiente brasileño y las zonas del Caribe. Un intercambio cultural fomentado,
inicialmente, por la bonanza cauchera, en cuya época surgieron los monumentales Teatro
de la Opera —hoy Teatro Amazonas— en Manaos, y el de La Paz, en Belén. Las obras de
música incidental más conocidas en el siglo XIX se presentaron en escenarios tropicales. Se

113
escucharon Las Bodas de Fígaro, Bohemia, El Barbero de Sevilla, Caballería Rusticana y
Rigoletto, en las voces del gran Carusso e Hipólito Lizaro.

Precisamente el contraste entre la magnificencia lírica y la plenitud de la selva, se


constituyó en tema del Cineasta contemporáneo Werner Herzog en la película Fitzcarraldo.
El director alemán y Klaus Kinski —actor de sus películas amazónicas—, modelaron un
personaje legendario obsesionado por el deseo de llevar una compañía europea de ópera al
emporio cauchero de Iquitos. Finalizado el auge económico —hacia 1910— desaparecieron
de la región las músicas eruditas. Se conservó, eso sí, el gusto por los cantos
religiosos.Gracias a los primeros contingentes de militares dispuestos —20 años después—
para la vigilancia de sectores fronterizos, aparecieron las bandas y grupos de música
popular, intérpretes de variados ritmos —lundús, maxixes, batuques y sambas. A su vez, el
intercambio comercial con algunos países del circuito antillano —Curaçao, Martinica,
Trinidad-Tobago y las Guayanas— fue la oportunidad de entrada y evolución de músicas
afrobrasileñas —bajo el nombre de carimbós y sinmbós— a localidades amazónicas.

Con los años treinta del siglo XX, confluyeron en el Trapecio Amazónico las primeras
formas musicales foráneas. En los intercambios ocurridos durante las fiestas
conmemorativas, se interpretaban sambas, marchas, bajones, forrós, xotes —chotises— y
batuques, del Brasil; del Perú, los valses criollos, mixtianas, marineras y hwainos; los
bambucos, pasillos, danzas y joropos de Colombia, formas nacionales escuchadas en esa
época —el maestro Luis A. Osorio dirigía la banda interpretante. Ya en la siguiente década,
con la afluencia de marinos colombianos procedentes de Cartagena y destinados al refuerzo
de la soberanía en los límites políticos, se incrementó la audición de congas, marimbas,
tambores, cumbias, porros, calipsos y merengues.

Hoy por hoy, dos ciudades brasileñas —Belén y Manaos—, una colombiana —Leticia— y
una peruana —Iquitos—, son el eje de un interesante proceso musical. Los géneros
nombrados enriquecidos con lambadas y baladas, conducen a una compenetración rítmica
de las poblaciones ubicadas en el corredor fluvial que une al Pacífico con el Atlántico.

114
INTERNACIONALISMO en cuestión

La valoración de la Amazonia ha dependido de intereses diversos, en muchos casos


contrarios a sus necesidades.

Grandes capitales internacionales entraron en la región a partir de la extracción de la quina


y el caucho y mediante la intervención de las casas de importación/exportación radicadas
en las urbes amazónicas dc Perú y Brasil. La dependencia de Amazonia con Estados
Unidos y Europa se acentuó con el comercio de ambos productos. Fue incluso más evidente
en tiempos de la crisis económica generada por la caída de los precios internacionales —
entre las últimas décadas del siglo XIX y las iniciales del XX.

Más tarde y deseosa de una paz duradera luego de la Segunda Guerra Mundial en Europa,
la comunidad internacional creó organismos multilaterales con la esperanza de constituirlos
en foros de discusión y en entidades capaces de fijar directrices para el manejo de los que
hoy se califican como grandes ecosistemas. Hacia 1948, dentro de la recién conformada
Unesco, se convocó a los amazonólogos para que proyectasen una institución dedicada a las
investigaciones sobre la Hilea. Pero la idea perdió fuerza política ante los Estados con
incidencia administrativa en la cuenca: se percibió que en los otros continentes no se había
considerado el aspecto científico de la propuesta sino, más bien, en tanto una oportunidad
para expandir capitales foráneos y ubicar migrantes en la Panamazonia.

A las propuestas de crear el Instituto en la Unesco y de servirse de Amazonia en forma de


zona baldía mundial —para radicar allí grandes contingentes asiáticos o construir esclusas y
represas a lo largo de los ríos y así lograr un inmenso corredor bélico para las tropas
aijadas— se añade lo proyectado en 1968: convertir toda la cuenca en un gran lago que
interconectara las vías del Orinoco, Amazonas y La Plata. Así se viabilizaría la extracción
total de los recursos regionales para beneficio de las metr6polis extra-continentales.

SECUELAS DEL ASUNTO

Las anteriores sugerencias de expolio socioeconómico no se llevaron a cabo pero sí crearon


bases para otros desafueros. Hoy en día los grandes proyectos industriales de orden
ganadero, minero o hidroeléctrico, y el acelerado avance de la colonización amenazan con
agotar la diversidad biológica panamazónica. Se calcula que existen en la región cerca de
sesenta mil especies de plantas, dos mil de peces y trescientas de mamíferos. Además un
número no determinado de microrganismos. Los suelos, las aguas, la vegetación y la fauna,

115
presentan múltiples interrelaciones, de manera que si se lesiona uno de estos elementos, se
hace daño a todos los Otros. Así es como la contaminación hídrica —por efecto de los
proyectos mineros—, la ilimitada tala de árboles —destinada a crear espacio para la
ganadería y facilitar la fabricación de maderas— o la cacería indiscriminada de animales,
agreden continuamente al ecosistema e impiden el aprovechamiento de especies útiles para
las industrias químicas, médicas y alimenticias.

DEBERA SER DE TODOS

Para responder por el manejo del mayor cinturón verde del planeta, los Estados con
territorios amazónicos —Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y
Venezuela— se agruparon en el Tratado de Cooperación Amazónica firmado en 1978 y
destinado —según los principios expresados en el convenio— “a realizar esfuerzos y
acciones conjuntas para promover el desarrollo económico de sus respectivas áreas
amazónicas, de manera que esas acciones conjuntas produzcan resultados equitativos y
mutuamente provechosos para la preservación del medio ambiente y la utilización racional
de los recursos naturales”. Luego de tres lustros de esfuerzos colectivos generados por la
aplicación del Tratado, se logró en los Estados-Parte una visión más amplia de su doble reto
en cuanto poseedores de subsectores panamazónicos y como defensores de la biodiversidad
regional. No obstante, no se alcanzarán beneficios para todas las poblaciones de la cuenca
—vegetales, animales o humanas— hasta tanto en la búsqueda de un desarrollo
autosostenible no se involucre a la totalidad de los integrantes de la aldea global mundial.

116
BIBLIOGRAFÍA

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Herzog, W. Aguirre, la ira de Dios, largo metraje. Fitzcarraldo, largo metraje.

117
6. HISTORIA, CONFIGURACIÓN REGIONAL

La selva canta, cuenta, dama

Se continúa el recorrido por una región por mucho tiempo olvidada y maltratada. Es una
invitación a penetrar en las relaciones insospechadas del ser humano y la naturaleza, a ver
en ellas claves de una aventura de la armonía, siempre presente entre los indígenas. Y una
historia de bonanzas que por su voracidad han hecho de la A medida un escenario
novelesco, el mismo que ahora inicia el camino de otra identidad político-administrativa

Fotografía Crónicas del


nuevo mundo

Roberto Pineda Camacho: Antropólogo, director del Instituto Colombiano de Antropología,


lcan.

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Ahora, OTRA HISTORIA

Mucho tiempo se mantuvo el desprecio par la Amazonia. Sólo recientemente cambió


la actitud hacia esta región.

LA MIRADA TRADICIONAL

La cuenca amazónica fue percibida, hasta hace unos pocos lustros, como un territorio
sin historia, o como un gran infierno verde que debía ser colonizado y ocupado por
la civilización. El mito de un territorio vacío se expresó en diversas formas. Un Ministro de
Agricultura de Colombia proclamaba, en la década del 50, que la Amazonia “era una tierra
sin hombres, para los hombres que necesitan tierra”. Esta perspectiva justificó diversas
políticas desarrollistas que percibían el progreso de la región en términos la de destrucción
de sus bosques para transformarlos en pastos, la integración de las culturas nativas y el
estímulo a todas las formas de ocupación foránea

Dicho enfoque estuvo ligado también a una concepción de sus pobladores tradicionales
como salvajes, hombres del bosque, cuya naturaleza era semibestial, localizada en la
intersección de los órdenes de la naturaleza y de la cultura. De muchos de sus pobladores
tradicionales se pregonaba, también, su carácter belicoso y guerrero, su inclinación
antropofágica y vida errante. En algunos círculos académicos se les consideró hasta
mediados de este siglo, como hombres primitivos, como nuestros contemporáneos
primitivos, que carecían de una organización política y social. De manera complementaria,
se pensé erróneamente que la cuenca amazónica tampoco tenía importancia en la historia
cultural de América e incluso la cultura de sus pueblos aborígenes fue considerada una
regresión de una cultura más avanzada, cuyo crisol se había forjado en las altas montañas
de los Andes Centrales de Perú y Bolivia.

EL PENSAMIENTO AMERINDIO

El panorama comenzó a cambiar en la década del 60. Las investigaciones etnográficas


demostraron que las sociedades amerindias eran mucho más complejas de lo que
eventualmente se creía. La publicación del libro del antropólogo colombiano Gerardo
Reichel Dolmatoff, Desana. Simbolismo de los indios tukano del Vaupés (1968), destacé

119
un vivo sistema simbólico y una sofisticada cosmología relacionada con el control y
manejo del delicado bosque tropical. Los diversos trabajos del etnólogo francés Claude
Levi Strauss sobre la mitología y el pensamiento amerindio pusieron de presente los
elaborados sistemas clasificatorios y simbólicos de lo que él mismo llamó una gran
empresa intelectual.

Otros trabajos de campo señalaron la complejidad de la organización social nativa, que


contradecía las versiones hasta entonces propaladas en los mundos académico y popular.
Por ejemplo, los indígenas tucano del Vaupés se organizan en una serie de grupos
jerárquicos que ellos denominan hermanos mayores y hermanos menores, según su
posición a lo largo de los ríos. A su vez, en una maloca óo grupo localó se pueden encontrar
diferentes especialistas.

DOS GRANDES CACICAZGOS

Así mismo, la investigación etnohistórica y arqueológica mostró que el panorama


arqueológico de la Amazonia era más antiguo e interesante. El análisis de las primeras
crónicas de viaje, en particular la Relación del Padre Gaspar de Carvajal óquien en 1541
acompañó a Orellana en el primer recorrido por el Amazonasó, puso de presente la
existencia en los primeros años de la conquista europea de grandes sociedades nativas a las
cuales los arqueólogos llaman cacicazgos, cuya desaparición se produjo como consecuencia
del impacto de la actividad española y portuguesa. Entre ellas se destacaron los pueblos
Omaguas y Tapajos del Amazonas los cuales vivían en aldeas de varios miles de habitantes,
con jerarquías sociales y varios sistemas de intercambio.

Hoy en día se considera que en los ríos Amazonas y Orinoco, florecieron complejas
sociedades cacicales. Su cultivo principal fue el maíz, construyeron montículos con fines
agrícolas y tuvieron sistemas funerarios muy elaborados ótúmulos y enterramiento
secundario en urnas. Recientes investigaciones en Araracuara ómedio Caquetá
colombianoó señalan la gran antigüedad de las sociedades amerindias amazónicas en
Colombia

TODO CAMBIA

En consecuencia, la percepción de la historia cultural de la Amazonia cambió


ostensiblemente. Actualmente los arqueólogos piensan que las poblaciones amazónicas
contribuyeron considerablemente a la domesticación de algunas de las principales plantas
americanas (yuca, chontaduro, achiote) y que influyeron de manera decisiva en la
conformación de las grandes civilizaciones andinas. La investigación arqueológica,
histórica y etnográfica de la Amazonia adquirió, pues, una relevancia insospechada.

120
NATURALEZA Y CULTURAS DIVERSAS

No hay un límite precisa entre la selva y los indígenas. Se trata de la vida en armonía

EL BOSQUE TROPICAL

La comprensión de la dinámica de los bosques tropicales, es, sin duda, uno de los aspectos
fundamentales para entender la ocupación humana de la Amazonia. Los bajos del río
Amazonas o de otros ríos que provienen de los Andes, son fertilizados periódicamente,
mientras que la tierra firme carece de fertilización natural y sus ecosistemas dependen
básicamente del reciclaje de los nutrientes disponibles en su suelo o de aquellos que captan
a través de la lluvia. Pero también hay que distinguir en este inmenso territorio, dos tipos de
ríos, según provengan de la zona andina o de los macizos brasileros y guyaneses. En el
primer caso, los ríos arrastran, como se mencionó, numerosos nutrientes y tienen un
potencial piscícola considerable. Los otros se denominan con razón, ríos de
hambre: poseen pocos nutrientes y su capacidad biológica es baja. Mientras que los
primeros tienen un aspecto fangoso, amarillento, los últimos son negros o rojizos, tonalidad
que a menudo refleja el substrato por el cual corren.

La investigación agrológica ha señalado, además, que el suelo de la Amazonia es una


delgada capa y posee escasos nutrientes y que el subsuelo está conformado por elementos
tóxicos para las plantas. El bosque funciona entonces como un gran sistema multiestrata
que capta gran parte de sus recursos a través de la lluvia o la fotosíntesis, y del reciclaje
constante de los nutrientes. Puesto que éstos son reducidos, los ejemplares vegetales de una
misma especie se dispersan, evitando competir por los mismos recursos. Y al contrario:
especies diferentes conviven en espacios pequeños, en procesos de simbiosis permanente y
de complementaridad ecológica.

La alta temperatura y humedad relativa facilitan la descomposición de la materia orgánica,


proceso al cual también contribuyen los hongos y los variados insectos. La presencia del
bosque impide que el agua y los rayos solares caigan directamente sobre el suelo: de esta
forma se evita su erosión o la volatilización de los recursos. Los claros que con frecuencia
se forman al caer los gigantescos árboles, permiten la reproducción de ciertas especies, y
las aves y otros animales se encargan de esparcir sus semillas.

121
LOS PUEBLOS INDÍGENAS

Cien mil habitantes aproximadamente, pertenecientes a 59 etnias forman la población


indígena de la Amazonia colombiana. Se destacan cinco áreas culturamente diferentes
según su lengua y demás aspectos culturales. Las principales familias lingüísticas son la
tucano, dividida en tucanos orientales y occidentales; arawak; huitoto; bora; karib y otras de
lenguas independientes. La familia tucano oriental se ubica, tradicionalmente, en las zonas
ribereñas del actual departamento del Vaupés. Forman parte de ella los desana, los tucanos,
los barasana, los siriano. Los tucano occidental habitan en el alto Caquetá-Putumayo y se
destacan de ellos los siona y los coreguajes.

Los pueblos arawak se localizan, principalmente, en la zona del Guainía; al sur de Vaupés,
forman un anillo alrededor de los tucano oriental (Cabiyaría, Yucuna, Matapí). Las familias
huitoto y bora se sitúan en el departamento del Amazonas, entre los ríos Caquetá y
Putumayo. En el trapecio amazónico vive tradicionalmente gente ticuna, aunque hoy se
hallan también huitotos y horas. Los grupos caribes óo carijonaó, hoy en proceso de
extinción, habitan la zona del alto Apaporis.

Se encuentran también grupos étnicos independientes. Uno de ellos, los andoques, habitan
en el departamento del Amazonas, cerca de Araracuara; otro, los grupos de habla makú, son
bandas semisedentarias que se hallan en la zona interribereña del Caquetá, Vaupés y
Guanía.

122
RASGOS COMUNES

La mayoría de estos pueblos tienen una cultura de selva tropical; habitan en casas
plurifamiliares —malocas—, mantienen una economía de roza y quema itinerante, caza y
pesca. Son, por lo general, localidades de carácter patrilineal y los hombres buscan esposas
por fuera del grupo.

Tradicionalmente ha existido una división sexual de trabajo, en virtud de la cual los


hombres asumen la tala del bosque, la caza y la pesca, y controlan la vida religiosa; el
chamán es simultáneamente un intermediario entre la sociedad y los animales y tiene una
función fundamental en las prácticas curativas puesto que, según su opinión, las
enfermedades son causadas con mucha frecuencia por la comida.

Las mujeres tienen a su cargo las actividades agrícolas, la preparación y cocción de los
alimentos, y la crianza de los hijos. Empero, existen notables diferencias en las formas de
las casas colectivas nativas —malocas—, los tipos de organización social interna, los
rituales y otros aspectos. Las malocas de los tucano, por ejemplo, son rectangulares,
mientras que las del área huitoto son octogonales o circulares.

DE UNOS A OTROS

Entre las malocas de los huitoto se deben distinguir, además, aquellas


denominadas muinane de las llamadas murui: tienen un simbolismo diferente y varían en
algunas de las técnicas de tejido de sus techos o en los artefactos rituales que disponen. La
organización social en el mismo grupo, establece jerarquías: distingue entre los ocupantes
propios de la maloca y los trabajadores, huérfanos, que son los otros ocupantes. Pero la
dirección de la comunidad está a cargo de un abuelo, cuyo poder se fundamenta en el
conocimiento de la tradición y en el manejo de los principales instrumentos rituales de la
maloca —los tambores, el gran palo dc danzar llamado yadi, etc...

Los aborígenes del Vaupés, a su vez, diferencian rangos y funciones: de capitán, de


chamán, de kumú —sacerdote—, de cantor, de guerreros y de makú —sirviente. En Otros
grupos sobresalen, además, los preparadores del tabaco o de la coca. Las distinciones
sociales y rituales se expresan, con frecuencia, espacialmente: en el lugar que la gente
ocupa dentro de la maloca. En la de los tanimuka —pobladores del río Mirití-Paraná— hay
una parte femenina y otra masculina; en su eje occidental se localizan los invitados y en el
otro costado, la gente de la maloca.

En general, los grupos indígenas forman sistemas más amplios basados en criterios de
diferenciación cultural cuya comprensión es importante para entender la dinámica de la
región.

123
CULTURA ECOLÓGICA

Los pueblos aborígenes de la Amazonia han desarrollado modelos ecológicos de


aprovechamiento del medio. Tienen un sistema de agricultura itinerante en virtud del cual
se tala y quema una parcela de bosque que oscila entre media y dos hectáreas; la quema
permite acelerar el suministro de nutrientes a los sembrados. En una parcela se cultiva un
número grande de especies alimenticias, colorantes o plantas medicinales. En ciertas zonas
especialmente incineradas, se siembran plantas que requieren de particular atención —caso
del tabaco. En medio de la diversidad de especies, predomina la yuca brava en la chagra o
campo de cultivo. La coca, la piña y otros frutales se encuentran también relativamente
esparcidos. Los indígenas prefieren cultivar diversas variedades de yuca amarga por su
mayor productividad en almidón, si bien dispone de pequeñas cantidades de la dulce. Tanto
ésta como la yuca brava, contienen dosis de ácido prúsico, aunque en cantidades distintas.
Los procedimientos culinarios corrientes eliminan el ácido prúsico de la yuca dulce, pero en
el caso de la brava se necesita extraerlo mediante procedimientos adicionales a través de la
utilización de botas o matafríos con la yuca brava se prepara el casabe, pan
indígena, común en toda la región.

En la chagra se siembran también diversas palmas y árboles frutales cuyo ciclo productivo
puede abarcar varios años. A los dos o tres, cuando la producción de yuca empieza a
declinar, se abandona parcialmente el cultivo. La vegetación secundaria invade entonces
toda el área, generándose un bosque secundaño relativamente fácil de detectar. Con el
crecimiento de esta selva y de los árboles frutales y palmas, se conforma un espacio
multiestrata que da pie a una economía realmente agroforestal. En las tradiciones nativas se
narra con frecuencia la distribución de los diversos productos y variedades animales entre
los grupos humanos. Sí. Los indígenas poseen distintas variedades de una misma especie
cultivada y en algunos casos se especializan en el cultivo de algunas de ellas, según los
derechos ancestrales y su mitología. De esta forma, se conserva una diversidad genética
entre las plantas cultivadas y se promueve la biodiversidad natural del bosque. En los
rituales y otros intercambios se entregan semillas o esquejas que mantienen y enriquecen la
variedad genética regional.

ECOSOFIA SOBRE LOS ANIMALES

Algo similar sucede con las prácticas de caza y pesca. De acuerdo con la tradición ancestral
y las ideas sobre el territorio, se mantienen vínculos específicos con determinadas especies
animales. La gente se clasifica, con frecuencia, sobre la base de modelos de especies
animales y vegetales, desarrollándose cadenas de relaciones sociales análogas a las de los
animales.

Esta ecosofía de las comunidades se presenta en una cadena que privilegia las nociones
de predadores y consumidores. El jaguar es el predador por excelencia; le sigue el hombre

124
que puede ser simultáneamente comida del jaguar y predador —cazador— de otros
animales y plantas. En la cadena se encuentra finalmente el animal es particularmente el
pez. Pero los peces son también una metáfora para nombrar al grupo de la esposa o a los
cuñados; en otros términos: la alianza o unión de dos grupos a través del matrimonio de
algunos de sus miembros, se piensa a través de modelos de la naturaleza.

Un gran mecanismo ecológico que regula y mantiene el medio ambiente, parece ser la
cultura indígena. En el proceso se fomenta la biodiversidad pero también la socio-
diversidad de los grupos humanos, desarrollándose mecanismos de diferenciación cultural
compatibles con la naturaleza del ecosistema. Desde esa perspectiva, existía —y así persiste
en ciertos casos— una intrincada relación entre los grupos nativos que viven en las
cabeceras de los ríos, aquellos que habitan las áreas ribereñas y los que pueblan las zonas
interribereñas.

125
La Amazonia en la nación SIEMPRE AHÍ

Los pueblos Indígenas mantienen diversos vínculos con la economía regional y


nacional. No han estado aislados del resto del país.

EN EL ESPACIO COLONIAL

D esde el siglo XVI algunas culturas nativas del alto Caquetá-Putumayo se incorporaron a
la economía colonial en calidad de indios encomendados. Se fundaron a finales de esa
centuria los pueblos de Ecija de los Sucumbios, Mocoa, Simancas y Espíritu Santo del
Caguán. La ciudad de Mocoa, en particular, constituyó el epicentro de la economía regional
durante el siglo XVII, sobre la base de los diversos grupos encomendados y de una precaria
minería de oro.

Ya en 1692, los misioneros franciscanos establecieron diversas aldeas en el río Putumayo,


de manera que durante el siglo siguiente los aborígenes fueron miembros de las aldeas
misioneras. Los franciscanos prosiguieron con sus planes: establecieron pueblos en el
Caquetá y, en consecuencia, difundieron la siona como lengua general e impulsaron la
reducción de los nativos en los pueblos de misión, modificando algunos patrones
tradicionales de vivienda, formas de organización política y otras prácticas culturales —
fomentaron la monogamia, los vestidos y la religión católica.

Con todo y esfuerzos, las misiones fracasaron. A finales del siglo XVIII, el Gran Territorio
del Caquetá —como se denominaba a la región— retornó al aislamiento. Apenas subsistían
dos pueblos de misión y un precario contacto con la zona andina, a través del camino de la
Ceja de los Andaquíes. Entretanto, las agrupaciones étnicas localizadas en el oriente fueron
víctimas de los traficantes portugueses de esclavos que ascendían por los ríos Negro,
Caquetá y Putumayo, para rescatar —intercambiar— indígenas o capturarlos por la fuerza.

Sí. El impacto por el costado portugués fue también considerable. Aunque la población
nativa estaba protegida por la presencia de raudales en el Río Negro o en el Caquetá,
muchos indígenas fueron desplazados a los arrailes —centros de esclavos portugueses—
donde se recluían antes de ser vendidos en el bajo Amazonas o en el Río Negro. Así
mismo, numerosos grupos —mirañas, yucunas, etc— fueron relocalizados a la parte media
del río Amazonas — algunos a la población de Tefé.

126
LA EXPLOTACIÓN DEL CAUCHO

Al llegar la segunda mitad del siglo XIX, la región se convirtió en el centro de la extracción
mundial de caucho. Hacia la Amazonia colombiana se desplazaron entonces desde el
interior del país —sobre todo a partir de 1880— nuevos migrantes en busca inicialmente de
quina y luego de caucho. La explotación se organizó en torno a los barrancones o
campamentos de acopio del caucho silvestre. A menudo los nativos mantuvieron sus
propios asentamientos mientras los caucheros los obligaban a trabajar en el marco de un
sistema de endeude: les entregaban mercancías en forma adelantada, y los indígenas tenían
la obligación de devolver el avance en caucho. En algunos casos se implantó un verdadero
régimen de esclavitud, tal y como lo denunció J. E. Rivera, a propósito de la Casa Arana en
el Putumayo.

La actividad extractiva entró en crisis a principios de la segunda década del siglo XX:
bajaron los precios del caucho internacional y creció la competencia de la plantaciones
asiáticas.

LAS GUERRAS ALERTAN

Gran parte de las localidades y poblaciones de la Amazonia tuvo su origen durante el


período cauchero. Antiguos empresarios fueron la base de Florencia y Mitú se desarrolló al
ritmo de las actividades de la región. Luego vino una política más decidida de integración
de la región amazónica. En efecto, el conflicto colombo-peruano, cuyos antecedentes se
ligan con la disputa del gran territorio localizado entre el Caquetá y Putumayo ócontrolado
por la compañía peruana Casa Aranaó sacudió por primera vez la conciencia del país en
este asunto.

Se consolidaron entonces las vías de comunicación que unían el Huila con Florencia y
Pasto con Mocoa óruta ésta abierta a principios de siglo por iniciativa de los misioneros
capuchinos asentados en el Valle del Sibundoy. Hicieron presencia funcionarios
gubernamentales y las fuerzas militares en la zona, particularmente en Leticia, cuya

127
ocupación por parte del ejército peruano en 1932 había desencadenado la contienda. La
segunda guerra mundial abrió otra oportunidad para el caucho: se establecieron nuevos
frentes de extracción particularmente en la gran región del Vaupés. Se construyeron pistas
de aterrizaje en diversas zonas y en los lustros sucesivos se creó la empresa de navegación
Navenal, hoy desaparecida. Todo ello jugó un papel significativo en la integración del
Amazonas a la economía nacional.

LLEGAN LOS COLONOS

El proceso de colonización ópor medio del trabajo de la familia campesina, de la inversión


capitalista con sus grandes proyectos agroindustriales, e incluso con el patrocinio estataló
transforma la tierra en mercancía, la incorpora a la economía de mercado. Para consolidar
ese proceso se fundan pueblos, en una modalidad que se considera urbana ócaso de San
José del Guaviareó si el centro genera o tiene su propia actividad. Todo eso significa que el
principal aspecto del proceso de colonización es la permanente valorización de la tierra.

Desde 1950 se inició un gran movimiento de campesinos pobres sin tierra provenientes de
la zona andina óespecialmente del Huila, Cauca, Tolima y Boyacáó o de otros que huían de
la Violencia. El panorama demográfico de la Amazonia cambió al igual que muchos
aspectos físicos de su territorio. La población se estimaba, para 1951, en 90 mil 364
habitantes; en 34 años el estimativo ascendió a 428 mil 99. 8,5% anual era la tasa de
crecimiento de la población en ese período, reducida después a 6,1% y 3,8%.

Entre 1951 y 1985, el Caquetá quintuplicó su población, mientras que el Putumayo la


cuadruplicó; esos incrementos se reflejan en cálculos recientes según los cuales 16 mil
hectáreas de bosque se tumban anualmente. La formación de centros urbanos en la
Amazonia colombiana también ha adquirido un estímulo inusitado. Florencia tenía, en
1964, 28 mil habitantes; en 1985 se estimó su población en 79 mii 515 personas; y en 1993
su población era de 107 mil 620 habitantes.

DOMESTICACIÓN DE LA SELVA

Los campesinos-colonos se instalan cerca de una carretera, una trocha, una escuela o un
centro de salud. Habitualmente utilizan el sistema de roza y quema itinerante para sembrar
sus productos. A diferencia de los indígenas, cuando la productividad del suelo comienza
adeclinar óa los dos o tres añosó, los colonos transforman sus predios en pastos y allí
sostienen una ganadería extensiva óya que los pastos son pobres en nutrientes. Con
frecuencia los colonos trabajan también como asalariados durante el primer año, mientras
que su tierra rinde la primera cosecha.

Con estacas, troncos o alambres, delimitan sus predios, y comienzan el proceso de corte del
bosque. En muchos casos, algunos parientes óque los han antecedidoó o vecinos
óposiblemente paisanosó, los ayudan en las labores de tala del bosque. Una familia

128
campesina corta, quema y siembra en el primer año, 10 hectáreas de selva. Allí planta,
entremezclados, maíz y arroz y utiliza generalmente tecnología simple. Esto puede ocurrir
en enero o febrero. En septiembre recibe su primera cosecha y nuevamente siembra maíz.
En otras áreas los productos son yuca, café, caña de azúcar y plátano. El colono vende una
porción de su cosecha y consume el resto. Por lo general, un colono campesino tiene entre 1
y 1/2 hectárea dedicada a cultivos de sub≠sistencia, y 4 para maíz y arroz. Al final del
primer año, el colono cuenta por lo menos con 5 hectáreas en pastos. El aspira a ser
ganadero y ve en los pastos la mejor alternativa de su actividad productiva.

Empero, uno de sus principales problemas consiste en comprar el ganado puesto que con
frecuencia carece de capital. La estructura crediticia regional beneficia en la mayoría de los
casos a unos pocos grupos: el crédito es monopolizado por los grandes propietarios o
comerciantes. A veces obtienen los animales valiéndose de alguno de los medios que
existen para ello.

RETORNO A LOS FRENTES

Que los colonos pobres adquieren tierra ócon la ayuda del trabajo de su esposa e hijosó
pero no tienen capital para transformar el bosque en un hato o finca ganadera, es una
conclusión generalizada. En un momento del proceso, el campesino se ve forzada a vender
su tierra para pagar deudas o capitalizarse; y empieza un nuevo proceso de colonización.
Concomitantemente, se conforman grandes propiedades agropecuarias, particularmente
ganaderas, sin duda una dinámica de concentración de la tierra. El campesino pierde
nuevamente la tierra que ha venido buscar, la estructura agraria tradicional se reproduce,
expulsando otra vez a los colonos pobres a la frontera agrícola, salvo que ahora,
condiciones ambientales, factores políticos o de otra índole, lo induzcan a migrar a centros
urbanos de la selva. Difícilmente la familia campesina de las áreas de colonización se
consolida. El mercado para sus productos está fuera de la región pues localmente la gente
cultiva sus propios alimentos. Pero ellos no pueden competir con otros similares en costos y
precios en razón de factores macro económicos, dificultades de acceso a los mercados
nacionales e internacionales, deficiencia en las vías de comunicación. Más baratos resultan
los producidos en áreas cercanas a los centros de consumo.

NUEVA BONANZA

Ese es el contexto en el cual surgen el cultivo ilícito de coca y la conformación de


laboratorios a nivel regional. La coca es una planta perenne que produce hojas durante y
lustro. Se puede cosechar óarrancar las hojasó a los 4 meses de haberse plantado, operación
que se repite 4 ó 5 veces al año. La planta se adapta bien al bosque tropical amazónico y no
requiere de mucha inversión para su cultivo óherbicidas, abonos, etc. Cortado y quemado el
bosque, sólo resta sembrar la coca, aunque en algunos casos se ha tecnificado el
procedimiento. Se puede vender la hoja de coca o transformarla con métodos químicos

129
relativamente simples ósuponiendo la compra de algunos insumos. El precio varía según se
trate de hoja, pasta, o cocaína.

El precio de un kg. de pasta en el Guaviare durante 1986, se estimaba en 450 mil pesos y su
costo de producción en 250 mii. El beneficio anual por hectárea podía ser de 800 mil pesos.
En la misma época, la tasa de beneficio en el Putumayo era relativamente similar: si la
familia vendía solamente la hoja, podía obtener 2 mil pesos por arroba y estaba en
capacidad de vender diariamente 4 ó 5 arrobas.

ADITAMENTOS AL CULTIVO

La presencia de cultivos ilegales y de coca eleva los valores de los salarios en el área,
generando problemas a aquellos que contratan mano de obra en otras actividades lícitas y
agropecuarias. También campea la inflación ante el crecimiento de la demanda de
productos y el incremento del circulante. Además se acentúan las migraciones temporales
en la región óprostitutas, comerciantesó, y con ellas una considerable demanda de
servicios. Pero el precio de la coca, internacionalmente, es inestable por múltiples factores:
políticas gubernamentales, caída de cargamentos, presión de la fuerza pública. Así las
inversiones resultan muy azarosas para el mediano y el pequeño productor, quienes no
controlan el mercado. Las políticas de sustitución de cultivos ilícitos deben pues situarse en
ese marco, buscando productos con mayor margen de ganancia. Se supone para ello,
indudablemente, una reestructuración del rol e integración de la región con el resto de la
economía nacional, papel desempeñado con éxito por el PNR y otros programas de carácter
nacional que se empeñan en una alternativa económica para la región.

130
Configuración actual
UN ARCHIPIÉLAGO EN LA SELVA

La función de la región es hoy orientar la consolidación de su nueva situación


administrativa.

Al vasto territorio amazónico lo conforman actualmente los departamentos del Putumayo,


Caquetá, Amazonas, Vaupés, Guaviare y Guainía, y parte meridional del departamento del
Vichada óperteneciente a Orinoquia. La región presentaba una abigarrada organización
político-adrninistrativa a ritmos de institucionalización diferentes, hasta antes de ser
expedida la Constitución del 91: junto a un departamento, Caquetá, creado en 1981, estaba
una intendencia nacida en 1912, la del Putumayo, y las comisarías del Amazonas, Vaupés,
Guainía y Guaviare , erigidas como tales en 1931, 1962, 1963 y 1977, respectivamente. Lo
anterior refleja uno de los principales aspectos del ordenamiento región sin duda la
Amazonia tiene entre sus principales retos la real configuración departamentos, después de
haber sido durante casi toda su historia territorios nacionales, vale decir, verdaderas
colonias internas.

TAN DIVERSOS

Los departamentos tienen también ostensibles diferencias en relación con el territorio, la


población, las, formas de urbanización y composición étnica. La municipalización es muy
desigual y débil. Mientras el departamento del Ca≠quetá posee 15 municipios, el Amazonas
tiene dos, el Putumayo 7, el Guainía 2, Guaviare y Vaupés, 1 municipio cada uno. Así
mismo existe una gran heterogeneidad en términos de composición étnica. El Putumayo y
el Caquetá son departamentos habitados mayoritariamente por colonos; en ellos la
población indígena alcanza un 10% y 2% respectivamente. En cambio, en el Amazonas, el
Vaupés y el Guainía, predominan los aborígenes.

HACIA AFUERA DESDE ADENTRO

La Amazonia posee redes de asentamiento articuladas con diferentes regiones del país. En
el piedemonte se encuentra el subsistema conectado con Florencia y a la vez con el Huila y
Bogotá. Se distinguen también la subregión del Putumayo, con el eje Mocoa-Puerto Asís,
dependiente de Nariño e incluso del Valle del Cauca; las zonas de San José del Guaviare-
Retorno-Calamar que se ligan con Villavicencio y el interior del país; y Leticia que se
comunica directamente con Bogotá. Entre tanto, no existe articulación óo es incipienteó

131
entre las diversas subregiones de la Amazonia colombiana óes escasa la relación entre San
José del Guaviare y Leticia. Esa situación contribuye, sin duda, a la heterogeneidad
cultural, ya que los flujos migratorios no son uniformes.

Desde la perspectiva de la población indígena se ha mencionado que existe una diversidad


cultural relativa, proceso cada vez más complejo debido a los procesos étnicos ligados con
las actividades extractivas y los frentes de colonización del piedemonte. La extracción
ocasionó, en numerosos casos, un verdadero etnocidio de aborígenes y flujos migratorios
intensos. Expresión de ello son la configuración de nuevas localidades y el agrupamiento de
individuos pertenecientes a diversos grupos étnicos en un mismo asentamiento. Uno de los
rasgos principales de la dinámica indígena regional consiste en la conformación de pueblos
multiétnicos. Se establecen generalmente a orillas de los grandes ríos, donde se tiene mejor
acceso a los circuitos comerciales o a la oferta de bienes para un incipiente mercado local o
para los epicentros en el interior del país. Este fenómeno se observa en el Guainía, en el
Vaupés y en el Amazonas; en el Putumayo ha surgido una interesante integración de los
indígenas con los colonos, mediante redes de parentesco y matrimonio.

Una de las tendencias más significativas en la Amazonia colombiana en los años recientes,
es la aparición de grandes resguardos indígenas, particularmente en la zona más oriental,
que garantiza la propiedad colectiva de la tierra. La superficie resguardada en el
departamento del Amazonas alcanza una área de 7 millones 728 mil 29 hectáreas. En el
Guainía es de 6 millones 882 mii 900 y en el Vaupés de 8 millones 354 mil 97
hectáreas.Mientras colonos y blancos habitan las cabeceras municipales, los indígenas
ocupan la mayoría de los resguardos. Estos son mis pequeños en la zona de piedemonte: en
su territorio se asienta un número significativo de colonos. Un estudio reciente estimaba
que en el Putumayo, un 80% de los resguardos se encontraba ocupado por colonos. El
sistema de parques naturales óCahuinarí, La Paya, Amacayacu, Los Picachos,
Chiribiquetes, Puinawi y Nukakó cubre gran parte de la región mis oriental. Su protección
con frecuencia abarca extensas áreas de resguardos.

ALGUNAS DIFERENCIAS ENTRE EL


DEPARTAMENTO DE LA AMAZONIA

Dpto. Ext.Km2 No.Hab. Pobl.Urbana Pobl. Rural Municipios

Casanare 88.965 211.329 93.470 117.859 19


Amazonas 109.665 56.399 20.544 35.855 8
Putumayo 24.885 264.291 76.370 187.921 12
Guainia 72.238 28.478 4.425 24.053 7

Fuente: Dane, Censo 1993

132
BIBLIOGRAFÍA

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febrero, 1988.
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Urbina, F. Amazonia: naturaleza y cultura, Banco de Occidente, Bogotá, 1986.

133
X. REGIÓN Y REGIONALISMO

134
7. REGIÓN, DEMOCRACIA Y DESARROLLO

El porvenir de las regiones

Se parte de mostrar la génesis de la región, su fecundidad en las artes y el protagonismo


de los movimientos cívicos en el caso colombiano, para establecer el estado del desarrollo
regional en América Latina y sus perspectivas.

Temple sobre tela de Alipio Jaramillo

Camilo Castellanos: Investigador Cinep.

135
REGIÓN Y REGIONALISMO

El mundo social es también representación y voluntad, es existir socialmente y


también ser percibido como distinto. Pierre Bourdieu

Y a es un tópico decir que Colombia es un país de regiones. Su aceptación es apenas la


constancia de la variedad de gentes y paisajes. Pero acaso exprese el que todavía las partes
no se articulan y predominan los particularismos. Pero vaya usted mis allá del tópico e
intente definir regiones concretas, para que la realidad esquiva dificulte la tarea. ¿Qué es,
pues, una región? En las ciencias sociales, los pioneros en el tema fueron los geógrafos.
Para los primeros entre ellos, la región era un espacio de esta frágil corteza terrestre al que
uniformaba un paisaje demarcado por fronteras naturales: ríos, cadenas de montañas o el
súbito y definido cambio en la naturaleza.

Pronto se discutió este concepto de región natural. La historia, la acción de los hombres en
el tiempo, determina el territorio que habitan. Son los hombres en sociedad los que definen
los confines de sus dominios, los que amojonan lo propio y lo ajeno. Fue sin duda un paso
adelante la introducción de lo social como determinante de la región. Pero este adelanto
estuvo signado por la pretensión ingenua de reducir lo social a los objetos. Para algunos, un
dejo particular, unos usos gastronómicos, un tipo de familia establecían la homogeneidad
de un espacio regional. En el caso colombiano, las regiones se definirían por el tipo de
mestizaje generalizado en cada espacio, aun más específico según la dominancia en éste de
una u otra etnia.

Para otros, el espacio se homogenizaba por la generalización de determinadas prácticas


económicas, el predominio de una expresión del capital o la constitución de un mercado. A
pesar de ser fenómenos objetivos, cuantificables y comparables, no explicaban la
constitución de la región. Grupos humanos muy homogéneos culturalmente se reconocían
más como etnias que como comunidades territoriales. Espacios económicamente
homogéneos no siempre reclamaban su condición regional. Quizá porque la región no
existe antes del regionalismo, como no existe nación antes del nacionalismo. Unos y otros
—región, regionalismo/nación, nacionalismo—tienen en común el hecho insólito de que la
gente deponga sus intereses particulares frente a lo que se considera común. Esta magia,

136
irritante para algunos, exige explicación, más cuando quienes ganan con ella son
precisamente las minorías que la manipulan.

Lo cierto es que regionalismo y nacionalismo son procesos de ese espacio de poder que es
el dominio de lo simbólico: mundo de las representaciones de lo real y mundo real de las
representaciones. Este dominio impone conocimientos, reconocimientos y
desconocimientos; exalta determinadas percepciones como las legítimas al tiempo que
puede hacer inexistentes realidades. Puede hacer invisibles grupos enteros corno los negros
o hacer irrelevante el trabajo de las mujeres en sus casas. Es obvio, este dominio simbólico
se arma desde intereses muy concretos. Pero conviene destacar que el regionalismo es un
recurso para entrar al dominio de lo simbólico, bien sea para encontrar reconocimiento sin
alterarlo, bien para alterarlo radicalmente modificando las percepciones dominantes y los
intereses que sustentan.

SE TRATA DE SER UNO MISMO

No es el regionalismo una creación espontánea de la comunidad que reivindica. Existen


minorías de iniciativa que lo proponen, lo difunden y lo imponen al punto de que la
comunidad representada puede llegar a asumirlo como su expresión auténtica. El discurso
regional, ciertamente, es performativo —pretende hacer realidad lo que propone por el
hecho de su enunciación— pero está lejos de ser arbitrario. Su eficacia requiere que el
grupo al que se dirige pueda identificarse con él por razón de los rasgos culturales y
económicos que comparte, porque revela su condición subordinada o sus anhelos de
igualdad.

El regionalismo aspira a legitimar unas fronteras que la definición vigente desconoce y que
al desconocerlas ningunea al grupo humano que vive dentro de ellas. Alcanzando su
reconocimiento, la comunidad regional gana legitimidad, configura un sujeto político y
hasta se constituye en entidad administrativa para expresar su autonomía.

Gramsci expone la percepción que de los habitantes del sur de Italia habían impuesto los
grupos dominantes del norte: biológicamente inferiores, semi-bárbaros cuando no bárbaros
completos, holgazanes y criminales, lastre que impedía el progreso de Italia. Estigmas que
no han desaparecido y que hoy reaparecen con mayor fuerza. A estas marcas hostiles se
agregaban el atraso y la subalternidad del sur. Así, aparecerá la reivindicación regionalista.
Gramsci no la desconoce. La solución de los grandes problemas de su país, en su opinión,
requería asumir los asuntos del sur. Aún más la posibilidad de triunfar nacionalmente
pasaba por reconocer estas realidades y ganar a quienes las padecían. Y es que en el
concepto gramsciano de hegemonía se combinaba la disputa por el poder simbólico —
reforma intelectual y moral, en sus términos— y la contienda por dirigir políticamente la
sociedad.

137
No se deduce de lo dicho que es propio del regionalismo la exaltación de lo particular por sí
mismo. Por el contrario, la afirmación en lo propio se hace universalmente válida y
éticamente aceptable, cuando expresa la aspiración de reconocimiento de los excluidos, el
anhelo de justicia de los postergados y el afán de libertad de los oprimidos, condiciones que
se asumen en la oposición a los usufructuarios de un determinado orden social. Más que
una realidad preexistente o un dato preconstituido, la región es una realidad a construir
social y políticamente, como dice Sergio Boisier. Un proyecto colectivo que no se hace
realidad por decreto como las regiones de planificación de nuestros Corpes, sino en la brega
por encontrar un desarrollo más equitativo y justiciero.

Frente a esto la Constitución de 1991 plantea la configuración de regiones y provincias —


con posibilidad de ser entidades territoriales— por la asociación voluntaria de
departamentos y municipios. Propuesta limitada por las fronteras departamentales, fruto, en
muchos casos, de estrechos intereses partidistas. Acaso las regiones sean el camino
necesario para realizar la promesa constitucional de un desarrollo armónico y una de las
expresiones válidas del carácter pluriétnico y multicultural de nuestra nación.

138
FECUNDIDAD DEL TEMA REGIONAL

Yo no soy un aculturado; yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio


feliz habla en cristiano y en quechua. Deseaba convertir esa realidad en lenguaje
artístico y tal parece, según cierto consenso más o menos general, que lo he
conseguido. José María Arguedas

Una vez independientes, los americanos profundizamos la búsqueda de una expresión


propia. Ajuicio de don Andrés Bello, nuestras obras no sólo debían ser originales, igual que
para el maestro Simón Rodríguez —“o inventamos o erramos”—, sino también
representativas de nuestras realidades. En el afán de afirmación, se niega a veces el valor de
los aportes foráneos para subrayar con ingenuidad lo nuestro. Este localismo, pese a su
buena intención, genera una exaltación débil de lo propio y en la práctica una afirmación
mentirosa.

Así nos pese, nos inscribimos en la historia de occidente. Por ello, el cosmopolitismo ha
sido nuestra tentación permanente. En ocasiones, nos convertimos en meros y malos
imitadores de los usos y maneras de fuera y menospreciamos lo propio que resulta apenas
como un dato pintoresco, típico, frente a lo universal. El siglo XIX latinoamericano está
marcado por la tensión entre cosmopolitismo y localismo. Bajo el lema de civilización
obarbarie, no quedaba otra alternativa que borrar de la existencia las expresiones
americanas en tanto que bárbaras. Debíamos ser europeos.

Sin embargo, ajuicio del más moderno de los latinoamericanos de su tiempo, la


formulación del dilema no era válida. Para José Martí, la oposición real era entre la falsa
erudición y la naturaleza. En su texto programático Nuestra América, advierte que “los
jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa, y la levantan
con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado y que la salvación está en
crear”. Una creación que no supone desconocer lo global, pero que sí implica partir de lo
propio: “Injertarse en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser americano”. Y
no podía ser de otro modo pues como lo explica Angel Rama, si “la modernidad no es
renunciable y negarse a ella es suicida; también lo es renunciar a sí mismo para aceptarla”.

139
MODERNIDAD Y REGIONALISMO

Este fue el gran reto de los latinoamericanos a lo largo del siglo XX: crear su propia
expresión en el contexto traumático de la modernización. Una modernización que se
entendía más como la generalización de usos y técnicas modernas y que arrasaba a su paso
con las identidades y tradiciones locales. Los primeros intentos —novelas terrígenas e
indigenistas— traen el lastre del romanticismo del siglo XIX. Es Cierto que se exalta el
paisaje en su grandiosidad o se crean tipos humanos cargados de fuerza como los
personajes de La Vorágine. Pero aún no maduran ni son suficientemente profundas la
manifestación y la comprensión de lo nuestro.

Un hito importante en este proceso de maduración fue el modernismo brasileño —1920-


1940—: un complejo movimiento cultural que asumió las formas narrativas y poéticas,
pictóricas y musicales e incluso las del ensayo. Para uno de los mejores críticos del Brasil,
Antonio Cándido, el modernismo es “un nuevo momento en la dialéctica de lo universal y
lo particular, que inscribe lo particular con fuerza y hasta arrogancia, por medio de las
armas tomadas del arsenal de lo universal”.

Los modernistas brasileños romperán con la retórica académica que los precede: dejarán de
lado el patriotismo ornamental para amar con vehemencia lo exótico descubierto en el
propio país. Recurrirán al psicoanálisis, la etnografía y, en general, a las ciencias sociales,
para llegar a lo profundo del hombre de su tierra. Su expresión se pondrá a tono no sólo con
las realidades europeas contemporáneas sino además con las nuevas de su país. Fue un
momento de liberación franca y dionisíaca, quizás “la tendencia mas auténtica del arte y el
pensamiento brasileño”, en opinión de Cándido. Se destacan en ese proceso los narradores
nordestinos —Jorge Amado entre ellos— que imprimen a su obra un marcado carácter
regional.

Pero el grado más alto grado de desarrollo llega con los creadores en la década del 60, en el
llamado boom de la literatura latinoamericana. El reconocimiento universal es sólo
constatación de su madurez. Curiosamente, los temas, en su mayoría, son realidades locales
y regionales: el mundo del Caribe en Carpentier, la sierra peruana en Arguedas, el sertón en
Guimaraes, Comala en Rulfo, Macondo en García Márquez, para no abundar. Angel Rama,
con precisión y finura en el análisis, anota que no se trata de una mera reproducción de las
realidades locales. Hay un proceso de apropiación y reconstrucción del habla regional, de
sus estructuras narrativas y de la visión de sus gentes acerca del mundo, a partir de lo cual
pudieron ser más nacionales y más universales.

EL PARADIGMA DE BARRANQUILLA

En una ciudad nueva como Barranquilla, sin pergaminos coloniales ni republicanos pero
abierta con avidez al mundo, se incubó la hasta ahora más alta manifestación de las letras
colombianas. El nido fue un grupo bohemio que combinaba gozón el ron con las

140
preocupaciones intelectuales más variadas: la prensa y la pintura, la crítica de cine y la
literaria, el agenciamiento de empresas culturales y la promoción de nuevas formas de
expresión. El oficio periodístico forzó no sólo el difícil aprendizaje de la comunicación
eficaz sino también el desarrollo de la mejor sensibilidad frente a la realidad local e
internacional.

El grupo tuvo su antena con el mundo en el maestro Ramón Vinyes, un catalán que
sintonizaba las ondas más actuales del orbe y que además de generalizarlas imponía su
exigente parámetro a lo que se desarrollaba en su ciudad. Barran quilla era más amplia en
sus horizontes pues, como ninguna otra vivía el ambiente del Caribe. Mientras Bogotá
paladiaba con admiración provinciana la producción francesa, Barranquilla se abría con
apetito sin estrenar a las obras de ingleses y norteamericanos. De ellos aprendieron, además
de técnicas, las nociones ciertas de que la vida cotidiana podía hacerse arte —Joyce— y de
que a partir de la realidad local podía llegarse a la universalidad —Faulkner. Lo nuevo en
esta academia rumbera fue el riguroso aprender en el contacto con el resto del planeta.

De ese ambiente surgió lo esencial de la obra de Gabriel García Márquez, un ambiente que
no era precisamente el de la parroquia sin horizontes, vanidosa en su ensimismamiento, ni
el del cosmopolitismo sin raíces que cree aprender por imitación. Se entiende, entonces;
que Cien Años de Soledad o La Casa Grande al tiempo que reflejaban un mundo particular
—lenguaje, imaginario, historia— lo elevan a una condición universal. Cuando aún no
había ocurrido el suceso del Nóbel, ya nuestro periodismo y la narrativa, estaban infestados
de macondismo. El secreto del éxito, se descubrió con afán, era imitar las formas de quien
lo había conquistado. Vana ilusión que abortó los mejores esfuerzos de los grupos
regionales que pretendieron emular con el de Barranquilla.

Hoy, las letras colombianas y las regiones deseosas de voz, están urgidas de parricidio,
literario, es obvio. Los investigadores del crimen, silo hay, a lo mejor descubran que se
siguió similar ruta: amor a lo propio, y éste puede ser urbano, lejos del parroquialismo;
acercamiento sin servilismo a lo universal y trabajo, mucho trabajo, en procura de una
expresión propia. Y a todos estas, ¿qué explica la fecundidad de lo regional? Por qué, en
aparente paradoja, lo particular regional es la puerta a la universalidad? Quizás porque
somos países en construcción; ante todo, mundos de contrastes en los que nos definimos a
partir de lo local y regional, sólo superables conquistándoles rasgos universales. Única
forma de salvar la encrucijada de la modernidad inevitable y la identidad necesaria. Si el
núcleo de la modernidad es la conciencia que el hombre toma de sí mismo, de su
circunstancia y de su historia, no la tecnología, nuestra narrativa pudo hacerse universal,
plenamente moderna, al expresar las circunstancias de sus gentes, reconociéndolas.

141
¡RESPETO POR LA PROVINCIA!

Un importante acervo de experiencias regionales que han procurado conquistar para


las provincias un lugar digno y reconocido, sugiere hoy el camino hacia una real
democracia.

En nuestro país, la primera gran expresión de autonomía local se presentó con el grito de
independencia. Entonces, Mompós quiso gobernarse sin Cartagena y las Ciudades Amigas
y Confederadas sin Popayán y la villa de Purificación otro tanto y las villas del Socorro y
San Gil se dieron su propia constitución. No podía ser de otro modo en territorios a los que
la geografía aislaba y en los que no existía homogenización alguna. Viendo el largo plazo,
quienes pretendieron construir una República de verdad por la vía del federalismo estaban
más cercanos a lo requerido por las circunstancias.

Si el federalismo expresó la preponderancia de los caudillos y las oligarquías lugareñas, es


igualmente cierto que permitió desarrollos considerables, no siempre debidos al radicalismo
como en Antioquia. No se ha hecho un balance objetivo de los Estados Unidos de
Colombia, acaso porque quienes debían asumir su defensa la han abandonado plegándose a
las razones de sus adversarios. Y es que las urgencias impusieron en 1886 el régimen
centralista. Las expresiones locales se vieron entonces ahogadas por las instituciones
bogotanas desde las que se dirigía un país desconocido para sus gobernantes. La receta del
autoritarismo centralista para asegurar la concordia y la unidad nacionales demostró no ser
el remedio. La separación de Panamá es una prueba, y si de sumar disturbios se trata, a la
Constitución de 1886 no le fue mejor que a la de 1868.

PARA SALIR DEL LETARGO

La vida de las comunidades fue ahogada. Eran menores de edad incapaces de definir lo que
les conviniera y por ello sujetas a perpetua tutela. A lo largo del siglo XX, la autonomía
quedó latente como una secreta aspiración que se revelaba de manera intermitente por las
élites del caso. En la creación de nuevos departamentos por ejemplo.

En su libro Notas de pueblo en pueblo, Carlos Jiménez Gómez muestra la vidaensimismada


y sin horizonte de la provincia. Esta, en un proceso lento pero vigoroso, fue saliendo del
letargo. Fue el movimiento que emergió en los años 60 y alcanzó su momento culminante a

142
finales de los 70 y comienzos de los 80. Frente cívico o civil fue el nombre que se dio al
movimiento que tumbé la dictadura rojista a través de un paro general de actividades. Lo
cívico se hizo sinónimo de la legítima soberanía popular y el paro se generalizó como
respuesta al abandono secular o el desgreño de las administraciones. Las localidades de
reducida población son escenario de los paros ocurridos entre 1957 y 1977. En un principio
los encabezan dirigentes de los partidos tradicionales, pero un nuevo clima político que los
descarta lleva al surgimiento de nuevos liderazgos.

Por el movimiento cívico buena parte de los colombianos entraron en la escena nacional.
Ante todo las regiones encontraron en él su mejor expresión e hicieron el reaprendizaje del
sentido de pertenencia. Cuando se haga la historia del siglo XX se dirá que fue el despertar
de la provincia. A su propio ritmo, las comunidades fueron creciendo. Del aislamiento
original se pasa a coordinaciones regionales más amplias; de las reivindicaciones
inmediatistas se salta a plataformas de lucha permanentes y aun a los planes de desarrollo;
de esquemas organizativos episódicos a estructuras estables. Hay incluso movimientos
cívicos regionales que derivan en movimientos políticos.

DEMOCRATIZACIÓN Y GUERRA SUCIA

Sin duda que en la movilización cívica se expresaban profundas aspiraciones de las gentes.
Anhelos de bienestar pero también de formas diferentes de ejercicio de la política y el
gobierno. La protesta que iba en aumento coincidió con la onda descentralista y
municipalista que modificó radicalmente la administración y las finanzas públicas. Si el
discurso oficial hablaba de acercar la administración a las comunidades y hacer de ellas
sujetos del Estado y los académicos descubrieron en la democracia local la mejor escuela
de ciudadanía, lo cierto es que avanzaba un proyecto estatal: ajeno a los compromisos
sociales, reducido en su administración central y más racional en la gestión y el gasto. Todo
a nombre de la desconcentración, la descentralización y la democracia. Además de estos
factores estructurales, estos cambios buscaban afectar la dinámicaa de los movimientos
cívicos “...en vez de crear los problemas, pasará a manejarlos, y en lugar de hacer los paros
cívicos, tendrá que darles solución”, escribía el ministro de Gobierno, Jaime Castro,
refiriéndose a la izquierda en el nuevo contexto institucional (Memoria ministerial, 1986).
Ya no se trataba de reclamar ante la administración central, sino ante la autoridad que la
comunidad había elegido: el blanco del movimiento se desplazaba.

Para algunos activistas no era más que una maniobra de cooptación. Sin embargo, la gente
decidió con matices, jugarse el reto que se le planteaba. En opinión de Ramón Emilio
Arcila, dirigente cívico del oriente antioqueño, se debía saltar dc la protesta a la propuesta
sin abandonar la protesta. El movimiento cívico entraba a contender en la arena política. Si
la movilización reivindicativa había erosionado las influencias tradicionales, ahora era más
cierta y efectiva la amenaza. Esta situación colocó a los movimientos en la mira de la
guerra sucia: alcaldes, concejales, activistas, fueron asesinados u obligados a abandonar las

143
regiones o a cambiar de actividades. En solo 34 meses (entre enero/1988 y octubre de 1991)
66 miembros de organizaciones cívicas fueron asesinados, hubo 7 desaparecidos y 17
amenazados.

Al tiempo que muchos dirigentes debieron presentarse en listas de partidos tradicionales o


concertar alianzas con ellos, se generalizó su concurrencia a los comicios para alcaldes bajo
el mote de cívicos, lo que dificulta una evaluación. Con todo, en la primera experiencia de
este tipo, en 1988, una sorpresa que llenó de optimismo fue la elección de más de un
centenar de alcaldes a nombre de movimientos no bipartidistas, buena parte bajo el rótulo
de cívicos. En la segunda (1990), ocurrida en medio de la guerra sucia, el bipartidismo
pareció recuperar el terreno perdido. En 1992, se dio un significativo avance de lo no
bipartidista en algunas regiones. En el Cauca, indígenas, cívicos y coaliciones no
controladas por el bipartidismo se hicieron a 25 alcaldías (ver Colombia, país de regiones
No. 27). Otro ejemplo, es el del padre Bernardo Hoyos quien encabezando un movimiento
ciudadano triunfó en Barranquilla.

Estas experiencias se ven entorpecida por el clima de guerra que exige subordinar todos los
ámbitos de la vida social y política a la dinámica de la confrontación. En el gobierno Barco
se presentó la Jefatura Militar para Urabá, que ponía entre paréntesis la autonomía de las
administraciones municipales. En el actual gobierno la guerra integral ha significado
cortapisas y controles a la iniciativa política y a la gestión municipales. Sin duda, el
escenario de la movilización cívica ha cambiado. Discuten los investigadores si el
movimiento ha entrado en una etapa de agotamiento. Lo que si está claro es que las
necesidades de las gentes vienen en aumento y las soluciones no se ven más cerca que
antes, a pesar del cambio administrativo. Hay señales de otra lógica en gestación en el
reclamo regional y local.

Y más nos vale, pues la suerte de la democracia colombiana depende en buena medida de la
democratización real que se alcance en los ámbitos municipal y regional, espacios
privilegiados para el clientelismo. Como también son definitivos para que la convivencia
pacífica pueda construirse entre nosotros. Si la reivindicación regional y cívica se liga a la
búsqueda de paz y democracia, sin duda se convertirá en un aporte decisivo en la
construcción de una Colombia más justa y por lo mismo vivible.

144
Desarrollo regional SU HORA CRÍTICA

De la mano de Dios, como dicen, están quedando las regiones en Colombia. Y la


planificación sigue tan embolatada.

El planificador regional es una especie reciente en la fauna de la burocracia. Congresos y


seminarios, marcos teóricos y documentos de trabajo, planes y propuestas dieron forma
a una nueva disciplina a su cargo. Sin afán peyorativo, el desarrollo regional es una forma,
y la disciplina que busca comprenderlo es una forma de la forma y el técnico que con su
auxilio pretende afectar la realidad, por desgracia termina perdido entre las formas y sus
sombras. Trance curioso en un ejercicio intelectual colocado en la frontera de la geografía,
la economía, la sociología, la antropología y la política como ciencia y como arte.

Acaso guiada por valores abstractos —equilibrios y equidades, armonías y


racionalidades—, de los cuales dependía la supuesta cientificidad, el desarrollo regional
terminó perdiendo la noción histórica del Estado, los intereses, las fuerzas sociales y
políticas, las dinámicas de la sociedad real. Hoy esta disciplina y sus cultores están en una
crisis angustiosa, existencial en sentido estricto. La ocasionan no sólo lo precario de los
logros, sino la incertidumbre por el objeto de estudio y la validez de su reflexión y, por
sobre todo, los cambios en la dinámica social.

UNA HISTORIA MOVIDA

La disciplina del desarrollo regional nació a partir del ejemplo de la Autoridad del Valle del
Tennessee, creación de la administración Roosevelt para estimular la superación de la crisis
económica en su país. Aprendida la lección, por los años 40, surgieron entidades como la
Corporación de Desarrollo del Valle del Cauca y similares que delimitaban el espacio de
intervención por las cuencas hidrográficas. Es el estadio hidráulico del desarrollo
regional.En los años 50 los grandes temas fueron el del desarrollo y su planeación. El
primer término se entendía como superación del atraso, modernización, esto es,
industrialización y urbanización. En esta lógica se inscriben procesos como los de la
Guayana en Venezuela o los del área de Paz del Río entre nosotros. Pero el continente vivía
un período convulso. En el Brasil, por ejemplo, la movilización agraria en el nordeste iba
en ascenso al punto que se temía por la estabilidad de las instituciones estatales y la unidad

145
de la nación. La contención de la protesta social y las necesidades de la expansión del
capitalismo se conjugaron para propiciar el más ambicioso proyecto de intervención
regional, la Superintendencia de Desarrollo del Nordeste, SUDENE. Como en este caso, en
muchos otros se definían desde el centro zonas de conflicto social o necesarias para el
desarrollo nacional con el ánimo de ser intervenidas, objeto de planeación.

Por entonces, vivimos en Colombia la polémica entre técnicos y políticos. Parte del
presupuesto y de su ejecución quedaban fuera del control de los últimos lo que disminuía su
poder. En los técnicos aparecía una posible competencia. De otra parte, algunas
orientaciones afectaban intereses de los que los políticos eran personeros. Acaso estos líos
confirmaron a los técnicos en sus posiciones y los envanecieron en un poder que no era tan
cierto, pero que sí estorbaba sus planes.

Como ninguna otra disciplina, el desarrollo regional se sofisticó. Con apoyo en las ciencias
sociales se afinaron la comprensión de las dinámicas regionales y su articulación con los
procesos nacionales e internacionales más amplios. Algunas interpretaciones,
infortunadamente, racionalizaban realidades distintas a las nuestras. Aunque debe
reconocerse el esfuerzo por construir un enfoque propio. En esta empresa se destaca el
aporte de la Comisión Económica para América Latina, CEPAL. Este grupo de estudiosos
que abrió espacio a la planificación, ayudó también a construir un enfoque propio.
Comprometido con el desarrollo, entendía la planeación como una técnica neutra al servicio
de éste.

Para la CEPAL eran expresiones del atraso la heterogeneidad de nuestros países y su falta
de integración democrática. Se tenían menos oportunidades por ser de una clase u otra, pero
también por vivir en una región o en otra. Con ese enfoque, se entienden los desequilibrios
regionales como un asunto nacional, pues era preciso superarlos para consolidar el
crecimiento y la democracia. Ganada esta condición, el desarrollo regional conquistó un
espacio en la planeación general; se le crearon instancias administrativas específicas y hasta
en constituciones como la peruana de 1979 se dio rango político a la regionalizacion.

Ahora bien. Para la CEPAL, tanto el empuje de unas regiones como la postergación de
otras, se originaban en procesos estructurales cuya remoción suponía reformas que
abarcaran además del ámbito nacional, las mismas regiones atrasadas. O lo que es igual, el
problema regional era nacional, y las acciones para superarlo debían ir más allá de la
economía, incluyendo también reformas políticas y sociales. Es frecuente, por ello, explicar
con el argumento de la ausencia de voluntad política la ineficiencia de la planeación
regional. Y se entiende el paradójico efecto de que únicamente era eficaz si coincidía con
ciertos intereses, bien fuera de la administración de turno, de equis grupo político o de
algún grupo económico. De ahí la sorpresa —que angustia a los expertos— de que los
resultados fueran, en medida considerable, contrarios a los anhelados y presupuestados.

146
¿SE MUEREN LAS REGIONES?

Pero las principales dificultades en la materia provienen de los cambios en la realidad


misma. Sabido es que por efectos de los desarrollos técnicos (informática,
telecomunicaciones, biotecnología, etc.), transitamos a otra forma de producir. Para los
expertos vamos del fordismo a los esquemas de acumulación flexible que implican otra
organización de la producción y, en general, de la economía en la que predominan ahora la
información, la capacidad de innovación y el desmonte de las grandes factorías.

No se ponen de acuerdo los expertos en si esos cambios profundizarán los actuales


desequilibrios regionales. De lo que sí no cabe duda es de que las regiones se ven obligadas
a redefinir su vocación económica o a reconvertir sus instalaciones para sobrevivir. Su
suerte depende bien de sus ventajas comparativas o de su capacidad para articularse a la
economía externa. Dos enfoques se han modificado e influirán en el porvenir de las
regiones: en el primero cambia la comprensión del papel del Estado. Se dice que el objetivo
prioritario es asegurar el desarrollo nacional y que para ello se deben privilegiar los
aspectos macroeconómicos y las políticas sectoriales que aseguren la relación con el sector
externo. Siendo así, sólo caben las políticas regionales útiles a estos fines. El espacio
regional deja de tener validez en sí mismo y pasa a ser elemento accesorio.

La armonía, además, es cuestión adjetiva. Los desequilibrios son apenas imperfecciones del
mercado, que él habrá de corregir en cuanto lo requiera. Si hay concentración de riqueza en
una región, por ejemplo, y con ella se perjudica la marcha de los negocios, el curso de estos
propondrá los mecanismos correctivos Por último, no tiene recibo la búsqueda de la
equidad entre regiones. Una mejor distribución entre ellas no significa necesariamente una
mejor redistribución entre las personas, que tampoco preocupa pues es efecto derivado de la
vinculación a la economía. Todo paso mas allá para afectar las causas de la pobreza, no
sólo es inviable sino también contraproducente. El Otro cambio de enfoque tiene que ver
con la superación del fordismo. Se dice que la planificación regional giraba en torno el
supuesto de que la industrialización de un centro o polo de desarrollo implicaba el despegue
de la región. Pero si se pone en duda que todas las regiones deben ser industriales, aún más
se discute que la industrialización anterior sea el camino de hoy.Abandonadas las regiones
a su suerte, la planificación regional tiene embolatado el objeto de intervención y los
expertos en el desarrollo regional necesitan redefinirlo todo para salir de su crisis
existencial.

147
A LAS PUERTAS DEL SIGLO XXI

¿Qué propuesta de país? ¿Cuáles prioridades de desarrollo? ¿Para quiénes se piensa


este inmenso y enriquecido territorio? ¿En manos de quiénes su mejor futuro?

No es claro si, preocupados por la apertura del país a la economía internacional, los
gobernantes de hoy tienen un proyecto nacional. Los ricos campos del Cesar se cubren de
maleza. El viejo Caldas y, en general, las zonas cafeteras cuyo mayor orgullo era el
bienestar campesino, hoy presencian una incontrolada descomposición social. Ni las
comunidades indígenas de Manaure y Puracé ni los pobladores de Medellín, ni los ayer
empleados y hoy esclavos de su taxi deben estar muy satisfechos. Pero este país parece
hecho de materia dúctil, maleable, para la creación de sus gentes. Porque los colombianos,
pese a las adversidades, obra de la naturaleza o de los hombres, se han impuesto a
cordilleras, ríos, pantanos y a las plagas de todas las especies. La conquista de las selvas y
las ciudades avanzó bajo el mismo impulso, el de los colonos desbrozadores de futuro. Con
el ánimo de los colonos quisiéramos otear el futuro de Colombia.

MINERÍA Y PREVISIÓN

Una tendencia protuberante de la actual dinámica es la llamada primarización de nuestra


economía. Como cualquier país de este sub-mundo que llaman Tercer Mundo, parecemos
condenados en la actual división del trabajo, a ser productores de materias primas y,
Colombia con mayor fortuna, de productos de extracción minera. Este destino que algunos
aceptan con resignación, en lo inmediato puede asegurar índices satisfactorios en las
exportaciones o el crecimiento de la economía, como ha ocurrido. Pero es sabido que son
bonanzas efímeras movidas por afán predatorio. ¿Qué son Ouro Preto o Potosí si no
recuerdos nostálgicos? Más hoy cuando la moderna minería es avara en ofrecer empleos y
se realiza en condiciones de enclave.

Es posible que el espejismo de los Cusianas y los Cerrejones desaten fuertes migraciones y
ocasionen una impresión de progreso. Pero si la bonanza no trae las condiciones de un
desarrollo sostenido, Arauca, Casanare y La Guajira serán las Ambalemas del siglo
XXI.Igual suerte pueden correr las regiones dependientes de un monocultivo de

148
exportación —Urabá o las zonas cafeteras—, cuyo destino pende de la frágil hilacha de las
contingencias del comercio internacional. Ni siquiera por sus condiciones naturales los
puertos aseguran prosperidad, si al tiempo no se crean las condiciones para dilatarla. Tal
vez el mejor ejemplo sea el de Cartagena, puerta de las Indias en la Colonia, y dormida por
siglos en la memoria de sus pergaminos.

Cabe aquí volver a preguntarse por la existencia de un proyecto de nación. Nadie sensato
puede oponerse a la explotación de los recursos naturales. Aceptemos, en gracia a la
discusión, que se los explote hasta la extenuación. Pero, ¿por qué negarse a garantizar junto
al desarrollo sostenido de las regiones que los contienen —mediante políticas ambiciosas
de transformación económica y social—, un armónico desenvolvimiento entre regiones que
redistribuya oportunidades y asegure futuro? No todo puede ser volcarse con frenesí hacia
el exterior.

PAÍS DE TIERRA CALIENTE

A pocas horas de Bogotá encontrará usted lo más parecido a Comala. Es Tausa Viejo: una
iglesucha en ruinas y veinte casas en similares condiciones. Allí asustan a las tres de la
tarde los habitantes que quedan: uno que otro anciano que esconde su desesperanza bajo la
ruana. La crisis de la economía campesina, la ruina de las zonas cafeteras, los proyectos
viales que privilegian las vías rápidas por las tierras planas (troncal de la paz, marginal de
la selva y el proyecto Cali-Cartago-Santafé de Antioquia-Turbo), son causas internas de lo
que Fabio Zambrano llama el vaciamiento de las tierras frías. Acaso influya que, en la
nueva división del trabajo, lo que hoy producen nuestras tierras frías —trigo, cebada, etc.—
será exclusividad de los países con agriculturas modernas. Con todo lo que ello implica
para la seguridad alimentaria. Y es que el contexto internacional se convierte en factor
definitivo en el porvenir de nuestras regiones. Es el caso del enfoque ambiental
predominante: agotados los bosques, nuestras selvas tropicales derivan en patrimonio vital
de la humanidad, intocable. No se trataría, es obvio, de desertificar la Amazonia sino de
encontrar la forma de hacerla factor de bienestar para sus gentes sin destruirla.

Ajuicio de Zambrano el país tiende a polarizarse en dos regiones: Una la que se estructura
entre Bogotá y Buenaventura y otra la costa atlántica, con dos ejes marcados: el
propiamente costero determinado por el fortalecimiento de los ocho puertos caribeños y
uno segundo, mediterráneo, entre Montería y Valledupar pero aún sin articulación vial. En
ambos casos se aprecian los efectos de la orientación hacia afuera de nuestro
desarrollo. n Es claro que estas tendencias podrían armonizarse con una mejor suerte para
la gente de las tierras frías. De ella depende en parte lo que se haga, y del proyecto de país
que nacionalmente se asuma.

149
DE LA CUADRICEFALIA A LA MACROCEFALIA

Uno de los rasgos que nos diferenciaban en el contexto latinoamericano, era la ausencia de
una macrocefalia significativa, como la de Ciudad de México, Sao Paulo o Buenos Aires.
La primacía de Bogotá era contrarrestada por tres ciudades de tamaño considerable
(Medellín, Cali y Barranquilla) además de una dinámica red de ciudades intermedias. Esta
situación tiene sus ventajas pues al neutralizar el centralismo bogotano, propiciaba la
desconcentración de la economía y resultaba una condición de democracia política.
Siguiendo la reflexión iniciada por el geógrafo Vincent Goueset, Fabio Zambrano describe
el abandono del esquema de las cuatro ciudades primadas, pasando de manera tardía a la
estructura macrocefálica.

Así se mantenga la proporcionalidad en el reparto poblacional, y el desarrollo de Medellín,


Cali y Barranquilla presente consistencia regional, lo cierto es que la progresiva
concentración de la industria en Bogotá permite hablar de transición a la macrocefalia. Para
1990. la capital de Colombia concentra el 30.5% del total de los establecimientos
industriales del país, el 32,2% del personal ocupado y genera el 25,9% del valor agregado.
Es de prever que los proyectos viales en curso refuercen esta concentración. Sin embargo,
nunca como en estos tiempos se ha hablado tanto de desconcentración y descentralización.
A la sombra de este discurso, el autoritarismo centralista y una burocracia ávida de control
se las han ingeniado, mediante los decretos reglamentarios, para mantener la subordinación
del resto del país apelando a los mecanismos técnicos. Así, la sempiterna condición dc
ciudad administrativa y capital política habrá de profundizar este desarrollo
macrocefálico.En esta perspectiva cuál pueda ser el futuro de las regiones será producto de
una decisión política del Estado y de las gentes, que necesariamente se moverá dentro de
las limitaciones de una realidad económica que por más inflexible no anula la libertad.

Dos retos enfrentan los países de América Latina. Uno es el de su democratización. El otro,
su inserción en la economía mundial. Este segundo se impone como condición para
sostener y avanzar en el crecimiento económico. Nuestros países deberán pagar su deuda
externa al tiempo que acceder a las nuevas tecnologías que les permitan sobrevivir y crecer,
y para ello es vital el sector externo. Empero esta apertura al mercado mundial debe hacerse
sin menoscabo de la democracia. América Latina tiene una descomunal deuda social con
sus mayorías y el modelo económico por el que se opte no puede acrecer sus dimensiones.
Por ello deberá ser equitativo.

TRES ESCENARIOS POSIBLES

En este contexto, el economista español José Luis Curbelo prevé tres posibles escenarios
regionales del ajuste estructural: El primero es el de las plataformas de exportación.
Concentrados en buscar una salida a la capacidad exportadora se escogerán unos cuantos
espacios desde los cuales se produzcan los bienes de exportación bien sea a través de

150
recursos naturales o con la explotación intensiva de fuerza de trabajo, por capitales
nacionales o extranjeros, inversión que se estimulará con incentivos fiscales, cambiarios,
tributarios y, sobre todo laborales.

Este diseño exige una planeación altamente centralizada, necesariamente autoritaria, que
subordine los intereses particulares, que, por consiguiente, haga de las administraciones
seccionales meros agentes de la política nacional y que aplace sine die las demandas
sociales. Las experiencias de las economías de enclave y de las maquilas mejicanas
muestran la incapacidad de este modelo para desatar el crecimiento en otros Sectores de la
economía o para generar una fuerte demanda interna. Al sacrificarlo todo por la generación
de excedentes exportables, resulta socialmente inequitativo y espacial y sectorialmente
desarticulador. El segundo es llamado por Curbelo modelo populista o de desarrollo social
endógeno. En síntesis, se trata de colocar a las regiones frente al reto de constituirse en
bases exportadoras mediante el aprovechamiento de sus ventajas comparativas. Se habla de
apoyarse en los recursos (capacidad empresarial, mano de obra, tradición manufacturera,
proximidad a los mercados, etc.) e iniciativas endógenas para ir a los mercados exógenos.

Se considera que el fuerte para colocarse en los mercados externos, además de la capacidad
innovativa y de una cierta agresividad empresarial es la solvencia para encontrar precios
competitivos, de donde resulta un diseño en favor del capital que propone a los
trabajadores una nueva solidaridad en pro de la región. Este es el principal atractivo que lo
haría de fácil aceptación por las élites locales, razón para que el autor catalogue a este
modelo como populista. En relación con las plataformas de exportación tiene la ventaja del
protagonismo de los capitales locales y aparentemente de las regiones. Sin embargo, frente
a este modelo las regiones no parten todas desde el mismo sitio, con lo que las atrasadas
ahondan su postergación. No es compatible con mayores ingresos salariales ni una
ampliación de la demanda interna, y es por tanto socialmente desarticulada.

Por último, el modelo democrático de desarrollo equilibrado, concediendo que nuestros


países deben asumir el reto de los excedentes de exportación, propone un esfuerzo regional
en procura de satisfacer la demanda interna. Este esfuerzo se caracterizaría por el estímulo
a la producción de bienes-salario y servicios colectivos y a la vez por la inversión intensiva
en trabajo que fortalezca la demanda interna. Este enfoque supone una administración local
muy dinámica y nada burocrática que promueva la participación, la concertación y las
iniciativas locales, que identifique prioridades y seleccione las actividades económicas
pertinentes a la vez que estimula la investigación y adopción de las innovaciones
apropiadas y asume la adecuación de la educación a las necesidades del desarrollo local y al
momento que vive el mundo.

Para muchas regiones —escribe el chileno Sergio Boisier—, el camino hacia una
impostergable modernización deberá estar basado en la creación y dinamización de un
amplio conjunto de actividades productivas y de servicios de mediana y pequeña escala,

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con un muy elevado grado de interacción capaz de provocar verdaderos fenómenos de
sinergia regional con utilización de todo el arsenal posible de la tecnología contemporánea.
Esta interacción debería ser capaz de originar una capacidad endógena de investigación
científica y tecnológica (...) y también debería ser capaz de originar una capacidad
financiera endógena”. Coexisten, pues, dos dinámicas: una, orientada hacia afuera, objeto
de la planeación nacional. Otra, de competencia de la planeación regional, equilibrio
socialmente integrador, que supone la construcción social y política de las regiones. Uno y
otro solidarios e interrelacionados. El problema está en cómo al tiempo que se aseguran
intereses nacionales, se garantiza la vida de las regiones y sus pobladores. Después de todo,
en opinión del mismo Boisier, “el desarrollo regional representa un compromiso por la
equidad, por el crecimiento sostenido y por la democracia. Es en consecuencia, una
cuestión de alta política nacional”.

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