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Jeremías - Capítulo 10
Jeremías - Capítulo 10
2 Así habla el Señor: No imiten las costumbres de los paganos ni se atemoricen por los
signos del cielo, porque son los paganos lo que temen esas cosas.
3 Sí, el Terror de los pueblos no vale nada: es una madera que se corta en el bosque, una
obra cincelada por la mano del orfebre;
4 se la embellece con plata y oro, se la asegura con clavos y martillos, para que no se
tambalee.
5 Ellos son como un espantapájaros, en un campo de pepinos; no pueden hablar, hay que
transportarlos, porque no dan ni un paso. ¡No les tengan miedo, no hacen ningún mal, ni
tampoco son capaces de hacer el bien!
6 No hay nadie como tú, Señor: tú eres grande y es grande la fuerza de tu Nombre.
7 ¿Quién no sentirá temor de ti, Rey de las naciones? Sí, eso es lo que te corresponde,
porque entre todos los sabios de las naciones y en todos sus reinos, no hay nadie como tú.
8 Todos ellos, por igual, son estúpidos y necios: vana es su enseñanza, no son más que
madera,
9 plata laminada traída de Tarsis y oro de Ufaz, obra de un orfebre, de las manos de un
fundidor, con vestiduras de púrpura y carmesí: ¡obra de artesanos es todo eso!
11 Esto es lo que ustedes dirán de ellos: «Los dioses que no hicieron ni el cielo ni la tierra,
desaparecerán de la tierra y de debajo del cielo».
12 Con su poder él hizo la tierra, con su sabiduría afianzó el mundo, y con su inteligencia
extendió el cielo.
13 Cuando él truena, retumban las aguas en el cielo, hace subir las nubes desde el
horizontes, desata la lluvia con los relámpagos, hace salir el viento de sus depósitos.
15 son pura vanidad, una obra ridícula, perecerán cuando haya que dar cuenta.
16 Pero no es como ellos la Parte de Jacob, porque él ha modelado todas las cosas; Israel es
la tribu de su herencia, su nombre es: «Señor de los ejércitos».
18 Porque así habla el Señor: Esta vez lanzaré como una honda a todos los habitantes del
país; estrecharé el cerco sobre ellos, para que sean alcanzados.
19 ¡Ay de mí, a causa de mi desastre! ¡Mi llaga es incurable! Y eso que yo decía: «Es mi
sufrimiento, lo soportaré».
20 Mi carpa ha sido devastada y se han roto todas mis cuerdas. Mis hijos me dejaron, ya no
están más, no hay nadie que despliegue mi carpa y levante mis toldos.
21 Porque los pastores se han vuelto necios y no han buscado al Señor: por eso no han
obrado con acierto y se ha dispersado todo su rebaño.
22 ¡Oigan el rumor! ¡Ya llega! Un gran estruendo viene del país del Norte para hacer de las
ciudades de Judá una desolación, una guarida de chacales.
23 Yo sé, Señor, que el hombre no es dueño de su camino, ni está en poder del caminante
dirigir sus propios pasos,
25 Derrama tu furor sobre las naciones que no te conocen, y sobre las familias que no
invocan tu Nombre. Porque ellas han devorado a Jacob, lo han devorado, lo han
exterminado, y han devastado su morada.