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21/4/2020 Malos tiempos para ser joven


Malos tiempos para ser joven

Una voluntaria de Cruz Roja entrega una bolsa con productos de primera necesidad a una joven.MANUEL
BRUQUE / EFE

La mitad de los jóvenes españoles –los nacidos a partir de 1985—


estaban sin empleo en la década pasada, y los italianos no iban muy
por atrás de ese porcentaje. La mejor opción de una persona de esa
edad sería haber nacido en Alemania, con solo un 11% de paro juvenil.
Pero uno nace donde Dios le dice, ¿no es cierto?, con la posible
excepción de los bilbaínos, que nacen donde les da la gana. Los
jóvenes de entonces, que ahora frisan los 35, estaban apenas
recuperándose de la crisis nanciera de 2008 cuando les ha caído
encima el coronavirus. Cuando estos marginados por la Historia
escriban sus autobiografías, sus blogs de madurez o cualquier otra
cosa de naturaleza cuántica que se lleve para entonces, mirarán atrás
y relatarán el bodrio de mundo que heredaron de nosotros. Los viejos
vamos a quedar fatal en los textos de Historia.

Como yo fui un cientí co en mi juventud, allá por los últimos ochenta y


primeros noventa, no me cuesta mucho entender las que están
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21/4/2020 Malos tiempos para ser joven

pasando ahora los jóvenes de cualquier sector o formación. Becas


cutres, buhardillas a cincuenta grados, falta de cotización a la
Seguridad Social y una atención médica de ciente. Pero en aquella
época podíamos al menos mirar alrededor y ver que nuestros
compañeros de generación estaban haciendo una pasta. Lo más fácil
era pensar que nos habíamos equivocado de carrera. Los jóvenes de
ahora ni siquiera tienen ese dudoso consuelo. Si miran a su alrededor,
solo ven el mismo infortunio que les amarga la vida a ellos. Empleos
no ya precarios, sino prehistóricos y delincuenciales, contratos por
horas, sueños por segundo, desolación, nada.

Los millennials no han visto más que crisis económicas en toda su


vida

Los millennials no han visto más que crisis económicas en toda su


vida. No conocen otro mundo. La gente de 35 años debería ser ahora
mismo el motor laboral, económico y cultural del país, y en vez de eso
están perdiendo sus años más productivos mandando currículos y
atendiendo los tristes mensajes de LinkedIn que les ofrecen otra
penalidad peor aún de la que ya tenían. Esto afecta más a las clases
más vulnerables, como es de rigor, pero ni las familias más
acomodadas se libran de ello. Hay un eje generacional que traza una
nueva línea ortogonal a la ya complicada geometría sociopolítica.
Nadie quedará atrás, decimos, pero estamos dejando atrás a una
generación entera. Qué bien lo hemos hecho.

Uno de mis analistas europeos favoritos (Carlomagno en The


Economist) llama a los jóvenes sureuropeos los “vencedores pírricos
de la globalización”. Tenían todas las cartas previstas que
supuestamente debían salvarles del crash nanciero –formación,
sistemas de contacto, un pasaporte de la Unión Europea— y el
coronavirus ha vuelto a aplastar sus expectativas. “Los bajos salarios
de ahora engendran los bajos salarios de después”, dice Carlomagno.
Para las generaciones experimentadas, el virus es una crisis como
otras que hemos vivido. Para los jóvenes españoles, la pandemia es la
puntilla.
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