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-Cuervo, qué apuesto eres. -El cuervo cerró los ojos en actitud
vanidosa-. Ni siquiera las plumas del pavo real son tan bonitas
como las tuyas.
El cuervo extendió sus alas con orgullo, sin darse cuenta de
que lo estaban engañando.
- "Puedo ir mamá, por favor si te lo suplico." - dijo el ratoncito.