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Paula Castillo Cardenas Paula Castillo Cardenas Paula Castillo Cardenas Paula Castillo Cardenas
LA RODILLONA
Cuentan las oradoras de los templos que hubo una vez, una joven mujer que pedía a san Antonio
bendito un consorte sin cesar, oraba y oraba de rodillas a toda hora. No había remordimiento ya
que se confesaba muy seguidamente.
A pesar de tener su vida ocupada con los quehaceres de la casa y de la iglesia, se le veía triste por
la falta de un hombre que la acompañara. Y tal vez por cosas del destino o piedad del santo
patrono sus ruegos fueron escuchados. Y un día en pulpito de la iglesia la mujer al lejos diviso a un
bello hombre que como aparición angelical irrumpía en aquel lugar.
Era muy apuesto y bien vestido. Por la forma en que se expresaba y saludaba a los demás, se le
notaba su educación y buenas costumbres. Pronto la mujer salió a su paso y tan pronto quedaron
los dos uno al frente del otro un gran amor lo envolvió. Desde ese día entonces a la mujer se le
veía feliz y andaba por todo lugar acompañándolo a él. También es cierto que desde aquel día la
mujer no volvió a visitar la iglesia, ni tampoco siguió ayudando a la iglesia con sus labores.
Paso el tiempo y a pesar de que la mujer se esforzaba por brindarle lo mejor a su acompañante,
este lucia cansado y fastidiado por la presencia de esta. Mucha gente decía que esto se debía al
pobre no tenia tiempo para sus cosas, que por los celos de la ferviente amante, no podía andar
solo para ningún lado, por lo cual le era muy difícil verse con sus amigos y parientes.
Cansado de esta monótona situación una mañana al desayuno, el hombre decidió marcharse, a
pesar de los ruegos y llantos desesperados que la mujer hizo. El hombre tomo sus cosas, partió sin
rumbo conocido. Sumida en la depresión y en la mas grande desdicha la mujer se hecho a la pena
moral. No probaba bocado y en las noches no dormía, porque se la pasaba llorando y añorando el
regreso de su amado. Con tan trágico ritmo que tomo su vida, su cuerpo no aguanto mas y en una
tarde de domingo murió sola en su casa.
Desde entonces la única forma con la cual puedo purgar su fatal decisión de quitarse la vida. fue
convertirse en un engendro de una sola rodilla que fácilmente puede ser confundida por una
bruja. de rasgos fuetes, casi cadavérica con una nariz enroscada, unos labios inflamados, piel
pegada a los huesos y un llanto lastimero que asusta a las jóvenes que buscan consorte y que
entretenidas en sus relaciones, olvidan asistir a la iglesia y cumplir sus promesas.
Paula Castillo Cardenas 502 J.T.

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