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Sobreprotección paterna es un factor que predispone los hijos al suicidio

Ya pasó la conmoción del último muchacho que se suicidó. Ahora, esperemos el


próximo. Esto, que suena cruel, es la triste realidad. Las sociedades modernas son
así. Matanzas periódicas en escuelas de Estados Unidos, escándalo, dolor general y
luego vuelve la calma, hasta la siguiente tragedia. Con los lamentables suicidios de
nuestros muchachos ocurre igual. Nos lo ha dicho Miguel de Zubiría, autoridad en el
tema del suicidio juvenil. Y hemos visto que la sobreprotección de los padres es un
factor que predispone al suicidio. Vuelvo sobre el tema, porque es un problema
grave y porque la prevención de las causas por parte de los padres es difícil, por no
decir imposible en muchos casos, porque los padres no reconocen que son
sobreprotectores.
La realidad es que crece el número de padres sobreprotectores, número ya de por
sí abultado. Las circunstancias de la sociedad colombiana, violenta, desalmada,
carente de valores y glorificadora de antivalores, no se presta para producir padres
que sepan amar sin asfixiar, que sepan preparar para la vida, que es una mezcla de
alegrías y sinsabores.
No faltarán padres y lectores que me van a calificar de sádico, porque digo lo que
dijo Confucio, quien me salva y me apoya: "A los hijos hay que educarlos con un
poco de frío y un poco de hambre". Así habló el filósofo. Lo grave es que tenía toda
la razón. A los hijos no hay que darles todo, no hay que solucionarles todos sus
problemas, no hay que evitarles todos los pequeños sinsabores, porque así los
criamos frágiles, incapaces de enfrentarse a los verdaderos problemas que vendrán
más tarde.
Entonces, cuando aparecen los dos problemas que suelen sobrevenir a los
adolescentes, pérdida de la novia y dificultades en los estudios, la solución más fácil
para algunos, para los débiles, es el suicidio. Colombia recibió aterrada la cifra que
nos dieron hace un tiempo los expertos sobre el porcentaje de muchachos que
alguna vez han pensado en el suicidio como solución a problemas. Espero que no
me falle la memoria, pero creo que el guarismo es de 40 y pico por ciento. Un
horror.
Muchos padres, que por las razones que sean, no tienen tiempo para estar con sus
hijos, lo solucionan todo con dinero. No. Los hijos no necesitan tanto dinero como
amor, amor que se manifiesta en dedicar tiempo. Tiempo es oro pero sobre todo
amor. Entonces, la fragilidad y la soledad se convierten en un coctel peligroso.
El espectáculo de los padres sobreprotectores es circense. Un estudio demostró que
los acompañan hasta la puerta de la universidad y no descansan hasta verlos
sentados en la silla universitaria; estos padres van a alegar con los profesores y el
decano sobre las notas de sus hijos. En los colegios, los papás llaman por celular a
toda hora, para tener "controlados" a los niños. Una profesora me contaba que una
señora llama a su niño por lo menos tres veces en cada clase. El caso más
"fascinante" es el de una señora que asistía con su hijo de 21 años a una
conferencia sobre el tema. Lo tuvo abrazado todo el tiempo y al terminar le dijo:
"No es cierto, mi bebé, que tú nunca te vas a suicidar". Pobre muchacho.
Andrés Hurtado García

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