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CARTA PASTORAL

AL PRESBITERIO DE LA DIÓCESIS DE XOCHIMILCO


EN LA 3° FASE DE LA CONTINGENCIA SANITARIA EN MÉXICO

Abrazar al Señor para abrazar la esperanza.


Queridos hermanos sacerdotes:
El Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a activar esa
solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo
parece naufragar. El Señor se despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual. Tenemos
un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido
rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que
nadie ni nada nos separe de su amor redentor. En medio del aislamiento donde estamos
sufriendo la falta de los afectos y de los encuentros, experimentando la carencia de tantas
cosas, escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado.
El Señor nos interpela desde su Cruz a reencontrar la vida que nos espera, a mirar a aquellos
que nos reclaman, a potenciar, reconocer e incentivar la gracia que nos habita. No apaguemos
la llama humeante (cf. Is 42,3), que nunca enferma, y dejemos que reavive la esperanza.
Abrazar su Cruz es animarse a abrazar todas las contrariedades del tiempo presente,
abandonando por un instante nuestro afán de omnipotencia y posesión para darle espacio a la
creatividad que sólo el Espíritu es capaz de suscitar. Es animarse a motivar espacios donde
todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de
solidaridad. En su Cruz hemos sido salvados para hospedar la esperanza y dejar que sea ella
quien fortalezca y sostenga todas las medidas y caminos posibles que nos ayuden a cuidarnos y
a cuidar. Abrazar al Señor para abrazar la esperanza. Esta es la fuerza de la fe, que libera del
miedo y da esperanza. «¿Por qué tienen miedo? ¿Aún no tienen fe?».
Reciban mi saludo fraterno con la alegría del Señor Resucitado. Que su paz y su misericordia
estén con todos ustedes.
He querido iniciar las consideraciones que los propongo más adelante, con estas palabras
pronunciadas por el Papa Francisco el pasado 27 de marzo. Su invitación a abrazarnos del Señor
Crucificado para abrazar la esperanza es hoy la motivación más importante para ser los pastores que los
días presentes exigen de nosotros, en efecto, en su Cruz hemos sido salvados para hospedar la
esperanza y dejar que sea ella quien fortalezca y sostenga todas las medidas y caminos posibles que
nos ayuden a cuidarnos y a cuidar. Y es precisamente de eso de lo que quiero reflexionar con ustedes,
pues ambos elementos son igualmente esenciales: cuidarnos y cuidar. No se trata de repetir aquí todas
las normas sanitarias que la autoridad civil ha señalado reiteradamente, pues además sé que ustedes se
informan por los canales oficiales y las observan con cuidado, confío en su prudente criterio que se
guía por el único afán de velar por quienes el Señor les ha confiado; lo que quiero más bien es pensar
con ustedes en voz alta sobre cuatro aspectos que me gustaría estuvieran en su proyecto de vida y en su
cuidado pastoral en estos días de la parte más crítica de la pandemia en nuestra ciudad y en nuestra
patria, que se prevé llegue al 30 de mayo del presente, pero que puede prorrogarse todavía más.
1. NUESTRA VIDA ESPIRITUAL.
Acostumbrados a la abundancia de trabajo que tenemos que afrontar en nuestras extensas comunidades
parroquiales, muchas veces medimos nuestra “efectividad” por el número de misas y otras
celebraciones que realizamos. Es cierto que nuestro deber es atender a las necesidades de nuestros
feligreses y que, aunque quisiéramos darle a la celebración de los sagrados misterios su dignidad
debida, la carga de trabajo en este sentido y todo lo demás que suma la pastoral, nos hacen entrar en
una dinámica que nos tienta al pragmatismo y al activismo. Hoy que el distanciamiento social nos ha
obligado a detener ese ritmo de trabajo, nos damos cuenta de que, si no tenemos eso, tristemente, nos
quedamos con muy poco, y eso poco que nos queda, se hace casi nada con respecto a la enorme carga
que el culto nos impone.
a) La Caridad Pastoral en el centro de nuestra espiritualidad sacerdotal.
Como ya decía, el hecho de que la pandemia nos fuerce a un necesario encierro nos ofrece
también la oportunidad de detenernos un poco en el ritmo de nuestro servicio a los feligreses, y, por
otro lado, nos brinda el espacio para retomar aquellas cosas que innecesariamente sacrificamos como
fruto de la abundancia de actividades, y me refiero a nuestra vida espiritual. Conviene recordar que
nuestra caridad pastoral tiene su fuente en nuestra relación con Dios, y es esa caridad la que ha de dar
medida a todo lo que hacemos
b) La Eucaristía y la Liturgia de las Horas.
En el primer orden de nuestra vida interior está nuestra propia participación en los divinos
misterios, en particular de la Eucaristía de donde emerge toda la fuerza de nuestro sacerdocio.
Ahora que no tenemos que celebrar tantas misas ni tampoco tenemos que movernos de una comunidad
a otra, podemos dar el debido tiempo a nuestra celebración cotidiana de la Eucaristía que, además del
provecho personal, es lo mejor que podemos ofrecer por nuestros feligreses y por toda la humanidad,
aunque lo hagamos de manera privada. Como extensión de la oración eucarística está la Liturgia de las
Horas, la cual prolonga a lo largo del día el misterio celebrado en el Altar. Recordemos que rezar con
la Liturgia de la Horas es, además de un privilegio personal, un munus de nuestro ministerio, al cual
nos comprometidos el día en que ingresamos al estado clerical. Somos “pontífices” y hoy, desde el
silencio de nuestras casas parroquiales, a imitación de los monjes y monjas, podemos orar
incesantemente por el pueblo que sufre y unirnos así a todos los esfuerzos que se hacen a lo largo del
mundo para paliar esta pandemia.
c) Escuchar al Señor en el Evangelio.
Volver al Evangelio como centro de nuestro discipulado es una hermosa tarea que podemos
también revitalizar. Con el Cristo del Evangelio, y sólo con Él, podemos dar sentido a nuestra
vocación apostólica, a renovar la opción por los indefensos, los pobres y por todos los que sufren, a
replantear nuestras motivaciones pastorales, a formar parte de un presbiterio unido y generoso y a ser,
en suma, imágenes fieles del Buen Pastor. La meditación diaria del Evangelio, no sólo del que hemos
de explicar para los demás, sino, sobre todo, del que ha de hablar a nuestro corazón de pastores, es una
actividad vital que ahora puede tener un espacio privilegiado de nuestras jornadas.
d) Comunión eclesial y comunión presbiteral.
A pesar de que nuestra situación nos ha distanciado físicamente, tanto entre nosotros como de
nuestros feligreses, este tiempo también nos invita a renovar nuestro sentido de Iglesia, más al sentir la
ausencia física de ésta. Sabemos que la comunión va más allá de una reunión corporal, así que
podemos buscar maneras creativas para fomentar esta comunión por encima del distanciamiento social.
Esta búsqueda forma parte de nuestra espiritualidad, pues nosotros no somos una especie de líderes
políticos o sociales, nosotros estamos asociados por la gracia del sacramento del Orden a Cristo Cabeza
de la Iglesia, y es parte de nuestra tarea el fomentar la comunión eclesial por encima de las dificultades.
Salvadas las proporciones, pienso en la Iglesia primitiva perseguida: a pesar de las adversidades, la
Iglesia siempre creció y se acompañó siendo una a pesar del confinamiento al que se veía obligada por
la persecución.
e) Vida ascética.
La Iglesia, maestra de vida espiritual, siempre ha recomendado la ascesis como medio seguro
de perfección cristiana. Conviene tenerla en cuenta, no sólo por el provecho personal que nos
representa, también en solidaridad con muchos feligreses nuestros que la están pasando muy mal
económicamente, situación que se ha agudizado como consecuencia de la pandemia. Ofrecer nuestras
privaciones voluntarias, no sólo cubre la multitud de nuestros pecados, también mira a la solidaridad
sincera con los pobres a quienes estamos llamados a socorrer incluso a costa de nuestro propio
bienestar.
2 CUIDADO DE LA SALUD: QUIEN CUIDA SU SALUD, PROMUEVE REALMENTE LA VIDA.
En la compleja situación en la que nos encontramos, quisiera simplemente recodar algunos aspectos
sobre el cuidado de nuestra salud. A decir de los expertos, la salud comprende un estado de completo
bienestar físico, metal y social. Es expresión de un equilibrio dinámico y de cómo el ser humano se
comporta como una extraordinaria unidad.
El cuidado de la salud va de la mano con el compromiso que todo hombre tiene respecto a
la custodia de la propia la vida. La razón de ello es que la vida no solamente es un bien de carácter
fundamental, sino una realidad sagrada que Dios ha otorgado a la responsabilidad humana. En efecto,
Dios confía a la persona el don de su propia vida y, en ciertas circunstancias, también el don de la vida
de otros.
La preocupación por la vida no puede ser parte de un ideal colectivo, sino que comporta el
cuidado razonable de la propia salud. Sabemos que la salud es ordinariamente una condición
necesaria para el desarrollo de nuestro trabajo pastoral y de nuestra vida espiritual, pero también
sabemos que su uso inadecuado y los abusos que a veces se gestan pueden comprometerla de manera
irreparable.
La responsabilidad moral sobre la salud comprende, entre otras cosas, el deber de la nutrición
adecuada, la observancia de las normas de higiene, el deporte, el sueño que permita un adecuado
reposo y la asistencia médica oportuna.
“Cuida tu salud y protege a los demás” no puede ser un simple eslogan publicitario, sino la
conciencia de que la atención a la salud está vinculado a los deberes de justicia y de caridad. En este
sentido, tenemos que consolidar la educación sanitaria en la que se insista al ciudadano a que se
comprometa a usar los medios para mantener el bien de la salud para sí y para los demás. Les recuerdo,
de manera especial a ustedes hermanos, que quien cuida su salud promueve realmente la vida.
Cuando el evangelista nos exhorta a estar con la túnica puesta y las lámparas encendidas,
descubrimos cómo la vida no es un simple juego, sino una realidad sumamente seria. Los aliento,
queridos hermanos presbíteros, a que no pongamos en riesgo de manera irresponsable nuestra vida,
única e irrepetible. Los animo, al mismo tiempo, a acrecentar el sentido genuino en la vida eterna lo
cual no significa descuidar este mundo y su concreta realidad histórica. La salud tiene una pretensión
de totalidad e integridad que abarca la salud del alma, de la que depende nuestro destino eterno.
3. NUESTRA PASTORAL EN TIEMPO DE PANDEMIA Y HACIA EL FUTURO.
La situación propiciada por la pandemia nos reta, desde que nos invita a una sincera evaluación
hasta la proyección de la acción pastoral a pesar de las medidas sanitarias y para el después de la
misma. Cada uno está midiendo los frutos de su trabajo en la corresponsabilidad que sus laicos están
teniendo para sobrellevar la vida parroquial a pesar de las circunstancias. Una serena reflexión nos
ayudará a sacar conclusiones en orden a la efectividad real de lo que hacemos. También esta situación
nos permite observar muchas acciones creativas y propositivas surgidas de cada uno de nosotros, de
nuestros colaboradores y de otros hermanos sacerdotes en otros lados del mundo: de todo podemos
hacer tesoro para replantear cómo haremos en nuestra futura pastoral.
Un elemento importante de la actual crisis es el uso de los medios digitales de comunicación, los cuales
“llegaron para quedarse” al integrarse a nuestro ejercicio cotidiano, cierto que hoy son el canal para
acercar la celebración de la fe a nuestros feligreses, situación que terminará cuando volvamos a los
templos a hacerlo como es debido, sin embargo, estos medios nos están invitando a explorar nuevas
formas en el ámbito de la catequesis, de la instrucción cristiana y de otras muchas cosas que ya
hacemos en las parroquias pero que nos exigen la adaptación a las formas y a los lenguajes actuales.
Naturalmente que la catequesis en general ya ha sido acompañada por ustedes de maneras creativas
desde que se decretó el cierre de las escuelas. En este rubro no podemos hacer mucho por ahora, sólo
seguir utilizando los medios implementados desde entonces y cuidar la debida formación de los
hermanos laicos, especialmente de los niños. Estoy confiado en que han tomado las providencias
debidas quienes tenían programados los sacramentos de la iniciación cristiana en los próximos meses.
Sean cuidadosos en el trato con los padres de familia de los niños de la catequesis infantil, indicándoles
oportunamente los pasos a seguir.
Les invito a no pasar este tiempo en la espera de volver a lo mismo, sinceramente creo que
esta pandemia nos está ofreciendo muchas luces, “signos de los tiempos” diría el Concilio Vaticano II,
para explorar formas nuevas que lleven el perenne anuncio del Evangelio a las presentes y futuras
generaciones.
4. ADMINISTRACIÓN Y CUIDADO DE LOS BIENES DE LA IGLESIA ANTE LA CRISIS SOCIAL
Y ECONÓMICA.
En este rubro, quisiera reflexionar dos frases que han surgido durante estos días, que pueden ayudarnos
en el discernimiento de nuestros encargos frente a las comunidades confiadas. La primera, ya de alguna
manera referida en el punto 2 sobre el cuidado de la salud, fue pronunciada por la Jefa de Gobierno: No
contagiar y no ser contagiados. Es la máxima de estos días. Nadie estaba totalmente preparado para
esta pandemia en el plano económico, ni nosotros ni nuestra gente. Por ello debemos ser conscientes y
autosuficientes en medio de nuestras posibilidades. Ni cargar a los otros mis problemas económicos ni
cargarlos yo solo.
La otra frase la mencionó el Santo Padre el Papa Francisco en sus homilías de esta octava de
Pascua: no nos viralicemos. Es el resultado del contagio. Viralizarnos es participar del miedo, de la
incertidumbre, de la angustia, y esas no son actitudes cristianas, mucho menos del Pastor que acaba de
celebrar el misterio Pascual. La resurrección renueva toda nuestra vida, y nos da una nueva visión.
Con ella afrontemos con fe y esperanza nuestra realidad, confiando de que el Señor nos dará lo
que necesitamos, y no más, en este tiempo de contingencia.
Con estos presupuestos, podemos estar tranquilos en la administración de los bienes temporales
que nos han sido confiados; y también podemos abrirnos a la solidaridad y corresponsabilidad
sacerdotal, sobre todo con nuestros hermanos del respectivo Decanato. Les pido que esta sea nuestra
actitud el resto del aislamiento social. Ayudemos en lo posible, pidamos ayuda y dejémonos ayudar.
Como siempre me pongo a su disposición para lo que se ofrezca.
Sobre la administración de la parroquia.
a. Las celebraciones en general
He tenido conocimiento de que sacerdotes de nuestra diócesis han seguido celebrado en estos días con
presencia de los fieles. Les recuerdo, de nueva cuenta, que estas celebraciones no se pueden hacer por
la situación en la que nos encontramos. La moción hecha anteriormente consistía en tener los templos
abiertos para que la gente fuera a hacer oración. También les invité a poner una alcancía destinada “a
los gastos de la Iglesia” en este tiempo. Muchas diócesis han hecho campaña a favor de que la
feligresía se ponga en contacto con sus párrocos para saber sus necesidades. Nosotros también hemos
ofrecido que, si alguien tiene transmisiones de Misa y desea poner algún número de cuenta bancario,
pueda poner el de la Diócesis y ser muy cuidadosos en que se aclare que la aportación es para tal o cual
parroquia o padre, para poder dárselos como corresponde. En algunas instituciones bancarias piden el
correo electrónico. Pueden dar el personal para que así tengan ustedes comprobante de la aportación.
Las agendas siguen abiertas, como ustedes las manejen, sea anual o trimestral, algunas personas
pueden o desean hacer sus ceremonias. Exhórtenlas a que entiendan que la contingencia puede
extenderse y que hay normas a seguir. Sobre las vigentes de abril y mayo, búsquese que se pospongan o
que se celebre con un número reducido de fieles (máximo 10 personas, según la norma de la fase 3)
llevándose todas las normas de higiene correspondientes.
No tengamos miedo a ser claros, a saber decir no a todas las peticiones de los feligreses:
especialmente en la circunstancia actual es un acto de caridad y no lo es que condescendamos poniendo
en riesgo a todos. Conozco muy bien la dinámica de los pueblos, sé de sus riquezas y de aquellas otras
que representan un permanente desafío, por eso mismo les pido que, con el cuidado debido y con la
firmeza que la situación exige, se explique a los hermanos laicos la imposibilidad de realizar
celebraciones con asistencia de fieles y, en el caso de las exequias, a que todos nos sujetemos a las
disposiciones de las autoridades civiles y eclesiásticas.

b. Sobre los empleados

En un comunicado anterior del Ecónomo Diocesano ya se había establecido que cada uno de los
párrocos hablara con sus empleados para una posible reducción de pagos por la contingencia. Algunos
los podríamos descansar, si no son esenciales, para aminorar la carga de pago. Esto nos lleva a
reflexionar sobre el número de empleados y sus sueldos en nuestras parroquias. A veces por querer
ayudar tenemos empleados de más, o les pagamos mucho o muy poco. Será algo que tengamos que
revisar después de la contingencia. Los impuestos y pagos de ellos se mantienen, lo más que nos
permitirán las autoridades quizás sea no pagar recargos y multas por no pagar a tiempo. No
desprotejamos a nuestros empleados, pero tampoco agravemos nuestras economías.
c. Cómo manejar la administración en estos tiempos de contingencia
Dejando estos dos rubros importantes en nuestra vida administrativa, doy algunas sugerencias a este
respecto:
i. Hacer un presupuesto siempre nos ayuda para tener en cuenta los gastos esenciales y los
gastos superfluos. También a mirar si esos gastos debe asumirlos la parroquia o nosotros
porque son de índole personal
ii. Hacer consciencia entre nuestro consejo de pastoral y nuestros grupos parroquiales de las
necesidades de la Parroquia. Ellos, como fuerzas vivas, pueden seguir ayudando en la
sobrevivencia de la comunidad en este aspecto y entre otros miembros de la parroquia.
iii. Creatividad en la vida pastoral y comunitaria. Este tiempo de contingencia nos ha hecho
repensar en cómo podemos dar un seguimiento de nuestros fieles, ya me he referido a ello,
así que les reitero la invitación a aprovechar los medios a nuestro alcance. Ahora que nos
vemos limitados de la parte cultual, a la que muchas de nuestras comunidades estaban
acostumbradas, aprovechemos para hacer un verdadero plan pastoral parroquial.
iv. Pedir ayuda cuando sea necesaria. A nuestros fieles, a nuestros hermanos sacerdotes, a mí
mismo. Compartir ayuda, sensibiliza y permite que tengamos otras opiniones sobre nuestra
realidad actual. Busquémonos.

d. El papel de la economía diocesana

La economía diocesana, como la de nuestras parroquias, vive de las aportaciones que ustedes dan para
su buen funcionamiento. En la medida de lo posible, y son consciente de la gran limitación, no dejen de
hacerlo. Aunado a ello, su servidor y el padre Ecónomo, estamos a su disposición para ayudarles en
cualquier cuestión en la que se pueda. Estoy atento de cada uno de ustedes los sacerdotes, y esta será
mi prioridad, pues ocuparme por ustedes es ocuparme de los feligreses de nuestra Diócesis, ya que son
ustedes quienes colaboran conmigo en el cuidado de todos ellos. Así, todas las cuestiones arriba
mencionadas además de ser una orientación abren la posibilidad a un diálogo franco y sincero
conmigo: siéntanse en la confianza de acercarse a un servidor para dirimir cualquier cuestión sobre
cada uno de ustedes o de sus comunidades. Insisto, la prioridad es cada uno de ustedes; los templos,
los trabajadores y sus responsabilidades pasan a otro nivel de reflexión y decisión que podremos
resolver juntos mientras esté salvaguardado su bienestar: aquí es donde entra la solidaridad, la
corresponsabilidad y la empatía ante la situación por la que se está pasando.
Queridos hermanos. Les gradezco por todo su trabajo, el cual animo con mi cercanía espiritual y mi
oración constante. Sé que todos estaremos a la altura de las exigencias y que seguiremos como un
presbiterio unido y corresponsable por la misión que el Señor nos ha confiado en esta parte de la
Ciudad de México, donde estamos llamados a ser signos del amor misericordioso del Padre en Cristo
Jesús: abracémonos a Él para abrazar las esperanza, con la confianza de que hemos de superar la crisis
y salir de ella con nuevos aprendizajes y renovados bríos. En su nombre los bendigo a todos y, en su
persona, a todas las comunidades de nuestra Diócesis.
En la Curia de la Diócesis de Xochimilco, el 23 de abril del año del Señor 2020, memoria de san Jorge.

† ANDRÉS VARGAS PEÑA


OBISPO DE XOCHIMILCO

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