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CONTENIDO
PREFACIO
Este libro es una traducción de mensajes dados en chino por el hermano Witness Lee
en el verano de 1950 en Taipéi, Taiwán.
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CAPÍTULO UNO
Es de suma importancia para los cristianos saber cuál es su inclinación. ¿Hacia qué
se inclina el corazón del hombre? ¿Qué es lo que él busca? ¿Cuál es la meta de su
vida? Éstas son preguntas de gran trascendencia en la vida humana y lo que
comúnmente la gente llama la filosofía de la vida. ¿Qué debe tomar el hombre
realmente como su propósito? A lo largo de la historia de la humanidad, han habido
diferentes opiniones al respecto, y hasta ahora no ha habido una respuesta definitiva.
Pese a que las personas han alcanzado el éxito y la fama y tienen sus propias metas,
nadie puede ofrecernos una respuesta precisa respecto a cuál es realmente la meta
de la vida humana.
Dentro de los cristianos vive Dios, es decir, tienen la vida de Dios en ellos. Por
consiguiente, pueden ser considerados personas extraordinarias y excepcionales
entre los hombres. Con respecto a ellos, ¿cuál es la meta de su vida humana? Los
cristianos leen la Biblia y oran diariamente, y también se reúnen y ofrecen peticiones
con regularidad. Pero ¿hacia qué se inclinan? ¿Qué desean obtener en su búsqueda?
Me temo que aun ellos no serían capaces de darnos una respuesta clara. Algunos, tal
vez digan que creyeron en Jesús y que en Él hallaron a alguien a quien podían
entregarle sus vidas. Esto se debe a que ellos están convencidos de que los que no
creen en Jesús no tienen a Dios, y que los que no tienen a Dios no tienen a nadie a
quien puedan entregarle su vida. Otros dirían que se hicieron cristianos a fin de
obtener paz y gozar de bendiciones. Ellos piensan que los que no tienen a Dios no
tienen ni paz ni bendiciones; y, por otra parte, creen que los que tienen a Dios
obtendrán paz y disfrutarán de las bendiciones que Dios da, siempre y cuando oren
a Dios cada vez que se encuentren con dificultades. Pareciera que ser cristiano
consiste simplemente en esperar este tipo de cosas.
¿Cuál es la intención que Dios tiene con respecto a Sus hijos? ¿En qué desea Dios
que Sus hijos centren su atención y busquen? En otras palabras, ¿qué es lo que Dios
desea que nosotros, los cristianos, obtengamos en nuestra búsqueda? Si los
cristianos no descubren esta meta, entonces les será difícil ser cristianos normales y
genuinos. Esto se debe a que si un cristiano no tiene una meta apropiada, su
dirección y su camino serán equivocados, y, por consiguiente, no se conducirá como
un cristiano. Por lo tanto, los cristianos, además de conocer la historia de la iglesia,
también deben conocer la meta apropiada de la vida cristiana, a fin de poder
establecer un modelo cristiano apropiado. Después de todo, es la meta de un
cristiano la que determina el patrón.
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EL HOMBRE FUE CREADO
EXCLUSIVAMENTE PARA DIOS
Existe un problema muy grande que impide que el hombre conozca esta meta. Por
ejemplo, si alguien arroja un pequeño diamante o una perla en un montón de arroz,
nos resultará difícil encontrar la gema. Sin embargo, si pone el diamante o la perla
en su mano, entonces podremos ver la gema claramente. La meta de la vida cristiana
es ciertamente un misterio en el universo porque ha estado escondida en medio de
un sinnúmero de asuntos y cosas. Por esta razón, muchos pierden de vista la meta
debido a que se les ha nublado la visión. Aunque hay una gran diferencia entre la
meta y todas las demás cosas, es difícil identificar la meta porque ésta se ha mezclado
con muchas otras cosas. Sin embargo, si conocemos la Biblia, podremos ver que el
hombre fue creado exclusivamente para Dios. Por ejemplo, un micrófono se usa
exclusivamente para hablar o para cantar. De igual manera, en el universo el hombre
fue creado con un propósito especial. Tal vez el micrófono pueda ser modificado para
cumplir otras funciones, pero no se puede cambiar al hombre para que cumpla otros
propósitos. Una vez que se cambia el propósito del hombre, el propósito original por
el cual Dios creó al hombre es anulado.
Génesis nos dice claramente que el hombre fue creado para Dios. Por consiguiente,
la meta del hombre es Dios; el hombre debe buscar y anhelar a Dios. Si el hombre
recibe a Dios, interiormente sentirá satisfacción, gozo y paz, sus ojos serán
alumbrados y todos sus problemas se resolverán. Por favor, recuerden que antes de
que el hombre cayese y de que fuese apartado de la presencia de Dios, éste se
mantenía en comunión con Dios. En aquel entonces, el hombre experimentaba pleno
gozo y satisfacción. Sin embargo, debido a que el hombre cayó y se alejó de Dios, se
produjo un distanciamiento entre él y Dios. Por consiguiente, el hombre fue
separado de Dios. Desde ese momento, el hombre perdió la satisfacción, el gozo y el
disfrute que tenía en Dios.
Hay un dicho chino que literalmente quiere decir: “Beber vino venenoso para apagar
la sed”. Se usa para describir a una persona que actúa en contra de los principios
para encontrar alivio o un consuelo temporal y, como consecuencia, acarrea para sí
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sufrimientos interminables. Por haber perdido a Dios, el hombre tiene una sed
insaciable en lo más profundo de su ser. Entonces, ¿qué puede hacer? La única
opción que tiene es “beber vino venenoso”. Creo que incluso hoy en día hay muchos
amigos que están alrededor nuestro que asisten a teatros, van a bailes y juegan mah-
jong. El hecho de que participen en todas estas formas de entretenimiento demuestra
que han perdido a Dios y que hay una gran distancia entre ellos y Dios. Cada vez que
les pedimos a otros que nos provean un poco de placer o que se compadezcan de
nosotros, nos demuestra que no tenemos a Dios, que hemos perdido a Dios. Nadie
que ha bebido hasta ser saciado, buscaría más agua. Si seguimos buscando agua,
indica que aún no hemos bebido hasta saciarnos y que todavía estamos sedientos. El
hecho de que las personas busquen toda clase de entretenimientos comprueba que
no tienen a Dios. He conocido personas que encuentran placer en las riquezas. A esta
clase de personas no les gusta bailar ni ir a los bares ni jugar mah-jong; ellos
únicamente disfrutan ver una gran cantidad de dinero ante sus ojos. Cuando cuentan
su dinero y revisan sus depósitos bancarios, sienten una inmensa emoción. Otros
encuentran placer en la música; mientras tengan música, pueden olvidarse de todo
lo demás. Incluso hay otros cuyo único interés es la literatura. Por lo tanto, podemos
afirmar que todos aquellos que han abandonado a Dios siempre se ocupan en ciertos
pasatiempos. Ninguno es una excepción a esta regla. Independientemente de si son
hombres o mujeres, jóvenes o viejos, con mucha o poca educación, no hay nadie que
no tenga un pasatiempo; todos tienen algo que les fascina. Tal vez, a una persona
anciana lo único que le importe sea un collar de perlas. A ella no le importa si hace
calor o frío; le da igual siempre y cuando tenga las perlas en su mano. Pareciera que
sin las perlas no sabría qué hacer. ¿A qué se debe esto? Se debe a que el corazón del
hombre nunca puede estar vacío. Esto se aplica, incluso, a una persona anciana. A
pesar de que ya no desean nada en su corazón, su corazón sigue vacío y, por tanto,
necesitan ocuparlo y llenarlo con algo.
El corazón tiene que ser ocupado y llenado con Dios. Si una persona permite que
Dios ocupe su corazón, otras cosas no entrarán en él. Permítanme que les dé el
siguiente ejemplo: mientras estoy en mi cuarto, si se entra un gato, yo lo echaré; y si
entra un perro, también lo echaré. Si llegara a entrar un cerdo, lo echaría aún más
rápido. Pero si me voy de mi cuarto, el gato, el perro e incluso el cerdo pueden entrar.
Por lo tanto, el corazón del hombre debe ser ocupado por Dios; de lo contrario,
muchas cosas entrarán. Si examinamos los corazones de los hombres, descubriremos
que el corazón de ningún ser humano está vacío. Es precisamente por esta razón que
el hombre se siente confundido, siente que se le nubla la visión y que no es capaz de
discernir hacia qué se inclina su corazón.
En realidad, el corazón del hombre es como el papel pegajoso que se usa para atrapar
moscas en el verano. Todo lo que entra en contacto con el papel matamoscas queda
adherido allí. No importa si es un cabello, una pluma o un pañuelo, en cuanto tiene
contacto con el papel matamoscas queda adherido. Ocurre lo mismo con el corazón
del hombre. Cuando toca la literatura, la literatura se le pega. Cuando el corazón del
hombre “toca” el dinero, el dinero se adhiere a él. El hombre se siente confundido
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debido a que son muchas las cosas que se adhieren a su corazón. Por ejemplo, el
corazón de una esposa puede estar ocupado por su esposo, sus hijos, la casa, el
dinero, la ropa, la nevera y el carro. Además de todo esto, ella desea al Señor. Por
consiguiente, ¿cómo puede ella evitar que los ojos de su corazón se nublen? Es muy
difícil que el corazón del hombre esté vacío. Cuando una persona es joven, su corazón
es desenfrenado; pero después que envejece, su corazón se nubla.
Una vez mientras Charles Spurgeon predicaba, dijo: “¡Miren a este hombre que está
aquí! Sus pies han crecido en su corazón!”. Todos se pusieron de pie pero no vieron
nada extraño. Entonces, explicó: “Los pies de este hombre son para andar sobre la
tierra y el corazón no debe tocar la tierra, pero hoy todas las cosas de la tierra han
entrado en el corazón del hombre. Es por eso que digo que los pies del hombre han
crecido en su corazón”. ¿Es esto una broma? Muchas veces le pregunto a un niño:
“¿Deseas tener al Señor Jesús?”, y su respuesta es: “Sí, quiero tener al Señor Jesús”.
Luego le pregunto: “¿Quieres ropa?”, y dice: “Sí, quiero ropa”. Después le pregunto:
“¿Quieres unos dólares?, y contesta: “Sí, quiero unos dólares”. ¿No es esto un buen
ejemplo de “pies que crecen en el corazón”? Todos nuestros corazones son impuros.
Esta impureza no necesariamente significa que tengamos pecados y suciedad. Tal
vez no tengamos ningún pecado ni nada sucio, pero es posible que sí tengamos
muchos intereses y pasatiempos. En Génesis, después de que el hombre perdió a
Dios a causa de la caída, empezó a buscar muchas otras cosas para reemplazarlo.
Como resultado, los miles de años de historia humana nos muestran que después de
abandonar a Dios, el hombre cayó en el mundo materialista y hasta ahora no ha
podido rescatarse a sí mismo.
La caída del hombre tuvo dos resultados: uno es que el hombre cayó en la trampa de
las cosas materiales, y la otra es que el hombre cayó en la trampa de los pecados. Las
cosas materiales son para el deleite del hombre. Si el hombre tiene a Dios, no necesita
de las cosas materiales para su deleite. Pero puesto que el hombre perdió a Dios y no
tiene a Dios, necesita tener el disfrute de las cosas materiales. Las cosas materiales
por ser un sustituto de Dios, son una imitación falsa. Aquellos que recalcan la
importancia del disfrute de lo material buscan satisfacción y consuelo en el mundo
material porque no tienen a Dios. Una persona que tiene a Dios pone a un lado las
cosas materiales. Cuando la carne del hombre tiene ansias por las cosas materiales,
esto lo conduce a muchas concupiscencias. Una vez alguien me preguntó si estaba
bien ir a un teatro. Yo le dije que no. Entonces me dijo que ir al teatro no era
pecaminoso. Es cierto que el teatro en sí no es pecaminoso, pero sí puede despertar
su concupiscencia y llevarlo a pecar. A muchas personas les gusta ir al cine, y algunas
películas no son necesariamente pecaminosas. Sin embargo, después de ir al cine
varias veces, su concupiscencia se despertará. De la misma manera, ponerse ropa
bonita y usar cosméticos no son necesariamente cosas pecaminosas. Sin embargo,
este disfrute puede despertar la concupiscencia y conducirlo al pecado. El disfrute
de las cosas materiales siempre conduce al pecado. Éste es un principio inalterable.
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Las personas más disolutas son las que disfrutan más de las cosas materiales. Ellas
hacen hincapié en el disfrute de la comida, el vestido, la vivienda y de un medio de
transporte, y al final son conquistadas por sus concupiscencias. Por lo tanto, el
resultado de caer en la trampa de las cosas materiales es que el hombre cae en la
trampa de los pecados. Las cosas materiales hacen que la concupiscencia del hombre
se desarrolle. Todas las diferentes clases de cosas materiales han sido organizadas y
sistematizadas hasta formar un mundo material. El hombre existe en el mundo
únicamente para su vivir, el cual se mantiene por medio del alimento, el vestido, el
abrigo y el transporte. Cuando una persona tiene algún problema relacionado con su
vivir, su disfrute es afectado. Si no tiene lo suficiente para comer, si no tiene un
abrigo para calentarse, si no tiene un lugar donde vivir y si no tiene un medio de
transporte, eso significa que sus necesidades básicas aún no han sido resueltas. Y
estos asuntos están relacionados con el disfrute de las cosas materiales.
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oración no están de acuerdo con el deseo de Dios. Si Dios tiene misericordia de
ustedes, no los hará ricos, porque la riqueza es Satanás mismo disfrazado. Para
hablarles con franqueza, les digo que ése es el mundo y ése es el pecado; en realidad
ésa no es una bendición. Debido a que nuestro corazón no es puro siempre
esperamos que Dios nos bendiga y nos dé paz. Aquellos que adoran a Buda ofrecen
cánticos y ruegos, con la esperanza de que los dioses que otorgan bendiciones y paz
respondan a sus ruegos. Sin embargo, los cristianos no deben orar así, por cuanto
esta clase de oración no agrada a Dios. La Biblia dice: “Porque ¿qué aprovechará al
hombre, si gana todo el mundo, y pierde la vida de su alma? ¿O qué dará el hombre
a cambio de la vida de su alma?” (Mt. 16:26). Si una persona desea seguir al Señor,
debe vender todos sus bienes y darlos a los pobres, y entonces tendrá un tesoro en
los cielos (19:21).
Los cristianos hoy en día se encuentran en una situación tan lamentable que valoran
lo que los santos del primer siglo desechaban. En el capítulo 1 de Eclesiastés,
Salomón declaró que todas las cosas bajo el sol son vanidad de vanidades (v. 2). Si
Dios nos diera cosas materiales, Él nos estaría dando vanidad. En el Nuevo
Testamento, Pablo, quien era un hombre que conocía a Dios, dijo que las cosas
materiales eran desechos, estiércol y cosas apestosas sin valor (Fil. 3:7-8). Sin
embargo, muchos cristianos hoy consideran estas cosas apestosas como si fueran un
tesoro. Esto se debe a que el hombre, después de que cayó en la trampa del disfrute
de las cosas materiales, no es capaz de discernir la verdadera naturaleza de estas
cosas. Es por eso que algunos incluso preguntan desconcertados: “¿Está usted
hablando en serio al decirnos que no debemos preocuparnos por el alimento ni por
nuestra subsistencia? ¿Por qué tenemos que venir a una religión que ni siquiera
puede proveernos lo necesario para nuestro vivir?”. Muchas personas han hecho esta
clase de preguntas. Esto sólo nos muestra la situación tan lamentable en que se
encuentran los hombres que han caído en la trampa de las cosas materiales. Sin
embargo, la salvación que Dios efectúa nos libera de la condición caída del mundo
material, así como nos ha librado de nuestras concupiscencias. Por consiguiente, los
cristianos no deben tomar nada más que a Dios mismo como su meta.
EL MODELO CRISTIANO
En los primeros dos o tres siglos aparecieron estos cristianos modelos. A ellos no les
importaba nada que no fuera Cristo; como resultado, abandonaron toda su riqueza
y fama, y estuvieron dispuestos a pasar hambre y a sufrir el martirio. Incluso en los
siglos XIII y XIV todavía se podía encontrar este tipo de cristianos. Un ejemplo de
esto es Francisco de Asís. Él provenía de una familia adinerada y había recibido una
gran herencia de su padre. Pero un día mientras meditaba recibió una revelación. Él
pudo ver que una persona pierde a Dios si gana riquezas, y que si gana a Dios no
habrá en él ningún espacio para las riquezas. Francisco de Asís había encontrado la
meta de la vida humana, la cual es simplemente Dios mismo. Él comprendió que si
quería cualquier cosa que no fuera Dios, perdería a Dios. Ese día el Señor le dijo:
“Vende todos tus bienes”, y él respondió resueltamente: “Señor, venderé todos mis
bienes para seguirte a Ti”.
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En otra ocasión, mientras Francisco de Asís meditaba en la presencia de Dios,
alguien le dijo en broma que él estaba pensando en casarse. Al oír esto respondió:
“¡Tienes toda la razón! Estaba pensando en comprometerme con una joven llamada
Pobreza. De hecho, acabo de comprometerme con Pobreza”. Después de decir esto,
se puso en pie y ese mismo día entregó todos sus bienes a los pobres. Muchos
cristianos se sintieron muy conmovidos por él y respondieron de la misma manera.
Éste es el modelo cristiano y la meta cristiana. Si los hijos de Dios desean ganar a
Dios, tienen que abandonar sus riquezas materiales y estar dispuestos a ser pobres.
El aire no puede entrar en una taza que está llena de agua; el agua tiene que ser
derramada para que el aire pueda entrar. Quiera Dios tener misericordia de nosotros
para que podamos ver esta realidad.
Puesto que somos hijos de Dios, nuestra meta no es el disfrute ni la paz, sino Dios
mismo. Quizás algunos digan que no pueden creer en esta clase de cristianismo; sin
embargo, muchos han creído en Cristo. En los pasados dos mil años decenas de miles
de cristianos se han hecho pobres voluntariamente para seguir al Señor. Hoy en día,
si deseamos seguir el camino del recobro, necesitamos también esta clase de visión
y carga, y así poder testificar, diciendo: “¡Todas las cosas son basura! Lo que busca
mi corazón no es paz ni bendiciones, sino a Dios mismo”. John Bunyan fue alguien
muy conocido en la historia de la literatura inglesa; él es el autor de El progreso del
peregrino. Se cree que en una ocasión él exclamó a gran voz: “¡Oh cielos, vengan!
¡Oh tierra ven! Yo alabaré al Señor, a quien sirvo, si me lleva al cielo; y si me manda
al infierno, todavía lo alabaré”. A él no le importaba el cielo ni el infierno; lo único
que le interesaba era Dios. Él no deseaba ni el disfrute de la era presente ni las
bendiciones de la era venidera, sino Dios mismo. Éste es el modelo apropiado de los
cristianos, y ésta también es la búsqueda apropiada de los cristianos.
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CAPÍTULO DOS
La mayoría de las personas piensan que ser un cristiano es ser un discípulo de Cristo,
así como un confucionista es un discípulo de Confucio y un socrático es un discípulo
de Sócrates. En realidad, ser un discípulo de Confucio o de Sócrates es diferente de
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ser un discípulo de Cristo Jesús. Todos aquellos que desean seguir a Cristo y ser Sus
discípulos deben tener a Cristo en ellos. Únicamente aquellos que tienen a Cristo
pueden ser discípulos Suyos. Si no tenemos la vida de Cristo, no podremos aprender
a Cristo. Pero si tenemos Su vida, entonces podremos ser Sus discípulos y aprender
de Él. Los discípulos de Cristo son aquellos que tienen a Cristo en su interior como
su vida, su poder, sus preferencias y su todo. Tales personas son la expresión de
Cristo.
Puesto que hemos sido salvos y hemos llegado a ser Cristo-hombres, a menudo
debemos preguntarnos en nuestra vida diaria: “Cuando digo esta palabra, ¿le agrada
al Cristo que está en mi interior? Cuando hago esto, ¿se siente contento el Cristo que
está en mí?”. Dos personas, antes de casarse, son independientes la una de la otra.
Cada una puede decidir a su antojo a qué hora levantarse, a qué hora acostarse, qué
va a comer y cuándo va a llegar a casa. No son controlados por otra persona. Pero
una vez que se casan, deben preocuparse por el sentir de su cónyuge. La esposa debe
considerar si su esposo se sentirá contento si ella llega tarde a casa y si le agrada la
ropa que viste; asimismo, el esposo debe tener en cuenta a su esposa con respecto a
los mismos asuntos. Si esto es así en la relación matrimonial, ¿cuánto más lo debe
ser en nuestro andar y vivir, ahora que el Señor ha entrado en nosotros y se ha unido
a nosotros?
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UN CRISTIANO TIENE A CRISTO
En primer lugar, una persona que es cristiana debe tener a Cristo. Una vez que
tenemos a Cristo, siempre debemos consultar con el Señor, buscando Su aprobación
en todo lo que hacemos en nuestra vida diaria. Esto es necesario porque cuando
tenemos a Cristo, nosotros lo representamos a Él en todo lo que hacemos. Es muy
importante que Él esté contento y que nos dé Su aprobación. Recuerden que el hecho
de que el Señor esté en nosotros es una gran protección para nosotros y es nuestra
inmensa sabiduría. Todos los verdaderos cristianos pueden testificar que muchas
veces mientras le consultaban algo al Señor, en su interior recibían sabiduría,
iluminación y la presencia del Señor. Muchas personas insensatas cometen actos de
necedad porque no le prestan atención al Señor, quien vive en ellos, y únicamente
buscan satisfacer sus propias preferencias y deseos. Una persona es insensata si
actúa independientemente del Señor y aparte de Él. Sin embargo, obtendrá sabiduría
si está dispuesta a olvidarse de sí misma y a preguntarle al Señor: “¿Quieres que haga
esto? ¿Estarías contento si no lo hago?”.
A muchas personas les resulta difícil creer que Dios existe, pero para nosotros es aún
más difícil creer que no existe. En los pasados días, un hermano que es albañil estuvo
reparando mi casa. Un día le pregunté: “Tú trabajas, y has estado haciendo esto todos
los días. ¿Es esto lo que quieres hacer en tu vida?”. Después de suspirar, dijo: “Yo
trabajo porque soy pobre, pero sería muy bendecido si fuera rico”. Le dije: “Tú en
realidad no conoces a Cristo. El dinero no es necesariamente una bendición. Ser rico
no necesariamente significa ser bendecido. Nosotros somos cristianos. Únicamente
los que tienen a Cristo son bendecidos”. Lamentablemente, son muchas las personas
que, siendo cristianas y teniendo a Cristo en ellas, viven como si no tuvieran a Cristo
debido a que no tienen lo suficiente de Él. No le llevan al Señor ninguno de sus
problemas. Pareciera que fuera lo mismo tener o no tener al Señor.
Hubo una pareja que recientemente se había casado, y el esposo empezó a quejarse
de su esposa ante los demás, diciendo: “No hay nadie como ella. Se va adonde quiere
y hace lo que le place; a ella no le importa en lo más mínimo lo que yo pienso”.
Muchos cristianos son así. Con respecto a ellos, prácticamente no hay ninguna
diferencia entre tener a Cristo y no tenerlo, pues hacen lo que les place, e ignoran
completamente el hecho de que Cristo existe. Aunque tienen a Cristo en su interior,
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no le prestan ninguna atención. Dicen lo que les agrada, se comportan
diplomáticamente como les place y tratan a los demás como se les antoja; parece que
no les importara en lo más mínimo cómo se siente Cristo. La única diferencia entre
ellos y los incrédulos es que los incrédulos se comportan desenfrenadamente y de
forma abierta, mientras que ellos, como son cristianos, se preocupan por su prestigio
y por ello no se comportan desenfrenadamente sino de manera oculta. Sin embargo,
recuerden que nosotros, los que tenemos a Cristo, no debemos tomar la moralidad
como nuestra norma de conducta, sino a Cristo, debido a que la norma de Cristo es
mucho más elevada que la norma de la moralidad. Muchas veces lo que la moralidad
nos permite hacer, Cristo no nos lo permite. Por lo tanto, espero que todos
aprendamos a consultar al Señor. Incluso al escoger la ropa que vamos a vestir,
debemos aprender a consultarle al Señor. Esto es lo que realmente significa permitir
que Cristo reine en nosotros.
Además de Cristo, los cristianos necesitan tener la Biblia, y tienen que leerla
diligentemente. Dios nos mostró Su misericordia al darnos, no sólo a Su Hijo
unigénito, sino también al darnos la Biblia. Por lo tanto, además de Cristo, tenemos
la Biblia. En el universo además de nuestro querido Señor, nada es más precioso que
la Biblia. Todos los que somos Cristo-hombres debemos siempre meditar en las
palabras de la Biblia a fin de ser sabios para salvación, y ser resguardados y
protegidos. Espero que todos los que valoran las palabras del Señor dediquen tiempo
para leer la Biblia y aprendan a consultarlo todo con la Biblia para averiguar qué es
lo que ella dice.
Cierto colaborador fue muy usado por Dios porque desde joven él se consagró a Dios
para hacer absolutamente todo conforme a la Biblia. Él dijo: “De ahora en adelante
no pertenezco al mundo, ni tampoco pertenezco a ningún hombre. Yo simplemente
quiero agradar a Dios; así que no haré nada que no le agrade”. En la Biblia él leyó
algo acerca de cómo uno debe vestirse pero no pudo encontrar nada acerca de usar
sombreros. Por consiguiente, sin importar cuán frío estuviera el clima, él no se ponía
sombrero. Esto puede parecer una broma; pero en principio, es correcto. Sin
embargo, no deben malentender esto y pensar que les estoy diciendo que no se
pongan sombreros. Lo que este hermano hizo indica el absoluto respeto que le tenía
a la Biblia.
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El principio del vivir cristiano no se basa en lo que dicen los hombres, sino en lo que
dice la Biblia. Si encontramos el principio del vivir cristiano en los ejemplos y
modelos que se encuentran en la Biblia, sabremos cómo conducirnos en nuestra vida
familiar y en nuestra vida social. Por lo tanto, en nuestra vida diaria, en los asuntos
grandes y pequeños, debemos escudriñar la Biblia para ver qué dice de las cosas que
debemos hacer. Las personas más bendecidas y sabias son aquellas que conocen la
Biblia. La Biblia es el libro que mejor puede alumbrar a las personas en el mundo.
Todos tenemos muchos problemas que no podemos resolver, pero una vez que los
traemos a la Biblia, se resuelven fácilmente.
Algunas veces, debido a que la iglesia es grande, no es fácil para los hermanos que
toman la delantera tomar decisiones en asuntos relacionados con los hermanos y
hermanas. Normalmente, cuando alguien tiene un problema prefiere buscar el
consejo de personas que sean íntegras. En la iglesia nosotros somos muy bendecidos
de que el Señor nos haya provisto con un grupo de creyentes devotos. Si alguien de
la iglesia en Taipéi piensa ir a Taichung, debe preguntar dónde se reúne la iglesia en
Taichung. Debe ir únicamente al lugar donde están Cristo, la Biblia y la iglesia. La
iglesia es una gran ayuda para nosotros. A veces nos parece que las reuniones son
demasiado largas y aburridas, y no nos damos cuenta de que en realidad son una
gran bendición para nosotros. Otras veces cuando estamos lejos de casa, no tenemos
la oportunidad de reunirnos con los santos para tener comunión y partir el pan con
ellos, y nos sentimos vacíos interiormente; ciertamente extrañamos a los santos y
anhelamos partir el pan con ellos. Este sentimiento es semejante al que tenemos
cuando estamos escasos de alimento. Todos los días comemos, pero no nos damos
cuenta de lo preciosa que es la comida hasta que nos toca aguantar hambre por tres
días. Cuando tenemos hambre, no somos exigentes con la comida; en esos momentos
todo nos sabe delicioso.
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Si nos pusieran en un lugar donde no hay iglesia, después de un mes de estar sin
Cristo y de dos meses de estar sin otros cristianos, tendríamos el sentir de que
estamos en el lugar más miserable. A veces un simple ágape donde podemos comer
y tener comunión con otros santos nos transmite una sensación muy dulce. Esto es
lo que la iglesia nos provee. Tal vez algunos digan que pueden reunirse por su propia
cuenta en su casa. Y puede ser cierto, pero el sabor será diferente porque la iglesia
no está presente. Recuerden que la iglesia es un asunto extremadamente crucial y
nos imparte un tremendo suministro. Permítanme ponerme de ejemplo. Yo soy una
persona que habla por Dios. Si ustedes me mandaran a una montaña por un mes, al
regresar ya no tendría nada que predicar. Sin embargo, estando en la iglesia, después
de que les hablo hoy, tendré más de qué hablarles mañana, y después de mañana,
tendré aún más de qué hablarles pasado mañana. Nunca se me agotan las palabras
porque en la iglesia encuentro una fuente muy rica.
Todos aquellos que hablan por Dios saben lo preciosa que es la iglesia. Todas las
riquezas de la iglesia provienen de la iglesia y son infundidas nuevamente en la
iglesia. Los que recientemente han sido salvos no entienden esto completamente,
pero todos los santos que han experimentado la vida de iglesia tienen esta clase de
experiencia. Muchas veces no sabemos qué decir ni qué hacer pero por medio de la
iglesia y por estar unidos al Espíritu que está en nosotros, tenemos las palabras y la
dirección para proseguir. Por lo tanto, cada vez que tocamos el tema de la iglesia,
tocamos un asunto extremadamente crucial; esto afectará el camino que tomemos
por el resto de nuestra vida cristiana.
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para que dicha relación no se convierta en una simple amistad o relación social. El
amor es apropiado, pero no la intimidad. Aunque la intimidad no es pecado,
recuerden que la intimidad trae muerte a nuestro espíritu y nos hace perder la
presencia del Señor. Perdónenme por decirles que especialmente las hermanas
tienden a sobrepasar el límite en su mutuo contacto y comunión, y a veces llegan al
punto en que pierden su simplicidad en el Señor. No se olviden que debe haber un
límite: la cruz. Una vez que ustedes sobrepasen ese límite, y su relación con los santos
se convierta en una amistad, deben abandonar dicha relación. Sin embargo, es una
necesidad que un cristiano tenga a otros cristianos como compañeros espirituales,
así como Moisés tuvo a Josué, David a Jonatán y Daniel a sus tres compañeros. En
el Nuevo Testamento, Pedro tuvo a Jacobo, y Pablo tuvo a Timoteo; todos ellos
tuvieron compañeros en el Señor. Asimismo, todo cristiano debe tener algunos
compañeros espirituales en la iglesia. Entonces será un cristiano fuerte, gozoso y
apropiado.
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CAPÍTULO TRES
Como personas que han sido salvas, debemos tener al menos un conocimiento básico
con respecto a ciertos asuntos, tales como el hecho de que Dios existe, de que Jesús
es nuestro Salvador, el hecho de que somos pecadores, de que nuestros pecados han
sido perdonados y el hecho de que tenemos la vida del Señor en nosotros. Además
de esto, debemos también saber cómo la Biblia llegó a existir, cómo fue transmitida
de una generación a otra, cómo fue traducida y cuáles son sus diferentes funciones.
También debemos saber quién es Cristo. ¿Él es Dios o es sólo un hombre? ¿Qué era
Él en el pasado, y qué será en el futuro? Aparte de esto, debemos saber cómo se ha
desarrollado el cristianismo sobre la tierra. ¿Cuál es la “antigua religión”? ¿Cuál es
la “nueva religión”? ¿Qué cosa es la Iglesia Católica o la Iglesia Católica Romana?
¿Qué cosa es la Iglesia Griega Ortodoxa o la Iglesia Oriental Ortodoxa? Debemos
tener un conocimiento básico de todos estos asuntos.
EL ORIGEN DE LA BIBLIA
La Biblia es la Palabra de Dios
Todos los cristianos reconocen que la Biblia es la palabra de Dios, el hablar de Dios.
Pero no es sólo eso, la Biblia es Dios mismo que le habla al hombre en un lenguaje
humano. La Biblia procede de Dios y contiene el hablar de Dios; sin embargo, en ella
Dios habla con palabras que son comprensibles para el hombre. Debido a que el
hombre entiende únicamente el lenguaje humano, y debido a que Dios desea
hablarle al hombre, Dios se ve obligado a usar un lenguaje que el hombre pueda
entender. Podemos comparar esto a la manera en que usamos el lenguaje apropiado
para expresar nuestras ideas a un extranjero; a pesar de que hablamos en un lenguaje
extranjero, el contenido sigue siendo nuestros pensamientos.
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absolutamente correcto. Sin embargo, una vez que les explico lo que tengo, nadie
tendrá que adivinar, pues todos sabrán lo que tengo.
Dios es un Dios que habla; Él se revela a Sí mismo al hombre por medio de Su hablar.
Quienes no conocen a Dios dirán que todas las cosas son realmente un misterio; pero
los que conocen a Dios pueden entender Su revelación porque tienen al Espíritu por
dentro y la Biblia por fuera. El universo no es un misterio para ellos, y todo lo
relacionado con el universo es para ellos tan claro como el agua. Si Dios nunca
hubiese hablado a la humanidad, entonces no podríamos saber cómo proceder
mientras vivimos aquí en la tierra. Hebreos 1:1-2a dice: “Dios, habiendo hablado
parcial y diversamente en tiempos pasados a los padres en los profetas, al final de
estos días nos ha hablado en el Hijo”. Dios habló a los padres en tiempos pasados,
pero ahora Él nos habla. Además, Dios no simplemente habla, sino que habla
continuamente. Esto ciertamente es algo muy precioso y maravilloso.
Algunos podrían preguntar: ¿cómo puede la Biblia ser la palabra de Dios? ¿No fue la
Biblia escrita por hombres? Esto no es difícil de explicar. Por ejemplo, cuando
alguien lo llama a usted por teléfono y usted escucha la voz por el auricular, ¿diría
usted que esa voz es la voz del auricular? Todos sabemos que la voz que se escucha
por el auricular es la voz de la persona que está hablando por la línea telefónica.
Aparentemente, la Biblia es la palabra de los hombres; pero en realidad, es Dios
mismo que habla en los hombres y por medio de ellos. En 2 Timoteo 3:16 dice: “Toda
la Escritura es inspirada por Dios” (Reina-Valera, 1995). En griego, la fraseinspirada
por Dios significa “dada por el aliento de Dios”. La Escritura es la palabra que Dios
infundió en los hombres por medio de Su aliento y luego fue escrita por los hombres.
Ella contiene los pensamientos de Dios, los cuales fueron “escritos” en los hombres
y luego comunicados por medio de ellos. Podemos usar como ejemplo una
grabadora. La voz que es exhalada por un cantante, se guarda en un disco y luego se
puede escuchar nuevamente a través de un tocadiscos. Todos sabemos que la voz y
las palabras que son guardadas en el disco son exactamente iguales a la voz y a las
palabras del cantante. Lo mismo sucedió en el principio cuando Dios exhaló Sus
pensamientos para que éstos fuesen recibidos por los hombres y luego comunicados
por medio de ellos.
17
Todo escritor de las Escrituras confesaría con reverencia que lo que escribió no
fueron sus propias palabras, sino las palabras de Dios. En el Antiguo Testamento se
menciona frecuentemente que los hombres fueron inspirados por Dios. Balaam,
quien fue un profeta perverso, originalmente se había propuesto maldecir a los
israelitas, pero luego comprendió que esto no dependía de él, pues cada vez que abría
su boca, salían palabras de bendición en vez de palabras de maldición. Éstas no eran
las palabras que él se había propuesto hablar; al contrario, ellas fueron más allá de
lo que él esperaba (Nm. 23—24). De este modo, nosotros podemos entender lo que
significa ser inspirado por Dios. Dios habló por medio de los hombres al inspirarlos.
Esto significa que el Espíritu de Dios vino sobre los hombres y escribió la palabra de
Dios por medio de ellos. La Biblia fue escrita de esta manera.
18
Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, puesto que la imprenta aún no había sido
inventada, la Biblia tenía que ser copiada a mano en pieles de cordero. Los escribas
judíos hacían las copias de las Escrituras con mucha reverencia. La historia nos
cuenta que ellos escribían en pergaminos hechos de la mejor piel de cordero y tenían
sumo cuidado al copiar los textos. Ellos contaban no sólo las palabras, sino cada una
de las letras de cada línea. Si descubrían que una letra había quedado mal escrita,
desechaban toda la copia. Se dice que los escritores también tenían que pronunciar
cada palabra en voz alta antes de escribirla. Otro requisito era que tenían que limpiar
la pluma antes de escribir el nombre de Dios en cualquiera de sus formas, y lavar
todo su cuerpo antes de escribir la palabra Jehová. Esto nos muestra cuánta
reverencia tenían ellos por las Santas Escrituras. Después de que el Señor Jesús
partió de este mundo, los apóstoles fueron inspirados a escribir el Nuevo
Testamento. Para el año 100 d. C. ya estaba completo todo el Nuevo Testamento. En
el segundo siglo, las personas temerosas de Dios a menudo citaban las palabras del
Nuevo Testamento en sus escritos. Esto demuestra que tan sólo cien años después
de que el Señor partió, ya existía el Nuevo Testamento.
El Antiguo Testamento fue escrito en hebreo, el antiguo idioma de los judíos. Sin
embargo, los siguientes cuatro pasajes, fueron escritos en arameo: Jeremías 10:11;
Daniel 2:4—7:28; Esdras 4:8—6:18; y Esdras 7:12-26. Estos pasajes contienen
relatos de eventos relacionados con los babilonios, quienes hablaban en el idioma
arameo; es por eso que fueron escritos en arameo y no en hebreo. Los caldeos
también adoptaron el idioma arameo. En la época del Señor Jesús, muchos judíos
aún hablaban el idioma arameo. Para ese entonces el Imperio Romano ya había
conquistado la tierra de Israel. Cuando el Imperio Romano conquistó todas las áreas
alrededor del mar Mediterráneo y propagó la cultura griega a todos esos lugares, el
idioma griego vino a ser la lengua común del Imperio Romano de ese tiempo. Por
esta razón, los apóstoles emplearon el idioma griego al escribir el Nuevo Testamento.
Sin embargo, la Biblia que comúnmente usamos hoy no fue traducida de los
manuscritos originales porque todos ellos se perdieron. Según los eruditos de los
antiguos manuscritos, el manuscrito más antiguo que se ha descubierto data de los
siglos III y IV d. C. En otras palabras, los manuscritos más antiguos sólo tienen entre
1500 y 1600 años de antigüedad. Aunque los manuscritos originales ya no existen,
hay tres manuscritos antiguos que todavía existen. Se cree que estos tres son parte
de las cincuenta copias de la Biblia que fueron hechas por edicto del emperador
Constantino en el año 330 d. C.
De estos tres manuscritos, el más antiguo y más completo se le conoce con el nombre
deVaticanus y está guardado en la biblioteca del Vaticano. Fue hecho alrededor del
año 350 d. C. y descubierto hace más de 500 años. La segunda copia, que fue
maravillosamente escrita, es el manuscrito Sinaiticus. Fue descubierto en 1844 por
el doctor Tischendorf, un reconocido erudito alemán, en un monasterio ubicado al
pie del monte de Sinaí. Más tarde, fue puesto en la Biblioteca Real de Rusia hasta
1933, cuando fue vendida al museo de Londres por 100,000 libras esterlinas. La
tercera copia es el manuscrito Alexandrinus. Esta copia fue presentada al rey Carlos
I en 1628 por Cirilo Lucar, un patriarca griego de Alejandría, y también se halla
19
guardada en el museo británico, en Londres. Por consiguiente, dos de estos tres
manuscritos antiguos están en Londres y uno está en el Vaticano.
LA TRADUCCIÓN DE LA BIBLIA
Alrededor del año 400 a. C. todos los libros del Antiguo Testamento ya se habían
escrito. Para el año 300 a. C. los judíos que vivían en Egipto, en la ciudad de
Alejandría, habían empezado a traducir la Biblia del hebreo al griego. Los cinco libros
de Moisés se terminaron de traducir alrededor del año 270 a. C., y los demás libros
del Antiguo Testamento se tradujeron en los siguientes ciento cincuenta años. Esto
llegó a ser la traducción más antigua de la Biblia hebrea. Según la Carta de
Aristeas, esta traducción fue hecha por setenta y dos eruditos, los cuales eran
expertos en hebreo y en griego; por esta razón, se le llamó Septuaginta, la cual es la
traducción más antigua de la Biblia. Más tarde, cuando el Imperio Romano unificó
las áreas de los alrededores del mar Mediterráneo, algunos empezaron a traducir la
Biblia al latín, pero sus traducciones se hicieron de una manera burda en lengua
vernácula y contenían muchas cosas absurdas. En el año 384 d. C. Jerónimo, uno de
los padres de la iglesia, condujo una revisión del Nuevo Testamento en latín; y su
obra de traducir nuevamente el Nuevo Testamento terminó en el año 388 d. C. La
traducción del Antiguo Testamento del hebreo original al latín se terminó en el año
404 d. C. Esta versión posteriormente fue llamada La Vulgata, que es una palabra
latina que significa “hecha común”. Por consiguiente, también se conoce como la
versión del latín “común” y hasta el día de hoy la Iglesia Católica Romana todavía la
usa.
20
las versiones que posteriormente se publicaron en chino se conformaron a esta
versión.
A través de las generaciones los cristianos han tenido muchas maneras de leer la
Biblia. Algunas requieren mucho tiempo y esfuerzo pero producen muy poco
resultado, mientras que otras requieren igualmente mucho tiempo y esfuerzo pero
no producen ningún resultado. Sin embargo, una manera de leer la Biblia que vale
la pena probar, es leerla una vez al año. Todos los días lea un capítulo del Nuevo
Testamento y tres del Antiguo Testamento; en otras palabras, lea cuatro capítulos
cada día. De esta manera, podrá leer toda la Biblia en un año. Lo mejor es leer el
Nuevo Testamento por la mañana y el Antiguo Testamento durante el día. Leer la
Biblia de esta manera es aún más necesario para los nuevos creyentes. Después de
levantarse por la mañana, antes de hacer cualquier cosa, debe orar y leer la Biblia.
Esto no requiere mucho tiempo. Normalmente la gente piensa que no tiene
suficientes horas en el día, pero si apartamos un tiempo para leer la Palabra y para
orar, recibiremos el beneficio de redimir nuestro tiempo. Más importante que eso,
nos nutrirá y abastecerá cada día; no sólo aumentará nuestro conocimiento, sino que
también creceremos en la vida divina.
Además, cuando usted lea la Biblia, en primer lugar, debe seguir su secuencia. Lea el
Antiguo Testamento comenzando desde Génesis, y el Nuevo Testamento
comenzando desde Mateo, leyendo ambas partes de forma paralela, y llevando la
21
secuencia capítulo por capítulo y versículo por versículo. De esta manera, fácilmente
podrá terminar de leer la Biblia una vez cada año. En segundo lugar, no es necesario
buscar recibir un entendimiento profundo. De hecho, buscar un entendimiento
profundo más bien podrá convertirse en un estorbo. Cuando usted apenas está
comenzando a leer la Biblia, cuanto más lea, mejor. No lea solamente más capítulos;
más bien, lea más libros. Tercero, es necesario que preste atención a los hechos o al
resumen de cada capítulo. Por ejemplo, Mateo 1 nos habla de dos cosas: en primer
lugar, de la genealogía de Cristo, y en segundo lugar, del nacimiento de Cristo. Basta
con que recordemos estos hechos.
Cuarto, reciba inspiración de cada capítulo que usted lee. Es posible que en ese
capítulo haya una frase o unos cuantos versículos que lo hayan conmovido más.
Usted debe meditar en ellos, hacer oraciones con base en ellos y memorizarlos. Por
ejemplo, Mateo 1:21 dice: “Y dará a luz un hijo, y llamarás Su nombre Jesús, porque
Él salvará a Su pueblo de sus pecados”. Si usted se siente conmovido por estas
palabras “porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados”, debe orar, diciendo: “Señor
Jesús, te pido que me laves de todos los pecados que aún estén en mí. Señor, soy
pecaminoso. Sálvame de mis pecados”. Al hacer esto, los beneficios que recibirá
diariamente serán inconmensurables. Si no entiende cierto pasaje de la Palabra, no
se ponga ansioso ni trate de entenderlo inmediatamente. Con el tiempo, cuando
usted vuelva a leer ese pasaje, espontáneamente entenderá más y finalmente lo
entenderá cabalmente.
Si leemos la Biblia de esta manera, cuanto más la leamos, más ayuda recibiremos y
más creceremos en nuestra vida espiritual. Éste es un ciclo continuo de causa y
efecto. Además, lo mejor es leer rápidamente todo el Antiguo Testamento;
simplemente trate de retener en su memoria los hechos y con esto bastará. Los días
feriados y las vacaciones son los mejores tiempos para leer la Biblia. En esas
ocasiones, debemos dedicar más tiempo para leer y memorizar las Escrituras. Esto
dará estabilidad a nuestra vida cristiana y nos ayudará a no resbalar. Cuando leemos
la Biblia, nos acercamos a Dios; es por eso que cada vez que leemos la Biblia nos
sentimos refrescados. A muchos de nosotros nos encanta leer revistas y periódicos;
sin embargo, esta clase de lectura sólo logra que aumenten nuestras preocupaciones;
no puede refrescarnos. En cambio, cuando leemos la Biblia siempre somos
refrescados. Esto es sencillamente como un vaso que es lavado con agua; aunque el
vaso está vacío, al menos está limpio.
Quizás alguien pregunte: “¿Cómo puedo leer la Biblia? Tengo muy mala memoria y
no puedo acordarme de nada de lo que leo”. Recordar lo que hemos leído es otro
asunto. El propósito principal de leer la Biblia es que seamos nutridos e iluminados
para que así obtengamos fuerza para vivir, para tener luz en nuestro camino y tener
crecimiento en nuestra vida espiritual. Espero que inmediatamente empecemos a
practicar esto.
22
CAPÍTULO CUATRO
EL CONTENIDO DE LA IGLESIA
La historia del cristianismo, es una crónica del curso que el cristianismo tomó sobre
la tierra, donde nos describe su desarrollo que tuvo en los pasados dos mil años y la
condición en la que se encuentra hoy delante de todo el mundo. Necesitamos tener
el conocimiento de esta historia a fin de entender la condición del cristianismo.
Asimismo necesitamos recibir la revelación que nos transmite la Palabra de Dios, a
fin de ver qué es la iglesia que Dios desea.
LA IGLESIA SE DEFORMÓ
AL PASAR POR LAS MANOS HUMANAS
La iglesia, que en los pasados dos mil años se propagó de oriente a occidente y ahora
está entre nosotros, ya no se encuentra en su forma original. Simplemente considere
lo siguiente: si un objeto pasara de mis manos a las suyas y después pasara a
doscientas manos más, ¿qué le sucedería? ¿No se alteraría su forma? Debemos creer
en Cristo y en la Biblia, pero no debemos creer en el cristianismo en su forma actual.
Cristo es inmutable. A través de los siglos muchas personas han tratado de cambiar
a Cristo; sin embargo, Cristo permanece igual. Antes de la primera Guerra Mundial
sopló en Europa un viento fuerte que intentaba cambiar a Cristo. Este viento
rápidamente pasó a los Estados Unidos, y después de la primera Guerra Mundial fue
a China. Pero Cristo no pudo ser alterado. De igual manera, la Biblia también es
inmutable. Sin embargo, lo que llamamos cristianismo ha sido alterado tan
drásticamente que hoy en día es imposible reconocerlo.
Debemos tener una fe absoluta en Cristo y en las Escrituras. Pero debemos poner en
tela de juicio cada uno de los asuntos y aspectos relacionados con el cristianismo.
23
Por ejemplo, cuando vemos una capilla, debemos preguntarnos: ¿Había capillas en
la iglesia original? Cuando oímos repicar las campanas de la iglesia, debemos
preguntarnos: ¿la iglesia original tenía campanas? Cuando vemos la cruz, también
debemos preguntarnos: ¿la iglesia original tenía cruces? Cuando vemos el clero, con
mayor razón debemos preguntarnos: ¿había clero en la iglesia original? Con respecto
a todo lo relacionado con la condición actual del cristianismo, muy seriamente
debemos preguntarnos si estas cosas realmente existían en el principio. Hay
demasiadas cosas en el cristianismo que no son conforme a la Biblia. Sin embargo,
en la iglesia verdadera todo debe conformarse a la Biblia.
Yo fui salvo cuando todavía estaba en la escuela. Un año antes de que fuera salvo, ya
era un supuesto miembro de la iglesia. Después de ser salvo, empecé a leer la Biblia
con diligencia, y poco a poco fui descubriendo que en la iglesia donde me reunía
habían muchas prácticas que no podía encontrar en la Biblia. Como consecuencia,
surgieron en mí muchos interrogantes con respecto a estas cosas. Cada vez que tenía
oportunidad, iba a ver al pastor u otros líderes de la iglesia para hablar de estos
asuntos. Sin embargo, cuanto más me hablaban, más sentía que algo andaba mal.
Ellos no tenían muchas de las cosas que yo había encontrado en la Biblia, y, por otro
lado, tenían muchas otras cosas que no había encontrado en la Biblia. Ellos habían
cambiado casi todo, salvo las verdades fundamentales tales como el hecho de que
Jesús es nuestro Salvador y de que Jesús es el Dios verdadero. Es por esta razón que
debemos poner en tela de juicio al cristianismo actual.
LA IGLESIA NO ES
UN EDIFICIO FÍSICO DONDE SE ADORA
24
o santuarios. Sin embargo, cuando originalmente la iglesia fue establecida, la
adoración a Dios no se llevaba a cabo “ni en este monte ni en Jerusalén”, sino “en
espíritu” (Jn. 4:21, 23). Lo único que le interesa a Dios es nuestro espíritu. Por esta
razón, la Biblia nos dice que, individualmente, nuestro cuerpo es el templo del
Espíritu Santo. Eso significa que Dios mora en nosotros (1 Co. 6:19; Ef. 2:22).
Corporativamente, la iglesia es la casa de Dios, la morada de Dios. Esto significa que
Dios mora en la iglesia (1 Ti. 3:15). Por lo tanto, la iglesia no es un edificio físico para
adorar de forma religiosa.
Según el concepto religioso del hombre, una casa que es usada para las reuniones de
la iglesia es diferente de cualquier otra casa. Una vez conocí a un grupo de creyentes
de Tientsin que llamó a su local de reuniones “salón de asamblea santo”. Me
preguntaba si estas personas no llamarían también sus hogares “residencias santas”.
Por supuesto, un salón de reuniones y una casa común y corriente son distintas, pero
la diferencia estriba únicamente en el propósito para el cual se usan, no en el hecho
de que sean lugares santos o comunes. Cuando el Señor empezó Su obra de recobro
en China, surgieron cristianos que siguieron el camino del recobro en muchas
ciudades importantes. En aquel tiempo hubo un grupo de creyentes jóvenes que
estaban estudiando medicina en la universidad de Ch’i-Lu. Después de que vieron la
luz del Señor, empezaron a amarlo fervorosamente. Debido a que eran estudiantes
que vivían en dormitorios, no tenían una casa o lugar donde reunirse. Por
consiguiente, su primera reunión de la mesa del Señor tuvo lugar en un cementerio.
Ellos pusieron el pan y la copa en una mesa donde se ofrecían sacrificios, y de esta
manera ellos adoraron al Señor y lo recordaron. Sin embargo, todos los que
asistieron a aquella reunión testificaron que nunca antes habían tocado la realidad
de los cielos ni sentido lo precioso que es el Señor, tanto como ese día.
25
Como hijos de Dios, tenemos que comprender que todas las cosas físicas finalmente
serán destruidas. Debemos edificar únicamente con las cosas que son espirituales.
Al cristianismo degradado siempre le gusta mostrar a las personas un piano de cola,
un púlpito hermoso y una fachada bellísima. No debemos ser así. La iglesia no
necesariamente recibirá más de las bendiciones de Dios si logra conseguir un
espléndido edificio; en lugar de ello, la verdadera bendición de Dios es cuando la
iglesia tiene la presencia de Dios con Su vida, poder y fuerza. A veces los creyentes
tienen el deseo de reunirse al aire libre, pero a algunos les preocupa que no haya
podio ni piano. En realidad, la iglesia originalmente no tenía estas cosas. Las cosas
físicas son secundarias porque lo que estamos edificando no es algo físico, sino algo
espiritual, donde las personas son fortalecidas en su interior. Ésta es la intención de
Dios.
Por otra parte, en la iglesia primitiva tampoco había jerarquía. Sin embargo, hoy en
muchas organizaciones cristianas hay una clase especial de personas llamada clero.
¿Es esto conforme a la Biblia? Usted puede servir a Dios y yo también puedo servirlo.
Todos podemos servir a Dios. ¿Hay alguna diferencia entre su servicio y mi servicio
a Dios? Quizás tengamos diferentes funciones y énfasis, pero en esencia su servicio
y el mío no deben ser diferentes. Si todos deseamos lograr la meta original de Dios,
cada uno de nosotros debe servir a Dios (1 P. 2:9).
En la iglesia primitiva, todo creyente era alguien que servía. Antes de ser salvos, ellos
vivían para mammon, pero desde el día en que fueron salvos, fueron sacados del
mundo y apartados para el Señor. Aunque todavía tenían sus ocupaciones, éstas eran
únicamente un medio de subsistencia. Su ocupación principal era servir a Dios.
Debemos ser como los primeros creyentes si deseamos servir a Dios. Nuestro trabajo
debe ser para nosotros una ocupación secundaria, simplemente un medio para
ganarnos la vida. Debemos comprender que ya no vivimos en esta tierra para
ganarnos la vida, sino para servir a Dios. Los primeros apóstoles y discípulos vivieron
de esta manera.
EL DESARROLLO DE LA JERARQUÍA
En el año 313 d. C., el emperador Constantino hizo del cristianismo la religión estatal
y la promovió grandemente. Les recomendó a los romanos que se unieran a la iglesia
y les prometió recompensas. Básicamente, los que se unieron a la iglesia buscando
recompensas eran personas que no eran regeneradas ni salvas y, por ende, no podían
servir a Dios. Ellas entraron a formar parte del cristianismo, pero Cristo no entró en
ellas. Eran personas que no habían sido salvas ni habían salido del mundo; al
contrario, todavía eran uno con el mundo. Cuando aumentó el número de este tipo
de personas, algunas decidieron introducir en el cristianismo el sistema judaico con
sus prácticas. En el judaísmo no todos podían servir a Dios, sino únicamente los
sacerdotes. Estos supuestos cristianos introdujeron el sistema sacerdotal judío en el
cristianismo, a fin de continuar llevando una vida mundana sin preocuparse por las
cosas espirituales. Así que todos los asuntos espirituales les fueron confiados a los
26
sacerdotes. En la Iglesia Católica se llamó “padres” a los sacerdotes. Los que se
conocen como “padres” de la Iglesia Católica son equivalentes a los sacerdotes del
judaísmo, y las túnicas largas que usan son iguales a las que usaban los sacerdotes
del Antiguo Testamento.
Durante la época de la Reforma, las reformas que Lutero llevó a cabo fueron muy
limitadas. De hecho, las iglesias protestantes heredaron muchas tradiciones de la
Iglesia Católica Romana. La Iglesia Católica tenía sacerdotes, mientras que las
iglesias protestantes tenían pastores. Muchas de las iglesias protestantes se llamaron
iglesias estatales. Por ejemplo, la Iglesia Anglicana, o la Iglesia de Inglaterra, se
estableció como iglesia estatal con sus pastores y obispos, quienes recibían su salario
del gobierno. Hasta el día de hoy, cuando el rey o la reina de Inglaterra es coronado,
el arzobispo tiene que poner sus manos sobre él o ella.
Cuando la Iglesia Episcopal se propagó a China, seguía siendo una iglesia estatal y
conservaba su clero, el cual era una copia del sistema sacerdotal de la Iglesia Católica
Romana. Más tarde, en el protestantismo surgieron iglesias privadas. Algunos
cristianos vieron en la Biblia la verdad en cuanto al bautismo, o sea, que una persona
debe ser bautizada después de creer en el Señor. Otros vieron que la iglesia debía ser
administrada por los ancianos. Por consiguiente, los que estaban a favor del
bautismo formaron la iglesia bautista, y los que estaban a favor de que la
administración de la iglesia estuviera a cargo de los ancianos formaron la iglesia
presbiteriana. Más tarde, John Wesley fue levantado por el Señor y, como resultado,
se levantó la iglesia wesleyana. Todas estas supuestas iglesias tenían un sistema
pastoral. Hoy en día en la Iglesia Católica Romana los sacerdotes continúan
ejerciendo los oficios sagrados y sirviendo a Dios a favor de la gente común.
Asimismo, las iglesias estatales protestantes tienen sus obispos y las iglesias privadas
tienen sus pastores. Este concepto del sistema clerical perjudica mucho a las
personas y les impide servir a Dios.
En el recobro del Señor no hay pastores; en lugar de ello, todos somos hermanos (Mt.
23:8-11). Los creyentes se llaman entre sí hermanos y hermanas. Si un hermano de
entre nosotros sirve a Dios, entonces todos debemos servir a Dios. A veces, con
respecto al asunto de las visitaciones, un hermano puede decir: “Es mejor que fulano
de tal visite a esa persona porque así ella será salva de forma definitiva”. Por un lado,
el hermano que dice esto muestra que a él le importan mucho las almas de las
personas, y debemos sentirnos muy gozosos por ello; pero, por otro lado, ¿por qué él
mismo no va a visitar y a predicar el evangelio a esa persona? Si él va, es posible que
no pueda predicar la palabra con tanta claridad, pero de todos modos debe salir a
visitar continuamente. Después de muchas visitas, podría pedirle a alguien que lo
acompañe. No hay clases especiales entre nosotros. Todos podemos y debemos
participar en cada uno de los aspectos del servicio a Dios. Una persona que es salva
tiene la vida de Dios en su interior y puede tener comunión con Dios. Por
27
consiguiente, debe servir a Dios. Todos nosotros, y no sólo unos pocos, debemos
participar en el servicio a Dios.
¿En qué consiste el cristianismo degradado? Consiste en que cada uno se preocupa
únicamente por sus propios asuntos y, por otro lado, deja el servicio a Dios en manos
de unos cuantos pastores o clérigos. Así como la gente le pide a los abogados que se
encargue de sus pleitos legales y le pide a los doctores que curen sus enfermedades,
de la misma forma los cristianos les piden a los pastores que sirvan a Dios por ellos.
Esto está completamente equivocado. En la iglesia original no existía esta práctica.
Ni Pedro ni Pablo practicaron esto. Pedro habría dicho: “Yo soy tu hermano”, y Pablo
habría expresado lo mismo. ¿En qué consiste la degradación de la iglesia? Si hay mil
ochocientos santos en la iglesia pero sólo doscientos o trescientos sirven a Dios, ésa
es una señal de la degradación de la iglesia. Entonces, ¿cuál sería la condición normal
de la iglesia? La condición normal de la iglesia consiste en que si hay mil ochocientos
santos, todos ellos sirven a Dios. Todos ellos participan en los servicios de predicar
el evangelio, orar y alabar. Todos ellos son hermanos que sirven juntos delante de
Dios.
Cuando alguien está enfermo en nuestra familia, especialmente si está muy enfermo,
por lo general les pedimos a los santos que consideramos más espirituales que oren
por el enfermo. Este tipo de acción generalmente tiene dos implicaciones: primero,
que creemos que nosotros somos incapaces de hacer esta clase de oración por
sanidad; y segundo, debido a nuestra superstición, pensamos que esta clase de
oración será más eficaz si la hacen aquellos que son más espirituales. Todos debemos
entender claramente que en la iglesia no hay nadie que gobierne ni nadie que se
especialice en la oración. Todos podemos orar y debemos orar. La degradación del
cristianismo dio por resultado el llamado clero. La Iglesia Católica se hizo tan grande
que tiene un Papa que se ha convertido en un rey de reyes que emite decretos que no
pueden ser alterados. Aunque el Papa no puede gobernar en toda la tierra, sí
gobierna en la Iglesia Católica a nivel mundial. El Señor Jesús dijo que no debíamos
ser como los gentiles que tienen gobernantes, y también que el que quisiera hacerse
grande entre ellos debía estar dispuesto a hacer las cosas más insignificantes (Mt.
28
20:25-27). En el servicio de limpieza en algunos locales, cuando los hermanos
responsables limpian los baños, esto es de mucho aliento para los santos pues
muestra que todos somos hermanos delante del Señor y, por tanto, que no hay
jerarquía entre nosotros. Si introducimos la jerarquía en la iglesia, la iglesia vendrá
a ser una sociedad. Tal vez podamos contratar sirvientes para nuestros hogares, pero
en la iglesia no hay sirvientes contratados. Tal vez tengamos jefes que están sobre
nosotros en la sociedad, pero no en la iglesia. La iglesia normal, es muy sencilla, está
compuesta únicamente de hermanos y hermanas; no existe otra categoría de
personas.
Yo tenía una familia joven cuando dejé mi trabajo para servir al Señor, y también
puedo testificar que lo que el Señor me dio en un año era mucho más de lo que había
tenido antes. Sin embargo, nada de lo que recibimos debemos conservarlo para
nuestro disfrute. Tenemos muchos hermanos y hermanas que aún no tienen un lugar
donde vivir, aún les hacen falta muchas cosas. Algunos de ellos deberían estar
descansando en su cama, pero han tenido que seguir trabajando para obtener su
sustento. Más aún, gran parte de la obra del evangelio tiene muchos gastos. Por
consiguiente, delante del Señor no debemos ser ricos, sino más bien debemos llevar
una vida de iglesia sencilla, una vida en la que, al igual que Pablo, vivimos “como
pobres, mas enriqueciendo a muchos” (2 Co. 6:10).
29
CAPÍTULO CINCO
LOS CRISTIANOS
SON UN PUEBLO PECULIAR PARA DIOS
En las Escrituras podemos ver que según la voluntad de Dios y lo dispuesto por Él,
así como también en Su salvación, un cristiano es una persona extraordinaria. Si un
cristiano es tan común y ordinario que no hay ninguna diferencia entre él y otro ser
humano, entonces algo anda mal. Puesto que es una persona que ha sido salva y que
tiene la vida de Dios en su interior, un cristiano tiene que ser una persona
extraordinaria. Tito 2:14 nos dice que Cristo “se dio a Sí mismo por nosotros para
redimirnos de toda iniquidad y purificar para Sí un pueblo especial [o peculiar], Su
posesión personal”. Esto significa que Dios nos salva para que seamos un pueblo
especial, un pueblo que sea Su única posesión, Su posesión peculiar. Ésta también
ha sido nuestra experiencia.
En las Escrituras, cuando se dice que un cristiano es especial o peculiar, esto significa
dos cosas. En primer lugar, significa que un cristiano es peculiar en su conducta
externa. Casi todos perciben que los cristianos genuinos se comportan de una
manera diferente a la gente del mundo. Muchas veces hemos dicho que el mundo es
una corriente poderosa. En esta corriente, las personas, aun cuando no sigan los
malos ejemplos ni hagan cosas malas, simplemente siguen la corriente del mundo.
Sin embargo, un cristiano genuino, después de que es salvo, no sigue la corriente del
mundo, sino que en muchas situaciones él va en contra de la corriente y siempre
hacia arriba. Por consiguiente, se comporta de una manera distinta a los demás, y
eso les parece peculiar a ellos. Por ejemplo, cuando algunas personas quieren ir al
cine, a ellos les parece extraño que un cristiano no quiera ir. Todas las personas del
mundo siguen en pos de la corriente, pero los cristianos no, debido a que han
recibido la salvación del Señor.
En segundo lugar, cuando se dice que un cristiano es peculiar, esto significa que en
su interior tiene una vida peculiar con una naturaleza peculiar. Aunque muchos
cristianos saben que han sido salvos, no saben en qué radica la diferencia entre ellos
30
y los incrédulos. La mayor diferencia radica en el hecho de que los cristianos tienen
la vida del Señor en su interior. Todos sabemos que cierta vida posee cierta
naturaleza con ciertas capacidades innatas. Por ejemplo, la vida del pez posee una
naturaleza particular que le permite nadar en el agua. Si metiéramos a un ave en el
agua, no sólo le disgustaría, sino que además su vida peligraría. Esto se debe a que
las aves no tienen la capacidad innata de vivir en el agua. Las aves vuelan en el aire,
mientras que los peces nadan en el agua. Tal vez a las aves les parezca que los peces
son raros porque no pueden volar en el aire, sino que únicamente viven en el agua.
En verdad es que los peces no son raros, sino que son diferentes. Sin embargo, la
diferencia no estriba simplemente en el comportamiento, sino en la vida que tienen.
Los peces viven en el agua no porque sean raros, sino porque tienen una vida que
disfruta estar en el agua y que también es capaz de permanecer en el agua. De igual
manera, todos los que creen en el Señor poseen Su vida, y esta vida tiene su propia
naturaleza, su capacidad innata, la cual hace que ellos sean diferentes de los
incrédulos. Esta diferencia es más elevada y mayor que la diferencia que existe entre
las aves y los peces.
Da con alegría
Permítanme explicar esto con un ejemplo. Antes de que una persona sea salva,
siempre se pone contenta cuando recibe algo, ya sea que lo reciba como regalo, lo
haya ganado merecidamente o lo haya conseguido de manera injusta. Sin embargo,
¿han experimentado ustedes que el gozo de dar es mucho mayor que el gozo de
recibir? Por supuesto, nos sentimos gozosos cuando alguien nos da cierta cantidad
de dinero o cualquier cosa material que nos trae deleite. Sin embargo, éste no es el
gozo mayor. El mayor gozo lo experimentamos cuando damos a los demás. He tenido
muchas experiencias de éstas. He sentido cierta medida de gozo cuando alguien me
ha dado un regalo; sin embargo, ése es un gozo externo, no interno. Por otro lado,
cuando me he ofrecido a ayudar a los hermanos y hermanas necesitados enviándoles
donativos, he experimentado un gozo indescriptible. Muchos hermanos y hermanas
no experimentan ningún gozo porque no están dispuestos a dar.
La vida que han recibido los cristianos tiene una naturaleza y una característica
especial, ésta es, que da con alegría. El Señor Jesús le dijo a un joven que vendiera
todos sus bienes y luego lo siguiera (Mt. 19:21). Juan el Bautista también dijo: “El
que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene alimentos, haga lo mismo”
(Lc. 3:11). Cuando la vida de Cristo entró en nosotros, con ella entró también la
naturaleza que nos lleva a dar con alegría. Si estamos dispuestos a dar algunos de
nuestros bienes a los pobres, nos daremos cuenta que sentimos un gozo muy grande.
Les digo con franqueza que, como cristianos, voluntariamente debiéramos apartar
una parte de nuestros bienes y compartirla con los pobres y necesitados. Si ponemos
esto en práctica, definitivamente tendremos gozo en nuestro interior.
31
al recibir el suministro. Como consecuencia, el día en que ellos se enteren de que
otros hermanos y hermanas también tienen problemas económicos, ellos
contribuirán con una parte de sus recursos conforme a la dirección del Señor.
Entonces el gozo que experimentarán será mucho más dulce que el gozo anterior.
Espero que todos podamos gustar esta dulzura.
No resiste a otros
Además, un cristiano también tiene una naturaleza que se deleita en ceder ante los
demás en lugar de resistirlos. En Mateo 5 el Señor Jesús nos dice: “A cualquiera que
te abofetee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera litigar
contigo y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a ir
una milla, ve con él dos” (vs. 39-41). Esto no es una simple enseñanza; es la
naturaleza de la vida del cristiano. Por ejemplo, es posible que usted tenga un
negocio en sociedad con otro hermano, y que en el momento de arreglar cuentas,
usted tenga una discusión con él acerca de las ganancias y los dividendos. Piense en
esto: ¿se siente usted más contento cuando está peleando por su parte o cuando está
dispuesto a recibir menos? Supongamos que usted y yo tenemos un negocio en
sociedad. Al final del año, cuando hay que ajustar cuentas, usted quiere quedarse con
el cincuenta por ciento de las ganancias, pero yo quiero el sesenta por ciento porque
considero que trabajé más. ¿Quién experimentará gozo en tal situación, usted o yo?
Al final, ninguno de nosotros experimentará gozo. Pero si usted, después de haber
disfrutado de la gracia, me dice: “Hermano, usted puede quedarse con el cien por
ciento de las ganancias”, entonces se sentirá gozoso. Y si yo también le digo a usted:
“Hermano, usted puede quedarse con toda la ganancia”, entonces yo también estaré
lleno de gozo.
Una vez, dos hermanos vinieron para hablar conmigo porque habían tenido una
disputa sobre algunos negocios. El hermano A dijo que el hermano B le estaba
pidiendo demasiado dinero, mientras que el hermano B dijo que era el hermano A
quien no había cumplido su promesa porque ésa era la suma que habían acordado
originalmente. Así que, me pidieron que representara a la iglesia y resolviera el
asunto de una manera justa. Entonces, tuve comunión con los hermanos
responsables, y todos ellos dijeron: “¡Eso es completamente irrazonable! ¿Cómo
puede un hermano pedirle al otro que le dé más de lo que le corresponde? ¿Y cómo
puede el hermano negarse a darle al otro lo que es debido?”. Todos ellos estaban de
acuerdo en que el asunto debía resolverse equitativamente, pero no sabían cómo
proceder, así que consultaron conmigo. Yo les dije: “Debemos decirle al hermano A
que le dé todo al hermano B, y también debemos pedirle al hermano B que le dé todo
al hermano A”. Según la enseñanza y el principio que la Biblia nos muestra, si cada
hermano resiste al otro, esto no conducirá a ninguno de ellos a experimentar paz y
gozo.
Así pues, cuando el hermano A vino para hablar conmigo, yo le dije: “Usted me pidió
que arreglara el asunto de una manera justa, y yo siento que el mejor arreglo es ir
más allá de lo que es justo”. Entonces me preguntó: “¿Qué quiere decir con eso de ir
más allá de lo que es justo?”. Le dije que sencillamente tenía que darle todo al
32
hermano B. Luego preguntó: “¿Cómo puede ser eso?”. Le dije: “Según lo que usted
me dijo, lo justo es darle el treinta por ciento. Si mi consejo es conforme a lo que
usted dice, aparentemente lo estaré ayudando, pero en realidad le estaría haciendo
daño porque usted perdería su gozo. Por otro lado, si usted le da toda la ganancia al
hermano B, tendrá gozo y su gozo será completo”. Después de escuchar estas
palabras, el hermano A empezó a derramar lágrimas, pese a que no eran lágrimas de
tristeza. Luego se arrodilló para orar y finalmente se marchó lleno de regocijo.
Cuando vino el hermano B, también le dije: “Tenemos que ir más allá de lo justo. La
Biblia, acertadamente nos dice, que cuando los hermanos se pelean unos con otros,
lo único que obtienen a cambio es estiércol y pierden su gozo. Como cristianos,
debemos ceder de buena gana ante los demás. A cualquiera que lo abofetee a usted
en la mejilla derecha, debe volverle también la otra. Ser cristiano es poder volver la
otra mejilla para que se la abofeteen. Si usted le da toda la ganancia al otro hermano,
rebozará de gozo”. Después de escuchar esto, el hermano B también se arrodilló a
orar porque ciertamente tenía la vida de Cristo.
Consideren esto: ¿quién tiene gozo, el que abofetea o el que es abofeteado? Los
cristianos son muy peculiares, pues se regocijan cuando otros los abofetean, pero no
se sienten contentos cuando abofetean a otros. Es por eso que les dije a esos dos
hermanos que si insistimos en que nos traten justamente, sin duda perderemos
nuestro gozo. La vida de los cristianos es una vida de paz y gozo. Cada vez que
disputamos con los demás, perdemos la paz y el gozo. Si no nos ocurre esto, es
posible que tengamos uno de estos dos problemas: o no somos salvos todavía, o la
vida que está en nosotros aún no se manifiesta adecuadamente. La Biblia nos dice
que es más bienaventurado dar que recibir (Hch. 20:35). Experimentamos más gozo
en nuestro interior cuando damos que cuando recibimos.
Los cristianos poseen una vida que no sólo está dispuesta a dar, sino que además no
le gusta hacer alarde. Por ejemplo, supongamos que una hermana que toca el piano
recibe una invitación para dar un recital. Y en ese recital, ella toca maravillosamente
y todos la elogian. ¿Creen ustedes que ella estará llena de regocijo al llegar a su casa?
¿Creen que ella podrá arrodillarse y orar? Si su condición es normal, ella no podrá
irse a casa llena de gozo. De hecho, en cuanto reciba la lluvia de elogios, perderá su
gozo interior. Esto es maravilloso. Pero si, por el contrario, a ella le va mal en su
presentación, aunque se sienta desanimada externamente, al llegar a casa podrá
arrodillarse a orar, y el Señor la llenará de gozo. No querer hacer alarde es la
naturaleza especial de la vida extraordinaria del Señor Jesús.
A todas las personas del mundo les gusta jactarse de lo que son. Sin embargo, los
cristianos son únicos en el hecho que no les gusta hacer alarde de sí mismos. Por
ejemplo, cuando se trata de brindar ayuda a los demás, la mayoría de la gente se
muestra muy deseosa de que todos se enteren de lo que han hecho. Sin embargo, los
cristianos son renuentes a que otros se enteren y se sienten incómodos, e incluso, si
su acción se ha hecho pública se sienten descontentos interiormente. Los cristianos
33
pueden alabar a Dios y sentirse llenos de gozo únicamente cuando ayudan a otros
sin hacer una exhibición pública y sin darse a conocer.
No se vindica a sí mismo
En muchos aspectos, los cristianos están en contraste con la gente del mundo, debido
a que poseen una vida que es muy distinta a la de la gente del mundo. Por ejemplo,
cuando alguien en el mundo es tratado de una manera injusta, le gusta vindicarse a
sí mismo e incluso hace una declaración pública para sentirse más tranquilo. Sin
embargo, si un cristiano hace lo mismo, perderá su gozo interior. Esto no se refiere
a su ser externo, sino a su vida interior, a la vida que está en todos aquellos que tienen
a Cristo en ellos. Cuando un cristiano sufre alguna injusticia, aunque naturalmente
no se siente contento, la vida que está en él se regocija. Así que, en ese momento
puede decirle al Señor: “Señor, alguien me ha tratado injustamente, pues ha dicho
mentiras acerca de mí, pero Tú me conoces”. De esta manera él tiene un gozo
interior. En esto consiste ser cristiano. Un cristiano tiene dentro de sí una vida
extraordinaria que le comunica un sentir extraordinario, el cual lo lleva a vivir una
vida que es extraordinaria y al mismo tiempo normal. A los ojos de los demás esta
vida es poco común, pero es normal para el cristiano. Un cristiano es normal en el
sentido de que es distinto de la gente del mundo y no sigue la corriente del mundo,
porque posee una vida peculiar con una naturaleza peculiar, que es Cristo mismo.
Aunque muchas de sus acciones no parezcan ser comunes, y hasta parecen extrañas
o raras a los demás, ellas son manifestaciones de la vida peculiar que él recibió
cuando fue salvo.
Hay muchos cristianos que no pueden orar ni agradecer en las reuniones. Por
supuesto, con respecto a algunos, esto se debe a su timidez e introversión, pero con
respecto a la mayoría de los cristianos, esto se debe a la falta de gozo y a la opresión
que sienten en su espíritu. Tal vez no sientan que han cometido pecado ni hayan
hecho nada malo, pero su espíritu no puede elevarse. La razón principal se debe a
que han formado el hábito de descuidar el sentir en su espíritu. En cambio otros,
cuando sienten que están equivocados, no pasan por alto este sentir; es por ello que
se sienten liberados y libres en su espíritu. Cuando vienen a las reuniones, pueden
orar y testificar espontáneamente. Algo difícil que ocurre con la mayoría de los
cristianos es que a pesar de que tienen una vida peculiar con un sentir maravilloso,
ellos, debido a que son desobedientes en sus circunstancias, no pueden manifestar
en su vivir una condición apropiada. Como resultado, en su interior son cristianos,
pero no viven como cristianos externamente. Tienen a Cristo en su interior, pero
externamente no tienen la semejanza de Cristo. Todo esto se debe a que aunque
tienen cierto sentir en su interior, no lo obedecen externamente. Por esta razón, no
hay diferencia entre la vida que ellos llevan y la vida que lleva el común de la gente.
Es difícil encontrar a una persona sincera, a una persona que diga la verdad cien por
ciento. Sin embargo, un cristiano no debe mentir. Una vez cuando iba a Shanghái,
me tocó comprar un boleto para el transporte de mi equipaje. El maletero me dijo:
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“Señor, su equipaje pesa por lo menos cinco kilos, que es un poco más de diez libras,
pero usted puede declarar que pesa sólo dos libras”. Me sentí incómodo porque no
podía mentir, así que hice que pesaran mi maleta y terminé pagando más por el costo
del flete. Yo sabía que el maletero quería ayudarme, pero también quería que
mintiera, así que no podía hacerle caso. El maletero se quedó mirándome, y enojado
me dijo: “¿No tiene otras cosas mejores en que gastar su dinero?”. Yo simplemente
le sonreí pero no dije nada. Él añadió: “Usted es un viajero tonto. Usted
sencillamente no conoce las reglas del juego”. Yo estuve allí de pie mientras él me
regañaba. Muchas veces nos encontraremos en la misma clase de situación. ¿Qué
debemos hacer cuando somos tentados? Si hubiera mentido y hubiera dicho que mi
equipaje sólo pesaba dos libras como me lo sugería el maletero, habría obtenido un
beneficio monetario pero habría perdido mi gozo interior. Por tanto, mantener
nuestro gozo interior es mejor.
En otra ocasión, fui interrogado por las autoridades japonesas. El oficial japonés me
preguntó: “¿Cree usted en Dios?”. Yo le respondí que sí creía en Dios. Luego me
preguntó: “¿Quién es mayor, Dios o el emperador de Japón?”. Le dije que Dios era
mayor. Luego volvió a preguntarme: “¿Quién es primero, Dios o su país?”. Le dije
que Dios era primero. Al día siguiente, antes de que el oficial empezara su
interrogación, un intérprete vino a verme y me dijo: “Señor Lee, ya que el oficial
japonés quiere que usted diga que su país es primero, usted simplemente debe decir
eso. ¿Por qué dice que su Dios es primero?”. Santos, espero que todos podamos ver
claramente que en tales condiciones, los incrédulos están observándonos para
verificar si somos especiales o diferentes de ellos. Nosotros podemos decirles la
verdad y sufrir; o no decir la verdad y rehuir al sufrimiento. Las personas del mundo
e incluso los demonios están esperando y observando para ver cómo los cristianos
afrontan las tentaciones.
Así pues, vemos que algunos hermanos y hermanas no pueden orar debido a que
actúan de manera contraria a la naturaleza de la vida que está en ellos. En su vivir
continuamente mienten a los demás o se engañan a sí mismos. Lo más barato en este
mundo es la mentira. Por ejemplo, cuando alguien viene a visitarnos, la manera más
cómoda de deshacernos de él es pedirle a alguien que le diga: “Él no está en casa”.
En la sociedad actual, bien sea en los hospitales, en las escuelas, en las oficinas o en
otras organizaciones, es muy difícil encontrar personas que no mientan. Esto se debe
a que mentir es la manera más fácil de resolver un problema. Todo lo que se necesita
es decir o escribir algunas palabras que uno considere convenientes. Por ejemplo, las
personas por lo general declaran de manera incorrecta los gastos que tuvieron
durante un viaje de negocios o cobran incorrectamente las horas extras. En resumen,
hay algo especial en los cristianos. Si somos cristianos, debemos ser personas
genuinas y apropiadas que van por la senda correcta, a fin de manifestar en nuestro
vivir la naturaleza extraordinaria de la vida que está en nuestro interior.
Aquellos que han vivido en Shanghái saben que las personas de allí tienen una
práctica deshonesta con respecto al transporte público. Una vez cuando regresaba
de Cha-pei a Shanghái, antes de llegar a mi destino, alguien se dio cuenta de que me
iba a bajar del tranvía y se acercó para pedirme que le diera mi boleto, para luego
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revenderlo a otra persona y ganar dinero. Yo me negué a dárselo porque tenía la
convicción de que no debía ayudarlo a pecar. Puesto que en varias ocasiones me
negué a dárselo, un día casi tuve un enfrentamiento con él cuando volvimos a
encontrarnos en el mismo tranvía. En otra ocasión, conocí a otra persona que
también estaba tratando de vender boletos usados y me sermoneó, diciendo: “Los
dueños de esta compañía son británicos. Usted, siendo chino, debería ayudar a sus
paisanos a ganar un poco de dinero de los británicos”. Sin embargo, dentro de mí
tengo una vida y una naturaleza peculiares. Si vivo y ando conforme a esta vida y
naturaleza, mi espíritu se regocijará, trascenderá y podrá alabar a Dios; de lo
contrario, me sentiré oprimido y careceré de gozo.
Por supuesto, nos resulta cómodo pedirle a alguien que le diga a una visita indeseada
que no estamos en casa, y tampoco hacemos mal a nadie cuando ayudamos a alguien
a ganar un poco de dinero permitiéndole vender nuestro boleto usado. Sin embargo,
esto hará que perdamos nuestro gozo interior. Aunque los demás no hallen ningún
defecto en nosotros, nuestro espíritu será afectado por la muerte y no podremos orar
ni ofrecer alabanzas a Dios. En la sociedad de hoy son muy pocos los que pueden
dejar de mentir. Es muy precioso que seamos incapaces de mentir. Es ciertamente
difícil para nosotros ser veraces en un entorno que está tan lleno de mentiras e
hipocresías. Sin embargo, todos los cristianos debemos tener claro que esto no es
simplemente una enseñanza ni un principio de la Biblia, sino más bien esto es algo
que corresponde a la naturaleza peculiar de la vida que está en nosotros. Esto
requiere que estemos ejercitados y lo practiquemos.
Ir en contra de la corriente significa, por ejemplo, que aunque todos crean que está
bien mentir, nosotros nos sintamos interiormente molestos si lo hacemos. Mentir
hace que perdamos la capacidad de orar, alabar y tener comunión. Otros pueden
mentir pero nosotros no; en esto radica la diferencia entre nosotros y las personas
del mundo, y ésta es también nuestra peculiaridad. Por tanto, el Señor a menudo nos
da un sentir que es diferente del sentir de la gente del mundo. Si pasamos por alto el
sentir que recibimos de parte de Cristo y seguimos la corriente igual que el resto de
la gente, habremos perdido nuestro camino delante de Dios, debido a que habremos
perdido la naturaleza peculiar que está en nosotros. Sin embargo, si obedecemos a
ese sentir y andamos conforme a él, llegaremos a ser un pueblo especial que está en
este mundo como el pueblo peculiar de Dios que confirma Su testimonio
maravilloso.
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CAPÍTULO SEIS
Los cristianos tienen muchas características especiales. La más evidente es que ellos
tienen a Cristo en su interior. Esta comprensión debe estar profunda y firmemente
arraigada en todos los cristianos. No debemos considerar que este asunto es algo
ordinario; más bien, debemos considerarlo algo muy especial. Nosotros somos
personas salvas delante de Dios porque Cristo ha entrado en nosotros. Crecemos en
la vida divina porque Cristo ha ganado más terreno en nuestro ser. También tenemos
conocimiento, somos espirituales y piadosos delante de Dios, porque Cristo ha
ganado cada vez más terreno en nosotros. Pero ¿cuántos cristianos entienden, de
una manera clara y cabal, que Cristo mora en ellos y, por ende, viven en Cristo? Es
un hecho que no muchos cristianos prestan atención a este asunto tanto como Dios.
Desde el día en que fuimos salvos, Dios ha querido que nosotros nos pongamos a un
lado, a fin de que cumplamos Su deseo al permitir que Cristo viva en nosotros. En
otras palabras, anteriormente el Señor Jesús y nosotros éramos dos personas
separadas; sin embargo, el día en que fuimos salvos, el Señor Jesús entró en
nosotros. Por consiguiente, Él y nosotros ya no somos dos, sino una sola persona.
Esto es lo que Dios desea y espera lograr. Desde el día en que fuimos salvos, Cristo y
nosotros dejamos de ser dos personas; todos nuestros deseos, nuestros
pensamientos y nuestra voluntad se han perdido en Cristo. Anteriormente vivíamos
y evaluábamos todo por nosotros mismos. Cristo era Cristo, y nosotros éramos
nosotros; Él y nosotros éramos dos personas completamente aparte la una de la otra.
Sin embargo, el día en que fuimos salvos, recibimos al Señor Jesús en nosotros;
ciertamente Él entró en nosotros. De este modo, llegamos a ser uno con Él. Esto es
lo que Dios desea. Lamentablemente, este asunto ha sido descuidado por mucho
tiempo, e incluso hoy en día los cristianos no le han prestado la debida atención.
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estarán con Dios por siempre. Sin embargo, algo que ellos desconocen es que Cristo
vive en ellos.
Examinemos nuestra propia situación. Tal vez hayamos sido salvos por un buen
periodo de tiempo, pero nos parece raro que nos pregunten si Cristo vive en nosotros.
Todos sabemos que nuestros pecados han sido perdonados, y que cuando muramos
estaremos con Dios, pero tal vez nunca hayamos escuchado que Cristo vive en
nosotros. Quizás alguien nos haya hablado de esto, pero es como si sus palabras se
hubieran desvanecido rápidamente. Sin importar cuánto tiempo tengamos de haber
sido salvos, aunque muchos ya tenemos la certeza de que hemos sido salvos, no
necesariamente sabemos que Cristo vive en nosotros. Esto es muy serio porque el
tema central en la salvación de Dios es que Cristo vive en el hombre. Toda persona
salva debe entender claramente este asunto.
Por consiguiente, los cristianos son aquellos que tienen a Cristo en ellos. Por
ejemplo, no podemos decir que una taza es una taza de té, a menos que contenga té.
Una taza de té debe contener té. Antes de ser salvos, simplemente éramos seres
humanos; pero el día en que creímos en el Señor y fuimos salvos, Cristo entró en
nuestro ser. Por consiguiente, ya no somos simplemente hombres, sino que somos
“Cristo-hombres”. Una persona que es salva tiene a Cristo viviendo en ella. Debemos
considerar esto como un asunto muy importante.
Dios tiene una esperanza y un propósito con respecto a los que han sido salvos. La
esperanza que Dios tiene es que cuanto más Cristo viva en nosotros, más terreno Él
ganará en nuestro ser, más de la vida de Dios se expresará por medio de nosotros y
más nosotros nos perderemos en Él y seremos asimilados por Él. La intención de
Dios es que Cristo nos gane, nos sature y nos asimile completamente, hasta que
seamos llenos de Cristo por dentro y más le expresemos por fuera. Ésta es la
expectativa que tiene Dios. Sin embargo, desde que fuimos salvos, nuestra
preocupación ha sido reformarnos a nosotros mismos, esperando ser mejores de lo
que éramos antes. Por ejemplo, una persona que pecaba anteriormente decide no
pecar más después de que es salva. Otra persona que anteriormente se deleitaba
mucho en chismear, decide ser más cuidadosa con respecto a lo que habla. Y una
tercera persona que antes se enojaba fácilmente toma la determinación de no
volverse a enojar. Es bueno tener esperanza en estas cosas; sin embargo, es muy
contrario a la esperanza que Dios tiene para nosotros. Esto no quiere decir que
nosotros queremos ser buenos y que Dios quiere que seamos malos; más bien, quiere
decir que Dios espera alcanzar una meta que es mucho más elevada y superior a la
meta a la cual nosotros esperamos lograr.
38
LOS QUE SON SALVOS TIENEN LA ESPERANZA
DE PODER MEJORARSE A SÍ MISMOS
La esperanza que Dios tiene es que cuanto más viva Cristo en nosotros, más terreno
pueda Él ganar en nuestro ser y más pueda expresarse por medio de nosotros. Sin
embargo, nuestra esperanza es que cuanto más viva Cristo en nosotros, mejores
personas llegaremos a ser. Es preciso que veamos que hay una gran discrepancia
entre estos dos tipos de esperanza. Toda persona que es salva espera que Dios le dé
más fuerzas para ayudarlo a reformarse a sí mismo, de modo que pueda hacer buenas
obras. Esto es bueno desde la perspectiva humana, pero aquellos que conocen a Dios
se dan cuenta de que esto es contrario a la esperanza que Dios tiene con respecto a
nosotros. Cuando vivimos descuidadamente, sin saber lo que es bueno o malo, no
tenemos ningún tipo de expectativa. Pero después de ser avivados por el Señor, por
alguna razón empezamos a desear deshacernos de todos nuestros defectos. Es aquí
donde radica el problema: Dios espera que cuanto más viva Cristo en nosotros, más
terreno Él pueda ganar en nuestro ser, pero nuestra esperanza es que cuanto más
viva Él en nosotros, más podremos mejorarnos a nosotros mismos. Así pues, Dios
espera que Cristo pueda tener más terreno en nosotros, mientras que nosotros
esperamos mejorarnos a nosotros mismos; estas dos esperanzas son completamente
diferentes.
Hemos sido salvos, y Cristo ha entrado en nosotros; nos hemos perdido en Él, y Él
se ha hecho uno con nosotros. Consideren lo siguiente: ¿fuimos salvos simplemente
porque fuimos convencidos en nuestros pensamientos y en nuestras preferencias o
fuimos salvos por el Señor Jesús? Puesto que el Señor Jesús es quien nos ha salvado,
nuestros pensamientos y preferencias deben disolverse en Sus pensamientos y
preferencias, y nuestra voluntad e inclinaciones deben disolverse en Su voluntad y
en Sus inclinaciones. ¿En qué consiste la salvación que Dios efectúa? Consiste en que
Dios desea que todo nuestro ser —incluyendo nuestra mente, parte emotiva y
voluntad— se disuelva completamente y se pierda en el Señor Jesús, así como el
azúcar se disuelve en el agua hasta desaparecer completamente en ella. Ahora los
dos, el Señor y nosotros, hemos llegado a ser uno solo y no podemos separarnos. Esto
es ser un cristiano genuino.
Hay momentos en los que un hermano nos amonesta o nos prohíbe hacer algo, pero
nosotros encontramos una o dos o hasta diez razones por las cuales deberíamos
hacerlo. Aunque el hermano nos ha aconsejado que no lo hagamos, nosotros aún
pensamos que deberíamos hacerlo. Sin embargo, a medida que razonamos, el sentir
interior empieza a oponérsenos. Cuando presentamos nuestra primera razón, el
sentir interior la rechaza. Luego, cuando presentamos la segunda, tercera, cuarta o
incluso la décima razón, el sentir interior sigue rechazando cada una de ellas.
Decimos con nuestra boca que aún queremos hacerlo, pero algo en nuestro interior
discrepa con nosotros. Por tanto, surge una contradicción en nuestro interior.
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podemos ver a un cristiano que externamente discute y pelea, pero que internamente
experimenta un sentimiento de desaprobación. Todo cristiano experimenta este tipo
de contradicciones entre el sentir interno y la acción externa. Por tanto, cuando una
pareja de cristianos discute, no es necesario que nadie venga a arbitrar en el
conflicto. Cuando la discusión empieza a acalorarse, algo en el interior de cada uno
de ellos los incomodará y les impedirá seguir discutiendo. Esta clase de contradicción
demuestra que ellos son cristianos genuinos.
PERDIDOS EN CRISTO
41
buena con el Señor, nuestras contradicciones ciertamente aumentarán. Estoy seguro
de que todos hemos tenido este tipo de experiencias. Si hoy pasamos un tiempo muy
dulce delante del Señor en comunión íntima con Él orando cabalmente, entonces
sorprendentemente sentiremos que todo lo que tratamos de hacer está mal. A veces
somos perturbados al punto en que dudamos y preguntamos: “¿Qué será mejor, orar
o no orar?”. ¿Por qué cuando no oro, me siento calmado y todo lo veo tan claro, pero
cuando oro, me siento confundido?”. Todas estas confusiones son una manifestación
de las contradicciones que experimentamos interiormente. La razón por la cual nos
sentimos confundidos es que hay un conflicto interno. Por tanto, cuanto más
confusión y contradicciones experimentemos, mejor. Más bien, lo que debemos
temer es no experimentar ningún tipo de confusión ni contradicción. Todos aquellos
que experimentan confusión son personas que experimentan contradicciones, y
todos los que experimentan contradicciones son personas que tienen a Cristo en su
interior como su Señor.
42
sentimientos contrarios. Esto se debe a que una persona que ha recibido al Señor se
ha perdido en Él y ha llegado a ser uno con Él. Sin embargo, debido a que el Señor
no logra doblegarnos tan fácilmente al grado en que nos rindamos delante de Él,
siempre tenemos disputas con Él. Es por ello que tenemos una idea cuando el Señor
tiene otra idea, y tenemos un deseo mientras que el Señor tiene otro. Como resultado,
las dos ideas y los dos deseos generan contradicciones. Es debido a esto que decimos
que un cristiano que interiormente experimenta contradicciones es un verdadero
cristiano.
43
Sin embargo, antes de alcanzar esta etapa, tenemos que recordar que un cristiano es
una persona que definitivamente experimenta muchas contradicciones. Es bueno
que las contradicciones disminuyan en el transcurso de nuestra búsqueda del Señor,
pero no que ellas disminuyan porque hayamos dejado de buscar al Señor. Si las
contradicciones han disminuido debido a nuestra obediencia, esto es algo bueno,
apropiado y necesario. Por consiguiente, no debemos temer experimentar
contradicciones internas. No debemos preguntarnos el por qué, ya que somos salvos,
experimentamos tantas contradicciones. No debemos tener temor de las
contradicciones, pues la etapa inicial de la vida del cristiano normal está llena de
contradicciones. Cuantas más contradicciones experimenten, mejor. Más bien, lo
que debemos temer es que muchos que están entre nosotros no sientan estas
contradicciones internas.
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CAPÍTULO SIETE
Cuando un cristiano vive una vida normal delante de Dios, exhibe ciertas
características que lo distinguen de las demás personas. Tito 2:14 dice que Dios nos
redimió de toda iniquidad y que purificó para Sí un pueblo especial o peculiar. Esto
significa, que si una persona, que ha recibido la salvación de Dios, vive en dicha
salvación hasta convertirse en un cristiano normal, su modo de vivir parecerá
peculiar para los demás. Puesto que él no sigue la corriente del mundo como otros lo
hacen, llega a ser una persona peculiar para los hombres. Ésta es una característica
del cristiano. Los cristianos son diferentes a la gente del mundo. Los que practican
una religión se comportan casi igual que la gente del mundo, pero no sucede así con
los cristianos. Puesto que ellos han recibido la salvación de Dios, el mundo los
considera peculiares por la manera en que se conducen en su vida diaria normal. Por
tanto, los cristianos son un pueblo peculiar. Es así como ellos se manifiestan ante los
hombres.
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LOS CRISTIANOS SE CONDUCEN
TOMANDO COMO PUNTO DE PARTIDA
LA PARTE MÁS PROFUNDA DE SU SER
Además, debemos considerar otro principio. ¿Delante de Dios, cuál debe ser el punto
de partida del andar cristiano? En otras palabras, cuando un cristiano realiza cierta
acción, ¿dónde se origina dicha acción? Por ejemplo, una persona podría pedirme —
como cristiano que soy— que haga algo por él. Por supuesto, yo tendría en cuenta de
si esto sería beneficioso para él. Si es beneficioso, lo haré. Pero esto, es hacer las cosas
conforme a mi manera de pensar. Si pienso que es correcto, lo hago; de lo contrario,
no lo hago. Eso significa que yo actúo tomando mi manera de pensar y mi criterio
como el punto de partida. Otro ejemplo, es cuando alguien que no es cristiano recibe
una invitación para asistir a un banquete, él empieza a considerar si debe ir. Por
supuesto, el hecho de reflexionar o pensar viene a ser el punto de partida para su
decisión. Sin embargo, los cristianos normales no deben conducirse conforme a su
manera de pensar o criterio, sino según el sentir que tienen en la parte más profunda
de su ser.
¿Por qué la parte más profunda de nuestro ser debe ser el punto de partida de
nuestro andar cristiano? Tenemos que comprender que nuestra capacidad para
considerar y discernir las cosas no es digna de confianza. Aun si fuera acertada, es
posible que la decisión no fuera agradable a Dios, puesto que tiene un punto de
partida equivocado. Como cristianos, tenemos al Espíritu de Dios quien mora en
nosotros (Ro. 8:11), y también tenemos a Dios en nosotros (Fil. 2:13; He. 13:20-21).
Este Dios que está dentro de nosotros vive en nuestra parte más profunda, que es
nuestro espíritu. No es fácil analizar el espíritu, pero sí podemos percibirlo. Ese
sentir que tenemos en lo más profundo de nuestro ser, es el sentir que está en nuestro
espíritu. Cristo vive en la parte más profunda de nuestro ser, que es, en nuestro
espíritu (Ro. 8:10; 2 Co. 13:3, 5). Por consiguiente, un cristiano normal es alguien
que se conduce conforme al sentir en su espíritu. Si queremos ser de aquellos que
siguen a Cristo, debemos seguir el sentir que está en la parte más profunda de
nuestro ser, porque es allí donde Cristo mora.
Espero que no tratemos este asunto de forma ligera. Sobre todo aquellos que han
sido salvos recientemente deben prestar mucha atención a esto. Muchos cristianos
tienen una gran carencia en su experiencia espiritual porque no entienden este
asunto. Las religiones siempre se enfocan en enseñar de forma externa a las
personas; su punto de partida está fuera de nuestro ser. Pero la salvación de Dios no
es así. Después de haber recibido la salvación de Dios, esta salvación permanece en
nosotros y nos exige tomar un punto de partida que está dentro de nosotros. Desde
ese momento, ya no debemos andar según nuestro propio discernimiento y según lo
que percibimos; más bien, debemos andar según el sentir de la parte más profunda
de nuestro ser, esto es, el sentir de nuestro espíritu, debido a que Cristo vive en
nuestro espíritu, que es la parte más profunda de nuestro ser.
46
Permítanme darles un ejemplo. Supongamos que un día mientras oramos y
buscamos del Señor, sentimos en lo más profundo de nuestro ser que no debemos
seguir usando la ropa que vestimos. No se trata de si nos gusta o no nos gusta esa
ropa; más bien, percibimos un sentir de desaprobación mientras oramos. Por tanto,
nos sentimos incómodos si seguimos usando esa ropa. Quizás procuremos tener
comunión y le consultemos a cierto hermano al respecto. Tal vez el hermano sea
discreto y nos diga: “Esa ropa se ve bien. No veo por qué no debiera usarla”; sin
embargo, seguimos incómodos a pesar de lo que él nos dice. ¿Qué debemos hacer
entonces? ¿Seguimos su consejo o actuamos según el sentir interno? Un cristiano
normal sin considerar nada más, debe tomar el sentir interno como el punto de
partida para su andar diario.
No razonar
Muchos de los que son recién salvos, debido a su frescura en la vida divina, tienen
una percepción bastante acertada acerca del pecado. Por el contrario, muchos que
han sido cristianos por muchos años están en mixtura y con frecuencia guían a otros
por el camino equivocado. Todos sabemos que la piel de la planta de nuestros pies
se endurece y se hace más gruesa cuando caminamos mucho y, como resultado, se
vuelve insensible. En cambio, la piel de los bebés es suave y, por ende, es muy
sensible. Hay algunos que aman al Señor y constantemente son disciplinados por Él.
Ellos no tienen una “piel gruesa ni endurecida”; al contrario, ellos han sido
“rejuvenecidos” interiormente. Eso significa que han llegado a ser personas de
experiencia. Después de haber sido disciplinados y quebrantados delante de Dios,
ellos han llegado a ser muy sensibles. Quizás nos encontremos con un hermano así y
le preguntemos: “Ayer por la mañana después de orar, no sentí paz de usar esta ropa.
¿Qué debo hacer?”. Puesto que él es una persona de experiencia delante del Señor,
en lugar de mentirle, le dirá: “Puesto que no siente paz, no debe usarla más”. Él no
razonará ni argumentará al respecto.
Sin embargo, otros razonarían y discutirían a favor de los demás. Algunos que han
sido cristianos por mucho tiempo aparentemente no han cometido grandes
equivocaciones en su vida, pero debido a que su comunión con el Señor se ha
interrumpido, no tienen en cuenta a Dios para nada. Si le presentamos nuestra
pregunta a un cristiano así, nos dirá: “¿Y qué tiene de malo? Esa ropa es bastante
elegante. ¿Por qué se siente incómodo usándola?”. Aunque sin duda él es salvo, tiene
problemas con su comunión con el Señor. Si nos conducimos conforme a sus
palabras, nos desviaremos. Si vestimos esa ropa, nadie nos criticará ni dirá que
estamos equivocados, ni nadie nos condenará con base en las enseñanzas de la
Biblia. Sin embargo, habremos cometido un error, no porque hayamos incumplido
alguna regla, sino porque hemos quebrantado un principio básico. ¿Por qué? Debido
a que nosotros los cristianos debemos tomar como punto de partida el sentir interior.
Hablando con propiedad, todo lo que hagamos debe originarse en la parte más
profunda de nuestro ser. Por ejemplo, el hermano Hwang me preguntó si estaba bien
tener un negocio en sociedad con otro hermano. Si yo soy alguien que ha tenido
experiencia en el Señor y le teme, no tomaré una decisión por él; más bien, le
recordaré y le diré: “¿Ya le ha presentado este asunto a Dios en oración? ¿Ya le ha
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pedido a Él una respuesta? ¿Ya ha tenido comunión con Él? ¿Tiene algún sentir en
la parte más profunda de su ser?
No razonar
Muchos de los que son recién salvos, debido a su frescura en la vida divina, tienen
una percepción bastante acertada acerca del pecado. Por el contrario, muchos que
han sido cristianos por muchos años están en mixtura y con frecuencia guían a otros
por el camino equivocado. Todos sabemos que la piel de la planta de nuestros pies
se endurece y se hace más gruesa cuando caminamos mucho y, como resultado, se
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vuelve insensible. En cambio, la piel de los bebés es suave y, por ende, es muy
sensible. Hay algunos que aman al Señor y constantemente son disciplinados por Él.
Ellos no tienen una “piel gruesa ni endurecida”; al contrario, ellos han sido
“rejuvenecidos” interiormente. Eso significa que han llegado a ser personas de
experiencia. Después de haber sido disciplinados y quebrantados delante de Dios,
ellos han llegado a ser muy sensibles. Quizás nos encontremos con un hermano así y
le preguntemos: “Ayer por la mañana después de orar, no sentí paz de usar esta ropa.
¿Qué debo hacer?”. Puesto que él es una persona de experiencia delante del Señor,
en lugar de mentirle, le dirá: “Puesto que no siente paz, no debe usarla más”. Él no
razonará ni argumentará al respecto.
Sin embargo, otros razonarían y discutirían a favor de los demás. Algunos que han
sido cristianos por mucho tiempo aparentemente no han cometido grandes
equivocaciones en su vida, pero debido a que su comunión con el Señor se ha
interrumpido, no tienen en cuenta a Dios para nada. Si le presentamos nuestra
pregunta a un cristiano así, nos dirá: “¿Y qué tiene de malo? Esa ropa es bastante
elegante. ¿Por qué se siente incómodo usándola?”. Aunque sin duda él es salvo, tiene
problemas con su comunión con el Señor. Si nos conducimos conforme a sus
palabras, nos desviaremos. Si vestimos esa ropa, nadie nos criticará ni dirá que
estamos equivocados, ni nadie nos condenará con base en las enseñanzas de la
Biblia. Sin embargo, habremos cometido un error, no porque hayamos incumplido
alguna regla, sino porque hemos quebrantado un principio básico. ¿Por qué? Debido
a que nosotros los cristianos debemos tomar como punto de partida el sentir interior.
Hablando con propiedad, todo lo que hagamos debe originarse en la parte más
profunda de nuestro ser. Por ejemplo, el hermano Hwang me preguntó si estaba bien
tener un negocio en sociedad con otro hermano. Si yo soy alguien que ha tenido
experiencia en el Señor y le teme, no tomaré una decisión por él; más bien, le
recordaré y le diré: “¿Ya le ha presentado este asunto a Dios en oración? ¿Ya le ha
pedido a Él una respuesta? ¿Ya ha tenido comunión con Él? ¿Tiene algún sentir en
la parte más profunda de su ser?
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que casi todas las bodas que se han celebrado allí eran una expresión de lepra. Pero
yo creo que el Dios a quien servimos condena esto de la misma manera”.
Como regla general, un cristiano debe tomar ese sentir interior como el punto de
partida. Básicamente, no necesita buscar consejo de nadie. Es posible que algunas
bodas sean babilónicas y otras provengan del abismo; no todas las bodas provienen
de Jerusalén. Puesto que somos salvos, debemos presentarle al Señor todo asunto y
orar, diciendo: “Señor, puesto que vives en mí, ¿qué quieres hacer Tú?”. Eso es lo
que significa ser cristiano. Creo que casi nadie ha orado al Señor en cuanto a todo lo
relacionado con su boda. Muchos cristianos que están por casarse únicamente se
enfocan en consideraciones externas y no toman como punto de partida la paz
interna. Como resultado, pocas semanas después de la boda, tienen que acudir a Dios
para pedir perdón. El hecho de que tengan que pedir perdón es un claro indicio de
que no hicieron las cosas conforme al sentir interno. No debemos proceder
simplemente conforme a consideraciones externas, costumbres externas, preceptos
humanos, opiniones humanas y recomendaciones humanas, todo lo cual Dios
condena. En lugar de ello, tenemos que aprender a conducirnos conforme a la parte
más profunda de nuestro ser.
Si un joven viene a preguntarnos: “Voy a comprometerme con una joven, ¿qué debo
hacer ahora? ¿Y qué debo hacer más tarde cuando me case?”. Ahora, por supuesto,
ya sabemos cómo responder y le diremos: “No puedo decidir por ti. No puedo ser tu
señor ni tu amo”. De hecho, cuando algunos hermanos de edad se enteran de que
dos jóvenes van a casarse, se entusiasman mucho y ofrecen su consejo sin que nadie
se los pida. Tales personas no entienden lo que significa ser un cristiano. Una vez
hubo un hermano que vino a hablarme acerca de su matrimonio, y me dio todos los
detalles de su situación. Sencillamente le dije: “Hermano, ¿has orado seriamente
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acerca de ese asunto delante de Dios? ¿Le has entregado todas estas cosas a Dios?
¿Estás tú en las manos de Dios? ¿Cuál es el sentir que percibes en la parte más
profunda de tu ser?”. Me dijo: “He orado por este asunto por mucho tiempo. Pero
cuanto más oro, más confundido me siento. Por tanto, quisiera oír lo que usted tiene
para decirme porque usted tiene una experiencia más profunda en el Señor. Así que,
si usted me dice que está bien, entonces está bien; y si me dice que nada está bien,
entonces nada está bien”. Al oír estas palabras, pensé, ¡esto es muy serio! Por tanto,
no me atreví a decir si estaba bien o mal, sino que simplemente le dije: “No puedo
decidir por ti. Tú tienes que presentarle este asunto al Señor”. Aquel hermano
esperaba que yo ideara un plan o tomara la decisión por él, pero no me atreví a
hacerlo. Finalmente, le dije: “No te angusties por esto. El asunto es bastante sencillo.
Todo lo que tienes que hacer es presentárselo a Dios, entregarte a Él y pedirle Su
dirección. Puedes decirle: ‘Si este asunto proviene de Ti, haz que lo vea con absoluta
claridad en mi interior; pero si no proviene de Ti, permite que pueda percatarme de
cuál es la obstrucción’”. Es muy sencillo. Todos tenemos que aprender a presentarle
a Dios todos nuestros asuntos y a vivir conforme a la parte más profunda de nuestro
ser.
A fin de ser un cristiano normal delante de Dios, tenemos que aprender a hacer todo
según lo que tenemos por dentro, es decir, conforme a la parte más profunda de
nuestro ser. Cuando ayudamos a otros, debemos aprender a guiarlos a su interior, a
la parte más profunda de su ser. No les demos una lista de preceptos humanos, ni les
pidamos que hagan cosas según nuestra comprensión de las cosas ni tomemos
decisiones por ellos. Este tipo de cosas son impropias de los cristianos y sobrepasan
los límites del vivir cristiano. Muchos cristianos de mayor edad no han sido
disciplinados en su carne ni quebrantados en su modo de ser; tales personas están
llenas de opiniones, métodos e ideas cada vez que alguien les pide algún consejo.
Esto no es ser un cristiano, sino más bien un sabelotodo.
Los cristianos viven delante de Dios y han aprendido a presentar delante del Señor
los asuntos de los demás y también los suyos. No se atreven a tomar decisiones por
su propia cuenta; más bien, esperan que Dios les dé una dirección clara en su
interior. Esto es ser un cristiano. No debemos ser cristianos en un sentido externo,
sino en un sentido interno. Ser un cristiano en un sentido externo equivale a ser un
cristiano que vive aparte de Cristo. Las opiniones humanas, los métodos humanos,
las tradiciones cristianas e incluso las enseñanzas bíblicas, todo ello, son cosas
externas si es que no han pasado por el sentir interior. Ser un cristiano en un sentido
externo es algo muy superficial que delante de Dios no tiene ningún valor. Un
cristiano genuino lo hace todo conforme a su sentir interior. Todos los asuntos los
presenta en oración y espera recibir un sentir interior antes de tomar una decisión.
Incluso un nuevo creyente debe saber esto y conducirse de esta manera. Una persona
así ciertamente tiene paz interna, reposo, fortaleza y vigor.
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apropiado y bueno externamente no es necesariamente apropiado y bueno delante
de Dios. Lo que cuenta delante de Dios es que seamos apropiados y buenos
interiormente. Hasta ahora son muy pocos los cristianos que andan por esta senda.
Aunque muchas personas han aceptado el cristianismo, sólo unos pocos
verdaderamente han vivido de esta manera delante de Dios. Algunos han sido salvos
y han recibido bendiciones de parte de Dios, pero no viven en su espíritu ni en las
bendiciones de Dios; todavía actúan conforme a las tradiciones y costumbres, y
según lo que otros dicen o lo que otros hacen. En otras palabras, actúan conforme a
factores externos. Tenemos que aprender a ser sencillos, olvidándonos de nuestro
afecto natural y de las tradiciones cristianas, y preocupándonos únicamente por el
hecho de que Cristo vive en nosotros y de que nosotros podemos tener comunión con
Él. De este modo, procedemos y hacemos algo únicamente cuando Cristo nos da paz,
y nos detenemos cada vez que el sentir de paz desaparece. No nos interesará lo que
otros nos digan, sino únicamente lo que Cristo nos diga interiormente y el sentir
interior que Él nos dé.
UN HOMBRE ESPIRITUAL
ES ESPONTÁNEO E INGENUO
Discúlpenme por decirles que a muchos cristianos les gusta imitar a otros. En
especial, les gusta imitar a los seminaristas en la manera en que caminan mientras
sostienen la Biblia en sus manos y luego de unos pasos se detienen para mirar hacia
el cielo. Esto es ser pretencioso. No se olviden que cuanto más espiritual una persona
sea, más espontánea, ingenua y común será. Cuando usted observa su humildad, no
parece ser la de una persona humilde. Cuando uno observa su mansedumbre, no
parece ser la de alguien que es manso. No podemos ver mansedumbre en él así como
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tampoco ninguna rudeza. Él se comporta de una manera muy espontánea e ingenua,
sin ninguna hipocresía.
En la Edad Media en Francia, hubo un predicador famoso que era muy elogiado y
cuya predicación era muy bien recibida. Una vez visitó un lugar y muchos vinieron
para darle la bienvenida, pero él los eludió. En lugar de salir a ellos, él se fue a un
parque para estar con un grupo de niños. Encontró allí una tabla de madera e
improvisó un balancín; luego puso a dos niños en un extremo, él se hizo en el otro
extremo, y empezó a jugar con ellos. Los que habían venido a recibirlo lo estuvieron
buscando por todas partes hasta que finalmente lo encontraron montado en un
balancín jugando con algunos niños. Muchos de ellos sintieron como si les hubieran
echado encima un balde de agua fría. No podían entender cómo podía un hombre
espiritual jugar con niños. Por esta razón, algunos empezaron a decir que él no era
espiritual; más tarde, en sus propias palabras, él dijo que prefería que lo
consideraran una persona no espiritual antes que una persona espiritual.
Si somos espirituales o no, esto debe estar delante de Dios, no delante de los
hombres. No somos verdaderos cristianos si lo somos únicamente en apariencia.
Somos cristianos únicamente si lo somos en nuestro interior. El Señor Jesús dijo que
no debemos permitir que nuestra mano izquierda sepa lo que hace la derecha (Mt.
6:3). Un cristiano de peso es un cristiano que lo es en su interior; es un cristiano que
es regido por su sentir interior. Tal cristiano es peculiar para los hombres y
experimenta contradicciones en su interior; más aún, hace todas las cosas delante de
Dios tomando la parte más profunda de su ser como el punto de partida. Ésta es la
razón por la cual Pablo dijo: “El hombre espiritual juzga todas las cosas; pero él no
es juzgado por nadie” (1 Co. 2:15). ¿Por qué nadie puede discernir al hombre
espiritual? Porque externamente un hombre espiritual es muy sencillo y, al igual que
Pablo, puede tener una presencia corporal débil, y su palabra puede ser
menospreciable (2 Co. 10:10). Sin embargo, interiormente tiene peso espiritual, y es
una persona que se conduce en Cristo y vive delante de Dios. En esto consiste ser un
cristiano.
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CAPÍTULO OCHO
Un cristiano posee al menos cuatro cosas: en primer lugar, tiene a Cristo; una
persona que no tiene a Cristo no es cristiana. En segundo lugar, tiene la Biblia;
tercero, tiene la iglesia; y cuarto, tiene a otros cristianos o compañeros en el Señor.
Además de esto, un cristiano tiene cuatro características que lo distinguen.
En primer lugar, un cristiano es peculiar a los ojos del mundo, es decir, es muy
distinto de la gente del mundo. Si un cristiano anda al igual que la gente del mundo,
pese a que tal vez no sea un cristiano falso, ciertamente será un cristiano que
despierta dudas. Un cristiano normal es definitivamente una persona peculiar a los
ojos de los hombres.
En su interior experimenta
muchas contradicciones
Tercero, si un cristiano vive delante de Dios, en todo lo que haga será regido por la
parte más profunda de su ser. Rehusará exhibir ante los demás sus buenas obras
porque todo lo hace de forma interna. Un cristiano que actúa y se mueve desde su
interior es una persona espontánea, ingenua y sincera, sin pretensión externa y sin
imitar. Todo lo que hace en su andar diario, lo hace motivado por la parte más
profunda de su ser, porque es allí donde mora el Espíritu de Dios. Por tanto, toma la
parte más profunda de su ser como el punto de partida de su andar, lo cual significa
que Dios mismo es su punto de partida. Por consiguiente, un cristiano no vive ni
anda ni se conduce por lo externo, sino por lo que está en lo profundo de su ser.
Interiormente él está en la luz y es bueno, pero externamente es espontáneo y no se
limita simplemente a realizar actividades externas.
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delante de Dios, tomando la parte más profunda de su ser como el punto de partida.
Las personas del mundo se sumergen en la corriente de este siglo, pero un cristiano
genuino no sigue a esa corriente, no se deja amoldar conforme a este siglo (Ro. 12:2)
y definitivamente no sigue los malos ejemplos de los demás. Por consiguiente, los
demás lo ven como una persona peculiar. Interiormente, tiene la presencia de Dios,
el conocimiento de Cristo y la iluminación del Espíritu Santo, los cuales
constantemente desaprueban su andar y su vivir externos. Tal vez los demás no lo
condenen; de hecho, es posible que lo elogien. Sin embargo, interiormente, él
siempre se condena a sí mismo por no estar a la altura de la norma de Dios. Esto es
debido a que él se mantiene en comunión con el Señor. Cuanta más comunión tiene
con el Señor y más se acerca a Él, más contradicciones experimenta. Cuanto más
disfruta de la presencia del Señor, más le parece que muchos aspectos de su vivir son
incompatibles con la voluntad de Dios y con Su santidad. Por tanto, su ser interior
siempre está en desacuerdo con su conducta externa, y constantemente percibe que
hay contradicciones entre lo interno y lo externo. Más aún, un cristiano apropiado
es alguien que todo lo que hace delante de Dios, procede de la parte más profunda
de su ser.
Es guiado en todo
Una persona debe ser guiada por Dios en todas las cosas, como por ejemplo con
respecto a cómo conducirse, cómo andar y cómo vivir. En general, debe ser guiada
por Dios en todas las cosas, grandes o pequeñas, que tienen que ver con su comida,
vestido, vivienda y medio de transporte, así como con su familia, consigo mismo y
con su educación o conocimiento. No importa cuánto la gente nos elogie, si todavía
existen áreas en nuestra vida y en nuestro ser que no están sujetas a la dirección de
Dios, nosotros sentiremos que todavía tenemos problemas en nosotros.
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oran y consultan con respecto a los asuntos de mayor trascendencia, mas no con
respecto a los pequeños detalles de su vida cotidiana. Este tipo de cristiano es
anormal y no tiene buena salud. Un cristiano normal y saludable es alguien que vive
con el Señor y le presenta todos sus asuntos, sean éstos grandes o pequeños.
En realidad, lo que nosotros consideramos como cosas grandes, a los ojos de Dios
son cosas pequeñas. ¿Qué cosas tenemos que sean tan grandes? Nuestra estatura no
pasa de los seis pies. Las cosas grandes de nuestra vida son pequeñas a los ojos de
Dios. Sin embargo, Dios desea que nosotros le consultemos hasta en los asuntos más
insignificantes. Por ejemplo, comúnmente no nos gusta que nuestros hijos hagan
nada sin nuestro consentimiento. Incluso en cosas tan triviales como comerse una
manzana o una galleta, queremos que ellos nos consulten. Los padres no se sienten
muy contentos si su hijo o hija es tan competente que puede pasar un día entero sin
que los necesite. A los jefes les molesta que sus empleados los interrumpan, pero a
los padres no les molesta que sus hijos acudan a ellos continuamente. Cuando uno
de sus hijos viene a usted para decirle que quiere una manzana y otro viene para
decirle que quiere jugar con la pelota, ¡cuán contento se siente! Por tanto, un
cristiano no debe simplemente orar todos los días; más bien, debe orar y tener
comunión con el Señor a cada momento durante todo el día. Por ejemplo, antes de
tomar la decisión de ir a Kaohsiung, usted tiene que preguntarle a Dios: “Oh Dios,
deseo ir a Kaohsiung; ¿qué piensas al respecto?”. Después de haber orado y sentir
paz para ir, debe consultar nuevamente con respecto a qué día debería ir. Una vez
que sepa claramente qué día debe ir, debe continuar consultándole al Señor: “Señor,
¿cuál tren debo tomar?”. Dios no teme que nosotros lo molestemos; así que debemos
sentirnos libres para preguntarle. Si hacemos esto, no sólo seremos bendecidos con
respecto al asunto por el cual hemos consultado, sino que también al buscar al Señor
de esta manera, podremos tener más comunión con Dios y, como resultado, seremos
llenos de la naturaleza de Dios.
Yo antes iba a Pekín (Beijing), donde había un hermano que había nacido en cierto
lugar de América del Sur que había sido gobernado por el pueblo británico.
Físicamente, él era igual a nosotros, pues tenía el mismo color de piel y ojos, pero su
temperamento era el temperamento de un inglés, y también hablaba como un inglés.
Como era un buen amigo mío, yo me quedaba en su casa cada vez que iba de visita a
Pekín. Una vez le dije: “Evidentemente tú eres chino, pero tu temperamento es
completamente el de un extranjero”. ¿Por qué él, siendo chino, se comportaba como
un inglés? Porque desde el día en que nació, se había relacionado todos los días con
ingleses. Por consiguiente, en él se había infundido la naturaleza y el temperamento
de los británicos. Esto nos muestra por qué los cristianos siempre debemos orar. Es
al inquirir constantemente a Dios en todas las cosas, que Su naturaleza y Sus
elementos llegan a formar parte de nuestra constitución.
Después de que somos salvos en el Señor, Dios desea que seamos llenos de Él y
seamos semejantes a Él, de modo que Su naturaleza, Su vida y Sus elementos lleguen
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a ser parte de nuestra constitución. De una cosa podemos estar seguros: si una
persona decide todo según su propio discernimiento, si trata todos los asuntos
usando sus propios métodos y toma todas las decisiones conforme a sus preferencias,
entonces cuando los demás la toquen, sentirán únicamente que es una persona
competente, una persona de una firme determinación; pero no podrán sentir el sabor
ni la presencia de Dios. Por el contrario, si una persona le consulta a Dios en todas
las cosas, entonces espontáneamente la perspectiva de Dios llegará a ser su
perspectiva, la naturaleza de Dios vendrá a ser su naturaleza, y los elementos de Dios,
sus elementos. Por ejemplo, si vemos a una persona con regularidad y mantenemos
un continuo contacto con ella, sin que nos demos cuenta, llegaremos a parecernos a
ella en ciertos aspectos. Un esposo y una esposa son el mejor ejemplo de esto;
después de estar casados por muchos años, empiezan a parecerse cada vez más.
Sin embargo, no es posible imitar o fingir ser esta clase de cristiano. De igual manera,
no es posible que ese hermano cristiano que nació y se crió en América del Sur se
comporte como chino porque estuvo con ingleses desde su juventud y gradualmente
asimiló en su constitución la naturaleza de los ingleses. Si a diario tenemos
comunión con Dios, la naturaleza y los elementos de Dios espontáneamente llegarán
a ser parte de nuestra constitución. Asimismo, la salvación de Dios y las bendiciones
de Dios podrán ser impartidas a otros por medio de nosotros. Es por eso que
debemos acercarnos a Dios, orar y ser guiados por Dios a fin de que los elementos de
Dios lleguen a formar parte de nuestra constitución.
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ES GUIADO A CONVERSAR CON DIOS ACERCA DE TODO
Hubo cierto cristiano que tenía un cargo de jefe, quien, mientras hacía negocios con
otros, a menudo les decía: “Debo regresar ahora, pues tengo que consultarle a mi
Jefe”. Entonces la otra persona le preguntaba: “¿Quién es su Jefe?”. Pero él
contestaba con una sonrisa: “Usted tiene un jefe, y yo también tengo el mío. Mi Jefe
es alguien que usted aún no conoce”. Lo que él quería decir era que le consultaría
prudentemente al Señor porque Él era su Jefe. Un cristiano apropiado es alguien que
aprende a vivir diariamente delante del Señor y que practica dejarse guiar por Él. De
lo contrario, definitivamente algo andará mal con dicho cristiano, aun cuando los
demás lo consideren una persona correcta y apropiada. Cuando vamos a comprar un
traje, debemos preguntarle al Señor qué color o estilo debemos escoger. Si pensamos
que está bien comprar el traje porque tenemos suficiente dinero en nuestro bolsillo
y el traje nos queda bien, eso indicará que tenemos un grave problema. Las personas
empezarán a tener dudas con respecto a nosotros. Se preguntarán: “¿Este cristiano
está dentro o fuera de Dios, o será que aún no ha entrado en la esfera de la gracia de
Dios?”.
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Un cristiano que vive de esta manera siempre será guiado por el Señor y tendrá
presente al Señor. Él sabrá lo que el Señor quiere que haga, y dónde y cuándo hacerlo.
Tal cristiano será alumbrado, y será fresco, puro y lleno de la presencia del Señor.
Muy fácilmente verá los problemas que surgen porque vive delante de Dios. Cada vez
que nos encontremos con él, tendremos la sensación de que estamos con Dios.
Siempre podremos percibir que Dios está sobre él y en él. ¿Por qué? Porque él es una
persona que tiene comunión con Dios y consulta con Dios en todo. Él no ejerce su
propio discernimiento natural ni dispone nada propio. Todo lo que hace procede del
Señor y es para el Señor. Todo lo hace conforme a la dirección de Dios.
La Biblia nos dice que el Señor es el Alfarero, y que nosotros somos el barro (Ro.
9:21). A menudo un alfarero toma un trozo de barro sin moldear, le da unas
palmaditas suavemente, quita el exceso y endereza los ángulos torcidos. Finalmente
le da forma y cuece el barro en el horno. Los cristianos son como barro en las manos
del Señor, y Él desea hacernos Sus vasos. Es por eso que debemos dejar que Él nos
guíe. En primer lugar, no debemos considerar las bendiciones como nuestra
prioridad. De lo contrario, no podremos ser guiados por el Señor. Alguien una vez
me preguntó: “Tengo algunos problemas. Si yo le oro a Dios de todo corazón,
¿quitará Él todas las dificultades?”. Le dije: “No sé cuál es el camino que Dios ha
dispuesto para usted. Ciertamente Él puede cambiar cualquier situación, pero no sé
si Él estará dispuesto a hacer esto por usted. A veces Él nos pone en una situación
angustiosa para que podamos ser cocidos una y otra vez. Por medio del fuego Él
puede hacer de usted un vaso precioso en Sus manos”. No debemos usar nuestra
acción de creer en el Señor a fin de obtener algunas bendiciones conforme a nuestra
voluntad, mas no conforme a la Suya.
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En segundo lugar, a fin de ser guiados por el Señor debemos conducirnos en el
mundo no con sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios (2 Co. 1:12). Una persona
que depende de su propia capacidad no puede ser guiado por el Señor. Todos los que
han sido guiados por el Señor han aniquilado su propia sabiduría carnal y su
capacidad. Quizás temamos que si nuestra capacidad es destruida, no tendremos
nada ni podremos hacer nada. En realidad, la persona más competente es aquella
cuya capacidad y sabiduría carnal han sido quebrantadas. ¿No es Dios más capaz de
lo que somos nosotros? ¿No es Él más sabio que nosotros? En Londres hubo una
cristiana de edad avanzada que tenía un hijo muy inteligente. Cada mañana, cuando
su hijo estaba por irse a la oficina, ella repetidas veces le recordaba que no viviera
según la sabiduría de su carne, sino según la gracia de Dios.
En resumen, los cristianos poseen cuatro cosas: Cristo, la Biblia, la iglesia y otros
cristianos por compañeros. Los cristianos poseen también cuatro características: son
peculiares, experimentan muchas contradicciones internas, toman la parte más
profunda de su ser como el punto de partida y son guiados por el Señor. Esto es
maravilloso. Si como cristianos hemos llegado a un punto en el que simplemente
seguimos la corriente de la sociedad, entonces nos hemos degradado y hemos
perdido nuestra condición normal de cristianos. Por otra parte, si vivimos delante de
Dios y mantenemos nuestra comunión con Él, definitivamente seremos peculiares
para los hombres, experimentaremos muchas contradicciones internas —pues
siempre estaremos en contra de nosotros mismos—, y nos conduciremos como
cristianos andando conforme a la parte más profunda de nuestro ser. Además, no
tomaremos decisiones por nosotros mismos ni seremos individualistas, sino que
diariamente seremos guiados por el Señor, permitiendo que Él tome decisiones por
nosotros, y ande y viva con nosotros. No nos comportaremos descuidadamente; más
bien, viviremos delante del Señor, andaremos con Él y seremos guiados por Él, tanto
en las cosas grandes como en las pequeñas.
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