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DANY TARAZONA - 20291013

REPORTE DE LECTURA DEL CAPITULO 5:

“LA POLITICA ANTES DEL ESTADO”

Casi todas las reliquias históricas nos remiten, pues, a cómo se organizaba la
política en su momento: con arreglo a qué instituciones y normas, bajo el dominio
de qué personajes, con qué efectos sobre la población, etc. En otros términos, nos
están hablando de la estructura política a la que nos hemos referido antes.

Hay, pues, variedad de formas de organización de la política que se suceden a lo


largo de la historia, con sus etapas de constitución, transformación y crisis. A lo
largo de 10.000 años de experiencia política, los humanos se han organizado de
maneras diferentes.

El factor de cambio reside en el perfeccionamiento de la división social del trabajo,


que se produce en una comunidad de actores interdependientes. La
especialización de tareas afecta también a las funciones de control de los
conflictos colectivos. Ello lleva a la aparición de nuevos órganos y a su
combinación en estructuras diferentes.

El motor de la evolución de formas políticas es la modificación de la forma de


organización económica o modo de producción. La transformación de las
estructuras políticas puede imputarse también a la evolución de los propios
medios de dominación armamento, técnicas de organización militar,
administración legal y tributaria, que cambian en paralelo a los modos de
producción económica.

Otra perspectiva entiende que es la competición entre comunidades por el control


de los recursos naturales tierras aptas para la agricultura y la ganadería, minas,
agua y, más adelante, el dominio de los flujos y rutas comerciales ríos, mares, vías
de comunicación lo que obliga a la puesta en marcha de un aparato militar.

La autonomía de la política frente a otras actividades empieza a ser claramente


reconocida cuando quienes la practican reciben una remuneración o un
estipendio. Así ocurre en la Atenas del siglo v a.C., cuando los cargos políticos e
incluso los ciudadanos que participan en las asambleas son retribuidos con dietas
equivalentes al salario de artesanos o trabajadores especializados de la ciudad. Al
compensar materialmente esta participación se está admitiendo que se trata de
una acción distinta de otras: culturales, religiosas, militares, económicas. Por otra
parte, sabemos que la política incorpora como recurso esencial la capacidad de
coacción: la eficacia de su intervención al gestionar un conflicto depende de su
capacidad de obligar, por la fuerza si es necesario.

Si combinamos ahora las dos dimensiones autonomía de la política y distribución


de la coacción nos es posible construir un espacio donde ubicar las diferentes
formas históricas de organización de la política:

 Las llamadas sociedades tribales o pre políticas se situarían en el punto


cero de las dos dimensiones: la política no presenta autonomía institucional
ni la coacción está reservada a ningún agente particular. Corresponde a la
situación de tribus o agrupaciones de carácter nómada, que hasta hace
muy pocos años se mantenían al margen de las sociedades llamadas
«civilizadas» y de las que quedan pocos vestigios entre pobladores del
África subsahariana, la Amazonia, Nueva Guinea o las zonas árticas.
 La ciudad o la polis, para reconocer la aportación griega es la forma
política que acompaña a la expansión de la agricultura entre 8.000 y 6.000
años antes de la era cristiana y a la sedentarización de las poblaciones que
ésta consolida y exige. Los pequeños asentamientos pre agrícolas se
convierten ahora en núcleos más poblados, a los que llamamos ciudades.
 Bajo la denominación de imperio, la historia registra organizaciones
políticas muy diversas que se han dado en latitudes muy variadas: Egipto,
Babilonia, China, Persia, Roma, Bizancio o la América precolombina. Lo
que caracteriza a este modelo es la existencia de una organización política
integrada que actúa en un ámbito territorial superior al de la ciudad.
 Las poliarquías feudales constituyen también una experiencia histórica de
organización política, desarrollada con características específicas en
determinadas zonas: Europa central y occidental, Bizancio, Rusia, Japón, el
pueblo Ashanti en África, etc.
 Las monarquías estamentales se configuran como un paso intermedio
entre la estructura feudal anterior y el estado absoluto que tomará forma
más adelante. Se caracterizan por el papel político otorgado a los
estamentos o colectivos que cuentan con un reconocimiento jurídico-social:
nobleza hereditaria, representantes de los intereses comerciales de las
ciudades, algunos propietarios agrarios libres, jerarquías de la Iglesia.
REPORTE DE LECTURA DEL CAPITULO 6:

“EL ESTADO COMO ORGANIZACIÓN POLITICA”

El estado delimita la política como un ámbito diferenciado respecto del


parentesco familiar, de la relación económica, de la creencia religiosa o de
otras formas de interacción social. Esta diferenciación no significa la ausencia
de contacto entre estos ámbitos: han persistido y persisten espacios de
conexión o incluso de solapamiento, que generan tensiones entre ellos. Pero
en el modelo estatal, la política aunque no permanezca inmune a la influencia
de las estructuras económicas o religiosas crea y mantiene sus propios
circuitos de decisión.

El estado tiende a la máxima institucionalización de la relación política. En el


estado, lo que otorga la capacidad de mandar y lo que fomenta la disposición a
obedecer ya no es la tradición. Tampoco son las características personales del
que manda o del que obedece. En la forma política estatal, lo que cuentan son
las reglas las leyes que sitúan a unos en la capacidad de tomar decisiones
políticas y a otros en la obligación de acatar tales decisiones.

El estado reivindica la exclusiva de la coacción. Para ello se dota de un doble


monopolio: en la producción del derecho que contiene todas las normas
obligatorias y en la administración de la violencia física ejércitos, policías,
cárceles, sanciones físicas o pecuniarias, etc. En este doble terreno derecho y
coacción no admite competencia de otros centros de poder, como ocurría en
otras formas políticas históricas: imperios, poliarquías feudales.

El estado entiende que su capacidad de regulación de conflictos tiene como


marco de actuación un territorio claramente delimitado. La vinculación política
tiene, sobre todo, una base territorial: salvo excepciones pactadas entre
estados, se sujetan al poder estatal todos los que habitan en un territorio
determinado. La frontera territorial se convierte en una visualización de la
forma política estatal.

Todas las formas de organización política se han ido gestando a lo largo de un


proceso prolongado, en el que han ido perfilándose las características del
modelo. Pero si no hay fecha, sí hay un período histórico a caballo entre los
siglos xv y xvi en el que se sitúan algunas condiciones que generaron esta
forma política.

Podemos agrupar estas condiciones en cuatro apartados:

1. En el orden económico se consolida un comercio a larga distancia centrado


en las ciudades, que amplía el marco territorial de las transacciones
mercantiles.
2. En el orden cultural e ideológico, el Renacimiento difunde una determinada
visión del mundo clásico y de sus organizaciones políticas: Atenas y el
Imperio de Alejandro, la Roma republicana y la Roma imperial.
3. Por lo que hace a la administración de la coacción, se va imponiendo una
visión monopolista: sólo al estado y al monarca que lo personifica
corresponde la producción de la ley y su aplicación si es necesario,
mediante la violencia.
4. En el ámbito de la violencia tiene lugar el paso de una fuerza armada
temporal basada en la caballería que cada señor feudal reúne en función de
sus compromisos y posibilidades a una fuerza permanente dotada con
armas de fuego ligeras y pesadas.

La construcción del estado equivale, pues, a un proceso gradual de expropiación


de los medios de dominación política: producción legal, administración de justicia,
recaudación fiscal, recursos militares, relación diplomática. Este proceso de
concentración por expropiación encuentra como es natural muchas resistencias:
nadie se resigna a perder situaciones de primacía o de privilegio. Genera
conflictos, tanto legales, como diplomáticos y militares.

Pero la hegemonía del estado no se basa únicamente en la dominación militar de


un poder central sobre otros poderes. Es también el triunfo de una determinada
concepción ideológica, capaz de justificar esta dominación centralizada. En este
combate de ideas resaltará la influencia de algunos autores capaces de
suministrar la doctrina necesaria para cimentar el nuevo poder estatal frente a la
oposición de los poderes feudales o eclesiásticos tradicionales:

 Nicolás Maquiavelo (1469-1527) observa y teoriza que las monarquías


centralizadas y unitarias son los modelos políticos de futuro. Frente a la
dispersión feudal y a la injerencia del Papado en la acción política, el
escritor y diplomático florentino señala la importancia de concentrar
atribuciones en un Príncipe dotado de los instrumentos básicos para ejercer
su dominio.
 Jean Bodin (1530 -1596) fue testigo de las guerras de religión que
asolaban la Europa de su tiempo y que, de modo especial, dividieron a
Francia entre católicos y hugonotes. A partir de esta experiencia que puso
en peligro la misma subsistencia de la monarquía francesa, Bodin elaboró
el principio de la soberanía estatal.
 Thomas Hobbes (1588 -1679) es también espectador de una turbulenta
etapa histórica. La Inglaterra de su tiempo padece casi un siglo de
enfrentamientos entre los monarcas de la dinastía Estuardo decididos a
asegurar su poder y la representación de nobles y ciudades que, desde el
parlamento, sostienen la necesidad de marcar límites a este poder
monárquico.

Como toda creación humana, el estado ha experimentado transformaciones de


importancia a lo largo de sus cinco siglos de existencia. En dichas alteraciones
han influido los cambios de su entorno económico, social y cultural, entre los
rasgos que registran diferencias podemos señalar:

 El vínculo entre el poder político y el individuo


 El estatuto reconocido a este individuo
 La creación del derecho
 La organización de las funciones políticas estatales
 La relación con el entorno económico y social
 Las bases de su legitimación ideológica

La primera versión del estado es la que identificamos como estado absoluto. Su


perfil se dibuja gradualmente en las monarquías del norte y oeste de Europa en
las que el rey y lo que él representa va consolidando su dominio supremo a costa
de otros centros de poder e imponiéndose en las luchas nobiliarias, guerras civiles
y conflictos religiosos que se suceden entre los siglos xv y xvii.

El poder absoluto desligado de cualquier atadura era difícil de aceptar para ciertos
grupos inspirados en las convicciones religiosas de la Reforma protestante que
subrayaban la autonomía de la conciencia individual frente a injerencias externas.
Y también lo era para los actores sociales que no querían que sus propiedades y
sus intereses económicos estuvieran desamparados frente a las intervenciones
arbitrarías del poder político.

El liberalismo concebía la comunidad como una asociación de propietarios: el


orden político liberal se basaba en el respeto a la propiedad privada, fundamento
de la independencia de los individuos. El estado, por tanto, debía garantizar el
derecho de propiedad y, con ella, la libertad de sus transacciones. No debía
inmiscuirse en estas transacciones ni promover alteración alguna en el orden
económico y social: le correspondía únicamente preservar con sus leyes el «orden
natural de las cosas».

Desde sus primeros pasos, el estado liberal había sido combatido por sectores
tradicionalistas antiliberales, partidarios del retomo al antiguo régimen absolutista.

REPORTE DE LECTURA CAPITULO 7:

“ESTADO, MONOCRACIA Y DEMOCRACIA: LAS DICTADURAS”

A lo largo del siglo xix y de modo gradual, la política deja de ser una actividad
monopolizada por un grupo social reducido. Comunicaciones más eficaces,
aumentos en las tasas de alfabetización, concentración urbana de trabajadores
asalariados: estos y otros factores facilitaron un acceso progresivo de sectores
amplios de la población a la información y a la actividad política.

En la práctica política, la conciliación de ambas propuestas estatal y democrática


también presenta problemas. Ya hemos dicho que la inmensa mayoría de los
estados se proclaman hoy democráticos. Pero esta condición les es negada a
menudo por otros observadores, que les acusan de ser monocracias o dictaduras,
alejadas de las características democráticas.

Si hacer política equivale a gestionar los conflictos que se dan en la comunidad,


monocracia y democracia han de ser entendidas como diferentes modos de
hacerlo.

 La monocracia o dictadura, como tipo ideal, se caracteriza porque su


práctica política está definida por: la concentración de la capacidad política
decisiva en pocas manos: una sola persona, un pequeño grupo, una sola
organización, un solo partido; un acceso difícil, arbitrario y selectivo a los
medios y recursos información, libre expresión, voto, participación en las
instituciones, etcétera, que permiten influir en las diversas etapas del
proceso político.
 El tipo ideal de la democracia se traduce en una forma de gestión de los
conflictos que observa tres condiciones fundamentales: la atribución de la
capacidad de hacer política a todos los miembros de la comunidad, sin
reservarla a categorías de ciudadanos seleccionados por su nacimiento, su
clase o profesión, su competencia técnica, su tendencia ideológica, su
etnia, su religión, su lengua, etc.
Estos dos tipos ideales pueden contemplarse como los dos extremos o los dos
polos de una escala. Una democracia plena sería la que reuniría estas tres
últimas condiciones en su intensidad máxima. En el otro polo de la escala
figuraría la monocracia o la no-democracia absoluta. Entre estos dos polos se
sitúan los estados actuales: los que se acercan más al primero son las
denominadas democracias liberales, democracias pluralistas o poliarquías,
mientras que los que se aproximan al último son las dictaduras de tipo diverso.

Más de dos terceras partes de los estados contemporáneos se aproximan en su


modo de hacer política al tipo monocrático. Es posible establecer cuatro
características propias de todos los sistemas monocráticos o dictatoriales:

1. Concentración exclusiva del poder en núcleos muy reducidos o en una sola


persona, negando el derecho de la ciudadanía a la crítica y a la oposición y
marginando a la mayoría de la intervención eficaz en las decisiones
políticas
2. Personalización tanto efectiva, como simbólica de la autoridad, atribuyendo
unas condiciones singulares y extraordinarias al titular del poder, al que hay
que prestar sumisión
3. Papel decisivo y central de los mecanismos de control de la ciudadanía,
para reprimir resistencias o manipular adhesiones al poder: censura y
control de los medios de comunicación, policía, tribunales y ejército sujetos
a disciplina política, afiliación obligatoria a determinadas organizaciones
partido, sindicato, movimiento de apoyo al sistema, etc.
4. Inestabilidad de las normas legales y arbitrariedad en su interpretación,
provocando la inseguridad de los ciudadanos ante un poder imprevisible
que no se sujeta a reglas o que las interpreta de modo variable.

Lo que distingue a los sistemas monocráticos o dictatoriales es la condición


subordinada e insegura de los ciudadanos: ni participan del poder o de sus
decisiones, ni cuentan con medios efectivos para protegerse de sus abusos.

Los rasgos esenciales de los regímenes monocráticos que hemos definido


anteriormente pueden presentarse en grados variables de intensidad. Esta
variación ha permitido desarrollar una distinción entre sistemas totalitarios y
sistemas autoritarios.

Se denominan sistemas totalitarios a los que han llevado a su mayor intensidad


característica como:

 La concentración de poder en una sola persona o en un grupo muy


reducido, compacto y monolítico que se atribuye la interpretación exclusiva
de la voluntad de la raza, la nación o la clase. Esta concentración se
convierte en un «culto a la personalidad» del dirigente máximo, que adopta
formas cuasi-religiosas
 La justificación de su actuación política mediante el recurso a una doctrina
global, que pretende influir sobre todas las expresiones de la existencia
humana: económica, familiar, cultural, religiosa, etc. Esta doctrina se
presenta como un conocimiento científico que no admite refutación y cuya
discrepancia es castigada como delito ideológico

 El empleo sistemático del terror para eliminar cualquier forma de disidencia


u oposición.

Los sistemas autoritarios exhiben rasgos similares a los anteriores, pero con
menor grado de intensidad. Así, los rasgos que le diferencian de los sistemas
totalitarios son los siguientes:

 La concentración de poder en una coalición reducida de actores (militares,


empresariales, religiosos, burocráticos...), que mantienen entre sí una cierta
competencia por el reparto de dicho poder
 La legitimación del sistema dictatorial mediante la invocación de grandes
principios patria, orden, familia, progreso, justicia, etc., sin proclamar una
ideología estructurada de carácter global y sin pretensiones de atender a
todos los aspectos de la vida colectiva
 El recurso a la acción represiva policial, judicial y mediática con elementos
de arbitrariedad y discontinuidad y sin llevarla a la práctica exterminio
sistemático del opositor o disidente.

La aplicación a la realidad histórica de estas dos categorías sistemas totalitarios y


sistemas autoritarios ha sido controvertida. Sin embargo, suele haber coincidencia
en señalar como ejemplos de sistema totalitario las experiencias del estalinismo
soviético en la URSS (1936-1956) y del nazi-fascismo en Italia y Alemania en los
años anteriores a la Segunda Guerra Mundial:

1. El estado soviético: de la dictadura del proletariado al partido-estado:

La revolución rusa de 1917 puso en marcha una organización política que


pretendía superar las deficiencias del estado liberal. Encamado en el modelo
socialista-soviético de la URSS, el modelo presenta las características siguientes:

 La relación política fundamental se establece entre poder político y cada


ciudadano como miembro de una clase social, y no como individuo
abstracto sin vinculaciones ni atributos. En cierto modo, el actor político
principal es el proletariado: los trabajadores asalariados se convierten en
protagonistas en el proceso de transformación revolucionaria de la
economía y de la política.
 Cuando se pertenece a esta clase se disfruta de derechos, no sólo civiles y
políticos, sino también sociales y económicos: las necesidades vitales
salud, educación, vivienda, salario, participación en las decisiones
empresariales, etc. Deben ser garantizadas por el Estado.

 Por esta misma razón, el derecho las leyes son ahora la expresión de la
voluntad transformadora de la clase revolucionaria, que tiene un proyecto
de cambio social radical. El derecho está condicionado, por tanto, por este
proyecto.

En la práctica, el estado soviético fue una combinación de oportunismo histórico y


de rigor doctrinario, que fue exportado ideológica o militarmente desde Rusia a
otras sociedades de Europa central y oriental, Asia oriental y Cuba.

2. El estado nazi-fascista: la sumisión de la nación al líder:

El fracaso de los primeros intentos 1917-1923 de instaurar el modelo soviético en


países como Alemania, Italia o Hungría no significó el retomo a modelos liberales
o pre liberales. Para cerrar el paso a la tentación soviética se esbozaron
propuestas que desembocaron en el estado nazi-fascista. En este modelo se
recogían y sintetizaban algunos rasgos de proyectos antiliberales anteriores:

 En primer lugar, la relación política fundamentad se establece entre el


poder concentrado en un líder supremo y una comunidad nacional. No es el
ciudadano individual del modelo liberal, ni el miembro de la clase social del
modelo soviético quien aparece como sujeto de la acción política.
 La presencia activa en la política «totalitaria» queda, pues, reservada a los
miembros de esta comunidad nacional, cuyo interés general es interpretado
por un líder inspirado y visionario.
 Es la voluntad de este mismo líder la que da origen al derecho como
conjunto de reglas básicas por las que se rigen los conflictos colectivos. Por
tanto, la permanencia o estabilidad del derecho queda supeditada a los
designios del dirigente supremo, con facultades ilimitadas para modificarlo
cuando desee y sin tener que sujetarse a complejos procedimientos de
reforma.
Como es bien sabido, fue en Italia (1923-1943) y en Alemania (1933-1945)
donde el modelo cristalizó de modo más acabado. Algunos de sus rasgos
fueron adoptados también en otros países europeos durante períodos más o
menos prolongados entre los años veinte y cincuenta del siglo xx, en
combinación con elementos de origen católico conservador: Hungría, Austria,
Portugal, España o Rumania.

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