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Trabajo Fial Anders - Camila Fonseca
Trabajo Fial Anders - Camila Fonseca
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Pero aquella apreciación de nuestro mundo a partir de las categorías de medios y fines responde a
las dinámicas de la tecnificación. El proceso de elaboración de un producto está repleto de la
distinción entre ambas categorías. Ahora bien: para que algo sea juzgado como medio o como fin,
requiere ser particularizado y aislado dentro un proceso mecánico. (cf. p. 107) En el caso de una
mesa, por ejemplo, la sierra y los clavos son comprendidos como medios que hacen parte de un
determinado proceso técnico con un fin particular. Y dentro de este proceso, aquellos objetos no
pueden ser comprendidos como fines, ni tampoco más allá de la función particular que cumplen.
Por el contrario, aquella distinción entre ambas categorías es ilegítima en lo que respecta a nuestra
existencia y a la manera de relacionarnos con el mundo. “Nuestra existencia, repleta de técnica, no
se descompone en señales particulares, nítidamente delimitadas, que indican unas los "medios" y
otras los "fines' (…)” (p. 107) De hecho, cuando valoramos el televisor, el celular o la radio como
medios, no solo trazamos arbitrariamente una línea que de por sí no es clara, sino que reducimos
nuestra relación con ellos a la técnica, y terminamos incluyéndonos como parte de un proceso de
producción1.
Así las cosas, aunque utilicemos los dispositivos bien sea con fines educativos, informativos o
incluso para presenciar alguna ceremonia (eventos deportivos, religiosos, premiaciones, etc.), no
podemos evitar el impacto que la creación de estos dispositivos produjo en nuestras vidas. Lo
queramos o no, lo que nos "marca" o "transforma” no es el contenido emitido sino el hecho de que
no participamos de la realidad que presenta el dispositivo, sino que consumimos sólo su imagen.2
(cf. p. 108) Es decir, la realidad se nos muestra como un fantasma, medio presente y ausente a la
vez, pues solo podemos experimentarla reducida a su aspecto meramente visual. (cf. p. 118)
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Al juzgar los medios mencionados a partir del uso que nosotros les damos, reducimos nuestra relación con
ellos a una meramente funcional. Pensamos solo en la finalidad que el mercado a impuesto a estos medios, y
no en el impacto, la marca o la transformación que estos propician en nosotros.
Por otro lado, Anders también afirma que “Quien articula nuestra vida como un todo con ayuda de estas dos
categorías la considera según el modelo de la acción determinada por la finalidad, o sea, como proceso
técnico (…)” (p.107) Creo que este punto se refiere también a aquellas éticas que consideran la existencia
humana a partir de amabas categorías. Quizás un ejemplo sea Aristóteles, quien supone a la felicidad como el
fin último de la vida.
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Aquí Anders distingue entre participar de la realidad y consumir una imagen de ella, no obstante, esta podría
ser rebatida. Pues con ella quizás rechaza la posibilidad de que los dispositivos de hecho nos permitan
participar de un evento como el de Good morning mr. Orwell, que solo podía tener lugar en el televisor. Por
otro lado, quizás sea importante cuestionar cómo es que entiende Anders a la ‘imagen’. Por ejemplo, si esta
implica una reducción o devaluación de la realidad.
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Sin embargo, con la llegada del televisor y la radio este principio dejó de ser necesario.
Actualmente, “(…) si se quiere convertir al hombre en nadie (incluso hacer que se esté orgulloso de
ser nadie), ya no es necesario ahogarlo en las avalanchas de masas, ni incrustarlo en una
construcción de hormigón, producida masivamente a partir de la masa.” (p. 111) Solo se requiere
que los individuos tengan al alcance alguno de aquellos dispositivos. Básicamente, cada persona en
su hogar consta de sus propios dispositivos y gracias a estos consume de manera aparatada un
producto que simultáneamente consumen, también de manera aparatada, muchísimas otras
personas. Estos dispositivos suministran un producto estereotipado y masivo que acalla a la
individualidad, y que niega toda posibilidad de experiencia comunitaria. (cf. p. 109) De hecho, este
proceso de masificación propiciado por los dispositivos converge con la producción masiva. Pues,
entre menos comunitario sea el consumo, mayor demanda y oferta habrá de los dispositivos.
Por lo tanto, la familia deja de ser el centro hacia el cual se dirigen los miembros, pues la imagen
electrónica del mundo exterior empieza a ser el foco. Este es un comportamiento que se ilustra con
la posición que el televisor ocupa dentro del espacio la casa, esto es: ubicado de frente a sus
espectadores. Con ello ya no hay posibilidad de diálogo ni visualización entre los miembros de la
familia. Solo hay recepción de información e imágenes, y silencio entre todos. A causa de ello, el
tejido familiar, compuesto por los diálogos y las relaciones establecidas por los miembros, poco a
poco se desvanece.
En el párrafo anterior ha sido sugerida otra marca que se genera al lado de la disolución de la
familia. Se trata de la pérdida del lenguaje, y, desde mi interpretación, también la de la creatividad.
Tanto la radio como el televisor inhiben el diálogo, y de este modo nos quitan nuestra posibilidad de
expresarnos, de hablar, y en últimas, nuestro lenguaje 3. Cuando nos relacionamos con estos
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Resulta interesante cómo esta pérdida del lenguaje se relación con el planteamiento que tiene Aristóteles
acerca de la esclavitud en su obra la Política. El esclavo apenas participa del lenguaje como oyente, y
depende y le pertenece al amo precisamente por esta misma razón. Análogamente, podría decir que el hombre
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dispositivos la posición que se nos atribuye es la de oyentes, y, desde ahí, la voz anónima que estos
emiten se convierte en protagonista. Nuestro pasatiempo depende de ella, pues es la que nos guía,
divierte y llena el silencio en el que nosotros, como oyentes, nos hemos sumergido. (cf. 114)
Hay más aún. A propósito del protagonismo de la voz anónima, Anders nos pone como ejemplo una
pareja de enamorados que lleva radio portable a su paseo. Según él, la voz anónima es la que, como
soutenir, “(…) les presta ese apoyo y sostén que ellos no pueden darse mutuamente, pues no saben
qué hacer juntos.” (p. 115) Este ‘no saber qué hacer’ sugiere la perdida de la creatividad. Además
de que la pareja ni siquiera tiene ganas de hablar, tampoco posee la creatividad para que por sí
mismos puedan construir su tiempo, sino que este tiene que ser llenado por el dispositivo.
En conclusión, con ambos dispositivos, perdemos el habla porque nos volvemos oyentes. Perdemos
el lenguaje porque, al solo consumirlo, este se va empobreciendo. Y perdemos la creatividad porque
tenemos la seguridad que aquellos dispositivos llenaran nuestro tiempo (al que tememos que se
encuentre vacío).
Al inicio de la ponencia mencioné a Nam June Paik, pues él realiza un tratamiento Artístico al tema
desarrollado por Anders. Para comprender mejor el trabajo de Paik y su vínculo con Anders me
serviré de otras dos obras. Estas son “Concert for TV Cello and Videotapes” 4 (Fig. 3) de 1971 y
“TV Buddha”5 (Fig. 4) de 1974.
En estas obras el televisor queda situado en una dimensión tal que este se presenta no como un mero
medio informativo y recreativo, sino como un objeto de creación y contemplación artística. En
ellas, la disposición y la relación entre el televisor, el Buhda o la Mujer, y el espectador, y las
imágenes y sonidos electrónicos creados, son exploraciones de posibilidades del televisor que
conllevan a su resignificación y al surgimiento de nuevas relaciones entre este y el ser humano. Al
igual que el lienzo de las pinturas, o el mármol de las esculturas, con las obras de Paik, el televisor
adopta explícitamente la forma de cuerpo, soporte y lugar donde emergen las imágenes. Y, por lo
tanto, ante la vista del espectador, este no pasa como mero medio que resulta desapercibido ante la
primacía del mensaje, sino como el objeto que está siendo cuestionado y que configura su
experiencia.
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A mi modo de ver, el tratamiento que hace Paik al televisor ilustra esta afirmación, pues, como se
dijo previamente, sus obras van más allá de la consideración del televisor como medio y lo hacen
objeto de contemplación.
Por otro lado, quizás sea conveniente preguntarnos en qué medida sus obras, en vez de
presentarnos el televisor como un aparto que nos silencia, nos lo muestran como uno que estimula
el habla.
Décadas después de la publicación del libro de Anders el compositor y video-artista Nam June Paik
expuso varias obras con las cuales pretendida contradecir los pronósticos que Orwell en 1948
diagnosticó respecto a los medios de comunicación. En 1984 presentó la primer video instalación
transmitida vía satélite y denominada “Good Morning Mr. Orwel” (Fig 2). Se trató de una emisión
televisiva pública en la que participaron varios artistas, y que tuvo una audiencia aproximada de 25
millones de personas. Quería experimentar con ella nuevas relaciones posibles con el televisor, que
probaran una perspectiva positiva de este. Es decir, una perspectiva que lo mostrará no como un
medio de control de masas, sino como un objeto de contemplación que propiciaba la creación
artística, la experimentación con nuevas imágenes y sonidos electrónicos, y la posibilidad de que el
arte tuviera un alcance público y global.
Bajo esta perspectiva es cierto que la posición de Paik aparentemente no es compatible con la de
Anders, no solo por ser positiva, sino también porque pareciera estar basada en el supuesto de que
el televisor es un medio que puede ser utilizado positiva o negativamente. Sin embargo, si se detalla
más a fondo el tratamiento artístico que Paik hace del tema en varias de sus obras, se notará que su
perspectiva va más allá de la consideración del televisor como medio. Incluso puede que varios
planteamientos de Anders resulten mejor ilustrados a la luz de Paik. Así pues, atendiendo a la
posibilidad de diálogo entre ambos autores, me propongo en esta ponencia desarrollar los
planteamientos de Anders y exponer sucintamente el posible diálogo.
Bibliografía:
Al igual que Günther Anders, varios autores se han cuestionado por los cambios que los medios de
comunicación modernos han propiciado en nuestra manera de relacionarnos con el mundo. Ocho
años antes de la publicación del primer volumen de, Georg Orwell en su obra 1984 (Fig 1) presenta
el dispositivo de la ‘telepantalla’ como un objeto que se encuentra en todos los hogares, y que
cumple la función de controlar y subordinar a sus espectadores. Continuando con una perspectiva
muy similar a la ‘ficción’ de Orwell, Anders comprende al televisor como un dispositivo que ha
transformado y marcado nuestra manera de relacionarnos con el mundo, pues convierte en
‘fantasmagórica’ a la realidad, modifica la dinámica del hogar y nos quita la facultad del habla.
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Deja de ser televisor??? Si, en la medida en que deja de transmitir televisión, pero quizas no. Es que
te presenta una imagen de la realidad, pero ahora se encuentra ubicado en otro lugar, y la relación
que guarda con nuestro mundo es otra
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Fig. 4. N. Paik, 1974. “TV Buddha”.