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La ingratitud, esa conducta humana que se multiplica por doquier.

Entre nosotros abundan las personas en cuyo vocabulario no figura la palabra «gracias». Son
tan frescas, tan impá vidas, que pareciera que esperaran que se les agradezca por haber
solicitado y disfrutado los favores que les prestan otros conciudadanos. La desfachatez es su
má s «brillante» señ al particular. Y ¡no faltan quienes «muerden» la mano de quien, en
ocasiones, les da de comer!

No se trata, por supuesto, de que por cada bien que se prodigue uno se siente a esperar las
voces de gratitud de los demá s. ¡Eso es lo que menos se da en nuestra sociedad! Bueno fuera,
entonces, que aprendiéramos a ser agradecidos. No cuesta absolutamente nada. No implica
esfuerzo alguno.

Lamentablemente, los humanos somos los má s ingratos de todos los seres vivos. Pareciera
que un «nudo» se nos precipitara en la garganta a la hora de expresarles a otros cuá n gratos
quedamos con alguna buena acció n de su parte. Somos muy ingratos. No solo frente a los
favores; en muchos otros á mbitos también lo demostramos. No tenemos la delicadeza de
expresar complacencia por los favores que nos hacen los demá s.

En contraste, los animales son «elocuentes» con sus gestos de gratitud. El perro, por ejemplo,
salta, corre, agita su cola frente a su amo; lo que dice con eso es que está agradecido.
Agradecido por el cariñ o recibido, por los cuidados, por las manifestaciones de ternura con él.
Un loro, parado todos los días en una vara, también agradece. Para eso, aprende a «hablar» y
expresa voces que si bien no son para decir literalmente «gracias» se las puede asumir como
tales; por eso, intercambia sus cotorreos con sus amos, aunque ellos ni cuentan se den de eso.

A las plantas se les «habla», y se las toca cuidadosamente como rito del cuidado que se les
prodiga. A cambio, ellas «agradecen» al ponerse má s bonitas para el ornato de los espacios
donde se las tiene; su clorofila se dinamiza, se ponen má s verdes sus hojas y sus ramas
florecen má s aceleradamente.

Una buena imagen proporciona a quien reconoce del otro un servicio, un favor; y, desde luego,
engendra una estupenda imagen personal. ¡Y deja abiertas las puertas para futuras ocasiones!

Desde la ciudad de Campana, Buenos Aires, recibe un Abrazo y mi deseo que Dios te bendiga,
te sonría y permita que prosperes en todo, y derrame sobre ti, Vida, Salud, Paz, Amor, y mucha
Prosperidad.

☆☆Claudio Valerio...☆☆

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