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Antes de la llegada de los europeos en el s. XV la isla ya se encontraba habitada.

Sus
pobladores procedían del norte de África, presentando su cultura claras semejanzas con
la de los pueblos bereberes.
Su economía se basaba en la ganadería y en la recolección de los productos que ofrecía
la isla, y sólo residualmente se dedicaban a la agricultura. Habitaban en cuevas o en
pequeñas cabañas, y utilizaban la madera y la piedra para la fabricación de utensilios así
como el barro para la cerámica. Sobre sus creencias se sabe que rendían culto, entre
otros, a las montañas. Ello se pone de manifiesto por ejemplo en el Alto de Garajonay,
lugar que da nombre al Parque, donde fueron encontrados restos arqueológicos ligados a
la celebración de sus rituales. La isla estaba dividida en cuatro cantones o bandos:
Agana, Orone, Ipalán y Mulagua, ubicados en los cuatro grandes barrancos de la
Gomera.
Uno de los útiles líticos tallados en basalto, procedente de una de las aras de sacrificio
de Garajonay.
Con la llegada de los europeos en el primer tercio del siglo XV, La Gomera es motivo
de rivalidad entre España y Portugal. Los bandos gomeros se alían con unos y con otros,
hasta la definitiva renuncia de Portugal.
Al principio, la penetración de la cultura europea es pacífica y paulatina, hasta la llegada
de Hernán Peraza "El Joven" como señor, que establece imposiciones tributarias y
vasallaje, provocando la sublevación de los bandos que son derrotados. Tiempo
después, Hernán Peraza establece un pacto de hermanamiento con el bando de Ipalán,
que rompe al entablar relaciones con la princesa aborigen Iballa. Esta afrenta, una más,
incita a los aborígenes a darle muerte. Como represalia, se produce una gran matanza
siendo los gomeros capturados vendidos como esclavos, quedando la isla sometida por
la fuerza.

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